Bare you fangs and intentions at the door

por **Amethyst C. Tsartsaris** Miér Feb 26, 2014 3:01 am

Durante días tras su llegada, Amethyst se había dedicado a caminar las calles de Paris para conocer la gente y sus pecados, su deliciosa arquitectura y sus casas de chapa cerca de la rivera. Había bailado en el Palacio Royal con una cortesana bajo la mirada de los funcionarios envidiosos y sus mujeres coléricas de las amantes de sus esposos…o de los malos amantes que eran sus esposos. Aun el recordarlo hacia que una risa escapara de sus labios como si se tratara de una travesura menor y sin importancia. Lo era, para ella al menos

Pero no podía seguir con sus paseos por la ciudad, visitando iglesias y pocilgas pues días atrás una carta llegada de Inglaterra le había recordado que estaba allí, también, por negocios y que debía unirse con familias y aliados importantes, analizados y seleccionados como si se trataran de perros con pedigree que cruzar con su poderosa empresa. Por ello debía tratarse con mucho cuidado, la suya era una compañia de siglos de refinamiento y cuidado, no permitiría cruzas fallidas y esfuerzos en vano.

-Los Morel – recito para si mientras daba los últimos pasos hacia la inmensa mansión y contemplaba sus amplios jardines. Había oído de esa familia tan peculiar y el negocio de armas que llevaban, antiguos guerreros que pertenecían al mundo sobrenatural y que sin embargo formaban parte de razas opuestas que antes de su nacimiento y mucho tiempo despues de ellos habían sido enemigos jurados ¿Acaso no era extraño? Por ello había decidido visitarlos primero y de buen agrado aunque, precavidamente, hubiese elegido el medio día. Momento en que el astro rey brillaba con tanta fuerza que incluso era molesto para ella sentirlo picar sobre la poca piel que su traje dejaba al descubierto y que sabia afectaria tanto a los vampiros durmientes como a la licana que la recibiría

-Señorita Tsartaris, la señorita Morel la aguardaba- una sonrisa educada adornaba el rostro de un hombre alto y bien uniformado que le ofreció la mano para ayudarla a subir los últimos peldaños de la escalera como si lo necesitase. Lo rechazo con una cordial sonrisa-Sin embargo, no esta aquí para recibirme - puntualizo mientras avanzaba recorriendo los aposentos con ojos curiosos y cautos sin esperar que el hombre le digiera nada más. Era de presuponerse que estaría en su oficina y , aunque no fuera así, su olfato podía guiarla atreves de las paredes siguiendo su esencia perfumada hasta donde estuviese, del mismo modo en el que sabia que la Licana podía distinguir con exactitud el momento en que habia entrado a su territorio

por **Xaziel Morel** Miér Mar 26, 2014 9:05 pm

El orgullo de los humildes consiste en hablar siempre de sí mismos; el orgullo de los grandes, en no hablar de sí nunca
-Voltaire-

¿Quién es más fuerte? El hombre o la mujer, siempre se dice que es el hombre que lleva las riendas de la familia ¿será verdad?, no lo es hay mujeres que fueron criadas como hombres a lo largo de los años, lo que las ha vuelto más duras de lo que aparentan, imponiéndose a la voluntad de los machos más machos de la sociedad actual, haciendo su voluntad pese a su condición de sexo y raza, no hay que olvidar la raza; pero que pasa cuando dos mujeres están en la lucha, como se determina la fuerza.

Morel estaba en el jardín de la parte de atrás de su mansión, probando las ultimas armas que le habían llegado, espadas antiguas y milenarias, entre ellas una “O Katana” una espléndida obra de arte para matar, fina y delicada en los cortes, la tomó entre las manos agitándola con una sonrisa de medio lado que mostraba algo de un brillo ladino, sus ropas no eran las de una mujer, llevaba breeches y una blusa algo floja bambochada con mangas, el cabello recogido en una coleta y botas negras con la fusta en la zurda y la espada en la diestra, entra cuando ve a su mayordomo, más que un mayordomo un familiar, entra sonriendo hasta el salón de recibimientos

-Los Morel nunca llegan a tiempo para recibir a alguien, por una razón, para darles el tiempo a los invitados a sentirse cómodos con los asuntos que los trae aquí- la mira regresando la mirada a la sala de visitas –André puedes traer vino para la dama y para mí, y también unas cerezas- caminó hacia aquella sala dejando sobre la chimenea la espada golpeando con la fusta sobre la palma de su diestra –Y bien signorina Tsartaris ¿qué puedo hacer por ustede?, que la trae por estos lados en Francia, tengo entendido que esta muy lejos de casa y cuando alguien viene de tan lejos a un lugar aislado donde el diablo ni asoma las narices es porque quiere algo y es algo que no está dentro de los parámetros legales de la sociedad ¿me equivoco?- sonríe mostrando sus dientes perfectamente blancos tomando asiento en el sillón maestre de un rojo oscuro como la sangre, junto a este sillón había otro de color más claro, este salón al que habían entrado no era el de visitas sino el de negocios, una de las tantas puertas que oculta en esa mansión, en ese solón solo hay sillones, y una mesa mediana de madera negra y pulida con sillas que la rodean de igual tono, un piano de cola frente a uno de los ventanales a color blanco, además de una chimenea grande con forma de boca de león sobre la chimenea hay un cuadro de uan pareja felizmente casada y bajo estos hay unos cuadros pequeños, cuatro para ser exactos, no se ven a simple vista, unas velas y la espada que ella dejó, el matiz de la habitación es completamente oscura con grandes ventanales que se cubren con cortinas negras, el suelo es de baldosas grises mezclado con blanco y negro, como si fuera el tablero de un ajedrez, frente a la chimenea los cuatro sillones grandes los cuales tienen en su cabecera insignias de colmillos dos y dos de unas garras plateadas todas, frente a estos como rodeando una mesa de centro otros sillones medianos de tapicería blanca, sobre la mesa del centro se haya un jarrón griego antiguo, y bajo este una alfombra pequeña romana. Todo era para dar calidez a los invitados.

El mayordomo entro ofreciendo el vino a la invitada y a la dueña de la casa dejando las cerezas sobre la mesita del centro, retirándose del lugar sonriendo a su patrona.

por **Amethyst C. Tsartsaris** Sáb Abr 12, 2014 3:37 pm

Una sonrisa amena se dibujó en sus labios al sentir una nueva corriente de aire inundar los pasillo y no pudo menos que ensanchar la misma cuando pudo ver con sus propios ojos a la causante de ello, su anfitriona de la mañana, Xaziel Morel quien a cada paso dejaba resonar una nota de poder y confianza bajo sus botas que completaban su vestimenta de entrenamiento. No era el vestido típico que las damas francesas ostentaban como pavos reales en las reuniones sociales, mas aun, delineaba el contorno de su cintura y piernas de forma que otros hubieran podido considerar impúdico para la mujer de la época. Amethyst simplemente encontró interesante y de buen agrado que decidiera recibirla de aquel modo que le parecía ser más auténtico y personal -Lamento haber interrumpido sus prácticas pero lo cierto es que de no haberme sentido cómoda no hubiera propuesto la visita– Su sonrisa ahora solo curvaba la comisura de sus labios, como si guardase un secreto mientras la mujer pedía un tentempié. Incluso continuo brillando en sus ojos cuando la mujer tomo asiento habiendo dejado la espada desenvainada sobre la excéntrica chimenea con forma de león. Volteo el rostro unos instantes para notar que toda la posada estaba ambientada de aquella forma, con detalles solemnes y pesados que eran tragados por la oscuridad en las que se veían envueltas.

Tras su observación tomo la katana y la levanto, sin detenerse a preguntar si se le permitía. En su mente que la hubieran bajado era buen motivo para que ella la levantara y examinara porque, aunque no supiera de armas tan bien como la licantropa, los metales eran su especialidad sin importar que forma tuviesen. No basto más que el golpeteo de sus uñas en la hoja para que las vibraciones le contasen de la cantidad de pliegos que había sufrido el hierro que resplandecía incluso con la poca luz de las velas y que le devolvía la mirada en su reflejo –Posee muchísimo filo, no me sorprendería que abriera la piel de un caballo de un solo movimiento. Y es tan ligera…- dijo tras un largo silencio siguiendo al mayordomo que ingresaba nuevamente en la habitación para dejar los encargos y esta vez sí, tomando asiento frente a la mujer. Dejo la espada reposar con total confianza sobre su regazo, apuntando el filo hacia el lado externo y en consideración de que su dueña aun conservaba la funda en sus manos – aunque en cuanto a estoque y porte, prefiero las italianas. La Schiavona en particular es mi favorita aunque claro yo no uso espadas si no como un hermoso decorado– dijo riéndose en silencio. Debía ser triste para el espíritu de la espada el ser usado como un formalismo social, lejos del rigor de la batalla y la adrenalina de la sangre. Una perfecta ironía para la cambiante

-¿Me está comparando con el diablo señorita Morel? Porque en ese caso no tengo más opción que sentirme halagada aunque temo que se equivoque en decir que no ha pasado por aquí – sus dedos trazaban el filo expuesto de la espada de forma desinteresada, como si se tratase de una mascota que se agitaba a cada movimiento del tórax de la rubia que intentaba por todos los medios no reírse a su siguiente comentario -¿Legales?– se dejo vencer y escapo una risilla por aquel termino que no significaba nada en su vida. “Legalmente “jamás había existido hasta la edad de los 14 años, su primera existencia fue deportada a los 22 años y solo a los 45 había recibido el nombre y apellido que portaba que por supuesto, distaban mucho de ser los que Gaia le había dado en un primer momento. –Lo lamento– dijo aun con algunas risas acampanadas flotando en el aire – me he acordado de algo pero digame¿Qué le hace creer que no es algo legal lo que me trajo aquí? Existiendo tantos motivos...– con cuidado tomo una de las cerezas, mojándola en el vino - Quizás se trate de algo inmortal, o simplemente una visitarla, madame- la guinda rozaba sus labios al girar y danzar entre sus elegantes dedos en un gesto que decía ser pensativo– Quizás estoy aqui por las cerezas – sonrió y esta vez en ella había un tinte oscuro, sarcástico que desapareció en el segundo en que mordió la pequeña fruta, deteniéndose a degustar con cuidado el gusto dulce envolviéndose en el vino antes de dejar caer el cabillo de regreso al plato

por **Xaziel Morel** Jue Abr 24, 2014 4:19 pm

Xaziel no quitó sus ojos de la mujer al contrario se embebía en ella más y más, casi nunca le llamaba nadie la atención pues consideraba pérdida de tiempo y eso lo dejaba ella a su hermano, pero ahora había algo en la jovencita que despertó el instinto de cazador al lobo, se relamió los labios acomodándose en su sillón, tomó una cereza para luego levantarse y caminar hasta la cambiante introduciendo la cereza en los labios de ella lentamente, como si deseara alimentarla, pero era un juego uno de los tantos que tenían los Morel.

Regresó pero no se sentó se quedó de pie junto al sillón con su copa de vino –Compararla con el demonio jamás podría por dos razones, una el demonio ya está encarnado, y dos no es tan atractivo como usted lo es, así que ¿sería un demonio o una ángel? O quizás solo un ángel caído que viene a tomar a su hijos para llevarlos de nuevo a la muerte- se ríe llevando sus dedos a cubrir sus rojos labios como si limpiara todo rastro de sonrisa en su ser, giró viendo a la mujer y luego a la ventana, terminó su copa dejándola sobre la mesa para luego llamar a que le traigan la botella, se sentó junto a la mujer mirándole con esa mirada de cacería, de un lobo que busca a su caperucita.

-Los términos legales son variados pero no es el momento de hablar de ellos, mucha burocracia y papeleo que llenar, eso es mejor para después de…- deja las palabras colgando acercándose a la mujer tomándole el mentón para que la mirara fijamente acercándose a sus labios pero besa su mentón tomando entre su lengua una gota de vino –delicioso- murmura levemente alejándose de una de la mujer caminando hasta estar tras el sillón de donde ella tomó asiento, quedando justo tras la mujer -Nuestros gustos nos definen y su gusto en espadas me muestra que le gusta mantener bajo resguardo lo que considera importante para usted, en este caso que no la conozcan realmente, le ha funcionado bien pero en mi caso prefiero una arma que dé más libertas de movimientos como una rapier que ayuda a que puedas mover la mano a voluntad con la espada empuñada- se inclina un poco hacia adelante llegando sus labios a la nuca de la cambiante –Mejor poder moverse con libertad que estar atado o no Amethyst- susurra e nombre de la joven saboreando con la lengua cada letra que le compone, sonríe y retoma su postura de lady de negocios.

-Vaya entonces ha venido por las cerezas más rojas de todo Paris, es un halago completo su visita Signorina, pero ¿por qué tomarse tanta molestia? O es que quería el cachorro ver a su dueño- juega con las palabras tomando la copa llena que dejó su empleado junto a la botella –En todo caso nos fascina tener invitados para las cerezas, pero respóndame una cosa Signorina ¿ha probado realmente las cerezas como se debe? O solo las ha probado como cree que deba probarlas, no se preocupe en esta mansión nos encanta enseñar a nuestros invitados las mejores formas de consumo y adquisiciones- bebe un poco pero no bebe en sí, solo moja sus labios con el vino dejando la sonrisa mojada en sus labios rojos con el brillo del pecado del alcohol.

El fuego crepitaba lentamente mostrándose fiero y agresivo así mismo un lobo se muestra, antes de enseñar sus colmillos y clavarlos en su presa, ahora venía el juego que todo animal salvaje tiene con sus presas, el juego de ahogarlos, tentarlos, enfriarlos y al final devorarlos.

por **Amethyst C. Tsartsaris** Sáb Mayo 17, 2014 10:00 pm

El fantasma de una sonrisa resplandeció en los ojos de la cambiaformas el mismo segundo en que Xaziel se levantó de su asiento para acudir a ella con la parsimonia y elegancia de quien sabe lo que quiere y confía lo conseguirá. Cada paso marcaba el ritmo en el que su interés aumentaba, cada movimiento de sus caderas parecía jalar de hilos invisibles en su rostro moldeando, en la rubia, una expresión divertida y desafiante que no se inmuto al sentir la fría cereza rozar su piel, incitándola a dar un bocado. Sus ojos negros permanecieron anclados en la mirada ajena. En silencio la estudiaba, la media sin permitirle aquel sometimiento, por mínimo que se viese. Fueron solo segundos los que dejo pasar antes de relajarse completamente y entregarse al gesto envolviendo la pequeña fruta entre sus labios para degustarla a suaves mordidas mientras veía a la otra mujer alejarse de la misma forma intrigante en que se había acercado

-¿Usted cree, madame?- por primera vez desde que se había sentado, alejo la mirada de la mujer para centrarse en la pequeña copa que reposaba en la mesa, olvidada. La levanto y giro entre sus finos dedos por unos segundos antes de dar un sorbo, corto y rápido, que apenas alcanzo a marcar su ausencia en el vaso –Pues yo creo que debe ser el más exquisito de los demonios. Capaz de tentarnos, de llevarnos a nuestros más bajos y perversos deseos. No creo que sea posible si no fuese atractivo en todos los sentidos– Sonrió a su reflejo teñido del color borgoña del vino antes de levantar el rostro y dejar salir una suave risita- Esta mal que lo diga y sin embargo también estoy segura de que, quienes no me conocen dirían que soy un ángel–mordió su labio inferior y desvió la mirada, intentando atenuar las risas que procuraban salir de su pecho – y quienes tienen el tormentoso placer de conocerme, me aseguran soy un ejemplar demonio. Puedo ser ambos y ninguno pero en definitiva, My Lady, es usted quien decide quién soy yo para usted y espero pueda decírmelo al terminar nuestro encuentro– La frase apenas terminaba cuando la distancia entre ambas volvió a reducirse de forma drástica, uniendo sus miradas para disfrutar del breve contacto. El beso en su mentón, inocente como era, cargaba en si más significación del que creía que la licana le daba provocando que se tensara por unos segundos, absteniéndose de seguir el instinto de enredar sus manos en los cabellos rojos como el fuego del infierno.

Cerro los ojos una vez sintió que se alejaba, aliviada pero consternada a su vez aunque esto fuera por unas fracción de segundos. Una sonrisa orgullosa abordo su rostro al sentir el calor del cuerpo femenino inundarla por la espalda. Podía adivinar que en breve volvería a abrir las distancias en aquel baile, aquel juego, aquella casería. ¿Estaría consiente Xaziel que estaba trazando círculos a su alrededor? Como lo haría un lobo con su presa, se acercaba y alejaba, buscando una reacción de su parte, una respuesta que le indicase el momento justo, la zona exacta que atacar. El excesivo movimiento le indicaba un tanteo inseguro, cierto nerviosismo que jugaba con la forma en que ella misma luchaba por mantenerse estática en su lugar, de forma firme aunque sumisa a un depredador que no muchos gustarían de tener sobre su espalda y que ella, en cambio, ansiaba – Usted tiene toda la razón, Xaziel– dijo deleitándose de oír su nombre vibrar en los labios ajenos y retribuyéndole el gusto de oírse en otras voces nuevas– Aunque existen ciertas … ventajas, en las ataduras, si sabes usarlas. Claro –de forma oportuna, y discreta levanto el vaso de cristal para esconder la sonrisa ladina en un trago que logro vaciar el contenido

Y la sonrisa seguía allí cuando se levantó de su asiento, dejando la espada atrás, para deshacerse de la copa dejándola junto a la botella y levantando en su lugar el cuenco aun lleno de pequeñas delicias. Su trayecto directo, seguro y sin vueltas, la dejo enfrente a la menor de los Morel con esa acostumbrada distancia siendo esta mucho menor de lo que debían – No han sido las cerezas las que me han traído hasta aquí, pero es cierto que han sido una deliciosa coincidencia que no pretendo dejar pasar- Acariciaba con las uñas la piel delicada de las guindas mientras observaba los labios apenas teñidos, relucientes por el alcohol. Cuando finalmente retiro una, bajo su mirada para obsérvala, asegurándose que fuera perfectamente curva y roja como los labios de su compañera – Estoy entusiasmada por mi llegada a París, si a eso se refiere pero, como usted ha dicho, es mejor no tener amos a quienes responder. Solo los suficientes lazos para que el paseo sea entretenido –Otra vez mantenía conectada la mirada a los ojos verdes con ese brillo característico que pretendían incitar al lobo a que la atacase. Aun mas, se permitio deslizar con lentitud la fruta por el marco de su boca, colectando todo el vino que había quedado atrás –Como ve, se disfrutar de ellas aunque quizás no del método que usted conoce– volteo la mano que parecía ser lo único que las separaba para encerrar la fruta entre sus labios, chupando la dulce capa de alcohol antes de dar una pequeña mordida, dejando al descubierto el centro pulposo y rojizo que no tardó en hacer desaparecer entre sus colmillos– Pero enséñeme, por favor, nunca sobran en este mundo las experiencias. Menos aun si vienen de tan diestra mano- extendió la mano, tendiéndole el plato, ansiosa de descubrir que tenia en mente la licantropa

aght, perdon. Post rebundante y feo x_x si esta muy horroroso me dices y arreglo

por **Xaziel Morel** Dom Mayo 25, 2014 5:33 pm

Si el día fuera noche
Si la noche fuera atardecer
Tus labios serían el néctar de mi amanecer
Y tu cuerpo la cama del despertar
¿Cuánto tiempo más tengo que esperar?

Planeación, todo se trata en esta vida sobre saber planear y llevar aquellas estamentos al punto donde quieres para que el otro jugador haga exactamente lo que esperabas y que mejor cuando se trata de dos fieras, dos mujeres que van bailando con el diablo en la piel, que van danzando aquellas melodías inexistentes sin dejar la cacería, la adrenalina del ceder y someterse, el descaro y la pasión en los labios.
Los ojos de lycana se embebían en la cambiapieles completamente, cada centímetro de su presencia era analizado por Xaziel, sus curvas donde las pedía y mostraba de manera alucinante, y otras donde se perdía la razón y llamaba a la tentación con los movimientos sutiles de su dueña era capaz de recrear la caída y gloria de Troya. Eso era aquella mujer Helena, la mujer que desafió todo un pueblo y se entregó al amor desatando la furia y la guerra, la envidia de las diosas y la favorita de afrodita.

Xaziel cerró sus ojos aspirando el aroma de la habitación, un aroma que muy excitante no solo por la persona que la acompañaba si no porque ese aroma se mezclaba con el vino y frutas exóticas, con la sonrisa ladina en sus labios enrojecidos como sus cabellos susurra palabras al viento –no contenga la risa signorina, en esta mansión nos encanta oír a nuestros invitados, no se corte si cree que me ofenderá, al contrario lo hace si corta esa risa que quiere salir de esos labios carnosos- de frente, su plan de cacería cambió ahora, ya no era solo tantear el terreno, pues ya lo había tanteado y tenía una idea de cómo atacar.

Un ataque de frente sería mejor, pero sería muy obvio mientras que un ataque escondido sería la opción favorable, se acercó a ella una distancia de cuatro, de cuatro movimientos, alza su mano al a mejilla de ella, a tres movimientos, toma el tazón de cerezas y lo deja sobre la mesa, a dos movimientos, acerca sus labios a los de ella…un movimiento, su zurda rodea la cintura de ella…está llegando a los labios…y diestra sobre la mejilla baja por el hombro hasta la mano zurda de la mujer tomándola en un baile –Un baile con el diablo entonces es lo más apropiado para saber si es un ángel o el mismo lucifer signorina, aunque si me pregunta yo creo que es un ángel oscuro, de alas negras que anhela encontrar lo que los mortales tienen, un amo y señor, un dueño, pero no uno cualquiera que la trate como una esclava, no, si no un dueño que le haga vibrar todo su cuerpo, toda su alma y ser que le muestre lo que ningún otro mortal lo haría porque su fuego aún no ha sido explotado como se debe, no ha conocido los límites físicos y mentales, quizás un sesión conmigo y mi hermano arreglaría eso- una sonrisa aún más malvada se dibuja en sus labios con cuando un juez dictamina una sentencia de ejecución y goza de ver al reo desesperado por su vida, así era esa sonrisa, una satisfacción única de sus pensamientos e ideas.

Entrégate a mí completamente
Abre sus alas ángel mío
Muéstrame el amanecer en tus ojos
Y el atardecer morir en tus labios
Se mi musa, se mi amada, pero sé esta noche mía.

No había melodía en el salón, solo dos cuerpos femeninos danzando por todo el lugar, pero la música estaba en el aire, en la mente de sus protagonistas de aquella actuación, las zurda que estaba en la cadera de la cambiante sentía la piel estremecerse bajo aquellas ropas, subía por la cintura esculpida delicadamente hasta la espalda de su dueña, una espalda que debería estar blanca como la nieve, tan blanca como las sábanas de seda, justo en el centro de la espalda de la rubia ahí se quedó la mano y la diestra tomaba con fuerza de mano ajena para que no se pudiera alejar, pero no dejaría el baile de frente, no, aún tenía más trucos bajo la manga.
La giró, un giro repentino donde ambos cuerpos se encadenaron a la condena eterna del infierno, la espalda delicada pegada al pecho de la pelirroja, ambas manos sujetando las manos de la rubia por delante justo debajo de las cuervas que a todo hombre vuelve loco, los labios de la mujer justo en la curvatura del cuello de la rubia dejando una marca roja ahí, una marca que sería el comienzo de la muerte y la locura.

-Usted me ha demostrado como le han enseñado a comer por años las frutas, pero no como se degusta completamente, ahora le pregunto ¿quiere realmente aprender cómo se degusta una fruta como las cerezas? Si accede será un pacto que firmará, un pacto con un diablo que no la dejará alejarse por mucho tiempo, un pacto donde su alma será vendida en la eterna oscuridad- La suelta alejándose de la mujer para tomar asiento, aquella elegancia de una mujer de negocios y comercio aparecer, toma su lugar dejando en su mano las cerezas y degustándolas con la lengua, atrapándolas y saboreándolas por dentro, jugando entre sus labios con la rama vacía. –Pues espero que su llegada a París sea muy placentera Signorina Tsartsaris, dígame ¿qué podemos hacer los Morel para que su estadía sea más placentera? Quizás poder hospedarla eso sería un gran placer, y claro el negociar con usted de muchas formas, ya sea legales de intenciones nobles o ilegales de intenciones oscuras, en ambas formas estamos más que convencidos que será una excelente aliada y socia- un guiño y toma una cereza en la mano en espera de la venta del alma de aquella cachorra que miraba a los ojos de una loba que se mostraba como una ternera.

Quien perderá el pelaje, la cachorra o la ternera, quizás las dos pero será sustituido con sabanas rojas de seda y cerezas bañadas en vino.

por **Amethyst C. Tsartsaris** Sáb Jun 14, 2014 10:08 am

-¿un baile?– susurro casi contra los labios ajenos, apenas levantando una ceja incrédula a la elección que había dado pero permitiéndole todas las preparaciones para dicha danza. Las caricias premeditadas que intentaban ser inocentes, el sonido del plato al golpear la mesa y la mano sobre su espalda no recibieron mas respuesta que su piel erizándose bajo la ropa al sentir sus manos recorrerla en un camino descendente, sabiéndolas perfectamente capaces de abrirle la piel y el vestido con la misma facilidad. Sus pupilas se dilataron ante la idea, su sonrisa se retorcio con la imagen del peligro acariciándola con tal suavidad –Suena interesante ser un exiliado del paraíso y la perfección pero ¿anhelar un amo? Pensé que había dicho que era mejor no tenerlo ¿o es que pretende tener un dueño sin esperar las ataduras?- sin recibir una respuesta y de forma súbita, se vio dándole la espalda, encadenada por sus propias manos y con el pulso latiendo contra los labios rojos de su compañera que se abrieron para dejar en su cuello una mordida fugaz, lo suficientemente fuerte para marcarla como si se tratara de mero ganado.Aquello la hiso apretar los labios.Y aun así no pudo evitar que un gruñido bajo, amenazante e instintivo, vibrara en su garganta por unos pocos segundos antes de morir en el silencio de la habitación.

Noto que el otro cuerpo se despegaba y retrocedía, pero no lo enfoco hasta que esta se hubo reacomodado en el sillón en una postura orgullosa y presumida. Negó con la cabeza y volvió a acercarse, volviendo a sujetar la katana que esperaba sobre la mesa y ciñéndola por el filo, estoco la empuñadora contra el hombro de su dueña –¿Su hermano? Si lo necesita puede llamarlo aunque la creía capaz de hacerlo sola– a cada palabra, avanzaba un paso y dejaba a su mano deslizarse por la vaina de la espada sin reducir la presión que ejercía y solo deteniéndose cuando choco con la virola de plata, apenas quedando poco mas de un palmo del arma entre ellas –Ya le he dicho, my lady, antes que me encantaría me enseñasen esas manos diestras que tiene. Pero mi alma parece un precio demasiado escandaloso por simples frutas ¿No le parece? En tal caso solo me hace preguntar que me daría usted en caso de que yo le ofertara oro, o plata –desvió un segundo su mirada a la hoja de la katana como un rápido indicio antes de volver hacia ella con una sonrisa. Sin previo aviso volvió a empujar la espada, esta vez encerrando a Xaziel contra el asiento y usando la misma presión para no perder estabilidad al reclinarse sobre ella, dándose el tiempo para acomodar una rodilla en el sofá, dejando la otra estirada tras de si. Un movimiento rápido le permitió tomar el arma blanca por la empuñadura y apenas necesito mover la muñeca para lograr invertir su posición, trazando un semicírculo en el aire que cortara el silencio antes de detenerse, señalando al vacío detrás de la espalda de la pelirroja –Oh ya solo con recibirme hace de mi estadia mas placentera, Madame, no se preocupe aunque hay algo que me inquieta y es que– se detuvo un instante, el suficiente para apoyar el índice bajo su barbilla, moviendo su rostro para asegurarse de captar cada detalle de todos los angulos posibles antes de continuar -¿La he visto antes, verdad? Incluso si no tuviera la memoria visual que tengo, su mirada es imposible de olvidar, madame, destella demasiada fuerza... aunque parezca reprimida y quizás entonces usted necesite mi ayuda –se rio sin agregar más. Volvió a bajar la mano, delineando su mandíbula, cayendo por su cuello y perdiéndose al seguir las curvas hasta recargarse sobre el apoyabrazos, acercándolas nuevamente– Respóndame eso y podremos seguir hablando de demonios, bailes, cerezas y negocios. Me dará la oportunidad de enseñarle como se cierran los acuerdos verdaderamente- inclino la cabeza hacia un lado como si se tratase de un inocente cachorro confundido, dejando que sus rubios cabellos se apartaran y exponiendo la nueva marca sobre su piel de forma demasiado casual como para ser accidental. Y sin embargo, decidio no comentar sobre ello y asegurar su posición sobre el asiento y por encima del cuerpo de la fémina deteniendo cualquier nuevo intento de escape. Ya habia sido suficiente de ires y venires Pero ¿No era eso lo divertido de las cazerias? Lo impredecible que podían ser

por **Xaziel Morel** Vie Jul 04, 2014 12:56 am

Giros internos, giros externos
Tráeme tus brazos de nuevo
Antes de morir en el infierno
Déjame ver el rostro de mi ángel

Llega un momento en que las palabras son solo eso, palabras pues carecen de todo tipo de acciones si no se las lleva al hecho mismo de la persona, o de las otras personas a las que la realidad afectaría más de lo que pueden las mentes pretender ver y desear, quizás por eso las palabras son las primeras que crean los estragos necesarios sobre las pieles tranquilas y juguetonas, quizás sea porque esas pieles anhelan aquel roce que las palabras profesan.

Entre sonrisas la licantropa dejó a la cambiante sentada, su mirada iba y venía de la mujer a las ventanas, al jardín, poco a poco el silencio comenzaba a gobernar el lugar, el momento, las personas ¿no había más que decir? No era el caso, había, tenía pero no quería, no deseaba arruinar el momento, un momento que poco a poco lo arruinaría hasta hacerlo cenizas en sus manos ¿por qué? Por el mero hecho de la satisfacción que le da.

Se acerca a la mujer tomándole la mano y mirando el arma luego –Bien creo que los negocios son lo primero que debe primar por ahora ¿verdad?- deja un beso en el dorso de la mano delicada y femenina camina asta al puerta de la mansión abriéndolas de golpe, al regresar la mirada había cambiados sus intenciones, un brillo de maldad mezclado una frialdad única se mostró en sus azules pupilas –Eso es lo que le trajo aquí no es así, entonces no desperdiciemos el viaje con bailes y cerezas, con palabras que no han sido aún verificadas por usted- mira de soslayo chasqueando los dedos, al segundo unos hombres aparecen cargando una caja pesada dejándola en medio del salón, al salir cierran la puerta y la mujer ha caminado hasta los ventanales nuevamente mirando el jardín por completo –Como verá somos dueños de estas armas, espadas de dobles filos almendradas al final y una empuñadura de hierro ligero, además de que no solo vienen esas armas, sino también hay unas cuatro katanas, tres pritoians, dos Espada ropera y una Schiavona, si quiere alguna en especial solo es de que nos diga cuál sería sus gustos para complacerla, claro está que siempre tienen un precio mayor esa satisfacción- ríe sin mirar a la joven –Un precio que vale pero que no a muchos les gusta pagar, un precio que la haría a usted la nueva dueña de ellas, pero nosotros no dejaremos de ser dueños de ellas, las armas pasaran a otras personas, tocaran muchas manos y serán libres en algún momento pero nunca dejaremos de ser sus dueños- regresa la mirada mientras camina a su asiento para buscar nuevamente una copa alzándola a la mujer. –La libertad está sobrevalorada cuando la hemos entendido en su totalidad ¿cómo podemos decir entonces que lo somos, si no lo entendemos?, usted tiene muchos dueños, pero no tiene el más importante de todos, a mí, yo tengo a un dueño, solo uno pero este dueño no me gobierna al contrario este dueño que tengo solo es dueño de nombre- una risa que hace eco en el salón.

-El oro y la plata no es siempre lo que importa si no lo que aprendemos al final, una noche, un día, una semana o un mes, nunca se sabrá porque no sabremos hasta cuando aprender, quizás haya algo de recompensa física pero ¿durará? No, la que dura es lo que se queda con esa persona ¿podría usted quedarse con lo que se le pueda enseñar?, además su libertad ha sido cortada desde que entró a esta mansión, desde que tomó el vino, desde que bailó conmigo y mis manos le acariciaron el cuerpo, ahí conoció ya lo que es tener un verdadero, dueño- sonríe con una picardía mientras se relame los labios como si ya degustara la piel de su presa y otra risa le vuelve a invadir dejando el vaso lanzándolo al fuego por completo.

Mira a la joven detalladamente y en un rápido y muy extraño cambio se pone de pie para volver al lumbral de la puerta –Creo que deberemos concentrarnos en los negocios, luego quizás podría haber preguntas y encuentros diferentes, pero ahora a lo que nos atañe- y nuevamente la muralla de la frialdad regresa, los muros de paredes tan anchas en grosos y espesos se van construyendo entre las dos mujeres, algo la movió a ese punto, algo le hizo tomar nuevamente la pose de mujer de negocios y evitó que la loba mordiera a caperucita rasgándole toda las telas que llevaba puesta –Por ahora la dejaré sola, para que observe las adquisiciones, si desea algo más no dude en llamar al mayordomo, yo estaré en el estudio preparando algunas cosas para usted en caso que decida llevárselas, así todos estaremos contentos, y usted podrá regresar a su vida normal- y con esas palabras deja que la oscuridad de su mansión devore su silueta para solo dejar escuchar el retumbar de una puerta siendo azotada al cerrarse.

por **Amethyst C. Tsartsaris** Jue Jul 24, 2014 2:28 am

De forma imprevista se encontró así misma en soledad y rodeada de ese silencio solemne y terminante que dejan las puertas al azotarse. Era un sonido dramático a su parecer pero procuraría guardarse esta vez el pensamiento y no molestar a la licana que aun podia llegar a oírla de la misma forma en que ella escuchaba sus botas bajar por el pasillo. Aquello le provoco que una sonrisa sabionda quisiera surcar su rostro pero finalmente fue un mohín preocupado el que se marcó en sus rosados labios. Dejo caer la cabeza hacia atrás, golpeando el respaldo y dejando que un suspiro se elevase- Ah Xaziel , que peligrosa son las cadenas – permaneció en su posición por unos largos minutos mientras consideraba lo que acababa en todo aquel torbellino de pistas. Algo la había alterado, lo suficiente para retraerse del lugar y concederle territorio para andar y desandar a su voluntad pero ¿Qué? Se levantó de su asiento y dejo la espada en el pesado cofre al pasar – cuando no sabes a quien atas - miro el minúsculo espectáculo que daba el vidrio destrozado junto a las llamas y sonrió mientras se sentaba en la alfombra, quitando uno a uno los fragmentos del cristal mientras dejaba atrás teorías “Quizas, se sintió insultada. Es un lobo después de todo, una criatura que siempre busca dominar” giro el cristal entre sus dedos, aun sintiendo el calor quemarle la piel “pero este no es el resultado de una ofensa y el retirarse…no, no es esto” dejo la pieza de lado antes de volver a meter la mano con cuidado entre las brasas “Un dueño solo de nombre es ¿un prometido?¿un hermano? Alguien a quien debe obedecer pero que decide no hacerlo” saco el cristal con un suave gemido, le había costado y el fuego la habia lastimado. Pero lo había conseguido y podía ver el reflejo de sus ojos negros en ella “así que no creo que este realmente preocupada por mantener una cierta imagen …” regreso a su búsqueda, esta vez sacando la mayor parte de la copa, con la cual jugueteo mientras continuaba su juego de adivinanzas. En ocasiones volteaba a las espadas que le había dejado para volver a reproducir las palabras ¿los negocios? Si, debía cerrarlos o tendría que volver, aunque volvería de todos modos estaba segura, pero prefería quitarse de encima ya tan aburridos quehaceres.

Se levantó finalmente, considerando que ya habia dejado a la pelirroja suficiente tiempo a solas, y dejo las trozos rotos sobre la mesa, dando un sorbo al vino que restaba y encontrándolo caliente cosa que la hiso hacer un gesto gracioso e infantil – Algunas cuestiones mejor no hacerlas esperar – dijo tras salir por la puerta, la cual decidió entorno con suavidad. Se detuvo un momento en el pasillo y dejo que las esencias perfumadas la guiaran atreves de la estancia, encontrándose enseguida de la compañía del mayordomo que seguramente esperaba para dirigirla directamente hacia su ama –Se que es un pedido inusual y odiaría meterlo en problemas pero ¿podría dejarme a solas un momento? Necesito pensar en los negocios con los señores y el caminar a solas me haría bien. Si lo cree necesario, a la salida le dare el permiso para revisarme a mi y mis pertenencias – dijo con una amable sonrisa que logro convencer al hombre quien se retiro reticente el hombre mientras la rubia festejaba para sus adentros y seguía avanzando hacia los cuartos maestros, entrando en algunos con curiosidad y quedando desilusionada con otros tantos que se encontraban bajo llave, incluso unos pocos se escapaban a descubrirse a sus agudos sentidos. Quizás luego le preguntara ¿Allí dormirían sus hermanos? Siguio avanzando y descubriendo cosas, obviedades y no tanto que revelaban a los habitantes de la casa sin exponerlos en su entereza.

- Ah… sabia que te encontraría sin necesidad de mayordomos, hubiera sido una ofensa a mi raza –se rio mientras cerraba la puerta- lamento haber tardado, un 50% del tiempo me perdí entre los corredores y el otro 50% me distraje, tienen una estancia encantadora – mintió con palabras decoradas, todo el tiempo sabia donde se encontraba pero se habia entretenido un par de horas fisgoneando por aquí y allá, abusando del viejo dicho de “quien calla, otorga” e interpretándolo a su gusto. Como siempre.– Pero no te distraeré con otros temas si quieres acabar este de forma tan rápida, prometeré no volver a incomodarte si tú me prometes no volver a huir ¿fair enought? –alli estaba la sonrisa maliciosa, la curiosidad cruel en su mirada que centelleo un segundo antes de verse interrumpida por un nuevo efluvio de palabras, cambiando su expresión a una mas aburrida - No quiero espadas Xaziel, me rompe el corazón ver que no me has prestado atención cuando te decía que yo solo las uso como una formalidad. Además eso, madame, no es hacer negocios si no una simple compra-venta de bienes – dijo con formalidad, sacudiendo una mano en el aire para restarle importancia – Hablas mucho de dueños invisibles, ausentes, faltos de poder, de dueños que se creen tal por solo darse a si mismo el titulo –negó cerrando los ojos un segundo mientras se llevaba las manos al complicado peinado, buscando y retirando un par de agujas que dejaron caer su preciosa trenza suelta por sobre sus hombros – Usted puede decir que las espadas son suyas porque usted las forjo, yo le diré que son mías porque provienen del metal que mi empresa extrae…o que podría extraer para usted– Bajo su mirada a las horquillas entre sus manos, eran delicadas y con su tamaño y diseño podían atravesar cualquier piel de un solo golpe como lo haría una bala a alta velocidad. Sonrió con orgullo antes de acercarse a la italiana y ofrecerle con cuidado una de las armas más pequeñas y disimuladas –Usted puede crear armas de diversos estilos y con diferentes métodos pero todas ellas serán vulnerables si se ha descuidado su origen, si se ha dañado el corazón– la rodeo, soltando el cabello de la cinta que lo sujetaba de un movimiento.– La metalurgia quizás parezca una empresa tosca, pero es indispensable el ingenio femenino– volvió a sujetar el cabello en una de sus manos, torciéndolo hasta formar un rodete y dejando que la punta afilada de la horquilla acariciara la piel expuesta. Amethyst era sin lugar a dudas una incorregible, incluso para si misma– entre otros detalles del genero– finalizo atravesando los rojos bucles con la plata pura y alejándose de nuevo, recuperando su gemela de entre los dedos de la licantropa

por **Xaziel Morel** Lun Oct 06, 2014 3:41 pm

El sol, tan brillante y hermoso quisiera volar hasta él no importa si quemo mis alas y caigo al precipicio pues con ello entrego mi alma a aquel ser que me deslumbra…
Ícaro volando al sol

Entre papeles, libros y una sonrisa roja de una persona que recarga su ser sobre un sillón alto con madera negra y tapizado rojo oscuro como la sangre, las uñas en garras tocan otro mueble de madera cual musiquilla impaciente o mejor dicho midiendo la paciencia de su dueña, la otra mano libre posee el peso de su cabeza que mantiene aquella sonrisa y sus ojos cerrados, en su mente vienen recuerdos pasados, vívidos, y sobre todos recién experimentados, aquellos últimos borran la sonrisa de su rostro hasta dejarle sin emoción alguna pero así como se fue regresa, esta vez con un toque más picante y poco saludable.

El ruido de la puerta abriéndose lento, cual intrusión no deseaba pero anhelada, los pequeños pasos de un cachorro se escuchan muy sutiles pero fuertes, indicando “estoy aquí, mírame” ese pensamiento hace que se esboce una sonrisa aún más insana en aquellos labios rojos, la voz suave y tranquila de la mujer que da las explicaciones justo cuando a musiquilla de las uñas para en seco –Me pondría muy furiosa si no lo hubieras conseguido por ti misma- susurra ante su jocoso comentario del juego “hide and seek”, los ojos de Xaziel se van directos a los de la cambiaformas, aquellos ojos que le marcan antiguos pasajes de su vida algunos que deseaba olvidar y que la volvieron de esa forma tan fría como el hielo, quizás esa sea la razón que le huya a la propia mujer los recuerdos de antaño de algo que casi ya no extraña pero que aún está presente en sus pensamientos, el cálido pasado.

Miró a la mujer hacer y deshacer lo que quisiera en sus cabellos sus ojos se cierran perdiéndose en el aroma suave que desprende de aquella piel de porcelana de la dicta ser dueña, una ligera sonrisa se curva en esos labios rojos por sentir atados sus cabellos, aquellos ojos claros se van abriendo lentamente admirando des pies a cabeza a la que le dejó soñar por vez primera –El que busque este lugar no es porque te rehúya o me sienta incomoda contigo al contrario pequeña Ame, es todo lo opuesto pero a veces es mejor no dar todo y dejar algo en el aire llamado interés- una sonrisa cruza por aquellos ojos poniéndose de pie para tomar a la cambiante de la muñeca y llevarla directo a que tome asiento sobre sus piernas, rodeo la cintura de la mujer con sus manos atrapándola con las garras –No es que no te haya prestado atención sé que la metalúrgica es un negocio fuerte que solo la mujeres podrían dar un toque en especial porque podemos crear lo que ningún hombre podría como, matar con una mirada o con algo tan pequeño para ocultarlo en nuestras ropas o arreglos de cabellos- su diestra libre, sube hasta el mentón de la cambiante tomándolo entre los dedos para al instante ir a los cabellos rubios acariciando aquellos pequeños mechones que saltaban libres como el alma de la mujer –Pero me gusta tratar los negocios lo más rápido para dejar paso a otras diversiones sin ataduras- guiña un ojo sonriéndole amenamente, la diestra baja rozándole el cuello a la rubia hasta quedarse sobre el regazo de la mujer, sobre aquella tela fina de su vestido –Digamos que estoy realizando un acuerdo donde usted y yo salgamos beneficiadas en nuestra sociedad, porque eso quiero, usted no?, algo en donde usted tenga lo que más quiera al igual que nosotros pero eso tendría que luego discutirlo con mi hermano yo me encargaré mientras de hacer muy placentera su visita y que pueda admirar en todo lo que usamos sus metales preciosos, Signorina Tsartsaris- relame sus labios contenta dejando aquel apellido con un matiz de sensualidad.

Cual lobo feroz actúa la mujer de cabellos rojos, teniendo entre sus brazos a la rubia cachorra que poco a poco se va introduciendo al juego de cacería.

-Ame, algunas veces no decimos todo porque es mejor dejarlos a media para que la presa no se sienta tan mal que la van a matar de una, es una compensación meritoria por ser tan suculenta, oh pero a veces nuestras presas caen solas a la trampa- la diestra sube nuevamente por el cuerpo de la rubia palpando aquel vientre plano, aquellas montañas hasta el cuello que lo toma sin apretarle mucho solo lo sujeta acercando su rostro al propio a rozar los labios pero solo lo deja en presunciones porque así como la tomó la levantó de sus piernas poniéndose de pie ella misma riéndose, estaba muy animada la lycana. –Si quieres puedes crear tus estipulaciones para la sociedad, que deseas, que pides, que quieres, que es lo que realmente anhelas de esta sociedad entre…- deja las palabras a medias indicando sus largos y finos dedos a ella y a la misma mujer que hablaba –entre nuestras familias, claro está- ríe sentándose en el escritorio retirando con su zurda aquella aguja que retenía sus mechones acariciando la fría plata con que estaba elaborada con una sonrisa que oculta una intención.

por **Amethyst C. Tsartsaris** Jue Dic 11, 2014 11:25 pm

La paciencia y cordialidad de Amethyst estaba comenzando a peligrar. Pese a todos sus intentos de mostrarse alegre y comprensiva, conservando la calma y modales de una dama de sociedad, comenzaba a hacerse notar sus instintos animales que le pedían pusieran un alto a todo ese sin sentido de formalidades, de ir y venir, llamándose con roces y gestos para luego volver a distanciarse, ¿Para …que exactamente? Xaziel tenía razón en que el misterio y el postergar podrían servir para incrementar el interés pero también podrían incentivar un atropello, un desenfreno en el que primaba poner un fin a la sed en vez de disgustar con cuidado los placeres como podía ser la intención. Pese a ello, las palabras de la licantropa mermaron su ansiedad por un instante y la hicieron sentir orgullosa, como una mascota feliz de recibir la aprobación de su amo y un par de palmaditas en la cabeza. Era básica en los afectos y aceptaba cuanto cariño quisieran darle, fuera todo el corazón o una migaja de cariño y ni siquiera se molestaba en apurar o detener a las personas pues disfrutaba del paseo que le ofrecían tanto los seres fríos y conservadores como cálidos y abiertos. Era una buena compañera, había dicho Dimitria alguna vez, y ella se había esforzado en continuar viviendo de acuerdo a esas palabras.

Pero todo aquello resultaba difícil y lejano si la licantropa procuraba poner a prueba su resolución entre miradas, sonrisas y comentarios que instigaban a la naturaleza de Amethyst a soltarse de todas las cadenas que se había puesto para aquella reunión de sociedad, despues de todo ¿Qué conoce el lobo de las amarras del perro? Sus orbes oscuras chocaron con los ojos verdes de la mujer y silenciosamente midieron fuerzas como sus animales exigían que se hiciese. Era una conversación muda que duro unos segundos y finalmente fue la rubia quien bajo la mirada con una sonrisa, dándole la victoria de aquella batalla

-¿Ame?– El apodo la sorprendió. No lo esperaba de aquel rostro frio y malicioso. No aun por lo menos. La obligo a levantar la mirada para encontrarla nuevamente frente a ella con una expresión que la hacían saber que aquel baile, aquella pequeña tortura, continuaría. – Que dulce y extraño suena en sus labios- exhalo entre risas burlonas un segundo antes de encontrarse en su regazo y envuelta entre sus brazos, en su perfume, en toda ella que colmaba sus sentidos tan gratuitamente ¿En verdad pretendía que escuchara –y procesara- lo que decía? Bufo y dejo caer la cabeza hacia atrás por unos segundos, recostándola en el hombro ajeno con los ojos cerrados mientras procuraba ignorar las manos curiosidad que subían y bajaban por su cuerpo. Suaves gruñidos escapaban como ronroneos, más de su pecho de que su garganta y en varias ocasiones se vieron acompañada de la advertencia más simple –Xaziel... – repitió una ultima vez – es usted una experta en atraer el interés de las personas, pero tenga cuidado a quienes atrae. No querrá convertir al cazador en presa –volteo el rostro para sujetarle el mentón y lamer su mejilla hasta el oído de forma burlesca - la confianza es tanto atractiva como peligrosa. Suculenta presa- susurro riéndose despacio al voltearle el comentario, pero enseguida se silenció al sentir como la levantaban casi empujada por el cuerpo de la licantropa. Suspiro

Y así de golpe y sin avisar, volteo para sujetarla de la cintura y sentarla abruptamente en el filo del escritorio al cual oportunamente parecía dirigirse. ¿Se sentó ella o la sentó Amethyst? Debatible, aunque poco importante. Lo que si, es que el movimiento le volvía a permitirle el reclinarse sobre el cuerpo de la pelirroja con la esperanza de esta vez si poder encerrarla y que dejara de sus ires y venires. Se permitió el observarla a los ojos unos largos instantes pero esta vez no bajo la mirada, simplemente sonrió y se tentó a mover las caderas como si estuviera en algunas de sus canidas formas y algo le resultase divertido – Es usted una traviesa– finalizo recorriendo su mano por el perfil de su rostro, empujando los mechones que ahora caían libres cerca de su cuello – pero una ingeniosa. Por supuesto que deseo una sociedad con su familia, por eso estoy aquí. Para entregarle mis metales; oro, hierro, plata.– dijo con una sonrisa tanto ladina como divertida con la situación – lo que ustedes deseen, para lo que ustedes deseen- se encogió de hombros como si le quitara interés y fuera una niña pequeña: la verdad es que el doble sentido de las palabras no era su fuerte pero tampoco podia evitarlo cuando se le presentaba y aquel, oh aquel era el caso y si podía negociar, mientras tanto, mejor. Y si además podia reírse, mejor que mejor – Pero me gustaría SU respuesta. No la de su hermano ¿o es que tiene miedo a romper las cadenas de las que tanto me ha hablado? No me preocuparia, estoy casi segura que él confía en su juicio. Yo lo haria – dijo continuando con aquella mímica y la sonrisa amplia.

por **Xaziel Morel** Vie Abr 03, 2015 7:32 pm

Una pequeña chispa siempre enfría al iceberg azul

Toda la calma, todo el silencio del mundo siempre habitaba en esa mansión. Cuando el sol se levanta los sepulcros en la mansión renacen, callados tan polutos y perfectos en aquella muerte súbita donde el único ápice de murmullo son los tacones que repican en las frías baldosas cada mañana, ese fuego que deambula con florete en mano, espadas chocando y la inanimada vida, son pocas las veces que las ventanas y puertas se han mantenido abiertas dejando entrar aquel calor pero muchas de esos días pasaba en las tinieblas, aquella oscuridad que la sacudía en el tormento de sus garras.

¡Una vida con mucha calma parece aburrida!

Eso era su vida, dedicada a la paciencia a la hora de hacer negocios y pocas veces se le podía acusar de entregarse a su propia ambición de divertirse, pero ahora, ahora había encontrado algo divertido para ella, algo que podría tomar para su propio gusto sin rendir cuentas a nadie, aquella frialdad se había marchado de sus ojos aunque no la seriedad y la respectiva calma en su semblante. Que monótono podría parecer, pero en esa monotonía había algo de crueldad, tras esos ojos que mostraban desinterés y cansancio había un plan, el mismo que siempre juegan los Morel con cualquier persona. No era el conocido tira y afloja, no era una soga que ambos tiraban para ganar, era uno más mortal porque dejaba que la misma presa cayera entres sus garras.

¡El goce de abrir cajas sin saber que encontrar siempre emociona al muerto corazón!

El fino velo que se va rasgando lentamente, aquella armadura de plata formada durante años dispuesta siempre a las batallas con hombres y caballeros cuyo tacto había sido con el de la espada tan filosa que los cortaba en segundos pero ¿y ella? Aquella mujer acaso se daba cuenta que la loba no estaba siendo como solía ser con otros ¿por qué? Quizás el color rubio le llamo la atención, quizás por eso mostraba más desinterés o solo quizás la frialdad se había derretido por segundos con una lengua de dragón tan hábil como inesperada. De aquel trono oscuro donde muchas veces firmo y sentenció acuerdos en los claros días de verano, se afianzó contra la mujer tomándole de los hombros con una mirada seria pero cuya alma se reflejaba dominante y peligrosa, se relamió los labios rojos acercándolos al oído de la mujer con sus manos sujetándole las muñecas, acercó aquellas fauces al dulce lóbulo de la rubia.

- veces al cazador le gusta sentirse observado por su presa darle una esperanza de volverse cazador pero al final es devorada el pequeño cachorro por sus propios instintos de supervivencia al evidenciarse- tomó entre su lengua aquella carne suave al tacto, asegurándose de rozar apenas el cuello delicado dejando palabras ahí en susurros escondidos -No atraigo el interés más si el odio y el aburrimiento ¿diferente, no lo crees? Pero es lo que me alimenta noche a noche cuando la luna no está porque se ofrecen cual corderos a todo mis desplantes- se aparta de ella unos centímetros pero aun cerca para poder admira aquellos ojos altaneros, agitando su diestra barriendo el desinterés sobre la mujer ¿por qué lo hacía? Porque no se podía dar tantos lujos aunque cuando quisiera, además ella mandaba en el lugar al menos por unas horas hasta que la luna salga -Perfecto mi querida Ame- repitió el nombre saboreándolo entre su lengua y paladar degustándolo cual niño por golosina -Palabras que había esperado por toda la mañana escuchar las ha dicho por fin, sea nuestra invitada y huésped, estoy segura que no encontrará mansión más cómoda en todo Fontain blue o la Rive du Prec, siéntase como en su hogar para andar y deshacer libremente, más no olvide que algunos ojos estarán sobre usted las veinticuatro horas, un pequeño bono de nuestra parte para usted, hay que cuidar a nuestros socios comerciales ¿verdad?, quizás y algo travieso se puede hacer… ¡por los dioses profanos!, como nos encantan tantas travesuras en esta villa tan calmada y silenciosa pequeña Ame, espero que sepa aprovechar bien su estancia aquí- chasquea los dedos cuando el mayordomo de la mansión aparece sin decir palabra alguna -Arregle una de las mejores habitaciones, tendremos visita por el resto de la temporada estival- el hombre se marcha dejando a los dos mujeres -Ya que confías en mi juicio espero que te guste la habitación oh claro y la comida, ¿querías mi respuesta? Mi respuesta es que el negocio se ha cerrado hace varios minutos atrás desde que pisaste la mansión, mi respuesta es que ahora te quedarás un tiempo conmigo para que conozcas con quien tratarás de ahora en delante de tus metales preciosos, mi respuesta es que no hay mejor guerra que la que se da en un campo de batalla incierto y desconocido como este ¿no lo ves?, Mi respuesta es que el juego aún no se termina, no del todo- ese era el punto que quería llegar, el tener que mandar y ordenar todo a su juicio.

El doble sentido siempre le había acompañado junto a esa mirada fría pero esta vez fue a con todos los tonos aquellas órdenes, aun cuando sabía que podría estarse condenando por una noche, pero quizás valdría la pena. Tomó la mano de la rubia dejando un beso en el dorso un beso que fue más una lamida de sus nudillos hasta la muñeca, pequeño roce con la punta de su lengua por la piel suave sin dejar esa sonrisa en sus labios dedicada a la mujer. Por los rayos del infierno había deseado que la mujer se resistiera que le diera la guerra incluso en las mismas sabanas donde desearía retozar con aquel cordero un par de noches, pero le dio la llave de su gusto, el juicio ahí estaba el error, el juego macabro de Morel había comenzado.

por **Amethyst C. Tsartsaris** Lun Jul 20, 2015 2:25 am

Sus ojos se abrieron de par en par ¿Quedarse? Un escalofrió amenazo por sacudir su cuerpo y el primer instinto de escaparse velozmente por la puerta se hiso presente pues nada mas odiaba un alma libre como ella, que el cautiverio que podría inclusive aquel majestuoso hogar en una fría jaula de oro; lujosa y llena de elementos cargados como acostumbraban los franceses de la época que tanto había aprendido a disfrutar con cierto cinismo y, sin embargo depresiva, sofocante pese a su inmensidad; jamás podría estar a gusto pues había perdido la costumbre de quedarse demasiado tiempo, de acostumbrarse o hacerse a la idea de que alguno de aquellos lugares que tanto le fascinaba visitar y conocer, era suyo para volver y asi tampoco deseaba motivos o circunstancias que la retuvieran el tiempo suficiente para darle un sentido de pertenencia que dificultara su partida a la inmensidad del mundo que la llamaban constantemente a la aventura. Pero sabía que no podía irse y negar la cortesía, fuera porque las reglas sociales se lo impedían como porque se trataba de una licantropa que dudaba aceptara el no por respuesta y que contaba con respaldo de que aquel era su territorio, su reino, donde solo la luna gobernaba por sobre ella. O al menos así era hasta que…

- Todo es mejor a la indiferencia, a desaparecer sin dejar rastro, y así mismo ¿no es ser odiado, signo de que marcas un camino o resaltas del común de la gente? Molesta a otros, que pena.– se encogió de hombros cuando una sonrisa complice adorno su rostro. Le dejaba ver el lado truculento de su persona, el que pocas personas llegaban a presenciar fuera del ámbito de los negocios, en donde debían de establecerse y afirmar sus aptitudes de forma continua en una sociedad que pretendía reducirlas a trofeos o yeguas reproductoras del estado sin contar con que existian mujeres que se negaban a ser disminuidas y se reían en sus caras solo por existir y cumplir sus funciones con una habilidad que causaba envidia y aquel rencor profundo con el cual debían aprender a lidiar y que Amethsyt recibia con los brazos abiertos, como haría con los amigos, quizás con sonrisas mas sarcásticas y alguna que otra amenaza, pues tanto ellos como los enemigos eran necesarios y no necesariamente malos si se los tomaba con mucha filosofia - Sabrán ellos como manejarlo. Yo no debo preocuparme por ello y si por ese interés que usted niega puedan sentir hacia usted, y esperar –se detuvo, dejando que las manos tomaran sus hombres y recorrieran sus brazos hasta sujetar las muñecas – esperar que no pretenda devorarme como a un simple corderito que sigue ciego el rebaño; preferiría ver, si voy a ser presa, todas las cualidades que hacen al depredador- mientras hablaba, levantaba las manos del escritorio y se libraba de las amarras licanas para comenzar a recorrer las curvas de la figura femenina, deteniéndose de improviso al sentir el llamado y apartándose a una distancia prudencial antes de que la puerta fuera abierta con demasiada prontitud para su agrado ¿habría estado escuchando atrás de la puerta cada una de las palabras? Clavo su mirada en el hombre y juro que mas tarde se vengaría de aquel que habia osado a inmiscuirse en su juego privado; se haría un corgi ninja y mordería sus talones, desharía los almohadones, arañaría sus trajes y…

Su plan de venganza se detuvo en seco cuando por el rabillo del ojo pudo ver a la figura acercarse tras haber desaparecido el mayordomo y nuevamente los problemas pasaron un segundo plano cuando la volvió a hacer centro de su mirar - He notado que le gustan los juegos, el baile y las travesuras pero también que algo le retiene ¿son esas miradas? Despójase de ellas, Xaziel. Olvídelas y te puedo asegurar que todo valdrá el doble – podía ver en su mirada que algo había cambiado, lo sentía cuando se encontraba cerca y lo confirmaba cada vez que se alejaba pero faltaba algo allí y no podía dar con exactitud que era asi que, sin más, le tendió la mano para acercarla y buscar en sus orbes verdes la respuesta pero se sorprendió al recibir un caballeroso beso que ascendió por su mano con el cuidadoso trazo del fino de la lengua y las miradas ancladas la una en la otra, maximizando aquella sensación que cosquilleaba en la piel y en los labios, como si estos estuvieran conectados.

Retrocedió suavemente la mano al tiempo que inclinaba el rostro para guiar el encuentro a su manera y que ambas se encontrasen impúdicamente cerca pese a ella sonreír como si fuera inocente y no notara la forma en que sus alientos chocaban entre si cada vez que hablaban –¿Crees que podrás conmigo, Ziel? ¿Qué podrás aguantarme e intentar, como dices, adiestrarme? – en su voz había un tono desafiante y burlesco, habia dejado las formalidades detrás para poder acercarse tras haber visto las defensas heladas retroceder. No pudo evitar sonreír ante ese simple hecho y se permitió así misma morder aquellos labios rojos como las cerezas que habían dejado atrás y que desde entonces la llamaban pero que, sin embargo, solto pasados unos segundos para reír, traviesa y abiertamente –Hmn~ Creo que lo conveniente seria conocer la residencia, si no le molesta. No quisiera importunarlos metiéndome en habitaciones que no debo pues si me suelta ahora, mi curiosidad me llevara a diambular para conocer los secretos que ocultan las paredes –extendio los dedos de la diestra para indicar la puerta e invitarla cordialmente a comenzar a caminar aunque su mirada pareciera retenerla alli – O quizas quiera empezar aquí mismo. Es este un muy bonito escritorio, despues de todo- bajo las palmas para recorrer la madera oscura detras de si, con esa sonrisa suya, tan oscura y pretenciosa

;; lamento al demora, miles, miiiles de disculpas

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Bare you fangs and intentions at the door

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