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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

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Mensaje por Lusbella Toussaint Dom Feb 05, 2017 10:56 pm

Lus disfrutaba de sobrevolar el pantano o el bosque, ya fuera de mañana, de tarde o en la penumbra de la noche. Se sentía mucho más libre, sin temores. Claro que también podía hacerlo en los jardines traseros de su hogar, pero allí se hallaba insegura. Le rondaba siempre el temor de ser descubierta por su hija –principalmente-, por los sirvientes o las esclavas.
En cambio se sentía libre allí. Le pedía al cochero que la llevase, ella se adentraba durante varios minutos hasta encontrar el abrigo oportuno de la vegetación y, despojándose de sus ropas, Lusbella echaba a volar.
No podía hacerlo seguido, solo un par de veces al mes, pero eran los momentos que más disfrutaba. Se sentía completa, en unidad y armonía con la vida que la rodeaba.

Descansó sobre la rama más alta de un árbol frondoso y observó como las últimas luces del día se extinguían ya para dejar paso a la penumbra. La luna no tardaría en ser la única fuente de luz.
La paz que sentía en esos momentos era solo comparable con la sensación que la invadía cuando tomaba a su pequeño Igor y lo apoyaba en su seno. La respiración relajada, confiada y pausada de su bebé dormido, que se sentía seguro en sus brazos, la embriagaba de una paz imposible de conseguir de otra forma. Y sí, podía compararla con la caída del sol que le daba paso al reinado de la luna mientras ella daba vueltas en el aire, esforzándose por llegar cada vez más alto.

Vio pasar una bandada de cuervos –como ella- y se les unió, solo por el placer de volar en grupo. El macho más grande y habilidoso cortaba las corrientes ventosas, y todos le seguían: Lus también.

De pronto, un estruendo se oyó en la tranquilidad de la noche.
Los cuervos se espantaron y huyeron, casi sufrió el atropello del más atolondrado del grupo que alcanzó a golpearla –asustado- con una de sus alas.
Convencida de que había sido un disparo, Lusbella voló a toda velocidad hasta ver nuevamente a Horatio, su cochero. El hombre se adentraba en el pantano con su pistola en la mano, el cañón metálico brillaba pues la luz de la luna se reflejaba en el, Horatio había disparado. ¿A qué? Los caballos se hallaban inquietos y se removían ansiosos.

Buscó, desde la altura, el árbol en el que había dejado sus ropas y no tardó en hallarlo. Lo reconocía por sus entramadas raíces que sobresalían de la tierra húmeda del pantano. Descendió a toda velocidad y, mientras se transformaba nuevamente en humana, se dio cuenta que sus prendas ya no estaban. Rodeó ese árbol que siempre utilizaba, pero no las encontró. Se hallaba por completo desnuda, protegida solo por las sombras.


“Fue una mala idea venir hoy”, se dijo, pasándose las manos por su larga cabellera negra. Estaba nerviosa.

Mientras volvía a girar alrededor del árbol, incapaz de aceptar que sus prendas le habían sido robadas, otro estruendo la sobresaltó.
De inmediato bloqueó su mente, pues sentía que no estaba sola.



Última edición por Lusbella Toussaint el Jue Feb 09, 2017 10:54 am, editado 1 vez


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Mensaje por Mathieu Jue Feb 09, 2017 8:38 am

No era habitual reunirse tan lejos de la zona urbana de París, él con sus compañeros de guardia. Pero no siempre se les presentaba una ocasión como aquella. Y es que cuando los jefes no cumplían con su parte, o se excedían en sus privilegios, Mathieu y los suyos estaban para intentar compensar la balanza, tan desfavorable para los desfavorecidos.

Uno de los hombres de la industria de París no había pagado a sus trabajadores. Además había intentado excederse con una de las trabajadoras... vaya, que había intentado abusar de ella. Y el descontento ya era generalizado entorno a él, y ya iba siendo hora de darle una lección. En unos días Mathieu averiguó que tenía una caseta alejada de la urbe, donde escondía botellas de licor importado, algo de opio... y se montaba sus pequeñas fiestas clandestinas. Una choza, más bien, que pasaba desapercibida en un lugar apartado y "rural" como aquel.

Y cuál fue su sorpresa que el lugar estaba siendo vigilado. Una mala señal, y a la vez una buena señal. Ningún pobre hombre tendría matones vigilando una triste caseta abandonada en medio de la nada. Así que alguien debía pagarles a esos hombres para estar allí, y debía pagarles bien. Y no les iba a estar pagando bien para no estar vigilando nada. Así que, ¿por qué esperar? Darles una buena paliza a sus hombres y quemar su rincón secreto y privado a ese malnacido le daría una buena lección.

Así que empezó la pelea. Una buena pelea, de esas a las que Mathieu estaba tan acostumbrado. Era un portento para la pelea, y desde luego ayudaba mucho su condición sobrenatural, que le hacía resistir el dolor mucho mejor que un simple humano, así como cerrar antes sus heridas, y golpear con algo más de fuerza. Una fuerza salvaje.

El combate se vio interrumpido por el estruendo inconfundible de un disparo de pistola. Todos, tanto los matones como los obreros, detuvieron sus golpes mirando hacia todos lados, ¿de dónde venían los disparos? ¿Había alguien herido? - ¡Corred, muchachos! No merece la pena enfrentarse a cobardes con armas de fuego - Dijo mientras levantaba a uno de los suyos del suelo. Los matones pensaban que era alguien ayudándoles, así que se vieron envalentonados para seguirles por entre los antiguos árboles.

No. El cochero no estaba ayudando a los matones del señorito rico. Al menos no intencionadamente. Simplemente, en la penumbra de la noche, habría visto violencia y no le habría gustado... seguramente. A cualquiera le asustaría encontrarse semejante espectáculo en plena noche, en una zona tan apartada. Puede que fuera eso, puede que fuera otra cosa, pero Mathieu no tenía ni idea de lo que ocurría, porque estaba huyendo, y ayudando a huir a uno de sus compañeros, al que prácticamente llevaba encima, muy aturdido por los golpes que había recibido.

Se detuvo tras un gran árbol de raíces profundas, dejando a su compañero en el suelo un momento, con la espalda apoyada en el tronco del mismo. Allí intentó que se repusiera, que centrara la mirada y volviera en si, confiando en que los matones no le hubieran visto colarse allí y les dejaran en paz.

Fue entonces cuando percibió la presencia de alguien más. No eran los hombres con los que se estaba peleando, tampoco el hombre que había disparado, porque sino podría captar el aroma a mecha y pólvora por el disparo reciente. Se volvió para ver una figura.. desde luego era femenina. Dejó a su compañero un momento, al encuentro de.. quien quiera que fuera, esperando que la luz de la luna dejara por fin revelar la identidad de aquella persona.
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Mensaje por Lusbella Toussaint Jue Feb 09, 2017 10:42 am

Salió lentamente del abrigo de la oscuridad y dejó verse, desnuda como estaba, ante el hombre que tenía frente a sí. Era cambiante como ella –licántropo específicamente-, podía sentirlo, podía notarlo por el color que lo rodeaba.
No estaba segura de si la había visto cambiar de forma o no pero, al menos, no se espantaría ni la acusaría. Eran de la misma condición.

¿Por qué alguien como él querría robarle sus prendas? ¿Solo por diversión? ¡Qué estupidez! Ella no tenía tiempo para perder en aquel asunto, era ya muy tarde y Horatio –su cochero- de seguro estaba preocupado porque se demoraba la vuelta de su señora al carruaje.
A Horatio no le gustaba llevarla a aquella zona tan alejada y peligrosa, mucho menos dejarla adentrarse en soledad allí. Pero no podía negarse a hacerlo, primero porque ella era la señora Toussaint, y luego porque tenía debilidad por Lus, la adoraba como a nadie y sería su cómplice en cualquier empresa que ella emprendiese a espaldas de su marido.

Ahora comprobaba que Horatio tenía razón: era una zona peligrosa… ¡Ladronzuelos se escondían entre los árboles! Si quisieran podrían quitarle algo más significativo que unos zapatitos, la ropa interior, los guantes, su capa negra y el vestido granate.


-Devuélveme mi ropa –le exigió, sin dejar de caminar hacia él. Sus pies parecían resbalar sobre la tierra húmeda del pantano.

¡Ah, como odiaba caminar! Si pudiera –si nada la atara a su humanidad, como sus dos hijos- viviría volando. Solo así, de esa forma, se sentía plena realmente.

Volvió a centrarse en el desconocido que la observaba fijamente. ¿Qué podría hacerle? Ella no le temía. Lusbella solo le tenía miedo al abandono.
Cuando lo tuvo lo suficientemente cerca, comprobó que él no traía nada en las manos. ¿Dónde estaban sus prendas?
Un viento frío le erizó la piel y le sacudió el cabello. Lusbella se lo acomodó, nerviosa. ¿Qué explicación le daría a su cochero? Seguramente ya estaría buscándola, por algo había disparado.
¡No podía volver desnuda a la casa! A Jacquin Toussaint –su esposo- poco le interesaba la vida sexual de ella, pero que su mujer regresase completamente desnuda no podría serle indiferente. Él tenía una reputación que cuidar.

Volvió a mirar al hombre que tenía frente a sí. ¿Podría culparlo de haber intentado abusarla? Tendría la excusa perfecta para presentarse ante su cochero en ese estado… Sería un verdadero escándalo, pero solo así podría justificar su desnudez.


“No, no y no”, se dijo, rechazando por completo la idea. Ella no era así, no expondría a un hombre –aunque fuese solo un desconocido- que, hasta el momento, nada le había hecho, solo para salvarse ella.

Analizaba pedirle prestada su chaqueta, podría devolvérsela mañana a la misma hora y en ese mismo lugar… Iba a formular el pedido –desesperado, ya que ella no era dada a suplicarle ayuda a nadie- cuando un disparo más la sobresaltó y por poco no cayó sobre el licántropo, impulsada por el susto.
Gritos y corridas llegaron a sus oídos, él la miró.
¿Qué estaba sucediendo allí? Desde la altura el pantano parecía tan tranquilo… No había visto ni sentido absolutamente nada.

Se escondió entre las raíces gruesas y ásperas de un árbol y él la siguió. Las ramas caídas le lastimaban la piel pero eso no le preocupaba.


-¿Qué está pasando? –le preguntó, confundida.


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Mensaje por Mathieu Jue Feb 09, 2017 2:09 pm

En un instante, lo que estaba siendo una rutinaria y tranquila reyerta entre dos grupos enfrentados, se volvió un auténtico caos por el sonido de un disparo. Ni siquiera parecía haber un herido, pero las armas de fuego siempre eran un peligro, demasiado mortales. Al fin y al cabo las carga del diablo.

Mathieu estaba ahora frente a una mujer de aspecto joven, veinteañero, y estaba... ¿desnuda? Sí, en efecto lo estaba. Un destello plateado iluminó su cuerpo, y su piel reflejó la luz plateada de Selene, revelando que ninguna prenda la cubría. La demanda que hizo inmediatamente después terminó de confirmar sus sospechas.

- Yo no tengo tu ropa... ¿por qué había de tenerla? - Se escuchó un segundo estruendo, un segundo disparo, e instintivamente Mathieu se pegó con la espalda al árbol, para esconderse mejor. Y de hecho la mujer hizo lo mismo. Así que allí estaban ellos tres, agazapados bajo un gran árbol en medio de ninguna parte, ocultándose de sus enemigos. ¿De quién era ese segundo disparo? ¿Sería del mismo autor del primer disparo, o sería otro? Porque cuantos más hombres con pistolas hubiera, peor para sus esperanzas de sobrevivir. Las suyas y las de sus compañeros. Bien podría haber sido el mismo autor del primer disparo, en esos segundos de escape y esconderse le había dado tiempo de recargar su arma.

Pero no veía nada. Asomaba la cabeza por el límite del tronco, pero lo único que veía eran sombras correteando entre los árboles. Complicado tratar de distinguir entre amigos y enemigos. Por suerte, nadie parecía mirar en aquella dirección. Echó un vistazo a su compañero, que ante la visión de una joven en cueros empezó a espabilarse allí sentado. Aunque seguía lo suficientemente noqueado como para no poder moverse, ni articular palabra con claridad. - No te levantes, Arnaud. Quédate donde estás. - Le dijo en un tono bajo y amable, apoyando una mano en su hombro, antes de volverse y mirar de frente a la mujer de cabellos oscuros.

- Que nos están disparando - contestó Mathieu con una evidencia. No era momento de explicarle de principio a fin lo que hacían allí. Principalmente porque no sabía quién era, qué intenciones traía, y porque no quería hablar demasiado y no atraer así a posibles enemigos que les estén buscando. Aunque hablaran en voz baja, el silencio siempre era mejor que el más bajo de los susurros. - ¿Quién eres tú, y qué haces aquí?

Si había dicho que le habían robado la ropa, es que en algún momento se la había tenido que quitar. Eso, o que se había quedado dormida en medio de la nada y alguien le había quitado la ropa sin que ella se diera cuenta. Cualquiera de las dos cosas eran bastante descabelladas, ¿verdad?
Bueno, lo primero quizá no tanto.
Al fin y al cabo Mathieu es un licántropo. Puede cambiar su forma a la de un animal, y una vez al mes, cuando la luna brilla llena en el cielo, pierde el control sobre sí mismo y se transforma en una bestia, y se deja poseer por ella. En esos días toma medidas para no dañar a nadie. Al menos, no dañar a nadie que no quiera, vaya. Pero cuando se transforma a voluntad procura dejar la ropa a buen recaudo, o si no al transformarse sus ropas se destrozarían. O si cambiaba la forma a lobo común, no podría llevarlas consigo. ¿Eso es lo que era ella, otra loba?

¿Era eso posible? ¿Habría más como él? Mathieu nunca había conocido a nadie más. Sospechaba que alguien más debería haber, que no podía ser el único en el mundo, vaya. Pero que serían pocos, muy pocos. Quizá unas pocas docenas en todo el globo. ¿Sería ella como él? Desde luego era la opción más plausible, por ahora. Eso, o era una bruja, o un espíritu del bosque que seduce a hombres para alimentarse de ellos. O una súcubo. En definitiva, cosas desagradables a las cuales Mathieu no se acercaría ni aunque le llevasen atado.

Sus sentidos no le decían nada de eso. Su olfato le decía que se trataba de alguien... limpio. Al menos sin mucha corrupción - o no demasiada - encima. Y un matiz que nunca antes había sentido. Bueno, quizá lo había captado alguna vez en la distancia, en el viento, o cuando pasaba junto a otro cambiaformas por la ciudad. Pero claro, él no sabía que se trataba de otro cambiante. Por lo pronto no le hacía ponerse en alerta, así que siguiendo su instinto no la trató como hostil. Pero sí como desconocida. - Deberíamos salir de aquí.
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Mensaje por Lusbella Toussaint Jue Feb 09, 2017 5:39 pm

El lobo no estaba solo, había un hombre más y estaba herido. Parecía casi inconciente. No podía verlo bien pero creía que el rostro no tardaría en hinchársele.

-Oh, estás muy mal –le dijo, arrodillándose junto a él. Lucía como si tuviese la nariz rota. Le acarició la frente, sufriendo por el dolor que él sentiría. ¿Quién le habría hecho aquello?

Se volvió hacia el lobo cuando le preguntó quien era.


-Me llamo Lusbella y soy… Bueno, supongo que sabes lo que soy. –Se puso de pie para acercarse a él-. ¿No me reconoces? –le preguntó extrañada y él le devolvió una mirada confundida. Ella creía que todos los cambiantes podían reconocerse entre sí, ¿acaso no sucedía igual con los lobos?-. Tú cambias a lobo, ¿o no? –le susurró, pegándose a su oído pues no sabía si el tal Arnaud conocía la condición de su amigo y no quería exponerlo, bien sabía ella lo peligroso que podía ser revelarle un secreto tal a las personas-. Yo también cambio, aunque no a algo tan grande y feroz –le sonrió al separarse de él-. Estaba dando un paseo, sola y tranquila… Suena raro que justo aquí en el pantano y a estas horas –se adelantó antes de que él pusiera en duda su verdad-, lo sé, pero ¿qué no es raro para nosotros? –le preguntó, buscando su complicidad.

Su ropa seguía sin aparecer y Lusbella debería acabar por resignarse. Después de todo, ¿qué importaba ya en medio de aquel caos de corridas, gritos y disparos?


“¡Oh, pero eran mis guantes favoritos!” , se apenó.

-Deberíamos salir de aquí –repitió ella cuando él lo dijo- , estamos de acuerdo completamente en eso. Tu amigo necesita ser curado. Mi cochero me está aguardando en el límite del pantano. El pobre de Horatio debe estar muy preocupado por mí ya… Pero no puedo aparecerme así –le dijo, señalando su evidente desnudez-. Si me prestas tu chaqueta podría acercarlos a ustedes en mi coche hasta donde deseen –propuso esperanzada-. Claro que si no me la prestas también los acercaría –corrigió al darse cuenta que había sonado algo chantajista, ella no dejaría jamás a alguien que estaba en ese estado sin atención-. Ayúdame, lobo. Por favor –le pidió, mordiéndose el labio inferior.

No le preocupaba su esposo. Jacquin era homosexual y ella nada le decía cuando llevaba algunos hombres a la casa, a cambio él tampoco le reprochaba sus salidas nocturnas. Ese era su pacto, un acuerdo entre ambos que hacía que su matrimonio fuese sólido.
Pero aparecerse a medianoche completamente desnuda ya era cruzar un límite, Lusbella lo tenía claro. No podía permitir que los sirvientes comenzaran a cotillear acerca de ella.
Realmente necesitaba la chaqueta de aquel desconocido. Con ella al menos podría decir que había estado con algún amante y se había tenido que escabullir a las apuradas sin poder siquiera tomar sus ropas.
Sí, parecía un plan convincente.



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Mensaje por Mathieu Vie Feb 10, 2017 6:27 am

No pudo verse la cara a sí mismo, y desde luego habría sido muy gracioso hacerlo, porque la cara que habría puesto debía ser... graciosa. Cuanto menos. Mientras un desconocido les disparaba en la noche, una mujer desnuda se presenta como alguien que puede cambiar a animal. No solo eso, sino que además comenta con él que puede cambiar a forma de lobo, que eso es lo que hacen. Y lo peor de todo es la naturalidad con la que lo hace. Esa maldita naturalidad.

Mathieu no le ha contado a nadie su secreto. A nadie que luego haya dejado vivir, claro. Pocas veces obtenía tanta satisfacción como ver el rostro de horror en sus víctimas justo antes de acabar con ellas. Lejos de ser un asesino despiadado, tan sólo mataba a gente cuando realmente lo merecían. Asesinos o violadores de sus protegidos, gente que le había hecho daño a él o a los suyos. Y de pronto, rompen su secreto de aquella forma tan casual.

Se sentía desnudo. Sí, de acuerdo, ella estaba completamente desnudo. Pero ahora Mathieu se sentía como ella... o mucho más indefenso, si cabe. Es la primera vez que le ocurría algo así, contactar con otro cambiante, de los que hasta hacía diez segundos tan sólo suponía que debían existir, en algún lugar, en todo el globo. ¿Qué clase de broma de mal gusto era esa?

Al menos ella se había identificado como otra cambiante, aunque para sorpresa de Mathieu no cambiaba a lobo, aunque no especificó en qué animal.. o criatura cambiaba. Porque aquella bestia de dos metros y medio a la que cambiaba con la luna llena poco tenía que ver con los lobos, realmente. Así que, tras el primer momento de inseguridad causado por la indefensión al verse descubierto su verdadero ser, acudió a ella con instinto de colaboración, y también curiosidad. Al fin y al cabo, siempre se había sentido solo por no tener a nadie de su condición. Así que se acercó a ella, y posó una mano en su hombro, empujándola. No le gustaba que hubiera dicho esas cosas tan cerca de su compañero. Que estaba medio grogui en el suelo, pero aun así, no quería que se enterase de nada, ni escuchar el menor rumor.

La apartó un par de pasos y acercó su rostro para susurrar cerca de su oído - ¿Cómo te has enterado? ¿Cómo lo sabes? - Luego la miró fijamente a los ojos, desde esa misma distancia, mientras se quitaba la cazadora que llevaba puesta. Mientras esperaba y escuchaba respuesta por su parte la fue pasando por sus hombros, y su mirada fija en sus ojos. ¿Por qué? Porque quería ver si le mentía. Si era capaz de mentir o disfrazar la verdad de alguna forma mientras le miraba a los ojos de tan cerca.

Sí, todavía les buscaban, y de fondo se escuchaban todavía sonidos propios de aquella caza y persecución, los cuales ignoró por el momento. Ahora mismo le preocupaba más lo que ocurría con aquella mujer, que decía llamarse Lusbella. Un nombre curioso. Estaba de acuerdo, lo mejor era salir de allí y abandonar la zona de peligro, y poner a salvo a su amigo aturdido y malherido. Pero ahora, en aquellos instantes, primaba su secreto, y conocer mejor a su interlocutora.
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Mensaje por Lusbella Toussaint Vie Feb 10, 2017 8:16 am

Nunca más saldría sin una muda de ropa en el carruaje, estaba decidido y lo primero que haría al llegar a su casa sería apartar las prendas que dejaría fijas en su carro. Eso de tener que pedirle prestado a un desconocido le estaba enseñando una gran lección. Lusbella podía ser tan insensata a veces…

Antes de darle su chaqueta, el hombre la apartó unos metros y le preguntó –en el oído, tal como ella había hecho antes para hablarle- cómo sabía ella de su condición y Lus se extrañó. Nunca había conocido a un lobo, solo los había visto de lejos, nunca había hablado con uno. Tal vez ellos no pudieran ver las auras de los demás, ¿sería posible?
Claro que sí había hablado con otros cambiantes. Su hermana cambiaba a paloma, lo mismo la estúpida de su madre –¡Oh, cuanto la odiaba todavía!- aunque a ella jamás la había visto transformada. En Portugal, una de sus esclavas podía volverse serpiente… ¡Era asombroso! Sabía de personas que podían hacerlo a león o pantera. ¿Cómo podía explicarle aquello a él? ¿Cómo podía en ese lugar, el pantano que tanto le gustaba, que se había vuelto de pronto un sitio peligroso?


-Puedo ver tu color –decidió susurrarle la verdad, aunque no sabía si tenía mucho sentido para él-, todas las personas tenemos un color y el de los lobos es… especial. Por eso lo sé.
Se despegó de él, porque seguía desnuda y no quería incomodarlo pegándole su cuerpo más de lo necesario, pero igualmente agregó:
-No es lugar para hablar. Si tú lo deseas, con mucho gusto otro día puedo explicarte mejor todo lo que sé. No soy una experta, pero cuando me ocurrió todo… esto –dudó antes de dar un calificativo-, tuve a alguien que me explicó bien lo que estaba sucediéndome.

Cuanto la prenda de él la envolvió, Lusbella fue consiente de que había estado pasando frío. Su piel se calentó rápidamente gracias al calor residual que había quedado en la ropa de él. Se abrazó a sí misma para que nada de ese calor se perdiera. Por primera vez en su vida agradeció no ser tan alta, ya que por eso la prenda le llegaba hasta los muslos, cubriéndola.

-Gracias –le susurró-, no sabes cuanto me estás ayudando con esto. Te la devolveré –prometió y luego volvió a ser consiente del lugar en el que se encontraban-: ¿Cómo haremos para salir de aquí y llegar a mi coche? –le preguntó, cediéndole totalmente el control de la situación.

Ahora sí que estaba asustada. No entendía porqué gritaba toda esa gente ni de dónde había salido. ¿Qué les convendría? ¿Esperar hasta saberse a solas para salir los tres juntos de allí? ¿Avanzar, en cambio, de a poco hasta llegar a donde Horatio aguardaba? El hombre estaría tan asustado, de seguro pensando en que ella estaba en problemas dentro del pantano.
Si salían con bien de allí, Lus le haría un buen regalo para que le perdonase el susto que se estaba llevando por su culpa.



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Mensaje por Mathieu Vie Feb 10, 2017 9:00 am

Estaba claro que no mentía. O al menos eso le parecía a Mathieu. La estuvo mirando fijamente a los ojos y su instinto le decía que ella no le estaba engañando. Si le costaba creerla era por las cosas que le estaba contando. Ya llevaba muchos años viviendo en soledad, en cuanto a ser un licántropo. Y ahora resulta que hay más gente. Y alguien que la enseñó a ella.

Mathieu no sabía nada. Sus sentidos desarrollados le habían dicho en algún momento que estaba rodeado de alguien "diferente", que no era del todo humano. Pero siempre los había ignorado, pensando que él era uno de pocos, y que no podía haber "tantos". Y que si algunos olían diferente era por otros motivos, como el lugar de origen, manchas en su pasado o vete a saber qué. Lo había racionalizado en lugar de seguir su instinto. Pero, aunque le hubiera hecho caso, ¿qué hubiera hecho? ¿Seguir a esa persona para espiarla? ¿O decirle abiertamente "eh, soy un hombre lobo, ¿tú qué eres?".

Al fin se encontró con la verdad, y quizá este era el mejor modo de conocerla. Al menos ella estaba siendo amable con él. Y era de los suyos, y no alguien que quisiera darle caza. Porque Mathieu ni siquiera advertía el peligro que podía resultar los cazadores contra él.

El sonido de un nuevo disparo hizo reaccionar a Mathieu, dejando de lado todas estas reflexiones filosóficas, y centrándose en el momento inmediato. En que tenía que salir de allí con una mujer desnuda y congelada, y con un compañero al que habían apaleado. Echó un vistazo hacia la oscuridad para ver a gente dispersa, y entonces volvió la mirada hacia Lusbella, empezando a caminar para alejarse de allí en la dirección opuesta a donde estaban sus perseguidores.

- Espera aquí, y cuida de mi compañero. Vengo en un minuto, ¿de acuerdo? No te muevas - Porque bien podría cambiar de forma y largarse. No sabía a qué se iba a transformar, pero siempre se corría más rápido en una forma animal. Porque a Mathieu no se le ocurría que podría transformarse en tortuga o algún animal lento, vaya.

Lo que hizo fue alejarse de la vista de su compañero. Lo que tenía pensado hacer no podía hacerlo delante de él, porque aunque estuviera aturdido y no fuera del todo consciente de lo que ocurría a su alrededor, volvía a espabilarse, y era algo que él no quería que viera, ni tuviera clara su procedencia. Al igual que sus perseguidores. Si Lusbella se fijaba podía ver a Mathieu tras unos arbustos. Desde allí Arnaud no le vería. Y no sabría que iba a ser él quien emitiera un largo y profundo aullido.

Su intención estaba clara: ahuyentar a los matones. Porque pistola contra pistola... es enfrentarte a un combate más o menos justo. Pero el instinto de los hombres les hacía temer más a una manada de lobos. Trataba de engañarles, hacerles creer que los lobos les acechaban, y forzarles a huir. Y funcionó. Vaya si funcionó. Hablaron entre ellos y se escuchó claramente que querían retirarse. Con frases en voz alta como "¡Lobos, corred!" o esta otra "No merece la pena terminar devorado por culpa de esos zarrapastrosos, ¡corred!".

Entonces, regresó junto a Lisbella, para comprobar que efectivamente se había ido todo Dios. Hasta Arnaud se asustó al escuchar el aullido, pero ni siquiera podía ponerse en pie.
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Mensaje por Lusbella Toussaint Vie Feb 10, 2017 12:48 pm

Cuando él se alejó de ellos, Lus se centró en el pobre hombre herido. Parecía mareado, creía que estaba luchando por no caer en un desmayo. Necesitaba de un médico.
Con el borde de la ropa que el lobo le había prestado, Lusbella limpió la cara del hombre, quitándole los restos de sangre. Supuso que a él no le molestaría, el lobo no parecía ser de esos que se ofendían por cosas tan banales. Además pensaba devolvérsela en perfectas condiciones, lavada, planchada y perfumada.


-¿Qué te duele? –le preguntó y el hombre intentó responder pero ella no le entendió mucho-. A ver, incorpórate e intenta no dormirte… Alguien te habrá golpeado fuerte la cabeza.

Si no fuese porque aparentaban ser amigos, Lusbella bien podría haber sospechado del lobo pues tenía especto rudo. Pero no, era evidente que a Arnaud no lo había golpeado él. No tenía sentido que lo protegiese luego de haberle dado una golpiza... ¿Qué estaba sucediendo allí? No volvería a volar por el pantano. Tendría que conformarse con el bosque o la laguna, de noche, siempre de noche.

“Ni siquiera le pregunté su nombre”, notó. Había hablado sin parar como una desquiciada y no había dado lugar a que se presentase. “Bueno, es que hay gente disparando”, se justificó. Igualmente sabía bien que era sociable por naturaleza y que acababa sacándole charla a todo el mundo… Esperaba tener ocasión de hablar mejor con él, principalmente para ver si podía sacarle sus dudas. Parecía perdido y ella no desperdiciaba jamás el momento para una buena conversación. Desde niña era así, se escapaba de su institutriz para adentrarse en los fondos del palacio pues le gustaba hablar con los esclavos.
Suspiró, eso había sucedido hacía tanto ya que creía que lo había vivido otra mujer y no ella…


“Prefiero morir en este pantano húmedo antes que volverme a Portugal”, reconoció y ayudó a Arnaud a apoyar su espalda de forma recta en el tronco del árbol.

-Estarás bien. Vamos a buscar quien te cure esas heridas tan horribles…

De pronto un aullido llegó a ellos y le provocó un temblor, pese a que intuía que había sido su nuevo amigo el lobo.
La gente gritó y corrió, varios hombres pasaron junto a ellos sin mirarlos, asustados gritaban creyendo que los lobos les daban caza. Lusbella consideró transformarse y hallar un nuevo refugio en lo alto de algún árbol. No, no podía abandonar a aquel hombre. Se abrazó a Arnaud, como si ella pudiera protegerlo de algo, hasta que las corridas cesaron.


-Que inteligente jugada –felicitó al lobo cuando volvió a acercarse a ellos.


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Mensaje por Mathieu Vie Feb 10, 2017 2:26 pm

La treta funcionó a la perfección. Con su aullido consiguió hacer escampar a todo el mundo, quedándose solos por el momento. Pero habían escuchado disparos, y quizá sus compañeros no habían corrido tanta suerte, por lo que empezó a preocuparse por ellos ahora que la amenaza salía de allí por patas.

Arnaud.. estaba herido. Se había llevado unas cuantas zurras en la cabeza, pero ya habían pasado unos cuantos minutos y empezaba a volver en sí. Y claro, verse abrazado al cuerpo de una hermosa joven desnuda terminaron de espabilarle. Si es que el agudo aullido del lobo no fue suficiente, aprovechó para pegarse a ella y, en un gesto pícaro, engañarla y hacerle creer que estaba peor de lo que realmente estaba para poder tocar y disfrutar del contacto del cuerpo femenino. Desde luego no era un gran actor, y no fingía muy bien. Pero una cosa no quita otra: estaba herido y se había llevado una buena conmoción.

Al llegar junto a ellos Mathieu se acercó para cargar con su compañero, lo que hizo lamentarse ya sin disimulo al aprovechado de Arnaud. Le pasó el brazo por el cuello y caminó con él. - Bueno... guíamos hasta tu carruaje, Lusbella - Dijo empezando a caminar junto a ella. Aprovechó el trayecto para asegurarse que ya no quedaba nadie hostil, y de paso para ver cómo estaban sus compañeros. Seguramente habrían huido todos, lo que sería la mejor noticia de todas. No se perdonaría ver a uno de ellos tendido en el suelo, en medio de un charco de sangre.

De pronto el pantano se quedó tremendamente tranquilo. Tras el jaleo de la pelea y los disparos posteriores, y los sonidos de la cacería humana, ahora todo volvía al silencio habitual en la noche del pantano, de fondo, acompañándoles en su travesía. Se dejó guiar completamente, confiando en ella. Bien les podría estar conduciendo hasta una nueva trampa, pero hacia allí que iba él, cargando con su compañero malherido.

No se había presentado, y por algún motivo seguía sin decir su propio nombre, aunque él ya sabía el suyo.
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Mensaje por Lusbella Toussaint Vie Feb 10, 2017 5:16 pm

Comenzaron a caminar. Gracias a su excelente memoria fotográfica, Lusbella siempre se hallaba bien ubicada y sabía por donde debía ir.
Pequeñas ramas le lastimaban las plantas desnudas de sus pies pero no se preocupaba, cualquier herida superficial que se hiciera no tardaría en sanar.

Lusbella no se volvía hacia los dos hombres, pero los oía y sabía que la seguían. Que locura…

“Siempre te pasan cosas extrañas, Lus. ¡Contrólate, tienes dos hijos, por Dios!” , solía señalarle su esposo.
“Yo solo vivo mi vida. A ti nunca te pasa nada emocionante porque siempre haces cosas de lo más aburridas… Además a los niños no les falta mi cariño, no puedes culparme”, le respondía ella.
Allí estaba, metida nuevamente en problemas. En medio del pantano, con dos desconocidos y envuelta en una chaqueta ajena manchada con sangre de otro.


-Va a llover –dijo, en voz alta al darse cuenta que el viento había cambiado, y se abrazó el cuerpo sin dejar de marchar-. Que noche tan encantadora –aseguró con ironía.

Tras unos diez o quince minutos más de caminata, llegaron. Nada más verlo, Lusbella corrió hacia el anciano y lo abrazó.

-¡Horatio!

-Oh, señora… ¿Está bien? ¿Y esa ropa?

-Me han robado, Horatio.

El hombre se quitó su capa y le rodeó con ella los hombros.

-¿Quién le ha robado? ¿Está usted bien? ¡El señor Toussaint me matará!

-No, no. Él no lo sabrá, no te preocupes y perdóname, ¿te has asustado? Estoy bien –le aseguró-, estos dos hombres me han salvado la vida –los señaló-. Están heridos por mi culpa y debemos ayudarles…

-Yo me adentré para buscarla, oí disparos y respondí con mi arma pero no la hallé. Me juré que me iba a morir aquí mismo de tanto esperarla pero no me iba a volver sin usted.

Volvió a abrazarlo. Era un hombre tan bueno… Lamentaba haberlo asustado y estar mintiéndole también pero no tenía más opción.
“¡Ja! Si mi madre me viera abrazando a la servidumbre”, pensó y se rió de ella. Aquel cochero había estado más presente en su vida que su propio padre.
Ya estaba a salvo, la pequeña aventura parecía haber concluido y Lusbella respiró aliviada. Pero no del todo. Aún sentía un cosquilleo en el pecho que no le permitía relajarse.
Pesadas gotas de lluvia comenzaron a caer sobre ellos.


-Vengan –les dijo a sus nuevos amigos, haciéndoles señas-, suban rápido antes de que acaben empapados.
Ella ingresó y esperó a que la siguieran, lo único que quería hacer era cerrar la puertilla y dejar el pantano atrás. Se arrepentía de no haberle pedido a Horatio que le encendiese el brasero para calefaccionar el coche, pero ya no lo molestaría más al pobre que debía guiar los caballos bajo el aguacero.

-¿A dónde vamos, señora Toussaint? ¿A la casa? –preguntó el cochero desde afuera, intentando que su voz se elevara sobre la lluvia incesante.

-¿A dónde vamos? –preguntó Lusbella a sus acompañantes y volvió a hacerles señas con las manos para que ingresaran a la comodidad del coche y se sentasen frente a ella-. ¿Al hospital? ¿A la casa de alguno de ustedes? ¿Necesitan ir a mi casa? Ustedes digan…



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Mensaje por Mathieu Sáb Feb 11, 2017 7:16 am

Todas las noches terminaban de alguna manera interesante. Siempre que salían a trabajar, a dar alguna lección, alguna pelea... siempre terminaban de una manera curiosa y variopinta. Aquella no iba a ser una excepción. Aunque el hallazgo que hizo Mathieu parecía ser muy importante para su persona. Al fin y al cabo se trataba de otra cambiaformas y... bueno, hasta unos minutos atrás creía que era el único.

Miró de reojo al cochero sin prestarle demasiada atención, mientras éste atendía a su señora. Aquello confirmaba que Lusbella pertenecía a la clase pudiente de París. Mathieu no soportaba la presencia de la gente adinerada, le hacía ponerse enfermo, de no poder controlar su ira. Pero dadas las circunstancias, podría contener su repulsión por ellos. Más que porque su compañero estuviera herido, porque ella tenía información que a él le interesaba, y mucho. Tenía tantas preguntas... estaba hasta ligeramente emocionado, pero sabía contenerse muy bien.

Montó a Arnaud en el carruaje, sentándolo. Él ya estaba prácticamente recuperado; en cuanto a la conmoción, claro, porque sus heridas seguían sangrando. Como él estaba bien no había prisa por curarle. De hecho lo mejor que podía hacer era volver a casa y descansar. Al fin y al cabo, al día siguiente debían volver todos a la fábrica. Sus jefes ya estaban hartos de verles llegar con la cara hinchada y los ojos a la funerala. Pero mientras mantuvieran el nivel de producción sus quejas no pasaban de algún resoplo y una mala mirada. Básicamente porque saben que esas peleas son contra otros capataces, u hombres pagados por bolsillos adinerados. De hecho, más de uno se había llevado algún golpe por parte de Mathieu. O, al menos, una amenaza física muy fuerte.

Escuchó al cochero hablar. Al parecer él había disparado, y no tenía ni idea de quién había disparado en primer lugar. No tenía mucho sentido que fuera allí para detener el ataque de la banda de Mathieu, y que sólo disparó como respuesta. Pero, ¿contra quién? Ninguno de los tipos contra los que estaban enzarzados en esa reyerta portaba arma de fuego... al menos ninguno la sacó para atacarles. A Mathieu le inquietaba no saberlo, pero tampoco tenía ningún rastro que seguir, ni podía ponerse a correr a lo loco por los pantanos completamente a ciegas. Una de las cosas malas de tanto disparo es que el olor del a pólvora lo cubría todo y, así, Mathieu tenía mucho más complicado seguir el rastro de sus presas por el olfato. Con un disparo o dos, aún con alguna dificultad. Pero luego... sólo podía seguir el rastro de la pólvora. Pero allí había alguien que había disparado, así que regresaría una y otra vez al cochero.

Lo mejor era salir de allí. ¿Dónde? Miró de reojo a Arnaud, que estaba bien y miraba con cara de excitación el cuerpo de Lusbella. Luego miró a los ojos a la dama. - Lo mejor será que vuelvas a casa. Nosotros nos apearemos en algún punto en el trayecto. - Se relajó en el asiento, reclinándose un poco hacia atrás, y hacia abajo, sin dejar de mirarla - Aunque tú y yo tenemos una charla pendiente. Así que, también podemos dejar al bueno de Arnaud a buen recaudo y tener una charla tú y yo. En este carruaje, bajando para charlar en un lugar de confianza para ti... Pero si debes regresar a casa, puedo darte una dirección, y vernos en otro momento. De ti depende - Se cruzó de brazos y esperó respuesta mientras Arnaud les miraba alternativamente. Mathieu no dijo nada sobre qué era esa charla, porque no quería que él se enterase, por supuesto. Pero seguro que Lusbella sabía que se refería a hablarle sobre eso de "cambiar a animal".
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Mensaje por Lusbella Toussaint Sáb Feb 11, 2017 7:35 pm

Algo en la forma en la que el lobo la miraba había cambiado y Lus lo notó de manera casi instantánea. ¿Qué sucedía con él? De igual modo, ambos hombres subieron al coche y se acomodaron frente a ella.
La lluvia era intensa y repiqueteaba contra el techo, habían encontrado al cochero en el minuto justo. En esos momentos el pantano debía ser ya un lodazal.


-¡Vamos a la casa, Horatio! –Dijo, abriendo la ventanilla para que él pudiese oírla-. Nuestros acompañantes bajarán a medio camino, ya te indicaré donde –agregó, porque así se lo había dicho el lobo.

Volvió a mirarlo y, pese a que la luz era escasa –casi nula-, podía ver que sus ojos la veían con resentimiento o desconfianza. ¿Por qué? ¿Qué había hecho ella que pudiera molestarlo? ¿Había hablado demasiado? ¡Siempre le decían que hablaba demasiado y a una velocidad apabullante! Era uno de sus varios defectos.
Pensó en que su reticencia había comenzado cuando se encontraron con Horatio, ¿le molestaría a él la posición social de ella? ¿Había ostentado en algún momento algo? Creía que no. Tal vez los había ofendido al ofrecerles traslado...


“Solo quise ayudarles”, pensó ella. No lo diría, no tenía la suficiente confianza como para meterse en una discusión así. Las políticas sociales eran cosas de hombres, eso siempre le decía su esposo y, como a ella las clases sociales le tenían sin cuidado –pues podía hablar tanto con alguien de la realeza como con un esclavo-, no se entrometía. El mundo seguiría girando sin problemas, nada cambiaría con su opinión al respecto.

Cuando él le propuso mantener esa charla acerca de la condición de ambos –dos cambiaformas-, Lus supo que no podrían tenerla allí. No podía rebelarle su secreto a Arnaud. Tampoco podía ser esa noche. ¡Era tardísimo! Debía volver a su casa. Todavía le restaba pensarse una buena mentira en caso de que su esposo estuviese despierto aun.


-Le propongo encontrarnos mañana al anochecer para poder hablar con más tranquilidad –dijo Lusbella, dejando de tutearlo pues su mirada férrea había hecho menguar su seguridad-, puede ser en el mismo punto en el que nos conocimos hoy, o en la dirección que usted me dé. Después de todo, tengo también que devolverle la ropa que me ha prestado hoy.


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Mensaje por Mathieu Dom Feb 12, 2017 6:36 am

Arnaud miró a su compañero con cierta envidia por volver a tener una cita con aquella dama de buen ver. El gesto de Mathieu se mantenía serio, pero tampoco podía decirse que estaba enfadado. Se les había hecho bastante tarde, ciertamente, pero a él no me importaba en aquel momento tener que quedarse despierto más tiempo, incluso acudir a trabajar sin haber dormido nada durante la noche. Tampoco sería la primera vez.

Y es que ahora sentía la necesidad de saber todo lo que ella tenía que decirle. Desde luego se trataba de algo importante para él, saber qué era, de dónde procedía su maldición, qué la causaba, si había algún modo de controlarla. Puede que más gente la tuviera y que, entre todos, hicieran grupo, hicieran piña de algún modo para afrontar entre varios mejor su condición. Siempre era mejor que estar solo, y tener que afrontar todo aquello en soledad. Simplemente por el hecho de poder compartir su realidad sin reservas con alguien era un gran alivio y un peso de encima que se quitaba Mathieu. Y eso lo agradecía. Lo suficiente como para apartar sus resentimientos de clase.

El carruaje se puso en marcha, y el licántropo aprovechaba para mirar por la pequeña ventana, por si veía a alguien correr por allí. Él estaba bien y a salvo, y también lo estaba Arnaud. Ahora mismo le preocupaba el resto del grupo, que se habían dispersado al escuchar disparos. No merecía la pena terminar muerto de un disparo de arma de fuego por un objetivo así. Si el día siguiente no estaban todos en la fábrica a primera hora tendría que volver a buscarles.

Escuchó la oferta de Lusbella, meditándola. Podría aguantar un día más sin esa charla, aunque el día se le iba a hacer eterno. Negó la cabeza ante la primera posibilidad - ¿Aquel árbol perdido en los pantanos? No creo... no conozco la zona, realmente, y podría perderme y no llegar. O llegar tarde pero tú ya te habrías ido pensando que te he dejado plantada - Mathieu no iba a hablar de otra forma que no fuera tuteando; no era nada personal, tan sólo era algo que no le gustaba, y si ella no se molestaba con ello, seguiría tuteándola - Mejor quedamos en otro lugar, al anochecer - Al menos la hora de la cita la tenía clara - ¿Prefieres esta zona de los pantanos, apartada? Me parece bien. Pero tendrá que ser un punto más fácil de acceder. Si prefieres una reunión en la ciudad hay muchos lugares donde poder tener nuestra conversación sin ser molestados.

¿Sería posible que un lobo se sintiera mejor en la ciudad que en los territorios salvajes, que en los bosques y los campos? Al parecer así lo era. Mathieu era quizá un caso extraño, extraño si tenemos en cuenta lo que podría parecer lógico en un primer momento. El lobo vive mejor en territorio salvaje. No era su caso. Ni siquiera sabía orientarse del todo bien. Pero en la ciudad se sentía cómodo, a gusto. La ciudad era su hábitat. Era, en definitiva, un lobo urbano.
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Mensaje por Lusbella Toussaint Dom Feb 12, 2017 9:41 am

Siempre que estuviera fuera del calor de su hogar, Lusbella odiaba la lluvia. No le temía como esas otras personas que, ante la visión de un rayo o el temblor de un trueno poderoso, acababan por esconderse debajo de sus camas. Su odio nacía en su pasado… Había volado por horas, siguiendo el barco que trasladaba a Sambot, su amor, desde Portugal a Francia. En el trayecto, la lluvia pesada había golpeado sus alas impidiéndole volar y orillándola a volver a su forma humana, teniéndose que esconder durante horas –desnuda- en el sector de carga del mugroso barco. Recordaba las voces y los gemidos de los esclavos como la canción más triste que jamás había oído… Si ella hubiera sido valiente se habría arriesgado, saliendo de su escondite y metiéndose entre ellos en busca de Sambot. Pero en ese tiempo ella no era quien sí es ahora. Hacía poco que dominaba del todo su autocontrol y sus formas. Hacía poco también que su madre había notado que un vinculo especial la unía al esclavo Sambot –un joven algo mayor que Lus- y, en consecuencia, la reina madre de Portugal había acabado por venderlo y llevarlo lejos de su hija. Pero en su plan, no contaba con que la perdería también a ella.

La voz grave –seguramente cansada- del lobo la sacó de sus más tristes recuerdos, devolviéndola a la realidad. Al ver la mirada de Arnaud sobre sus piernas desnudas, Lusbella se removió incómoda. Al parecer el hombre se estaba recuperando bien.
En cambio, el lobo le proponía encontrarse en algún lugar de la ciudad. Creía ella que no podían reunirse en una cafetería como hacían las personas normales, pues podían ser oídos por cualquiera y eso ciertamente no les convenía. Además no podrían transformarse, en caso de que lo quisieran, si no estaban solos y tranquilos en un ambiente seguro, íntimo. Él parecía una persona sensata y celosa de su secreto, creía ella que tendría eso en consideración a la hora de proponer algún lugar.


-No quiero causarle problemas, de seguro será un hombre muy ocupado. Elija usted el sitio, yo ahí estaré –le aseguró con una tímida sonrisa.

Los recuerdos le habían ensombrecido el ánimo, siempre afable. Lo cierto era que le daba igual el lugar, Horatio la llevaría a cualquier sitio que le indicara.

No le temía a aquellos hombres, parecían buenas personas, pero sí se daba cuenta que era un acto en extremo insensato haberse presentado desnuda ante ellos –se daba cuenta ahora, ante la mirada devoradora, pero lógica, de Arnaud-, ¿es que nunca aprendería a desconfiar de las personas? Un día la encontrarían muerta en los barrios bajos de la ciudad si seguía así.

Suspiró y se abrazó el cuerpo. El aroma masculino de él, impregnado en la chaqueta que ella llevaba, se movió en el aire. Su instinto nunca le fallaba así que, por el momento, seguía confiando en el lobo. No dudaba de él.



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Mensaje por Mathieu Dom Feb 12, 2017 11:26 am

Se detuvo un momento a pensar alguna posibilidad, sobre dónde podían reunirse. En el linde del pantano podían reunirse, había algunos monumentos o monolitos fáciles de reconocer y localizar, si es que ella prefería aquel ambiente más apartado, más salvaje. Desde luego Mathieu conocía buenos rincones en la ciudad, aunque poco tenían que ver con elegantes cafeterías o centros de ocio para las clases pudientes. Conocía fábricas, conocía callejones, edificios abandonados, incluso parques que nadie se atrevía a visitar durante las noches, que resultarían muy adecuados para una charla así.

Dejó de pensar cuando vio el gesto de incomodidad por parte de Lusbella. Estaba allí medio desnuda, y el capullo de Arnaud mirándola como si nunca hubiera visto a una mujer desnuda. Le sacó de su ensimismamiento golpeándole la cara, y no se limitó a abofetearlo, sino que estampó su cabeza contra el interior del coche, sacudiéndole. Naturalmente Arnaud se quejó, porque estaba malherido y demás. - Pues deja en paz a la mujer, idiota. ¡Que estás prometido! - Desde luego el hombre aprendió la lección y dejó de mirar a Lusbella. Al menos no de manera tan evidente, intentando hacerlo con mucho más disimulo, que prácticamente ni se notaba.

¿Era Mathieu una persona violenta? Desde luego. Definitivamente. Sin ningún tipo de duda. No había tenido una vida fácil. Dura, repleta de trabajo e hipocresía, unida al dolor de conocer sus orígenes, el rechazo por parte de su padre... Convertirse luego en una mala bestia salvaje sedienta de sangre, y vivir el resto del tiempo como un medio animal, no había ayudado a su carácter. Podía contenerse, por supuesto, pero cuando debía resolver un problema intentaba adaptar primero la salida violenta, en lugar de esperar a agotar otras vías. Porque si siendo pobre y desgraciado no eras violento, nadie te hacía caso. No era habitual que golpeara a sus compañeros, pero cuando no lo hacían bien, no se lo pensaba dos veces. Aunque acabara de tener una pequeña conmoción por la paliza.

Regresó a la tarea de elegir lugar para la reunión del día siguiente. La idea del parque abandonado le resultaba cada vez más atractiva. Por alguna extraña razón pensaba que ella prefería los ambientes naturales que no el ambiente urbano. Un jardín desierto era, quizá, el híbrido perfecto. - Hay un pequeño jardín no muy lejos del cementerio, cerca de su entrada este. Dicen que está maldito, que no es recomendable visitarlo de noche porque los fantasmas del cementerio se aparecen para descansar en el parque de su reposo eterno y no se qué historias. Bueno, es mentira, no hay absolutamente nada en ese parque, por eso es el lugar ideal. ¿Te parece bien? - Si le dio tanta información no era por asustarla ni nada de eso; es que era la mejor forma de describir el parque, y luego para buscarlo sólo había que preguntar por el parque en cuestión. Podría haberle dado la dirección, pero... no la conocía. No sabía qué calle era la que daba al pequeño parque, sólo que estaba enfrente del cementerio.

Esperó respuesta, mientras volvía a mirar por la ventana para ver que empezaban a llegar a las calles de la ciudad, o quizá de uno de los barrios o pueblos de los alrededores, quién sabe.
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Mensaje por Lusbella Toussaint Dom Feb 12, 2017 12:21 pm

Cuando él golpeó a Arnaud, Lusbella se sobresaltó pues no esperaba tal gesto de violencia de parte del lobo, aunque creía que el otro se lo merecía. Reprimió un gemido asustado a tiempo, llevando ambas manos a su boca. De igual modo no habló e intentó mantenerse en su postura centrada, si el agredido no decía nada, si él no se quejaba con su amigo, ella tampoco tenía porqué hacerlo.
Además realmente la había incomodado la mirada del hombre sobre su cuerpo y a ella le gustó saber que el lobo se había dado cuenta, que había reparado en ello, y que había intentado cuidarla.

Algo que realmente la inquietaba, era qué respuesta le daría él a su amigo acerca de ella… Creía que Arnaud se estaría haciendo ciertas preguntas en esos momentos –y si no era así se las haría próximamente porque era lo más lógico-, ¿qué clase de mujer se aparece desnuda en medio del pantano y se aparta para hablar en susurros con un perfecto desconocido? ¿Por qué ahora quedaban en encontrarse al día siguiente ellos dos que acababan de conocerse? ¿De qué tenían que hablar? Aquellas eran preguntas que seguramente asaltarían al hombre y a Lusbella le intrigaba saber qué le respondería él. Qué diría de ella.
Si había algo que realmente le molestaba –y dolía- era que la gente pensara mal de ella. Que la juzgasen sin saber, que opinaran de su vida solo porque era común hacerlo. Odiaba a sus amigas, pues se juntaban a tomar el té con el solo objetivo de cotillear de los demás. ¿Había una manera más tonta de perder el tiempo? Ella prefería ir a la empresa de su familia a ver como trabajaban los peones, comprar vestidos hasta agotarse o salir a volar, sin ninguna duda. Cualquier cosa era mejor que pasar horas con ellas hablando de la vida de otros.

Tras algunos minutos de absoluto silencio –solo quebrado por la lluvia incesante y el continuo galopar de los caballos sobre el empedrado, señal de que habían entrado ya en áreas urbanas-, él habló. Propuso encontrarse al día siguiente cerca del cementerio. Un escalofrío recorrió el cuerpo de Lusbella, provocándole un erizamiento generalizado, y ella volvió a encogerse dentro de las ropas ajenas. De igual manera, aunque la idea la asustaba, iba a aceptar la propuesta. No quería que él pensase que era una mujer más, de esas miedosas de clase alta que solo vivían para burlarse de los otros. No. Ella no era así e iba a demostrarlo.


-Muy bien, allí estaré. Tenemos un trato –dijo y estiró su mano para que él la estrechara.


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Mensaje por Mathieu Dom Feb 12, 2017 1:37 pm

La historia de Mathieu era una historia de violencia. Antes de convertirse en la bestia que era, había levantado la mano en muy contadas ocasiones. Confiaba en la prudencia y la paciencia para resolver sus problemas, e intentaba solventarlas con una sonrisa. De pronto se juntaron muchas cosas. Ser una bestia, incapaz de relacionarse con el mundo, y descubrir que su padre le abandonó por ser hijo de una relación prohibida. Eso, y que terminó harto de la charlatanería e hipocresía monástica.

Desde entonces aprendió, siguiendo su nuevo adquirido instinto, a resolver las cosas con violencia; siempre que esa violencia no fuera a generar nueva violencia en respuesta que trajera más problemas de los que se tenía anteriormente. Violento, sí; pero con cabeza. La gente que le rodeaba ya le conocía y estarían acostumbrados a su temperamento. Como Arnaud, que se había llevado el golpe en la cabeza por su comportamiento inadecuado. Se lo tenía merecido. No aplicaba la violencia como fin mismo, no era alguien rabioso. Era un medio. Eficaz, eficiente y en muchas ocasiones instantáneo. No se trataba de causarle dolor, sino de enseñarle una lección. Y la había aprendido.

Quizá ese gesto había asustado a Lusbella, por cómo se estremeció. Pero él no podía ocultar lo que era, ni la forma que tenía de actuar ante comportamientos inadecuados. No era agradable, pero funcionaba. Desde corregir una mirada molesta, hasta conseguir mejores derechos para los trabajadores de la fábrica. Porque lejos de emplear esa violencia para erigirse como un líder al que venerar y tener su pequeño gobierno en los bajos fondos, llevado con puño de hierro, lo que hacía era partirse la cara por todos ellos. Y por eso era respetado. Y por eso aceptaban sus lecciones, aunque fueran a golpes. Jamás se había excedido en sus reprimendas.

La lluvia. A Mathieu le encantaba la lluvia. El sonido relajante, el aroma del agua recién caída sobre los adoquines sucios, los ladrillos de las fincas mojadas, la gente apresurada corriendo cubriéndose con cualquier cosa, buscando cobijo. Y de fondo el sonido de la tormenta, acompañado de un trueno lejano. Durante un instante se relajó cerrando los ojos, y se imaginó a sí mismo. Aunque más que una ensoñación, fue un recuerdo. El bosque. La hierba salvaje mojada, y la lluvia que no dejaba de caer. Una fuerte tormenta, mucho viento, rayos que caían una y otra vez, iluminando el lugar. Una presa que huía de él, una liebre de monte que se vio atrapada por el repentino temporal muy lejos de su madriguera. Y un lobo, Mathieu, que la perseguía. Uno de sus primeros recuerdos como lobo, la lluvia siempre le recordaba esa libertad, esa armonía con la naturaleza.

Abrió sus ojos de nuevo y volvió a mirar a Lusbella, asintiendo con la cabeza. De bien seguro que Arnaud tendría muchas preguntas sobre quién era ella y por qué se llevaba tan bien con Mathieu. Sin poder explicarles que eran cambiantes, claro. Ya se inventaría cualquier cosa. A poder ser, sin recurrir a la que sería fácil de mencionar: que era una prostituta. Aun así, mejor eso que contarle la verdad. - Mañana, entonces. - Mathieu no temía a los fantasmas, a las apariciones o los espíritus. Nunca había visto uno, así que por lo tanto no creía en ellos. Claro que tampoco creía en los licántropos hasta los veintitrés años. Vio que le tendía la mano para estrechársela y no rechazó el gesto, tomándola para darle un leve apretón, marcando el gesto pero sin excesiva fuerza. Su mano era la habitual de un trabajador: dura, callosa, áspera... y un tanto pelada en los nudillos por la trifulca de antes.

Ya casi habían llegado a su destino, así que miró de reojo a Arnaud, que se incorporó despacio, ajustándose la ropa, dispuestos a bajar del carro sin detenerse. - Hasta mañana, Lusbella. Por cierto, me llamo Mathieu. - Aprovechando que el carruaje se había detenido, o reducido mucho la marcha en un cruce, abrió la puerta del coche y Arnaud bajó de un salto, y justo detrás bajó el lobo, sin su cazadora que le vendría bien para protegerse de la lluvia y del frío. Si quedaban dudas sobre la confianza entre ellos, a pesar del golpe de Mathieu, éstas quedarían disipadas al ver que ambos caminaron juntos, cogiéndose el uno en el otro, para cubrirse de la lluvia y resguardarse del frío, avanzando por las calles como amigos, como compañeros, como camaradas.
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Mensaje por Lusbella Toussaint Dom Feb 12, 2017 8:17 pm

Su mano fría casi se perdió dentro de la cálida de él pero de esa forma, con un ligero apretón y viéndose directamente a los ojos, ambos decretaron que no faltarían a la improvisada reunión de la noche siguiente.

Lusbella amaba el cementerio, era uno de sus lugares favoritos de la ciudad. Allí se congregaba la mayor cantidad de cuervos y ella había disfrutado de noches enteras volando de tumba en tumba… Pero hacía unos tres meses las cosas habían cambiado. Ella misma había presenciado la aparición de un fantasma que levitaba entre las cruces y el susto la había hecho volver a ser humana involuntariamente. Hacía mucho que no le sucedía algo así –eso de perder el pleno control de su cambio-, desde su época de adolescente en la que aprendía a controlar sus transformaciones junto a la hechicera que todo se lo había enseñado.


“Bueno, ésta será una oportunidad para volver a ese lugar que tanto me gustaba. Al menos no estaré sola”, se dijo mirando a su nuevo compañero.
Pensó en contarle al lobo sobre lo que había vivido allí pero no era lo mejor, no estaban solos, no podían charlar con confianza e intimidad.

Cuando Horatio redujo la velocidad del coche de la familia Toussaint, el lobo abrió la puerta. ¿Acaso descendería sin que el carro frenara? ¡Estaba loco! Sí, al parecer esa era la idea porque le lanzó una mirada cómplice a su amigo. Primero bajó Arnaud, sin siquiera saludarla –ciertamente el golpe del lobo lo había intimidado- y, antes de seguirlo, él se volvió hacia Lusbella para mencionarle, por primera vez en las horas que habían compartido, cual era su nombre.

Mathieu.

No le dio tiempo de decir nada más, ni siquiera a despedirse como las formas sociales indicaban, él saltó detrás de su amigo y el carro se balanceó. La lluvia los empapó mientras caminaban juntos, a la par.


-Mathieu –susurró ella mientras lo veía alejarse y desaparecer por las calles de la ciudad.

El coche siguió su camino. Lusbella extendió su brazo para cerrar la puertilla que había quedado abierta y pensó en todo lo que podría pasar al día siguiente. ¿Hasta donde llegaría su relación con Mathieu? Tal vez esa noche, en ese pantano, había nacido –sin querer- una nueva amistad.



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