Devil's knocking [privado]

por **Dom Custler** Lun Mar 27, 2017 10:40 am

La luz anaranjada del sol de media tarde se filtraba por entre los maderos que cubrían los ventanales, una de las pocas cosas que quedaban ya por arreglar. Todo el esfuerzo y la paciencia volcados en aquellas últimas semanas había merecido la pena con tal de ver al fin la pequeña parroquia adecentada, al menos lo suficiente para poder oficiar misa sin temor a que alguien saliera herido por algún derrumbe de imprevisto. Las grietas habían sido selladas, las vigas rotas remplazadas y los bancos repintados. Parado en medio del abovedado pasillo, observó orgulloso el fruto de sus sacrificios. Pronto podría ejercer de párroco propiamente dicho; tal vez no era vocación y mucho menos de su agrado dar sermón cada domingo, pero en el fondo aquella mísera obligación le hacía sentirse más unido al padre Marcus, a quien por mucho que pasaran los años seguía echando aún de menos.

Y el orfanato. Pronto podría abrir el orfanato, algo que sin duda le gustaba mucho más. Con la vida que llevaba y sus tendencias sexuales, era bien consciente que jamás tendría una familia propia; un hogar al que volver y unos brazos para recibirle, ni un linaje que alargara su apellido. El orfanato, o más bien los niños a los que pudiera dar una oportunidad, eran lo único que daría sentido a su vacía existencia, hasta entonces limitada a dar caza por un simple instinto de venganza. Necesitaba algo de inocencia en su pecaminosa vida, un vínculo con la bondad que aún quedaba en aquel mundo tan sumamente corrompido.

La campana de Nôtre Dame le advirtió lo tarde que era, por lo que se dispuso a barrer con prisa los restos que quedaban de los arreglos, deseando tener algo de tiempo para cenar antes de partir de caza. El rechinar de las oxidadas bisagras que sujetaban las grandes puertas de la entrada le hizo detenerse y alzar la cabeza confundido. Nadie entraba ahí, mucho menos a esa hora, y se preguntó si sería la hermana Bernadette, a quien hacía días que no veía. Volteó, esperando que fuera ella, por lo que casi se le resbaló la escoba de las manos al ver que quien entraba no era más que su mayor tormento: el diablo de ojos azules.

por **Stein Ackerman** Mar Mayo 02, 2017 1:06 pm

Todo era una vorágine de pensamientos. Un caos. Sentimientos, algo que nunca había tenido más allá de la sed de vanganza y la ira, se abrían paso cada vez con más frecuencia. Y eso no estaba bien. No para lo que una vez fue. No para el mentalista más cruel de todo París. La crueldad iba desapareciendo por... ellos.
Si tan sólo fuera un él o un ella, pero no... cómo no, su vida no podía ser tan fácil, los dioses se reían en su cara y provocaban que el brujo los quisiera a ambos...

Aquella noche apenas se tenía en pie. Salió de la taberna después de beberse una botella de ron añejo y se encaminó, renqueante, a donde sabía que lo encontraría. Tenía que verle antes de... la boda. Tenía que volver a mirar esos ojos oscuros y beber de esa boca tan dulce... que estaba provocándole escalofríos de placer con sólo un pensamiento. No sabía cómo había llegado a la primera, quizás la lluvia le había despejado lo suficiente para no acabar hundido hasta la cintura en una zanja.
Abrió las puertas de la parroquia, empapado, resollando por el esfuerzo del camino y quitándose, nada más ver su rostro, la gabardina.

Parecía que el párroco estuviera viendo al mismísimo demonio cuando el hechicero se abalanzó sobre él y devorara su boca con la más salvaje necesidad. No hacía falta decir nada. En aquel momento, Stein había perdido hasta el más mínimo rayo de lucidez, cegado por el alcohol y la confusión. Por el caos por el que se estaba rigiendo su vida.

por **Dom Custler** Lun Mayo 08, 2017 11:29 am

Todo el auto convencimiento de aquellos últimos días se volatilizó en el mismo instante que sus labios se juntaron. Apenas pudo leer la necesidad en su mirada antes de tenerle entre sus brazos, lamentándose por no haber luchado ni un poco con el mismo deseo que compartía con él. Podría negarse, tan sencillo como empujar su empapado cuerpo y detener de una vez por todas aquella delirante tortura. ¿Por qué él? ¿Por qué tuvo que enamorarse de quien menos debía? Un hombre sin ley, sin límites, un hombre que se había convertido en su demonio personal, llenándole el camino de pecaminosas tentaciones. Un hombre... que estaba no solo enamorado de otra mujer, si no que en apenas unas horas iba a casarse con ella. Juntos para siempre. Y él roto, por no poder ni querer separar lo que era normal.

Deseaba fundirse con su cuerpo, con las manos aferradas a su ropa mojada dejaba claro cuánta desesperación atormentaba su corazón. Sumiso, como siempre, se rindió a sus besos poniendo en evidencia una vez más que, por muchas veces que se negara, seguía perteneciéndole a su demonio de ojos azules. Su mente se había desconectado, su corazón dejaba de bombear dolor. Cuando él aparecía con aquella pasión salvaje, el mundo simplemente desaparecía a su alrededor. Era suyo, aunque no fuera recíproco.

Tendría que haberle detenido. Debería haberlo hecho, pues era lo más adecuado. No. Lo único que debía hacerse. Pero fue incapaz. Mientras sus bocas seguían chocando, le agarró de la húmeda camisa y lo arrastró al pequeño dormitorio tras la puerta de un lateral y se dejó llevar a la cama donde pensaba entregarse una vez más. La última, lo prometía.

por **Stein Ackerman** Dom Jun 11, 2017 1:34 pm

La pasión le devoraba por dentro, anulando totalmente cualquier sensación que no fuera provocada por el roce del cuerpo de aquel párroco que le tenía sumido en un completo caos. La noche pasó rápida entre jadeos, gemidos y placer, mientras se fundían en el otro intentando acallar todas las voces que sugerían que aquello no debería estar pasando. Otra vez no. Y como en toda historia prohibida, tenía que llegar la tragedia.
Los primeros rayos de Sol despuntaron el alba sorprendiéndoles desnudos y derrotados, el brujo sobre el cuerpo del párroco, respirando en su cuello en un breve momento de paz. Pero de pronto, se escucharon unas voces y el portón de la entrada abriéndose de golpe. No les dio tiempo ni a entender la situación.

Diez soldados de la Inquisición, armados hasta los dientes y precedidos de un obispo al que no conocía irrumpieron en la habitación, abalanzándose sobre ellos y poniéndoles de pie entre golpes y empujones.
- ¡Sabía que cometíais adulterio! Y nada menos que con un brujo proscrito, padre Custler... el castigo por esto no será bonito. Aunque... no elegís mal, padre.
Stein, vestido sólo con unos pantalones igual que Dominic, se dejó levantar sin oponer resistencia. Sus ojos reflejaban el hielo más frío del Ártico y en la comisura de su boca empezó a aparecer una sonrisa torcida y macabra.
-Mejor adulterio que pronafar la inocencia de esos jóvenes que decís educar en vuestra Orden, su excelencia.

La cara del obispo cambió a una mueca horrorizada y le soltó un puñetazo en la cara al brujo, provocando que escupiera sangre al morderse la lengua mientras soltaba carcajadas al haber descubierto en la mente del Inquisidor sus pecados más oscuros. El obispo empezó a hiperventilar y fue cuando firmó su sentencia de muerte. Con voz amenazante susurró:
- Nos llevamos al hechicero vivo. Pero no necesitamos a un cura pecador y sodomita. Matadlo.

Los gritos de agonía duraron exactamente dos segundos.
El cerebro de cada uno de los diez soldados reventó, haciendo que cayeran muertos al suelo entre regueros de sangre por cada orificio de la cabeza. Stein, con sangre en la boca, volvió a escupir al suelo y sonrió mirando al obispo, pero no había previsto lo que se avecinaba.
De la manga del Inquisidor se oyó un estruendo de repente. El brujo se miró el estómago, de donde empezó a manar sangre por el balazo que acababa de recibir de lleno y a quemarropa.
Miró a Dominic sin expresión el rostro. Era el fin.

por **Dom Custler** Mar Jul 18, 2017 8:56 pm

La trama sigue en: http://www.victorianvampires.com/t39345-afectos-secundarios-priv#413966

CERRADO

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