AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Sweet decadence [] Casper Kaarkarogf
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Sweet decadence [] Casper Kaarkarogf
Cada vez que miraba los lirios amarillos se preguntaba el por qué. ¿Por qué escoger un color tan vivo para una dama tan grácil y elegante como la que le había descrito? Al principio pudo suponer que era por mero capricho y por no tener que escucharla parlotear sobre más colores y flores. A la gente rica sólo le importan los hechos, querían las cosas y las querían ya, sin importar los medios o las necesidades de quien estuviese en medio.
Había pasado incontables veces por la puerta de aquel lujoso palacio residencial, adornado con una fachada muy característica de la época y rodeado de un ambiente pintoresco y señorial, envuelto en un aura regia y al mismo tiempo, incansable e intranquila. Ella, por su parte, trató de abrigarse todo lo que pudo. El frío en aquella época del año y en esas concretas horas del día calaba hasta los huesos, la humedad y la brisa no ayudaban a mantener el cuerpo caliente mientras una permanecía estática frente a la puerta del hotel, debatiéndose entre entrar o no.
Sus pies se decidieron mucho antes que su cerebro, que tardó un poco en asimilar que debía entrar en ese hotel y entregarle las flores al cliente más caro que ha tenido en muchos años que llevaba vendiendo ramos y coronas. Se apresuró a cruzar las puertas y resguardarse del frío invernal que continuaba arrasando fuera del edificio, se aproximó hasta la recepción del hotel, aún con el ramo sobre sus brazos, manteniéndolo con cuidado de no estropearlo.- Muy… buenas tardes. Vengo a entregar unas flores que el Sr. Kaarkarogf encargó hace unos días.- No estaba realmente segura de si las tendría que entregar ella o si lo harían los encargados del hotel. La respuesta no se hizo demorar en cuanto el muchacho que se encontraba al otro lado de la barra de madera la indicó el número de la habitación y cómo llegar hasta ella.
El camino fue… exasperante. Ver tantas miradas sobre una persona que tan solo estaba de paso, la hizo sentir como si el edificio entero se le hubiese caído encima. No sólo las miradas, los cuchicheos y las manos tapándolos, buscando engrandecer los sentidos de aquellos que los oían completos, seguidos de alguna que otra risa o sonrisa. El ser humano podía llegar a ser extremadamente asqueroso.
La joven tragó saliva al darse cuenta de que había encontrado la habitación, más no se atrevía a tocar, ni si quiera sus manos fueron capaces de moverse al darse cuenta de la vergüenza que estaba pasando al estar allí, plantada delante del trozo de madera que separaba cuatro lujosas paredes de un pasillo igualmente decorado.-Vamos Eph...- Susurró en un intento por darse valentía a sí misma, alzó su mano derecha y, por fin, sus nudillos golpearon con cierta fuerza la madera, haciendo que resonase al otro lado de ella.
Había pasado incontables veces por la puerta de aquel lujoso palacio residencial, adornado con una fachada muy característica de la época y rodeado de un ambiente pintoresco y señorial, envuelto en un aura regia y al mismo tiempo, incansable e intranquila. Ella, por su parte, trató de abrigarse todo lo que pudo. El frío en aquella época del año y en esas concretas horas del día calaba hasta los huesos, la humedad y la brisa no ayudaban a mantener el cuerpo caliente mientras una permanecía estática frente a la puerta del hotel, debatiéndose entre entrar o no.
Sus pies se decidieron mucho antes que su cerebro, que tardó un poco en asimilar que debía entrar en ese hotel y entregarle las flores al cliente más caro que ha tenido en muchos años que llevaba vendiendo ramos y coronas. Se apresuró a cruzar las puertas y resguardarse del frío invernal que continuaba arrasando fuera del edificio, se aproximó hasta la recepción del hotel, aún con el ramo sobre sus brazos, manteniéndolo con cuidado de no estropearlo.- Muy… buenas tardes. Vengo a entregar unas flores que el Sr. Kaarkarogf encargó hace unos días.- No estaba realmente segura de si las tendría que entregar ella o si lo harían los encargados del hotel. La respuesta no se hizo demorar en cuanto el muchacho que se encontraba al otro lado de la barra de madera la indicó el número de la habitación y cómo llegar hasta ella.
El camino fue… exasperante. Ver tantas miradas sobre una persona que tan solo estaba de paso, la hizo sentir como si el edificio entero se le hubiese caído encima. No sólo las miradas, los cuchicheos y las manos tapándolos, buscando engrandecer los sentidos de aquellos que los oían completos, seguidos de alguna que otra risa o sonrisa. El ser humano podía llegar a ser extremadamente asqueroso.
La joven tragó saliva al darse cuenta de que había encontrado la habitación, más no se atrevía a tocar, ni si quiera sus manos fueron capaces de moverse al darse cuenta de la vergüenza que estaba pasando al estar allí, plantada delante del trozo de madera que separaba cuatro lujosas paredes de un pasillo igualmente decorado.-Vamos Eph...- Susurró en un intento por darse valentía a sí misma, alzó su mano derecha y, por fin, sus nudillos golpearon con cierta fuerza la madera, haciendo que resonase al otro lado de ella.
Ephaste Arkwright- Hechicero Clase Baja
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Re: Sweet decadence [] Casper Kaarkarogf
Pensó que olvidaría fácilmente la corta conversación con la chica de la floristería callejera, pensó que olvidaría su rostro y pasaría a ser uno más como los cientos de rostros de mujeres que habían pasado por su vida y que caían al olvido una vez conseguía lo que quería. Pero no fue así, se encontró pensando en ella cuando se fue a dormir y de nuevo cuando se levantó al siguiente día, se encontró preguntándose si, la chica cumpliría su promesa de llevar las flores, o si simplemente se quedaría con el dinero y desaparecería.
Lucía bastante pobre, sus ropas desgastadas y su pelo no estaba ataviado de arreglos, así que era fácil asumir que podría escapar con el dinero y trasladar su pequeño puesto de flores para otra parte de la ciudad, después de todo, ¿Qué garantía tenía de que volvería a verse con un hombre de alta cuna como él?.
Aún así tenía la sensación de que volvería a verla y se había pasado esos dos días con una extraña sensación dentro de su pecho que no había sentido antes (especialmente no por una mujer), una extraña combinación de anticipación y curiosidad, porque, tenía que aceptarlo, quería saber más de ella y sabía que su compra de flores, era la ocasión perfecta para que la chica se sintiera obligada a pasar un rato más con él. Después de todo, él era el que tenía el control de la situación, tenía dinero y posición, la chica no podría negarse.
Vestido impecablemente como siempre acostumbraba, esperó pacientemente esa tarde y cuando escuchó el golpeteo, se apresuró a colocarse el sombrero y a abrir la puerta con un gesto elegante. Allí estaba ella de pie, con un fantástico ramo de flores amarillas, tal cual como las que había visto en la mesa días atrás.
- Justo a tiempo, Mademoiselle - Exclamó e hizo un gesto con el brazo invitándola a entrar. La habitación era bastante grande, casi como un apartamento, contaba con una sala en la entrada que tenía un largo sofá y un mesa de centro con acabados en madera negra y un enorme ventanal que estaba cubierto con gruesas cortinas de terciopelo color crema. La habitación estaba iluminada con varios candelabros ya que gracias al invierno, el recinto se veía oscuro aún cuando no hubiese anochecido. Al fondo se podía ver la recámara, con una enorme cama que podría albergar a tres personas fácilmente, con postes de roble decorados con cintos negros.
- Tome asiento por favor - Le indicó cerrando la puerta, quitándose el sombrero y colocándolo en el perchero, por poco y olvida que tenía que recibir las flores, así que estiró las manos enguantadas en cuero para tomar el ramo - Está precioso, sabía que no me equivocaba en escoger su floristería - Comentó con una amplia sonrisa.
(( Link al traje que lleva Casper puesto ))
Lucía bastante pobre, sus ropas desgastadas y su pelo no estaba ataviado de arreglos, así que era fácil asumir que podría escapar con el dinero y trasladar su pequeño puesto de flores para otra parte de la ciudad, después de todo, ¿Qué garantía tenía de que volvería a verse con un hombre de alta cuna como él?.
Aún así tenía la sensación de que volvería a verla y se había pasado esos dos días con una extraña sensación dentro de su pecho que no había sentido antes (especialmente no por una mujer), una extraña combinación de anticipación y curiosidad, porque, tenía que aceptarlo, quería saber más de ella y sabía que su compra de flores, era la ocasión perfecta para que la chica se sintiera obligada a pasar un rato más con él. Después de todo, él era el que tenía el control de la situación, tenía dinero y posición, la chica no podría negarse.
Vestido impecablemente como siempre acostumbraba, esperó pacientemente esa tarde y cuando escuchó el golpeteo, se apresuró a colocarse el sombrero y a abrir la puerta con un gesto elegante. Allí estaba ella de pie, con un fantástico ramo de flores amarillas, tal cual como las que había visto en la mesa días atrás.
- Justo a tiempo, Mademoiselle - Exclamó e hizo un gesto con el brazo invitándola a entrar. La habitación era bastante grande, casi como un apartamento, contaba con una sala en la entrada que tenía un largo sofá y un mesa de centro con acabados en madera negra y un enorme ventanal que estaba cubierto con gruesas cortinas de terciopelo color crema. La habitación estaba iluminada con varios candelabros ya que gracias al invierno, el recinto se veía oscuro aún cuando no hubiese anochecido. Al fondo se podía ver la recámara, con una enorme cama que podría albergar a tres personas fácilmente, con postes de roble decorados con cintos negros.
- Tome asiento por favor - Le indicó cerrando la puerta, quitándose el sombrero y colocándolo en el perchero, por poco y olvida que tenía que recibir las flores, así que estiró las manos enguantadas en cuero para tomar el ramo - Está precioso, sabía que no me equivocaba en escoger su floristería - Comentó con una amplia sonrisa.
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Casper Kaarkarogf- Humano Clase Alta
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Re: Sweet decadence [] Casper Kaarkarogf
Sus cejas se alzaron con la misma sorpresa que ella. Justo a tiempo… ¿para qué exactamente? Un gesto bastante característico en ella se dibujó en su rostro, confundida, sin saber qué decir o responder. En esta ocasión sus pies no se movieron. Se mantuvieron clavados en el suelo incluso cuando le pidió que entrase en la habitación, las cuatro paredes más grandes que había visto en su vida.
- No, no… Yo solo he venido a entregarle el ramo. Créame que no tengo intención de quedarme. No me gustaría que tuviera problemas por mi culpa.- Pero ya estaba dentro, a pesar de no querer. Podía suponer que él estaba allí, esperando a aquella mujer con la que supuestamente debía o quería prometerse, un asunto que no le concernía a ella en lo más mínimo. Muchos de los que la habían visto entrar en aquella habitación perfectamente podrían haber pensado que era una fulana, una persona que se ganaba la vida a costa de la amoralidad ajena.
Al principio pensó que escuchó mal, pero poco a poco se dio cuenta de que no había sido así.- ¿Perdón?- Fue lo único que pudo vocalizar. ¿Por qué estaba invitándola a sentarse? Se supone que ella no debería estar ahí, ¿no? Se supone que sólo iba a entregar un ramo de flores. Alzó la vista para mirarle a la cara, encuadrar sus ojos con los ajenos. Necesitaba ver ese exceso de confianza, buscar la razón de ello y encontrar la respuesta a todas esas preguntas que se realizó a sí misma en pan poco tiempo. Extendió sus brazos con el ramo en ellos, dejándolo caer con sumo cuidado en las manos ajenas, con suavidad y delicadeza.
Estaba trajeado, bien vestido y hasta perfumado. La cita, si es que había alguna, sería más pronto que tarde, y ella seguía allí estorbando como una mala hierba. Las manos masculinas, al contrario que las suyas, estaban cubiertas por guantes de cuero, oscuros a simple vista, de muy buena costura y talla. Caros. Como todo lo demás que vestía y cada segundo que pasaba de más, comprendía aún menos la razón por la que la había invitado a pasar y sobre todo, a sentarse.- Temo rectificarle, pero no llevo ninguna floristería.- Y mejor sería que no le contase de dónde sacaba las flores. Quizás pensaría que arrasaría con sus pertenencias.- Aun así… gracias por el cumplido.
- No, no… Yo solo he venido a entregarle el ramo. Créame que no tengo intención de quedarme. No me gustaría que tuviera problemas por mi culpa.- Pero ya estaba dentro, a pesar de no querer. Podía suponer que él estaba allí, esperando a aquella mujer con la que supuestamente debía o quería prometerse, un asunto que no le concernía a ella en lo más mínimo. Muchos de los que la habían visto entrar en aquella habitación perfectamente podrían haber pensado que era una fulana, una persona que se ganaba la vida a costa de la amoralidad ajena.
Al principio pensó que escuchó mal, pero poco a poco se dio cuenta de que no había sido así.- ¿Perdón?- Fue lo único que pudo vocalizar. ¿Por qué estaba invitándola a sentarse? Se supone que ella no debería estar ahí, ¿no? Se supone que sólo iba a entregar un ramo de flores. Alzó la vista para mirarle a la cara, encuadrar sus ojos con los ajenos. Necesitaba ver ese exceso de confianza, buscar la razón de ello y encontrar la respuesta a todas esas preguntas que se realizó a sí misma en pan poco tiempo. Extendió sus brazos con el ramo en ellos, dejándolo caer con sumo cuidado en las manos ajenas, con suavidad y delicadeza.
Estaba trajeado, bien vestido y hasta perfumado. La cita, si es que había alguna, sería más pronto que tarde, y ella seguía allí estorbando como una mala hierba. Las manos masculinas, al contrario que las suyas, estaban cubiertas por guantes de cuero, oscuros a simple vista, de muy buena costura y talla. Caros. Como todo lo demás que vestía y cada segundo que pasaba de más, comprendía aún menos la razón por la que la había invitado a pasar y sobre todo, a sentarse.- Temo rectificarle, pero no llevo ninguna floristería.- Y mejor sería que no le contase de dónde sacaba las flores. Quizás pensaría que arrasaría con sus pertenencias.- Aun así… gracias por el cumplido.
Ephaste Arkwright- Hechicero Clase Baja
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Re: Sweet decadence [] Casper Kaarkarogf
Notó la inseguridad en las palabras de la chica, el nerviosismo de su expresión cuando la invitó a pasar, de repente Casper se sentía como una enorme araña atrayendo a la insospechada mariposa a su red perfectamente construida y perfeccionada por los años. Estaba acostumbrado a seducir mujeres, aquella niña de las Flores cuyo nombre aún no lograba pronunciar correctamente no sería la excepción. ¿Cómo podría negarse a tal experiencia? Además había dicho que nunca la habían 'cortejado', eso significaba que era virgen.
Tan sólo pensar que su cuerpo era tan puro como su rostro inocente, le hacía sentir un estremecimiento por todo el cuerpo y hacía avivar su fuego interior.
Colocó las flores en un florero de vidrio, donde previamente habían unas rosas que el hotel había colocado como decoración y la escuchó hablar, no parecía tener idea de sus intenciones y a lo mejor seguía creyendo que todo aquello era sólo por las flores, Casper podía jugar ese juego también, ir paso a paso y mostrar caballerosidad en todo momento.
-¿Le apetece un Vino? - Le preguntó, pero sin dejar que dijera que no, ya lo estaba sirviendo, lo había preparado de antemano por supuesto, lo había pedido en la mañana, un vino Francés que no se había preocupado por preguntar que tan costoso era, no sabía mucho de vinos, en su país se tomaban bebidas de hombres como el Vodka y no esas bebidas de señoritas como los Franceses.
-Se que se está preguntando porqué la hice pasar y porqué le estoy ofreciendo vino – Comentó, pues era obvio que ella estaba confundida – Le parecerá extraño que un hombre como yo, en mi posición, esté haciendo todo esto ¿No es así? - Estaba más que confiado en su mismo, después de todo nunca una mujer había negado sus avances, se consideraba apuesto y sobre todo, tenía la posición y el dinero para deslumbrar cualquier tipo de dama.
- La verdad es que, no pienso regalar esas flores a nadie en particular – Confesó al fin sentándose al lado de ella, con su copa de vino en mano, con el dedo meñique levantado en la más aristócrata de las poses – No me estoy preparando para ninguna cita, esta noche no tengo una dama que me acompañe a cenar – Le explicó bebiendo un poco de vino - ¿Qué tal si se queda a cenar conmigo? -
Tan sólo pensar que su cuerpo era tan puro como su rostro inocente, le hacía sentir un estremecimiento por todo el cuerpo y hacía avivar su fuego interior.
Colocó las flores en un florero de vidrio, donde previamente habían unas rosas que el hotel había colocado como decoración y la escuchó hablar, no parecía tener idea de sus intenciones y a lo mejor seguía creyendo que todo aquello era sólo por las flores, Casper podía jugar ese juego también, ir paso a paso y mostrar caballerosidad en todo momento.
-¿Le apetece un Vino? - Le preguntó, pero sin dejar que dijera que no, ya lo estaba sirviendo, lo había preparado de antemano por supuesto, lo había pedido en la mañana, un vino Francés que no se había preocupado por preguntar que tan costoso era, no sabía mucho de vinos, en su país se tomaban bebidas de hombres como el Vodka y no esas bebidas de señoritas como los Franceses.
-Se que se está preguntando porqué la hice pasar y porqué le estoy ofreciendo vino – Comentó, pues era obvio que ella estaba confundida – Le parecerá extraño que un hombre como yo, en mi posición, esté haciendo todo esto ¿No es así? - Estaba más que confiado en su mismo, después de todo nunca una mujer había negado sus avances, se consideraba apuesto y sobre todo, tenía la posición y el dinero para deslumbrar cualquier tipo de dama.
- La verdad es que, no pienso regalar esas flores a nadie en particular – Confesó al fin sentándose al lado de ella, con su copa de vino en mano, con el dedo meñique levantado en la más aristócrata de las poses – No me estoy preparando para ninguna cita, esta noche no tengo una dama que me acompañe a cenar – Le explicó bebiendo un poco de vino - ¿Qué tal si se queda a cenar conmigo? -
Casper Kaarkarogf- Humano Clase Alta
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Re: Sweet decadence [] Casper Kaarkarogf
- No, gracias.- Su respuesta fue no más directa que contundente, marcada por un tono de voz ciertamente más grave que cualquiera que pudiese haber mostrado con anterioridad. La situación comenzaba a molestarla. Demasiado. Sus manos se apresuraron a enlazarse frente a su cadera, adoptando una posición más tranquila de lo que en realidad estaba.
Observaba con detenimiento los movimientos del aristócrata, sus palabras, rebosantes de confianza y sus simples gestos no hacían más que agravar la situación de la pobre mujer. La situación se tornaba extraña, no le gustaba. Simplemente no le daba muy buena espina, y lo que veía lo estaba corroborando todo.- En efecto.- Como antes, no podía hacer más que responder y esperar. No quería acusarlo de forma injusta, debía esperar a la evidencia para contestar adecuadamente al nudo del entramado. Así que… sólo podía esperar a ver qué pasaba.
No iba a mentir, quería irse. Quería salir corriendo de aquella habitación más pronto que tarde y no le agradaba la idea de quedarse a solas con un hombre que no fuera de su propia familia, mucho menos con un completo desconocido. Se mantenía en pie, erguida, esperando cualquier instante para poder tomar con soltura el pomo de la puerta, girarlo y salir de allí como alma que llevaba el diablo. Sus palabras empezaban a asustarla y el exceso de confianza agravaba aún más, si pudiese, la situación que se recreaba en su cabeza.- Siento mucho negarme, pero tengo otra clase de asuntos que atender.- Que no fuera consentir a un niño refinado y de alta cuna, le faltó añadir. Pero prefirió callarse y no faltar al poco respeto que sentía que debía dejarle. Si se pensaba que era una cualquiera que se vendería por un puñado de francos, podía seguir buscando por las calles de París hasta encontrar a alguna que lo hiciera.- No estoy muy segura de qué se piensa usted que soy, señor Kaarkarogf, pero no estoy dispuesta a compartir una cena con un extraño por mucho dinero que tenga.- Eso y que además, se sorprendió de no haberse atragantado con semejante apellido. Ni si quiera recordaba cómo se llamaba aquel pobre infeliz con el que compartía espacio vital en aquellos instantes.
- Ahora, si me disculpa, tengo que irme. Espero que pase una buena tarde acompañado de los lirios y vino que ha podido permitirse.- Quizás se estaba yendo de la lengua, pero simplemente, no pudo evitarlo. Aquel personaje había sobrepasado los límites que ella misma tenía establecidos, unas fronteras que nadie jamás tenía el permiso de pasar a menos que se lo ganase. Y ella no entregaría su dignidad, mucho menos, a un rico mimado.
Observaba con detenimiento los movimientos del aristócrata, sus palabras, rebosantes de confianza y sus simples gestos no hacían más que agravar la situación de la pobre mujer. La situación se tornaba extraña, no le gustaba. Simplemente no le daba muy buena espina, y lo que veía lo estaba corroborando todo.- En efecto.- Como antes, no podía hacer más que responder y esperar. No quería acusarlo de forma injusta, debía esperar a la evidencia para contestar adecuadamente al nudo del entramado. Así que… sólo podía esperar a ver qué pasaba.
No iba a mentir, quería irse. Quería salir corriendo de aquella habitación más pronto que tarde y no le agradaba la idea de quedarse a solas con un hombre que no fuera de su propia familia, mucho menos con un completo desconocido. Se mantenía en pie, erguida, esperando cualquier instante para poder tomar con soltura el pomo de la puerta, girarlo y salir de allí como alma que llevaba el diablo. Sus palabras empezaban a asustarla y el exceso de confianza agravaba aún más, si pudiese, la situación que se recreaba en su cabeza.- Siento mucho negarme, pero tengo otra clase de asuntos que atender.- Que no fuera consentir a un niño refinado y de alta cuna, le faltó añadir. Pero prefirió callarse y no faltar al poco respeto que sentía que debía dejarle. Si se pensaba que era una cualquiera que se vendería por un puñado de francos, podía seguir buscando por las calles de París hasta encontrar a alguna que lo hiciera.- No estoy muy segura de qué se piensa usted que soy, señor Kaarkarogf, pero no estoy dispuesta a compartir una cena con un extraño por mucho dinero que tenga.- Eso y que además, se sorprendió de no haberse atragantado con semejante apellido. Ni si quiera recordaba cómo se llamaba aquel pobre infeliz con el que compartía espacio vital en aquellos instantes.
- Ahora, si me disculpa, tengo que irme. Espero que pase una buena tarde acompañado de los lirios y vino que ha podido permitirse.- Quizás se estaba yendo de la lengua, pero simplemente, no pudo evitarlo. Aquel personaje había sobrepasado los límites que ella misma tenía establecidos, unas fronteras que nadie jamás tenía el permiso de pasar a menos que se lo ganase. Y ella no entregaría su dignidad, mucho menos, a un rico mimado.
Ephaste Arkwright- Hechicero Clase Baja
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Re: Sweet decadence [] Casper Kaarkarogf
Aunque la chica se había negado a sentarse y a tomar el vino, Casper no pareció comprender la situación hasta que ella explícitamente le dijo que NO cenaría con él. Se quedó mudo aún con la copa en la mano suspendida en el aire y la mirada en ella como si simplemente su cerebro no pudiera procesar el hecho de que una mujer se hubiese negado a cenar con él.
¿Qué había dicho? ¿Qué no cenaría con un extraño por mucho dinero que tuviera? La voz de ella había sido escueta y fría, su semblante había adquirido una dignidad que no había visto ni en la más aristócrata de las damas. Que va, Casper había conocido niñas ricas que aparentaban ser elegantes damas, pero que se entregaban más fácil que una cortesana entre las sábanas.
Ephaste por el contrario no tenía le dinero, ni la etiqueta, sin embargo mostraba más dignidad que cualquier otra mujer que hubiese conocido antes. De repente pareció comprender que ella se había ofendido por que su insinuación le había hecho sentir como una cortesana ¿Era eso?.
-Perdone... - Dijo al fin cuando recuperó el habla, colocándose de pie y caminando hacía la puerta – No fue mi intención insinuar que usted fuera una cortesana o que debiera pasar la noche conmigo como parte de pago por las flores o algo por el estilo – Le explicó, de repente sentía que las mejillas acaloradas ¿Qué era eso que estaba sintiendo? ¿Vergüenza por haber ofendido a una mujer? Una sensación completamente nueva sin duda.
Podía mentir y decirle que sólo se trataba de una atención de su parte, que intentaba ser amable, que no tenía 'segundas intenciones', después de todo era experto en esa área ¿A cuantas mujeres no se había llevado a la cama con adulaciones y regalos caros?, pero se encontró incapaz de mentirle a esos ojos desafiantes con los que lo miraba, como si haberle pedido que cenara con él fuera lo más degradante que pudiese haber dicho.
- ¿Cuanto le debo por el ramo? - Preguntó al fin dejando la copa de vino en la mesa y buscando afanadamente en sus pantalones su monedero – Le pagué el envío por adelantado pero no el ramo – Agregó, se encontró mirando los francos con más atención del que debía, como si pudiera esconder su cabeza dentro del monedero.
¿Qué había dicho? ¿Qué no cenaría con un extraño por mucho dinero que tuviera? La voz de ella había sido escueta y fría, su semblante había adquirido una dignidad que no había visto ni en la más aristócrata de las damas. Que va, Casper había conocido niñas ricas que aparentaban ser elegantes damas, pero que se entregaban más fácil que una cortesana entre las sábanas.
Ephaste por el contrario no tenía le dinero, ni la etiqueta, sin embargo mostraba más dignidad que cualquier otra mujer que hubiese conocido antes. De repente pareció comprender que ella se había ofendido por que su insinuación le había hecho sentir como una cortesana ¿Era eso?.
-Perdone... - Dijo al fin cuando recuperó el habla, colocándose de pie y caminando hacía la puerta – No fue mi intención insinuar que usted fuera una cortesana o que debiera pasar la noche conmigo como parte de pago por las flores o algo por el estilo – Le explicó, de repente sentía que las mejillas acaloradas ¿Qué era eso que estaba sintiendo? ¿Vergüenza por haber ofendido a una mujer? Una sensación completamente nueva sin duda.
Podía mentir y decirle que sólo se trataba de una atención de su parte, que intentaba ser amable, que no tenía 'segundas intenciones', después de todo era experto en esa área ¿A cuantas mujeres no se había llevado a la cama con adulaciones y regalos caros?, pero se encontró incapaz de mentirle a esos ojos desafiantes con los que lo miraba, como si haberle pedido que cenara con él fuera lo más degradante que pudiese haber dicho.
- ¿Cuanto le debo por el ramo? - Preguntó al fin dejando la copa de vino en la mesa y buscando afanadamente en sus pantalones su monedero – Le pagué el envío por adelantado pero no el ramo – Agregó, se encontró mirando los francos con más atención del que debía, como si pudiera esconder su cabeza dentro del monedero.
Casper Kaarkarogf- Humano Clase Alta
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Re: Sweet decadence [] Casper Kaarkarogf
Durante unos pocos segundos le pareció que estaba… confundido. Quizás aturdido, obtuso por no saber qué hacer o cualquier otra situación similar. ¿Qué le pasaba a aquella persona? No reconocía la sensación que le transmitía ni su aura ni sus gestos. Sus palabras parecían llenas de carga y desconcierto, más lo que sus ojos veían no era otra cosa que arrepentimiento. Una pesadez equivalente a un peso más que considerable, lo que le hacía pensar que puede que se hubiese pasado de la raya con él, más una cosa no quitaba la otra: se había sentido invadida.
- Entonces no comprendo por qué tiene intención de invitarme a pasar a su habitación.- Su voz no sonaba tan rígida ni frívola como antes, más bien… había avanzado a un estado mucho más neutro, al darse cuenta de que la situación no avanzaría por el camino tan andrajoso y acechante que pareció en un comienzo.- Y mucho menos, proponerle a una completa desconocida que le acompañe en la cena.
Quizás fuera por desconocimiento, por no haberlo vivido jamás, pero no se encontraba en una situación precisamente agradable. Si lo que quería era mera compañía, ¿por qué no acudir a gente de su casta? ¿Qué era entonces lo que le había empujado a hacerla ir hasta allí con el pretexto de entregarle las flores? Si de verdad esa dama no existía, ¿qué era lo que realmente quería aquel que vestía las mejillas sonrosadas por la vergüenza y el pavor por haber hecho el ridículo delante de una completa desconocida?- Me gustaría que me diera una explicación para todo este paripé.- Seguía sin creerse que de verdad pensase que accedería de buenas a primeras a todas las invitaciones que pudo hacerle.
El olor del vino comenzaba a hacerse notar en su nariz, a la par que el joven trajeado murmuraba algo de dinero que debía por un ramo de flores. Es cierto, había pagado por el envío…- ¿Por qué yo?- Al principio pudo no haberlo visto, pero ahora todo comenzaba a cuadrarle. Las piezas poco a poco encajaban, mostrando poco a poco una imagen e ideas sólidas.- Ha sido porque le dije que no habían pedido jamás mi mano, ¿no es así?- Lo estaba haciendo otra vez sin darse cuenta. Volvía a atacar con palabras mientras ignoraba completamente las ajenas.
- Entonces no comprendo por qué tiene intención de invitarme a pasar a su habitación.- Su voz no sonaba tan rígida ni frívola como antes, más bien… había avanzado a un estado mucho más neutro, al darse cuenta de que la situación no avanzaría por el camino tan andrajoso y acechante que pareció en un comienzo.- Y mucho menos, proponerle a una completa desconocida que le acompañe en la cena.
Quizás fuera por desconocimiento, por no haberlo vivido jamás, pero no se encontraba en una situación precisamente agradable. Si lo que quería era mera compañía, ¿por qué no acudir a gente de su casta? ¿Qué era entonces lo que le había empujado a hacerla ir hasta allí con el pretexto de entregarle las flores? Si de verdad esa dama no existía, ¿qué era lo que realmente quería aquel que vestía las mejillas sonrosadas por la vergüenza y el pavor por haber hecho el ridículo delante de una completa desconocida?- Me gustaría que me diera una explicación para todo este paripé.- Seguía sin creerse que de verdad pensase que accedería de buenas a primeras a todas las invitaciones que pudo hacerle.
El olor del vino comenzaba a hacerse notar en su nariz, a la par que el joven trajeado murmuraba algo de dinero que debía por un ramo de flores. Es cierto, había pagado por el envío…- ¿Por qué yo?- Al principio pudo no haberlo visto, pero ahora todo comenzaba a cuadrarle. Las piezas poco a poco encajaban, mostrando poco a poco una imagen e ideas sólidas.- Ha sido porque le dije que no habían pedido jamás mi mano, ¿no es así?- Lo estaba haciendo otra vez sin darse cuenta. Volvía a atacar con palabras mientras ignoraba completamente las ajenas.
Ephaste Arkwright- Hechicero Clase Baja
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Re: Sweet decadence [] Casper Kaarkarogf
¿Era así como se comportaban las mujeres en Inglaterra? Pensó por unos instantes al escuchar como Ephaste le decía que no comprendía porqué la invitaba a cenar con él siendo una desconocida, el había sido criado por su padre con esa mentalidad, si quieres algo, te lanzas a perseguirlo, dinero, mujeres, la piel de un oso, no importaba, simplemente te lanzas de cabeza y luchas por conseguirlo. Quizás en Inglaterra las mujeres eran cortejadas de forma distinta y por eso ella no comprendía sus avances.
Ahora ella le exigía una explicación, nunca una mujer le había 'exigido' nada, ni siquiera su madre, ¿Cómo se atrevía? Él era un Lord, ella una plebeya, lo único que debería estar demandando era que la tirara contra la pared y la besara sin hacer preguntas.
De nuevo estaba pensando en eso, sus pensamientos volvían a desviarse hacía su deseo de querer 'tomarla'. ¿Pero qué demonios le estaba pasando? No era como si fuera la primer mujer bonita que deseara poseer, tampoco como si fuera la única. No le recibió el dinero y siguió preguntando, para ese momento la vergüenza de Casper se estaba mezclando con furia.
-Si, en parte si – Respondió finalmente luchando por no perder el control y decir algo indigno de su posición (Caballero ante todo, le repetía su madre en su cabeza) – Usted es una mujer muy... atractiva – Agregó de repente le constaba hacerle un cumplido, cuando en otras ocasiones de sus labios habían brotado hasta poesías para otras damas - ¿Porqué le parece tan mal que la invite a cenar en mi habitación? - Finalmente preguntó con expresión indignada - ¿Es que acaso yo no le parezco un hombre atractivo? - Le parecía increíble estar preguntándole eso, pero por supuesto que él era un hombre atractivo, no sólo su físico sino su posición y dinero, ninguna mujer podría pasar aquello por alto.
Ahora ella le exigía una explicación, nunca una mujer le había 'exigido' nada, ni siquiera su madre, ¿Cómo se atrevía? Él era un Lord, ella una plebeya, lo único que debería estar demandando era que la tirara contra la pared y la besara sin hacer preguntas.
De nuevo estaba pensando en eso, sus pensamientos volvían a desviarse hacía su deseo de querer 'tomarla'. ¿Pero qué demonios le estaba pasando? No era como si fuera la primer mujer bonita que deseara poseer, tampoco como si fuera la única. No le recibió el dinero y siguió preguntando, para ese momento la vergüenza de Casper se estaba mezclando con furia.
-Si, en parte si – Respondió finalmente luchando por no perder el control y decir algo indigno de su posición (Caballero ante todo, le repetía su madre en su cabeza) – Usted es una mujer muy... atractiva – Agregó de repente le constaba hacerle un cumplido, cuando en otras ocasiones de sus labios habían brotado hasta poesías para otras damas - ¿Porqué le parece tan mal que la invite a cenar en mi habitación? - Finalmente preguntó con expresión indignada - ¿Es que acaso yo no le parezco un hombre atractivo? - Le parecía increíble estar preguntándole eso, pero por supuesto que él era un hombre atractivo, no sólo su físico sino su posición y dinero, ninguna mujer podría pasar aquello por alto.
Casper Kaarkarogf- Humano Clase Alta
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Re: Sweet decadence [] Casper Kaarkarogf
Su mirada lo registró de arriba abajo, una vez más, como si toda la ropa cara y bonita que llevase puesta no fuera más que meros adornos que sólo decoraban la vista. Estaba indignada, claro que lo estaba; ¿acaso cualquier otra mujer no se sentiría como ella cuando siente que le han faltado el respeto? Y lo peor no fueron las suposiciones que se engendraban en su cabeza, sino que el señorito las afirmaba como ciertas.
Acababa de dar por sentado que no comprendía la mentalidad de los hombres.
- Me parece mal por muchos motivos, pero el principal es que no le conozco de poco menos de un día.- Sus manos, anudadas y dejadas caer con la mayor de las delicadezas sobre su regazo, se apresuraron a apartar las contrarias del monedero. Sentía que la situación se había paralizado por completo cuando la última de las preguntas llegó a sus oídos. ¿Atractivo? Al principio pensó que había escuchado mal, que la traducción que tenía en su mente para aquella palabra era errónea, pero no. La que estaba equivocada era ella. Al darse cuenta, casi suelta una carcajada, pero consiguió contenerse.
Lo cierto es que no le gustaría ver a aquel muchacho cabreado por pensar que se estaba mofando de él.- Claro que es una persona atractiva, pero creo que ese no debería ser el único punto a su favor para que yo, mujer, le escogiese como compañero.- Esperaba estar expresándose con claridad y no dar una imagen equívoca de sus palabras. No sabía exactamente cómo debería tomarse la situación, para él era un reto: una conquista. Una virgen a la que tener el honor y el placer de desflorar… dicho así, le parecía repugnante.- Comprendería que como hombre, tiene unas necesidades que atender, pero…- Ella quería responsabilidad.
Hasta ese momento jamás se había planteado el buscar un marido, un amante o cualquier cosa similar. Siempre había estado sola, nunca ha compartido ni sus emociones ni su vida con nadie más que no fuera su familia, a pesar de recordar vagamente alguna conversación al respecto… Pero entonces, ahí estaba él. Un conquistador tratando de pasar una buena noche, o eso pensaba. Un señor de casta alta que quería tener una conversación con ella, una mujer de clase baja, mientras cenaban en la habitación de un prestigioso hotel para ricos. Sonaba realmente ilógico e irónico.- Entienda que para mí el elegir a alguien no es cuestión de atractivo, sino de compromiso.- Le tembló la voz sólo de pronunciarlo y caer en la cuenta de lo que estaba diciendo. El compromiso era algo más que una meta, era una forma de vida.- Y dudo mucho que usted quiera tener el compromiso del matrimonio con una joven de muy bajo estatus, que vende flores robadas en medio de la calle para ganarse unas cuantas monedas y poder comer.
Acababa de dar por sentado que no comprendía la mentalidad de los hombres.
- Me parece mal por muchos motivos, pero el principal es que no le conozco de poco menos de un día.- Sus manos, anudadas y dejadas caer con la mayor de las delicadezas sobre su regazo, se apresuraron a apartar las contrarias del monedero. Sentía que la situación se había paralizado por completo cuando la última de las preguntas llegó a sus oídos. ¿Atractivo? Al principio pensó que había escuchado mal, que la traducción que tenía en su mente para aquella palabra era errónea, pero no. La que estaba equivocada era ella. Al darse cuenta, casi suelta una carcajada, pero consiguió contenerse.
Lo cierto es que no le gustaría ver a aquel muchacho cabreado por pensar que se estaba mofando de él.- Claro que es una persona atractiva, pero creo que ese no debería ser el único punto a su favor para que yo, mujer, le escogiese como compañero.- Esperaba estar expresándose con claridad y no dar una imagen equívoca de sus palabras. No sabía exactamente cómo debería tomarse la situación, para él era un reto: una conquista. Una virgen a la que tener el honor y el placer de desflorar… dicho así, le parecía repugnante.- Comprendería que como hombre, tiene unas necesidades que atender, pero…- Ella quería responsabilidad.
Hasta ese momento jamás se había planteado el buscar un marido, un amante o cualquier cosa similar. Siempre había estado sola, nunca ha compartido ni sus emociones ni su vida con nadie más que no fuera su familia, a pesar de recordar vagamente alguna conversación al respecto… Pero entonces, ahí estaba él. Un conquistador tratando de pasar una buena noche, o eso pensaba. Un señor de casta alta que quería tener una conversación con ella, una mujer de clase baja, mientras cenaban en la habitación de un prestigioso hotel para ricos. Sonaba realmente ilógico e irónico.- Entienda que para mí el elegir a alguien no es cuestión de atractivo, sino de compromiso.- Le tembló la voz sólo de pronunciarlo y caer en la cuenta de lo que estaba diciendo. El compromiso era algo más que una meta, era una forma de vida.- Y dudo mucho que usted quiera tener el compromiso del matrimonio con una joven de muy bajo estatus, que vende flores robadas en medio de la calle para ganarse unas cuantas monedas y poder comer.
Ephaste Arkwright- Hechicero Clase Baja
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Re: Sweet decadence [] Casper Kaarkarogf
Casper se había acostado con mujeres que acababa de conocer, así que no le parecía tan descabellado que una señorita rechazara una invitación a cenar de un joven caballero que apenas si conocía, además, él no era 'cualquier' caballero, él era un Lord, ninguna mujer había dudado un segundo de su integridad, de hecho la mayoría de las mujeres no eran tan ingenuas como uno creía, muchas pretendían castidad y decoro, pero en realidad sabían lo que querían y cuando Casper había hecho sus 'avances' ellas estaban seguras de que querían terminar en la cama con él.
Por eso le parecía tan extraño que Ephaste se indignara con la proposición. Además se reía, se burlaba de él.
-¿Sólo el atractivo? - Preguntó sin poderse creer lo que escuchaba, ¿Cómo se atrevía a decir que él era 'solo' atractivo – Yo soy mucho más que eso, Mademoiselle, ¿Acaso no le dice nada mi título de Lord? Soy el heredero primogénito de la familia Kaarkarogf en Sucia, vivo en un castillo con 10 habitaciones y mi padre es dueño de tierras y feudos... ¿No son suficientes puntos a favor? - Se llevó ambas manos a la cintura en posición defensiva, ya había olvidado el vino que se había servido – ¿Acaso alguien con más 'puntos a favor' le ha hecho una invitación a cenar antes que yo? -
Se llevó una mano enguantada y se la pasó por el cabello rubio, peinandolo hacía atrás. Entonces de repente las palabras de ella lo hicieron quedarse en silencio, como si hubiese caído en cuenta que, ella no pensaba salir con alguien con quien no estuviera dispuesta a casarse. ¡Quería llegar virgen al matrimonio! Como toda buena Cristiana. No había pensado en esa posibilidad hasta el momento, pues aunque la sociedad fuera conservadora, él sabía que muchas mujeres y hombres tenían encuentros sexuales antes del matrimonio. Había que mantener las apariencias frente a la sociedad, pero en la privacidad de las habitaciones, muchas otras cosas pasaban.
-¿Las flores son robadas? - Preguntó aunque la respuesta era obvia, volvió a mirarla y lo invadieron las ganas de reír, soltó una risita muy educada antes de continuar – Es usted una caja de sorpresas -
En ese momento sintió algo extraño, pues era la primera vez que se sentía tan interesado por conocer más sobre el pasado y la vida de una mujer, aúnque tener sexo con ella no fuera una posibilidad.
Por eso le parecía tan extraño que Ephaste se indignara con la proposición. Además se reía, se burlaba de él.
-¿Sólo el atractivo? - Preguntó sin poderse creer lo que escuchaba, ¿Cómo se atrevía a decir que él era 'solo' atractivo – Yo soy mucho más que eso, Mademoiselle, ¿Acaso no le dice nada mi título de Lord? Soy el heredero primogénito de la familia Kaarkarogf en Sucia, vivo en un castillo con 10 habitaciones y mi padre es dueño de tierras y feudos... ¿No son suficientes puntos a favor? - Se llevó ambas manos a la cintura en posición defensiva, ya había olvidado el vino que se había servido – ¿Acaso alguien con más 'puntos a favor' le ha hecho una invitación a cenar antes que yo? -
Se llevó una mano enguantada y se la pasó por el cabello rubio, peinandolo hacía atrás. Entonces de repente las palabras de ella lo hicieron quedarse en silencio, como si hubiese caído en cuenta que, ella no pensaba salir con alguien con quien no estuviera dispuesta a casarse. ¡Quería llegar virgen al matrimonio! Como toda buena Cristiana. No había pensado en esa posibilidad hasta el momento, pues aunque la sociedad fuera conservadora, él sabía que muchas mujeres y hombres tenían encuentros sexuales antes del matrimonio. Había que mantener las apariencias frente a la sociedad, pero en la privacidad de las habitaciones, muchas otras cosas pasaban.
-¿Las flores son robadas? - Preguntó aunque la respuesta era obvia, volvió a mirarla y lo invadieron las ganas de reír, soltó una risita muy educada antes de continuar – Es usted una caja de sorpresas -
En ese momento sintió algo extraño, pues era la primera vez que se sentía tan interesado por conocer más sobre el pasado y la vida de una mujer, aúnque tener sexo con ella no fuera una posibilidad.
Casper Kaarkarogf- Humano Clase Alta
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Re: Sweet decadence [] Casper Kaarkarogf
Solo un poco más. Solo un poco más y conseguiría quitárselo de encima. Porque eso era lo que quería, ¿no? No le importaba en absoluto qué título nobiliario tuviese, cuántas tierras o lo grande que fuera su castillo. Eso le daba igual, no necesitaba saber la inmensa cantidad de posesiones que tuviese… Lo que quería saber era qué clase de capricho y morbo tenía el ilusionarla y encantarla para tener una “buena noche” con ella. Porque ella no tenía nada de especial, salvo ese atractivo con el que la había tratado de adular momentos atrás.
Estaba desilusionada, terriblemente desencantada con la realidad. Con esa realidad que corría delante de sus ojos y que se escapaba para no volver jamás.- ¿Es mucho más que un niño rico encaprichado con la niña de las flores?- Cada vez que lo miraba sentía que esa pizca de ilusión porque alguien se hubiese fijado en ella se enfrentaba al cruel pensamiento y realidad de no ser más que carnada de lobo, una flor de un día. A estas alturas no podía ser amable con él, no podía ser dulce: no podía ser mujer. Tan solo ser la bruja que se supone que era. Una arpía fría y áspera como una piedra.
- Mucho me temo que no va a comprender ni una sola palabra de lo que le diga con respecto a ese tema. Después de todo, su criterio es muy distinto al mío.- Claro que no era suficiente, nunca lo fue. ¿Así era como se encontraba marido o era ella la rara que iba contra el mundo?
- No, de hecho, nadie me ha invitado jamás a cenar. Ya se lo he dicho, no he tenido tiempo ninguno para estar pensando en príncipes azules que llegarían para rescatarme y liberarme.- Cada vez estaba más confundida. Los cambios tan bruscos de conversación la estaban matando poco a poco, no sabía dónde demonios iba a parar todo, no entendía el fin… Quizás entretenerla, ganar tiempo.
Los pensamientos se paseaban por su cabeza como si fuera su propia casa, no se sacaba la cabeza la desilusión de haber sido escogida por alguien sólo por ser considerada como hermosa. Era decepcionante. Y como cabía esperar no habría responsabilidad de ninguna clase por parte de nadie.- Claro que lo son. En esta época del año, si no se tienen los recursos suficientes para mantener vivas las flores, se mueren.- Y ella era demasiado pobre como para tenerlos, así que no le quedaba otra más que arriesgarse a ser cazada.
Podría no haberle traído el ramo, podría haberse quedado con el dinero y perfectamente no volver a verle. Pero lo hizo. Lo hizo por compromiso, lo hizo bajo la mirada de todos aquellos estirados que la miraron por encima del hombro como si fuese escoria mientras llegaba a la habitación. Lo había hecho por una ilusión vaga y banal, que terminó en la más profunda de las decepciones.
Estaba desilusionada, terriblemente desencantada con la realidad. Con esa realidad que corría delante de sus ojos y que se escapaba para no volver jamás.- ¿Es mucho más que un niño rico encaprichado con la niña de las flores?- Cada vez que lo miraba sentía que esa pizca de ilusión porque alguien se hubiese fijado en ella se enfrentaba al cruel pensamiento y realidad de no ser más que carnada de lobo, una flor de un día. A estas alturas no podía ser amable con él, no podía ser dulce: no podía ser mujer. Tan solo ser la bruja que se supone que era. Una arpía fría y áspera como una piedra.
- Mucho me temo que no va a comprender ni una sola palabra de lo que le diga con respecto a ese tema. Después de todo, su criterio es muy distinto al mío.- Claro que no era suficiente, nunca lo fue. ¿Así era como se encontraba marido o era ella la rara que iba contra el mundo?
- No, de hecho, nadie me ha invitado jamás a cenar. Ya se lo he dicho, no he tenido tiempo ninguno para estar pensando en príncipes azules que llegarían para rescatarme y liberarme.- Cada vez estaba más confundida. Los cambios tan bruscos de conversación la estaban matando poco a poco, no sabía dónde demonios iba a parar todo, no entendía el fin… Quizás entretenerla, ganar tiempo.
Los pensamientos se paseaban por su cabeza como si fuera su propia casa, no se sacaba la cabeza la desilusión de haber sido escogida por alguien sólo por ser considerada como hermosa. Era decepcionante. Y como cabía esperar no habría responsabilidad de ninguna clase por parte de nadie.- Claro que lo son. En esta época del año, si no se tienen los recursos suficientes para mantener vivas las flores, se mueren.- Y ella era demasiado pobre como para tenerlos, así que no le quedaba otra más que arriesgarse a ser cazada.
Podría no haberle traído el ramo, podría haberse quedado con el dinero y perfectamente no volver a verle. Pero lo hizo. Lo hizo por compromiso, lo hizo bajo la mirada de todos aquellos estirados que la miraron por encima del hombro como si fuese escoria mientras llegaba a la habitación. Lo había hecho por una ilusión vaga y banal, que terminó en la más profunda de las decepciones.
Ephaste Arkwright- Hechicero Clase Baja
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Re: Sweet decadence [] Casper Kaarkarogf
¿Es mucho más que un niño rico encaprichado con la niña de las flores?
Aquella pregunta le hizo funcionar el cerebro por primera vez, (Al menos en ese sentido) , no se había detenido a pensar en que ella lo viera simplemente como un niño rico caprichoso. Nunca nadie le había dicho que era caprichoso o le había llamado 'niño' de esa forma tan peyorativa. Como si él fuera mucho menos que ella, como si se estuviera comportando de forma inmadura como un niño.
Sintió que la sangre le hervía. Él era un hombre, no un niño que apenas descubría la vida, era como si estuviese cuestionando su hombría y su masculinidad.
Le escuchó decir que los criterios de ambos eran distintos, una vez más ella estaba haciendo una separación entre los dos, haciéndole sentir como si él fuera 'menos' que ella de alguna forma. Casper siempre había estado en la punta de la pirámide, así que no había experimentado ese sentimiento de que alguien fuera condescendiente con él. Mucho menos claro, alguien que robaba flores para sobrevivir.
-Esta bien... no me importa sin son robadas o no – Dijo al fin, cuando ella le escuchó el motivo, tampoco había pensado en que las flores se podían morir y ese tipo de cosas, realmente no pensaba mucho más allá de su propia burbuja de clase alta – Son bonitas y las quiero para mi -
Dejó escapar un suspiro, intentando calmarse por dentro, no quería hacer una escena ¿Que pensarían los demás huéspedes del hotel si escuchaban gritos? Ya de por si, debían de asumir que había pagado por una cortesana cuando la chica llegó sola a su habitación.
- Quiere decir entonces... ¿Que no saldría con un hombre si no está segura de que ese hombre quiere casarse con usted? - Le preguntó con voz más calmada, en medio de la furia el sentimiento que predominaba era la curiosidad – Entiendo que como dama, quiera mantener su estatus puro hasta el matrimonio, pero, si usted no conoce a otros hombres ni tiene experiencia en el romance... ¿Cómo va a poder escoger al hombre correcto para que sea su esposo? -
Aquella pregunta le hizo funcionar el cerebro por primera vez, (Al menos en ese sentido) , no se había detenido a pensar en que ella lo viera simplemente como un niño rico caprichoso. Nunca nadie le había dicho que era caprichoso o le había llamado 'niño' de esa forma tan peyorativa. Como si él fuera mucho menos que ella, como si se estuviera comportando de forma inmadura como un niño.
Sintió que la sangre le hervía. Él era un hombre, no un niño que apenas descubría la vida, era como si estuviese cuestionando su hombría y su masculinidad.
Le escuchó decir que los criterios de ambos eran distintos, una vez más ella estaba haciendo una separación entre los dos, haciéndole sentir como si él fuera 'menos' que ella de alguna forma. Casper siempre había estado en la punta de la pirámide, así que no había experimentado ese sentimiento de que alguien fuera condescendiente con él. Mucho menos claro, alguien que robaba flores para sobrevivir.
-Esta bien... no me importa sin son robadas o no – Dijo al fin, cuando ella le escuchó el motivo, tampoco había pensado en que las flores se podían morir y ese tipo de cosas, realmente no pensaba mucho más allá de su propia burbuja de clase alta – Son bonitas y las quiero para mi -
Dejó escapar un suspiro, intentando calmarse por dentro, no quería hacer una escena ¿Que pensarían los demás huéspedes del hotel si escuchaban gritos? Ya de por si, debían de asumir que había pagado por una cortesana cuando la chica llegó sola a su habitación.
- Quiere decir entonces... ¿Que no saldría con un hombre si no está segura de que ese hombre quiere casarse con usted? - Le preguntó con voz más calmada, en medio de la furia el sentimiento que predominaba era la curiosidad – Entiendo que como dama, quiera mantener su estatus puro hasta el matrimonio, pero, si usted no conoce a otros hombres ni tiene experiencia en el romance... ¿Cómo va a poder escoger al hombre correcto para que sea su esposo? -
Casper Kaarkarogf- Humano Clase Alta
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Re: Sweet decadence [] Casper Kaarkarogf
Lo veía y lo sentía. Podía ver detenidamente cómo su aura se espesaba, cómo cambiaba de color rápidamente, y era objeto de preocupación. Era incapaz de sentir empatía en aquel momento, pero podía deducir por ello que el señor rico se estaba enfadando con sus palabras y explicaciones, y sólo podía tener dos salidas, de las que no tenía ni la más mínima certeza de cuál sería la que sucedería.
“Son bonitas y las quiero para mí.” ¿Y qué haría cuando se mueran? ¿Tirarlas? Claro, como la basura inútil en la que se transformaría. Como ella cuando la hubiese usado convenientemente, claro.
Sus palabras sonaban sarcásticas, ligeramente irónicas. Ahora le tocaba a él cuestionar su forma de pensar. Y debía admitir que la había sorprendido, poniendo en duda durante unos segundos si su criterio era el correcto o no. – ¿Cómo?– Contradijo sin pensárselo tan si quiera dos veces. ¿De verdad pensaba dejar que un aristócrata le dijera a ella cómo tenía que buscar o no marido? Qué iba a saber él sobre lo que era correcto o adecuado, si había creado toda aquella situación sólo para cenar con ella y llevarla a la cama. Al menos así era cómo pintaba la situación. – Quiero que sepa que no estoy buscando que me entienda, señor Kaarkarogf, ni si quiera necesito que acepte que no voy a cenar con usted. Más motivo me da para no hacerlo, ¿cómo sé que sus intenciones no son las adecuadas? – Prosiguió. No es que fuera una dama de primera clase, pero tenía muy claros sus principios.
Su mirada comenzó a afilarse, y una sonrisa empezó a aflorar con cierta picardía en sus labios. Quien se había metido en un callejón sin salida, no hubo sido precisamente ella. – Además, en mi cabeza no cabe que alguien quiera traerme hasta sus aposentos el primer día que le conozco, ¿qué clase de imagen se piensa que me está usted transmitiendo? No necesito más para saber que no es usted con quien me gustaría iniciar una relación sentimental, por no hablar del abismo que existe entre nosotros. – Una idea inaceptable, al menos para él, quien parecía ciertamente desesperado por darle la vuelta a la situación, ponerla a su favor. Y si quería conseguirlo, debía hacer un esfuerzo mucho mayor del que estaba haciendo.
– Un romance no es cosa de un día, señor Kaarkarogf, es como las flores: hay que cuidarlas, regarlas día a día para que crezcan sanas y saludables hasta que florezcan y se reproduzcan. Y creo que mi destino será similar al de los lirios que le he traído. – Su mano derecha se apresuró a señalar el ramo, espléndido donde los hubiera, lleno de vida y color. – En un par de noches se olvidará de ellos, se marchitarán, morirán y acabarán en la basura. – Después de ese día, ella volvería a la calle, a vivir en su plácida miseria mientras se saca unas cuantas monedas de lo que ha robado. – Y es una pena. Porque son hermosos.
“Son bonitas y las quiero para mí.” ¿Y qué haría cuando se mueran? ¿Tirarlas? Claro, como la basura inútil en la que se transformaría. Como ella cuando la hubiese usado convenientemente, claro.
Sus palabras sonaban sarcásticas, ligeramente irónicas. Ahora le tocaba a él cuestionar su forma de pensar. Y debía admitir que la había sorprendido, poniendo en duda durante unos segundos si su criterio era el correcto o no. – ¿Cómo?– Contradijo sin pensárselo tan si quiera dos veces. ¿De verdad pensaba dejar que un aristócrata le dijera a ella cómo tenía que buscar o no marido? Qué iba a saber él sobre lo que era correcto o adecuado, si había creado toda aquella situación sólo para cenar con ella y llevarla a la cama. Al menos así era cómo pintaba la situación. – Quiero que sepa que no estoy buscando que me entienda, señor Kaarkarogf, ni si quiera necesito que acepte que no voy a cenar con usted. Más motivo me da para no hacerlo, ¿cómo sé que sus intenciones no son las adecuadas? – Prosiguió. No es que fuera una dama de primera clase, pero tenía muy claros sus principios.
Su mirada comenzó a afilarse, y una sonrisa empezó a aflorar con cierta picardía en sus labios. Quien se había metido en un callejón sin salida, no hubo sido precisamente ella. – Además, en mi cabeza no cabe que alguien quiera traerme hasta sus aposentos el primer día que le conozco, ¿qué clase de imagen se piensa que me está usted transmitiendo? No necesito más para saber que no es usted con quien me gustaría iniciar una relación sentimental, por no hablar del abismo que existe entre nosotros. – Una idea inaceptable, al menos para él, quien parecía ciertamente desesperado por darle la vuelta a la situación, ponerla a su favor. Y si quería conseguirlo, debía hacer un esfuerzo mucho mayor del que estaba haciendo.
– Un romance no es cosa de un día, señor Kaarkarogf, es como las flores: hay que cuidarlas, regarlas día a día para que crezcan sanas y saludables hasta que florezcan y se reproduzcan. Y creo que mi destino será similar al de los lirios que le he traído. – Su mano derecha se apresuró a señalar el ramo, espléndido donde los hubiera, lleno de vida y color. – En un par de noches se olvidará de ellos, se marchitarán, morirán y acabarán en la basura. – Después de ese día, ella volvería a la calle, a vivir en su plácida miseria mientras se saca unas cuantas monedas de lo que ha robado. – Y es una pena. Porque son hermosos.
Ephaste Arkwright- Hechicero Clase Baja
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Re: Sweet decadence [] Casper Kaarkarogf
Mientras la escuchaba hablar fue claro para él que esa mujer, aunque tuviera un rostro puro e inocente (lo que le atrajo en primer lugar) no tenía ni un pelo de inocencia y había descubierto sus 'intenciones' y no estaba dispuesta a seguir su juego.
-Pero... es que ninguna otra mujer le ha parecido esto incorrecto – Se defendió como si aún pudiera salvar la situación – Usted es la primera que... - Se calló inmediatamente, no podía pronunciar la palabra 'rechaza', por que no le cabía en la cabeza que una mujer pudiera rechazarlo a él, un hombre con título, dinero y buena apariencia, él era el tipo de hombre que cualquier mujer soñaba tener como pretendiente.
“...no es usted con quien me gustaría iniciar una relación sentimental ”
Ella lo había rechazado, acababa de decirlo con palabras concretas, su cerebro se negaba a aceptar esa información, era como si estuviera en un estado de negación. Continuó escuchándola decir que el romance era como las flores y la metáfora le hizo comprender algo más sobre ella, que no había pensado antes. Ephaste era una mujer Inteligente.
Nunca había conocido a una mujer con criterio propio y siempre había creído que las mujeres simplemente seguían a los hombres y aceptaban las ideas que se les imponían. Se llevó una mano enguantada a la frente con expresión frustrada, no sabía que decir, era la primera vez que pensaba en esas cosas, ¡Ni siquiera había pensado en la posibilidad de una relación con ella! Todo lo que él quería era llevarse la a la cama, así como a todas las demás mujeres con las que se había acostado en el pasado. Nunca se había detenido a pensar mucho al respecto, ni siquiera se sentía avergonzado o arrepentido de haberse acostado con todas es mujeres (Y por supuesto ninguna le había hecho un reclamo).
-Creo que es mejor que se valla – Dijo al fin, logrando salir del caos en el que se había convertido su mente – Tiene razón, si no está interesada en lo que ofrezco, entonces es mejor que demos por terminada esta conversación – Su voz no sonaba molesta, ni grosera, seguía usando un Francés decente y refinado, sin embargo su rostro se mostraba abatido y confuso – Gracias por traer las flores y disculpe si la ofendí con mi invitación -
Era mejor ocultar los sentimientos, no quería perder el control y decir alguna otra estupidez.
-Pero... es que ninguna otra mujer le ha parecido esto incorrecto – Se defendió como si aún pudiera salvar la situación – Usted es la primera que... - Se calló inmediatamente, no podía pronunciar la palabra 'rechaza', por que no le cabía en la cabeza que una mujer pudiera rechazarlo a él, un hombre con título, dinero y buena apariencia, él era el tipo de hombre que cualquier mujer soñaba tener como pretendiente.
“...no es usted con quien me gustaría iniciar una relación sentimental ”
Ella lo había rechazado, acababa de decirlo con palabras concretas, su cerebro se negaba a aceptar esa información, era como si estuviera en un estado de negación. Continuó escuchándola decir que el romance era como las flores y la metáfora le hizo comprender algo más sobre ella, que no había pensado antes. Ephaste era una mujer Inteligente.
Nunca había conocido a una mujer con criterio propio y siempre había creído que las mujeres simplemente seguían a los hombres y aceptaban las ideas que se les imponían. Se llevó una mano enguantada a la frente con expresión frustrada, no sabía que decir, era la primera vez que pensaba en esas cosas, ¡Ni siquiera había pensado en la posibilidad de una relación con ella! Todo lo que él quería era llevarse la a la cama, así como a todas las demás mujeres con las que se había acostado en el pasado. Nunca se había detenido a pensar mucho al respecto, ni siquiera se sentía avergonzado o arrepentido de haberse acostado con todas es mujeres (Y por supuesto ninguna le había hecho un reclamo).
-Creo que es mejor que se valla – Dijo al fin, logrando salir del caos en el que se había convertido su mente – Tiene razón, si no está interesada en lo que ofrezco, entonces es mejor que demos por terminada esta conversación – Su voz no sonaba molesta, ni grosera, seguía usando un Francés decente y refinado, sin embargo su rostro se mostraba abatido y confuso – Gracias por traer las flores y disculpe si la ofendí con mi invitación -
Era mejor ocultar los sentimientos, no quería perder el control y decir alguna otra estupidez.
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Re: Sweet decadence [] Casper Kaarkarogf
Lo miró sorprendida, se encontraba en la misma situación que él, desconcertada. A lo mejor su forma de ver las cosas era tan anormal para él que descuadraba toda estandarización que pudiese tener un cortejo. Quizás…- ¿Le rechaza?- No pudo evitar completar lo que por razones que desconocía casi por completo, su acompañante no pudo ser capaz de terminar.- Quizás sea porque sé lo que quiero, y tengo muy claro que no es lo que usted me está ofreciendo.
Sí, claro que lo sabía. Había esperado toda una vida para poder ser libre, para poder indagar en las calles más oscuras de Inglaterra, con el único fin de encontrar al responsable de la muerte de su madre o al menos, conocer la verdad. Lo que ocurrió. Sentía que no tenía tiempo para perder en la cama de algún hombre.- No sea tan duro consigo mismo. Mírelo por el lado positivo, así tiene más tiempo para buscar a la mujer que quiera compartir una vida con usted.
Por un instante, sintió que lo había humillado, pero por otro, sentía que hubo hecho lo que correspondía. Mostró su punto de vista desde el principio, y con paciencia y diálogo, no salió como le hubiera gustado, pero al menos, no se vio en el compromiso de cumplir algo con lo que no se encontraba cómoda.- No se preocupe. Disfrute los lirios mientras pueda, son flores delicadas a las que les afecta mucho esta época del año.
Su cuerpo giró sobre sí mismo, mientras sus manos se apresuraron a apartarse de la vista ajena, buscando la salida más cercana, como lo era la puerta por la que previamente había entrado. Una leve presión en el pecho le pedía que se diera la vuelta, pero estaba demasiado segura de que la lástima no aliviaría lo que fuera que ese pobre diablo necesitase: ella no podía dárselo. Su mano izquierda tomó el pomo de la puerta y tiró de él, haciendo un ligero chirrido al abrirse.- Que pase un buen día.- Y tan pronto como pudo, cruzó el umbral que separaba la habitación del pasillo principal.
La joven suspiró confundida. ¿Qué pudo pasar para que él pensase que ella podía haber accedido a su petición? Quizás su bajo estatus, su puesto de flores robadas, su amabilidad… No lo entendía. Y para mayor confusión, él parecía seguir sin comprender su negativa. ¿Sería ella la extraña, la diferente...?
Sí, claro que lo sabía. Había esperado toda una vida para poder ser libre, para poder indagar en las calles más oscuras de Inglaterra, con el único fin de encontrar al responsable de la muerte de su madre o al menos, conocer la verdad. Lo que ocurrió. Sentía que no tenía tiempo para perder en la cama de algún hombre.- No sea tan duro consigo mismo. Mírelo por el lado positivo, así tiene más tiempo para buscar a la mujer que quiera compartir una vida con usted.
Por un instante, sintió que lo había humillado, pero por otro, sentía que hubo hecho lo que correspondía. Mostró su punto de vista desde el principio, y con paciencia y diálogo, no salió como le hubiera gustado, pero al menos, no se vio en el compromiso de cumplir algo con lo que no se encontraba cómoda.- No se preocupe. Disfrute los lirios mientras pueda, son flores delicadas a las que les afecta mucho esta época del año.
Su cuerpo giró sobre sí mismo, mientras sus manos se apresuraron a apartarse de la vista ajena, buscando la salida más cercana, como lo era la puerta por la que previamente había entrado. Una leve presión en el pecho le pedía que se diera la vuelta, pero estaba demasiado segura de que la lástima no aliviaría lo que fuera que ese pobre diablo necesitase: ella no podía dárselo. Su mano izquierda tomó el pomo de la puerta y tiró de él, haciendo un ligero chirrido al abrirse.- Que pase un buen día.- Y tan pronto como pudo, cruzó el umbral que separaba la habitación del pasillo principal.
La joven suspiró confundida. ¿Qué pudo pasar para que él pensase que ella podía haber accedido a su petición? Quizás su bajo estatus, su puesto de flores robadas, su amabilidad… No lo entendía. Y para mayor confusión, él parecía seguir sin comprender su negativa. ¿Sería ella la extraña, la diferente...?
Ephaste Arkwright- Hechicero Clase Baja
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