AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Into the Void → Privado
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Into the Void → Privado
“Be careful who you trust, the devil was once an angel.”
― Ziad K. Abdelnour
― Ziad K. Abdelnour
El rumor llegó hasta los oídos del heredero Poulenc. Yves era caprichoso y no se necesitaba ser un genio para notarlo. Alix se encargaba de los negocios e incluso de marcar a las víctimas futuras, ¿y él? Él era un bonito rey en un bonito trono, con una bonita corona. Una imagen, nada más y eso le frustraba de sobremanera. Así que buscaba cómo distraerse.
Esa tarde, cuando el sol ya amenazaba con ocultarse, porque el joven hechicero, sin duda, obraba mejor de noche, salió al fin de casa, en pos de un nuevo interés. Más de un mozo de la residencia insistió en acompañarlo, pero con esos modos tan poco sutiles que tenía él, lo descartó sin darle derecho a réplica. Así, como una parca solitaria, envuelta en penumbra y muerte, recorrió las calles y aunque su vestimenta, pulcra y elegante, desentonara con la podredumbre de la ciudad, su presencia imponía lo suficiente como para que nadie se atravesara en su camino.
Se acercó a una propiedad abandonada. Había algo ahí dentro que de inmediato llamó la atención de los demonios detrás de él. No entró de inmediato, con parsimonia, avanzó lento, para no asustar a quien fuera que estuviera en la casa derruida. Aguardó un momento afuera y luego, finalmente se metió a la deplorable construcción que olía a polillas y rancio. Con el sigilo de una sombra se adentró en la oscuridad y observó una figura humana. Era más peculiar de lo que había imaginado, sin embargo, eso le deleitó. Sonrió con ese gesto torcido usual en él, de demonio encaprichado.
Dio un paso al frente para hacerse presente e hizo una ligera reverencia a modo de saludo. Había algo lacerante y condescendiente en sus movimientos, como si desde ya, se supiera superior. Alzó el mentón y miró al inesperado acompañante de su velada.
—Buenas noches. ¿Qué no sabes que es peligroso estar aquí? No sabes lo que podrías toparte —era cruel y era cínico, porque sabía que la amenaza mayor la representaba el mismo—. ¿O perdió el camino a casa? —Sonrió con burla y dio un nuevo paso al frente. La luz de la luna delineando sus pálidas y hermosas facciones. De rey, de demonio. De hombre y hechicero.
—No lo sé, quizá yo pueda ayudarle a regresar a su hogar —era una mentira que dolía, pero Yves era alguien que podía llegar a ser magnético, y con ese terrible poder, era capaz de hacer caer reinos enteros a sus pies. Regalos para Alix, esposa-hermana, forjada en el Hades como él.
Última edición por Yves Poulenc el Dom Mar 26, 2017 8:17 pm, editado 1 vez
Yves Poulenc- Hechicero Clase Alta
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Fecha de inscripción : 15/09/2015
Localización : París
Re: Into the Void → Privado
En una ciudad cruel con las minorías no quedaba otra que apoyarse entre sí. Se aplicaba tanto en las cortes como en las calles. Las putas no escapaban a esa regla, menos las de burdel, estresadas por el permanente contacto de las unas con las otras. Le pasó una vez a Rusalka que uno de sus clientes se fue sin pagar, siendo Bogdana, una zorra de Rumania, quien la cubrió, prestándole los francos faltantes. Rusalka quedó debiéndole no en dinero, sino en un gran favor. Bogdana se lo cobraría meses más tarde, pidiéndole ayuda para escapar hacia el norte. ¿La razón? Huir de su marido golpeador. No le bastaba con prostituirla, tenía que pegarle. La rusa maldijo el lío en el que se estaba metiendo, ya que si la descubrían, la echarían a la calle y perdería el trabajo, pero era una mujer de honor y a regañadientes aceptó.
—Ayudaré a que te vayas, pero sólo hasta la frontera de la ciudad. No quiero verte ni oír nada de ti después de esto. Vete, pero para siempre. Que te quede claro que estoy pagando una deuda, eso es todo. No me causa gracia arriesgar mi pellejo por ti. —dijo a la rumana antes de partir.
Esperaron a que la oscuridad de la noche y el bullicio de unas fiestas cercanas les cubrieran las espaldas y salieron con sus peores vestidos para pasar inadvertidas. Éxito rotundo, de no haber sido que tuvieron que parar. Era un camino demasiado largo para recorrerlo a pie de una sola vez. Bastante molesta con sus humanas limitaciones, Rusalka accedió a descansar en un sitio repelente por un par de horas.
Bogdana se rindió de inmediato al sueño, pero Rusalka no había alcanzado a cerrar los ojos por más de cinco minutos cuando oyó pasos adentrándose en el lugar. Su compañera despertó, pero antes de que pudiera delatarlas, la rusa le indicó con un gesto que no hiciera ruido. Tomó la daga escondida bajo sus enaguas y la ocultó tras la muñeca. Ya había matado antes para defender su vida y lo haría las veces que fuera necesario. Miserable, pero su puta vida.
Se enfrentó a lo que parecía ser un idiota buscando problemas. Apestaba a modales asquerosamente refinados, pero también a conflictos. Gracias a su trabajo, Rusalka tenía experiencia leyendo a las personas. Lo miró desconfiada y respondió peor.
—Si tuviera un hogar, usted no podría escoltarme hasta allí. ¿Se le ha perdido el salón de baile, señorito? Busque de nuevo, puede que lo haya dejado olvidado junto a su sentido del peligro. Mejor devuélvase. Aquí no hay nada que pueda ser de su interés.
—Ayudaré a que te vayas, pero sólo hasta la frontera de la ciudad. No quiero verte ni oír nada de ti después de esto. Vete, pero para siempre. Que te quede claro que estoy pagando una deuda, eso es todo. No me causa gracia arriesgar mi pellejo por ti. —dijo a la rumana antes de partir.
Esperaron a que la oscuridad de la noche y el bullicio de unas fiestas cercanas les cubrieran las espaldas y salieron con sus peores vestidos para pasar inadvertidas. Éxito rotundo, de no haber sido que tuvieron que parar. Era un camino demasiado largo para recorrerlo a pie de una sola vez. Bastante molesta con sus humanas limitaciones, Rusalka accedió a descansar en un sitio repelente por un par de horas.
Bogdana se rindió de inmediato al sueño, pero Rusalka no había alcanzado a cerrar los ojos por más de cinco minutos cuando oyó pasos adentrándose en el lugar. Su compañera despertó, pero antes de que pudiera delatarlas, la rusa le indicó con un gesto que no hiciera ruido. Tomó la daga escondida bajo sus enaguas y la ocultó tras la muñeca. Ya había matado antes para defender su vida y lo haría las veces que fuera necesario. Miserable, pero su puta vida.
Se enfrentó a lo que parecía ser un idiota buscando problemas. Apestaba a modales asquerosamente refinados, pero también a conflictos. Gracias a su trabajo, Rusalka tenía experiencia leyendo a las personas. Lo miró desconfiada y respondió peor.
—Si tuviera un hogar, usted no podría escoltarme hasta allí. ¿Se le ha perdido el salón de baile, señorito? Busque de nuevo, puede que lo haya dejado olvidado junto a su sentido del peligro. Mejor devuélvase. Aquí no hay nada que pueda ser de su interés.
Rusalka Mustafina- Prostituta Clase Baja
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Re: Into the Void → Privado
“Demons are like obedient dogs; they come when they are called.”
― Rémy de Gourmont
― Rémy de Gourmont
Sin inmutarse, Yves miró de frente a la chica y le concedió que tenía agallas, eso, si él se lo proponía, no le iba a servir de nada. Para fortuna de la joven, no tenía intenciones de usarla para alguno de los ritos que acostumbraba con su hermana, donde abrían a una pobre víctima por la mitad y mientras se desangraba, ellos hacían el amor en el espejo de sangre e invocaban fuerzas demasiado terribles para este mundo mortal. Sonrió de lado y soslayó.
—Oh, ya veo. No estamos solos. Loable de tu parte querer proteger a tu acompañante —era una energía mucho más débil que la de la joven que lo enfrentaba. Bajó los ojos, pareció que miró el estómago ajeno, aunque en realidad se enfocó a lo que ella estaba escondiendo—. Baja el arma, por favor. Tus métodos mortales no pueden hacerme daño, sería un desperdicio de energía para ambos —dio un paso al frente. Parecía poder flotar, era ligero, y era sutil, eso lo hacía más inquietante y más amenazador todavía.
—En realidad, hay aquí mucho que puede ser de mi interés. Vamos, baja el arma —instó de nuevo y estiró la mano como si esperara que la joven, aguerrida y ajada por una vida poco sencilla, le fuera a dar lo que estaba escondiendo por voluntad propia. No sabía a ciencia cierta lo que era, sólo estaba seguro que se trataba de un arma sencilla. Quizá un cuchillo o una navaja.
—Entenderás que si quisiera estar en un baile, ahora mismo estaría en uno —caminó de nuevo, avanzó por la derruida habitación, sin miedo alguno. Dándole la espalda descaradamente a la chica. ¿Qué iba a hacerle a él, que controlaba a los muertos?— Estoy donde debo estar, ¿y tú? —Acentuó la sonrisa, haciendo que ambos extremos de su boca se elevaran como una luna creciente.
—En fin. Me dijeron que aquí encontraría lo que necesito. Y supongo que no serás tú, ni la persona que te acompaña… vamos, dile que no sea tímida y se una a la conversación —oteó el sitio, sabía perfectamente dónde se ocultaba, pero era una energía tan débil, tan mancillada, que le era difícil advertir si se trataba de un hombre o una mujer, o su edad. Aunque estuvo seguro que como la chica que lo enfrentaba, era una mortal más.
—¿Han visto algo raro en esta casucha? —Se giró para encararla de nuevo, con una ceja arqueada—. ¿Símbolos que no hayan podido descifrar, o algo por el estilo? Escogieron un peculiar sitio para esconderse. Hasta donde sé, aquí habitan fuerzas que ustedes no entienden. Me sorprende que las hayan dejado vivas por tanto tiempo. Creerás que lo que viste eran restos de animales… pero creíste mal. No han sido las únicas insensatas en buscar techo en un sitio reclamado por seres de otra dimensión —le habló como si cualquier cosa. Rio luego—. Quizá les cayeron bien. Como a mí, me caíste bien, ¿cómo te llamas? —Era complicado saber a qué estaba jugando Yves. Quizá le llamaba la atención el hecho de que, como había dicho, los demonios que ahí residían, no les hubieran hecho nada todavía.
Última edición por Yves Poulenc el Mar Jul 18, 2017 8:06 pm, editado 1 vez
Yves Poulenc- Hechicero Clase Alta
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Re: Into the Void → Privado
Bastardo displicente. Su ego se apreciaba desde la luna. Rusalka sabía que no era la gran cosa, pero le chocaban los hijos de papá. Esos que llegaban con grandes cantidades de dinero para compensar, mínimamente, el mal rato que hacían pasar a las prostitutas, tratándolas peor que a vacas. Así debía verla, como ganado.
Ella bufó, aburrida. Conocía a los de su clase, pero que lo conociera no eliminaba el peligro. Como no era boba, estiró la mano de buena gana y entregó el cuchillo. El estúpido se equivocaba. El arma no era el cuchillo. El arma era ella. Si tenía que clavarle los dientes o inyectarle los dedos en sus globos oculares, lo haría, aunque él pudiera rematar su muerte con la mitad de esfuerzo que ella.
—No entiendo nada. No me interesa entender a los de su clase. Hacen lo que se les viene en gana y punto. Es todo lo que necesito saber. Soy una zorra, señorito. Me pagan para meterme en donde no debo, con quienes no es apropiado. Recibo dinero para que no me importe que me apunten con el dedo. —dijo cortante, marchando, ladeando la cabeza de vez en cuando. El manojo de mal carácter había despertado.— Si quiere llegar a ella, pase sobre mí. Será la milésima vez que pisotea a los que no están a la altura de besarle los callos de los pies. Qué más da.
Ya le estaba empezando a impacientar que el imbécil se paseara por los rincones y que la tratara con falsa amabilidad. Más encima, quería meterle miedo. Como si no tuviese que cuidarse de los vivos, como para preocuparse más encima de los muertos.
—Mire, si hay muertos a los cuales temer, me encargaré de ellos luego de que me libre de usted. Quién me dice que no ha sido usted mismo quien ha regado cadáveres por aquí y que este no es más sino parte de su ritual para a sus víctimas asesinar. Oh, por favor. Si quiere hágalo. Si muero tendré paz, y ¿con qué se quedará usted? ¿Con los espíritus del mal? Gano por ambos lados. Adelante, ejecute su plan. Dígale a occisos que les trae las osamentas de Rusalka, la puta.
Ella bufó, aburrida. Conocía a los de su clase, pero que lo conociera no eliminaba el peligro. Como no era boba, estiró la mano de buena gana y entregó el cuchillo. El estúpido se equivocaba. El arma no era el cuchillo. El arma era ella. Si tenía que clavarle los dientes o inyectarle los dedos en sus globos oculares, lo haría, aunque él pudiera rematar su muerte con la mitad de esfuerzo que ella.
—No entiendo nada. No me interesa entender a los de su clase. Hacen lo que se les viene en gana y punto. Es todo lo que necesito saber. Soy una zorra, señorito. Me pagan para meterme en donde no debo, con quienes no es apropiado. Recibo dinero para que no me importe que me apunten con el dedo. —dijo cortante, marchando, ladeando la cabeza de vez en cuando. El manojo de mal carácter había despertado.— Si quiere llegar a ella, pase sobre mí. Será la milésima vez que pisotea a los que no están a la altura de besarle los callos de los pies. Qué más da.
Ya le estaba empezando a impacientar que el imbécil se paseara por los rincones y que la tratara con falsa amabilidad. Más encima, quería meterle miedo. Como si no tuviese que cuidarse de los vivos, como para preocuparse más encima de los muertos.
—Mire, si hay muertos a los cuales temer, me encargaré de ellos luego de que me libre de usted. Quién me dice que no ha sido usted mismo quien ha regado cadáveres por aquí y que este no es más sino parte de su ritual para a sus víctimas asesinar. Oh, por favor. Si quiere hágalo. Si muero tendré paz, y ¿con qué se quedará usted? ¿Con los espíritus del mal? Gano por ambos lados. Adelante, ejecute su plan. Dígale a occisos que les trae las osamentas de Rusalka, la puta.
Rusalka Mustafina- Prostituta Clase Baja
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Re: Into the Void → Privado
Deslizó los ojos con tortuoso desdén hacia abajo, hacia la daga ofrecida y estiró el brazo, luego la mano de largos dedos, para finalmente tomarla. El brillo de la hoja destelló siniestro en la noche. Sostuvo aquel instrumento de muerte unos segundos, y luego lo aventó con pereza hacia las sombras, lejos del alcance de ella; y a él… a él de nada le servía un arma que hiere el cuerpo mortal, cuando él podía perfectamente atormentar el alma de las personas.
Sonrió. Se preguntó si sólo estaba jugando a la tonta, o en verdad no sabía nada. Decidió creerle por ahora.
—No me interesan de ese modo, pequeña puta. Ni como mujeres, ni como víctimas. No estoy aquí para eso. Ustedes son las que han invadido terreno que no comprenden. No sé de qué huyen, pero si sus cazadores se aparecen en la puerta, las entregaría. A menos que tengas algo de valor para mí. ¿Lo tienes? —Habló casi susurrando, como si sedujera. No a ella, sino a las sombras. Eso era Yves Poulenc, un gran seductor de sombras. Eran ellas sus amantes, no las mujeres del burdel. Y Alix, su melliza, la oscuridad que ha tomado cuerpo de mujer.
—Eres ingenua, eso me gusta —y en dos largas zancadas estuvo excesivamente cerca de ella. La tomó con fuerza del mentón para obligarla a mirarlo. Era alto, como una lanza, o como un chapitel de un iglesia gótica.
—Cuando ellos vengan… —se acercó a su oído. Su aliento chocó contra el cartílago de la joven—. Cuando ellos vengan, no te darán oportunidad. Intenta huir… —y se separó para verla a los ojos. Ojos aguerridos, enojados, y que no le interesaban a él—. Intenta huir, sólo quiero que lo intentes —se burló.
Si esa casa era como sospechaba, se trataba de un portal a otras dimensiones. Si los demonios que la habitaban querían, podían hacer correr en círculos a la joven. En ese instante, él era su mejor opción de supervivencia. Así de jodida estaba la suerte de la prostituta y su acompañante sin rostro.
—Si lo que quieres es morir, es lo que menos te darán. O yo te daré. Soy igual de caprichoso que ellos —continuó—. Te pregunté tu nombre, ¿ no tienes uno? ¿Las de tu clase no tienen nombre acaso? Discúlpame si no lo sé, pero no me enredo con mujeres sucias —continuó con ampulosidad.
Pareció que fue a continuar, pero se detuvo. Miró a su alrededor. Un ligero ruido, como de estaño, se escuchó rodeando la parte alta de la habitación.
—No están contentos —dijo, ominoso—. Dime, ¿nunca has visto a hombres más pálidos que el mármol y cuyo tacto es tan helado como el hielo? ¿Nunca te ha visitado uno así? —Lo dudaba. Los vampiros solían ser ávidos visitantes de los burdeles. Y la joven, con toda su brusquedad, era bonita, debía conocer un par, aunque ella no lo supiera.
Última edición por Yves Poulenc el Jue Nov 30, 2017 8:55 pm, editado 1 vez
Yves Poulenc- Hechicero Clase Alta
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Re: Into the Void → Privado
Rechazando el aliento grotesco del sociópata en su oído, la prostituta lo empujó para apartarlo de sí. ¿Huir, decía? Pero si en eso consistía su vida. Desde su nacimiento que conocía la necesidad, el convertirse en el hombre de la casa a muy temprana edad. Con desprecio miró Rusalka al peligroso extraño, culpándolo de no saber nada de ella, de no interesarle, de buscar una diversión. Si había algo de verdad en lo que él decía, tonterías. Lo importante era lo que era capaz de hacer. Él podía matarla. Accedió de mala gana.
—Llámeme sucia, si le interesa tanto no enzarzar su culo de oro con la gentuza. —escupió indecorosa.— Si no, mi nombre es Rusalka. ¿Oye eso? Es el acento por el que pagan un franco, a veces más, en días de pago. Mi silencio es gratis, pero cien veces más valioso que el precio que pagan por mí. ¿Suficiente con la información que le di, su Majestad?
Un extraño ruido nació y murió en el piso de arriba. Rusalka se llevó un sobresalto no de miedo, sino de alerta. No fue el crujido lo que preocupó a la zorra, sino la verdad en las palabras del engreído. Le sonaban a realidad, aunque creía que haber enterrado esa memoria, para vivir en paz. A modo instintivo hizo el ademán de sacar su arma, la que guardaba en las enaguas, pero recordó que no estaba. ¡Suerte perra! Se jugaba el pellejo con la palabra.
—Deje ir a la pobre idiota que involucré en esto y le diré lo que quiera saber. Es más estorbo que aporte. No lo sabré yo, que me la cargué hasta aquí.
Rulsaka esperaba no volver a verla. De volver a topársela, mataría a la furcia.
Apenas Bogdana se fue, la extranjera se cruzó de brazos y se propuso a hablar como las viudas alcohólicas del bajo mundo: deslenguada y sin pensarlo.
—Ha pasado tiempo desde que alguien me preguntó acerca de los kholodnyye, pero no había escuchado a nadie hablar de ellos así. —dijo en ruso— Mire, yo no soy una mujer. Ya no. Deseché mi honra y ahora soy un objeto. Me llaman perdida. Yo a ellos no les llamaría hombres.
—Llámeme sucia, si le interesa tanto no enzarzar su culo de oro con la gentuza. —escupió indecorosa.— Si no, mi nombre es Rusalka. ¿Oye eso? Es el acento por el que pagan un franco, a veces más, en días de pago. Mi silencio es gratis, pero cien veces más valioso que el precio que pagan por mí. ¿Suficiente con la información que le di, su Majestad?
Un extraño ruido nació y murió en el piso de arriba. Rusalka se llevó un sobresalto no de miedo, sino de alerta. No fue el crujido lo que preocupó a la zorra, sino la verdad en las palabras del engreído. Le sonaban a realidad, aunque creía que haber enterrado esa memoria, para vivir en paz. A modo instintivo hizo el ademán de sacar su arma, la que guardaba en las enaguas, pero recordó que no estaba. ¡Suerte perra! Se jugaba el pellejo con la palabra.
—Deje ir a la pobre idiota que involucré en esto y le diré lo que quiera saber. Es más estorbo que aporte. No lo sabré yo, que me la cargué hasta aquí.
Rulsaka esperaba no volver a verla. De volver a topársela, mataría a la furcia.
Apenas Bogdana se fue, la extranjera se cruzó de brazos y se propuso a hablar como las viudas alcohólicas del bajo mundo: deslenguada y sin pensarlo.
—Ha pasado tiempo desde que alguien me preguntó acerca de los kholodnyye, pero no había escuchado a nadie hablar de ellos así. —dijo en ruso— Mire, yo no soy una mujer. Ya no. Deseché mi honra y ahora soy un objeto. Me llaman perdida. Yo a ellos no les llamaría hombres.
Rusalka Mustafina- Prostituta Clase Baja
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Re: Into the Void → Privado
Sonrió, la chica no se rendía y debía concederle eso. No lo sabía, y él no iba a enterarla, pero esa falsa entereza en ella, esa dignificada altanería, era lo que más iba a provocarlo; estaba cavando su propia tumba, si a Yves se le daba la gana. No respondió nada, y sólo hizo un leve asentimiento cuando pidió que se fuera la otra. El hechicero sabía que sin él, ninguna de las dos tenía oportunidad, no es como si le importara. Una vez que huyó esa a la que jamás pudo verle bien el rostro, vino un silencio profundo, demasiado profundo, como si lo invadiera todo, a la casa y a ellos, una helada que cae sobre las flores y los hombres, matando a los más débiles.
—Tu amiga ya no existe —declaró, abominable y poderoso, casi regocijándose. Simplemente era así, la otra chica ya no estaba en el mundo de los vivos, las sombras que habitaban esa casa la habían devorado con sus fauces negras y sin forma. Yves pensó que probablemente las fuerzas sobrenaturales que ahí residían, por eso mismo las habían dejado entrar, para saciar su hambre milenaria y sin hartazgo. Podían comer y comer mortales y jamás encontrar empacho. Él y Alix se encargaban de alimentar a esos diablos, eran sus más fieles siervos y la conexión más fuerte que tenían con el mundo de los vivos.
Miró a un punto en la oscuridad y giró el rostro, al escucharla. No conocía mucho de ruso, sólo lo suficiente para su trabajo como historiador, y para su labor como líder del aquelarre, así que esa palabra, en cirílico incluso, se había cruzado en su camino más de una vez. La observó con una ceja arqueada.
—Entonces sí has escuchado de ellos. Suelen subestimar a los demás, es verdad, no me agradan —dijo muy suave y sin emociones en su voz—. No, hace mucho que dejaron de ser hombres, pero… existen cosas aún peores que reinan la hora nocturna, monstruos que no necesariamente tienen el tacto helado, que poseen un corazón marchito que sigue bombeando sangre, y que tú, pequeña puta, jamás diferenciarías de un humano común y corriente —continuó. Poco a poco giró el cuerpo para quedar frente a ella. No necesitó ponerle palabras a lo que seguía, su sola presencia lo decía y era suficientemente clara: él. Él era algo peor que los demonios que se alimentan de sangre y los hijos de Selene que cambian con la luna.
—Si intentas salir ahora, las sombras también te engullirán, como a tu amiga —habló casi con aburrimiento. Los párpados se le notaban pesados, como si estuviera muy, muy cansado y sólo quisiera dormir—. Ven. —No la tocó, no le gustaba tocar a gente tan sucia como ella.
Avanzó hacia el pasillo que llevaba a las escaleras, ahí donde la penumbra era más espesa. Se detuvo para mirar por sobre su hombro y comprobar que lo seguía.
Yves Poulenc- Hechicero Clase Alta
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