AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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The Night of the Immortals [Privado]
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The Night of the Immortals [Privado]
La luna brillaba magnificente en los cielos cuando el vampiro se percató de que no se encontraba solo entre las calles y que era perseguido por una bestia de la luna. El vampiro trató de alejarse de aquel lobo pero al darse cuenta de que escapar de una pelea resultaría imposible, se giró dispuesto a terminar con la vida de aquel enorme licántropo que corría en su dirección con las fauces abiertas. La silueta de la criatura al saltar en dirección a Baptiste se convirtió en una sombra dibujada por el brillo del astro nocturno y el cuerpo entero del vampiro se tensó a la espera del impacto del cuerpo del lobo contra el suyo. Impacto que no se hizo esperar. Tampoco se hicieron esperar los ataques de parte de ambos seres pues ambos deseaban ser el ganador.
Baptiste peleaba con gran habilidad, después de todo había sido entrenado por inquisidores a petición de su padre, pero aquel lobo también era habilidoso, tanto que termino por herir a Baptiste, quien con una mordida terrible en el hombro izquierdo se lanzo a tomarle de las mandíbulas al lobo, solo para abrirle el hocico a la enorme criatura, hasta que dejo de moverse.
Cuando el Baines soltó el cuerpo del licántropo, ya escuchaba loa aullidos de lo que parecían más lobos; fue eso lo que le llevó a correr lejos de aquella escena y de los lobos que se acercaban. Escapar de los licántropos no debía ser algo muy honorable para un vampiro, pero al encontrarse herido, Baptiste creía que era lo mejor.
El Baines pasaba por la zona comercial de París cuando comenzó a sentirse extraño, tanto que se vio en la necesidad de detener su huida. Nunca antes una de aquellas bestias lo había mordido, pero estaba seguro de que la mordida era lo que estaba afectándole al punto de tener que recargarse sobre la entrada de un establecimiento que ahora se encontraba cerrado, justo como todos los demás a esa hora de la noche en la zona comercial. Había un olor a sangre que lejos de despertar su sed, le asqueaba y con justa razón, era la sangre del licántropo, misma que estaba afectando al inmortal. Necesitaba descansar para poder recuperarse de la herida aunque claro, las calles en luna llena no eran el mejor sitio para ello.
– Que patético seria morir aquí – dijo a la nada antes de reírse. Que bien le hubiera sentado que apareciera su padre, Arkana o incluso la molesta de Perséfone pero en esa noche, se encontraba solo contra lo que pudiera aparecerse.
Baptiste peleaba con gran habilidad, después de todo había sido entrenado por inquisidores a petición de su padre, pero aquel lobo también era habilidoso, tanto que termino por herir a Baptiste, quien con una mordida terrible en el hombro izquierdo se lanzo a tomarle de las mandíbulas al lobo, solo para abrirle el hocico a la enorme criatura, hasta que dejo de moverse.
Cuando el Baines soltó el cuerpo del licántropo, ya escuchaba loa aullidos de lo que parecían más lobos; fue eso lo que le llevó a correr lejos de aquella escena y de los lobos que se acercaban. Escapar de los licántropos no debía ser algo muy honorable para un vampiro, pero al encontrarse herido, Baptiste creía que era lo mejor.
El Baines pasaba por la zona comercial de París cuando comenzó a sentirse extraño, tanto que se vio en la necesidad de detener su huida. Nunca antes una de aquellas bestias lo había mordido, pero estaba seguro de que la mordida era lo que estaba afectándole al punto de tener que recargarse sobre la entrada de un establecimiento que ahora se encontraba cerrado, justo como todos los demás a esa hora de la noche en la zona comercial. Había un olor a sangre que lejos de despertar su sed, le asqueaba y con justa razón, era la sangre del licántropo, misma que estaba afectando al inmortal. Necesitaba descansar para poder recuperarse de la herida aunque claro, las calles en luna llena no eran el mejor sitio para ello.
– Que patético seria morir aquí – dijo a la nada antes de reírse. Que bien le hubiera sentado que apareciera su padre, Arkana o incluso la molesta de Perséfone pero en esa noche, se encontraba solo contra lo que pudiera aparecerse.
Última edición por Baptiste Baines el Dom Mayo 14, 2017 10:55 pm, editado 1 vez
Raoul Zarkozi- Vampiro Clase Alta
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Re: The Night of the Immortals [Privado]
Como parte de pago por un favor algo antiguo ya, Mahdi concurría a la botica de la señorita Arianrhod cada noche para ayudarle a preparar sus ungüentos y jarabes. No tenía otra forma de pagar lo que por ella había hecho –la había curado aquella vez que las heridas de su espalda habían sido profundas y difíciles de cerrar-, pues no le era permitido poseer dinero, por lo que con trabajo saldaba a cuenta gotas la deuda moral.
Era de madrugada ya cuando se despidió de la señorita para volver -con mucha prisa dado que le temía a aquellas calles- a la iglesia en la que vivía.
Aquellas escapadas nocturnas no le eran permitidas, si alguno de los sacerdotes llegara a enterarse de que Mahdi se escabullía… Las heridas en su espalda comenzaron a latirle como recordatorio de lo que podía volverle a ocurrir. El padre Jean era muy severo en cuanto a los castigos con los esclavos de su iglesia y ella había sentido la justicia de su látigo en más de una oportunidad. La última había sido hacía dos días y los cortes aún no habían sanado del todo.
“Es que soy una negra insolente y desobediente”, se dijo para justificarlo.
Afortunadamente, la boticaria le había regalado un ungüento para que aplicase en sus heridas. Claro que tendría que pedirle ayuda a alguno de los esclavos porque no podría hacerlo sola…
Era noche de luna completa. Mahdi no caminaba por las calles, casi corría y eso solo acrecentaba el dolor de sus heridas. El negro Tuor le había dicho que existían demonios que en las noches de luna llena se despertaban hambrientos con deseos de saciarse y que eran capaces de cualquier cosa con tal de conseguir alimento humano.
A ella nunca le había ocurrido nada, puesto que continuaba saliendo sin importarle como estuviese la luna, pero lo hacía con temor ya que no podía olvidar las palabras del viejo Tuor, a pesar de ser solo un esclavo él sabía muchas cosas.
Giró a la derecha por la calle menor y lo vio. Un hombre, que parecía bastante joven, estaba apoyado contra una de las paredes y parecía tener gesto dolorido. ¿Estaría herido?
Sabía que no debía dirigirse a las personas a menos que ellas le hablasen primero, era una de las normas de esclavitud que más le había costado poner en práctica… Pero ese era un caso especial, tal vez podía darle un poco del ungüento que tenía. Ya lo había probado y refrescaba las heridas como nada.
Con paso lento se acercó a él y no supo porqué dejó de temerle, había algo hipnótico en su mirada que de golpe y sin aviso le había quitado todo miedo.
-Señor, ¿necesita ayuda? –le preguntó cuando estuvo a escasos metros de él.
Era de madrugada ya cuando se despidió de la señorita para volver -con mucha prisa dado que le temía a aquellas calles- a la iglesia en la que vivía.
Aquellas escapadas nocturnas no le eran permitidas, si alguno de los sacerdotes llegara a enterarse de que Mahdi se escabullía… Las heridas en su espalda comenzaron a latirle como recordatorio de lo que podía volverle a ocurrir. El padre Jean era muy severo en cuanto a los castigos con los esclavos de su iglesia y ella había sentido la justicia de su látigo en más de una oportunidad. La última había sido hacía dos días y los cortes aún no habían sanado del todo.
“Es que soy una negra insolente y desobediente”, se dijo para justificarlo.
Afortunadamente, la boticaria le había regalado un ungüento para que aplicase en sus heridas. Claro que tendría que pedirle ayuda a alguno de los esclavos porque no podría hacerlo sola…
Era noche de luna completa. Mahdi no caminaba por las calles, casi corría y eso solo acrecentaba el dolor de sus heridas. El negro Tuor le había dicho que existían demonios que en las noches de luna llena se despertaban hambrientos con deseos de saciarse y que eran capaces de cualquier cosa con tal de conseguir alimento humano.
A ella nunca le había ocurrido nada, puesto que continuaba saliendo sin importarle como estuviese la luna, pero lo hacía con temor ya que no podía olvidar las palabras del viejo Tuor, a pesar de ser solo un esclavo él sabía muchas cosas.
Giró a la derecha por la calle menor y lo vio. Un hombre, que parecía bastante joven, estaba apoyado contra una de las paredes y parecía tener gesto dolorido. ¿Estaría herido?
Sabía que no debía dirigirse a las personas a menos que ellas le hablasen primero, era una de las normas de esclavitud que más le había costado poner en práctica… Pero ese era un caso especial, tal vez podía darle un poco del ungüento que tenía. Ya lo había probado y refrescaba las heridas como nada.
Con paso lento se acercó a él y no supo porqué dejó de temerle, había algo hipnótico en su mirada que de golpe y sin aviso le había quitado todo miedo.
-Señor, ¿necesita ayuda? –le preguntó cuando estuvo a escasos metros de él.
Mahdi- Esclavo
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Re: The Night of the Immortals [Privado]
Maldita la suerte que se cargaba en los últimos tiempos. Nada le salía como esperaba, quizás en una muestra del universo de que rebelarse a lo que su padre deseaba de él no era el camino correcto. Una mueca de malestar, no solo por la mordida, apareció en su rostro. Desde que conociera a Arkana había comenzado a creer que para él existía algo más que solamente conseguir chivos expiatorios para los experimentos de su padre, de la misma manera, decidió que seguir las investigaciones de Desmond no era lo suyo. Amaba a su padre eso era definitivo, pero odiaba las actitudes de su viejo y esos pensamientos tan inflexibles, esos que durante años trató de inculcar a Baptiste. Sonrió y miró al cielo, satisfecho al menos de haberse dado cuenta verdaderamente de que era lo que quería en el mundo, con todo y que el castigo probable por su desobediencia fuera la muerte.
No creía verdaderamente que moriría por la mordida en su hombro, pero la manera en que la misma lo estaba afectando le impediría escapar si es que se encontraba con otra de aquellas bestias, entonces si, seguramente se encontraría cara a cara con su fin. Con cuidado, Baptiste trató de incorporarse para buscar un lugar que pudiera ser lo suficientemente seguro para pasar lo que quedaba de la noche y todo el día, sin embargo, su intento de levantarse quedó frustrado cuando las piernas le fallaron y su usualmente perfecta visión se nubló.
- ¡Malditos perros! – se quejó por la bajo justo antes de que llegara hasta sus oídos el sonido de pasos presurosos que se acercaban, acompañados de lo que era un latido humano. Una risita se escapó de sus labios pues al parecer no era el único torpe que decidía salir en una noche tan peligrosa. Baptiste cerró los ojos, dispuesto a dejar que quien fuera que llegaba a la calle siguiera su camino creyendo que era simplemente un hombre demasiado ebrio para llegar hasta su hogar, sin embargo, los pasos en lugar de alejarse se acercaron y los ojos del inmortal se abrieron para observar a una muchacha, una esclava, que estaba cada vez más cerca de él.
Ambos se miraron un par de segundos en silencio. Baptiste no estaba dispuesto a decir nada y según era la costumbre, los esclavos no tenían derecho a hablar sino hasta que se les diera permiso de hacerlo, eso sin importar la persona a la que se dirigieran. Fue por esa creencia que el inmortal no pudo evitar sorprenderse al escuchar a la muchacha interrogarle.
– Vaya, tenemos una rebelde a las normas sociales – dijo sonriendo pero cambiando rápidamente esa sonrisa por una mueca de dolor. Su herida escocia. – Eres buena al detenerte a ver mi estado pero también eres una descuidada – Baptiste la miró fijamente – ¿Sabes que noche es? ¿Sabes lo que puede asechar en la oscuridad de las calles? – señalo entonces su hombro – Lo que asecha en la oscuridad me hizo esto, así que será mejor que te vayas antes de que la sangre los llame – y es que si bien aquella muchacha podía ser su salvación, al ser una simple humana, el camino hasta un lugar donde pudieran estar a salvo sería largo y peligroso.
No creía verdaderamente que moriría por la mordida en su hombro, pero la manera en que la misma lo estaba afectando le impediría escapar si es que se encontraba con otra de aquellas bestias, entonces si, seguramente se encontraría cara a cara con su fin. Con cuidado, Baptiste trató de incorporarse para buscar un lugar que pudiera ser lo suficientemente seguro para pasar lo que quedaba de la noche y todo el día, sin embargo, su intento de levantarse quedó frustrado cuando las piernas le fallaron y su usualmente perfecta visión se nubló.
- ¡Malditos perros! – se quejó por la bajo justo antes de que llegara hasta sus oídos el sonido de pasos presurosos que se acercaban, acompañados de lo que era un latido humano. Una risita se escapó de sus labios pues al parecer no era el único torpe que decidía salir en una noche tan peligrosa. Baptiste cerró los ojos, dispuesto a dejar que quien fuera que llegaba a la calle siguiera su camino creyendo que era simplemente un hombre demasiado ebrio para llegar hasta su hogar, sin embargo, los pasos en lugar de alejarse se acercaron y los ojos del inmortal se abrieron para observar a una muchacha, una esclava, que estaba cada vez más cerca de él.
Ambos se miraron un par de segundos en silencio. Baptiste no estaba dispuesto a decir nada y según era la costumbre, los esclavos no tenían derecho a hablar sino hasta que se les diera permiso de hacerlo, eso sin importar la persona a la que se dirigieran. Fue por esa creencia que el inmortal no pudo evitar sorprenderse al escuchar a la muchacha interrogarle.
– Vaya, tenemos una rebelde a las normas sociales – dijo sonriendo pero cambiando rápidamente esa sonrisa por una mueca de dolor. Su herida escocia. – Eres buena al detenerte a ver mi estado pero también eres una descuidada – Baptiste la miró fijamente – ¿Sabes que noche es? ¿Sabes lo que puede asechar en la oscuridad de las calles? – señalo entonces su hombro – Lo que asecha en la oscuridad me hizo esto, así que será mejor que te vayas antes de que la sangre los llame – y es que si bien aquella muchacha podía ser su salvación, al ser una simple humana, el camino hasta un lugar donde pudieran estar a salvo sería largo y peligroso.
Raoul Zarkozi- Vampiro Clase Alta
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Re: The Night of the Immortals [Privado]
Pese a que, según decía siempre el padre Jean, Mahdi no se caracterizaba por ser una negra prudente y cauta, había cosas que eran obvias. La vida a fuerza de dolores y castigos inconmensurables la había ido aleccionando por lo que sí, sabía que no estaba bien dirigirse así a alguien, pero ese hombre estaba herido y podría serle de ayuda. ¿Qué clase de cristiana sería si no se detenía a ofrecerle ayuda? Hacer eso era una falta mucho más grave que la de dirigirse a un blanco sin tener autorización. Dios le daba a todos –hasta a las esclavas brutas como ella— la oportunidad de ser misericordiosos con los demás, sin importar quienes fueran. Allí, frente a ella estaba la clara evidencia de ello.
—Lo siento, señor. –En realidad no estaba segura del motivo por el cual se disculpaba, quizás lo hiciera por mera costumbre—. Sí, sé bien que es peligroso salir de noche y más si la luna está completa, pero necesitaba algo de la botica y… Oh, lo siento –volvió a disculparse al notar que seguía hablando como si aquel joven fuese un igual. Bajó la mirada y se llenó del aire fresco los pulmones, provocando que las heridas de su espalda se tensasen.
Pero cuando él le mostró la herida que tenía, Mahdi no pudo evitar que sus ojos se abriesen por el asombro. ¿Un demonio le había hecho eso? ¿Cómo? ¿De dónde había salido? Miró hacia todos lados, pero la calle seguía –de momento— desierta.
“Dios mío, líbranos del mal”, pidió en una breve, pero eficaz, oración de protección y se hizo la señal de la cruz sobre el pecho.
—Tengo un ungüento que puede ayudarle, señor –se lo tendió, todavía evitando mirarlo a los ojos, olvidando que ella lo necesitaba de seguro más que él.
Así era Mahdi: más generosa de lo que le convenía en verdad. Uno de sus amos, el padre Jean, la había castigado –en su vida siempre todo se reducía a los castigos severos del padre Jean— y, pese a que tenía las heridas de la espalda abiertas, ella prefería darle su medicina a un desconocido…
“Es un blanco, es más importante que él sane. Yo puedo aguantar”, pensó porque, lamentablemente, ya tenía aquellos pensamientos incorporados y le salían de forma automática.
—Si quiere podemos ir a la iglesia en la que vivo, allí puedo ayudarle a ponerse la medicina. No está muy lejos –le aseguró y elevó la mano que tenía libre para señalar el camino—, estamos solo a unas tres manzanas de distancia.
—Lo siento, señor. –En realidad no estaba segura del motivo por el cual se disculpaba, quizás lo hiciera por mera costumbre—. Sí, sé bien que es peligroso salir de noche y más si la luna está completa, pero necesitaba algo de la botica y… Oh, lo siento –volvió a disculparse al notar que seguía hablando como si aquel joven fuese un igual. Bajó la mirada y se llenó del aire fresco los pulmones, provocando que las heridas de su espalda se tensasen.
Pero cuando él le mostró la herida que tenía, Mahdi no pudo evitar que sus ojos se abriesen por el asombro. ¿Un demonio le había hecho eso? ¿Cómo? ¿De dónde había salido? Miró hacia todos lados, pero la calle seguía –de momento— desierta.
“Dios mío, líbranos del mal”, pidió en una breve, pero eficaz, oración de protección y se hizo la señal de la cruz sobre el pecho.
—Tengo un ungüento que puede ayudarle, señor –se lo tendió, todavía evitando mirarlo a los ojos, olvidando que ella lo necesitaba de seguro más que él.
Así era Mahdi: más generosa de lo que le convenía en verdad. Uno de sus amos, el padre Jean, la había castigado –en su vida siempre todo se reducía a los castigos severos del padre Jean— y, pese a que tenía las heridas de la espalda abiertas, ella prefería darle su medicina a un desconocido…
“Es un blanco, es más importante que él sane. Yo puedo aguantar”, pensó porque, lamentablemente, ya tenía aquellos pensamientos incorporados y le salían de forma automática.
—Si quiere podemos ir a la iglesia en la que vivo, allí puedo ayudarle a ponerse la medicina. No está muy lejos –le aseguró y elevó la mano que tenía libre para señalar el camino—, estamos solo a unas tres manzanas de distancia.
Mahdi- Esclavo
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Fecha de inscripción : 20/01/2017
Re: The Night of the Immortals [Privado]
Los mortales eran definitivamente algo extraordinario. Baptiste había sido transformado por su padre a una temprana edad, así que realmente no tuvo mucho tiempo para ser imprudente, libre o si quiera para tener sus propias ideas. Desmond se encargó desde la más tierna infancia del joven Baines, a moldearle a su manera, a hacerlo ver el mundo tal y como él, que era su padre, lo veía, así que realmente Baptsite no tuvo ni siquiera identidad propia durante muchos años, por eso le parecía tan divertido e interesante que aquella muchacha negra, una mujer que solo servía como carne de cañón para cualquier situación, fuera precisamente la que se detuviera a verlo y ofrecer ayuda.
– No tienes que disculparte – se encogió ligeramente de hombros – y tampoco tienes que decirme señor, no soy quien para recibir esa clase de honorifico – después de todo, el Baines era un muerto, un ser que se alimentaba de la sangre de los vivos para extender su existencia ya carente de sentido y propósito real. Con atención escucho lo que la esclava tenía para decir, a pesar de que fue incapaz de terminar su relato y acabo disculpándose nuevamente con Baptiste que en esa ocasión se echo a reír a pesar de la incomodidad y el dolor de su herida – Si sabes entonces lo peligroso que es salir de noche – volvió a hablar una vez que dejo de reír – apresúrate y vete. Busca un lugar seguro para pasar lo que resta de la noche.
La esclava era demasiado bondadosa para su propio bien, fue eso lo que empujo al Baines a mostrarle su herida, en un intento de causar temor en ella. Al principio, la mirada de la muchacha se clavó en su herida y la sorpresa en su rostro resultó evidente. Baptiste intuía que esa era la primera vez que ella veía una herida de ese tipo y no era algo de extrañar. Los esclavos preferían mantener distancia con aquellos que sabían eran atacados pues en su ignorancia, eran mucho más listos y prudentes que los estudiosos.
– Ahora vete – sentenció Baptiste antes de cubrir una vez más su herida y desviar la mirada de la muchacha, esperando a que se fuera y con ella, toda posibilidad de sobrevivir.
Ante el ofrecimiento de un ungüento, Baptiste no pudo evitar girar el rostro y observar a la esclava. La muchacha no lo miraba pero la mano que ofrecía el ungüento seguía estirada en dirección al inmortal.
– Realmente eres demasiado buena para tu propio bien – reafirmo aquello, sonriendo – pero dudo que ese ungüento pueda hacer algo por mi – después de todo, los sobrenaturales se curaban y herían de manera muy diferente a la de los mortales.
El ofrecimiento de ayuda entonces fue más allá. La esclava estaba dispuesta a que fueran hasta la iglesia donde ella se quedaba, un lugar que sería de hecho seguro para Baptiste, quien se mantuvo en silencio, considerando seriamente la propuesta. El Baines quería seguir existiendo, de eso estaba seguro pero también se hallaba seguro de que antes de llegar podrían ser atacados por las licántropos y no deseaba poner en peligro a la amable esclava; aunque si lo pensaba de manera fría, que se fuera sin él, no aseguraba que sobreviviera. El camino a la iglesia no era largo, sin embargo, los licántropos eran veloces y su la muchacha era atacada, no podría escapar.
– No aceptare el ungüento pero si aceptare tu ayuda para llegar a la iglesia – así, de ser atacados, él podría distraer a cualquier bestia y ella tendría oportunidad de sobrevivir.
Con dificultad se incorporó, mostrando una sonrisa un tanto forzada.
– Entonces… ¿Nos vamos?
– No tienes que disculparte – se encogió ligeramente de hombros – y tampoco tienes que decirme señor, no soy quien para recibir esa clase de honorifico – después de todo, el Baines era un muerto, un ser que se alimentaba de la sangre de los vivos para extender su existencia ya carente de sentido y propósito real. Con atención escucho lo que la esclava tenía para decir, a pesar de que fue incapaz de terminar su relato y acabo disculpándose nuevamente con Baptiste que en esa ocasión se echo a reír a pesar de la incomodidad y el dolor de su herida – Si sabes entonces lo peligroso que es salir de noche – volvió a hablar una vez que dejo de reír – apresúrate y vete. Busca un lugar seguro para pasar lo que resta de la noche.
La esclava era demasiado bondadosa para su propio bien, fue eso lo que empujo al Baines a mostrarle su herida, en un intento de causar temor en ella. Al principio, la mirada de la muchacha se clavó en su herida y la sorpresa en su rostro resultó evidente. Baptiste intuía que esa era la primera vez que ella veía una herida de ese tipo y no era algo de extrañar. Los esclavos preferían mantener distancia con aquellos que sabían eran atacados pues en su ignorancia, eran mucho más listos y prudentes que los estudiosos.
– Ahora vete – sentenció Baptiste antes de cubrir una vez más su herida y desviar la mirada de la muchacha, esperando a que se fuera y con ella, toda posibilidad de sobrevivir.
Ante el ofrecimiento de un ungüento, Baptiste no pudo evitar girar el rostro y observar a la esclava. La muchacha no lo miraba pero la mano que ofrecía el ungüento seguía estirada en dirección al inmortal.
– Realmente eres demasiado buena para tu propio bien – reafirmo aquello, sonriendo – pero dudo que ese ungüento pueda hacer algo por mi – después de todo, los sobrenaturales se curaban y herían de manera muy diferente a la de los mortales.
El ofrecimiento de ayuda entonces fue más allá. La esclava estaba dispuesta a que fueran hasta la iglesia donde ella se quedaba, un lugar que sería de hecho seguro para Baptiste, quien se mantuvo en silencio, considerando seriamente la propuesta. El Baines quería seguir existiendo, de eso estaba seguro pero también se hallaba seguro de que antes de llegar podrían ser atacados por las licántropos y no deseaba poner en peligro a la amable esclava; aunque si lo pensaba de manera fría, que se fuera sin él, no aseguraba que sobreviviera. El camino a la iglesia no era largo, sin embargo, los licántropos eran veloces y su la muchacha era atacada, no podría escapar.
– No aceptare el ungüento pero si aceptare tu ayuda para llegar a la iglesia – así, de ser atacados, él podría distraer a cualquier bestia y ella tendría oportunidad de sobrevivir.
Con dificultad se incorporó, mostrando una sonrisa un tanto forzada.
– Entonces… ¿Nos vamos?
Raoul Zarkozi- Vampiro Clase Alta
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Re: The Night of the Immortals [Privado]
No era la primera persona que le decía a Mahdi que ella era más buena de lo que en verdad le convenía. Pero la esclava le restaba importancia a esa clase de comentarios, en verdad no sabía cómo reaccionar ante cualquier indicio de cumplido.
-¿Está seguro? Es realmente muy bueno, ya lo he probado y si ha sanado en cuestión de días mi piel negra, la suya que es blanca lo hará todavía más rápidamente.
Sabía que no debía insistir. Los blancos a veces tenían los motivos más insólitos para tomar sus decisiones y ellos –los esclavos- tenían que limitarse a aceptar con la cabeza gacha. A Mahdi le costaba, más si había heridas de por medio pues se consideraba una experta en el dolor. Desde la llegada del nuevo sacerdote a la iglesia en la que ella vivía, Mahdi había vivido más castigos que a lo largo de toda su vida… El padre Jean era un hombre severo, que impartía justicia de forma dura, principalmente con los negros.
-Apóyese en mí si lo necesita –le dijo y comenzó a caminar con dirección a su hogar-. No estamos lejos, pero tiene razón, lo mejor sería que nos demos prisa.
Cuando llegaron al lugar santo, Mahdi abrió el portón con delicadeza, cuidando de no hacer ruido. Tenía experiencia en escabullirse en las noches, no hacía nada malo, solo iba a visitar a su amiga, pero como sabía que los sacerdotes no lo aprobarían, no tenía más remedio que escaparse.
Con algo de vergüenza –pues no siempre había sido esclava, así que sabía bien lo que alguien como él podía pensar del lugar donde ella vivía-, condujo al hombre hasta la parte trasera, al área de esclavos. Ella era la única mujer que la iglesia tenía, por lo que contaba con su propia habitación, aunque era pequeña y húmeda.
-¿Quiere comer algo? ¿Puedo limpiar su herida? –No sabía bien qué debía hacer. Con un gesto lo invitó a sentarse sobre su camastro-. Puedo llamar a los sacerdotes, ellos sabrán mejor que yo qué hacer –pensó en voz alta.
Además había una verdad insoslayable; ¿qué podía sucederle si descubrían que había metido a un hombre en su dormitorio? Debían inventar algo para decir, algo que engañase a los curas. Pero, ¿aquel hombre sería capaz de mentirle a un hombre de Dios sólo para ayudar a una negra?
“Pero él necesita ayuda, está herido”, se excusó rápidamente su mente, como si el padre Jean estuviese ya frente a ella pronto a castigarla. Lo cierto era que al sacerdote poco le importaría eso.
-¿Quién lo lastimó así? –le preguntó, inclinándose y viendo sus ropas manchadas.
-¿Está seguro? Es realmente muy bueno, ya lo he probado y si ha sanado en cuestión de días mi piel negra, la suya que es blanca lo hará todavía más rápidamente.
Sabía que no debía insistir. Los blancos a veces tenían los motivos más insólitos para tomar sus decisiones y ellos –los esclavos- tenían que limitarse a aceptar con la cabeza gacha. A Mahdi le costaba, más si había heridas de por medio pues se consideraba una experta en el dolor. Desde la llegada del nuevo sacerdote a la iglesia en la que ella vivía, Mahdi había vivido más castigos que a lo largo de toda su vida… El padre Jean era un hombre severo, que impartía justicia de forma dura, principalmente con los negros.
-Apóyese en mí si lo necesita –le dijo y comenzó a caminar con dirección a su hogar-. No estamos lejos, pero tiene razón, lo mejor sería que nos demos prisa.
Cuando llegaron al lugar santo, Mahdi abrió el portón con delicadeza, cuidando de no hacer ruido. Tenía experiencia en escabullirse en las noches, no hacía nada malo, solo iba a visitar a su amiga, pero como sabía que los sacerdotes no lo aprobarían, no tenía más remedio que escaparse.
Con algo de vergüenza –pues no siempre había sido esclava, así que sabía bien lo que alguien como él podía pensar del lugar donde ella vivía-, condujo al hombre hasta la parte trasera, al área de esclavos. Ella era la única mujer que la iglesia tenía, por lo que contaba con su propia habitación, aunque era pequeña y húmeda.
-¿Quiere comer algo? ¿Puedo limpiar su herida? –No sabía bien qué debía hacer. Con un gesto lo invitó a sentarse sobre su camastro-. Puedo llamar a los sacerdotes, ellos sabrán mejor que yo qué hacer –pensó en voz alta.
Además había una verdad insoslayable; ¿qué podía sucederle si descubrían que había metido a un hombre en su dormitorio? Debían inventar algo para decir, algo que engañase a los curas. Pero, ¿aquel hombre sería capaz de mentirle a un hombre de Dios sólo para ayudar a una negra?
“Pero él necesita ayuda, está herido”, se excusó rápidamente su mente, como si el padre Jean estuviese ya frente a ella pronto a castigarla. Lo cierto era que al sacerdote poco le importaría eso.
-¿Quién lo lastimó así? –le preguntó, inclinándose y viendo sus ropas manchadas.
Mahdi- Esclavo
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Re: The Night of the Immortals [Privado]
La muchacha no entendía lo que Baptiste insinuaba con sus palabras, al menos, no comprendía aquellas que hacían mención a la naturaleza del Baines y era mejor que continuara ella ignorante de lo que era en realidad el muchacho a quien tan amablemente se ofrecía a auxiliar.
– No dudo en que el ungüento sea bueno, es solo que mi piel, aunque blanca, es diferente a la de los demás – dijo aquello, no porque tratará de alertarla sobre él y su naturaleza sino que lo mencionaba para que ella no insistiera en gastar algo que a leguas, necesitaba mucho más que él. Baptiste sabía que su herida tardaría en sanar, en especial al ser hecha por un licántropo, aun así, el tiempo no sería tan largo como el que seguramente debía de esperar la muchacha para curarse; además, al aceptar su ayuda creía estar aceptando más de lo que debía.
Apoyándose ligeramente en la muchacha y tratando de lucir lo más humano posible, Baptiste comenzó a avanzar entre las calles, guiado completamente por la esclava que andaba a su lado y que ingenuamente, creía estar ayudando a un mortal que salía en una mala noche.
– Muchas gracias, sabré recompensar tu ayuda – susurró aquello mientras se alejaban del lugar donde antes el inmortal esperará la muerte.
El rostro de Baptiste dejó entrever la sorpresa que le causaba el darse cuenta del lugar al que había sido guiado. Irónico parecía ser pues, que en aquella noche donde escapaba de los licántropos que buscaban peleas con vampiros o cualquier cosa que se moviera, acabará por meterse en otro de los sitios donde los vampiros eran no deseados. Lo único que estaba de su lado en aquella noche, como siempre, era el hecho de que su progenitor sirviera a la inquisición y claro, que la muchacha a su lado se mostrará tan silenciosa y dispuesta a auxiliarle. De manera discreta la mortal y el vampiro caminaron hasta la habitación humilde que ocupaba la esclava, lugar en el que finalmente el Baines podría sentirse a salvo.
De pie cerca de la puerta de la habitación, observó el camastro que tan amablemente le era ofrecido por la esclava. Un tanto vacilante, Baptiste caminó para tomar asiento en el camastro.
– No gracias, ya comí y no creo necesitar nada por ahora, así como tampoco es necesario que limpies mi herida. Que me dieras un refugio ha sido más que suficiente – aún así, parecía ser que sus palabras no eran suficientes pues la esclava habló acerca de dar aviso a los sacerdotes sobre su presencia, comentario que llevó al Baines a mirarle de manera severa y subir el tono de su voz – ¡No llamaras a nadie! Si lo haces los dos tendremos problemas y eso es de lo que estamos tratando de escapar en primer lugar, así que no sigas actuando de manera imprudente que ya en mucho peligro te has puesto.
El rostro curioso de la negra se acercó a él y la pregunta fluyó de aquellos labios de una manera tan natural, que Baptiste no pudo más que relajarse, decirse que ella estaba simplemente tratando de ayudarlo y que molestarse o reprenderla no tendría afecto alguno, aunque quizás, la verdad tuviera un efecto mucho más educativo que las advertencias.
– ¿De qué estabas huyendo esta noche? – preguntó antes de sonreír y mostrar un poco de su blanca dentadura.
– No dudo en que el ungüento sea bueno, es solo que mi piel, aunque blanca, es diferente a la de los demás – dijo aquello, no porque tratará de alertarla sobre él y su naturaleza sino que lo mencionaba para que ella no insistiera en gastar algo que a leguas, necesitaba mucho más que él. Baptiste sabía que su herida tardaría en sanar, en especial al ser hecha por un licántropo, aun así, el tiempo no sería tan largo como el que seguramente debía de esperar la muchacha para curarse; además, al aceptar su ayuda creía estar aceptando más de lo que debía.
Apoyándose ligeramente en la muchacha y tratando de lucir lo más humano posible, Baptiste comenzó a avanzar entre las calles, guiado completamente por la esclava que andaba a su lado y que ingenuamente, creía estar ayudando a un mortal que salía en una mala noche.
– Muchas gracias, sabré recompensar tu ayuda – susurró aquello mientras se alejaban del lugar donde antes el inmortal esperará la muerte.
El rostro de Baptiste dejó entrever la sorpresa que le causaba el darse cuenta del lugar al que había sido guiado. Irónico parecía ser pues, que en aquella noche donde escapaba de los licántropos que buscaban peleas con vampiros o cualquier cosa que se moviera, acabará por meterse en otro de los sitios donde los vampiros eran no deseados. Lo único que estaba de su lado en aquella noche, como siempre, era el hecho de que su progenitor sirviera a la inquisición y claro, que la muchacha a su lado se mostrará tan silenciosa y dispuesta a auxiliarle. De manera discreta la mortal y el vampiro caminaron hasta la habitación humilde que ocupaba la esclava, lugar en el que finalmente el Baines podría sentirse a salvo.
De pie cerca de la puerta de la habitación, observó el camastro que tan amablemente le era ofrecido por la esclava. Un tanto vacilante, Baptiste caminó para tomar asiento en el camastro.
– No gracias, ya comí y no creo necesitar nada por ahora, así como tampoco es necesario que limpies mi herida. Que me dieras un refugio ha sido más que suficiente – aún así, parecía ser que sus palabras no eran suficientes pues la esclava habló acerca de dar aviso a los sacerdotes sobre su presencia, comentario que llevó al Baines a mirarle de manera severa y subir el tono de su voz – ¡No llamaras a nadie! Si lo haces los dos tendremos problemas y eso es de lo que estamos tratando de escapar en primer lugar, así que no sigas actuando de manera imprudente que ya en mucho peligro te has puesto.
El rostro curioso de la negra se acercó a él y la pregunta fluyó de aquellos labios de una manera tan natural, que Baptiste no pudo más que relajarse, decirse que ella estaba simplemente tratando de ayudarlo y que molestarse o reprenderla no tendría afecto alguno, aunque quizás, la verdad tuviera un efecto mucho más educativo que las advertencias.
– ¿De qué estabas huyendo esta noche? – preguntó antes de sonreír y mostrar un poco de su blanca dentadura.
Raoul Zarkozi- Vampiro Clase Alta
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Re: The Night of the Immortals [Privado]
Sí. Los blancos eran muy extraños. Hacía tiempo que Mahdi soñaba con algo imposible: ser algún día blanca. ¿Cómo podría cambiar su piel? Con los pocos francos que tenía ahorrados –obviamente a escondidas de los sacerdotes, pues los negros no podían tener dinero propio y ella bien lo sabía-, Mahdi se había comprado un jabón especial en la botica. Lo tenía escondido entre sus cosas ahora, a la espera de tener un momento libre para poder correr a la laguna y bañarse. Quería rasparse una y otra vez hasta que le doliera, hasta que su piel quedase limpia y blanca. No era tonta, sabía que eso no era posible pero aún así deseaba intentarlo. A pesar de querer ser como ellos, Mahdi sabía que eran gente particular… Como aquel al que estaba ayudando en esos momentos. ¿Por qué no querría comer? ¿Por qué no le permitía curarle?
-Está bien, señor –dijo con la mirada gacha y fue a sentarse en un rincón, en el suelo-. No insistiré, si necesita que le ayude en algo solo debe pedírmelo.
Cierto era que no le convenía a ella que los sacerdotes descubrieran aquello, pero no entendía qué era lo que él tenía que perder si lo hacían. Una vez más tuvo que recordarse que los blancos eran más inteligentes y que ella nunca llegaría a entender lo que ellos pensaban, eso se lo repetían los sacerdotes de modo amoroso siempre y ella solo aceptaba que era una realidad que nadie podría cambiar.
-Yo no escapaba de nadie –le dijo, algo en el tono de voz de él la había alertado-. Estaba en la botica, la dueña es una buena mujer y a veces la ayudo –le explicó para que supiera que no estaba haciendo nada indebido, nada que fuese pecado-. Caminaba rápido porque hay luna llena y en las noches de luna llena hay… Bueno, no sé si esto sea cierto –le dijo, a modo de confidencia-, pero algunos dicen que puede llegar a haber… demonios en las calles –dijo al fin, casi en un susurro asustado-. Yo no sé si es cierto, pero hay que tener cuidado.
De pronto, una idea tomó forma en su cabeza. Fue como una pequeña llama de fuego que comienza a unirse con otra y otra más para arder juntas y poderosas. El hombre estaba herido, había sido herido en las calles y había luna llena. ¿Podría ser, entonces, que…? Se llevó ambas manos a la boca y ahogó a tiempo un gritito. Sus ojos se abrieron asustados intentando ver en la mirada del hombre cuál era la verdad.
-¿Usted…? ¿A usted lo ha…? Oh, no sé como decirlo –tomó la cruz de madera que llevaba siempre consigo y la apretó entre sus manos-. ¿Usted ha visto un demonio? ¿Un demonio lo lastimó? ¿Quiere que recemos? –le propuso al final, porque ya no sabía qué más decir.
-Está bien, señor –dijo con la mirada gacha y fue a sentarse en un rincón, en el suelo-. No insistiré, si necesita que le ayude en algo solo debe pedírmelo.
Cierto era que no le convenía a ella que los sacerdotes descubrieran aquello, pero no entendía qué era lo que él tenía que perder si lo hacían. Una vez más tuvo que recordarse que los blancos eran más inteligentes y que ella nunca llegaría a entender lo que ellos pensaban, eso se lo repetían los sacerdotes de modo amoroso siempre y ella solo aceptaba que era una realidad que nadie podría cambiar.
-Yo no escapaba de nadie –le dijo, algo en el tono de voz de él la había alertado-. Estaba en la botica, la dueña es una buena mujer y a veces la ayudo –le explicó para que supiera que no estaba haciendo nada indebido, nada que fuese pecado-. Caminaba rápido porque hay luna llena y en las noches de luna llena hay… Bueno, no sé si esto sea cierto –le dijo, a modo de confidencia-, pero algunos dicen que puede llegar a haber… demonios en las calles –dijo al fin, casi en un susurro asustado-. Yo no sé si es cierto, pero hay que tener cuidado.
De pronto, una idea tomó forma en su cabeza. Fue como una pequeña llama de fuego que comienza a unirse con otra y otra más para arder juntas y poderosas. El hombre estaba herido, había sido herido en las calles y había luna llena. ¿Podría ser, entonces, que…? Se llevó ambas manos a la boca y ahogó a tiempo un gritito. Sus ojos se abrieron asustados intentando ver en la mirada del hombre cuál era la verdad.
-¿Usted…? ¿A usted lo ha…? Oh, no sé como decirlo –tomó la cruz de madera que llevaba siempre consigo y la apretó entre sus manos-. ¿Usted ha visto un demonio? ¿Un demonio lo lastimó? ¿Quiere que recemos? –le propuso al final, porque ya no sabía qué más decir.
Mahdi- Esclavo
- Mensajes : 58
Fecha de inscripción : 20/01/2017
Re: The Night of the Immortals [Privado]
Durante los 60 años que llevaba de existencia, Baptiste había conocido un gran numero de personas, de entre las cuales, muy pocas merecían la pena en ser recordadas. Aquella joven esclava a la que ahora observaba, seguramente formaría parte de esa exclusiva lista que poseía el vampiro. Cierto era que la mayoría de los esclavos eran bastante ingenuos y temerosos, tanto que en raras ocasiones hablaban con gente de mayores estratos sociales, sin embargo, aquella muchacha aunque esclava e inocente, parecía saber que si tenía curiosidades ese era el momento de que fueran resueltas, pues solo fuerzas superiores sabrían cuando es que tendría la oportunidad de estar a solas con alguien como el Baines. Si hubieran estado con más gente a su alrededor, nada de aquello hubiera sido posible y de hecho, apenas y le hubiera dirigido la palabra se habría llevado la esclava más de un golpe.
– Ya te lo dije ¿no?. – Sonrió – Me has ayudado de más al brindarme un refugio lejos de las calles – la esclava al poner a salvo a Baptiste, se había puesto a salvo a si misma, algo que de manera sutil, el vampiro trataba de hacerle saber a la muchacha.
Por algún motivo escucharla explicar lo que había estado haciendo le agrado. Quizás era porque al igual que ella, en escasas oportunidades tenía alguien como él la oportunidad de toparse con almas tan puras y dispuestas a ayudar a otros.
– Sé que no hacías nada malo, nadie que sea tan amable con un desconocido sería capaz de hacer algo malo – aseguro antes de guardar silencio una vez más y escuchar los motivos que ella aseguraba, fueron los que le llevaron a andar a paso veloz por las calles de París.
Demonios, así se refirió ella a los sobrenaturales; apelativo que no estaba muy alejado de la realidad, ya que desde la experiencia de Baptiste, todos eran de cierta manera demonios. Por ejemplo él, maldito con un cuerpo que caminaría eternamente en la oscuridad, que nunca envejecería pero que debía mantenerse a base de la sangre de otros, extrayendo su vida hasta matarles; ¿Tenía eso otro nombre aparte de demonio? Claro que no.
Estaba él dispuesto a explicarle lo que era y de lo que estaban huyendo cuando repentinamente las cosas embonaron en la mente de la esclava, quien temerosa, miro a Baptiste. Fue el gesto de la muchacha, aunado a sus palabras lo que termino por convencer al Baines de que decirle lo que él era sería sumamente cruel, en especial después de ver el temor en los ojos ajenos. Así que optando por solamente hacerle saber que en la calle existían peligros, se dispuso a responder las preguntas hechas por la esclava.
– Así es, vi un demonio – se inclinó, acercando su rostro al de ella – era enorme y peludo, me hirió, en eso tienes razón, pero logre escapar y después me ayudaste – hizo una pausa entonces – por eso lo mejor es que no vuelvas a salir por las noches, ¿Has entendido? – se alejó un poco entonces – y no reces, eso no sirve de nada contra esos demonios porque ellos también rezan – pensó entonces en la gran cantidad de inquisidores con habilidades sobrenaturales pero en especial, pensó en su padre y en la manera en que aquel individuo se escudaba tras la religión para torturar a otros.
– Ya te lo dije ¿no?. – Sonrió – Me has ayudado de más al brindarme un refugio lejos de las calles – la esclava al poner a salvo a Baptiste, se había puesto a salvo a si misma, algo que de manera sutil, el vampiro trataba de hacerle saber a la muchacha.
Por algún motivo escucharla explicar lo que había estado haciendo le agrado. Quizás era porque al igual que ella, en escasas oportunidades tenía alguien como él la oportunidad de toparse con almas tan puras y dispuestas a ayudar a otros.
– Sé que no hacías nada malo, nadie que sea tan amable con un desconocido sería capaz de hacer algo malo – aseguro antes de guardar silencio una vez más y escuchar los motivos que ella aseguraba, fueron los que le llevaron a andar a paso veloz por las calles de París.
Demonios, así se refirió ella a los sobrenaturales; apelativo que no estaba muy alejado de la realidad, ya que desde la experiencia de Baptiste, todos eran de cierta manera demonios. Por ejemplo él, maldito con un cuerpo que caminaría eternamente en la oscuridad, que nunca envejecería pero que debía mantenerse a base de la sangre de otros, extrayendo su vida hasta matarles; ¿Tenía eso otro nombre aparte de demonio? Claro que no.
Estaba él dispuesto a explicarle lo que era y de lo que estaban huyendo cuando repentinamente las cosas embonaron en la mente de la esclava, quien temerosa, miro a Baptiste. Fue el gesto de la muchacha, aunado a sus palabras lo que termino por convencer al Baines de que decirle lo que él era sería sumamente cruel, en especial después de ver el temor en los ojos ajenos. Así que optando por solamente hacerle saber que en la calle existían peligros, se dispuso a responder las preguntas hechas por la esclava.
– Así es, vi un demonio – se inclinó, acercando su rostro al de ella – era enorme y peludo, me hirió, en eso tienes razón, pero logre escapar y después me ayudaste – hizo una pausa entonces – por eso lo mejor es que no vuelvas a salir por las noches, ¿Has entendido? – se alejó un poco entonces – y no reces, eso no sirve de nada contra esos demonios porque ellos también rezan – pensó entonces en la gran cantidad de inquisidores con habilidades sobrenaturales pero en especial, pensó en su padre y en la manera en que aquel individuo se escudaba tras la religión para torturar a otros.
Raoul Zarkozi- Vampiro Clase Alta
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