AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Puppet of desire, wish of death.[Privado]
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Puppet of desire, wish of death.[Privado]
Los días se le mezclaban en la cabeza. No sabía ni cuántos llegaba encerrado en la buhardilla del Golden, entraba y salía de la inconsciencia sin saber dónde demonios estaba ni qué era lo que oía. A veces le parecía distinguir las voces de Brody y Joanna, otras notaba el calor de la sangre de Faith en sus manos, la risa de Ackerman sacándole de quicio….La presencia de Simonetti..No tenía claro que fuera a sobrevivir a aquello, siempre que el doctor le encontraba le llevaba un poco más allá, de modo que no tenía claro si seguir vivo era realmente una suerte o no. Pensaba que después de haber cambiado de lugar se había librado de ese parásito pero todo se retorció al encontrarle en la Ópera. Corbin no era un hombre muy listo, ni agresivo, pero sabía encajar cualquier cosa en silencio y pedir más si eso era lo que querían. No conseguir hacerle gritar era lo que Simonetti más apreciaba del grandullón, que hiciera lo que hiciera nunca se lamentaba, siempre se contenía y lo soportaba, incluso cuando le llevaba al borde de la muerte, no le arrancaba ni un solo grito, ni una sola súplica.
Corbin sabía que lo peor no era el momento en el que se divertía con él, lo peor venía después, los días en que no sabría si iba a sobrevivir o no, en el que no se sorprendería si la policía fuera a encontrar su cuerpo en algún callejón cualquier día de aquellos. Conocía demasiado bien al retorcido italiano como para saber que nunca le había intentado comprar para uso exclusivo, porque le encantaba tener al grandullón en vilo pensando cuándo volvería. Ese hombre era la peor de sus pesadillas y tener su presencia como nubes oscuras rondando su cabeza era la peor de las torturas.
Finalmente, en algún punto del día, Corbin logró abrir los ojos y mantenerlos así durante unas cuantas horas. No se pudo mover en días, eso lo tenía claro y según lo pastosa que sentía la boca y lo pesado que se sentía, no había comido ni bebido nada. Se humedeció los labios e intentó incorporarse. Boca abajo en el estrecho sofá cada movimiento fue como miles de agujas clavándose en cada poro de su cuerpo. El hijo puta se había ensañado bien, se lo había pasado en grande, eufórico por encontrarle después de meses sin saber su paradero. Maldito enfermo hijo de puta. Le había destrozado otra vez y lo peor era...Que le había encontrado. Que volvería a por él.
La simple idea le hizo perder todas las fuerzas, volvió a dejarse caer pesadamente en el sofá, observando una bandeja con un té ya frío que había llenado la estancia del olor a menta mezclada con al sangre. Al menos no podía oler la esencia de Simonetti. Cerró los ojos, pensando que hubiera sido mejor no despertar. De todas formas, ¿Qué le esperaba allí? Escuchó la puerta abrirse y unos cuantos susurros, antes de que los tacones de una mujer resonaran contra la madera, abrió los ojos para encontrarse con Joanna que entró muy sigilosa, chasqueó la lengua al ver que el té seguía allí y miró al grandullón. Al encontrarse con sus ojos claros se sorprendió. Corbin pudo ver en los ojos de la arpía envidiosa que hasta ella estaba sofocada, que sentía lástima por él y que en fondo se alegraba de no ser ella quien ocupase aquel sofá. ¿Tan mal estaba..? Joanna había sido la culpable de que Simonetti supiera dónde estaba él, había llevado al doctor hasta Corbin pero ni en sus más profundos anhelos hubiera soñado con que el grandullón acabase así. Si, le odiaba y quería verle en la maldita calle, lejos de la señora Blackmore que le había preferido por encima de ella...Pero era difícil verle así, no había sabido calcular hasta dónde llegaba la mente retorcida del buen doctor. Se sentía culpable...pero en el fondo hubiera preferido que él no despertase.- Voy..A decirle a Brody que estás despierto.
Y sin más, la hermosa muchacha desapareció por el pasillo dejando allí al hombretón. Corbin suspiro, se sentía hecho una verdadera mierda, siempre acababa igual pero..Nadie se acostumbraba a algo como eso. Levantó la mirada para ver cómo estaba. Desnudo, boca abajo en el sofá, ¿Aquello era sangre reseca? Suspiró de nuevo y vio la manta tirada en el suelo, intentó alcanzarla, aguantando los gritos de dolor de todo su cuerpo. Finalmente cogió la dicho manta, que no era ta grande como para cubrirle entero, pero el chico hizo un esfuerzo para tirársela por encima y cubrir lo peor. No quería verlo ni él.
Corbin sabía que lo peor no era el momento en el que se divertía con él, lo peor venía después, los días en que no sabría si iba a sobrevivir o no, en el que no se sorprendería si la policía fuera a encontrar su cuerpo en algún callejón cualquier día de aquellos. Conocía demasiado bien al retorcido italiano como para saber que nunca le había intentado comprar para uso exclusivo, porque le encantaba tener al grandullón en vilo pensando cuándo volvería. Ese hombre era la peor de sus pesadillas y tener su presencia como nubes oscuras rondando su cabeza era la peor de las torturas.
Finalmente, en algún punto del día, Corbin logró abrir los ojos y mantenerlos así durante unas cuantas horas. No se pudo mover en días, eso lo tenía claro y según lo pastosa que sentía la boca y lo pesado que se sentía, no había comido ni bebido nada. Se humedeció los labios e intentó incorporarse. Boca abajo en el estrecho sofá cada movimiento fue como miles de agujas clavándose en cada poro de su cuerpo. El hijo puta se había ensañado bien, se lo había pasado en grande, eufórico por encontrarle después de meses sin saber su paradero. Maldito enfermo hijo de puta. Le había destrozado otra vez y lo peor era...Que le había encontrado. Que volvería a por él.
La simple idea le hizo perder todas las fuerzas, volvió a dejarse caer pesadamente en el sofá, observando una bandeja con un té ya frío que había llenado la estancia del olor a menta mezclada con al sangre. Al menos no podía oler la esencia de Simonetti. Cerró los ojos, pensando que hubiera sido mejor no despertar. De todas formas, ¿Qué le esperaba allí? Escuchó la puerta abrirse y unos cuantos susurros, antes de que los tacones de una mujer resonaran contra la madera, abrió los ojos para encontrarse con Joanna que entró muy sigilosa, chasqueó la lengua al ver que el té seguía allí y miró al grandullón. Al encontrarse con sus ojos claros se sorprendió. Corbin pudo ver en los ojos de la arpía envidiosa que hasta ella estaba sofocada, que sentía lástima por él y que en fondo se alegraba de no ser ella quien ocupase aquel sofá. ¿Tan mal estaba..? Joanna había sido la culpable de que Simonetti supiera dónde estaba él, había llevado al doctor hasta Corbin pero ni en sus más profundos anhelos hubiera soñado con que el grandullón acabase así. Si, le odiaba y quería verle en la maldita calle, lejos de la señora Blackmore que le había preferido por encima de ella...Pero era difícil verle así, no había sabido calcular hasta dónde llegaba la mente retorcida del buen doctor. Se sentía culpable...pero en el fondo hubiera preferido que él no despertase.- Voy..A decirle a Brody que estás despierto.
Y sin más, la hermosa muchacha desapareció por el pasillo dejando allí al hombretón. Corbin suspiro, se sentía hecho una verdadera mierda, siempre acababa igual pero..Nadie se acostumbraba a algo como eso. Levantó la mirada para ver cómo estaba. Desnudo, boca abajo en el sofá, ¿Aquello era sangre reseca? Suspiró de nuevo y vio la manta tirada en el suelo, intentó alcanzarla, aguantando los gritos de dolor de todo su cuerpo. Finalmente cogió la dicho manta, que no era ta grande como para cubrirle entero, pero el chico hizo un esfuerzo para tirársela por encima y cubrir lo peor. No quería verlo ni él.
Corbin Lockwood- Humano Clase Baja
- Mensajes : 135
Fecha de inscripción : 02/02/2017
Re: Puppet of desire, wish of death.[Privado]
Había hecho lo que Faith me había pedido, había borrado a esa alimaña de la faz de la Tierra y lo había hecho como se merecía, haciéndole sufrir cada uno de los últimos segundos de su miserable existencia. Pero las visiones, por mucho que quisiera apartarlas de mi mente, seguían sin cesar. Cada vez que cerraba los ojos veía tras mis párpados a aquel Corbin de doce años, solo y asustado, gritando bajo las garras del monstruo que le había jodido la infancia. Tenía que encontrarlo. No sabía muy bien por qué, pero algo me decía que debía hacerlo. Tenía que decirle que ese ser no volvería a cruzarse en su camino y que a estas alturas estaría sufriendo las peores torturas en manos de Satán.
Me dirigí al Golden Moon. El día que me encargué de Simonetti, hacía ya una semana, me habían dicho que Corbin llevaba unos días desaparecido, pero no quise ahondar más dado el objetivo que tenía en mente. Pero estaba seguro de que Joanna sabía dónde estaba y no me costaría apenas esfuerzo que me lo soltara. Joanna era una especie de "favorita" de Faith, por lo que tenía entendido. Personalmente, yo había pasado un par de noches con ella, pero lo que había visto en sus recuerdos había hecho que no me fiara en absoluto. Cierto era también que nunca me fiaba de nadie, pero las arpías como ella, por muy buenas que fueran en su trabajo, acababan resultando peligrosas. Entré en el burdel y dejé la gabardina en el perchero, sabía que allí ya empezaban a conocerme, pero me daba lo mismo.
Nada más entrar, me encontré de frente y en la recepción con la persona a la que andaba buscando. Joanna.
La susodicha se giró ante el sonido de la puerta, con una sonrisa pintada en la cara como la que ponía a todo cliente que entraba a diario. Pero cuando me reconoció, esa sonrisa pérfida se ensanchó y salió de detrás del pequeño mostrador para saludarme.
- ¡Señor Stein! ¡Qué alegría verle! Ya se le echaba de menos por aquí... - se acercó a mí y me acarició el brazo con una mano de forma provocativa. Creía que venía a reclamar sus servicios, pero en esta ocasión se equivocaba. Estuve tentado de apartarle la mano, pero me serené y le sonreí seductoramente, lo que provocó que se pegara a mi pecho apoyando las manos en él y me sonriera. La sonrisa no llegó a mis ojos helados cuando dije:
- No lo dudo. Pero no vengo para eso. Dime dónde está Corbin. – Joanna puso de inmediato cara de circunstancias e intentó despegarse de mí, pero la agarré de los brazos y la fulminé con la mirada antes de pegarme a su oído. - No lo repetiré. Dónde está.
Noté el nerviosismo de Joanna, y no me costaría nada sacárselo bajo mis poderes, pero quería guardar energía para lo que pudiera encontrarme. Después del agotamiento mágico sufrido tras el asesinato y el mantenimiento del hechizo que purificaba el aire de Aveline, lo cierto es que aún no me había acabado de recuperar. Joanna terminó por darse cuenta de que no escaparía de mis ojos de hielo, así que desvió la mirada y susurró: - En la buhardilla, pero está… no está en condiciones de…
- Que no nos molesten. Nadie. – mi mirada fue suficiente para que Joanna asintiera nerviosa y se alejara de mí, intentando tranquilizarse. Subí las escaleras con paso firme y me dirigí a la puerta de la buhardilla. Entré directamente, no me interesaba ser cortés en aquellos momentos. Pero lo que vi me dejó helado.
El enorme cuerpo de Corbin descansaba en un sofá demasiado pequeño para él, boca abajo y desvencijado como un muñeco roto. Estaba medio tapado, pero a la vista saltaba que su pelo, rubio y enmarañado y aquella postura forzada delataban lo evidente. No había llegado a tiempo. Le había cogido antes que yo. Gruñí con rabia y me arremangué la camisa arrodillándome en el suelo a su lado. Susurré con voz contenida:
- Pero qué te ha hecho… - no esperé a que me contestara, y ni siquiera sabía si estaba consciente, ya que no le veía la cara. Destapé su espalda para ver el destrozo pero lo tapé en seguida, apretando los dientes ante lo que acababa de descubrir. Le había roto. Otra vez.
Intenté tranquilizarme. Ese bastardo ya no podría tocarlo de nuevo. Las imágenes volvían a sucederse tras mis párpados y tragué saliva de nuevo, con la furia invadiendo mis venas.
- No volverá… a tocarte. A ti ni a nadie… ahora mismo está… en el infierno.
Posé una mano sobre la espalda del rubio y cerré los ojos intentando concentrarme. Mi voz, grave y cadente, empezó a salmodiar en gaélico y el hechizo Aero inundó los pulmones de Corbin, reconfortándolo ligeramente. Poco más podía hacer por él con la magia. Pero sí sabía algo de hierbas analgésicas, y más para aquellas situaciones.
- No te preocupes, sé lo que hago.
Me dirigí al Golden Moon. El día que me encargué de Simonetti, hacía ya una semana, me habían dicho que Corbin llevaba unos días desaparecido, pero no quise ahondar más dado el objetivo que tenía en mente. Pero estaba seguro de que Joanna sabía dónde estaba y no me costaría apenas esfuerzo que me lo soltara. Joanna era una especie de "favorita" de Faith, por lo que tenía entendido. Personalmente, yo había pasado un par de noches con ella, pero lo que había visto en sus recuerdos había hecho que no me fiara en absoluto. Cierto era también que nunca me fiaba de nadie, pero las arpías como ella, por muy buenas que fueran en su trabajo, acababan resultando peligrosas. Entré en el burdel y dejé la gabardina en el perchero, sabía que allí ya empezaban a conocerme, pero me daba lo mismo.
Nada más entrar, me encontré de frente y en la recepción con la persona a la que andaba buscando. Joanna.
La susodicha se giró ante el sonido de la puerta, con una sonrisa pintada en la cara como la que ponía a todo cliente que entraba a diario. Pero cuando me reconoció, esa sonrisa pérfida se ensanchó y salió de detrás del pequeño mostrador para saludarme.
- ¡Señor Stein! ¡Qué alegría verle! Ya se le echaba de menos por aquí... - se acercó a mí y me acarició el brazo con una mano de forma provocativa. Creía que venía a reclamar sus servicios, pero en esta ocasión se equivocaba. Estuve tentado de apartarle la mano, pero me serené y le sonreí seductoramente, lo que provocó que se pegara a mi pecho apoyando las manos en él y me sonriera. La sonrisa no llegó a mis ojos helados cuando dije:
- No lo dudo. Pero no vengo para eso. Dime dónde está Corbin. – Joanna puso de inmediato cara de circunstancias e intentó despegarse de mí, pero la agarré de los brazos y la fulminé con la mirada antes de pegarme a su oído. - No lo repetiré. Dónde está.
Noté el nerviosismo de Joanna, y no me costaría nada sacárselo bajo mis poderes, pero quería guardar energía para lo que pudiera encontrarme. Después del agotamiento mágico sufrido tras el asesinato y el mantenimiento del hechizo que purificaba el aire de Aveline, lo cierto es que aún no me había acabado de recuperar. Joanna terminó por darse cuenta de que no escaparía de mis ojos de hielo, así que desvió la mirada y susurró: - En la buhardilla, pero está… no está en condiciones de…
- Que no nos molesten. Nadie. – mi mirada fue suficiente para que Joanna asintiera nerviosa y se alejara de mí, intentando tranquilizarse. Subí las escaleras con paso firme y me dirigí a la puerta de la buhardilla. Entré directamente, no me interesaba ser cortés en aquellos momentos. Pero lo que vi me dejó helado.
El enorme cuerpo de Corbin descansaba en un sofá demasiado pequeño para él, boca abajo y desvencijado como un muñeco roto. Estaba medio tapado, pero a la vista saltaba que su pelo, rubio y enmarañado y aquella postura forzada delataban lo evidente. No había llegado a tiempo. Le había cogido antes que yo. Gruñí con rabia y me arremangué la camisa arrodillándome en el suelo a su lado. Susurré con voz contenida:
- Pero qué te ha hecho… - no esperé a que me contestara, y ni siquiera sabía si estaba consciente, ya que no le veía la cara. Destapé su espalda para ver el destrozo pero lo tapé en seguida, apretando los dientes ante lo que acababa de descubrir. Le había roto. Otra vez.
Intenté tranquilizarme. Ese bastardo ya no podría tocarlo de nuevo. Las imágenes volvían a sucederse tras mis párpados y tragué saliva de nuevo, con la furia invadiendo mis venas.
- No volverá… a tocarte. A ti ni a nadie… ahora mismo está… en el infierno.
Posé una mano sobre la espalda del rubio y cerré los ojos intentando concentrarme. Mi voz, grave y cadente, empezó a salmodiar en gaélico y el hechizo Aero inundó los pulmones de Corbin, reconfortándolo ligeramente. Poco más podía hacer por él con la magia. Pero sí sabía algo de hierbas analgésicas, y más para aquellas situaciones.
- No te preocupes, sé lo que hago.
Stein Ackerman- Hechicero Clase Media
- Mensajes : 114
Fecha de inscripción : 01/11/2016
Re: Puppet of desire, wish of death.[Privado]
Corbin yacía sin fuerzas sobre el sofá, le había supuesto un esfuerzo sobre humano el sencillo gesto de estirarse a por la manta y cubrirse lo mejor posible, pero ni fuerzas tenía para colocar la manta algo mejor, la dejó tal cual cayó ocultando lo más evidente y esperó allí. No sabía cuántos días se había quedado en esa buhardilla, en realidad, pero la sensación pegajosa de la sangre reseca contra su cuerpo le decían que no pocos. La fiebre le hormigueaba por todo el cuerpo, el sudor frío no ayudaba a sentirse cálido, la cabeza le daba martillazos, sin contar con los palpitantes dolores que le golpeaban sin aviso en una u otra parte del cuerpo, sin apenas moverse, la conciencia le había llegado como un bálsamo al principio, pero despierto sentía cada laceración, cada golpe, cada tortura.
Gruñó y enterró la cabeza en su brazo, el que estaba usando como almohada sobre el brazo del sofá, no supo si se había dormido o no, tal era la nube de su mente, pero no sabía cuánto tiempo había pasado desde que Joanna se había ido, supuso al escuchar el ruido de la puerta, que había sido ella o Brody quien volvía, pero le dio igual, el sonido del portazo fue suficiente para que toda su cabeza estallase. Se quedó inmóvil, suponiendo que estarían asumiendo que iban a tenerle allí unos cuántos días y que, además, iban a tener que darle de comer, un gasto que antes se estaban ahorrando, al escuchar la voz de Stein reaccionó. Lo hizo por dentro, porque no movió ni una sola pestaña, como un peso muerto en el sofá, sin pestañear si quiera...¿Había escuchado la voz de Ackerman? Imposible..¿Qué tendría que hacer allí? Nada. Nada le ataba a él. Abrió los ojos, con lentitud, cuando notó que le destapaban. Su cuerpo no estaba roto, estaba marcado.
Las quemaduras eran lo más delicado que había en su cuerpo, algunas habían levantado ampollas. Los cortes eran profundos aunque no lo suficiente para dejar cicatrices de por vida, tardarían en sanar. No le habían limpiado las heridas y los restos de sangre dibujaban hermosos ríos de vitae coagulada y oscura, pintando el cuerpo de Corbin prácticamente por entero. El sofá bajo él estaba completamente teñido del mismo color, los cardenales por todo el cuerpo hablaban de golpes, pero no hechos con puños, tenían una forma diferente, algunas de sus costillas habían pagado el precio. La cera de las velas había sido cuidadosamente derrama en los profundos cortes abiertos, taponando las heridas cuando fueran hechas y dibujaban serpientes de plata atravesando el río de sangre. Quien hubiera hecho aquello era un sádico y un genio, el cuerpo del grandullón era una obra de arte, habían cortado piel, quemado, golpeado y a saber hasta qué punto el habían roto internamente, pero no le había supuesto la muerte, le habían dejado al borde del abismo, justo al borde.
Observó el rostro de Stein y se sintió avergonzado en el mismo instante. No necesitaba que le contasen lo que él estaba viendo..Lo sabía muy bien. Recordaba cada momento, con intensidad, porque Simonetti adoraba drogarle para tenerle aun más bajo su yugo, pero eso no le impedía sentir todo cuanto le hacía. Al italiano le gustaban las herramientas..Todo tipo de ellas. No le gustaba hacer sus creaciones con sus propias manos, eso solo lo usaba como guinda de pastel, cuando todo lo demás estaba hecho y el cuerpo de Corbin y su mente estaban tan agotados que se había quedado sin voluntad. Conocía bien al médico, sabía lo que buscaba, quería que perdiera la paciencia, que gritase, que suplicase que se detuviera o que le insultara y le condenara al infierno, de ese modo elevaba la tortura de nivel, le daba una excusa. Ese era su juego, desmoralizarle, llevarle hasta el límite de la cordura, obligarle a gritar. Hacía doce años que jugaban a lo mismo y Corbin se sabía muy bien las normas, el italiano buscaba gritos y súplicas, pero si las tenía se volvía aun más cruel..Así que solo le quedaba soportarlo, no darle el gusto de escuchar lo mucho que sufría y los juegos iban aumentando en intensidad hasta que el cuerpo de Corbin llegaba al límite, antes no llegaban a estos extremos, pero después de años y años él aguantaba cada vez más cantidad de dolor, el final de sus encuentros siempre suponía el riesgo para el prostituto de perder la vida por el camino, por las heridas o por no poder recuperarse de ellas.
Corbin se había librado de la muerte solo de milagro, porque su cuerpo era una máquina de engranajes casi perfecto y eran capaces de soportar una cantidad brutal de dolor, igual que su mente, que pese a acabar siempre tocada por los encuentros de ese tipo no se perdía del todo, aunque notaba que una parte de él se destrozaba, se desvanecía para siempre. Intentó descifrar lo que quería decir con aquellas palabras. ¿Simonetti desaparecido para siempre…? ¿Él sabía quién era el hombre? Se puso tenso al sentir la palma de su mano, odiaba el contacto físico..Y normalmente lo hubiera disimulado, pero estando como estaba le fue imposible. Cerró los ojos, notando cómo sus pulmones aceptaban el oxígeno de su entorno, cómo su mente se despejaba ligeramente..Pero implicó empezar a temblar violentamente, sentía frío, el trauma de su cuerpo, un dolor insufrible que estaba camuflado por su cabeza embotada. Prefería estar drogado hasta las cejas que más consciente. Cerró los ojos. No importaba, se merecía todo aquello. No gritó, ni se quejó por el amplio dolor, se contuvo, ya por costumbre..Tenía algo importante que preguntarle, había algo que...No podía esperar.-..Faith.-Murmuró, con al voz sobrecargada de dolor, sin fuerzas. ¿Qué hacía él allí? ¿No le había encomendado a la cazadora? ¿No le había pedido que cuidara de ella? ¿Qué hacía Stein perdiendo allí el tiempo con él y con Simonetti? Debería estar cuidando de Faith, debería estar protegiéndola. ¿Estaba ella…? No, no podía ser. ¿Se habría recuperado..?
Corbin se intentó incorporar, todo su cuerpo se quejó, por supuesto y en el movimiento Stein pudo ver un hueso roto marcándose contra su piel cuando empezó a sentarse. Debía de dolerle, por Dios, ese hombre debería estar inconsciente, debería estar muriendo, convaleciente y sin poder mover ni un solo músculo, físicamente era imposible que se pudiera mover..Pero lo estaba haciendo, se incorporó, hasta quedar sentado, movió pesadamente las piernas hasta posarlas en el suelo y su presencia era la de un espectro..Una sombra de Corbin, pálido, de labios azulados, ojeras bajo los ojos el cuerpo..Mutilado. Era en verdad imposible para un ser humano corriente, incorporarse en esas circunstancias.-..¿Has dejado sola a Faith?
Su pecho no era una mejor estampa que su espalda, era un cuadro diferente, pero del mismo artista.
Gruñó y enterró la cabeza en su brazo, el que estaba usando como almohada sobre el brazo del sofá, no supo si se había dormido o no, tal era la nube de su mente, pero no sabía cuánto tiempo había pasado desde que Joanna se había ido, supuso al escuchar el ruido de la puerta, que había sido ella o Brody quien volvía, pero le dio igual, el sonido del portazo fue suficiente para que toda su cabeza estallase. Se quedó inmóvil, suponiendo que estarían asumiendo que iban a tenerle allí unos cuántos días y que, además, iban a tener que darle de comer, un gasto que antes se estaban ahorrando, al escuchar la voz de Stein reaccionó. Lo hizo por dentro, porque no movió ni una sola pestaña, como un peso muerto en el sofá, sin pestañear si quiera...¿Había escuchado la voz de Ackerman? Imposible..¿Qué tendría que hacer allí? Nada. Nada le ataba a él. Abrió los ojos, con lentitud, cuando notó que le destapaban. Su cuerpo no estaba roto, estaba marcado.
Las quemaduras eran lo más delicado que había en su cuerpo, algunas habían levantado ampollas. Los cortes eran profundos aunque no lo suficiente para dejar cicatrices de por vida, tardarían en sanar. No le habían limpiado las heridas y los restos de sangre dibujaban hermosos ríos de vitae coagulada y oscura, pintando el cuerpo de Corbin prácticamente por entero. El sofá bajo él estaba completamente teñido del mismo color, los cardenales por todo el cuerpo hablaban de golpes, pero no hechos con puños, tenían una forma diferente, algunas de sus costillas habían pagado el precio. La cera de las velas había sido cuidadosamente derrama en los profundos cortes abiertos, taponando las heridas cuando fueran hechas y dibujaban serpientes de plata atravesando el río de sangre. Quien hubiera hecho aquello era un sádico y un genio, el cuerpo del grandullón era una obra de arte, habían cortado piel, quemado, golpeado y a saber hasta qué punto el habían roto internamente, pero no le había supuesto la muerte, le habían dejado al borde del abismo, justo al borde.
Observó el rostro de Stein y se sintió avergonzado en el mismo instante. No necesitaba que le contasen lo que él estaba viendo..Lo sabía muy bien. Recordaba cada momento, con intensidad, porque Simonetti adoraba drogarle para tenerle aun más bajo su yugo, pero eso no le impedía sentir todo cuanto le hacía. Al italiano le gustaban las herramientas..Todo tipo de ellas. No le gustaba hacer sus creaciones con sus propias manos, eso solo lo usaba como guinda de pastel, cuando todo lo demás estaba hecho y el cuerpo de Corbin y su mente estaban tan agotados que se había quedado sin voluntad. Conocía bien al médico, sabía lo que buscaba, quería que perdiera la paciencia, que gritase, que suplicase que se detuviera o que le insultara y le condenara al infierno, de ese modo elevaba la tortura de nivel, le daba una excusa. Ese era su juego, desmoralizarle, llevarle hasta el límite de la cordura, obligarle a gritar. Hacía doce años que jugaban a lo mismo y Corbin se sabía muy bien las normas, el italiano buscaba gritos y súplicas, pero si las tenía se volvía aun más cruel..Así que solo le quedaba soportarlo, no darle el gusto de escuchar lo mucho que sufría y los juegos iban aumentando en intensidad hasta que el cuerpo de Corbin llegaba al límite, antes no llegaban a estos extremos, pero después de años y años él aguantaba cada vez más cantidad de dolor, el final de sus encuentros siempre suponía el riesgo para el prostituto de perder la vida por el camino, por las heridas o por no poder recuperarse de ellas.
Corbin se había librado de la muerte solo de milagro, porque su cuerpo era una máquina de engranajes casi perfecto y eran capaces de soportar una cantidad brutal de dolor, igual que su mente, que pese a acabar siempre tocada por los encuentros de ese tipo no se perdía del todo, aunque notaba que una parte de él se destrozaba, se desvanecía para siempre. Intentó descifrar lo que quería decir con aquellas palabras. ¿Simonetti desaparecido para siempre…? ¿Él sabía quién era el hombre? Se puso tenso al sentir la palma de su mano, odiaba el contacto físico..Y normalmente lo hubiera disimulado, pero estando como estaba le fue imposible. Cerró los ojos, notando cómo sus pulmones aceptaban el oxígeno de su entorno, cómo su mente se despejaba ligeramente..Pero implicó empezar a temblar violentamente, sentía frío, el trauma de su cuerpo, un dolor insufrible que estaba camuflado por su cabeza embotada. Prefería estar drogado hasta las cejas que más consciente. Cerró los ojos. No importaba, se merecía todo aquello. No gritó, ni se quejó por el amplio dolor, se contuvo, ya por costumbre..Tenía algo importante que preguntarle, había algo que...No podía esperar.-..Faith.-Murmuró, con al voz sobrecargada de dolor, sin fuerzas. ¿Qué hacía él allí? ¿No le había encomendado a la cazadora? ¿No le había pedido que cuidara de ella? ¿Qué hacía Stein perdiendo allí el tiempo con él y con Simonetti? Debería estar cuidando de Faith, debería estar protegiéndola. ¿Estaba ella…? No, no podía ser. ¿Se habría recuperado..?
Corbin se intentó incorporar, todo su cuerpo se quejó, por supuesto y en el movimiento Stein pudo ver un hueso roto marcándose contra su piel cuando empezó a sentarse. Debía de dolerle, por Dios, ese hombre debería estar inconsciente, debería estar muriendo, convaleciente y sin poder mover ni un solo músculo, físicamente era imposible que se pudiera mover..Pero lo estaba haciendo, se incorporó, hasta quedar sentado, movió pesadamente las piernas hasta posarlas en el suelo y su presencia era la de un espectro..Una sombra de Corbin, pálido, de labios azulados, ojeras bajo los ojos el cuerpo..Mutilado. Era en verdad imposible para un ser humano corriente, incorporarse en esas circunstancias.-..¿Has dejado sola a Faith?
Su pecho no era una mejor estampa que su espalda, era un cuadro diferente, pero del mismo artista.
Corbin Lockwood- Humano Clase Baja
- Mensajes : 135
Fecha de inscripción : 02/02/2017
Re: Puppet of desire, wish of death.[Privado]
Era imposible que siguiera vivo. Observé su cuerpo, cada marca que ese sádico le había dejado. Golpes, quemaduras, cortes perfectamente sellados con lo que parecía ser cera de alguna vela caliente. Aquel hombre le había torturado hasta el jodido borde de la muerte y seguía respirando. Seguía vivo. Sin embargo, si su mente se había quedado la mitad de trastocada que la de Stein al ver las atrocidades a las que a lo largo de tantos años le había sometido, estaba muy jodido. Pero aquella figura enorme y magullada hizo lo imposible para sentarse, hablando ante mi gesto tenso. Faith. Algo se me encogió por dentro.
¿Le acababan de dar una de las mayores palizas de su vida y sólo pensaba en ella? Algo le dolió profundamente, pero se obligó a centrarse. Su cuerpo, su mente. Había que curar a aquel rubio de dos metros que en vez de estar desgañitándose por el dolor, se sentaba como si nada y preguntaba por la cazadora.
- Faith... está bien. La están cuidando. - me obligué a decir a media voz. Mis ojos apenas podían apartarse del mapa de dolor que era su cuerpo. Tanto daño... tanto dolor... y esos ojos. Esos ojos azules que rezumaban la peor emoción de todas ante tal atrocidad. Resignación.
- Túmbate y no hables. - le obligué a ello, con todo el cuidado del mundo. Pero Corbin no parecía por la labor. Así que cogí la vía fácil. - Nox. - sumí al rubio en una profunda inconsciencia porque lo que venía a continuación no iba a ser bonito.
No era ningún experto en hechizo curativos, pero aquellas heridas... si estaba así por fuera, no quería imaginarme lo que le habría hecho por dentro. Comencé por traer agua caliente, jabón, alcohol, paños, gasas y vendas. Quité cada reguero de sangre de su piel con cuidado, viendo el alcance de las lesiones que aquel ser despreciable le había hecho. Curé cada corte, cada quemadura, cada golpe. Intenté tapar todo signo de que allí acabara de cometerse un crimen contra la dignidad del ser humano. Pero entonces fui a la peor parte... y me dieron ganas de vomitar.
Tragué bilis, y si no me cayeron lagrimas por las mejillas, fue porque se me secaron en los ojos de pura rabia. Separé con suavidad sus nalgas y le extendí con cuidado la pomada para quemaduras que había preparado con hierbas, pero no sería suficiente ni en un millón de años.
Me pasé las manos por el pelo. Las visiones no dejaban de aparecer en mi mente y estaba a punto de desmayarme yo también ante el dolor que Corbin había sentido. Pero tenía que recobrarme. Joder, era Stein Ackerman y era uno de los brujos más crueles de París... aunque ese nivel no lo había visto nunca.
Alivié su cuerpo todo lo que pude, pero supe que jamás podría aliviar su mente. Aquello hubiera vuelto loco a cualquiera y él... seguía allí. Ni siquiera parecía querer acabar con su vida, que hubiera sido lo más lógico tras cualquiera de uno de los encuentros con ese gusano. Mi piel estaba pálida, por la mezcla de las heridas y los recuerdos del grandullón, que al menos había estado inconsciente durante aquella parte. Pero no tardaría en despertar.
Le dejé tumbado boca arriba y me quité la camisa, extendiéndosela por el pecho para cubrir más parte de su cuerpo que aquella manta que sólo le tapaba hasta la cintura y me senté en una silla a esperar a que despertara. Cogí una copa de bourbon de un pequeño armario que había allí y me quedé mirando a la nada, intentando que el alcohol aliviara el temblor de mis manos y me diera un poco de color, ocultando así la debilidad que sentía y que nunca nadie había visto jamás.
¿Le acababan de dar una de las mayores palizas de su vida y sólo pensaba en ella? Algo le dolió profundamente, pero se obligó a centrarse. Su cuerpo, su mente. Había que curar a aquel rubio de dos metros que en vez de estar desgañitándose por el dolor, se sentaba como si nada y preguntaba por la cazadora.
- Faith... está bien. La están cuidando. - me obligué a decir a media voz. Mis ojos apenas podían apartarse del mapa de dolor que era su cuerpo. Tanto daño... tanto dolor... y esos ojos. Esos ojos azules que rezumaban la peor emoción de todas ante tal atrocidad. Resignación.
- Túmbate y no hables. - le obligué a ello, con todo el cuidado del mundo. Pero Corbin no parecía por la labor. Así que cogí la vía fácil. - Nox. - sumí al rubio en una profunda inconsciencia porque lo que venía a continuación no iba a ser bonito.
No era ningún experto en hechizo curativos, pero aquellas heridas... si estaba así por fuera, no quería imaginarme lo que le habría hecho por dentro. Comencé por traer agua caliente, jabón, alcohol, paños, gasas y vendas. Quité cada reguero de sangre de su piel con cuidado, viendo el alcance de las lesiones que aquel ser despreciable le había hecho. Curé cada corte, cada quemadura, cada golpe. Intenté tapar todo signo de que allí acabara de cometerse un crimen contra la dignidad del ser humano. Pero entonces fui a la peor parte... y me dieron ganas de vomitar.
Tragué bilis, y si no me cayeron lagrimas por las mejillas, fue porque se me secaron en los ojos de pura rabia. Separé con suavidad sus nalgas y le extendí con cuidado la pomada para quemaduras que había preparado con hierbas, pero no sería suficiente ni en un millón de años.
Me pasé las manos por el pelo. Las visiones no dejaban de aparecer en mi mente y estaba a punto de desmayarme yo también ante el dolor que Corbin había sentido. Pero tenía que recobrarme. Joder, era Stein Ackerman y era uno de los brujos más crueles de París... aunque ese nivel no lo había visto nunca.
Alivié su cuerpo todo lo que pude, pero supe que jamás podría aliviar su mente. Aquello hubiera vuelto loco a cualquiera y él... seguía allí. Ni siquiera parecía querer acabar con su vida, que hubiera sido lo más lógico tras cualquiera de uno de los encuentros con ese gusano. Mi piel estaba pálida, por la mezcla de las heridas y los recuerdos del grandullón, que al menos había estado inconsciente durante aquella parte. Pero no tardaría en despertar.
Le dejé tumbado boca arriba y me quité la camisa, extendiéndosela por el pecho para cubrir más parte de su cuerpo que aquella manta que sólo le tapaba hasta la cintura y me senté en una silla a esperar a que despertara. Cogí una copa de bourbon de un pequeño armario que había allí y me quedé mirando a la nada, intentando que el alcohol aliviara el temblor de mis manos y me diera un poco de color, ocultando así la debilidad que sentía y que nunca nadie había visto jamás.
Stein Ackerman- Hechicero Clase Media
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Fecha de inscripción : 01/11/2016
Re: Puppet of desire, wish of death.[Privado]
Miraba fijamente a Stein, intentando enfocar lo mejor posible aunque se volvía borroso de vez en cuando y sus ojos divagaban hasta que volvía a encontrarle en su campo de visión. Era doloroso, desde luego, la peor paliza de su vida, también, pero eso no le impediría escuchar lo que el brujo tenía que decir sobre la cazadora, porque si le había cedido a la mujer era para que se dejase de tonterías y se centrase en lo que importaba y lo importante, no era él, y mucho menos Simonetti. No estaba dispuesto a dejarlo estar, estaba cabreado, era él quien debería estar cuidando de Ave y nadie más.
No iba a calmarse, no iba a tumbarse, así que muy a pesar de su cuerpo se resistió hasta que su mente se vio colapsada. Se volvió a tender en el sofá, totalmente inconsciente, ni siquiera soñaba o tenía pesadillas, hasta tal punto estaba cuerpo y mente agotado que ni para pensar en cosas bonitas estaba.
Para él fueron apenas unos segundos desde que le obligasen a cerrar los ojos, hasta que fue capaz de abrirlos de nuevo. Al principio, parecía todo producto de su imaginación y era lo más lógico. ¿Stein con esa cara mientras miraba sus heridas? Desde luego era muy insólito, había visto, rabia, dolor y lástima en aquellos ojos azules, dos de cuyos sentimientos jamás hubiera dicho que ese hombre tuviera y mucho menos por alguien como él. Corbin tuvo que esperar a que la luz que entraba por la ventanilla de la buhardilla fuera suficiente para que sus ojos se acostumbrasen. Cogió aire, porque se sentía infinitamente mejor a pesar de que los tratamientos hubieran sido mínimos, pero lo notaba, alguien había limpiado sus heridas, le había recostado y le había cubierto para no pasar frío. La espalda le gritaba horrores por las heridas abiertas que chocaban directamente contra la tela del sofá y ardían, pero no tenía nada que ver con lo que había sufrido al hacerlas así que..Levantó la vista, encotrándose con el mentalista sentado cerca de él, con su copa en la mano..El alcohol no pareció mejorar su pulso para nada, pero Corbin estaba más centrado en su expresión. Estaba perdido y..Hubiera jurado que afectado.
Extendió uno de los brazos y consiguió tocar con el dorso de uno de los dedos la pierna de Stein, que era a lo único que llegaba, para llamar su atención. Colocó de vuelta la mano sobre su pecho, sobre la camisa de Stein que cubría esta. -..¿Por qué sigues aquí..?-Preguntó, con voz ronca. Si había sido él quien había curado sus heridas..No cabía en si de asombro.
No iba a calmarse, no iba a tumbarse, así que muy a pesar de su cuerpo se resistió hasta que su mente se vio colapsada. Se volvió a tender en el sofá, totalmente inconsciente, ni siquiera soñaba o tenía pesadillas, hasta tal punto estaba cuerpo y mente agotado que ni para pensar en cosas bonitas estaba.
Para él fueron apenas unos segundos desde que le obligasen a cerrar los ojos, hasta que fue capaz de abrirlos de nuevo. Al principio, parecía todo producto de su imaginación y era lo más lógico. ¿Stein con esa cara mientras miraba sus heridas? Desde luego era muy insólito, había visto, rabia, dolor y lástima en aquellos ojos azules, dos de cuyos sentimientos jamás hubiera dicho que ese hombre tuviera y mucho menos por alguien como él. Corbin tuvo que esperar a que la luz que entraba por la ventanilla de la buhardilla fuera suficiente para que sus ojos se acostumbrasen. Cogió aire, porque se sentía infinitamente mejor a pesar de que los tratamientos hubieran sido mínimos, pero lo notaba, alguien había limpiado sus heridas, le había recostado y le había cubierto para no pasar frío. La espalda le gritaba horrores por las heridas abiertas que chocaban directamente contra la tela del sofá y ardían, pero no tenía nada que ver con lo que había sufrido al hacerlas así que..Levantó la vista, encotrándose con el mentalista sentado cerca de él, con su copa en la mano..El alcohol no pareció mejorar su pulso para nada, pero Corbin estaba más centrado en su expresión. Estaba perdido y..Hubiera jurado que afectado.
Extendió uno de los brazos y consiguió tocar con el dorso de uno de los dedos la pierna de Stein, que era a lo único que llegaba, para llamar su atención. Colocó de vuelta la mano sobre su pecho, sobre la camisa de Stein que cubría esta. -..¿Por qué sigues aquí..?-Preguntó, con voz ronca. Si había sido él quien había curado sus heridas..No cabía en si de asombro.
Corbin Lockwood- Humano Clase Baja
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Fecha de inscripción : 02/02/2017
Re: Puppet of desire, wish of death.[Privado]
Miró a Corbin con pesar cuando le tocó la pierna, con el gesto ensombrecido y la boca llena amargura por el whisky. Dejó el vaso en la mesa sin mirarlo y susurró con voz rota: - Porque ya es hora de que alguien cuide de ti.
Pasaron los días, y Corbin se fue recuperando gracias a los cuidados del brujo, aunque sobre todo a la amenaza de muerte a los del burdel por si le encargaban algún servicio sin que estuviera repuesto por completo. Por supuesto, en ningún momento le faltó comida o medicinas, Stein se ocupó de ello personalmente. Pero el rubio, milagrosamente, acabó casi curado y Stein volvió a desaparecer en las sombras unos cuantos días... hasta que el Golden Moon volvió a abrirle sus puertas.
[ROLEADO APARTE]
Corbin bajó las escaleras y se encontró a Stein en la barra, bebiendo una copa de bourbon.
- ¿Qué te pasa?
Stein le miró de reojo de arriba abajo, pero sólo movió los labios para decir:
- Nada.
Corbin arqueó una ceja, sabiendo por qué le examinaba y sonrió de medio lado.*- Soy duro. *Bromeó, aunque la broma...Tenía su qué.* - Nunca te pasa "nada".
- ¿Tiene que pasarme algo? - miró a Corbin y de repente volvió a acordarse del estado de su cuerpo en la buhardilla. No podía evitarlo al verle. Apretó los puños, con la copa en uno de ellos.
- ¿Cómo sigues vivo... después de eso?
Corbin miró al hechicero. ¿Era una pregunta retórica? Sopesó la pregunta... pero realmente no sabía muy bien qué contestarle.* -... supongo que gracias a Él. Es gradual... imagino que… acabé acostumbrándome.
Stein gruñó. - ¿Y aún le agradeces que sea gradual? - se rió irónicamente
El rubio le miró, serio.*- ¿Tengo que agradecerte yo eso?
- No. Solo tienes que dejar de ponerte en peligro. - le miró fijamente.
Le tocó a Corbin reírse esta vez* - ¿Y me lo dices tú? No soy yo el que va reventando cabezas por ahí. Estoy seguro. Todo lo seguro que puedo estar. ¿Dónde estaría mejor según tú?... ¿En la calle?
El brujo volvió a mirarle fijamente y contestó con voz grave. - En la mansión Blackmore. En la parroquia de Dom. En mi cuarto. - su mirada se volvía macabra por momentos. - ¿Sigo?
Corbin sonrió, divertido.*- ¿Y luego qué? Veo cómo montáis vuestra gran familia feliz y observo en primer plano cómo algún día os preguntáis: ¿Por qué tengo a este aquí?
- Aveline va a quererte siempre, y lo sabes. - se lo dijo con sinceridad y sin rencor, era simplemente un hecho objetivo. - Y sabes perfectamente que no me eres indiferente.
Aquello le dolió más que nada.* - Cómo va a quererme teniéndote a ti, Ackerman… No seas hipócrita, hasta yo soy consciente... está bien.... se lo dije… me tendrá hasta que se aburra. *Sonrió, pero no tenía nada que ver con ser feliz, es más se estaba burlando, de él mismo.*- La puta del año.
Stein Ackerman respiró hondo, intentando calmarse. - Eso no es cierto.
Corbin suspiró y se incorporó un poco en la silla, se presionó el puente de la nariz.*- No se lo digas a Faith… le destrozaría. *Negó con la cabeza.*- Estoy bien, estaré bien... pero no quiero ser un estorbo, estaré hasta que se aburra... hasta que os aburráis los dos. Pero no me culpes si no quiero estar presente cuando ocurra.
- Pero yo sé que no estás bien. Lo sabré. - se dio un golpecito con un dedo en la sien. - ¿Y pretendes que lo ignore? - se rió irónicamente. - No voy a dejar que te hagas el mártir.
- No voy a hacerme el nada… me quedaré callado, se me da muy bien. *Miró a Stein a los ojos.- Tú lo sabes mejor que nadie.
Ese último comentario hizo que apretara tanto la copa que reventara el cristal entre sus dedos, pero apenas si pronunció un siseo. - ¿Quieres... dejarlo de una puta vez? - se levantó de golpe y le cogió de la pechera de la camisa, quedándose a milímetros de su rostro. - La quieres. Te quiere. Lucha por ella de una puta vez. No te apartes. Lucha. Por ella. Porque tienes que darle lo que yo no puedo.
Corbin miró la copa al reventarse, pero se fijó más en su mano, levantó la vista y se puso en pie cuando le cogió del pecho, pero no parecía asustado... ¿Qué iba a hacer... pegarle? ¿Torturarle? Si había algo a lo que Corbin no temía era al dolor. Suspiró y negó con la cabeza.*- ¿Por qué eres tan inseguro...? ¿Con quién se está casando... conmigo o contigo? *Apoyó una mano sobre su muñeca, intentando apartarla despacio de su pecho.*- Puedes dárselo, lo mismo que ella te puede dar a Faith...con tiempo y confianza.
Stein le soltó por fin, con la mano chorreando sangre por los cristales rotos. - Dioses, Corbin. Deja esa puta actitud. Por favor. - Se dio la vuelta, pellizcándose el puente de la nariz.
- Qué actitud... joder lo estoy aceptando. No sé qué pretendes que haga… ¿que te te la robe? ¿Que llegue allí sobre mi caballo blanco y mi resplandeciente armadura? Y qué le digo. ¿Vamos a comer ratas juntos? *Suspiró y cogió el brazo de Stein, intentando hacer que se sentara para mirarle esa mano.*- Soy consciente de que pasará, de que al final dejaréis de necesitarme, está bien. Se lo dije a ella y te lo dije a ti... es mejor haber perdido que no haber tenido. Estaré destrozado, pero aun así, estaré bien.
El brujo gruñó y se soltó de su agarre. - No, Corbin, joder... no sé cómo hay que hacer esto, pero así no.
- Pues cuando averigües otro modo avísame, mientras tanto... *Insistió, para cogerle la mano, colocándose en cuclillas para estar a la altura y ver mejor la herida, por si hubiera cristales clavados.*- Escucha… Cuando queráis verme, estaré donde siempre y si alguna vez dejáis de hacerlo… Seguiré allí. No pasa nada. Solo tengo que aprender a aprovechar los momentos… Y sacar cristales no es precisamente uno muy memorable.
El alemán cerró los ojos con fuerza y gira la cabeza, dejándose coger la mano por Corbin. Se sentía impotente en esa situación y no quería que el rubio sufriera más de lo que ya lo estaba haciendo.
Corbin le miró de reojo. Qué terco era. Empezó a sacar los cristales, con mucha paciencia, porque sus manazas no ayudaban para nada.*- Qué es lo que te molesta realmente. ¿Piensas en Simonetti?
- No dejo de pensarlo. No se me va de la puta cabeza. - sisea. Por fin lo ha dicho. Las visiones le están dejando más tocado de lo que quiere dejar ver.
-¿Es en lo que piensas cuando me ves?*Miró a Stein y extendió una mano para hacerle girar el rostro hacia él. No tenía ninguna marca visible, pero el hechicero sabía de sobra que alguna debía tener aun. *
- Cada vez que te veo, las putas imágenes vuelven a mi mente y... tengo ganas de matarlo. Una y otra vez. - se quedó mirándole fijamente, respirando rápido y con ojos de hielo.
Corbin suspiró. Nunca debió ver aquello… nadie debería. No dijo nada por un rato, cogió su copa de alcohol, la que había rechazado, y la derramó sobre la palma de la mano de Stein para limpiar y desinfectar la herida. Un poco bruto, pero mejor que nada. Se movió para coger un pañuelo de su bolsillo y empezó a vendarle. - ¿Quieres ver lo que veo yo? Cuando ocurre... ¿Quieres saber cómo… lo soporto? Terminó de vendar la mano, lo mejor que pudo e hizo un nudo en su dorso. Se sentó, porque necesitaba centrarse, le miró, incómodo, porque no iba a ser fácil para ninguno.
Aunque él no sabía lo que hacía, Stein pudo notar que no era que él estuviera arrancando imágenes de su memoria, sino Corbin proyectándolas como él quería. Eran casi fotogramas, cada imagen apenas estaba en movimiento unos segundos antes de empezar otra. Empezó con una mujer morena, cerrando la puerta de su habitación con un desconocido dentro. Un niño en un callejón muerto de frío y de hambre alzando la vista hacia alguien. La mujer abandonándole sin mirar atrás. Más personas entrando y saliendo de una habitación, golpes, algunos instrumentos, dolor, abandono, desengaño, en imágenes sucesivas, interminables, una tras otra.*
El brujo se puso de rodillas y apoyó las manos en los muslos de Corbin, cerrando los ojos. Las imágenes empezaron a sucederse, una tras otra. Aquel crío gritando de dolor, sin nadie que acudiera en su ayuda. Golpes, frío, hambre. Stein estaba en sintonía con la mente de Corbin, sintiendo lo que sentía aquel niño casi como si fuera él quien lo vivía. Según se iban sucediendo las imágenes, los puños de Stein se cerraron con fuerza, quedando encima de las piernas del rubio y casi blancos de la rabia. Su respiración era rápida y se notaba que, tras los párpados cerrados, los ojos de Stein se movían hacia los lados, inquietos, sufriendo por lo que estaba viendo. Pero aguantó, apretando la mandíbula hasta que aquellas horrorosas visiones terminaran.
La tensión exagerada de los puños de Stein le dio la alerta, se detuvo, las imágenes desaparecieron tan rápido como llegaron. Le miró, muy serio, casi… frío, falta de sensaciones porque lo que esos recuerdos hacían en él era eso… le convertían en alguien sin sentimientos, vacío. Apoyó una mano sobre su cabeza intentando reconfortarle.*- Sólo tengo que pensar, que el último encuentro con Simonetti estará allí, con los demás y se convertirá en eso… un recuerdo que me hace soportar lo que vendrá después. Si he superado todo eso, Stein... ¿Qué no puedo superar ya?
El brujo no era capaz de hablar en aquellos momentos. No era capaz más que de mirarle con los ojos de hielo, intentando asimilar de golpe lo que a Corbin le había costado años. Se sentía demasiado identificado con él para que le fuera indiferente. Sentía en lo más hondo cómo habían destrozado la vida de aquel ser de luz... que apenas era nada. Un agujero vacío que soportaría hasta la peor de las puñaladas. Actuó por instinto. Le agarró de las manos y le lanzó sobre su propio cuerpo al suelo, quedando ambos sobre la alfombra. Rodeó en un profundo abrazo su cuello, guiando la cabeza del rubio a su pecho y se quedó allí, como si en realidad pudiera protegerlo de todo, simplemente bajo él, abrazándolo para intentar calmarse, para intentar hacer algo que sabía que nunca conseguiría... para llenar de algo a quien era el vacío más absoluto.
Corbin se dejó arrastrar. A nadie le enseñaría ni le contaría eso salvo a él… porque parecía que lo necesitaba. Que necesitaba comprender que no era débil, tal vez si… de otras formas, pero no por el dolor, él no sufría con eso... hacía ya tiempo que no. Rodeó el cuerpo del brujo con sus enormes brazos, en realidad no sabía quién necesitaba más el abrazo, pero sonrió y disfrutó de él.*- Solo pienso en eso cuando ocurren cosas extremas. Como Simonetti o alguien parecido. Tengo… cosas... cosas diferentes.*No pudo decir buenas, porque todas no lo eran. Pero pensó sin ningún pudor en la primera vez que encontró a Faith, en lo que sintió cuando pensó que iba a perderla, en lo inútil que era cuando estuvo tumbado a su lado después de la puñalada, cuando encontró a Dom en el fondo del vaso de whisky que compartieron. A Stein sentado en la silla bebiendo cuando despertó en la buhardilla.*- Si soy capaz de aguantar 13 años de mierda por puro orgullo... ¿Qué no voy a aguantar por vosotros?
- De eso se trata... de que dejes de aguantar. De que no tengas que hacerlo. - no soltó a Corbin mientras le susurraba esas palabras. Se había quedado realmente en shock, pero todo su ser gritaba que no soltara al rubio. Y sabía que como alguien volviera a tocarle de esa manera, lo mataría. No había duda. No iban a volver a hacerle daño, por encima de su cadáver. Y lo cumpliría, literalmente si hacía falta. Pero no diría nada. Se limitó a abrazarle con fuerza delante de esa chimenea, dejándose abrazar por Corbin un buen rato. Hasta que susurró con determinación: - Nunca volverás a estar solo... nunca.
- ¿Estás intentando decirme que no tengo que sufrir más? Eso es mentira… los dos lo sabemos, incluso por mucho que quiera impedirlo, Faith también lo hará es..Normal.*Suspiró y sonrió.*- No, nunca estaré solo... Desde que tengo a Faith me di cuenta… Me había convertido en ese cascarón vacío pero por vosotros ya no lo soy… Eso no me lo quitará nadie.
- Vosotros... no digas vosotros. No me incluyas, porque deberías odiarme Corbin. Soy el que no te deja ser feliz... queriendo a Faith. - le miró triste e intentó levantarse.
-Faith no sería feliz sin ti y sonará a tópico pero lo que yo quiero es que lo sea... Si es contigo..Bien, no me importa.*Se incorporó, suspirando, mirándole con cierto pesar por haberle tenido que enseñar todo eso.*- No puedo matar por vosotros, pero si puedo aguantar por vosotros y mientras me necesitéis... Voy a estar aquí.
- ¿Y si lo que yo necesito es protegerte? - le miró fijamente, aún sentado en el suelo y agarrando a Corbin para que no se levante.
Corbin Lockwood se quedó en el suelo mirándole.*- ¿Y si lo que yo necesito es justo lo mismo?..*Suspiró.*- Te dije que si tenía problemas de nuevo te avisaría. Os duele más a vosotros que a mí...Pero te lo diré.
Stein suspiró, juntando la frente con la suya. Todo esto le estaba pasando factura. Cogió su rostro entre las manos y le besó con suavidad, tanteándole. Necesitaba hacerle saber... de alguna manera... que no estaba solo.
Corbin aceptó su gesto, sin planteárselo siquiera. Stein estaba preocupado, todavía era incapaz de entender por qué, tal vez porque los dos venían de un lugar muy parecido. Apoyó una mano sobre su nuca y profundizó el beso aunque no lo hizo más intenso, siguió siendo suave, paciente.*- Sin vosotros no soy nada.*Susurró.*- Un cascarón vacío...*Le miró a los ojos, para que Ackerman entendiera que no era para nada figurado, que sus palabras eran reales. Él había visto los recuerdos positivos en su vida y se centraban en ellos dos y en Dom, nada más.*
El brujo le besó con necesidad, poniéndose sobre él con ansia. Quería, por una vez, hacerle sentir querido; empezó a bajar por su pecho entre besos, abriéndole la camisa.
Corbin se dejó, en un principio, pero en cuanto notó que besaba su pecho se echó hacia atrás, separándose de él. Y sonrió, divertido.*- Para. Vamos a acabar en los calabozos… ¿No querías llevarme a un lugar seguro? Enséñame tu habitación.
Stein le miró con los ojos llenos de esa necesidad salvaje y le cogió de la mano, levantándolo y llevándolo a su habitación del Golden Cat. Era pequeña, lo justo para un escritorio, una cama y un pequeño aseo. Cerró la puerta con pestillo e insonorizó la habitación con un hechizo. Acto seguido le besó intensamente, quitándose la camisa y abriendo la del rubio mientras le tiraba a la cama y se tumbaba sobre él.
Ver a Stein tan intenso era raro aunque la parte de ser dominante con él no lo fuera. Se quedó mirando al hechicero y se incorporó de la cama, para colocarle las manos en la espalda baja, le atrajo hacia él, sin dejar de besarse.
Siempre había existido esa tensión con Corbin. Alguna vez se habían acercado... pero nunca lo suficiente. Stein estaba desatado, pero tenía un objetivo claro en mente. Quería que Corbin se sintiera... querido. No deseado, sino querido. Porque la verdad era que el rubio le estaba despertando algo que no sabía identificar, pero que quería intentar traducir con sus manos y su boca. Sin dejar de besarle se colocó sobre él y fue bajando por su cuello entre besos, lenta pero intensamente, empezando a soltar los botones de su camisa
Tenía esa camisa que le cubría prácticamente hasta el cuello, habían pasado días desde el encuentro con el italiano, pero era una persona corriente y moliente, las heridas le duraban y los moratones también. la costilla que llegó a fracturar seguía su reconstrucción y moverse y tener al hechicero encima era una especie de tortura muy alegremente aceptada. Notó que él estaba demostrándole algo, atendiéndole y no al revés. No hacía falta que lo hiciera… no se sentía como una puta con él. Cogió aire y le ayudó a desnudar su pecho, Corbin se lo estaba tomando con calma.
Cuando abrió su camisa y se la quitó con cuidado, Stein entrecerró los ojos. Mierda, acababa de acordarse de la costilla rota. Intentó apoyar el mínimo peso sobre su cuerpo, apoyándose sobre sus propios brazos en la cama. Besó con cuidado cada moratón, cada marca, cada golpe, conteniendo el aliento e intentando mantener la calma para no pensar, cada vez que sus labios rozaban aquel trozo de piel ya amarillento, que se los había hecho ese desgraciado. Bajó hasta sus abdominales, que recorrió con la boca uno a uno, hasta que llegó con esfuerzo al borde de su pantalón y busco sus ojos con la mirada, fluctuante entre hielo y zafiro, buscando esa calma que necesitaba para seguir después de volver a ver el mapa de dolor que constituía el cuerpo de Corbin.
No estaba pensando para nada en Simonetti, tenía en cosas mejores en las que centrarse. Para él no era normal que alguien fuese atento, que se dedicara a darle esos momentos... por supuesto, los clientes admiraban su cuerpo, pero solo eso. El cascarón, no las capas profundas como sabía que Stein hacía. Él estaba besando pedazos de su alma, no su carne. Cuando el brujo alzó la vista, Corbin sonrió y extendió una mano hasta alcanzar su mejilla.- En el fondo eres… mucho más tierno de lo que imaginaba.
Sonrió de lado al escuchar a Corbin, aunque la sonrisa no llegó a los ojos. Cómo no ser tierno con él. Le era imposible sacar su faceta de capullo integral cuando le miraba con esos ojos azules. Subió de nuevo a sus labios y se entretuvo besándolo mientras le abría suavemente el pantalón con la mano, bajándola acto seguido para explorar con suavidad lo que tanta gente buscaba de él, pero que yo veía casi secundario en aquel momento
Acarició su espalda cuando ascendió de nuevo hasta sus labios. Pudiera parecer estúpido, pero Corbin no solía besar a nadie ni le gustaba tener contacto físico en realidad. Por supuesto ahora era completamente diferente. Al sentir su mano entre sus piernas jadeó y se estremeció. Rodeó a Stein con un brazo y se movió para colocarle a él debajo.
Cuando le colocó debajo frunció el ceño, sin dejar de besarle, susurrando en sus labios: - Qué haces... - acarició su ancha espalda y se mordió el labio inferior. Notaba a su tacto las marcas que le había dejado. Pero no, no. Se obligó a relajarse y le besó con ansia de nuevo, intentando volver a ponerse encima.
En cuanto a peso Corbin tenía las de ganar, así que dejó parte del suyo sobre el cuerpo de Ackerman y sonrió cuando intentó moverle. Mordió suavemente su labio inferior e inclinó la cabeza hacia su cuello.- Te hago el amor... idiota.- raspó suavemente con los dientes su piel y empezó a desnudarle, con una paciencia infinita, botón a botón, como si él no tuviera esa prisa.
Se estremeció entero al escucharle. ¿Hacerle el amor? Nunca lo había hecho con nadie en realidad... siempre le poseía ese ansia salvaje que dominaba todos sus movimientos... - No... es justo... - jadeó cuando notó los dientes en su cuello, apretando inconscientemente las manos a su espalda. - ... lo estaba... haciendo yo...
Sonrió divertido.- Lo estás haciendo.-Besó sus labios, para que dejase de quejarse. Corbin era mucho más paciente, más tranquilo, sus besos eran miel, dedicados, como si el tiempo no le importase, como si no tuviera prisa alguna. Disfrutaba del sabor del brujo, de cada caricia, de la sensación de sus dedos al desnudar su cuerpo. Se tuvo que alejar, para poder quitarle la camisa y dejarla a un lado.
Se obligó a relajarse, aunque aquel modo de hacer las cosas, tan... calmado, era nuevo para él. - Corbin... debería ser yo el que... - otro jadeo ahogó su voz, los besos del rubio, tan suaves, le estremecían por completo. Pero para cabezón estaba él. Con los dos sin camisa y cuando se alejó un poco para dejarla a un lado, aprovechó y volvió a ponerse encima de un movimiento, volviendo a su cuello de nuevo. Intentando mordisquearlo con mimo, notando cómo el calor de Corbin le iba invadiendo poco a poco y retomando el camino de antes, consiguiendo bajar con la boca hasta su ombligo antes de bajarle suavemente el pantalón.
Se vio de nuevo debajo de Ackerman, él era más grande pero evidentemente el que tenía la habilidad era el hechicero. No pudo evitar sonreír divertido, qué cabezota era. Se dejó hacer, sin impedírselo y le miró con media sonrisa mientras movía su pantalón. Levantó las caderas para que pudiera bajárselo sin problema, a estas alturas el pudor estaba completamente fuera de lugar. Estaba claro que no era para nada indiferente a las atenciones de Stein.
Media sonrisa asomó en su cara cuando le quitó por completo el pantalón y lo tiró al suelo, observando con cierto orgullo que había conseguido lo que pretendía. Ronroneó con un sonido gutural desde su pecho y volvió a su ombligo de nuevo, bajando esta vez más, hasta su miembro, que se metió en la boca lentamente... comenzando a hacer una de las cosas que mejor se le daban.
Ya le sorprendió la primera vez en el callejón, pero la sensación era mucho menos frecuente de lo que cabía esperar. Cogió aire y echó la cabeza hacia atrás, empezó a hacer lo de siempre..Se contuvo, sin hacer sonidos, pero..Se dio cuenta..¿Qué estaba haciendo?...Stein no era su cliente, él no le estaba haciendo esto por ser lo que era. Apretó los labios y le miró de reojo, casi podría decirse que cohibido. Entrecerró los ojos y dejó escapar un jadeo, seguido de otro. Dejó de contenerse, se dejó llevar por las sensaciones sin impedir que Stein le arrancara hilos de placer. Se estremeció y volvió a jadear.
Por fin, se estaba soltando. Subió las manos por su torso, acariciándole mientras seguía dándole placer, incitándole a dejarse llevar, por una vez. No pararía hasta que consiguiera que se dejase ir, e intentaba transmitírselo a Corbin con cada caricia. Por su parte, el pantalón le estaba apretando bastante, las reacciones de Corbin le estaban alterando mucho más de lo que esperaba...
Corbin cerró los ojos un momento, se retorció, arqueando un momento la espalda y bufando antes de incorporarse, sin venir a cuento. Cogió a Ackerman de los hombros y le separó de él para pegarle un empujón y dejarle contra la cama. Aquello parecía una pelea, pero si no le hubiese alejado tan bruscamente él no se habría dejado. Jadeaba y su pecho subía y bajaba, totalmente alterado. Miró al brujo a los ojos, intentando recuperar el aliento y levantó una ceja, con media sonrisa. Suponía que se iba a quejar, así que no se lo permitió mucho, le dejó tumbado y le quitó los pantalones prácticamente a tirones, ni siquiera lo hizo del todo, los dejó a media pierna, antes de hacer por Stein, lo mismo que había hecho el.
Un sordo gruñido salió de su pecho, si pensaba que él mismo era un cabezota, le sorprendió que Corbin también lo fuera. Cuando le tumbó en la cama, intentó revolverse y volver a ponerse encima, pero la oleada de placer que le inundó ni siquiera le dejó jadear. Un profundo gemido salió de su garganta al notar su boca, que se esmeraba en darle placer. Pero no, no. No iba a ser así. Lo intentó de nuevo, con voz entrecortada y susurrando: - Corbin... no tienes que... hacerlo...
Corbin apoyó las manos con firmeza en el cuerpo de Stein, para que no se resistiera demasiado. Al escucharle, levantó la vista un momento, antes de dejar de hacerlo.- ¿Por qué no?..¿Crees que lo estoy haciendo por obligación?- Aun respiraba deprisa y se hizo a un lado hasta tumbarse, aun a la altura de su ingle. Se llevó la mano entre las piernas, que era quien estaba en desacuerdo con aquello, si no le gustaba sería imposible estar como estaba.- Cállate. Deja de pensar. Stein le estaba dando vueltas de más al asunto, pensando en que él se sentiría incómodo o usado, por una vez estaba haciendo lo que le apetecía hacer y no indagó en loq ue Ackerman quería, así que..Que se dejara de compadecerle de una vez. Volvió a lo que había estado haciendo, rodeó el miembro del mentalista con su boca y se tomó un tiempo infinito para acariciarle con la lengua y a acogerle en su boca.
Cuando Corbin le dijo aquello, el brujo se dio cuenta de algo. ¿No se sentía utilizado? ¿De verdad lo estaba disfrutando? Pero entonces, Corbin le dijo que se callara y volvió a acogerle en su boca, nublando su mente definitivamente y perdiéndose ante la habilidad de la lengua de Corbin. Dejó que su cuerpo se estremeciera, se revolviera y acarició su pelo hasta que estuvo a punto de explotar. Si seguía así, iba a dejarse ir y realmente quería hacérselo a Corbin...
Corbin no iba a detenerse, estaba disfrutando de eso, suponía que él se había dado cuenta antes, que no rechazaba su contacto ni se sentía asqueado. Había dejado de pensar hacía rato, solo quería disfrutar de esa sensación que no era para nada la usual. Notó que Stein llegaba al límite, pero como no le hizo apartarse lo ignoró y siguió su carrera por su miembro, centrado en hacerle llegar.
El brujo dejó de estar en aquella habitación. Dejó de pensar. Se abandonó por completo al placer. Arqueó la espalda cuando llegó, clavando las uñas en la sábana y poniendo los ojos en blanco brevemente, antes de caer, casi desmadejado, sobre la cama. Intentó recobrar el aliento, pero no era consciente de prácticamente nada que no fuera el placer que inundaba cada célula de su cuerpo. - Jo... der...
Le dejó recuperarse, unos instantes mientras le liberaba de su boca. Dejó la frente sobre su vientre unos instantes, jadeando antes de dejar besos por su cuerpo, ascendiendo hasta uno de los huesos de su cadera, hacia su vientre. El cuerpo de Corbin ardía, de modo que cuando llegó a la altura del pecho de Stein coló una de sus rodillas entre sus piernas hasta colocarse prácticamente encima, procurando no poner todo el peso sobre él, que no era poco, pero el hechicero podía notar lo exageradamente excitado que estaba el grandullón. A pesar de todo, Corbin no hizo nada,le dejó recuperarse mientras le dejaba un camino de saliva hasta su cuello, en el que se detuvo más tiempo del necesario hasta colocar la frente sobre su hombro. Quería asegurarse de que el mentalista estaba bien.
El brujo empezó a recuperar la conciencia justo cuando notó la excitación de Corbin sobre su muslo. Empezó a respirar de nuevo agitadamente y notó que su propia entrepierna empezaba a calentarse de nuevo. El cuerpo del rubio le causaba muchos estragos y a una velocidad de vértigo. Cogió su cara y le besó intensamente, explorando su boca a conciencia y bajando las manos por su espalda hasta sus nalgas, que apretó con ganas. - Qué me estás haciendo... rubio...
Respiraba rápido y profundamente, pero dejó de hacerlo en cuanto Stein le besó de aquella manera. Sostuvo su peso apoyado en sus propios codos para evitar aplastarle mientras le dejaba recuperarse. Se echó hacia atrás sonriendo de medio lado.-..Es un don.-Susurró, contra sus labios, cuando apretó sus glúteos. Se empezó a mover mientras acaparaba nuevamente la atención de su boca. Corbin se movía con suavidad, aunque en realidad estaba colocándose entre las piernas de Stein y usó una de sus rodillas contra una de Stein para tener espacio. Se arqueó con lentitud y se echó hacia atrás, hasta quedarse prácticamente sentado, le miró a los ojos antes de que su mano desapareciera entre ambos cuerpos, cogiendo su miembro para ponerlo en movimiento hacia el interior del hechicero.
Recibirlo en su interior fue como un estallido de dolor, un dolor que realmente quería. Le sintió dentro y se agarró a sus enormes brazos con los ojos cerrados, intentando calmar su respiración y tratando de relajarse para que el dolor diera paso cuanto antes al placer. - Tú eres un don... de la naturaleza... Y no se estaba refiriendo al terreno sexual. Por mucho que el rubio se esforzara en negarlo, para Stein era luz, esa luz que él nunca había conseguido rescatar de la oscuridad que le envolvía desde que juró vengarse. Y Corbin... tan dulce... tan bueno... le estaba desarmando por completo y no era capaz de plantarle ningún tipo de resistencia. Se quedó completamente quieto, relajando su cuerpo poco a poco, con el ruido de sus respiraciones agitadas como única banda sonora.
Notó su resistencia, Corbin se dedicaba a esto después de todo, era bueno en lo que hacía. No invadió del todo a Stein, se inclinó hacia delante cuidándose bien de no hacer movimientos bruscos y empezó a besar su cuello y a lamerlo. No tenía ninguna prisa, así que empezó con movimientos muy suaves que apenas significaban una invasión, era más el hecho de mover su cuerpo y el del hechicero, haciéndole saber lo que le esperaba. Sonrió por el comentario.- Después de tanto tiempo... de algo tenía que servir.- Murmuró, porque él si pensaba que se refería al sexo.
Los gemidos salían de su garganta cada vez que Corbin se movía. Estaba completamente a merced del rubio, y no querría estar en ningún otro sitio en aquel momento. No sabía dónde estaba aquel Stein Ackerman que infundía el más profundo de los terrores sólo con una mirada de hielo. Ahora mismo se sentía propiedad del rubio y... por los dioses, podía hacer lo que quisiera con su cuerpo. Pero algo le trajo a la realidad de nuevo. Sus palabras... le miró a los ojos y susurró como pudo: - Lo que haces no... tú eres el don... eres luz... - fue a seguir hablando pero apenas podía razonar algo lógico con la boca de Corbin en su cuello y prácticamente dentro de él, tanteando el camino que estaba ansioso porque recorriera.
Luz... dónde veía luz.. si el suyo era un vacío exagerado, hasta que habían llegado ellos y lo habían llenado. Suspiró y colocó la frente contra la suya, sufrió un ligero temblor, no por el placer físico, por la situación..por tener a Stein entre sus brazos de esa manera..Se empujó contra él, lentamente, apenas un tramo de lo que le pertenecía, porque no quería hacerle daño, quería que pudiera recordarlo por un buen motivo. pasó un brazo por encima de la cabeza de Stein, quedándose así apoyado para poder mirarle mientras se movía.- Vosotros me lo dais..yo no tenía nada... ahora te tengo a ti.
Que le tenía a él... pues claro que le tenía, joder. Le tenía desde que había visto la luz que Corbin se negaba a sí mismo. La luz que le habían arrebatado a la fuerza. Se relajó completamente según Corbin iba entrando en él, agarrándose a sus brazos e intentando simplemente coger aire por aquel cúmulo de emociones que estaban surgiendo entre ellos en ese instante. Sólo pudo susurrar antes de besarlo profundamente: - Me tienes... hazme... tuyo... - gimió en sus labios y se estremeció de nuevo, preparado para recibirle por completo.
Corbin atrapó sus labios, pero los liberó prácticamente en seguida, le miró a los ojos porque quería verle mientras le llenaba por completo. Se deslizó, lentamente pero de una sola vez hasta llegar al máximo de lo que incluso él podía soportar. Soltó un jadeó, que nació en lo más profundo de su garganta, sin apartar la mirada de él ni un momento.- ¿Eres... mío? - murmuró, casi como si no pudiera creerlo y volvió a moverse, separándose lentamente de él para nuevamente entrar, dejando que se acostumbrase a su cuerpo.
- Pues... claro... joder... - gimió de nuevo en sus labios, agarrándose a su espalda y clavando los dedos en sus omóplatos con cada embestida del rubio en su interior. Estaba a punto de explotar, notaba una emoción extraña en el pecho y sólo quería pegarse a Corbin y que hiciera lo que quisiera con él, pero juntos, sin separarse un milímetro...
Cuando clavó sus dedos en su espalda Corbin se arqueó y jadeó. Ver cómo reaccionaba le hacía enardecer, no necesitaba más que eso... tenerle allí, disfrutando de él, para entrar en un ciclo de locura. Se echó sobre él apoyando ambas manos sobre su cintura para que no pudiera escaparse y empezó a bombear con energía. Era suyo... la pregunta era... ¿Lo sería siempre? Jadeó.
Cada embestida hacía que entrara por completo en su interior y una tempestad de placer recorriera cada una de sus terminaciones nerviosas. Ni podía pensar ni quería hacerlo... pero tener a Corbin allí, seguro y entre sus brazos, aunque más bien fuera él el que se había rendido a los suyos, le hacía sentir algo indescriptible. No soportaría que volviera a hacerle daño. Nunca. Gimió de nuevo y se aferró más a él, mordiendo su oreja mientras aguantaba como podía los embistes de Corbin y notaba cómo el placer, lejos de terminar, no hacía más que aumentar con cada una de ellas. Si seguía así, terminaría por estallar en llamas llevándose a Corbin con él
Corbin siseó por el mordisco e inclinó la cabeza, dejándole al alcance lo que quisiera morder. Era muy extraño para él sentirse excitado realmente, lo normal era estar en automático, llevar a la otra persona al límite, hacer que quisiera más y volviera a por otra ración. La mayoría de las veces ni siquiera culminaba, pero esto era muy diferente...No se trataba de complacer a Stein..Se trataba de decirle lo que le importaba. Los dos estaban desnudos, vulnerables, no había nada entre ellos. Volvió a jadear y miró a Stein, no podía seguir. Los sentimientos le embargaban y le llevaban fuera de sí. Apretó con firmeza los dedos contra la piel del hechicero, anclándose bien a su cuerpo cuando su ritmo cambió. Se aceleró, dejó de ser pausado y comedido, sencillamente necesitaba aquello, necesitaba hacerle sentir lo que él sentía, hacerle llegar con él.
Notó los dedos de Corbin agarrándole con fuerza las caderas y supo de inmediato lo que vendría a continuación. Se aceleró, y con cada movimiento, llevaba más a Stein al límite, intentando coger aire entre jadeos y gemidos, que se entremezclaban en boca de ambos. Stein notó su ansia, lo que el rubio quería transmitirle con tanta desesperación, la necesidad de él que se correspondía con la suya propia, la fuerza con la que se unían, como si quisieran fundirse en el cuerpo del otro por un momento. Entonces, Corbin jadeó y el brujo notó cómo llegaba al clímax con una sacudida, que le hizo irse en ese mismo instante. Ambos explotaron, sin control, sin más barreras que la piel del otro, sin ninguna preocupación más allá de respirar. Cayeron en el más profundo de los éxtasis y aparecieron tumbados en la cama, derrotados. El brujo se quedó sin moverse intentando seguir despierto, respirando o vivo. Ya ni siquiera lo sabía.
Le faltaba mucho más que el aliento, era como si parte de él se hubiera ido con Stein. Estaba completamente sobrecargado y aturdido por las sensaciones nuevas, únicas. Se apartó despacio del hechicero, porque no quería aplastarle y por una vez en su vida le faltaban las fuerzas. Se dejó caer con brusquedad al lado, respirando agitadamente. Era el primero que comprendía la diferencia entre vender sexo y sentirlo... alguno lo disfrutaba más que otro pero esto... esto no tenía comparación. Cerró los ojos, sintiéndose en carne viva y miró a Stein. Se acercó despacio, por un momento, bastante cohibido, antes de rodearle con uno de sus brazos y pegarse a él, necesitaba su contacto... aunque fuera... sólo ese.
Estaba sobrecargado de electricidad interna. O fuego. O no sabía qué exactamente. Totalmente sobresaturado y con falta de aliento observó a Corbin con ojos entrecerrados, ni siquiera tenía fuerzas para abrirlos del todo. Entonces vio su gesto. Casi como... avergonzado, cohibido. ¿Aun había espacio para la vergüenza después de lo que acababan de sentir? Stein había pasado brevemente por el mundo de Corbin y aún recordaba lo que era tener sexo sin ningún tipo de sentimiento. Vender tu cuerpo al mejor postor. Y entendía perfectamente la diferencia entre follar y hacer el amor. Y esto, sin ningún tipo de duda, había sido lo segundo. Con el pecho aún subiendo y bajando agitado, notó el brazo de Corbin y su cuerpo, pegándose a él y abrazándolo. El brujo guió la cabeza del rubio al hueco de su cuello y lo rodeó con sus brazos. No sería tan grande como Corbin, pero tampoco era pequeño y entrenaba a diario, por lo que sus músculos se resaltaban, hinchados por el esfuerzo y la sobrecarga emocional. Sólo pudo susurrar contra su pelo: - ¿Estás... bien?
Corbin agradeció la aceptación, el gesto y se inclinó sobre él enterrando su cabeza en el hueco de su cuello, donde se sintió infinitamente mejor. ¿Qué iba a hacer? ¿Qué estaba haciendo? ¿Cómo iba a renunciar a esto? Cogió aire, varias veces, su cuerpo se recuperaba fácil del esfuerzo físico, rendía muy bien en la cama, pero era su pecho el que no dejaba de apretar, al que no le llegaba el aliento. Se apretó contra el duro cuerpo del hechicero, que parecía pequeño en comparación al suyo, pero no tenía nada que envidiar.-...Demasiado bien..-Murmuró. Estaba acojonado, esa era la verdad... acojonado de lo que acababa de hacer... de lo que acababa de darle.
El cuerpo de Stein se iba recuperando poco a poco, pero el hecho de tener a Corbin tan cerca y entre sus brazos hacía que su corazón latiera rápido. - No... no estás bien... - susurró, con los labios pegados a su sien. Acarició su pelo lentamente. - Dime en qué estás pensando... - les tapó con la sábana a ambos, estrechando más su abrazo sobre el rubio para infundirle confianza.
Sonrió, cuando él sintió que algo rondaba en su cabeza, pero era cierto..Estaba mejor que nunca y por eso se asustaba. Se acomodó en su pecho, suspirando, usando parte de su cuerpo para cubrirle porque con el calor que ambos desprendían mucho frío no iban a pasar.- ¿No puedes imaginártelo? Nunca me he acostado con alguien que...- Que... ¿Qué? ¿Le gustaba..? ¿Sentía algo por Ackerman?
- ¿Con alguien que qué...? - estaba confuso. Había habido mucho sentimiento de por medio, pero... ¿de verdad Corbin podía llegar a sentir algo por él? No se lo creía. Le cogió suavemente del mentón y le acarició la mejilla, rasposa por la barba. Le miró a los ojos fijamente, los suyos dos zafiros relucientes contra los celestes de Corbin. - Dímelo.
.....-No se atrevía a decirlo, porque ni siquiera él lo entendía. Sabía lo que sentía por Faith porque había sido contundente, la idea de perderle le abrió mucho más los ojos que cualquier otra cosa. pero a Stein no le había visto mal, no sabía cuándo se había colado en su pecho...Ni a qué profundidad, pero estaba ahí. Miró aquellos ojos, con cierta confusión.-...Por alguien que...-Iba a decir que le importaba pero no era así, no era solo eso, le importaba más que él mismo..No había sido sexo puramente físico y ya está y eso no lo había tenido con nadie porque hasta ahora no se había acostado con nadie que..-...Que..siento...Algo...-Estaba confuso y muy incómodo, porque no se aclaraba ni él.
El brujo sonrió al escuchar esas torpes palabras. Se veía que Corbin estaba confuso, y no iba a presionarle más. Solo susurró: - Si sientes algo... es que no estás vacío... - le guiñó un ojo para animarle. - ... tranquilo. Sólo relájate. Todo está bien. - acarició la espalda del grandullón con calma, intentando darle su calor aunque realmente no les hacía falta. Se quedaron un rato así, simplemente abrazados. - ¿No tienes sueño? - le miró de nuevo, acariciando su pelo y dejando un suave y largo beso en sus labios.
- Ya te lo dije..no estoy vacío desde que os tengo a vosotros.- Sonrió de medio lado, porque realmente no sabía qué decirle. había sido raro, completamente nuevo para él, otra nueva dimensión y tenía que asimilarlo. había sido mucho más intenso que cualquier encuentro que hubiera tenido. Negó con la cabeza y correspondió aquel beso.- ¿Lo tienes tú?
Se rió levemente y negó con la cabeza. - Tampoco. Pero veo las dudas en tus ojos. Soy mentalista, capto cosas, ya sabes. - Hizo un gesto con la mano como quitando hierro al asunto. - Pregúntame lo que quieras. Algo que quieras saber sobre mí.
Corbin se movió, suspirando, hasta que se acomodó al lado, con la cabeza sobre la almohada. No era alguien que se sintiera incómodo estando desnudo después de todo, pero si hablando de él o sobre otros. Se quedó pensativo, en realidad seguía sin saber qué decirle respecto a lo que había sentido.- ¿Dudas..?- Sonrió de medio lado.- Solo me pregunto cuánto echaré de menos esto.
Sonrió de lado tristemente. Ni él mismo sabía cuándo volvería a tragarle la oscuridad. Pero había hecho prometer a Aveline que le mataría si volvía a convertirse de nuevo en un monstruo. Le abrazó con fuerza y se durmió hasta la mañana siguiente, donde los primeros rayos de Sol que le dieron en la cara le hicieron fruncir el ceño y abrir un ojo. ¿No se habían movido de ese abrazo en toda la noche?
Al parecer, no, porque Corbin no se había movido en toda la noche tenía a Stein rodeado con uno de sus brazos y apoyado en su pecho, más que nada porque él era más grande. No había movido ni un solo pelo al dormir y de hecho, seguía completamente sopa pese a que los rayos del sol le daban directamente en la cara.
Sonrió de lado al ver el rostro de Corbin, tan relajado, tan sereno... No quiso pensar desde cuándo no había tenido la oportunidad de dormir así, seguro y fuera del burdel, sabiendo que no le llamarían en cualquier momento para otro servicio. Stein suspiró y se levantó con cuidado para no despertarle. Se puso unos pantalones y se acercó a una parte de la habitación donde tenía algo de comida. Preparó café, eso era esencial, y tostó pan con mantequilla y mermelada de melocotón. Se chupó un dedo manchado de mermelada y sonrió para sí mismo. El ejercicio se anoche le había dejado hambriento.
No se despertó, ni siquiera cuando el hechicero dejó la cama vacía, pero si lo hizo cuando olió el café. Se movió, despacio y gruñó, al parecer el grandullón era un dormilón. Se desperezó y estiró llevándose las manos al rostro y frotándose como si quisiera despejarse antes de mirar a su alrededor y ver al hechicero chupándose los dedos.
Escuchó moverse a Corbin y dejó el desayuno en la mesa. Miró al rubio, glorioso bajo los rayos del Sol y estirado en la cama. Se sentó en una de las dos sillas y sirvió dos cafés. - Buenos días. ¿Me acompañas?
Se frotó la cabeza, por raro que pudiera parecer..Se acostaba con mucha gente pero no se levantaba con nadie..Se incorporó, sintiéndose raro y miró al hechicero. Decidió que era hora de levantarse y se acercó a la silla vacía, se sentó y observó el café, durante un rato, antes de cogerlo y mirarle de reojo. Después sonrió de medio lado, antes de darle el primer sorbo.
El brujo se echó a reír, divertido por la reacción de Corbin. - ¿Si quisiera envenenarte no crees que ya lo hubiera hecho? - le miró burlón y se revolvió el pelo, bostezando antes de volver a su café y empezar a mordisquear una tostada distraídamente, antes de comentar: - ¿No has hecho esto nunca, me equivoco?
Sonrió pero no dijo nada mientras tomaba el café. Levantó la vista y negó con la cabeza, para qué iba a ocultarlo ahora.- Es la primera vez.-Se frotó suavemente la barba, algo incómodo por la situación, o cohibido, no sabía muy bien cómo comportarse.
- Entonces me siento halagado. - le guiñó un ojo, no quería que se sintiera mal, así que siguió comiendo distraídamente hasta que volvió a centrarse para decir: - Esa cara te sienta bien. - y no se refería a su cara como símbolo de belleza, sino a su gesto relajado. - Deberías probar a estar así de relajado más a menudo.
Al principio no entendió a lo que se refería. ¿Su cara de dormido? Sonrió y negó con la cabeza mientras saqueaba una de las tostadas de Stein para untarlas en el café y luego comérselas.- ¿Me lo dices tú? Tienes la misma cara que yo.
- No perdona, la misma no, estos ojos no los tiene cualquiera. - le miró de forma socarrona y le mostró cómo cambiaba la tonalidad de sus ojos a voluntad. Sonrió y meneó la cabeza. - Me refiero a que estás... relajado. Por dentro. Y se te nota en la cara. - lo dijo así, sin más. El alemán podía ser muy enrevesado cuando quería, pero no solía tener problemas con decir las cosas a bocajarro.
Le miró alucinado, al principio, le había dado la sensación de que cambiaban, alguna vez, pero supuso que era un efecto visual. Sonrió, divertido y se encogió de hombros. Se frotó el pecho.- Ni este cuerpo.-No solía ser rpesumido, ni mucho menos, pero..Tal vez tenía razón y estaba tranquilo, en realidad estaba muy..Cómodo..Allí. Solo que tendría que volver, tarde o temprano.-¿Noe stás tu igual de relajado?
El brujo soltó una carcajada y le miró divertido. ¿Corbin bromeando? No creía que fuera posible. Entonces tenía razón, estaba relajado. - Perdona, pero esto también tiene lo suyo. - tensó todos los músculos, que se resaltaron. Pero se echó a reír. - ¿Se me ve tenso?
Miró al hechicero, de arriba abajo, lo que podía ver por encima de la mesa.- Aun no.- Sonrió de medio lado y hasta pareció tímido, pues bajó la mirada al café y untó nuevamente la tostada antes de llevársela a la boca.
Se mordió el labio cuando vio la mirada tímida de Corbin recorriendo su cuerpo. Notó cómo la respiración comenzaba a acelerársele. Intentó calmarse, aunque le miró intensamente al decir: - Tú sigue siendo así de adorable y te enseñaré lo que es tensarse. - se pasó la mano por la cara, pero le miró de nuevo y dijo. - Pero no acabaríamos, y tienes que ir a visitar a Faith.
Corbin sonrió, a él no le sonaba tan mal, si conseguía tensarle entonces no tendría por qué irse. Dejó de comer y levantó al mirada hacia el hechicero.-..¿Visitarla..?
- Claro, tienes que enseñarle lo relajado que puedes estar, os sentará bien. Aunque siempre podemos ir después... - seguía con la respiración acelerada y no dejaba de mirarle.
Se movió en la silla. De pronto todo se había vuelto incómodo, pero no dijo nada al respecto. ¿Ir a ver a Faith? ¿Cómo iba eso a hacer que ella estuviera bien?
Frunció el ceño. Mierda. Ya estábamos con la autocompasión. - Corbin. La quieres. Te quiere. No hay más que hablar. Déjate de "peros".
...No he dicho nada..-Apenas se quejó en un susurro y suspiró, mirando a Stein.- Tu también la quieres..Lo lógico sería que estuvieseis los dos...-¿Y si Faith no quería verle..?
Se llevó las manos a la cara y se la frotó, suspirando. Aquella inseguridad de Corbin respecto a Aveline le descolocaba. ¿Por qué era tan obstinado? - ¡Se puede querer a más de una persona al mismo tiempo Corbin! - le miró a los ojos intentando calar la idea en su cabeza. - déjate de lógica. En el amor eso no existe. Y yo sé que te quiere. Y está más que claro que tú la quieres. Así que tienes que verla y dejar de esconderte. - resopló, algo irritado, pero no con él, sino con el hecho de que se apartaba de todo para coger las migajas que le quedaban, cuando no tenía por qué ser así. - Sé valiente en esto, Corbin.
-Para ti es fácil decirlo.- Cogió aire y se terminó el café, se quedó entonces pensativo. En realidad, le apetecía ver a Faith pero..Siempre que le encontraba estando con Stein ella cambiaba de cara, estaba incómoda y lo sabía, no quería que ella tuviera esos sentimientos siempre que coincidieran.- No creo que pueda soportar ver rechazo en sus ojos.
Suspira de nuevo y cruza las piernas a la vez que se cruza de brazos, mirándole fijamente. - Y qué propones hacer. ¿Mirarla en la oscuridad para siempre? Eso no es una opción. - era extraño, porque debería alegrarse porque no fuera a verla, o verlo como la competencia, pero sabía que no era así. Corbin le daba a Faith algo que él no podía darle, y por ello tenía que hacerlo.
Para él era una aceptable. Sonrió de medio lado, pero al ver cómo reaccionaba él no dijo nada. Se llevó la mano a frente y presionó, suspirando.- Yo solo tengo a Faith..No quiero que me rechace..¿Es difícil de entender?
Chasquea la lengua y entrelaza las manos, apoyando los antebrazos en la mesa. - ¿No quedamos anoche en que yo era tuyo? ¿O ya se te ha olvidado? - le mira intensamente, porque lo siente así. El brujo sabe que no podrá dejar que hagan daño a ese grandullón que tiene enfrente, por lo que tiene un pedazo del alemán en su interior.
Cogió aire y le miró de reojo, pero acabó sonriendo.- He escuchado a la gente decir muchas tonterías durante el sexo...- Se encogió de hombros.-..¿Sigues siendo mio por la mañana?
El brujo escuchó sus palabras, y en medio segundo había saltado por encina de la mesa limpiamente y caído sentado a horcajadas del rubio, apoyando las manos en sus amplios hombros y mirándole fijamente a milímetros de sus labios. - ¿Tú qué crees?
Corbin se había puesto tenso y había echado la espalda contra el respaldo de la silla ante la súbita invasión, pero al ver que no le iba a hacer daño rodeó el cuerpo de Stein con los brazos.- Creo..Que me gustaría que lo fueras.-Susurró antes de cerrar la distancia entre sus labios, dejándole un pequeño beso.-..No iré nunca a Faith si consigo retrasar el viaje una y otra vez..-Le advirtió, todavía inseguro.
El brujo sonrió de pronto y dio una palmada levantándose. - ¡Pues venga! A ponerse guapo. - señaló una pequeña puerta que daba a un baño con una bañera amplia y bastante equipado. - Báñate y arréglate, vamos.
Suspiró por la entusiasmo del brujo. Se puso en pie, aun con muchas dudas pero..No quería decepcionar a ninguno de los dos. Se frotó el pecho, incómodo, antes de caminar hacia el baño y le miró por encima del hombro.- ¿No vas a venir?
El alemán salió de sus pensamientos al oír su voz y le miró confuso. - ¿A la bañera o a ver a Faith?
Sonrió.- Puedes venir a las dos cosas..Aunque no se cómo le sentará a ella.
- Por eso vas a ir tú y tu nueva confianza. - le sonrió de lado y le miró burlón: - Si entro en esa bañera contigo no va a ser para atrasar el viaje. Te lo advierto, para que no me líes - le miró insinuante y apoyó las manos en la mesa. - Tú decides...
Observó a Stein, luego chasqueó la lengua.- Podría liarte aunque no quieras..-Se quejó, pero sabía que si empezaba a hacerlo no iba a atreverse nunca a ir a ver a Faith así que... se metió en el baño... necesitaría ese tiempo para asimilar lo que estaba pasando.
Pasaron los días, y Corbin se fue recuperando gracias a los cuidados del brujo, aunque sobre todo a la amenaza de muerte a los del burdel por si le encargaban algún servicio sin que estuviera repuesto por completo. Por supuesto, en ningún momento le faltó comida o medicinas, Stein se ocupó de ello personalmente. Pero el rubio, milagrosamente, acabó casi curado y Stein volvió a desaparecer en las sombras unos cuantos días... hasta que el Golden Moon volvió a abrirle sus puertas.
[ROLEADO APARTE]
Corbin bajó las escaleras y se encontró a Stein en la barra, bebiendo una copa de bourbon.
- ¿Qué te pasa?
Stein le miró de reojo de arriba abajo, pero sólo movió los labios para decir:
- Nada.
Corbin arqueó una ceja, sabiendo por qué le examinaba y sonrió de medio lado.*- Soy duro. *Bromeó, aunque la broma...Tenía su qué.* - Nunca te pasa "nada".
- ¿Tiene que pasarme algo? - miró a Corbin y de repente volvió a acordarse del estado de su cuerpo en la buhardilla. No podía evitarlo al verle. Apretó los puños, con la copa en uno de ellos.
- ¿Cómo sigues vivo... después de eso?
Corbin miró al hechicero. ¿Era una pregunta retórica? Sopesó la pregunta... pero realmente no sabía muy bien qué contestarle.* -... supongo que gracias a Él. Es gradual... imagino que… acabé acostumbrándome.
Stein gruñó. - ¿Y aún le agradeces que sea gradual? - se rió irónicamente
El rubio le miró, serio.*- ¿Tengo que agradecerte yo eso?
- No. Solo tienes que dejar de ponerte en peligro. - le miró fijamente.
Le tocó a Corbin reírse esta vez* - ¿Y me lo dices tú? No soy yo el que va reventando cabezas por ahí. Estoy seguro. Todo lo seguro que puedo estar. ¿Dónde estaría mejor según tú?... ¿En la calle?
El brujo volvió a mirarle fijamente y contestó con voz grave. - En la mansión Blackmore. En la parroquia de Dom. En mi cuarto. - su mirada se volvía macabra por momentos. - ¿Sigo?
Corbin sonrió, divertido.*- ¿Y luego qué? Veo cómo montáis vuestra gran familia feliz y observo en primer plano cómo algún día os preguntáis: ¿Por qué tengo a este aquí?
- Aveline va a quererte siempre, y lo sabes. - se lo dijo con sinceridad y sin rencor, era simplemente un hecho objetivo. - Y sabes perfectamente que no me eres indiferente.
Aquello le dolió más que nada.* - Cómo va a quererme teniéndote a ti, Ackerman… No seas hipócrita, hasta yo soy consciente... está bien.... se lo dije… me tendrá hasta que se aburra. *Sonrió, pero no tenía nada que ver con ser feliz, es más se estaba burlando, de él mismo.*- La puta del año.
Stein Ackerman respiró hondo, intentando calmarse. - Eso no es cierto.
Corbin suspiró y se incorporó un poco en la silla, se presionó el puente de la nariz.*- No se lo digas a Faith… le destrozaría. *Negó con la cabeza.*- Estoy bien, estaré bien... pero no quiero ser un estorbo, estaré hasta que se aburra... hasta que os aburráis los dos. Pero no me culpes si no quiero estar presente cuando ocurra.
- Pero yo sé que no estás bien. Lo sabré. - se dio un golpecito con un dedo en la sien. - ¿Y pretendes que lo ignore? - se rió irónicamente. - No voy a dejar que te hagas el mártir.
- No voy a hacerme el nada… me quedaré callado, se me da muy bien. *Miró a Stein a los ojos.- Tú lo sabes mejor que nadie.
Ese último comentario hizo que apretara tanto la copa que reventara el cristal entre sus dedos, pero apenas si pronunció un siseo. - ¿Quieres... dejarlo de una puta vez? - se levantó de golpe y le cogió de la pechera de la camisa, quedándose a milímetros de su rostro. - La quieres. Te quiere. Lucha por ella de una puta vez. No te apartes. Lucha. Por ella. Porque tienes que darle lo que yo no puedo.
Corbin miró la copa al reventarse, pero se fijó más en su mano, levantó la vista y se puso en pie cuando le cogió del pecho, pero no parecía asustado... ¿Qué iba a hacer... pegarle? ¿Torturarle? Si había algo a lo que Corbin no temía era al dolor. Suspiró y negó con la cabeza.*- ¿Por qué eres tan inseguro...? ¿Con quién se está casando... conmigo o contigo? *Apoyó una mano sobre su muñeca, intentando apartarla despacio de su pecho.*- Puedes dárselo, lo mismo que ella te puede dar a Faith...con tiempo y confianza.
Stein le soltó por fin, con la mano chorreando sangre por los cristales rotos. - Dioses, Corbin. Deja esa puta actitud. Por favor. - Se dio la vuelta, pellizcándose el puente de la nariz.
- Qué actitud... joder lo estoy aceptando. No sé qué pretendes que haga… ¿que te te la robe? ¿Que llegue allí sobre mi caballo blanco y mi resplandeciente armadura? Y qué le digo. ¿Vamos a comer ratas juntos? *Suspiró y cogió el brazo de Stein, intentando hacer que se sentara para mirarle esa mano.*- Soy consciente de que pasará, de que al final dejaréis de necesitarme, está bien. Se lo dije a ella y te lo dije a ti... es mejor haber perdido que no haber tenido. Estaré destrozado, pero aun así, estaré bien.
El brujo gruñó y se soltó de su agarre. - No, Corbin, joder... no sé cómo hay que hacer esto, pero así no.
- Pues cuando averigües otro modo avísame, mientras tanto... *Insistió, para cogerle la mano, colocándose en cuclillas para estar a la altura y ver mejor la herida, por si hubiera cristales clavados.*- Escucha… Cuando queráis verme, estaré donde siempre y si alguna vez dejáis de hacerlo… Seguiré allí. No pasa nada. Solo tengo que aprender a aprovechar los momentos… Y sacar cristales no es precisamente uno muy memorable.
El alemán cerró los ojos con fuerza y gira la cabeza, dejándose coger la mano por Corbin. Se sentía impotente en esa situación y no quería que el rubio sufriera más de lo que ya lo estaba haciendo.
Corbin le miró de reojo. Qué terco era. Empezó a sacar los cristales, con mucha paciencia, porque sus manazas no ayudaban para nada.*- Qué es lo que te molesta realmente. ¿Piensas en Simonetti?
- No dejo de pensarlo. No se me va de la puta cabeza. - sisea. Por fin lo ha dicho. Las visiones le están dejando más tocado de lo que quiere dejar ver.
-¿Es en lo que piensas cuando me ves?*Miró a Stein y extendió una mano para hacerle girar el rostro hacia él. No tenía ninguna marca visible, pero el hechicero sabía de sobra que alguna debía tener aun. *
- Cada vez que te veo, las putas imágenes vuelven a mi mente y... tengo ganas de matarlo. Una y otra vez. - se quedó mirándole fijamente, respirando rápido y con ojos de hielo.
Corbin suspiró. Nunca debió ver aquello… nadie debería. No dijo nada por un rato, cogió su copa de alcohol, la que había rechazado, y la derramó sobre la palma de la mano de Stein para limpiar y desinfectar la herida. Un poco bruto, pero mejor que nada. Se movió para coger un pañuelo de su bolsillo y empezó a vendarle. - ¿Quieres ver lo que veo yo? Cuando ocurre... ¿Quieres saber cómo… lo soporto? Terminó de vendar la mano, lo mejor que pudo e hizo un nudo en su dorso. Se sentó, porque necesitaba centrarse, le miró, incómodo, porque no iba a ser fácil para ninguno.
Aunque él no sabía lo que hacía, Stein pudo notar que no era que él estuviera arrancando imágenes de su memoria, sino Corbin proyectándolas como él quería. Eran casi fotogramas, cada imagen apenas estaba en movimiento unos segundos antes de empezar otra. Empezó con una mujer morena, cerrando la puerta de su habitación con un desconocido dentro. Un niño en un callejón muerto de frío y de hambre alzando la vista hacia alguien. La mujer abandonándole sin mirar atrás. Más personas entrando y saliendo de una habitación, golpes, algunos instrumentos, dolor, abandono, desengaño, en imágenes sucesivas, interminables, una tras otra.*
El brujo se puso de rodillas y apoyó las manos en los muslos de Corbin, cerrando los ojos. Las imágenes empezaron a sucederse, una tras otra. Aquel crío gritando de dolor, sin nadie que acudiera en su ayuda. Golpes, frío, hambre. Stein estaba en sintonía con la mente de Corbin, sintiendo lo que sentía aquel niño casi como si fuera él quien lo vivía. Según se iban sucediendo las imágenes, los puños de Stein se cerraron con fuerza, quedando encima de las piernas del rubio y casi blancos de la rabia. Su respiración era rápida y se notaba que, tras los párpados cerrados, los ojos de Stein se movían hacia los lados, inquietos, sufriendo por lo que estaba viendo. Pero aguantó, apretando la mandíbula hasta que aquellas horrorosas visiones terminaran.
La tensión exagerada de los puños de Stein le dio la alerta, se detuvo, las imágenes desaparecieron tan rápido como llegaron. Le miró, muy serio, casi… frío, falta de sensaciones porque lo que esos recuerdos hacían en él era eso… le convertían en alguien sin sentimientos, vacío. Apoyó una mano sobre su cabeza intentando reconfortarle.*- Sólo tengo que pensar, que el último encuentro con Simonetti estará allí, con los demás y se convertirá en eso… un recuerdo que me hace soportar lo que vendrá después. Si he superado todo eso, Stein... ¿Qué no puedo superar ya?
El brujo no era capaz de hablar en aquellos momentos. No era capaz más que de mirarle con los ojos de hielo, intentando asimilar de golpe lo que a Corbin le había costado años. Se sentía demasiado identificado con él para que le fuera indiferente. Sentía en lo más hondo cómo habían destrozado la vida de aquel ser de luz... que apenas era nada. Un agujero vacío que soportaría hasta la peor de las puñaladas. Actuó por instinto. Le agarró de las manos y le lanzó sobre su propio cuerpo al suelo, quedando ambos sobre la alfombra. Rodeó en un profundo abrazo su cuello, guiando la cabeza del rubio a su pecho y se quedó allí, como si en realidad pudiera protegerlo de todo, simplemente bajo él, abrazándolo para intentar calmarse, para intentar hacer algo que sabía que nunca conseguiría... para llenar de algo a quien era el vacío más absoluto.
Corbin se dejó arrastrar. A nadie le enseñaría ni le contaría eso salvo a él… porque parecía que lo necesitaba. Que necesitaba comprender que no era débil, tal vez si… de otras formas, pero no por el dolor, él no sufría con eso... hacía ya tiempo que no. Rodeó el cuerpo del brujo con sus enormes brazos, en realidad no sabía quién necesitaba más el abrazo, pero sonrió y disfrutó de él.*- Solo pienso en eso cuando ocurren cosas extremas. Como Simonetti o alguien parecido. Tengo… cosas... cosas diferentes.*No pudo decir buenas, porque todas no lo eran. Pero pensó sin ningún pudor en la primera vez que encontró a Faith, en lo que sintió cuando pensó que iba a perderla, en lo inútil que era cuando estuvo tumbado a su lado después de la puñalada, cuando encontró a Dom en el fondo del vaso de whisky que compartieron. A Stein sentado en la silla bebiendo cuando despertó en la buhardilla.*- Si soy capaz de aguantar 13 años de mierda por puro orgullo... ¿Qué no voy a aguantar por vosotros?
- De eso se trata... de que dejes de aguantar. De que no tengas que hacerlo. - no soltó a Corbin mientras le susurraba esas palabras. Se había quedado realmente en shock, pero todo su ser gritaba que no soltara al rubio. Y sabía que como alguien volviera a tocarle de esa manera, lo mataría. No había duda. No iban a volver a hacerle daño, por encima de su cadáver. Y lo cumpliría, literalmente si hacía falta. Pero no diría nada. Se limitó a abrazarle con fuerza delante de esa chimenea, dejándose abrazar por Corbin un buen rato. Hasta que susurró con determinación: - Nunca volverás a estar solo... nunca.
- ¿Estás intentando decirme que no tengo que sufrir más? Eso es mentira… los dos lo sabemos, incluso por mucho que quiera impedirlo, Faith también lo hará es..Normal.*Suspiró y sonrió.*- No, nunca estaré solo... Desde que tengo a Faith me di cuenta… Me había convertido en ese cascarón vacío pero por vosotros ya no lo soy… Eso no me lo quitará nadie.
- Vosotros... no digas vosotros. No me incluyas, porque deberías odiarme Corbin. Soy el que no te deja ser feliz... queriendo a Faith. - le miró triste e intentó levantarse.
-Faith no sería feliz sin ti y sonará a tópico pero lo que yo quiero es que lo sea... Si es contigo..Bien, no me importa.*Se incorporó, suspirando, mirándole con cierto pesar por haberle tenido que enseñar todo eso.*- No puedo matar por vosotros, pero si puedo aguantar por vosotros y mientras me necesitéis... Voy a estar aquí.
- ¿Y si lo que yo necesito es protegerte? - le miró fijamente, aún sentado en el suelo y agarrando a Corbin para que no se levante.
Corbin Lockwood se quedó en el suelo mirándole.*- ¿Y si lo que yo necesito es justo lo mismo?..*Suspiró.*- Te dije que si tenía problemas de nuevo te avisaría. Os duele más a vosotros que a mí...Pero te lo diré.
Stein suspiró, juntando la frente con la suya. Todo esto le estaba pasando factura. Cogió su rostro entre las manos y le besó con suavidad, tanteándole. Necesitaba hacerle saber... de alguna manera... que no estaba solo.
Corbin aceptó su gesto, sin planteárselo siquiera. Stein estaba preocupado, todavía era incapaz de entender por qué, tal vez porque los dos venían de un lugar muy parecido. Apoyó una mano sobre su nuca y profundizó el beso aunque no lo hizo más intenso, siguió siendo suave, paciente.*- Sin vosotros no soy nada.*Susurró.*- Un cascarón vacío...*Le miró a los ojos, para que Ackerman entendiera que no era para nada figurado, que sus palabras eran reales. Él había visto los recuerdos positivos en su vida y se centraban en ellos dos y en Dom, nada más.*
El brujo le besó con necesidad, poniéndose sobre él con ansia. Quería, por una vez, hacerle sentir querido; empezó a bajar por su pecho entre besos, abriéndole la camisa.
Corbin se dejó, en un principio, pero en cuanto notó que besaba su pecho se echó hacia atrás, separándose de él. Y sonrió, divertido.*- Para. Vamos a acabar en los calabozos… ¿No querías llevarme a un lugar seguro? Enséñame tu habitación.
Stein le miró con los ojos llenos de esa necesidad salvaje y le cogió de la mano, levantándolo y llevándolo a su habitación del Golden Cat. Era pequeña, lo justo para un escritorio, una cama y un pequeño aseo. Cerró la puerta con pestillo e insonorizó la habitación con un hechizo. Acto seguido le besó intensamente, quitándose la camisa y abriendo la del rubio mientras le tiraba a la cama y se tumbaba sobre él.
Ver a Stein tan intenso era raro aunque la parte de ser dominante con él no lo fuera. Se quedó mirando al hechicero y se incorporó de la cama, para colocarle las manos en la espalda baja, le atrajo hacia él, sin dejar de besarse.
Siempre había existido esa tensión con Corbin. Alguna vez se habían acercado... pero nunca lo suficiente. Stein estaba desatado, pero tenía un objetivo claro en mente. Quería que Corbin se sintiera... querido. No deseado, sino querido. Porque la verdad era que el rubio le estaba despertando algo que no sabía identificar, pero que quería intentar traducir con sus manos y su boca. Sin dejar de besarle se colocó sobre él y fue bajando por su cuello entre besos, lenta pero intensamente, empezando a soltar los botones de su camisa
Tenía esa camisa que le cubría prácticamente hasta el cuello, habían pasado días desde el encuentro con el italiano, pero era una persona corriente y moliente, las heridas le duraban y los moratones también. la costilla que llegó a fracturar seguía su reconstrucción y moverse y tener al hechicero encima era una especie de tortura muy alegremente aceptada. Notó que él estaba demostrándole algo, atendiéndole y no al revés. No hacía falta que lo hiciera… no se sentía como una puta con él. Cogió aire y le ayudó a desnudar su pecho, Corbin se lo estaba tomando con calma.
Cuando abrió su camisa y se la quitó con cuidado, Stein entrecerró los ojos. Mierda, acababa de acordarse de la costilla rota. Intentó apoyar el mínimo peso sobre su cuerpo, apoyándose sobre sus propios brazos en la cama. Besó con cuidado cada moratón, cada marca, cada golpe, conteniendo el aliento e intentando mantener la calma para no pensar, cada vez que sus labios rozaban aquel trozo de piel ya amarillento, que se los había hecho ese desgraciado. Bajó hasta sus abdominales, que recorrió con la boca uno a uno, hasta que llegó con esfuerzo al borde de su pantalón y busco sus ojos con la mirada, fluctuante entre hielo y zafiro, buscando esa calma que necesitaba para seguir después de volver a ver el mapa de dolor que constituía el cuerpo de Corbin.
No estaba pensando para nada en Simonetti, tenía en cosas mejores en las que centrarse. Para él no era normal que alguien fuese atento, que se dedicara a darle esos momentos... por supuesto, los clientes admiraban su cuerpo, pero solo eso. El cascarón, no las capas profundas como sabía que Stein hacía. Él estaba besando pedazos de su alma, no su carne. Cuando el brujo alzó la vista, Corbin sonrió y extendió una mano hasta alcanzar su mejilla.- En el fondo eres… mucho más tierno de lo que imaginaba.
Sonrió de lado al escuchar a Corbin, aunque la sonrisa no llegó a los ojos. Cómo no ser tierno con él. Le era imposible sacar su faceta de capullo integral cuando le miraba con esos ojos azules. Subió de nuevo a sus labios y se entretuvo besándolo mientras le abría suavemente el pantalón con la mano, bajándola acto seguido para explorar con suavidad lo que tanta gente buscaba de él, pero que yo veía casi secundario en aquel momento
Acarició su espalda cuando ascendió de nuevo hasta sus labios. Pudiera parecer estúpido, pero Corbin no solía besar a nadie ni le gustaba tener contacto físico en realidad. Por supuesto ahora era completamente diferente. Al sentir su mano entre sus piernas jadeó y se estremeció. Rodeó a Stein con un brazo y se movió para colocarle a él debajo.
Cuando le colocó debajo frunció el ceño, sin dejar de besarle, susurrando en sus labios: - Qué haces... - acarició su ancha espalda y se mordió el labio inferior. Notaba a su tacto las marcas que le había dejado. Pero no, no. Se obligó a relajarse y le besó con ansia de nuevo, intentando volver a ponerse encima.
En cuanto a peso Corbin tenía las de ganar, así que dejó parte del suyo sobre el cuerpo de Ackerman y sonrió cuando intentó moverle. Mordió suavemente su labio inferior e inclinó la cabeza hacia su cuello.- Te hago el amor... idiota.- raspó suavemente con los dientes su piel y empezó a desnudarle, con una paciencia infinita, botón a botón, como si él no tuviera esa prisa.
Se estremeció entero al escucharle. ¿Hacerle el amor? Nunca lo había hecho con nadie en realidad... siempre le poseía ese ansia salvaje que dominaba todos sus movimientos... - No... es justo... - jadeó cuando notó los dientes en su cuello, apretando inconscientemente las manos a su espalda. - ... lo estaba... haciendo yo...
Sonrió divertido.- Lo estás haciendo.-Besó sus labios, para que dejase de quejarse. Corbin era mucho más paciente, más tranquilo, sus besos eran miel, dedicados, como si el tiempo no le importase, como si no tuviera prisa alguna. Disfrutaba del sabor del brujo, de cada caricia, de la sensación de sus dedos al desnudar su cuerpo. Se tuvo que alejar, para poder quitarle la camisa y dejarla a un lado.
Se obligó a relajarse, aunque aquel modo de hacer las cosas, tan... calmado, era nuevo para él. - Corbin... debería ser yo el que... - otro jadeo ahogó su voz, los besos del rubio, tan suaves, le estremecían por completo. Pero para cabezón estaba él. Con los dos sin camisa y cuando se alejó un poco para dejarla a un lado, aprovechó y volvió a ponerse encima de un movimiento, volviendo a su cuello de nuevo. Intentando mordisquearlo con mimo, notando cómo el calor de Corbin le iba invadiendo poco a poco y retomando el camino de antes, consiguiendo bajar con la boca hasta su ombligo antes de bajarle suavemente el pantalón.
Se vio de nuevo debajo de Ackerman, él era más grande pero evidentemente el que tenía la habilidad era el hechicero. No pudo evitar sonreír divertido, qué cabezota era. Se dejó hacer, sin impedírselo y le miró con media sonrisa mientras movía su pantalón. Levantó las caderas para que pudiera bajárselo sin problema, a estas alturas el pudor estaba completamente fuera de lugar. Estaba claro que no era para nada indiferente a las atenciones de Stein.
Media sonrisa asomó en su cara cuando le quitó por completo el pantalón y lo tiró al suelo, observando con cierto orgullo que había conseguido lo que pretendía. Ronroneó con un sonido gutural desde su pecho y volvió a su ombligo de nuevo, bajando esta vez más, hasta su miembro, que se metió en la boca lentamente... comenzando a hacer una de las cosas que mejor se le daban.
Ya le sorprendió la primera vez en el callejón, pero la sensación era mucho menos frecuente de lo que cabía esperar. Cogió aire y echó la cabeza hacia atrás, empezó a hacer lo de siempre..Se contuvo, sin hacer sonidos, pero..Se dio cuenta..¿Qué estaba haciendo?...Stein no era su cliente, él no le estaba haciendo esto por ser lo que era. Apretó los labios y le miró de reojo, casi podría decirse que cohibido. Entrecerró los ojos y dejó escapar un jadeo, seguido de otro. Dejó de contenerse, se dejó llevar por las sensaciones sin impedir que Stein le arrancara hilos de placer. Se estremeció y volvió a jadear.
Por fin, se estaba soltando. Subió las manos por su torso, acariciándole mientras seguía dándole placer, incitándole a dejarse llevar, por una vez. No pararía hasta que consiguiera que se dejase ir, e intentaba transmitírselo a Corbin con cada caricia. Por su parte, el pantalón le estaba apretando bastante, las reacciones de Corbin le estaban alterando mucho más de lo que esperaba...
Corbin cerró los ojos un momento, se retorció, arqueando un momento la espalda y bufando antes de incorporarse, sin venir a cuento. Cogió a Ackerman de los hombros y le separó de él para pegarle un empujón y dejarle contra la cama. Aquello parecía una pelea, pero si no le hubiese alejado tan bruscamente él no se habría dejado. Jadeaba y su pecho subía y bajaba, totalmente alterado. Miró al brujo a los ojos, intentando recuperar el aliento y levantó una ceja, con media sonrisa. Suponía que se iba a quejar, así que no se lo permitió mucho, le dejó tumbado y le quitó los pantalones prácticamente a tirones, ni siquiera lo hizo del todo, los dejó a media pierna, antes de hacer por Stein, lo mismo que había hecho el.
Un sordo gruñido salió de su pecho, si pensaba que él mismo era un cabezota, le sorprendió que Corbin también lo fuera. Cuando le tumbó en la cama, intentó revolverse y volver a ponerse encima, pero la oleada de placer que le inundó ni siquiera le dejó jadear. Un profundo gemido salió de su garganta al notar su boca, que se esmeraba en darle placer. Pero no, no. No iba a ser así. Lo intentó de nuevo, con voz entrecortada y susurrando: - Corbin... no tienes que... hacerlo...
Corbin apoyó las manos con firmeza en el cuerpo de Stein, para que no se resistiera demasiado. Al escucharle, levantó la vista un momento, antes de dejar de hacerlo.- ¿Por qué no?..¿Crees que lo estoy haciendo por obligación?- Aun respiraba deprisa y se hizo a un lado hasta tumbarse, aun a la altura de su ingle. Se llevó la mano entre las piernas, que era quien estaba en desacuerdo con aquello, si no le gustaba sería imposible estar como estaba.- Cállate. Deja de pensar. Stein le estaba dando vueltas de más al asunto, pensando en que él se sentiría incómodo o usado, por una vez estaba haciendo lo que le apetecía hacer y no indagó en loq ue Ackerman quería, así que..Que se dejara de compadecerle de una vez. Volvió a lo que había estado haciendo, rodeó el miembro del mentalista con su boca y se tomó un tiempo infinito para acariciarle con la lengua y a acogerle en su boca.
Cuando Corbin le dijo aquello, el brujo se dio cuenta de algo. ¿No se sentía utilizado? ¿De verdad lo estaba disfrutando? Pero entonces, Corbin le dijo que se callara y volvió a acogerle en su boca, nublando su mente definitivamente y perdiéndose ante la habilidad de la lengua de Corbin. Dejó que su cuerpo se estremeciera, se revolviera y acarició su pelo hasta que estuvo a punto de explotar. Si seguía así, iba a dejarse ir y realmente quería hacérselo a Corbin...
Corbin no iba a detenerse, estaba disfrutando de eso, suponía que él se había dado cuenta antes, que no rechazaba su contacto ni se sentía asqueado. Había dejado de pensar hacía rato, solo quería disfrutar de esa sensación que no era para nada la usual. Notó que Stein llegaba al límite, pero como no le hizo apartarse lo ignoró y siguió su carrera por su miembro, centrado en hacerle llegar.
El brujo dejó de estar en aquella habitación. Dejó de pensar. Se abandonó por completo al placer. Arqueó la espalda cuando llegó, clavando las uñas en la sábana y poniendo los ojos en blanco brevemente, antes de caer, casi desmadejado, sobre la cama. Intentó recobrar el aliento, pero no era consciente de prácticamente nada que no fuera el placer que inundaba cada célula de su cuerpo. - Jo... der...
Le dejó recuperarse, unos instantes mientras le liberaba de su boca. Dejó la frente sobre su vientre unos instantes, jadeando antes de dejar besos por su cuerpo, ascendiendo hasta uno de los huesos de su cadera, hacia su vientre. El cuerpo de Corbin ardía, de modo que cuando llegó a la altura del pecho de Stein coló una de sus rodillas entre sus piernas hasta colocarse prácticamente encima, procurando no poner todo el peso sobre él, que no era poco, pero el hechicero podía notar lo exageradamente excitado que estaba el grandullón. A pesar de todo, Corbin no hizo nada,le dejó recuperarse mientras le dejaba un camino de saliva hasta su cuello, en el que se detuvo más tiempo del necesario hasta colocar la frente sobre su hombro. Quería asegurarse de que el mentalista estaba bien.
El brujo empezó a recuperar la conciencia justo cuando notó la excitación de Corbin sobre su muslo. Empezó a respirar de nuevo agitadamente y notó que su propia entrepierna empezaba a calentarse de nuevo. El cuerpo del rubio le causaba muchos estragos y a una velocidad de vértigo. Cogió su cara y le besó intensamente, explorando su boca a conciencia y bajando las manos por su espalda hasta sus nalgas, que apretó con ganas. - Qué me estás haciendo... rubio...
Respiraba rápido y profundamente, pero dejó de hacerlo en cuanto Stein le besó de aquella manera. Sostuvo su peso apoyado en sus propios codos para evitar aplastarle mientras le dejaba recuperarse. Se echó hacia atrás sonriendo de medio lado.-..Es un don.-Susurró, contra sus labios, cuando apretó sus glúteos. Se empezó a mover mientras acaparaba nuevamente la atención de su boca. Corbin se movía con suavidad, aunque en realidad estaba colocándose entre las piernas de Stein y usó una de sus rodillas contra una de Stein para tener espacio. Se arqueó con lentitud y se echó hacia atrás, hasta quedarse prácticamente sentado, le miró a los ojos antes de que su mano desapareciera entre ambos cuerpos, cogiendo su miembro para ponerlo en movimiento hacia el interior del hechicero.
Recibirlo en su interior fue como un estallido de dolor, un dolor que realmente quería. Le sintió dentro y se agarró a sus enormes brazos con los ojos cerrados, intentando calmar su respiración y tratando de relajarse para que el dolor diera paso cuanto antes al placer. - Tú eres un don... de la naturaleza... Y no se estaba refiriendo al terreno sexual. Por mucho que el rubio se esforzara en negarlo, para Stein era luz, esa luz que él nunca había conseguido rescatar de la oscuridad que le envolvía desde que juró vengarse. Y Corbin... tan dulce... tan bueno... le estaba desarmando por completo y no era capaz de plantarle ningún tipo de resistencia. Se quedó completamente quieto, relajando su cuerpo poco a poco, con el ruido de sus respiraciones agitadas como única banda sonora.
Notó su resistencia, Corbin se dedicaba a esto después de todo, era bueno en lo que hacía. No invadió del todo a Stein, se inclinó hacia delante cuidándose bien de no hacer movimientos bruscos y empezó a besar su cuello y a lamerlo. No tenía ninguna prisa, así que empezó con movimientos muy suaves que apenas significaban una invasión, era más el hecho de mover su cuerpo y el del hechicero, haciéndole saber lo que le esperaba. Sonrió por el comentario.- Después de tanto tiempo... de algo tenía que servir.- Murmuró, porque él si pensaba que se refería al sexo.
Los gemidos salían de su garganta cada vez que Corbin se movía. Estaba completamente a merced del rubio, y no querría estar en ningún otro sitio en aquel momento. No sabía dónde estaba aquel Stein Ackerman que infundía el más profundo de los terrores sólo con una mirada de hielo. Ahora mismo se sentía propiedad del rubio y... por los dioses, podía hacer lo que quisiera con su cuerpo. Pero algo le trajo a la realidad de nuevo. Sus palabras... le miró a los ojos y susurró como pudo: - Lo que haces no... tú eres el don... eres luz... - fue a seguir hablando pero apenas podía razonar algo lógico con la boca de Corbin en su cuello y prácticamente dentro de él, tanteando el camino que estaba ansioso porque recorriera.
Luz... dónde veía luz.. si el suyo era un vacío exagerado, hasta que habían llegado ellos y lo habían llenado. Suspiró y colocó la frente contra la suya, sufrió un ligero temblor, no por el placer físico, por la situación..por tener a Stein entre sus brazos de esa manera..Se empujó contra él, lentamente, apenas un tramo de lo que le pertenecía, porque no quería hacerle daño, quería que pudiera recordarlo por un buen motivo. pasó un brazo por encima de la cabeza de Stein, quedándose así apoyado para poder mirarle mientras se movía.- Vosotros me lo dais..yo no tenía nada... ahora te tengo a ti.
Que le tenía a él... pues claro que le tenía, joder. Le tenía desde que había visto la luz que Corbin se negaba a sí mismo. La luz que le habían arrebatado a la fuerza. Se relajó completamente según Corbin iba entrando en él, agarrándose a sus brazos e intentando simplemente coger aire por aquel cúmulo de emociones que estaban surgiendo entre ellos en ese instante. Sólo pudo susurrar antes de besarlo profundamente: - Me tienes... hazme... tuyo... - gimió en sus labios y se estremeció de nuevo, preparado para recibirle por completo.
Corbin atrapó sus labios, pero los liberó prácticamente en seguida, le miró a los ojos porque quería verle mientras le llenaba por completo. Se deslizó, lentamente pero de una sola vez hasta llegar al máximo de lo que incluso él podía soportar. Soltó un jadeó, que nació en lo más profundo de su garganta, sin apartar la mirada de él ni un momento.- ¿Eres... mío? - murmuró, casi como si no pudiera creerlo y volvió a moverse, separándose lentamente de él para nuevamente entrar, dejando que se acostumbrase a su cuerpo.
- Pues... claro... joder... - gimió de nuevo en sus labios, agarrándose a su espalda y clavando los dedos en sus omóplatos con cada embestida del rubio en su interior. Estaba a punto de explotar, notaba una emoción extraña en el pecho y sólo quería pegarse a Corbin y que hiciera lo que quisiera con él, pero juntos, sin separarse un milímetro...
Cuando clavó sus dedos en su espalda Corbin se arqueó y jadeó. Ver cómo reaccionaba le hacía enardecer, no necesitaba más que eso... tenerle allí, disfrutando de él, para entrar en un ciclo de locura. Se echó sobre él apoyando ambas manos sobre su cintura para que no pudiera escaparse y empezó a bombear con energía. Era suyo... la pregunta era... ¿Lo sería siempre? Jadeó.
Cada embestida hacía que entrara por completo en su interior y una tempestad de placer recorriera cada una de sus terminaciones nerviosas. Ni podía pensar ni quería hacerlo... pero tener a Corbin allí, seguro y entre sus brazos, aunque más bien fuera él el que se había rendido a los suyos, le hacía sentir algo indescriptible. No soportaría que volviera a hacerle daño. Nunca. Gimió de nuevo y se aferró más a él, mordiendo su oreja mientras aguantaba como podía los embistes de Corbin y notaba cómo el placer, lejos de terminar, no hacía más que aumentar con cada una de ellas. Si seguía así, terminaría por estallar en llamas llevándose a Corbin con él
Corbin siseó por el mordisco e inclinó la cabeza, dejándole al alcance lo que quisiera morder. Era muy extraño para él sentirse excitado realmente, lo normal era estar en automático, llevar a la otra persona al límite, hacer que quisiera más y volviera a por otra ración. La mayoría de las veces ni siquiera culminaba, pero esto era muy diferente...No se trataba de complacer a Stein..Se trataba de decirle lo que le importaba. Los dos estaban desnudos, vulnerables, no había nada entre ellos. Volvió a jadear y miró a Stein, no podía seguir. Los sentimientos le embargaban y le llevaban fuera de sí. Apretó con firmeza los dedos contra la piel del hechicero, anclándose bien a su cuerpo cuando su ritmo cambió. Se aceleró, dejó de ser pausado y comedido, sencillamente necesitaba aquello, necesitaba hacerle sentir lo que él sentía, hacerle llegar con él.
Notó los dedos de Corbin agarrándole con fuerza las caderas y supo de inmediato lo que vendría a continuación. Se aceleró, y con cada movimiento, llevaba más a Stein al límite, intentando coger aire entre jadeos y gemidos, que se entremezclaban en boca de ambos. Stein notó su ansia, lo que el rubio quería transmitirle con tanta desesperación, la necesidad de él que se correspondía con la suya propia, la fuerza con la que se unían, como si quisieran fundirse en el cuerpo del otro por un momento. Entonces, Corbin jadeó y el brujo notó cómo llegaba al clímax con una sacudida, que le hizo irse en ese mismo instante. Ambos explotaron, sin control, sin más barreras que la piel del otro, sin ninguna preocupación más allá de respirar. Cayeron en el más profundo de los éxtasis y aparecieron tumbados en la cama, derrotados. El brujo se quedó sin moverse intentando seguir despierto, respirando o vivo. Ya ni siquiera lo sabía.
Le faltaba mucho más que el aliento, era como si parte de él se hubiera ido con Stein. Estaba completamente sobrecargado y aturdido por las sensaciones nuevas, únicas. Se apartó despacio del hechicero, porque no quería aplastarle y por una vez en su vida le faltaban las fuerzas. Se dejó caer con brusquedad al lado, respirando agitadamente. Era el primero que comprendía la diferencia entre vender sexo y sentirlo... alguno lo disfrutaba más que otro pero esto... esto no tenía comparación. Cerró los ojos, sintiéndose en carne viva y miró a Stein. Se acercó despacio, por un momento, bastante cohibido, antes de rodearle con uno de sus brazos y pegarse a él, necesitaba su contacto... aunque fuera... sólo ese.
Estaba sobrecargado de electricidad interna. O fuego. O no sabía qué exactamente. Totalmente sobresaturado y con falta de aliento observó a Corbin con ojos entrecerrados, ni siquiera tenía fuerzas para abrirlos del todo. Entonces vio su gesto. Casi como... avergonzado, cohibido. ¿Aun había espacio para la vergüenza después de lo que acababan de sentir? Stein había pasado brevemente por el mundo de Corbin y aún recordaba lo que era tener sexo sin ningún tipo de sentimiento. Vender tu cuerpo al mejor postor. Y entendía perfectamente la diferencia entre follar y hacer el amor. Y esto, sin ningún tipo de duda, había sido lo segundo. Con el pecho aún subiendo y bajando agitado, notó el brazo de Corbin y su cuerpo, pegándose a él y abrazándolo. El brujo guió la cabeza del rubio al hueco de su cuello y lo rodeó con sus brazos. No sería tan grande como Corbin, pero tampoco era pequeño y entrenaba a diario, por lo que sus músculos se resaltaban, hinchados por el esfuerzo y la sobrecarga emocional. Sólo pudo susurrar contra su pelo: - ¿Estás... bien?
Corbin agradeció la aceptación, el gesto y se inclinó sobre él enterrando su cabeza en el hueco de su cuello, donde se sintió infinitamente mejor. ¿Qué iba a hacer? ¿Qué estaba haciendo? ¿Cómo iba a renunciar a esto? Cogió aire, varias veces, su cuerpo se recuperaba fácil del esfuerzo físico, rendía muy bien en la cama, pero era su pecho el que no dejaba de apretar, al que no le llegaba el aliento. Se apretó contra el duro cuerpo del hechicero, que parecía pequeño en comparación al suyo, pero no tenía nada que envidiar.-...Demasiado bien..-Murmuró. Estaba acojonado, esa era la verdad... acojonado de lo que acababa de hacer... de lo que acababa de darle.
El cuerpo de Stein se iba recuperando poco a poco, pero el hecho de tener a Corbin tan cerca y entre sus brazos hacía que su corazón latiera rápido. - No... no estás bien... - susurró, con los labios pegados a su sien. Acarició su pelo lentamente. - Dime en qué estás pensando... - les tapó con la sábana a ambos, estrechando más su abrazo sobre el rubio para infundirle confianza.
Sonrió, cuando él sintió que algo rondaba en su cabeza, pero era cierto..Estaba mejor que nunca y por eso se asustaba. Se acomodó en su pecho, suspirando, usando parte de su cuerpo para cubrirle porque con el calor que ambos desprendían mucho frío no iban a pasar.- ¿No puedes imaginártelo? Nunca me he acostado con alguien que...- Que... ¿Qué? ¿Le gustaba..? ¿Sentía algo por Ackerman?
- ¿Con alguien que qué...? - estaba confuso. Había habido mucho sentimiento de por medio, pero... ¿de verdad Corbin podía llegar a sentir algo por él? No se lo creía. Le cogió suavemente del mentón y le acarició la mejilla, rasposa por la barba. Le miró a los ojos fijamente, los suyos dos zafiros relucientes contra los celestes de Corbin. - Dímelo.
.....-No se atrevía a decirlo, porque ni siquiera él lo entendía. Sabía lo que sentía por Faith porque había sido contundente, la idea de perderle le abrió mucho más los ojos que cualquier otra cosa. pero a Stein no le había visto mal, no sabía cuándo se había colado en su pecho...Ni a qué profundidad, pero estaba ahí. Miró aquellos ojos, con cierta confusión.-...Por alguien que...-Iba a decir que le importaba pero no era así, no era solo eso, le importaba más que él mismo..No había sido sexo puramente físico y ya está y eso no lo había tenido con nadie porque hasta ahora no se había acostado con nadie que..-...Que..siento...Algo...-Estaba confuso y muy incómodo, porque no se aclaraba ni él.
El brujo sonrió al escuchar esas torpes palabras. Se veía que Corbin estaba confuso, y no iba a presionarle más. Solo susurró: - Si sientes algo... es que no estás vacío... - le guiñó un ojo para animarle. - ... tranquilo. Sólo relájate. Todo está bien. - acarició la espalda del grandullón con calma, intentando darle su calor aunque realmente no les hacía falta. Se quedaron un rato así, simplemente abrazados. - ¿No tienes sueño? - le miró de nuevo, acariciando su pelo y dejando un suave y largo beso en sus labios.
- Ya te lo dije..no estoy vacío desde que os tengo a vosotros.- Sonrió de medio lado, porque realmente no sabía qué decirle. había sido raro, completamente nuevo para él, otra nueva dimensión y tenía que asimilarlo. había sido mucho más intenso que cualquier encuentro que hubiera tenido. Negó con la cabeza y correspondió aquel beso.- ¿Lo tienes tú?
Se rió levemente y negó con la cabeza. - Tampoco. Pero veo las dudas en tus ojos. Soy mentalista, capto cosas, ya sabes. - Hizo un gesto con la mano como quitando hierro al asunto. - Pregúntame lo que quieras. Algo que quieras saber sobre mí.
Corbin se movió, suspirando, hasta que se acomodó al lado, con la cabeza sobre la almohada. No era alguien que se sintiera incómodo estando desnudo después de todo, pero si hablando de él o sobre otros. Se quedó pensativo, en realidad seguía sin saber qué decirle respecto a lo que había sentido.- ¿Dudas..?- Sonrió de medio lado.- Solo me pregunto cuánto echaré de menos esto.
Sonrió de lado tristemente. Ni él mismo sabía cuándo volvería a tragarle la oscuridad. Pero había hecho prometer a Aveline que le mataría si volvía a convertirse de nuevo en un monstruo. Le abrazó con fuerza y se durmió hasta la mañana siguiente, donde los primeros rayos de Sol que le dieron en la cara le hicieron fruncir el ceño y abrir un ojo. ¿No se habían movido de ese abrazo en toda la noche?
Al parecer, no, porque Corbin no se había movido en toda la noche tenía a Stein rodeado con uno de sus brazos y apoyado en su pecho, más que nada porque él era más grande. No había movido ni un solo pelo al dormir y de hecho, seguía completamente sopa pese a que los rayos del sol le daban directamente en la cara.
Sonrió de lado al ver el rostro de Corbin, tan relajado, tan sereno... No quiso pensar desde cuándo no había tenido la oportunidad de dormir así, seguro y fuera del burdel, sabiendo que no le llamarían en cualquier momento para otro servicio. Stein suspiró y se levantó con cuidado para no despertarle. Se puso unos pantalones y se acercó a una parte de la habitación donde tenía algo de comida. Preparó café, eso era esencial, y tostó pan con mantequilla y mermelada de melocotón. Se chupó un dedo manchado de mermelada y sonrió para sí mismo. El ejercicio se anoche le había dejado hambriento.
No se despertó, ni siquiera cuando el hechicero dejó la cama vacía, pero si lo hizo cuando olió el café. Se movió, despacio y gruñó, al parecer el grandullón era un dormilón. Se desperezó y estiró llevándose las manos al rostro y frotándose como si quisiera despejarse antes de mirar a su alrededor y ver al hechicero chupándose los dedos.
Escuchó moverse a Corbin y dejó el desayuno en la mesa. Miró al rubio, glorioso bajo los rayos del Sol y estirado en la cama. Se sentó en una de las dos sillas y sirvió dos cafés. - Buenos días. ¿Me acompañas?
Se frotó la cabeza, por raro que pudiera parecer..Se acostaba con mucha gente pero no se levantaba con nadie..Se incorporó, sintiéndose raro y miró al hechicero. Decidió que era hora de levantarse y se acercó a la silla vacía, se sentó y observó el café, durante un rato, antes de cogerlo y mirarle de reojo. Después sonrió de medio lado, antes de darle el primer sorbo.
El brujo se echó a reír, divertido por la reacción de Corbin. - ¿Si quisiera envenenarte no crees que ya lo hubiera hecho? - le miró burlón y se revolvió el pelo, bostezando antes de volver a su café y empezar a mordisquear una tostada distraídamente, antes de comentar: - ¿No has hecho esto nunca, me equivoco?
Sonrió pero no dijo nada mientras tomaba el café. Levantó la vista y negó con la cabeza, para qué iba a ocultarlo ahora.- Es la primera vez.-Se frotó suavemente la barba, algo incómodo por la situación, o cohibido, no sabía muy bien cómo comportarse.
- Entonces me siento halagado. - le guiñó un ojo, no quería que se sintiera mal, así que siguió comiendo distraídamente hasta que volvió a centrarse para decir: - Esa cara te sienta bien. - y no se refería a su cara como símbolo de belleza, sino a su gesto relajado. - Deberías probar a estar así de relajado más a menudo.
Al principio no entendió a lo que se refería. ¿Su cara de dormido? Sonrió y negó con la cabeza mientras saqueaba una de las tostadas de Stein para untarlas en el café y luego comérselas.- ¿Me lo dices tú? Tienes la misma cara que yo.
- No perdona, la misma no, estos ojos no los tiene cualquiera. - le miró de forma socarrona y le mostró cómo cambiaba la tonalidad de sus ojos a voluntad. Sonrió y meneó la cabeza. - Me refiero a que estás... relajado. Por dentro. Y se te nota en la cara. - lo dijo así, sin más. El alemán podía ser muy enrevesado cuando quería, pero no solía tener problemas con decir las cosas a bocajarro.
Le miró alucinado, al principio, le había dado la sensación de que cambiaban, alguna vez, pero supuso que era un efecto visual. Sonrió, divertido y se encogió de hombros. Se frotó el pecho.- Ni este cuerpo.-No solía ser rpesumido, ni mucho menos, pero..Tal vez tenía razón y estaba tranquilo, en realidad estaba muy..Cómodo..Allí. Solo que tendría que volver, tarde o temprano.-¿Noe stás tu igual de relajado?
El brujo soltó una carcajada y le miró divertido. ¿Corbin bromeando? No creía que fuera posible. Entonces tenía razón, estaba relajado. - Perdona, pero esto también tiene lo suyo. - tensó todos los músculos, que se resaltaron. Pero se echó a reír. - ¿Se me ve tenso?
Miró al hechicero, de arriba abajo, lo que podía ver por encima de la mesa.- Aun no.- Sonrió de medio lado y hasta pareció tímido, pues bajó la mirada al café y untó nuevamente la tostada antes de llevársela a la boca.
Se mordió el labio cuando vio la mirada tímida de Corbin recorriendo su cuerpo. Notó cómo la respiración comenzaba a acelerársele. Intentó calmarse, aunque le miró intensamente al decir: - Tú sigue siendo así de adorable y te enseñaré lo que es tensarse. - se pasó la mano por la cara, pero le miró de nuevo y dijo. - Pero no acabaríamos, y tienes que ir a visitar a Faith.
Corbin sonrió, a él no le sonaba tan mal, si conseguía tensarle entonces no tendría por qué irse. Dejó de comer y levantó al mirada hacia el hechicero.-..¿Visitarla..?
- Claro, tienes que enseñarle lo relajado que puedes estar, os sentará bien. Aunque siempre podemos ir después... - seguía con la respiración acelerada y no dejaba de mirarle.
Se movió en la silla. De pronto todo se había vuelto incómodo, pero no dijo nada al respecto. ¿Ir a ver a Faith? ¿Cómo iba eso a hacer que ella estuviera bien?
Frunció el ceño. Mierda. Ya estábamos con la autocompasión. - Corbin. La quieres. Te quiere. No hay más que hablar. Déjate de "peros".
...No he dicho nada..-Apenas se quejó en un susurro y suspiró, mirando a Stein.- Tu también la quieres..Lo lógico sería que estuvieseis los dos...-¿Y si Faith no quería verle..?
Se llevó las manos a la cara y se la frotó, suspirando. Aquella inseguridad de Corbin respecto a Aveline le descolocaba. ¿Por qué era tan obstinado? - ¡Se puede querer a más de una persona al mismo tiempo Corbin! - le miró a los ojos intentando calar la idea en su cabeza. - déjate de lógica. En el amor eso no existe. Y yo sé que te quiere. Y está más que claro que tú la quieres. Así que tienes que verla y dejar de esconderte. - resopló, algo irritado, pero no con él, sino con el hecho de que se apartaba de todo para coger las migajas que le quedaban, cuando no tenía por qué ser así. - Sé valiente en esto, Corbin.
-Para ti es fácil decirlo.- Cogió aire y se terminó el café, se quedó entonces pensativo. En realidad, le apetecía ver a Faith pero..Siempre que le encontraba estando con Stein ella cambiaba de cara, estaba incómoda y lo sabía, no quería que ella tuviera esos sentimientos siempre que coincidieran.- No creo que pueda soportar ver rechazo en sus ojos.
Suspira de nuevo y cruza las piernas a la vez que se cruza de brazos, mirándole fijamente. - Y qué propones hacer. ¿Mirarla en la oscuridad para siempre? Eso no es una opción. - era extraño, porque debería alegrarse porque no fuera a verla, o verlo como la competencia, pero sabía que no era así. Corbin le daba a Faith algo que él no podía darle, y por ello tenía que hacerlo.
Para él era una aceptable. Sonrió de medio lado, pero al ver cómo reaccionaba él no dijo nada. Se llevó la mano a frente y presionó, suspirando.- Yo solo tengo a Faith..No quiero que me rechace..¿Es difícil de entender?
Chasquea la lengua y entrelaza las manos, apoyando los antebrazos en la mesa. - ¿No quedamos anoche en que yo era tuyo? ¿O ya se te ha olvidado? - le mira intensamente, porque lo siente así. El brujo sabe que no podrá dejar que hagan daño a ese grandullón que tiene enfrente, por lo que tiene un pedazo del alemán en su interior.
Cogió aire y le miró de reojo, pero acabó sonriendo.- He escuchado a la gente decir muchas tonterías durante el sexo...- Se encogió de hombros.-..¿Sigues siendo mio por la mañana?
El brujo escuchó sus palabras, y en medio segundo había saltado por encina de la mesa limpiamente y caído sentado a horcajadas del rubio, apoyando las manos en sus amplios hombros y mirándole fijamente a milímetros de sus labios. - ¿Tú qué crees?
Corbin se había puesto tenso y había echado la espalda contra el respaldo de la silla ante la súbita invasión, pero al ver que no le iba a hacer daño rodeó el cuerpo de Stein con los brazos.- Creo..Que me gustaría que lo fueras.-Susurró antes de cerrar la distancia entre sus labios, dejándole un pequeño beso.-..No iré nunca a Faith si consigo retrasar el viaje una y otra vez..-Le advirtió, todavía inseguro.
El brujo sonrió de pronto y dio una palmada levantándose. - ¡Pues venga! A ponerse guapo. - señaló una pequeña puerta que daba a un baño con una bañera amplia y bastante equipado. - Báñate y arréglate, vamos.
Suspiró por la entusiasmo del brujo. Se puso en pie, aun con muchas dudas pero..No quería decepcionar a ninguno de los dos. Se frotó el pecho, incómodo, antes de caminar hacia el baño y le miró por encima del hombro.- ¿No vas a venir?
El alemán salió de sus pensamientos al oír su voz y le miró confuso. - ¿A la bañera o a ver a Faith?
Sonrió.- Puedes venir a las dos cosas..Aunque no se cómo le sentará a ella.
- Por eso vas a ir tú y tu nueva confianza. - le sonrió de lado y le miró burlón: - Si entro en esa bañera contigo no va a ser para atrasar el viaje. Te lo advierto, para que no me líes - le miró insinuante y apoyó las manos en la mesa. - Tú decides...
Observó a Stein, luego chasqueó la lengua.- Podría liarte aunque no quieras..-Se quejó, pero sabía que si empezaba a hacerlo no iba a atreverse nunca a ir a ver a Faith así que... se metió en el baño... necesitaría ese tiempo para asimilar lo que estaba pasando.
Stein Ackerman- Hechicero Clase Media
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Fecha de inscripción : 01/11/2016
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