AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Sin is knocking at your door // Privado - Valiont
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Sin is knocking at your door // Privado - Valiont
Entró en un lugar cualquiera, en una taberna, un antro de soberbia, lujuria y gula. Pensó en sus pequeños y en cuánto disfrutarían allí, pero aquella era su noche, aquella que, de vez en cuando, se tomaba para disfrutar a solas del pecado que más la saciaba a ella, la envidia. Aspiró lentamente el aroma de la corrupción, llenándose ella, impregnando sus órganos inservibles y pútridos, reconfortándose con el anticipo de lo que estaba por llegar.
Fue a tomar asiento en una mesa apartada y sucia, porque en aquel lugar nada estaba limpio, no hacía falta buscar más. Sentía las miradas fijas en ella, ya estaba suscitando celos de las prostitutas, anhelando su porte elegante, sus ropas caras, aquellos ojos azules que irradiaban confianza. Los hombres la deseaban y era normal, ella era una semi diosa del mal, la que incitaba a pecar, la que doblegaba a la humanidad e iniciaba guerras por las ansias de conquista de territorio o la posesión de mujeres que pertenecían a otros reyes.
Enseguida se aproximó el mesero a atenderla, admirándola con demasiado descaro hasta para su gusto, pero ¿quién era ella para negarle pecar de lascivia? Le pidió una copa de vino, consciente de que no sería el mejor que probaría en su no vida, pero esperaba que, al menos, no fuera el peor. A diferencia de su adorado Gula, ella no poseía de un paladar digno de catar los matices de la carne más suculenta, pero, aunque extraño, su condición de inmortal no le robó del todo las capacidades gustativas y le permitió disfrutar del zumo de uva, algo que llevaba siglos consumiendo y de lo que jamás se hartaba. La calmaba casi tanto como un buen trago de sangre llena de celos, envidia, resentimiento.
Esperó pacientemente, pues el tiempo no era algo que a una vampiresa la apremiara, echando un vistazo a su alrededor, a la mercancía que pululaba a sus anchas por aquel local de mala muerte. Fue entonces que se fijo en una melena plateada sobre unos anchos hombros, fuertes, que poco casaban con una cabellera teñida de canas. Pero había conocido a muchos seres en su vida y sabía que algunos humanos cubrían su cabello de blanco ya en edad temprana, tal vez aquel fuera su caso. No quería revelar aún sus poderes, así que tomó la jarra cuando se la acercaron, porque al parecer el cristal ni siquiera lo conocían, y lo olió primero, deshilando los matices uno a uno, las trazas, los tiempos, las cantidades. Cerró los ojos, dejándose llevar por el recuerdo de la bebida, sintiendo como la uva crecía en las ramas de su vid y finalmente era recogida, prensada con los pies, colada y metida en barrica a macerar. Cuando sus párpados se despegaron, las pupilas de la pelirroja se habían dilatado un par de milímetros, algo imperceptible al ojo humano a cierta distancia. Sonrió de medio lado al dar un sorbo silencioso y prolongado, llamando seguidamente al mesero que, por poco, no tira a un cliente al suelo por correr a atenderla. -Quiero que le diga a ese hombre que deseo que comparta mesa conmigo.- Desprendía el aura de un sobrenatural, pero no le había visto la cara. Alto, fuerte, imponente. Salvaje. Su espíritu era el de una bestia, aunque la calma que desprendía era más que palpable. Obviamente, el tipo obedeció y rápidamente fue a entregar su mensaje al caballero. Sólo hacía falta esperar, y en eso, Envidia era una experta.
Fue a tomar asiento en una mesa apartada y sucia, porque en aquel lugar nada estaba limpio, no hacía falta buscar más. Sentía las miradas fijas en ella, ya estaba suscitando celos de las prostitutas, anhelando su porte elegante, sus ropas caras, aquellos ojos azules que irradiaban confianza. Los hombres la deseaban y era normal, ella era una semi diosa del mal, la que incitaba a pecar, la que doblegaba a la humanidad e iniciaba guerras por las ansias de conquista de territorio o la posesión de mujeres que pertenecían a otros reyes.
Enseguida se aproximó el mesero a atenderla, admirándola con demasiado descaro hasta para su gusto, pero ¿quién era ella para negarle pecar de lascivia? Le pidió una copa de vino, consciente de que no sería el mejor que probaría en su no vida, pero esperaba que, al menos, no fuera el peor. A diferencia de su adorado Gula, ella no poseía de un paladar digno de catar los matices de la carne más suculenta, pero, aunque extraño, su condición de inmortal no le robó del todo las capacidades gustativas y le permitió disfrutar del zumo de uva, algo que llevaba siglos consumiendo y de lo que jamás se hartaba. La calmaba casi tanto como un buen trago de sangre llena de celos, envidia, resentimiento.
Esperó pacientemente, pues el tiempo no era algo que a una vampiresa la apremiara, echando un vistazo a su alrededor, a la mercancía que pululaba a sus anchas por aquel local de mala muerte. Fue entonces que se fijo en una melena plateada sobre unos anchos hombros, fuertes, que poco casaban con una cabellera teñida de canas. Pero había conocido a muchos seres en su vida y sabía que algunos humanos cubrían su cabello de blanco ya en edad temprana, tal vez aquel fuera su caso. No quería revelar aún sus poderes, así que tomó la jarra cuando se la acercaron, porque al parecer el cristal ni siquiera lo conocían, y lo olió primero, deshilando los matices uno a uno, las trazas, los tiempos, las cantidades. Cerró los ojos, dejándose llevar por el recuerdo de la bebida, sintiendo como la uva crecía en las ramas de su vid y finalmente era recogida, prensada con los pies, colada y metida en barrica a macerar. Cuando sus párpados se despegaron, las pupilas de la pelirroja se habían dilatado un par de milímetros, algo imperceptible al ojo humano a cierta distancia. Sonrió de medio lado al dar un sorbo silencioso y prolongado, llamando seguidamente al mesero que, por poco, no tira a un cliente al suelo por correr a atenderla. -Quiero que le diga a ese hombre que deseo que comparta mesa conmigo.- Desprendía el aura de un sobrenatural, pero no le había visto la cara. Alto, fuerte, imponente. Salvaje. Su espíritu era el de una bestia, aunque la calma que desprendía era más que palpable. Obviamente, el tipo obedeció y rápidamente fue a entregar su mensaje al caballero. Sólo hacía falta esperar, y en eso, Envidia era una experta.
Aegea A. Blackbird- Vampiro Clase Alta
- Mensajes : 46
Fecha de inscripción : 03/12/2017
Re: Sin is knocking at your door // Privado - Valiont
La odisea de los cuervos. |
En la Taberna Vinos y Uvas. 21:00 de la noche.
- La oscuridad presente:
La búsqueda seguía, sus pasos le encaminaron hacia una de las Tabernas mas frecuentadas de Francia por el día y mas discutibles por la noche, con todo tipo de seres en un mismo conjunto creando una red impenetrable para aquellos que quisiesen dejar que su naturaleza real pasase completamente desapercibida. Era un antro donde la gula, el descaro, la lujuria, la lascivia y toda clase de pecados eran llevado a cabo sin ningún juez, sin ningún árbitro. Quien entrase allí era totalmente libre de hacer lo que se deseara, incluso matar, siempre que la sangre no saliese del local. Un cadáver conocido siempre era un escándalo público, y ésto último siempre era caro de esconder.
Valiont marcaba sus pasos con prudencia en mitad de la noche, el frío entraba en cada telaje de su ropa adentrándose con ahínco buscando con desespero acariciar su piel cicatrizada a la perfección. Amarró a Slavia al lado de la puerta donde ya se podía escuchar la fiesta, mas no había fiesta para él, él estaba de servicio. Estaba de caza. En su cinturón aún yacía arrugado un papiro con la foto de una pequeña. -Slavia tienes que quedarte aquí, ya sabes el procedimiento. Entro, hago mi trabajo, y nos vamos. Te traeré algún regalo que puedas masticar, ¿Vale, amiga mía? -El animal le dio suavemente con el morro en claro indicio de cariño a lo que el albino respondió con una sonrisa sincera y tierna. Se acercó a su oído para susurrar lo que siempre le decía antes de marcharse. -Sin ti estaría completamente perdido.
Al entrar en el local el humo era patente, Valiont se acercó sin preámbulo a la barra de éste. -Hidromiel, por favor. -Dijo con esa voz suave y grave a partes iguales. El que le sirvió le miró con cierto asco al darse cuenta de los ojos que provenían del rostro del forastero albino. Se la sirvió sin alegría en la mirada y Valiont lo aceptó. Sacó el papelajo que tenía en el cinturón y lo abrió. Miró el local. -Veamos.. Si yo fuera un Fauno pedófilo con ganas de consumar con una pobre chica a la que previamente he secuestrado y traído al antro mas lascivo de Paris, cuyo poder extraño reside en poder meterme en las pinturas de los cuadros… ¿Que habitación preferiría? -Susurró para si mismo, cuando una voz a su espalda le llamó la atención. -Esa señorita quiere que usted comparta mesa con ella, señor. -Cuando Valiont se dio la vuelta, el mesero casi vomitaba a cosa hecha, y antes de decir nada mas se marchó, con clara envidia de que un “Mutante de mierda” fuera a compartir mesa precisamente con “Esa” mujer.
Valiont observó por encima de su hombro, la mujer era elegancia pura y una melena teñida con el color del Vino Griego le hacía mas interesante aún, y eso, ella lo sabía de sobra. El Cazador cogió la jarra, se levantó suavemente y se encaminó hacia la mesa, sentándose con educación y observándola a los ojos. -¿Quería algo de mi, señorita? -Pues ardía en deseos de saciar su propia curiosidad, ¿Por que una mujer así querría hablar con él? ¿Que tipo de contrato querría? ¿Quizá cazar a una Gorgona?. Esperaba no tardar demasiado, pues el tiempo corre y el Fauno estaba en aquella taberna. Y no solo eso, si no que el Cazador de monstruos comenzó a sentir una presencia muy poderosa. Una oscuridad que se atascaba en ambos orificios nasales impidiéndole casi respirar. Su medallón casi se volvía loco de la vibración. Observó alrededor pero no vio al causante de ello.. y poco a poco la intensidad bajaba. Aquella oscuridad había pasado por allí como si se tratase de un Pájaro Negro sobrevolando a la presa casi muerta para darse un festín de cuervos.
Valiont de Skellig- Vampiro Clase Baja
- Mensajes : 81
Fecha de inscripción : 27/10/2017
Re: Sin is knocking at your door // Privado - Valiont
Mientras el mesero cumplía con su petición, la griega se dedicó a disfrutar un poco más de su vino que, tal y como había predicho, no era precisamente ambrosía de los dioses, pero no dejaba de ser agradable al paladar, al menos, hasta cierto punto. Y, en cuanto elevó de nuevo sus orbes, pudo ver al albino acercándose hacia ella. Su aspecto era aún mucho más apetecible ahora que le tenía de frente. Incluso aquellas cicatrices que le cruzaban el rostro le volvían más atractivo. Le observó con detenimiento, la calma con la que se movía y la suavidad con la que tomó asiento frente a ella. Era extremadamente poco habitual ver a alguien de aspecto rudo como el suyo siendo elegante y cuidadoso, lo que llamó aún más al interés de la vampiresa.
La delicada sonrisa con la que le recibió a su mesa, se ensanchó al escuchar que la llamaba señorita. A pesar de ser algo a lo que estaba acostumbrada, especialmente por todos aquellos que deseaban camelarla para llevarla a la cama, no menguaba el efecto satisfactorio que producía en ella el escuchar aquella palabra. La atención de Envidia se centró en los ojos ajenos, en aquellos iris dorados y pupilas estrechas y largas como las de un reptil o un gato. -Quería verte de cerca y, desde luego, ha sido una buena decisión. Eres un hombre muy interesante y sólo te he visto por fuera.- Ladeó la sonrisa, viendo entonces como aquel medallón con la forma de la cabeza de un lobo que portaba el contrario, vibraba sobre su pecho. La curiosidad de la mujer creció y ni corta ni perezosa, preguntó. -¿A qué se debe esa excitación del metal?- El sentido del humor del pecado era un tanto particular y estaba acostumbrada a que no la comprendieran, pero formaba parte de su encanto y era plenamente consciente de ello.
Dejó de estar reclinada hacia el respaldo de la silla para echarse ligeramente hacia delante. Le estaba dejando claro que tenía cierto interés en él y ese colgante que portaba. Le daba pie a explicarle cosas sobre él, a intentar cautivarla. Estaba acostumbrada a que fueran los demás los que pusieran de su parte, ella sólo tenía que mover un dedo, pestañear o sonreír levemente y ya tenía a decenas de hombres y mujeres postrados a sus pies, bebiendo los vientos por ella, deseando hasta matar por algo de atención de la griega. Pero algo le decía que ese individuo era diferente, y no sólo por sus extraños orbes. Aún así, ella siguió su habitual proceder, esperando a la respuesta, dispuesta a analizar al peliblanco, a adaptarse ligeramente. Quería saber por qué se había aproximado con calma y no a toda prisa, desviviéndose por estar cerca de semejante diosa.
La delicada sonrisa con la que le recibió a su mesa, se ensanchó al escuchar que la llamaba señorita. A pesar de ser algo a lo que estaba acostumbrada, especialmente por todos aquellos que deseaban camelarla para llevarla a la cama, no menguaba el efecto satisfactorio que producía en ella el escuchar aquella palabra. La atención de Envidia se centró en los ojos ajenos, en aquellos iris dorados y pupilas estrechas y largas como las de un reptil o un gato. -Quería verte de cerca y, desde luego, ha sido una buena decisión. Eres un hombre muy interesante y sólo te he visto por fuera.- Ladeó la sonrisa, viendo entonces como aquel medallón con la forma de la cabeza de un lobo que portaba el contrario, vibraba sobre su pecho. La curiosidad de la mujer creció y ni corta ni perezosa, preguntó. -¿A qué se debe esa excitación del metal?- El sentido del humor del pecado era un tanto particular y estaba acostumbrada a que no la comprendieran, pero formaba parte de su encanto y era plenamente consciente de ello.
Dejó de estar reclinada hacia el respaldo de la silla para echarse ligeramente hacia delante. Le estaba dejando claro que tenía cierto interés en él y ese colgante que portaba. Le daba pie a explicarle cosas sobre él, a intentar cautivarla. Estaba acostumbrada a que fueran los demás los que pusieran de su parte, ella sólo tenía que mover un dedo, pestañear o sonreír levemente y ya tenía a decenas de hombres y mujeres postrados a sus pies, bebiendo los vientos por ella, deseando hasta matar por algo de atención de la griega. Pero algo le decía que ese individuo era diferente, y no sólo por sus extraños orbes. Aún así, ella siguió su habitual proceder, esperando a la respuesta, dispuesta a analizar al peliblanco, a adaptarse ligeramente. Quería saber por qué se había aproximado con calma y no a toda prisa, desviviéndose por estar cerca de semejante diosa.
Aegea A. Blackbird- Vampiro Clase Alta
- Mensajes : 46
Fecha de inscripción : 03/12/2017
Re: Sin is knocking at your door // Privado - Valiont
La realidad tras el teatro. |
En la Taberna Vinos y Uvas. 21:00 de la noche
-¿Por fuera? -Preguntaba el albino expectante y lleno de curiosidad por las raudas pero concisas palabras que espetaba aquella hermosa boca adornada con carnosos labios. Aún sentía ese escalofrío que le recorría cada centímetro de la espalda pero poco a poco pasaba, algo, al menos, puesto que no lo abandonaba del todo, sobretodo cuanto mas le miraban aquellos orbes cargados de malicia e interés que obtenía aquella mujer. Se acarició el medallón ante la pregunta descarada de la pelirroja pero Valiont era como era, a fin de cuentas y respondió sin más dilación. -Vibra cuando hay energía o magia hostil. Si la magia es oscura vibra con más fuerza aún. -La mujer no era la única que estaba analizando la situación, gestos y cuerpo del Cazador de monstruos si no que él, por su propia parte, también hacia lo propio.
Los orbes de Valiont no dejaban indiferente a nadie y aquella mujer no era menos, dejó claro desde el primer momento el interés descarado por el mutante y éste lo sabía perfectamente. Observando los gestos de la mirada foránea pudo leer entre lineas que la del pelo del color de la sangre estaba acostumbrada a que fueran los demás los que empezaran a mostrar el interés, a cautivarla, cortejarla, pero él lejos de ello, simplemente le dio curiosidad la mera expectación que tenía la vampira depositada en él. -Ropas elegantes, cabello perfectamente ornamentado, recogido para mostrar una preciosa tez que lejos de ser de chica es de mujer. Mirada cargada de misterio a la vez que agresividad contenida, esperando al momento justo para atacar de cualquier forma, física o psíquica, como un Cuervo que espera a que su presa esté en su momento mas débil para atacar y acabar con él, para quedarse la carroña. Un aura ligeramente oscura con ligeros toques de violeta que denotan que es usted de las que esperan, pacientemente, no importan los años o las edades. La venganza es un plato que se disfruta. -Siguió observándola, mientras todo lo demás dejó de existir para él. -Con poco margen para la duda, me atrevería a decir que usted, Señorita, es una Blackbird. Mi colgante vibró a causa de ello y a causa de cierto Cuervo sobrevolando los alrededores. Ahora dígame, ¿Necesita algo más de mi? ¿O pasamos a que sea usted la que me cuente sobre sí misma? -Sabía del ego y la soberbia de la Casa de Cuervos, y ya que ella se mostraba interesada en él.. ¿Por que no él en ella? Esto podría ser una interesante conversación antes de seguir con el trabajo encomendado.
Valiont de Skellig- Vampiro Clase Baja
- Mensajes : 81
Fecha de inscripción : 27/10/2017
Re: Sin is knocking at your door // Privado - Valiont
Permaneció con el semblante impasible cuando le escuchó decir el motivo por el que vibraba el collar, por la presencia de magia oscura. Estaba aclaro, entonces, que reaccionaba ante ella y ante su tío. Ella le podía sentir perfectamente, no era un ser que pasara desapercibido, menos aún para alguien como la griega, que había pasado tantos siglos cerca de él y que, había sido convertida por su mordedura. Aquello les otorgaba un vínculo extra, además del familiar, estaba claro. -Un colgante curioso.- No usó la palabra interesante, porque la reservaba para cosas que de verdad llamaran su atención, como lo había hecho el albino con su porte, las cicatrices que se alcanzaban a ver en las zonas expuestas de su cuerpo y que denotaban había muchas más bajo la ropa. Pero la guinda se la habían llevado aquellos orbes como los de una serpiente, dorados y con las pupilas alargadas en vertical. También podría decir que se asemejaban a las de un gato, pero ese hombre no se le antojaba un felino. Le parecía más un astuto reptil.
Le dio un nuevo sorbo a la copa, dejando que el vino tiñera sus papilas gustativas, aquellas que no reaccionaban ante casi nada, exceptuando el zumo de uva fermentado y la sangre, sin importar la procedencia de ésta. Se acarició el paladar con la lengua, saboreando los aromas que le recordaban a cosas mundanas y que, sin embargo, daban carácter y cuerpo a ese alcohol, como la madera y otras frutas que nada tenían que ver con la vid. Estaba estudiando al hombre, analizándolo, examinando cada uno de sus gestos y movimientos cuando, de repente, él empezó a hacerlo con ella, y no precisamente con disimulo, sino que lo hizo en voz alta, dejando que ella escuchara cada conclusión que iba sacando, cada detalle que observaba en ella. Eso, lejos de molestarla u ofenderla, reclamó mayor interés en la pelirroja, que se inclinó ligeramente hacia delante, dejando de apoyar la espalda en la silla para quedar erguida sin más, sentada aún, claro.
Al final, cuando llegó a sus propias conclusiones, acertadas cabía añadir, la vampiresa sí se dignó a sonreír levemente con la boca algo ladeada. Dejó reposar la copa sobre la mesa y con la yema de los dedos, acarició el antebrazo de aquel hombre cuyo nombre aún no sabía. -¿Qué te parece si primero hacemos las presentaciones? Aún no sé tú nombre y tú, ya conoces mi apellido.- Hizo una pausa al retirar la mano con delicadeza, usando ésta para retirar un rebelde mechón de cabello que se había querido escapar del tocado. -El míos es Envidia. Envidia Blackbird.- Hacía ya siglos que dejara atrás su verdadero nombre y la únicas personas que, de vez en cuando, aún se referían a ella como Artemis, eran su tío y su hermano. Además, no era una mujer a la que le gustara desvelar los misterios sin más, quería que los demás se molestaran en descubrirlos. El contrario estaba claro que sabía lo que se hacía, estaba acostumbrado a fijarse en las cosas más pequeñas con suma atención. Era meticuloso y eso era algo que al pecado le gustaba, pues ella misma lo era, a veces incluso demasiado. Aun así, decidió que por el bien de proseguir con la conversación, haría una pequeña concesión aquella noche. -Como veo que ya estás familiarizado con mi familia hasta el punto de reconocernos, te diré que soy la sobrina de Maxwell.- Mencionó su nombre, bien consciente de la fama que él tenía en París, una que se había labrado con ganas y esfuerzo. Sabía que a su tío le gustaría que le usara para presumir, como era el caso. Si de algo andaban sobrados los Blackbird, era de orgullo.
Le dio un nuevo sorbo a la copa, dejando que el vino tiñera sus papilas gustativas, aquellas que no reaccionaban ante casi nada, exceptuando el zumo de uva fermentado y la sangre, sin importar la procedencia de ésta. Se acarició el paladar con la lengua, saboreando los aromas que le recordaban a cosas mundanas y que, sin embargo, daban carácter y cuerpo a ese alcohol, como la madera y otras frutas que nada tenían que ver con la vid. Estaba estudiando al hombre, analizándolo, examinando cada uno de sus gestos y movimientos cuando, de repente, él empezó a hacerlo con ella, y no precisamente con disimulo, sino que lo hizo en voz alta, dejando que ella escuchara cada conclusión que iba sacando, cada detalle que observaba en ella. Eso, lejos de molestarla u ofenderla, reclamó mayor interés en la pelirroja, que se inclinó ligeramente hacia delante, dejando de apoyar la espalda en la silla para quedar erguida sin más, sentada aún, claro.
Al final, cuando llegó a sus propias conclusiones, acertadas cabía añadir, la vampiresa sí se dignó a sonreír levemente con la boca algo ladeada. Dejó reposar la copa sobre la mesa y con la yema de los dedos, acarició el antebrazo de aquel hombre cuyo nombre aún no sabía. -¿Qué te parece si primero hacemos las presentaciones? Aún no sé tú nombre y tú, ya conoces mi apellido.- Hizo una pausa al retirar la mano con delicadeza, usando ésta para retirar un rebelde mechón de cabello que se había querido escapar del tocado. -El míos es Envidia. Envidia Blackbird.- Hacía ya siglos que dejara atrás su verdadero nombre y la únicas personas que, de vez en cuando, aún se referían a ella como Artemis, eran su tío y su hermano. Además, no era una mujer a la que le gustara desvelar los misterios sin más, quería que los demás se molestaran en descubrirlos. El contrario estaba claro que sabía lo que se hacía, estaba acostumbrado a fijarse en las cosas más pequeñas con suma atención. Era meticuloso y eso era algo que al pecado le gustaba, pues ella misma lo era, a veces incluso demasiado. Aun así, decidió que por el bien de proseguir con la conversación, haría una pequeña concesión aquella noche. -Como veo que ya estás familiarizado con mi familia hasta el punto de reconocernos, te diré que soy la sobrina de Maxwell.- Mencionó su nombre, bien consciente de la fama que él tenía en París, una que se había labrado con ganas y esfuerzo. Sabía que a su tío le gustaría que le usara para presumir, como era el caso. Si de algo andaban sobrados los Blackbird, era de orgullo.
Aegea A. Blackbird- Vampiro Clase Alta
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Fecha de inscripción : 03/12/2017
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