AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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A little bit lost || Dr. Horrible
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A little bit lost || Dr. Horrible
Arianrhod semanas atrás había escuchado ciertos comentarios sobre el museo de historia natural de Francia el cuál jamás había visitado desde su llegada al país, lo que le interesó sobre lo que escuchó fue saber que habían doce cátedras de estudios disponibles dentro de la institución en la cual podía conocer mucho sobre plantas y sus propiedades curativas. Estuvo haciendo un par de investigaciones en la Biblioteca y se entero que inicialmente el lugar se trataba únicamente para eso y luego fue evolucionando con el pasar de los años, era increíble y este día finalmente se había presentado la oportunidad de abandonar su botica y poder visitar este sector de la ciudad.
La joven pensaba que si tenía suerte podría obtener nuevos conocimientos que le sirvieran para nuevas pociones y trabajos de su tienda, ya que si bien ella utilizaba magia para algunos de los productos que vendía, también le gustaba saber las propiedades de las plantas pues así podía hacer cosas orgánicas y con sus poderes simplemente sacarle más provecho a ellas.
Cuando se encontró frente a aquella imponente edificación solamente pudo quedarse parada frente a ella y admirar tal fachada, era un lugar realmente impresionantemente grande. Cuando aquel paisaje fue suficiente para su vista se encaminó a cruzar las puertas de entrada solo para encontrarse con un gran salón de bienvenida y embelesada por todo lo que había a su alrededor comenzó a caminar sin mirar realmente por dónde iba, ella solo caminó y se deleitó con las exposiciones que encontraba a cada paso que daba para proceder a seguir un camino y acabar en una sala que recorrió tranquilamente para salir a otro pasillo.
Aria ya había dado un par de vueltas alrededor cuando volvió en si y se dio cuenta de la triste realidad, se había dedicado tanto a caminar y admirar lo que había en aquel lugar que en estos momentos no sabía donde se encontraba exactamente, estaba perdida.
— Oh oh... -susurró la chica antes de ver a su alrededor y girar en el punto en que se encontraba intentando adivinar por qué lado había entrado y qué pasillo debía seguir. Para más remate además de no saber donde se encontraba ahora tampoco sabía donde se encontraba el sector que buscaba originalmente, por lo que de alguna forma se podía decir que estaba doblemente perdida.
La joven pensaba que si tenía suerte podría obtener nuevos conocimientos que le sirvieran para nuevas pociones y trabajos de su tienda, ya que si bien ella utilizaba magia para algunos de los productos que vendía, también le gustaba saber las propiedades de las plantas pues así podía hacer cosas orgánicas y con sus poderes simplemente sacarle más provecho a ellas.
Cuando se encontró frente a aquella imponente edificación solamente pudo quedarse parada frente a ella y admirar tal fachada, era un lugar realmente impresionantemente grande. Cuando aquel paisaje fue suficiente para su vista se encaminó a cruzar las puertas de entrada solo para encontrarse con un gran salón de bienvenida y embelesada por todo lo que había a su alrededor comenzó a caminar sin mirar realmente por dónde iba, ella solo caminó y se deleitó con las exposiciones que encontraba a cada paso que daba para proceder a seguir un camino y acabar en una sala que recorrió tranquilamente para salir a otro pasillo.
Aria ya había dado un par de vueltas alrededor cuando volvió en si y se dio cuenta de la triste realidad, se había dedicado tanto a caminar y admirar lo que había en aquel lugar que en estos momentos no sabía donde se encontraba exactamente, estaba perdida.
— Oh oh... -susurró la chica antes de ver a su alrededor y girar en el punto en que se encontraba intentando adivinar por qué lado había entrado y qué pasillo debía seguir. Para más remate además de no saber donde se encontraba ahora tampoco sabía donde se encontraba el sector que buscaba originalmente, por lo que de alguna forma se podía decir que estaba doblemente perdida.
Arianrhod Dankworth- Hechicero Clase Media
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Re: A little bit lost || Dr. Horrible
Los museos eran los mayores templos de la ignorancia y de la manipulación hacia las mentes más débiles. Deberían de estar prohibidos. Al menos, los museos de Francia deberían de estar prohibidos. No había más que patrañas y mentiras que, cualquiera que no tuviera un doctorado en Horribilidad, se creería al instante. ¡¿Cómo se atrevían a decir en una enorme pancarta que masticar flúor era buena para la higiene bocal?! Aquello era un sin sentido, una verdad a medias y una mentira muy bien formulada. El flúor, al menos en un estado puro, era un gas sumamente tóxico. Si no podía llegar a matar a un ser humano, si lo podía atontar hasta tal grado que el intoxicado pierde la cordura y la razón. El Doctor Horrible sabía que muchos hipnotizadores profesionales usaban el gas de flúor para hipnotizar a sus víctimas. Sí que era cierto que había ciertos compuestos, que llevan flúor en una cantidad mínima, podían proteger y limpiar el esmalte dental. Pero de ahí a decir que masticar flúor era beneficioso para la salud había un límite.
Si llevase puesta la bata blanca, los guantes azules y las grandes gafas de laboratorio Billy usaría cualquiera de sus artilugios para quemar el cartel con la publicidad de flúor y, ya que estaba, todo el museo en sí. Pero, empezaría por el dichoso cartel. Sí, eso es lo que haría. Destruir el museo sería la única manera en el que las mentes débiles (todas aquellas que no tuvieran un doctorado en horribilidad) olvidarían toda la falsa información que asimilar sin llegar a cuestionársela.
Por desgracia, aquel día solo era Billy Parker. Vestía con sus pantalones color negros, una camiseta de color azul y una chaqueta gris cuyo interior estaba recubierto de borreguito. No debía desvelar su identidad secreta delante de tantas personas. Tenía que comportarse como el clásico joven de bien que confiaba en todo lo que pusiera una pancarta por muy tonto que sea. Y no había cosa más tonta que la de mascar barras de flúor.
Billy pasó una mano sobre la dichosa pancarta buscando en la letra pequeña alguna fuente fiable que pudiera verificar tal información. Lo que encontró no fue una sorpresa. La fuente y, curiosamente, quien tenía comprada la patente de las barras de flúor era una empresa privada. Era la misma historia de siempre. Por cosas como contradecir a las grandes empresas, el Doctor Horrible fue expulsado de la universidad. De todas las universidades, mejor dicho.
-Si tuviera mi pistola laser desintegradora de protones, convertidor de plasma en nebulosa y hacedor de palomitas; destruiría el museo mientras comería una bolsa de palomitas recién hechas-.
Sin darse cuenta empezó a hablar solo con una voz tan suave que casi parecía un rezó. El rezo de un horrible villano. Si dos cosas tenían que tener un buen villano era una risa malvada y la manía de farfullar sus planes del mal cuando creía estar solo. Billy ponía en práctica la segunda.
Hubiera continuado susurrando sus planes de no ser por la chica que apareció detrás de él de la completa nada. Le dio tan susto que dio un salto de terror, y eso que la chica solo había dicho “oh, oh”.
-¿Quién, qué, por qué?- puso las manos en alto como un ladrón a quien le han pillado robando- No estoy haciendo nada, lo prometo- y como ese mismo ladrón sudaba nervioso- Solo estaba leyendo más de cerca lo que ponía en este cartel. Nada malo, nada villano ni nada horrible-.
Si llevase puesta la bata blanca, los guantes azules y las grandes gafas de laboratorio Billy usaría cualquiera de sus artilugios para quemar el cartel con la publicidad de flúor y, ya que estaba, todo el museo en sí. Pero, empezaría por el dichoso cartel. Sí, eso es lo que haría. Destruir el museo sería la única manera en el que las mentes débiles (todas aquellas que no tuvieran un doctorado en horribilidad) olvidarían toda la falsa información que asimilar sin llegar a cuestionársela.
Por desgracia, aquel día solo era Billy Parker. Vestía con sus pantalones color negros, una camiseta de color azul y una chaqueta gris cuyo interior estaba recubierto de borreguito. No debía desvelar su identidad secreta delante de tantas personas. Tenía que comportarse como el clásico joven de bien que confiaba en todo lo que pusiera una pancarta por muy tonto que sea. Y no había cosa más tonta que la de mascar barras de flúor.
Billy pasó una mano sobre la dichosa pancarta buscando en la letra pequeña alguna fuente fiable que pudiera verificar tal información. Lo que encontró no fue una sorpresa. La fuente y, curiosamente, quien tenía comprada la patente de las barras de flúor era una empresa privada. Era la misma historia de siempre. Por cosas como contradecir a las grandes empresas, el Doctor Horrible fue expulsado de la universidad. De todas las universidades, mejor dicho.
-Si tuviera mi pistola laser desintegradora de protones, convertidor de plasma en nebulosa y hacedor de palomitas; destruiría el museo mientras comería una bolsa de palomitas recién hechas-.
Sin darse cuenta empezó a hablar solo con una voz tan suave que casi parecía un rezó. El rezo de un horrible villano. Si dos cosas tenían que tener un buen villano era una risa malvada y la manía de farfullar sus planes del mal cuando creía estar solo. Billy ponía en práctica la segunda.
Hubiera continuado susurrando sus planes de no ser por la chica que apareció detrás de él de la completa nada. Le dio tan susto que dio un salto de terror, y eso que la chica solo había dicho “oh, oh”.
-¿Quién, qué, por qué?- puso las manos en alto como un ladrón a quien le han pillado robando- No estoy haciendo nada, lo prometo- y como ese mismo ladrón sudaba nervioso- Solo estaba leyendo más de cerca lo que ponía en este cartel. Nada malo, nada villano ni nada horrible-.
Re: A little bit lost || Dr. Horrible
Después de que aquellas palabras salieran de los labios de la joven inglesa un hombre a solo unos metros de ella se vio aludido y comenzó a farfullar asustado, aquello solo logró que Arianrhod soltara una suave risa al notar que quizá no fuera la única persona en aquella gran habitación que se encontraba perdida en sus pensamientos y había sido traída abruptamente a la realidad.
— La verdad es que jamás puse en duda aquello -comentó la joven mirando al manojo de nervios que se encontraba frente a ella-, y aunque lo hubiera hecho, debo informarle que yo no formo parte de la administración de este lugar como para hacer algo en su contra en caso que así fuera.
Aria aprovechó aquel momento para hacer su típica revisión de aura, en la cual basaba toda su fe para interactuar con la gente, le causo gracia ver que el aura era un perfecto reflejo de lo que sus ojos normalmente podían apreciar, solo nerviosismo de haberse visto "atrapado", quien sabe qué estaba pasando por la cabeza de el joven para haberse sobresaltado de esa manera.
Si la joven hechicera se lo planteaba realmente, él solo había atinado a farfullar cosas como que era inocente y no estaba haciendo nada, lo que más gracia le hizo fue aquello de "nada malo, nada villano ni nada horrible", ¿se supone que aquellas eran palabras para demostrar inocencia? Aria debía admitir que eso solo podía causarle más gracia, aunque por respeto no comenzó a reírse en la cara del dueño de aquellas palabras.
— ¿Qué travesuras guardará en esa cabeza suya? -se preguntó la joven- Aunque puede que no sea una simple travesura y realmente sea algo malo, villano y horrible
A pesar de que sus pensamientos fueran en esa dirección no podía imaginarse nada de ese estilo, por lo que se limitó a sonreír, quizá él pudiera ayudarla a encontrar el camino a seguir a su destino, o esperaba que por lo menos pudiera indicarle cómo volver a la entrada, allí podría ir con más cuidado y fijarse si había algún encargado que la ayudara a encontrar la sección botánica del museo.
— Perdone por haberlo asustado -se disculpó la joven con una leve inclinación de su rostro-, simplemente me he dado cuenta de que me he perdido entre tanto pasillo y salas.
— La verdad es que jamás puse en duda aquello -comentó la joven mirando al manojo de nervios que se encontraba frente a ella-, y aunque lo hubiera hecho, debo informarle que yo no formo parte de la administración de este lugar como para hacer algo en su contra en caso que así fuera.
Aria aprovechó aquel momento para hacer su típica revisión de aura, en la cual basaba toda su fe para interactuar con la gente, le causo gracia ver que el aura era un perfecto reflejo de lo que sus ojos normalmente podían apreciar, solo nerviosismo de haberse visto "atrapado", quien sabe qué estaba pasando por la cabeza de el joven para haberse sobresaltado de esa manera.
Si la joven hechicera se lo planteaba realmente, él solo había atinado a farfullar cosas como que era inocente y no estaba haciendo nada, lo que más gracia le hizo fue aquello de "nada malo, nada villano ni nada horrible", ¿se supone que aquellas eran palabras para demostrar inocencia? Aria debía admitir que eso solo podía causarle más gracia, aunque por respeto no comenzó a reírse en la cara del dueño de aquellas palabras.
— ¿Qué travesuras guardará en esa cabeza suya? -se preguntó la joven- Aunque puede que no sea una simple travesura y realmente sea algo malo, villano y horrible
A pesar de que sus pensamientos fueran en esa dirección no podía imaginarse nada de ese estilo, por lo que se limitó a sonreír, quizá él pudiera ayudarla a encontrar el camino a seguir a su destino, o esperaba que por lo menos pudiera indicarle cómo volver a la entrada, allí podría ir con más cuidado y fijarse si había algún encargado que la ayudara a encontrar la sección botánica del museo.
— Perdone por haberlo asustado -se disculpó la joven con una leve inclinación de su rostro-, simplemente me he dado cuenta de que me he perdido entre tanto pasillo y salas.
Arianrhod Dankworth- Hechicero Clase Media
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