Bittersweet Life [privado]

Trágica noche era aquella para ponerse a pensar.
Trágicos también esos ojos oscuros.

Empañados por una nebulosa etílica debido a aquella copa de whisky de más, que ahora pesaba en su cuerpo adormeciéndole lentamente los músculos mientras un hormigueo se extendía por cada poro de su piel. Tenía la extraña sensación que no era dueño de su propio cuerpo, este parecía haber sido robado por algún ente oscuro que guiaba sus pasos por las calles mientras él se perdía en los caminos de la inconsciencia. Detestaba no tener el control, sobretodo sobre sí mismo, pero había sido desorientado en las callejuelas rotas de su laberíntica mente por un demonio traicionero.

Un demonio de ojos color zafiro.

No era momento para ponerse a recordar y perderse en las imágenes de aquella turbia noche, tenía cosas más importantes entre manos a las que no podía darles la espalda ni un fugaz instante, pero su cabeza se negaba a concentrarse y terminó buscando una vez más respuestas en el fondo de una botella. Se estaba convirtiendo en una mágica noche en la que todos sus demonios y fantasmas venían a hacerle compañía, rodeándole y hablándole al oído con voces suaves y etéreas que le llevaban a la palidez extrema.

"Estoy muy decepcionado contigo, Dominic".

Recordaba a aquel que guió sus pasos en una ocasión. En las personas que una vez amó. Todas arrebatadas por el caprichoso baile de dos cainitas aburridos. Desde entonces todo era diferente, no sentía que tuviera una vida, más bien oscilaba en el vertiginoso vaivén de una cuerda que separaba la vida de la muerte. ¿Qué le quedaba por hacer en este mundo que no podía irse todavía?

Noches en vela de silencios y soledades, de batallas interminables y heridas supurando. De cigarros eternos reposando en unos labios agrietados. Humo extendiéndose hacia la luz, creando sombras acechadoras, ondulando hacia arriba para hacerle observar aquel oscuro cielo que le recibía ahora nublado, como su mente. Traía sueños al anochecer, anhelando probar otra vez. Una ciudad en silencio ruega por algo de amor. Almas perdidas vagabundeando por sus calles mojadas, escondiéndose por miedo en la oscuridad de la noche. Callejones que conocen secretos sólo guardados en corazones ahora solitarios. Una sirena de alarma rompiendo el aire en busca de otro cuerpo marchito...

Nadie duerme en el infierno.

Creía necesitar a alguien que diera sentido a una vida que por ahora creía perdida. El trabajo ocupaba todo su tiempo, se entregaba servicialmente al cien por cien creyendo que con ello tenía suficiente, que las puertas del Cielo le serían abiertas aún con tanto pecado cargando en las espaldas. Pero tuvo que fijarse en un demonio que terminó por consumir su alma y hacer que olvidara su camino.

Su verdadero camino en la vida.

Otro camino tenía delante, un camino de pecado que empezaba a iluminarse por las luces rojas del burdel. No recordaba cómo había acabado allí, pero sí era consciente de qué necesitaba. Lo que no esperaba era encontrarse a Corbin en condiciones parecidas, peleando con sus propios demonios en la parte más oscura de aquel callejón camino al país de los deseos.

-Hey! - le llamó, trastabillando con la basura que  los satisfechos dejaban al salir. - Corbin. ¿Estás bien? - se detuvo a su lado y dio otro trago a la botella, meneando la cabeza al darse cuenta que estaba ya vacía. - ¿Qué te ocurre? - Sus propios problemas desaparecieron en cuanto le vio la marchita expresión.

La única diferencia entre el párroco y él, era que Corbin no estaba borracho. Acababa de ver salir a Stein de allí, no sabía si iría a ver a Aveline o al final se quedaría todo en una insulsa charla, pero él había dejado escapar lo único que era suyo y real, porque el miedo por perderla había sido tan contundente que le había dejado cicatrices en el pecho y en su alma. Con la espalda apoyada contra la pared del burdel, aun pensaba en lo que había hecho, cuestionándose si había sido lo correcto, si debió mentir a Stein, no decirle nada y quedarse a Faith para él, lo poco que pudiera ofrecerle pero..Pero le importaba la lady inglesa, más de lo que estaba dispuesto a admitir ante nadie, ni siquiera ante él y pretendía morir llevándose consigo esa información. Ella se merecía un hombre de verdad, uno como Ackerman que a pesar de ser un capullo mayúsculo podría defenderla, protegerla y estar a su lado en cualquier faceta de su vida. Hasta les había escuchado hablar y bromear sobre estar prometidos, que parecía una broma de mal gusto para fastidiar al otro pero en el fondo él no captó que fueran tan reacios como demostraban. Lo más importante en las personas no eran lo que decían, si no lo que callaban y para bien o para mal, Corbin podía leer lo que no querían decir.

Escuchó la voz de Dom, se giró, sin darle tiempo a ocultar la expresión de total desazón que llevaba..No estaba para servir a nadie, no estaba con el ánimo, no tenía el escudo que le protegía de no sentir nada pero..Ver a Dom le causó remordimientos. De todas las personas que pudiera haberse encontrado, Dom era también el último de la lista. ¿Cómo iba a mirarle a la cara? Por un momento, se le ocurrió ignorarle, clavar los ojos azules en el suelo y hacer como si no existiera, negándose a hablar con nadie cuando tenía su verdadera forma de ser a flor de piel, pero..La botella y los ojos vidriosos del párroco le delataron. Al ver que la botella estaba vacía, miró al hombre.-...¿No debería preguntar yo eso..?

Se acercó a él, cogiendo la botella vacía de su mano para quitársela, fuera que se le cayera de las manos o algo peor. La dejó en el suelo, colocada en una esquina, donde no pudiera hacerse añicos y volvió a mirarle.-..¿Qué hace aquí, padre?- Luego cayó..Estaba en el burdel, seguramente habría venido a..Bueno. Suspiró.- Debería volver a la parroquia..Hoy no soy buena compañía.-Sugirió, más que nada porque le notaba bastante alcoholizado. Apoyó una mano sobre su hombro cuando Dom hizo un movimiento errático.-...¿Qué ha ocurrido..?- Se lo preguntó de vuelta porque..Sabía que el padre bebía, más de la cuenta, pero verle en ese estado de embriaguez no era lo más natural, por lo general, Dom podía beber bastante y contener los efectos, pero esta vez no era así...Así que habría tenido que consumir más de una botella.

Se apoyó en él por pura inercia, pues con tanto alcohol encima su cuerpo temblaba como las piernas de una colegiala ante la pronta represalia por una mala travesura. Su rostro se iluminó con la amable sonrisa que siempre vestía, no obstante aquella noche sus ojos dejaban al desnudo la triste nostalgia que atenazaba su alma. Movió los dedos al serle arrebatada la botella, mas no protestó, pues a cada segundo que fue pasando se fue olvidando de qué había estado sujetando. La memoria se volvía caprichosa cuando bailaba con su viejo amigo Jack. Sin embargo, el alcohol no le había derrotado todavía, aún quedaba algo de lucidez en su cabeza que le permitió sosegarse un poco y conversar con Corbin.

-Los demonios me han guiado, joven Corbin, y sinceramente esta vez les he dejado - soltó una risita entre dientes, reflejo de la resignación ante la derrota. - No creo que mi cuerpo esta noche esté en sus plenas facultades, ya me entiendes, pero no quería estar solo - confesó sincero, soltándole para apoyarse en la pared a su lado, mirando al cielo a la espera que la brisa fresca le despertara un poco más. - Déjame invitarte a algo, en compensación por esa sopa que tan bien le sentó a mi cuerpo. Así podrás confesarme tus propios demonios sin temor a que mañana pueda recordarlos.

Se irguió impulsándose con la cadera y le dio unos golpecitos en el hombro apremiándole a seguirlo al burdel. - Vamos, no tengas el descaro de ponerle excusas a un hombre de Dios - bromeó, mirándole por encima del hombro con una cándida sonrisa - o te aseguro que cuando me muera vendrá mi fantasma a atormentarte! - Estallando a carcajadas se acercó a la puerta del burdel y le esperó, extendiendo el brazo con una ceja arqueada, invitándole, o más bien convenciéndole, a entrar.

Corbin observó al párroco en silencio, él tampoco quería estar solo pero era lo mejor para todos, esa  noche se sentía vulnerable, con su verdadera forma de ser a flor de piel, hoy seguro no era un buen día para servir a nadie. Preferiría quedarse sin cenar y durmiendo en ese callejón que tener que compartir la cama con algún desgraciado como él. Ante el estado de Dominic, se preguntó si él sabía a dónde había ido Stein...pero era imposible, hacía poco que acababa de ver cómo el hechicero se largaba y no tenía claro que fuera con Aveline, pero por su bien, esperaba que si. Le había dicho a la mujer que iba a estar allí y..Le mintió. Suponía que no le iba a echar en falta si encontraba a Ackerman en su lugar. Suspiró de nuevo, derrotado, asqueado de vivir.

No le gustaba el alcohol, ni nada que alterase su percepción. No tenía buenos recuerdos de cuando le obligaban a consumir alguna sustancia, así que lo evitaba en la medida de lo posible pero..Si podía olvidar..Aunque fuera por un solo instante. Cerró los ojos y dejó caer la cabeza hacia atrás, contra la pared. Si. Hoy era una buena noche para beber. Con suerte no se volvería a despertar. Aun no entendía por qué se aferraba tanto a la vida, no merecía la pena.- Está bien…- Le dolía aun más y le hacía sentir peor que nunca que fuera, nada menos que, Dom quien estuviera allí. Acababa de lanzar al hombre que le gustaba a los brazos de la mujer que quería él, era irónico y absurdo y muy cruel, porque se estaba aprovechando de la buena voluntad del hombre al que le acababa de joder vivo.

Se incorporó, resignado y siguió a Dom al interior del burdel negando suavemente con la cabeza.- No creo que pudiera quejarme si me atormenta, Padre.- Abrió la puerta al párroco para que pudiera entrar y caminó hacia la barra, estaba realmente apagado, pero a pesar de todo pidió dos whiskys, uno de ellos doble. Se apartó de la barra, porque sabía de sobra que a pesar no parecerlo los camareros escuchaban todo lo que se hablaba allí, así que se alejó hasta apartar a una de las muchachas que se insinuaba en un sofá que hacía esquina al lado del fuego, esta se largó chasqueando la lengua. Corbin se acomodó allí, suponiendo que Dom le seguiría. Cerró los ojos con firmeza de nuevo antes de beber el whisky, la mitad, de una sentada. El grandullón sufrió un escalofrío y siseó por el nauseabundo sabor.- ¿Le importa que pida una botella?..

El ambiente de júbilo y lujuria que flotaba en el aire distaba mucho de cómo se sentía el párroco por dentro, pero sus defensas trabajaban siempre para adaptarse a cualquier entorno, por lo que no tardó en dibujar una sonrisa relajada mientras paseaba la vista alrededor. Si el secretismo no fuera más valioso que el mismo dinero le sería imposible entrar en aquel antro, su reputación se habría visto afectada desde el primer día que puso un pie ahí; gracias a Dios, a nadie le importaba el mal camino que eligiera un religioso de tan poco renombre y tan baja importancia como él, podía pasar desapercibido solo con quitarse el alzacuellos, algo que hizo de inmediato antes de que el camarero se acercara, metiendo la pequeña veta de tela en el bolsillo de su viejo abrigo.

-Pide lo que quieras, cuanto más mejor en este instante - el alcohol nunca era suficiente si la mente seguía activa y dando vueltas al mismo pensamiento como una noria eterna. - Y no me trates de usted. No ahora, al menos, poco respeto merezco encontrándome aquí dentro - añadió con sonrisa cómplice, esperando en silencio que el camarero les trajera la bebida para centrarse nuevamente en aquellos ojos tristes que tenía ante él. - ¿Qué te carcome, amigo? Puedes contármelo, aunque no esté oficiando siempre sé guardar bien los secretos - aunque eso tal vez se debiera a que nunca tenía a nadie a quien contárselos. O que toda su vida era un completo secreto a ojos de los demás.

-Antes de que digas que no o te andes con rodeos - le señaló con un dedo acusador. No es que le conociera demasiado, apenas era la segunda o tercera vez que se veían, pero a simple vista era fácil entrever una personalidad más bien reservada en su acompañante aquella noche - ...te prometo que no te daré sermones religiosos, mucho menos me escandalizaré por nada. Puedes confiar en mí, Corbin, si quieres... Aunque admito que sería todo un gozo poder contar con tu amistad - le guiñó un ojo y se apartó de la mesa mientras traían la botella, cogiendo el vaso que no tardó ni un pestañeo en vaciarse en el gaznate. Meneó la cabeza soltando un suspiro amargo por el whisky y se quitó el abrigo, mirándole pendiente de que se desahogara de una vez. - Si quieres un trato justo y que cuente yo primero, me parece bien, aunque ya conoces mi mayor secreto, que a la vez es un tormento. Ese demonio de ojos azules me tiene totalmente atormentado... - sonrió con resignada aceptación.

Por mucho que él intentase entrar en el ambiente no iba a poder, lo sabía. El verdadero Corbin era un ser amargo y taciturno, uno que odiaba a la gente, el tacto y la falsedad del mundo en el que vivía. Odiaba vivir, pero era demasiado cobarde para quitarse la vida, a pesar de que había motivos suficientes para hacerlo. Sobre todo en esos momentos. Siguió al párroco hasta la barra y contempló en silencio cómo se quitaba el alzacuellos y se lo guardaba en el bolsillo como si no significase nada. Corbin nunca juzgaba a las personas, no conocía a Dominic para saber el motivo de su condición, ¿Quién era él para pensar mal de nadie siendo lo que era? ¿Qué derecho podría tener a mirar de soslayo a la gente? Él no había tenido opciones, tal vez Dominic tampoco antes de ser párroco, le importaba muy poco si en realidad le importaba un pito la iglesia o Dios, ese era su problema y no el de él. Le cogió la chaqueta cuando se la colgó en el perchero, fue un gesto servicial y automático del que apenas se percató y se sentó con él, al lado.

Miró al cura sintiéndose aun más miserable de lo que era. No le conocía apenas, pero notaba que no tenía mal corazón, tal vez era un hombre demasiado dado al alcohol y a las malas compañías, pero no veía en él nubes de deseo infame o una vida llena de excesos, sencillamente era humano y como todos los demás, no era perfecto. Algo le decía que llevaba su propia tortura, su propio pesar..Aunque no se lo dijera con palabras, aunque alguien normal no pudiera adivinar lo que ocultaban esos ojos. Se sintió culpable y tenso cuando le señaló con aquel dedo y bajó completamente la mirada cuando mencionó al diablo de ojos azules que conocía bien. Se levantó del asiento y fue a por la botella, no quería abusar de la buena voluntad de Dominic pero..Hoy necesitaba que su mente no fuera la suya. Pidió whisky y sirvió de la nueva botella un vaso para Dom y otro para él. Se lo bebió, prácticamente entero de un sorbo y se notó que no estaba acostumbrado al sabor y que no lo apreciaba para nada, pero después de una momentánea mueca siseó y se llenó el vaso, sin mirarle todavía.- Acabo de empujar a otro hombre a los brazos de la mujer que...De una mujer. Mi amistad no vale nada. Yo no valgo nada. No merezco sentarme aquí, deberías estar pateándome. Alguien debería hacer el favor de matarme.- Bebió el vaso de whisky, pero esta vez no pudo tragárselo entero, solo una parte y aun así cerró los ojos para pasar el mal trago. Que de todas las personas..De todo el mundo, tuviera que ser el párroco...No. No se merecía su presencia, no se merecía su consideración.

-De la mujer que amas, ¿no es así? - sonrió cómplice, no hacía falta conocerle para saber cómo terminaba aquella frase, después de todo muchos problemas del ser humano se resumían en amorosos. No era difícil tampoco adivinar por qué no estaba con la mujer que amaba, había escuchado suficientes confesiones en el prostíbulo para saber que ninguna prostituta, hombre en ese caso, se permitía el enamorarse y pasar página. Jugó con los dedos alrededor del vaso, contorneando el borde. - Seguro tenías un buen motivo para hacerlo, ¿no es así? Porque todos somos un poco egoístas en el fondo, no la habrías mandado a los brazos de otro hombre si no creyeras que es lo adecuado - le dedicó una sonrisa de comprensión. No consolaba, pero ambos estaban sufriendo por motivos amorosos, y ambos se negaban a pasar página en sus vidas y lanzarse a aquella relación inexistente.

Bebió como si hubiera andado durante días por el desierto sin una gota de agua. Al tercer vaso ya no amargaba, la garganta se acostumbraba y su mente empezaba a extenderse, relajándose. También era más sencillo dejar permanente su serena sonrisa con cierta inocencia, aunque en su mente se arremolinaran pensamientos oscuros como una tormenta preparándose para estallar. - ¿La conociste aquí, en el burdel? Es... ¿otra cortesana? - no era curioso ni un chismoso, pero sabía lo bien que sentaba tener a alguien con quien desembuchar todo lo que a uno le carcomía la cabeza. Tal como le dijo con total sinceridad, le consideraba ya un amigo aunque apenas se hubieran visto, al menos era uno de los pocos, por no decir únicos y excluir a Dios, con quien él mismo se había sincerado con el tema Ackerman.

Miró su vaso de whisky, sin contestarle, porque era evidente que el cura estaba menos borracho de lo que aparentaba..O con sobredosis de alcohol incluida había sido capaz de ver lo que había intentado ocultar. No sabía por qué estaba hablando de ello, pero se sentía completamente vulnerable, abierto en canal, con todas las entrañas oscuras expuestas al público. Tenía que estar agradecido de que fuera Dominic y no un cliente cualquiera el que se hubiera acercado a él esa noche.

El párroco no se hacía a una idea de lo egoísta que Corbin había sido, porque no solo había arrastrado a Faith hacia otro hombre, si no que lo había hecho hacia el hombre por el que el hombre que tenía al lado sentía algo y él lo sabía de antemano. Era tan miserable..Pero si tenía que elegir la felicidad de Faith o la del inquisidor..No había color, Faith estaba por encima de todo en su mente y en su pecho, incluso por encima de él mismo, haría lo que fuera por ella, hasta hacer daño a Dominic.

Cogió aire y bebió un suave trago, aun no comprendía cómo él podía tragar y tragar sin hacer una sola mueca y a él le parecía estar bebiendo cera derretida. Se acomodó en el asiento o lo intentó y miró al infinito unos segundos, sopesando la respuesta.- No..Ella no es..No es una compañera. Era mi cliente..O tampoco, porque no me ha dejado tocarla, así que supongo que no se..Pero si, la conocí en el burdel, buscaba a otra persona y nos encontramos de casualidad.-Bebió con firmeza por lo que iba a decir, se llenó el vaso de whisky.- Salió herida por mi culpa..Y casi la pierdo así que me di cuenta de que deberían cuidar de ella..

Corbin se equivocaba. Estaba realmente borracho, la diferencia era que su descontrolada ingesta de alcohol, años siendo su base de alimentación, le había dado una mayor tolerancia a este. Se sentía mareado y débil, con la mente lenta, mas no impedía que trabajara como normalmente hacía. Sobretodo cuando por primera vez después de mucho tiempo tenía motivos de verdad para sacarle humo al cerebro. Todo por ese brujo. De haber sabido que afectaría tanto a su vida, se habría limitado a liberarlo y olvidar volver a encontrarse con él en el camino.

-¿Por qué no la cuidaste tú? Estoy seguro que conoces médicos, incluso hechiceros, que habrían podido echarte una mano. Por qué, con todas las opciones que podría haber, ¿elegiste esa? - se quedó un momento callado y la bombilla se encendió. - Ella está enamorada de ese otro hombre... - resolvió con un suspiro, entendiendo finalmente lo complicada que era aquella situación, y lo mucho que le entendía. - Te entiendo... y ahora entiendo lo bien que has hecho con tu decisión, aunque sé lo mucho que debe dolerte en este instante.


Miró alrededor. El ajetreo, las risas. Nada de aquello encajaba en la conversación que estaban teniendo, era demasiado frívolo. Le miró a los ojos, ladeando la cabeza. - ¿Hay algún otro sitio donde podamos seguir charlando más tranquilos? No creo que este sea el entorno adecuado, y ya se sabe que hay oídos en todas partes. ¿Quieres subir? Solo para hablar... - pensaba en aquella guardilla donde estuvieron la última vez, donde fue  él quien desahogó sus emociones encerradas. Sabía que ahí nadie les molestaría, pero tampoco quería obligar a Corbin, su buen amigo, a abrirse más a él. Lo notaba contenido, algo más rondaba su cabeza, pero no insistiría si no quería hablar. Al menos mientras no fuera necesario. Trataría de prestar más atención a sus expresiones y palabras, buscando leer entre líneas si necesitaba desembuchar algo más.

Si era sincero no había pensado en la posibilidad de tener contactos, si, los tenía y de hecho tenía información de más de un pez gordo y una sola palabra suya bastaría para que le pusieran una mansión en algún recóndito bosque y vivir la vida con una pensión anual, pero..No era así. No se aprovechaba de ese tipo de circunstancia ni de secretos, como a él no le gustaría que se aprovechasen de los suyos, así que mantenía totalmente alejados su vida profesional de una hipotética vida fuera del trabajo que en su caso ni existía..Pero aun así, solo había roto esa norma auto impuesta y fue con Faith..

-..Ella dice que no, pero se que le importa y que lo está.- Se encogió de hombros, no sabía explicarlo porque era parte de ese don que le había hecho tan bueno en el burdel, podía intuir lo que la gente buscaba y Aveline buscaba a Stein, lo admitiera o no. Bajó la mirada, la conversación no le estaba ayudando para nada. Se sentía peor que al entrar, prefería estar en el callejón. Al menos no tendría que estar hablando de esto en voz alta, sin embargo, la idea de moverse a un lugar más privado le gustó. Lo que peor podía hacer era verse abatido delante de otra gente.- De acuerdo…

Se levantó de la mesa, pero cogió la botella de whisky y los dos vasos, porque le iban a hacer falta. Subió las escaleras y fue hacia una habitación vacía, la buhardilla era solamente..Pues casos especiales, lo usaban alguna que otra vez pero de forma muy esporádica, era más bien una zona de relajación para Corbin que otra cosa, esta vez le llevó a una de las habitaciones de clientes porque no quería que la gente sospechase. Lo último que le apetecía era dar explicaciones a Brody o a la siempre vigilante Joanna. Abrió la puerta y dejó al párroco pasar, en cuanto él entró, se aseguró de encender la chimenea, de avivar las pocas brasas que había.-..Duele...Duele dejarle ir.-Admitió.

Entendía perfectamente cómo se sentía y solo había una palabra para describirlo, aunque no era lo suficientemente grande para abarcar el verdadero sentimiento. Dolor. Un dolor profundo que echaba raíz y se extendía por el cuerpo. Un dolor que subía y subía en espiral mientras quien lo sufre cae al vacío más oscuro. Un dolor que negaba a todo hombre de su identidad, orgullo o dignidad. Y lo entendía porque él estaba sintiendo exactamente lo mismo muy adentro, aunque supiera medio ocultarlo con su personalidad despreocupada y risueña. Pero cada día se le hacía más difícil sacarse ese manto de pesadez y depresión que le ataba a la oscuridad. Desgraciadamente, la única cura era mismamente el causante de ese dolor, no había remedio alguno más que seguir adelante y tratar de olvidar.

Le siguió escaleras arriba asegurándose de coger el abrigo, que colgaba de su brazo. En silencio, entró en la habitación y paseó lento por la estancia sin pronunciar palabra, hundido en sus propios pensamientos. ¿Habría hecho él lo mismo de encontrarse en la situación de Corbin? ¿Habría tenido la fuerza suficiente para mandar a Stein en brazos de otro amante? Se auto convencía diciendo que sí, que era lo correcto si el corazón de esa persona pertenecía a otro, sin embargo... escuchaba aquel pequeño diablillo capital llamado Avaricia insistiéndole en que no, lo mejor siempre sería pensar en uno mismo.

Suspiró y tomó asiento en una silla, donde colgó el abrigo, y apoyó los codos en las rodillas mirando al fuego. - No sabes lo mucho que comprendo tu situación en este instante... Quiero pensar que, en tu situación, hubiera hecho lo mismo, pero es tan complicado... - le miró de reojo. - ¿Tú crees en Dios? Yo cada día lo pongo más en duda. ¿Cómo es posible que un sentimiento tan puro como el amor, pueda avivar en nosotros todo tipo de oscuridades? Te envidio, Corbin, envidio tu fuerza de voluntad. Yo no creo que hubiera sido capaz de decir adiós a quien más quiero... - rebuscó en sus ropas y sacó un cigarrillo, dejando la cajetilla en una mesa por si quería fumar uno. Lo encendió con rabia, sujetándolo con dos dedos mientras soltaba la primera humareda espesa. - Perdóname - sonrió, negando con la cabeza, con el pulgar apoyándose la frente - vengo a consolarte y en lugar de eso empeoro la situación. Imagino que nada de lo que he dicho te ayuda en absoluto. Pero hazme caso, eres una buena persona y mereces que la vida te vaya mucho mejor.

Notaba al párroco taciturno, pero no dijo nad porque podía suponer por qué. Lo peor de todo era que Dominic no necesitaba hacer nada, porque él solo había alejado al hombre que amaba hacia otra persona. ¿Por qué siempre las  fortunas eran así de crueles? Podía haber sido otro hombre el que le gustase a Ave, por qué tenía que ser el que le gustase a Dom. Él era buen hombre, lo podía intuir, no tenía la maldad que otros albergaban, tal vez tuviera sus propios fantasmas pero eso no le hacía peor hombre, solo uno más profundo.

Dejó de preparar la chimenea cuando las llamas empezaron a ascender y se giró para mirarle mientras se frotaba la frente. Se acercó a él sonriendo de medio lado.- No..Nunca he tenido motivos para creer. Y tampoco creo que tenga fuerza de voluntad, más bien..Es justo lo contrario, no tengo la fuerza de voluntad de admitir mis sentimientos por ella y enfrentarme a ellos..O a un rechazo.- Negó con la cabeza.- No he empujado a esa mujer hacia otro solo porque quiero lo mejor para ella si no..Porque tampoco creo merecerme una mujer así. No sabría encajar en su mundo. ¿Cómo voy a decirle todo esto...Siendo lo que soy? No..No creo que pudiera soportar un rechazo. Tu lo llamas fuerza de voluntad, yo lo llamo cobardía. En todo caso...el valiente eres tu, a pesar de saber que no deberías, te aferrarías a esa persona..Es lo correcto, al menos tu podrías decir que lo intentaste.- Sonrió de medio lado y apoyó una mano sobre la mejilla de Dominic.- No digas tonterías. Si hay alguien del que no merezco consideración ese eres tu.

-¿Por qué dices eso? - se puso en pie, algo frustrado, cabreado incluso consigo mismo. - Te mereces todo cuanto quieras, Corbin. No hay nada en esta vida que hayas hecho que no merezca que seas feliz. El amor va más allá de niveles sociales. Si realmente la quieres, ve a por ella. Olvida tu trabajo, tu estatus o el de ella, y lánzate. ¿Qué más da el rechazo? Como bien decía mi padre, el "no" ya lo tienes, ya lo has asumido, pero "y si..." ¿y si ella acepta tu amor y lo corresponde con la misma pasión? - se pasó la manó por el cabello enredándose las cortas hebras, que quedaron más en punta aún de lo que estaban. Era demasiado empático, no podía no beber del dolor de Corbin y hacerlo suyo, mezclándose con el propio que ya sentía. Sentía un nudo en la garganta, una poderosa necesidad de gritar o romper algo. - Tú tienes una oportunidad, Corbin, si te quiere, puede convertirte en un hombre respetado casándote con ella. Pero no me llames valiente...

Sacudió la cabeza y tomó asiento. - El valor sería si dejara ir a Stein de una vez por todas... Me quiere, ¿y qué? Nunca podré darle la vida que se merece, aunque la inquisición lo esté buscando, tiene más opciones por sí solo que juntándose conmigo. Eso ya lo he asumido. Pero tú... - le cogió los brazos - tú tienes un mundo por delante. Una relación sana. Sé egoísta y olvida a ese otro hombre, dile a esa mujer lo que sientes y espera a ver qué ocurre...

Volvió a sentarse y se encendió otro cigarrillo, con los codos de nuevo apoyados en sus rodillas y el pulgar en la frente. ¿A quién quería engañar? No era bueno dando consejos, mucho menos amorosos, solo hacía falta verle: destrozado por un amor imposible, con la solución en sus manos e incapaz de llevarla a cabo. Era un mierdas. - Y sino... déjame al menos ayudarte a salir de aquí. Puedo enseñarte un oficio, trabajar conmigo. Tendrías tu salario, una habitación para ti solo, no tendrías por qué volver a hacer esto todas las noches...

- Tal vez podría aceptar lo que siento, pero ¿Qué clase de amor sería ese? Uno entre las sombras, donde no podré llevarla de mi brazo por las calles, como se merece. Esto..Que siento..No es egoísta. Quiero lo mejor para ella, incluso si con ello me condeno, incluso si me causa dolor. ¿No es de eso de lo que se trata…?-Estaba confuso, había escuchado muchos relatos sobre amores frustrados e imposibles, también de los verdaderos, la gente en su cama tendía a hablar más de la cuenta, aunque él no se aprovechó nunca de toda la información que llegaba a obtener. - Ni siquiera estoy seguro de que quiero que me corresponda. Todo se complicaría, mi vida, la suya..El camino que le he ofrecido es mucho más fácil para todos. Solo espero que sea feliz así, que con eso le baste.

Negó con la cabeza, no podría salir de esa vida y convertirse de pronto en un hombre respetable, porque el pasado no se podía borrar.- No puedo escapar de lo que soy, Dominic. Lo se desde siempre. Una puta siempre será una puta y nada más. Puede sacarme de aquí, tal vez incluso darme una vida llena de comodidades, ¿Crees que eso es lo que me importa? He tenido oportunidades de salir de aquí, de convertirme en una puta mantenida, no quiero esa vida. No quiero eso de ella, conmigo no sería feliz.-Suspiró observando al cura, no se merecía esa consideración por su parte, se había portado como un cerdo y ahora como un cobarde, él le había confesado sus sentimientos y a cambio le traicionaba de esa manera. - Para..Dominic…-Cerró los ojos, sintiéndose tan culpable.- No intentes ayudarme..No me merezco nada de lo que me ofrezcas, es mi culpa que tú estés así..¿Comprendes..?-Le miró, realmente entristecido, el párroco era una buena persona, se merecía un amor que le correspondiera.- Ni siquiera soy un buen amigo. No puedo ser egoísta con ella..Pero lo he sido contigo.

No pudo replicarle aquello, pues él mismo acababa de decirlo. ¿Qué vida tendría Stein si se quedaba a su lado? Una oculta, secreta a ojos de todo el mundo. Sin poder tocarse más que en la intimidad y, con el tiempo, levantando rumores por ser dos hombres solteros viviendo juntos. No... no tenía sentido alguno. Corbin al menos amaba a una mujer, ¿por qué no podía ser él más normal? Encontrar una mujer cariñosa y atenta, que le ayudara en la parroquia y más adelante en el orfanato. Una mujer con la que casarse sin secretos, con quien poder formar una familia, tener niños... Su sueño y, sin embargo, sabía que solo viviría una mentira, pues nunca realmente sintió fijación por las mujeres más que sexo esporádico cuando el alcohol cortaba la razón.

-Espero que tus palabras no sean simplemente cobardía. Tirar la toalla por miedo a los riesgos y obstáculos que podáis encontrar. Es tu decisión, después de todo, no puedo convencerte más de lo que ya lo he intentado - sonrió con tristeza y complicidad, entendiendo sus sentimientos, pues los compartía en gran medida. Buscó su copa para darle otro trago, rellenando con la botella pues no pensaba salir a cazar ya aquella noche. - ¿Qué quieres decir? - le miró confuso. - Tú no tienes nada que ver en el asunto de Stein y yo. Deja de culparte por todo lo que ocurre, porque no es así.

No podía imaginar lo que había ocurrido poco antes de encontrarse con Corbin. ¿Cómo hacerlo? Cuando este le dijera la verdad sentiría una vergüenza terrible por amar a un hombre al que apenas conocía, al que había entregado su cuerpo y su corazón sin saber qué más ocupaba su vida. Sin siquiera preguntar. Como si su cuerpo pudiera predecir el balde de agua fría que estaba a punto de caerle, se vació todo el contenido del vaso de un trago en el gaznate, durmiendo aún más sus emociones para no acabar derrumbándose frente a su amigo.

Corbin observó su propio vaso de whisky, no tendía a beber, odiaba cualquier cosa que le nublara los sentidos aunque pareciera contraproducente teniendo en cuenta a lo que se dedicaba, pero precisamente por eso le gustaba ser bien consciente, saber exactamente qué ocurría, por eso también solía llevar la voz cantante a no ser que notase en sus clientes el deseo contrario. Dentro del burdel era confiado, tranquilo, seguro de sí mismo y complaciente, desde luego, pero en cuanto ponía un pie fuera de su hábitat natural la cosa no era tan simple. ¿Que si era un cobarde? Claro que lo era. Cómo podía entender Dominic lo que él sentía, si debía vivir escondido, sin mostrar quién era realmente pero al menos podía pasear por las calles sin malas miradas o pensamientos, era un miembro más de la comunidad, con secreto incluido pero quién no los tenía hoy en día.

No se atrevía a enfrentarse a lo que sentía porque el rechazo o el abandono sería un golpe demasiado duro y no sabía hasta qué punto podría afectarle, además ya empezaba a ser incómodo incluso pensar en yacer con un cliente, si esto seguía así empezaría a notarse y no podía permitirlo, era la mejor solución, empujar a Stein hacia Ave, ellos podrían ser felices, dentro y fuera de la galería, él solo sería un oscuro secreto y no era justo, ella se merecía mucho más que eso...Igual que el párroco. Cuanto más le escuchaba más avergonzado se sentía, arrepentido no...Porque volvería a hacerlo, creía que era lo correcto, pero desde luego no era la solución más objetiva ni más justa, no para Dom, que además no sabía nada.

Se frotó la frente con los dedos y suspiró, no se merecía ni que él tuviera tan buena opinión, porque había alejado un poco más al cura de su amor.-...En este caso soy el culpable, Dominic. He empujado al hombre que tú amas hacia la mujer que yo amo..En este momento estarán juntos.- Bajó la mirada hacia su vaso de whisky, vacío ya.

Y en el mismo instante que aquellas palabras salieron de los labios del rubio, el cuerpo del cura se balanceó y dio algunos  pasos hacia atrás hasta que sus rodillas tocaron límite y se sentó, sin saber siquiera dónde. Por la comodidad que recibió su trasero quedó claro que era la cama, pero qué importaba. En su mente estaba aún digiriendo aquella confesión, y la conclusión fue muy clara: ya estaba todo perdido. ¿Qué importaba si reunía o no el valor suficiente para ser egoísta? Stein tenía a otra, alguien importante en su vida. ¿Y qué fue él entonces? ¿Un mero pasatiempo...? No. No quería desconfiar, los sentimientos del brujo habían sido sinceros. Sus charlas hasta altas horas de la madrugada, sus confesiones bajo la tenue luz de una vela. Todo fue real. Sincero. Dominic nunca preguntó, por lo que Stein no le había mentido ni ocultado nada... simplemente, había seguido haciendo su vida como él mismo hacía con la suya.

Gracias al alcohol, las piezas que le formaban seguían aún pegadas. El golpe fue duro, sí, pero su mente estaba demasiado nublada para hundirse en la miseria de lo que jamás podría ser. Sonrió, o creyó hacerlo, y miró finalmente a Corbin tras lo que le parecieron horas lidiando con la noticia. - Aún así, no cambio nada de lo que te he dicho esta noche. Has hecho lo que tenías que hacer y te envidio, porque yo no sé si hubiera sido capaz... No te culpo y mucho menos te odio, así que deja de darte latigazos. Lo que tenía que ser, ha sido. Sin más.

Se puso en pie un poco más recompuesto, rellenándose el vaso con la mirada aún perdida. No era tanto el dolor por saber que ya se había terminado, si no porque Stein nunca le hubiera hablado de ella.

A él también le parecieron siglos, notó que el gesto del cura cambiaba, también el suyo. Se sintió todavía más culpable, pero eso ya era imposible, no solo por él, también por si mismo, era muy idiota, podría haberse quedado con Faith toda la noche, pero sabía que ese mundo no le pertenecía a él. No había podido hacer nada por ayudarla, ni siquiera protegerla, no por cobardía era sencillamente incapaz de hacer nada para herir a otra persona, le venían cientos de miradas a la cabeza, quien le instruyó, los ojos verdes de su madre, la mirada feroz de un lobo hambriento y era incapaz de reaccionar. Stein estaba hecho de otra pasta y sabía que él podría acompañarla en todas las facetas de su vida, si Ave se abría a él. Cerró los ojos y se acercó a la cama, para sentarse, porque él también lo necesitaba. Se llevó las manos al rostro y suspiró.

Levantó la vista hacia el párroco, que estaba demasiado tranquilo, observó cómo llenaba el vaso de licor y pensó que tal vez no le vendría mal un lingotazo, si así podría ahogar las penas en alcohol. Cogió aire y se dejó caer hacia atrás, dejando la espalda recostada en el colchón del camastro y mirando al techo. Era un inútil. Lo tenía asumido, pero eso no lo hacía menos doloroso. Perder a Faith no era tan fácil, pero dejarla ir era como si alguien le metiera una cuchara de helado por el pecho y empezara a sacar bolitas de sus entrañas, dejándole agujeros por todas partes. - Deberías odiarme, Dominic..Podrías hasta golpearme, eso haría que los dos nos sintieramos un poco mejor..

-No ganaría nada golpeándote, Corbin. Eres mi único amigo, si así me dejas considerarte - dijo vaso en mano, apartando la mirada, perdida por un segundo, antes de dar un buen trago para bajar el nudo que sentía en la garganta. No había mentido, Corbin había hecho lo correcto. Stein merecía tener a alguien a su lado que no le escondiera, que pudiera darle una vida sana y formar una familia. Con él jamás lo tendría, debería haberlo previsto mucho antes de acabar enamorándose de él. - Ambos nos hemos dejado guiar por nuestros sentimientos...  - habló, acercándose a la cama para sentarse a su lado, demostrándole que no sentía ningún odio hacia él -, y ambos nos hemos dado de bruces con la realidad. Aunque sigo pensando que te infravaloras. Podrías cambiar tu estilo de vida solo con desearlo... - le dio unas palmaditas en el muslo. Lo suyo era palabrería, a la hora de la verdad no servía para animar a nadie.

Se terminó el contenido del vaso y lo dejó en la mesita antes de tumbarse a su lado, apoyándose en él con la única intención de sentir algo de calor físico. - Todo pasará y un día nos reiremos de esto... La vida sigue. Una vez oí algo que hasta ahora me había parecido absurdo: "prefiero seguir viviendo con este dolor que no haber tenido jamás estos sentimientos". O algo así, no soy bueno recordando frases - rió con desgana, dándose la vuelta para quedar boca arriba, mirando el techo mohoso como si fuera a encontrar allí un alivio inmediato.

Nunca antes se había enamorado y empezaba a ser consciente que, lo que fácilmente y sin darse cuenta había sucedido, iba a ser de lo más difícil desembarazarse. ¿Cómo se podía olvidar a alguien? ¿Cómo? Ni siquiera había aprendido a perdonar y olvidar el pasado, que aún punzaba en su sesera, y ahora se le sumaba un amor frustrado. - Tú que has conocido todo tipo de personas... ¿cómo se olvida a alguien?

Aun no estaba nada seguro de merecer la amistad de Dominic, podía entender que se hubiera enamorado de Stein, era descarado, divertido, aunque escondía sentimientos muchos más profundos que el ser un caradura, lo podía intuir, ver que no era únicamente el monstruo que aparentaba ser y del que todos sentían miedo. A él nunca le había dado miedo. Suspiró y cerró los ojos.- Ni siquiera se tener amigos, nunca los he tenido. Tu eres el primero.- Admitió, no era bueno con los sentimientos, ni con ninguna relación humana, se llevaba mejor con los muebles o partiendo leña, allí donde nadie podía verle. Se frotó el rostro nuevamente pero al final rodeó a Dom con uno de los brazos, acercando su cuerpo al suyo, necesitaba esa cercanía, ese calor, ahora que tenía el alma en carne viva, se sentía vulnerable.

- ...No estoy muy seguro, a veces hubiera deseado no haberla conocido.- Cerró los ojos, sabía que era el dolor quien hablaba y que nunca diría algo así delante de Ave, pero en esos momentos estaba en la más absoluta miseria.- ¿Para qué iba a salir de aquí.? Esto es cómodo, es lo que conozco, puedo sobrevivir aquí, en la calle no lo tengo claro, yo no estoy hecho del mismo material que vosotros.- No era un cobarde, pero tampoco sabía hacer nada a parte de..Eso. Era para lo único que le habían enseñado a vivir, tenía cuerpo suficiente para acarrear cosas, cortar leña y hacer tareas pesadas, pero la vida en las fábricas era bastante peor que la que tenía, al menos ahora no se tenía que preocupar por vestirse o por la comida, le daban lo necesario para mantenerse apetecible...Y era triste, pero hasta ahora eso había sido suficiente para él.-No se hacer otra cosa.