Ópalos azules || Novak Fitzroy

Un hombre que aparentaba unos treinta años estaba sentado frente a un escritorio lujoso y extravagante mientras escondía la cara en las manos. Tenía el pelo echado hacia atrás y los lados cortos, con una estética más parecida a lo militar que a lo civil. Apagó el cigarro que había inundado la habitación de humo, con gesto de pocos amigos o de muchos, nunca se sabía con Novak. Su rostro era un enigma y sus ojos azules eran fríos y con un ápice de crueldad oculta que pocos podían descubrir.

No le gustaba el trato con la gente de negocios, por eso evitaba hablar con los contratistas y todos los datos administrativos, el solo quería supervisar, ver que todo se cumplía tal y como decía y llenarse los bolsillos con el beneficio y el poder que le otorgaba la Ópera de París. Odiaba los francos, echaba de menos las libras. Echaba de menos su tierra, su país y quizá era una de las cosas que le hacían odiar a todo el mundo. Tenía una cruzada personal y nadie lo sabía. Pero si había algo que le calmara o algo en lo que encontraba algo de paz, era el arte y concretamente la música. Tenía un oído exquisito y disfrutaba de la ópera hasta la saciedad, ahí descubrió una pequeña vocación filantrópica y elitista que le diferenciaba de un pequeño peón u obrero de clase cuestionable.

Era un hombre noble, pertenecía a la realeza y por eso no podía conformarse con algo mediocre por eso decidió contratar para la decoración de su nueva a obra a la mejor florista de Inglaterra y quizá de todo Europa, tenía un precio excesivo, pero ¿quién que considerara bueno su trabajo no pedía una gran suma por su trabajo? No había tratado con ella personalmente, ya se sabe por qué.

Salió de su despacho decidido, envuelto en un traje a medida y único. Los zapatos de igual manera y su presencia se hacían notar hasta en la oscuridad. Subió al palco de la derecha y se sentó en la mullida silla que solía ocupar la realeza cuando la vio. Aquella chiquilla de buen ver, delgada y de línea perfecta. Su voz respiraba cortesía pero seriedad y una seguridad palpable para una fémina. Novak elevó una ceja pues aquella mujer había logrado lo que pocas habían conseguido, llamar su atención. Era un buen ejemplar y centró sus sentidos en ella. Esperó a captar ese perfume hecho a encargo con ámbar gris y rosas. Era exquisito y suave, además su sangre también alentaba la prepotencia y fuerza que caracterizaba a su expresión corporal. Se puso en pie y miró desde arriba al hombre que hablaba con ella, y cuándo preguntó por Novak, el administrador se giró hacia el palco esperando la aprobación.
Bajó las escaleras y llegó hasta la zona apartada donde estaban discutiendo, Novak dedicó una sonrisa y como algo insólito para las mujeres de su tiempo, no hizo una reverencia sino que estrechó su mano, como si fuera algún tipo de saludo comercial o de negocios entre dos hombres- Yo soy el dueño y soy quien le ha contratado- dijo haciendo que el Sr. Maréchal respirada aliviado un día más – Novak Fitzroy y no se preocupe por el francés, es usted inglesa y yo también. Podemos hablar en nuestra lengua. Si es tan amable para acompañarme a mi despacho, creo que podré atenderla como es debido- alargo el brazo indicando la dirección y juntos volvieron al despacho que momentos antes había abandonado el vampiro.

“un Caballero siempre ha de ser cortes y hospitalario” acostumbraba a decirle su mentora. Así que le ofreció algo para beber, empezando por el té, por supuesto. Una vez se decidió la mujer, éste dejó la bebida en sus manos y tomó asiento frente a ella, entrelazando las manos. La miró a los ojos – Bueno, antes de nada, dígame que ideas tiene para la obra y para decorar mi ópera y después, hablaremos de por qué me tenía tanto interés en tratar conmigo directamente, me interesa. Y permítame decirle Srta. Delany, que esto es algo excepcional, pues nunca hablo directamente con las personas a las que contrato, pero su vehemencia y la seguridad en sí misma me captó totalmente.