Tentempié al anochecer - Privado -

Suaves gemidos salidos de la espesura del frío bosque se mezclaban con el ulular de las lechuzas y de los diversos animales o criaturas que habitaban esa zona. Una joven de piel blanca y lisa apoyaba las palmas de sus manos sobre un grueso y viejo tronco de roble, tanto era su desesperación por aferrarse que sus largas uñas descascaraban la fina capa de corteza. Sus ojos estaban cerrados, dejandose llevar por la excitación y emoción del momento. El vestido color lavanda que usaba se encontraba recogido a nivel de la cintura, mientras un par de manos agarraba su cadera y con movimientos constantes le daba el placer que ambos deseaban.

Elliot disfrutaba de cada uno de los gemidos y suspiros provenientes de la joven mujer. Sus pantalones, a media pierna, daban a entender de que toda la acción comenzó de manera rápida y al parecer terminaría de la misma manera. Ya llevaba un par de días sin probar bocado alguno, fue el tiempo que utilizo para atraer a aquella dama a sus garras, hubiera sido sencillo buscar a alguien y simplemente clavar sus colmillos en su tierna carne, pero le gustaba su técnica y gozar cada segundo de ella, pero ya era suficiente.

Tomo bruscamente el cuello de la mujer con una de sus manos, pegando la espalda de ella contra su pecho, sin dejar de realizar un vaivén con sus caderas, paso su lengua lenta y suavemente por el lóbulo de la oreja derecha de la joven, lo que hizo que esta ahogara un grito de satisfacción.

- Gracias por la comida, Madame - Susurro en su oído, los ojos de ella se abrieron de par en par, pero no tuvo tiempo de reaccionar, Bellerose uso una de sus manos para tapar por completo la boca de la joven, ahogando un grito de angustia, sus colmillos atravesaron la tersa piel de su cuello. No paso ni un minuto, el joven y frágil cuerpo semi desnudo yacía a los pies del gran roble, donde la marca de sus uñas se podían ver claramente a la luz de la luna.

- Me siento muy bien - Se dijo a si mismo Elliot estirando sus brazos hacia el cielo nocturno con una gran sonrisa. Acomodo sus ropas mientras tarareaba una canción, saco un pañuelo de seda que llevaba en su bolsillo y limpio la comisura de sus labios, quitando el exceso de sangre. Inspecciono la figura de quien fuese su víctima, se arrodillo a su lado y quito unos finos mechones de cabello de sus ojos cristalizados, sin vida.

- Fuiste una buena niña, algo impulsiva - Se sincero con ella, el joven se cruzo de brazos observándola - Creo que exagere, te podría haber disfrutado un poco mas - Dudo, finalmente se encogió de hombros sin darle importancia  a los hechos.

Una noche más deambulaba por las húmedas y desangeladas calles parisinas sin un rumbo fijo. Pasarían unas cuantas lunas más hasta que mi reunión con el conde ruso tuviese lugar; reunión que esperaba con anhelo pues por fin obtendría respuestas sobre ese turbio asunto con los cazadores. Más de momento era un alma libre con una increíble ciudad a mis pies, así que como cada noche, salí a pasear tranquilamente con la única preocupación en mente de no meterme en más líos de los necesarios.

Aquella noche en particular escogí el bosque como paseo nocturno; la primavera estaba ya próxima y los nuevos olores que envolvían toda la ciudad tenían más que hipnotizados todos mis sentidos. No era solo la agradable temperatura que podía apreciarse cada noche más cálida, sino también el renacer de la nueva flora, de una vegetación que había permanecido inexistente durante el frío y crudo invierno.

Hacía apenas unas noches que la luna había comenzado su ciclo menguante, así que mi presencia no supondría ningún peligro para cualquier ser humano que extrañamente decidiese visitar la zona a esas horas de la noche. Además, por supuesto, que no habría ningún cazador con ganas de atraparme y convertirme en alfombra para su salón. La velada no podía resultar más apetecible, largas horas de paz y tranquilidad me esperaban rodeadas de ese aire puro y limpio que solo puede ofrecerte la naturaleza en sus horas vespertinas.

Así que cuando percibí unos extraños gemidos que provenían de algún lejano del bosque, no pude más que extrañarme y ponerme alerta. Para cualquier humano esos sonidos hubiesen pasado desapercibidos, pero gracias a las habilidades lupinas nuestros sentidos del rastreo y la percepción estaban más desarrollados incluso en forma humana. Anduve algunos metros más totalmente alerta, esperando escuchar algún sonido más que me indicase que solo eran una pareja más de enamorados qeu buscaba la intimidad que les proporcionaba la soledad del bosque. Pero entonces un grito ahogado quedó camuflado entre la suave brisa nocturna; en grito de una mujer que sin duda alguna no estaba disfrutando de su encuentro furtivo.

No tardé en localizar la procedencia del grito, llegando guiada por mi olfato hasta un grupo de árboles escondidos donde me encontré con una dantesca imagen. Mi ayuda en esos momentos le  resultaría inútil a la pobre joven que yacía sin vida en el suelo, a los pies del monstruo que le había dado muerte. No me hacía falta mucho más que percibir su aura para ver de que ser se trataba; de uno de los más despreciables que existían sobre la faz de la tierra.- ¿Acaso no os habéis aprovechado bastante de ella arrebatándole su vida, que también deseabais quitarle su alma- murmuré a sus espaldas, descolgando de la mía las dos cimitarras que allí llevaba sujetas.- Tal vez le agradaría comprobar si yo soy igual de impulsiva de esa pobre niña, claro que dudo que conmigo disfruteis de la misma manera.- mis ojos se tornaron ámbar al pronunciar estas palabras; la lucha estaba servida, y mi odio hacia los vampiros a punto de ser demostrado.