Re: Dark Sun

por **Aleksandr Mussorgsky** Mar Mar 21, 2017 10:41 pm

No mourners, no funerals

—¡Suéltalo! ¡Suéltalo! —La niña de ojos verdes y cabello oscuro se aferraba con todas sus fuerzas a un caballo de madera desgastado que, una niña parecida a ella, pero menor y de ojos castaños, trataba de arrebatarle—. ¡Es mío! ¡Tú lo tienes todo y aun así quieres arrebatarme lo que es mío! —Con furia, la mayor soltó, mientras los ojos comenzaban a poblarse de lágrimas.

—¡Mamá! —La menor chilló—, ¡Miroslava no quiere compartir! —Se quejó, pero ni así, la otra soltó el caballo. Se asía a él como si en ello le fuera la vida—. ¡Mamá! —Volvió a gritar, pero el talante había cambiado, ahora había miedo.

—¡Milenka! —Darya, la madre de las niñas, esposa de Ilya, llegó a tiempo para ver a sus hijas reñir, no sólo eso, sino que Miroslava comenzaba a brillar y a absorber la luz al mismo tiempo. Como un sol oscuro. La mujer, a la que siempre le había aterrado su hija mayor, dio tremendo grito de pánico.

Pero nada pudo detener a Miroslava ya. Absorbió la vida de su hermana como un hoyo negro hambriento, que devora todo a su paso. La consumió hasta dejar solo un triste recuerdo de lo que había sido la niña, y no dejó de hacerlo hasta que Milenka soltó el caballo de madera.

—No… no… —Darya estaba en shock, no tenía idea de lo que había visto—. ¡No! ¡Mi niña! ¡Mi niña! ¡¿Qué le hiciste?! ¡Monstruo! —Y sólo tras aquella palabra, dichas entre sollozos, Miroslava regresó en sí.

Se miró las manos, que todavía sostenían el caballo de madera, y cuando levantó el rostro, la imponente y sombría figura de su padre estaba frente a ella. No había expresión alguna en su ajado rostro. La miró con tanta intensidad que Miroslava estuvo segura que eso había sentido su hermana antes de morir.

Illya quitó a Darya del camino, misma que seguía dando sendos berridos, llorándole a su hija. Se agachó ante el cuerpo de Milenka, y comenzó a susurrar algo que Miroslava no alcanzó a escuchar con claridad.

por **Aleksandr Mussorgsky** Mar Feb 27, 2018 9:58 pm

No mourners, no funerals

El escándalo, desde luego, llamó la atención de los vecinos. Gente que siempre se había sentido aterrada por el poder de Ilya. Con el tiempo, Miroslava llegó a la conclusión de que se trataba de pura ignorancia, y que su padre los hacía sentir diminutos. Hubo murmullos, pero en cuanto la magia del tallador de madera comenzó a hacer efecto, todos se callaron.

Ilya transmitió luz y calor a su hija pequeña por medio de la palma de la mano. Pidió a los señores Chernobog y Belobog por ella. «Aún no es tiempo, aún no es tiempo» susurró en un idioma antiguo, el idioma de los dioses. Sin embargo, Ilya era un hechicero muy versado, y sabía que toda magia tenía un precio.

El pequeño cuerpo de Milena recobró color, pero no del todo, se quedó con una apariencia ceniza, deslavada. Abrió los ojos, éstos también eran más pálidos, el blanco de ellos, demasiado blanco. Y se sentó en el suelo, ahí donde había quedado muerta, causa de su hermana. Tan pronto Darya lo vio, corrió para abrazar a su favorita.

—¡Sacrilegio! —Una voz acusadora surgió desde la multitud congregada por los gritos, y el posterior milagro.

—Lo muerto no puede regresar. ¡Es antinatural! —Otra voz se le unió. Y con ello, todos los curiosos comenzaron a emitir juicios.

—¡Cuélguelos! Al apóstata y al engendro que trajo a la vida —alguien demandó, y varias voces más se le unieron.

Darya se asió aún más a Milenka, que parecía ida. Ilya observó a todos lados, notando que estaba acorralado. Al final, cruzó miradas con su hija Miroslava. Ella pudo ver, por primera vez, miedo en los ojos de su padre. Se sintió culpable, todo eso había sido por su causa. Quiso decirle algo a Ilya, se acercó, pero éste la ignoró y dio un paso al frente. Todo estaba perdido, era inútil luchar.

por **Aleksandr Mussorgsky** Mar Mayo 15, 2018 10:06 pm

No mourners, no funerals

Ilya, ingenuamente, trató de razonar con la muchedumbre, trató de dar su vida por la de su hija, que iba a morir por segunda vez, pero la gente de ese pueblo que más tarde sería San Petersburgo, demandaba la sangre de ambos. Ambos eran igual de pecadores ante sus ojos. Miroslava lo vio todo, algunos vecinos incluso la empujaron para hacerla a un lado. De nuevo, era ignorada.

Los gritos desesperados de Darya se iban a quedar con ella para siempre. Jamás quiso a su madre, pero ese dolor se te clavaba en el pecho, se te metía por debajo de la piel, desgarraba. La mujer se aferraba a su hija mientras la multitud se la arrebataba de los brazos y sometía a Ilya que con un chasquido de dedos podía aniquilarlos a todos ahí mismo, sin embargo, no lo hizo. No lo hizo. ¡No lo hizo! Miroslava estaba demasiado embotada como para decir algo, como para gritarle que se defendiera. Su padre se mantuvo estoico todo ese tiempo. Su hermana tampoco hablaba, no se quejaba, parecía de trapo, pues esa vida que le habían regresado, al parecer, era insuficiente para sentir algo, hacer algo, decir algo.

Miroslava lo entendió. Ilya siempre supo que jamás iba a poder regresar a Milena, pero no quería ver a su esposa sufrir. Su padre siempre fue algo seco, distante y ausente, pero en ese instante le quedó claro que en verdad amó a su mujer, a pesar de que ésta jamás lo comprendió, jamás supo lidiar con su fuerza, con su poder. A pesar de todo, la amó y lo hizo por ella y ahora iba a morir por amor.

Siguió a la gente fuera de la casa. En la plaza principal algunos otros vecinos ya habían preparado sendas hogueras. Detrás, Darya iba llorando, sus gritos se escuchaban en cada rincón del pueblo y erizaban la piel, incluso la de la propia Miroslava. Debía irse cuanto antes, debía huir, y estaba, junto a la turba que estaba a punto de quemar a su padre y a su hermana.

por **Aleksandr Mussorgsky** Miér Ago 22, 2018 10:28 pm

No mourners, no funerals

Miroslava entonces se prometió una cosa: no ser como esa gente, y no ser como Ilya tampoco. Pero sobre todo, no ser como Darya, su madre, no temerle al poder, al contrario, ir en pos de él. Y cuando las antorchas se encendieron al anochecer, la chiquilla regresó a su casa, desierta y en desorden, tomó los textos de su padre y algunas cosas más, para entonces largarse. Caminó en dirección contraria a donde su padre y su hermana a medio morir eran quemados. No escuchó lamentos de Ilya, demasiado estoico como para quejarse, ni de Milena, medio viva, incapaz de hacer algo. Lo único que se elevaba por encima de las piras eran los gritos de Darya.

Milena echó un último vistazo al pueblucho que más tarde crecería para convertirse en San Petersburgo, y fue la última vez que lo vio. O que lo vio así, al menos, no regresó hasta que el Rus de Kiev gobernaba esas tierras, hasta que ya no quedó vestigio de sus antepasados en ese suelo ingrato. Caminó hacia el bosque, sola, aturdida, pero con una convicción que la iba a llevar lejos. El poder, conseguir lo que su padre jamás pudo, demostrarle al fantasma de su madre que no era un fenómeno, que ella, y ese pueblo apestoso eran los que estaban mal en su inferioridad. Miroslava se obsesionó, pero a diferencia de sus ancestros, ella iba a conseguirlo, aunque joven, asustada y herida, en ese instante no supo el qué. La claridad llegaría a ella años más tarde. Una ventaja que siempre tuvo fue su paciencia, aguardó a que la respuesta a su pregunta llegara cuando tuviera que llegar, mientras, sólo le quedaba continuar, alejarse del lugar donde Ilya murió.

por **Aleksandr Mussorgsky** Jue Feb 28, 2019 10:48 pm

No mourners, no funerals

Vagó durante años, aprendiendo de los escritos de su padre. Su magia se volvió salvaje, astillas carmesí que emanaban de sus dedos como agujas de sangre. Su magia se convirtió en un reflejo de lo que era, y en ese instante estaba sola, asustada y hambrienta, por ello su poder se manifestaba con agresividad, para protegerla. Era como si ese poder entendiera que su dueña lo necesitaba más que nunca, pero Miroslava por muchos años no pudo controlarse, y aunque estaba enfurecida con la vida, no quería ir por ahí matando gente. Se refugió en los bosques cercanos al pueblo que siglos más tarde se convertiría en Novosibirsk.

Sí, Miroslava, por obra de quién sabe qué poder, había alcanzado la parte asiática de lo que más tarde sería el Zarato Ruso, luego el Imperio, más tarde la URSS. Y fue en ese lugar que se le conoció como bruja. Instalada en una cabaña que encontró abandonada, los niños le huían y los cazadores de ojos rasgados evitaban la zona. Incluso las Hordas del sur, hacia Mongolia, conocían su leyenda. Y fue un khan el primer humano con el que tuvo contacto después de muchos años. El hombre quería que le leyera su futuro y Miroslava dijo que jamás lo había hecho, pero que podían intentarlo.

El khan, complacido por lo que la bruja le dijo, le llevó comida y pieles para el invierno, y cuando ganó la batalla sobre la cual quería saber su futuro, regresó a la cabaña, una y otra vez. La bruja se convirtió en una especie de consejera y el hombre la tenía en muy alta estima; fue una lástima que el resto de la corte no lo viera igual y comenzaran las habladurías. Debían deshacerse de la bruja, pero en medio quedaba su líder, ¿qué podían hacer?

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