Me equivoque y se murió de sueño [Niels Cannif-Cavey] ◊◊

Algo había cambiado en ella desde la experiencia en el norte, la búsqueda de aquella espada y luego su último descubrimiento en su viaje a Jerusalén. Una búsqueda que no llegaba a su final, y de repente su cárcel corpórea no era suficiente para detener al otro que parecía estar tomando después de siglos más fuerza en su interior. ¿Por qué un depredador querría ahora despertar de su letargo?

Regreso a París y refugió entre los muros de su vástago, Lucciano sabía su valor, había sido su eterno compañero desde que ella le dio la vida en aquel campamento romano en tierras germanas. Y sabía que los inquisidores estaban de nuevo detrás de sus pasos, él los odiaba con profundidad, y ella lo entendía, lo habían encerrado vivo durante demasiado tiempo en aquella tumba de plata.

Los días empezaban a hacerse tediosos en aquella espera, sí, porque ella estaba esperando. Y las noches le invadían aquellas horribles pesadillas que le procuraban poco descanso.
Por un momento recuerda aquella noche que rompió el tedió, donde el alcohol era desinhibidor de aquel estado caótico en el que ahora se sumía. ¿Dónde se encontraría ahora el viajero?

En un sillón en primera fila, apartada de todas aquellas mesas y estancos delimitados por meros biombos, ella parecía estar ajena a todas las conversaciones que sus congéneres inmortales tenían en el club.
Habitualmente había espectáculos en directo dentro del club del vampiro que ahora era su refugio a ella le gustaba sentarse sola, y deleitarse con la música en directo, a ver las descaradas bailarinas agitar su cuerpo entre colores llamativos y el plumaje.
A veces le molestaba el ruido y chistaba pidiendo algo de silencio, aunque poco caso le hacían.

Humo que salía de su nariz con gesto vulgar, mientras sostenía entre sus dedos aquel cigarro recién preparado y enganchado en el filtro de marfil. Ojos entretenidos mientras veía aquellas bonitas primeras seguir el ritmo de la música, y pensamientos dirigido a la pelirroja del grupo; si, estaba dispuesta a descubrir en unas horas si era o no pelirroja natural, iba a ser divertido. Sonríe.

Si, llamaba bastante la atención que en un lugar como aquel entrase uno de ellos sin marca de “esclavo”; casi todos los humanos que había en el local llevaba tatuada la marca de Vecchio a voluntad, dependiendo de su tipo y tiempo de contrato. Su olor penetró pronto por sus fosas nasales y lo reconoció, ella no se giró, pronto más se hizo la indiferente enfrascada en su propia diversión y el humo que exhalaba.
Pero eso no hizo que el resto se viese interesado por aquella cara bonita en forma de bocado. Todos los que estaba allí estaban por un motivo que se reducía a pocas palabras: sangre, diversión, sexo y por mucho que se empeñara Lucciano en meter algo de cultura… Sangre y sexo era la que le llenaba el negocio.

No tardo casi ni un minuto en empezar a rondar al pequeño Niels, ya le había echado un buen ojo y aquel bollito ya había llamado la atención a uno de sus congéneres que esperaba sacar algo más que una mera conversación del nórdico.
Cerveza servida, y saludo al canto, siendo Niels el que dio la evidencia de que ella lo había visto.
Una de las piernas subidas en el sillón de Lakme en gesto más felino que elegante en una dama, se posó en el suelo simplemente para girar lentamente su sillón y volverse a él.
En aquella posición y mientras tomaba un poco del cigarro apurado, ella le sonrió traviesa mientras cerraba su puño en alza y sacaba su bonito y fino dedo corazón en gesto blasfemo. Luego dejo que el humo acariciara sus labios pintados aquella noche en rojo, escarpará.
Sus cejas señalaron a su nuevo compañero, y sus labios pronunciaron silenciosos un “bravo” e “interesante”.

De repente toda la atención a la pelirroja de piernas briosas se había ido al carajo, ahora de repente la diversión estaba centrada en la escena que ante sus ojos iba a comenzar.
Lakme cruza sus piernas sobre el sillón, apaga el cigarro y pide una copa expectante. “Veamos que pie cojea el amigo…”. Quien sabía a lo mejor el nórdico le gustaba también disfrutar del mismo sexo, gustos colores, ella no hacía feos.

Al parecer aquel vampiro tenía claras intenciones con Niels donde la palabra “sangre y follar” estaban incluida dentro de las degustaciones de la noche. Eso le pasaba por entrar a un local como aquellos donde la mayoría tenía ambigüedad en gustos sexuales y donde un humano sin marca y sin protección del dueño, era carne fresca y vendida.

No sabía porque se extrañaba, si se veía venir. Al parecer Niels había heredado aquel carácter caótico e impulsivo que definía a su padre, parecía que los Cannif debían de tener el coco sobre sus hombros solo de adorno y, que eran unos suicidas empedernidos.
Lakme había conocido muchos hombres del norte, es más el dueño de aquel club, a pesar de que su padre le otorgará la ciudadanía romana había seguido las costumbres del pueblo de su madre. Habían pasado demasiados siglos y aun podía verlo rezarles a sus antepasados junto con el dios tuerto. Si, había conocido a los norteños en distintas épocas, pero no había visto tanta fogosidad por la sangre y alcanzar la muerte pronta como en aquellos individuos.

Fiesta chafada… ¡A no! ¡Que el espectáculo lo estaba comenzando a dar él! La música se detuvo, y las bailarinas huyendo despavoridas. Lakme las observó y muy al contrario de sentirse molesta porque se hubiese quedado esa noche sin postre con cabellos pelirrojos ni tranquilidad, parecía estar entretenida e intrigada por ver cómo iba a salir de aquel embrollo, el joven norteño.

Ellos eran más, algunos muy jóvenes y estúpidos, pero por mucho que tuviese buena diestra con ambos filos, en aquel de muchos locales que Vecchio tenía, frecuentaban licántropos e incluso inmortales con los que ella misma se pensaría dos veces meterse. A Lucciano Vecchio le gustaba poco que se pusiese en duda la seguridad de sus negocios, así que Niels se estaba jugando la cabeza no solo con los inmortales de ese club, sino con todos los que eran fiel a su vástago. Era muy territorial, y había tenido que usar de su “política” para poder dominar con mano firme entre las criaturas de la noche, aquel distrito particular de París.

Lakme negó con la cabeza, mientras subía sus piernas al sillón y las cruzaba. De repente su sonrisa se borró, a no había gesto divertido.

“No te contengas” Sus labios susurraron, parecía una provocación, un reto incluso, apelando a los cojones que le estaba echando a la situación y debía de seguir echando. “Estas jodido y muerto, y todo para no encontrar lo que buscas”.

Los había cabreado, y no solo a los clientes, los licántropos que hacía de perros guardianes en el club debía de dar seguro del local y acabar con aquella amenaza. No iba a ir a por de uno en uno, muchos se levantaron y comenzaron a abalanzarse contra aquel pequeño humano que había decidido alterar la paz.

Todo un espectáculo, había que admitirlo, pero el chico no lo hacía para nada mal en ese aspecto.
Conociendo bien a Lucciano, cuando se enterará como estaba quedando el local y cuantos “empleados” estaba perdiendo, el cielo y la tierra iba a estar dispuesto a temblar con su ira. Más que por los clientes, por la pérdida del dinero, ya que, como ella, compartía el ideal de que en el mundo “sobraban” muchos inmortales, así que el número se menguará le ahorraba a ambos trabajo y esfuerzo.

Mobiliario destrozado, algunos abandonaron el lugar, sangre por doquier… Y ella fija en su punto, sintiendo que en parte había conseguido provocarle con sus palabras. Si, acaba de desatar una tempestad entre cuatro paredes, una tempestad cuyo recorrido y fuerza tenía el tiempo contado cuando se encontrase algún rival o rivales de gran tamaño.

Los ancianos no son de precipitarse, los ancianos no suelen dejarse llevar por sus pasiones… Lakme era una buen excepción de ello, más humana que ninguna, en su recorrido había tenido etapas donde había olvidado cualquier pizca de sentir, es más, en cuanto había pisado los escenario de nuevo pensó que la máscara de frivolidad e hieratismo era suficiente coraza para defenderse de lo crudo que era el mundo real, pero luego los conoció y por mucho que intentase templarse en ese sentido volvía a caer en ese estúpido circulo vicioso llamado “humanidad”.

Helada sensación que probablemente estaba comenzando a penetrar por la cabeza de Niels, haciendo que sus miembros se engarrotaran y no pudiese moverse quedándose paralizado cual pelele y quebrando su voluntad.

-Se acabó. -Estaba sentado en la zona cerrada de los biombos, Lakme lo reconocía y notaba que su poder residía en la mente. Era capaz de manipular la voluntad de los hombres cual títere. Más viejo que un centenario, pero no alcanzaba a ser anciano por pocos siglos.

Con aquel inmortal había pactos, ya que había sabido dominar algunas zonas y había cedido a ciertos negocios y privilegios. Lakme no se movió ni un ápice, pero pudo alcanzar por lo que su mente calculaba que quería añadir al muchacho a su colección de fríos.

Filos que caen de los dedos ajenos, seguramente sus dedos se había aflojado por aquel poder que lo intentaba someter, así desarmándolo. El vampiro lo había tomado del cuello y sus ojos rojos como la sangre eran puro salvajismo al contrario de su templado semblante. Mano que recorrió el cuerpo de Niels, cuanta seguridad tenía aquel depredador de tener, cual araña, a su mosca atrapada en redes. Una sonrisa se dibujó cuando este apretó su mano en su sexo en una mezcla de humillación y puede que deleite, porque no dudo en dejar alguna caricia para excitarlo.

Todos lo que estaba en la sala lo sabía perfectamente, que una presa satisfecha y excitada tenía mejor sabor que aquella aterrizada, movimiento violento cuando sus colmillos se hundieron en su cuello, doloroso como un yunque fue ansioso y no lento, la sangre la drenaba a velocidad desorbitante, parecía tener prisa por añadir aquel juguete a su colección de dominación, al que gastaba en fuerzas.

Lakme se levantó del asiento lenta, no le importaba dejar que aprendiese esa lección de vida, no le importase que sufriera algo, aquella chulería debía menguar. La conciencia le dio el primero pellizco, tal vez fuese momento de hacer algo… Aquello se le estaba yendo de las manos.

Alguna de aquellas hienas parecía reír ante el atrevimiento del aquel mortal al haberle arrancado literalmente los huecos al viejo. Era bastante divertido si se veía desde la perspectiva más sádica y desde el odio y rivalidad que se proferían muchos de los que estaba allí.

Aullidos de dolor que desgarraban la sala, muchos de lo que estaba allí tuvieron dos simples respuestas al ver como el mortal había sido capaz de defenderse con tal descara ante aquel vampiro; los primeros retrocedieron, los segundos vieron una presa débil a la que rematar o hacerse suya con facilidad.

El olor de sangre caliente había invadido el lugar enciendo todos los instintos más primarios, no era lo mismo beber de un esclavo en un lugar contenido que aquella que ahora mancillaba el suelo en la pequeña carnicería que el viejo vampiro había creado en el humano.
Desafiante hasta el final el chico Cannif. Ojos escarlatas que se cruzaba más comportándose como animales que como los humanos que aparentaban, parecían una manada de lobos hambrientos peleando por tomar el primer bocado.

Lakme camino hacia Niels esquivando al vampiro que en el suelo seguía quejándose dolorosamente, no moriría, pero tardaría bastante en “repararse” y seguramente reclamaría venganza. Un frente abierto que ella por su parte y tal vez con apoyo de Vecchio podrían cerrar. No sería la primera vez que se enfrentaban a otro aquelarre.

Nariz arrugada como si fuese a emitir algún bufido a aquellos buitres, ella hablo en otra lengua, la de los inmortales y pronto se llevaron al dolorido vampiro, y otros se retiraron. La fiesta si había dado a su fin, y algunos de los lobos se marcharon por su orden. El local sería cerrado por lo que quedaba de noche.
Cuchillo amenazante, ella se dejó caer de rodillas a su lado, y le aparto con facilidad el arma, estaba tan débil que dudaba como había sido posible sostenerla. Su respiración era pesada y sus ojos mostraban la excitación que el olor de aquella sangre le hacía paladear tentativa, pero ella sabía guardarse su sed, eran miles de años aprendiendo a contenerla y aquella noche estaba más que saciada de otros.

Ceño fruncido, y mano que se colocó sobre la herida apretándola con fuerza, sintiendo como entre sus dedos se colaban ríos de rubíes, señal de que se le escapaba la vida. Ella comenzó a derramar su propia sangre sobre la herida, no iba a arriesgarse a que fuese a ingerirla y se convirtiese, aunque sabía que esa herida no era como aquella noche le había hecho ella, eran de otros colmillos y tardaría más de la cuenta, iba a necesitar un buen descanso. Eso si él se dejaba ir tranquilo, conociendo su cabezonería quien sabría…

-No digas memeces, Niels, hoy no va a morir nadie más. -Su voz no sonaba a broma, ni divertida ni desafiante. Estaba demasiado seria, incluso podría afirmarse que hasta preocupada. -Déjate ir, duerme. -Busco su mano con delicadeza. -No luches más déjate ir, "no te contengas", estarás bien. Te lo prometo.

Pronto vendrían a recogerlos, e iría a la Villa de Vecchio. Era el refugio de Lakme desde que había regresado de Jerusalem, desde que sabía que le seguía los pasos. Solo pisaba el territorio de su vástago protegida por los suyos. Una cárcel voluntaria hasta que… Bueno.

Él seguía resistiéndose y estaba dispuesto a recibir a la muerte con los brazos abierto, cosa que ella no iba a permitir. Su fin no estaba en aquel lugar, ni en aquel tiempo… Le quedaba todavía bastante guerra que darle al mundo, y bastantes quebraderos de cabeza en éste presente y en su futuro.

Empuñadura de la espada que sostuvo junto a sus manos como petición, mientras sentía aquel líquido caliente luchar contra la presión de sus dedos. Su sangre comenzaba a hacer de su magia, pero era un proceso que duraría horas. La ponzoña ajena del inmortal contradecía a su poder curativo.

“Déjate ir…” Había repetido por última vez.

El amanecer estaba cercano y por fin llegó la carroza donde lo trasladaría a la enorme Villa Vecchio. Lakme había mandado a uno de los cambiantes que Lucciano tenía como mensajeros para buscarle, debía de saber pronto de lo sucedido en el local, debía de saber pronto lo acontecido. Tenía negocios y tratos con aquel inmortal que ahora carecía de parte de su virilidad, aquello podía suponer una pequeña guerra entre bandas por haber faltado al respecto por su jefe. Lucciano tenía que arreglarlo, y llegar a un acuerdo, seguramente le pedirían que entregasen al humano, y Lucciano lo haría perfectamente. Era mejor mantener la paz y meterse en asuntos de guerra, aunque la batalla era fuego que corría por sus venas, hijo de una jarl y un general romano, nacido y criado en un campamento en época de la Guerras en Germanía, tenía ese espíritu que llamaba a la guerra, pero también estaba la diplomacia romana con la que se había criado.

Lakme no lo permitiría, y por mucho que replicase Lucciano o pensase que era lo razonable, el cedería como siempre a ella. Su devoción ciega a su Hacedora y fidelidad, era lo que le permitía aquel tipo de gestos, aunque él no le cedía todo, si debía de enfrentarse alguna vez a ella lo hacía sin temor a su ira. Anteponía su seguridad a sus caprichos.

Camino de cipreses y por fin llegaron a la casona, decorada al estilo romano. Parecía que el vampiro había intentado mezclar el clásico de su época con lo contemporáneo.
No subieron a Niels a las habitaciones, más fue llevado a uno de los almacenes adaptado a lo que se requería. Lakme prefería ocultarlo antes de saber la decisión de su vástago, y también ocultarlo del riesgo de que viniesen reclamando venganza.

Mensaje que llegaba raudo, la forma de ave que se transformó pronto en humano. El amanecer había cogido fuera a Lucciano, tendrían que mandar una de las carrozas acondicionadas y otro grupo de licántropos para escoltarlo. Estaba en las afueras de París resolviendo ciertos negocios, iría a hablar con el agraviado y tardaría al menos un par de horas más.

Curas improvisadas, fiebre que alteraba su sueño hasta que consiguió conciliarlo. Lakme había aprovechado para subir a asearse y poner ropas más cómodas.
De repente la puerta de la oscura sala se abrió, y ella apareció con algo de comida que dejo a un lado, sentada en la cama, le aplastó por un momento sin querer, o puede que de un modo intencionado a modo de venganza infantil. Una disculpa y volvió a colocarse; cabello trenzado, ropas ligeras y holgadas, más masculinas que femeninas, seguramente ni pertenecían.

Sus ojos pardos le saludaron, pero no salió ni una palabra de su boca. Con su mano acarició con suavidad su rostro perlado del sudor buscando su temperatura, luego poso sus labios sobre su frente. Parecía que la fiebre le había dado un respiro.

-Déjame ver el cuello. Se cura, bien. -Un vistazo a la herida, aún abierta, seguía luchando por curarse en su lentitud y hechizo. Estaba seria, muy seria, le había dado un buen susto había que admitir -Estamos en la casa de un “amigo”, está resolviendo todo el problema, por ahora te mantengo oculto, pronto regresará. Y tú haciendo amigos como siempre. ¿Qué va ser esta vez?

-Vete a la mierda… - Le había dicho simplemente con lo referente a la comida, ella no la necesitaba, pero eso no significaba que no supiese cocinar. Aquella en particular se la había preparado algún esclavo de sangre.  -Y sé cocinar desde que tengo uso de razón, o te crees que cuando era niña tenía quien me sirviese de comer como seguramente al señorito. -Ella había nacido en una familia de clase baja, su padre fabricaba y comerciaba con cerveza, aun podía recordar moliendo con la piedra la cebada durante horas a la luz del sol, las manos terminaban destrozadas. Sería su don y su entrega al templo lo que le daría cierta categoría a los suyos.

No había que limpiar más herida, y de nuevo la tapo para mirarle frente a frente.

-Pues te comportas como un niño, por mucho que folles como un hombre. Hijo de Höor. -Le sonrió divertida pensando por un momento en “esa” cara que precisamente descubrió de él hace ya demasiadas noches. -Ya te voy conociendo, aunque creo que ni tu padre ni tu me llegaréis a conocer por completo...

Había nombrado a Lucciano, eso significaba que en ese futuro él continuaría con vida. Últimamente lo veía demasiado apenado desde que Lilith había decidido dejarle, por mucho que no lo expresará y fuese siempre duro su gesto elegante, sabía que le dolía en lo más profundo y que había vuelto a caer como un tonto en aquellos enredos de amor.
Lakme se miró las manos intentando recordar que se debía sentir en ese sentido, y sin quererlo sintió las mejillas entraron en calor sintiendo un sobresalto angustioso en el pecho, y negó para así. “Nunca más”.

-Sí, lo has cabreado, pero quien no cabrea a Lucciano cuando te metes en sus “asuntos”. Pronto estará aquí, y le has regalado una excusa perfecta para hacerse con un nuevo territorio. No le tenemos mucha estima a tu “amigo”, crea vástagos adrede para ganar seguidores e inmortales sobramos en París en general.  -Capital de lo sobrenatural en Europa, aquella ciudad estaba repleta y no se sabía si era atraída por su moderna ciudad, o porque alguien se había dedicado a revelar los secretos de los inmortales.

Mano suave en su pecho para detenerle. -No te conviene, le he dejado un mensaje a Lucciano sobre “tu hechicero”, seguro que él sabrá algo, tiene ojos y oídos por todos lados. -Luego gateo por la cama y se hizo un lado dentro de la cama pegando su cuerpo al de él. -Así que come, descansa, alivia tu dolor, y espera. ¿Qué prisas tienes? -Se puso a jugar con el borde de las sábanas con aire distraída. -Si quieres follamos, yo me aburro como una ostra, tengo que esperarle y es de día, así que estoy tan atrapada como tú.

Como siempre a veces no tenía filtro en sus palabras y para ella ciertas acciones eran tan naturales como irse a dormir, ¿por qué andarse por las ramas? Llevaba semanas atrapada en un tedio esperando, y aquello era lo más novedosos que había tenido en días.

No hizo falta demasiadas palabras, con tan solo sus gestos enseguida supo que él había aceptado su propuesta.
Sus labios se acercaron demasiado a los de ella, y ella con su mirada encendida dispuso sus dedos sobre estos para detenerle por un segundo.

-Tengo una pregunta, si te desmayas mientras lo hacemos, sigues funcionando y yo termino por los dos, ¿se considera violación? -Había notado su debilidad y sin quererlo le había salido la broma. Ahora si se lanzó contra su boca chocando así su aliento y devorándole con fiereza, su lengua tenía muy buen sabor.

Pronto su cuerpo atrapo el ajeno, y por mucho que la debilidad le llevase su falta de entusiasmos era más evidente, en cuanto vio los botones de aquella camisa masculina que llevaba Lakme volando y el desgarras de su ropa. Dejo que su boca saborease sus pechos ahora desnudos y erizados, mientras sentía como la sangre excitaba sus vampirices sentido.
Dedos que se enredaban en sus cabellos atrayéndole, mientras con tentativa su lengua se permitió atrevida probar el carmesí que ahora por su piel viajaba.

Ropa de la que se deshacía tanto suya como ajena, allí sobraba demasiada. Manos que se colaron pronto entre sus pantalones con caricias expertas, estimulando su virilidad y encendiendo su deseo de un modo placentero. Quería escuchar su rugido contra su piel.

Ademán para volver a besarle, su boca se había entre abierto para atrapar sus labios, pero justo cuando él se acerca ella los retiro, en un juego provocador de tira y afloja, su mirada traviesa era un reto, aquella mujer era el demonio en carne y hueso.
Tornas que pronto cambio tomándole del cuello con brutalidad, le estaba obedeciendo… No se contenía.

Muslos que aprisionaron su cuerpo, y caderas que le torturaban en un principio para luego sentirle penetrar su vientre candente. Su cuerpo era el fuego del desierto le llamaba y atraía a la vez. Quejido húmedo que se vieron atrapados por sus propios labios mordidos, como queriéndose enmudecer para no darle el placer aun de escuchar sus gemidos.

--No te contengas. -Le repitió mirándole con desafió mientras paseaba su lengua por sus propios labios en un gesto casi blasfemo, otra batalla empezaba entre aquellos cuerpos de gigantes que en su brutalidad podrían provocar el mismo apocalipsis. -Hazlo duro, no vayas a desmayarte. -Otro pildorazo, parecía querer picarlo de algún modo.

-No serías el primero que muere entre mis piernas… Y feliz. -Su voz sonó entrecortada mientras sus labios volvían a beber habidos de los suyos y no podía evitar sonreír mientras sentía perder la razón extasiada por la rudeza con el su fuego la arrastraba a ese otro lado más allá de la cordura y la humanidad, despertando el instinto animal y la violencia primigenia que un ser milenario como aquel era capaz de poseer.

Quejido que no pudo evitar dejar escapar de entre sus labios al sentir la fuerza que su cuerpo ejercía sobre el suyo, más ella con mirada desafiante quiso ponerse a la misma altura en la brutalidad con la que sus cuerpos se llamaban y chocaban con fuerza en aquel doloroso placer.

Dedos que se hundían en su piel arañando y marcándole, ella se perdía en su sadismo mientras él volvía a perder sangre a borbotones, ¿sería capaz él de seguirle el ritmo débil y malherido? Porque ella parecía haber olvidado aquel detalle, mientras sus brazos le atraían y sus caderas galopaban sobre su cuerpo incendiaba.

Boca dolorosa que marcaba cada ápice de su piel, que dibujaba marcas de su ímpetu y rugir, parecía como si ambos titanes estuviesen dispuestos el uno al otro a destruirse impaciente por consumirse de manera pronta.
No había habido tedió, ni se había detenido demasiado, era como si las prisas por luchar por la posición de quien poseía a quién le hubiese llevado a encender la llama por el final e ir al grano, convirtiendo en acto en una necesidad casi animal.

-Mmm… No te daré esa satisfacción… -Dijo en cuanto le pidió que pronunciara su nombre. Sus gemidos antes acallados fueron exhalados perdiéndose en largos suspiros y gritos que en su sonido se hacía demasiados excitantes. Ojos ciegos que se hacían sentirse perderse mientras sus caderas chocaban sintiendo su virilidad destrozarle. -Hazlo un ruego…

Corazón que se sentía morir en su garganta mientras su lengua torturaba su piel provocativa, por un instante sintió como el cuerpo de él cedía sin poder aguantar más su ritmo, más a ella aun le quedaba bastante recorrido en el camino.
Ojos escarlatas y la curva de sus labios en una sonría un tanto ladina. Tiró de sus cabellos para atraer su rostro contra el suyo, muslos que se apretaron y de repente de tuvo el movimiento de sus caderas por completo obligándole a detenerse, aun sintiendo como su sexo latía fastidiado pidiendo que no se detuviese.

Fueron segundos de tortura que se hicieron eterno, su aliento contra el suyo agotado y que le pedía más aire para unos pulmones que no necesitaban de ellos.

Ella sostiene su rostro, en silencio, siente malestar entre sus piernas, no le deja irse ni culminar, al menos sus caderas no van a continuar por un instante. Van recobrando el aliento.

-Debería torturarte… Joderte. No sabes la satisfacción que me proporcionaría. -Su mejilla contra la de él, un mordisco en su oreja y su voz es un ronroneo provocador. -Hoy no puedes seguir mi ritmo… Admitelo -Sus caderas le da un fuerte golpe, y luego empieza a moverse formando círculos con tormentosa parsimonia. -No puedes hacer que te ruegue…

Sus ojos habían sido reto, por un momento intentaba ser ella la que daba señal de que dominaba la situación a al detenerse para luego continuar.
Olor a férreo que mancilla ambas pieles, aquello se estaba convirtiendo en una especie de masacre donde por una vez ella no era la que había desgarrado la piel ajena ni probaba su sangre, aunque se veía tentada ya que la sed le desgarraba el fondo de la garganta.

Embestida feroz que la despertó de su pequeño momento de trance por el olor a sangre, cuerpo arqueado y quejido pronunciado por aquella dolorosa delicia.
Él le sonreía extasiado con aquel desafío que lo único que hacía era incendiarla, y excitarla. Un tirón con fuerza de su labio con la mordida. Volvía a pedir a su nombre en sus labios mientras su cuerpo se perdía siendo tormenta de arena abrasadora. Su cuerpo le rogaba más del suyo, las palabras sobraban más ella le buscaba con ojos ciego, pérdida para luego volver a encontrarle.

Sintió su cuerpo ceder y su vientre estallar en orgasmos entre sus rugidos de bestias, no fue una vez… Si no otra y otra… Donde se rindió bajo su poder y hechizo.
Finalmente, no tardo en derramarse como lava en ella, dejándose morir dentro de su cuerpo cuando había alcanzado aquel fragmento de paraíso concedido. Sin saber si era ella, o era en, confundidos por un instante.

Él se separa de su cuerpo, la hace huérfana y fría por un momento, pero ella no se retira del contacto de su piel.

-Cállate. -Le ordeno la bella, parecía querer silencio y nada más, parecía no querer pensar en lo que fuese a venir, en lo que había detrás de esa puerta, y nada más.

Él no lo entendería, son detalles, son solos unos segundos. Sus dedos recorren su piel dibujando cada forma y cicatriz, siendo su calor, su aroma... El latir del corazón y la sangre, el estremecerse bajo la yema de sus dedos, el vello erizarse. Con su nariz roza la ajena, y sus ojos se encuentran con los de él en el silencio, luego sus labios presionan los ajenos con suavidad.

-Como intentes salir por esa puerta, te corto otro dedo. -Por un instante se separa de él y toma uno de los paños limpios, sin mucha delicadeza presiona la herida y empieza a limpiarla, esta sigue regenerándose, pero es lento su proceso por culpa de la ponzoña del otro vampiro. -Cállate y duerme, deja esos asuntos a tu “mayores”, y lo que tenga que pasar debe pasar, el tiempo es ambiguo y toma la ruta que desea dentro de sus posibilidades… Una vez que irrumpiste en este año, ya lo alteraste, así que lo que pase, es porqué debe suceder así y nada más.

Una de sus manos sigue presionando la herida que deja de sangra, con la otra le acaricia el cabello enredándoselo en gesto entretenido, cálido y demasiado confortable.

- ¿Cómo prohibir al Sol salir o la Luna caer? -Su rostro se inclinó sobre el suyo, le hablaba en susurro como si hablase en secretos, era muy hermosa cuando sonreía de modo sincero. -Has comido, has follado… -Sus delicados hombros se mueven con su suspiro. -Solo te queda una cosa y repito: descansa, alivia tu dolor y espera. ¿O me vas hacer que te obligue dormir? No te estoy dando una orden, lo digo por tu bien.