AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Domando las llamas de Egipto. (Naitiri)
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Domando las llamas de Egipto. (Naitiri)
Recuerdo del primer mensaje :
Había atravesado el portal, pegado a mi pecho aquellos documentos egipcios aun no identificados pero que tenían una gran relevancia para poder vencer en esta guerra que nos acontecía en el norte.
Ellos nos guiarían frente a un objeto místico, algo mitológico que ladearía la balanza hacia nuestro bando.
Mi prima mantuvo el portal abierto con gran esfuerzo todo el tiempo que le fue posible, lo ultimo que vi fueron sus ojos esmeralda perdiéndose en mis pardos.
Junto a mi, un pequeño orbe que nos ayudaría a volver a casa, los documentos escritos en tinta de oro y como no, mi bastarda a las espaldas.
Caí desde cierta distancia contra el húmedo suelo de un profundo bosque que no me costo demasiado identificar.
Había crecido en París, entre aquellos bosques profundos de aguas claras, conocía cada gruta, cada árbol, cada sendero, ellos me habían visto crecer, entrenar con mi padre, aprender a leer con mi madre y convertirme en el hombre que hoy era.
No tenia tiempo de añoranzas, dos misiones las que me guardaba en la manga.
Una encontrar a mi primo Niels, había partido hacia un mes y no habíamos vuelto a saber de él, tenia que ayudarle a salvar su vida o en el futuro no existiría.
La segunda y principal, pues Niels era un hombre capaz, era encontrar a una señorita llama Naitiri Zahir.
Por lo poco que había conseguido averiguar de la dama, trabajaba en el museo egipcio, tenia grandes conocimientos sobre escritura, costumbres y objetos de esta civilización, si alguien podía identificar lo escrito en estos manuscritos, era ella.
Me habían advertido de su carácter, demasiado fuerte como para colaborar sin hacer preguntas, preguntas que no podría contesta pues a todos los efectos del tiempo, yo no estaba aquí.
No podía involucrarme en este tiempo, no debía tocar nada que pudiera cambiar la linea temporal, debía mantener el futuro a salvo.
Solo se me ocurría una opción, secuestrarla, a fin de cuentas, era el único modo de no tener que responder y por el contrario tendría todo el poder de preguntar.
No tarde en llegar a París, encaminé mis pasos hacia el museo de historia, no me costaría mucho identificarla, a fin de cuentas ¿cuantas mujeres exóticas poseería ese museo?
Dejé caer mi espalda contra la pared a un lado del gran portón.
Había bastante seguridad en sus puertas, los trabajadores empezaban a abandonar el recinto, mis ojos desfilaban por cada uno de ellos esperando encontrar los rasgos que delataran su origen.
De las ultimas en salir del edificio salio una morena de ojos rasgados y cuerpo escultural, bien podría pasar por la misma diosa Issis.
-Perdona -la llamé sin mover mi cuerpo un ápice. Aire engreído cuando alcé la mirada para hundirla en sus ojos.
La dama se acerco, no parecía una mujer confiada, claro que mi aspecto desaliñado tampoco es que fuera una buena carta de presentación para un primer encuentro.
Eso y el mango de la bastarda que asomaba a mis espaldas.
Tal y como se acercó extendí la mano presionando un punto de su cuello, sin darle capacidad de reacción, la dama no pudo emitir grito alguno. Segundos después en el que el aire dejo de llegar a sus pulmones y el miedo se reflejo en sus azabaches, cayo inerte sobre mis brazos.
La alcé perdiendome por el callejón contiguo, esperando que descendiera la cantidad de seguridad para llevarla a otro lugar.
Un caserón antiguo, casi en ruinas fue el lugar elegido como improvisada prisión. Dejé caer el cuerpo de la egipcia sobre un mullido colchón, cargado de polvo.
Tomé asiento en un sofá frente al lecho, me serví un vaso de whisky entrechocando los hielos pensativo.
Ubbe Cannif- Humano Clase Alta
- Mensajes : 417
Fecha de inscripción : 25/02/2017
Re: Domando las llamas de Egipto. (Naitiri)
Con la mano en el pomo escuche la retaila de preguntas que lejos de calmarme me incendiaban mas por dentro ¿como osaba preguntar cuando no respondía ella primero?
Tensé mas los músculos, mi mano apretó el pomo con rabia ¿no entendía que no podía confesarle quien demonios era?
Acababa de salvarla de un maldito desgraciado y ella lejos de permitirme vengas su honor se limitaba a suplicar por la vida de ese que no debía respirar y lo hacia en contra de mi voluntad.
No estaba cabreado con ella, si no conmigo mismo por haberle permitido calmarme por unos momentos, por haberme mostrado débil frente a esa mujer que ejercía demasiado poder sobre mi, un poder que no podía permitirle tener.
Entonces llego aquella frase que me atravesó como si de una lanza griega se tratara, sin escudos de protección se hundió por mi espalda logrando hacerme gruñir y sangrar de dolor.
Naitiri nunca me lo confesó, se que no era una conversación para la primera cena “hola soy Nai y he sido ramera”, pero yo la conocía demasiado bien como para que ese maldito secreto hubiera permanecido oculto por tanto tiempo.
Odie todo y sobre todo me odie a mi mismo, por haber sido tan necio todo este tiempo.
Guardé silencio escuchándola mi respiración estaba tan agitada, mis ojos tan oscuros que posiblemente si enfrentaba ahora mismo su mirada todo explotaría por los aires.
Sus palabras eran dagas afiladas, unas que sajaban mi piel llenándome de mas porqués y de menos quizás.
Quería matarlos, a todos, a todos los que una vez la rozaron, a todos los que permitieron que eso sucediera.
¿Quien era yo? Maldita mujer que seguía sin entender nada.
-Soy quien te ha salvado de ese hombre, mujer -rugí girándome para enfrentar sus ojos rasgados -soy el hombre que ..
No acabé la frase cuando un objeto salio disparado en mi dirección, mas esta vez no lo esquive, desenvaine la bastarda sajando por la mitad el almohadón.
Estaba tan cabreado, estaba tan ofendido que no era capaz de contenerme, de relajarme, el frenesí volvía a apoderarse de mi, necesitaba calmarme y no era capaz, no encontraba el modo, no había paz.
Siguió su relato como si no entendiera que estaba a punto de cometer la peor de las locuras, el burdel se me antojaba poco para hacerlo arder.
-¿Quien? ¿quienes? -rugí al escuchar que todo fue por pagar a alguien su libertad, lo mataría, no quedaría de ese despreciable ser ni los huesos, pues no encontraría descanso ni en esta vida ni en las venideras si yo podía encargarme de ello.
Clave la espada abriendo las baldosas de su suelo cuando escuche de nuevo como se llamaba ramera, maldita sea ella y todos sus ancestros, si no dejaba de decir eso no sabia si podría controlarme de nuevo.
-¡Cállate !-exigí cerrando los ojos para poyar mi frente contra el mango de la bastarda mientras mi pecho subía y bajaba sediento.
El silencio reino en aquella estancia, la perra se había ocultado bajo la mesa asustada no la culpaba.
Silencio, maldito el silencio que se abrio paso entre nosotros, malditas sus ultimas palabras que me empujaban a irme y maldito mi gesto por decidir quedarme.
Caminé hacia la cocina, repleté sendas jarras de hidromiel y caminé sin mirarla hasta su posición imitando su gesto me deje caer apoyando mi espalda en la pared.
-¿Quieres? -pregunté con la voz ronca, no estaba calmado, aunque trataba de fingir estarlo – tengo los pasajes, el barco sale a las seis.
Sus ojos me buscaron, los míos la encontraron, de nuevo cerca nuestras respiraciones agitadas se fundieron en una, sabia que estaba a punto de llorar, también que el orgullo no se lo permitía y por primera vez dudé de si la conocía.
-Lo siento -espeté mientras me alzaba de su lado para darle espacio.
A mi también me costaba decir aquello, los vikingos no pedimos las cosas por favor ni nos disculpamos, y yo acababa de hacerlo.
Caminé hacia la mesa volteada, me agache para recoger sobre la bandeja toda la vajilla rota, mi cuerpo seguía tan tenso como las cuerdas de un arpa, mandíbula apretada y puños que solo se abrían para recoger los cristales.
Di un nuevo trago de la jarra, quizás si bebía suficiente, podría deshacer el nudo que se había instalado en mi garganta, estaba tan rabioso.
Tensé mas los músculos, mi mano apretó el pomo con rabia ¿no entendía que no podía confesarle quien demonios era?
Acababa de salvarla de un maldito desgraciado y ella lejos de permitirme vengas su honor se limitaba a suplicar por la vida de ese que no debía respirar y lo hacia en contra de mi voluntad.
No estaba cabreado con ella, si no conmigo mismo por haberle permitido calmarme por unos momentos, por haberme mostrado débil frente a esa mujer que ejercía demasiado poder sobre mi, un poder que no podía permitirle tener.
Entonces llego aquella frase que me atravesó como si de una lanza griega se tratara, sin escudos de protección se hundió por mi espalda logrando hacerme gruñir y sangrar de dolor.
Naitiri nunca me lo confesó, se que no era una conversación para la primera cena “hola soy Nai y he sido ramera”, pero yo la conocía demasiado bien como para que ese maldito secreto hubiera permanecido oculto por tanto tiempo.
Odie todo y sobre todo me odie a mi mismo, por haber sido tan necio todo este tiempo.
Guardé silencio escuchándola mi respiración estaba tan agitada, mis ojos tan oscuros que posiblemente si enfrentaba ahora mismo su mirada todo explotaría por los aires.
Sus palabras eran dagas afiladas, unas que sajaban mi piel llenándome de mas porqués y de menos quizás.
Quería matarlos, a todos, a todos los que una vez la rozaron, a todos los que permitieron que eso sucediera.
¿Quien era yo? Maldita mujer que seguía sin entender nada.
-Soy quien te ha salvado de ese hombre, mujer -rugí girándome para enfrentar sus ojos rasgados -soy el hombre que ..
No acabé la frase cuando un objeto salio disparado en mi dirección, mas esta vez no lo esquive, desenvaine la bastarda sajando por la mitad el almohadón.
Estaba tan cabreado, estaba tan ofendido que no era capaz de contenerme, de relajarme, el frenesí volvía a apoderarse de mi, necesitaba calmarme y no era capaz, no encontraba el modo, no había paz.
Siguió su relato como si no entendiera que estaba a punto de cometer la peor de las locuras, el burdel se me antojaba poco para hacerlo arder.
-¿Quien? ¿quienes? -rugí al escuchar que todo fue por pagar a alguien su libertad, lo mataría, no quedaría de ese despreciable ser ni los huesos, pues no encontraría descanso ni en esta vida ni en las venideras si yo podía encargarme de ello.
Clave la espada abriendo las baldosas de su suelo cuando escuche de nuevo como se llamaba ramera, maldita sea ella y todos sus ancestros, si no dejaba de decir eso no sabia si podría controlarme de nuevo.
-¡Cállate !-exigí cerrando los ojos para poyar mi frente contra el mango de la bastarda mientras mi pecho subía y bajaba sediento.
El silencio reino en aquella estancia, la perra se había ocultado bajo la mesa asustada no la culpaba.
Silencio, maldito el silencio que se abrio paso entre nosotros, malditas sus ultimas palabras que me empujaban a irme y maldito mi gesto por decidir quedarme.
Caminé hacia la cocina, repleté sendas jarras de hidromiel y caminé sin mirarla hasta su posición imitando su gesto me deje caer apoyando mi espalda en la pared.
-¿Quieres? -pregunté con la voz ronca, no estaba calmado, aunque trataba de fingir estarlo – tengo los pasajes, el barco sale a las seis.
Sus ojos me buscaron, los míos la encontraron, de nuevo cerca nuestras respiraciones agitadas se fundieron en una, sabia que estaba a punto de llorar, también que el orgullo no se lo permitía y por primera vez dudé de si la conocía.
-Lo siento -espeté mientras me alzaba de su lado para darle espacio.
A mi también me costaba decir aquello, los vikingos no pedimos las cosas por favor ni nos disculpamos, y yo acababa de hacerlo.
Caminé hacia la mesa volteada, me agache para recoger sobre la bandeja toda la vajilla rota, mi cuerpo seguía tan tenso como las cuerdas de un arpa, mandíbula apretada y puños que solo se abrían para recoger los cristales.
Di un nuevo trago de la jarra, quizás si bebía suficiente, podría deshacer el nudo que se había instalado en mi garganta, estaba tan rabioso.
Ubbe Cannif- Humano Clase Alta
- Mensajes : 417
Fecha de inscripción : 25/02/2017
Re: Domando las llamas de Egipto. (Naitiri)
Quizás no había sido la mejor de las maneras para afrontar aquello, quizás debía de haberme callado y no decirle absolutamente nada al respecto… pero ahora ya todo estaba hecho. No iba a decirle quiénes habían sido porque ya no importaba, el daño ya estaba hecho y decírselo no cambiaría nada ni a mí me haría sentir mejor. Solo quería que aquello terminara y que ese pasado dejara de volver de vez en cuando para atormentarme como lo había hecho. Había sido un infortunio que él estuviera en ese preciso instante, aunque quizás de no ser porque hubiera estado él las cosas habrían sido totalmente diferentes, y no quería pensar en ello. Ya todo estaba hecho, ya todo estaba dicho y por mí parte no había mucho más que decir sobre el tema. No sabía por qué pero algo me había empujado a decirlo, a desahogarme de aquella forma y soltar todo lo que tenía en el interior, lanzándolo lejos para sentirme un poco mejor de lo que me estaba sintiendo.
Había escuchado sus preguntas, había escuchado la furia en sus palabras y todavía no podía comprender por qué le había molestado tanto, le había lanzado hasta un cojín que él se había encargado de partir por la mitad con la espada haciendo que el lugar se llenara de plumas añadiendo más dramatismo a la situación y a la escena. Pedía que me callara y no sabía si era porque no quería saber nada de lo que le estaba diciendo, si no quería saber qué es lo que me había pasado en el futuro, o por el hecho de cómo me llamaba a mí misma, de una forma que me había hecho sentir tanto tiempo. No lograba entenderlo, apenas me conocía de un día y aunque pudiera ser que esas cosas no le gustaran… no sabía por qué si era hacia mí persona lo ponía de esa manera.
Había clavado la espada en el suelo y yo no le dije absolutamente nada por aquello, ya luchaba porque las lágrimas no cayeran de mis ojos e intentar controlar todo aquello que de repente había estallado como una bomba de relojería. Todo aquello no debería de haber ido dirigido hacia él, pero en parte había propiciado que todo saliera a la luz con sus preguntas, con su insistencia, con esa forma en la que parecía afectado aún cuando me descolocaba por completo el por qué. Realmente pensé por un segundo que terminaría por coger el pomo de la puerta y abrirlo para marcharse, así que no sé qué fue lo que hizo que se quedara pero pude sentir sus pasos alejándose hacia el pasillo mientras yo seguía con el rostro entre mis brazos en aquella posición.
Volví a oír sus pasos de nuevo que se acercaban tras unos minutos en los que se había ido y lo sentí pararse a mí lado, deslizarse por la pared para sentarse a mí lado. Podía sentir su brazo rozar el mío, todo su costado pegado y rozando el mío sin mucho espacio entre ambos cuerpos. Su pregunta me sorprendió y podía notarse por el tono de voz que tenía que todavía no estaba calmado del todo, aunque su manera de hablarme había sido algo más tranquila que de hacía unos momentos. Que me dijera que tenía los pasajes y que el barco partía dentro de unas horas fue lo que me hizo levantar mí mirada y ponerla sobre la suya. Me estaba tendiendo una jarra para que la cogiera, y mí vista fue de su rostro a la jarra y luego finalmente a sus ojos.
Estiré el brazo cogiendo la jarra y eso hizo que por enésima vez nuestros rostros quedaran cerca de nuevo, mí respiración era un poco errática y podía notar la suya que daba contra la mía. Aún me seguía preguntando por qué conseguía descolocarme tanto aquel hombre, era como si me diera una de cal y otra de arena, mostraba su furia y su indiferencia y luego me trataba de aquella forma que era todo lo contrario. Iba a volverme loca como siguiera tratándome así, y a su vez me hacía querer preguntarle mucho más quién era él hasta que me diera una respuesta que me fuera válida. Su “lo siento” totalmente inesperado hizo que lo mirara de forma fija y mis ojos bajaran a sus labios sin llegarme a creer que hubiera dicho aquello. No le retuve cuando se levantó y apoyé la cabeza contra la pared cerrando los ojos, sin dejar de pensar que era una idiota, una total y completamente idiota por aquello. Di un sorbo a la jarra dejando que el líquido consiguiera aliviarme un poco y opté por levantarme y ayudarlo a recoger aquello. Fui a por algo para ir más rápido y volví al salón donde lo vi recogiendo trozo a trozo la vajilla y vasos rotos, entre los dos terminamos de recoger todo y dejarlo tal cual estaba, a mí se me había quitado el apetito así que no tenía pensado en comer nada. Lo que sí hice fue volver a coger aquel kit para curar su mano que seguía sangrando.
Él estaba sentado bebiendo de la jarra de hidromiel que se había vuelto a servir por segunda o tercera vez, y cogí la mano que se había hecho aquel corte para mirarla. Era un tajo en el centro de la palma que seguía sangrando y que tendría que cerrar para que no se le infectara. Limpié la sangre con una gasa y pude ver mejor el corte que tenía, por suerte no tenía ningún cristal incrustado y sería mucho más fácil de curarla. Alcé mí mirada para observarlo, podía notar lo tenso que estaba y aún no sabía por qué me había dejado curarlo, quizás porque él mismo sabía que iba a hacerlo como lo hice anoche con la herida de la clavícula, aunque esta si podía infectarse y la otra no.
-Voy a tener que coser la herida –le dije para que supiera qué es lo que iba a hacerle, y preparé el hilo y la aguja para poder cerrar el corte. Ni se inmutó cuando comencé a curarlo y tampoco me dijo nada al respecto, quizás porque seguiría enfadado y no quería que lo notara, pero sabía muy bien interpretar el lenguaje del cuerpo y sabía que lo estaba- Yo… gracias, de verdad –paré un momento de coserle para mirarlo directamente- Te agradezco lo que has hecho por mí, y aún sin saber por qué, el que te hayas preocupado. Y también lo siento, no tendrías que haber aguantado mis palabras y mí actitud, era algo que no te merecías –seguí cosiéndole terminando con la herida y corté el hilo con los dientes, cogí un bote con ungüento y lo apliqué sobre la herida de forma despacio como si más bien fuera una caricia- De alguna forma estallé y ha acabado por salir todo de golpe, así que por ello me disculpo. Aunque en el fondo sienta que necesitara hacerlo –guardé el bote y lo dejé sobre la cesta para luego alzar mí mirada encontrando la suya y morderme el labio, no quería que lo que hubiera pasado cambiara nada de lo que teníamos pensado hacer- Espero que esto no cambie nuestros planes ni afecte en nada… como también espero que me sigas viendo a como lo hacías antes de que pasara todo esto –me refería, por supuesto, a haberse enterado de ese pasado. Yo ya no era esa persona y así quería que siguiera siendo durante el resto de mí vida. Mis ojos recorrieron su rostro y terminé por lanzar un suspiro para acordarme de la hora que salía el barco- Tengo que llevar a Isis a casa de una amiga para que cuide de ella el tiempo que estemos fuera, luego vendré y preparé lo necesario para partir –hice una pausa y terminé por levantarme para coger de la entrada un collar y ponérselo a Isis, me giré a mirarlo antes de partir- Siéntete como en tu casa mientras estoy fuera –sin decir mucho más cogí la llave y salí para dejar a Isis en buenas manos mientras nos embarcábamos en aquel viaje. No tardé demasiado en volver a casa, quizás algo más de media hora ya que le había dicho a mí amiga que tenía que prepararlo todo y que no podía quedarme a tomar el té y explicarle lo que iba a hacer, además de que no iba a poder decirle mucho y sería una verdad a medias… pues no iba a comentar nada al respecto por mucho que ella supiera exactamente todo sobre mí vida y fuera en la que más confiara.
Al volver a casa fui directa hacia la habitación para sacar una maleta de viaje y comenzar a meter todo aquello que necesitaba, como ropa y demás accesorios. Fui hacia la salita que tenía y miré los libros que tenía y que podrían ser de ayuda estando allí así que los cogí y los metí también en la maleta. El maletín que solía llevar para el museo fue donde guardé aquellos papiros y a su vez este maletín lo metí dentro de otra maleta para que no estuviera a la vista. Repasé un par de veces lo que llevaba y me cercioré de que no me dejaba nada que pudiera necesitar, a falta de que faltara una hora para zarpar el barco tenía todo listo y preparado. Me cambié de ropa y me di un baño quitando un poco el malestar que sentía y el nudo que comenzaba a formarse en mí estómago ante la idea de montar otra vez en barco, y una vez lista salí con sendas maletas dejándolas en la entrada, y miré al vikingo que me acompañaría en aquella travesía.
-Podemos partir cuando quieras, ya estoy lista –suponía que él había hecho lo propio y había cogido lo que necesitábamos para partir así que esperé a que se acercara para marcharnos, pero antes de que saliera por la puerta lo detuve poniendo mí mano en su pecho- Antes de irnos, creo que debería de llamarte de alguna forma que no sea “vikingo bastardo” –lo miré alzando mí mirada- Así que dado que no vas a decirme como te llamas, he pensado en ponerte yo un nombre –ladeé un poco el rostro- Había pensado en Odín pero quizás sea faltar al respeto, así que… ¿qué tal Thor? ¿Loki? ¿Barld? ¿O Tyr? No puedo estar gritándote todo el rato de esa forma –llevé mis manos a las caderas y lo observé por unos segundos con una sonrisa ladeada- Tengo peores nombres, si lo prefieres. Te dejaré pensarlo y ya me comunicas tú decisión –le miré una última vez antes de coger una de las maletas y mirarlo para que él cogiera la otra que era la que más pesaba, mientras me mordía el labio y sentía un nudo en el estómago conforme se acercaba la hora de embarcar.
Había escuchado sus preguntas, había escuchado la furia en sus palabras y todavía no podía comprender por qué le había molestado tanto, le había lanzado hasta un cojín que él se había encargado de partir por la mitad con la espada haciendo que el lugar se llenara de plumas añadiendo más dramatismo a la situación y a la escena. Pedía que me callara y no sabía si era porque no quería saber nada de lo que le estaba diciendo, si no quería saber qué es lo que me había pasado en el futuro, o por el hecho de cómo me llamaba a mí misma, de una forma que me había hecho sentir tanto tiempo. No lograba entenderlo, apenas me conocía de un día y aunque pudiera ser que esas cosas no le gustaran… no sabía por qué si era hacia mí persona lo ponía de esa manera.
Había clavado la espada en el suelo y yo no le dije absolutamente nada por aquello, ya luchaba porque las lágrimas no cayeran de mis ojos e intentar controlar todo aquello que de repente había estallado como una bomba de relojería. Todo aquello no debería de haber ido dirigido hacia él, pero en parte había propiciado que todo saliera a la luz con sus preguntas, con su insistencia, con esa forma en la que parecía afectado aún cuando me descolocaba por completo el por qué. Realmente pensé por un segundo que terminaría por coger el pomo de la puerta y abrirlo para marcharse, así que no sé qué fue lo que hizo que se quedara pero pude sentir sus pasos alejándose hacia el pasillo mientras yo seguía con el rostro entre mis brazos en aquella posición.
Volví a oír sus pasos de nuevo que se acercaban tras unos minutos en los que se había ido y lo sentí pararse a mí lado, deslizarse por la pared para sentarse a mí lado. Podía sentir su brazo rozar el mío, todo su costado pegado y rozando el mío sin mucho espacio entre ambos cuerpos. Su pregunta me sorprendió y podía notarse por el tono de voz que tenía que todavía no estaba calmado del todo, aunque su manera de hablarme había sido algo más tranquila que de hacía unos momentos. Que me dijera que tenía los pasajes y que el barco partía dentro de unas horas fue lo que me hizo levantar mí mirada y ponerla sobre la suya. Me estaba tendiendo una jarra para que la cogiera, y mí vista fue de su rostro a la jarra y luego finalmente a sus ojos.
Estiré el brazo cogiendo la jarra y eso hizo que por enésima vez nuestros rostros quedaran cerca de nuevo, mí respiración era un poco errática y podía notar la suya que daba contra la mía. Aún me seguía preguntando por qué conseguía descolocarme tanto aquel hombre, era como si me diera una de cal y otra de arena, mostraba su furia y su indiferencia y luego me trataba de aquella forma que era todo lo contrario. Iba a volverme loca como siguiera tratándome así, y a su vez me hacía querer preguntarle mucho más quién era él hasta que me diera una respuesta que me fuera válida. Su “lo siento” totalmente inesperado hizo que lo mirara de forma fija y mis ojos bajaran a sus labios sin llegarme a creer que hubiera dicho aquello. No le retuve cuando se levantó y apoyé la cabeza contra la pared cerrando los ojos, sin dejar de pensar que era una idiota, una total y completamente idiota por aquello. Di un sorbo a la jarra dejando que el líquido consiguiera aliviarme un poco y opté por levantarme y ayudarlo a recoger aquello. Fui a por algo para ir más rápido y volví al salón donde lo vi recogiendo trozo a trozo la vajilla y vasos rotos, entre los dos terminamos de recoger todo y dejarlo tal cual estaba, a mí se me había quitado el apetito así que no tenía pensado en comer nada. Lo que sí hice fue volver a coger aquel kit para curar su mano que seguía sangrando.
Él estaba sentado bebiendo de la jarra de hidromiel que se había vuelto a servir por segunda o tercera vez, y cogí la mano que se había hecho aquel corte para mirarla. Era un tajo en el centro de la palma que seguía sangrando y que tendría que cerrar para que no se le infectara. Limpié la sangre con una gasa y pude ver mejor el corte que tenía, por suerte no tenía ningún cristal incrustado y sería mucho más fácil de curarla. Alcé mí mirada para observarlo, podía notar lo tenso que estaba y aún no sabía por qué me había dejado curarlo, quizás porque él mismo sabía que iba a hacerlo como lo hice anoche con la herida de la clavícula, aunque esta si podía infectarse y la otra no.
-Voy a tener que coser la herida –le dije para que supiera qué es lo que iba a hacerle, y preparé el hilo y la aguja para poder cerrar el corte. Ni se inmutó cuando comencé a curarlo y tampoco me dijo nada al respecto, quizás porque seguiría enfadado y no quería que lo notara, pero sabía muy bien interpretar el lenguaje del cuerpo y sabía que lo estaba- Yo… gracias, de verdad –paré un momento de coserle para mirarlo directamente- Te agradezco lo que has hecho por mí, y aún sin saber por qué, el que te hayas preocupado. Y también lo siento, no tendrías que haber aguantado mis palabras y mí actitud, era algo que no te merecías –seguí cosiéndole terminando con la herida y corté el hilo con los dientes, cogí un bote con ungüento y lo apliqué sobre la herida de forma despacio como si más bien fuera una caricia- De alguna forma estallé y ha acabado por salir todo de golpe, así que por ello me disculpo. Aunque en el fondo sienta que necesitara hacerlo –guardé el bote y lo dejé sobre la cesta para luego alzar mí mirada encontrando la suya y morderme el labio, no quería que lo que hubiera pasado cambiara nada de lo que teníamos pensado hacer- Espero que esto no cambie nuestros planes ni afecte en nada… como también espero que me sigas viendo a como lo hacías antes de que pasara todo esto –me refería, por supuesto, a haberse enterado de ese pasado. Yo ya no era esa persona y así quería que siguiera siendo durante el resto de mí vida. Mis ojos recorrieron su rostro y terminé por lanzar un suspiro para acordarme de la hora que salía el barco- Tengo que llevar a Isis a casa de una amiga para que cuide de ella el tiempo que estemos fuera, luego vendré y preparé lo necesario para partir –hice una pausa y terminé por levantarme para coger de la entrada un collar y ponérselo a Isis, me giré a mirarlo antes de partir- Siéntete como en tu casa mientras estoy fuera –sin decir mucho más cogí la llave y salí para dejar a Isis en buenas manos mientras nos embarcábamos en aquel viaje. No tardé demasiado en volver a casa, quizás algo más de media hora ya que le había dicho a mí amiga que tenía que prepararlo todo y que no podía quedarme a tomar el té y explicarle lo que iba a hacer, además de que no iba a poder decirle mucho y sería una verdad a medias… pues no iba a comentar nada al respecto por mucho que ella supiera exactamente todo sobre mí vida y fuera en la que más confiara.
Al volver a casa fui directa hacia la habitación para sacar una maleta de viaje y comenzar a meter todo aquello que necesitaba, como ropa y demás accesorios. Fui hacia la salita que tenía y miré los libros que tenía y que podrían ser de ayuda estando allí así que los cogí y los metí también en la maleta. El maletín que solía llevar para el museo fue donde guardé aquellos papiros y a su vez este maletín lo metí dentro de otra maleta para que no estuviera a la vista. Repasé un par de veces lo que llevaba y me cercioré de que no me dejaba nada que pudiera necesitar, a falta de que faltara una hora para zarpar el barco tenía todo listo y preparado. Me cambié de ropa y me di un baño quitando un poco el malestar que sentía y el nudo que comenzaba a formarse en mí estómago ante la idea de montar otra vez en barco, y una vez lista salí con sendas maletas dejándolas en la entrada, y miré al vikingo que me acompañaría en aquella travesía.
-Podemos partir cuando quieras, ya estoy lista –suponía que él había hecho lo propio y había cogido lo que necesitábamos para partir así que esperé a que se acercara para marcharnos, pero antes de que saliera por la puerta lo detuve poniendo mí mano en su pecho- Antes de irnos, creo que debería de llamarte de alguna forma que no sea “vikingo bastardo” –lo miré alzando mí mirada- Así que dado que no vas a decirme como te llamas, he pensado en ponerte yo un nombre –ladeé un poco el rostro- Había pensado en Odín pero quizás sea faltar al respeto, así que… ¿qué tal Thor? ¿Loki? ¿Barld? ¿O Tyr? No puedo estar gritándote todo el rato de esa forma –llevé mis manos a las caderas y lo observé por unos segundos con una sonrisa ladeada- Tengo peores nombres, si lo prefieres. Te dejaré pensarlo y ya me comunicas tú decisión –le miré una última vez antes de coger una de las maletas y mirarlo para que él cogiera la otra que era la que más pesaba, mientras me mordía el labio y sentía un nudo en el estómago conforme se acercaba la hora de embarcar.
Naitiri Zahir- Humano Clase Alta
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Fecha de inscripción : 27/11/2015
Re: Domando las llamas de Egipto. (Naitiri)
Juntos y en sepulcral silencio recogimos cada trozo de vajilla que quedaba por el suelo, sentí el símil de cada pedazo roto en mis propias carnes, pues aun no podía creer que esa mujer me hubiera ocultado algo como aquello durante todo este tiempo.
Estaba furioso, tanto, que una parte de mi solo pensaba en salir por esa puerta y buscar la primera taberna o burdel o quizás las dos cosas a la vez y desfogarme hasta el amanecer.
Yo no tenia dobleces, decía lo que pensaba, hacia lo que decía.
Lo hubiera hecho, juro que así hubiera sido de no salir el maldito barco a las seis, mas por esta vez tenia que controlarme, algo imposible cuando mis ojos recorrían su cuerpo, un cuerpo que era mio por derecho y que no podía tocar.
Dejé escapar el aire frustrado, cabreado, ni el alcohol era capaz de enmendar el dolor que se había apoderado de mi y el nudo oprimía la garganta con la misma fuerza con la que lo haría Odin.
Me dejé caer en el sillón en el mas profundo silencio, mi mirada en el fuego, llamas que parecían reírse de este vikingo crédulo.
La egipcia camino hacia a mi, su paso era sereno, como si entendiera que uno de los dos debía representar esa calma y desde luego no era yo el que la hallaba.
Sus dedos recorrieron mi mano, entreabrí los labios dejando escapar el aire contra el vidrio, tantas veces había sentido sus dedos hacer lo mismo.
Me estaba perdiendo y no debía, era consciente de la realidad “no debes tocar nada que cambie la linea temporal”
Mas mis ojos seguían anclados en sus labios mientras ella se limitaba limpiar la sangre como ya lo hizo en mi pasado.
Alzo la mirada y nuestros ojos chocaron, era inevitable que no quedaran anclados. Esfuerzo titanico el que hice para desviar de nuevo mi mirada al fuego, como si poco o nada me importara aquello que me estaba diciendo.
-No es nada, mujer -sentencié con frialdad, mas ella no me soltó, nunca lo hacia a decir verdad.
Hubiera sonreído,esta era una de esas situaciones que nos hacían discutir y acabar enredados en el lecho, mas en esta ocasión no fue así, y yo, yo estaba tan cabreado que ni gracia su terquedad me hacia, me limité a beber en silencio mientras esta seguía dando punzadas hasta que el trabajo finalizo y sus labios rozaron mi palma para sus dientes sajar el hilo.
Se disculpaba y la mitad de aquella disculpa la soltó al aire, pues yo era incapaz de mirarla sin hacerle mas reproches, mas preguntas, tenia tantos porqués, y aun buscaba un maldito nombre que no pronunciaban sus labios y que necesitaba escuchar mas que respirar ¿quien? ¿quien convirtió su vida en un infierno? Juraba ante Odin que pagaría por lo que le había hecho.
Mis ojos la buscaron al sentir aquella caricia, era como si por un momento frente a esa lumbre estuviera con Nai, mi respiración se agitó, incluso mi cuerpo se destenso, solía tener ese poder sobre mi, ese y otros que no tardaria en descubrir pues de nuevo se mordió el labio logrando no solo que mis ojos bajaran hasta su boca y se entreabrieran hambrientos si no que mi hombría creciera sedienta de ella.
Un suspiro puso las cartas sobre la mesa, este no era mi tiempo, y no podía tocarla, no debía hacerlo.
-No te muerdas el maldito labio -rugí exigiendo -la próxima vez ...-no terminé la frase, mi vista se desvió hacia el fuego y de nuevo la jarra fue el antídoto de mi sufrimiento.
-¿quien? -rugí de nuevo mientras esta se alzaba del suelo para llevar a la perra a un lugar seguro.
No hubo respuesta, solo un portazo al tiempo que mi jarra explotaba contra la chimenea de piedra blanca y el jarrón egipcio situado sobre esta caía al suelo partiéndose en mil pedazos.
Bebí, bebí sin parar hasta que regreso, no encontré consuelo en el alcohol, claro que al menos me aturdió lo suficiente como para que el nudo se aflojara y poder seguir en pie y no caído.
La egipcia regreso, como una ráfaga de viento subió a su habitación, supuse que a preparar su petate y recoger los documentos necesarios para el viaje.
Cuando bajo sendas maletas de gran envergadura la acompañaban, alcé una ceja mirándola fijamente mientras me ponía en pie tambaleándome ligeramente.
-¿en serio? ¿que llevas ahí? ¿ una momia? Negué con la cabeza incrédulo -creía que íbamos a descifrar unos manuscritos no de viaje de novios al Nilo.
Ladeé la sonrisa, me resulto divertido y no pude evitar echarme a reír mientras la miraba.
Ella parecía buscar donde estaba mi equipaje, no se daba cuenta de que no tenia nada, nada mas allá de lo que portaba sobre mi persona en ese instante?
-Llámame como quieras, para el caso que te voy a hacer -apunté sin poder parar de reír, al menos el alcohol había cambiado el humor, daba gracias por ello a los dioses.
Tomó una de las maletas con el ceño fruncido y de nuevo ese gesto, mordió su labio inferior y esta vez mi cuerpo reacciono, se pegó al suyo, mi hombría contra su vientre, la alcé por las nalgas y mi boca se enfrento a la suya en un duelo a muerte, no la toque, mas nuestra nariz se acarició el tiempo suficiente como para que nuestra respiración chocara furiosa como lo hace el mar contra las rocas.
“no debes tocar nada...” maldita mujer que me hacia desear tocarlo todo, ebrio era incapaz de contenerme.
Sus manso interpusieron la distancia y de un golpe la baje al suelo, maldiciéndola en mi idioma
-faen du kvinne, jeg forbanner hvor mye jeg vil ha deg. (maldita seas mujer, maldigo lo mucho que te deseo)
Estaba furioso, tanto, que una parte de mi solo pensaba en salir por esa puerta y buscar la primera taberna o burdel o quizás las dos cosas a la vez y desfogarme hasta el amanecer.
Yo no tenia dobleces, decía lo que pensaba, hacia lo que decía.
Lo hubiera hecho, juro que así hubiera sido de no salir el maldito barco a las seis, mas por esta vez tenia que controlarme, algo imposible cuando mis ojos recorrían su cuerpo, un cuerpo que era mio por derecho y que no podía tocar.
Dejé escapar el aire frustrado, cabreado, ni el alcohol era capaz de enmendar el dolor que se había apoderado de mi y el nudo oprimía la garganta con la misma fuerza con la que lo haría Odin.
Me dejé caer en el sillón en el mas profundo silencio, mi mirada en el fuego, llamas que parecían reírse de este vikingo crédulo.
La egipcia camino hacia a mi, su paso era sereno, como si entendiera que uno de los dos debía representar esa calma y desde luego no era yo el que la hallaba.
Sus dedos recorrieron mi mano, entreabrí los labios dejando escapar el aire contra el vidrio, tantas veces había sentido sus dedos hacer lo mismo.
Me estaba perdiendo y no debía, era consciente de la realidad “no debes tocar nada que cambie la linea temporal”
Mas mis ojos seguían anclados en sus labios mientras ella se limitaba limpiar la sangre como ya lo hizo en mi pasado.
Alzo la mirada y nuestros ojos chocaron, era inevitable que no quedaran anclados. Esfuerzo titanico el que hice para desviar de nuevo mi mirada al fuego, como si poco o nada me importara aquello que me estaba diciendo.
-No es nada, mujer -sentencié con frialdad, mas ella no me soltó, nunca lo hacia a decir verdad.
Hubiera sonreído,esta era una de esas situaciones que nos hacían discutir y acabar enredados en el lecho, mas en esta ocasión no fue así, y yo, yo estaba tan cabreado que ni gracia su terquedad me hacia, me limité a beber en silencio mientras esta seguía dando punzadas hasta que el trabajo finalizo y sus labios rozaron mi palma para sus dientes sajar el hilo.
Se disculpaba y la mitad de aquella disculpa la soltó al aire, pues yo era incapaz de mirarla sin hacerle mas reproches, mas preguntas, tenia tantos porqués, y aun buscaba un maldito nombre que no pronunciaban sus labios y que necesitaba escuchar mas que respirar ¿quien? ¿quien convirtió su vida en un infierno? Juraba ante Odin que pagaría por lo que le había hecho.
Mis ojos la buscaron al sentir aquella caricia, era como si por un momento frente a esa lumbre estuviera con Nai, mi respiración se agitó, incluso mi cuerpo se destenso, solía tener ese poder sobre mi, ese y otros que no tardaria en descubrir pues de nuevo se mordió el labio logrando no solo que mis ojos bajaran hasta su boca y se entreabrieran hambrientos si no que mi hombría creciera sedienta de ella.
Un suspiro puso las cartas sobre la mesa, este no era mi tiempo, y no podía tocarla, no debía hacerlo.
-No te muerdas el maldito labio -rugí exigiendo -la próxima vez ...-no terminé la frase, mi vista se desvió hacia el fuego y de nuevo la jarra fue el antídoto de mi sufrimiento.
-¿quien? -rugí de nuevo mientras esta se alzaba del suelo para llevar a la perra a un lugar seguro.
No hubo respuesta, solo un portazo al tiempo que mi jarra explotaba contra la chimenea de piedra blanca y el jarrón egipcio situado sobre esta caía al suelo partiéndose en mil pedazos.
Bebí, bebí sin parar hasta que regreso, no encontré consuelo en el alcohol, claro que al menos me aturdió lo suficiente como para que el nudo se aflojara y poder seguir en pie y no caído.
La egipcia regreso, como una ráfaga de viento subió a su habitación, supuse que a preparar su petate y recoger los documentos necesarios para el viaje.
Cuando bajo sendas maletas de gran envergadura la acompañaban, alcé una ceja mirándola fijamente mientras me ponía en pie tambaleándome ligeramente.
-¿en serio? ¿que llevas ahí? ¿ una momia? Negué con la cabeza incrédulo -creía que íbamos a descifrar unos manuscritos no de viaje de novios al Nilo.
Ladeé la sonrisa, me resulto divertido y no pude evitar echarme a reír mientras la miraba.
Ella parecía buscar donde estaba mi equipaje, no se daba cuenta de que no tenia nada, nada mas allá de lo que portaba sobre mi persona en ese instante?
-Llámame como quieras, para el caso que te voy a hacer -apunté sin poder parar de reír, al menos el alcohol había cambiado el humor, daba gracias por ello a los dioses.
Tomó una de las maletas con el ceño fruncido y de nuevo ese gesto, mordió su labio inferior y esta vez mi cuerpo reacciono, se pegó al suyo, mi hombría contra su vientre, la alcé por las nalgas y mi boca se enfrento a la suya en un duelo a muerte, no la toque, mas nuestra nariz se acarició el tiempo suficiente como para que nuestra respiración chocara furiosa como lo hace el mar contra las rocas.
“no debes tocar nada...” maldita mujer que me hacia desear tocarlo todo, ebrio era incapaz de contenerme.
Sus manso interpusieron la distancia y de un golpe la baje al suelo, maldiciéndola en mi idioma
-faen du kvinne, jeg forbanner hvor mye jeg vil ha deg. (maldita seas mujer, maldigo lo mucho que te deseo)
Ubbe Cannif- Humano Clase Alta
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Fecha de inscripción : 25/02/2017
Re: Domando las llamas de Egipto. (Naitiri)
Todo había quedado limpio y recogido del suelo, todos los pedazos que se habían hecho cuando él volcó la mesa preso de la furia y de la rabia. Ninguno de los dos había dicho nada en todo ese rato y lo único que se oía era los trozos que íbamos metiendo una bolsa que había sacado junto con el crepitar de las llamas de la chimenea, nada más, cada uno sumido en sus propios pensamientos. Al terminar decidí que debía de limpiarle la herida de la mano, que al parecer, era algo más profunda de lo que había pensado pues todavía seguía sangrando. Ni siquiera me miró cuando le dije que debía de coserle la herida, me habló con algo de indiferencia como si no le importara aquello que estaba haciendo y su vista siguió puesta en la chimenea mientras seguía bebiendo.
Solo cuando terminé de coserle y le apliqué aquel ungüento pareció alzar la mirada y pude ver sus ojos en los míos, pude notar que luego estos bajan a mis labios y volví a darme cuenta de que me había mordido el labio de nuevo. Al parecer era un gesto que le gustaba cada vez que lo hacía, pero es que tenía la manía de hacerlo muy a menudo. De nuevo me dijo que no volviera a morderme el labio, pero es que era algo imposible de conseguir porque lo hacía muchas veces al día, todos los días de mí vida. Su amenaza quedó en palabras vanas porque no terminó de decir nada, aunque entendí perfectamente qué era lo que estaba queriendo decir aún con la frase sin terminar.
No le respondí cuando volvió a preguntarme quién, sabía a lo que se estaba refiriendo pero negué con la cabeza. Ya no tenía sentido que le dijera quién había sido porque la persona a la que me vendieron ya estaba muerta, ya se habían encargado de matarla y lo había hecho quien menos lo habría pensado… fue aquel vampiro que me secuestró hacia un año, lo mató por motivos que no tenía sentido explicárselo a él ni tendría por qué hacerlo… no era algo que quisiera recordar. No entendía por qué quería saberlo, pero preferí poner distancia de nuevo y coger a Isis para llevármela, saliendo por la puerta para dejarlo a solas. Cuando volví estaba donde mismo lo había dejado y pasé a hacer las maletas con todo lo que necesitábamos, era cierto que había cogido bastantes cosas, pero todo era necesario en ese viaje.
Cuando bajé para anunciarle que ya podíamos irnos faltaba una hora para que zarpara el barco, tiempo suficiente para ir hasta el muelle y poder embarcar, él tenía los pasajes así que sería él quien fuera primero. Pude ver cómo se levantaba y se acercaba dándome cuenta de que no llevaba consigo nada más, a lo que lancé un suspiro pensando cómo no se había traído nada más que lo puesto. Enarqué una ceja ante su pregunta de qué llevaba en la maleta y bajé mí vista para mirarlas, la volví a poner sobre él cuando dijo que si llevaba una momia y me crucé de brazos observándolo. ¿Se creía que era gracioso? Al parecer sí porque se estaba riendo él solo de sus propias palabras.
-Debo de supervisar una excavación, por si se te ha olvidado, lo que quiere decir que me mancharé la ropa con frecuencia cuando vaya y necesito muda para los días que podamos estar. Además llevo libros que nos puedan ser de utilidad así como los papiros guardados –le fulminé con la mirada cuando dijo lo del viaje de novios, vaya, al parecer la bebida le daba un toque de diversión desconocido hasta la fecha. Iba a darle más de beber si era necesario- Pues sería un viaje de novios muy bonito, guárdatelo en la memoria por si alguna vez te llegas a casar –apuntillé con una sonrisa ladeada, no creía que se fuera a casar y si lo hacía dudaba mucho que la llevara de viaje de novios, pero no podía evitar devolverle las pullas que me lanzaba una detrás de otra. Hizo caso omiso de mí sugerencia del nombre alegando que no me iba a hacer ningún caso, gruñí por ello ante lo cabezota y terco que era aquel vikingo que solía sacarme de mis casillas- Por dios, qué cabezota y terco que eres. Buscaré el peor nombre de todos –terminé por decir antes de coger una de las maletas y esperar que él hiciera lo mismo. Comenzaba a sentir un nudo en el estómago producto de saber que íbamos a subir en un barco, algo que no me hacía mucha gracia, pero que era totalmente necesario si queríamos llegar al fondo del asunto. Ni siquiera me di cuenta de qué es lo que estaba haciendo, y ya estaba a punto de salir por la puerta… cuando él acortó las distancias que nos separaban.
Su cuerpo se pegó al mío y me hizo alzar la mirada para poder verle sin comprender qué era lo que estaba haciendo, pude sentir su miembro contra mí vientre igual que lo había sentido cuando me tenía secuestrada, no pude decir mucho cuando sus manos me alzaron sin esfuerzo alguno haciendo que un jadeo de sorpresa emanara de mis labios, todo el peso de mí cuerpo recayó en sus manos que me alzaba como si no pesara nada. Mí rostro estaba ahora a su misma altura y podía notar sus labios sobre los míos, pero sin moverse en ningún momento, mí nariz rozando la suya mezclando el aliento de ambos y mis ojos fijos en los suyos. ¿Esto es lo que quería decirme con lo de que no me mordiera el labio? Había captado el mensaje, completamente. Mis manos en sus hombros hicieron que pudiera poner algo de distancia con su rostro pero no aparté mis ojos de los suyos, por unos segundos los desvié a sus labios y luego a esos orbes azules que me miraban de aquella manera. De aquella forma podía notar mí cuerpo completamente pegado al suyo, en todos los sentidos.
-Bájame –fue lo único que murmuré aún algo conmocionada por su repentina reacción y él, sin mediar palabra alguna, me soltó haciendo que mis pies volvieran a tocar el suelo y lanzándole una última mirada cogí una de las maletas y me giré para andar hacia la puerta cuando escuché sus palabras, esas que hicieron que girara mí rostro para mirarle- Soy experta en maldiciones –comenté antes de salir por la puerta sin opción a que pudiera decirme nada y dejándole la maleta que más pesaba para que la cogiera él. Sin decir demasiado nos encaminamos en un carruaje hacia los muelles donde nos esperaría el barco que nos llevaría hasta Egipto. Cuando más me acercaba más nerviosa me ponía, no tenía buenas experiencias con los barcos y aunque sabía que no podría pasar de nuevo el estar nerviosa y el nudo que se formaba en mí estómago no podía evitarlo de ninguna manera. Cuando llegamos nos acercamos sin perder mucho el tiempo para comenzar a embarcar, quedaba más bien poco para que zarpara así que era mejor dejar las maletas en el camarote.
Me alivié pensar que había un camarote para cada uno así que dejamos las maletas solamente en la mía y poco tiempo después el barco zarpó del muelle dirección hacia mí hogar… sonaba extraño, pero nunca había dejado de sentirlo de esa manera. Tendríamos unos días de estar en aquel barco sin poder ir a ningún lado, teniendo que aguantarnos el uno al otro pero por suerte este era lo bastante grande como para si no se quería no tener que coincidir en nada. Me acerqué hacia la parte de popa del barco para ver cómo zarpábamos sintiendo el nudo del estómago creciendo lentamente, esperaba que pudiera estar tranquila aquellos días que teníamos por delante de navegación.
Los primeros días no fueron tan mal, bueno, eso si se tenía en cuenta que seguíamos con el mismo tipo de… “relación” el uno con el otro. Seguíamos con ese tira y afloja característico y lanzándonos pullas cada dos por tres, como si fuera algo ya normal y típico entre los dos. Yo me pasaba la mayor parte del tiempo leyendo los libros que me había traído y haciendo anotaciones para ver qué podíamos encontrarnos cuando llegáramos allí, así como hacer también una lista con los lugares donde creía que podrían estar los cuadernos. Yo le dejaba a él bastante libertad para que hiciera lo que quisiera y no estar en una pelea constante día tras día. Las mañanas y las tardes eran lo que menos me preocupaba de aquel trayecto, lo que peor lo llevaba era realmente por las noches… no podía dormir.
Muchas veces me paseaba incluso habiendo luz del día por el barco dando paseos por cubierta, yendo a popa o a proa indiferentemente aunque me gustaba observar la estela que se creaba tras el barco en la parte de la popa de este, me tranquilizaba un poco. Incluso así muchas veces no dejaba de mirar hacia todos lados como si tuviera la sensación de que otro barco pudiera abordarnos… sabía que era una idea estúpida, y poco probable… pero el temor ese seguía ahí metido en mí interior. Por las noches era imposible dormir y aunque lo había intentado también a la luz del día era misión fallida, no dejaba de estar tensa en todo momento y la idea de que pudiera volver a repetirse la historia… me daba pavor.
Así fue como aguanté los dos primeros días, no había dormido casi nada y lo poco que había dormido había sido pesadillas y recuerdos que no quería volver a recordar de nuevo, pero que me atormentaban en sueños. El cansancio iba pudiendo conmigo poco a poco y preferí optar por no decirle nada, con la esperanza de que en algún punto el cansancio y la falta de sueño pudieran conmigo y pudiera dormir aunque fuera una noche de tirón. Pero al parecer, mí gozo en un pozo, porque ya estaba por la tercera noche cuando seguía sin poder dormir nada. Aquella noche había tomado una decisión que, aunque no me gustara, esperaba que pudiera ayudarme a conciliar el sueño. Abrigada con la bata me encaminé hacia la puerta del camarote de aquel vikingo y me paré ante esta, me mordí el labio sin saber muy bien lo que estaba haciendo pero que realmente era mí último remedio. Justo cuando levanté la mano para golpear esta con mis nudillos hubo algo que me detuvo, un gemido. Un gemido femenino procedente del interior hizo que mí mano se quedara parada en alza… no iba a molestarle porque yo no pudiera dormir, así que volví sobre mis pasos y me metí en la cama esperando que pudiera dormir algo.
No me había extrañado oír un gemido provenir de su camarote, no solamente había familias que iban hacia Egipto, sino que también había varios grupos de jóvenes a bordo de las cuales alguna que otra vez las había visto mirar al vikingo. Sin duda alguna llamaba la atención por lo alto que era, y esa seguridad que desprendía era lo que seguramente las volviera locas cada vez que lo miraban, a mí me hacía gracias verlas mientras él o bien no quería hacer que se percataba, o no se percataba de que lo estaban mirando. Desgraciadamente para mí fue otra noche en la que no pude dormir, y ya iban tres con aquella. Había intentado todo y nada daba resultado.
La cuarta noche fue más de lo mismo e intenté volver a probar suerte una vez más, salí del camarote con la bata puesta y me encaminé hacia la del vikingo. Al parecer aquella noche no tenía acompañante porque no se oía nada cuando me quedé parada para no molestar si estaba con alguien como la pasada noche. Alcé mí mano y toqué con mis nudillos la puerta, arropándome de alguna forma con mis brazos el pecho mientras que esperaba a que me abriera. Iba a irme cuando su puerta se abrió y pude verlo tras esta, parecía algo sorprendido de verme allí así que entré sin decirle demasiado colándome por el hueco que había dejado y me adentré en el camarote. Al girarme me pude dar cuenta de que su torso estaba desnudo y desvié mí mirada por un momento. Seguramente estaría pensando qué hacía allí, y seguramente tendría preguntas por aquello pero era mí última opción.
-Yo… -comencé sin saber bien qué decir, no quería que pensara mal pero esperaba que él de alguna forma pudiera ayudarme- ¿Puedo… dormir… aquí… esta noche? –Terminé preguntando para luego girarme y sentarme sobre el borde de la cama lanzando un suspiro, esta estaba caliente por haber estado él durmiendo en ella. Apoyé los codos en mis piernas y me cogí la cabeza dejando que mis rizos, oscuros como la noche, envolvieran mi rostro- No puedo dormir… llevo estas noches sin poder dormir y siento que me voy a volver loca si no lo hago –la última vez que había viajado a Egipto fue igual durante la travesía, luego me había tirado todo un día durmiendo ante la falta de sueño que pasé en el viaje- Los recuerdos me acosan y las pesadillas me acechan… y estoy tan cansada… -levanté mí vista para verlo, sé que iba a tener preguntas, sé que otro capítulo de mí vida iba a quedar al descubierto… pero no me importaba, no cuando el más oscuro de ellos ya había sido desvelado- Yo solo quiero dormir una noche tranquila, sin pesadillas… sin miedo –porque ya había visto de lo que era capaz cuando aquel hombre irrumpió en mí casa, porque la única forma de estar tranquila y sentirme de alguna forma protegida… pasaba solamente con él. Por una noche, por aquella noche, era todo cuanto necesitaba.
Solo cuando terminé de coserle y le apliqué aquel ungüento pareció alzar la mirada y pude ver sus ojos en los míos, pude notar que luego estos bajan a mis labios y volví a darme cuenta de que me había mordido el labio de nuevo. Al parecer era un gesto que le gustaba cada vez que lo hacía, pero es que tenía la manía de hacerlo muy a menudo. De nuevo me dijo que no volviera a morderme el labio, pero es que era algo imposible de conseguir porque lo hacía muchas veces al día, todos los días de mí vida. Su amenaza quedó en palabras vanas porque no terminó de decir nada, aunque entendí perfectamente qué era lo que estaba queriendo decir aún con la frase sin terminar.
No le respondí cuando volvió a preguntarme quién, sabía a lo que se estaba refiriendo pero negué con la cabeza. Ya no tenía sentido que le dijera quién había sido porque la persona a la que me vendieron ya estaba muerta, ya se habían encargado de matarla y lo había hecho quien menos lo habría pensado… fue aquel vampiro que me secuestró hacia un año, lo mató por motivos que no tenía sentido explicárselo a él ni tendría por qué hacerlo… no era algo que quisiera recordar. No entendía por qué quería saberlo, pero preferí poner distancia de nuevo y coger a Isis para llevármela, saliendo por la puerta para dejarlo a solas. Cuando volví estaba donde mismo lo había dejado y pasé a hacer las maletas con todo lo que necesitábamos, era cierto que había cogido bastantes cosas, pero todo era necesario en ese viaje.
Cuando bajé para anunciarle que ya podíamos irnos faltaba una hora para que zarpara el barco, tiempo suficiente para ir hasta el muelle y poder embarcar, él tenía los pasajes así que sería él quien fuera primero. Pude ver cómo se levantaba y se acercaba dándome cuenta de que no llevaba consigo nada más, a lo que lancé un suspiro pensando cómo no se había traído nada más que lo puesto. Enarqué una ceja ante su pregunta de qué llevaba en la maleta y bajé mí vista para mirarlas, la volví a poner sobre él cuando dijo que si llevaba una momia y me crucé de brazos observándolo. ¿Se creía que era gracioso? Al parecer sí porque se estaba riendo él solo de sus propias palabras.
-Debo de supervisar una excavación, por si se te ha olvidado, lo que quiere decir que me mancharé la ropa con frecuencia cuando vaya y necesito muda para los días que podamos estar. Además llevo libros que nos puedan ser de utilidad así como los papiros guardados –le fulminé con la mirada cuando dijo lo del viaje de novios, vaya, al parecer la bebida le daba un toque de diversión desconocido hasta la fecha. Iba a darle más de beber si era necesario- Pues sería un viaje de novios muy bonito, guárdatelo en la memoria por si alguna vez te llegas a casar –apuntillé con una sonrisa ladeada, no creía que se fuera a casar y si lo hacía dudaba mucho que la llevara de viaje de novios, pero no podía evitar devolverle las pullas que me lanzaba una detrás de otra. Hizo caso omiso de mí sugerencia del nombre alegando que no me iba a hacer ningún caso, gruñí por ello ante lo cabezota y terco que era aquel vikingo que solía sacarme de mis casillas- Por dios, qué cabezota y terco que eres. Buscaré el peor nombre de todos –terminé por decir antes de coger una de las maletas y esperar que él hiciera lo mismo. Comenzaba a sentir un nudo en el estómago producto de saber que íbamos a subir en un barco, algo que no me hacía mucha gracia, pero que era totalmente necesario si queríamos llegar al fondo del asunto. Ni siquiera me di cuenta de qué es lo que estaba haciendo, y ya estaba a punto de salir por la puerta… cuando él acortó las distancias que nos separaban.
Su cuerpo se pegó al mío y me hizo alzar la mirada para poder verle sin comprender qué era lo que estaba haciendo, pude sentir su miembro contra mí vientre igual que lo había sentido cuando me tenía secuestrada, no pude decir mucho cuando sus manos me alzaron sin esfuerzo alguno haciendo que un jadeo de sorpresa emanara de mis labios, todo el peso de mí cuerpo recayó en sus manos que me alzaba como si no pesara nada. Mí rostro estaba ahora a su misma altura y podía notar sus labios sobre los míos, pero sin moverse en ningún momento, mí nariz rozando la suya mezclando el aliento de ambos y mis ojos fijos en los suyos. ¿Esto es lo que quería decirme con lo de que no me mordiera el labio? Había captado el mensaje, completamente. Mis manos en sus hombros hicieron que pudiera poner algo de distancia con su rostro pero no aparté mis ojos de los suyos, por unos segundos los desvié a sus labios y luego a esos orbes azules que me miraban de aquella manera. De aquella forma podía notar mí cuerpo completamente pegado al suyo, en todos los sentidos.
-Bájame –fue lo único que murmuré aún algo conmocionada por su repentina reacción y él, sin mediar palabra alguna, me soltó haciendo que mis pies volvieran a tocar el suelo y lanzándole una última mirada cogí una de las maletas y me giré para andar hacia la puerta cuando escuché sus palabras, esas que hicieron que girara mí rostro para mirarle- Soy experta en maldiciones –comenté antes de salir por la puerta sin opción a que pudiera decirme nada y dejándole la maleta que más pesaba para que la cogiera él. Sin decir demasiado nos encaminamos en un carruaje hacia los muelles donde nos esperaría el barco que nos llevaría hasta Egipto. Cuando más me acercaba más nerviosa me ponía, no tenía buenas experiencias con los barcos y aunque sabía que no podría pasar de nuevo el estar nerviosa y el nudo que se formaba en mí estómago no podía evitarlo de ninguna manera. Cuando llegamos nos acercamos sin perder mucho el tiempo para comenzar a embarcar, quedaba más bien poco para que zarpara así que era mejor dejar las maletas en el camarote.
Me alivié pensar que había un camarote para cada uno así que dejamos las maletas solamente en la mía y poco tiempo después el barco zarpó del muelle dirección hacia mí hogar… sonaba extraño, pero nunca había dejado de sentirlo de esa manera. Tendríamos unos días de estar en aquel barco sin poder ir a ningún lado, teniendo que aguantarnos el uno al otro pero por suerte este era lo bastante grande como para si no se quería no tener que coincidir en nada. Me acerqué hacia la parte de popa del barco para ver cómo zarpábamos sintiendo el nudo del estómago creciendo lentamente, esperaba que pudiera estar tranquila aquellos días que teníamos por delante de navegación.
Los primeros días no fueron tan mal, bueno, eso si se tenía en cuenta que seguíamos con el mismo tipo de… “relación” el uno con el otro. Seguíamos con ese tira y afloja característico y lanzándonos pullas cada dos por tres, como si fuera algo ya normal y típico entre los dos. Yo me pasaba la mayor parte del tiempo leyendo los libros que me había traído y haciendo anotaciones para ver qué podíamos encontrarnos cuando llegáramos allí, así como hacer también una lista con los lugares donde creía que podrían estar los cuadernos. Yo le dejaba a él bastante libertad para que hiciera lo que quisiera y no estar en una pelea constante día tras día. Las mañanas y las tardes eran lo que menos me preocupaba de aquel trayecto, lo que peor lo llevaba era realmente por las noches… no podía dormir.
Muchas veces me paseaba incluso habiendo luz del día por el barco dando paseos por cubierta, yendo a popa o a proa indiferentemente aunque me gustaba observar la estela que se creaba tras el barco en la parte de la popa de este, me tranquilizaba un poco. Incluso así muchas veces no dejaba de mirar hacia todos lados como si tuviera la sensación de que otro barco pudiera abordarnos… sabía que era una idea estúpida, y poco probable… pero el temor ese seguía ahí metido en mí interior. Por las noches era imposible dormir y aunque lo había intentado también a la luz del día era misión fallida, no dejaba de estar tensa en todo momento y la idea de que pudiera volver a repetirse la historia… me daba pavor.
Así fue como aguanté los dos primeros días, no había dormido casi nada y lo poco que había dormido había sido pesadillas y recuerdos que no quería volver a recordar de nuevo, pero que me atormentaban en sueños. El cansancio iba pudiendo conmigo poco a poco y preferí optar por no decirle nada, con la esperanza de que en algún punto el cansancio y la falta de sueño pudieran conmigo y pudiera dormir aunque fuera una noche de tirón. Pero al parecer, mí gozo en un pozo, porque ya estaba por la tercera noche cuando seguía sin poder dormir nada. Aquella noche había tomado una decisión que, aunque no me gustara, esperaba que pudiera ayudarme a conciliar el sueño. Abrigada con la bata me encaminé hacia la puerta del camarote de aquel vikingo y me paré ante esta, me mordí el labio sin saber muy bien lo que estaba haciendo pero que realmente era mí último remedio. Justo cuando levanté la mano para golpear esta con mis nudillos hubo algo que me detuvo, un gemido. Un gemido femenino procedente del interior hizo que mí mano se quedara parada en alza… no iba a molestarle porque yo no pudiera dormir, así que volví sobre mis pasos y me metí en la cama esperando que pudiera dormir algo.
No me había extrañado oír un gemido provenir de su camarote, no solamente había familias que iban hacia Egipto, sino que también había varios grupos de jóvenes a bordo de las cuales alguna que otra vez las había visto mirar al vikingo. Sin duda alguna llamaba la atención por lo alto que era, y esa seguridad que desprendía era lo que seguramente las volviera locas cada vez que lo miraban, a mí me hacía gracias verlas mientras él o bien no quería hacer que se percataba, o no se percataba de que lo estaban mirando. Desgraciadamente para mí fue otra noche en la que no pude dormir, y ya iban tres con aquella. Había intentado todo y nada daba resultado.
La cuarta noche fue más de lo mismo e intenté volver a probar suerte una vez más, salí del camarote con la bata puesta y me encaminé hacia la del vikingo. Al parecer aquella noche no tenía acompañante porque no se oía nada cuando me quedé parada para no molestar si estaba con alguien como la pasada noche. Alcé mí mano y toqué con mis nudillos la puerta, arropándome de alguna forma con mis brazos el pecho mientras que esperaba a que me abriera. Iba a irme cuando su puerta se abrió y pude verlo tras esta, parecía algo sorprendido de verme allí así que entré sin decirle demasiado colándome por el hueco que había dejado y me adentré en el camarote. Al girarme me pude dar cuenta de que su torso estaba desnudo y desvié mí mirada por un momento. Seguramente estaría pensando qué hacía allí, y seguramente tendría preguntas por aquello pero era mí última opción.
-Yo… -comencé sin saber bien qué decir, no quería que pensara mal pero esperaba que él de alguna forma pudiera ayudarme- ¿Puedo… dormir… aquí… esta noche? –Terminé preguntando para luego girarme y sentarme sobre el borde de la cama lanzando un suspiro, esta estaba caliente por haber estado él durmiendo en ella. Apoyé los codos en mis piernas y me cogí la cabeza dejando que mis rizos, oscuros como la noche, envolvieran mi rostro- No puedo dormir… llevo estas noches sin poder dormir y siento que me voy a volver loca si no lo hago –la última vez que había viajado a Egipto fue igual durante la travesía, luego me había tirado todo un día durmiendo ante la falta de sueño que pasé en el viaje- Los recuerdos me acosan y las pesadillas me acechan… y estoy tan cansada… -levanté mí vista para verlo, sé que iba a tener preguntas, sé que otro capítulo de mí vida iba a quedar al descubierto… pero no me importaba, no cuando el más oscuro de ellos ya había sido desvelado- Yo solo quiero dormir una noche tranquila, sin pesadillas… sin miedo –porque ya había visto de lo que era capaz cuando aquel hombre irrumpió en mí casa, porque la única forma de estar tranquila y sentirme de alguna forma protegida… pasaba solamente con él. Por una noche, por aquella noche, era todo cuanto necesitaba.
Naitiri Zahir- Humano Clase Alta
- Mensajes : 928
Fecha de inscripción : 27/11/2015
Re: Domando las llamas de Egipto. (Naitiri)
El barco era amplio, seguro, muy distinto a los drakkar a los que estaba acostumbrado, este en comparación se asemejaba mas a un palacio, con camarotes individuales. Vamos como viajar en una casa en la que tienes de todo tipo de comodidades, desde un gran salón donde comer, a una cubierta donde pasear, tomar el sol y leer.
Eso básicamente es lo que hacia la Egipcia, apenas me dirigía la palabra y cuando lo hacia sin duda era para continuar lanzándonos pullas.
Supuse que quería distancia, aquel barco era demasiado pequeño para ambos, así que me limité a esquivarla en la mayor parte de la travesía, quizás porque aun estaba dolido por la traición, o quizás porque de no hacerlo acabaría cometiendo un error.
Ella parecía sumergirse en los libros que había traído sin siquiera fijar sus ojos un instante en los míos, por ende, yo no era capaz de pensar en otra cosa que en su cuerpo, la miraba desde la distancia como un gilipollas que desea algo que no puede tocar, aunque en el fondo era mucho mas...
Empezaba a perder el norte, el juicio y la razón, ni siquiera el alcohol era suficiente para aplacar aquella sensación de frustración que me empujaba a ella. Mi corazón solo quería ir, tomar asiento junto a ella y abrazarla, acariciarla y reír, reír como lo hacíamos antes. Mi razón por ende decía lo contrario, que me alejara, que interpusiera distancia pues ella estaba prohibida, no podía cambiar la linea temporal, todo debía pasar como ya lo había hecho con anterioridad.
La tercera noche estaba desesperado, había bebido mucho y la verdad nada me importaba, ni siquiera yo mismo, salí de mi camarote para buscarla, a la mierda el tiempo, a la mierda todo solo necesitaba estar con ella, mis manos buscaban las paredes que me llevaban a su camarote incapaz de mantenerme en pie, risas ebrias que sin duda hubieran despertado a medio barco mientras su nombre escapaba de mis labios una y otra vez.
Mas no fue ella si no otra mujer la que salio a mi paso, era rubia, la conocía de haber coincidido con ella en varias ocasiones en el comedor, en la zona de cubierta.
Era consciente de como me miraba, casi del mismo modo que ella lo era de mi indiferencia, mas esa noche no, esa noche ambos parecíamos necesitar algo y yo en mi desesperación me deje guiar al interior de mi camarote y allí, sobre el catre la monte hasta que salio el sol.
Era el cuarto día, abrí los ojos con una resaca épica, los rayos de luz habían hacia tiempo empezado a entrar por el postigo y me tiré la manta por encima para cubrir mi rostro.
No tardé en descubrir que no estaba solo, una figura femenina estaba enredada a mi cuerpo.
¡Mierda! Pensé girándome para encontrar por suerte y para mi desgracia a la vez a la dama de dorados cabellos y no a Naitiri.
La desperté sin demasiados miramientos y le pedí con “educación” que se marchara de mi camarote, era hora de comer y yo no lo haría con ella.
Enarqué una ceja, se tomaba a broma lo que le decía, risas como si mis palabras carecieran de sentido, así que la tomé del brazo poniéndome en pie, estaba desnudo, ella también y abrí la puerta del camarote cediéndole un batin con la sonrisa ladeada.
No pareció tomárselo muy bien, sobre todo cuando me limité a cerrar la puerta mientras hablaba, sin despedirme siquiera.
El resto del día aconteció no muy diferente a ldo demás, pase gran parte de mi tiempo mirando a la madre mar, tantas gestas había librado sobre ella que me sentía como en casa acunado por las olas, aquella noche habría tempestad, no era difícil de presagiar para un vikingo.
Nuestras vidas dependían del temporal cuando los Drakkar surcaban el agua salada, así que no solía equivocarme, la tormenta arreciaria aquella noche sin estrellas.
….........................................................................................................................................................
Abrí los ojos al sentir el repiqueteo de la puerta, deje escapar el aire molesto mientras me incorporaba adormecido del lecho.
No quería compañía, solo descanso y al parecer a esa rubia no le había quedado claro.
Abrí la puerta rascándome la nuca, casi ya dispuesto a decirle alto y claro por si cabía alguna duda que lo que pasó no se repetiría, mas mi cara debió de ser un cuadro cuando al otro lado la encontré a ella.
Mas sorprendido me quedé cuando se coló en mi habitación sin terciar palabra mientras sus ojos me buscaban y los míos la encontraban.
Cerré la puerta tras de mi ,algo debía suceder cuando sus pasos la habían traído allí, creía que era el ultimo hombre que deseaba ver sobre la faz de la tierra.
-¿Que pasa Nai? -pregunte elevando una ceja con cierta preocupación, si estaba allí solo podía suponer una cosa, problemas.
La escuche balbucear, mi gesto se endureció al contemplarla de cerca, ojerosa, pálida..
-¿estas enferma? -Pregunté con la voz trémula tomado asiento a su lado en el lecho. Mis ojos se hundieron en sus tormentas mientras escuchaba que llevaba noches sin pegar ojos, había venido de forma desesperada.
-claro -susurré ante su pregunta, no hubo un ápice de ironía, aunque pude hacerlas, estaba preocupado, demasiado.
Mi mano surco su cintura con suavidad y lentamente la empujé sobre el lecho para quedar tumbado a su lado mirándonos fijamente.
Tenia muchas preguntas ¿pesadillas? ¿miedo? ¿de que hablaba? Era como si la mujer que tenia frente a mi fuera una completa desconocida, no estaba acostumbrado a verla vulnerable, amos eramos dos titanes y hoy con sus escudos bajados fui incapaz de alzar mi hacha de guerra.
-¿que pesadillas? -susurré apartando un mechón de su pelo que caía rebelde sobre su cincelado rostro, ese que sin duda debió tallar un dios para su deleite personal.
Su aliento contra el mio, nuestras miradas ancladas y la tormenta arreciando fuera mas yo sentía que los truenos y los rayos se desataban en esa cámara.
-¿que temes Naitiri? Soy lo mas peligroso que encontraras en este barco -susurré deslizando mis dedos por su rostro despacio. Sonreí de medio lado cuando ella lo hizo -duerme, te protegeré, lo juro por Odin.
Eso básicamente es lo que hacia la Egipcia, apenas me dirigía la palabra y cuando lo hacia sin duda era para continuar lanzándonos pullas.
Supuse que quería distancia, aquel barco era demasiado pequeño para ambos, así que me limité a esquivarla en la mayor parte de la travesía, quizás porque aun estaba dolido por la traición, o quizás porque de no hacerlo acabaría cometiendo un error.
Ella parecía sumergirse en los libros que había traído sin siquiera fijar sus ojos un instante en los míos, por ende, yo no era capaz de pensar en otra cosa que en su cuerpo, la miraba desde la distancia como un gilipollas que desea algo que no puede tocar, aunque en el fondo era mucho mas...
Empezaba a perder el norte, el juicio y la razón, ni siquiera el alcohol era suficiente para aplacar aquella sensación de frustración que me empujaba a ella. Mi corazón solo quería ir, tomar asiento junto a ella y abrazarla, acariciarla y reír, reír como lo hacíamos antes. Mi razón por ende decía lo contrario, que me alejara, que interpusiera distancia pues ella estaba prohibida, no podía cambiar la linea temporal, todo debía pasar como ya lo había hecho con anterioridad.
La tercera noche estaba desesperado, había bebido mucho y la verdad nada me importaba, ni siquiera yo mismo, salí de mi camarote para buscarla, a la mierda el tiempo, a la mierda todo solo necesitaba estar con ella, mis manos buscaban las paredes que me llevaban a su camarote incapaz de mantenerme en pie, risas ebrias que sin duda hubieran despertado a medio barco mientras su nombre escapaba de mis labios una y otra vez.
Mas no fue ella si no otra mujer la que salio a mi paso, era rubia, la conocía de haber coincidido con ella en varias ocasiones en el comedor, en la zona de cubierta.
Era consciente de como me miraba, casi del mismo modo que ella lo era de mi indiferencia, mas esa noche no, esa noche ambos parecíamos necesitar algo y yo en mi desesperación me deje guiar al interior de mi camarote y allí, sobre el catre la monte hasta que salio el sol.
Era el cuarto día, abrí los ojos con una resaca épica, los rayos de luz habían hacia tiempo empezado a entrar por el postigo y me tiré la manta por encima para cubrir mi rostro.
No tardé en descubrir que no estaba solo, una figura femenina estaba enredada a mi cuerpo.
¡Mierda! Pensé girándome para encontrar por suerte y para mi desgracia a la vez a la dama de dorados cabellos y no a Naitiri.
La desperté sin demasiados miramientos y le pedí con “educación” que se marchara de mi camarote, era hora de comer y yo no lo haría con ella.
Enarqué una ceja, se tomaba a broma lo que le decía, risas como si mis palabras carecieran de sentido, así que la tomé del brazo poniéndome en pie, estaba desnudo, ella también y abrí la puerta del camarote cediéndole un batin con la sonrisa ladeada.
No pareció tomárselo muy bien, sobre todo cuando me limité a cerrar la puerta mientras hablaba, sin despedirme siquiera.
El resto del día aconteció no muy diferente a ldo demás, pase gran parte de mi tiempo mirando a la madre mar, tantas gestas había librado sobre ella que me sentía como en casa acunado por las olas, aquella noche habría tempestad, no era difícil de presagiar para un vikingo.
Nuestras vidas dependían del temporal cuando los Drakkar surcaban el agua salada, así que no solía equivocarme, la tormenta arreciaria aquella noche sin estrellas.
….........................................................................................................................................................
Abrí los ojos al sentir el repiqueteo de la puerta, deje escapar el aire molesto mientras me incorporaba adormecido del lecho.
No quería compañía, solo descanso y al parecer a esa rubia no le había quedado claro.
Abrí la puerta rascándome la nuca, casi ya dispuesto a decirle alto y claro por si cabía alguna duda que lo que pasó no se repetiría, mas mi cara debió de ser un cuadro cuando al otro lado la encontré a ella.
Mas sorprendido me quedé cuando se coló en mi habitación sin terciar palabra mientras sus ojos me buscaban y los míos la encontraban.
Cerré la puerta tras de mi ,algo debía suceder cuando sus pasos la habían traído allí, creía que era el ultimo hombre que deseaba ver sobre la faz de la tierra.
-¿Que pasa Nai? -pregunte elevando una ceja con cierta preocupación, si estaba allí solo podía suponer una cosa, problemas.
La escuche balbucear, mi gesto se endureció al contemplarla de cerca, ojerosa, pálida..
-¿estas enferma? -Pregunté con la voz trémula tomado asiento a su lado en el lecho. Mis ojos se hundieron en sus tormentas mientras escuchaba que llevaba noches sin pegar ojos, había venido de forma desesperada.
-claro -susurré ante su pregunta, no hubo un ápice de ironía, aunque pude hacerlas, estaba preocupado, demasiado.
Mi mano surco su cintura con suavidad y lentamente la empujé sobre el lecho para quedar tumbado a su lado mirándonos fijamente.
Tenia muchas preguntas ¿pesadillas? ¿miedo? ¿de que hablaba? Era como si la mujer que tenia frente a mi fuera una completa desconocida, no estaba acostumbrado a verla vulnerable, amos eramos dos titanes y hoy con sus escudos bajados fui incapaz de alzar mi hacha de guerra.
-¿que pesadillas? -susurré apartando un mechón de su pelo que caía rebelde sobre su cincelado rostro, ese que sin duda debió tallar un dios para su deleite personal.
Su aliento contra el mio, nuestras miradas ancladas y la tormenta arreciando fuera mas yo sentía que los truenos y los rayos se desataban en esa cámara.
-¿que temes Naitiri? Soy lo mas peligroso que encontraras en este barco -susurré deslizando mis dedos por su rostro despacio. Sonreí de medio lado cuando ella lo hizo -duerme, te protegeré, lo juro por Odin.
Ubbe Cannif- Humano Clase Alta
- Mensajes : 417
Fecha de inscripción : 25/02/2017
Re: Domando las llamas de Egipto. (Naitiri)
Había intentado todo lo posible para poder conseguir dormir aquellos días que llevábamos de navegación, que me frustraba el hecho de que no hubiera podido conseguirlo. Ya me había pasado la otra vez cuando salí de París tras el secuestro, en el que necesitaba poner en orden mis ideas y despejarme, así que como alejarme un poco de aquella ciudad y volver a mis raíces… ya en ese viaje no había podido conseguir nada, y temía desde el momento que supe que debíamos de ir a Egipto que volviera a sucederme lo mismo. Y ahí estaba de nuevo sin poder pegar ojo dando vueltas y vueltas en la cama, mientras la noche pasaba lentamente y yo me quedaba en vela como si lo hiciera por voluntad propia.
Pensé mucho el ir hacia su puerta por la noche y que me dejara quedarme allí, la tercera noche fue cuando decidí probar suerte aunque tenía la sensación de que más bien iba a negarse porque durante los días que llevábamos de travesía apenas habíamos cruzado palabra, y apenas nos cruzábamos por el barco. Habíamos puesto una distancia como si ambos lo necesitáramos para estar algo más tranquilos, sobre todo después de lo que había pasado en mí casa antes de partir con aquella inesperada visita y lo acontecido después. No me gustaba que me vieran de esa forma tan débil, como me había visto después en mí casa, pero ya no podía aguantar mucho más y era la última opción.
No pudo ser aquella noche porque antes de que pudiera tocar con mis nudillos pude oír los gemidos que provenían de la habitación, sobre todo gemidos femeninos, algo que me hizo morderme el labio y mirar la puerta dos segundos antes de dar media vuelta y volver sobre mis pasos. Había jóvenes en ese barco que se habían fijado en él, era divertido ver sus caras cuando él pasaba o estaba alrededor, aunque no sabía si pasaba de ellas o es que realmente no se daba cuenta. Sonreí de lado por aquello volviendo a mi camarote, al menos ya no me diría que se le estaba haciendo más complicado porque llevaba tiempo sin estar con una mujer, ya no le valdría esa excusa.
Y al final lo que no pude hacer en esa noche lo intenté en la cuarta que llevábamos ya en el barco, volví a ponerme la bata y mis pasos se dirigieron de nuevo hacia su camarote. Aquella noche había tormenta y el barco se movía algo más de lo normal, pero no era eso lo que me daba miedo ni era el motivo por el que acudía a él. Todo estaba en silencio y me cercioré de que no estuviera acompañado antes de tocar con los nudillos, no quería molestarle si estaba acompañado, así que tras ver que no había ningún ruido procedente del interior golpeé la puerta esperando unos segundos, justo cuando iba a irme la puerta se abrió de golpe. Su cara lo decía todo; no esperaba verme tras esa puerta, quizás esperaba a la mujer de la otra noche. Me colé pasando dentro viendo la cama desecha donde estaría durmiendo, parecía que lo acababa de despertar y terminé por girarme y verlo.
Mí petición podía sonar a la petición de una niña pequeña que tiene miedo por la noche, bien por la tormenta que había fuera o bien por un miedo y terror nocturno común de los niños. Su pregunta de qué pasaba me hizo mirarlo durante unos segundos, quizás se pensaba que había ido allí porque había descubierto algo sobre los manuscritos, no sería una idea descabellada cuando me había pasado esos días enfrascada entre los libros que había traído. Terminé por sentarme y decirle el motivo por el que había ido allí, no tenía sentido mentirle y aunque pensara que era como una niña en ese momento por el miedo irracional que tenía, y la inquietud que me consumía, no podía hacer otra cosa. Negué con la cabeza cuando dijo si estaba enferma y lo notaba sentarse a mí lado en la cama.
-Yo sólo… necesito dormir una noche tranquila. Sin preocuparme de nada, sin pesadillas, sin miedo –lancé un suspiro- estoy tan cansada… -cerré los ojos un solo segundo pero los volví a abrir para escuchar su respuesta. Lo miré ante el permiso que me daba, podría haberse cobrado lo de mí casa, podría haberse reído, podría haberme lanzado alguna pulla por la situación… y sin embargo, no dijo nada al respecto. Aceptó que me quedara a dormir aquella noche sin nada más, sin ironías, sin reproches, sin ningún tono en su voz que me hiciera saber que de alguna forma podría estar burlándose. Su mano recorrió mí cintura y yo me dejé llevar hasta quedar tumbada en la cama con él tumbado delante de mí, era tan extraña la situación y el momento que jamás habría llegado a imaginar que pudiéramos estar así en algún momento. Sabía que iba a tener preguntas, sabía que iba a preguntarme por ello, era algo inevitable y que me hizo sonreír levemente cuando lanzó la primera de las preguntas. Sus dedos apartaron un mechón de mí pelo que surcaba mí rostro con una actitud que de nuevo me descolocaba, empezaba a pensar que lo hacía a posta porque no entendía los cambios que tenía.
No entraba demasiada luz de fuera pero la estancia se iluminaba bastante con los rayos que caían de la tormenta que se había formado conforme había ido avanzando la noche. Era suficiente para poder verlo sin mayor problema, podía sentir su aliento contra mí rostro y no pude evitar sonreír cuando dijo que era lo más peligroso que había en el barco, mientras deslizaba con lentitud sus dedos por mí rostro desconcertándome con su actuar, con ese cambio de actitud que iba de un lado a otro sin tener un punto intermedio. Seguro que cuando le dijera por qué tenía el miedo se iba a reír, porque dudaba que pudiera volver a pasar de nuevo, pero era algo que no había superado y que algún día debería de hacer y enfrentarme a ello para que esto no volviera a pasarme de nuevo.
-No creo que seas peligroso –comenté mirándole- cabezota, testarudo, terco, quisquilloso y mandón sí lo creo, sobre todo mandón –comenté con una leve sonrisa- pero no peligroso –negué levemente con la cabeza sin moverme de donde estaba, lancé un suspiro y comencé con aquello- ¿Recuerdas que te dije que… fui raptada? Bueno, no me raptaron en Egipto si es lo que estás pensando –hice una leve pausa- salí de Guiza con cinco años porque mí madre quería aprender la mitología griega, ella decía que nada como estar en el país de la cultura que quieres estudiar para aprender realmente –sonreí por el recuerdo- así que durante tres años viví en Mykonos, con ocho años mis padres decidieron que era hora de volver a nuestro hogar. Fue en ese momento, en esa travesía, cuando todo pasó –un rayo volvió a iluminar la estancia de nuevo creando un breve paréntesis antes de que siguiera- Fue… en un barco como este; había familias, gente joven, niños… pasó todo tan de repente –mis ojos bajaron a su pecho recordando lo que había pasado aquel día que tenía gravado a fuego- Nos abordaron unos piratas, algo que era impensable pero que así pasó. Mataron a la tripulación y dejaron a los pasajeros con vida –una de mis manos jugó con mí pelo haciendo bucles con un mechón una y otra vez- separaron a hombres de mujeres y niños y lo último que vi fue que se llevaban a mí padre encadenado y esposado como al resto. Yo estaba refugiada en los brazos de mí madre y comenzaron a coger a todas las niñas que habían, recuerdo como intenté agarrarme a mi madre de forma desesperada y resistirme, pero fue en vano. La vi mientras me alejaba de ella gritando y llamándome… y ese es mí último recuerdo de ella –hice una pausa- fue entonces cuando me vendieron, al igual que vendieron al resto de las niñas –no iba a decirle lo que querían hacer con niñas que eran vírgenes, y que se pagaba un mejor precio por ello, ni que tampoco fui vendida a un proxeneta con el que estuve siete años siendo su esclava- Sé que es imposible que vuelva a suceder, que es una probabilidad muy remota… pero tengo miedo de que vuelva a pasar –alcé mis ojos para mirarle- no me siento segura estando yo sola en un barco y las pesadillas sobre lo que ocurrió ese día, y los que sucedieron a ese no paran de sucederse. Y ahora pensarás que soy una completa estúpida por sentir algo como eso y que no me deje dormir –mí mano se movió mientras las gotas daban contra el cristal de la ventana y recorrí la herida que había curado con un dedo, apenas quedaba una leve cicatriz de la herida que había tenido- Gracias por dejar que me quede a dormir, a este paso vas a ayudarme tú más de lo que vaya ayudarte yo a ti –comenté con una leve sonrisa sintiendo su olor en la almohada donde estaba recostada, así como por toda la cama. Cerré los ojos cansada de los días que llevaba sin dormir dejando que su olor me envolviera y su cercanía me tranquilizara, me mordí el labio de forma leve mientras mí cuerpo comenzaba a relajarse poco a poco. Al final terminé por apoyar la cabeza contra su pecho y mi mano se perdió por su torso, notando que mi respiración poco a poco iba siendo más pausada y relajada, el sopor comenzó a adueñarse de mí cuerpo y aún sin saber realmente por qué comencé a dejarme vencer por el sueño, el barco se movía por la tormenta y yo me olvidé de todo cuando me preocupaba sabiendo que si algo llegara pasar estaba él ahí, conmigo, para solucionarlo. Había jurado por Odín, y no había ninguna forma de que pudiera romperlo porque no era típico de su honor… así que tranquila, por una vez en cuatro noches, sentí que esa noche iba a poder descansar por fin.
Pensé mucho el ir hacia su puerta por la noche y que me dejara quedarme allí, la tercera noche fue cuando decidí probar suerte aunque tenía la sensación de que más bien iba a negarse porque durante los días que llevábamos de travesía apenas habíamos cruzado palabra, y apenas nos cruzábamos por el barco. Habíamos puesto una distancia como si ambos lo necesitáramos para estar algo más tranquilos, sobre todo después de lo que había pasado en mí casa antes de partir con aquella inesperada visita y lo acontecido después. No me gustaba que me vieran de esa forma tan débil, como me había visto después en mí casa, pero ya no podía aguantar mucho más y era la última opción.
No pudo ser aquella noche porque antes de que pudiera tocar con mis nudillos pude oír los gemidos que provenían de la habitación, sobre todo gemidos femeninos, algo que me hizo morderme el labio y mirar la puerta dos segundos antes de dar media vuelta y volver sobre mis pasos. Había jóvenes en ese barco que se habían fijado en él, era divertido ver sus caras cuando él pasaba o estaba alrededor, aunque no sabía si pasaba de ellas o es que realmente no se daba cuenta. Sonreí de lado por aquello volviendo a mi camarote, al menos ya no me diría que se le estaba haciendo más complicado porque llevaba tiempo sin estar con una mujer, ya no le valdría esa excusa.
Y al final lo que no pude hacer en esa noche lo intenté en la cuarta que llevábamos ya en el barco, volví a ponerme la bata y mis pasos se dirigieron de nuevo hacia su camarote. Aquella noche había tormenta y el barco se movía algo más de lo normal, pero no era eso lo que me daba miedo ni era el motivo por el que acudía a él. Todo estaba en silencio y me cercioré de que no estuviera acompañado antes de tocar con los nudillos, no quería molestarle si estaba acompañado, así que tras ver que no había ningún ruido procedente del interior golpeé la puerta esperando unos segundos, justo cuando iba a irme la puerta se abrió de golpe. Su cara lo decía todo; no esperaba verme tras esa puerta, quizás esperaba a la mujer de la otra noche. Me colé pasando dentro viendo la cama desecha donde estaría durmiendo, parecía que lo acababa de despertar y terminé por girarme y verlo.
Mí petición podía sonar a la petición de una niña pequeña que tiene miedo por la noche, bien por la tormenta que había fuera o bien por un miedo y terror nocturno común de los niños. Su pregunta de qué pasaba me hizo mirarlo durante unos segundos, quizás se pensaba que había ido allí porque había descubierto algo sobre los manuscritos, no sería una idea descabellada cuando me había pasado esos días enfrascada entre los libros que había traído. Terminé por sentarme y decirle el motivo por el que había ido allí, no tenía sentido mentirle y aunque pensara que era como una niña en ese momento por el miedo irracional que tenía, y la inquietud que me consumía, no podía hacer otra cosa. Negué con la cabeza cuando dijo si estaba enferma y lo notaba sentarse a mí lado en la cama.
-Yo sólo… necesito dormir una noche tranquila. Sin preocuparme de nada, sin pesadillas, sin miedo –lancé un suspiro- estoy tan cansada… -cerré los ojos un solo segundo pero los volví a abrir para escuchar su respuesta. Lo miré ante el permiso que me daba, podría haberse cobrado lo de mí casa, podría haberse reído, podría haberme lanzado alguna pulla por la situación… y sin embargo, no dijo nada al respecto. Aceptó que me quedara a dormir aquella noche sin nada más, sin ironías, sin reproches, sin ningún tono en su voz que me hiciera saber que de alguna forma podría estar burlándose. Su mano recorrió mí cintura y yo me dejé llevar hasta quedar tumbada en la cama con él tumbado delante de mí, era tan extraña la situación y el momento que jamás habría llegado a imaginar que pudiéramos estar así en algún momento. Sabía que iba a tener preguntas, sabía que iba a preguntarme por ello, era algo inevitable y que me hizo sonreír levemente cuando lanzó la primera de las preguntas. Sus dedos apartaron un mechón de mí pelo que surcaba mí rostro con una actitud que de nuevo me descolocaba, empezaba a pensar que lo hacía a posta porque no entendía los cambios que tenía.
No entraba demasiada luz de fuera pero la estancia se iluminaba bastante con los rayos que caían de la tormenta que se había formado conforme había ido avanzando la noche. Era suficiente para poder verlo sin mayor problema, podía sentir su aliento contra mí rostro y no pude evitar sonreír cuando dijo que era lo más peligroso que había en el barco, mientras deslizaba con lentitud sus dedos por mí rostro desconcertándome con su actuar, con ese cambio de actitud que iba de un lado a otro sin tener un punto intermedio. Seguro que cuando le dijera por qué tenía el miedo se iba a reír, porque dudaba que pudiera volver a pasar de nuevo, pero era algo que no había superado y que algún día debería de hacer y enfrentarme a ello para que esto no volviera a pasarme de nuevo.
-No creo que seas peligroso –comenté mirándole- cabezota, testarudo, terco, quisquilloso y mandón sí lo creo, sobre todo mandón –comenté con una leve sonrisa- pero no peligroso –negué levemente con la cabeza sin moverme de donde estaba, lancé un suspiro y comencé con aquello- ¿Recuerdas que te dije que… fui raptada? Bueno, no me raptaron en Egipto si es lo que estás pensando –hice una leve pausa- salí de Guiza con cinco años porque mí madre quería aprender la mitología griega, ella decía que nada como estar en el país de la cultura que quieres estudiar para aprender realmente –sonreí por el recuerdo- así que durante tres años viví en Mykonos, con ocho años mis padres decidieron que era hora de volver a nuestro hogar. Fue en ese momento, en esa travesía, cuando todo pasó –un rayo volvió a iluminar la estancia de nuevo creando un breve paréntesis antes de que siguiera- Fue… en un barco como este; había familias, gente joven, niños… pasó todo tan de repente –mis ojos bajaron a su pecho recordando lo que había pasado aquel día que tenía gravado a fuego- Nos abordaron unos piratas, algo que era impensable pero que así pasó. Mataron a la tripulación y dejaron a los pasajeros con vida –una de mis manos jugó con mí pelo haciendo bucles con un mechón una y otra vez- separaron a hombres de mujeres y niños y lo último que vi fue que se llevaban a mí padre encadenado y esposado como al resto. Yo estaba refugiada en los brazos de mí madre y comenzaron a coger a todas las niñas que habían, recuerdo como intenté agarrarme a mi madre de forma desesperada y resistirme, pero fue en vano. La vi mientras me alejaba de ella gritando y llamándome… y ese es mí último recuerdo de ella –hice una pausa- fue entonces cuando me vendieron, al igual que vendieron al resto de las niñas –no iba a decirle lo que querían hacer con niñas que eran vírgenes, y que se pagaba un mejor precio por ello, ni que tampoco fui vendida a un proxeneta con el que estuve siete años siendo su esclava- Sé que es imposible que vuelva a suceder, que es una probabilidad muy remota… pero tengo miedo de que vuelva a pasar –alcé mis ojos para mirarle- no me siento segura estando yo sola en un barco y las pesadillas sobre lo que ocurrió ese día, y los que sucedieron a ese no paran de sucederse. Y ahora pensarás que soy una completa estúpida por sentir algo como eso y que no me deje dormir –mí mano se movió mientras las gotas daban contra el cristal de la ventana y recorrí la herida que había curado con un dedo, apenas quedaba una leve cicatriz de la herida que había tenido- Gracias por dejar que me quede a dormir, a este paso vas a ayudarme tú más de lo que vaya ayudarte yo a ti –comenté con una leve sonrisa sintiendo su olor en la almohada donde estaba recostada, así como por toda la cama. Cerré los ojos cansada de los días que llevaba sin dormir dejando que su olor me envolviera y su cercanía me tranquilizara, me mordí el labio de forma leve mientras mí cuerpo comenzaba a relajarse poco a poco. Al final terminé por apoyar la cabeza contra su pecho y mi mano se perdió por su torso, notando que mi respiración poco a poco iba siendo más pausada y relajada, el sopor comenzó a adueñarse de mí cuerpo y aún sin saber realmente por qué comencé a dejarme vencer por el sueño, el barco se movía por la tormenta y yo me olvidé de todo cuando me preocupaba sabiendo que si algo llegara pasar estaba él ahí, conmigo, para solucionarlo. Había jurado por Odín, y no había ninguna forma de que pudiera romperlo porque no era típico de su honor… así que tranquila, por una vez en cuatro noches, sentí que esa noche iba a poder descansar por fin.
Naitiri Zahir- Humano Clase Alta
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Fecha de inscripción : 27/11/2015
Re: Domando las llamas de Egipto. (Naitiri)
Allí estábamos ambos, tumbados de frente, mis dedos repasaban cada facción, como si no pudiera creer que estaba allí, por un momento me trasladó a nuestra cámara, al norte, a las risas cómplices, a el choque de nuestros cuerpos y también a discusiones que acababan de nuevo encontrándonos en el mismo lecho.
Mas su cuerpo no era frio, su mejilla se sentía cálida bajo la yema de mis dedos, algo que me hizo ladear la sonrisa.
Bien podría interpretar ese gesto como reproche a sus palabras, esas que me calificaban de muchas cosas mas no de peligroso, se equivocaba, aun así guarde silencio, no quería romper ese instante en el que de un modo otro me pertenecía, aunque fuera apenas por una noche, una en la que ambos bajamos las defensas, apartábamos los escudos y …
Sabia que esto era solo una efímera tregua, una que ambos necesitábamos, era evidente.
Sus palabras chocaban con mis labios mientras mis ojos azul oscuro retaban a sus pardos a seguir hablando o quizás a que callara y se acercara mas, yo lo estaba deseando.
-Si, recuerdo que me dijiste que te raptaron -apunte sin poder dejar de mirarla.
Mi mano bajo por su brazo hasta quedar apoyada en sus caderas, la atraje ligeramente, por momentos olvidaba que no era ella, bueno si, pero no, esto era de locos, estaba tan perdido en esos momentos.
Mi codo en su cadera, alzando ligeramente aquel camisón, que ahora apenas tapaba medio muslo, mi mano en la parte baja de su espalda, deslizando mis dedos por encima de la seda.
Seguí escuchando aquel relato, al parecer la secuestraron con ocho años, unos piratas fueron los encargados de quebrar su vida, mas algo me decía que ese no era el final de la historia si no el principio de una consecución de desdichas que no me contaba.
No la culpaba, cuando se trataba de ella no había punto intermedio, era capaz de todo.
Después me hablo de su madre, de la ultima vez que la vio, yo sabia que volverían a encontrarse, mas no me correspondía a mi decírselo, hablar mas de la cuenta podría traer serias consecuencias en la linea del tiempo.
“no toques nada...” mi prima se cubrió de gloria diciéndole eso a un vikingo ¿acaso no nos conocía?
Tenia que haber definido mejor eso de “no toques nada”
No pude evitar sonreír frente a mis propios pensamientos, mis manos estaban ya tocando mi mayor prohibición, ella.
Sus mano se alzo hasta mi clavícula, por allí deslizo lentamente los dedos, encontrándose con una herida ya casi cicatrizada.
-no hay piratas en estos mares que pudieran tocarte mientras estés en mi cama -asegure con una sonrisa engreída- te tengo -susurre buscando su mirada.
Sus ojos se entrecerraban, parecía tan cansada, yo tenia mas preguntas, mas no era el momento de hacerlas.
-No te muerdas el labio -susurré acortando la distancia que separaba nuestras bocas.. Su aliento contra el mio, jadeé relamiendome frente a ella, de nuevo me contuve aunque todo mi cuerpo me pedía otra cosa.
Su respiración se hizo cada vez mas pausada ¿como podía dormir? Yo por el contrario solo tenia ganas de una cosa? Ladeé la sonrisa, me iba a volver loco.
Su cuerpo ya sumido en un profundo sueño se orilló al mio, se apoyó en mi pecho sucumbiendo así a los deseos de Morfeo.
Ella necesitaba dormir y yo ahora mismo, con mi virilidad en pie de guerra, una copa y un baño de agua bien fría.
Que injusta era la vida...
Mas su cuerpo no era frio, su mejilla se sentía cálida bajo la yema de mis dedos, algo que me hizo ladear la sonrisa.
Bien podría interpretar ese gesto como reproche a sus palabras, esas que me calificaban de muchas cosas mas no de peligroso, se equivocaba, aun así guarde silencio, no quería romper ese instante en el que de un modo otro me pertenecía, aunque fuera apenas por una noche, una en la que ambos bajamos las defensas, apartábamos los escudos y …
Sabia que esto era solo una efímera tregua, una que ambos necesitábamos, era evidente.
Sus palabras chocaban con mis labios mientras mis ojos azul oscuro retaban a sus pardos a seguir hablando o quizás a que callara y se acercara mas, yo lo estaba deseando.
-Si, recuerdo que me dijiste que te raptaron -apunte sin poder dejar de mirarla.
Mi mano bajo por su brazo hasta quedar apoyada en sus caderas, la atraje ligeramente, por momentos olvidaba que no era ella, bueno si, pero no, esto era de locos, estaba tan perdido en esos momentos.
Mi codo en su cadera, alzando ligeramente aquel camisón, que ahora apenas tapaba medio muslo, mi mano en la parte baja de su espalda, deslizando mis dedos por encima de la seda.
Seguí escuchando aquel relato, al parecer la secuestraron con ocho años, unos piratas fueron los encargados de quebrar su vida, mas algo me decía que ese no era el final de la historia si no el principio de una consecución de desdichas que no me contaba.
No la culpaba, cuando se trataba de ella no había punto intermedio, era capaz de todo.
Después me hablo de su madre, de la ultima vez que la vio, yo sabia que volverían a encontrarse, mas no me correspondía a mi decírselo, hablar mas de la cuenta podría traer serias consecuencias en la linea del tiempo.
“no toques nada...” mi prima se cubrió de gloria diciéndole eso a un vikingo ¿acaso no nos conocía?
Tenia que haber definido mejor eso de “no toques nada”
No pude evitar sonreír frente a mis propios pensamientos, mis manos estaban ya tocando mi mayor prohibición, ella.
Sus mano se alzo hasta mi clavícula, por allí deslizo lentamente los dedos, encontrándose con una herida ya casi cicatrizada.
-no hay piratas en estos mares que pudieran tocarte mientras estés en mi cama -asegure con una sonrisa engreída- te tengo -susurre buscando su mirada.
Sus ojos se entrecerraban, parecía tan cansada, yo tenia mas preguntas, mas no era el momento de hacerlas.
-No te muerdas el labio -susurré acortando la distancia que separaba nuestras bocas.. Su aliento contra el mio, jadeé relamiendome frente a ella, de nuevo me contuve aunque todo mi cuerpo me pedía otra cosa.
Su respiración se hizo cada vez mas pausada ¿como podía dormir? Yo por el contrario solo tenia ganas de una cosa? Ladeé la sonrisa, me iba a volver loco.
Su cuerpo ya sumido en un profundo sueño se orilló al mio, se apoyó en mi pecho sucumbiendo así a los deseos de Morfeo.
Ella necesitaba dormir y yo ahora mismo, con mi virilidad en pie de guerra, una copa y un baño de agua bien fría.
Que injusta era la vida...
Ubbe Cannif- Humano Clase Alta
- Mensajes : 417
Fecha de inscripción : 25/02/2017
Re: Domando las llamas de Egipto. (Naitiri)
Me parecía de lo más extraño estar tumbada en aquella cama con él enfrente de mí, al final había aceptado que me quedara a dormir y había dejado que me tumbara sobre el lecho con la bata puesta todavía. Mí cabeza se acomodó en la almohada y su esencia se hizo patente allí donde recostaba mí rostro, podía notar el suyo cerca del mío que incluso con esa distancia podía notar leves resquicios de su respiración dando contra mí rostro. Sus dedos perfilaron mí rostro y no se quedaron ahí quietos, sino que continuó bajando por mí brazo hasta estancarse en mis caderas. Él decía que era peligroso, y sí, realmente era peligroso… pero no suponía una amenaza para mí, no tras ver cómo se había puesto en mí casa ni cómo me estaba tratando ahora que le había pedido dormir con él por esa noche. No cuando sabía las sensaciones que despertaba en él, porque que no lo dijera en voz alta, no significaba que fuera una tonta y no me diera cuenta… salvo que era mejor, para los dos, que ninguno entráramos en detalles porque él también podría decirme en algunas ocasiones casi lo mismo.
Mis ojos bajaron hasta su sonrisa ladeada que portaba por mis palabras, porque era un mandón que parecía ser su palabra la ley, siempre dándome órdenes aunque ya le había dicho que no lo hiciera, era testarudo como él solo. Y cabezota. Algo que yo también tenía y que hacia que estuviéramos chocando tanto y cada dos por tres, o al menos era lo que yo pensaba. Subí mí vista de nuevo a sus orbes azules que me miraban de forma fija esperando que le contara y le respondiera a sus preguntas. Su mano en mí cadera ejerció una leve presión que hizo que quedara algo más cerca de él, restando espacio entre ambos. Mis ojos bajaron al sentir su codo en mí cadera y cómo sus dedos, de forma suave y pausada, subían un poco el camisón que llevaba dejándolo a mitad de mí muslo, como si fuera algo que necesitara hacer.
Debí de apartarlo en aquel momento, debí de poner algo distancia entre los dos pero su mano en la base de mí espalda me paró dejándome ahí anclada. Igualmente pude haberme movido, o apartar su mano de mí muslo, o bajar lo que había subido del camisón… más no lo hice. Por una sola vez lo dejé hacer y no me importó, no supe si era por todo el cansancio, porque ya comenzaba a notar que el sueño se iba apoderando de mí cuerpo lentamente, o porque no veía en su toque nada malo. Era como si de alguna forma intentara relajarme estando así con él, no era un toque pervertido y vicioso que quisiera dar paso a algo más, era más bien como si temiera que si me acariciaba demasiado acabara con mí mano estampada en su rostro. Al alzar de nuevo mí mirada sobre la suya viendo que me observaba de forma fija no pude evitar esbozar una leve sonrisa divertida.
-¿No te bastó con la mujer de anoche para satisfacer tus necesidades, vikingo? -Pregunté con tono divertido, quizás fuera por el cansancio, por la situación en sí… el caso fue que lo pregunté porque realmente ni siquiera lo pensé cuando ya estaba formulando la pregunta. No le reprochaba nada porque no era quien para hacerlo, no le echaba nada en cara tampoco… solo me hacía gracia que pareciera que no le había bastado con lo de anoche. No me importó tampoco que con aquella simple pregunta supiera que había estado allí la noche anterior, no tenía nada de lo que esconder porque ya estaba allí. Para no incidir demasiado en ese tema, porque no era algo de mí incumbencia con quién pasaba sus noches, seguí terminando de contarle porqué no podía dormir y por qué había decidido a última estancia pedirle que me dejara dormir con él. Tras acabar de decirle todo lo que podía decir, quitando a partir de cuando me vendieron tras haber sido raptada, mis ojos se centraron en la herida que le había curado en la clavícula y mis dedos se pasearon sobre esta. Apenas quedaba ya marca y en un par de días ya no tendría nada en el lugar… el ungüento que le había aplicado ayudaba a no dejar ninguna cicatriz. Sus palabras provocaron que mis dedos se pasearan libremente por su torso y mis ojos buscaran los suyos. De nuevo esa sonrisa en los labios, esa mirada fija, esas palabras que parecían tan ciertas… ¿lo eran? Seguramente sí, lo serían. El vikingo desprendía esa seguridad y esa certeza y había visto y dado cuenta de lo capaz que era sin arma alguna, con una espada sería letal. Reí levemente aún con el sueño que se apoderaba de mí- ¿He mencionado también, que eres un engreído? Creo que voy a sacar una lista muy larga al paso que vamos –aquello parecía la conversación más tranquila y distendida que habíamos tenido en aquellos días, de alguna forma los dos nos estábamos dando una tregua y estaba resultando incluso hasta divertido… también era porque estaba tan cansada que no podía actuar con él como de normalidad hacía, no me quedaban fuerzas para eso- Lo sé –murmuré ante el hecho de que me tenía, buena cuenta era que nuestros cuerpos estaban casi pegados, su respiración contra la mía, su mano rodeando mí cintura como si me anclara de alguna forma a él… no podía negarle aquello.
El sueño estaba ganando la batalla poco a poco, los ojos se me cerraban por unos segundos en los que volvía de nuevo a abrirlos pero sentía que me costaba una barbaridad mantenerlos abiertos. Me pesaban cada vez más y no quería resistirme contra el sueño cuando era lo que había estado buscando por días. Mí solución había pasado por acudir a él y dejar que durmiera junto a él, como si de esa forma me sintiera más segura y protegida… era todo cuanto necesitaba. Sonreí de forma leve cuando me dijo que no me mordiera el labio pero ¿qué iba a hacerle? No lo hacía por voluntad propia. Se acercó aún más, podía notar ahora sí su respiración contra mí rostro, aquel jadeo, mis ojos observando cómo se relamía los suyos y volví a morderme el labio notando que el sueño era más fuerte que yo.
-No lo hago a posta, ni siquiera soy consciente de que lo hago –murmuré como pude, mí mano bajó por su pecho hasta quedarse cerca de su cintura, el sueño venciéndome y mí rostro quedando recostado contra su pecho, las gotas de lluvia contra el cristal y un trueno resonando en el camarote… eso fue lo último de lo que fui consciente antes de abandonarme a los brazos de Morfeo y por una noche dormir tranquila, sosegada, sin pesadillas, sin miedo… todo cuanto necesitaba.
Los rayos del sol se colaban a través de la pequeña ventana del camarote dando directamente contra la cama, lancé un leve suspiro cuando mis ojos se abrieron y volví a cerrarlos parpadeando hasta que me acostumbré a la claridad que había en el lugar. Cerré los ojos de nuevo y acomodé mí rostro contra la almohada refugiándome en las sábanas… no recordaba haberme tapado con ellas pero podía notar el calor que desprendían sobre mí cuerpo. Recordé entonces que había acudido a él para poder dormir la pasada noche y había surtido efecto. Me encontraba descansada aunque con algo de sueño por recuperar en el cuerpo, pero me sentía mejor de lo que había estado aquellas mañanas que llevábamos de travesía. Me di cuenta tras recordar aquello en unos instantes que no estaba sola en el camarote, podía notar una respiración dar contra mí cuello que hizo que abriera los ojos, frente a mí estaba la pared y aquella ventana por donde entraba la luz, pero además de la respiración podía notar un cuerpo caliente pegado a mí espalda que subía y bajaba de forma tranquila y pausada.
Me giré despacio notando que había pasado un brazo rodeando mí cintura como si de alguna forma no me quisiera dejar escapar, y me encontré con el rostro de aquel vikingo durmiendo de forma tranquila. Parecía otro al contemplarlo de otra manera, ¿quién iba a decir que parecía hasta casi inocente de aquella forma? Mis ojos recorrieron sin prisa alguna su rostro notando ahora su respiración dar en mí rostro de lo cerca que estábamos, miré hacia abajo y me di cuenta de que seguía con la bata puesta tal cual había salido de mi camarote. Aún seguía sin creerme que estuviera en aquel camarote, en aquella cama con aquel vikingo que lograba sacarme de mis casillas.
Una de mis manos que estaba bajo las sábanas subió despacio recorriendo su torso de forma sutil y leve, notando cada músculo marcado en mí recorrido. Mis dedos continuaron su camino hasta su rostro que recorrí de forma leve sin querer que se despertara, rocé sus labios con las yemas de mis dedos preguntándome como podía sacarme tanto de quicio, cambiar tanto su actitud conmigo y luego portarse como lo había hecho anoche… era tan contradictorio que me daban ganas de darle golpes en el pecho hasta que me diera una explicación lógica, una que sabía de antemano que no llegaría a darme. Mi mano terminó por apartarse y puse un poco de distancia, lo que su brazo entorno a mí cintura me permitía. Tenía hambre y quería darme una ducha antes de subir al comedor para desayunar, pero primero debía de salir de aquella cama y hacer que me soltara sin despertarlo. Justo cuando me moví un poco más a punto de salir de su abrazo fue cuando noté que su respiración cambiaba y ya no era tan pausada, y al subir mí vista a él me encontré con sus orbes azules puestos en mí.
-Buenos días, vikingo –la educación ante todo, aún no había decidido qué nombre ponerle pero estaba en ello, sonreí viendo cómo me miraba, como si no terminara de creerse que estuviera ahí, justo delante de él. Para ser sinceros, a mí todavía me costaba- Gracias por lo de anoche, necesitaba dormir una noche de tirón –no me había despertado en ningún momento de la noche, seguramente fuera por el cansancio que llevaba encima- ¿Te apetece desayunar? Porque yo me muero de hambre –por una mañana me había levantado con buenos ánimos, y quería aprovecharlo.
Mis ojos bajaron hasta su sonrisa ladeada que portaba por mis palabras, porque era un mandón que parecía ser su palabra la ley, siempre dándome órdenes aunque ya le había dicho que no lo hiciera, era testarudo como él solo. Y cabezota. Algo que yo también tenía y que hacia que estuviéramos chocando tanto y cada dos por tres, o al menos era lo que yo pensaba. Subí mí vista de nuevo a sus orbes azules que me miraban de forma fija esperando que le contara y le respondiera a sus preguntas. Su mano en mí cadera ejerció una leve presión que hizo que quedara algo más cerca de él, restando espacio entre ambos. Mis ojos bajaron al sentir su codo en mí cadera y cómo sus dedos, de forma suave y pausada, subían un poco el camisón que llevaba dejándolo a mitad de mí muslo, como si fuera algo que necesitara hacer.
Debí de apartarlo en aquel momento, debí de poner algo distancia entre los dos pero su mano en la base de mí espalda me paró dejándome ahí anclada. Igualmente pude haberme movido, o apartar su mano de mí muslo, o bajar lo que había subido del camisón… más no lo hice. Por una sola vez lo dejé hacer y no me importó, no supe si era por todo el cansancio, porque ya comenzaba a notar que el sueño se iba apoderando de mí cuerpo lentamente, o porque no veía en su toque nada malo. Era como si de alguna forma intentara relajarme estando así con él, no era un toque pervertido y vicioso que quisiera dar paso a algo más, era más bien como si temiera que si me acariciaba demasiado acabara con mí mano estampada en su rostro. Al alzar de nuevo mí mirada sobre la suya viendo que me observaba de forma fija no pude evitar esbozar una leve sonrisa divertida.
-¿No te bastó con la mujer de anoche para satisfacer tus necesidades, vikingo? -Pregunté con tono divertido, quizás fuera por el cansancio, por la situación en sí… el caso fue que lo pregunté porque realmente ni siquiera lo pensé cuando ya estaba formulando la pregunta. No le reprochaba nada porque no era quien para hacerlo, no le echaba nada en cara tampoco… solo me hacía gracia que pareciera que no le había bastado con lo de anoche. No me importó tampoco que con aquella simple pregunta supiera que había estado allí la noche anterior, no tenía nada de lo que esconder porque ya estaba allí. Para no incidir demasiado en ese tema, porque no era algo de mí incumbencia con quién pasaba sus noches, seguí terminando de contarle porqué no podía dormir y por qué había decidido a última estancia pedirle que me dejara dormir con él. Tras acabar de decirle todo lo que podía decir, quitando a partir de cuando me vendieron tras haber sido raptada, mis ojos se centraron en la herida que le había curado en la clavícula y mis dedos se pasearon sobre esta. Apenas quedaba ya marca y en un par de días ya no tendría nada en el lugar… el ungüento que le había aplicado ayudaba a no dejar ninguna cicatriz. Sus palabras provocaron que mis dedos se pasearan libremente por su torso y mis ojos buscaran los suyos. De nuevo esa sonrisa en los labios, esa mirada fija, esas palabras que parecían tan ciertas… ¿lo eran? Seguramente sí, lo serían. El vikingo desprendía esa seguridad y esa certeza y había visto y dado cuenta de lo capaz que era sin arma alguna, con una espada sería letal. Reí levemente aún con el sueño que se apoderaba de mí- ¿He mencionado también, que eres un engreído? Creo que voy a sacar una lista muy larga al paso que vamos –aquello parecía la conversación más tranquila y distendida que habíamos tenido en aquellos días, de alguna forma los dos nos estábamos dando una tregua y estaba resultando incluso hasta divertido… también era porque estaba tan cansada que no podía actuar con él como de normalidad hacía, no me quedaban fuerzas para eso- Lo sé –murmuré ante el hecho de que me tenía, buena cuenta era que nuestros cuerpos estaban casi pegados, su respiración contra la mía, su mano rodeando mí cintura como si me anclara de alguna forma a él… no podía negarle aquello.
El sueño estaba ganando la batalla poco a poco, los ojos se me cerraban por unos segundos en los que volvía de nuevo a abrirlos pero sentía que me costaba una barbaridad mantenerlos abiertos. Me pesaban cada vez más y no quería resistirme contra el sueño cuando era lo que había estado buscando por días. Mí solución había pasado por acudir a él y dejar que durmiera junto a él, como si de esa forma me sintiera más segura y protegida… era todo cuanto necesitaba. Sonreí de forma leve cuando me dijo que no me mordiera el labio pero ¿qué iba a hacerle? No lo hacía por voluntad propia. Se acercó aún más, podía notar ahora sí su respiración contra mí rostro, aquel jadeo, mis ojos observando cómo se relamía los suyos y volví a morderme el labio notando que el sueño era más fuerte que yo.
-No lo hago a posta, ni siquiera soy consciente de que lo hago –murmuré como pude, mí mano bajó por su pecho hasta quedarse cerca de su cintura, el sueño venciéndome y mí rostro quedando recostado contra su pecho, las gotas de lluvia contra el cristal y un trueno resonando en el camarote… eso fue lo último de lo que fui consciente antes de abandonarme a los brazos de Morfeo y por una noche dormir tranquila, sosegada, sin pesadillas, sin miedo… todo cuanto necesitaba.
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Los rayos del sol se colaban a través de la pequeña ventana del camarote dando directamente contra la cama, lancé un leve suspiro cuando mis ojos se abrieron y volví a cerrarlos parpadeando hasta que me acostumbré a la claridad que había en el lugar. Cerré los ojos de nuevo y acomodé mí rostro contra la almohada refugiándome en las sábanas… no recordaba haberme tapado con ellas pero podía notar el calor que desprendían sobre mí cuerpo. Recordé entonces que había acudido a él para poder dormir la pasada noche y había surtido efecto. Me encontraba descansada aunque con algo de sueño por recuperar en el cuerpo, pero me sentía mejor de lo que había estado aquellas mañanas que llevábamos de travesía. Me di cuenta tras recordar aquello en unos instantes que no estaba sola en el camarote, podía notar una respiración dar contra mí cuello que hizo que abriera los ojos, frente a mí estaba la pared y aquella ventana por donde entraba la luz, pero además de la respiración podía notar un cuerpo caliente pegado a mí espalda que subía y bajaba de forma tranquila y pausada.
Me giré despacio notando que había pasado un brazo rodeando mí cintura como si de alguna forma no me quisiera dejar escapar, y me encontré con el rostro de aquel vikingo durmiendo de forma tranquila. Parecía otro al contemplarlo de otra manera, ¿quién iba a decir que parecía hasta casi inocente de aquella forma? Mis ojos recorrieron sin prisa alguna su rostro notando ahora su respiración dar en mí rostro de lo cerca que estábamos, miré hacia abajo y me di cuenta de que seguía con la bata puesta tal cual había salido de mi camarote. Aún seguía sin creerme que estuviera en aquel camarote, en aquella cama con aquel vikingo que lograba sacarme de mis casillas.
Una de mis manos que estaba bajo las sábanas subió despacio recorriendo su torso de forma sutil y leve, notando cada músculo marcado en mí recorrido. Mis dedos continuaron su camino hasta su rostro que recorrí de forma leve sin querer que se despertara, rocé sus labios con las yemas de mis dedos preguntándome como podía sacarme tanto de quicio, cambiar tanto su actitud conmigo y luego portarse como lo había hecho anoche… era tan contradictorio que me daban ganas de darle golpes en el pecho hasta que me diera una explicación lógica, una que sabía de antemano que no llegaría a darme. Mi mano terminó por apartarse y puse un poco de distancia, lo que su brazo entorno a mí cintura me permitía. Tenía hambre y quería darme una ducha antes de subir al comedor para desayunar, pero primero debía de salir de aquella cama y hacer que me soltara sin despertarlo. Justo cuando me moví un poco más a punto de salir de su abrazo fue cuando noté que su respiración cambiaba y ya no era tan pausada, y al subir mí vista a él me encontré con sus orbes azules puestos en mí.
-Buenos días, vikingo –la educación ante todo, aún no había decidido qué nombre ponerle pero estaba en ello, sonreí viendo cómo me miraba, como si no terminara de creerse que estuviera ahí, justo delante de él. Para ser sinceros, a mí todavía me costaba- Gracias por lo de anoche, necesitaba dormir una noche de tirón –no me había despertado en ningún momento de la noche, seguramente fuera por el cansancio que llevaba encima- ¿Te apetece desayunar? Porque yo me muero de hambre –por una mañana me había levantado con buenos ánimos, y quería aprovecharlo.
Naitiri Zahir- Humano Clase Alta
- Mensajes : 928
Fecha de inscripción : 27/11/2015
Re: Domando las llamas de Egipto. (Naitiri)
Con los ojos cerrados sentí como un cálido dedo perfilaba mis labios, emití un pequeño murmullo placentero sin acabar de despertarme mientras mi boca buscaba la ajena como tantas veces había hecho.
Enarqué una ceja al ver que su boca no acudía en busca de la mía, beso que quedo en el aire, relamí mis labios secos mientras la egipcia se movía para abandonar mis brazos y no tardé de percatarme de la dura realidad, no estaba en el norte, este no era nuestro lecho y su piel era cálida, solo quedaba su olor, ese que me desesperaba.
Ladeé la sonrisa enfrentando su mirada parda, la tregua parecía haber finalizado, ella había descansado y para que mentir, también yo lo había hecho.
-Buenos días, egipcia -susurré atrayendola por la cintura -si, tengo hambre, mucha
De nuevo llegaban los dobles sentidos, mis dedos recorrieron su cintura mientras la miraba intensamente.
-Ayer me preguntaste si no me basto con la mujer con la que me acosté -sonreí picaramente -¿estas celosa egipcia?
Su risa impacto contra mis labios algo que forzó en mi un par de carcajadas.
No pensaba decirle que iba borracho, que la chica me intercepto en el pasillo y que de no haberlo hecho, hubiera tenido que ser ella quien hubiera lidiado con un vikingo ebrio que la deseaba mas que nada en el mundo.
A fin de cuentas le había, nos había hecho un favor a los dos.
Le dí un azote en el culo antes de alzar mi cuerpo del lecho estirando todos mis músculos, busqué la camisola que había quedado tirada en el suelo y me la recoloqué con rapidez volviendo a desviar mis ojos buscando a Naitirí.
-¿No iras a bajar así a desayunar? -enarqué una ceja, mi posesividad salia a la luz mientras mis ojos recorrían su cuerpo oliva y se centraban en aquellos pechos que sobresalían ligeramente por el escote del camisón de seda.
Deje escapar el aire lentamente mientras hacia un claro gesto de lo mucho que me gustaba lo que veía.
Ladeé mi sonrisa acercándome a ella, aun con al camisa desabrochada, mis manos afianzaron el borde de la bata cruzando las solapas por delante de su cuerpo y apretando el cinturón para que no se movieran.
-Mucho mejor así -susurré contemplando su boca con la mía ligeramente entreabierta -ve a vestirte -ordené -y nos vemos en el comedor.
Fueron los gritos del exterior l oque hizo que frunciera el cejo para acercarme al pequeño ventanal, La egipcia parecía asustada, intuí que eso le recordó a la historia que en su momento me relato.
Me acerque a ella con el gesto tenso.
-No te muevas de aquí ¿me oyes?
Sus manos se aferraron a mi brazo, como si fuera el salvavidas que necesitaba para poder salir con vida de este barco.
Desenvainé la espada, avanzando con ella a mis espaldas, tenia que calmarla, a fin de cuentas no sabiamso lo que pasaba.
Algo que pronto descubrimos que era, pues por el pasillo un hombre corría para avisar al capitán de lo ocurrido, al parecer una niña había caído al agua.
Naitiri me soltó para salir corriendo hacia cubierta, su batin se abrió en la carrera dotándola de alas, una estela carmesí que yo seguí corriendo tras ella.
La gente se asomaba a la barandilla, lo mismo hizo la egipcia. La madre de la niña lloraba desesperada sujeta por su marido mientras ambos esperaban que pararan las maquinas para detener el barco, llegarían tarde, la niña se ahogaba.
Dejé caer la espada al suelo y sin pensármelo dos veces subí de un salto a la barandilla y me lancé a las gélidas aguas del mar.
“No debes de tocar nada” salvarla era cambiar su sino, su historia y quizás eso cambiaría el curso de la linea del tiempo, mas no podía dejar morir a la niña bajo mi impasible mirada.
No le bastaba a los dioses que me estuviera manteniendo firme frente a la mujer que amaba.
Mi cuerpo golpeo contra el agua, buceé hacia el fondo buscando a esa niña que se hundía irremediablemente impulsada por las olas y como no, por los motores de aquel enorme navío.
No me detuve hasta que mi brazo rodeó su pequeña cintura, tire de ella para ascender hasta salir a flote. Era complicado mantenernos con la cabeza fuera cuando la tempestad arreciaba empujándonos contra el cascote del barco, cubrí su menudo cuerpo con el mio llevándome yo todos los golpes.
Finalmente un salvavidas cayo frente a nosotros, nadé hasta apresarlo y pronto los hombres tiraron de la soga subiéndonos a ambos.
Yo tosía tirando el agua que había tragado, la niña entre mis brazos inerte, no daba señales de vida.
Ambos caímos en la cubierta, Nai corrió hacia la pequeña para hacerle el boca a boca, mientras yo jadeaba mirando la escena agotado pero esperando que se obrara el milagro y la niña volviera.
Enarqué una ceja al ver que su boca no acudía en busca de la mía, beso que quedo en el aire, relamí mis labios secos mientras la egipcia se movía para abandonar mis brazos y no tardé de percatarme de la dura realidad, no estaba en el norte, este no era nuestro lecho y su piel era cálida, solo quedaba su olor, ese que me desesperaba.
Ladeé la sonrisa enfrentando su mirada parda, la tregua parecía haber finalizado, ella había descansado y para que mentir, también yo lo había hecho.
-Buenos días, egipcia -susurré atrayendola por la cintura -si, tengo hambre, mucha
De nuevo llegaban los dobles sentidos, mis dedos recorrieron su cintura mientras la miraba intensamente.
-Ayer me preguntaste si no me basto con la mujer con la que me acosté -sonreí picaramente -¿estas celosa egipcia?
Su risa impacto contra mis labios algo que forzó en mi un par de carcajadas.
No pensaba decirle que iba borracho, que la chica me intercepto en el pasillo y que de no haberlo hecho, hubiera tenido que ser ella quien hubiera lidiado con un vikingo ebrio que la deseaba mas que nada en el mundo.
A fin de cuentas le había, nos había hecho un favor a los dos.
Le dí un azote en el culo antes de alzar mi cuerpo del lecho estirando todos mis músculos, busqué la camisola que había quedado tirada en el suelo y me la recoloqué con rapidez volviendo a desviar mis ojos buscando a Naitirí.
-¿No iras a bajar así a desayunar? -enarqué una ceja, mi posesividad salia a la luz mientras mis ojos recorrían su cuerpo oliva y se centraban en aquellos pechos que sobresalían ligeramente por el escote del camisón de seda.
Deje escapar el aire lentamente mientras hacia un claro gesto de lo mucho que me gustaba lo que veía.
Ladeé mi sonrisa acercándome a ella, aun con al camisa desabrochada, mis manos afianzaron el borde de la bata cruzando las solapas por delante de su cuerpo y apretando el cinturón para que no se movieran.
-Mucho mejor así -susurré contemplando su boca con la mía ligeramente entreabierta -ve a vestirte -ordené -y nos vemos en el comedor.
Fueron los gritos del exterior l oque hizo que frunciera el cejo para acercarme al pequeño ventanal, La egipcia parecía asustada, intuí que eso le recordó a la historia que en su momento me relato.
Me acerque a ella con el gesto tenso.
-No te muevas de aquí ¿me oyes?
Sus manos se aferraron a mi brazo, como si fuera el salvavidas que necesitaba para poder salir con vida de este barco.
Desenvainé la espada, avanzando con ella a mis espaldas, tenia que calmarla, a fin de cuentas no sabiamso lo que pasaba.
Algo que pronto descubrimos que era, pues por el pasillo un hombre corría para avisar al capitán de lo ocurrido, al parecer una niña había caído al agua.
Naitiri me soltó para salir corriendo hacia cubierta, su batin se abrió en la carrera dotándola de alas, una estela carmesí que yo seguí corriendo tras ella.
La gente se asomaba a la barandilla, lo mismo hizo la egipcia. La madre de la niña lloraba desesperada sujeta por su marido mientras ambos esperaban que pararan las maquinas para detener el barco, llegarían tarde, la niña se ahogaba.
Dejé caer la espada al suelo y sin pensármelo dos veces subí de un salto a la barandilla y me lancé a las gélidas aguas del mar.
“No debes de tocar nada” salvarla era cambiar su sino, su historia y quizás eso cambiaría el curso de la linea del tiempo, mas no podía dejar morir a la niña bajo mi impasible mirada.
No le bastaba a los dioses que me estuviera manteniendo firme frente a la mujer que amaba.
Mi cuerpo golpeo contra el agua, buceé hacia el fondo buscando a esa niña que se hundía irremediablemente impulsada por las olas y como no, por los motores de aquel enorme navío.
No me detuve hasta que mi brazo rodeó su pequeña cintura, tire de ella para ascender hasta salir a flote. Era complicado mantenernos con la cabeza fuera cuando la tempestad arreciaba empujándonos contra el cascote del barco, cubrí su menudo cuerpo con el mio llevándome yo todos los golpes.
Finalmente un salvavidas cayo frente a nosotros, nadé hasta apresarlo y pronto los hombres tiraron de la soga subiéndonos a ambos.
Yo tosía tirando el agua que había tragado, la niña entre mis brazos inerte, no daba señales de vida.
Ambos caímos en la cubierta, Nai corrió hacia la pequeña para hacerle el boca a boca, mientras yo jadeaba mirando la escena agotado pero esperando que se obrara el milagro y la niña volviera.
Ubbe Cannif- Humano Clase Alta
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Fecha de inscripción : 25/02/2017
Re: Domando las llamas de Egipto. (Naitiri)
La risa escapó de entre mis labios antes incluso de que pudiera contenerla al ver como su rostro parecía buscar a alguien y yo reía viéndolo para luego notar que sus ojos se abrían y me buscaba con la mirada. También me dio los buenos días con educación y sus dedos comenzaron a recorrer de nuevo mí cadera sin soltarme del agarre, de hecho, lo había afianzado aún más para que no pudiera moverme. Sus palabras podían tener un doble sentido y las entendí perfectamente al sentir su mirada tan intensa puesta en mí, bajo el firme agarre que estaba ejerciendo con su brazo sobre mí cintura. Realmente la pregunta que le hice la pasada noche había quedado sin responder aunque no esperaba ni buscaba una respuesta por su parte, pero él no quería dejarla pasar y lanzó aquella pregunta que me hizo reír con fuerza por segunda vez en la mañana. No pude evitarlo ni quise hacerlo, me reí tan fuerte por aquello negando con la cabeza, ¿por qué debía de sentirme celosa? No lo estaba para nada, cuando pude controlar un poco la risa y pude hablar lo miré negando con la cabeza.
-¿Qué te hace pensar que estoy celosa? ¿Quieres que lo esté? –Enarqué una ceja por ello y sonreí de lado- En realidad sentía curiosidad por saber si un vikingo necesitaba de una mujer en su lecho todos los días –me encogí de hombros- pura curiosidad –porque era cierto, no iba a preguntar nada al respecto porque no era de mi incumbencia pero me había resultado gracioso. Lo fulminé con la mirada cuando su mano antes de retirarse de mí cintura volvió a dejar un azote en mí trasero, que hizo que en lo que él se incorporaba mis puños fueran contra su cuerpo impactando en su pecho y luego en su espalda con rabia, aunque sabía que le habían hecho seguramente cosquillas. Se levantó y comenzó a ponerse la camisa mientras yo me levantaba de la cama con algo menos del humor inicial con el que me había despertado, cuando su pregunta me hizo pararme y mirar hacia abajo para comprobar que llevaba la bata y bajo este el camisón. ¿Estaba loco? No iba a bajar así a desayunar- ¿Y qué si lo hago? –Pregunté llevando mis manos a mis caderas viendo cómo se acercaba hasta quedar delante de mí- No vuelvas a azotarme de nuevo –en vez de darle un guantazo como debería de haber hecho, y quizás sabiendo que podría preverlo, le di un carchote en su cuello mientras él me miraba de aquella formaba y dejaba escapar el aire de forma lenta. Sus manos aferraron el borde de la bata y lo cerró sobre mí pecho haciendo que este quedara tapado, para luego apretar el cinturón con tanta fuerza que dudé de que pudiera abrirse de nuevo. Rodé los ojos cansada de sus órdenes hacia mí notando que me miraba los labios, por un momento iba a morderlos para provocarlo de forma consciente esa vez, pero pensé que no era lo mejor- Y deja de darme órdenes –con lo bien que había empezado la mañana y ya con aquello la estaba fastidiando, ya volvíamos de nuevo a aquel tira y afloja. Iba a apartarme de su lado cuando los gritos del exterior hicieron que me quedara quieta y me quedara clavada en el sitio.
Todo mí cuerpo se puso tenso de repente y no me atreví a moverme mientras él miraba por la ventana del camarote y luego se acercaba para pedirme que no me moviera. Mis manos por inercia aferraron su brazo con fuerza dándole a entender que no iba a quedarme ahí sola, y negué con la cabeza. Estaba tensa y algo asustada, lo menos y último que quería era quedarme allí a solas. Vi como sacaba su espada y me puse aún más nerviosa de lo que ya estaba, rogando en mí interior para que no volviera a pasar lo mismo, no otra vez, no de nuevo. Lo seguí aferrada a su brazo por los pasillos con un nudo en el estómago rogando que no fuera nada, que fuera una simple alarma… incluso que fuera algo del barco, cualquier cosa que volver a repetir la historia de nuevo. Pronto supimos qué era lo que estaba pasando… y mí boca se abrió por sí sola al saber que una niña había caído al agua.
Sin decir nada me solté y empecé a correr rumbo hacia la cubierta del barco que era de donde procedían los gritos, la bata que él había apretado con fuerza el cinturón se abrió y no me paré en ningún momento salvo cuando salí fuera y mis manos aferraron la barandilla asomándome. Mí pelo se fue todo hacia un lado por el impulso de asomarse y lo aparté mientras podía notar los gritos y el llanto de aquella madre que, impotente, no podía hacer nada mientras su hija se ahogaba. ¿Por qué siempre tenía que pasar algo cuando montaba en un barco? ¿No iba a tener una travesía tranquila nunca? Llevé una de mis manos a mí boca y me mordí el labio con fuerza, los gritos de la madre y el llanto parecían calarse hondo y lamentaba su pérdida, realmente lo sentía. Solamente me saqué de mis pensamientos cuando un ruido metálico a mí lado me hizo mirar hacia abajo, la espada estaba en el suelo y era lo que había oído, cuando levanté la vista él ya estaba subido sobre la barandilla y antes de que pudiera hacer nada… saltó.
-¡No! –grité estirando el brazo como si pudiera cogerlo antes de saltar pero había sido más rápido que yo, era un suicidio y ninguno de los que estábamos ahí arriba podíamos hacer nada salvo esperar que se salvaran- ¡Maldito vikingo cabezota! –exclamé dando un golpe con mí puño en la barandilla, ninguno desde donde estábamos podíamos ver a ninguno de los dos hasta que un hombre, desde otro lado, gritó que los había visto y que tenía a la niña. No tardaron en moverse para lanzarle un salvavidas con la esperanza de que pudiera cogerlo. Cuando vi que comenzaron a tirar me acerqué para llegar a ver como los ayudaban a subir hasta la cubierta, la niña en sus brazos presentaba mal aspecto y no sabía si seguiría con vida o no. Me acerqué corriendo hacia ellos y tras darle a él un vistazo rápido cogí a la niña de sus brazos y la tumbé en el suelo. Su piel estaba fría pálida y muy fría, empezaba a tornarse casi de ese azul mortecino… debíamos de hacer algo. Mis conocimientos no eran atan amplios en el mundo de la medicina, no tenía magia para poder ayudarla pero con lo que me habían enseñado lo intentaría a toda costa. Parecía que nadie más allí tenía idea de lo que hacer y al ver que yo me encargaba me dejaron hacer.
Busqué el pulso de la niña que no tenía y sin pensarlo demasiado junté mis manos entrelazándolas y poniéndolas sobre el corazón comencé a bombearlo contando en mí interior las veces que eran, paré y poniendo su cabeza más recta y comencé con el boca a boca, volví a poner mis manos sobre su corazón para bombearlo de nuevo mientras en mi interior seguía contando. Volví a hacerle una segunda vez el boca a boca y volví a bombear su corazón. Vamos. Pensé mientras ejercía presión y me mordí el labio. Vamos, vamos. Respira. Repetí en mi mente para cuando iba a hacerle el boca a boca noté que su torso se elevaba del suelo cogiendo aire, y la incliné para que pudiera toser y tirar el agua que había tragado y que estaba en sus pulmones.
Acaricié su pelo tranquilizándola mientras los presentes suspiraban aliviados de que la niña volviera en sí cuando, seguramente, todos la daban por muertos. Seguía estando algo fría así que me quité la bata y se la puse por encima mientras la madre se acercaba y arrodillaba a mí lado para coger a su hija en sus brazos. No tendría mucho más de seis años y le sonreí al ver que habíamos podido hacer algo por ella, la abrazaba y mecía contra ella sin dejar de llorar mientras su marido las rodeaba con sus brazos para luego mirarnos dándonos las gracias.
-No tienen que darme las gracias a mí, es él quien se ha arriesgado para salvar a su hija –me giré para verlo, ya había parado de toser y parecía que se estaba recuperando de aquel baño imprevisto y comenzando a coger color. Los padres agradecieron el gesto mientras la gente se iba disipando poco a poco tras la niña estar a salvo. Me levanté para verla ahora que tenía mejor aspecto, su pelo rubio mojado que su madre quitaba de su rostro y unos ojos azules que me miraban de forma débil, le hice una carantoña para que se riera y luego me giré al vikingo que se había lanzado de cabeza sin pensarlo. Me arrodillé para ver que no tuviera ninguna herida y luego fijé mí mirada en la suya- No vuelvas a darme un susto como ese –mis brazos rodearon su cuello y sus hombros pegando mí cuerpo al suyo- Vikingo idiota –murmuré levemente cerrando los ojos por unos momentos, para luego separarme notando que su piel estaba fría por el agua y como su camisa se pegaba a su pecho completamente mojado. Terminé por sentarme a su lado apoyando mí espalda contra la barandilla y giré mi cabeza para mirarle- No tenías por qué haberlo hecho, pero lo has hecho. Voy a pensar que bajo todo ese “ordeno y mando” y tus rudas maneras, tienes un buen corazón –sonreí de lado y apoyé mí cabeza en su hombro lanzando un suspiro- por un momento… pensé que no ibas a conseguirlo, y me entró pánico que no volvieras –me mordí el labio- luego me entró miedo de que no pudiera salvar a la niña… si hubiera tardado un poco más… -me callé, no quería pensarlo. Alcé mí vista para verle- Has sido muy valiente arriesgándote así –una de mis manos se puso sobre su brazo y lo miré- creo que te has convertido en todo un héroe, sobre todo para esa pequeña –sonreí- vamos, creo que necesitas un baño algo más caliente y yo ponerme algo encima –reí levemente levantándome para andar hacia el interior sintiendo la mirada de los demás sobre nosotros.
Fui a mí camarote para darme un baño pensando en lo que había pasado, si no se hubiera lanzado a por la niña seguramente esta ahora estaría muerta… tal acto tan desinteresado decía mucho de él, bajo todas esas murallas que se ponía día a día y que no quería bajar en ningún momento. Terminé por salir envolviendo mí cuerpo con la toalla y busqué algo de ropa para ponerme antes de subir al comedor a desayunar. Cuando salí al pasillo y me dirigía hacia arriba me topé con él por uno de los pasillos que también iba al mismo lugar, le sonreí de forma sincera y cuando entramos al comedor nos encontramos de nuevo con los padres y la niña que se acercaron una vez más para agradecernos lo que habíamos hecho. Me agaché para quedar a la altura de la niña ahora ya cambiada y seca, con sus rizos dorados enmarcando su rostro, hice que se riera y luego le pedí si me daba un abrazo a lo que accedió. Antes de irnos la niña sacó dos flores que nos dio a cada uno, no era nada importante y el gesto decía mucho, así que, ¿cómo decirle que no? Cogí la flor antes de incorporarme y sentarme en una de las mesas tras coger el desayuno. Hoy más que nunca las miradas se centraban en nosotros, algo que me ponía un poco nerviosa.
-Creo que tú popularidad ha aumentado de forma considerable –murmuré mirando un momento al grupo de jóvenes que lo miraba a él y que a mí me hacía gracia, sonreí mientras seguía desayunando con la flor que me había dado la niña a un lado- Me alegro de que todo tuviera un final feliz –por una vez, algo bueno pasaba cuando me subía a un barco no tenía un final tan trágico como el que había tenido yo. Podían haber muerto los dos, y ahora la niña podía disfrutar de una vida plena gracias a que él la había salvado.
-¿Qué te hace pensar que estoy celosa? ¿Quieres que lo esté? –Enarqué una ceja por ello y sonreí de lado- En realidad sentía curiosidad por saber si un vikingo necesitaba de una mujer en su lecho todos los días –me encogí de hombros- pura curiosidad –porque era cierto, no iba a preguntar nada al respecto porque no era de mi incumbencia pero me había resultado gracioso. Lo fulminé con la mirada cuando su mano antes de retirarse de mí cintura volvió a dejar un azote en mí trasero, que hizo que en lo que él se incorporaba mis puños fueran contra su cuerpo impactando en su pecho y luego en su espalda con rabia, aunque sabía que le habían hecho seguramente cosquillas. Se levantó y comenzó a ponerse la camisa mientras yo me levantaba de la cama con algo menos del humor inicial con el que me había despertado, cuando su pregunta me hizo pararme y mirar hacia abajo para comprobar que llevaba la bata y bajo este el camisón. ¿Estaba loco? No iba a bajar así a desayunar- ¿Y qué si lo hago? –Pregunté llevando mis manos a mis caderas viendo cómo se acercaba hasta quedar delante de mí- No vuelvas a azotarme de nuevo –en vez de darle un guantazo como debería de haber hecho, y quizás sabiendo que podría preverlo, le di un carchote en su cuello mientras él me miraba de aquella formaba y dejaba escapar el aire de forma lenta. Sus manos aferraron el borde de la bata y lo cerró sobre mí pecho haciendo que este quedara tapado, para luego apretar el cinturón con tanta fuerza que dudé de que pudiera abrirse de nuevo. Rodé los ojos cansada de sus órdenes hacia mí notando que me miraba los labios, por un momento iba a morderlos para provocarlo de forma consciente esa vez, pero pensé que no era lo mejor- Y deja de darme órdenes –con lo bien que había empezado la mañana y ya con aquello la estaba fastidiando, ya volvíamos de nuevo a aquel tira y afloja. Iba a apartarme de su lado cuando los gritos del exterior hicieron que me quedara quieta y me quedara clavada en el sitio.
Todo mí cuerpo se puso tenso de repente y no me atreví a moverme mientras él miraba por la ventana del camarote y luego se acercaba para pedirme que no me moviera. Mis manos por inercia aferraron su brazo con fuerza dándole a entender que no iba a quedarme ahí sola, y negué con la cabeza. Estaba tensa y algo asustada, lo menos y último que quería era quedarme allí a solas. Vi como sacaba su espada y me puse aún más nerviosa de lo que ya estaba, rogando en mí interior para que no volviera a pasar lo mismo, no otra vez, no de nuevo. Lo seguí aferrada a su brazo por los pasillos con un nudo en el estómago rogando que no fuera nada, que fuera una simple alarma… incluso que fuera algo del barco, cualquier cosa que volver a repetir la historia de nuevo. Pronto supimos qué era lo que estaba pasando… y mí boca se abrió por sí sola al saber que una niña había caído al agua.
Sin decir nada me solté y empecé a correr rumbo hacia la cubierta del barco que era de donde procedían los gritos, la bata que él había apretado con fuerza el cinturón se abrió y no me paré en ningún momento salvo cuando salí fuera y mis manos aferraron la barandilla asomándome. Mí pelo se fue todo hacia un lado por el impulso de asomarse y lo aparté mientras podía notar los gritos y el llanto de aquella madre que, impotente, no podía hacer nada mientras su hija se ahogaba. ¿Por qué siempre tenía que pasar algo cuando montaba en un barco? ¿No iba a tener una travesía tranquila nunca? Llevé una de mis manos a mí boca y me mordí el labio con fuerza, los gritos de la madre y el llanto parecían calarse hondo y lamentaba su pérdida, realmente lo sentía. Solamente me saqué de mis pensamientos cuando un ruido metálico a mí lado me hizo mirar hacia abajo, la espada estaba en el suelo y era lo que había oído, cuando levanté la vista él ya estaba subido sobre la barandilla y antes de que pudiera hacer nada… saltó.
-¡No! –grité estirando el brazo como si pudiera cogerlo antes de saltar pero había sido más rápido que yo, era un suicidio y ninguno de los que estábamos ahí arriba podíamos hacer nada salvo esperar que se salvaran- ¡Maldito vikingo cabezota! –exclamé dando un golpe con mí puño en la barandilla, ninguno desde donde estábamos podíamos ver a ninguno de los dos hasta que un hombre, desde otro lado, gritó que los había visto y que tenía a la niña. No tardaron en moverse para lanzarle un salvavidas con la esperanza de que pudiera cogerlo. Cuando vi que comenzaron a tirar me acerqué para llegar a ver como los ayudaban a subir hasta la cubierta, la niña en sus brazos presentaba mal aspecto y no sabía si seguiría con vida o no. Me acerqué corriendo hacia ellos y tras darle a él un vistazo rápido cogí a la niña de sus brazos y la tumbé en el suelo. Su piel estaba fría pálida y muy fría, empezaba a tornarse casi de ese azul mortecino… debíamos de hacer algo. Mis conocimientos no eran atan amplios en el mundo de la medicina, no tenía magia para poder ayudarla pero con lo que me habían enseñado lo intentaría a toda costa. Parecía que nadie más allí tenía idea de lo que hacer y al ver que yo me encargaba me dejaron hacer.
Busqué el pulso de la niña que no tenía y sin pensarlo demasiado junté mis manos entrelazándolas y poniéndolas sobre el corazón comencé a bombearlo contando en mí interior las veces que eran, paré y poniendo su cabeza más recta y comencé con el boca a boca, volví a poner mis manos sobre su corazón para bombearlo de nuevo mientras en mi interior seguía contando. Volví a hacerle una segunda vez el boca a boca y volví a bombear su corazón. Vamos. Pensé mientras ejercía presión y me mordí el labio. Vamos, vamos. Respira. Repetí en mi mente para cuando iba a hacerle el boca a boca noté que su torso se elevaba del suelo cogiendo aire, y la incliné para que pudiera toser y tirar el agua que había tragado y que estaba en sus pulmones.
Acaricié su pelo tranquilizándola mientras los presentes suspiraban aliviados de que la niña volviera en sí cuando, seguramente, todos la daban por muertos. Seguía estando algo fría así que me quité la bata y se la puse por encima mientras la madre se acercaba y arrodillaba a mí lado para coger a su hija en sus brazos. No tendría mucho más de seis años y le sonreí al ver que habíamos podido hacer algo por ella, la abrazaba y mecía contra ella sin dejar de llorar mientras su marido las rodeaba con sus brazos para luego mirarnos dándonos las gracias.
-No tienen que darme las gracias a mí, es él quien se ha arriesgado para salvar a su hija –me giré para verlo, ya había parado de toser y parecía que se estaba recuperando de aquel baño imprevisto y comenzando a coger color. Los padres agradecieron el gesto mientras la gente se iba disipando poco a poco tras la niña estar a salvo. Me levanté para verla ahora que tenía mejor aspecto, su pelo rubio mojado que su madre quitaba de su rostro y unos ojos azules que me miraban de forma débil, le hice una carantoña para que se riera y luego me giré al vikingo que se había lanzado de cabeza sin pensarlo. Me arrodillé para ver que no tuviera ninguna herida y luego fijé mí mirada en la suya- No vuelvas a darme un susto como ese –mis brazos rodearon su cuello y sus hombros pegando mí cuerpo al suyo- Vikingo idiota –murmuré levemente cerrando los ojos por unos momentos, para luego separarme notando que su piel estaba fría por el agua y como su camisa se pegaba a su pecho completamente mojado. Terminé por sentarme a su lado apoyando mí espalda contra la barandilla y giré mi cabeza para mirarle- No tenías por qué haberlo hecho, pero lo has hecho. Voy a pensar que bajo todo ese “ordeno y mando” y tus rudas maneras, tienes un buen corazón –sonreí de lado y apoyé mí cabeza en su hombro lanzando un suspiro- por un momento… pensé que no ibas a conseguirlo, y me entró pánico que no volvieras –me mordí el labio- luego me entró miedo de que no pudiera salvar a la niña… si hubiera tardado un poco más… -me callé, no quería pensarlo. Alcé mí vista para verle- Has sido muy valiente arriesgándote así –una de mis manos se puso sobre su brazo y lo miré- creo que te has convertido en todo un héroe, sobre todo para esa pequeña –sonreí- vamos, creo que necesitas un baño algo más caliente y yo ponerme algo encima –reí levemente levantándome para andar hacia el interior sintiendo la mirada de los demás sobre nosotros.
Fui a mí camarote para darme un baño pensando en lo que había pasado, si no se hubiera lanzado a por la niña seguramente esta ahora estaría muerta… tal acto tan desinteresado decía mucho de él, bajo todas esas murallas que se ponía día a día y que no quería bajar en ningún momento. Terminé por salir envolviendo mí cuerpo con la toalla y busqué algo de ropa para ponerme antes de subir al comedor a desayunar. Cuando salí al pasillo y me dirigía hacia arriba me topé con él por uno de los pasillos que también iba al mismo lugar, le sonreí de forma sincera y cuando entramos al comedor nos encontramos de nuevo con los padres y la niña que se acercaron una vez más para agradecernos lo que habíamos hecho. Me agaché para quedar a la altura de la niña ahora ya cambiada y seca, con sus rizos dorados enmarcando su rostro, hice que se riera y luego le pedí si me daba un abrazo a lo que accedió. Antes de irnos la niña sacó dos flores que nos dio a cada uno, no era nada importante y el gesto decía mucho, así que, ¿cómo decirle que no? Cogí la flor antes de incorporarme y sentarme en una de las mesas tras coger el desayuno. Hoy más que nunca las miradas se centraban en nosotros, algo que me ponía un poco nerviosa.
-Creo que tú popularidad ha aumentado de forma considerable –murmuré mirando un momento al grupo de jóvenes que lo miraba a él y que a mí me hacía gracia, sonreí mientras seguía desayunando con la flor que me había dado la niña a un lado- Me alegro de que todo tuviera un final feliz –por una vez, algo bueno pasaba cuando me subía a un barco no tenía un final tan trágico como el que había tenido yo. Podían haber muerto los dos, y ahora la niña podía disfrutar de una vida plena gracias a que él la había salvado.
Naitiri Zahir- Humano Clase Alta
- Mensajes : 928
Fecha de inscripción : 27/11/2015
Re: Domando las llamas de Egipto. (Naitiri)
La cubierta quedo en profundo silencio, como si eso pudiera hacer que se obrara el milagro, solo mi tos mientras vomitaba agua rompían la tensa calma de todos los allí presentes que observaban a Natiri como si fuera el ángel capaz de dar vida a ese pequeño cuerpo amoratado.
“ Joder vamos” pensé para mi mismo respetando el dolor de esos padres que esperanzados veían como la egipcia luchaba por recuperar a la niña.
Fueron minutos de larga incertidumbre, hasta que esta tosió y empezó a escupir el agua tragada recuperando poco a poco su color, parecía tan cansada, pero viva, estaba viva y no pude evitar ladear la sonrisa cuando Naitiri se quitó la bata para cubrirla.
Negué, esa mujer nunca me obedecía, mas quizás eso era lo que mas me gustaba de ella, su carácter era fuego y a mi me gustaba domar las llamas de Egipto.
La madre de la niña la tomo entre sus brazos acunándola y el padre rodeo a ambas con afán protector.
Naitiri acababa de salvar una vida, no seria la ultima, de echo la mía estaba en su interminable lista.
De no estar ella en el norte, dudo hubieran logrado contener el veneno de la saeta que se extendía por mi cuerpo. No fue fácil, muchas fueron las horas que esa mujer dedico a desangrarme para que lo eliminara, me llevaba al borde de mis fuerzas, mas no mas de lo necesario, mientras me daba daba el antídoto en su dosis justa para no matarme, fueron muchas noches en vale, claro que para ese entonces ella gozaba de una inmortalidad.
Los ojos de aquel hombre se cernieron en los miso en un gesto de agradecimiento que no olvidé, me limité a mover la cabeza en señal de asentimiento, solo había hecho lo que cualquiera capaz de combatir el mar hubiera hecho en mi lugar.
Naitiri caminó hacia mi, sus ojos buscaron los míos y yo me limité a sonreír con picardia, cayó de rodillas repasando mi cuerpo con la mirada, no había heridas solo algunos moratones por los golpes con el cascote, nada que no curase en un par de días.
Sus brazos rodearon mi cuello pegando su cuerpo al mio, de nuevo nuestros alientos chocaron, el mio frio, el suyo calentándome como siempre mas de lo estimado.
-Si llego a saber que solo tenia que hacer eso para que me abrazaras..hubiera saltado hace mucho tiempo -bromeé apartando ligeramente su pecho del mio -estoy mojado y tu semi-desnuda -enarqué una ceja mostrandole por un momento mi desagrado.
Sabia que este no iba a ser el ultimo susto que le diera, tenia cierta capacidad, por llamarlo de alguna manera, para meterme en líos y ademas era un guerrero, el campo de batalla era mi vida y algún día mi muerte.
Esa era la parte por la que Nai y yo mas discutíamos, me arriesgaba demasiado, misiones suicidas que siempre acababa aceptando, pero...¿quien si no las haría? No puedes enviar a la muerte a un soldado si no muestras antes tu valía.
Las guerras no se ganan desde un trono, si no con el acero en la mano.
Tomo asiento a mi lado mientras hablaba del miedo que había sentido y de las dudas de que no consiguiera mi objetivo. ladeé la sonrisa con aire engreído.
-Yo siempre logro mis objetivos Nai, no lo olvides -tire de su labio inferior con el dedo separandolo de sus dientes -por los dioses deja de hacer eso.
Dejé escapar el aire de forma ronca, era evidente como alzaba tal acto mi mástil ahora que tenia el pantalón pegado por el agua.
-Te falta añadir a esa lista, valiente, decidido -bromeé sin poder evitarlo perdiéndome en sus ojos oscuros.
Nos levantamos bajo la atenta mirada de los allí presentes, ciertamente me trataban como un héroe, podía ver la admiración en sus ojos, aunque creo que era mas bien envidia por ir al lado de esa mujer de cuerpo perfecto.
-Mujer, tápate un poco -musité cubriéndola con mis brazos desde atrás, al sentir las miradas de algunos hombres mas que lascivas sobre su persona, no los culpaba, estaba muy buena.
La dejé a salvo en su camarote y acudí al mio, no tenia nada de ropa, así que tuve que tirar de ingenio, y de eso no tenia mucho.
Por suerte, en un armario había quedado una vieja camisa algo roída por el paso del tiempo, con mis pieles por encima no se notaria demasiado que no era mía y me venia algo estrecha.
Ahora solo necesitaba unos pantalones ¿de donde sacaba eso?
Me enrollé una toalla a la cintura y salí al pasillo, golpeé la puerta del primer camarote que encontré y una doncella me abrió quedándose impactada por mi “vestimenta”
-Señora, ¿no tendría unos pantalones para venderme? -pregunté ladeando la sonrisa al ver como se santiguaba, por un momento pensé que se desmallaría, mas un hombre le ordeno adentrarse al interior y este me cedió unos pantalones que tenia en su equipaje, no me hizo pagárselos, decía que era un honor ayudar a alguien como yo.
Agradecí el gesto y me volví a mi camarote para acabar de vestirme, por suerte las botas estaban secas, ya que no había llegado a ponérmelas cuando salí corriendo hacia cubierta.
En el pasillo coincidí con la egipcia que me saludo con cierta cortesía, sin duda ahora mucho mas vestida, algo que me complace, tenia que admitirlo.
Juntos entramos en le comedor, la agradecida familia acudió a nuestro encuentro, se deshicieron en halagos para ambos mientras la niña con su sincera sonrisa nos regalaba unas flores que no dude en coger posando mi mano sobre su cabeza.
Finalmente nos despedimos de la familia tomando asiento en la mesa del comedor, estaba famélico para variar. Así que de nuevo la comida acaparó por unos momentos toda mi atención, creo que era el único momento del día en el que mis ojos se despegaban de los ajenos.
Oí su risa, lo que hizo que alzara la mirada con la boca llena, mastique hasta tragar para desviar los ojos hacia las jóvenes de la otra mesa.
-¿estas celosa egipcia? -pregunté con una engreída sonrisa -una pena ahí tenia noches de lujuria para una semana entera -bromeé-Mañana llegaremos a puerto, así que, mi gozo en un pozo.
Una vez acabamos el desayuno subimos nuevamente a cubierta, hacia bastante frio así que le lancé mis pieles sobre los hombros antes de perder mi mirada hacia la infinidad del horizonte de madre mar. Los truenos y relámpagos se dibujaban frente a nuestros ojos.
-Thor esta cabreado -sentencié algo preocupado, esa noche iba a ser complicada, había vivido tempestades y este barco era muy pesado, había demasiada gente y algo me decía que el capitán no estaba preparado para lo que se nos venia encima.
“ Joder vamos” pensé para mi mismo respetando el dolor de esos padres que esperanzados veían como la egipcia luchaba por recuperar a la niña.
Fueron minutos de larga incertidumbre, hasta que esta tosió y empezó a escupir el agua tragada recuperando poco a poco su color, parecía tan cansada, pero viva, estaba viva y no pude evitar ladear la sonrisa cuando Naitiri se quitó la bata para cubrirla.
Negué, esa mujer nunca me obedecía, mas quizás eso era lo que mas me gustaba de ella, su carácter era fuego y a mi me gustaba domar las llamas de Egipto.
La madre de la niña la tomo entre sus brazos acunándola y el padre rodeo a ambas con afán protector.
Naitiri acababa de salvar una vida, no seria la ultima, de echo la mía estaba en su interminable lista.
De no estar ella en el norte, dudo hubieran logrado contener el veneno de la saeta que se extendía por mi cuerpo. No fue fácil, muchas fueron las horas que esa mujer dedico a desangrarme para que lo eliminara, me llevaba al borde de mis fuerzas, mas no mas de lo necesario, mientras me daba daba el antídoto en su dosis justa para no matarme, fueron muchas noches en vale, claro que para ese entonces ella gozaba de una inmortalidad.
Los ojos de aquel hombre se cernieron en los miso en un gesto de agradecimiento que no olvidé, me limité a mover la cabeza en señal de asentimiento, solo había hecho lo que cualquiera capaz de combatir el mar hubiera hecho en mi lugar.
Naitiri caminó hacia mi, sus ojos buscaron los míos y yo me limité a sonreír con picardia, cayó de rodillas repasando mi cuerpo con la mirada, no había heridas solo algunos moratones por los golpes con el cascote, nada que no curase en un par de días.
Sus brazos rodearon mi cuello pegando su cuerpo al mio, de nuevo nuestros alientos chocaron, el mio frio, el suyo calentándome como siempre mas de lo estimado.
-Si llego a saber que solo tenia que hacer eso para que me abrazaras..hubiera saltado hace mucho tiempo -bromeé apartando ligeramente su pecho del mio -estoy mojado y tu semi-desnuda -enarqué una ceja mostrandole por un momento mi desagrado.
Sabia que este no iba a ser el ultimo susto que le diera, tenia cierta capacidad, por llamarlo de alguna manera, para meterme en líos y ademas era un guerrero, el campo de batalla era mi vida y algún día mi muerte.
Esa era la parte por la que Nai y yo mas discutíamos, me arriesgaba demasiado, misiones suicidas que siempre acababa aceptando, pero...¿quien si no las haría? No puedes enviar a la muerte a un soldado si no muestras antes tu valía.
Las guerras no se ganan desde un trono, si no con el acero en la mano.
Tomo asiento a mi lado mientras hablaba del miedo que había sentido y de las dudas de que no consiguiera mi objetivo. ladeé la sonrisa con aire engreído.
-Yo siempre logro mis objetivos Nai, no lo olvides -tire de su labio inferior con el dedo separandolo de sus dientes -por los dioses deja de hacer eso.
Dejé escapar el aire de forma ronca, era evidente como alzaba tal acto mi mástil ahora que tenia el pantalón pegado por el agua.
-Te falta añadir a esa lista, valiente, decidido -bromeé sin poder evitarlo perdiéndome en sus ojos oscuros.
Nos levantamos bajo la atenta mirada de los allí presentes, ciertamente me trataban como un héroe, podía ver la admiración en sus ojos, aunque creo que era mas bien envidia por ir al lado de esa mujer de cuerpo perfecto.
-Mujer, tápate un poco -musité cubriéndola con mis brazos desde atrás, al sentir las miradas de algunos hombres mas que lascivas sobre su persona, no los culpaba, estaba muy buena.
La dejé a salvo en su camarote y acudí al mio, no tenia nada de ropa, así que tuve que tirar de ingenio, y de eso no tenia mucho.
Por suerte, en un armario había quedado una vieja camisa algo roída por el paso del tiempo, con mis pieles por encima no se notaria demasiado que no era mía y me venia algo estrecha.
Ahora solo necesitaba unos pantalones ¿de donde sacaba eso?
Me enrollé una toalla a la cintura y salí al pasillo, golpeé la puerta del primer camarote que encontré y una doncella me abrió quedándose impactada por mi “vestimenta”
-Señora, ¿no tendría unos pantalones para venderme? -pregunté ladeando la sonrisa al ver como se santiguaba, por un momento pensé que se desmallaría, mas un hombre le ordeno adentrarse al interior y este me cedió unos pantalones que tenia en su equipaje, no me hizo pagárselos, decía que era un honor ayudar a alguien como yo.
Agradecí el gesto y me volví a mi camarote para acabar de vestirme, por suerte las botas estaban secas, ya que no había llegado a ponérmelas cuando salí corriendo hacia cubierta.
En el pasillo coincidí con la egipcia que me saludo con cierta cortesía, sin duda ahora mucho mas vestida, algo que me complace, tenia que admitirlo.
Juntos entramos en le comedor, la agradecida familia acudió a nuestro encuentro, se deshicieron en halagos para ambos mientras la niña con su sincera sonrisa nos regalaba unas flores que no dude en coger posando mi mano sobre su cabeza.
Finalmente nos despedimos de la familia tomando asiento en la mesa del comedor, estaba famélico para variar. Así que de nuevo la comida acaparó por unos momentos toda mi atención, creo que era el único momento del día en el que mis ojos se despegaban de los ajenos.
Oí su risa, lo que hizo que alzara la mirada con la boca llena, mastique hasta tragar para desviar los ojos hacia las jóvenes de la otra mesa.
-¿estas celosa egipcia? -pregunté con una engreída sonrisa -una pena ahí tenia noches de lujuria para una semana entera -bromeé-Mañana llegaremos a puerto, así que, mi gozo en un pozo.
Una vez acabamos el desayuno subimos nuevamente a cubierta, hacia bastante frio así que le lancé mis pieles sobre los hombros antes de perder mi mirada hacia la infinidad del horizonte de madre mar. Los truenos y relámpagos se dibujaban frente a nuestros ojos.
-Thor esta cabreado -sentencié algo preocupado, esa noche iba a ser complicada, había vivido tempestades y este barco era muy pesado, había demasiada gente y algo me decía que el capitán no estaba preparado para lo que se nos venia encima.
Ubbe Cannif- Humano Clase Alta
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Fecha de inscripción : 25/02/2017
Re: Domando las llamas de Egipto. (Naitiri)
Por una vez sentía bien poder hacer algo de valor y ayudar en la medida que fuera posible, temí realmente que no pudiera recuperar a la niña porque mis nociones de medicina no eran tan extensas como para poder ayudarla, pero si con aquello podía hacer que volviera en sí estaría mucho más que agradecida. Por fin su cuerpo respiró y volvió a cobrar vida mientras el alivio pasaba y la niña tiraba el agua que había tragado. No había nada mejor como ver a su madre acunándola en brazos y a su marido rodeándolas a ambos, agradecidos por lo que habíamos hecho y llenos de felicidad. Eso te hacía sentirte muy bien y quise quedare con aquella sensación para perdurarla el tiempo que pudiera, se sentía bastante bien. Aunque yo en realidad no había hecho casi nada, el mayor logro y mérito tenía que ser para el vikingo cabezota que se había lanzado al mar para poder rescatarla y que ahora había quedado en un segundo plano contemplando la escena. Aunque ahora los padres le estaban dando también las gracias antes de alejarse junto con el resto, dejándonos a los dos en el lugar.
Me senté a su lado y lancé un suspiro que soltó todo lo que había estado conteniendo desde que vi a la niña, realmente había sufrido por no poder hacer nada por ella ahora que él la había sacado del agua. Cada vez que montaba en un barco algo malo tenía que ocurrir y, por una vez, me alegré enormemente de cambiar e inclinar esa balanza en mí favor. Seguramente ni siquiera se había pensado lanzarse a por la niña y lo había hecho en un acto completamente desinteresado, ¿quién haría eso en su lugar? Era al único que se le había ocurrido, o el único que se había atrevido realmente a hacerlo. En verdad me había preocupado cuando lo vi saltar sin poder evitarlo, y mientras lo abrazaba escuché sus palabras sintiendo cómo me separaba de su cuerpo.
-Tienes la capacidad única de estropear los momentos, ¿te lo han dicho alguna vez? –Pregunté alzando una ceja y no queriendo responderle a ese comentario, sobre todo al segundo que había dicho- Si te hubieras lanzado por placer yo misma hubiera rogado a los dioses que te hundieran –qué capacidad para arruinar los momentos tenía aquel hombre, debía de concederle aquello. Sentada a su lado cuando le dije que me había dado miedo que no lo consiguiera y el pánico que me había entrado después, lo miré de forma fija durante unos segundos cuando me dijo que él siempre lograba lo que se proponía tratándome de nuevo con esa familiaridad que no sabía de dónde la sacaba. Por un momento me entraron ganas de preguntarle si yo también era un objetivo para él, pero lo descarté cuando sentí su dedo deslizando mí labio para que dejara de morderlo- Es una manía, acostúmbrate a ella –le respondí utilizando palabras que él me había dicho antes y negué con la cabeza ante las palabras que debía de añadir a la lista- sigue ganando la lista con defectos, vikingo –terminé por levantarme para comenzar a andar hacia los camarotes y aunque no hacía falta mirar para comprobarlo, podía notar las miradas de los demás puestas en mí. Iba en camisón al poner la bata sobre la niña para que cogiera calor así que no me extrañó para nada, lo que no esperé fue notar los brazos de él rodeándome desde atrás alegando que me tapara. No pude evitar sonreír de lado por ello y ladeé mí rostro alzándolo para ver el suyo detrás de mí, pegado a mí espalda- ¿Celoso de que me miren, vikingo? –había estado en peores condiciones así que el que me vieran con un camisón no era problema alguno. Por más que le dijera que me soltara no lo hizo hasta que no me dejó en la puerta de mí camarote, como si no quisiera que nadie me viera en camisón cuando me habían visto en cubierta, igual que había hecho cuando cerró la bata en su cuarto para que no se abriera.
Terminé por bañarme y cambiarme coincidiendo con él por el pasillo hasta llegar al comedor donde la niña nos regaló unas flores como muestra de agradecimiento y nos sentamos a desayunar. Mientras estábamos desayunando en silencio en un momento de tregua por ambas partes, podía notar la mirada de las jóvenes de la otra mesa puestas en él, algo que me hacía gracia y que terminé por decirle al ver como no dejaban de mirarle. Mis ojos se fijaron en los suyos cuando volvió a decirme si estaba celosa y enarqué una ceja por ello, ¿de verdad volvía a lo mismo? Traía esa sonrisa engreída en el rostro y luego escuché sus palabras, volví a echar un breve vistazo a las jóvenes y seguí desayunando como si no hubiera pasado nada, como si no le hubiera dicho nada aunque llevaba otros planes en la cabeza. Mí mirada estaba en el plato pinchando algo del desayuno, de forma tranquila, antes de comenzar a hablar.
-Siempre había oído que los vikingos eran bravos no solo en el campo de batalla, sino también que eran bravos amantes en sus lechos –continué desayunando como si nada, intentando aguantar la sonrisa que quería escapar de mis labios- y que nunca se achantaban ante nada –alcé mí vista al grupo de jóvenes y luego a él- Podrías estar acompañado esta noche si quisieras, la pelirroja es muy guapa –hice una leve pausa y me incliné un poco hacia delante, divertida con la situación- ¿Qué pasa vikingo, te dan miedo? –Sonreí de lado por ello y luego volví a sentarme con normalidad- Quizás yo también decida pasar la noche que queda en compañía –mí mirada se desvió hacia otra de las mesas donde había varios jóvenes en ella, mí mirada se centró en uno de ellos que no había dejado de mirarme desde que me había sentado, y al coincidir miradas le lancé una sonrisa para luego mirar al vikingo y levantarme tras haber terminado. Rodeé la mesa y me quedé a su espalda, más hacia uno de sus lados, e incliné mí rostro para susurrarle y que solo él pudiera oírme- No vuelvas a retarme, vikingo, porque yo también puedo y sé jugar –me separé con una sonrisa aún con las flores en la mano y subí a cubierta donde el tiempo había cambiado y se podía ver a lo lejos los rayos y truenos que presagiaban que habría tormenta aquella noche. Giré mí rostro para mirarle cuando sentí que dejaba aquel abrigo sobre mis hombros y le agradecí con la cabeza mirando como él hacia el horizonte.
Los egipcios no teníamos como ellos un dios que fuera el dios del rayo o del trueno, teníamos varios dioses que eran sobre el cielo, las constelaciones y sobre el océano… pero ninguno que fuera expresamente sobre los rayos y los truenos. Escuché que decía que Thor estaba cabreado, para ellos aquello era una señal de que su dios estaba cabreado al igual que las tormentas. Si te parabas a prestar un poco de atención, ambas culturas se parecían un poco. Aunque la forma de enterrar a los muertos eran bastante diferentes, pero al fin y al cabo ambas culturas adoraban a varios dioses, pero con diferentes nombres. Me acerqué hasta la barandilla y apoyé mis brazos en el lugar observando el mar dándome cuenta de que cerca del barco había un grupo de delfines que saltaba fuera del agua, saltando incluso entre ellos y eso me hizo sonreír observándolos.
-Quizás está enfadado porque has sido un completo suicida –lo miré de reojo y luego volví a centrar mí vista en los delfines- Va a ser una mala noche, ¿verdad? –Pregunté porque ellos sabían muy bien orientarse en el mar y eran buenos prediciendo tormentas ya que se habían pasado mucho tiempo en el mar cuando fueron a conquistar y a explorar territorio- Dime una cosa –me giré haciendo que mí cadera quedara contra la barandilla, apoyando mis brazos en ella, pero de cara a él- ¿Qué es lo que estás buscando con esos papiros? –Le había estado dando vueltas todos aquellos días, era muy extraño que esos papiros los tuvieran en su poder unos vikingos y me preguntaba qué era lo que buscaba- ¿Qué es tan importante como para enrolarte en esta misión?, también me pregunto cómo es que estén en tú poder papiros de los que nunca se ha oído hablar antes y que, casualmente, tengan que ver con lo que estaba estudiando mí madre –le miré esperando a que me contestara, aunque algo en mí interior me decía que no iba a responder ni una sola de mis preguntas. Lancé un suspiro volviendo mí vista al mar otra vez y a los delfines que, despreocupados saltaban hasta que al final los perdí de vista al no volver a salir a la superficie- ¿Has estado alguna vez en Egipto? –La verdad es que tenía ganas de pisar de nuevo aquellas tierras, hacía ya bastante tiempo que no había vuelto a ir y siempre me gustaba volver a lo que era mí casa, mí hogar… aunque no viviera allí- He hecho una lista de los sitios donde podríamos empezar a buscar, lo más lógico es empezar por mí casa –hice una leve pausa y me mordí el labio, sabía que ahora estaba viviendo allí una familia, ya había ido una vez y la mujer me había entregado un cofre lleno de cosas de cuando vivíamos allí- Quizás pasé algo por alto cuando fui la última vez, unos documentos, alguna pista… la verdad es que no sé si hallaremos algo allí, quizás mí madre los guardara a buen recaudo aunque… no me digas como, pero sé que no se los llevó en el viaje a Grecia –era como un pálpito y un presentimiento que tenía sobre los cuadernos- Aunque suene de locos, es como si… como si de pequeña me hubiera estado preparando para esto, como si ella supiera que podría llegar un día como este –mis ojos contemplaron de nuevo el mar y me perdí en mis pensamientos durante un rato recordando momentos de cuando yo era niña. Aparté el pelo de mí rostro cuando me di cuenta de que me había quedado absorta mirando la mar y me giré para mirarlo- Perdona –dije con una leve sonrisa- también deberíamos de buscar un sitio donde quedarnos esos días hasta que los encontramos y puedo empezar a traducir lo que hay escrito en ellos. Dudo mucho que sea un simple pasaje del libro de los muertos, aunque sé que no me vas a decir mucho más a pesar de que voy a ayudarte, y me voy a enterar igual llegado el momento –lo miré con una sonrisa ladeada, tarde o temprano, sabría lo que estaba buscando me lo dijera él o no- ¿Tienes algún plan para pasar este último día que nos queda en el barco? –Lo miré divertida- ¿Buscar a la pelirroja, quizás? –Enarqué una ceja con diversión y luego me eché a reír por mis preguntas, no sabía por qué, pero picarlo me producía bastante gracia.
Me senté a su lado y lancé un suspiro que soltó todo lo que había estado conteniendo desde que vi a la niña, realmente había sufrido por no poder hacer nada por ella ahora que él la había sacado del agua. Cada vez que montaba en un barco algo malo tenía que ocurrir y, por una vez, me alegré enormemente de cambiar e inclinar esa balanza en mí favor. Seguramente ni siquiera se había pensado lanzarse a por la niña y lo había hecho en un acto completamente desinteresado, ¿quién haría eso en su lugar? Era al único que se le había ocurrido, o el único que se había atrevido realmente a hacerlo. En verdad me había preocupado cuando lo vi saltar sin poder evitarlo, y mientras lo abrazaba escuché sus palabras sintiendo cómo me separaba de su cuerpo.
-Tienes la capacidad única de estropear los momentos, ¿te lo han dicho alguna vez? –Pregunté alzando una ceja y no queriendo responderle a ese comentario, sobre todo al segundo que había dicho- Si te hubieras lanzado por placer yo misma hubiera rogado a los dioses que te hundieran –qué capacidad para arruinar los momentos tenía aquel hombre, debía de concederle aquello. Sentada a su lado cuando le dije que me había dado miedo que no lo consiguiera y el pánico que me había entrado después, lo miré de forma fija durante unos segundos cuando me dijo que él siempre lograba lo que se proponía tratándome de nuevo con esa familiaridad que no sabía de dónde la sacaba. Por un momento me entraron ganas de preguntarle si yo también era un objetivo para él, pero lo descarté cuando sentí su dedo deslizando mí labio para que dejara de morderlo- Es una manía, acostúmbrate a ella –le respondí utilizando palabras que él me había dicho antes y negué con la cabeza ante las palabras que debía de añadir a la lista- sigue ganando la lista con defectos, vikingo –terminé por levantarme para comenzar a andar hacia los camarotes y aunque no hacía falta mirar para comprobarlo, podía notar las miradas de los demás puestas en mí. Iba en camisón al poner la bata sobre la niña para que cogiera calor así que no me extrañó para nada, lo que no esperé fue notar los brazos de él rodeándome desde atrás alegando que me tapara. No pude evitar sonreír de lado por ello y ladeé mí rostro alzándolo para ver el suyo detrás de mí, pegado a mí espalda- ¿Celoso de que me miren, vikingo? –había estado en peores condiciones así que el que me vieran con un camisón no era problema alguno. Por más que le dijera que me soltara no lo hizo hasta que no me dejó en la puerta de mí camarote, como si no quisiera que nadie me viera en camisón cuando me habían visto en cubierta, igual que había hecho cuando cerró la bata en su cuarto para que no se abriera.
Terminé por bañarme y cambiarme coincidiendo con él por el pasillo hasta llegar al comedor donde la niña nos regaló unas flores como muestra de agradecimiento y nos sentamos a desayunar. Mientras estábamos desayunando en silencio en un momento de tregua por ambas partes, podía notar la mirada de las jóvenes de la otra mesa puestas en él, algo que me hacía gracia y que terminé por decirle al ver como no dejaban de mirarle. Mis ojos se fijaron en los suyos cuando volvió a decirme si estaba celosa y enarqué una ceja por ello, ¿de verdad volvía a lo mismo? Traía esa sonrisa engreída en el rostro y luego escuché sus palabras, volví a echar un breve vistazo a las jóvenes y seguí desayunando como si no hubiera pasado nada, como si no le hubiera dicho nada aunque llevaba otros planes en la cabeza. Mí mirada estaba en el plato pinchando algo del desayuno, de forma tranquila, antes de comenzar a hablar.
-Siempre había oído que los vikingos eran bravos no solo en el campo de batalla, sino también que eran bravos amantes en sus lechos –continué desayunando como si nada, intentando aguantar la sonrisa que quería escapar de mis labios- y que nunca se achantaban ante nada –alcé mí vista al grupo de jóvenes y luego a él- Podrías estar acompañado esta noche si quisieras, la pelirroja es muy guapa –hice una leve pausa y me incliné un poco hacia delante, divertida con la situación- ¿Qué pasa vikingo, te dan miedo? –Sonreí de lado por ello y luego volví a sentarme con normalidad- Quizás yo también decida pasar la noche que queda en compañía –mí mirada se desvió hacia otra de las mesas donde había varios jóvenes en ella, mí mirada se centró en uno de ellos que no había dejado de mirarme desde que me había sentado, y al coincidir miradas le lancé una sonrisa para luego mirar al vikingo y levantarme tras haber terminado. Rodeé la mesa y me quedé a su espalda, más hacia uno de sus lados, e incliné mí rostro para susurrarle y que solo él pudiera oírme- No vuelvas a retarme, vikingo, porque yo también puedo y sé jugar –me separé con una sonrisa aún con las flores en la mano y subí a cubierta donde el tiempo había cambiado y se podía ver a lo lejos los rayos y truenos que presagiaban que habría tormenta aquella noche. Giré mí rostro para mirarle cuando sentí que dejaba aquel abrigo sobre mis hombros y le agradecí con la cabeza mirando como él hacia el horizonte.
Los egipcios no teníamos como ellos un dios que fuera el dios del rayo o del trueno, teníamos varios dioses que eran sobre el cielo, las constelaciones y sobre el océano… pero ninguno que fuera expresamente sobre los rayos y los truenos. Escuché que decía que Thor estaba cabreado, para ellos aquello era una señal de que su dios estaba cabreado al igual que las tormentas. Si te parabas a prestar un poco de atención, ambas culturas se parecían un poco. Aunque la forma de enterrar a los muertos eran bastante diferentes, pero al fin y al cabo ambas culturas adoraban a varios dioses, pero con diferentes nombres. Me acerqué hasta la barandilla y apoyé mis brazos en el lugar observando el mar dándome cuenta de que cerca del barco había un grupo de delfines que saltaba fuera del agua, saltando incluso entre ellos y eso me hizo sonreír observándolos.
-Quizás está enfadado porque has sido un completo suicida –lo miré de reojo y luego volví a centrar mí vista en los delfines- Va a ser una mala noche, ¿verdad? –Pregunté porque ellos sabían muy bien orientarse en el mar y eran buenos prediciendo tormentas ya que se habían pasado mucho tiempo en el mar cuando fueron a conquistar y a explorar territorio- Dime una cosa –me giré haciendo que mí cadera quedara contra la barandilla, apoyando mis brazos en ella, pero de cara a él- ¿Qué es lo que estás buscando con esos papiros? –Le había estado dando vueltas todos aquellos días, era muy extraño que esos papiros los tuvieran en su poder unos vikingos y me preguntaba qué era lo que buscaba- ¿Qué es tan importante como para enrolarte en esta misión?, también me pregunto cómo es que estén en tú poder papiros de los que nunca se ha oído hablar antes y que, casualmente, tengan que ver con lo que estaba estudiando mí madre –le miré esperando a que me contestara, aunque algo en mí interior me decía que no iba a responder ni una sola de mis preguntas. Lancé un suspiro volviendo mí vista al mar otra vez y a los delfines que, despreocupados saltaban hasta que al final los perdí de vista al no volver a salir a la superficie- ¿Has estado alguna vez en Egipto? –La verdad es que tenía ganas de pisar de nuevo aquellas tierras, hacía ya bastante tiempo que no había vuelto a ir y siempre me gustaba volver a lo que era mí casa, mí hogar… aunque no viviera allí- He hecho una lista de los sitios donde podríamos empezar a buscar, lo más lógico es empezar por mí casa –hice una leve pausa y me mordí el labio, sabía que ahora estaba viviendo allí una familia, ya había ido una vez y la mujer me había entregado un cofre lleno de cosas de cuando vivíamos allí- Quizás pasé algo por alto cuando fui la última vez, unos documentos, alguna pista… la verdad es que no sé si hallaremos algo allí, quizás mí madre los guardara a buen recaudo aunque… no me digas como, pero sé que no se los llevó en el viaje a Grecia –era como un pálpito y un presentimiento que tenía sobre los cuadernos- Aunque suene de locos, es como si… como si de pequeña me hubiera estado preparando para esto, como si ella supiera que podría llegar un día como este –mis ojos contemplaron de nuevo el mar y me perdí en mis pensamientos durante un rato recordando momentos de cuando yo era niña. Aparté el pelo de mí rostro cuando me di cuenta de que me había quedado absorta mirando la mar y me giré para mirarlo- Perdona –dije con una leve sonrisa- también deberíamos de buscar un sitio donde quedarnos esos días hasta que los encontramos y puedo empezar a traducir lo que hay escrito en ellos. Dudo mucho que sea un simple pasaje del libro de los muertos, aunque sé que no me vas a decir mucho más a pesar de que voy a ayudarte, y me voy a enterar igual llegado el momento –lo miré con una sonrisa ladeada, tarde o temprano, sabría lo que estaba buscando me lo dijera él o no- ¿Tienes algún plan para pasar este último día que nos queda en el barco? –Lo miré divertida- ¿Buscar a la pelirroja, quizás? –Enarqué una ceja con diversión y luego me eché a reír por mis preguntas, no sabía por qué, pero picarlo me producía bastante gracia.
Naitiri Zahir- Humano Clase Alta
- Mensajes : 928
Fecha de inscripción : 27/11/2015
Re: Domando las llamas de Egipto. (Naitiri)
Mis ojos se alzaron del plato desafiante, no podía dar crédito a sus palabras, parecía retarme a pasar la noche montando a una pelirroja de muy buen ver que no me apartaba los ojos de encima.
Admito que ladee la sonrisa aceptando su desafió, esa egipcia no sabia aun que jugaba con fuego y si era necesario la llevaría al infierno.
-No me parece un mal plan - apunte con difidencia fingida mientras la veía sonreír divertida desde su asiento ladeando la cabeza para mirar a los hombres de una mesa contigua.
Mi gesto se endureció, odiaba que hiciera eso y mas cuando estos le lanzaron unas miradas lascivas que en otro momento les hubieran costado los ojos.
Rugí al escuchar sus palabras ¿pasar la noche con uno de esos? Por Odin, maldije a esa mujer entre dientes siguiéndola con la mirada, ella a mis espaldas para susurrarme en el oído que no solo yo era capaz de jugar a este juego. Me alcé desafiante, enfrentando sus ojos pardos, gruñí contra sus labios, di un manotazo a la mesa moviendo todo sobre ella y como si yo mismo fuera la tempestad que se cerniría esa noche sobre nosotros subí a cubierta emitiendo palabras en mi idioma sin tan siquiera girarme para mirarla.
Nos encontramos en cubierta, mis ojos la recorrieron de arriba a bajo, mi pecho subía y bajaba alterado, la calma no llegaba y ella parecía disfrutar con eso.
-Mi dios esta acostumbrado a mis actos “ suicidas” -apunté cabreado hundiendo mis ojos en los ajenos -quizás debería haber hecho lo que los hombres de esa mesa, quedarme esperando que la niña volviera a cubierta por arte de magia. Infinitamente mejor tener en cuenta un cobarde de esos para que te embista en el lecho..lo difícil sera que se la encuentres. Pero sobre gustos...también podemos compartir una mujer -tensé el gesto, eso era lago que odiaba de ella.
No pude evitar ladear mi sonrisa volviendo a desviar mis ojos al horizonte, fue entonces cuando me preguntó por los papiros, de eso no podía hablarle, ella misma los había encontrado en mi tiempo, poco o nada sabia de ellos, pues había sido un hallazgo muy reciente, solo que la reliquia estaba en este tiempo, con lo cual tenia que partir cuanto antes, no tenia tiempo de quedarme para averiguar lo escrito y que otro se adelantara, tendría que hacerlo todo sobre la marcha “improvisar”
-Estos papiros nos han de llevar a una reliquia que necesito -atajé sin darle mas información -¿por que me enrolé en la misión? -alcé una ceja mirándola -¿por que no?
Sus ojos se hundieron en los míos, ella misma lo había dicho tenia cierto comportamiento suicida, alguien tenia que hacerlo, y dada la peligrosa situación y la importancia de ese hallazgo no podía enviar a nadie mas, yo era la mejor opción del reino.
Lanzó un suspiro al no encontrar las respuestas que esperaba, mas continuo preguntando como si nada.
-No, no he estado en Egipto nunca -me relamí los labio que se cortaban por el frio -pero parece un lugar mágico, plagado de tradiciones y de peligros, seguro que me sentiré como en casa -bromeé ladeando la sonrisa centrando en ella mi mirada.
Su implicación en mi misión era máxima, eso era algo que no dudaba. La conocía, su afán por descubrir cosas de su madre, su cultura..la arrastraría de ser necesario al mismo Tártaro, no estábamos muy lejos de cruzar sus nueve puertas de ser necesario.
-Quizás así sea Naitiri, quizás has nacido para este momento y yo soy tu destino -dije con cierto tono irónico y aire engreído.
Asentí acercándome mas a ella, teníamos que buscar un sitio, mas uno donde no fuera sencillo dar con nosotros, desconocía si eramos los únicos con esta información y no dudaba de que alguien mas pudiera estar tratando de dar con la misma reliquia. La misión era un contrarreloj.
-No conozco Egipto Nai, pero tu si, tendremos que buscar un lugar que pase desapercibido, quizás los barrios mas bajos, no se... -la miré pensativo y deslicé mi dedo por su mentón con suavidad para alzar su rostro y enfrentar mi mirada a la ajena.
-No dejaré que te pase nada, estas segura conmigo -dije con total seguridad.
Dejé caer mi mano para volver a perder por unos instantes mi mirada en el horizonte, los rayos caían furiosos sobre la madre mar, esa noche habría una fuerte tempestad.
-Dado que no puedes dormir sin el calor de mi cuerpo pegado al tuyo...mi plan era permitirte pasar esta ultima noche conmigo -Ladeé la sonrisa enfrentándola desafiante -ademas, como parece que tienes curiosidad por cuan bravos somos en el lecho los vikingos -di un paso acortando la distancia hasta que nuestros cuerpos quedaron completamente pegados.
Su espalda contra la barandilla, mi virilidad contra su vientre y nuestros rostros buscándose sin acabar de encontrarse.
Entreabrí la boca agachándome ligeramente para continuar hablando casi rozando sus labios -quizás pueda demostrártelo, no es un mal plan ¿verdad?
Permanecí pegada a ella unos instantes, los necesarios para dejarme embriagar por su olor mientras nuestros labios parecían retarse sin tocarse a acortar esa mínima distancia que pendía entre los dos.
Jugaba con fuego era consciente y mas me hubiera valido buscar a esa pelirroja para liberar la tensión de mi entrepierna, mas..pensar en otra cosa que no fuera ella me resultaba imposible.
Me hice a un lado recolocandomela, sacudí la cabeza tratando de recuperar la cordura perdida.
-¿cual es tu plan? ¿ir a buscar a uno de esos medio hombres? ¿ o a la pelirroja quizás?
Admito que ladee la sonrisa aceptando su desafió, esa egipcia no sabia aun que jugaba con fuego y si era necesario la llevaría al infierno.
-No me parece un mal plan - apunte con difidencia fingida mientras la veía sonreír divertida desde su asiento ladeando la cabeza para mirar a los hombres de una mesa contigua.
Mi gesto se endureció, odiaba que hiciera eso y mas cuando estos le lanzaron unas miradas lascivas que en otro momento les hubieran costado los ojos.
Rugí al escuchar sus palabras ¿pasar la noche con uno de esos? Por Odin, maldije a esa mujer entre dientes siguiéndola con la mirada, ella a mis espaldas para susurrarme en el oído que no solo yo era capaz de jugar a este juego. Me alcé desafiante, enfrentando sus ojos pardos, gruñí contra sus labios, di un manotazo a la mesa moviendo todo sobre ella y como si yo mismo fuera la tempestad que se cerniría esa noche sobre nosotros subí a cubierta emitiendo palabras en mi idioma sin tan siquiera girarme para mirarla.
Nos encontramos en cubierta, mis ojos la recorrieron de arriba a bajo, mi pecho subía y bajaba alterado, la calma no llegaba y ella parecía disfrutar con eso.
-Mi dios esta acostumbrado a mis actos “ suicidas” -apunté cabreado hundiendo mis ojos en los ajenos -quizás debería haber hecho lo que los hombres de esa mesa, quedarme esperando que la niña volviera a cubierta por arte de magia. Infinitamente mejor tener en cuenta un cobarde de esos para que te embista en el lecho..lo difícil sera que se la encuentres. Pero sobre gustos...también podemos compartir una mujer -tensé el gesto, eso era lago que odiaba de ella.
No pude evitar ladear mi sonrisa volviendo a desviar mis ojos al horizonte, fue entonces cuando me preguntó por los papiros, de eso no podía hablarle, ella misma los había encontrado en mi tiempo, poco o nada sabia de ellos, pues había sido un hallazgo muy reciente, solo que la reliquia estaba en este tiempo, con lo cual tenia que partir cuanto antes, no tenia tiempo de quedarme para averiguar lo escrito y que otro se adelantara, tendría que hacerlo todo sobre la marcha “improvisar”
-Estos papiros nos han de llevar a una reliquia que necesito -atajé sin darle mas información -¿por que me enrolé en la misión? -alcé una ceja mirándola -¿por que no?
Sus ojos se hundieron en los míos, ella misma lo había dicho tenia cierto comportamiento suicida, alguien tenia que hacerlo, y dada la peligrosa situación y la importancia de ese hallazgo no podía enviar a nadie mas, yo era la mejor opción del reino.
Lanzó un suspiro al no encontrar las respuestas que esperaba, mas continuo preguntando como si nada.
-No, no he estado en Egipto nunca -me relamí los labio que se cortaban por el frio -pero parece un lugar mágico, plagado de tradiciones y de peligros, seguro que me sentiré como en casa -bromeé ladeando la sonrisa centrando en ella mi mirada.
Su implicación en mi misión era máxima, eso era algo que no dudaba. La conocía, su afán por descubrir cosas de su madre, su cultura..la arrastraría de ser necesario al mismo Tártaro, no estábamos muy lejos de cruzar sus nueve puertas de ser necesario.
-Quizás así sea Naitiri, quizás has nacido para este momento y yo soy tu destino -dije con cierto tono irónico y aire engreído.
Asentí acercándome mas a ella, teníamos que buscar un sitio, mas uno donde no fuera sencillo dar con nosotros, desconocía si eramos los únicos con esta información y no dudaba de que alguien mas pudiera estar tratando de dar con la misma reliquia. La misión era un contrarreloj.
-No conozco Egipto Nai, pero tu si, tendremos que buscar un lugar que pase desapercibido, quizás los barrios mas bajos, no se... -la miré pensativo y deslicé mi dedo por su mentón con suavidad para alzar su rostro y enfrentar mi mirada a la ajena.
-No dejaré que te pase nada, estas segura conmigo -dije con total seguridad.
Dejé caer mi mano para volver a perder por unos instantes mi mirada en el horizonte, los rayos caían furiosos sobre la madre mar, esa noche habría una fuerte tempestad.
-Dado que no puedes dormir sin el calor de mi cuerpo pegado al tuyo...mi plan era permitirte pasar esta ultima noche conmigo -Ladeé la sonrisa enfrentándola desafiante -ademas, como parece que tienes curiosidad por cuan bravos somos en el lecho los vikingos -di un paso acortando la distancia hasta que nuestros cuerpos quedaron completamente pegados.
Su espalda contra la barandilla, mi virilidad contra su vientre y nuestros rostros buscándose sin acabar de encontrarse.
Entreabrí la boca agachándome ligeramente para continuar hablando casi rozando sus labios -quizás pueda demostrártelo, no es un mal plan ¿verdad?
Permanecí pegada a ella unos instantes, los necesarios para dejarme embriagar por su olor mientras nuestros labios parecían retarse sin tocarse a acortar esa mínima distancia que pendía entre los dos.
Jugaba con fuego era consciente y mas me hubiera valido buscar a esa pelirroja para liberar la tensión de mi entrepierna, mas..pensar en otra cosa que no fuera ella me resultaba imposible.
Me hice a un lado recolocandomela, sacudí la cabeza tratando de recuperar la cordura perdida.
-¿cual es tu plan? ¿ir a buscar a uno de esos medio hombres? ¿ o a la pelirroja quizás?
Ubbe Cannif- Humano Clase Alta
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Re: Domando las llamas de Egipto. (Naitiri)
No entendía por qué se enfadaba tanto con aquello y con mis palabras, yo lo había dicho por fastidiarlo un poco lo tenía que reconocer, pero no había pensado que se pusiera de esa forma y que incluso se levantara para desafiarme mirándome de esa forma, gruñera y diera un golpe en la mesa antes de marcharse a cubierta. Negué con la cabeza y poco después yo también estaba en cubierta, apoyada en la barandilla y con él a mí lado pero algo más detrás podía notar cómo su pecho subía y bajaba con violencia. No sabía por qué le molestaba tanto y se ponía de esa forma, no tenía motivos para ello. Lo miré cuando dijo que estaba acostumbrado a los actos suicidas, pero yo no y esperaba que no volviera a cometer una locura como esa en lo que quedaba de viaje, aunque algo me decía que no sería la última vez. Lo miré aún más de forma fija cuando comenzó a decir aquello sobre los demás hombres que estaban en la otra mesa, y su nula implicación en el rescate de niña.
¿Por qué se ponía tan furioso por el comentario que había hecho? Evidentemente no había notado que no iba en serio y que lo había hecho para picarle, tras su comentario de las jóvenes que lo miraban sentados en el comedor. Ni se me había pasado por la cabeza pasar la noche con uno de ellos, y ya me había dado cuenta de que él se lo había tomado mucho más en serio y que en vez de molestarle y picarle un poco, como yo había pretendido, se había enfadado bastante… tanto que ahora me estaba soltando aquello. Pero, realmente, ¿a él que más le daba si elegía a uno de ellos, a todos o a ninguno? Abrí ligeramente la boca cuando terminó metiendo a una mujer, algo que no me había esperado que hiciera. Le di un par de vueltas en mí cabeza a sus palabras y terminé por fulminarlo con la mirada.
-¿Por qué te molesta tanto, vikingo? ¿Qué más te da a ti a quien meto o dejo de meter en mí cama? No es cosa tuya, no es asunto tuyo igual que no es el mío el que lo hagas tú –yo le había “pillado” aunque no en el sentido estricto y literal de la palabra con una mujer y no me había importado, no entendía por qué a él sí cuando no me conocía de nada- Solo he dicho que una de ellas era hermosa, sé apreciar la belleza tanto en hombres como en mujeres y si hay en un grupo una mujer hermosa no me da miedo decirlo, no tengo problema con reconocer las verdades. No te quites méritos por haber ido a salvar a esa niña, hiciste algo que los demás no se atrevieron a hacer y aunque me diste un buen susto cuando te lanzaste… fue un acto valiente y heroico. Podría entrar en debate sobre si es mejor o peor que las jóvenes se fijen ahora más en ti por lo que hiciste, pero no lo voy a hacer. Hiciste un acto noble y desinteresado por salvar una vida, y aunque no lo creas, me siento orgullosa de que lo hayas hecho, deberías de quedarte con eso –no sabía por qué pero me daba la sensación de que había querido decir algo más con lo de la mujer, así que lo dejé pasar por alto y decidí cambiar de tema aunque sabía que no iba a responder a mis preguntas, y la respuesta que obtuve fue más bien escueta que no me daba muchos detalles en sí. Sabía que las reliquias eran difíciles de conseguir, si a eso le sumábamos el hecho de que estos papiros eran casi indescifrables… no sería fácil conseguir la reliquia que estaba buscando. Su respuesta al por qué se había enrolado en aquella misión también fue escueta, y lo miré- No lo sé, dímelo tú. Aunque ahora empiezo a entender por qué dices que tienes tendencias suicidas –aparté mí mirada para observar de nuevo el mar, la tormenta conforme nos íbamos acercando a ella de forma lenta tenía y presentaba peor aspecto, así que esperaba que no pasara nada aquella última noche.
Lo miré cuando dijo que no había estado en Egipto nunca, sería la primera vez que visitaba mí hogar. Era diferente a su país en algunos sentidos aunque tenían cosas en común, sobre todo que no adorábamos a un mismo dios, teníamos diferentes deidades cada uno representados de formas diferentes, ceremonias muy parecidas, costumbres que también se parecían… lo más diferente era el entorno y las temperaturas. Seguramente no iba a estar preparado para el calor que iba a soportar en Egipto, ya que el verano que ellos tenían era como una primavera en Egipto, pero con algo más de calor… si no estaba acostumbrado a temperaturas altas, dado que allí eran parajes más bien fríos, podría pasarlo mal.
-Se parecen bastante nuestras culturas, aunque supongo que aquí pasarás más calor del que has pasado nunca. Sin duda alguna es un lugar mágico si sabes donde mirar, si no fuera porque no tenemos tiempo para distracciones te haría un pequeño tour por el que te quedarías encantado –lo miré sintiendo sus ojos puestos en mí- Oh, claro que hay peligros también… algo me dice que nos encontraremos peligros para hallar esa reliquia –hice una leve pausa y escuché sus palabras que decían que quizás había nacido para este momento, y que él era mí destino. Lo había dicho con esa sonrisa y ese aire engreído que poseía, pero parecía que lo había dicho también con cierta verdad en su voz. Mis ojos lo recorrieron por unos segundos en los que no dije nada pensando en sus palabras, si sus palabras eran ciertas los Dioses seguramente se estuvieran riendo al ponerme a un vikingo en mí camino, sobre todo un vikingo como él, enlazando de alguna forma mí destino aunque fuera en aquella misión como él decía- ¿No crees que eso es un poco críptico? –Pregunté soltando un suspiro mirando al cielo durante unos segundos- Los Dioses se tienen que estar riendo de mí ahora mismo al ponerme en mi camino a un vikingo cabezota, engreído, mandón y con aires suicidas en mí camino –bajé mí vista para verlo a él- pero siempre hacen las cosas por un motivo, ¿no? Y no debemos cuestionarlo –cuando llegáramos debíamos de buscar un sitio donde quedarnos, aunque tenía varias opciones en mente. Acortó la distancia entre ambos y asentí por sus palabras- Creo que sé dónde podemos quedarnos, no creo que tengamos problemas –su mano se alzó recorriendo con sus dedos mí mejilla hasta bajar a mi mentón alzando mí rostro para que le mirara, me mordí el labio por sus palabras notando la seguridad que desprendía– Lo sé… sé que no dejarás que me pase nada –murmuré antes de que apartara su mano y se alejara de nuevo. Aún quedaba el resto del día en aquel barco y por la mañana podríamos por fin desembarcar, a decir verdad, estaba algo nerviosa por lo que pudiera encontrarme en aquellos cuadernos, pero no quería dejar que nada me embargara e invadiera.
Mí cadera se apoyó contra la barandilla mirando hacia el horizonte y los rayos que caían en esta, escuchando sus palabras que ahora me respondían sobre los planes que tenía para esa noche, le había preguntado a ver qué me respondía y porque quería picarlo un poco, pero no esperé que me respondiera de esa manera cuando al parecer no había notado el tono jocoso en mis palabras. Mí vista se desvió a él cuando dijo que iba a permitir que me quedara a dormir con él, eso había sido un golpe bajo porque bien sabía los motivos por los que había tenido que ayudarme. Volvió a acortar distancia haciendo que pegara mí espalda contra la barandilla, su cuerpo pegado al mío, su miembro presionando otra vez mí vientre al tiempo que decía lo interesada que estaba por saber lo que yo misma le había dicho.
Su rostro cerca del mío, mi respiración chocando con la suya, alientos entremezclados y sus labios rozando los míos sentenciando esas últimas palabras. Mis ojos lo miraron si moverme siquiera un milímetro de donde estaba, su cuerpo se cernía sobre el mío como si de una prisión se tratara. Me lo había ganado, lo admitía. Yo misma había provocado aquella reacción al buscarlo y presionarlo de esa manera. Parecía que ninguno de los dos íbamos a terminar por acortar la leve distancia que separaban nuestros labios, que casi se rozaban. Mis manos se alzaron y se quedaron en su pecho pero tampoco lo aparté, una leve y pequeña parte de mí me decía que no era un mal plan del todo,“¿por qué no?” mientras que la otra, mucho más grande, racional y coherente me decía que era más sensato dejar las cosas como estaban.
Tan solo me bastaría terminar de acercar mis labios a los suyos y presionarlos, arquear mí cuerpo contra el suyo para que aquel vikingo tomara las riendas y no se quedara parado como estaba ahora, para que finalmente me diera una lección que yo misma había provocado en todo momento… y ese pensamiento me hizo morderme el labio. ¿Tanto poder ejercía sobre aquel hombre del cual no conocía nada? Al parecer sí, así era. Era interesante pensar que podía ser un punto débil para él porque había quedado más que demostrado y patente en aquellos días por la forma que tenía de mirarme, por la forma que tenía de buscarme y lo cabreado que parecía ponerse cuando otros clavaban sus ojos en mí. No era una necia ni una tonta, y me había dado cuenta de ello aunque no se lo dijera.
-Dime, vikingo –nuestra respiración chocando con cada aliento, cada palabra pronunciada que hacía casi que nuestros labios se rozaran- ¿soy un objetivo para ti? –Terminé preguntando lo que no le pregunté cuando salvó a la niña, porque tenía la sensación de que era algo como eso lo que pasaba. Terminó por apartarse y ser quien me devolviera las mismas preguntas y enarqué una ceja, volvía a la carga con los hombres de nuevo y con las mujeres a lo que lancé un suspiro- ¿Qué te hace pensar que quiera algo con alguna de ellas? –lo miré, comenzaba a sospechar que la familiaridad con la que me trataba no era producto de mí mente, y que había algo más que no me decía- ¿Por qué te molesta que pueda ir a buscar a uno de ellos? ¿Prefieres ser tú el elegido? –Lo miré ahora que se había apartado y que podía respirar con más normalidad. Negué con la cabeza por ello- No tengo intención de buscar a nadie, aunque tú… -mí vista bajó un segundo a su abultada entrepierna y luego lo miré sonriendo- creo que sí deberías ir a buscar a alguien –hice una leve pausa y miré al mar- No, la verdad es que tenía pensado repasar lo que he estado estudiando durante estos días, la mujer me dijo que podía pasarme luego por la bata que le presté y la niña quiere que esté con ella un rato, así que supongo que en eso consistirá mí día hasta que llegue la noche –hice una leve pausa- sé que va a ser una noche muy dura, así que sí, es probable que vuelva a necesitar dormir contigo –lo miré- me cuesta pedir las cosas aunque no lo parezca, tengo un carácter bastante fuerte y algunas cosas me cuesta pedirlas… Para ti sería mejor que descansara bien para poder ayudarte, pero no voy a obligarte si no quieres –me mordí el labio- hasta la noche eres libre de hacer lo que quieras, yo seguiré en mis libros y en mis investigaciones. Salvo que ahora quieras algo saber o preguntar algo más… – esperé a ver si me decía algo y me quité las pieles que me había dejado y se las entregué- Gracias por prestármelas –di medio vuelta y comencé a bajar de vuelta al camarote donde cerré la puerta tras mí espalda apoyándome en esta, cerré los ojos y lancé un suspiro. Necesitaba poner un poco de distancia, las cosas casi se nos habían ido de las manos y lo mejor era que todo se enfriara y pasara hasta la noche.
*******
Revisé todo lo que había estado leyendo y anotando aquellos días y lo dejé preparado todo para partir al día siguiente. Había ido a ver a la familia donde la mujer me devolvió la bata y había estado jugando un poco con la niña mientras me decían que era la primera vez que visitaban en Egipto, eran de París y habían ido de vacaciones familiares, así que les di unas pequeñas guías sobre qué era lo que debían de visitar y a donde poder ir para que no fueran tan perdidos, la niña era una monada y fue divertido jugar con ella en cubierta donde pude ver que el tiempo empeoraba, sin duda iba a ser una mala noche. Llegada entrada la tarde decidí volver al camarote y darme un baño antes de cambiarme y vestirme para la cena, no había vuelto a ver al vikingo y había sido lo mejor para los dos, o al menos era lo que yo pensaba. Si hubiéramos seguido por ese camino seguramente habríamos acabado mal, terminé de vestirme y salí para ir hacia el comedor donde estaban sirviendo ya la cena, me fijé en que él ya estaba sentado en una de las mesas y me dirigí hacia él para sentarme enfrente de él. Mí mirada buscó la suya y parecía que estaba algo más tranquilo que esta mañana, y yo me había prometido hacer el esfuerzo de no picarlo de esa manera lo que quedaba de día.
-Buenas noches –sonreí levemente antes de empezar a cenar- parece que se ha levantado una buena tormenta, peor de lo que pensaba –el barco se movía demasiado y eso hacía que las cosas sobre la mesa también se movieran. No dije mucho sobre la cena porque no quería volver a como habíamos estado por la mañana, quería que lo que quedaba de noche fuera tranquila y más sabiendo que quizás iba a volver a dormir con él. Una vez terminada la cena no se podía hacer mucho más, la cubierta estaba imposible por el viento y el agua que se colaba de las olas que había en el mar, así que volvimos de vuelta a los camarotes. Por el camino el barco se movía tanto que era imposible andar en línea recta, íbamos de un lado a otro sin poder evitarlo. Una de ellas fue tan fuerte que si no fuera porque él iba detrás habría caído de bruces contra el suelo, pero fue su pecho y no el suelo con lo que terminé chocando. Uno de sus brazos me afianzó en su agarre y yo levanté mí rostro verlo- Gracias –murmuré con una leve sonrisa- si no supiera que no he bebido nada diría que voy borracha –reí levemente entre dientes y suspiré de forma leve- ¿Vas a dejar que duerma contigo? –Pregunté antes de seguir andando por el pasillo, porque si su respuesta era sí debía de cambiarme de ropa- si no has cambiado de idea necesito ir antes a cambiarme, esto es muy incómodo para dormir –sobre todo el corsé que se ceñía a mí pecho y que hacía que costara un poco respirar. Lo que no iba a decirle, aquella vez, es que no quería pasar aquella noche yo sola con la tormenta que estaba cayendo y por cómo se movía el barco.
¿Por qué se ponía tan furioso por el comentario que había hecho? Evidentemente no había notado que no iba en serio y que lo había hecho para picarle, tras su comentario de las jóvenes que lo miraban sentados en el comedor. Ni se me había pasado por la cabeza pasar la noche con uno de ellos, y ya me había dado cuenta de que él se lo había tomado mucho más en serio y que en vez de molestarle y picarle un poco, como yo había pretendido, se había enfadado bastante… tanto que ahora me estaba soltando aquello. Pero, realmente, ¿a él que más le daba si elegía a uno de ellos, a todos o a ninguno? Abrí ligeramente la boca cuando terminó metiendo a una mujer, algo que no me había esperado que hiciera. Le di un par de vueltas en mí cabeza a sus palabras y terminé por fulminarlo con la mirada.
-¿Por qué te molesta tanto, vikingo? ¿Qué más te da a ti a quien meto o dejo de meter en mí cama? No es cosa tuya, no es asunto tuyo igual que no es el mío el que lo hagas tú –yo le había “pillado” aunque no en el sentido estricto y literal de la palabra con una mujer y no me había importado, no entendía por qué a él sí cuando no me conocía de nada- Solo he dicho que una de ellas era hermosa, sé apreciar la belleza tanto en hombres como en mujeres y si hay en un grupo una mujer hermosa no me da miedo decirlo, no tengo problema con reconocer las verdades. No te quites méritos por haber ido a salvar a esa niña, hiciste algo que los demás no se atrevieron a hacer y aunque me diste un buen susto cuando te lanzaste… fue un acto valiente y heroico. Podría entrar en debate sobre si es mejor o peor que las jóvenes se fijen ahora más en ti por lo que hiciste, pero no lo voy a hacer. Hiciste un acto noble y desinteresado por salvar una vida, y aunque no lo creas, me siento orgullosa de que lo hayas hecho, deberías de quedarte con eso –no sabía por qué pero me daba la sensación de que había querido decir algo más con lo de la mujer, así que lo dejé pasar por alto y decidí cambiar de tema aunque sabía que no iba a responder a mis preguntas, y la respuesta que obtuve fue más bien escueta que no me daba muchos detalles en sí. Sabía que las reliquias eran difíciles de conseguir, si a eso le sumábamos el hecho de que estos papiros eran casi indescifrables… no sería fácil conseguir la reliquia que estaba buscando. Su respuesta al por qué se había enrolado en aquella misión también fue escueta, y lo miré- No lo sé, dímelo tú. Aunque ahora empiezo a entender por qué dices que tienes tendencias suicidas –aparté mí mirada para observar de nuevo el mar, la tormenta conforme nos íbamos acercando a ella de forma lenta tenía y presentaba peor aspecto, así que esperaba que no pasara nada aquella última noche.
Lo miré cuando dijo que no había estado en Egipto nunca, sería la primera vez que visitaba mí hogar. Era diferente a su país en algunos sentidos aunque tenían cosas en común, sobre todo que no adorábamos a un mismo dios, teníamos diferentes deidades cada uno representados de formas diferentes, ceremonias muy parecidas, costumbres que también se parecían… lo más diferente era el entorno y las temperaturas. Seguramente no iba a estar preparado para el calor que iba a soportar en Egipto, ya que el verano que ellos tenían era como una primavera en Egipto, pero con algo más de calor… si no estaba acostumbrado a temperaturas altas, dado que allí eran parajes más bien fríos, podría pasarlo mal.
-Se parecen bastante nuestras culturas, aunque supongo que aquí pasarás más calor del que has pasado nunca. Sin duda alguna es un lugar mágico si sabes donde mirar, si no fuera porque no tenemos tiempo para distracciones te haría un pequeño tour por el que te quedarías encantado –lo miré sintiendo sus ojos puestos en mí- Oh, claro que hay peligros también… algo me dice que nos encontraremos peligros para hallar esa reliquia –hice una leve pausa y escuché sus palabras que decían que quizás había nacido para este momento, y que él era mí destino. Lo había dicho con esa sonrisa y ese aire engreído que poseía, pero parecía que lo había dicho también con cierta verdad en su voz. Mis ojos lo recorrieron por unos segundos en los que no dije nada pensando en sus palabras, si sus palabras eran ciertas los Dioses seguramente se estuvieran riendo al ponerme a un vikingo en mí camino, sobre todo un vikingo como él, enlazando de alguna forma mí destino aunque fuera en aquella misión como él decía- ¿No crees que eso es un poco críptico? –Pregunté soltando un suspiro mirando al cielo durante unos segundos- Los Dioses se tienen que estar riendo de mí ahora mismo al ponerme en mi camino a un vikingo cabezota, engreído, mandón y con aires suicidas en mí camino –bajé mí vista para verlo a él- pero siempre hacen las cosas por un motivo, ¿no? Y no debemos cuestionarlo –cuando llegáramos debíamos de buscar un sitio donde quedarnos, aunque tenía varias opciones en mente. Acortó la distancia entre ambos y asentí por sus palabras- Creo que sé dónde podemos quedarnos, no creo que tengamos problemas –su mano se alzó recorriendo con sus dedos mí mejilla hasta bajar a mi mentón alzando mí rostro para que le mirara, me mordí el labio por sus palabras notando la seguridad que desprendía– Lo sé… sé que no dejarás que me pase nada –murmuré antes de que apartara su mano y se alejara de nuevo. Aún quedaba el resto del día en aquel barco y por la mañana podríamos por fin desembarcar, a decir verdad, estaba algo nerviosa por lo que pudiera encontrarme en aquellos cuadernos, pero no quería dejar que nada me embargara e invadiera.
Mí cadera se apoyó contra la barandilla mirando hacia el horizonte y los rayos que caían en esta, escuchando sus palabras que ahora me respondían sobre los planes que tenía para esa noche, le había preguntado a ver qué me respondía y porque quería picarlo un poco, pero no esperé que me respondiera de esa manera cuando al parecer no había notado el tono jocoso en mis palabras. Mí vista se desvió a él cuando dijo que iba a permitir que me quedara a dormir con él, eso había sido un golpe bajo porque bien sabía los motivos por los que había tenido que ayudarme. Volvió a acortar distancia haciendo que pegara mí espalda contra la barandilla, su cuerpo pegado al mío, su miembro presionando otra vez mí vientre al tiempo que decía lo interesada que estaba por saber lo que yo misma le había dicho.
Su rostro cerca del mío, mi respiración chocando con la suya, alientos entremezclados y sus labios rozando los míos sentenciando esas últimas palabras. Mis ojos lo miraron si moverme siquiera un milímetro de donde estaba, su cuerpo se cernía sobre el mío como si de una prisión se tratara. Me lo había ganado, lo admitía. Yo misma había provocado aquella reacción al buscarlo y presionarlo de esa manera. Parecía que ninguno de los dos íbamos a terminar por acortar la leve distancia que separaban nuestros labios, que casi se rozaban. Mis manos se alzaron y se quedaron en su pecho pero tampoco lo aparté, una leve y pequeña parte de mí me decía que no era un mal plan del todo,“¿por qué no?” mientras que la otra, mucho más grande, racional y coherente me decía que era más sensato dejar las cosas como estaban.
Tan solo me bastaría terminar de acercar mis labios a los suyos y presionarlos, arquear mí cuerpo contra el suyo para que aquel vikingo tomara las riendas y no se quedara parado como estaba ahora, para que finalmente me diera una lección que yo misma había provocado en todo momento… y ese pensamiento me hizo morderme el labio. ¿Tanto poder ejercía sobre aquel hombre del cual no conocía nada? Al parecer sí, así era. Era interesante pensar que podía ser un punto débil para él porque había quedado más que demostrado y patente en aquellos días por la forma que tenía de mirarme, por la forma que tenía de buscarme y lo cabreado que parecía ponerse cuando otros clavaban sus ojos en mí. No era una necia ni una tonta, y me había dado cuenta de ello aunque no se lo dijera.
-Dime, vikingo –nuestra respiración chocando con cada aliento, cada palabra pronunciada que hacía casi que nuestros labios se rozaran- ¿soy un objetivo para ti? –Terminé preguntando lo que no le pregunté cuando salvó a la niña, porque tenía la sensación de que era algo como eso lo que pasaba. Terminó por apartarse y ser quien me devolviera las mismas preguntas y enarqué una ceja, volvía a la carga con los hombres de nuevo y con las mujeres a lo que lancé un suspiro- ¿Qué te hace pensar que quiera algo con alguna de ellas? –lo miré, comenzaba a sospechar que la familiaridad con la que me trataba no era producto de mí mente, y que había algo más que no me decía- ¿Por qué te molesta que pueda ir a buscar a uno de ellos? ¿Prefieres ser tú el elegido? –Lo miré ahora que se había apartado y que podía respirar con más normalidad. Negué con la cabeza por ello- No tengo intención de buscar a nadie, aunque tú… -mí vista bajó un segundo a su abultada entrepierna y luego lo miré sonriendo- creo que sí deberías ir a buscar a alguien –hice una leve pausa y miré al mar- No, la verdad es que tenía pensado repasar lo que he estado estudiando durante estos días, la mujer me dijo que podía pasarme luego por la bata que le presté y la niña quiere que esté con ella un rato, así que supongo que en eso consistirá mí día hasta que llegue la noche –hice una leve pausa- sé que va a ser una noche muy dura, así que sí, es probable que vuelva a necesitar dormir contigo –lo miré- me cuesta pedir las cosas aunque no lo parezca, tengo un carácter bastante fuerte y algunas cosas me cuesta pedirlas… Para ti sería mejor que descansara bien para poder ayudarte, pero no voy a obligarte si no quieres –me mordí el labio- hasta la noche eres libre de hacer lo que quieras, yo seguiré en mis libros y en mis investigaciones. Salvo que ahora quieras algo saber o preguntar algo más… – esperé a ver si me decía algo y me quité las pieles que me había dejado y se las entregué- Gracias por prestármelas –di medio vuelta y comencé a bajar de vuelta al camarote donde cerré la puerta tras mí espalda apoyándome en esta, cerré los ojos y lancé un suspiro. Necesitaba poner un poco de distancia, las cosas casi se nos habían ido de las manos y lo mejor era que todo se enfriara y pasara hasta la noche.
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Revisé todo lo que había estado leyendo y anotando aquellos días y lo dejé preparado todo para partir al día siguiente. Había ido a ver a la familia donde la mujer me devolvió la bata y había estado jugando un poco con la niña mientras me decían que era la primera vez que visitaban en Egipto, eran de París y habían ido de vacaciones familiares, así que les di unas pequeñas guías sobre qué era lo que debían de visitar y a donde poder ir para que no fueran tan perdidos, la niña era una monada y fue divertido jugar con ella en cubierta donde pude ver que el tiempo empeoraba, sin duda iba a ser una mala noche. Llegada entrada la tarde decidí volver al camarote y darme un baño antes de cambiarme y vestirme para la cena, no había vuelto a ver al vikingo y había sido lo mejor para los dos, o al menos era lo que yo pensaba. Si hubiéramos seguido por ese camino seguramente habríamos acabado mal, terminé de vestirme y salí para ir hacia el comedor donde estaban sirviendo ya la cena, me fijé en que él ya estaba sentado en una de las mesas y me dirigí hacia él para sentarme enfrente de él. Mí mirada buscó la suya y parecía que estaba algo más tranquilo que esta mañana, y yo me había prometido hacer el esfuerzo de no picarlo de esa manera lo que quedaba de día.
-Buenas noches –sonreí levemente antes de empezar a cenar- parece que se ha levantado una buena tormenta, peor de lo que pensaba –el barco se movía demasiado y eso hacía que las cosas sobre la mesa también se movieran. No dije mucho sobre la cena porque no quería volver a como habíamos estado por la mañana, quería que lo que quedaba de noche fuera tranquila y más sabiendo que quizás iba a volver a dormir con él. Una vez terminada la cena no se podía hacer mucho más, la cubierta estaba imposible por el viento y el agua que se colaba de las olas que había en el mar, así que volvimos de vuelta a los camarotes. Por el camino el barco se movía tanto que era imposible andar en línea recta, íbamos de un lado a otro sin poder evitarlo. Una de ellas fue tan fuerte que si no fuera porque él iba detrás habría caído de bruces contra el suelo, pero fue su pecho y no el suelo con lo que terminé chocando. Uno de sus brazos me afianzó en su agarre y yo levanté mí rostro verlo- Gracias –murmuré con una leve sonrisa- si no supiera que no he bebido nada diría que voy borracha –reí levemente entre dientes y suspiré de forma leve- ¿Vas a dejar que duerma contigo? –Pregunté antes de seguir andando por el pasillo, porque si su respuesta era sí debía de cambiarme de ropa- si no has cambiado de idea necesito ir antes a cambiarme, esto es muy incómodo para dormir –sobre todo el corsé que se ceñía a mí pecho y que hacía que costara un poco respirar. Lo que no iba a decirle, aquella vez, es que no quería pasar aquella noche yo sola con la tormenta que estaba cayendo y por cómo se movía el barco.
Naitiri Zahir- Humano Clase Alta
- Mensajes : 928
Fecha de inscripción : 27/11/2015
Re: Domando las llamas de Egipto. (Naitiri)
Un solo roce de su boca hubiera desatado el desastre, incapaz de contenerme me hubiera perdido en su cuerpo, mis manos en su cintura, su espalda arqueándose, buscándome y el mio reaccionando a cada movimiento para con violencia tomarla mientras la tormenta arreciaba sobre nosotros.
Hubiera sido una tempestad en toda regla, Odin nos hubiera enviado sus truenos y centellas, mas todo quedo en una gesta, en un baile de provocaciones donde nuestros alientos marcaron el inicio de lo que pudo ser y no fue.
Sus palabras contra mi boca quería saber y yo no contestar, ambos teníamos razones por igual.
-Ikke (no) -respondí tajante -du er min største forbud (eres mi mayor prohibicion)
Las palabras en mi idioma escaparon contra su boca casi sin ser meditadas, jadeé contra sus labios completamente embriagado por esos roces sutiles que me empujaban a pecar con cada aliento.
Solo la distancia interpuesta me ayudo a pensar con claridad, claro que mi pecho subía y bajaba con la misma virulencia del mar.
-¿que me hace suponer? Yo no supongo, son tus palabras las que me hacen pensar ¿acaso renunciáis a ellas?
Ladeé la cabeza hundiendo mi mirada en sus pardos.
Si no ansiaba a uno de esos hombres entre sus piernas ¿por que decírmelo? Ladeé la sonrisa, no era tan burdo como para no encontrar por mi mismo la respuesta a tal enigma, solo buscaba molestarme pues era demasiado evidente por mi parte que la deseaba de un modo casi enfermizo.
Chasqueé la lengua interponiendo mas distancia, como un animal salvaje me revolví sobre mi mismo y juro que el barco se me quedaba pequeño para caminar en círculos.
Mas no era suficiente, la dama se mofó de mi diciéndome que acudiera en busca de una de esas jóvenes, al parecer mi abultada entrepierna necesitaba algo que ella no estaba dispuesta a darme.
-Lo haré -rugí enfrentándome a ella -la rabia era dueña de mi, mis puños se cerraron con violencia, mi cuerpo se tenso y mi rostro reflejo la mas pura desesperación.
Necesitabamos distancia, una mas que clara, no podía seguir así, no podía seguir pensando que ella era la mujer que me esperaba en el norte, de echo ni siquiera sabia si Naitiri me esperaría a mi vuelta, pues ella no estaba de acuerdo con que cruzara el portal.
Alego que no estaba completamente recuperado, que el veneno aun recorría parte de mi organismo, alego muchas cosas excepto la mas importante..que me quería
Ni siquiera acudió a mi despedida, algo que me torturaba noche y día, pero yo era un vikingo, mi vida era el campo de batalla..quizás era mejor así.
Llevé mi mano al colgante que pendía de mi cuello, ella me lo regalo, mas si quería que esto funcionara...
Tire del cordón rompiendo la cadena con rabia, mis ojos se perdieron en el mar un instante mientras lo acariciaba.
El trueno sonó y con el mi mano lanzo por la borda aquel medallon.
Escuché sus palabras, al parecer iba a visitar a la niña a la que había salvado la vida, asentí alargando la mano para tomar las pieles y así me despedí de ella en completo silencio.
Tenia toda una tarde por delante...
En el comedor volvimos a encontrarnos, yo ya había comenzado a cenar y a beber para variar, esta tomo asiento, parecía que las aguas se habían calmado entre nosotros, no podía decir lo mismo de las de fuera, que sacudían nuestro barco de punta a punta.
-Buenas noches -añadí con calma -tengamos fe en que el capitán sorteé el temporal.
No quería asustarla, ya había tenido malas experiencias en barcos como para que yo colaborara a incrementar sus miedos, así que me limité a callar, a fin de cuentas la tendría en mi lecho durmiendo, así que podría protegerla de suceder cualquier desastre natural.
Terminada la cena nos pusimos en pie y juntos caminamos dando bandazos hacia el camarote, mas ella que yo, pues su cuerpo era menudo e inestable.
En uno de estos impacto contra mi pecho, apenas podía mantenerse en pie por el fuerte oleaje, rodeé con mi brazo su cintura para estabilizarla y ladeé la sonrisa al escucharla.
-No es un mal plan -susurré contra su oído mientras continuamos avanzando juntos hacia mi camarote -borracha debes de tener tu puntillo -bromee entre risas
Nunca la había visto en ese estado ,supongo que al ser inmortal el alcohol no le hacia tanto efecto, ademas no solía beber en demasía. Ella me había visto a mi en mas de una ocasión ebrio. Los vikingos eramos mucho de celebrar el triunfo de nuestras gestas con alcohol.
Las bodas eran una buena escusa para beber hidromiel durante semanas...así era nuestra cultura, en eso creo que se diferenciaba a la egipcia.
-Seguro que en Egipto me puedes invitar a laguna bebida típica de allí.
La egipcia pregunto si podía dormir en mi camarote, dejé escapar una risa mientras buscaba su mirada.
-Como privarte de mi compañía -bromeé guiñándole un ojo -ahora que se que me necesitas...
Esta vez fui yo quien la piqué pero tenia que devolvérsela, así que..
Tiré de su cintura adentrandola en mi camarote, no hacia falta ir hasta el suyo, a fin de cuentas no era la primera noche que íbamos a dormir juntos.
Me quité la camisola y se la di para que se la colocara, sonreí con picardia elevando ambas cejas cuando vi su cara de asombro.
-¿ahora me dirás que no es apropiado? -deje escapar una carcajada -vamos el camisón me tuvo empalmado toda la noche, cada uno de tus movimientos eran una tortura.
Soy un hombre, tengo mis necesidades, no lo olvides, ademas mi camisa tapa mas ¿o quizás prefieres ...ya sabes...ser la elegida?
Se la devolví porque odiaba perder y frente a ella perdía demasiadas gestas. Nuestros ojos se encontraron fijamente mientras extendía la mano esperando que la cogiera
-También puedes dormir desnuda -susurré acortando la distancia -tu eliges egipcia.
Sus ojos repasaron las cicatrices de mi torso, apenas fue una mirada rápida, mas yo me di cuenta, supongo que no estaba acostumbrada. O tal vez si, después de lo que descubrí de ella en París, se me antojaba que apenas la conocía.
Hubiera sido una tempestad en toda regla, Odin nos hubiera enviado sus truenos y centellas, mas todo quedo en una gesta, en un baile de provocaciones donde nuestros alientos marcaron el inicio de lo que pudo ser y no fue.
Sus palabras contra mi boca quería saber y yo no contestar, ambos teníamos razones por igual.
-Ikke (no) -respondí tajante -du er min største forbud (eres mi mayor prohibicion)
Las palabras en mi idioma escaparon contra su boca casi sin ser meditadas, jadeé contra sus labios completamente embriagado por esos roces sutiles que me empujaban a pecar con cada aliento.
Solo la distancia interpuesta me ayudo a pensar con claridad, claro que mi pecho subía y bajaba con la misma virulencia del mar.
-¿que me hace suponer? Yo no supongo, son tus palabras las que me hacen pensar ¿acaso renunciáis a ellas?
Ladeé la cabeza hundiendo mi mirada en sus pardos.
Si no ansiaba a uno de esos hombres entre sus piernas ¿por que decírmelo? Ladeé la sonrisa, no era tan burdo como para no encontrar por mi mismo la respuesta a tal enigma, solo buscaba molestarme pues era demasiado evidente por mi parte que la deseaba de un modo casi enfermizo.
Chasqueé la lengua interponiendo mas distancia, como un animal salvaje me revolví sobre mi mismo y juro que el barco se me quedaba pequeño para caminar en círculos.
Mas no era suficiente, la dama se mofó de mi diciéndome que acudiera en busca de una de esas jóvenes, al parecer mi abultada entrepierna necesitaba algo que ella no estaba dispuesta a darme.
-Lo haré -rugí enfrentándome a ella -la rabia era dueña de mi, mis puños se cerraron con violencia, mi cuerpo se tenso y mi rostro reflejo la mas pura desesperación.
Necesitabamos distancia, una mas que clara, no podía seguir así, no podía seguir pensando que ella era la mujer que me esperaba en el norte, de echo ni siquiera sabia si Naitiri me esperaría a mi vuelta, pues ella no estaba de acuerdo con que cruzara el portal.
Alego que no estaba completamente recuperado, que el veneno aun recorría parte de mi organismo, alego muchas cosas excepto la mas importante..que me quería
Ni siquiera acudió a mi despedida, algo que me torturaba noche y día, pero yo era un vikingo, mi vida era el campo de batalla..quizás era mejor así.
Llevé mi mano al colgante que pendía de mi cuello, ella me lo regalo, mas si quería que esto funcionara...
Tire del cordón rompiendo la cadena con rabia, mis ojos se perdieron en el mar un instante mientras lo acariciaba.
El trueno sonó y con el mi mano lanzo por la borda aquel medallon.
Escuché sus palabras, al parecer iba a visitar a la niña a la que había salvado la vida, asentí alargando la mano para tomar las pieles y así me despedí de ella en completo silencio.
Tenia toda una tarde por delante...
En el comedor volvimos a encontrarnos, yo ya había comenzado a cenar y a beber para variar, esta tomo asiento, parecía que las aguas se habían calmado entre nosotros, no podía decir lo mismo de las de fuera, que sacudían nuestro barco de punta a punta.
-Buenas noches -añadí con calma -tengamos fe en que el capitán sorteé el temporal.
No quería asustarla, ya había tenido malas experiencias en barcos como para que yo colaborara a incrementar sus miedos, así que me limité a callar, a fin de cuentas la tendría en mi lecho durmiendo, así que podría protegerla de suceder cualquier desastre natural.
Terminada la cena nos pusimos en pie y juntos caminamos dando bandazos hacia el camarote, mas ella que yo, pues su cuerpo era menudo e inestable.
En uno de estos impacto contra mi pecho, apenas podía mantenerse en pie por el fuerte oleaje, rodeé con mi brazo su cintura para estabilizarla y ladeé la sonrisa al escucharla.
-No es un mal plan -susurré contra su oído mientras continuamos avanzando juntos hacia mi camarote -borracha debes de tener tu puntillo -bromee entre risas
Nunca la había visto en ese estado ,supongo que al ser inmortal el alcohol no le hacia tanto efecto, ademas no solía beber en demasía. Ella me había visto a mi en mas de una ocasión ebrio. Los vikingos eramos mucho de celebrar el triunfo de nuestras gestas con alcohol.
Las bodas eran una buena escusa para beber hidromiel durante semanas...así era nuestra cultura, en eso creo que se diferenciaba a la egipcia.
-Seguro que en Egipto me puedes invitar a laguna bebida típica de allí.
La egipcia pregunto si podía dormir en mi camarote, dejé escapar una risa mientras buscaba su mirada.
-Como privarte de mi compañía -bromeé guiñándole un ojo -ahora que se que me necesitas...
Esta vez fui yo quien la piqué pero tenia que devolvérsela, así que..
Tiré de su cintura adentrandola en mi camarote, no hacia falta ir hasta el suyo, a fin de cuentas no era la primera noche que íbamos a dormir juntos.
Me quité la camisola y se la di para que se la colocara, sonreí con picardia elevando ambas cejas cuando vi su cara de asombro.
-¿ahora me dirás que no es apropiado? -deje escapar una carcajada -vamos el camisón me tuvo empalmado toda la noche, cada uno de tus movimientos eran una tortura.
Soy un hombre, tengo mis necesidades, no lo olvides, ademas mi camisa tapa mas ¿o quizás prefieres ...ya sabes...ser la elegida?
Se la devolví porque odiaba perder y frente a ella perdía demasiadas gestas. Nuestros ojos se encontraron fijamente mientras extendía la mano esperando que la cogiera
-También puedes dormir desnuda -susurré acortando la distancia -tu eliges egipcia.
Sus ojos repasaron las cicatrices de mi torso, apenas fue una mirada rápida, mas yo me di cuenta, supongo que no estaba acostumbrada. O tal vez si, después de lo que descubrí de ella en París, se me antojaba que apenas la conocía.
Ubbe Cannif- Humano Clase Alta
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Fecha de inscripción : 25/02/2017
Re: Domando las llamas de Egipto. (Naitiri)
Al parecer las distancias que habíamos mantenido a lo largo del día habían surtido efecto, porque los dos estábamos más tranquilos o al menos esa fue la impresión que me dio cuando por la noche llegué hasta el comedor y me senté delante de él para comenzar con la cena. Lo prefería así, porque no quería ni imaginarme cómo hubiéramos acabado de haber seguido por como lo dejamos en la cubierta… quizás si lo sabía o me podía hacer una idea, y no sabía si era algo acertado o no. Porque, ¿qué sabía de él exactamente? Más bien nada, salvo sus maneras de ser, su afán por darme órdenes cada dos por tres, y la forma en la que a veces me traba de buena manera, y otras como si no me conociera de nada. Eso me tenía en un verdadero quebradero de cabeza, parecía que me conocía algo más de lo que él me decía, porque muchas de las formas que tenía al tratarme era lo que daba a entender… pero luego erigía unos muros y me trataba con la indiferencia típica de cuando no conoces a alguien, y me estaba volviendo loca.
Lo miré cuando me senté delante de él para cenar y asentí con la cabeza esperando yo también que aquella noche no fuera tan nefasta como al parecer iba a ser, miré el tiempo por los cristales que habían en el lugar y suspiré para luego comenzar a cenar mientras el barco se movía haciendo que todo sobre la mesa se moviera de un lado a otro por la tempestad que había fuera. Terminada la cena nos dirigimos hacia donde estaban los camarotes, andar en línea recta no era fácil y si iba a dormir con él debía de cambiarme de ropa porque no pensaba dormir con la que tenía. El barco se movía tanto que al final acabé contra su pecho en una de esas y su brazo me rodeó la cintura para evitar que volviera a caerme y así avanzamos por el pasillo.
-Seguro que para ti no es un mal plan en absoluto –comenté con una leve sonrisa- ¿Por qué tú eres inmune y no vas de lado a lado? –Pregunté alzando mis ojos mientras seguíamos andando, como si el barco no se estuviera moviendo de aquella forma o al menos a él no le afectaba demasiado- Dime tú truco –comenté con una sonrisa escuchando cuando comentó cómo me vería borracha- ¿Sabes que nunca me he emborrachado? –Dije aunque él no lo había preguntado- No soy muy dada a las bebidas alcohólicas, así que no sé cómo me vería estando borracha. Vosotros estáis muy acostumbrados a eso, ¿verdad? Vuestras celebraciones pueden durar semanas… ¿cómo podéis aguantar tanto? –Le estaba cosiendo a preguntas, lo sabía, pero era una mujer de lo más curiosa y no podía evitarlo- Oh, claro que puedo invitarte. ¿Has probado alguna vez la cerveza? ¿El vino? Son lo que más solemos beber allí, mí padre solía beberlo de vez en cuando aunque recuerdo que el olor no me llegaba a gustar cuando era pequeña –hice un mohín con a nariz al recordar el olor y seguimos andando ahora con la estabilidad que su agarre me ofrecía- si llegamos a puerto seguro mañana te invito para que lo pruebes –si seguíamos andando por ese pasillo llegaríamos a su camarote y yo necesitaba ir al mío primero, así que pregunté si iba a dormir o no con él. Mis ojos lo miraron ante sus palabras en las que ahora él intentaba picarme por aquello- Vikingo Fanfarrón –musité volviendo mí vista al pasillo- Oye, por aquí no se va a mí camarote y necesito ir antes de… -tarde, su brazo en mí cintura ya me estaba llevando hacia el interior del suyo a lo que yo solté un bufido por ello… qué mandón que era. Me adentré empujando con su brazo para que pasara y lo observé cruzándome de brazos, no pensaba dormir con la ropa que llevaba.
Mis ojos lo siguieron cuando cerró la puerta tras él y enarqué una ceja como dándole a entender qué era lo que iba a hacer yo ahora, pero parecía que él ya lo tenía todo pensado porque se quitó la camisa que llevaba dejando su torso al descubierto y con su mano me la tendió dándome a entender que iba a tener que utilizar aquello para poder dormir. ¿Estaba en broma? ¿Quería que durmiera con eso? Su carcajada y su pregunta me hicieron mirarle de forma fija e iba a responderle cuando siguió hablando diciendo cómo había estado la noche anterior en la que había llevado el camisón y… me reí. Comencé a reírme ante su franqueza al hacerme ver lo mal que lo había pasado por mí culpa indirectamente recordándome que era un hombre y que tenía debilidades. Lo reconocía, me había hecho gracia que lo dijera de esa forma sin medir sus palabras en absoluto. Lancé una carcajada irónica cuando me dijo que si quería ser la elegida, devolviéndomela de alguna forma por lo que le había dicho yo y sonreí divertida con la situación. Sin duda nos había sentado ver separarnos y tomar distancia. Se acercó para que la cogiera y alegó que también podía dormir desnuda, a lo que sonreí abiertamente por ello.
-¿Y no crees que sería peor para ti que durmiera desnuda? Si con el camisón fue una tortura, desnuda sería el doble… ¿o no? –Pregunté tomando la camisa que me extendía para reparar en su torso desnudo y en las marcas que llevaba por este, no eran pocas precisamente aunque todas parecían antiguas y curadas- ¿Marcas de guerra? –Pregunté aunque sabía exactamente la respuesta, mis ojos entonces repararon en una herida que hasta ahora no había visto y que tenía en uno de sus costados, un poco más abajo de donde terminaban las costillas. Parecía que era una herida que se había hecho hacía poco porque era la única que no estaba terminada de curar. Sin que me dijera nada me incliné para verla de más cerca, no era una herida muy grande, pero lo que llamaba la atención era el tejido que no estaba curado todavía. Reconocía haber visto ese tipo de tejido cuando aprendí sobre curaciones, el aspecto un poco negro todavía del tejido indicaba que no había curado del todo, la yema de mí dedo repasó la herida viendo que no supuraba, eso era buena señal, pero no estaba curado por completo- ¿Veneno? –Pregunté alzándome para mirarlo, no iba a entrar en detalles de cómo se había hecho aquello, porque seguro que no me decía nada- La ponzoña tiene la particularidad de que deja ese rastro en la piel, aún no está curado ¿lo sabes no? –Enarqué una ceja por ello- ¿Estás bien? –No sabía qué había pasado pero no quería llevarme otro susto por aquello. Con la camisa en la mano lo miré ya que debía de cambiarme y le hice un gesto con el dedo para que se girara- ¿Prometes ser bueno y no mirar? –Pregunté con diversión para girarme y comenzar a deshacer los lazos del vestido haciendo que cayera al suelo, me puse la camisa que me había prestado, saqué el pelo que cayó por mí espalda y así me quité el corsé que también cayó al suelo dejándome en ropa interior y con la camisa puesta. Era más larga que el camisón y me paraba bastante grande pero cubría de sobra, ahora ya no podía echarme la culpa ni a mí ni a mí camisón.
Me giré para darme cuenta de que ya estaba en la cama y que su mirada estaba puesta en mí, seguro que no me había hecho caso y había estado mirando mientras me cambiaba… como bien había dicho él, era un hombre. Sonreí mientras me acercaba hacia la cama aprovechando que el barco ahora no se movía, ya que no quería caerme por nada del mundo, y al llegar a los pies de esta me subí y gateé hasta sentarme a su lado, estaba claro que él iba a poder dormir con lo que se movía el barco, pero yo comenzaba a dudarlo aunque quizás tuviera suerte y lo lograra. Como parecía que las aguas estaban más tranquilas y calmadas entre los dos decidí aprovechar el momento y divertirme un rato antes de que se quedara durmiendo.
-Seguro que tú puedes dormir con este tiempo, pero yo no estoy acostumbrada –evité reírme por lo que iba a decirle- ¿Sabes lo que me ayudaba? Que me contaran un cuento… ¿sabes contar cuentos, vikingo? –Su cara lo decía todo en ese momento y yo me reí sin poder evitarlo por lo gracioso de la situación- Seguro que te sabes un montón de cuentos de tus tierras –hice una leve pausa- Venga va –le di un golpecito en su brazo- anda sé bueno por una noche, prometo que me cuentas uno y no pido más –levanté una de mis manos sin poder contener la risa porque, realmente, no lo veía contándome un cuento y seguro que me iba a soltar alguna de las suyas… pero no le dio tiempo a decirme nada porque otra sacudida del barco hizo que nos moviéramos y yo cayera sobre él sin poder evitarlo sobre su pecho y nuestras piernas se enredaran por ello. Aparté el pelo de mí rostro a un lado y apoyé ambas manos a cada lado de su torso para elevar mi vista a la suya estando tan cerca- que conste, que esta vez… no soy yo quien está siendo mala –mis ojos se centraron en los suyos y me mordí el labio, acabé por apoyar la cabeza en su pecho y solté un suspiro cerrando los ojos un par de segundos- ¿Sabes? Me gustaría disculparme por… lo de antes –no iba a decir por qué era exactamente, él seguro que sabía que me refería a lo de esta mañana- Yo no suelo ser así, al menos no siempre –porque iba a reconocer que tenía mí carácter, pero era raro que lo sacara de esa forma con una persona, una de mis manos recorrió con las yemas de los dedos sus cicatrices mientras hablaba, como si eso me ayudara a centrarme en lo que quería decir- Pero debo reconocer que eres la primera persona, en toda mí vida, que me saca tanto de mis casillas –no tuve reparo en ser franca con él- Es como… como si supieras qué teclas debes tocar para hacer que salte, y no sé si es por pura suerte o una cualidad innata en ti, ¿te suele pasar con las demás personas o soy como la horna de tú zapato? –Alcé mi vista para verle- Es como si en el fondo necesitara unas respuestas que sé que no vas a darme –hice una leve pausa- Y eso me tiene totalmente descolocada. Me desconciertas vikingo… y yo ya no sé qué pensar –preferí ser clara y directa al tiempo que mí dedo ahora recorría su mejilla, al fin y al cabo, íbamos a pasar un tiempo juntos hasta que lográramos encontrar esa reliquia de la que hablaba.
Lo miré cuando me senté delante de él para cenar y asentí con la cabeza esperando yo también que aquella noche no fuera tan nefasta como al parecer iba a ser, miré el tiempo por los cristales que habían en el lugar y suspiré para luego comenzar a cenar mientras el barco se movía haciendo que todo sobre la mesa se moviera de un lado a otro por la tempestad que había fuera. Terminada la cena nos dirigimos hacia donde estaban los camarotes, andar en línea recta no era fácil y si iba a dormir con él debía de cambiarme de ropa porque no pensaba dormir con la que tenía. El barco se movía tanto que al final acabé contra su pecho en una de esas y su brazo me rodeó la cintura para evitar que volviera a caerme y así avanzamos por el pasillo.
-Seguro que para ti no es un mal plan en absoluto –comenté con una leve sonrisa- ¿Por qué tú eres inmune y no vas de lado a lado? –Pregunté alzando mis ojos mientras seguíamos andando, como si el barco no se estuviera moviendo de aquella forma o al menos a él no le afectaba demasiado- Dime tú truco –comenté con una sonrisa escuchando cuando comentó cómo me vería borracha- ¿Sabes que nunca me he emborrachado? –Dije aunque él no lo había preguntado- No soy muy dada a las bebidas alcohólicas, así que no sé cómo me vería estando borracha. Vosotros estáis muy acostumbrados a eso, ¿verdad? Vuestras celebraciones pueden durar semanas… ¿cómo podéis aguantar tanto? –Le estaba cosiendo a preguntas, lo sabía, pero era una mujer de lo más curiosa y no podía evitarlo- Oh, claro que puedo invitarte. ¿Has probado alguna vez la cerveza? ¿El vino? Son lo que más solemos beber allí, mí padre solía beberlo de vez en cuando aunque recuerdo que el olor no me llegaba a gustar cuando era pequeña –hice un mohín con a nariz al recordar el olor y seguimos andando ahora con la estabilidad que su agarre me ofrecía- si llegamos a puerto seguro mañana te invito para que lo pruebes –si seguíamos andando por ese pasillo llegaríamos a su camarote y yo necesitaba ir al mío primero, así que pregunté si iba a dormir o no con él. Mis ojos lo miraron ante sus palabras en las que ahora él intentaba picarme por aquello- Vikingo Fanfarrón –musité volviendo mí vista al pasillo- Oye, por aquí no se va a mí camarote y necesito ir antes de… -tarde, su brazo en mí cintura ya me estaba llevando hacia el interior del suyo a lo que yo solté un bufido por ello… qué mandón que era. Me adentré empujando con su brazo para que pasara y lo observé cruzándome de brazos, no pensaba dormir con la ropa que llevaba.
Mis ojos lo siguieron cuando cerró la puerta tras él y enarqué una ceja como dándole a entender qué era lo que iba a hacer yo ahora, pero parecía que él ya lo tenía todo pensado porque se quitó la camisa que llevaba dejando su torso al descubierto y con su mano me la tendió dándome a entender que iba a tener que utilizar aquello para poder dormir. ¿Estaba en broma? ¿Quería que durmiera con eso? Su carcajada y su pregunta me hicieron mirarle de forma fija e iba a responderle cuando siguió hablando diciendo cómo había estado la noche anterior en la que había llevado el camisón y… me reí. Comencé a reírme ante su franqueza al hacerme ver lo mal que lo había pasado por mí culpa indirectamente recordándome que era un hombre y que tenía debilidades. Lo reconocía, me había hecho gracia que lo dijera de esa forma sin medir sus palabras en absoluto. Lancé una carcajada irónica cuando me dijo que si quería ser la elegida, devolviéndomela de alguna forma por lo que le había dicho yo y sonreí divertida con la situación. Sin duda nos había sentado ver separarnos y tomar distancia. Se acercó para que la cogiera y alegó que también podía dormir desnuda, a lo que sonreí abiertamente por ello.
-¿Y no crees que sería peor para ti que durmiera desnuda? Si con el camisón fue una tortura, desnuda sería el doble… ¿o no? –Pregunté tomando la camisa que me extendía para reparar en su torso desnudo y en las marcas que llevaba por este, no eran pocas precisamente aunque todas parecían antiguas y curadas- ¿Marcas de guerra? –Pregunté aunque sabía exactamente la respuesta, mis ojos entonces repararon en una herida que hasta ahora no había visto y que tenía en uno de sus costados, un poco más abajo de donde terminaban las costillas. Parecía que era una herida que se había hecho hacía poco porque era la única que no estaba terminada de curar. Sin que me dijera nada me incliné para verla de más cerca, no era una herida muy grande, pero lo que llamaba la atención era el tejido que no estaba curado todavía. Reconocía haber visto ese tipo de tejido cuando aprendí sobre curaciones, el aspecto un poco negro todavía del tejido indicaba que no había curado del todo, la yema de mí dedo repasó la herida viendo que no supuraba, eso era buena señal, pero no estaba curado por completo- ¿Veneno? –Pregunté alzándome para mirarlo, no iba a entrar en detalles de cómo se había hecho aquello, porque seguro que no me decía nada- La ponzoña tiene la particularidad de que deja ese rastro en la piel, aún no está curado ¿lo sabes no? –Enarqué una ceja por ello- ¿Estás bien? –No sabía qué había pasado pero no quería llevarme otro susto por aquello. Con la camisa en la mano lo miré ya que debía de cambiarme y le hice un gesto con el dedo para que se girara- ¿Prometes ser bueno y no mirar? –Pregunté con diversión para girarme y comenzar a deshacer los lazos del vestido haciendo que cayera al suelo, me puse la camisa que me había prestado, saqué el pelo que cayó por mí espalda y así me quité el corsé que también cayó al suelo dejándome en ropa interior y con la camisa puesta. Era más larga que el camisón y me paraba bastante grande pero cubría de sobra, ahora ya no podía echarme la culpa ni a mí ni a mí camisón.
Me giré para darme cuenta de que ya estaba en la cama y que su mirada estaba puesta en mí, seguro que no me había hecho caso y había estado mirando mientras me cambiaba… como bien había dicho él, era un hombre. Sonreí mientras me acercaba hacia la cama aprovechando que el barco ahora no se movía, ya que no quería caerme por nada del mundo, y al llegar a los pies de esta me subí y gateé hasta sentarme a su lado, estaba claro que él iba a poder dormir con lo que se movía el barco, pero yo comenzaba a dudarlo aunque quizás tuviera suerte y lo lograra. Como parecía que las aguas estaban más tranquilas y calmadas entre los dos decidí aprovechar el momento y divertirme un rato antes de que se quedara durmiendo.
-Seguro que tú puedes dormir con este tiempo, pero yo no estoy acostumbrada –evité reírme por lo que iba a decirle- ¿Sabes lo que me ayudaba? Que me contaran un cuento… ¿sabes contar cuentos, vikingo? –Su cara lo decía todo en ese momento y yo me reí sin poder evitarlo por lo gracioso de la situación- Seguro que te sabes un montón de cuentos de tus tierras –hice una leve pausa- Venga va –le di un golpecito en su brazo- anda sé bueno por una noche, prometo que me cuentas uno y no pido más –levanté una de mis manos sin poder contener la risa porque, realmente, no lo veía contándome un cuento y seguro que me iba a soltar alguna de las suyas… pero no le dio tiempo a decirme nada porque otra sacudida del barco hizo que nos moviéramos y yo cayera sobre él sin poder evitarlo sobre su pecho y nuestras piernas se enredaran por ello. Aparté el pelo de mí rostro a un lado y apoyé ambas manos a cada lado de su torso para elevar mi vista a la suya estando tan cerca- que conste, que esta vez… no soy yo quien está siendo mala –mis ojos se centraron en los suyos y me mordí el labio, acabé por apoyar la cabeza en su pecho y solté un suspiro cerrando los ojos un par de segundos- ¿Sabes? Me gustaría disculparme por… lo de antes –no iba a decir por qué era exactamente, él seguro que sabía que me refería a lo de esta mañana- Yo no suelo ser así, al menos no siempre –porque iba a reconocer que tenía mí carácter, pero era raro que lo sacara de esa forma con una persona, una de mis manos recorrió con las yemas de los dedos sus cicatrices mientras hablaba, como si eso me ayudara a centrarme en lo que quería decir- Pero debo reconocer que eres la primera persona, en toda mí vida, que me saca tanto de mis casillas –no tuve reparo en ser franca con él- Es como… como si supieras qué teclas debes tocar para hacer que salte, y no sé si es por pura suerte o una cualidad innata en ti, ¿te suele pasar con las demás personas o soy como la horna de tú zapato? –Alcé mi vista para verle- Es como si en el fondo necesitara unas respuestas que sé que no vas a darme –hice una leve pausa- Y eso me tiene totalmente descolocada. Me desconciertas vikingo… y yo ya no sé qué pensar –preferí ser clara y directa al tiempo que mí dedo ahora recorría su mejilla, al fin y al cabo, íbamos a pasar un tiempo juntos hasta que lográramos encontrar esa reliquia de la que hablaba.
Naitiri Zahir- Humano Clase Alta
- Mensajes : 928
Fecha de inscripción : 27/11/2015
Re: Domando las llamas de Egipto. (Naitiri)
Ladeé la sonrisa cuando esta tomó la camisa para ponérsela, por fin empezábamos a entender la mecánica del asunto, yo ordenaba y ella obedecía.
Al menos la distancia que nos habíamos dado esa tarde había servido para ahora mas relajados lograr un ambiente distendido.
-Si durmieras desnuda -hundí mis ojos en sus pardos -te follaría, créeme, ya me cuesta contenerme si estas vestida.
La vi reírse supongo que mi rudeza en la forma de hablar le divertía, estaba muy alejado a los modales parisinos que daban cien vueltas para decir exactamente lo mismo que yo decía con dos palabras.
No entendía porque tantos paseos por los jardines acompañados de la servidumbre cuando en el fondo todos los hombres buscábamos lo mismo unas piernas en las que colarnos.
Flores, regalos, peticiones de mano ..para mi eso era un sin sentido, los cuerpos hablan mejor cuando están solos y a veces lo demás sobra cuando las bestias rugen.
Asentí cuando su dedo se paseo por mi torso recorriendo las distintas cicatrices, la mayoría de gestas pasadas ya curadas pero que me recordaban que un hombre puede ser herido en el campo de batalla.
No tardó en percatarse de esa que me había casi costado la vida, aun tenia mal aspecto, ennegrecida, siseé cuando deslizó por allí su dedo.
-Si, veneno -asegure dando veracidad a sus palabras – el de una vivora Aspid egipcia. Untado en una flecha me atravesó el costado.
No quise dar mas explicaciones así que guardé silencio, mas por supuesto ella siguió preguntando, su curiosidad era infinita, algo que admito me cautivaba de ella.
-Estoy bien -mentí como conclusión de ese tema.
No había terminado el tratamiento en su totalidad cuando decidí cruzar el portal, eso me había traído la ultima discursion con Naitiri. Según ella estaba débil, tenia que continuar tomando el antídoto y las transfusiones de sangre, según ella, mi decisión era un suicidio.
Hablo con mi tío hasta la saciedad, lo amenazó, mas nada resulto pues la decisión era mía y no de Höor. Tenia que entender que es difícil hacer cambiar de opinión a un vikingo y eso lo tenia que asumir si pretendía que “lo nuestro” si es que había un “nosotros” funcionara.
Había alegado tantas cosas, mas nunca la mas importante de todas ellas, la que en el fondo yo creía que era la verdadera, estaba preocupada, no solo por mi estado si no porque no encontrara el modo de volver a ella.
Con la camisa en su mano me hizo un gesto para que me girara y no mirara, algo que me produjo cierta risa ¿ser bueno? Claro, siempre lo era.
Me dio la espalda y yo aproveché para quitarme el pantalón y meterme en la cama gozando de las vistas.
-Pfffff -susurré mirándole el culo desde el lecho con una sonrisa traviesa que Nai encontró nada mas se giro para enfrentar mi oscurecida mirada.
Me encogí de hombros sin poder parar de reír, mirar no es un delito, tampoco tocar a decir verdad.
La egipcia gateo por la cama, entreabrí los labios esperándola, aquella imagen me recordaba demasiado a tiempos no tan pasados.
Se tumbo a mi lado apoyándose en la almohada, al parecer no tenia sueño y había decidido para variar sacarme de mi zona de confort, ahora con la maravillosa idea de que le contara un cuento.
-¿Cuantos años tienes pequeña? -bromeé alzando una de las cejas para mirarla -a mi se me ocuren mejores formas de coger el sueño, cuando acabe contigo, ni siquiera notaras que la barco se mueve.
Una sacudida del barco la empujo contra mi cuerpo, impacto con mi pecho y poco a poco elevo la mirada apoyando sus manos en este. Nuestras respiraciones quedaron enlazadas en una danza a muerte, nos miramos de frente, fuego en mis ojos cuando se mordió el labio. Jadeé sin poder evitarlo contra su boca acortando la distancia para casi rozarnos.
Cerré los ojos tratando de buscar la sensatez, mas fue ella la que me la concedió bajando hasta quedar apoyada en mi pecho.
Mi hombría en alza evidenciaba mis necesidades mas primarias y sin poder evitarlo mi mano fue a ella para enfundarla.
Sus dedos recorrían cada surco de nuevo, me estaba poniendo demasiado, mi respiración se agitaba, ahora no veia tan mala idea eso del maldito cuento.
“No debes de tocar nada” Maldita esa frase que retumbaba en mi cabeza una y otra vez, quería tocarla, una noche ,solo una, lo necesitaba.
Nai hablaba de como se sentía conmigo, era normal saber que teclas tocar pues para mi ella no era una desconocida, mas aunque no lo supiera en este duelo de dos ella me llevaba la delantera, pues mis sentimientos eran fuertes a diferencia de los suyos que eran inexistentes y así debía de ser.
No respondí a sus sinceras palabras, era absurdo hacerlo cuando no podía confesar la verdad y mentir estaba de mas.
-Suelo sacar de sus casillas a la gente con cierta facilidad -una verdad a medias -te contare mejor lo de mi herida mal curada, no es cuento, pero, bastara para que te duermas, estoy seguro.
Ladeé la sonrisa cuando alzó la mirada para enfrentar mis oscurecidos ojos y yo me relamí los labios dispuesto a comenzar el relato.
-Luchaba en el campo de batalla cuando una saeta encontró con saña mi costado, como es lo normal corte la vara dejando dentro el acero para evitar desangrarme y poder seguir luchando, mas nunca había sentido nada igual, mis ojos se emborronaron apenas unos minutos después, mi cuerpo se quedaba rígido, logre matar a mi adversario cayendo de rodillas al suelo.
Mi primo me saco de allí, estaba medio inconsciente, apenas podía respirar, mas llegue vivo a palacio.
Los médicos me dieron por caso perdido la saeta estaba envenenada, lo único que podían hacer era drogarme para evitarme el dolor mientras esperaba a mi muerte.
Recuerdo que mi padre colocó una espada en mi mano dispuesto a dejarme alcanzar el valhalla, el mismo me daría el final para que no fuera la enfermedad lo que me llevara.
Los vikingos que mueren de viejos o de enfermedad van a Hel, el infierno.
Asentí , mi tiempo entre los hombres había acabado, nunca vi a mi madre golpear a mi padre de ese modo.
Desesperada le gritaba que quitara sus manos de mi, que no iba a consentir que me matara, no se daba cuenta de que ya estaba sentenciado a muerte en ese momento.
Entonces apareció una mujer con esperanza, me había cruzado con ella un par de veces por el castillo, y nuestros encuentro fueron siempre un divertido tira y afloja. Esta no aseguraba nada pero..podía intentar desangrarme hasta casi la muerte y en ese momento darme un antídoto que me llevaría al delirio, después una transfusión y así repetiría el proceso hasta que la toxina quedara eliminada por completo.
Mi madre dijo que lo intentara y mi padre no fue capaz de negarle nada.
La primera semana creí alcanzar Hel en muchas ocasiones, esa mur me llevaba a el mientras mi sangre abandonaba mi cuerpo, apenas sin vida me daba ese antídoto que sabia a meado de burra, ya podía haberlo mezclado con hidromiel, deliraba durante horas y después me hacia una transfusión...
A finales de la segunda semana logré ponerme en pie.
De eso hace tres semanas, así que me he tomado el alta voluntaria para esta misión -bromeé sonriendo de medio lado
Al menos la distancia que nos habíamos dado esa tarde había servido para ahora mas relajados lograr un ambiente distendido.
-Si durmieras desnuda -hundí mis ojos en sus pardos -te follaría, créeme, ya me cuesta contenerme si estas vestida.
La vi reírse supongo que mi rudeza en la forma de hablar le divertía, estaba muy alejado a los modales parisinos que daban cien vueltas para decir exactamente lo mismo que yo decía con dos palabras.
No entendía porque tantos paseos por los jardines acompañados de la servidumbre cuando en el fondo todos los hombres buscábamos lo mismo unas piernas en las que colarnos.
Flores, regalos, peticiones de mano ..para mi eso era un sin sentido, los cuerpos hablan mejor cuando están solos y a veces lo demás sobra cuando las bestias rugen.
Asentí cuando su dedo se paseo por mi torso recorriendo las distintas cicatrices, la mayoría de gestas pasadas ya curadas pero que me recordaban que un hombre puede ser herido en el campo de batalla.
No tardó en percatarse de esa que me había casi costado la vida, aun tenia mal aspecto, ennegrecida, siseé cuando deslizó por allí su dedo.
-Si, veneno -asegure dando veracidad a sus palabras – el de una vivora Aspid egipcia. Untado en una flecha me atravesó el costado.
No quise dar mas explicaciones así que guardé silencio, mas por supuesto ella siguió preguntando, su curiosidad era infinita, algo que admito me cautivaba de ella.
-Estoy bien -mentí como conclusión de ese tema.
No había terminado el tratamiento en su totalidad cuando decidí cruzar el portal, eso me había traído la ultima discursion con Naitiri. Según ella estaba débil, tenia que continuar tomando el antídoto y las transfusiones de sangre, según ella, mi decisión era un suicidio.
Hablo con mi tío hasta la saciedad, lo amenazó, mas nada resulto pues la decisión era mía y no de Höor. Tenia que entender que es difícil hacer cambiar de opinión a un vikingo y eso lo tenia que asumir si pretendía que “lo nuestro” si es que había un “nosotros” funcionara.
Había alegado tantas cosas, mas nunca la mas importante de todas ellas, la que en el fondo yo creía que era la verdadera, estaba preocupada, no solo por mi estado si no porque no encontrara el modo de volver a ella.
Con la camisa en su mano me hizo un gesto para que me girara y no mirara, algo que me produjo cierta risa ¿ser bueno? Claro, siempre lo era.
Me dio la espalda y yo aproveché para quitarme el pantalón y meterme en la cama gozando de las vistas.
-Pfffff -susurré mirándole el culo desde el lecho con una sonrisa traviesa que Nai encontró nada mas se giro para enfrentar mi oscurecida mirada.
Me encogí de hombros sin poder parar de reír, mirar no es un delito, tampoco tocar a decir verdad.
La egipcia gateo por la cama, entreabrí los labios esperándola, aquella imagen me recordaba demasiado a tiempos no tan pasados.
Se tumbo a mi lado apoyándose en la almohada, al parecer no tenia sueño y había decidido para variar sacarme de mi zona de confort, ahora con la maravillosa idea de que le contara un cuento.
-¿Cuantos años tienes pequeña? -bromeé alzando una de las cejas para mirarla -a mi se me ocuren mejores formas de coger el sueño, cuando acabe contigo, ni siquiera notaras que la barco se mueve.
Una sacudida del barco la empujo contra mi cuerpo, impacto con mi pecho y poco a poco elevo la mirada apoyando sus manos en este. Nuestras respiraciones quedaron enlazadas en una danza a muerte, nos miramos de frente, fuego en mis ojos cuando se mordió el labio. Jadeé sin poder evitarlo contra su boca acortando la distancia para casi rozarnos.
Cerré los ojos tratando de buscar la sensatez, mas fue ella la que me la concedió bajando hasta quedar apoyada en mi pecho.
Mi hombría en alza evidenciaba mis necesidades mas primarias y sin poder evitarlo mi mano fue a ella para enfundarla.
Sus dedos recorrían cada surco de nuevo, me estaba poniendo demasiado, mi respiración se agitaba, ahora no veia tan mala idea eso del maldito cuento.
“No debes de tocar nada” Maldita esa frase que retumbaba en mi cabeza una y otra vez, quería tocarla, una noche ,solo una, lo necesitaba.
Nai hablaba de como se sentía conmigo, era normal saber que teclas tocar pues para mi ella no era una desconocida, mas aunque no lo supiera en este duelo de dos ella me llevaba la delantera, pues mis sentimientos eran fuertes a diferencia de los suyos que eran inexistentes y así debía de ser.
No respondí a sus sinceras palabras, era absurdo hacerlo cuando no podía confesar la verdad y mentir estaba de mas.
-Suelo sacar de sus casillas a la gente con cierta facilidad -una verdad a medias -te contare mejor lo de mi herida mal curada, no es cuento, pero, bastara para que te duermas, estoy seguro.
Ladeé la sonrisa cuando alzó la mirada para enfrentar mis oscurecidos ojos y yo me relamí los labios dispuesto a comenzar el relato.
-Luchaba en el campo de batalla cuando una saeta encontró con saña mi costado, como es lo normal corte la vara dejando dentro el acero para evitar desangrarme y poder seguir luchando, mas nunca había sentido nada igual, mis ojos se emborronaron apenas unos minutos después, mi cuerpo se quedaba rígido, logre matar a mi adversario cayendo de rodillas al suelo.
Mi primo me saco de allí, estaba medio inconsciente, apenas podía respirar, mas llegue vivo a palacio.
Los médicos me dieron por caso perdido la saeta estaba envenenada, lo único que podían hacer era drogarme para evitarme el dolor mientras esperaba a mi muerte.
Recuerdo que mi padre colocó una espada en mi mano dispuesto a dejarme alcanzar el valhalla, el mismo me daría el final para que no fuera la enfermedad lo que me llevara.
Los vikingos que mueren de viejos o de enfermedad van a Hel, el infierno.
Asentí , mi tiempo entre los hombres había acabado, nunca vi a mi madre golpear a mi padre de ese modo.
Desesperada le gritaba que quitara sus manos de mi, que no iba a consentir que me matara, no se daba cuenta de que ya estaba sentenciado a muerte en ese momento.
Entonces apareció una mujer con esperanza, me había cruzado con ella un par de veces por el castillo, y nuestros encuentro fueron siempre un divertido tira y afloja. Esta no aseguraba nada pero..podía intentar desangrarme hasta casi la muerte y en ese momento darme un antídoto que me llevaría al delirio, después una transfusión y así repetiría el proceso hasta que la toxina quedara eliminada por completo.
Mi madre dijo que lo intentara y mi padre no fue capaz de negarle nada.
La primera semana creí alcanzar Hel en muchas ocasiones, esa mur me llevaba a el mientras mi sangre abandonaba mi cuerpo, apenas sin vida me daba ese antídoto que sabia a meado de burra, ya podía haberlo mezclado con hidromiel, deliraba durante horas y después me hacia una transfusión...
A finales de la segunda semana logré ponerme en pie.
De eso hace tres semanas, así que me he tomado el alta voluntaria para esta misión -bromeé sonriendo de medio lado
Ubbe Cannif- Humano Clase Alta
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Fecha de inscripción : 25/02/2017
Re: Domando las llamas de Egipto. (Naitiri)
Lo miré con una sonrisa divertida en el rostro cuando me dijo que si estuviera desnuda, como había dicho él: me follaría. Aquello sin duda alguna me hizo reír negando con la cabeza observándolo divertida, tal sinceridad de su parte hacía que sus palabras fueran ciertas, o así lo sentía yo. No había mentira en ellas y no quise comentar nada al respecto, me fijé en la herida que tenía y enarqué una ceja cuando dijo qué tipo de serpiente era el veneno, no era de las más peligrosas, pero dado en puntos exactos del cuerpo era tremendamente mortal… casi era un verdadero milagro que estuviera en pie delante de mí que además se encontraran tan bien. Terminé por coger la camisa y cambiarme dándole la espalda y, aunque le había dicho que no mirara, sabía de sobra que no lo iba a hacer así que no me giré en ningún momento para ver si me había hecho caso o no, pero cuando vi su mirada puesta en mí con aquella sonrisa supe que no, no me había hecho caso.
Terminé por subirme en la cama y llegar hasta donde estaba la almohada para sentarme apoyando mí espalda contra la pared, sabía que le iba a hacer gracia y que posiblemente me soltara alguno de sus sarcásticos y mordaces comentarios con lo del cuento, pero a mí me había hecho gracia la cara con la que me había mirado al decírselo, llena de incredulidad por mis palabras, y la risa salió de mis labios divertida mientras le apremiaba a que me contara un cuento. Adoraba los cuentos, era algo que desde bien pequeña mí madre me había contado antes de irme a dormir, de hecho, cuando vivíamos en Guiza todas las noches me contaba alguna historia sobre los dioses, o algún cuento… y sabía que ellos también tenían muchos como así los teníamos nosotros, y aunque había escuchado los más conocidos de su cultura siempre estaba dispuesta a aprender nuevos cuentos e historias, era algo que llevaba en mí interior desde que era una niña. Recordar la voz de mí madre, cálida y dulce mientras hablaba y me arropaba me trajo una sonrisa algo nostálgica.
Lo miré cuando me preguntó cuántos años tenía como si fuera una niña pequeña y lo fulminé con la mirada, volvía a llamarme de esa forma y no supe si era porque me estaba tratando como una niña, o porque sabía que no me gustaba que me dijera así. Tan fanfarrón como siempre, se atrevió a decir que conocía mejores formas de poder dormir y que cuando “acabara” conmigo no notaría ni los movimientos del barco… tremendo fanfarrón, a decir verdad. Sonreí de lado por aquello y le di con la parte de la almohada que quedaba en mí lado un golpe por ello, ¡menudo descarado! De verdad que no se cortaba ni un pelo a la hora de decir las cosas, ya lo estaba comprobando aquellos días.
-Tengo seis preciosos y hermosos años –comenté divertida dándole otro golpe con la almohada que dejé en su lugar- Deja de llamarme pequeña y cuéntame un cuento o te molestaré toda la noche de forma intencionada y tú tampoco podrás dormir –sonreí de lado por aquello, era capaz de hacerlo, juraba que lo haría si seguía de esa forma y aunque me pareciera divertido aquello en verdad si que quería escuchar algún cuento… aunque poner a imaginarme a ese vikingo contando un cuento, como si yo de verdad fuera una niña pequeña, era algo que me costaba de asimilar y de ver. Le di un manotazo en el brazo ante sus segundas palabras que implicaban que me tomaría hasta que nos quedáramos durmiendo por el cansancio e incliné mí rostro sonriendo de lado- ¿El qué… hacerme tuya? –Reí entre dientes- Ten cuidado, vikingo –lo miré de forma fija sin perder la sonrisa ladeada- Si me pruebas aunque sea solo una vez, vas a querer más, y más y mucho más… -una yema de mis dedos se deslizó por su brazo sin apartar mis ojos de él y sin quitar la sonrisa- Y dime, ¿podrás aguantar luego la tentación? ¿Te bastaría sólo con una vez? –Reí entre dientes por ello y aparté mí dedo justo cuando el barco se sacudió y terminé tumbada sobre él haciendo que ambos cuerpos estuvieran completamente pegados. Mis ojos lo buscaron tras aquello y al final cuando él inclinó un poco la cabeza haciendo que nuestros labios se rozaran por esa vez fui yo quien agachó la cabeza apoyándola sobre su pecho. Podía notar su erección y no dije nada al respecto, aquello había sido por algo espontáneo que ninguno esperaba y no iba a repetir la situación de la mañana. Sonreí de lado cuando dijo que tenía facilidad para sacar a la gente de sus casillas y alcé mí vista a él- Así que eres experto, ¿eh? –Reí entre dientes- Está bien, escucharé la historia –lo vi como se lamía los labios antes de empezar y sin pensarlo realmente mordí ligeramente mi labio inferior, apoyé el codo al lado de su hombro y recosté la cabeza en mi mano dejando que los rizos se extendieran por su pecho y por la cama.
Él no me había apartado de estar encima de él y yo no me había movido tampoco, extrañamente, me encontraba cómoda en aquella situación y ahora centré toda mí atención en lo que me estaba contando. No me costó mientras me iba relatando imaginármelo a él en el campo de batalla, recibiendo la flecha en su costado, sabía los efectos que este producía en el cuerpo y suspiré de forma leve, debía de haber sido tremendamente doloroso. Cómo llegó a palacio… ¿palacio? ¿Eso quería decir, que era un miembro de la realeza? Tragué de forma leve y seguí escuchándolo anotando mentalmente aquel dado para preguntarle después. Siguió hablando sobre los médicos que pensaban que no podrían hacer nada, su padre poniendo una espada en su mano para que no sucumbiera ante la enfermedad y bajara a su infierno… mis dedos de forma inconsciente se paseaban por su pecho mientras ponía toda mí atención a lo que me contaba. La desesperación de su madre, lo que debió de dolerle de ver así a su hijo, todo parecía perdido hasta que habló de esa mujer.
Sabía que los métodos para extraer la ponzoña del cuerpo eran bastante peligrosos y extremos, así que no me extrañó cuando dijo lo que tuvo que hacer para salvarle, lo mejor era drenar y filtrar la sangre para que se eliminara la ponzoña de ella y aplicar el antídoto, arriesgado pero si se hacía con propiedad bastante efectivo. Sonreí sin poder evitarlo cuando dijo que sabía mal y que podría haberlo mezclado con hidromiel, no era bueno mezclar antídoto con alcohol, y por muy asqueroso que supiera, le haría buen efecto. Lo habría pasado muy mal, demasiado mal quizás, pero ahora estaba en pie, gozaba de salud y tenía toda su vida por delante… más de lo que los médicos le han dado. Abrí la boca ligeramente cuando dijo el tiempo que había pasado desde aquello.
-¿Pretendes ahora que me duerma con lo que me has contado? ¡Ahora tengo muchas más preguntas! –Reí divertida- ¿Y sabiéndolo, te has arriesgado a enrolarte a una misión como esta por tú propio pie? –Enarqué una ceja por eso- Desde luego que sí, eres un suicida –mis ojos bajaron de nuevo a la herida que tenía y la miré, no estaba tan mal como podría haber estado por su imprudencia- Yo seguramente no sepa tanto como la mujer que te salvó, pero si notas cualquier cosa avísame. Tengo nociones sobre veneno y podría ayudar –lo miré de forma fija- no dejemos que el trabajo de esa mujer sea en vano, le costaría mantenerte con vida y sacarte de esa muerte –ladeé un poco la cabeza y me mordí el labio- Vikingo… ¿eres de la realeza? –Terminé preguntando- Has dicho que te llevaron a palacio, ningún soldado por muy bueno que sea lo tratan en palacio salvo que sea… -lo miré dejando la frase sin terminar- Por Ra… lo eres –con la otra mano tapé mis ojos unos segundos y lancé un suspiro para luego mirarlo- más vale que encontremos esa reliquia, no quiero tener a todo un clan de vikingos en mí contra porque uno de los suyos, con tendencias suicidas, se arriesgó en una misión casi suicida también y no consiguió lo que estaba buscando… esas cosas se informan –lo fulminé con la mirada- ¿Algo más que tenga que saber? Es tú momento de hablar vikingo, prefiero saber lo que hay en juego y con lo que estoy tratando. No soy tonta, sé que esos documentos son valiosos e importantes, y sé que puede que no seamos los únicos que vayamos tras su pista –hice una pausa- estoy metida en esto también, y prefiero saber a qué me enfrento –uno de mis dedos fue a su frente rozándolo con la yema de mis dedos- algo más que saber que no te gusta que otros hombres me miren de forma lasciva, que no ande en camisón porque pueda provocarte un paro –mí dedo bajó ahora por el puente de su nariz- que no me muerda los labios –mí dedo recorrió ahora estos de forma lenta sin dejar de mirarlo y sonreír, como si intentara quitarle hierro al asunto- eso ya lo he descubierto por mí misma, pero no me gustaría tener más sustos como el de esta mañana –era consciente de que de alguna forma lo estaba provocando, pero juraba de verdad que no lo hacía a posta. Era como si una parte de mí estuviera algo encantada con la idea, mientras que la otra me pedía que fuera más prudente… pero a veces no podía evitarlo. Era como… como si todo ese misterio que lo envolvía me hiciera querer saber más, preguntarme más, quizás hasta de alguna manera querer más… cuando le había dicho que me desconcertaba no mentía, claro que no le iba a decir todas las formas en lo que lo hacía, eso lo guardaría para mí.
Lo contemplé durante unos segundos aún con mí dedo puesto sobre sus labios como si le estuviera pidiendo que guardara silencio, mis ojos puestos en los suyos sin apartarlos. Terminé por inclinarme hacia su rostro sin quitar el dedo haciendo que ambas respiraciones chocasen al estar tan cerca, mis ojos recorrieron su rostro y terminaron por fijarse en sus orbes azules que me miraban, estaba jugando con fuego y lo sabía, ya me había advertido de ello varias veces. Me mordí el labio unos breves segundos y terminé por quitar de forma lenta el dedo de sus labios, y sonreí de forma sincera observándolo… no iba a ser más mala con él, al menos, por esa noche.
-Buenas noches, vikingo –mí aliento dio contra sus labios y terminé por agacharme y dejar un beso en su mejilla como despedida, si se lo hubiera dado en otro lado estaba convencida de que no se hubiera quedado solo en eso y no iba a calentarlo más de lo que ya estaba. Acabé por bajarme de su cuerpo y recostarme a su lado dejando mí rostro contra su pecho con uno de mis brazos sobre su cintura, lancé un suspiro y cerré los ojos notando aún cómo se movía el barco, de alguna forma, él era como mí anclaje a aquella cama y estaba más tranquila y segura.
Terminé por subirme en la cama y llegar hasta donde estaba la almohada para sentarme apoyando mí espalda contra la pared, sabía que le iba a hacer gracia y que posiblemente me soltara alguno de sus sarcásticos y mordaces comentarios con lo del cuento, pero a mí me había hecho gracia la cara con la que me había mirado al decírselo, llena de incredulidad por mis palabras, y la risa salió de mis labios divertida mientras le apremiaba a que me contara un cuento. Adoraba los cuentos, era algo que desde bien pequeña mí madre me había contado antes de irme a dormir, de hecho, cuando vivíamos en Guiza todas las noches me contaba alguna historia sobre los dioses, o algún cuento… y sabía que ellos también tenían muchos como así los teníamos nosotros, y aunque había escuchado los más conocidos de su cultura siempre estaba dispuesta a aprender nuevos cuentos e historias, era algo que llevaba en mí interior desde que era una niña. Recordar la voz de mí madre, cálida y dulce mientras hablaba y me arropaba me trajo una sonrisa algo nostálgica.
Lo miré cuando me preguntó cuántos años tenía como si fuera una niña pequeña y lo fulminé con la mirada, volvía a llamarme de esa forma y no supe si era porque me estaba tratando como una niña, o porque sabía que no me gustaba que me dijera así. Tan fanfarrón como siempre, se atrevió a decir que conocía mejores formas de poder dormir y que cuando “acabara” conmigo no notaría ni los movimientos del barco… tremendo fanfarrón, a decir verdad. Sonreí de lado por aquello y le di con la parte de la almohada que quedaba en mí lado un golpe por ello, ¡menudo descarado! De verdad que no se cortaba ni un pelo a la hora de decir las cosas, ya lo estaba comprobando aquellos días.
-Tengo seis preciosos y hermosos años –comenté divertida dándole otro golpe con la almohada que dejé en su lugar- Deja de llamarme pequeña y cuéntame un cuento o te molestaré toda la noche de forma intencionada y tú tampoco podrás dormir –sonreí de lado por aquello, era capaz de hacerlo, juraba que lo haría si seguía de esa forma y aunque me pareciera divertido aquello en verdad si que quería escuchar algún cuento… aunque poner a imaginarme a ese vikingo contando un cuento, como si yo de verdad fuera una niña pequeña, era algo que me costaba de asimilar y de ver. Le di un manotazo en el brazo ante sus segundas palabras que implicaban que me tomaría hasta que nos quedáramos durmiendo por el cansancio e incliné mí rostro sonriendo de lado- ¿El qué… hacerme tuya? –Reí entre dientes- Ten cuidado, vikingo –lo miré de forma fija sin perder la sonrisa ladeada- Si me pruebas aunque sea solo una vez, vas a querer más, y más y mucho más… -una yema de mis dedos se deslizó por su brazo sin apartar mis ojos de él y sin quitar la sonrisa- Y dime, ¿podrás aguantar luego la tentación? ¿Te bastaría sólo con una vez? –Reí entre dientes por ello y aparté mí dedo justo cuando el barco se sacudió y terminé tumbada sobre él haciendo que ambos cuerpos estuvieran completamente pegados. Mis ojos lo buscaron tras aquello y al final cuando él inclinó un poco la cabeza haciendo que nuestros labios se rozaran por esa vez fui yo quien agachó la cabeza apoyándola sobre su pecho. Podía notar su erección y no dije nada al respecto, aquello había sido por algo espontáneo que ninguno esperaba y no iba a repetir la situación de la mañana. Sonreí de lado cuando dijo que tenía facilidad para sacar a la gente de sus casillas y alcé mí vista a él- Así que eres experto, ¿eh? –Reí entre dientes- Está bien, escucharé la historia –lo vi como se lamía los labios antes de empezar y sin pensarlo realmente mordí ligeramente mi labio inferior, apoyé el codo al lado de su hombro y recosté la cabeza en mi mano dejando que los rizos se extendieran por su pecho y por la cama.
Él no me había apartado de estar encima de él y yo no me había movido tampoco, extrañamente, me encontraba cómoda en aquella situación y ahora centré toda mí atención en lo que me estaba contando. No me costó mientras me iba relatando imaginármelo a él en el campo de batalla, recibiendo la flecha en su costado, sabía los efectos que este producía en el cuerpo y suspiré de forma leve, debía de haber sido tremendamente doloroso. Cómo llegó a palacio… ¿palacio? ¿Eso quería decir, que era un miembro de la realeza? Tragué de forma leve y seguí escuchándolo anotando mentalmente aquel dado para preguntarle después. Siguió hablando sobre los médicos que pensaban que no podrían hacer nada, su padre poniendo una espada en su mano para que no sucumbiera ante la enfermedad y bajara a su infierno… mis dedos de forma inconsciente se paseaban por su pecho mientras ponía toda mí atención a lo que me contaba. La desesperación de su madre, lo que debió de dolerle de ver así a su hijo, todo parecía perdido hasta que habló de esa mujer.
Sabía que los métodos para extraer la ponzoña del cuerpo eran bastante peligrosos y extremos, así que no me extrañó cuando dijo lo que tuvo que hacer para salvarle, lo mejor era drenar y filtrar la sangre para que se eliminara la ponzoña de ella y aplicar el antídoto, arriesgado pero si se hacía con propiedad bastante efectivo. Sonreí sin poder evitarlo cuando dijo que sabía mal y que podría haberlo mezclado con hidromiel, no era bueno mezclar antídoto con alcohol, y por muy asqueroso que supiera, le haría buen efecto. Lo habría pasado muy mal, demasiado mal quizás, pero ahora estaba en pie, gozaba de salud y tenía toda su vida por delante… más de lo que los médicos le han dado. Abrí la boca ligeramente cuando dijo el tiempo que había pasado desde aquello.
-¿Pretendes ahora que me duerma con lo que me has contado? ¡Ahora tengo muchas más preguntas! –Reí divertida- ¿Y sabiéndolo, te has arriesgado a enrolarte a una misión como esta por tú propio pie? –Enarqué una ceja por eso- Desde luego que sí, eres un suicida –mis ojos bajaron de nuevo a la herida que tenía y la miré, no estaba tan mal como podría haber estado por su imprudencia- Yo seguramente no sepa tanto como la mujer que te salvó, pero si notas cualquier cosa avísame. Tengo nociones sobre veneno y podría ayudar –lo miré de forma fija- no dejemos que el trabajo de esa mujer sea en vano, le costaría mantenerte con vida y sacarte de esa muerte –ladeé un poco la cabeza y me mordí el labio- Vikingo… ¿eres de la realeza? –Terminé preguntando- Has dicho que te llevaron a palacio, ningún soldado por muy bueno que sea lo tratan en palacio salvo que sea… -lo miré dejando la frase sin terminar- Por Ra… lo eres –con la otra mano tapé mis ojos unos segundos y lancé un suspiro para luego mirarlo- más vale que encontremos esa reliquia, no quiero tener a todo un clan de vikingos en mí contra porque uno de los suyos, con tendencias suicidas, se arriesgó en una misión casi suicida también y no consiguió lo que estaba buscando… esas cosas se informan –lo fulminé con la mirada- ¿Algo más que tenga que saber? Es tú momento de hablar vikingo, prefiero saber lo que hay en juego y con lo que estoy tratando. No soy tonta, sé que esos documentos son valiosos e importantes, y sé que puede que no seamos los únicos que vayamos tras su pista –hice una pausa- estoy metida en esto también, y prefiero saber a qué me enfrento –uno de mis dedos fue a su frente rozándolo con la yema de mis dedos- algo más que saber que no te gusta que otros hombres me miren de forma lasciva, que no ande en camisón porque pueda provocarte un paro –mí dedo bajó ahora por el puente de su nariz- que no me muerda los labios –mí dedo recorrió ahora estos de forma lenta sin dejar de mirarlo y sonreír, como si intentara quitarle hierro al asunto- eso ya lo he descubierto por mí misma, pero no me gustaría tener más sustos como el de esta mañana –era consciente de que de alguna forma lo estaba provocando, pero juraba de verdad que no lo hacía a posta. Era como si una parte de mí estuviera algo encantada con la idea, mientras que la otra me pedía que fuera más prudente… pero a veces no podía evitarlo. Era como… como si todo ese misterio que lo envolvía me hiciera querer saber más, preguntarme más, quizás hasta de alguna manera querer más… cuando le había dicho que me desconcertaba no mentía, claro que no le iba a decir todas las formas en lo que lo hacía, eso lo guardaría para mí.
Lo contemplé durante unos segundos aún con mí dedo puesto sobre sus labios como si le estuviera pidiendo que guardara silencio, mis ojos puestos en los suyos sin apartarlos. Terminé por inclinarme hacia su rostro sin quitar el dedo haciendo que ambas respiraciones chocasen al estar tan cerca, mis ojos recorrieron su rostro y terminaron por fijarse en sus orbes azules que me miraban, estaba jugando con fuego y lo sabía, ya me había advertido de ello varias veces. Me mordí el labio unos breves segundos y terminé por quitar de forma lenta el dedo de sus labios, y sonreí de forma sincera observándolo… no iba a ser más mala con él, al menos, por esa noche.
-Buenas noches, vikingo –mí aliento dio contra sus labios y terminé por agacharme y dejar un beso en su mejilla como despedida, si se lo hubiera dado en otro lado estaba convencida de que no se hubiera quedado solo en eso y no iba a calentarlo más de lo que ya estaba. Acabé por bajarme de su cuerpo y recostarme a su lado dejando mí rostro contra su pecho con uno de mis brazos sobre su cintura, lancé un suspiro y cerré los ojos notando aún cómo se movía el barco, de alguna forma, él era como mí anclaje a aquella cama y estaba más tranquila y segura.
Naitiri Zahir- Humano Clase Alta
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Fecha de inscripción : 27/11/2015
Re: Domando las llamas de Egipto. (Naitiri)
Enarqué una ceja por la efusividad con la que ahora preguntaba, sinceramente esperaba que la historia le diera sopor y no que la reactivara, me equivoqué. No pude evitar echarme a reír, su risa era contagiosa y empezaba a acostumbrarme a que me llamara suicida, en mi tiempo no lo decía divertida, si no molesta, cabreada, como si le doliera en lo mas profundo de su alma.
Ladeé la sonrisa al escucharla decir que posiblemente ella no sabia tanto como la mujer que logro que la herida sanara y traerme de Hel, si ella supiera que eran la misma persona. Era irónico y no pude evitar que mis ojos se hundieran en los ajenos por un momento, encontrando las llamas indomables de Egipto.
-Seras la primera que lo sepa -susurré con cierto deje de diversión en mi voz.
La verdad me encontraba bien, las fiebres no habían vuelto y empezaba a pensar que las recomendaciones de Naitiri solo eran un intento de atarme a su lado y no dejarme ir por miedo a que no pudiera volver.
¿Como explicarle a una mujer que no escucha que mis motivos para ser yo quien atravesara el portal, y no otro, eran ella?
No podía dejar su seguridad en manso de otro que no fueran las propias, no podía enrolar a la Nai presente en una aventura que bien sabíamos ambos que era muy peligrosa, arriesgar su vida y perderla, no podía permitirme perderla.
Y no, no lo dije, como ella no dijo tantas cosas, pero ese y no otro, era le motivo que me había llevado a alzarme del lecho y a prestarme voluntario.
Dejé escapar el aire de forma pesada, mis ojo se habían perdido en un punto de la habitación, era evidente que ahora mi pensamiento estaba en otro lecho, con otra mujer, aunque era la misma pero diferente.
Su siguiente pregunta me volvió a traer allí ¿si era de la realeza? Algo así, no necesité contestar, ella sola lo hizo por mi. Siempre fue una mujer inteligente y aquel pequeño detalle que yo había contado con normalidad ,a ella no le había pasado desapercibido en absoluto.
Negar la evidencia era ya una tontería así que me limité a guardar silencio y que creyera lo que quisiera.
-exacto, mas vale que encontremos la reliquia o una horda de vikingos te perseguirá en sueños -bromeé dejándome llevar por la risa mientras esta fruncía el ceño y me preguntaba que mas tenia que saber.
-Solo que yo soy tu mejor opción -apunté con descaro mientras sus dedos se paseaban por mi frente apartando los mechones que caían sobre esta rebeldes.
-Estas jugando con fuego Naitiri -susurré con la voz ronca y la entrepierna endurecida.
Ladeó la sonrisa, parecía que las llamas del infierno estaban hechas para ella.
Su boca arrastraba las palabras mientras su dedo me incendiaba, mi respiración se agito, su cabeza bailaba contra mi pecho en un sube y baja.
Era tan evidente mis celos, mi forma de mirarla, por supuesto, nunca se me dio bien disimular, yo era mas de actuar, el problema que no la podía tocar y por Odin en aquel momento solo deseaba voltearla, alzar mi propia camisa y golpear su yunque con mi martillo hasta que mi nombre entre gemidos fuera elevado al cielo.
Su dedo en mis labios, como si me pidiera que guardara silencio, mi boca se entreabrió expulsando el aire contra su piel calcinado de ganas, jadeé. Dispuesto a tomar el océano entero, la bruma se apodero de mi ser enajenando toda razón.
Nuestros ojos se encontraron, como la tempestad mas violenta, el aroma de su piel me embriagaba mas que la hidromiel.
Su boca se alzó buscando la mía, el dedo se aparto dejándome vendido a su sabor, deseaba paladear cada resquicio de ese mar en calma que agitaba mi drakkar.
Durante unos segundos nos quedamos anclados en esa posición, sin timón, a la deriva mientras mi cabeza se orillaba a la suya para dejarse llevar por las salvajes embestidas de las olas.
Naufrague cuando su boca se alejo privándome de ese aliento que por un instante era mi salvavidas, sin remo, enfurecido tensé el gesto, un buenas noches que me incendio por dentro y me alce como lo hace la marea cuando le mar esta revuelto.
Un portazo al adentrarme en el baño, no era ese el modo en el que se sacia un vikingo, mas esta noche parecía que esa seria la única forma en la que podría encontrar puerto, pues mi brújula había quedado pendida del cuerpo de la egipcia.
Gruñí ofuscado bajándome los pantalones, mi mano afianzó el mástil acariciándolo mientras mi garganta emitía roncos jadeos.
Ladeé la sonrisa al escucharla decir que posiblemente ella no sabia tanto como la mujer que logro que la herida sanara y traerme de Hel, si ella supiera que eran la misma persona. Era irónico y no pude evitar que mis ojos se hundieran en los ajenos por un momento, encontrando las llamas indomables de Egipto.
-Seras la primera que lo sepa -susurré con cierto deje de diversión en mi voz.
La verdad me encontraba bien, las fiebres no habían vuelto y empezaba a pensar que las recomendaciones de Naitiri solo eran un intento de atarme a su lado y no dejarme ir por miedo a que no pudiera volver.
¿Como explicarle a una mujer que no escucha que mis motivos para ser yo quien atravesara el portal, y no otro, eran ella?
No podía dejar su seguridad en manso de otro que no fueran las propias, no podía enrolar a la Nai presente en una aventura que bien sabíamos ambos que era muy peligrosa, arriesgar su vida y perderla, no podía permitirme perderla.
Y no, no lo dije, como ella no dijo tantas cosas, pero ese y no otro, era le motivo que me había llevado a alzarme del lecho y a prestarme voluntario.
Dejé escapar el aire de forma pesada, mis ojo se habían perdido en un punto de la habitación, era evidente que ahora mi pensamiento estaba en otro lecho, con otra mujer, aunque era la misma pero diferente.
Su siguiente pregunta me volvió a traer allí ¿si era de la realeza? Algo así, no necesité contestar, ella sola lo hizo por mi. Siempre fue una mujer inteligente y aquel pequeño detalle que yo había contado con normalidad ,a ella no le había pasado desapercibido en absoluto.
Negar la evidencia era ya una tontería así que me limité a guardar silencio y que creyera lo que quisiera.
-exacto, mas vale que encontremos la reliquia o una horda de vikingos te perseguirá en sueños -bromeé dejándome llevar por la risa mientras esta fruncía el ceño y me preguntaba que mas tenia que saber.
-Solo que yo soy tu mejor opción -apunté con descaro mientras sus dedos se paseaban por mi frente apartando los mechones que caían sobre esta rebeldes.
-Estas jugando con fuego Naitiri -susurré con la voz ronca y la entrepierna endurecida.
Ladeó la sonrisa, parecía que las llamas del infierno estaban hechas para ella.
Su boca arrastraba las palabras mientras su dedo me incendiaba, mi respiración se agito, su cabeza bailaba contra mi pecho en un sube y baja.
Era tan evidente mis celos, mi forma de mirarla, por supuesto, nunca se me dio bien disimular, yo era mas de actuar, el problema que no la podía tocar y por Odin en aquel momento solo deseaba voltearla, alzar mi propia camisa y golpear su yunque con mi martillo hasta que mi nombre entre gemidos fuera elevado al cielo.
Su dedo en mis labios, como si me pidiera que guardara silencio, mi boca se entreabrió expulsando el aire contra su piel calcinado de ganas, jadeé. Dispuesto a tomar el océano entero, la bruma se apodero de mi ser enajenando toda razón.
Nuestros ojos se encontraron, como la tempestad mas violenta, el aroma de su piel me embriagaba mas que la hidromiel.
Su boca se alzó buscando la mía, el dedo se aparto dejándome vendido a su sabor, deseaba paladear cada resquicio de ese mar en calma que agitaba mi drakkar.
Durante unos segundos nos quedamos anclados en esa posición, sin timón, a la deriva mientras mi cabeza se orillaba a la suya para dejarse llevar por las salvajes embestidas de las olas.
Naufrague cuando su boca se alejo privándome de ese aliento que por un instante era mi salvavidas, sin remo, enfurecido tensé el gesto, un buenas noches que me incendio por dentro y me alce como lo hace la marea cuando le mar esta revuelto.
Un portazo al adentrarme en el baño, no era ese el modo en el que se sacia un vikingo, mas esta noche parecía que esa seria la única forma en la que podría encontrar puerto, pues mi brújula había quedado pendida del cuerpo de la egipcia.
Gruñí ofuscado bajándome los pantalones, mi mano afianzó el mástil acariciándolo mientras mi garganta emitía roncos jadeos.
Ubbe Cannif- Humano Clase Alta
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Fecha de inscripción : 25/02/2017
Re: Domando las llamas de Egipto. (Naitiri)
Parecía divertido por mis repentinas preguntas cuando terminó de contarme cómo se había hecho aquella herida, debía de haberle dolido lo suyo y no quería ni imaginarme el miedo que habría pasado cuando el veneno comenzó a hacerle efecto. El dolor, la desesperación al decirle los médicos que no podían hacer nada por él, la angustia de su madre… era como si pudiera verlo sin problema alguno, de alguna me lo imaginé que era como si estuviera allí cuando pasó aquello. Por suerte para él alguien no había perdido la esperanza y aunque era un método bastante arriesgado, si se hacía bien, podía ser lo único que hubiera evitado su muerte. La mujer que él había mencionado sabía lo que se hacía y lo había salvado, ahora que yo también sabía algo de conocimientos no podíamos permitir que su esfuerzo fuera en vano. Al momento de que pudiera ver que tenía fiebre sabría que sería por la herida, e iba a estar pendiente de ella para que no le pasara nada y siguiera curándose.
Sonreí cuando dijo que sería la primera en saberlo y lo miré durante unos segundos, parecía que se había perdido en los recuerdos porque tenía la mirada fija en un punto y yo no dije nada en aquellos segundos en los que estuvo perdido en sus memorias, hasta que finalmente le pregunté si era de familia de la realeza. Debía de serlo para haber sido curado en palacio, no todos los guerreros eran atendidos allí… no lo confirmó pero tampoco lo negó, así que al parecer así era, de hecho estaba convencida de que por sus venas corría uno de los linajes vikingos y suspiré… debía de haberme dado esa información. Hice un mohín ante la idea de que me persiguieran vikingos en sueños y sonreí negando lentamente con la cabeza.
-Será mejor entonces que encontremos la reliquia, no quiero que me persigan en sueños vikingos… creo que con tener a uno delante es más que suficiente –reí levemente entre dientes, su siguiente afirmación dicha de tal forma me hizo fulminarlo durante unos segundos poniendo mis ojos sobre los suyos. ¿Por qué me daba la sensación de que iba con un doble significado del cual no podía entender? Algo me decía que no lo decía por fastidiarme y no responderme y me pregunté qué sería aquello que no terminaba de decirme, como le había dicho notaba en mí interior que necesitaba saber cosas que no me estaba contando… y puede que aquello fuera otra más que tuviera que sumar a la lista- Lo dices con tanta convicción… -murmuré para luego dejar que mis dedos recorrieran su frente apartando algunos mechones que caían con gracia por esta, lo miré de forma fija cuando me dijo que estaba jugando con fuego. Lo sabía, me lo había dicho en incontables ocasiones pero como siempre no solía hacer caso de lo que me decían, no es que no hiciera caso, más bien es que era algo que no podía evitar. Me desconcertaba y quería saber por qué lo hacía, por qué me sacaba tanto de mis casillas, por qué mí interior me decía una cosa y mí cabeza otra… por qué en un pequeño rincón no podía evitar ir a encontrarlo… tantos por qués y tan pocas respuestas que me estaba volviendo loca.
Necesitaba saber ciertas cosas y dado que era una mujer de lo más curiosa aquello podía conmigo y con mis convicciones de lo moral y lo ético. Sabía que estaba cruzando una línea de fuego, sabía que estaba cruzando una raya que él me había advertido que no cruzara… pero no podía evitarlo, o si podía y no quería… ya no sabía nada y eso me desconcertaba bastante. Por norma general era una mujer que tenía las cosas bastante claras en la vida, que se me presentara aquel hombre en mí vida irrumpiendo de aquella manera y que despertara de aquella manera todo aquello en mí rompía los esquemas y los puzles que yo siempre tenía a buen recaudo, guardados y ordenados… no podía evitar querer hallar respuestas.
Parecía que el ambiente en la habitación había cambiado de repente, no me apartó de encima de él y yo no me moví para apartarme mientras mis dedos bajaban por su nariz y le decía todo aquello. No lo negó en ningún momento, tampoco podría hacerlo porque lo había visto y él me lo había demostrado en más de una ocasión… como ya incontables las veces que me había dicho que no me mordiera el labio, ¿y yo qué hacía? Mordérmelo. Pero aquello era una manía, no podía pretender que cambiara una manía forjada durante toda mí vida porque a él aquel gesto le pareciera sexy, o erótico… y su cuerpo reaccionara como estímulo por ello. La habitación había quedado ahora en silencio y solamente la tormenta de fuera parecía acompañar lo que estaba pasando fuera, solamente se oían nuestras respiraciones agitadas como lo estaba la mar, el viento golpeando contra la ventana y las olas contra el barco haciendo que se moviera en mitad de la tormenta.
Mí dedo se quedó en su labio y mis ojos buscaron los suyos, no entendía qué me pasaba a veces con él pero como ya había dicho era una mujer curiosa y me gustaba saberlo todo, más cuando se trataba de algo que me concernía directamente. Mí aliento chocó contra el suyo estando mí rostro a poca distancia del suyo, me había dicho que me apartara y una parte de mí me dijo que debía de hacerle caso, otra me dijo que probara a ver qué pasaba si no lo hacía y seguía a mí instinto. Estábamos tan cerca, tanto, que nuestros labios de habernos movido un milímetro se habrían rozado… ¿habría sido la perdición para los dos? Probablemente sí, lo hubiera sido.
En el último momento no queriendo ser mala con él mis labios terminaron por desviarse aún sintiendo nuestros pechos subir y bajar algo desbocados por aquello, y finalmente le di un beso en la mejilla como despedida de buenas noches. Habíamos empezado mal el día, mínimo que termináramos bien la noche… o eso fue lo que quise pensar. Me tumbé a su lado y me acomodé el rostro sobre él para poder conciliar el sueño… pero a parecer él no iba a poder hacerlo. Sin decir nada se levantó con fuerza de la cama haciendo que me quedara a un lado de la cama y lo viera meterse al aseo dando un sonoro portazo que hizo que retumbara un poco en la habitación. Mis ojos se quedaron fijos en la puerta de este como si esperara que saliera aunque sabía qué era lo que hacía ahí dentro.
-Soy una idiota… -murmuré sentándome en la cama y apoyando la espalda contra la pared, rodeando mis piernas con mis brazos. Me mordí el labio con fuerza cuando escuché el primer jadeo traspasar la puerta, me lo había dicho, me había avisado y yo sin embargo no le había hecho caso alguno. En ninguna de todas las veces me había hecho nada a mí, no había ido a por mí aunque con su fuerza podría perfectamente conmigo… habría preferido irse al aseo y no darme una lección por lo que yo misma había provocado y calentado. Eso decía mucho de él, más cuando seguramente supiera que sabía lo que estaba haciendo. Apoyé la cabeza contra la pared y cerré los ojos sintiéndome como una estúpida, ahora pensaría sin duda alguna que el que hubiera sido una prostituta me vendría como anillo al dedo, dado lo que acababa de pasar… y yo solita me lo había buscado.
Otro ronco jadeo me hizo mirar la puerta y acabé por levantarme de la cama y acercarme a la puerta del aseo, cuando mí mano se alzó hacia el pomo escuchar más de cerca otro jadeo me hizo quedarme quieta, ¿qué era lo que pretendía hacer exactamente? ¿Qué iba a hacer cuando abriera la puerta? ¿Ponerle remedio? El remedio hubiera sido no jugar con fuego como me había dicho… y, la verdad, ahora mismo por mucho que quisiera que no estuviera así el “daño” ya estaba hecho, y no podía hacer nada por él. Al menos, no ahora. Bajé mí mano y volví sobre mis pasos para tumbarme en la cama quedándome casi en el centro de esta tapándome con la manta, cerré los ojos y mí mano se quedó donde había estado él tumbado sintiendo el lugar caliente, dejando que su esencia me calmara. No supe cuánto tiempo pasó, pero poco a poco me dejé vencer por el sueño hasta que ya no fui consciente de nada más.
No supe tampoco cuándo fue que él salió del aseo porque yo ya estaba durmiendo, pero cuando volvió a tumbarse en la cama de forma inconsciente como si supiera que estaba allí mí cuerpo se acurrucó contra el suyo, buscándolo mientras seguía soñando sin enterarme de nada, como si de alguna forma que no lograba a entender lo necesitara para poder terminar la noche de forma tranquila, como la pasada.
Desperté cuando los rayos del sol de nuevo se colaron por la ventana del camarote, parpadeé acostumbrándome a la luz que había en el lugar y al abrir los ojos del todo me di cuenta de que como el pasado día desperté con su brazo rodeando mí cintura y pegado a su cuerpo, salvo que esta vez mí cabeza quedaba recostada contra su pecho que subía y bajaba con lentitud dándome a entender que seguía dormido. Lancé un suspiro y elevé mí rostro para ver que seguía durmiendo, me mordí el labio sintiéndome fatal por lo que pasó anoche y volví a apoyar mí cabeza en su pecho mirando hacia la ventana y el buen día que se presentaba. Hoy por fin llegaríamos a Egipto, no quedaría mucho para llegar y aquellos días de “tranquilidad” seguramente que se habrían acabado… aquello había sido como un pequeño parón antes de continuar con lo que nos había echo tomar aquel barco. Mí mano descansaba en su costado y durante unos minutos me di el lujo de quedarme con aquella tranquilidad que había en el lugar.
Terminé por levantarme sin despertarlo y lo contemplé durmiendo de aquella forma, parecía tranquilo y relajado en el sueño y yo abandoné la cama para meterme al aseo y darme un baño dejando la camisa en la cama, cogí mí ropa y me cambié en el aseo. Con una de las toallas que llevaba secaba mí pelo y me senté en el borde de la cama ya cambiada observándolo, seguía durmiendo y no se había percatado de nada. Mí rostro se inclinó hacia el suyo y lo observé dormir de forma plácida con una sonrisa. Dejé la toalla a un lado y mí mano fue a su brazo para rozarlo de forma leve, no quería despertarlo de golpe.
-Vikingo –murmuré moviendo un poco su brazo para que se despertara, cuando finalmente sus ojos azules se abrieron y buscaron los míos le sonreí mirándole- Buenos días –comenté mirando un momento hacia la ventana- Creo que estamos llegando ya –volví a mirarlo- deberías de cambiarte, te he dejado la camisa en la cama –la señalé con mis ojos y aparté el pelo de mí rostro- Te espero en el comedor para desayunar, después recogeré las cosas y nos vemos en cubierta ¿vale? –Terminé por levantarme y a mediante camino hacia la puerta me giré para mirarle- Yo… gracias –terminé murmurando antes de salir por la puerta y poner rumbo al comedor.
Sonreí cuando dijo que sería la primera en saberlo y lo miré durante unos segundos, parecía que se había perdido en los recuerdos porque tenía la mirada fija en un punto y yo no dije nada en aquellos segundos en los que estuvo perdido en sus memorias, hasta que finalmente le pregunté si era de familia de la realeza. Debía de serlo para haber sido curado en palacio, no todos los guerreros eran atendidos allí… no lo confirmó pero tampoco lo negó, así que al parecer así era, de hecho estaba convencida de que por sus venas corría uno de los linajes vikingos y suspiré… debía de haberme dado esa información. Hice un mohín ante la idea de que me persiguieran vikingos en sueños y sonreí negando lentamente con la cabeza.
-Será mejor entonces que encontremos la reliquia, no quiero que me persigan en sueños vikingos… creo que con tener a uno delante es más que suficiente –reí levemente entre dientes, su siguiente afirmación dicha de tal forma me hizo fulminarlo durante unos segundos poniendo mis ojos sobre los suyos. ¿Por qué me daba la sensación de que iba con un doble significado del cual no podía entender? Algo me decía que no lo decía por fastidiarme y no responderme y me pregunté qué sería aquello que no terminaba de decirme, como le había dicho notaba en mí interior que necesitaba saber cosas que no me estaba contando… y puede que aquello fuera otra más que tuviera que sumar a la lista- Lo dices con tanta convicción… -murmuré para luego dejar que mis dedos recorrieran su frente apartando algunos mechones que caían con gracia por esta, lo miré de forma fija cuando me dijo que estaba jugando con fuego. Lo sabía, me lo había dicho en incontables ocasiones pero como siempre no solía hacer caso de lo que me decían, no es que no hiciera caso, más bien es que era algo que no podía evitar. Me desconcertaba y quería saber por qué lo hacía, por qué me sacaba tanto de mis casillas, por qué mí interior me decía una cosa y mí cabeza otra… por qué en un pequeño rincón no podía evitar ir a encontrarlo… tantos por qués y tan pocas respuestas que me estaba volviendo loca.
Necesitaba saber ciertas cosas y dado que era una mujer de lo más curiosa aquello podía conmigo y con mis convicciones de lo moral y lo ético. Sabía que estaba cruzando una línea de fuego, sabía que estaba cruzando una raya que él me había advertido que no cruzara… pero no podía evitarlo, o si podía y no quería… ya no sabía nada y eso me desconcertaba bastante. Por norma general era una mujer que tenía las cosas bastante claras en la vida, que se me presentara aquel hombre en mí vida irrumpiendo de aquella manera y que despertara de aquella manera todo aquello en mí rompía los esquemas y los puzles que yo siempre tenía a buen recaudo, guardados y ordenados… no podía evitar querer hallar respuestas.
Parecía que el ambiente en la habitación había cambiado de repente, no me apartó de encima de él y yo no me moví para apartarme mientras mis dedos bajaban por su nariz y le decía todo aquello. No lo negó en ningún momento, tampoco podría hacerlo porque lo había visto y él me lo había demostrado en más de una ocasión… como ya incontables las veces que me había dicho que no me mordiera el labio, ¿y yo qué hacía? Mordérmelo. Pero aquello era una manía, no podía pretender que cambiara una manía forjada durante toda mí vida porque a él aquel gesto le pareciera sexy, o erótico… y su cuerpo reaccionara como estímulo por ello. La habitación había quedado ahora en silencio y solamente la tormenta de fuera parecía acompañar lo que estaba pasando fuera, solamente se oían nuestras respiraciones agitadas como lo estaba la mar, el viento golpeando contra la ventana y las olas contra el barco haciendo que se moviera en mitad de la tormenta.
Mí dedo se quedó en su labio y mis ojos buscaron los suyos, no entendía qué me pasaba a veces con él pero como ya había dicho era una mujer curiosa y me gustaba saberlo todo, más cuando se trataba de algo que me concernía directamente. Mí aliento chocó contra el suyo estando mí rostro a poca distancia del suyo, me había dicho que me apartara y una parte de mí me dijo que debía de hacerle caso, otra me dijo que probara a ver qué pasaba si no lo hacía y seguía a mí instinto. Estábamos tan cerca, tanto, que nuestros labios de habernos movido un milímetro se habrían rozado… ¿habría sido la perdición para los dos? Probablemente sí, lo hubiera sido.
En el último momento no queriendo ser mala con él mis labios terminaron por desviarse aún sintiendo nuestros pechos subir y bajar algo desbocados por aquello, y finalmente le di un beso en la mejilla como despedida de buenas noches. Habíamos empezado mal el día, mínimo que termináramos bien la noche… o eso fue lo que quise pensar. Me tumbé a su lado y me acomodé el rostro sobre él para poder conciliar el sueño… pero a parecer él no iba a poder hacerlo. Sin decir nada se levantó con fuerza de la cama haciendo que me quedara a un lado de la cama y lo viera meterse al aseo dando un sonoro portazo que hizo que retumbara un poco en la habitación. Mis ojos se quedaron fijos en la puerta de este como si esperara que saliera aunque sabía qué era lo que hacía ahí dentro.
-Soy una idiota… -murmuré sentándome en la cama y apoyando la espalda contra la pared, rodeando mis piernas con mis brazos. Me mordí el labio con fuerza cuando escuché el primer jadeo traspasar la puerta, me lo había dicho, me había avisado y yo sin embargo no le había hecho caso alguno. En ninguna de todas las veces me había hecho nada a mí, no había ido a por mí aunque con su fuerza podría perfectamente conmigo… habría preferido irse al aseo y no darme una lección por lo que yo misma había provocado y calentado. Eso decía mucho de él, más cuando seguramente supiera que sabía lo que estaba haciendo. Apoyé la cabeza contra la pared y cerré los ojos sintiéndome como una estúpida, ahora pensaría sin duda alguna que el que hubiera sido una prostituta me vendría como anillo al dedo, dado lo que acababa de pasar… y yo solita me lo había buscado.
Otro ronco jadeo me hizo mirar la puerta y acabé por levantarme de la cama y acercarme a la puerta del aseo, cuando mí mano se alzó hacia el pomo escuchar más de cerca otro jadeo me hizo quedarme quieta, ¿qué era lo que pretendía hacer exactamente? ¿Qué iba a hacer cuando abriera la puerta? ¿Ponerle remedio? El remedio hubiera sido no jugar con fuego como me había dicho… y, la verdad, ahora mismo por mucho que quisiera que no estuviera así el “daño” ya estaba hecho, y no podía hacer nada por él. Al menos, no ahora. Bajé mí mano y volví sobre mis pasos para tumbarme en la cama quedándome casi en el centro de esta tapándome con la manta, cerré los ojos y mí mano se quedó donde había estado él tumbado sintiendo el lugar caliente, dejando que su esencia me calmara. No supe cuánto tiempo pasó, pero poco a poco me dejé vencer por el sueño hasta que ya no fui consciente de nada más.
No supe tampoco cuándo fue que él salió del aseo porque yo ya estaba durmiendo, pero cuando volvió a tumbarse en la cama de forma inconsciente como si supiera que estaba allí mí cuerpo se acurrucó contra el suyo, buscándolo mientras seguía soñando sin enterarme de nada, como si de alguna forma que no lograba a entender lo necesitara para poder terminar la noche de forma tranquila, como la pasada.
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Desperté cuando los rayos del sol de nuevo se colaron por la ventana del camarote, parpadeé acostumbrándome a la luz que había en el lugar y al abrir los ojos del todo me di cuenta de que como el pasado día desperté con su brazo rodeando mí cintura y pegado a su cuerpo, salvo que esta vez mí cabeza quedaba recostada contra su pecho que subía y bajaba con lentitud dándome a entender que seguía dormido. Lancé un suspiro y elevé mí rostro para ver que seguía durmiendo, me mordí el labio sintiéndome fatal por lo que pasó anoche y volví a apoyar mí cabeza en su pecho mirando hacia la ventana y el buen día que se presentaba. Hoy por fin llegaríamos a Egipto, no quedaría mucho para llegar y aquellos días de “tranquilidad” seguramente que se habrían acabado… aquello había sido como un pequeño parón antes de continuar con lo que nos había echo tomar aquel barco. Mí mano descansaba en su costado y durante unos minutos me di el lujo de quedarme con aquella tranquilidad que había en el lugar.
Terminé por levantarme sin despertarlo y lo contemplé durmiendo de aquella forma, parecía tranquilo y relajado en el sueño y yo abandoné la cama para meterme al aseo y darme un baño dejando la camisa en la cama, cogí mí ropa y me cambié en el aseo. Con una de las toallas que llevaba secaba mí pelo y me senté en el borde de la cama ya cambiada observándolo, seguía durmiendo y no se había percatado de nada. Mí rostro se inclinó hacia el suyo y lo observé dormir de forma plácida con una sonrisa. Dejé la toalla a un lado y mí mano fue a su brazo para rozarlo de forma leve, no quería despertarlo de golpe.
-Vikingo –murmuré moviendo un poco su brazo para que se despertara, cuando finalmente sus ojos azules se abrieron y buscaron los míos le sonreí mirándole- Buenos días –comenté mirando un momento hacia la ventana- Creo que estamos llegando ya –volví a mirarlo- deberías de cambiarte, te he dejado la camisa en la cama –la señalé con mis ojos y aparté el pelo de mí rostro- Te espero en el comedor para desayunar, después recogeré las cosas y nos vemos en cubierta ¿vale? –Terminé por levantarme y a mediante camino hacia la puerta me giré para mirarle- Yo… gracias –terminé murmurando antes de salir por la puerta y poner rumbo al comedor.
Naitiri Zahir- Humano Clase Alta
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