A twist of fate {Ciro}

Pues si tenía que ser sincero, y a Ciro a veces le daba por serlo, no, no le gustaría a él lo más mínimo ser Jaska, entre otras cosas porque Jaska estaba muerto y él no quería estarlo, ¡fin de la historia! Había que ser denso para no ser capaz de ver algo tan, pero que tan, sencillo, y aunque Ciro hubiera dicho que ya valía de insultos, en la intimidad de su mente rota iba a seguir dedicándoselos porque ¿cómo podía no hacerlo? No comprendía cómo el mismo vampiro que lo había creado a él, un ejemplo de gloria hasta siglos y traumas después, también se había decidido por ella... Lo único que lo explicaba era que su gusto hubiera mejorado, ¡aún había esperanza!

La había para todos, salvo para ella. El espartano ya tenía bastante claro que aunque la mona se vistiera de seda, mona se quedaría, y no había ningún margen de mejora para esa pelirroja que le recordaba, físicamente nada más, a la que él había decidido transformar hacía ya bastante tiempo. Aun así, ese pensamiento fue rápido, tan fugaz como la mayoría de los que tenía Ciro en esas circunstancias, y la verdad era que no se centró demasiado en eso cuando estaba más preocupado por el tema que él mismo había sacado, y que tenía como protagonista a Fausto, ¡cómo no!

Para haber iniciado todo utilizándolo para quitarse un trabajo más pesado, no dejaba de resultar irónico que el que se había convertido en el trabajo pesado fuera el germánico cazador, pero así solía ser su vida, e incluso ese patrón se había repetido con Gyda. No tal cual, porque Ciro estaba convencido de que la Historia nunca se repetía de exactamente la misma manera (qué estupidez creerlo, ¿no?, como si las circunstancias no fueran cambiando...), pero sí de forma parecida: Ciro había eliminado un problema, Jaska, y al final resultaba que las consecuencias de ese problema eran peores que el inconveniente en sí mismo. Qué pereza le daba, de verdad.

– Oh, sí, serás la primera en saberlo, descuida, ¡permanece atenta a tu correspondencia! – ironizó, porque no pudo evitarlo, e incluso puso los ojos en blanco, casi ofendido ante la estupidez que estaba teniendo que presenciar. ¿Qué había hecho él para merecer haber terminado así? ¡Sólo había matado, destrozado, violado y corrompido su rumbo a través de la vida, nada más! Nada que mereciera el tormento de la pesadez de Gyda, en su opinión, pero hasta él sabía que, a veces, ni siquiera su opinión era lo suficientemente fuerte para cambiar las cosas, así que tal vez tocaba aguantarse. Tal vez, nada más.

– Tengo muy, pero que muy claro lo que haré. En cuanto me vengue, porque sé que eso es lo siguiente, mi enemigo se someterá y seguiremos como debíamos haber seguido al principio. ¿Por qué no pruebas con eso, eh, ser lo que deberías haber sido? No sé, ¿es demasiado complicado para ti llegar a esa idea? – preguntó, burlándose lo justo (y necesario), y después negando con la cabeza. A su modo de ver, era condenadamente simple: cuando se terminaba un motivo por el que seguir arrastrándose en la existencia, uno debía buscarse otro para incorporarse y ser digno, y punto. ¿Hasta en eso necesitaba su guía, Gyda? No, por ahí no pasaba. Hasta estando loco tenía más dignidad que esa, por si quedaba alguna duda posible al respecto.

– Si no voy a vivir tu vida por ti, y créeme cuando te digo que tengo cosas mucho más interesantes que hacer, mucho menos te voy a decir qué tienes que hacer. – afirmó, convencido hasta el extremo, y ya entonces consideró que no merecía la pena seguir, para nada. Ya la había hundido, ya había disfrutado de la miseria ajena (ah, su favorita), ya se había dado cuenta de que discutir no iba a servir para nada porque ella no cambiaría de idea y él menos, así que ¿para qué permanecer viéndole la cara, que no le producía ningún tipo de agrado? Atrás habían quedado esos tiempos, y aunque habían sido más fáciles, también le habían dado dolores de cabeza a montones, así que, la verdad, lo prefería así.

– Escucharás de mí, no te preocupes por eso. Tal vez entonces puedas haber seguido mi ejemplo de qué hacer con tu estúpida vida. – añadió, porque no pudo evitarlo, y entonces le dedicó una sonrisa, nada parecida a la de Jaska aunque el rostro que poseía fuera, en realidad, bastante semejante. Jaska nunca habría sido tan cruel con ella, estaba seguro... Pero Jaska había muerto, y él no, así que ¡que se fastidiara! – Adiós, Gyda. – se despidió, evidentemente, y se marchó, sin mirar atrás, aunque en el fondo sintiera cierta curiosidad por lo que iba a ser de ella en el futuro. No demasiada, eso sí, así que tampoco le quitaría el sueño ni lo apartaría de su merecidísima venganza.