AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Notre Père qui es aux cieux ...
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Notre Père qui es aux cieux ...
Otra noche mas en esta malograda no vida, como único objetivo saciar la sed de sangre que domina mi existencia desde hace ya doscientos malditos años.
Mis dedos se deslizan entre las cuentas del rosario mientras en silencio entono un padre nuestro que espero espié la atrocidad del pecado que estoy a punto de cometer.
La tenue luz de la farola de la zona pobre de París apenas ilumina uno de los callejones, allí escucho el inconfundible sonido del sexo, todo el lugar huele a depravación, enfermedad, orín y suciedad, nada que ver con la zona rica bien iluminada, con sus perfumadas calles floreadas y como no, con esas perfectas mujeres enjoyadas que lucen perfectas de los brazos de sus orgullosos maridos.
Apenas hace una semana que volví a mi ciudad natal, había perseguido a esa mujer que me arrebató la vida por medio mundo, mas esta era escurridiza como el mejor de los demonios, de nada servían mis artes en la guerra, mis capacidades para seguir rastros, pues como si una maldición me acompañara ella siempre se adelantaba a mis movimientos.
Parecía jugar conmigo, dispuesta a casi paladear su piel en mis labios cuando de nuevo se esfumaba frente a mis ojos para volverme completamente loco.
Ella era mi obsesión, ella me había abocado a una no vida sin contemplar la luz del sol, me lo arrebató todo, aquella noche me convertí en el maldito ser que soy y de nada valían mis desesperados rezos por que Dios perdonara mi impía alma, pues bien sabia yo que ya estaba condenado al infierno por mis depravados actos.
Solo me quedaba una opción, dar muerte a mi creadora y tras esto y con una buena copa de bourbon, ver salir el sol.
Mi voz se perdió quebrada por el callejón, el hombre que se cruzó conmigo se subía los pantalones extasiado por el hermoso motín que en este había hallado. Saciado de sexo me hizo una mueca de aprobación pensando que buscaba en la oscuridad de la noche lo mismo que él.
No podía estar mas equivocado, pues no me alimentaba de mujerzuelas, quizás como clara deferencia a lo que mi madre fue durante toda su existencia.
Raudo mi movimiento, atrapé su cuello con una mano alzándolo del suelo como a un muñeco de trapo, su grito se ahogo al ver de mi boca emerger los colmillos que tiñeron de rojo fuego mis ojos.
Sin dilación busqué la yugular del caballero que hoy se convertiría en mi alimento y allí hundí mi boca dejándome embriagar por la corriente sanguínea que desaforada me invadía.
No me detuve hasta que la ultima gota de sangre fue consumida, cuerpo inerte que cayó contra el empedrado suelo resbalando por la pared completamente pálido, lánguido.
Me relamí los labios recolocandome después el sombreo que se me había ladeado ligeramente con el brusco movimiento del enfrentamiento y así, envuelto en las sombras y tal y como vine, me fui, acariciando la cruz que pendía del negro rosario que parecía marcar mi sino.
Siempre me carcomía el mismo maldito sentimiento tras sajar una vida, ese que devoraba mis entrañas abrasándome por dentro, el arrepentimiento, el desazón y la búsqueda de un perdón que no encontraba si no era en el fondo de una botella de alcohol.
Así busque la taberna mas próxima, necesitaba acallar mis propios demonios.
“il peccato nostro” me serviría sin duda, nombre bien acertado para alguien como yo.
Me adentré en el local tomando asiento en la pulcra barra, muchas auras como la mía, inmortales que al parecer en su mayoría se conocían y que me miraban de soslayo pues frente a sus ojos era nuevo en la ciudad pese a ser natal de esta.
Pedí una botella de bourbon y un vaso y sin prestar atención a nada mas que aquel contenido vertí su ambarino liquido en el vaso que pronto acaparó mis labios.
El rosario ahora pendía de mi pecho recordándome la condena a la que estaba sometido, mi vida dependía de sajar la de otros, estaba maldito ante los ojos de Dios y los míos propios.
Mis dedos se deslizan entre las cuentas del rosario mientras en silencio entono un padre nuestro que espero espié la atrocidad del pecado que estoy a punto de cometer.
La tenue luz de la farola de la zona pobre de París apenas ilumina uno de los callejones, allí escucho el inconfundible sonido del sexo, todo el lugar huele a depravación, enfermedad, orín y suciedad, nada que ver con la zona rica bien iluminada, con sus perfumadas calles floreadas y como no, con esas perfectas mujeres enjoyadas que lucen perfectas de los brazos de sus orgullosos maridos.
Apenas hace una semana que volví a mi ciudad natal, había perseguido a esa mujer que me arrebató la vida por medio mundo, mas esta era escurridiza como el mejor de los demonios, de nada servían mis artes en la guerra, mis capacidades para seguir rastros, pues como si una maldición me acompañara ella siempre se adelantaba a mis movimientos.
Parecía jugar conmigo, dispuesta a casi paladear su piel en mis labios cuando de nuevo se esfumaba frente a mis ojos para volverme completamente loco.
Ella era mi obsesión, ella me había abocado a una no vida sin contemplar la luz del sol, me lo arrebató todo, aquella noche me convertí en el maldito ser que soy y de nada valían mis desesperados rezos por que Dios perdonara mi impía alma, pues bien sabia yo que ya estaba condenado al infierno por mis depravados actos.
Solo me quedaba una opción, dar muerte a mi creadora y tras esto y con una buena copa de bourbon, ver salir el sol.
Mi voz se perdió quebrada por el callejón, el hombre que se cruzó conmigo se subía los pantalones extasiado por el hermoso motín que en este había hallado. Saciado de sexo me hizo una mueca de aprobación pensando que buscaba en la oscuridad de la noche lo mismo que él.
No podía estar mas equivocado, pues no me alimentaba de mujerzuelas, quizás como clara deferencia a lo que mi madre fue durante toda su existencia.
Raudo mi movimiento, atrapé su cuello con una mano alzándolo del suelo como a un muñeco de trapo, su grito se ahogo al ver de mi boca emerger los colmillos que tiñeron de rojo fuego mis ojos.
Sin dilación busqué la yugular del caballero que hoy se convertiría en mi alimento y allí hundí mi boca dejándome embriagar por la corriente sanguínea que desaforada me invadía.
No me detuve hasta que la ultima gota de sangre fue consumida, cuerpo inerte que cayó contra el empedrado suelo resbalando por la pared completamente pálido, lánguido.
Me relamí los labios recolocandome después el sombreo que se me había ladeado ligeramente con el brusco movimiento del enfrentamiento y así, envuelto en las sombras y tal y como vine, me fui, acariciando la cruz que pendía del negro rosario que parecía marcar mi sino.
Siempre me carcomía el mismo maldito sentimiento tras sajar una vida, ese que devoraba mis entrañas abrasándome por dentro, el arrepentimiento, el desazón y la búsqueda de un perdón que no encontraba si no era en el fondo de una botella de alcohol.
Así busque la taberna mas próxima, necesitaba acallar mis propios demonios.
“il peccato nostro” me serviría sin duda, nombre bien acertado para alguien como yo.
Me adentré en el local tomando asiento en la pulcra barra, muchas auras como la mía, inmortales que al parecer en su mayoría se conocían y que me miraban de soslayo pues frente a sus ojos era nuevo en la ciudad pese a ser natal de esta.
Pedí una botella de bourbon y un vaso y sin prestar atención a nada mas que aquel contenido vertí su ambarino liquido en el vaso que pronto acaparó mis labios.
El rosario ahora pendía de mi pecho recordándome la condena a la que estaba sometido, mi vida dependía de sajar la de otros, estaba maldito ante los ojos de Dios y los míos propios.
Ilhan Baudin- Vampiro Clase Alta
- Mensajes : 59
Fecha de inscripción : 19/03/2017
Re: Notre Père qui es aux cieux ...
Se contaba una historia en el lejano oriente… ¿O tal vez fuese en alguna parte del mismo occidente? Sobre que todo mal siempre encuentra cura, y que por mucho que aquellos seres expandiesen tal pandemia, uno de ellos sería capaz de con sus pasos de muerte, devolverles la vida a más de uno.
Pero para aquellos persiguieron la primera parte de su grial, nunca pudieron ponerle cara y nombre, aunque si perseguir con arduo en generaciones, sus pasos erráticos.
No pudieron ser contados con los dedos de las manos, ya que ella nunca tuvo a nadie a su lado para decirle como se hacía, ni enseñarle a controlar aquella bestia salvaje que a veces tomaba el dominio de su propio cuerpo. No era la misma en cada siglo, década, porque jugaba al juego de la ambigüedad y con facilidad era capaz de adoptar el espíritu de aquella década que le tocase. Por ello nunca terminaba de sentir desamparo o desesperación, su mimética, sus caras y máscaras, la hacía más y más fuerte, era un animal que se adaptaba a aquellos que le viniese encima.
Pero había perdido la cuenta, de las veces que había intentado crear a compañeros o simples esclavos, siempre llegaba a los mismos pasos y mecanismo. Beber sangre, hasta la última gota de muerte, regalar parte de la propia y poder controlarse.
Eso último no lo conseguía, y los mataba. Más no supo nunca si era el orden, o si había saltado alguna de aquellas partes, perdía el control y solo sabía dejar tras ella un rastro de cadáveres y mal sabor de boca de perder otro elegido con el que hubiese compartir un poco de lo suyo.
Sólo dos de sus vástagos habían sobrevivido, y uno de ellos había muerto hacía cuatro años por mano de la santa sede; otro se dedicaba a dominar París inundándola de clubes privados para todos seres sobrenaturales. El resto de sus obras maestras eran pasto de la putrefacción.
Otra noche en el “Il Peccato Nostro”, refugio donde solo conocían su máscara de aquel siglo, y poco más. Solo debían de saber que ella era más anciana que el resto, y que por su poder debían de respetarla, más no la aislaban porque dependiendo del humor en el que se hallasen, podían encontrar animadas charlas.
Aquel día el club estaba un tanto animado en cuanto conversaciones, generaciones de distintos tiempos, hijos de la revolución y aquellos mismo que la vivieron. Animaban en canciones que debía de tener más de cien años y algunos aun recordaba con nostalgia como extractos del espíritu de su momento. El alcohol iba pasando de un lado a otro, y llevaban un rato canto una canción sobre las “horcas” improvisadas que, en época de revolución para aquellos de clase noble, un tiempo cercano a éste y que a la vez parecía lejano. Pasaban de canciones alegres, chascarrillos o incluso de amor, o pura tristeza. Todo tenían en común la longevidad, pero muchos venían de tiempos muy distintos y otros de procedencias muy lejanas. A veces le gustaban pedir canciones a voces más extraordinarios para recordar el espíritu de la época o la madre patria. A Lakme le pidieron una del norte, se la pedían muy a menudo, parecían que los que repetían en el club le había cogido gusto a esa canción que le recordaba a otro tiempo con nostalgia.
Aquel grupo que se jaleaban, empezaron chistar, otra vez quería esa canción de la inmortal, la cual entre risas cambio su semblante a seriedad y calló por un momento en su arranque.
Siguiendo con la tradición que ella venía, su voz era bonita, no excepcional, pero su color y personalidad era lo que enganchaban. Una canción triste, que sabía a melancolía y despedida, ya que su letra decía precisamente eso, sobre una copa de despedida y un repaso breve a una vida llena de imperfecciones, y como todo en aquella vida caduca, llega un momento en el que hombre o la mujer deben de partir y dejar atrás al resto, para ser acogido por la misma muerte, con tristeza pero siempre deseando alegría a aquellos que atrás se quedan.
Pero para aquellos persiguieron la primera parte de su grial, nunca pudieron ponerle cara y nombre, aunque si perseguir con arduo en generaciones, sus pasos erráticos.
No pudieron ser contados con los dedos de las manos, ya que ella nunca tuvo a nadie a su lado para decirle como se hacía, ni enseñarle a controlar aquella bestia salvaje que a veces tomaba el dominio de su propio cuerpo. No era la misma en cada siglo, década, porque jugaba al juego de la ambigüedad y con facilidad era capaz de adoptar el espíritu de aquella década que le tocase. Por ello nunca terminaba de sentir desamparo o desesperación, su mimética, sus caras y máscaras, la hacía más y más fuerte, era un animal que se adaptaba a aquellos que le viniese encima.
Pero había perdido la cuenta, de las veces que había intentado crear a compañeros o simples esclavos, siempre llegaba a los mismos pasos y mecanismo. Beber sangre, hasta la última gota de muerte, regalar parte de la propia y poder controlarse.
Eso último no lo conseguía, y los mataba. Más no supo nunca si era el orden, o si había saltado alguna de aquellas partes, perdía el control y solo sabía dejar tras ella un rastro de cadáveres y mal sabor de boca de perder otro elegido con el que hubiese compartir un poco de lo suyo.
Sólo dos de sus vástagos habían sobrevivido, y uno de ellos había muerto hacía cuatro años por mano de la santa sede; otro se dedicaba a dominar París inundándola de clubes privados para todos seres sobrenaturales. El resto de sus obras maestras eran pasto de la putrefacción.
Otra noche en el “Il Peccato Nostro”, refugio donde solo conocían su máscara de aquel siglo, y poco más. Solo debían de saber que ella era más anciana que el resto, y que por su poder debían de respetarla, más no la aislaban porque dependiendo del humor en el que se hallasen, podían encontrar animadas charlas.
Aquel día el club estaba un tanto animado en cuanto conversaciones, generaciones de distintos tiempos, hijos de la revolución y aquellos mismo que la vivieron. Animaban en canciones que debía de tener más de cien años y algunos aun recordaba con nostalgia como extractos del espíritu de su momento. El alcohol iba pasando de un lado a otro, y llevaban un rato canto una canción sobre las “horcas” improvisadas que, en época de revolución para aquellos de clase noble, un tiempo cercano a éste y que a la vez parecía lejano. Pasaban de canciones alegres, chascarrillos o incluso de amor, o pura tristeza. Todo tenían en común la longevidad, pero muchos venían de tiempos muy distintos y otros de procedencias muy lejanas. A veces le gustaban pedir canciones a voces más extraordinarios para recordar el espíritu de la época o la madre patria. A Lakme le pidieron una del norte, se la pedían muy a menudo, parecían que los que repetían en el club le había cogido gusto a esa canción que le recordaba a otro tiempo con nostalgia.
Aquel grupo que se jaleaban, empezaron chistar, otra vez quería esa canción de la inmortal, la cual entre risas cambio su semblante a seriedad y calló por un momento en su arranque.
Siguiendo con la tradición que ella venía, su voz era bonita, no excepcional, pero su color y personalidad era lo que enganchaban. Una canción triste, que sabía a melancolía y despedida, ya que su letra decía precisamente eso, sobre una copa de despedida y un repaso breve a una vida llena de imperfecciones, y como todo en aquella vida caduca, llega un momento en el que hombre o la mujer deben de partir y dejar atrás al resto, para ser acogido por la misma muerte, con tristeza pero siempre deseando alegría a aquellos que atrás se quedan.
Lakme- Vampiro Clase Alta
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Fecha de inscripción : 22/11/2010
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Re: Notre Père qui es aux cieux ...
Pronto las jarras empezaron a correr, en una y otra dirección. El local iba tomando un ambiente cada vez mas distendido apostaría que hasta familiar y pese a que yo era relativamente “nuevo” en la ciudad me dejé embargar por los distintos cánticos de los juglares.
Muchos narraban gestas de tiempos pasados, de todas las naciones, de otras épocas. Los instrumentos pronto se unieron al coro de voces y por un momento cerré los ojos al escuchar aquella canción que tantas veces había escuchado y que me acompañaba casi como una maldición.
Mis ojos se centraron en la dama de rubios cabellos, voz angelical, pelo dorado que caía cual cascada sobre sus hombros finos y mirada aguamarina capaz de hechizar.
Sobre su cabeza una especia de boina roja a juego con un su traje de tonos similares.
Cerré los ojos dejándome embargar por aquella melodía pues como la dama de la canción, siglos llevaba la inmortal de ondas de cuervo eludiendo la inevitable muerte que le asestaría con mi acero.
Extraño ese sentimiento que te ata a quien te dio la no vida, todos dicen que se convierte en tu obsesión, que casi los adoras de un modo especial pues son unos “padres” que te acogen y enseñan como vivir en este nuevo mundo de oscuridad sin fin.
A mi ella me abandono a mi suerte, todo lo descubrí solo, paso a paso, ardiendo frente al sol, con esa insaciable sed que no sabia como aplacar, muerte y destrucción otorgada a inocentes por mis propias manos y ahora un alma condenada que no encontraba la redención.
No, yo no sentía afecto por mi creadora, solo un odio voraz que crecía con saña en mi interior.
Levaba doscientos años viviendo, si es que a esto se le podía llamar así, con un único propósito, asestarle la estocada de gracia, había soñado tantas veces en como seria, lo que sentiría cuando su cuerpo cayera inerte frente al mio que no veía el momento de resarcirme por haberme trasformado en el monstruo que era.
Alcé la mirada cuando el escenario cambio de mujer, mis ojos se abrieron de forma desorbitada cuando la vi sobre él, jarra que apure de forma atolondrada en mis labios, casi paladeando ya la muerte de aquella mujer que se había convertido en mi maldición.
El rosario se paseó lento por mis dedos, cuentas que rozaban la yema permitiéndome así calmar por unos momentos mi ímpetu. Impulsivo como era solo quería saltar a escena, mas ella cantaba canciones norteñas y yo esperé a que la pieza acabara para pedirle ese ultimo baile.
Mis pasos se perdieron entre el vocifero de los inmortales que calientes no solo por el alcohol si no por su voz pedían otra canción.
Ladeé la sonrisa dispuesto a darles un espectáculo que no olvidarían jamas o quizás que no olvidaría yo. Fuere como fuere, no era momento de echarse atrás, estaba ahí, frente a mi, tras tanto tiempo persiguiéndola sin fin mi venganza estaba apunto de concluir.
Fueron rápidos mis movimientos, estudiados, había tenido doscientos años para perfeccionar este instante en el que todo me lo jugaba a una sola carta.
El rosario se enredó en su cuello, de forma ruda tiré de este enredando en su piel cada cuenta, sintiendo como su piel cedía al tirar de este como si fuera un alambre que saja la piel del oponente.
Alcé con mi otra mano el estoque, su corazón mi meta, el acero mi aliado y mi mano el verdugo dispuesto a terminar con todo aquello que me había torturado por tantos años.
-Soy Ilhan Baudin, tu me convertiste en lo que soy, una bestia que acabará con otra.
Ilhan Baudin- Vampiro Clase Alta
- Mensajes : 59
Fecha de inscripción : 19/03/2017
Re: Notre Père qui es aux cieux ...
Melodía finalizada, la verdad era que llevaba demasiado tiempo sin cantar y exponerse al público. La última vez lo había hecho para dedicarse a su danza, los cuatro años de gira con su compañía por Europa, intentando vivir un vida frívola y centrada en sus deseos, dejando atrás aquel ser decadente y suicida que una vez fue, para volver a tornarse en aquel orgullo y desafio.
Desafío del que se habái arrepentido al mostrarse su cara al público, al descubrirse entre otro inmortales. Se había cansado de esconderse, del anonimato… Pero sin querer había despertado el interés entre aquellos que deseaban su secreto, y no solo entre seres sobrenaturales, los inquisidores que tenían esa pequeña sabiduría y llevaban siglos detrás de su leyenda sin sexo ni nombre, ya podía ponerle retrato a éste.
No se lo esperaba, no supo reaccionar. Aquel era uno de sus refugios, nadie le tocaría ni un pelo, Lucciano había dispuesto todo para protegerla como su mayor tesoro, pero alguien se había atentar contra ella.
El desgarrar de la piel de su cuello, al ser envuelto por el afilado objeto. Si el aire fuese necesario en sus pulmones se habría sentido asfixiada, más solo sus ojos pardos se vieron envuelto en el rojo de la sangre, aquel insistió animal de supervivencia salía a la luz junto con sus colmillos amenazantes.
Filo que se acercaba a su pecho, y presentación de un nombre olvidado, de un tiempo donde ella fue otro ser… Más carente de corazón o sentir, un monstruo sin escrúpulos ni un animal salvaje sin medida ni control. Hace doscientos años, en plena época de ejecuciones y desarreglo, anunciando en su futuro siglo el cambio social histórico. Ella se recreó en aquel frenesí, olvidando lo que había sido hasta que…
Una mirada confusa para aquel hombre que se presentaba como uno de sus vástagos, intento reconocerle, pero le costaba. Era evidente que había un enlace entre ellos, más ella no recordaba haber convertido a otro en inmortal.
¿Acaso... ¿Un accidente fallido fue un éxito? Una vivida chispa que ver, pero había tantas lagunas, su rostro… Familiar. Sus labios en su piel, su respiración pesada contra la suya… ¿Por qué no podía recordarlo todo? Si, el tiempo de decadencia que vino después, devolviéndole la humanidad que había perdido.
Ella apretó su mandíbula y como era lógico se defendió. Mente concentrada, le infligió dolor a aquel inmortal que empezaría a sentir como desde su pecho hasta sus extremidades comenzaba su sangre a arder sin prender llama ninguna.
Lakme se movió con rápidas, y empujo aquel estilete de su mano clavándolo en su propia palma, luego tiro de aquella cadenas que enredaban su cuello, en su momento de debilidad, y de una patada lo empujo al suelo aun ejerciendo ese poder sobre él para anularlo.
Pasos retirados, con gesto doloroso y sangre que fluía, tiro del arma para sacarla de su mano. Sonido de metal pesado, rosario recogido en mano. Ella lo examino extraña, guardaba entre sus tesoros uno de similar talla, con muchos otros que se había convertido en una extraña obsesión de grajo atraído por lo brillante. Pero esa extraña obsesión tenía un origen bien distinto que tal vez él fuese su pista.
-Es evidente, que eres de mi sangre. -Su control mental le soltó, y gota de sangre que se deslizaba por su nariz y limpio. Todo poder traía consigo una debilidad. -Más no te reconozco…Ilhan Baudin, tal vez fuiste un cadáver entre miles… Deja que te mire. -Tirando de su vestido, se agacho junto a él y con mano bondadosa alzo su rostro por la barbilla. Ojos que le advertían que no hiciese ninguna tontería. -Quieres matarme, ¿pero no tienes preguntas? Yo tengo muchas de repente, mi memoria falla, demasiadas lagunas, pero si recuerdo un cadáver que nunca abrió los ojos con tu rostro… Un muerto que para mí se quedaría siempre muerto.
Desafío del que se habái arrepentido al mostrarse su cara al público, al descubrirse entre otro inmortales. Se había cansado de esconderse, del anonimato… Pero sin querer había despertado el interés entre aquellos que deseaban su secreto, y no solo entre seres sobrenaturales, los inquisidores que tenían esa pequeña sabiduría y llevaban siglos detrás de su leyenda sin sexo ni nombre, ya podía ponerle retrato a éste.
No se lo esperaba, no supo reaccionar. Aquel era uno de sus refugios, nadie le tocaría ni un pelo, Lucciano había dispuesto todo para protegerla como su mayor tesoro, pero alguien se había atentar contra ella.
El desgarrar de la piel de su cuello, al ser envuelto por el afilado objeto. Si el aire fuese necesario en sus pulmones se habría sentido asfixiada, más solo sus ojos pardos se vieron envuelto en el rojo de la sangre, aquel insistió animal de supervivencia salía a la luz junto con sus colmillos amenazantes.
Filo que se acercaba a su pecho, y presentación de un nombre olvidado, de un tiempo donde ella fue otro ser… Más carente de corazón o sentir, un monstruo sin escrúpulos ni un animal salvaje sin medida ni control. Hace doscientos años, en plena época de ejecuciones y desarreglo, anunciando en su futuro siglo el cambio social histórico. Ella se recreó en aquel frenesí, olvidando lo que había sido hasta que…
Una mirada confusa para aquel hombre que se presentaba como uno de sus vástagos, intento reconocerle, pero le costaba. Era evidente que había un enlace entre ellos, más ella no recordaba haber convertido a otro en inmortal.
¿Acaso... ¿Un accidente fallido fue un éxito? Una vivida chispa que ver, pero había tantas lagunas, su rostro… Familiar. Sus labios en su piel, su respiración pesada contra la suya… ¿Por qué no podía recordarlo todo? Si, el tiempo de decadencia que vino después, devolviéndole la humanidad que había perdido.
Ella apretó su mandíbula y como era lógico se defendió. Mente concentrada, le infligió dolor a aquel inmortal que empezaría a sentir como desde su pecho hasta sus extremidades comenzaba su sangre a arder sin prender llama ninguna.
Lakme se movió con rápidas, y empujo aquel estilete de su mano clavándolo en su propia palma, luego tiro de aquella cadenas que enredaban su cuello, en su momento de debilidad, y de una patada lo empujo al suelo aun ejerciendo ese poder sobre él para anularlo.
Pasos retirados, con gesto doloroso y sangre que fluía, tiro del arma para sacarla de su mano. Sonido de metal pesado, rosario recogido en mano. Ella lo examino extraña, guardaba entre sus tesoros uno de similar talla, con muchos otros que se había convertido en una extraña obsesión de grajo atraído por lo brillante. Pero esa extraña obsesión tenía un origen bien distinto que tal vez él fuese su pista.
-Es evidente, que eres de mi sangre. -Su control mental le soltó, y gota de sangre que se deslizaba por su nariz y limpio. Todo poder traía consigo una debilidad. -Más no te reconozco…Ilhan Baudin, tal vez fuiste un cadáver entre miles… Deja que te mire. -Tirando de su vestido, se agacho junto a él y con mano bondadosa alzo su rostro por la barbilla. Ojos que le advertían que no hiciese ninguna tontería. -Quieres matarme, ¿pero no tienes preguntas? Yo tengo muchas de repente, mi memoria falla, demasiadas lagunas, pero si recuerdo un cadáver que nunca abrió los ojos con tu rostro… Un muerto que para mí se quedaría siempre muerto.
Lakme- Vampiro Clase Alta
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Re: Notre Père qui es aux cieux ...
Un dolor incesante y punzante irrumpe en mi cabeza haciendo que mi mano tambaleé en su intento de degollarla, afilado punzón que corre contra su pecho, mas en un rápido movimiento de la que era mi “ sire” cae de mi mano, aunque pronto es clavado en mi palma por la mujer que se revuelve entre mis manos.
Afloja el rosario y lo empuja lejos de ella para centrar en mis pardos su roja mirada, gruño rabioso, incapaz de aguantar mas aquel poder que sobre mi ejerce la inmortal.
Aulló quebrado, tengo el poder de aguantar el dolor mas que cualquier otro inmortal, posiblemente porque mi vida en esa “no vida” ha sido complicada, extremadamente, no tuve nadie que me enseñara lo permitido y lo que no, así que todo lo aprendí por las malar.
Caí al suelo apretando la mandíbula, tenso cada musculo de mi cuerpo cuando esta se orilla a mi cuerpo para mirarme, dice que soy de su sangre, eso podía yo mismo haberlo asegurado, pues claro que lo soy, llevo doscientos años buscando darle caza y muerte, intento frustrado frente a los ojos de cientos y la ira es suficiente como para que mis ojos se tornen fuego desafiando los ajenos.
-¿preguntas? -ladeo la sonrisa apartando mi cara de esa mano que con dulzura a tomado mi mentón -no, a no ser que tengas la respuesta a como puedo acabar con tu vida hoy.
Sus ojos me advierten que no haga tonterías, mas la verdad poco me importa perder mi vida en el intento si con ella arraso la ajena, la odio, la odio porque me ha trasformado en un monstruo, porque para mantenerme en pie sajo la vida de otros y aunque siempre fui un guerrero, un mosquetero con fiel manejo del guerrero, antes mataba por defender la corona, mi país y salvar al pueblo de desgraciados que lo oprimían, ahora sin embargo la sed me obnubila y aunque trato de que mis motivos sean nobles, no puedo evitar en ocasiones dejarme llevar por el hambre.
Odio lo que soy, he vivido mas de lo debido y ahora arrancare de su pecho ese corazón que fue mi perdición.
Raudo introduzco mi mano en su esternón, casi puedo notar su cara de sorpresa, mas no cuento con que su fuerza supera con creces la mía y poco o nada le cuesta impedir de nuevo ese salvaje ataque que demuestra lo poco que la temo.
Rujo con violencia al sentirme inmovilizado por la cárcel de su cuerpo.
Recuerdo esta escena mas excitante cuando yo era un humano -escupo contra sus labios cada palabra con un claro enfado -te mataré, juro ante dios que lo haré, así que si yo fuera tu acabaría con lo que empezaste hace doscientos años pues si me dejas vivo no tendrás descanso en este mundo ni en los venideros, te perseguiré y acabare contigo aunque eso haga que ambos ardamos en las llamas del infierno.
Quizás no estaba en poder de amenazar a nadie, pues su fuerza superaba la mía y eso que yo no era endeble precisamente, claro que ella era mucho mas vieja, milenaria posiblemente y eso le daba ciertos poderes de los que yo no gozaba.
Ahora quería que le refrescara la mente, no me recordaba mientras yo vivía obsesionado con su imagen.
-París, una noche en una taberna, yo bebía con mis compañeros mosqueteros, habíamos venido de una revuelta que aplacamos para nuestro rey y celebrábamos con alcohol la victoria.
Te conocí allí, llamaste mi atención y juntos bebimos lo suficiente para obnubilar la razón de los dos, te acompañé como un caballero a casa para que nada te pasara, no sabia lo que allí me encontraría.
Me invitaste a entrar, besos, caricias ¿he de proseguir o puedo dejar ahí los indiscretos relatos del tórrido encuentro?
Me mataste, mas no te bastó con eso, si no que me trasformaste en la bestia que hoy soy, desperté a la noche siguiente, solo, manchado de sangre, puedes imaginar lo demás. Sed, mucha sed de sangre, asesinatos por doquier para saciarme...
Afloja el rosario y lo empuja lejos de ella para centrar en mis pardos su roja mirada, gruño rabioso, incapaz de aguantar mas aquel poder que sobre mi ejerce la inmortal.
Aulló quebrado, tengo el poder de aguantar el dolor mas que cualquier otro inmortal, posiblemente porque mi vida en esa “no vida” ha sido complicada, extremadamente, no tuve nadie que me enseñara lo permitido y lo que no, así que todo lo aprendí por las malar.
Caí al suelo apretando la mandíbula, tenso cada musculo de mi cuerpo cuando esta se orilla a mi cuerpo para mirarme, dice que soy de su sangre, eso podía yo mismo haberlo asegurado, pues claro que lo soy, llevo doscientos años buscando darle caza y muerte, intento frustrado frente a los ojos de cientos y la ira es suficiente como para que mis ojos se tornen fuego desafiando los ajenos.
-¿preguntas? -ladeo la sonrisa apartando mi cara de esa mano que con dulzura a tomado mi mentón -no, a no ser que tengas la respuesta a como puedo acabar con tu vida hoy.
Sus ojos me advierten que no haga tonterías, mas la verdad poco me importa perder mi vida en el intento si con ella arraso la ajena, la odio, la odio porque me ha trasformado en un monstruo, porque para mantenerme en pie sajo la vida de otros y aunque siempre fui un guerrero, un mosquetero con fiel manejo del guerrero, antes mataba por defender la corona, mi país y salvar al pueblo de desgraciados que lo oprimían, ahora sin embargo la sed me obnubila y aunque trato de que mis motivos sean nobles, no puedo evitar en ocasiones dejarme llevar por el hambre.
Odio lo que soy, he vivido mas de lo debido y ahora arrancare de su pecho ese corazón que fue mi perdición.
Raudo introduzco mi mano en su esternón, casi puedo notar su cara de sorpresa, mas no cuento con que su fuerza supera con creces la mía y poco o nada le cuesta impedir de nuevo ese salvaje ataque que demuestra lo poco que la temo.
Rujo con violencia al sentirme inmovilizado por la cárcel de su cuerpo.
Recuerdo esta escena mas excitante cuando yo era un humano -escupo contra sus labios cada palabra con un claro enfado -te mataré, juro ante dios que lo haré, así que si yo fuera tu acabaría con lo que empezaste hace doscientos años pues si me dejas vivo no tendrás descanso en este mundo ni en los venideros, te perseguiré y acabare contigo aunque eso haga que ambos ardamos en las llamas del infierno.
Quizás no estaba en poder de amenazar a nadie, pues su fuerza superaba la mía y eso que yo no era endeble precisamente, claro que ella era mucho mas vieja, milenaria posiblemente y eso le daba ciertos poderes de los que yo no gozaba.
Ahora quería que le refrescara la mente, no me recordaba mientras yo vivía obsesionado con su imagen.
-París, una noche en una taberna, yo bebía con mis compañeros mosqueteros, habíamos venido de una revuelta que aplacamos para nuestro rey y celebrábamos con alcohol la victoria.
Te conocí allí, llamaste mi atención y juntos bebimos lo suficiente para obnubilar la razón de los dos, te acompañé como un caballero a casa para que nada te pasara, no sabia lo que allí me encontraría.
Me invitaste a entrar, besos, caricias ¿he de proseguir o puedo dejar ahí los indiscretos relatos del tórrido encuentro?
Me mataste, mas no te bastó con eso, si no que me trasformaste en la bestia que hoy soy, desperté a la noche siguiente, solo, manchado de sangre, puedes imaginar lo demás. Sed, mucha sed de sangre, asesinatos por doquier para saciarme...
Ilhan Baudin- Vampiro Clase Alta
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Re: Notre Père qui es aux cieux ...
Simple rechazo de su contacto, y palabras de despreció. Ella detiene su dolor, pero no permite que se mueva ni un ápice, mantiene su musculatura tensa y relativamente paralizada.
Un quejido entre sus labios de dolor, al sentir como sus dedos penetran la piel de su pecho, su corazón tan humano late con fuerza y no puede evitar sorprenderse.
Pero ella es rauda, y mucho más fuerte que él. Aquel inmortal no tiene ni la mitad de tiempo de vida ni experiencia que ella tiene, y sumémosle que tiene otros factores a su favor que no va permitir que fuera fácilmente. Ella ya lo intento en el pasado, intento acabar con su propia vida sin demasiado éxito. El “otro” se asegura de que esto no ocurra, el “otro” siempre esta vigilante.
Es peligroso, esta desatado y no le importa perder la vida si se lleva por delante la de esta.
Su cuerpo es cárcel de piel y huesos que lo estampa contra el suelo, sus cabellos azabaches se derraman contra su rostro. Ella se sube a horcajadas sobre él, más sus manos con fuerza se aferran a sus muñecas, sus ojos son rubí y lo observan como si buscase descifrar un misterio oculto. ¿Cómo es posible haber creado un vástago y no recordarlo?
Ella era perfeccionista y muy cuidadosa en ese sentido, no concede el don de las tinieblas con tanta facilidad, no cree que le es merecido a cualquiera
Más si recuerda hace doscientos años, un París donde ella era un ser decadente y desatado, que se dejaba empujar de un lado para otro sin rumbo ni razón ni escrúpulos ni control. ¿Un accidente acaso? ¿Cómo había ocurrido? Siempre tenía cuidado.
-No me matarás, no puedes… Así empieza a hacerte a la idea. Ni puedo yo mismo acabar con mi vida, lo vas a hacer tú… -Le afirma con gesto indiferente por su atrevimiento, a pesar de que sus ojos rojos muestran excitación su actitud es calma y paciente. - ¿Más excitante? ¿Conseguiste acaso colarte entre mis piernas? Debe ser eso… Espero que esto no sea por despecho.
Ladeo una sonrisa peligrosa, y su aliento impacto contra el ajeno, sus pestañas aletearon con sensualidad mientras escuchaba su historia. Sus movimientos son felinos casi, lo observa al detalle, y parece casi olisquearle buscando respuestas que no termina de encontrar, aunque sabe que hay una manera.
-Celebración… Alcohol… Y hace doscientos años. Mmm… - Se queda pensativa, su nariz casi acaricia la ajena, puede sentir el aroma de su propia sangre latiendo en aquel hombre. Ya empieza a verlo claro, esa mezcla de alcohol y ganas de masacre una mala combinación para crear un ser vengativo como aquel accidentalmente. ¿O acaso deseaba un compañero, pero pensó que no tuvo éxito? ¿Qué era de ella en ese entonces? Solo deseaba olvidar eso sí… Y perdía mucho los papeles. -Besos… -Sus labios roza superficialmente los ajenos, su voz se torna apetecible y voluptuosa. -Caricias… -Repite sus propias palabras con aquel susurro, mientras sus labios siguen paseándose por su piel, sus mejillas, su cuello. -Podrías proseguir… Pero es más fácil hacerlo de otro modo…
Su menudo cuerpo se aprieta contra el suyo con la fuerza atronadora, no le regala oportunidad casi de resistirse cuando sus colmillos penetras su piel fría y ella empieza a beber de su sangre.
Al fin y al cabo, es su modo de vida, es una aberración ante los ojos de quien la ve. Es una caníbal en su especie, y solo se alimenta de ese modo tras descubrir la calma que produce su sed, y el efecto de devolverle un tanto de su humanidad.
Su sangre estalla en su garganta calmándola, hay dolor y placer, mientras sus labios paladean contra su piel.
Y ahí lo ve levemente, ve ese recuerdo suyo y también que debería ser suyo, pero que le gusta recordar.
Las risas, el alcohol, la mente turbada y sin razón, él se comporta, al fin y al cabo. Todo un caballero que trata a una dama y a ella le gusta ese juego elegante, no todos los hombres son así en ese tiempo, ni gastan esos modales. Le gusta, y piensa, ¿por qué no? Lo enreda entre sus piernas pronto y veloz perdiendo toda cordura y razón, su cuerpo le regala un mundo desconocido para él, ella lo atrapa con su propia sangre, sabe que darle sangre a otro mortal por tiempo habitual lo enlaza a ella y lo convierte en esclavo, lo desea para ella. Solo lo conoce de unas horas, pero lo quiere, es un pequeño capricho que puede darse… Él bebe de ella, hay éxtasis, pero… Le vuelve a pasar, pierde el control, esa bestia la domina y no sabe detenerse y acaba con todo, lo destroza sin piedad, lo deja carente de todo. Otro cadáver, otro fallo… Le da por muerto. Se marcha. Otro error, otro pesar que es mejor olvidar.
Visión que se apaga, ella lo acaba de agotar dejándole casi seco de sangre. Les mira a los ojos, y entiende el porqué de su venganza.
-Duerme… -Le dice, y él debe sentir dolor en sus sienes, porque lo deja inconsciente para llevarse junto a ella. No es lugar adecuado, no lo quiere fuerte, y si puede tenerlo bien atado con cadenas y mejor.
Un quejido entre sus labios de dolor, al sentir como sus dedos penetran la piel de su pecho, su corazón tan humano late con fuerza y no puede evitar sorprenderse.
Pero ella es rauda, y mucho más fuerte que él. Aquel inmortal no tiene ni la mitad de tiempo de vida ni experiencia que ella tiene, y sumémosle que tiene otros factores a su favor que no va permitir que fuera fácilmente. Ella ya lo intento en el pasado, intento acabar con su propia vida sin demasiado éxito. El “otro” se asegura de que esto no ocurra, el “otro” siempre esta vigilante.
Es peligroso, esta desatado y no le importa perder la vida si se lleva por delante la de esta.
Su cuerpo es cárcel de piel y huesos que lo estampa contra el suelo, sus cabellos azabaches se derraman contra su rostro. Ella se sube a horcajadas sobre él, más sus manos con fuerza se aferran a sus muñecas, sus ojos son rubí y lo observan como si buscase descifrar un misterio oculto. ¿Cómo es posible haber creado un vástago y no recordarlo?
Ella era perfeccionista y muy cuidadosa en ese sentido, no concede el don de las tinieblas con tanta facilidad, no cree que le es merecido a cualquiera
Más si recuerda hace doscientos años, un París donde ella era un ser decadente y desatado, que se dejaba empujar de un lado para otro sin rumbo ni razón ni escrúpulos ni control. ¿Un accidente acaso? ¿Cómo había ocurrido? Siempre tenía cuidado.
-No me matarás, no puedes… Así empieza a hacerte a la idea. Ni puedo yo mismo acabar con mi vida, lo vas a hacer tú… -Le afirma con gesto indiferente por su atrevimiento, a pesar de que sus ojos rojos muestran excitación su actitud es calma y paciente. - ¿Más excitante? ¿Conseguiste acaso colarte entre mis piernas? Debe ser eso… Espero que esto no sea por despecho.
Ladeo una sonrisa peligrosa, y su aliento impacto contra el ajeno, sus pestañas aletearon con sensualidad mientras escuchaba su historia. Sus movimientos son felinos casi, lo observa al detalle, y parece casi olisquearle buscando respuestas que no termina de encontrar, aunque sabe que hay una manera.
-Celebración… Alcohol… Y hace doscientos años. Mmm… - Se queda pensativa, su nariz casi acaricia la ajena, puede sentir el aroma de su propia sangre latiendo en aquel hombre. Ya empieza a verlo claro, esa mezcla de alcohol y ganas de masacre una mala combinación para crear un ser vengativo como aquel accidentalmente. ¿O acaso deseaba un compañero, pero pensó que no tuvo éxito? ¿Qué era de ella en ese entonces? Solo deseaba olvidar eso sí… Y perdía mucho los papeles. -Besos… -Sus labios roza superficialmente los ajenos, su voz se torna apetecible y voluptuosa. -Caricias… -Repite sus propias palabras con aquel susurro, mientras sus labios siguen paseándose por su piel, sus mejillas, su cuello. -Podrías proseguir… Pero es más fácil hacerlo de otro modo…
Su menudo cuerpo se aprieta contra el suyo con la fuerza atronadora, no le regala oportunidad casi de resistirse cuando sus colmillos penetras su piel fría y ella empieza a beber de su sangre.
Al fin y al cabo, es su modo de vida, es una aberración ante los ojos de quien la ve. Es una caníbal en su especie, y solo se alimenta de ese modo tras descubrir la calma que produce su sed, y el efecto de devolverle un tanto de su humanidad.
Su sangre estalla en su garganta calmándola, hay dolor y placer, mientras sus labios paladean contra su piel.
Y ahí lo ve levemente, ve ese recuerdo suyo y también que debería ser suyo, pero que le gusta recordar.
Las risas, el alcohol, la mente turbada y sin razón, él se comporta, al fin y al cabo. Todo un caballero que trata a una dama y a ella le gusta ese juego elegante, no todos los hombres son así en ese tiempo, ni gastan esos modales. Le gusta, y piensa, ¿por qué no? Lo enreda entre sus piernas pronto y veloz perdiendo toda cordura y razón, su cuerpo le regala un mundo desconocido para él, ella lo atrapa con su propia sangre, sabe que darle sangre a otro mortal por tiempo habitual lo enlaza a ella y lo convierte en esclavo, lo desea para ella. Solo lo conoce de unas horas, pero lo quiere, es un pequeño capricho que puede darse… Él bebe de ella, hay éxtasis, pero… Le vuelve a pasar, pierde el control, esa bestia la domina y no sabe detenerse y acaba con todo, lo destroza sin piedad, lo deja carente de todo. Otro cadáver, otro fallo… Le da por muerto. Se marcha. Otro error, otro pesar que es mejor olvidar.
Visión que se apaga, ella lo acaba de agotar dejándole casi seco de sangre. Les mira a los ojos, y entiende el porqué de su venganza.
-Duerme… -Le dice, y él debe sentir dolor en sus sienes, porque lo deja inconsciente para llevarse junto a ella. No es lugar adecuado, no lo quiere fuerte, y si puede tenerlo bien atado con cadenas y mejor.
Lakme- Vampiro Clase Alta
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Re: Notre Père qui es aux cieux ...
Su menudo cuerpo de carne y huesos apresa el mio con una fuerza sin igual, la siento pensativa, como si mis esfuerzos por destruirla no tuvieran el mayor interés para ella, nariz que rozo la ajena mientras elevo la mandíbula desafiante, algo que no ayuda pues son ahora sus labios los que de forma atronadora rozan los propios con palabras que me asquean.
Relamo mis labios de forma instintiva mientras recuerdo con demasiada exactitud esa noche en la que su boca me sentenció a muerte.
Parece que disfruta con cada roce, su voz se vuelve atrapante, casi un ronroneo que repite contra mis labios mis propias palabras claro que ahora cargadas de sentido.
Gruño apretando los dientes, la mandíbula se cuadricula y mi mirada roja como el mismo fuego la desafía.
No le daré el placer de creerse con derecho a tomar de mi lo que quiera, pues cuando lo hizo solo era un humano ebrio, ahora ni soy humano, ni estoy ebrio.
Aunque es cierto que mi virilidad se alza golpeando su vientre.
-No te entusiasmes, me pondría cualquier mujerzuela de tres al cuarto que frotara su sexo contra el mio, soy un hombre al fin y al cabo -le recuerdo hundiendo en ella mis pardos.
Su cuerpo se aprieta con saña contra el mio, trato de zafarme, mas es inútil, sus colmillos se hunden depredadores en mi yugular, entreabro los labios y dejo que un jadeo escapé de mi garganta, extraño dolor y placer que pronto nublan mi mirada por la perdida de sangre.
Su cuerpo se remueve contra el mio, sintiendo la tensión de cada parte de mi, hasta que poco a poco aflojan mis músculos y con ellos mi mente se emborrona.
Ojos que se achican, las luces de la lampara de araña quiebran frente a ellos, trato de mantenerme despierto, mas apenas oigo el ruido de la gente de mi alrededor.
Finalmente oscuridad y silencio.
Abro los ojos en un recinto bien distinto al antro en el que me encontraba antes de ser mordido por mi “sire”
Aun me cuesta mantenerme despierto, me siento débil y sumamente hambriento. La garganta me arde, fuego en mi cuerpo, la boca seca y los pies que no me sujetan.
Mis manos prenden de sendos grilletes encadenados del techo, mis muñecas sangran por el hierro hundido en ellas mientras yo trato de centrarme en una escapatoria que me de la oportunidad de matar a mi presa.
Estoy en una mazmorra, la piedra gris cubre la estancia, los barrotes de la cárcel son de acero forjado, anchos, posiblemente preparados para mantener sin riesgo a todo ser de la noche incluido licantropos
Frente a mi una silla, esta vacía, mas pronto siento los rápidos pasos de alguien que no tardo en identificar como la portadora de mi mal bajar por las escaleras de piedra que conducen a mi improvisada prisión.
Abre la puerta con unas pesadas llaves de hierro y se adentra en la cámara como si nada hubiera sucedido, su sonrisa es ladina y mi mirada aun turbia por la sed y debilidad se hunde en sus pardos tirando de las cadenas con rabia para mostrar aunque solo sea mi malestar.
-Mátame porque nada vs a conseguir de este vástago, mi odio por ti supera el amor que todo “chiquillo” tiene hacia su creador, mátame juro ante mi dios que a la menos oportunidad que tenga clavaré una estaca en tu pecho.
Relamo mis labios de forma instintiva mientras recuerdo con demasiada exactitud esa noche en la que su boca me sentenció a muerte.
Parece que disfruta con cada roce, su voz se vuelve atrapante, casi un ronroneo que repite contra mis labios mis propias palabras claro que ahora cargadas de sentido.
Gruño apretando los dientes, la mandíbula se cuadricula y mi mirada roja como el mismo fuego la desafía.
No le daré el placer de creerse con derecho a tomar de mi lo que quiera, pues cuando lo hizo solo era un humano ebrio, ahora ni soy humano, ni estoy ebrio.
Aunque es cierto que mi virilidad se alza golpeando su vientre.
-No te entusiasmes, me pondría cualquier mujerzuela de tres al cuarto que frotara su sexo contra el mio, soy un hombre al fin y al cabo -le recuerdo hundiendo en ella mis pardos.
Su cuerpo se aprieta con saña contra el mio, trato de zafarme, mas es inútil, sus colmillos se hunden depredadores en mi yugular, entreabro los labios y dejo que un jadeo escapé de mi garganta, extraño dolor y placer que pronto nublan mi mirada por la perdida de sangre.
Su cuerpo se remueve contra el mio, sintiendo la tensión de cada parte de mi, hasta que poco a poco aflojan mis músculos y con ellos mi mente se emborrona.
Ojos que se achican, las luces de la lampara de araña quiebran frente a ellos, trato de mantenerme despierto, mas apenas oigo el ruido de la gente de mi alrededor.
Finalmente oscuridad y silencio.
Abro los ojos en un recinto bien distinto al antro en el que me encontraba antes de ser mordido por mi “sire”
Aun me cuesta mantenerme despierto, me siento débil y sumamente hambriento. La garganta me arde, fuego en mi cuerpo, la boca seca y los pies que no me sujetan.
Mis manos prenden de sendos grilletes encadenados del techo, mis muñecas sangran por el hierro hundido en ellas mientras yo trato de centrarme en una escapatoria que me de la oportunidad de matar a mi presa.
Estoy en una mazmorra, la piedra gris cubre la estancia, los barrotes de la cárcel son de acero forjado, anchos, posiblemente preparados para mantener sin riesgo a todo ser de la noche incluido licantropos
Frente a mi una silla, esta vacía, mas pronto siento los rápidos pasos de alguien que no tardo en identificar como la portadora de mi mal bajar por las escaleras de piedra que conducen a mi improvisada prisión.
Abre la puerta con unas pesadas llaves de hierro y se adentra en la cámara como si nada hubiera sucedido, su sonrisa es ladina y mi mirada aun turbia por la sed y debilidad se hunde en sus pardos tirando de las cadenas con rabia para mostrar aunque solo sea mi malestar.
-Mátame porque nada vs a conseguir de este vástago, mi odio por ti supera el amor que todo “chiquillo” tiene hacia su creador, mátame juro ante mi dios que a la menos oportunidad que tenga clavaré una estaca en tu pecho.
Ilhan Baudin- Vampiro Clase Alta
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Re: Notre Père qui es aux cieux ...
¿Si él supiera que aquella habitación no era una mazmorra real? Si no un cuarto de juegos dentro del otro de los clubes de Lucciano, aquello perdería toda la seriedad que tenía.
La inmortal baja las escaleras paseando entre sus dedos aquellas ruidosas llaves que deja caer al suelo. Se había cambiado deshaciéndose de aquellas máquinas de torturas, ahora vestía cómodamente y hacía soltado sus cabellos. Fuera había amanecido, y el club estaba vacío y cerrado. Solo quedaban ambos en aquel edificio, todo para ellos solos.
No dice nada, le dedica una sonrisa confiada. Sabe mejor que nadie el que va a salir perdiendo es aquel vástago. Ella podría acabar con su vida en un abrir y cerrar de ojos, pero lo veo como un igual, y se muere de curiosidad.
La cadena le retiene hasta el tope, y ella juega con esa ventaja jugando con una distancia prudencial al principio. Luego se acerca, sabe que está débil, pero no lo suficiente.
Su odio es latente, Lakme asume que le ha jodido bien la vida. Mejor que ella para saber lo que es un abandono, así comenzó su no-vida y ella aún sigue con la búsqueda de su “Sire”. Sabe lo que es estar perdido, sin saber lo que ha ocurrido, aprender de cero “qué eres”.
Ella aprendió del ensayo y error, la luz del sol la quemo enumerarle veces, la sed la convirtió en un monstruo acabando con todo lo que amaba, y luego… Que más ejemplo personificado que aquel que tenía frente a ella. Otro error. ¿Redimirse? ¿Debía? La había cagado, época de demasiado alcohol, decadencia y desesperación… Le había llevado a volver a intentarlo, sin medir con frialdad. Un compañero
No sabía cómo funcionaba exactamente en ese principio, y lo había evitado demasiado tiempo, pero en su estado solo había una manera de terminar con aquella soledad. Habían sido muchos cadáveres a sus espaldas, muy temor y pérdida… Su primer éxito, Valder, o como se hacía llamar ahora Lucciano Vecchio, su obra maestra. Un humano que sería el perfecto inmortal, y luego “ella”, pero lo suyo fue un error, hace cuatro años, un trato. Y luego aquel vació que le costaba recordar, un vacío que tenía frente a sus ojos.
Su mano rozo su rostro, sujeta su barbilla a pesar de que éste rechaza su contacto. - ¿Qué vería en ti en ese momento para volver a intentarlo tan precipitadamente? -Sus ojos se entrecierran, se hace pregunta en voz alta a sí misma, busca respuesta en los ojos ajenos. -Nadie va a morir, al menos hoy. -Dedos que se pasean entre los cabellos de él con dulzura, luego se aferran con fuerza para obligarle a alzar su rostro al que se enfrenta. -Te suelto esas cadenas, consigues acabar con mi vida… ¿Y luego que esperas?
La inmortal baja las escaleras paseando entre sus dedos aquellas ruidosas llaves que deja caer al suelo. Se había cambiado deshaciéndose de aquellas máquinas de torturas, ahora vestía cómodamente y hacía soltado sus cabellos. Fuera había amanecido, y el club estaba vacío y cerrado. Solo quedaban ambos en aquel edificio, todo para ellos solos.
No dice nada, le dedica una sonrisa confiada. Sabe mejor que nadie el que va a salir perdiendo es aquel vástago. Ella podría acabar con su vida en un abrir y cerrar de ojos, pero lo veo como un igual, y se muere de curiosidad.
La cadena le retiene hasta el tope, y ella juega con esa ventaja jugando con una distancia prudencial al principio. Luego se acerca, sabe que está débil, pero no lo suficiente.
Su odio es latente, Lakme asume que le ha jodido bien la vida. Mejor que ella para saber lo que es un abandono, así comenzó su no-vida y ella aún sigue con la búsqueda de su “Sire”. Sabe lo que es estar perdido, sin saber lo que ha ocurrido, aprender de cero “qué eres”.
Ella aprendió del ensayo y error, la luz del sol la quemo enumerarle veces, la sed la convirtió en un monstruo acabando con todo lo que amaba, y luego… Que más ejemplo personificado que aquel que tenía frente a ella. Otro error. ¿Redimirse? ¿Debía? La había cagado, época de demasiado alcohol, decadencia y desesperación… Le había llevado a volver a intentarlo, sin medir con frialdad. Un compañero
No sabía cómo funcionaba exactamente en ese principio, y lo había evitado demasiado tiempo, pero en su estado solo había una manera de terminar con aquella soledad. Habían sido muchos cadáveres a sus espaldas, muy temor y pérdida… Su primer éxito, Valder, o como se hacía llamar ahora Lucciano Vecchio, su obra maestra. Un humano que sería el perfecto inmortal, y luego “ella”, pero lo suyo fue un error, hace cuatro años, un trato. Y luego aquel vació que le costaba recordar, un vacío que tenía frente a sus ojos.
Su mano rozo su rostro, sujeta su barbilla a pesar de que éste rechaza su contacto. - ¿Qué vería en ti en ese momento para volver a intentarlo tan precipitadamente? -Sus ojos se entrecierran, se hace pregunta en voz alta a sí misma, busca respuesta en los ojos ajenos. -Nadie va a morir, al menos hoy. -Dedos que se pasean entre los cabellos de él con dulzura, luego se aferran con fuerza para obligarle a alzar su rostro al que se enfrenta. -Te suelto esas cadenas, consigues acabar con mi vida… ¿Y luego que esperas?
Lakme- Vampiro Clase Alta
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Re: Notre Père qui es aux cieux ...
La inmortal se pasea frente mis ojos como si fuera una pantera acechando a su presa. Enarcó una ceja cuando acorta la distancia lo suficiente como para tocar mi pelo, lo acaricia como si yo solo fuera un niño y ella la dueña de mi destino, se equivoca conmigo, puede que su sangre fluya por mis venas como lo haría la de una madre, mas yo no le tengo ese aprecio que los vástagos sienten por su “sire” y si en algún recóndito lugar de mi corazón en algún momento estuvo, ahora es cenizas que se alejan de el plagadas de resentimiento.
-Te odio -fue todo lo que logré que escapara de mis labios cuando sus ojos se cernieron sobre mis pardos.
Tenia sed, mas me esforcé en no mostrar mi debilidad en ese momento, antes de inmortal fui mosquetero y conocía como funcionaban las torturas para lograr lo que quieres del prisionero. Hay que llevarlo al borde de la desesperación mostrarle un mundo sin salida donde solo si te obedece puede salir con vida.
Mas en algo fallaba su plan, yo no deseaba salir con vida por eso ladeé mi sonrisa frente a su siguiente pregunta esa que vino acompañada de un tirón de pelo que me forzó a enfrentarla.
Ojos rojos como el fuego, llameantes y cargados de rabia se hundieron en sus pardos mas no borré esa sonrisa ladeada que sabia le irritaba.
-No me trates como a un necio, no lo soy ¿después de tu muerte que? Acaso crees que me importa lo que viene después?
Relamí mis labios resecos frente a sus ojos
-Después de la venganza solo hay vació Lakme, solo eso.
Yo quería llegar a ese vació, porque ahora lo único que motivaba a mi no vida era acabar con la suya y ahí residía mi fuerza y mi debilidad todo en una. ¿Después? ¿que importaba? Supongo que después vendría contemplar un bonito amanecer.
Había aprendido todo por medio del prueba y error. Lo perdí todo, desde que desperté convertido en monstruo, no me quedo nada mas que esta sed que me devoraba por dentro y la muerte que iba sembrando a mi paso.
Nadie se apiadó de mi, vagué por las calles en busca de esa “sire” que me abandonó porque al parecer y por lo que ahora decía iba demasiado borracha para recordarme.
Dejé escapar una carcajada, mira que había imaginado motivos por los que me dejó tirado, muchos y de toda índole, desde que yo no era suficiente para ella hasta que era una loca que iba haciendo “chiquillos” para que murieran desvalidos por propia diversión, mas nunca hubiera supuesto que el motivo era una borrachera épica y que me dio por muerto.
Negué con la cabeza contemplándola fijamente, no podía evitar reír, quizás ella no lo entendiera, mas mi desasosiego me llevaba a un punto en el que nada mas que su muerte tenia sentido.
-Te odio -repetí desafiante -no se cual es tu plan, pero si esperas mi perdón, llegas doscientos años tarde.
-Te odio -fue todo lo que logré que escapara de mis labios cuando sus ojos se cernieron sobre mis pardos.
Tenia sed, mas me esforcé en no mostrar mi debilidad en ese momento, antes de inmortal fui mosquetero y conocía como funcionaban las torturas para lograr lo que quieres del prisionero. Hay que llevarlo al borde de la desesperación mostrarle un mundo sin salida donde solo si te obedece puede salir con vida.
Mas en algo fallaba su plan, yo no deseaba salir con vida por eso ladeé mi sonrisa frente a su siguiente pregunta esa que vino acompañada de un tirón de pelo que me forzó a enfrentarla.
Ojos rojos como el fuego, llameantes y cargados de rabia se hundieron en sus pardos mas no borré esa sonrisa ladeada que sabia le irritaba.
-No me trates como a un necio, no lo soy ¿después de tu muerte que? Acaso crees que me importa lo que viene después?
Relamí mis labios resecos frente a sus ojos
-Después de la venganza solo hay vació Lakme, solo eso.
Yo quería llegar a ese vació, porque ahora lo único que motivaba a mi no vida era acabar con la suya y ahí residía mi fuerza y mi debilidad todo en una. ¿Después? ¿que importaba? Supongo que después vendría contemplar un bonito amanecer.
Había aprendido todo por medio del prueba y error. Lo perdí todo, desde que desperté convertido en monstruo, no me quedo nada mas que esta sed que me devoraba por dentro y la muerte que iba sembrando a mi paso.
Nadie se apiadó de mi, vagué por las calles en busca de esa “sire” que me abandonó porque al parecer y por lo que ahora decía iba demasiado borracha para recordarme.
Dejé escapar una carcajada, mira que había imaginado motivos por los que me dejó tirado, muchos y de toda índole, desde que yo no era suficiente para ella hasta que era una loca que iba haciendo “chiquillos” para que murieran desvalidos por propia diversión, mas nunca hubiera supuesto que el motivo era una borrachera épica y que me dio por muerto.
Negué con la cabeza contemplándola fijamente, no podía evitar reír, quizás ella no lo entendiera, mas mi desasosiego me llevaba a un punto en el que nada mas que su muerte tenia sentido.
-Te odio -repetí desafiante -no se cual es tu plan, pero si esperas mi perdón, llegas doscientos años tarde.
Ilhan Baudin- Vampiro Clase Alta
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Re: Notre Père qui es aux cieux ...
Ella puede leer en su gesto ciertos detalles, no hace falta que se meta en su mente. No lo sabe, pero es como un libro abierto, o al menos eso le parece, ya que ve un reflejo de sí misma.
La diferencia es que ella lleva más tiempo que él buscando respuestas, que más que ser resueltas, genera más preguntas; él en cambio no busca respuestas simplemente acabar con su vida, además y ella amaba al hombre que le hizo aquello, que la abandono, pone en duda que su vástago antes de morir sintiese algo por ella, ahora solo puede ver odio.
Nunca se imaginaría que ella fuese a repetir los pasos de su Hacedor, haciéndole aquello al hombre que tenía frente sí.
A pesar de aquella época de decadencia en un pasado, ella siempre había tenido un código con respecto a ciertos aspectos del vampirismo. Y convertir adrede no iba con ella para nada, ya que consideraba casi un acto sagrado.
Lakme borra su sonrisa, cuando él ríe. Es un suicida, su único objetivo en su no-vida, es terminar con la suya y después… Ese vacío del que habla, por mucho sentido que cree que tenga… Ella fue una suicida, es más, él la conoció en aquella época decadente. Lo había intentado varias veces, sin éxito. Al final debía de haber algo de cierto en su destino marcado en una época bien distinta.
Ojos escarlatas encendidos y sedientos, sabía cuál era su estado. Ella se había encargado de mermar sus fuerzas para controlarlo. Al fin y al cabo, tenía un vínculo, y ella no iba a soltarlo tan fácilmente, tampoco esperaba redimirse de algún modo.
-Tú me perteneces al igual que yo te pertenezco, Ilhan. - Le mira confusa, porque estaba segura que él estaba muerto, o al menos eso es lo que sus recuerdos le indicaban -Si en su día intente hacerme contigo, hacerte mi compañero, por mucho alcohol que llevará encima, sería por algo. Crear un vástago es un acto sagrado, no regalo mi sangre adrede… Y más la mía, que no es la de cualquiera. -Su mirada se desvía por un momento.
De nuevo vuelve a agarrar sus cabellos con fuerza y le obliga a plantar su rostro frente al suyo con dureza, de la comisura de los labios de Lakme comienzan a fluir aquellos ríos de rubíes que es su propia sangre venida de aquella lengua que desgarra. Ojos pardos que ahora son peligroso escarlata. Su boca de pega a la de él y le obliga en forma de aquella especie de beso a beber la cantidad que ella bien controla en su boca. No le dará mucho, no quiere darle fuerzas, más no quiere que muera de hambre tampoco. Sabe que por mucho que se resista, su sed puede con él, su lengua se abre paso por su boca y roza la ajena alimentándole como si fuese un polluelo.
Su sangre no es solo alimento, su sangre son recuerdos. Para ella compartir aquello, es como regalarle algo demasiado íntimo, porque él puede ver una parte de ella, más evoca el recuerdo de su cadáver inerte, y los días venideros donde ella pensó que de nuevo todo había fallado dolorosamente y más…
-No quiero tu perdón, es más… No sé qué quiero de ti. -Jadeante ella retira su boca de la ajena, y con el dorso de su mano limpia sus labios. -Debería matarte, ahora eres como un animal gravemente herido. Volveré en un rato.
La diferencia es que ella lleva más tiempo que él buscando respuestas, que más que ser resueltas, genera más preguntas; él en cambio no busca respuestas simplemente acabar con su vida, además y ella amaba al hombre que le hizo aquello, que la abandono, pone en duda que su vástago antes de morir sintiese algo por ella, ahora solo puede ver odio.
Nunca se imaginaría que ella fuese a repetir los pasos de su Hacedor, haciéndole aquello al hombre que tenía frente sí.
A pesar de aquella época de decadencia en un pasado, ella siempre había tenido un código con respecto a ciertos aspectos del vampirismo. Y convertir adrede no iba con ella para nada, ya que consideraba casi un acto sagrado.
Lakme borra su sonrisa, cuando él ríe. Es un suicida, su único objetivo en su no-vida, es terminar con la suya y después… Ese vacío del que habla, por mucho sentido que cree que tenga… Ella fue una suicida, es más, él la conoció en aquella época decadente. Lo había intentado varias veces, sin éxito. Al final debía de haber algo de cierto en su destino marcado en una época bien distinta.
Ojos escarlatas encendidos y sedientos, sabía cuál era su estado. Ella se había encargado de mermar sus fuerzas para controlarlo. Al fin y al cabo, tenía un vínculo, y ella no iba a soltarlo tan fácilmente, tampoco esperaba redimirse de algún modo.
-Tú me perteneces al igual que yo te pertenezco, Ilhan. - Le mira confusa, porque estaba segura que él estaba muerto, o al menos eso es lo que sus recuerdos le indicaban -Si en su día intente hacerme contigo, hacerte mi compañero, por mucho alcohol que llevará encima, sería por algo. Crear un vástago es un acto sagrado, no regalo mi sangre adrede… Y más la mía, que no es la de cualquiera. -Su mirada se desvía por un momento.
De nuevo vuelve a agarrar sus cabellos con fuerza y le obliga a plantar su rostro frente al suyo con dureza, de la comisura de los labios de Lakme comienzan a fluir aquellos ríos de rubíes que es su propia sangre venida de aquella lengua que desgarra. Ojos pardos que ahora son peligroso escarlata. Su boca de pega a la de él y le obliga en forma de aquella especie de beso a beber la cantidad que ella bien controla en su boca. No le dará mucho, no quiere darle fuerzas, más no quiere que muera de hambre tampoco. Sabe que por mucho que se resista, su sed puede con él, su lengua se abre paso por su boca y roza la ajena alimentándole como si fuese un polluelo.
Su sangre no es solo alimento, su sangre son recuerdos. Para ella compartir aquello, es como regalarle algo demasiado íntimo, porque él puede ver una parte de ella, más evoca el recuerdo de su cadáver inerte, y los días venideros donde ella pensó que de nuevo todo había fallado dolorosamente y más…
-No quiero tu perdón, es más… No sé qué quiero de ti. -Jadeante ella retira su boca de la ajena, y con el dorso de su mano limpia sus labios. -Debería matarte, ahora eres como un animal gravemente herido. Volveré en un rato.
Lakme- Vampiro Clase Alta
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Re: Notre Père qui es aux cieux ...
El agarre de la inmortal flojea cuando escucha mis palabras acompañadas de esa risa vacía, casi sádica. Imagino que no tarda en darse cuenta de que ella es el único motivo de que siga poblando este mundo con mi inhumana presencia.
La odio hasta ese punto, hasta convertirse en mi obsesión, ella me arrebato la vida, lo mas importante que tiene un hombre, jugó a ser dios, me despojó de toda razón, humanidad y me trasformó en el monstruo que soy hoy.
Ahora solo tengo una misión, acabar con ella para que nadie mas sufra lo que yo.
Mis ojos rojos como el fuego se hunden en los ajenos, no solo tengo hambre, si no una voraz rabia que consume mi cuerpo.
Ella asegura que mutuamente nos pertenecemos, de nuevo mi risa invade la estancia tras escuchar esas palabras que en mi mente se trasforman en una verdad a medias.
-En mi solo viste a un hombre que se coló hambriento entre tus piernas, admito que soy buen amante -dije con cierta ironía en mi voz -deja de torturarte, estabas ebria y con ganas de fiesta, yo te la proporcioné con creces, en lo mio soy el mejor -añadí con altivez.
Aparta su mirada por un instante, mas pronto se recompone tirando de nuevo de mi peo para forzarme a enfrentar nuestras ardientes miradas.
Mis ojos bajan hasta sus labios, no solo por lo apetecibles que en las distancias cortas me resultan, si no porque el carmesí brota de ellos, jadeo al sentir su olor, casi puedo paladear el sustento que me permite mantenerme en pie, ese del que soy fiel esclavo.
Su boca contra la mía, mi lengua en un principio se retrae, no quiero ceder a mis deseos, intento mantenerme firme ante una mujer que durante dos centenas me ha robado el sueño, mas finalmente mis labios acarician los ajenos, bebo de ellos colisionando nuestras lenguas con desprecio y anhelo.
Mezcla de sentimientos encontrados cuando cierro los ojos dejándome llevar por aquel torrente eléctrico.
Gruño ebrio de ella, necesitado de mas, aunque ella me mesura la cantidad, jadeo buscando mas cuando se retira dejando mi boca entreabierta, mi pecho subiendo y bajando y mi miembro completamente erguido.
Me relamo encolerizado por haber cedido a mis deseos mas ocultos, mi mirada se alza roja, sedienta de mas y ella me vuelve a abandonar como si ese fuera mi nuevo castigo por pecar.
-¡Maldita seas! -rujo al sentirme con nuevas fuerzas -no estoy herido, estoy muerto -corrijo con asco en mi voz.
Alzó la mirada, ahora que la sed no es tan abismal, soy capaz de centrarme y trazar un buen plan.
Las cadenas colgadas en el techo lo hacen sobre una viga que mantiene la estructura.
Me balanceo con los pies y con fuerza voy alzando ligeramente mi cuerpo logrando que estas corran a través de ella, tras cuatro buenos meneos caigo al suelo, las cadenas conmigo, ladeo la sonrisa, no tardo en encontrar un gancho de hierro en el que trato de forzar los eslabones para quedar libre de cadenas aunque no de grilletes.
De nuevo escucho pasos, me escondo en la penumbra de una pared, silencio sepulcral de la bestia acechante esperando a su victima que no tarda en hacer acto de presencia buscando mi cuerpo colgar.
Como un depredador me abalanzo de nuevo sobre ella, las cadenas se enredan en su cuello tiro de estas ahogándola, aprieto con fuerza sediento de arrancar su vida a la vez que su cabeza, mas su sangre aun fluye por mis venas, las imágenes se suceden de nuevo en mi cabeza, mi mano tiembla, recuerdo la noche, los besos, las caricias, mis embestidas, casi puedo sentirme dentro de ella y como me ataca, me muerde y me da por muerto con el dolor que eso implica en una “ Sire” no hay perdón por mi parte, pero si un momento de debilidad que ella aprovecha con suma agilidad.
La odio hasta ese punto, hasta convertirse en mi obsesión, ella me arrebato la vida, lo mas importante que tiene un hombre, jugó a ser dios, me despojó de toda razón, humanidad y me trasformó en el monstruo que soy hoy.
Ahora solo tengo una misión, acabar con ella para que nadie mas sufra lo que yo.
Mis ojos rojos como el fuego se hunden en los ajenos, no solo tengo hambre, si no una voraz rabia que consume mi cuerpo.
Ella asegura que mutuamente nos pertenecemos, de nuevo mi risa invade la estancia tras escuchar esas palabras que en mi mente se trasforman en una verdad a medias.
-En mi solo viste a un hombre que se coló hambriento entre tus piernas, admito que soy buen amante -dije con cierta ironía en mi voz -deja de torturarte, estabas ebria y con ganas de fiesta, yo te la proporcioné con creces, en lo mio soy el mejor -añadí con altivez.
Aparta su mirada por un instante, mas pronto se recompone tirando de nuevo de mi peo para forzarme a enfrentar nuestras ardientes miradas.
Mis ojos bajan hasta sus labios, no solo por lo apetecibles que en las distancias cortas me resultan, si no porque el carmesí brota de ellos, jadeo al sentir su olor, casi puedo paladear el sustento que me permite mantenerme en pie, ese del que soy fiel esclavo.
Su boca contra la mía, mi lengua en un principio se retrae, no quiero ceder a mis deseos, intento mantenerme firme ante una mujer que durante dos centenas me ha robado el sueño, mas finalmente mis labios acarician los ajenos, bebo de ellos colisionando nuestras lenguas con desprecio y anhelo.
Mezcla de sentimientos encontrados cuando cierro los ojos dejándome llevar por aquel torrente eléctrico.
Gruño ebrio de ella, necesitado de mas, aunque ella me mesura la cantidad, jadeo buscando mas cuando se retira dejando mi boca entreabierta, mi pecho subiendo y bajando y mi miembro completamente erguido.
Me relamo encolerizado por haber cedido a mis deseos mas ocultos, mi mirada se alza roja, sedienta de mas y ella me vuelve a abandonar como si ese fuera mi nuevo castigo por pecar.
-¡Maldita seas! -rujo al sentirme con nuevas fuerzas -no estoy herido, estoy muerto -corrijo con asco en mi voz.
Alzó la mirada, ahora que la sed no es tan abismal, soy capaz de centrarme y trazar un buen plan.
Las cadenas colgadas en el techo lo hacen sobre una viga que mantiene la estructura.
Me balanceo con los pies y con fuerza voy alzando ligeramente mi cuerpo logrando que estas corran a través de ella, tras cuatro buenos meneos caigo al suelo, las cadenas conmigo, ladeo la sonrisa, no tardo en encontrar un gancho de hierro en el que trato de forzar los eslabones para quedar libre de cadenas aunque no de grilletes.
De nuevo escucho pasos, me escondo en la penumbra de una pared, silencio sepulcral de la bestia acechante esperando a su victima que no tarda en hacer acto de presencia buscando mi cuerpo colgar.
Como un depredador me abalanzo de nuevo sobre ella, las cadenas se enredan en su cuello tiro de estas ahogándola, aprieto con fuerza sediento de arrancar su vida a la vez que su cabeza, mas su sangre aun fluye por mis venas, las imágenes se suceden de nuevo en mi cabeza, mi mano tiembla, recuerdo la noche, los besos, las caricias, mis embestidas, casi puedo sentirme dentro de ella y como me ataca, me muerde y me da por muerto con el dolor que eso implica en una “ Sire” no hay perdón por mi parte, pero si un momento de debilidad que ella aprovecha con suma agilidad.
Ilhan Baudin- Vampiro Clase Alta
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Fecha de inscripción : 19/03/2017
Re: Notre Père qui es aux cieux ...
Para su sorpresa no se había resistido demasiado a sus labios, no sabía si por el gusto de saborearlos o por la sangre que estos le proporcionaban.
Un fastidio por su parte, ya que maldice. Le ha regalado fuerzas para mantenerlo, pero no las suficientes para poder romper esas cadenas, o usar sus poderes vampíricos.
Lakme se marcha, necesita tiempo para pensar. No está segura que hacer, lo sencillo sería acabar con su vida como con la de su anterior vástago. Pero en esa ocasión no era consciente de lo que acaba de crear, de aquel monstruo sediento de venganza que era capaz de arrasar aldea, esperanza y fe en su humanidad truncada. No fue a muy pesar suyo, ya que, en su incapacidad de matar a su propia creación, mano inquisidora y ajena se encargó de ello, y después empezó otra historia.
Encerrarlo, otra opción que descarta, y liberarlo es poner sentencia de muerte para ella misma. Indecisiones, ¿desde cuándo ella dudaba? Ah, sí. Desde que su ánimo y mente se veía quebrada por culpa de… ¡Malditos sean! Blasfemo para sí. La carne es débil, aunque más bien, su profunda coraza comienza a mostrar fisuras.
Regresa a la estancia, ha decido liberarlo, pero… ¿Pero si solo le había dado un poco de sangre? Debía de ser ella, que no se había alimentado adecuadamente, la cadena dolorosamente daña su piel, ella siente asfixiarse por un aire que no necesita.
Momento de debilidad, o despiste, ella lo aprovecha para deshacerse de su agarre. Lo toma con fuerza por su camisa y lo estampa contra el suelo sonoramente. Luego se sube a horcajadas sobre él, y le sujeta como puede.
- No hay perdón, ni cordura… Ni sentido. No puedes matarme, aunque quisieras, no puedes. -Ella afloja su atadura, se lleva la mano al rostro y se tapa la cabeza como si le doliese el momento por un momento, luego se desploma a su lado. -Termina lo que viniste a hacer.
Lakme- Vampiro Clase Alta
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Re: Notre Père qui es aux cieux ...
Debilidad que el monstruo que me creo aprovecha para zafarse de las cadenas, para mi sorpresa o no tanto, su mano aferra mi pecho, cuerpo que sale despedido por el aire antes de impactar contra el suelo con un sonoro ruido.
Mi espalda se resiente, mi camisa desgarrada aun arrugada bajo sus dedos y como si de una pantera se tratara sube a horcajadas sobre un hombre que la odia de forma desmesurada.
Mis ojos rojos como el fuego se pierden en su parda mirada, puedo leer en ella que no sabe que hacer conmigo, al parecer cree que soy su responsabilidad, mas se equivoca, hace demasiado tiempo que no tengo dueño, soy yo el culpable de mis aciertos y desventuras.
Me asegura que no puedo matarla, otra cosa en lo que se equivoca, quizás no sea hoy, quizás tenga que vivir una eternidad antes de ver el final de sus días, peor si lago caracteriza al inmortal que tiene frente a si es que jamas se rinde. Llevo luchando desde que mi madre me parió en un burdel, así que algún día mi mano ejecutaría su mal logrado corazón.
Esta se dejo caer rendida, como si pensara darme una lección de vida y me pidió que lo hiciera, que acabara con aquello que había empezado.
Posiblemente pensó que me temblaría el pulso, que se quebraría mi voz y acabaría llorando contra su pecho pidiendo un reencuentro “sire” “ chiquillo”, que en el ultimo momento me arrepentiría y seria incapaz de cumplir con mi cometido, que hallaría en mi el perdón y el amor de un vástago para con la mujer que un día lo creo.
Se equivocaba, alcé la mano, garras afiladas que despuntaron frente a su oscurecida mirada, tomé impulso para incrustar mi mano en su pecho, atravesar el esternón y apoderarme así de su corazón que estrujaría entre mis dedos en señal de victoria y fin.
Dejé caer la mano con violencia cuando otro cuerpo me embistió con fuerza sorprendiéndome desde atrás para separarme de la mujer que tenia bajo el mio.
Sorprendido eleve la mirada mientras rodaba por el suelo y me alzaba desafiante mostrandole los colmillos a esos profundos ojos esmeralda que me desafiaban.
Dos espadas en su mano, sangre humana, la cosa mejoraba por momentos.
-¿Ahora buscas humanos para defenderte? -dije con cierta sorna.
No me duraría ni un asalto ese hombre engreído que se alzaba delante chirriando las dos hojas frente a mis ojos y con una sádica sonrisa que pensaba arrancar de sus labios a la primera de cambio.
Mi espalda se resiente, mi camisa desgarrada aun arrugada bajo sus dedos y como si de una pantera se tratara sube a horcajadas sobre un hombre que la odia de forma desmesurada.
Mis ojos rojos como el fuego se pierden en su parda mirada, puedo leer en ella que no sabe que hacer conmigo, al parecer cree que soy su responsabilidad, mas se equivoca, hace demasiado tiempo que no tengo dueño, soy yo el culpable de mis aciertos y desventuras.
Me asegura que no puedo matarla, otra cosa en lo que se equivoca, quizás no sea hoy, quizás tenga que vivir una eternidad antes de ver el final de sus días, peor si lago caracteriza al inmortal que tiene frente a si es que jamas se rinde. Llevo luchando desde que mi madre me parió en un burdel, así que algún día mi mano ejecutaría su mal logrado corazón.
Esta se dejo caer rendida, como si pensara darme una lección de vida y me pidió que lo hiciera, que acabara con aquello que había empezado.
Posiblemente pensó que me temblaría el pulso, que se quebraría mi voz y acabaría llorando contra su pecho pidiendo un reencuentro “sire” “ chiquillo”, que en el ultimo momento me arrepentiría y seria incapaz de cumplir con mi cometido, que hallaría en mi el perdón y el amor de un vástago para con la mujer que un día lo creo.
Se equivocaba, alcé la mano, garras afiladas que despuntaron frente a su oscurecida mirada, tomé impulso para incrustar mi mano en su pecho, atravesar el esternón y apoderarme así de su corazón que estrujaría entre mis dedos en señal de victoria y fin.
Dejé caer la mano con violencia cuando otro cuerpo me embistió con fuerza sorprendiéndome desde atrás para separarme de la mujer que tenia bajo el mio.
Sorprendido eleve la mirada mientras rodaba por el suelo y me alzaba desafiante mostrandole los colmillos a esos profundos ojos esmeralda que me desafiaban.
Dos espadas en su mano, sangre humana, la cosa mejoraba por momentos.
-¿Ahora buscas humanos para defenderte? -dije con cierta sorna.
No me duraría ni un asalto ese hombre engreído que se alzaba delante chirriando las dos hojas frente a mis ojos y con una sádica sonrisa que pensaba arrancar de sus labios a la primera de cambio.
Ilhan Baudin- Vampiro Clase Alta
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Fecha de inscripción : 19/03/2017
Re: Notre Père qui es aux cieux ...
Acudí al local que se había convertido en el antro que solía frecuentar para tomar una copas y volver calentito a casa.
Al principio mi presencia desentonaba entre aquello sobrenaturales que me veían como un bocado al que clavarle los dientes y desangrar a voluntad, mas creo que tras varias peleas me gané su respeto o quizás su miedo, pero entraba y salia de aquel lugar como si fuera propio, aunque era del “chiquillo” de Lakme.
Me senté en el taburete de siempre, saludé a la camarera con un guiño de ojos y pronto la tuve enredada en mis esmeraldas con una amena conversación y posiblemente con un plan para cuando cerraran aquel lugar.
Me sirvió un par de copas mientras nos reíamos los dos de una rocambolesca historia, cuando como no, salio el nombre de Lakme que me perseguía como una maldición.
Enarqué una ceja al escuchar a dos hombres decir que un vampiro había tratado de matarla y que esta lejos de darle un escarmiento y acabar allí mismo con e como hubiera sido lo lógico se lo había llevado a los sótanos.
En un principio pensé que simplemente seria un capricho mas, que se lo follaría como hacia de costumbre y después lo partiría en dos y se desharía de las cenizas que pudiera dejar.
Luego me dio una extraña sensación, como una premonición, mas que eso, un palpito que me empujo a bajar a esos sótanos para asegurarme que la inmortal se encontraba bien.
Me auto conveniencia a mi mismo de lo absurdo de ese acto, ella era una mujer con infinidad de recursos, me doblaba o triplicaba en fuerza y aunque yo era un gran guerrero entrenado por ella, mi padre y Erlend, no podía compararme a ninguno de esos inmortales en combate.
Escuché dos voces en una de las salas, mis pies bajaron apresurados las escaleras de piedra cuando vi con estupor a un hombre dispuesto a terminar con la vida de Lakme y esta rendida a él como si nada le quedara por hacer.
El infierno me capturo, como un diablo gruñí, a la carrera embestí al hombre con tal fuerza que ambos rodamos por le suelo quedando así la alzarnos uno frente a otro mostrando nuestras armas y con los ojos fijos en el otro.
No se achanto, tampoco lo hice yo, al final de la noche solo quedaría uno de los dos y podía asegurar que tendía a quebrar a la parca con gran facilidad.
-¡Vamos! -rugí incitándole a probar la desaforada sangre que corría por mi yugular -¡No te contengas! -gruñí entre dientes en clara referencia a la inmortal que no me esperaba llegar.
Al principio mi presencia desentonaba entre aquello sobrenaturales que me veían como un bocado al que clavarle los dientes y desangrar a voluntad, mas creo que tras varias peleas me gané su respeto o quizás su miedo, pero entraba y salia de aquel lugar como si fuera propio, aunque era del “chiquillo” de Lakme.
Me senté en el taburete de siempre, saludé a la camarera con un guiño de ojos y pronto la tuve enredada en mis esmeraldas con una amena conversación y posiblemente con un plan para cuando cerraran aquel lugar.
Me sirvió un par de copas mientras nos reíamos los dos de una rocambolesca historia, cuando como no, salio el nombre de Lakme que me perseguía como una maldición.
Enarqué una ceja al escuchar a dos hombres decir que un vampiro había tratado de matarla y que esta lejos de darle un escarmiento y acabar allí mismo con e como hubiera sido lo lógico se lo había llevado a los sótanos.
En un principio pensé que simplemente seria un capricho mas, que se lo follaría como hacia de costumbre y después lo partiría en dos y se desharía de las cenizas que pudiera dejar.
Luego me dio una extraña sensación, como una premonición, mas que eso, un palpito que me empujo a bajar a esos sótanos para asegurarme que la inmortal se encontraba bien.
Me auto conveniencia a mi mismo de lo absurdo de ese acto, ella era una mujer con infinidad de recursos, me doblaba o triplicaba en fuerza y aunque yo era un gran guerrero entrenado por ella, mi padre y Erlend, no podía compararme a ninguno de esos inmortales en combate.
Escuché dos voces en una de las salas, mis pies bajaron apresurados las escaleras de piedra cuando vi con estupor a un hombre dispuesto a terminar con la vida de Lakme y esta rendida a él como si nada le quedara por hacer.
El infierno me capturo, como un diablo gruñí, a la carrera embestí al hombre con tal fuerza que ambos rodamos por le suelo quedando así la alzarnos uno frente a otro mostrando nuestras armas y con los ojos fijos en el otro.
No se achanto, tampoco lo hice yo, al final de la noche solo quedaría uno de los dos y podía asegurar que tendía a quebrar a la parca con gran facilidad.
-¡Vamos! -rugí incitándole a probar la desaforada sangre que corría por mi yugular -¡No te contengas! -gruñí entre dientes en clara referencia a la inmortal que no me esperaba llegar.
Niels Cannif-Cavey- Humano Clase Alta
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Fecha de inscripción : 18/01/2017
Re: Notre Père qui es aux cieux ...
Cuerpo que reposa contra el suelo en serenidad, puede sentir como sus dedos se hunden como garras en su pecho con aquella fuerza sobrenatural. Costillas que se quiebran con facilidad cediendo a aquella carga pesada.
No espera nada, ni piedad, ni pasos en falsos. Cierra los ojos, se acabo. Solo se deja hacer. “Arráncamelo porque no lo siento”. Pensamiento, puede que lo desee, puede que le tiente el rendirse, o se ha rendido. Si es verdad que el destino lo tiene reservado, si es la misma Muerte la que la rechaza y resguarda hasta el momento adecuado, esta debe ser la prueba de ello.
Pero no, no llega, ni roza su preciado corazón, ni tentar al destino le ha servido de nada, porque algo o alguien lo impide.
Cargan contra el cuerpo del vástago, impidiéndole su cometido. Por un momento piensa que es Lucciano, siempre atento, siempre protector, hasta incluso se le cruza la descabellada idea de que fuese… “No, no puede ser”
Erra en ambos pensamientos, y para su sorpresa era quien menos esperaba.
Palabras tan suyas, repetidas, solo dedicadas para él, escuchadas en sus labios.
Le dijo que no se metiera en líos, y allí esta, luchando por su vida en lo inesperado. Sacándola del lío a ella esta vez.
Heridas que en su pecho comienzan a sanar, solo quedan sus ropas rasgaban que muestra uno de sus pechos y aquella sangre que la mancilla. Lakme levanta con calma, no se altera por aquella lucha de titanes que ha dado comienzo. Se siente atolondrada, al observa su manera de moverse ve un reflejo de sí misma, en su modo de atacarle y evadirle, una parte de ella tiene bien claro que ha estado presente en la vida de aquel muchacho, en ese futuro incierto.
Un paso con intención de unirse, pero… “Algo” la paraliza por completo. Aquel humo oscuro que es exhalado por sus labios y que ondea alrededor de su cuerpo, para luego al aspirar volver a su cuerpo. Parpadeo, y sus ojos no son los suyos, oscuros pozos que no permiten ni ve ni iris ni el blanco. Ahí está. Y se pierde.
Fuerza invisible, los separa a ambos de un golpe de telequinesis. Se acabó el combate. Con rostro de demonio ella se acerca a su vástago, no hay identidad, no es ella, se aferra a sus brazos y desencaja sus hombros con brutalidad. No lo matará, lo castiga con dolor, luego su pierna se hunde en su pecho, costillas rotas, suelo que se rompe.
-Arráncamelo, que no lo siento… -Susurra ida, mientras hunde sus dedos en el tórax, y siente entre ellos la sangre brotar y el corazón de su “chiquillo” latir con fuerza. Tiene sed, pero no precisamente de sangre, si no de muerte…
Ella no lo sabe, pero en un futuro y en plena batalla volverá a perder el control de este modo, y nadie la detendrá.
Tanto enemigos como aliados se sumarán a la masacre que el “otro” orquestará, muchos serán testigos, uno entre ellos será aquel que blinda aquellas gemelas.
-Ayúdame… -Un paso hacia atrás, y se aparta del vástago tambaleante. Un ápice de humanidad que muestran sus ojos dedicados a Niels. -Ayúdame…
La oscuridad vuelve a su mirada, se desliza por las escaleras con pies felinos, y empieza todo sin discriminar. Quien se le aproxima acaba literalmente reventando por dentro, sangre que sale a borbotones por todos los orificios de cada ser de aquel club
que se le acerca.
Fuerza invisible que arranca toda vida con brutalidad, el crepúsculo esta fuera, pero a ella parece no importarle cuando pisa la calle y los pocos rayos del sol roza su piel, quemándolo. A modo de milagro, su piel se regenera de un modo más rápido. “Duat”, la identidad y fuerza antigua que la posee, pertenece al otro lado, pero su vitalidad nació del sol. Por ello su Hacedor la hizo inmortal, por eso la condeno a la sombras y tinieblas, para controlarle. Pero desde que viajo al norte con Höor algo cambió en ella, y no puede controlarlos, por ello busca… Si, por ello con él lo buscaba.
Sonámbula continua con aquella matanza, llama demasiado la atención, y el pánico se crea en las calles de París.
No espera nada, ni piedad, ni pasos en falsos. Cierra los ojos, se acabo. Solo se deja hacer. “Arráncamelo porque no lo siento”. Pensamiento, puede que lo desee, puede que le tiente el rendirse, o se ha rendido. Si es verdad que el destino lo tiene reservado, si es la misma Muerte la que la rechaza y resguarda hasta el momento adecuado, esta debe ser la prueba de ello.
Pero no, no llega, ni roza su preciado corazón, ni tentar al destino le ha servido de nada, porque algo o alguien lo impide.
Cargan contra el cuerpo del vástago, impidiéndole su cometido. Por un momento piensa que es Lucciano, siempre atento, siempre protector, hasta incluso se le cruza la descabellada idea de que fuese… “No, no puede ser”
Erra en ambos pensamientos, y para su sorpresa era quien menos esperaba.
Palabras tan suyas, repetidas, solo dedicadas para él, escuchadas en sus labios.
Le dijo que no se metiera en líos, y allí esta, luchando por su vida en lo inesperado. Sacándola del lío a ella esta vez.
Heridas que en su pecho comienzan a sanar, solo quedan sus ropas rasgaban que muestra uno de sus pechos y aquella sangre que la mancilla. Lakme levanta con calma, no se altera por aquella lucha de titanes que ha dado comienzo. Se siente atolondrada, al observa su manera de moverse ve un reflejo de sí misma, en su modo de atacarle y evadirle, una parte de ella tiene bien claro que ha estado presente en la vida de aquel muchacho, en ese futuro incierto.
Un paso con intención de unirse, pero… “Algo” la paraliza por completo. Aquel humo oscuro que es exhalado por sus labios y que ondea alrededor de su cuerpo, para luego al aspirar volver a su cuerpo. Parpadeo, y sus ojos no son los suyos, oscuros pozos que no permiten ni ve ni iris ni el blanco. Ahí está. Y se pierde.
Fuerza invisible, los separa a ambos de un golpe de telequinesis. Se acabó el combate. Con rostro de demonio ella se acerca a su vástago, no hay identidad, no es ella, se aferra a sus brazos y desencaja sus hombros con brutalidad. No lo matará, lo castiga con dolor, luego su pierna se hunde en su pecho, costillas rotas, suelo que se rompe.
-Arráncamelo, que no lo siento… -Susurra ida, mientras hunde sus dedos en el tórax, y siente entre ellos la sangre brotar y el corazón de su “chiquillo” latir con fuerza. Tiene sed, pero no precisamente de sangre, si no de muerte…
Ella no lo sabe, pero en un futuro y en plena batalla volverá a perder el control de este modo, y nadie la detendrá.
Tanto enemigos como aliados se sumarán a la masacre que el “otro” orquestará, muchos serán testigos, uno entre ellos será aquel que blinda aquellas gemelas.
-Ayúdame… -Un paso hacia atrás, y se aparta del vástago tambaleante. Un ápice de humanidad que muestran sus ojos dedicados a Niels. -Ayúdame…
La oscuridad vuelve a su mirada, se desliza por las escaleras con pies felinos, y empieza todo sin discriminar. Quien se le aproxima acaba literalmente reventando por dentro, sangre que sale a borbotones por todos los orificios de cada ser de aquel club
que se le acerca.
Fuerza invisible que arranca toda vida con brutalidad, el crepúsculo esta fuera, pero a ella parece no importarle cuando pisa la calle y los pocos rayos del sol roza su piel, quemándolo. A modo de milagro, su piel se regenera de un modo más rápido. “Duat”, la identidad y fuerza antigua que la posee, pertenece al otro lado, pero su vitalidad nació del sol. Por ello su Hacedor la hizo inmortal, por eso la condeno a la sombras y tinieblas, para controlarle. Pero desde que viajo al norte con Höor algo cambió en ella, y no puede controlarlos, por ello busca… Si, por ello con él lo buscaba.
Sonámbula continua con aquella matanza, llama demasiado la atención, y el pánico se crea en las calles de París.
Lakme- Vampiro Clase Alta
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Re: Notre Père qui es aux cieux ...
La lucha comienza, aquel humano lejos de ser fácil presa se revuelve entre las sombras, es salvaje, un depredador en potencia. Mis movimientos son raudos, letales, mas los suyos me quiebran espada en mano es capaz de detener y con fiera barbarie sajar mi piel cuando la ocasión lo requiere.
No soy el único herido, mis garras alcanzan su costado y sangre carmesí brota de este manchando su blanca camisa y goteando por el suelo.
No parece que esto lo detenga como si estuviera en frenesí continua atacando sin recular un ápice en el intento, empiezo a pensar que ese joven anhela la muerte mas que yo incluso y una parte de mi se apiada de su desdicha.
De pronto un humo negro se presenta frente a nosotros, como si fuéramos muñecos de trapo salimos despedidos de forma sádica contra las paredes, ambos caemos al suelo, él se retuerce de dolor, yo apretó los dientes, mi cuerpo es mas fuerte.
Pronto la inmortal cae sobre mi , mi hacedora busca venganza y decidida a encontrarla me rompe los hombros con brutalidad haciéndome aullar.
No le daré el placer de verme suplicar, así que mis ojos rojos se pierden en sus palabras sin sentido, absurdas suplicas.
Su rodilla se hunde en mi para inmovilizarme y sus dedos buscan mi tórax hundiéndose para sajar mi vida sin remordimientos.
-Hazlo -rujo antes de que se detenga y reculé en un humillante ayúdame que no se a cual de los dos infelices de los presentes va dirigido.
Sus ojos de nuevo se tornan negros y sale como un demonio corriendo escaleras abajo, me dejo caer sobre el empedrado suelo, mi ayuda solo sera para acabar con su maldita vida, mas si mi intención es seguirla para ese fiel propósito no tardo en darme cuenta de que el sol es el dueño del tiempo en ese preciso momento.
Es el humano el que se pone en pie para mi sorpresa, se tambalea por las heridas, posiblemente alguna costilla rota, y aun así, aferra las dos armas y corre tras ella.
Definitivamente la muerte le espera.
No soy el único herido, mis garras alcanzan su costado y sangre carmesí brota de este manchando su blanca camisa y goteando por el suelo.
No parece que esto lo detenga como si estuviera en frenesí continua atacando sin recular un ápice en el intento, empiezo a pensar que ese joven anhela la muerte mas que yo incluso y una parte de mi se apiada de su desdicha.
De pronto un humo negro se presenta frente a nosotros, como si fuéramos muñecos de trapo salimos despedidos de forma sádica contra las paredes, ambos caemos al suelo, él se retuerce de dolor, yo apretó los dientes, mi cuerpo es mas fuerte.
Pronto la inmortal cae sobre mi , mi hacedora busca venganza y decidida a encontrarla me rompe los hombros con brutalidad haciéndome aullar.
No le daré el placer de verme suplicar, así que mis ojos rojos se pierden en sus palabras sin sentido, absurdas suplicas.
Su rodilla se hunde en mi para inmovilizarme y sus dedos buscan mi tórax hundiéndose para sajar mi vida sin remordimientos.
-Hazlo -rujo antes de que se detenga y reculé en un humillante ayúdame que no se a cual de los dos infelices de los presentes va dirigido.
Sus ojos de nuevo se tornan negros y sale como un demonio corriendo escaleras abajo, me dejo caer sobre el empedrado suelo, mi ayuda solo sera para acabar con su maldita vida, mas si mi intención es seguirla para ese fiel propósito no tardo en darme cuenta de que el sol es el dueño del tiempo en ese preciso momento.
Es el humano el que se pone en pie para mi sorpresa, se tambalea por las heridas, posiblemente alguna costilla rota, y aun así, aferra las dos armas y corre tras ella.
Definitivamente la muerte le espera.
Ilhan Baudin- Vampiro Clase Alta
- Mensajes : 59
Fecha de inscripción : 19/03/2017
Re: Notre Père qui es aux cieux ...
Aquel inmortal lo intenta, no puedo culparle por intentar doblegar a un hombre de piel y hueso, mas hay algo que no sabe, yo no soy un hombre cualquiera.
Embisto una y otra vez para su sorpresa, esquivo los golpes de garras que ese inmortal me lanza. Admito que es rápido, bueno en la batalla, y no tardo en darme cuenta que como yo, el acero es su bandera aunque ahora esta desarmado.
Sangre rota de ambos, mas en su caso las heridas se cierran, las mías gotean.
Todo termina con un humo negro en el centro y una explosión que nos empuja a cada uno a un lado, mi cuerpo contra la pared impacta con fuerza.
Me retuerzo de dolor, las costillas se quiebran ,mas sin duda es el inmortal quien obtiene la peor parte de los dos, pues Lakme se abalanza como una pantera sobre el desgraciado que dudo salga de esta.
Mientras ella lo desmiembra, yo recolocó como puedo el hombro desencajado, trato de alzarme, mas pronto me doy cuenta de que la inmortal ya no es ella, sus ojos azabache la dominan y un “ayúdame” es cuanto obtengo de ella.
Esta se esfuma por la puerta, desaparece dejando tras ella una estela de confusión. Me pongo en pie, algo no va bien y como si el diablo guiara mis pasos, de echo estoy convencido de que así es, corro tras ella encontrando la devastación, la muerte y el caos por allá por donde Lakme ha dejado su huella.
Tenso la mandíbula, la puerta abierta, el sol corona el azulado cielo y al inmortal arde frente a mis ojos, aunque de un maldito modo distinto.
Por un momento me quedo quieto, me cuesta asimilar lo que ven mis ojos, esa mujer no es Lakme ¿ o si? Sea como sea, por mi mente se pasan demasiados recuerdos, muchos infantiles, otros de mi adolescencia y los últimos en los que el lecho se convierte en nuestro aliado.
No lo dudo, corro hacia ella, mis esmeraldas desafían sus negros, violentos, se pierden en mi dispuestos a terminar conmigo sin piedad.
Se lo que he de hacer, mi pulso tiembla, mas aun así una de mis cimitarras se hunde en su estomago y allí queda, noto como se debilita, como lo que tiene dentro de un modo u otro remite por un instante.
-¿Dime que diablos hago Lakme? -le pregunto cuando sus dedos acarician mi ensangrentado rostro.-Habla maldita mujer -susurro sujetando su delicado cuerpo contra el mio.
Se que la espada no la matara, mas si la debilitara mientras la mantenga en su vientre y por la herida se desangre, pero ella es fuerte, mas que yo y si ella lo quiere la pelea sera la de dos titanes. Todo lo he aprendido de ella, soy su discípulo de un modo u otro y su dolor se funde con el mio cuando nuestros alientos se encuentran presos de la confusión.
-Vamos nena, no te contengas -susurró contra su boca.
Embisto una y otra vez para su sorpresa, esquivo los golpes de garras que ese inmortal me lanza. Admito que es rápido, bueno en la batalla, y no tardo en darme cuenta que como yo, el acero es su bandera aunque ahora esta desarmado.
Sangre rota de ambos, mas en su caso las heridas se cierran, las mías gotean.
Todo termina con un humo negro en el centro y una explosión que nos empuja a cada uno a un lado, mi cuerpo contra la pared impacta con fuerza.
Me retuerzo de dolor, las costillas se quiebran ,mas sin duda es el inmortal quien obtiene la peor parte de los dos, pues Lakme se abalanza como una pantera sobre el desgraciado que dudo salga de esta.
Mientras ella lo desmiembra, yo recolocó como puedo el hombro desencajado, trato de alzarme, mas pronto me doy cuenta de que la inmortal ya no es ella, sus ojos azabache la dominan y un “ayúdame” es cuanto obtengo de ella.
Esta se esfuma por la puerta, desaparece dejando tras ella una estela de confusión. Me pongo en pie, algo no va bien y como si el diablo guiara mis pasos, de echo estoy convencido de que así es, corro tras ella encontrando la devastación, la muerte y el caos por allá por donde Lakme ha dejado su huella.
Tenso la mandíbula, la puerta abierta, el sol corona el azulado cielo y al inmortal arde frente a mis ojos, aunque de un maldito modo distinto.
Por un momento me quedo quieto, me cuesta asimilar lo que ven mis ojos, esa mujer no es Lakme ¿ o si? Sea como sea, por mi mente se pasan demasiados recuerdos, muchos infantiles, otros de mi adolescencia y los últimos en los que el lecho se convierte en nuestro aliado.
No lo dudo, corro hacia ella, mis esmeraldas desafían sus negros, violentos, se pierden en mi dispuestos a terminar conmigo sin piedad.
Se lo que he de hacer, mi pulso tiembla, mas aun así una de mis cimitarras se hunde en su estomago y allí queda, noto como se debilita, como lo que tiene dentro de un modo u otro remite por un instante.
-¿Dime que diablos hago Lakme? -le pregunto cuando sus dedos acarician mi ensangrentado rostro.-Habla maldita mujer -susurro sujetando su delicado cuerpo contra el mio.
Se que la espada no la matara, mas si la debilitara mientras la mantenga en su vientre y por la herida se desangre, pero ella es fuerte, mas que yo y si ella lo quiere la pelea sera la de dos titanes. Todo lo he aprendido de ella, soy su discípulo de un modo u otro y su dolor se funde con el mio cuando nuestros alientos se encuentran presos de la confusión.
-Vamos nena, no te contengas -susurró contra su boca.
Niels Cannif-Cavey- Humano Clase Alta
- Mensajes : 161
Fecha de inscripción : 18/01/2017
Re: Notre Père qui es aux cieux ...
Noción del tiempo perdida, incluso del espacio en el que se mueve. La piel cede a causa de la lucha que los rayos del sol han comenzado en su intento de reducirla en cenizas. Pero su cuerpo se resiste “Duat” lo resiste.
Crepúsculo que cae y envuelve el mundo en sombras, las calles se vacían, pero en su paso solo hay rastro del terror y la sangre, sin disimulo, sin cuidado o culpa.
Pronto aquel pequeño acto desatado le traerá consecuencia, o más bien los “atraerá”.
Las calles se estrechan, se gira ante su presencia, ojos como pozos profundos y perdidos, y…
Alarido doloroso, el filo se hunde en su cuerpo y brota mares de sangre, ella se encoje sobre sí misma, y se sujeta al cuerpo del muchacho. Ojos cerrados con fuerza, ríos escarlatas que surge de su boca, su aliento ahora es del férreo.
Las gemelas no son arma cualquiera, fueron creadas con cierto fin, con trazos en sus filos y guía. Creada con premeditación, no es cualquier filo que se precie y esta la anula y le regala minutos de conciencia.
Pardos y verdes, Lakme es un animal ahora herido que se desangra, sus dedos temblorosos tocan el rostro de Niels mancillándolo. Tira de él y hunde con otro quejido de labios, más el filo en su cuerpo. Su piel se torna pálida del marmóreo al extremo, sus pupilas pierden su brillo y fuego.
- “Lo que no puede ser destruido, será atado…” -Solo dice, lo ha escuchado tantas veces que se lo sabe de memoria. -Perder sangre me debilita, no dejes que me alimente… Merma mis fuerzas como sea, si no… Mátam…
De nuevo se torna en oscuridad su gesto, deja de ser humano, más parece un animal que se reencuentra con la mirada de un desconocido, y le mira confusa, a él y a los filos en su cuerpo. Tira de uno de ellos y lo saca con gran esfuerzo de su cuerpo lanzándolo, éste choca y rebota contra una de las paredes.
Hay por una milésima de segundo, furia en aquel ser, que le agarra de la camisa elevándolo del suelo con fuerza extraordinaria, para luego estamparlo contra la pared.
Más gesto de curiosidad se torna cuando incluso olfatea el aire y aroma que a Niels le rodea. Parece intentar descifrar algo por su gesto, o recordar. Un lenguaje silencioso.
Sus labios se mueven dispuesta a pronunciar palabras, más gesto doloroso se cruza y escupe sangre a un lado, aún tiene hundido uno de aquellos filos. Su agarre se afloja, y se apoya en él en un arranque de debilidad, la sangre sigue fluyendo a borbotones.
-Dímelo, Niels… Dímelo. -Su voz suena débil, parece por un momento ella, pero ¿Es ella? -Seré tuya… -Su mano férrea es una caricia en su pecho, su gesto es más humano, a pesar de la oscuridad de sus ojos. -Seré tuya para siempre… Dímelo, díselo… Tú y yo, para toda la eternidad. Nosotros. Díselo, ella ya te espera, te esperaré… -Su boca contra la de él tentativa, sus labios se aprietan, el animal herido se desangra, las runas de la espada hacen que el filo sea difícil de quitarse, se aferra a su cuerpo y ella tira sin éxito. Se pega a él. -No lo dice…Pero ella siente… Dímelo. No quiere que lo sepas… Pero ella sufre por ello. -Sonaba a ganar tiempo, tal vez fuese así pero, lo peor de todas aquellas palabras es que no mentía.
Crepúsculo que cae y envuelve el mundo en sombras, las calles se vacían, pero en su paso solo hay rastro del terror y la sangre, sin disimulo, sin cuidado o culpa.
Pronto aquel pequeño acto desatado le traerá consecuencia, o más bien los “atraerá”.
Las calles se estrechan, se gira ante su presencia, ojos como pozos profundos y perdidos, y…
Alarido doloroso, el filo se hunde en su cuerpo y brota mares de sangre, ella se encoje sobre sí misma, y se sujeta al cuerpo del muchacho. Ojos cerrados con fuerza, ríos escarlatas que surge de su boca, su aliento ahora es del férreo.
Las gemelas no son arma cualquiera, fueron creadas con cierto fin, con trazos en sus filos y guía. Creada con premeditación, no es cualquier filo que se precie y esta la anula y le regala minutos de conciencia.
Pardos y verdes, Lakme es un animal ahora herido que se desangra, sus dedos temblorosos tocan el rostro de Niels mancillándolo. Tira de él y hunde con otro quejido de labios, más el filo en su cuerpo. Su piel se torna pálida del marmóreo al extremo, sus pupilas pierden su brillo y fuego.
- “Lo que no puede ser destruido, será atado…” -Solo dice, lo ha escuchado tantas veces que se lo sabe de memoria. -Perder sangre me debilita, no dejes que me alimente… Merma mis fuerzas como sea, si no… Mátam…
De nuevo se torna en oscuridad su gesto, deja de ser humano, más parece un animal que se reencuentra con la mirada de un desconocido, y le mira confusa, a él y a los filos en su cuerpo. Tira de uno de ellos y lo saca con gran esfuerzo de su cuerpo lanzándolo, éste choca y rebota contra una de las paredes.
Hay por una milésima de segundo, furia en aquel ser, que le agarra de la camisa elevándolo del suelo con fuerza extraordinaria, para luego estamparlo contra la pared.
Más gesto de curiosidad se torna cuando incluso olfatea el aire y aroma que a Niels le rodea. Parece intentar descifrar algo por su gesto, o recordar. Un lenguaje silencioso.
Sus labios se mueven dispuesta a pronunciar palabras, más gesto doloroso se cruza y escupe sangre a un lado, aún tiene hundido uno de aquellos filos. Su agarre se afloja, y se apoya en él en un arranque de debilidad, la sangre sigue fluyendo a borbotones.
-Dímelo, Niels… Dímelo. -Su voz suena débil, parece por un momento ella, pero ¿Es ella? -Seré tuya… -Su mano férrea es una caricia en su pecho, su gesto es más humano, a pesar de la oscuridad de sus ojos. -Seré tuya para siempre… Dímelo, díselo… Tú y yo, para toda la eternidad. Nosotros. Díselo, ella ya te espera, te esperaré… -Su boca contra la de él tentativa, sus labios se aprietan, el animal herido se desangra, las runas de la espada hacen que el filo sea difícil de quitarse, se aferra a su cuerpo y ella tira sin éxito. Se pega a él. -No lo dice…Pero ella siente… Dímelo. No quiere que lo sepas… Pero ella sufre por ello. -Sonaba a ganar tiempo, tal vez fuese así pero, lo peor de todas aquellas palabras es que no mentía.
Lakme- Vampiro Clase Alta
- Mensajes : 420
Fecha de inscripción : 22/11/2010
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Re: Notre Père qui es aux cieux ...
Mi espada en su interior, sus pardos se funden con mis desesperados verdes. Runas que ella marcó en mis cimitarras cuando para mi fueron forjadas.
Sujeté con fuerza el hundido en su estomago, con la otra su cintura sujetaba el herido cuerpo de la salvaje fiera a al que el sol sentenciaba ahora a una regeneración lenta.
Escuché esa frase que no era la primera vez que de sus labios escurría, ella misma hundió mas la espada, mostrándome el camino, mas ¿podía seguirlo? Tense el gesto entreabriendo los labios para acoger un suspiro, boca tentadora que me encontraba aun sin tocarme.
De nuevo regresó la bestia, enigmas, preguntas sin respuesta. Un golpe seco contra la pared, gruñí fruto del dolor que ese animal herido era capaz de impartir en mi piel.
Pies en el aire, pero sus fuerzas fallaron y mi risa se ladeo mostrando a aquel ente que aquí el vencedor seria yo.
Su cuerpo cedió contra el mio, trataba de sacar el filo de una espada que se apretaba mas en su piel haciéndola sangrar en abundancia.
Escuche esa pregunta que ni siquiera fui capaz de entender ¿hablaba Lakme o el ser encerrado en ella?
-¿mía? No, tu nunca pertenecerás a nadie inmortal -eso era al menos lo que yo creía en realidad -siempre fuiste libre, tu misma lo dijiste. No hay hombre en la tierra que me pueda poseer ¿recuerdas?
Susurré contra su boca repitiendo las mismas palabras que ella sentencio un día contra la ajena.
Mi vista sobrevoló el lugar, tenia que ponerla a salvo de los rayos solares y a su vez debilitarla lo suficiente para que no me diera muerte.
Ella buscaba ganar tiempo con cada una de esas preguntas, yo por ende buscaba lo mismo.
-¿Nosotros? -pregunte antes de reírme contra su boca -nosotros es una palabra peligrosa.
Voy a proponerte algo bestia inmunda, sal de su cuerpo y déjanos a los dos, no existirá un nosotros si la matas ¿no crees?
Tiré de su débil cuerpo, mi mano en su cintura y la espada aun clavada en su vientre, rastro de sangre hasta alcanzar un pequeño portón, uno que llevaba a un minúscula capilla, lugar de culto cristiano, que había sido preparado para que los fieles no tuvieran que ir a la catedral a rezar cada día.
Era algo irónico, una vampiresa y un hombre que creía en otros dioses y no en ese cristiano que ahora parecía mirarnos desde su pedestal crucificado.
No lo pensé dos veces. Mi otra espada en su vientre y con las dos ancle su cuerpo al altar de enfrente haciendo palanca para dejarla ahí clavada.
Mis esmeraldas centellearon, mucha era la sangre que manchaba el empedrado.
Sufría por su dolor, pero estaba haciendo justo lo que ella me ordenó. Atar lo que no podía matar.
-Demonio de mierda, vas a explicarme muchas cosas, así que te aconsejo que salgas de su cuerpo y me mires de frente, porque yo te destruiré, lo juro frente a Odin, lo haré.
No existía miedo en mi voz, solo la rabia de ver a esa mujer desangrándose frente a mis ojos y la incapacidad propia de ponerle solución.
Sujeté con fuerza el hundido en su estomago, con la otra su cintura sujetaba el herido cuerpo de la salvaje fiera a al que el sol sentenciaba ahora a una regeneración lenta.
Escuché esa frase que no era la primera vez que de sus labios escurría, ella misma hundió mas la espada, mostrándome el camino, mas ¿podía seguirlo? Tense el gesto entreabriendo los labios para acoger un suspiro, boca tentadora que me encontraba aun sin tocarme.
De nuevo regresó la bestia, enigmas, preguntas sin respuesta. Un golpe seco contra la pared, gruñí fruto del dolor que ese animal herido era capaz de impartir en mi piel.
Pies en el aire, pero sus fuerzas fallaron y mi risa se ladeo mostrando a aquel ente que aquí el vencedor seria yo.
Su cuerpo cedió contra el mio, trataba de sacar el filo de una espada que se apretaba mas en su piel haciéndola sangrar en abundancia.
Escuche esa pregunta que ni siquiera fui capaz de entender ¿hablaba Lakme o el ser encerrado en ella?
-¿mía? No, tu nunca pertenecerás a nadie inmortal -eso era al menos lo que yo creía en realidad -siempre fuiste libre, tu misma lo dijiste. No hay hombre en la tierra que me pueda poseer ¿recuerdas?
Susurré contra su boca repitiendo las mismas palabras que ella sentencio un día contra la ajena.
Mi vista sobrevoló el lugar, tenia que ponerla a salvo de los rayos solares y a su vez debilitarla lo suficiente para que no me diera muerte.
Ella buscaba ganar tiempo con cada una de esas preguntas, yo por ende buscaba lo mismo.
-¿Nosotros? -pregunte antes de reírme contra su boca -nosotros es una palabra peligrosa.
Voy a proponerte algo bestia inmunda, sal de su cuerpo y déjanos a los dos, no existirá un nosotros si la matas ¿no crees?
Tiré de su débil cuerpo, mi mano en su cintura y la espada aun clavada en su vientre, rastro de sangre hasta alcanzar un pequeño portón, uno que llevaba a un minúscula capilla, lugar de culto cristiano, que había sido preparado para que los fieles no tuvieran que ir a la catedral a rezar cada día.
Era algo irónico, una vampiresa y un hombre que creía en otros dioses y no en ese cristiano que ahora parecía mirarnos desde su pedestal crucificado.
No lo pensé dos veces. Mi otra espada en su vientre y con las dos ancle su cuerpo al altar de enfrente haciendo palanca para dejarla ahí clavada.
Mis esmeraldas centellearon, mucha era la sangre que manchaba el empedrado.
Sufría por su dolor, pero estaba haciendo justo lo que ella me ordenó. Atar lo que no podía matar.
-Demonio de mierda, vas a explicarme muchas cosas, así que te aconsejo que salgas de su cuerpo y me mires de frente, porque yo te destruiré, lo juro frente a Odin, lo haré.
No existía miedo en mi voz, solo la rabia de ver a esa mujer desangrándose frente a mis ojos y la incapacidad propia de ponerle solución.
Niels Cannif-Cavey- Humano Clase Alta
- Mensajes : 161
Fecha de inscripción : 18/01/2017
Re: Notre Père qui es aux cieux ...
Momento de debilidad, su cuerpo contra el ajeno y el filo que la ata mermando sus fuerzas, sus dedos son temblorosos, no son capaces de mantener la firmeza cuando está desangrándose literalmente. Si fuese humana seguramente ya hubiese perdido el conocimiento o incluso estaría al borde de perder la misma vida, pero para ella solo era un acto de letargo. Aunque si la última gota de muerte caía, estaba acabada.
Hay tentativa no solo en la cercanía de sus labios teñidos de la sangre casi pegados a los de él, son las mismas palabras que no solo son artífices de la supervivencia, o desesperación. Cargadas de demasiada verdad, de oculta sinceridad.
-Recordamos. Pero, no sabes nada… Ni la mitad de lo que es capaz de sentir. -Un gesto doloroso, que hace que apriete la mandíbula. Quejido, y luego alza la vista mirándole desafiante, sonrisa enigmática. -Su mente duda. Calla. Sufre. Yo sufro por ella, es molesto. Bebemos. Follamos. Matamos. Y nos alimentamos. Se nos pasa por un tiempo, pero luego vuelve… Un nuevo ciclo…
Su respiración es jadeante, incluso hay un sonido burbujeante y desagradable en su fondo. Sus ojos por un momento se vuelcan y ella se desvanece dejándose caer contra el suelo, rodillas apoyadas junto ambas manos, tose la sangre que agota sus fuerzas. Es intermitente, a veces vuelve en sí y es ella misma, en un cuerpo tembloroso del que se desprendería para dejar aquello; luego el otro vuelve, esta vez se está aferrando con fuerza en dominarla, no tiene grandes intenciones al parecer solo medirse, divertirse un rato a su “manera”.
El recorrido es una especie de trance doloroso, siente que él tira de ella, pero a la vez no está ahí, pierde la noción del tiempo e incluso del propio espacio que recorren.
Por un momento se siente rendir, hasta desea apagarlo todo, ella siempre lo ha controlado dentro de lo que cabe, pero cada vez, y con el paso del tiempo, lo siente más fuerte. Se acerca el siglo adecuado, el tiempo prometido y “Duat” es cada vez más fuerte.
Rastro de sangre a sus pies arrastrados en peso, alarido exhalado cuando el segundo filo atraviesa su menudo y ahora frágil cuerpo. Llora, y no lo disimula, ahora parece tan pequeña, que no para de llorar y quejarse. Por un momento se serena, y los ojos negros de la criatura intenta controlarse, y mira con amenaza al joven, si pudiese lo aplastaría.
Escucha sus palabras y se ríe en toda su cara. ¡Pobre ignorante que intenta salvarla!
- ¿Nunca os contó ella como empezó esto? Siento comunicártelo, pequeño. Nacimos juntas, moriremos juntas. Si me arrancas de ella, ambas desaparecemos, nuestras almas están adheridas, soy parte de ella desde que su madre le dio la vida. -Seguía riendo. -Su carne es mía, su cuerpo es mío… Nos pertenecemos, somos uno y seremos más… -Aquello último sonó casi como una predicción.
Era cierto, Lakme había compartido el vientre de su madre con un hermano o hermana. Aquel otro que se hacía llamar “Duat”, quiso cruzar al lugar terreno con su dualidad, para ello uso la vida de dos gemelos con fracaso por el medio, su hermana o hermano no pudo resistirlo y murió, así no permitiendo a la dualidad cruzar, y Duat se quedó en la mitad del camino quedando atrapado en el cuerpo y alma de Lakme.
Ojos pardos que miran confusa a Niels, por un momento Lakme a vuelve ser ella misma y se fija en sus esmeraldas. Gesto cansado, y le mira como si le costase estar despierta, es extraño porque ella le mira como si delante tuviese un auténtico desconocido, como si no lo reconociese. Pupilas apagadas y mente ida, hay una chispa que le devuelve su consciencia y le que todo cuadre, le reconoce, ella le sonríe de un modo tranquilizador, son solo unos segundos mientras siente que la cabeza le da vueltas.
-Niels… -Solo dice, su voz, es ella, y desaparece. Se pierde, inconsciente. Se acabó, lo ha conseguido lo ha vuelto a encerrar, pero... ¿Cuánto tiempo?
Hay tentativa no solo en la cercanía de sus labios teñidos de la sangre casi pegados a los de él, son las mismas palabras que no solo son artífices de la supervivencia, o desesperación. Cargadas de demasiada verdad, de oculta sinceridad.
-Recordamos. Pero, no sabes nada… Ni la mitad de lo que es capaz de sentir. -Un gesto doloroso, que hace que apriete la mandíbula. Quejido, y luego alza la vista mirándole desafiante, sonrisa enigmática. -Su mente duda. Calla. Sufre. Yo sufro por ella, es molesto. Bebemos. Follamos. Matamos. Y nos alimentamos. Se nos pasa por un tiempo, pero luego vuelve… Un nuevo ciclo…
Su respiración es jadeante, incluso hay un sonido burbujeante y desagradable en su fondo. Sus ojos por un momento se vuelcan y ella se desvanece dejándose caer contra el suelo, rodillas apoyadas junto ambas manos, tose la sangre que agota sus fuerzas. Es intermitente, a veces vuelve en sí y es ella misma, en un cuerpo tembloroso del que se desprendería para dejar aquello; luego el otro vuelve, esta vez se está aferrando con fuerza en dominarla, no tiene grandes intenciones al parecer solo medirse, divertirse un rato a su “manera”.
El recorrido es una especie de trance doloroso, siente que él tira de ella, pero a la vez no está ahí, pierde la noción del tiempo e incluso del propio espacio que recorren.
Por un momento se siente rendir, hasta desea apagarlo todo, ella siempre lo ha controlado dentro de lo que cabe, pero cada vez, y con el paso del tiempo, lo siente más fuerte. Se acerca el siglo adecuado, el tiempo prometido y “Duat” es cada vez más fuerte.
Rastro de sangre a sus pies arrastrados en peso, alarido exhalado cuando el segundo filo atraviesa su menudo y ahora frágil cuerpo. Llora, y no lo disimula, ahora parece tan pequeña, que no para de llorar y quejarse. Por un momento se serena, y los ojos negros de la criatura intenta controlarse, y mira con amenaza al joven, si pudiese lo aplastaría.
Escucha sus palabras y se ríe en toda su cara. ¡Pobre ignorante que intenta salvarla!
- ¿Nunca os contó ella como empezó esto? Siento comunicártelo, pequeño. Nacimos juntas, moriremos juntas. Si me arrancas de ella, ambas desaparecemos, nuestras almas están adheridas, soy parte de ella desde que su madre le dio la vida. -Seguía riendo. -Su carne es mía, su cuerpo es mío… Nos pertenecemos, somos uno y seremos más… -Aquello último sonó casi como una predicción.
Era cierto, Lakme había compartido el vientre de su madre con un hermano o hermana. Aquel otro que se hacía llamar “Duat”, quiso cruzar al lugar terreno con su dualidad, para ello uso la vida de dos gemelos con fracaso por el medio, su hermana o hermano no pudo resistirlo y murió, así no permitiendo a la dualidad cruzar, y Duat se quedó en la mitad del camino quedando atrapado en el cuerpo y alma de Lakme.
Ojos pardos que miran confusa a Niels, por un momento Lakme a vuelve ser ella misma y se fija en sus esmeraldas. Gesto cansado, y le mira como si le costase estar despierta, es extraño porque ella le mira como si delante tuviese un auténtico desconocido, como si no lo reconociese. Pupilas apagadas y mente ida, hay una chispa que le devuelve su consciencia y le que todo cuadre, le reconoce, ella le sonríe de un modo tranquilizador, son solo unos segundos mientras siente que la cabeza le da vueltas.
-Niels… -Solo dice, su voz, es ella, y desaparece. Se pierde, inconsciente. Se acabó, lo ha conseguido lo ha vuelto a encerrar, pero... ¿Cuánto tiempo?
Lakme- Vampiro Clase Alta
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