AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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The hunting [Priv.]
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The hunting [Priv.]
La noche se acerca oscureciendo las calles de la ciudad y una nueva noche de caza comienza. Miro a mí alrededor en el pequeño apartamento abandonado que he encontrado para mí estancia en París. No necesito mucho puesto que mí idea no es quedarme mucho tiempo; una cama donde poder dormir, una mesa en el centro de la habitación con un par de sillas entorno a ella, al fondo una puerta que lleva a un pequeño baño, un sofá contra la pared y el enorme ventanal que ahora dejaba pasar la luz de la luna que comienza a salir por ella. No necesito más para el tiempo que voy a estar en el lugar, había estado en peores situaciones que aquella e incluso sin un cobijo donde pudiera quedarme hasta cumplir el encargo que me habían encomendado.
Chasqueo la lengua al pensar en ello, al recordar que aquel objetivo me ha estado burlando durante los meses en que lo perseguí desde Persia. El viaje fue largo y pesado además de cansado, muchos kilómetros en los que sentí que jugaba conmigo, cada vez que estaba próxima de pillarlo él conseguía adelantar sus pasos de forma que tuviera que ir casi a la carrera para no perder el rastro. Al final había perdido su rastro cerca de las fronteras de Francia, y llegar hasta París fue tortuoso en el que hubo un momento en el que llegué a pensar que me dejaba pistas falsas, para alejarse mientras yo iba en otra dirección. Al final llegué a la capital Parisina y ya tenía un plan trazado para pillarlo.
El dinero que tengo es el que me dieron cuando comencé el encargo, una parte la pagan al principio para suministros y más de la mitad cuando finalizas el trabajo. Ese dinero me ha servido para llegar hasta allí y aprovisionarme de ropa, un tiempo distinto del lugar donde venía, y sobre todo de armas. Mí armamento ha aumentado desde que salí de Persia y ahora tengo un repertorio amplio para cualquier situación que se me presente. La comida no es un problema para mí, acostumbrada y entrenada para la caza la idea más factible es ir a los bosques a conseguir tú propia comida, y cocinarla luego en un lugar seguro.
No es la primera vez que recurro a los bosques para obtener sustento, ya lo he hecho en varias misiones y aquel bosque tan amplio albergaba una buena caza de la que poder conseguir el alimento que me falta. También soy consciente de que allí habitan otras criaturas, seres de la noche que vagan por doquier libremente bajo el influjo de la luna sobre sus pieles. He visto huellas hace un par de noches en el suelo del bosque, se puede aprender mucho si observas el lugar que te rodea, la luna llena se acerca y pronto será la noche de las bestias donde cazar un ser sobrenatural, aunque no sea mí encargo, soy una cazadora y es para lo que he sido entrenada.
El leve viento parece murmurar contra la ventana y es hora de ponerse en marcha, cojo todo lo necesario para la caza de la noche; un abrigo que me proteja del frío, unas botas negras para el terreno adecuado. No voy vestida como una señorita de las que andan por París y no me importa, los hombres me miran con extrañeza cuando me ven así y yo sigo adelante sin mirarlos… no me importa nada, ni siquiera qué es lo que pueden llegar a pensar. Me acerco a la mesa y miro las armas que tengo delante, son muchas y de diferentes clases. Tengo dagas de varios tamaños y formas, dagas de plata, tridentes afilados que se lanzan cual kunais, estacas de madera, flechas con punta de plata y una ballesta preciosa perfecta para la caza de la noche. Cojo varias dagas, las flechas normales y la ballesta que oculto en mí espalda bajo el abrigo y ya estoy lista para la caza.
Por las calles de la ciudad apenas hay gente dado la temperatura que hace, y los pocos que hay no evitan posar su mirada en mí. Pocas mujeres son las que no llevan vestido pero eso sería más una molestia, y me da igual o no pasar desapercibido. Mí misión está clara y el objetivo de esa noche también. Llegar hasta el bosque es algo que no me cuesta ya que los primeros días me dediqué a aprenderme el lugar como había aprendido en las tácticas de entrenamiento, cuando cruzo la linde del bosque regulo mí respiración y mis pasos son sigilosos fundiéndome con la naturaleza del bosque. Cualquier ruido un poco más alto podría delatarme en muchos sentidos, para cualquier animal que esté cerca y no es lo que quiero. Tengo la ballesta entre mis manos cargada y preparada para la acción y me adentro en lo profundo del bosque.
Apenas se oye algún ruido en el lugar, el viento se mece levemente entre las ramas de los árboles y el ulular de los búhos es el único sonido que se puede apreciar en el lugar. Me muevo despacio y con cuidado de donde piso para no hacer ruido, mis ojos están pendientes de cualquier movimiento cercano que pueda haber. Una sombra se mueve por uno de mis lados, me quedo quieta y espero a que no me vea. Estar en contra del viento es lo que hace que el animal no pueda olerme, y el estar quieta ayuda. Es un venado lo que hay a pocos metros de mí, y es lo que voy a cazar esa noche. Con la ballesta preparada espero el momento oportuno para moverme en su dirección acortando las distancias.
-Te tengo –murmullo con mi vista puesta en el animal, no quiero que se asuste y se vaya corriendo. Tengo que ser paciente y esperar el momento adecuado para tener un buen ángulo y disparar una flecha certera que le diera muerte.
Chasqueo la lengua al pensar en ello, al recordar que aquel objetivo me ha estado burlando durante los meses en que lo perseguí desde Persia. El viaje fue largo y pesado además de cansado, muchos kilómetros en los que sentí que jugaba conmigo, cada vez que estaba próxima de pillarlo él conseguía adelantar sus pasos de forma que tuviera que ir casi a la carrera para no perder el rastro. Al final había perdido su rastro cerca de las fronteras de Francia, y llegar hasta París fue tortuoso en el que hubo un momento en el que llegué a pensar que me dejaba pistas falsas, para alejarse mientras yo iba en otra dirección. Al final llegué a la capital Parisina y ya tenía un plan trazado para pillarlo.
El dinero que tengo es el que me dieron cuando comencé el encargo, una parte la pagan al principio para suministros y más de la mitad cuando finalizas el trabajo. Ese dinero me ha servido para llegar hasta allí y aprovisionarme de ropa, un tiempo distinto del lugar donde venía, y sobre todo de armas. Mí armamento ha aumentado desde que salí de Persia y ahora tengo un repertorio amplio para cualquier situación que se me presente. La comida no es un problema para mí, acostumbrada y entrenada para la caza la idea más factible es ir a los bosques a conseguir tú propia comida, y cocinarla luego en un lugar seguro.
No es la primera vez que recurro a los bosques para obtener sustento, ya lo he hecho en varias misiones y aquel bosque tan amplio albergaba una buena caza de la que poder conseguir el alimento que me falta. También soy consciente de que allí habitan otras criaturas, seres de la noche que vagan por doquier libremente bajo el influjo de la luna sobre sus pieles. He visto huellas hace un par de noches en el suelo del bosque, se puede aprender mucho si observas el lugar que te rodea, la luna llena se acerca y pronto será la noche de las bestias donde cazar un ser sobrenatural, aunque no sea mí encargo, soy una cazadora y es para lo que he sido entrenada.
El leve viento parece murmurar contra la ventana y es hora de ponerse en marcha, cojo todo lo necesario para la caza de la noche; un abrigo que me proteja del frío, unas botas negras para el terreno adecuado. No voy vestida como una señorita de las que andan por París y no me importa, los hombres me miran con extrañeza cuando me ven así y yo sigo adelante sin mirarlos… no me importa nada, ni siquiera qué es lo que pueden llegar a pensar. Me acerco a la mesa y miro las armas que tengo delante, son muchas y de diferentes clases. Tengo dagas de varios tamaños y formas, dagas de plata, tridentes afilados que se lanzan cual kunais, estacas de madera, flechas con punta de plata y una ballesta preciosa perfecta para la caza de la noche. Cojo varias dagas, las flechas normales y la ballesta que oculto en mí espalda bajo el abrigo y ya estoy lista para la caza.
Por las calles de la ciudad apenas hay gente dado la temperatura que hace, y los pocos que hay no evitan posar su mirada en mí. Pocas mujeres son las que no llevan vestido pero eso sería más una molestia, y me da igual o no pasar desapercibido. Mí misión está clara y el objetivo de esa noche también. Llegar hasta el bosque es algo que no me cuesta ya que los primeros días me dediqué a aprenderme el lugar como había aprendido en las tácticas de entrenamiento, cuando cruzo la linde del bosque regulo mí respiración y mis pasos son sigilosos fundiéndome con la naturaleza del bosque. Cualquier ruido un poco más alto podría delatarme en muchos sentidos, para cualquier animal que esté cerca y no es lo que quiero. Tengo la ballesta entre mis manos cargada y preparada para la acción y me adentro en lo profundo del bosque.
Apenas se oye algún ruido en el lugar, el viento se mece levemente entre las ramas de los árboles y el ulular de los búhos es el único sonido que se puede apreciar en el lugar. Me muevo despacio y con cuidado de donde piso para no hacer ruido, mis ojos están pendientes de cualquier movimiento cercano que pueda haber. Una sombra se mueve por uno de mis lados, me quedo quieta y espero a que no me vea. Estar en contra del viento es lo que hace que el animal no pueda olerme, y el estar quieta ayuda. Es un venado lo que hay a pocos metros de mí, y es lo que voy a cazar esa noche. Con la ballesta preparada espero el momento oportuno para moverme en su dirección acortando las distancias.
-Te tengo –murmullo con mi vista puesta en el animal, no quiero que se asuste y se vaya corriendo. Tengo que ser paciente y esperar el momento adecuado para tener un buen ángulo y disparar una flecha certera que le diera muerte.
Zeniba- Cazador Clase Media
- Mensajes : 167
Fecha de inscripción : 21/01/2017
Re: The hunting [Priv.]
La noche, mi fiel compañera en la soledad y alivio para inquietudes. Mi aliada en alegres paseos, pláticas calmas y ambiciosas travesuras. Siempre había sido de una mente inquieta y cuerpo agitado, siempre en necesidad de gastar energías hasta que no pudiera dar una más, solo entonces me sentía satisfecho y me permitía retirarme a descansar; de otra manera no podía, Era preciso estar exhausto, si no, mi mente vagaría durante la noche entera, mi padre me había dicho desde niño que era un soñador, un nómada de las nubes. Con el tiempo aprendí a enorgullecerme de eso y mil y un cosas más.
Pero últimamente el orgullo era lo que ocasionaba mis martirios, o los hacía más complicados de lo que en realidad eran. Había pasado un buen tiempo y seguía sin acostumbrarme a la nueva vida a la que me habían arrastrado. Era injusto.
Sin poder conciliar el sueño me incorporé de mi lecho para dirigirme hacia el patio con toda la cautela que me fue posible, abrí la puerta con extrema lentitud a causa del chirrido que esta producía; salí y la volví a cerrar. Haciendo gala de mis habilidades físicas trepé por la muralla de piedra y crucé al otro lado de un salto y aterrizando con fuerza. No sentía temor alguno de salir, no había razón, y si era descubierto pues ya encontraía la manera de soportarlo o librarme, en ese momento no estaba pensando en las consecuencias, tenía la mente fija en asuntos más interesantes, como en la cacería.
Una figura apenas visible que se confundía con las tinieblas de la noche avanzó por el bosque, adentrándose cada vez más profundo; al andar no producía ruido absoluto y la naturaleza no parecía inmutarse de su presencia. No vestía camisa o zapatos, tan solo un holgado pantalón de manta, el blanco de marfil contrastaba con mi salvaje piel de ébano.
Ya en lo profundo del misterioso bosque en el que aprendí a orientarme en mi primer recorrido, busqué un tronco de características particulares y una vez ubicado, saqué de detrás del mismo un arco y un carcaj con 10 puntiagudas flechas, cada una adornada con hermosas plumas de aves coloridas; había rojas, azules, amarillas y blancas. Todo aquello hecho con mis propias manos. Me colgué el improvisado carcaj en la espalda y sostuve el arco en mis manos, revisando en la oscuridad que no tuviera desperfectos, hice el recordatorio mental de buscar un diferente tipo de madera, una más flexible; aquél no duraría mucho y fabricar un arco era toda una odisea.
Antes de comenzar la cacería, saqué del mismo sitio del que conseguí mis armas, un pequeño saco lleno de diferentes minerales, plantas y frutos. Ayudado de piedras, pulvericé todo aquello y con la savia de una planta me pinté unas líneas rojas y blancas en la frente, barbilla y mejillas. Estaba listo para cazar.
Apartando mis pinturas me puse de pie y comencé a deslizarme en la noche a través del espeso bosque que me envolvía, mis oídos atentos a la más mínima perturbación de la paz que reinaba en la noche. Giré mi cabeza hacia la derecha, a la distancia un animal extraño de cornamenta preciosa; sin pensarlo preparé una flecha y apunté a espera de que inclinara su cabeza y así poder tener la vía despejada para que la flecha atravesara su corazón.
Calmado esperé a que el animal se moviera y en cuanto tuve la oportunidad solté la flecha, la cual viajó elegantemente por el aire sin hacer un ruido. Perfección. La punta afilada perforó la carne sin ningún problema, el venado cayó hacia la derecha, hacia donde estaba. Cuando éste tocó el suelo, vi, justo frente a mí, una figura con un arma preparada para apuntar hacia el venado que yacía muerto, su flecha aún sin disparar. Viéndome en serio peligro me enfundé el arco y emprendí la carrera por el bosque.
Pero últimamente el orgullo era lo que ocasionaba mis martirios, o los hacía más complicados de lo que en realidad eran. Había pasado un buen tiempo y seguía sin acostumbrarme a la nueva vida a la que me habían arrastrado. Era injusto.
Sin poder conciliar el sueño me incorporé de mi lecho para dirigirme hacia el patio con toda la cautela que me fue posible, abrí la puerta con extrema lentitud a causa del chirrido que esta producía; salí y la volví a cerrar. Haciendo gala de mis habilidades físicas trepé por la muralla de piedra y crucé al otro lado de un salto y aterrizando con fuerza. No sentía temor alguno de salir, no había razón, y si era descubierto pues ya encontraía la manera de soportarlo o librarme, en ese momento no estaba pensando en las consecuencias, tenía la mente fija en asuntos más interesantes, como en la cacería.
Una figura apenas visible que se confundía con las tinieblas de la noche avanzó por el bosque, adentrándose cada vez más profundo; al andar no producía ruido absoluto y la naturaleza no parecía inmutarse de su presencia. No vestía camisa o zapatos, tan solo un holgado pantalón de manta, el blanco de marfil contrastaba con mi salvaje piel de ébano.
Ya en lo profundo del misterioso bosque en el que aprendí a orientarme en mi primer recorrido, busqué un tronco de características particulares y una vez ubicado, saqué de detrás del mismo un arco y un carcaj con 10 puntiagudas flechas, cada una adornada con hermosas plumas de aves coloridas; había rojas, azules, amarillas y blancas. Todo aquello hecho con mis propias manos. Me colgué el improvisado carcaj en la espalda y sostuve el arco en mis manos, revisando en la oscuridad que no tuviera desperfectos, hice el recordatorio mental de buscar un diferente tipo de madera, una más flexible; aquél no duraría mucho y fabricar un arco era toda una odisea.
Antes de comenzar la cacería, saqué del mismo sitio del que conseguí mis armas, un pequeño saco lleno de diferentes minerales, plantas y frutos. Ayudado de piedras, pulvericé todo aquello y con la savia de una planta me pinté unas líneas rojas y blancas en la frente, barbilla y mejillas. Estaba listo para cazar.
Apartando mis pinturas me puse de pie y comencé a deslizarme en la noche a través del espeso bosque que me envolvía, mis oídos atentos a la más mínima perturbación de la paz que reinaba en la noche. Giré mi cabeza hacia la derecha, a la distancia un animal extraño de cornamenta preciosa; sin pensarlo preparé una flecha y apunté a espera de que inclinara su cabeza y así poder tener la vía despejada para que la flecha atravesara su corazón.
Calmado esperé a que el animal se moviera y en cuanto tuve la oportunidad solté la flecha, la cual viajó elegantemente por el aire sin hacer un ruido. Perfección. La punta afilada perforó la carne sin ningún problema, el venado cayó hacia la derecha, hacia donde estaba. Cuando éste tocó el suelo, vi, justo frente a mí, una figura con un arma preparada para apuntar hacia el venado que yacía muerto, su flecha aún sin disparar. Viéndome en serio peligro me enfundé el arco y emprendí la carrera por el bosque.
Aasim- Esclavo
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Fecha de inscripción : 10/01/2017
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Re: The hunting [Priv.]
Tengo la situación bajo control, la ballesta entre mis manos está esperando el momento oportuno y adecuado para soltar la flecha y que esta volara silenciosamente hasta dar con el objetivo. Debo de ser paciente, me recuerdo. Cualquier mínimo movimiento, la más ligera brisa en mí contra podría hacer que me delatara y le diera al animal la información necesaria para saber que estoy ahí, al acecho, esperando el momento oportuno para darle muerte y así conseguir mí sustento. Todo está tranquilo, todo está en calma y mis ojos solamente se fijan en el animal que tengo delante mientras espero el momento adecuado.
Pero este llega, una flecha surca el cielo con el típico silbido correspondiente y de forma clara y majestuosa se clava en el animal dándole una muerte en el acto, piadosa, casi indolora para que sufra lo menos necesario, no hay necesidad para ello. Estaría contenta de no ser porque no he sido yo quien ha disparado esa flecha con la punta de color que ahora está en el cuerpo del venado y que le ha concedido la muerte. Mis ojos se elevan cuando el animal cae hacia un lado y descubro que no estaba sola, ninguno se ha percatado de la presencia del otro y los ojos de ambos se centran en el otro.
Es un joven de piel oscura quien ha disparado la flecha que ahora está clavada en el animal mientras la sangre comienza a impregnar la tierra, yo mantengo la ballesta todavía sujeta con mis manos como si fuera una amenaza pero solamente es porque no me he dado cuenta de que había alguien más conmigo en el lugar, sorprendida por ello. El joven, que se ha percatado sin duda alguna del arma que ostento en las manos se levanta y emprende una carrera para alejarlo de mí.
Tengo que ser sincera; estoy furiosa y molesta por el hecho de que me hayan quitado la presa, nadie suele quitarme la presa una vez tengo el blanco fijado y darme cuenta de que he fallado en aquello me enerva por completo. Bajo la ballesta y sin pensarlo demasiado empiezo a correr tras el joven que, con agilidad y soltura, se mueve por el bosque como si ya lo conociera, como si supiera por donde está pisando. Quizás fuera así, yo apenas llevo un par de semanas en la ciudad y aún no me he hecho con el terreno, pero la agilidad y la velocidad que he ido adquiriendo con los entrenamientos me hace tenerlo a una distancia prudente y cerca, lo justo para seguir cada uno de sus pasos.
El bosque sigue sin alterarse y solamente parece que lo vamos despertando nosotros a nuestro paso, mí respiración es agitada y controlo esta para no fatigarme tan rápido como me han enseñado, estoy acostumbrada a correr tras las presas y el joven no iba a ser el primero que se me escapara. Su arco estaba en su espalda y lo puedo ver, mí abrigo queda como una estela mientras estoy corriendo y haciendo un esprín consigo alcanzarlo al menos lo suficiente como saltar sobre él y que nuestros cuerpos chocaran. Mí cuerpo cae sobre el suyo y rodamos por una leve colina, no muy alta, lo justo para dar un par de vueltas antes de aterrizar de nuevo sobre la tierra del bosque.
Estoy encima del joven que ahora puedo ver con mayor nitidez, su tez oscura resalta frente a esos ojos azules que posee y que ahora me miran con cierta confusión en su mirada. Voy armada hasta los dientes y no se me olvida ese detalle, el no sé que armas puede esconder pero no demasiadas, y como acto reflejo levanto las manos para indicarle que no llevo arma alguna, la ballesta queda guardada a mí espalda y no lo estoy apuntando con ella. Mí respiración es agitada por la carrera, mis mejillas seguro que están teñidas con un leve rubor y mis labios entre abiertos para recobrar antes el aliento.
-Tranquilo –es lo que digo para hacerle ver que no corre peligro, no he ido a buscarlo ni a matarlo. Es joven, muy joven… quizá no llegue a la veintena por la constitución de su rostro, sus labios son carnosos y esbozo una sonrisa ladeada- Buen tiro, por cierto –pese a que estoy molesta por que hubiera matado él al venado, y no yo, de alguna forma es fallo mío y no suyo.
Pero este llega, una flecha surca el cielo con el típico silbido correspondiente y de forma clara y majestuosa se clava en el animal dándole una muerte en el acto, piadosa, casi indolora para que sufra lo menos necesario, no hay necesidad para ello. Estaría contenta de no ser porque no he sido yo quien ha disparado esa flecha con la punta de color que ahora está en el cuerpo del venado y que le ha concedido la muerte. Mis ojos se elevan cuando el animal cae hacia un lado y descubro que no estaba sola, ninguno se ha percatado de la presencia del otro y los ojos de ambos se centran en el otro.
Es un joven de piel oscura quien ha disparado la flecha que ahora está clavada en el animal mientras la sangre comienza a impregnar la tierra, yo mantengo la ballesta todavía sujeta con mis manos como si fuera una amenaza pero solamente es porque no me he dado cuenta de que había alguien más conmigo en el lugar, sorprendida por ello. El joven, que se ha percatado sin duda alguna del arma que ostento en las manos se levanta y emprende una carrera para alejarlo de mí.
Tengo que ser sincera; estoy furiosa y molesta por el hecho de que me hayan quitado la presa, nadie suele quitarme la presa una vez tengo el blanco fijado y darme cuenta de que he fallado en aquello me enerva por completo. Bajo la ballesta y sin pensarlo demasiado empiezo a correr tras el joven que, con agilidad y soltura, se mueve por el bosque como si ya lo conociera, como si supiera por donde está pisando. Quizás fuera así, yo apenas llevo un par de semanas en la ciudad y aún no me he hecho con el terreno, pero la agilidad y la velocidad que he ido adquiriendo con los entrenamientos me hace tenerlo a una distancia prudente y cerca, lo justo para seguir cada uno de sus pasos.
El bosque sigue sin alterarse y solamente parece que lo vamos despertando nosotros a nuestro paso, mí respiración es agitada y controlo esta para no fatigarme tan rápido como me han enseñado, estoy acostumbrada a correr tras las presas y el joven no iba a ser el primero que se me escapara. Su arco estaba en su espalda y lo puedo ver, mí abrigo queda como una estela mientras estoy corriendo y haciendo un esprín consigo alcanzarlo al menos lo suficiente como saltar sobre él y que nuestros cuerpos chocaran. Mí cuerpo cae sobre el suyo y rodamos por una leve colina, no muy alta, lo justo para dar un par de vueltas antes de aterrizar de nuevo sobre la tierra del bosque.
Estoy encima del joven que ahora puedo ver con mayor nitidez, su tez oscura resalta frente a esos ojos azules que posee y que ahora me miran con cierta confusión en su mirada. Voy armada hasta los dientes y no se me olvida ese detalle, el no sé que armas puede esconder pero no demasiadas, y como acto reflejo levanto las manos para indicarle que no llevo arma alguna, la ballesta queda guardada a mí espalda y no lo estoy apuntando con ella. Mí respiración es agitada por la carrera, mis mejillas seguro que están teñidas con un leve rubor y mis labios entre abiertos para recobrar antes el aliento.
-Tranquilo –es lo que digo para hacerle ver que no corre peligro, no he ido a buscarlo ni a matarlo. Es joven, muy joven… quizá no llegue a la veintena por la constitución de su rostro, sus labios son carnosos y esbozo una sonrisa ladeada- Buen tiro, por cierto –pese a que estoy molesta por que hubiera matado él al venado, y no yo, de alguna forma es fallo mío y no suyo.
Zeniba- Cazador Clase Media
- Mensajes : 167
Fecha de inscripción : 21/01/2017
Re: The hunting [Priv.]
Corrí por el bosque, sintiendo que mis pies pisaban la tierra y se llenaban de fango con cada paso que daba, pronto me encontré lleno de lodo hasta las pantorrillas. Iba lo más rápido que me permitían mis piernas humanas, las cuales habría cambiado por las de leopardo de tener la oportunidad. Bien me lo decía mi madre: aún era cachorro, todavía necesitaba algo de esfuerzo y tiempo para cambiar de humano a animal. Detenerme significaba ser atrapado, por lo que no tuve de otra que seguir adelante.
Giraba la cabeza de manera desesperada, buscando un árbol de tronco frondoso al que pudiera treparme, sin poderme transformar en tierra firme, al menos podía hacerlo en la rama de un árbo, mi equilibrio era más que suficiente como para cambiar de piel en las alturas, balanceándome sobre una rama. Divisé, no muy lejos de donde me encontraba, un árbol que, por la forma en la que habían crecido las ramas, sería fácil de trepar. Estaba a punto de hacer un giro hacia la derecha cuando un golpe me sorprende por detrás y es en el momento que estoy por impactar contra el suelo cuando me doy cuenta de que me ha alcanzado y he perdido la carrera.
Rodamos por una colina, por suerte pequeña y no muy empinada, hasta volver a terreno estable. Mientras caíamos mi pierna debió de haberse encontrado con alguna piedra que sobresalía de la tierra, o tal vez una rama, en realidad no sé. Tan solo que, mientras la cazadora guardaba sus armas y murmuraba palabras que no entendía, mi pierna estaba sangrando, nada serio. Era una pequeña cortada que nada podía hacerme, el malestar sería momentáneo, sentía que la piel estaba sanando por sí sola gracias a mis atributos de cambiante. Dejando eso de lado, me encontraba confundido por la actitud de la mujer que seguía aplastándome con su peso, perseguirme por todo el bosque para que al final guardara sus armas. Aquello me dejó más que consternado, ¿si no era para matarme entonces por qué el esfuerzo en alcanzarme?
Aún en el suelo y sin hacer acopio por moverme o quitar a la mujer de encima, llevé el dorso de la mano hacia mis mejillas, buscando borrar la pintura que yo mismo me había colocado en la cara. Una vez limpio tomé aire en calma. -Eres veloz. -Comenté sabiendo que no habría podido entenderme, siendo que no hablábamos el mismo idioma. Posteriormente crucé ambas manos en mi pecho, tocando mis hombros con los puños cerrados y en cuanto la piel hizo contacto con la piel en un sonido como de golpe, las regresé hacia donde estaban, a mis costados. Posiblemente no entendió la seña que acababa de hacer, pero si pudiera traducirse a las palabras, sería algo así como “me quito el sombrero”, estaba impresionado por sus habilidades.
Giraba la cabeza de manera desesperada, buscando un árbol de tronco frondoso al que pudiera treparme, sin poderme transformar en tierra firme, al menos podía hacerlo en la rama de un árbo, mi equilibrio era más que suficiente como para cambiar de piel en las alturas, balanceándome sobre una rama. Divisé, no muy lejos de donde me encontraba, un árbol que, por la forma en la que habían crecido las ramas, sería fácil de trepar. Estaba a punto de hacer un giro hacia la derecha cuando un golpe me sorprende por detrás y es en el momento que estoy por impactar contra el suelo cuando me doy cuenta de que me ha alcanzado y he perdido la carrera.
Rodamos por una colina, por suerte pequeña y no muy empinada, hasta volver a terreno estable. Mientras caíamos mi pierna debió de haberse encontrado con alguna piedra que sobresalía de la tierra, o tal vez una rama, en realidad no sé. Tan solo que, mientras la cazadora guardaba sus armas y murmuraba palabras que no entendía, mi pierna estaba sangrando, nada serio. Era una pequeña cortada que nada podía hacerme, el malestar sería momentáneo, sentía que la piel estaba sanando por sí sola gracias a mis atributos de cambiante. Dejando eso de lado, me encontraba confundido por la actitud de la mujer que seguía aplastándome con su peso, perseguirme por todo el bosque para que al final guardara sus armas. Aquello me dejó más que consternado, ¿si no era para matarme entonces por qué el esfuerzo en alcanzarme?
Aún en el suelo y sin hacer acopio por moverme o quitar a la mujer de encima, llevé el dorso de la mano hacia mis mejillas, buscando borrar la pintura que yo mismo me había colocado en la cara. Una vez limpio tomé aire en calma. -Eres veloz. -Comenté sabiendo que no habría podido entenderme, siendo que no hablábamos el mismo idioma. Posteriormente crucé ambas manos en mi pecho, tocando mis hombros con los puños cerrados y en cuanto la piel hizo contacto con la piel en un sonido como de golpe, las regresé hacia donde estaban, a mis costados. Posiblemente no entendió la seña que acababa de hacer, pero si pudiera traducirse a las palabras, sería algo así como “me quito el sombrero”, estaba impresionado por sus habilidades.
Aasim- Esclavo
- Mensajes : 36
Fecha de inscripción : 10/01/2017
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Re: The hunting [Priv.]
El joven que tengo ante mí me mira con sus ojos azules que contrastan con su tez más oscura, ojos grandes que destacan en su rostro junto a los labios carnosos que posee. Me mira sin saber qué esperar de mí y yo levanto mis manos en son de paz, no lo he perseguido para matarlo ni para hacerle daño pese a que estoy cabreada porque me ha quitado a la presa, pero he de admitir que el fallo era mío por esperar demasiado, él solo ha aprovechado el momento. En sus ojos se muestra el desconcierto de no saber por qué lo he perseguido hasta alcanzarlo, a decir verdad, tampoco lo sé con exactitud… quizás porque supone un reto, y me gustan los retos.
Vi que se quitaba la pintura que lleva en sus mejillas dejando un borrón en el lugar y unas palabras que no entiendo, y que hace que lo mire de forma fija todavía sobre él, sentada con mis piernas dobladas a ambos lados de su cuerpo, y no dejo de pensar en lo joven que es y que aparenta. Veo que lleva sus puños cerrados hacia sus hombros, con los brazos cruzados, y se da un golpe en el pecho pero no sé qué quiere decir, hablo un poco de francés por el tiempo que llevo en la ciudad pero él parece que habla otro idioma. Pero estoy acostumbrada a estar en tierras ajenas que no son las mías, y sé que los gestos dicen más que las palabras.
-Tú –lo señalo y pongo mi dedo índice justo sobre su esternón- eres bueno –señalo su arco para que entienda lo que quiero decirle. No he sido capaz de saber que estaba persiguiendo a la misma presa que yo y él se ha llevado la victoria, tengo que reconocerlo. Termino por levantarme de encima del joven y estando de pie le tiendo la mano para ayudarlo a levantarse y dejarlo de nuevo frente a mí. Cercioro que las dagas están en su sitio y que la ballesta sigue a mi espalda, atrás hemos dejado la presa abatida al salir corriendo tras él. Parece que se conoce el bosque y no me sorprende, tiene pinta de vivir en una tribu donde el bosque es su hogar y por eso se camufla con tanta perfección. Puesto que no sé qué va a entender de lo que diga, pongo mi mano sobre mi pecho y lo miro- Zeniba –digo para que sepa cómo me llamo, y le hago un gesto con la cabeza para que me responda y diga su nombre. Miro hacia arriba por la colina que hemos rodado y pienso como subir, sé que si no nos damos prisa la presa se la puede llevar un depredador y nos puede servir muy bien. Lo miro de nuevo y le hago un gesto para mirar el arco- vamos a por tu presa –digo y le hago un gesto con la cabeza, aún hay que ver como volver y como poder subir de nuevo.
Vi que se quitaba la pintura que lleva en sus mejillas dejando un borrón en el lugar y unas palabras que no entiendo, y que hace que lo mire de forma fija todavía sobre él, sentada con mis piernas dobladas a ambos lados de su cuerpo, y no dejo de pensar en lo joven que es y que aparenta. Veo que lleva sus puños cerrados hacia sus hombros, con los brazos cruzados, y se da un golpe en el pecho pero no sé qué quiere decir, hablo un poco de francés por el tiempo que llevo en la ciudad pero él parece que habla otro idioma. Pero estoy acostumbrada a estar en tierras ajenas que no son las mías, y sé que los gestos dicen más que las palabras.
-Tú –lo señalo y pongo mi dedo índice justo sobre su esternón- eres bueno –señalo su arco para que entienda lo que quiero decirle. No he sido capaz de saber que estaba persiguiendo a la misma presa que yo y él se ha llevado la victoria, tengo que reconocerlo. Termino por levantarme de encima del joven y estando de pie le tiendo la mano para ayudarlo a levantarse y dejarlo de nuevo frente a mí. Cercioro que las dagas están en su sitio y que la ballesta sigue a mi espalda, atrás hemos dejado la presa abatida al salir corriendo tras él. Parece que se conoce el bosque y no me sorprende, tiene pinta de vivir en una tribu donde el bosque es su hogar y por eso se camufla con tanta perfección. Puesto que no sé qué va a entender de lo que diga, pongo mi mano sobre mi pecho y lo miro- Zeniba –digo para que sepa cómo me llamo, y le hago un gesto con la cabeza para que me responda y diga su nombre. Miro hacia arriba por la colina que hemos rodado y pienso como subir, sé que si no nos damos prisa la presa se la puede llevar un depredador y nos puede servir muy bien. Lo miro de nuevo y le hago un gesto para mirar el arco- vamos a por tu presa –digo y le hago un gesto con la cabeza, aún hay que ver como volver y como poder subir de nuevo.
Zeniba- Cazador Clase Media
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Fecha de inscripción : 21/01/2017
Re: The hunting [Priv.]
Vale, la mujer me estaba confundiendo. Cualquier otra persona al inmovilizarme contra el suelo me hubiera metido una bala por la cabeza, o mínimo dado una tunda; era bien sabido que los esclavos que andaran por ahí sin sus amos o que no fuera por un encargo de ellos eran asesinados, o bien regresados a sus dueños para que éstos impartieran el castigo que consideraran aceptable, generalmente azotes. El hecho de que estuviera técnicamente a su merced y que optara por liberarme me desorientó por completo, parecía que esta gente tenía ese don, de confundirme a más no poder.
Una vez que hizo su extraño gesto y señaló hacia mi arco no pude hacer menos que alzar una ceja antes de incorporarme y examinarla de arriba a abajo, hasta entonces percatándome de que su arma era parecida a la mía, de cierta extraña manera, tuve deseo de probar su extraña versión de arco y flecha, ¿sería tan eficiente? ¿era más fácil de usar? me lo preguntaba lleno de curiosidad, me gustaba fabricar mis propias armas y por ende, tenía un cierto gusto por ello ¿podría yo hacer algo parecido?
Dijo unas palabras que no entendí, como seguramente ella no entendió las mías. Tardé unos largos segundos en entender lo que intentaba decirme. Su nombre. -Aasim. -Puse una mano en mi pecho como indicatorio “este soy yo, ese es mi nombre” y la cosa me pareció de lo más extraña, primera vez que me preguntaban por mi nombre, claro, suponiendo que hubiera entendido su mensaje.
Si bien parece que no malinterpreté su mensaje, el gesto con la cabeza no fue lo mismo, me quedé de pie sin saber bien qué hacer pero deduje que mejor la seguía, ¿y si eso era lo que quería, que la siguiera? poco apoco fuimos caminando por el bosque, precisamente en sentido contrario hacia donde habíamos corrido ¿estábamos regresando?
Una vez que hizo su extraño gesto y señaló hacia mi arco no pude hacer menos que alzar una ceja antes de incorporarme y examinarla de arriba a abajo, hasta entonces percatándome de que su arma era parecida a la mía, de cierta extraña manera, tuve deseo de probar su extraña versión de arco y flecha, ¿sería tan eficiente? ¿era más fácil de usar? me lo preguntaba lleno de curiosidad, me gustaba fabricar mis propias armas y por ende, tenía un cierto gusto por ello ¿podría yo hacer algo parecido?
Dijo unas palabras que no entendí, como seguramente ella no entendió las mías. Tardé unos largos segundos en entender lo que intentaba decirme. Su nombre. -Aasim. -Puse una mano en mi pecho como indicatorio “este soy yo, ese es mi nombre” y la cosa me pareció de lo más extraña, primera vez que me preguntaban por mi nombre, claro, suponiendo que hubiera entendido su mensaje.
Si bien parece que no malinterpreté su mensaje, el gesto con la cabeza no fue lo mismo, me quedé de pie sin saber bien qué hacer pero deduje que mejor la seguía, ¿y si eso era lo que quería, que la siguiera? poco apoco fuimos caminando por el bosque, precisamente en sentido contrario hacia donde habíamos corrido ¿estábamos regresando?
Aasim- Esclavo
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