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Domando las llamas de Egipto. (Naitiri) 2WJvCGs


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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Ubbe Cannif Jue Mar 02, 2017 6:19 am

Había atravesado el portal, pegado a mi pecho aquellos documentos egipcios aun no identificados pero que tenían una gran relevancia para poder vencer en esta guerra que nos acontecía en el norte.
Ellos nos guiarían frente a un objeto místico, algo mitológico que ladearía la balanza hacia nuestro bando.
Mi prima mantuvo el portal abierto con gran esfuerzo todo el tiempo que le fue posible, lo ultimo que vi fueron sus ojos esmeralda perdiéndose en mis pardos.
Junto a mi, un pequeño orbe que nos ayudaría a volver a casa, los documentos escritos en tinta de oro y como no, mi bastarda a las espaldas.
Caí desde cierta distancia contra el húmedo suelo de un profundo bosque que no me costo demasiado identificar.
Había crecido en París, entre aquellos bosques profundos de aguas claras, conocía cada gruta, cada árbol, cada sendero, ellos me habían visto crecer, entrenar con mi padre, aprender a leer con mi madre y convertirme en el hombre que hoy era.
No tenia tiempo de añoranzas, dos misiones las que me guardaba en la manga.
Una encontrar a mi primo Niels, había partido hacia un mes y no habíamos vuelto a saber de él, tenia que ayudarle a salvar su vida o en el futuro no existiría.
La segunda y principal, pues Niels era un hombre capaz, era encontrar a una señorita llama Naitiri Zahir.
Por lo poco que había conseguido averiguar de la dama, trabajaba en el museo egipcio, tenia grandes conocimientos sobre escritura, costumbres y objetos de esta civilización, si alguien podía identificar lo escrito en estos manuscritos, era ella.
Me habían advertido de su carácter, demasiado fuerte como para colaborar sin hacer preguntas, preguntas que no podría contesta pues a todos los efectos del tiempo, yo no estaba aquí.
No podía involucrarme en este tiempo, no debía tocar nada que pudiera cambiar la linea temporal, debía mantener el futuro a salvo.
Solo se me ocurría una opción, secuestrarla, a fin de cuentas, era el único modo de no tener que responder y por el contrario tendría todo el poder de preguntar.
No tarde en llegar a París, encaminé mis pasos hacia el museo de historia, no me costaría mucho identificarla, a fin de cuentas ¿cuantas mujeres exóticas poseería ese museo?
Dejé caer mi espalda contra la pared a un lado del gran portón.
Había bastante seguridad en sus puertas, los trabajadores empezaban a abandonar el recinto, mis ojos desfilaban por cada uno de ellos esperando encontrar los rasgos que delataran su origen.
De las ultimas en salir del edificio salio una morena de ojos rasgados y cuerpo escultural, bien podría pasar por la misma diosa Issis.
-Perdona -la llamé sin mover mi cuerpo un ápice. Aire engreído cuando alcé la mirada para hundirla en sus ojos.
La dama se acerco, no parecía una mujer confiada, claro que mi aspecto desaliñado tampoco es que fuera una buena carta de presentación para un primer encuentro.
Eso y el mango de la bastarda que asomaba a mis espaldas.
Tal y como se acercó extendí la mano presionando un punto de su cuello, sin darle capacidad de reacción, la dama no pudo emitir grito alguno. Segundos después en el que el aire dejo de llegar a sus pulmones y el miedo se reflejo en sus azabaches, cayo inerte sobre mis brazos.
La alcé perdiendome por el callejón contiguo, esperando que descendiera la cantidad de seguridad para llevarla a otro lugar.
Un caserón antiguo, casi en ruinas fue el lugar elegido como improvisada prisión. Dejé caer el cuerpo de la egipcia sobre un mullido colchón, cargado de polvo.
Tomé asiento en un sofá frente al lecho, me serví un vaso de whisky entrechocando los hielos pensativo.
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Mensaje por Naitiri Zahir Vie Mar 03, 2017 7:26 am

Otro día más de trabajo que terminaba, miré los documentos que tenía sobre el escritorio y me mordí el labio. En unos días iban a traer un nuevo cargamento con estatuillas y reliquias, así como una estatua de una deidad que en el papel no ponía quién era y que debía de tasar, así como verificar la autenticidad de los objetos que vinieran con el cargamento. Suspiré dejando el papel sobre la mesa y me mordí el labio durante un par de segundos, hacía un tiempo que mí vida se había normalizado un poco, había dejado la vida que llevaba en la que debía de pagar mi deuda para ser libre, y había comenzado a hacer lo que realmente quería: dedicarme a la egiptología. Seguir los pasos de mí madre que de pequeña ya me había encauzado a ello, lo que me producía más tristeza es que no estuviera ella para poder verlo. Negué con la cabeza desterrando aquellos pensamientos y me levanté dispuesta a salir hacia casa, tenía un par de objetos en casa que tenía que traducir antes de exponerlos y quería echarles un vistazo a ver qué encontraba en ellos.

Salí del despacho cerrando la puerta y me adentré en los ya conocidos pasillos del Museo, aún no me creía que estuviera trabajando en el museo, pero tras presentarme para pedir el puesto que había quedado vacante, y tras demostrar mis amplios conocimientos habían aceptado contratarme. Tendría que ir de vez en cuando a Egipto para catalogar algunos objetos antes de que los trajeran, pero no me era un problema, hacía unos meses que había vuelto de allí tras salir de París por aquel altercado en el que casi había perdido la vida. Miré las enormes columnas y estatuas que estaban expuestas y uno de mis dedos recorrió una de ellas notando los jeroglíficos grabados en la piedra tallada. Aún me seguía maravillando con aquellas cosas aunque llevara toda la vida viéndolas.


-Señorita Zahir –la voz de uno de los empleados hizo que girara mí rostro en su dirección, era un hombre algo más mayor que yo, pero no demasiado, que portaba unos documentos en su mano. Le sonreí mientras veía cómo se acercaba.
-Te he dicho que puedes llamarme Naitiri, Jean –le dije observando lo que traía en la mano para luego mirarlo a él. Sonrió y se encogió de hombros como si fuera su trabajo hacerlo con todo el mundo.
-Es mí trabajo, tendrás que recordármelo más veces… Naitiri –dijo con una sonrisa divertido y negué con la cabeza- Acaban de llegar estos papeles –me los entregó y los cogí para mirar lo que era- Son de unas excavaciones que están haciendo y necesitan de alguien que pueda verificar lo que encuentren –mis ojos subieron a los suyos- Está toda la información ahí, creo que quieren que le eches un vistazo a ver si habría algo que pudiera interesar al museo –reí entre dientes por aquello y enarqué una ceja.
-Nunca se sabe qué te puedes encontrar hasta que no entres del todo, podría ser falsa para despistar a los ladrones de tumbas. Gracias por entregarme los documentos, hasta mañana Jean –me giré para salir del edificio guardando los papeles en una carpeta que llevaba y salí hacia el exterior del edificio. Hacía buena noche y la luna resplandecía en el horizonte, brillante y hermosa, y continué mí paso para comenzar a bajar por las escaleras que había a la entrada del museo cuando una voz, procedente de uno de mis lados, hizo que girara mí rostro en aquella dirección. Allí parado había un joven de facciones marcadas, alto y… ¿aquello que asomaba por su espalda era el mango de…?- ¿Sí? –Pregunté acercándome sin saber muy bien quién era aquel joven y qué podría querer de mí. En cuanto me tuvo lo suficiente cerca su mano fue a mí cuello, hizo presión en uno de los lados y comencé a notar que el aire me faltaba, que no llegaba a mis pulmones. Quise revolverme y alejarme pero no podía hacerlo, lo último que supe antes de que todo se volviera oscuro era su mirada sobre la mía, azul contra miel.







En el momento en el que mis ojos se abrieron me incorporé de golpe sentándome sobre la cama, como si hubiera despertado de una pesadilla, algo sobresaltada que hizo que llevara una mano a mí pecho mientras mí respiración era agitada. Cerré los ojos pensando que solo había sido una pesadilla y que todo había pasado, que no había sido verdad y que estaba en la tranquilidad y comodidad de mí hogar. Mí mano buscó a mí lado el pelaje de mí perra que, como de costumbre, se iba a dormir conmigo todas las noches acurrucándose junto a mí cuerpo como si ella supiera que necesitaba de aquello. Al buscar a tientas no encontré rastro de ella ni de su hermoso pelaje negro, de hecho, mí mano no tocaba nada que fuera parecido a unas sábanas como las que tenía yo en la habitación… aquello no podía estar pasándome de nuevo, no otra vez, me negaba en rotundo.



-¿Isis? –Pregunté abriendo los ojos y mirando a mi lado para encontrarme con… nada. Solamente un sucio y polvoriento colchón era lo que vi cuando abrí los ojos. No podía ser, no podían haberme secuestrado de nuevo, no podía pasar por un infierno como el que había pasado con aquel vampiro, donde casi había perdido mí vida, y que fue el desencadenante y el detonante para que cambiara de ver todo lo que rodeaba mí vida… fue por eso que decidí pagar mí deuda, irme de París y volver durante un tiempo al lugar que pertenecía: Guiza. Allí fue donde pude recuperarme y volver con las fuerzas renovadas como para seguir con mí día a día, siendo una Naitiri diferente a la que se fue pero que, en esencia, seguía siendo la misma. Extrañada de dónde podría estar mí mirada entonces se alzó hacia la única luz que había en aquella habitación, y sus ojos se encontraron con los míos. De nuevo azul contra miel, y recordé esos ojos- ¡! –exclamé entrecerrando los ojos. Había estado en la puerta principal del museo esperándome y, no sabía cómo, había hecho que perdiera el conocimiento y me había llevado a aquel lugar que no sabía ni dónde era. Estaba sentado tranquilamente en aquel sillón, observándome como si esperara que despertara, y con un vaso con lo que parecía alcohol en su interior… y aquello me enervó. No iba a permitir que nadie me hiciera pasar por aquel infierno de nuevo, aunque aquel joven distaba mucho de ser un vampiro. Sus facciones eran marcadas, su gesto rudo y fiero, pero su piel no era pálida como la de todos los vampiros- ¿Quién narices eres y por qué me has traído aquí? -Podía ver el arma que estaba contra la mesita que había a su lado, era la misma que había visto asomar de su espalda. Se había atrevido a llevarme a aquel lugar y juraba que no le iba a poner las cosas fáciles. Un rápido vistazo a la puerta y la distancia a la que estaba me hizo pensar que, quizás, podría salir de allí. Mis ojos volvieron otra vez a él- No sé que quieres de mí, pero no vas a conseguirlo –mí mano buscó a tientas algo que poder utilizar, había una pequeña mesita al lado y no supe qué era lo que mí mano se encontró en la búsqueda, no me paré a mirar qué forma tenía, ni qué era exactamente. Solo sé que me servía para lo que quería hacer, así que con fuerza le lancé aquello que tenía en la mano esperando que impactara contra él, y en cuanto lo lancé me levanté rauda de la cama yendo hacia la puerta que conseguí abrir, para alejarme de aquel hombre todo lo que pudiera.
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Mensaje por Ubbe Cannif Vie Mar 03, 2017 11:55 am

La egipcia abrió sus ojos, parecía desubicada, no la culpaba, esto distaba mucho de ser un “hogar”.
En silencio observé sus gestos mientras acercaba el filo del vaso a mis labios y daba un profundo trago.
La fiesta empezaba y tenia que medir bien mis palabras para que no descubriera mas de lo necesario.
Un nombre escapó de sus labios, su voz era trémula, posiblemente por el desconcierto, porque debía recordar nuestro encuentro frente al museo, mas a su vez sus palabras tenían un deje exótico pese ha hablar un perfecto francés.
¿Issis? Debía de ser el nombre de alguno de sus dioses. Como los cristianos, era de las que se aferraban a rezar a sus santos cuando el peligro los acechaba como si un dios crucificado pudiera salvarlos de algo.

Ladeé mi sonrisa divertido cuando esta por fin enfoco su mirada en mis azules.
Un “tu” que escapo del interior de sus entrañas con rabia mientras yo me limaba a alzar el vaso en su dirección para brindar por sus palabras.
-Echas las presentaciones señorita Naitiri, vayamos al kit de la cuestión.

Me interrumpió cabreada, me limité a negar con la cabeza mientras daba un nuevo trago del vaso hasta apurarlo para dejarlo sobre la pequeña mesa de madera noble que había junto al sofá.
-Error, aquí las preguntas las hago yo ¿entiendes? -hundí mi mirada inexpresiva en sus rasgados ojos, ambos nos desafiamos como dos titanes guardando por unos momentos un silencio sepulcral que se apodero de toda la estancia.

Lo que no esperé en ningún caso es que un objeto contundente saliera despedido de la mano de esa fiera indomable hacia mi dirección, por suerte mis reflejos en combate me permitieron esquivarlo antes de que me golpease en la cabeza.
La egipcia se alzó en un torpe intento de escapar de su captor, alcanzó el pomo de la puerta abriéndolo, casi podía rozar la libertad cuando mi brazo rodeo su cintura con rudeza alzándola como un saco.
Mi mano en su culo, con la otra cerré la puerta con la tranquilidad mas pasmosa del mundo.
-Esto lo podemos hacer a las buenas o a las malas -asegure dándole un azote en el culo -y a las malas me parece infinitamente mas excitante, así que, vuelve a jugármela y tu y yo lucharemos sobre ese lecho de un modo bien distinto.

Pude oírla resoplar cuando le di el manotazo en las nalgas, se retorcía sobre mi cuerpo, al parecer había elegido hacerlo a las malas, algo que sinceramente no me importaba.
La dejé caer sin contemplaciones sobre el lecho y mi cuerpo pronto se alzo imponente sobre el suyo.
Mis rodillas hundidas en el colchón, sentado sobre sus caderas, con una mano sujeté sus dos muñecas por encima de la cabeza de esta.
Mi aliento rozó su pelo mientras susurraba en su oído palabras en noruego, era experta en idiomas, intuía que seria capaz de entender el mio.
-Jeg vil ha noe fra deg, og før jeg ocnsiga'm ikke tenkt å slippe taket. acomodate liten, fordi jo mer du motstå, for det vil være for deg.
(Quiero algo de ti, y hasta que no lo consiga no te voy a dejar ir. Acomódate pequeña, porque cuanto más te resistas, peor sera para ti).
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Mensaje por Naitiri Zahir Sáb Mar 04, 2017 11:06 am

No me podía terminar de creer que aquello estuviera pasando, pensaba que los peligros habían acabado ya en mí vida y, sin embargo, ahora estaba frente a una situación parecida que me hizo recordar a lo que sucedió unos meses atrás en los que fui capturada. A diferencia de aquella vez, al menos no estaba en una celda que no había ningún resquicio por el que entrara luz alguna, no estaba atada ni encadenada y mí captor tampoco tenía la pinta de ser un vampiro… con lo que, al menos, sabía que podría hacerle daño o inventar cualquier estrategia, o lo que fuera, para intentar escapar. No se me escapaba que portaba una espada que descansaba en el borde de la mesa, como si quisiera enseñármela como mensaje y advertencia. Su aspecto rudo y las ropas que llevaban llamaron mí atención durante unos segundos, y aquello junto a la espada me hizo ver que no era Francés, porque no era típico de los franceses vestir de esa manera y mucho menos portar semejante arma.

Tampoco podría ser un cazador, ¿o sí podría serlo? Pero de ser así era al primer cazador que veía que llevaba las armas a simple vista, ellos siempre intentaban pasar desapercibido y no llamar la atención, él por el contrario, llamaría la atención pasara por donde pasara. Y no solamente por sus ropas, sentado como estaba en aquel sillón, incluso así pude darme cuenta de que era alto. Cuando me había llamado al salir del museo pude ver que era lo suficientemente algo como para intimidar solamente con su envergadura, sino también con la corpulencia de su cuerpo. Era un hombre dedicado al combate y de eso no había duda alguna.



-Señorita Zahir para usted, no me trate como si me conociera -fruncí el ceño cuando me llamó por mí nombre aún sin conocerme de nada, ¿cómo es que aquel hombre sabía de mí? Parecía que me conociera porque me habló como si nos hubiéramos conocido en algún momento de nuestras vidas, pero podía jurar que su rostro jamás lo había visto y no me era para nada familiar. No pensaba dejar que llevara la voz cantante y tenía que librarme de él cuanto más rápido fuera posible. No sabía el por qué me había secuestrado pero no pensaba quedarme para averiguarlo, así que debía de buscar una solución para salir de allí y buscar a alguien que me ayudara, y tenía el nombre de la persona indicada que me ayudaría con aquello.

Mis palabras apenas tuvieron efecto en él y se limitó a negar con la cabeza y terminar de beber el contenido del vaso dejándolo de nuevo sobre la mesa, sus palabras me hicieron fruncir más el ceño todavía. ¿Qué sólo él hacía las preguntas? Ni en broma, ¿se pensaba que era una esclava que debía de responder a todo y quedarme callada como una fiel sumisa? No pensaba aceptarlo, y mucho menos iba a esperar a que siquiera él pensara que así iban a ser las cosas. Si pensaba que, por ser más alto que yo, más fuerte y portar una espada iba a achantarme… estaba muy equivocado. Ya me habían quitado una vez las ganas de vivir y ahora veía muchas cosas por las que luchar, así que lucharía con todo lo que tenía, con uñas y dientes, para irme de aquel lugar y hacer que aquel hombre jamás llegara a encontrarme de nuevo.

Su mirada estaba fija sobre la mía como si en silencio ambos nos estuviéramos retando con la mirada, y puede que así fuera, fue entonces cuando decidí aprovechar la ocasión que tenía y sin saber muy bien lo que había cogido, con la idea de salir por la puerta de aquella improvisada celda, le lancé lo que tenía en la mano mientras me dirigía rápida hacia la puerta sin mirarle, con la intención de correr y alejarme de aquel lugar. No sabía dónde me había llevado, pero cuanto más lejos estuviera mejor sería para mí. Ya había alcanzado la puerta, mí mano ya estaba sobre el pomo de esta girándola cuando… sentí su brazo rodeando con fuerza mí cintura, jadeé por aquello al ver que me separaba de la puerta tirando de mí como si no le pesara nada, y lo siguiente que sentí, fue que me ponía sobre su hombro cargándome, como si fuera cualquier saco que quisiera cargar con facilidad.



-¡Suéltame bestia! –Dije mientras él cerraba tranquilamente la puerta enervándome por aquello, se atrevió a poner la mano sobre mis nalgas y le di un puñetazo con fuerza en la espalda- ¡Quita tú sucia mano de mí culo! –Me estaba poniendo más furiosa por momentos y, aunque no decía tales cosas, aquello salió como respuesta inmediata al sentir su mano posarse en aquel lugar de mí cuerpo. Hizo oídos sordos sobre aquello y comencé a patalear con la intención de darle con fuerza en algún punto en el que le hiciera daño, todo a posta evidentemente, para que me soltara y así poder escaparme. Pero mí gozo en un pozo porque siguió andando alejándose de la puerta, cargando conmigo como si fuera un saco de patatas y cabreándome por las formas en las que me estaba tratando. Pero aquello no fue todo, tras advertirme o más bien amenazarme de que podíamos hacerlo de dos formas bien distintas, en las que igualmente no se lo iba a poner nada fácil, su mano de nuevo tomó partida de la situación y, esta vez, sin esperarme siquiera aquello… me dio un azote en el culo.

Un jadeo sordo salió de mis labios ante la sorpresa de aquel gesto que no esperaba para nada, sintiendo el correspondiente picor en la zona que había azotado mientras su mano seguía en aquel lugar dándole calor, acentuando aún más el picor. ¿Se había atrevido a azotarme? Sí, lo había hecho, y me di cuenta del deje dominador que quería ejercer sobre mí… y al que yo me negaba. Gruñí ante sus siguientes palabras mientras terminaba de alejarse de la puerta, el muy maldito se pensaba que iba a tan siquiera dejar que me rozara un pelo tras haberme dado el azote… estaba muy equivocado. No pensaba ayudarlo y mucho menos iba a colaborar con él… pero que dios me ayudara si aquel hombre terminaba por querer luchar en la cama como él había afirmado, porque sencillamente, lo mataría antes de que siquiera lo intentara.

Me soltó dejándome caer sobre aquel colchón en el que reboté tras dejarme caer haciendo que un poco del polvo que llevaba por encima se esparciera por el aire, pronto sus rodillas se pusieron a cada lado de mí cuerpo haciendo que el colchón se hundiera bajo su peso y a mí, en cambio, me dejó presa bajo su cuerpo sin siquiera poder hacer nada. Estaba empezando a hacer lo que me había prometido y mí mirada se cruzó con la suya, de un azul tan tranquilo contra unos de color miel que rebosaban de rabia y de ira. Aquella última afirmación me había recordado a cuando ejercía como cortesana, y ahora que había abandonado esa vida, no iba a dejar que nadie la dirigiera por mí o me dijera lo que debía de hacer. Aquello se había acabado.


-¡Ni se te ocurra volver a tocarme y mucho menos a azotarme! –Mí mano voló rápida en cuanto lo tuve sentado sobre mí hacia su rostro dándole un sonoro guantazo que retumbó por la estancia, justo después su mano aprisionó mis muñecas poniéndolas sobre mí cabeza en otro claro ejemplo del gen dominante que había en él. Lo que él no sabía, es que yo también tenía ese gen e iba a luchar por soltarme, no me iba a quedar como una sumisa que aceptaba todo lo que tuviera que decirme o hacerme. Se inclinó sobre mí y pude sentir su aliento en mí pelo y comenzó a susurrarme palabras al oído en una lengua que, aunque no era la mía materna, sí que había estudiado. Conocía muchas culturas y sus idiomas, pero era una experta sobre todo en la mía. Intenté sacarlo de encima de mí y de que me liberara de su agarre- Dra til helvete, viking drittsekk*–fue lo que dije tras decirme él aquellas palabras dándole a entender que lo había entendido sin problema alguno.- Hvem er du ... og du vil ha fra meg?* -Lo miré esperando una respuesta- Es de mala educación asaltar a las personas con el pretexto de que quieres algo de ellas, y no presentarte siquiera. ¿Dónde están tus modales? ¿Los perdiste por el camino? –Me revolví bajo él pero era mucho más fuerte y pesado que yo, y por lo cabezota que empezaba a intuir que era, no iba a soltarme así porque así- No me llames pequeña –le fulminé con la mirada, sin saber porqué conseguía enfurecerme tanto con tan poco.




* Vete al infierno, vikingo bastardo
*¿Quién eres y qué quieres de mí?
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Mensaje por Ubbe Cannif Dom Mar 05, 2017 6:09 am

Si digo que Nai me excitaba y divertía a partes iguales me quedaba mas que corto. Su cuerpo se retorcía como el de un potro salvaje bajo mi pesado cuerpo. Aquella egipcia parecía decidida a luchar sobre aquel lecho, claro que de un modo bien distinto a como yo lo haría.
La mire fijamente mientras su cuerpo rozaba el mio, con cada brusco movimiento, mi hombría crecía presionando su vientre, no me esforcé en disimularlo, a fin y al acabo era un hombre y ella una mujer de curvas perfectas que ponían recta la mía ¿cual era el problema?

Sus palabras me hicieron reír contra sus labios, nuestras miradas ancladas, la suya me atravesaba cargada de odio, de rabia, la mía mostraba una indiferencia que no sentía, mas que de sobra había practicado desde niño siendo un guerrero.
-Que le jodan al infierno, yo iré al Valhalla -respondí en un perfecto francés como respuesta a sus palabras.

Ladeé la sonrisa ante los improperios que por su boca soltaba, un reto cada palabra, mi excitación aumentaba al ver a la fiera no domada.
Negué con la cabeza sin dejar de mirarla.
-Ya te lo he dicho pequeña -hice énfasis en esa palabra que sabia le molestaba -yo haré las preguntas, tu limítate a contestarlas.

Sus ojos ardían, fuego en esa rasgada mirada parda, tez oliva, sin duda era demasiado bella para ser desperdiciada.
Tiré de sus manos para alzarla, mi hombro bajo su pecho y de nuevo la alcé esta vez simplemente acariciando sus nalgas pero sin azotarlas, una pequeña concesión que me hizo reír al notar sus puños golpear mi espalda.
La dejé caer sobre la silla de un viejo escritorio de madera lacada.
-Es cierto ¿donde se dejo este bastardo vikingo sus modales? ¿quieres beber?

Me alejé de ella hacia el mueble bar para servir sendas copas de whisky doble. Mi mirada la busco de forma intimidante cuando su cuerpo hizo ademan de volver a alzarse.
Mi negativa resulto rotunda, acompañada por un chasqueo de la lengua que no presagiaba nada bueno.
-¿De verdad quieres hacer eso? -pregunté enarcando una ceja -te lo he dicho, puede ser a las buenas o a las malas.

Le acerqué el vaso depositandolo sobre el mueble mientras lo empujaba hacia su mano.
-Bebe -ordené -te ayudará a templar tu mal carácter y a centrarte en lo realmente importante -ladeé mi sonrisa -yo y mis necesidades.
Sus ojos volvieron a sentenciarme a muerte ¿como podía decir tanto con una mirada?
-No te esfuerces pequeña, aunque lo intentaras por cien años no conseguirías matarme.

Tomé los documentos y los deposité sobre la mesa, no hacían falta mas preámbulos, cuanto antes acabara, antes podría irse.
Rodeé la silla hasta quedar a su espalda, incliné ligeramente mi cuerpo para señalarle las runas con mi dedo.
Se giró para mirarme, estábamos cerca, nuestros alientos se entremezclaron y mis ojos bajaron hasta sus labios, un instante de debilidad, uno que no podía permitirme, en este momento ella y yo no nos conocíamos, yo ni siquiera existía.
-Traducelos y seras libre – aseguré hundiendo mis azules con la intensidad de la marea.
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Domando las llamas de Egipto. (Naitiri) Empty Re: Domando las llamas de Egipto. (Naitiri)

Mensaje por Naitiri Zahir Dom Mar 05, 2017 8:24 pm

No hacía falta ser demasiado inteligente como para saber que aquel hombre podía conmigo sin mayor esfuerzo, prueba de ello era que me había levantado cargándome como si no pesara nada y ahora me tenía inmovilizada contra la cama, sujetando mis muñecas con una sola de sus manos mientras yo intentaba por todos los medios liberarme de su agarre. El guantazo que le había dado parecía que no le había hecho absolutamente nada porque seguía igual, tan impasible como si no le hubiera pegado… aunque algo de satisfacción había sentido al darle el guantazo por el azote que él me había dado de manera tan descarada como lo había hecho. Él no hacía más que contemplarme sentado sobre mis caderas impasible e inmóvil mientras yo me retorcía bajo su peso sabiendo que así no iba a liberarme, pero no podía dejar de intentarlo.

Su mirada estaba fija en mí sin apartarla ni un solo segundo y yo solo hacía más que mirarle con rabia y con furia, enervada por todo aquello sin saber muy bien cómo es que podía llegar a desquiciarme tanto con tan poco tiempo que estaba allí consciente con él. Quizás era porque ya había pasado suficiente en mí vida como para volver a pasar por algo como aquello, ahora llevaba una vida normal y tranquila sin sobresalto alguno, que volvieran a secuestrarme no era algo que entrara en mis planes y que no quería revivir. Por si fuera poco aquella situación podía notar como su excitación iba en aumento con cada movimiento que daba, podía notar su miembro contra mí vientre e intenté quitarlo de encima pero era imposible.

Su rostro estaba cerca del mío tras decirme esas palabras a las que contesté en su mismo idioma, no lo había practicado mucho y quizás la pronunciación no fuera del todo exacta, pero sabía que me había entendido perfectamente. Su risa fue algo que me hizo fruncir el ceño estando su rostro a pocos centímetros, podía notar la risa de su respiración entrecortada dar contra mí rostro sintiendo su mirada azul sobre la mía, divertido con la situación en la que estábamos. Me hubiera reído de su respuesta que pronunció en un francés perfecto como si llevara toda la vida viviendo en París, algo como lo que me pasaba a mí, si no estuviéramos en aquella situación. Ah, el Valhalla… el gran y majestuoso salón situado en la ciudad de Asgard gobernada por Odín, donde van a parar los muertos del campo de batalla.



-Perfecto, ¿me dejarías ser tú Valkiria? Prometo llevarte al Valhalla para que no caigas en Helheim –sonreí de lado porque con aquello claramente me estaba diciendo que era un guerrero Vikingo, y como todo buen Vikingo para ellos era un inmenso honor morir en el campo de batalla para ir al Valhalla donde comerían y beberían junto a la presencia de Odín, su dios. Sería toda una ofensa para ellos no llegar al Valhalla y caer en Helheim, lo que consideraban como si fuera el Infierno, que era lo que pasaba si morían por vejez o enfermedad… para ellos morir en combate era el mejor honor que uno podía tener. Al parecer cada cosa que le decía le resultaba gracioso porque la sonrisa seguía perenne en su rostro y ladeó su rostro mirándome, volvió a llamarme de aquella forma haciendo que lo mirara frunciendo el ceño a la par que decía que allí era él que preguntaba, y yo solo debía de limitarme a responder. Había dado con la mujer equivocada si esperaba eso de mí- Que te jodan, vikingo –respondí forcejeando de nuevo con él intentando liberar mis manos, me estaban dando ganas de asestarle otro guantazo tras aquello del cual me habría quedado complacida. No podía entender cómo me ponía en ese estado, de normalidad, tales improperios no salían de mí boca pero él estaba sacando la peor parte de mí y si me daba la oportunidad, pagaría por ello.

Tiró de mis manos para elevarme un poco y su hombro pasó bajo mis pechos para alzarme y de nuevo me vi en la posición de que cargaba conmigo como si fuera un saco sobre su hombro, y de nuevo como si la primera vez que se lo hubiera dicho no me hubiera escuchado sentí su mano otra vez en mis nalgas, salvo que aquella vez simplemente las acarició sin dejar ningún azote en ellas, pero ya le había dicho que apartara sus manos y que no me tocara, comencé a darle puñetazos en su espalda que al parecer le hacían cosquillas porque pude oír su risa, así que opté por dar un tirón a su pelo para que apartara la mano de aquel lugar mientras volvía a alejarse de la cama y dejarme esta vez sobre una silla que había junto a un escritorio de madera donde había una lámpara que iluminaba el escritorio así como la silla, en cuanto me dejó sobre ella lo fulminé con la mirada.

Al parecer el hecho de que lo llamara “vikingo bastardo” solo le produjo gracia porque lo utilizó para referirse a su modales, unos que a mí juicio había dejado abandonado por el camino y del que parecía carecer totalmente de ellos. Entorné los ojos mirándole cuando me preguntó si quería beber y ni siquiera le respondí a aquello, lo único que quería era irme de aquel lugar y alejarme de él, me enervaba su presencia y no sabía muy bien por qué, quizás fuera las formas en las que me estaba tratando, quizás porque tocaba ciertos “puntos” en los que había sido herida anteriormente y ahora me hacían estar a la defensiva con él. Mientras se giraba hacia el mueble bar sopesé la probabilidad que tenía de ir hacia la puerta, sí, si era lo suficientemente rápida podría alcanzarla antes de que él siquiera pudiera darse cuenta y salir de aquel maldito lugar. Justo cuando iba a alzarme su mirada se clavó en mí pillándome a punto de levantarme de aquella silla, chasqueó la lengua como negativa a aquello.



-¿Hacer el qué, irme de este lugar? Por supuesto que sí –le respondí ante su pregunta viendo que enarcaba una ceja que, aunque era en forma retórica, me di el lujo de responderle aunque ambos sabíamos cuales eran mis intenciones- No va a ser ni a las buenas, ni a las malas porque no pienso quedarme el tiempo suficiente en este lugar. Y no vuelvas a llamarme pequeña –farfullé observándolo, ¿qué clase de confianzas eran esas tan libertinas que se tomaba? Se acercó con ambos vasos llenos de whisky y deslizó el mío con su mano por la mesa hasta llegar a donde estaba yo, enarqué una ceja ante su orden de que bebiera. Particularmente, no era una mujer que solía beber así que decliné su oferta y lo observé cómo él sí que bebía de su vaso y decía aquellas palabras que hizo que lo fulminara con la mirada- Puedes meterte tus necesidades y tú orden por donde te quepan –espeté apartando el vaso a un lado, ¿mal carácter? Casi reí entre dientes por ello, ni por asomo eso se acercaba a todo el mal carácter que tenía- Si te mostrara mí mal carácter, créeme, sería para ti como desatar el Ragnarök… y no creo que quieras hacerlo –le hablé en un término que sabía que iba a conocer de primera mano. Quise matarlo con solamente mí mirada, y de ser posible aquello, él ya estaría muerto. Debió notarlo por sus siguientes palabras que me dijo y lo miré volviendo a enarcar una ceja, recorriéndolo cuan largo era con mis ojos para volver a fijar los míos en los suyos- ¿Quieres comprobar esa teoría? Tan sólo eres un mortal, como yo, no eres ningún inmortal que sobreviva a la muerte –tras decir aquello volvió a alejarse y cogió algo que no pude ver bien para luego acercarse y dejar sobre el escritorio una pila de documentos en los que se centró entonces toda mí atención.

A primera vista parecían documentos muy importantes y mí innata curiosidad quiso apoderarse de ellos para echarles un vistazo y ver qué era lo que el vikingo tenía entre manos, y comenzaba a sospechar por qué me había llevado con él al dejar los documentos sobre el escritorio. Pude notar que rodeaba la silla en la que estaba sentada quedándose a mí espalda, su cuerpo se inclinó por uno de los lados y sus dedos señalaron lo que para mí ya era bastante obvio; las runas y jeroglíficos que había en aquellos papiros antiguos. Se podía ver por el estado en el que se encontraban lo viejos que eran y el cuidado con el que debían de ser tratados pues, de lo contrario, podían romperse fácilmente. Documentos como esos había que tratarlos con extremo y sumo cuidado, ya había visto con mis propios ojos como podían romperse e incluso desintegrarse al tratarlos de manera poco ortodoxa y sin cuidado alguno.

Giré mí rostro en su dirección y de nuevo nuestros rostros quedaron bastante cerca, podía sentir su aliento rozar mis labios de la proximidad en la que estábamos, mis ojos estaban puestos en los suyos y pude notar cómo bajaba la mirada y la dejaba por unos segundos en mis labios, a lo que yo de forma consciente los mordí sabiendo que sus ojos estaban fijos en aquel lugar de mí rostro, como si intentara provocarle. Mis ojos bajaron a sus labios un efímero segundo y subí mí vista a la suya encontrándome con sus orbes, tan azules como el mar, que me miraban de forma más seria dando profundidad y veracidad a sus palabras. Todo lo que quería es que le ayudara a traducir aquello y podría ser libre, me liberaría de él y de aquel cautiverio en el que me había sumergido y arrastrado. Suspiré volviendo mí vista de nuevo a los documentos y me levanté de la silla para poner distancia entre ambos y poder mirarlo mejor. ¿Pero quién se había creído que era?


-¿De verdad pretendes que te ayude a traducir estos documentos? –De los cuales no iba a mentirme porque era cierto que quería echarles un vistazo, pero las formas en las que me lo estaba pidiendo podían con esa curiosidad innata en mí que quería saber y conocer todo- Me sorprendes cuando salgo de mí trabajo, me raptas, me traes a este lugar, me azotas, y me ordenas como si fueras mí señor que te traduzca esos documentos –mí voz destilaba el enfado y el cabreo que llevaba en aquel momento, aquello era inaceptable- No sé quién te has creído que eres, pero así no funcionan las cosas –porque concedía, al menos, saber que de ahí no iba a poder salir hasta que él no me dejara, lo aceptaba. Pero lo otro… nunca me había negado de ayudar a la gente, pero siempre que me lo pidiera como debía de ser- ¿Qué tal si recobras tus modales, los de verdad, y empiezas por decirme quién eres? –Lo fulminé con la mirada, aunque seguiría siendo para mí un vikingo bastardo me dijera el nombre que me dijera- Luego puedes pedirme las cosas como se suelen hacer y quizás decida ayudarte, pero obligándome e imponiéndote te aseguro que no vas a conseguir nada por mí parte –sentencié cogiendo ahora la situación bajo mí mano, él quería algo de mí porque de lo contrario no me habría raptado, así que eso de que “yo pregunto tú contestas” se había terminado. Estábamos en igualdad de condiciones y no iba a obtener ayuda por mí parte- ¿Y bien? –Pregunté enarcando una ceja esperando por su respuesta, quizás se pensaba que iba a obtener lo que quería de forma fácil, pero estaba muy equivocado conmigo. Tal como él yo también tenía ese genio y ese carácter y comenzaba a salir a flote.
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Mensaje por Ubbe Cannif Lun Mar 06, 2017 5:20 am

Aquella egipcia era desesperante, cada palabra suponía un desafió que acompañaba con miradas que se clavaban como dagas.
Lejos de mostrar cabreo, admito que me divertía aquel carácter arrollador que la dama mostraba.
Yo era un vikingo fornido, mi aspecto era salvaje y ella lejos de amedrentarse me enfrentaba con su diminuto cuerpo y sus mordaces palabras.
Volví a ladear la sonrisa cuando escuché aquella absurda pregunta ¿que si pretendía que me tradujera aquello? Por supuesto ¿por que creía que la había traído si no a mi lecho?

Mis ojos se deslizaron por su cuerpo con descaro, poco o nada me importaba que pudiera saber exactamente lo que pensaba. También la hubiera traído para otra cosa y no precisamente la que nos acontecía en ese preciso momento.
-Egipcia, veo que eres muy audaz, si pones el mismo empeño en traducir que en preguntar, estoy seguro de que pronto podre dejar de soportarte.
Naitiri volvió a abrir la boca para interrumpirme, estaba enfadada, demasiado y ahora me inculpaba de mis rudos métodos para solicitar la ayuda que necesitaba.
-Mujer no te enseñaron a guardar silencio cuando los hombres hablan -espeté sin mas mientras hundía mis azules en sus desafiantes pardos

Lejos de guardar silencio, resopló, me fulmino con la mirada y continuo hablando sin mas, ignorando mi petición de silencio.
Lleve mi mano a mi pelo hundiendo allí los dedos, empezaba a desesperarme e iba a necesitar mucho alcohol para poder sobrellevar aquella noche.
-¿Quien soy? Claro, eso puedo responderlo sin ningún problema -sonreí con picardia al ver su cara de satisfacción porque finalmente cedía en algo. Hundí mis ojos mirandola fijamente -soy tu señor, el único que puede decidir si vives o mueres. Así que mujer, deja de hablar y empieza a leer -dije señalandole los documentos -cuanto antes acabes tu trabajo antes podrás seguir con lo que quiera que hagas en tu mundana vida.

Sus brazos se cruzaron frente a su pecho, mis amenazas parecían no ser suficiente motivadoras para aquella mujer que bien podría haber sido una escudera de saber manejar el acero, no le faltaba valor, ni arrojo y mucho menos pasión.
Acorté la distancia quedando a escasos centímetros de ella, su cabeza se alzó para enfrentar mi mirada y mi dedo recorrió con una suavidad inusitada su mejilla hasta alcanzar su mentón que alcé mas mientras me inclinaba ligeramente para mirarla de frente.
Nuestras bocas casi se rozaron, el aliento se entremezclo y por un segundo eso fue todo lo que en esa sala paso.
-Naitiri, yo no pido nada por favor, así que deja de suplicarme que despierte el Ragnarök y obedece -ordené antes de soltar su mentón para recuperar mi posición.

Le señalé la silla con la mano alzando ambas cejas con gesto despreocupado -vamos -añadí en tono imperativo dándole un suave empujón para que caminara -mortal o no, aquí soy el que manda. No necesito valkiria en estos momentos, solo una traductora que conozca el idioma de los jeroglíficos y esa eres tu pequeña, así que mueve tu precioso culo y deleitame con tu sabiduría.

Volví a rellenar mi copa de whisky para recuperar después la posición tras la silla de Nai observando detenidamente por encima de su hombro.
-Se que eso es un fragmento del libro de los muertos -susurré centrándome ahora en los papeles, mientras llevaba mi dedo a esa parte del manuscrito -pero no logro entender nada -Osiris -susurré pasando la yema sobre una de las figuras -Ammit -dije sin pensar acariciando otro de los dibujos.

Los ojos de la egipcia me buscaron ,de nuevo esa magia que era patente cuando nuestros alientos se encontraban.
-Alguien me enseño algunas palabras -me escudé alzándome de golpe por primera vez siendo yo quien interponía distancia entre ambos.
Seguí bebiendo en silencio mientras la miraba trabajar, por la cara que ponía creo que algo iba mal.
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Mensaje por Naitiri Zahir Lun Mar 06, 2017 7:46 pm

Decir que aquel hombre no me enervaba y exasperaba era estar mintiendo descaradamente, no sabía por qué ni cómo lograba conseguirlo, pero hacía que la peor parte de mí saliera a relucir una y otra vez de forma constante, rebelándose contra él de forma continua por la forma en la que tenía de decir las cosas, la forma en la que se imponía sobre mí como si yo fuera una esclava y él fuera mí amo, por la forma en la que me miraba… en general, por todo. Había irrumpido en mí vida de aquella forma tan abrupta, me había llevado a dios sabía dónde contra mí voluntad, y encima de mostrar aquellos nulos y hasta la fecha inexistentes modales, me ordenaba que le tradujera unos textos cuando lo que tenía que hacer era pedirlo como era debido.

No podía evitar que ese lado mío saliera a flote y que era causado enteramente por él, porque nadie me había conseguido llegar hasta ese extremo en tan poco tiempo, apenas llevábamos una hora en aquel lugar y ya quería darle su segundo guantazo, aunque si mis manos hubieran estado libres todo el rato ya iría perfectamente por el tercero. No pensaba doblegarme ante él, ni ceder ante lo que quería porque me negaba en rotundo a aquello…mí fuerza de voluntad podía mucho más con aquello y mí orgullo, que tenía bien arraigado, me impedía que se saliera con la suya en ninguno de los aspectos. Otra en mí situación quizás pudiera sentirse intimidada con su estatura, con lo corpulento que seguramente era su cuerpo bajo esas ropas, de la amenaza muda que representaba la espada que estaba apoyada contra aquella mesita al lado del sillón… pero yo no me dejaba achantar por nada, ni por nadie.

Aquel vikingo se estaba equivocando totalmente conmigo en todos los sentidos, comenzaba a odiar el hecho de que pensara que tenía que hacerle caso y obedecerle solamente por que él lo estuviera diciendo. Hacía un tiempo que había dejado de obedecer a nadie, ahora simplemente era libre para tomar y dejar aquello que quería, y aunque él no pareciera darse cuenta, en el fondo me necesitaba para traducir aquellos documentos. Era él quien me había buscado, era él quien quería que le tradujeran aquello… y yo debía de aprovechar aquello tanto como me fuera posible haciendo que la balanza cayera sobre mí lado, y no sobre el suyo. Porque él tenía mucho que perder, y no iba a hacerme daño porque sino ya lo habría hecho.

El que sus ojos recorrieran mí cuerpo mientras estaba de pie en el centro de la habitación fue algo que me hizo resoplar con algo de pesadez, no me molestaba que me recorriera porque no era el primer hombre que lo hacía y con el paso del tiempo me había acostumbrado, aunque había que decir que tras dejar aquella vida hacía algún tiempo que no había estado a solas con un hombre que me mirara de esa forma, pero que en el fondo no me importaba ni me incomodaba en lo absoluto. Así que yo también me di el lujo de hacer lo mismo que estaba haciendo él y recorrerlo con mis ojos, bajé por todo su cuerpo notando esas ropas que escondían un cuerpo moldeado y corpulento sin duda alguna, bajando la vista para alzarla de forma lenta hasta llegar a su cintura donde ya no queda rastro de su excitación, al menos a la vista, subir a su pecho y terminar en su rostro donde de nuevo sus ojos se encontraron con los míos, a lo que enarqué una ceja como si quisiera darle a entender que qué pretendía con aquello, haciendo lo que él había hecho antes al mirarme.

Por supuesto que era audaz, me había pasado toda mí vida observando las reacciones y movimientos de las demás personas y había pocas cosas que se escaparan a mí control. Pasé de contestarle que era mucho mejor traduciendo porque si se comportaba como debía y lo pedía de la manera correcta lo llegaría a saber sin ningún tipo de problema. Sí, podía ver yo también que a veces le enervaba algunas de las cosas que le decía, aunque otras le hicieran algo de gracia, pero parecía que los dos estábamos en ese mismo punto. Quizás porque los dos teníamos ese carácter tan parecido que chocaba porque, si él era dominante, yo no me dejaba dominar y viceversa. Parecía más bien que estuviéramos en una especie de tira y afloja en el que ninguno iba a dar su brazo a torcer, y yo no pensaba hacerlo.


-¿Qué es lo que has dicho? –Pregunté en un tono bajo y afilado fulminándolo con la mirada para luego abrir mí boca como si no creyera lo que acaba de oír de sus labios, mis manos se cerraron en sendos puños con fuerza y me dieron ganas de cruzar el espacio que había entre ambos para darle el que, sin duda, sería el cuarto guantazo de la noche. Su machismo me estaba cabreando de sobre manera, y esa frase hizo que lo mirara como si realmente quisiera matarlo… bueno, en realidad, quería matarlo por ello- ¿Piensas que diciendo esas tonterías voy a ayudarte? A mi me enseñaron valores y educación, algo que por lo que veo a ti debieron de saltarte esa lección porque al ser hombre, al parecer, es más que suficiente. ¿Qué es lo que te enseñaron a ti? Ah claro, se me olvidaba –señalé la espada que descansaba contra el mueble- a luchar y a matar para ir al Valhalla –maldición, me entraron ganas de buscar algo que volver a tirarle a la cabeza con fuerza, algo que le pudiera hacer daño por la barbaridad que había soltado de sus labios. Vikingo bastardo y desgraciado, oh, ahora había agregado una nueva palabra para definirlo y seguramente no sería la última de la noche.

Podía ver que también le desquiciaba, ver cómo pasaba sus dedos por su pelo al ver que no le estaba haciendo el menor caso y que estaba pasando olímpicamente de él fue algo que me hizo sonreír de lado y disfrutar, si no era la única que salía desquiciada del lugar mejor para mí, si yo podía devolverle de alguna forma cómo me hacía sentir me daba por más que satisfecha. Parecía que al final iba a responderme a una de las preguntas, que ya era hora, pero sus palabras me hizo chasquear la lengua por aquello. De nuevo volvía a decirme que era su señor y volví a fulminarle con la mirada, al parecer no dejaba de hacer aquello porque no paraba de soltar idioteces como esa una tras otra. Pero cuando dijo que podría matarme si quisiera o dejarme con vida… fue algo que ya había escuchado con anterioridad.

Pasé de sus últimas palabras y sin poder evitarlo realmente llevé una de mis manos tapando mis ojos, eché levemente la cabeza hacia atrás y reí de forma irónica por lo que había dicho. ¿Qué podía matarme o dejarme con vida? Eso no era la primera vez que me lo decían, y debía de decir que quien me lo había dicho la primera vez sí que tenía toda la pinta de querer matarme llegado el momento, porque su amenaza fue tan real que la sentí en mí propia piel… de hecho, casi llegué a morir si no fuera porque llegaron a tiempo para salvarme de aquel maldito vampiro. Reí durante un par de segundos siendo mi risa lo único que llenaba el lugar, mí mano subió a mí pelo y lo aparté hacia un lado haciendo que mis rizos cayeran por el hombro mientras mí mirada se mantenía fija en sus orbes azules.


-¿Qué vas a matarme, dices? –Reí entre dientes y negué con la cabeza- Ya me han hecho esa amenaza anteriormente, y quien me lo dijo casi cumplió su palabra –entrecerré un poco los ojos- Hizo más que hablar para hacerme ver que no iba a salir con vida, tú me quieres con vida porque me necesitas, quieres que te traduzca los documentos y por ello has venido a buscarme, ¿no sería una estupidez que me mataras sin lograr lo que querías? –Enarqué una ceja, sonreí de lado y esperé a ver su expresión ante la veracidad de mis palabras y la razón que había en ellas. Me crucé de brazos esperando sus palabras pero en cambio se acercó acortando la distancia que nos separaba, elevé mí mirada para que no viera que me intimidaba sin moverme ni un ápice, su dedo se deslizó con delicadeza y lentitud por mí mejilla haciendo que me extrañara con la forma en la que me tocaba, hasta llegar a mí mentón y alzarlo para que nuestras miradas estuvieran a la misma altura.

Él había bajado su rostro ya que era más alto que yo y ahora nuestros labios también quedaron a la misma altura, por un momento todo quedó tranquilo a nuestro alrededor en esos efímeros segundos que estuvimos así. Su respiración entrelazándose con la mía, sus labios casi rozando los míos a centímetros de distancia, sus ojos de aquel azul tan intenso puestos en los míos de color miel que se miraban sin apartar la vista el uno del otro. Mordí mis labios levemente quedándome quieta hasta que me habló de aquella forma, algo que me hizo ladear levemente el rostro al sentir casi la familiaridad con la que me hablaba en ese momento, desconcertada. Oh, despertar el Ragnarök podría ser tan divertido que lo miré separarse y tomar cierta distancia tras haber estado tan cerca de nuevo.



-¿Sabes? La frase no tiene por qué empezar, ni terminar, con un “por favor” –lo miré sin moverme todavía- Con decir un “Naitiri, ¿me ayudarías?” sería mucho más que suficiente. No te estaba pidiendo que me rogaras, ya sé que eso no va con un vikingo como tú –volvió a señalar de nuevo la silla, me dio un leve empujón tras ponerse a mí lado para que comenzara a andar y cuando dijo aquella frase me giré de golpe haciendo que mí pelo quedara todo por mí hombro como una cascada de rizos oscuros, y su cuerpo se chocara con el mío al no predecir que iba a pararme- Vamos a asentar unas bases, aquí y ahora –le di un leve empujón con mis manos que no le hizo nada porque solo quería hacerle notar que iba totalmente en serio con aquello y empecé sin dejar que se negara o protestara- Primero; no soy tú esclava ni tú sirvienta para que me andes ordenando las cosas –le di con mí dedo un golpe en su pecho y lo dejé ahí- me las pides como a cualquier otra persona porque, por si no lo sabías, es como la gente normal lo hace. Así que si quieres que te ayude vas a tener que dejar ese tono mandón y condescendiente conmigo. Segundo; modales y educación, y con ello me refiero a nada de azotes, nada de cargarme sobre tus hombros y hablarme con propiedad. No te olvides que has sido tú quien me ha raptado, la que debería de hablarte mal soy yo y no al revés, así que si quieres que esto vaya más rápido deja tú lado vikingo para otro momento porque estamos en París, no en Noruega –volví a darle otro golpecito con el dedo en su pecho- Tercero; ¿me vas a decir tú nombre o prefieres que te siga llamando “vikingo bastardo”? –pregunté observándole- eso entra dentro del número dos: los modales –le di otro golpecito- Cuarto; deja mí precioso culo tranquilo –repliqué tal y como me había dicho él- y no –le di otra vez en el pecho- me llames –le di otra vez- pequeña –volví a darle algo más fuerte y lo miré de forma seria- ¿Lo has entendido o tengo que decírtelo en tú idioma para que me entiendas? Quizás si te lo ordeno lo comprenderías más rápido –dejé mí mano en su pecho notando el latido de su corazón bajo mí palma y su mirada puesta en mí sabiendo que aquello no le había gustado ni por asomo- Y ahora, te deleitaré con mi sabiduría –sonreí de lado y me alejé para sentarme en la silla y mirar los documentos que tenía delante de mí.

Podía notarse solamente con el estado en el que estaban los papiros que eran muy antiguos, estaban algo desgastados y su color no era el que debiera de tener si fueran nuevos, por lo que eran auténticos, no era ninguna imitación lo que tenía ante mis ojos. Reconocía aquellas imágenes que había en la parte superior del papiro, no eran la primera vez que las había visto aunque esta vez y a diferencia de las otras, tenía la página original ante mis ojos. Asentí con la cabeza cuando estuvo a mí espalda de nuevo y dijo que era el libro de los muertos, las imágenes que habían arriba era lo que lo corroboraban. Se podía ver perfectamente el juicio que Osiris, representado por un chacal hacía en la balanza de Maat, también estaba Tot quien apuntaba el resultado y Ammyt, la bestia quimera que devorado al que juzgaban si su corazón no era digno de pasar a la otra vida.
En cuanto él los reconoció giré mí vista para mirarlo extrañada porque un vikingo como él, quien no tenía nada que ver con nuestra cultura, supiera diferenciar aquellos Dioses sin error alguno. Parecía que sabía lo que estaba diciendo y me fijé en sus ojos para luego recorrer su rostro estando cerca de nuevo, sonreí al decirme que la habían enseñado viendo cómo se alejaba y volví a fijar mí vista en los papiros.


-Pues te enseñó muy bien –comenté pasando el dedo de forma leve por aquel juicio que se estaba representando- Dime, ¿por qué no buscaste a esa persona para que te ayudara si sabía sobre la mitología? –Giré mí rostro para mirarlo y mí vista fue de nuevo a aquel documento. Sin duda alguna se trataba de un juicio que se hablaba en el libro de los muertos, todos los dioses estaban representados al igual que lo que utilizaban pero… había algo en aquellos papiros que me era extrañamente familiar. Cogí el vaso donde me había puesto el whisky y le di un trago dejándolo sobre la mesa y mirando más de cerca. Algo no cuadraba con aquellos papiros, algo que jamás había visto en el libro de los muertos. Las imágenes estaban bien, pero los jeroglíficos eran algo distintos a los que había visto en mí vida. Parecía que estaban ordenados de una forma concreta como si formaran una serie… fruncí el ceño por aquello… aquello realmente no podía ser- Esto no puede ser –murmuré mirando las esquinas de cada uno de ellos, donde había una forma numérica como si hubiera que ordenarlos de una forma distinta. No podía ser porque alteraban el sentido a todo lo que aquellos papiros representaban, sabía que había muchos sobre el libro de los muertos… pero aquello… Además de ello había varios símbolos que no fui capaz de distinguir y que jamás había visto, salvo hacía demasiados años cuando aún no era consciente de nada. Terminé por levantarme dejando los papiros sobre la mesa y me mordí el labio para mirarlo, no le iba a gustar lo que tenía que decirle, y a mí me frustraba tener que decirle aquello también- Lamento decirte esto pero… -me mordí el labio- soy incapaz de traducirte lo que pone ahí escrito –mí mirada bajó de nuevo a lo que había traído- No logro descifrar lo que pone…
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Domando las llamas de Egipto. (Naitiri) Empty Re: Domando las llamas de Egipto. (Naitiri)

Mensaje por Ubbe Cannif Mar Mar 07, 2017 4:03 am

Sus ojos me buscaron, parecía interesada en quien había sido la persona capaz de enseñar a alguien como yo algo sobre la mitología egipcia. No tardó en venir su siguiente pregunta ¿por que no recurrí a esa mujer?
Obviamente lo hice, claro que ella desconocía ser esa mujer terca que conocí hacia ya unos años en Noruega.
Con un gesto y sin mediar palabra le indiqué que continuara a lo suyo, enarco una ceja mirándome y yo insistí señalandole con el dedo los manuscritos.

De nuevo el vaso acaparo mis labios para dar un profundo trago sin apartar mis ojos de ella, no parecía muy dispuesta a cesar en su empeño de hacer preguntas, mas tampoco yo cedería en el mio de no responderlas.
No podía tocar nada que cambiara la linea temporal y ya estaba arriesgando mas de la cuenta al raptar a aquella mujer, mas pocas eran las opciones que me quedaban ella era mi única esperanza, claro que eso no iba a reconocerlo.

La egipcia paso un buen rato frente a los documentos, parecía perturbada, como si las cosas no terminaran de cuadrarle, movía las hojas con sumo cuidado volteándolas, inspeccionando cada elemento en el que otro ni siquiera se hubiera fijado.
Mas cuando se alzó en mi dirección con aquella cara que lo decia todo sin palabras ,mi rostro se tensó.
Di un nuevo trago esperando que me ayudara a digerir lo que estaba por venir, algo que no auguraba nada bueno.

Mis ojos se hundieron en sus rasgados pardos, y entonces me sentencio a muerte, a mi y a todos los míos, pues no era capaz de descifrar esos malditos manuscritos.
La rabia se apoderó de mi. Mi familia había echo un gran esfuerzo por enviarme a este tiempo, en mis manos la salvación del norte, de mis primas, de la sangre que compartía con mi linaje y a la que le seria fiel hasta la muerte.

Tomé el vaso con fuerza lanzandolo contra la chimenea de piedra gris oscura, la lumbre dio un fogonazo frente a mis ojos por el combustible del alcohol lanzado.
El vidrio se hizo mil cristales mientras mi respiración se agitaba de un modo casi sobrehumano.
Di la espalda a aquella mujer que ahora parecía por primera vez asustada, me temía, quizás porque ahora ya no la necesitaba y si podría acabar con su vida.
-Vete -Rugí sin mirarla mientras mis ojos se perdían en el fuego tratando de hallar el modo de lograr mi propósito.

Yo no era de los que se rinden, soy un vikingo, mas si esa mujer no podía descifrar lo escrito, nadie mas lo haría.
Naitiri seguía inmóvil a mi espalda, como si estuviera pensando en algo que no me decía. Como si verme en ese estado de desesperación no fuera algo que esperara.
-No me has oído maldita mujer, sal de aquí -gruñí de nuevo entre dientes preso de la ira.

No quería que me viera así, mostrarme vulnerable no era mi plan del día, nuestro tiempo en el presente había terminado, pasarían años hasta que volviéramos a encontrarnos.
Me giré para enfrentar su mirada, no entendía que hacia aun en ese lugar cando le había regalado la libertad ¿no era eso lo que quería?
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Domando las llamas de Egipto. (Naitiri) Empty Re: Domando las llamas de Egipto. (Naitiri)

Mensaje por Naitiri Zahir Mar Mar 07, 2017 7:56 pm

Sabía de sobra que aquel vikingo no iba a aceptar de buena gana mis condiciones, pero era algo que realmente necesitaba si quería que le ayudara a traducir aquellos papiros. Papiros que a simple vista parecían que eran importantes, o al menos lo eran para él, tendría que echarles un mayor vistazo para determinar todo cuando pudiera averiguar de lo que tenía entre manos y de los que yo misma sentía curiosidad. Era una mujer muy curiosa y no iba a negarlo, así que la idea de poder echar mano a esos papiros era más que tentadora, ¿quién podría resistir la tentación ante algo como eso? Desde luego que yo no, más cuando sabía que podría ser algo importante y nuevo, si me había raptado era porque era de suma importancia que lo ayudara, así que tras dejar unas bases claras que sabía que no iba a obedecer, y algo más tranquila tras desquitarme un poco con él por la situación que estaba pasando, decidí sentarme en la silla para ver qué era lo que encontraba.

A simple vista pude reconocer los papiros que tenía ante mí, eran como bien había dicho fragmentos del libro de los muertos. Lo miré de reojo cuando dijo aquello y pude ver la representación típica que había en cada uno de los papiros, sobre todo el más grande de ellos que era donde mayor estaba detallada la imagen. Sabía también que había muchos fragmentos del libro de los muertos, se habían hallado múltiples papiros a lo largo del tiempo y todos y cada uno eran totalmente diferentes del anterior. Abrí el primero de ellos pues todos eran bastante grandes y me di cuenta de que había reconocido a dos de las figuras que aparecían en él, resultándome extraño que conociera aquello pues no era para nada su cultura.

Lo vi alejarse y sonreí de lado mirándolo de reojo para luego abrir los demás papiros exponiéndolos sobre la mesa, estos eran muy antiguos y se podía notar a simple vista el paso del tiempo que llevaban sobre ellos, estaban arrugados, algo amarilleados por el paso del tiempo, incluso a algunos les faltaba un trozo en las esquinas algo que era muy común y normal con aquellos papiros tan antiguos, así que eso me decía que eran auténticos porque hacer esas copias tan fieles y exactas era casi imposible. Les eché un vistazo comprobando que no solo hablaba de un fragmento del libro de los muertos, el libro de los muertos tenía muchos pasajes y fragmentos, casi tenía 190 capítulos o al menos era lo que se sabía.

Lo que allí tenía eran pasajes exactos de dos personas diferentes, pero sobre todo eran dos pasajes o fragmentos importantes en lo que los capítulos se refería. Eran los más importantes de todos: el juicio cuando el corazón era pesado para ver si era puro o no, y cuando los fallecidos podían adquirir poderes y propiedades de varias divinidades y luchar contra los enemigos. Volví mí vista de nuevo al vikingo que, ahora apartado, seguía bebiendo del vaso que llevaba en la mano. ¿Sabría él lo que tenía realmente y su importancia? Algo debía de saber para llevar aquello tan en secreto, porque sino podría haberse acercado al museo y pedir que lo ayudara a traducirlo… pero claro, ellos no pedían nada. Con aquellos papiros entre manos, que no cabían del todo bien en la mesa, me sentía más cómoda y despreocupada, sabiendo que por aquello él no iba a hacerme nada.



-¿Sabes realmente lo que tienes aquí? –Le miré de reojo pasando mis dedos de forma suave y delicada por uno de los papiros, observando sus figuras, los jeroglíficos y las representaciones que había. Eran tan familiares para mí, las había visto prácticamente desde que había sido una niña pequeña observando a mí madre trabajar sobre ellos, no pude evitar que algo de nostalgia apareciera al recordar a mí madre enseñándome a leer aquellos jeroglíficos que de pequeña me resultaban tan difíciles de comprender y de distinguir… y ahora, sin embargo, podía leerlos sin ningún tipo de problema- Posees algo sumamente valioso, no muchos tienen este tipo de papiros y francamente, que los tenga un vikingo es demasiado extraño –mí mirada se quedó clavada en él durante unos segundos para luego volver mí vista ante lo que tenía delante y comenzar a trabajar con aquello- ¿Podrías buscarme algo para apuntar? –Pregunté sin mirarle, pero al no recibir contestación directa lo miré sonriendo de lado- Si es porque me vaya a escapar tranquilo, tengo interés en lo que tienes aquí –esperé a que se moviera pero parecía una roca, así que lancé un suspiro y lo fulminé con la mirada- Gracias por tú ayuda –comenté en tono mordaz y de nuevo clavé mí vista en los papiros comenzando por el que era más grande.

Reconocía todo lo que había en aquel papiro, las personas que estaban dibujadas eran Osiris, Ammyt, la balanza donde pesaban el corazón, el escriba que apuntaba el resultado, Maat que era la diosa de la justicia, y Tot que era el dios de la sabiduría. Ese papiro hablaba sobre el capítulo del peso del corazón en la balanza;  En un plato de la balanza, sostenida por Anubis, dios chacal de la momificación, se colocaba una pluma de avestruz, la pluma de Maat, que simbolizaba la justicia; en el otro plato se depositaba el corazón que simbolizaba las acciones realizadas por cada persona. El difunto se salvaba cuando la pluma y el corazón quedaban en equilibrio. Si no era devorado por Ammyt, quien tenía cabeza de cocodrilo, la mitad del cuerpo de leopardo y la parte final de hipopótamo.

Hasta ahí era todo como debía de ser, así que pasé a ver quién se estaba juzgando y lo que decía aquel texto para luego poder traducírselo cuando hubiera terminado con él. Pero a diferencia de cuando tenía otros papiros que traducir en el museo, aquel que tenía delante de mí me era demasiado complicado de traducir… por no decir que me era casi imposible. Murmuré un “no es posible” para luego coger el vaso que me había dejado con el whisky y dar un trago, intentando relajarme porque no creía lo que mis ojos estaban viendo. Dejé ese papiro a un lado y cogí otro de los que había desplegado por la mesa para pasar el dedo por los jeroglíficos… obteniendo el mismo resultado. ¿Qué narices estaba pasando con aquellos papiros? Lo dejé de nuevo con cuidado y abrí otro más para darme cuenta que, al igual que con los dos anteriores, tampoco podía traducirlos.

Me quedé parada durante unos segundos en los que intentaba comprender cómo aquello era posible, cómo podía ser que no fuera capaz de leerlos cuando no había otros jeroglíficos, era como un idioma universal en aquella época. Me sentía frustrada y desconcertada a partes iguales, no podía creer lo que tenía entre mis manos y que además no pudiera saber de qué estaban hablando, porque solo entendía los dibujos que había de las representaciones de los dioses. ¿Cómo era posible? No quería creerlo pero la verdad estaba ante mis ojos, una cruda verdad. Mí vista se posó de nuevo en el vikingo y lo miré alzando una ceja, ¿y si eran falsos? No, no podían ser falsos. El color del papiro, el estado en el que estaban… todo hacía creer que eran verdaderos, pero aquello me desconcertaba.


-Dime una cosa, ¿de dónde los has conseguido? –Porque intentaba hallar alguna solución a aquello, y debía de reconocer que se me pasaron miles de cosas por la mente para aquello pero ninguna de ellas era lógica, como no era lógico lo que pasaba. Ahora era cuando debía de decírselo, decirle que no podía traducirle aquello… y no quería ni pensar en cómo se iba a poner tras la noticia. Me separé del escritorio y me levanté de la silla sintiendo su mirada puesta en mí todo momento, quedé a unos pasos de distancia con él y me mordí el labio antes de hablar y de decirle aquello- Yo… no puedo ayudarte –desvié mí vista a los papiros- No sé cómo poder traducirlo… -mí mirada entonces se fijó en la de él que había cambiado por completo, ahora estaba algo más oscura que hacía unos momentos que estaban fijos en los míos, por un momento se había quedado hasta casi inmóvil con lo que le había dicho. No se había esperado que le dijera aquello y dejé esos segundos para que lo asimilara, no sabía cuán de importante sería para él pero… lo comprobé unos segundos más tarde. Tras unos segundos el vaso que llevaba en la mano lo estampó contra la chimenea haciendo que las llamas crecieran y que yo diera un paso atrás por aquello, podía notar cómo su pecho y subía y bajaba con velocidad hasta que finalmente me dio la espalda quedando de cara a la chimenea. Había fallado en mí cometido por el cual él me había raptado, y no tenía muy claro qué es lo que podía hacer conmigo. ¿Dejarme ir? ¿Matarme? Podría hacer cualquiera de las dos opciones, al fin y al cabo, nadie sabía dónde estaba ni lo que me había pasado.

Esas cuatro letras fueron las que estaba esperando oír, me daba la libertad que yo tanto había querido desde el momento en el que desperté en aquella habitación. Y sí, sería lo más sensato ahora que había decidido dejarme marchar porque, ¿qué más podía hacer ahí? Nada, y en el estado en el que estaba él por el tono de su voz cuando me habló quizás lo más sensato fuera irme de aquel lugar y desaparecer de su vista, también es lo que yo deseaba así que no había mucho más que discutir en aquel momento. Sin embargo me encontré con que no me moví del sitio observando su espalda mientras en mí mente seguía dándole vueltas a que había algo, en esos papiros, que me era extrañamente familiar y que no lograba saber por qué. Viendo ahora su espalda y cómo se había puesto entendí que debía de ser algo importante para él, que no era un mero objeto que entender para poder vender… y había algo en todo aquello que no me cuadraba.

Sus siguientes palabras enviaron un escalofrío por todo mí cuerpo y di un leve respingo, “sí Naitiri, ¿qué haces todavía aquí?” Era lo que más pasaba por mí mente. “Vete, lárgate de ese lugar” era lo que oía en mí cabeza… pero algo en mí interior me decía que me quedara, que aún no había terminado. Se giró y su mirada se encontró con la mía, estaba tan lleno de ira y de furia como no lo había estado con todo lo que le había dicho. Pese a eso no me moví del sitio y enfrenté su mirada haciéndole ver que no le tenía miedo y que, por el momento, no iba a marcharme… no hasta que averiguara qué era aquella sensación que sentía y de la cual intentaba por todos los medios recordar. Sin decirle nada volví de nuevo a mirar los papiros dándome cuenta de que, en pequeño y casi invisible, había marcas en las esquinas con un símbolo que había visto hacía mucho tiempo y que, a su lado, había un número asignado. Comencé a ver las otras esquinas de los demás papiros y tenía exactamente lo mismo, todos enumerados del uno al seis, que eran los papiros que tenía. Como si algo se hubiera conectado en mí interior, me acordé de qué me sonaba y por qué había tenido esa sensación. Me giré para mirarlo sin creerme aquello que iba a decirle, porque de verdad que habría sido más fácil irme y dejarlo allí.


-Yo… -me mordí el labio mientras mí interior me repetía una y otra vez la misma frase: “Naitiri cállate. Naitiri… cállate” “Naitiri” “CÁLLATE” a lo que realmente no hice caso alguno y alcé mí vista para mirarlo sonriendo de lado- No está todo perdido –dije esperando que aquello le hiciera cambiar de expresión y seguramente no estuviera entendiendo nada- No sé de donde has sacado esos papiros, pero no son como el resto –negué con la cabeza- Y ni yo, ni nadie, podría traducirlos a no ser que supieran como hacerlo –ahora sí que debía de estar sin entender nada- Había una persona que podía ayudarte a traducirlos pero… está muerta –desvié mí mirada un segundo recordando a mi madre, lancé un suspiro y lo miré,recordarlo era bastante doloroso- Recuerdo haber visto esa marca que hay en las esquinas de los papiros, tan solo era una niña pero lo he recordado… podría ayudarte, vikingo, pero para ello creo que vamos a tardar más de lo que creía –ladeé un poco mí cabeza, ¿hasta dónde estaría dispuesto a ir por traducir y descifrar aquello?- Recuerdo que mí madre me lo enseñó cuando era pequeña, recuerdo que lo apuntaba todo en unos cuadernos como anotaciones. Todo lo que necesitamos está en esos cuadernos, lo que necesitamos para descifrar lo que pone porque es como... un mensaje cifrado. Pero hay un pequeño problema –me crucé de brazos, di un paso hacia él y lo miré alzando mí mirada para ver sus ojos azules- Están en Egipto, sé que están allí aunque no haya podido encontrarlos. Si quieres traducir esos papiros es lo único que puedo ofrecerte –y eso era decir demasiado, porque significaba muchas cosas aquellas simples palabras, así que dejé que lo asimilara todo y esperé que me dijera lo que hubiera pensado. Elevé una de mis manos y la dejé sobre su pecho, podía notar el latir de su corazón bombeando con fuerza bajo la palma de mí mano- ¿Y bien? ¿Aún quieres que traduzca esos papiros? -terminé por preguntar esperando su respuesta con mis ojos fijos en los suyos.
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Mensaje por Ubbe Cannif Miér Mar 08, 2017 5:52 am

Inmóvil me observo, sus ojos anclados en mis orbes azules parecían buscar una calma que la tempestad de mi alma no daba.
-¿que estas sorda? -rugí de nuevo acortando las distancias que nos separaban para darle un empujón esta vez hacia la puerta -¡largo!

Esa mujer era terca como una mula, aprovechó mi empujón para mover su menudo cuerpo mas no en la dirección que yo esperaba si no en otra bien distinta.
Ladeé mi cabeza siguiendo con mis ojos aquel curvilíneo cuerpo que estaba despertando en mi demasiadas sensaciones encontradas.
-No te aconsejo que juegues con un vikingo, arderás en las llamas egipcia -espeté entre dientes al verla de nuevo tomar los documentos para inspeccionarlos con calma.

Guarde silencio, ya me había dicho que no había nada que hacer ¿a que demonios jugaba?
Ladeé la sonrisa acercándome al mueble bar para servirme otra copa, a fin de cuentas iba demasiado sobrio para asumir que todo estaba perdido, que mi linaje acabaría en una guerra sin plantel donde moriríamos demasiados norteños.

Naitirí acortó de nuevo la distancia que nos separaba, sus ojos buscaron los míos, esta vez había algo distinto en ellos ¿pero que?
“no esta todo perdido” esa frase se clavo en lo mas profundo de mis entrañas dibujando esperanza en mi rostro que ahora se destensaba para prestarle toda mi atención.
-Habla mujer ¿que necesitas para poder descifrar ese símbolos? Te lo conseguiré -añadí atarantado mientras mi mirada se centraba en ese labio que se mordía fruto de los nervios, un gesto que bien conocía y que despertó en mi la misma reacción que siempre tenia.
Mi dedo surco la distancia para rozar su boca y separarlo de sus dientes
-No hagas eso -susurré dejando escapar el aire pesado mientras la voz sonaba mas ronca de lo que hubiera deseado.

Me volvía loco cuando lo hacia, mas tampoco iba a culparme por ello, era un vikingo ¿que esperaba que mi hombría no reaccionara frente a un cuerpo como el suyo?
Siguió hablando, sus palabras parecían mas complicadas que los propios pergaminos ¿como que no podía traducirlos? ¿en que quedábamos? Y entonces llegó la siguiente frase sentenciadora del día.
“La persona que podría ayudarte a traducirlos esta muerta”
Apreté los puños cabreado, estaba jugando con mi voluntad ¿quería quebrarme? No sabia con quien se enfrentaba.
-Espero que ese no sea el final de tu palabras porque si lo es, juro frente a Odin, que no saldrás de aquí intacta -amenacé hundiendo en ella mi oscurecida mirada.

Un gesto le basto esta vez para hacerme callar, estaba claro que no había terminado si no que solo había comenzado a hablar.
Me divirtió cuando frunció el ceño al escuchar mi amenaza, creo que hasta se planteo no decir nada mas, pero...lo hizo.

Escuché cada frase, cada palabra, su madre era la clave, sabia lo que para ella significo esa mujer, era un referente en su vida, una vida que no le resulto nada fácil, eso admiraba de Naitiri, su arrojo, no era una mujer norteña, mas bien podría serlo por su indómito carácter y el modo que tenia de afrontar las cosas.
-Egipto -musité sin apartar mis ojos de los suyos ni por un minuto. Su mano se afianzo en mi pecho, sentí el calor de esta y como mi sangre hirvió por su contacto.
-Iremos a Egipto sentencié sin mas, mientras un paso acortaba la distancia entre nuestros cuerpos.

Mi mirada se deslizó hasta su boca, allí me perdí sintiendo su respiración trémula, cálida sobre mis húmedos labios bañados en alcohol.
-Solo hay un problema -susurré ladeando mi sonrisa -no tengo dinero para pagar un barco.
Era un problema relativo, pues yo era un vikingo, saquear era lo mio y aunque no debía tocar nada que quebrantara la linea temporal, supongo que quien roba a un ladrón tiene cien años de perdón. Sabia donde se hacían los negocios mas sucios en aquella ciudad, solo tendría que acudir allí y tomar prestado el botín de algún cargamento de drogas, armas o demás.

Parece que la egipcia era capaz de leer mis pensamientos pues su ceño se frunció de nuevo haciéndome sonreír con complicidad, algo que hasta ahora no había logrado esgrimir frente a ella ni por un momento.
-Ve a tu casa y llevate los pergaminos -alcé su mentón para que de nuevo me mirara y asegurarme de que entendía exactamente lo que le estaba pidiendo -es peligroso, así que no te detengas, ciérrate nada mas atravieses el umbral y espérame allí, no abras a nadie que no sea yo ¿entiendes? -ordené con mi autoritario carácter -tengo que conseguir el dinero que necesitamos para el viaje, tu prepara ropa de muda – ladeé la sonrisa mirándola con picardia -si es sexy, mejor, al menos ya que tu conversación no es amena, me podré alegrar la vista.

No pude evitar echarme a reír a carcajadas, por un momento pensé que me lanzaría algún objeto contundente, mas se limitó a golpearme el pecho donde tenia apoyada la mano cerrando el puño con fuerza.
-No me haces daño, lo sabes ¿verdad? -bromeé con bastante mejor humor del que tenia hacia unos momentos atrás -Por cierto, prepararme un baño, algo me dice que llegare sucio y dudo quieras meterme en tu lecho en ese estado -le guiñe un ojo antes de poner distancia entre ambos.
-Ve Nai, y no te detengas -ordené.

La egipcia tomó los papiros y los escondió como pudo entre sus ropajes, parecía decidida a ayudarme, mas lo que no entendía eran los motivos que la llevaban a ayudar a un completo desconocido.
Estaba a punto de salir por la puerta cuando mi mano aferro su muñeca.
-¿Por que Nai? ¿por que me ayudas? -supongo que necesitaba saberlo.
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Mensaje por Naitiri Zahir Miér Mar 08, 2017 12:16 pm

Desde el momento en que le dije que no podía ayudarle y vi la expresión de su cara, como si aquello fuera lo peor que pudiera decirle y quizás lo último que esperaba escuchar de mis labios, por mí cabeza rondaba la idea de irme de aquel lugar. Él me había buscado en la idea de que le ayudara a traducir aquellos papiros, pero ahora que me había dado cuenta de que no podía… ¿qué sentido tenía quedarme allí? Ninguno. No había sentido alguno para que me quedara puesto que no podía hacer mucho más por él, me frustraba la idea de no poder traducir aquello cuando en el fondo, muy en el fondo, había algo que me decía que siguiera investigando un poco más, algo que no debía de dejar escapar porque iba a lamentarlo. Pero intentar discernir qué era aquello era algo difícil, sobre todo cuando la mayoritaria parte de mí mente me gritaba de forma firme y contundente que me largara ahora que se me había presentado la oportunidad que tanto había estado deseando. Sin embargo, pese a que se giró a mirarme de aquella manera tan intimidante, y del fuerte empujón que me dio contra la puerta en el que su mano tiró de mí brazo… no me moví.

Estaba loca por hacer aquello y lo sabía con cada paso que daba de nuevo hacia aquellos papiros que me tenían tan desconcertada, él seguía con la firme línea de no responder a ninguna de mis preguntas y eso dificultaba enormemente la tarea que quería llevar entre manos. Si él no me aportaba algo de información así iba a ser imposible terminar por ayudarle, de hecho, no estaba haciendo nada en su favor para que le ayudara desde el mismo momento en que había despertado en aquel lugar. Su lenguaje soez y descarado, su firme idea de que me tenía que ordenar, la forma en la que muchas veces me miraba… no, no había echo absolutamente nada para que terminara por decidir ayudarle. Mas sin embargo, si lo hacía, era únicamente por el reto que presentaba aquellos papiros que ahora volvía a examinar como si me hubiera pasado algo por alto, haciendo caso a aquella intuición sabiendo que muchas veces era lo que marcaba una clara diferencia en la vida. Mí vista se dirigió a él de nuevo estando en el escritorio al decirme que no jugara con él.


-Y yo te aconsejo que no me retes, vikingo, porque esta egipcia hará que ardas en las llamas hasta que sólo queden tus cenizas –le fulminé con la mirada volviendo de nuevo a aquello, en ese tira y afloja constante que habíamos mantenido desde el mismo momento en que desperté y del cual parecía que ninguno de los dos íbamos a ceder al respecto. Mí vista volvió de nuevo a los papiros y, al seguir aquella intuición, fue donde encontré aquella marca, ese símbolo que no veía desde hacía tiempo y que casi estaba dormido en mí memoria y ahora había despertado al encontrármelo de nuevo. Podría no estar todo perdido, podría todavía haber esperanza de descifrar y traducir aquello… pero sabía, sin embargo, que la respuesta no estaba en París y no estaba al alcance de ninguno. Algo me decía que me callara y me larga, total, ¿qué había hecho él para que le ayudara? Nada. Pero era mí curiosidad y el reto que me presentaba aquello lo que hizo que finalmente me acercara a él y le dijera que todavía había esperanza.

Pude ver cómo su rostro cambiaba de semblante y la furia y la rabia, así como la desesperación que se habían reflejado antes en ella, cambiaba ahora y pasaba a ser una de esperanza, tranquilo como si aquello le hubiera devuelto el aire a sus pulmones y hubiera sido un soplo de vida para él. Rodé los ojos ante la imposición de nuevo en forma de orden de que hablara para conseguir lo que necesitaba, algo que no iba a ser del todo fácil. En mí anterior viaje a Egipto había intentado buscar aquellos cuadernos y había fracasado en la búsqueda, no había garantías de que los encontráramos ahora pero por el momento era lo único que podía ofrecerle. Sin siquiera darme cuenta vi cómo su mirada se centraba ahora en mí labio, el cual estaba mordiendo como manía y costumbre arraigada durante años, hasta que llevó un dedo para hacer que dejara de morderlo ante mí desconcierto por aquello. Iba a preguntarle un “¿Por qué?” cuando su tono, de aquella forma, me dio la respuesta que necesitaba. No comenté nada al respecto y seguí contándole todo aquello que necesitaba saber.

Decirle que quien nos podría haber ayudado sin problema alguno estaba muerta era bastante complicado, no sólo porque anulaba una de nuestras posibilidades, sino porque recordar que mí madre estaba muerta era todavía doloroso para mí. Pude sentir cómo su mirada de nuevo cambiaba, cómo su cuerpo se tensaba por mis palabras porque sin duda alguna no se las esperaba y ahí vino la amenaza que había esperado, cuando un vikingo juraba algo por sus dioses lo veía cumplido costara lo que le costara. Que jurara por Odín, el padre de todos sus dioses, no fue algo que me tranquilizara en absoluto… pero seguí hablando, estaba convencida de cada una de mis palabras y de lo que teníamos que hacer para descifrar aquello que me había traído, así que su amenaza podría relegarla al olvido.


-Egipto, sí
–le volví a decir cuando terminé de hablar porque, una cosa era que pudiera estar en París y otra muy diferente en Egipto, así que lo repetí para que entendiera que aquello nos iba a llevar más tiempo de lo esperado en un principio, y eso contando que pudiéramos encontrar los cuadernos- Sé que los cuadernos están allí, escondidos en algún lugar, y apostaría mí vida en ello –lo miré dejando mí mano sobre su pecho- pero también te digo que no garantizo que los encontremos, la última vez que fui no pude hacerlo. Quizás ahora sea diferente y entre los dos los hallemos –quise dejárselo en claro antes de que aceptara nada, podría ser un viaje que acabara sin ningún resultado como podríamos encontrarlos… pero debía de saber el riesgo que suponía y que no había un porcentaje al cien por cien de éxito. Aceptó ir a Egipto aún sabiendo lo que conllevaba aquello y me mordí el labio, no había pensado volver tan pronto a mí ciudad natal pero sin duda valía la pena intentarlo- Iremos a Egipto entonces, pero más en concreto, debemos ir a la ciudad de Guiza. Allí nací y me crié así que es el lugar más indicado para encontrar los cuadernos de mí madre –sin quitar mí mano de su pecho se acercó acortando la distancia lo que me hizo elevar mí rostro para mirarle, de nuevo volvíamos a estar tan cerca que podía notar su respiración contra la mía, sus labios tan cerca de los míos que me resultaba fácil notar el olor a whisky que desprendían de estar bebiendo, sus ojos puestos en mis labios… pero como las anteriores ocasiones, solo se quedó en eso. Cuando alzó su mirada para mirarme y dijo aquello con esa sonrisa, intuía lo que quería decir- ¿Qué problema? –Y ahí vino la confirmación, aunque supe que por la sonrisa que traía puesta no iba a ser un problema porque ya había pensado la forma de solucionarlo y seguramente sería al estilo vikingo.

Era lo que mejor sabían hacer, saquear, conquistar y arrasar… para él no sería demasiado problema conseguir el dinero que necesitábamos para el barco porque lo llevaba en la sangre, no iba a preguntar cómo lo iba a conseguir porque aparte de que no quería saberlo, sabía de sobra la respuesta a esa pregunta y preferí ahorrármela. Fruncí el ceño por aquello y su sonrisa tan sincera me hizo saber que estaba en lo cierto. De nuevo elevó mí rostro alzando mí mentón y volvió a ordenarme de nuevo cuando ya le había dicho que no lo hiciera… era tan cabezota que, por ese momento, preferí no rebatirle porque ya tendría tiempo de hacerlo. Quisiera o no se iba a acabar el que me mandara como si fuera mí dueño y mí señor, le estaba ayudando y tenía que entenderlo y que se le metiera en esa cabeza dura y hueca que parecía tener.

Quitando el hecho de que aquello era peligroso y sin querer saber cómo iba a conseguir el dinero, no pude evitar abrir mí boca levemente ante lo que acababa de decir… ¡sería descarado! No pensaba llevarme ropa sexy para que se pudiera deleitar con las vistas y mucho menos iba a hacerle caso en aquella locura. Quería volver a tirarle algo a la cabeza, pero como no había nada cerca que pudiera coger, decidí darle golpes con el puño cerrado en su pecho donde había estado antes mí mano, pero lo único que conseguí es que se riera a carcajadas por mí arrebato y yo le diera más fuerte gruñendo por aquello… odiaba que me enervara de esa forma y consiguiera desquiciarme con tan sólo unas pocas palabras.



-¡Maldito vikingo descarado!
–Me alejé para guardar los papiros en el maletín que llevaba cuando salí del museo no sin antes darle un empujón sin responder a su provocación, ya intuía que no le hacía mucho daño pero yo me desquitaba un poco haciéndolo y, mucho menos, de entrar en detalle sobre lo de dormir en mí cama. ¡Maldito fuera mil veces! Bufé guardando las cosas en el maletín y echándole un último vistazo comencé a andar hacia la puerta, justo cuando estaba llegando a ella sentí su mano en mí muñeca parando mí avance. Escuché sus preguntas y quedé mirando la puerta durante unos segundos para luego girarme, extrañada por cómo me había llamado aquellas dos veces, y fijar mis ojos en los suyos mirándolo como si intentara averiguar algo a lo que no lograba comprender- ¿Por qué me llamas tú Nai? –Contesté con otra pregunta porque solo aquellos que me eran cercanos me llamaban de esa forma, y que él lo hiciera… era demasiado extraño. Además, ¿qué iba a decirle? ¿Qué le ayudaba porque era buena persona, porque solía ayudar a los demás aun cuando luego eso hiciera que me sintiera como una idiota? ¿Qué había algo en él, que no lograba saber qué era, por lo que mí interior me decía que lo ayudara? No iba a decirle nada de eso- Porque de alguna forma mí madre me preparó de pequeña para esto, porque era algo que ella llevaba cuando… -me mordí el labio, iba a decirle cuando nos raptaron, pero conseguí callarme- Porque quiero llegar al fondo de todo esto, y si eso implica que te tengo que ayudar para ello… que así sea. Eso era importante para mí madre, y quiero saber la verdad –me solté de su agarre y fruncí un poco el ceño- ¿Por qué sabes dónde vivo? ¿Me has estado siguiendo? –Sino, no entendía por qué me decía con tanta seguridad que luego se presentaría en mí casa. Echándole un último vistazo me alejé por la puerta para encaminarme a mí casa donde ya debería de estar desde hacía un par de horas sin ningún incidente de por medio.

Solo cuando llegué y cerré la puerta apoyando la puerta tras mí espalda… fui realmente consciente de todo. Apoyé la cabeza contra esta y cerré los ojos notando como mí perra Isis venía a saludarme, era la única alegría que me había llevado en aquel día. Decidí que antes de hacer nada necesitaba darme un baño y poner en orden mis ideas y pensamientos. Era de locos, ¿por qué había decidido ayudarle? Porque había traído aquellos papiros donde algo que mí madre tenía guardado en secreto ahora salía a la luz… era demasiado inverosímil. Tras un buen baño me puse aquel camisón y la bata roja encima y me senté en el sofá del salón donde en la mesita baja que tenía enfrente estaban los papiros extendidos, los estaba revisando de nuevo sin poder creerme que aquello estuviera pasando. No sé cuanto tiempo pasó hasta que la puerta sonó y me levanté acompañada de Isis para abrir, me asomé y lo dejé que entrara y que dejara las cosas llevaba para mirarlo de forma fija.



-Sígueme –fue lo único que dije cruzándome de brazos y comenzando a andar por el pasillo hasta llegar a mí habitación, decorada en negro blanco y algo de dorado por los adornos egipcios que había en el lugar, seguí andando hasta llegar a una puerta y la abrí para mostrarle la bañera y hacer que pasara- Ahí tienes tú baño, y ahí tienes ropa –le señalé una banqueta donde le había dejado algo que ponerse- Báñate y cuando termines te espero en el salón –comencé a alejarme para salir por la habitación- Tenemos cosas de las que hablar –y quisiera o no, iba a escucharme. Volví al salón donde mí perra estaba tumbada en el sofá y me senté a su lado organizando mis ideas y poniendo en orden todo aquello que quería decirle. Aquello ya no se trataba de un par de horas, íbamos a pasar más tiempo juntos y no iba a dejar que me siguiera hablando como si me ordenara, y si quería mí ayuda puesto que yo era su única ayuda… iba a tener que empezar a calmar sus humos y a colaborar. Quisiera o no. Oh, y por supuesto que no iba a dormir en mí cama... tenía un bonito sofá que era de lo más cómodo para él.
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Mensaje por Ubbe Cannif Miér Mar 08, 2017 2:35 pm

La egipcia se detuvo, parecía sorprendida por mis palabras, como si buscara la respuesta correcta, si es que esta existía para saber el porque me ayudaba.
Su madre, al parecer para ella esos diarios eran una asignatura pendiente, digamos que eso situaba esto en una común unión. Los dos nos necesitábamos de un modo u otro, yo porque sin ella la traducción seria imposible, ella porque sin mi espada, la búsqueda también lo seria.

Ladeé la sonrisa con cierta picardia. parece que la dama ya se preparó para otra de mis ironías, pues de un tirón aparto su piel cálida de mi mano.
-y yo que pensaba que era porque te parecía un hombre arrebatadamente follable -bromeé dejando de nuevo escapar un par de carcajadas.

Entonces llegaron sus preguntas, parece que no había entendido la lección, no iba a responder ninguna de ellas, cero, y mucho menos estas que me comprometían demasiado.
Terca, testaruda, parecía esperar unas respuestas que ni llegaban ni lo harían.
Me limité a encogerme de hombros con fingida indiferencia y darle la espalda para buscar la espada bastarda que reposaba sobre el mueble del interior.
Ambos teniamos trabajo, cuanto antes partiera antes compartiríamos lecho, eso era un hecho.

La egipcia se fue,y yo tras ella, aunque cada uno nos dirigimos al lugar acordado para varias horas después presentarme en su puerta completamente ensangrentado.
Sus ojos se clavaron en los míos, de nuevo me encogí de hombros, quizás para que entendiera que tampoco iba a responderle a aquello que se le estuviera pasando por su preciosa cabecita.

La seguí en silencio, creo que porque ni palabras me quedaron cuando la vi con ese camisón que quebrantaba todas las leyes de la ética y el batin de raso rojo que incitaba a algo pecaminoso.
-No pensaba que te tomarías tan en serio mi mandato, llevo varias semanas sin tocar a una mujer y me estas poniendo las cosas francamente complicadas -advertí con una sonrisa ladeada que lo dijo todo.
Podía culparme de muchas cosas, mas no de ser un mentiroso, vale, mis modales no eran precisamente la mejor de mis virtudes, mas ya se acostumbraría ¿acaso le quedaba otro remedio?

Abrió la puerta del baño, una tina con agua templada me esperaba, fruncí ligeramente el ceño cuando con cierta sequedad me indicó que ahí estaba mi ropa y que me esperaba en el salón.
-Mujer, no vas a ayudarme a darme el baño -pregunté mirando fijamente sus ojos pardos.
Como respuesta un portazo mientras yo maldecía a sus dioses desde el otro lado.
-Espero al menos que la ropa que me hayas preparado no sea un camisón y un batin de raso -rugí enfadado -no se recibe así a un guerrero que viene de librar una gesta, mujer.

La podía oír resoplar por el pasillo, parece que empezábamos a entendernos la mas de bien, pensé sin poder contener la risa.
Dejé caer la espada a un lado, después las pieles y por ultimo cada prenda de ropa que cubría mi cuerpo.
Me introduje en la tina y me sumergí entero dejando el agua de un tono escarlata, por suerte la mayor parte de la sangre no era mía, si no de los pobres desgraciados que habían osado a enfrentarse a un vikingo con la esperanza o ignorancia de creer poder contarlo.

Después miré la ropa, era ropa cómoda, con lo cual me la puse y caminé descalzo hacia el salón dejando todas mis ropas por el suelo del baño, eso si, tome la espada y las monedas, nunca se sabe cuando vas a necesitar un arma.
-Bien, ya estoy listo ¿nos vamos al lecho mujer?
Le lancé al regazo una bolsa de oro, pesaba bastante, posiblemente ahí tendríamos suficiente como para comprar el barco entero, mas con unos pasajes seria suficiente.
-De nada -dije con cierto aire engreído mientras mis ojos se deslizaban por sus infinitas piernas desnudas.
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Domando las llamas de Egipto. (Naitiri) Empty Re: Domando las llamas de Egipto. (Naitiri)

Mensaje por Naitiri Zahir Jue Mar 09, 2017 8:09 pm

Debía de haberme marchado cuando tuve la oportunidad frente a mis ojos, coger mis cosas y salir de aquel lugar para olvidar lo que había pasado en aquella casa que estaba abandonada. Sí, debería de haberlo hecho y sin embargo ahora había complicado mucho más cosas y las había enredado de una forma en la que no pensé jamás que sucedería. De alguna forma me había anclado a aquel hombre sellando por un tiempo determinado mí camino junto al suyo, ambos nos necesitábamos para lograr un objetivo que ahora parecía común ya que si yo una vez no pude encontrar los cuadernos, quizás ahora que iba con él pudiera encontrarlos. Es lo que quería creer, es lo que quería pensar. Después de tantos años aquella parte de mí memoria, que era como si hubiera estado bloqueada, salía a la luz y se presentaba en mí vida aunque con un invitado completamente inesperado.

Llegar a casa fue lo mejor de aquella noche, allí me sentía más a gusto, más cómoda y mucho más tranquila y relajada, como si lo que había vivido hacía unas horas hubiera sido todo mentira y como una pesadilla… pero la realidad era bien diferente, tenía un maletín cargado con documentos que no podía traducir y a un vikingo que a saber cuándo se iba a presentar en mí casa con el dinero para los pasajes, dinero que no quería ni pensar cómo lo iba a conseguir aunque solamente pensando en lo que era sabía perfectamente la respuesta a aquella pregunta. Dejando todo de lado me preparé un baño de agua templada y sales aromáticas, algo que me relajaría para toda la tensión que había acumulado con aquel encuentro.

Fruncí el ceño al pensar en aquel hombre, me enervaba de una manera que nadie hasta la fecha lo había hecho, tenía la capacidad de con pocas palabas sacarme un poco de mis casillas… como las que había dicho en aquella habitación donde daba a entender que tenia algún tipo de interés sobre él. Medio gruñí por ello y decidí terminar de darme el baño para cambiarme de ropa e intentar relajarme, pensar con claridad todo lo que quería decirle a su regreso porque me iba a escuchar y aquella vez no se iba a librar. Ahora éramos algo así como… socios, quizás, que nos habíamos juntado para conseguir un mismo objetivo y no iba a dejar que siguiera dándome órdenes, me había cansado de escuchar que todo lo que me decía venía con un tono de orden y con ese deje que comenzaba a odiar cada vez que lo empleaba conmigo.

Dejé los papiros sobre la mesa una vez ya cambiada de ropa y los volví a examinar de forma más tranquila, la chimenea estaba encendida y aportaba calidez al lugar, las sombras de las llamas se proyectaban en la pared junto con las demás velas que tenía alumbrando el lugar, mí perra a mí lado tumbada sintiendo su calor por estar pegada a mí cuerpo y tranquilizando incluso aunque no estuviera haciendo nada, solo su presencia junto a mí me calmaba. No supe cuánto tiempo pasé de esa forma, mirando y buscando en libros, haciendo alguna que otra anotación en un pequeño cuaderno de cuero negro que llevaría conmigo para anotar todo cuando la puerta sonó, alcé mi mirada y supe que era él… no esperaba a nadie más aquella noche. Con Isis tras de mí me acerqué a la puerta abrigándome en la bata hasta que llegué a esta y la abrí.

Tras ella como había esperado se encontraba aquel vikingo testarudo y cabezota, mandón donde los hubiera, cubierto de sangre que me miraba esperando que lo dejara pasar, fruncí el ceño y solo obtuve un encogimiento de hombros como respuesta a aquello dándome a entender que no iba a decirme nada. Le pedí que me siguiera mientras él cerraba la puerta e Isis iba a mí alrededor siguiéndome tras haberse fijado en él, y fue cuando escuché sus palabras que me hicieron mirarlo de reojo por encima del hombro mientras seguía andando por el pasillo hasta llegar a la puerta del fondo donde estaba mí habitación, que era también donde dentro de esta se encontraba el baño.



-¿Crees que me he vestido así para ti? –Pregunté enarcando una ceja, observando su sonrisa ladeada pero sin pararme en ningún momento- Tengo mejores cosas que hacer que darte el lujo en todas y cada una de tus excéntricas órdenes –comenté llegando a la puerta de la habitación, la atravesé y me paré en la puerta del baño- Ahí tienes tú baño como habías pedido, disfrútalo –me alejé pasando por alto sus palabras de que le ayudara con el baño, de sus palabras sobre la ropa y de que así no se recibía a un vikingo que venía de una pelea- Error. Yo no soy una vikinga –fue lo último que oyó salir de mis labios antes de que cerrara con un portazo y me alejara maldiciéndolo por el camino- Será imbécil, maldito idiota –murmuré por el pasillo para de vuelta llegar hasta el salón donde me senté junto a Isis que ya se había subido, y comencé a acariciar su pelaje negro teniendo su cabeza apoyada en mis piernas pensando en lo todo lo que iba a decirle. Tenía que intentar controlar que no me enervara de esa manera, pero tenía una facilidad absoluta para sacar ese lado que tenía y por el cual habíamos mantenido todo el rato aquel tira y afloja del cual, ninguno de los dos, iba a ceder en ningún momento.

Podía oír sus pasos a través del pasillo en dirección hacia donde estaba hasta que segundos más tarde apareció por la puerta del salón quedándose en mitad de este, su figura imponente era devorada por las llamas de la chimenea que recorrían su cuerpo como así también su rostro, le observé de forma fija mirando las ropas que le quedaban bien y luego centré mí vista en que llevaba su espada consigo así como una bolsa de tela donde seguramente estuviera el dinero. Su pregunta de si íbamos ya a la cama me hizo fulminarlo por enésima vez aquella noche fijando mis ojos pardos en los suyos azules que ahora adquirían matices dorados por las llamas de la chimenea. ¡Vikingo bastardo! ¿Cómo se atrevía a decirme eso? ¡Sería ingrato y osado! Lanzó la tela donde contenían las monedas y, por un momento, me hizo recordar a mí anterior trabajo… como si pagara por mí. Quité la cabeza de mí perra para levantarme y me acerqué a él de forma despacio, escuchando el tono engreído de su voz y como sus ojos me habían recorrido sin pudor alguno.


-¡Qué insolente, engreído, descarado y bastardo vikingo eres! –Me acerqué hasta él elevando mí rostro para poder verle bien no sin antes dejar un golpe con fuerza en su pecho, sabía que no le hacía nada, pero a mí me ayudaba a quitar parte de la furia que me recorría por dentro y mí pecho subía y bajaba con rapidez, fulminándolo con la mirada con fuego en mis ojos- Escúchame bien, basta de órdenes por tú parte, estoy harta de que lo hagas. Tú me necesitas y yo te necesito así que estamos en igualdad de condiciones. Vuelve a mandarme una sola vez más, y te prometo que jamás te ayudaré a descifrar esos documentos –y sí, lo estaba amenazando con lo que sabía que tenía en mí poder para hacerlo- Estamos en el mismo barco y más le vale a esa cabeza hueca que tienes aceptarlo de una maldita vez –pese a que era más alto que yo no me dejé intimidar en ningún momento, sintiendo sus ojos sobre los míos- Y ahora siéntate en el sofá –esa vez fui yo quien le ordenó mientras salía del salón y me acercaba a una salita que había enfrente para coger de un armario un botecito y unas gasas para volver con ello puesto en una cesta, viendo que al menos me había hecho caso y estaba sentado junto a mí perra- Isis, baja –le hice una seña con la cabeza y mí perra obediente se bajó y se fue a su cesta que tenía cerca de la chimenea. Me senté a su lado de cara a él dejando la cesta sobre la mesa y cogí el botecito para abrirlo e impregnarlo en la gasa, tenía un corte en la parte de la clavícula que se podía ver porque había manchado la camisa, y la aparté un poco para limpiar la sangre de la herida viendo el corte que tenía- Mañana tengo que ir al museo a informar de que iré a Egipto a supervisar unas excavaciones –me habían dado la excusa perfecta para ausentarme por un tiempo con aquellos papeles que me habían dado- No puedo desaparecer de mí trabajo de la noche a la mañana, así que tú te encargarás de comprar los dos pasajes –no se lo estaba preguntando, le estaba informando de lo que íbamos a hacer mañana- Con suerte podremos partir por la tarde si hay algún barco, sino tendremos que salir al día siguiente –aparté la gasa viendo que la herida ya estaba limpia y que no era un corte demasiado profundo, cogí otro bote más pequeño y lo abrí para aplicar el ungüento en la herida para que cicatrizara antes, cosas que había aprendido de un hechicero. Pese a todo se había dejado hacer y no había puesto pega alguna, cerré el bote cuando terminé con aquello y limpié mí dedo para luego girar mí rostro hacia él.

De nuevo nuestros rostros estaban cerca el uno del otro debido a cómo estaba yo sentada, ya que había doblado una pierna sobre el sofá y había puesto mí rodilla sobre el pie de esta dejando que la pierna colgara, quedando de cara a él. Podía ver sus ojos puestos en los míos y luego recorrer mí rostro, alcé mí mano y toqué donde había puesto el ungüento viendo que se había secado ya y bajé de forma lenta mí mano por su pecho que se quedó quieta en su costado a mitad de este. Me pasaba algo de lo más curioso con él, a veces sentía que me trataba como si me conociera de algún momento de mí vida, pero luego parecía levantar un muro y volver a la frialdad con la que a veces me hablaba. Su toque había sido en varias ocasiones gentil, desconcertándome, mientras intentaba hallar en mi mente algún recuerdo que me hiciera saber si lo había visto alguna vez… aunque no tenía noción de ello. Mis ojos bajaron a sus labios sintiendo de nuevo su aliento rozar los míos y me mordí el labio mientras el crepitar de las llamas era lo único que llenaba el silencio que se había instaurado en el lugar.



-Ya que has dejado de ser mí captor, podrías al menos decirme cómo te llamas ¿no te parece? –Volví a mirarlo y cerré mí mano entorno a su camisa para poner algo de distancia, ya era tarde y no tenía mucho más que decirle, mañana tendría que ir al museo y preparar todo lo necesario para el viaje, el dinero que había conseguido era más que suficiente para los pasajes y para lo que nos pudiera hacer falta una vez llegados a Guiza- Tú te sabes el mío y no es para nada justo –comenté cogiendo la cesta que había traído y levantándome para dejarla de nuevo en su sitio, poniendo distancia entre aquel hombre y yo como si fuera algo necesario en aquel momento, me quedé en la puerta y sonreí de lado por lo siguiente que iba a decir- Bueno, espero que estés cómodo en el sofá porque va a ser tú lugar para dormir –reí entre dientes, con una sonrisa algo malévola en el rostro- Vamos Isis –llamé a mí perra que se levantó y se puso a mí lado enseguida como si supiera a dónde me dirigía- La cocina está a mitad del pasillo por si quieres coger algo, sírvete tú mismo –lo miré divertida apartando el pelo hacia un lado, ¿de verdad pensaba que iba a dormir conmigo? Craso error- Buenas noches, vikingo bastardo –comenté antes de girarme y comenzar a andar por el pasillo hasta llegar a la habitación, cerrar la puerta, suspirar, y meterme en la cama dejando que se acurrucara mí perra a mí lado. Necesitaba descansar para el día siguiente que seguramente sería un día largo.
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Mensaje por Ubbe Cannif Vie Mar 10, 2017 4:49 am

Naitiri se acercó a mi, sus ojos eran fuego, el mismo que la chimenea lateral regalaba a su tez oliva y que ahora dotaba de bellos tonos anaranjados.
Mis ojos se centraron en ella, la imagen de esa mujer con el camisón de seda envolviendo un cuerpo curvilíneo de piernas infinitas era capaz de volver loco a cualquier hombre, y yo no destacaba precisamente por mi gran auto control.
Un puñetazo en mi pecho que me resulto una caricia mientras de sus labios salían palabras ofensivas que no lograron agraviarme.

Sus ojos se alzaron para enfrentar los míos. baile de miradas ahora fijas en su pecho que rabioso subía y bajaba frente a mi cuerpo.
Naitiri, cabreada debatía el modo en el que la trataba, como si odiara esa forma de dirigirme a ella.
Ladeé la sonrisa ignorando sus palabras, mi mano aparto su pelo, echándolo a un lado para agacharme ligeramente y rozar con mi nariz su cuello.
-Que bien hueles -susurré contra su piel, rozándola ligeramente con los labios.

Conocía bien aquel olor, recién bañada se hacia mas patente el olor a lirios y grosellas. Cerré los ojos un instante que me llevo a otra época, mi tiempo junto a ella.
Mas pronto me rehíce para volver a erguirme y enfrentar su mirada parda.
-Te acostumbraras -sentencié sin mas -y no me amenaces, estamos en el mismo barco porque ambos necesitamos algo del otro, así que..-sonreí centrando mis ojos en sus labios -deja de enfadarte, me pone demasiado.

Casi podía oírla resoplar, algo que me hizo reír, era inevitable sentirme bien con ella pese a esos tiras y afloja que manteníamos en una lucha eterna por no ceder ni un ápice frente al otro.
Me ordeno ir al sofá, admito que obedecí sin rechistar, quizás porque un poco de tertulia junto a ella en ese gran salón y calentados por la chimenea no se me antojaba una mala idea.
Tome asiento junto a Issis, su perra, acaricié con mi mano su pelo, dando unos golpecitos en el cuello de esta.
-Este animal necesita salir a cazar, huele mejor que yo -insinué enarcando una ceja.

La egipcia volvió a mi lado ordenando bajar a la perra, parece que los roles se habían invertido ahora ella ordenaba y yo me limitaba a sonreír divertido.
Naitiri tomo asiento a mi lado, sus ojos fijos en mi clavícula, era una herida sin importancia, mas no pensaba debatirle la idea de que siguiera dedicándome atenciones, a fin de cuenta eso y otras cosas hacían las mujeres vikingas cuando sus hombres llegábamos de las gestas.
Mi mirada se centro en sus labios mientras hablaba, siseé un momento cuando colocó aquel ungüento que escoció por un instante.
-El museo -repetí sin poder dejar de mirar su boca , mi aliento impacto en esta, estábamos demasiado cerca.

Sus dedos recorrieron mi herida, deslizándose por mi pecho, mi respiración se torno pesada, impactando una y otra vez en sus labios mientras ahora era mi pecho el que bajo su mano subía y bajaba desbocado.
-No hagas eso -susurré casi emitiendo un jadeo, la voz ronca delataron la intensidad de mis palabras.
De nuevo se mordía el labio y ese gesto lograba excitarme demasiado, algo que resultaba obvio por lo abultada que estaba mi entrepierna.

Volvió a preguntar mi nombre mientras ponía cierta distancia entre nosotros, diría que la agradecí y quizás una parte de mi lo hizo, en mi cabeza la voz de mi prima “no debes de tocar nada que cambie la linea del tiempo” mas joder, quería tocarlo todo.
-Maldito bastardo esta bien -aseguré con frialdad mientras esta tomaba la cesta para disponerse a marchar.

Desde el umbral de la puerta la egipcia me reto, risa maliciosa que lo dijo todo sin decir nada, ese seria el lugar donde mi cuerpo reposaría y aunque quería aceptar el desafió y se seguirla al lecho, algo me decía que en esta ocasión ese juego acabaría mal para los dos.

Me deje caer en el sofá con un falso mohin de resignación antes de ladear la sonrisa y cerrar los ojos aun bajo su atenta mirada.
-Las mujeres vikingas preparan la cena a sus hombres, mas como desees, no se ni freír un huevo, si me entra hambre no me hagas culpable de quemar tu casa -dije sin abrir los ojos para mirarla.
Tenia que tener la ultima palabra y seria esa, eso mejor que nada.
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Mensaje por Naitiri Zahir Vie Mar 10, 2017 5:52 pm

Sabía que aquellas palabras que iban dirigidas hacia él no iban a suponerle nada, no iban a hacer que cambiara su forma de ser ni mucho menos. Esa sonrisa ladeada que portaba en el rostro me hacía ver que se estaba divirtiendo con aquello, seguramente aquel arrebato que me había dado le pareciera gracioso, dada también que era un poco más bajita que él y que mis golpes contra su pecho no le hacían absolutamente nada, y yo lo sabía. Pero era una forma que tenía de canalizar aquello que llevaba en mi interior y soltarlo, desquitarme con él de alguna forma porque no podía ser que aquel hombre me enervara de esa manera y consiguiera sacar ese carácter que no solía mostrar de diario, y al cual tenías que apretar un poco para que sacara. Él, sin embargo, lo hacía con facilidad aunque también debía de reconocer que yo también le sacaba de sus casillas, así que era un tira y afloja constante en el que ninguno de los dos iba a hacer, y eso estaba más que claro.

Podía notar que sus ojos se habían bajado de mí rostro a mi pecho, el cual subía y bajaba con un ritmo algo más rápido de lo normal. No sabía si me estaba escuchando lo que le estaba diciendo porque su mirada estaba fija en mí, pero algo me hacía saber que mis palabras quizás no fueran escuchadas como yo así lo estaba queriendo. Tenía que entender que no era mí dueño y mí señor, que ambos queríamos un bien común y que solamente íbamos a lograrlo si me trataba como realmente merecía… estaba hartándome de tanta orden saliendo de sus labios.

De nuevo su sonrisa ladeada en los labios, una que me mostraba cada vez que claramente pasaba de lo que le estaba diciendo, su mano apartó mí pelo y lo siguiente que supe es que se había inclinado para rozar mí cuello, sintiendo su nariz deslizándose por mí piel. Me quedé quieta ante aquello que no esperaba y muda durante unos segundos, sentía su aliento recorrer mí cuello y me provocó un escalofrío que me hizo morderme el labio. Sus palabras contra mí piel y aquellos segundos en los que se quedó ahí y en los que yo debí de apartarlo y no lo hice. Por cosas como aquellas era por lo que decía que me desconcertaba, era como si bajara la guardia sin darse cuenta y tras unos segundos alzara el muro que ahora estaba alzando al separarse y mirarme de aquella forma, como si no hubiera pasado aquello.


-Acostúmbrate tú a tratar a la gente con respeto. Estamos en el mismo barco y por lo tanto no recibo órdenes de nadie, cuando se te meta eso en la cabeza dejaré de amenazarte con que te puedo o no ayudar. Me necesitas como yo te necesito a ti, así que deja tus órdenes para cuando estés en el campo de batalla, y baja ese tono condescendiente conmigo –sentí sus ojos en mis labios y lo fulminé con la mirada. ¿Qué le ponía verme enfadada? Le gruñí volviendo a darle un golpe en el pecho sin saber si lo decía para enfadarme más, o para que dejara de hacerlo. Le mandé sentarse en el sofá y fui a la otra salita a por lo necesario para curar la herida que había visto sangrarle, cuando volví y vi que acariciaba a Isis lo miré de forma fija acercándome para hacer que mí perra bajara, bufé por sus palabras y me senté a su lado- Isis no es una perra de caza, es un animal de compañía y es más que obvio que huele mejor que tú –le respondí para comenzar a curarle, primero con la gasa limpiando la herida y luego con el ungüento que, al aplicarlo, me hizo subir mí mirada a su rostro cuando hizo aquel siseo sonriendo de lado por aquello- Pensaba que los vikingos eran bravos guerreros que no sentían nada en el campo de batalla –seguí poniendo aquello sobre su piel- no que les molestara un simple ungüento –subí de nuevo mí mirada para terminar de ponerle aquello- Sí, el museo. Ya sabes, de donde me raptaste sin opción que pudiera hacer o decir nada –le fulminé con la mirada- Es el trabajo de mí vida y me ha costado mucho poder tenerlo –había pasado por muchas cosas hasta poder ser libre y haber podido especializarme como hice y obtener el puesto- así que no pienso dejar que esto me lo arrebate –dejé todo en la cesta de nuevo y lo miré- Tengo que examinar unas excavaciones que están haciendo, así que aprovecharé eso y diré que tengo que ir a Egipto. Tendré que ir a esas excavaciones pero nos centraremos en lo que hemos ido a buscar. Y con eso no pienso negociar –le avisé observando a mí perra en su cesta al lado de la chimenea- Compra los dos pasajes y nos veremos aquí para preparar todo lo necesario para el viaje, no sé qué vamos a necesitar una vez estemos en Guiza –ni cuántos días íbamos a permanecer allí, la travesía serían de unos cinco o seis días… no quería pensarlo y relegué sus pensamientos para centrar mí mirada en él.

Su rostro cerca del mío, nuestras respiraciones chocando y mezclándose una con la otra. Mí dedo recorrió la herida y mí mano bajó por su pecho en un leve roce notando cómo este subía y bajaba con rapidez. La luz de la chimenea que bañaba nuestros cuerpos, el calor del ambiente que parecía influir en la situación, sus ojos en mis labios, los míos en los suyos. Aquella simples palabras en ese tono que quizás denotaban más de lo que él incluso quisiera admitir, me había estado mordiendo el labio de nuevo. Era la segunda vez que lo decía, pero iba a tener un problema con ello… porque era una manía que tenía. Cerré mi mano entorno a su camisa justo en un lado de su torso, no hacía falta fijarme en su abultada entrepierna para saber que estaba excitado. Era algo extraño porque era yo quien, de forma consciente y a veces sin saberlo le provocaba y lo atraía, como las llamas atraían a las polillas. Y no sabía muy bien por qué pasaba, pero así era.

Decidí tomar distancia y separarme soltando el agarre de la camisa y cogiendo la cesta para dejarla en su sitio mientas le daba tiempo a que respondiera. No sabía por qué no me decía su nombre ahora que la “relación” había cambiado por completo, pero si él prefería que le siguiera llamando de aquella forma por mí no había ningún problema, no iba a volver a preguntarle al respecto por aquello. Maldito bastardo se quedaría como su nombre entonces, le dije desde ahí que ese iba a ser el lugar donde durmiera con una sonrisa malévola en el rostro, nada de dormir en mí cama como él había dicho hacía un rato. Se tumbó en el sofá y él era un poco más grande que el sofá mientras llamaba a Isis para que viniera conmigo
.


-Tienes mantas en ese armario por si pasas frío –lo señalé con la cabeza pareciéndome una estampa extraña verlo tumbado en mí sofá, pero graciosa al mismo tiempo- Las mujeres vikingas… tú lo has dicho. Pero estás tratando con una mujer Egipcia y nosotros no tenemos esas costumbres –sonreí de lado y me alejé de la puerta deseándole buenas noches. Pude dormir descansando aquella noche algo que iba a necesitar si íbamos a ir en barco, y me levanté sintiendo los rayos de sol colándose por la ventana. Me levanté de la cama bostezando y salí de la habitación para ver cómo estaba el maldito bastardo y ver que mi casa seguía estando normal. Me asomé al salón viendo que seguía durmiendo y me metí en la cocina para preparar algo para desayunar, debía de ir al museo  a informar que me iba a Egipto como pedían y luego volvería a casa a preparar las cosas necesarias para el viaje. Una vez que tuve listo el desayuno y al girarme en la cocina con los platos preparados me encontré con su figura apoyada en el marco de la puerta, observándome, y los brazos cruzados sobre el pecho- Buenos días –le dije con una sonrisa- ¿Has dormido bien? –Pregunté sonriendo de lado- ¿Mí sofá ha sido cómodo? –Reí levemente entre dientes y me acerqué hacia la puerta con varios platos en las manos, pero no se apartó de la entrada y enarqué una ceja mirándolo- ¿Qué, tenéis por costumbre desayunar también de pie? Tranquilo, te he preparado el desayuno. Eso hasta las Egipcias lo hacemos con nuestros invitados –me divertía devolverle las puyas de aquella manera, se apartó para dejarme pasar y seguí con mí camino directa al salón. Cuando lo pasé a él, di un par de pasos hacia atrás quedando a su altura- ¿Puedes traer esa bandeja de ahí? Gracias –dije con un mohín divertido y con ironía en mí voz ahora sí encaminándome al salón no sin antes echarle una mirada de reojo para ver si me seguía con la bandeja que llevaba una jarra con zumo y varios vasos.

Dejé las cosas sobre la mesa y me senté en una de las sillas esperando a que llegara con la bandeja para empezar con el desayuno, llené uno de los vasos con el zumo y di un trago apartando un poco mí pelo a un lado, lo dejé en la mesa y comencé a desayunar bajo la atenta mirada de mí perra que me miraba para que le diera algo de lo que tenía. Mí mirada se puso en el sofá donde lo había dejado anoche para que durmiera y luego me fijé en él durante unos segundos para seguir desayunando. Había hecho bastante cantidad porque seguramente él debiera de comer mucho más que yo, me parecía extraña aquella situación pero más me parecía que estuviéramos desayunando de forma tranquila, sin que ninguno comenzara con aquel tira y afloja de nuevo. Terminé de desayunar antes que él y lo que me sobró se lo di a Isis quien luego se fue a su sitio sabiendo que ya no iba a poder coger nada más. Era consciente de que seguía todavía con el camisón y la bata y me resguardé de que no se viera más de lo necesario, no fuera que pensara mal en todo momento.


-¿Irás a por los pasajes, no? –Pregunté apoyando mis brazos en la mesa mientras él terminaba, aún debía de cambiarme de ropa antes de salir pero quería dejar aquello claro- Tengo que ir al museo, así que calculo que sobre el medio día habré terminado. Haz lo que tengas que hacer en ese tiempo, luego prepararemos el viaje –todos esos días, encerrados en un barco, sin poder ir a ningún sitio… estaba claro que no iba a ser un viaje ameno, dado como nos comportábamos estaba más que claro que íbamos a seguir como hasta ahora, salvo que en un sitio más pequeño y reducido- Por cierto, allí hará más calor que aquí –lo miré- ¿los vikingos soportáis bien el calor? –Dado que sus temperaturas eran más bien bajas y que un verano de ellos era como una primavera en París, podría pasarlo mal en Egipto. Lancé un suspiro y terminé por levantarme cogiendo el plato y el vaso que había utilizado dejándolos en la cocina, me metí en la habitación y me cambié de ropa para salir a la calle, cuando pasé por el salón lo miré- Al medio día nos vemos aquí –me agaché para acariciar a Isis antes de salir y con el maletín con el que había salido del museo salí de casa para pedir que debía de ausentarme por unas semanas por la carta que me habían mandado, como excusa para hacer aquel viaje inesperado.
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Domando las llamas de Egipto. (Naitiri) Empty Re: Domando las llamas de Egipto. (Naitiri)

Mensaje por Ubbe Cannif Sáb Mar 11, 2017 10:46 am

Abrí los ojos cuando la luz entro por el ventanal alcanzándome directamente a los ojos, debía ser bien entrada la mañana, el salón quedaba completamente iluminado y unos ruidos salían de la cocina. Ladeé la sonrisa poniéndome en pie para acercarme a esta y ver como no, a mi anfitriona con aquel minúsculo camisón y la bata entreabierta moviéndose por ella con la perra a su alrededor.
Guardé silencio apoyándome en el umbral mientras mis ojos se deslizaban con descaro por aquella tez oliva y cada curva de escándalo que mostraba.
Era como ver moverse a una valquiria homenajeando a Odin, no podía interrumpir.
Alzó la vista para buscar mis azules al percatarse de mi presencia, su sonrisa ilumino la estancia y las irónicas palabras lograron hacerme sonreír con cierta picardia mientras la veía acercarse a mi.
-Te sorprendería saber en que lugares he dormido -susurré en su oído cuando paso junto a mi cargada de platos varios que hicieron rugir mi estomago de inmediato.

Fui a por la bandeja solicitada por la egipcia y tras ella llegué a la mesa sin poder evitar mantener esa sonrisa ladeada al enfrentarme con su rasgada mirada.
-Listas las Egipcias, preparan el desayuno para recobrar fuerzas tras las noches en vela -lancé un par de mordiscos al aire en su dirección consciente de lo mucho que le molestaría eso y tomé asiento en la mesa, apoyándome ligeramente en el respaldo.
Me cogí una de las tostadas y empecé a comer con cierta gula, estaba hambriento y por primera vez no fue Naitiri quien acaparaba mi mirada si no todo lo puesto sobre la mesa.
Detrás de una cosa otra, los platos vacíos se acumulaban frente a mi, mientras devoraba el zumo que estaba delicioso.

Alcé la mirada cuando su voz me sacó de aquel limbo en el que me encontraba, aun con la boca llena, mastiqué y tragué para responder.
-Si, iré a por los pasajes y con el tiempo que me sobré te haré una comida vikinga -no pude evitar echar una carcajada cuando la egipcia clavo en mi la mirada, no lo había dicho con ningún doble sentido, pero no tardé en caer en ello.
Mis ojos se centraron en su escoté, algo que ella debió percibir pues rápidamente cerró la bata entrono a aquel cuerpo perfecto.
-Estoy hambriento -me justifiqué devolviendo mis ojos a la mesa y de nuevo haciendo gala de ese doble sentido para seguir comiendo.

Naitiri se levanto para vestirse, no tardó en volver perfectamente perfumada y adecentada para acudir a ese trabajo del que hablaba tan sumamente bien.
Me limité a asentir, haría lo que tenia que hacer y estaría de vuelta para comer.
Te espero en tu casa ¿me das una llave o rompo la puerta? -pregunte tendiéndole la mano esperando aquello que no llegaba.
-Si hace calor, tendrás el gusto de verme semidesnudo, así que reza a tus dioses mujer -bromeé volviendo a mirarla con descaro.
Acarició a su perra, dejo la llave en la mesa y no en mi mano y se marcho sin mas refunfuñando, no había dudas de que ese viaje iba a ser muy, muy largo para ambos.

…...........................................................................................................................................................

Introduje la llave en la cerradura y esta cedió, Isis y yo entramos por la puerta llenos de barro, con algún rasguño y como no, con la caza del día para hacer una suculenta comida vikinga.
El animal parecía cansado, sus instintos estaban algo atrofiados, mas sin duda había disfrutado de cada segundo de libertad y de atrapar las presas aun calientes como el depredador que era y no el ser inútil que Natiri había criado para no se bien que.

La perra saltaba a mi alrededor esperando su premio, algo que no tarde en darle en cuanto me metí en la cocina para despellejar a las piezas cazadas, sendos conejos y un faisán, suficiente para los dos, no había que abusar de lo que madre naturaleza te da.
Les quité las tripas y los restos para servirselos a la perra en un cuenco, posiblemente era lo primero que esta probaba crudo y plagado de sangre, y como no, le gusto, podía ver sus instintos masticando los huesos, astillandolos.

Me alejé de la cocina para encender el fuego y tras hacerlo, pinche los conejos y el faisán para llevarlos allí y cocinarlos con las brasas.
Tras una hora, todo estaba dispuesto para comer en cuanto Nai llegara, era hombre de palabra y le había prometido una comida vikinga.
Ladeé la sonrisa mientras acuclillado oí la cerradura abrirse, mis ojos la buscaron y sus pardos me encontraron.
-Buenos días Nai ¿que tal el trabajo? -pregunté con una sonrisa mientras me incorporaba -he comprado un barril de hidromiel, esta en la cocina ¿quieres una jarra? Iba a rellenar la mía -aseguré mostrandosela vacía.

Fue entonces cuando sonó la puerta, ladeé el rostro ¿esperaba visita? Esta camino hacia el portón y lo abrió, al otro lado una voz masculina, su tono era soberbio y al parecer parecía creerse con el derecho de tomar lo que ya en el pasado probó alegando a su alta condición social y sus contactos con el rey.
Nai parecía firme, negándose a la voluntad de aquel desgraciado que no dudo en insistir mas de lo deseado, la sangre me hervía, “no debes tocar nada” me repetí en la cabeza una y otra vez mientras mis puños se cerraban y mi pecho subía y bajaba.
“¡A la mierda” Rugí acercándome a la puerta con grandes zancadas tomé al tipo por el cuello lanzandolo contra la pared.

Mis nudillos se hundieron en su rostro tantas veces que pronto la sangre fue lo único que cubrió cada rasgo de su ser.
Este suplicaba alegando que no sabia lo que estaba haciendo ni quien era él.
-De donde yo vengo a los hombres se les mide por el tamaño de su acero y tu dudo ni tan siquiera que poseas de eso -dije con el tono ronco y rabia en la voz mientras seguía golpeándolo completamente enagenado. Ni siquiera la muerte me parecia castigo suficiente para ese bastardo.
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Domando las llamas de Egipto. (Naitiri) Empty Re: Domando las llamas de Egipto. (Naitiri)

Mensaje por Naitiri Zahir Sáb Mar 11, 2017 8:47 pm

No pensaba empezar aquella mañana respondiendo a aquellas provocaciones que me estaba haciendo, así que lo dejé pasar mientras por una vez desde que nos habíamos conocido todo estaba un poco en paz. Quizás fuera por el hecho de que era demasiado temprano como para empezar a seguirnos las pullas, o simplemente porque el hambre nos acechaba y el desayuno que había preparado captaba toda nuestra atención. Pero sabía que sus palabras, así como los mordiscos que me dedicó tenían un doble significado, pero lo único que hice fue negar con la cabeza y comenzar a desayunar cogiendo una de las tostadas pensando en el largo viaje que nos deparaba por delante. Seis días, como mucho, no serían demasiado problema… pero si a esa ecuación añadías que íbamos a estar en un lugar reducido, los dos, sin poder irnos a ninguna parte… sería como una bomba de relojería, que en cualquier momento podía estallar.

Podía notar la pata de Isis que me “rascaba” la pierna como pidiendo mí atención para que le diera algo, cosa que me hizo sonreír de lado en aquel silencio que se había instalado en el salón mientras desayunábamos. Cogí un trozo de tostada y se lo di para que me dejara tranquila aunque fuera por poco tiempo hasta que volviera a pedirme. Era extraño la calma que se había instalado entre ambos en aquel momento, aunque no negaré que esa calma incluso hasta lo agradecí, recién levantada no pensaba lidiar con ese tira y afloja, o al menos no lo haría hasta que no me tomara el café de la mañana. Mí perra volvió a pedirme de nuevo y reí levemente entre dientes, cogiendo un trozo esta vez de la tortilla francesa para dársela, finalizando así mí desayuno y como si ella lo hubiera sabido se fue a su sitio mientras nos miraba desde ahí.

Cuando le hablé su mirada volvió de nuevo a la mía, había estado sumido como en un trance desde que se había sentado a desayunar y aunque no quería romperlo, necesitaba saber que sabía lo que debía hacer. Me mordí el labio cuando dijo aquella frase y enarqué una ceja ante el doble sentido claro que había en sus palabras, negué con la cabeza y preferí no contestarle así que simplemente me encogí de hombros dándole a entender un “tú mismo”. Decía que no sabía cocinar, así que esperaba que no destrozara mí cocina o lo destrozaría a él por hacerlo. Podía sentir su mirada puesta justamente en mí escote, sabía que llevaba todavía el camisón por lo que cerré más la bata y lo miré entrecerrando los ojos por sus palabras. Terminé por levantarme y dejar que terminara mientras yo me cambiaba de ropa para ir al museo como cada mañana. Al volver al salón lo miré al hacerme aquella pregunta y esperé un par de segundos hasta contestarle, ¿estaba loco?



-No pienso dejar que me rompas la puerta –bufé por aquello y me agaché para acariciar a mí perra como siempre hacía- Adiós bonita, cuida de que este energúmeno no rompa nada ¿vale? –Dejé un beso en su cabeza y me alcé para mirarlo y entrecerrar los ojos al decirme que si hacía calor lo vería semi desnudo. ¿Eso quería decir, que no soportaba bien el calor? Estiró su mano como si esperara a que le diera la llave y me giré hacia el mueble para abrir una pequeña cajita- Entonces rezaré para que haga un frío polar y así tengas que seguir tapado –me giré con la otra llave de repuesto que tenía y la dejé sobre la mesa para luego girarme sin decirle nada más y salir por la puerta con el maletín camino al museo. Llegué a la misma hora de siempre y en vez de dirigirme al despacho que tenía me fui directamente al de la directora para comentarle que debía ausentarme por algunos días. Le enseñé el papel que me habían dado el día anterior y argumenté que sería bueno para el museo poder adquirir nuevas piezas para la exposición, pero que solo podría valorar su autenticidad si me presentaba allí. Como era de esperar me dieron el permiso que necesitaba ya que al tener aquel trabajo sabía que parte de él consistiría en ir a Egipto a valorar las piezas, el museo no se iba a arriesgar a que las piezas que trajeran fueran falsas, y algunas veces cuando se dudaba de ello me mandaban para comprobarlo.

La mañana pasó sin mucho más que hacer en un día normal, pero aprovechando que estaba allí, me dirigí hacia una de las zonas donde teníamos una colección extensa de libros sobre todo tipo de culturas. Me estuve documentando un poco sobre lo que teníamos que ir a buscar, aún sin creerme que me fuera con un vikingo del cual no conocía a nada a buscar los cuadernos de mí madre para traducir un texto que estaba cifrado… si se lo contaba a alguien seguro que no me creería. Por el hecho de que un vikingo, un vikingo, fuera el que tuviera aquellos papiros que quedaban tan lejos de su cultura. Sentía curiosidad por saber qué desvelarían, así del por qué los tenía él y si aquello tenía algo que ver con lo que mí madre me enseñó y al parecer había llevado en total secreto.

Había pasado un poco del medio día cuando puse rumbo a casa con el certificado que necesitaba para acudir a las excavaciones y la autorización necesaria para poder estar allí en nombre del museo, sino sería complicado llevar a cabo mí labor. Mí trabajo en Egipto debería de partirse en hacer ambas cosas, aunque le diera prioridad a los cuadernos que era el motivo principal por lo que íbamos allí. Por el camino me pregunté si habría hecho la comida y, de ser así, si no había echo ningún estropicio en el lugar. Cuando estuve frente a la puerta saqué la llave para abrir esta y pasar dentro donde la primera que vino a recibirme como de costumbre fue Isis.


-¡Hola cosa bonita! –ella se puso a dos patas y las delanteras las dejó por debajo de mí pecho, había crecido tanto desde que la había tenido con tan solo un par de meses que ya no tenía que inclinarme para acariciarla, su cabeza quedaba a una altura perfecta. Pude notar que estaba algo más sucia de lo que la había dejado y por un momento rogué que aquello que había pensado no fuera verdad. Dejé un beso en su cabeza y la hice bajar para seguir andando hasta dar con aquel vikingo que había irrumpido en mí vida, de golpe y porrazo, sin esperarlo. Estaba acuclillado y se levantó mientras me miraba, mis ojos fueron hacia lo que había preparado y luego mí vista fue de nuevo a él, mientras llevaba mis manos a las caderas- ¿Has llevado a mí perra de caza? –Le pregunté fulminándolo con la mirada, ¿cómo se había atrevido?- Espero que la respuesta sea no, y eso lo hayas cazado tú solo –porque era demasiada casualidad que dijera que mí perra necesitaba cazar, y que se presentara al día siguiente manchada de barro.

Lo miré durante unos segundos de forma fija con aquella sonrisa que portaba en su rostro, con aquella frase y esa pregunta que durante unos segundos me dejaron descolocada, con aquella sonrisa sincera que era la primera que le veía esbozar. “Demasiado amable” fue lo que se cruzó por mí mente y él acortaba un poco las distancias, ¿realmente le importaba cómo me había ido el día, o lo hacía para precisamente descolocarme? Ahí de estaba de nuevo esa confusión que me hacía sentir en algunos momentos, parecía tan… cotidiano. Sí, esa era la palabra que buscaba. La familiaridad con la que lo había dicho como si no fuera la primera vez que lo hiciera, como si ya nos conociéramos de hacía tiempo y adquirías esos pequeños matices de un día a día. Mostraba esa cara como si bajara la guardia en algún momento, pero luego volvía a ser indiferente. ¿Pretendía volverme loca? Fue como… vivir un déjà vu, salvo que jamás habría podido ser con él. Por unos breves y cortos segundos no supe realmente que contestarle, así que dado que no parecía estar fingiendo, decidí no comenzar de nuevo una pelea al pensar que estaba interpretando un papel con aquello.



-He conseguido la autorización que necesitaba y que hará de coartada para poder irnos, y he estado investigando y documentándome un poco para ir adelantando ya camino –mí mirada se dirigió a la mesa brevemente y luego de nuevo a él escuchando sus palabras. ¿Hidromiel? Mis ojos bajaron a su mano para ver la jarra y luego los puse en sus orbes azules- No podía faltarte hidromiel, ¿verdad? –Sonreí- No veo por qué no, te acompañaré –iba a dirigirme hacia la mesa para sentarme ya que todo estaba preparado cuando la puerta sonó haciendo que parara. No esperaba ninguna visita así que me dirigí con algo de intriga a la puerta y cuando la abrí descubrí a un hombre, algo mayor entrado en la cuarentena casi, que me recorrió con la mirada. Algo en aquel hombre me resultaba familiar aunque no pude ubicarlo realmente, pero cuando comenzó a hablar… las dudas quedaron disipadas. Una imagen de él por el burdel vino a mí mente y fruncí el ceño. ¿Qué narices hacía aquel hombre en mí casa, y como había averiguado dónde vivía? Comenzó con una insistencia en volver a tenerme de nuevo, no lo recordaba realmente, pero puede que fuera uno de tantos clientes que pasaron por allí, y sabía que no era asiduo mío. Había dejado aquella vida, así que me negué en rotundo a aceptar aquello por mucho dinero que me ofreciera, así como los cargos que ostentaba en la alta sociedad. Volví a negarme pidiéndole que se marchara de mí casa pasando de sus palabras y de su insistencia, estaba a punto de entrar y cerrarle la puerta en las narices cuando su mano aferró mí muñeca sacándome de un tirón nuevo a la calle- ¡Suélteme, desgraciado! –mis rizos quedaron por mí hombro y por el brazo extendido mientras intentaba liberarme de su agarre, mas él parecía empeñado en volver a poseer mí cuerpo de nuevo, y ya ni siquiera escuchaba la escandalosa suma que me estaba ofreciendo. Comenzaba a inquietarme todo aquello y solo quería que me soltara y me dejara en paz.

Yo estaba estirando del brazo para liberarme de su agarre y mis uñas las clavé en su mano con la intención de hacerle daño y que me soltara, y de pronto en cuestión de un parpadeo… me vi contra la puerta, liberada de su agarre… y con aquel vikingo que lo había cogido del cuello y lo había pegado contra la pared apartándolo de mí. Por unos momentos me quedé quieta sintiendo mí respiración irregular y mí pecho subiendo y bajando con rapidez escuchando los golpes y sus palabras pero incapaz de moverme durante un momento. Cerré los ojos un par de segundos y decidí que ya había sido suficiente, no quería escuchar más gritos ni más golpes, así que salí encontrándome con aquella estampa en la que aquel vikingo se centraba en golpear su rostro y la sangre llenando el rostro de aquel hombre.


-¡Basta! –Grité aunque por un principio él no pareció escucharme y siguió pegándole, si al menos supiera su nombre podría llamarlo para captar su atención, pero no veía conveniente llamarlo “vikingo bastardo” en aquella situación- ¡Ya vale! –pero seguía sin hacerme caso, mí perra salió de la puerta y comenzó a ladrar y a gruñirle al hombre al que él golpeaba- ¡Isis! –terminé por acercarme al vikingo y sabiendo que él tenía más fuerza que yo intenté parar su brazo, pero era imposible. Era más alto, imponía más y era mucho más fuerte que aquel hombre, ni que decir de que yo también. Parecía estar en un trance mientras le pegaba, así que cogí su brazo con una de mis manos, aferré su camisa por la espalda y me quedé detrás de él- ¡PARA! –Pareció que me había escuchado porque detuvo su brazo que se quedó en alza- No merece la pena –comencé a decirle ahora que tenía su atención captada- Déjalo estar… por favor –terminé rogando apoyando mí frente en su omoplato mientras mí perra mostraba sus colmillos en una clara amenaza. Su cuerpo pareció destensarse ante mis palabras y apreté el agarre contra él como si aquello pudiera frenarlo, aunque sabía que no. Sin decir nada tras unos segundos en los que se quedó quieto cogí su mano con una de las mías y tiré de él hacia el interior donde Isis ya había entrado, sin mirar atrás, y cerrando la puerta tras de mí.

Apoyé la espalda contra esta, eché la cabeza hacia atrás y llevé una de mis manos tapando mis ojos y mordiéndome el labio con tanta fuerza que, de seguir apretando, conseguiría hacerme sangre. Eran tantas las emociones que sentía en mí interior, negativas todas por aquello, que no sabría explicarlas. Hacía un año que había dejado ese mundo, y por alguna razón, aquella visita me había hecho sentirme mal. Tuve que necesitar de unos momentos hasta que el mal cuerpo se pasara, hasta que finalmente puse mis ojos en los suyos. Él no parecía estar mejor que yo, podía notar su pecho que subía y bajaba con rapidez así como su mano llena de sangre y con algunos nudillos ensangrentados por los golpes. Acorté la distancia que nos separaba y dejé una mano en su pecho para alzar mí rostro al suyo y verlo mejor.



-Gracias
–fue lo único que dije, o que conseguí decirle en ese momento. No quería pensar qué hubiera pasado de no estar él, así que tras mirarlo me elevé para acercar más mí rostro al suyo, aliento contra aliento, para terminar de dejar un beso en su mejilla y que incluso tras dárselo no me moví durante unos segundos sintiendo su respiración dar contra mí oreja y el cuello, y la mía dar contra su mejilla. Agaché la mirada y cogí su mano con la mía para verla mejor, no era nada en realidad, apenas unos rasguños en su piel- Deberíamos de sentarnos a comer, quiero probar esa comida vikinga que has preparado, tiene buena pinta –quise quitarle hierro al asunto y que aquello pasara, así que me alejé hacia la cocina esperando que se sentara en la mesa para sacar dos jarras llenas de hidromiel y un paño mojado, esa vez me senté a su lado dejando las jarras y cogí su mano para quitarle los restos de sangre borrando de alguna forma aquello que había pasado- Dime, ¿has conseguido los pasajes? –Pregunté dejando el paño a un lado y mirando lo que había en la mesa, no quería hablar sobre aquello así que preferí preguntarle por lo importante- ¿Cuándo zarpa el barco? Espero que me de tiempo a organizar todo, tengo que dejar a Isis en casa de una amiga antes de irnos para que cuiden de ella –porque sabía que no le importaría cuidarla y no era la primera vez que lo hacía, miré lo que había en la mesa y lancé un suspiro, no sabía por dónde empezar así que cogí lo primero que tenía cerca poniendo un trozo en el plato y partir un poco para probarlo… conejo- Está bueno, para no saber cocinar –dije con una sonrisa ladeada y coger la jarra, dar un trago de hidromiel y seguir comiendo de nuevo, como si realmente... no pasara nada.  
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Mensaje por Ubbe Cannif Dom Mar 12, 2017 4:46 am

En frenesí así me sentía en ese preciso instante en el que mi puño se hundía en la cara de ese bastardo una y otra vez, no podía parar, la rabia me invadía y pese a que era capaz de escuchar los gritos de Naitiri a mis espaldas, no me detuve.
No lo entendía, cualquier mujer vikinga me hubiera alentado a matarlo por aquella falta de respeto, por intentar montarla contra su voluntad, mas ella suplicaba lo contrario, pedía que perdonara su vida, que lo dejara estar.
¡¿Estar? !¡No cabía en este maldito mundo espacio para ambos!
La perra pronto se unió, al parecer la caza había despertado sus instintos de depredador, Naitiri le gritaba también a ella, mas ninguno de los dos parecíamos dispuestos a obedecer, hoy no.

Su mano aferró mi brazo, lo dejé en alto, no porque no deseara acabar lo empezado, si no porque de hacerlo podría hacerle daño a ella con el impulso de mi cuerpo que le ganaba en corpulencia peso y tamaño.
Su cabeza frente contra mi omóplato, quería matarlo, quería matarlo, solo era capaz de pensar en eso mientras mis músculos se relajaban y mi mano aflojaba el agarre de su cuello dejando caer su maltrecho cuerpo sobre sus propias heces.

Era tan poco hombre que se había cagado y meado. Su mano aferró la mía, tiró de esta hacia el interior y yo aun no se porque la seguí manso cuando en el fondo nada dentro de mi estaba en paz en ese preciso momento.
La sangre me hervía, las venas eran calcinadas por su paso y la tempestad me arrastraba a gruñir como el trueno frente a Nai que ahora quedaba de espaldas a la puerta con los ojos cerrados.

Se mordió el labio y un impulso me hizo dar un paso, el mismo que detuve pues juro que de acortar mas la distancia, esa puerta hubiera sido testigo de mas de una embestida, necesitaba desfogarme, mi cuerpo pedía de todo y estaba allí, plantado como un idiota sin saber que hacer mas que escuchar la respiración agitada de ambos.

Mis ojos la buscaban, mi cabeza iba por otro lado, demasiadas preguntas, demasiados porqués que me hacían vivir en un quizás.
¿quien era ese hombre? ¿por que decía haberla ya tomado? ¿por que le ofrecía dinero a cambio? Y ¿por que no me dejaba vengar su honor? ¿acaso no merecía la muerte por insinuar que era una fulana?

Acortó la distancia, su mano en mi pecho, mi piel se incendió, de puntilla acerco su rostro al mio, un gracias contra mi boca, su aliento acaricio mis húmedos labios que se abrieron para recibir los suyos, un beso que necesitaba y no pedí, mas que quedo en nada, pues mi mejilla fue el final de lo que pudo ser y no fue.
Mi agitada respiración en su cuello, cerré los ojos sintiendo su olor, eso solía calmarme, solía funcionar, mas hoy no.

La egipcia tomo asiento invitándome a acompañarla a degustar mi propia cena, hambre de comida era lo único que ahora mismo no tenia, tome la jarra llena y la vacié de un trago mientras escuchaba sus palabras, preguntas absurdas, unas que hubieran tenido sentido si no me encontrara en llamas.
Mi puño se cerró, el otro apretó la jarra hasta hacerla trizas, sangre broto de mi mano mientras mi mirada se alzaba en busca de la mujer que me acompañaba.
-¿Por que? -rugí -¿quien era ese? ¿por que insinuaba que eras una vulgar ramera? ¿por que no me has dejado protegerte? ¿vengar tu honor?

Mis ojos oscuros como la noche se perdieron en su rasgada mirada, necesitaba respuestas. Naitiri nunca me hablo de su vida mas allá de su trabajo en museo, solo sabia de ahí en adelante, mas su pasado siempre fue un tabú entre los dos ¿que me escondía?
-¡Habla mujer! -rugí golpeando la mesa con mis puños.

La egipcia me miraba fijamente, ni siquiera se en lo que pensaba en ese preciso instante en el que las respuestas no llegaban y yo, yo cada vez estaba mas y mas furioso.
Me alcé de la mesa, mis músculos tensos, mi mandíbula apretada, así acorté las distancias para quedar a escasos centímetros de su cuerpo, giré la silla para enfrentarla, agachándome para que de nuevo nuestros alientos entrechocaran.
-¡Habla Naitiri! -exigí

Mas ahora parecía que la lengua se la había comido a ella el gato, rugí con violencia llevando mi mano al borde de la mesa para alzarla de golpe volteándola con rudeza.
Toda la comida quedó en el suelo, los platos rotos, vasos, jarras, nada quedo en pie, mas ¿acaso yo lo estaba?
Vi el miedo en su mirada, no me extrañaba.
Encaminé mis pasos hacia la puerta, tenia que salir de allí, tenia que desfogarme de un modo u otro, estaba demasiado nervioso para encontrar la paz.
-¿donde vas? -fue su pregunta
-¡A beber y a follar! -rugí tan cabreado que ni lo pensé mientras mi mano buscaba el pomo de la puerta y la perra parecía meterse entre mis piernas para evitar que asi saliera.
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Mensaje por Naitiri Zahir Dom Mar 12, 2017 10:34 am

Aquello había pasado tan rápido que apenas podía darme cuenta de cómo había acontecido todo, no solamente había aparecido de la nada un vikingo que comenzaba a poner patas arriba mí vida con su forma de ser y con aquel viaje de vuelta a mí lugar de origen, sino que ahora por arte de magia aparecía un antiguo cliente del burdel que se creía con el derecho de poder ordenarme, o más bien exigirme, algo por lo que hacía un año había dejado de hacer. Aquello pertenecía al pasado y no quería volver a esa vida nunca más, había roto con las cadenas que me habían hecho prisionera y ahora podía saborear la libertad que siempre había soñado… y no iba a dejar que nadie dirigiera mí vida, o me volvieran a tratar como algo que me obligaron a hacer porque no tenía otra opción, ni remedio alguno. No sabía cómo había dado conmigo y como había encontrado mí casa, cuando todo aquello pasó se me pasó por la cabeza cambiar de lugar de residencia, pero mí casa me gustaba y dado que nunca había llevado clientes allí no pensé que un día uno de ellos se presentara en mí puerta con la intención de volver a tratarme de la misma forma, cuando yo me había jurado que nunca más.

Cuando me quise dar cuenta él ya estaba fuera golpeándole sin cesar y me había apartado de su agarre y de su vista, Isis se había unido gruñendo y enseñando los colmillos que tenía y yo me encontraba sin saber qué hacer, sobrepasada por la situación aún sin entender muy bien cómo en tan solo unas horas mí vida, que estaba siendo de lo más tranquila, se estaba convirtiendo en todo un tsunami. Ni siquiera sabía cómo había podido hacer que dejara de pegarle, quizás fuera porque no quería apartarme y hacer daño porque sus intenciones en un principio no eran precisamente de parar, pero pareció que pude convencerlo y no esperé a que pudiera volver a seguir pegándole… quizás se lo mereciera, pero yo no podía soportarlo. Un sentimiento que creía olvidado en mí interior emergió con aquella aparición y me recorrió el cuerpo haciéndome sentir demasiado mal, y sobre todo demasiado sucia… tanto que pensé en dejar todo lo que estaba haciendo y plantarme en la bañera para ver si podía quitar aquella sensación… pero sabía que así no iba a quitarse por mucho que lo intentara.

Rabia, ira, odio, agonía, frustración, angustia… incluso desprecio por mí misma salieron a flote ante la visita de aquel hombre. Mezcladas en mí interior y recorriendo mí cuerpo haciéndome sentir mal de tal forma que necesité de unos instantes para recobrarme un poco y mantener una entereza que, por dentro, no sentía. Mis ojos se fijaron en los suyos y si no hubiera sido por él… no, no quería ni pensarlo. ¿Por qué se había molestado? ¿Por qué esa rabia que había expresado con tanta fiereza por alguien que apenas conocía? Terminé por acortar la distancia intentando que mí respiración se normalizara y aquellos sentimientos dejaran de estar en mí interior, buscando una forma de expulsarlos para sentirme mejor y recobrar la forma en la que estaba antes. Sus ojos puestos en los míos, sus labios esperando algo que en esos momentos no podía ni me atrevía a darle, no cuando me sentía así. Terminé por darle un beso en la mejilla y me separé para intentar que aquello pasara… pero al parecer él no estaba por la labor.

Esperaba que no dijera nada sobre lo que había pasado y en verdad pensaba que así debería de ser, puesto que aunque me hubiera ayudado no debería de preguntarme al respecto, no cuando no me conocía de nada. Pero estaba totalmente equivocada, y lo supe en el momento en que vi cómo se tomaba la jarra de golpe, pudiendo notar todavía esa rabia que le recorría por dentro y que no entendía a qué estaba debida. Quizás para los vikingos aquello fuera una ofensa demasiado grande y por eso había saltado de aquella forma. No contestó a ninguna de mis preguntas y me fijé más en él cuando oí que rompía la jarra que llevaba en la mano haciendo esta añicos y que sangre brotara de su mano. En cuanto su mirada subió a la mía… pareció que se iba a desatar el mismo infierno.

Sus preguntas se fueron sucediendo una tras otra en las que no me vi con la capacidad de responderlas, y tampoco quería hacerlo. Él no me había respondido a ninguna de las preguntas que le había hecho, incluso la más fácil de todas que era decirme como se llamaba… ¿por qué debía yo ahora de responder a preguntas tan privadas y que sacaba un pasado oscuro tras de sí? No pensaba hacerlo, él no era nada para tener que exigirme que le respondiera cuando no había hecho lo mismo para conmigo, me negaba en rotundo a responderle y me quedé callada observando los oscuros que ahora se habían puesto sus ojos, y la furia que se podía ver en ellos. El golpe de su puño contra la mesa me hizo pegar un leve bote pero no aparté mí mirada de la suya. Seguía negándome a responder una sola de sus preguntas, ¿qué le importaba a él? No me conocía de nada, ¿qué más le daba cómo me hubiera tratado y lo que había insinuado? Negué con la cabeza a falta de decir algo más, algo que al parecer no hizo que menguara su furia y su rabia.

Se levantó del asiento con el cuerpo completamente tenso, con su mandíbula apretándola con fuerza y fulminándome con sus ojos al tiempo que se acercaba hacia donde estaba, giró la silla con violencia para dejarnos de nuevo cara a cara con su rostro cerca del mío, y volver a pedirme que hablara. Pero no lo hice, era la primera vez que lo veía tan cabreado desde que me había despertado… ni siquiera todas las cosas que le había dicho habían podido hacer que se alterara tanto como estaba ahora, y sin embargo, la presencia y las palabras de aquel hombre habían conseguido lo que yo con mis mordaces comentarios no había podido hacer. A falta de una respuesta mía volcó la mesa haciendo que todo cayera al suelo y se rompiera, los vasos, las jarras, la comida por el suelo. Cerré los ojos y aparté la mirada dejando que se alejara y pusiera distancia, no quería responder a esas preguntas mientras yo me preguntaba por qué le molestaba tanto, y por qué tanta insistencia cuando no era nada para él. Sus pasos se alejaron pisando con fuerza y lo seguí con la mirada sin saber qué hacer exactamente.



-¿A dónde vas? –Fue lo único que pregunté obteniendo aquella respuesta sincera y rabiosa al mismo tiempo, me acerqué a la puerta del salón para ver desde ahí cómo Isis parecía que no quería dejarle salir, me crucé de brazos apoyándome contra el marco de la puerta- ¿Por qué te interesa saberlo? ¿Por qué tienes ese empeño cegador en saber qué es lo que ha pasado? ¿Por qué te enfurece tanto que no te responda? –Pregunté mientras lo veía parado ante la puerta sintiendo que la rabia se acumulaba en mí interior, mezclado con algo más, que se arremolinaba en mí estómago y que de alguna forma era como si necesitara dejarlo salir aún sin saber muy bien por qué- ¡Porque lo fui! –Grité sin saber muy bien a qué había venido el decírselo, pero había que había empezado no iba a parar ni a callarme- ¿Sabes acaso lo que es tener la sensación de que te estás hundiendo, como si llevaras un peso que te hace hundirte más y más… y saber que no vas a poder salir nunca? Así me he estado sintiendo yo durante años, durante casi toda mí vida, al parecer –hice una leve pausa, seguramente no estaba sabiendo por dónde iba lo que estaba diciendo- Defender mí honor, vengarme… ¿por qué? ¿Quién eres tú para querer hacerlo, y por qué deberías? No me conoces de nada, no sabes nada de mí… y ni siquiera sé porqué te ha ofendido tanto –lo miré de forma fija- ¿Quieres saber por qué ha insinuado que era vulgar ramera? –Repetí su pregunta sintiendo como algo dentro de mí se rompía un poco- ¡PUES PORQUE LO FUI! –le espeté tirándole lo primer que mí mano encontró a su alcance, como si de alguna forma necesitara soltar todo aquello que llevaba dentro y que en cierta forma me consumía- ¡Me raptaron de pequeña separándome de mis padres, me vendieron como mercancía al mejor postor y me obligaron a hacer aquello que no quería!… lo único que he hecho en toda mí vida ha sido afrontar las adversidades y luchar contra ellas. Eran mis dueños y hacían conmigo lo que querían… hasta que pude pagar mí libertad y ser realmente libre… pero supongo que tú no sabrás lo que es vivir bajo el yugo de otra persona que te utiliza como quiera, ¿no es así? –Lo fulminé con la mirada, sin saber por qué ahora me enfadaba con él… quizás porque él estaba provocando que le contara todo esto, mientras mí tono se tornaba mordaz- Era un antiguo cliente que al parecer no le ha gustado la idea de que ya no esté en el mercado –hice una leve pausa- Ahora soy libre para hacer lo que siempre he querido, esta es la Naitiri de verdad –me señalé poniendo una mano en mí pecho- Y esa es la Naitiri que me obligaron en su día a ser –señalé con la cabeza la puerta y me mordí el labio con fuerza apoyándome contra la pared- No me gusta mí pasado y no me enorgullezco de ello, pero es lo que me obligaron a ser y ahora solo me queda afrontarlo y superarlo –suspiré intentando calmarme, pero no podía. Lancé una risa amarga al aire- ¿Qué irónico, verdad? Una sucia ramera que ahora trabaja en el museo como si quisiera borrar su pasado, como si quisiera borrar lo que una vez fue –me abracé desviando el rostro hacia un lado e hincando los dedos en la piel de mis brazos, intentando contener las lágrimas que querían caer de mis ojos. El desánimo me pudo en cuanto supo la verdad, en cuanto sabía quien era realmente la persona que tenía delante… dejando de ser la Naitiri que trabaja en el museo, como si una capa de verdad se hubiera abierto ante sus ojos. Me carcomía por dentro la vergüenza de algo por lo que no elegí, como si ahora estuviera expuesta del todo ante él y por lo que sin duda si él quería podría hacerme daño. Me di cuenta de que, por mucho que cambiara, aquel oscuro pasado me seguiría allá a donde fuera sin poder evitarlo. Me sentía alicaída tras decirle aquello, quizás no debí decírselo y no sabía si había hecho más bien que mal el contárselo… pero no me atreví a mirarlo y me quedé anclada donde estaba, me dejé deslizar por la pared hasta el suelo donde me quedé sentada y enterré la cabeza entre mis brazos sintiendo la presencia de mí perra a mí lado- Si te quieres ir márchate… no voy a detenerte –mí voz se sonaba más débil y floja, quería que se marchara para quedarme a solas ante el peso de sacar todo aquello a la luz, notando la angustia que estaba en mí interior y las lágrimas que pugnaban por salir.
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