Che vuoi? -privado-

Una mujer bonita puede hacer a un hombre caer de rodillas a sus pies, un par de pechos exuberantes pueden hacerle perder una pequeña fortuna en el club de caballeros, una boca roja habilidosa pueden callar a su razón con un soplo…pero no hay cosa más efectiva para volver loco a un caballero que una mano pequeña, discreta y… la punta liza y plana de un puñal presionándose contra sus valiosas bellotas hasta ponerlas moradas.

Hereb reflexionaba vertiginosamente sobre ese hecho, con la espalda pegada a la pared fría en la oscuridad, la masa de risos ensortijados que le había arrastrado hasta ahí respiraba con dificultad, sus dientes resplandecían hacia arriba a su rostro mientras que sostenía la navaja apretada contra el frente de sus pantalones.

—Quieto querido ruiseñor, si se queda quieto nada pasara, nada de nada. Mala pinta, si, esto tiene mala pinta.—Balbuceaba echando miradas fortuitas a los alrededores. ¡Y es que tenía que haberlo visto venir!, los  ojos hundidos y brillantes junto al rostro cenizo y enjuto. Y el olor!, debajo del perfume la mujer apestaba a opio y cannabis. La borrachera y el agradable estado de sopor se le paso de golpe al sentir el rígido puñal empujarse al frente y en un segundo comprendido lo que era se quedo quieto congelado a la espera de que la fulana entre sus piernas supiera bien lo que hacía.

—No me moveré dulce—Susurró humedeciéndose los labios resecos mientras maldecía por dentro intentando razonar.—No es necesario usar la violencia, te daré cuanto poseo sin luchar y ambos podremos marcharnos por separado…

La mano tembló empujando más afondo la punta, escuchándose la tela rasgarse. Sólo la tela de sus calzones servía de escudo entre el arma y su piel. ¡Por un demonio!, la chica parpadeo confundida por el tono suave y la voz rica y aterciopelada. Era la voz acostumbrada a domar mujeres, a seducir faldas y a contentar promesas rotas. Hereb confiaba mucho en su voz y aún así…

—No, no, no…no puedo así, usted pe pegara en cuanto tenga la oportunidad, no importa que tan bonito me traté siempre me pegan al final, me llaman zorra y me patean hasta que termino rota en el piso, no, no como Beni, no.—La mujer continuo con su verborrea mientras fantasmas invisibles la atormentaban a corta distancia. Entre avistamientos Hereb esperaba alguna oportunidad de que la mujer dejara de presionar el arma y poder defenderse. Parpadeando a la calle el encontrar sólo la perpetua oscuridad lo sobrecogió, ni un alma en aquellos parajes acudiría a su rescate. Tras liquidar algunas inversiones en puerto no pensó que tomar el camino a casa a pie fuera a terminar en tan lamentable situación, deseaba caminar y cuando se dio cuenta de que lo seguía una chiquilla deseo auxiliarla un poco, pensó en darle algo de dinero apenas estuviesen a solas sin embargo todo aquello se había torcido…por una moneda en un segundo lo que más amaba de su anatomía se convertía en rehén.

Bombeando en su garganta esforzándose por pensar, la sensación quemante en su nuca no le dejaba en paz, si había alguien ahí y sólo miraba con una estúpida sonrisa en su cara…

De nuevo se encontraba de en esa encrucijada. Odiaba esa parte de si mismo tanto como odiaba su incontrolable deseo de beber sangre humana. No importaba que hiciera o cuanto tiempo postergara su alimentación, el deseo de beber volvía tarde o temprano. Al comienzo era como un pequeño bichito molestando en la parte trasera de su cabeza, como un mosquito que puedes ignorar si te lo propones, pero conforme pasaban los días y las semanas se iban multiplicando de tal manera que invadían todos sus pensamientos, cada segundo de la noche hasta volverse un enjambre de millones de insectos amenazando con explotar su cerebro .

Cada vez le costaba más concentrarse en lo que fuese que estuviera haciendo. Ni el libro más interesante o la pintura más exquisita podía hacerle ignorar la sed, por más que intentara distraerse, sus pensamientos eran constantemente invadidos por el deseo en incar sus colmillos en alguna desprevenida presa humana.

Así era como se sentía precisamente esa noche, mientras desde el techo de una casa de dos pisos, miraba a los transeúntes caminar por las calles de París, cada vez menos concurridas conforme avanzaba la noche. Observó a un hombre que parecía estar algo ebrio, podía oler el vino mezclado con el olor de su carne aún desde el techo gracias a sus sentidos agudizados, el hombre parecía no tener mucha prisa ni estar preocupado por el tipo de calle en la que se estaba metiendo.

Es la presa perfecta.

Se inclinó en el borde de las tejas sin hacer ningún sonido, la tela de su suéter de lana apenas si susurró con el movimiento y estuvo a punto de saltar sobre el insospechado muchacho, cuando notó que una segunda silueta lo seguía. Contuvo el aliento y observó como la mujer le cogía desprevenido y lo amenazaba con un cuchilo, no podía ver la cara de la mujer, pero lucía como el tipo de persona que no se preocupaba por la vida de otras personas con tal de conseguir unas monedas.

Quizás juzgó muy rápidamente, o quizás fue la sed y su monstruo interior lo que lo impulsaron a saltar sobre ella sin detenerse a reflexionar sobre lo que hacía.

La mujer por supuesto fue tomada por sorpresa cuando el Vampiro le calló por la espalda y sus colmillos se hundieron en la tierna carne de su cuello, dejó escapar un grito y el puñal se le calló de las manos mientras se debatía por soltarse pero la fuerza de Soren era superior y pronto la mujer se fue quedando muy quieta, con el cuerpo desmadejado y relajado casi como un cadáver.

Le pareció que tenía que usar toda la fuerza del universo para detenerse antes de que terminara por arrancarle la vida, se tiró hacía atrás y tanto ella como él cayeron en el suelo. La mujer quedó inconsciente en el suelo y Soren tuvo que tomarse unos minutos para volver en si mismo y sobreponerse al estado orgásmico en el que la alimentación lo había dejado.

Entonces fue consciente de que, el hombre de momentos antes había presenciado todo.

¡Mierda!

Estrechando los ojos por un momento le resulto imposible identificar el ruido atronador que desgarraba sus oídos. Desdibujándose la realidad advirtió el suceso demasiado lento, como si fuera algo lejano: la sombra cayendo sobre su atacan, el sonido metálico arañar las baldosas del suelo, el frío envolviendo los gritos ahogados y luego el silencio. Un silencio profundo que lo cubrió como un manto espeso y brutal y ese maldito sonido.

Sin pensarlo se había movido sujetando el puñal entre sus dedos que se desasían en convulsiones esporádicas intentando asimilar lo que pasaba. Llevando la mano a su pecho sitio el pulso fuerte, percatándose entonces de que lo que le impedía eran en realidad los latidos violentos de su corazón.

—qu…e…

Con la boca seca la lengua era una pastilla que no daría alarma, por un momento se le antojo que aquello era producto del licor sin embargo le dolían las rodillas por el frío y el olor de la sangre golpeaba fuerte su nariz como para enviarlo a las comodidades del sueño. Cuando la mujer cayó inerte su único muro se derrumbó y estrellas bailaron tras sus parpados. La oscuridad crecía a su alrededor cuando los ojos rojos centellaron en la oscuridad sobre su rostro; la criatura lo miraba, tomándolo en cuenta, seguramente meditando sobre su hacer.

La urgencia de ponerse sobre las rodillas y volcar el estomago pincho sin embargo no fue capaz de retroceder, paralizado por el desconcierto y el miedo algo profundo lo anclaba en el lugar dejando fuera el instinto de supervivencia. Tomando el puñal con fuerza lo blandió amenazante…

—¡Maldita sea!

Hacia unos días un demonio con forma de lobo, al que había tenido que enfrentar, sin embargo ahora estaba solo…y la criatura. La oscuridad le daba un aspecto mucho peor de espejo, la imagen de un hombre.

Turbado pero conociendo la sensación no caería de nueva cuenta en la impotencia, mordiendo los dientes, levanto la mano con el filo brillando en el aire, cortando sobre su muslo abriéndose paso entre la carne, la bruma una vez más desapareció.

Entonces corrió.

Maldiciendo a Beni quien quiera que fuese y a su suerte.

Siempre que bebía, quedaba en un estado de placer por varias horas antes de volver a su estado natural, había escuchado que el opio generaba una sensación similar en los adictos y quizás para un Vampiro, la sangre era como una droga en ese aspecto, una adicción de la que no podían escapar por más que lo intentaran. Soren odiaba más que nada no estar en control de su ser, pues siempre había sido alguien inseguro aún desde que era humano y tener control sobre todo en su vida, era una forma de ocultar esa inseguridad. Sin embargo en ese momento, no tuvo tiempo para disfrutar de la sensación que le había otorgado la sangre, tenía cosas más importantes de las cuales preocuparse.

¡Había dejado un testigo!

Ocultar su naturaleza era la prioridad más grande en su vida, temía que ese hombre pudiera iniciar un rumor sobre él ¿Cómo podría volver a conseguir trabajo como profesor  si habían rumores de él siendo un Vampiro?.

Vio como el hombre trataba salir del shock en el que se encontraba usando el cuchillo que la mujer había dejado caer. De nuevo el olor de sangre llegó a su nariz y por unos instantes el monstruo pareció querer salir desde la oscuridad para lanzarse al cuello del hombre y continuar bebiendo. Porqué así era la maldita sed, no importaba cuanto bebieras, siempre había espacio para un poco más.

Cerró los puños de las manos intentando ganar control sobre sus pensamientos y se apresuró a ponerse de pie, tambaleándose un poco pues la sensación de cosquilleo que tenía en el cuerpo le hacía sentir liviano y estúpidamente feliz, aún cuando las circunstancias no lo ameritaban. ¡Debía evitar que escapara!

Corrió tras del hombre y lo alcanzó cuando apenas si había avanzado varios metros hacía una esquina. Se sentía lleno de energía y fuerzas ahora que había bebido, por lo que le fue fácil tomar al pobre hombre de los hombros y levantarlo por el aire para apretujarlo contra la pared del callejón. A lo lejos se escuchó el maullido de un gato que saltó de unas cajas al lado de un basurero.

- Shhh – Murmuró aún sosteniendo al hombre con su propio peso contra la pared – Tranquilo... -  Las gafas se le resbalaron por la larga nariz y seguramente ante los ojos del humano, debió parecer como una especie de drogadicto con las pupilas tan dilatadas como las del mismo gato que acababa de maullar.

¡Maldita sea!

De nuevo la piedra liza contra su espalda, y el frío lamiéndolo, helándolo por dentro. El cuchillo había caído en la huida por lo que volvía a parecer indefenso mientras que sus manos arañaban la superficie a su alrededor intentando recuperar el aliento lo escucho sin obedecer.—¡Y una mierda!—Ladró con la voz como rocas molidas por el esfuerzo. Al menos esta vez nada amenazaba su entrepierna, en ese aspecto sí que estaba tranquilo.

Su pulso latía violentamente en su cuello mientras hacia un esfuerzo por separarse lo más posible de las manos frías que lo sujetaban como un peso muerto. Relamiéndose los labios trato de llegar a la pistola que mordía su cintura sin éxito.

Desde el encuentro con el hombre lobo guardaba una bala de plata para escapar como le enseño la cazadora sin embargo, no tenía idea del efecto que estas provocaban sobre cualquier otro ser extraño. Escudriñando el rostro ajeno con los ojos verdes bebió de los detalles, era un ignorante del vela que separaba a los suyos de las criaturas malditas sin embargo creía poder saber la diferencia tras el primer encuentro, no era tan estúpido.

Su lengua volvió a lavar con rapidez su labio inferior mientras que, lentamente, articulaba palabras cerrando sus propias manos sobre las ajenas en un intento por liberarse.—¿Te ha enviado él…Adonai?

Preguntó, no sabía si los vampiros fraternizaban, pero era el único que conocía y nunca se era lo suficiente paranoico con los males del mundo. A pesar de que jamás volvió a unir caminos con el solista, siempre existía la posibilidad de que enviara a alguno de los suyos para atormentarle.

Esperando la respuesta sin saber que haría después sus ojos siguieron vagando por el cuerpo ajeno. No se parecía en nada, donde el rubio era etéreo el hombre frente a él se veía común, donde había un deje esculpido encontraba un aire retraído y mundano. Y aún así…

—Suéltame.

Ordeno mirando a los posos negros que eran sus ojos, restándole humanidad, se ve como un muchacho pero es un monstruo.

Sentía como si la cabeza le diera vueltas evitando que pensamientos coherentes se formaran, aún se sentía perdido en la sensación de éxtasis e inclusive él, acostumbrado, luego de tantos años de experimentar lo mismo cada que se alimentaba, se sorprendió del efecto inusual que estaba teniendo en su mente. Había logrado detener al hombre, pues obviamente su fuerza era mayor, sin embargo no se sentía en total control de si mismo, aún cuando, en teoría, luego de alimentarse, ya no debía preocuparse por perder el control de nuevo.

Por primera vez se fijo en el rostro del hombre que tenía atrapado contra la pared, lucía como una persona que no se dejaba intimidar fácilmente por nadie, aún en aquella extraña situación en la que se encontraba, parecía tener el espíritu para luchar contra él si era necesario. Soren sonrió dejando ver claramente sus puntiagudos colmillos, le gustaba ese tipo de personas, porque eran completamente lo opuesto a él.

-¿Quien es ese? - Preguntó con expresión sorprendida, aunque aún tenía un deje de esa sonrisa tonta de momentos antes, se retiró un poco sin alejarse mucho, sabía que no podía dejarle escapar. - No se de que hablas – Agregó, el Vampiro sacudió la cabeza y las gafas casi se le caen de la cara, se las acomodó torpemente pues habían resbalado por la nariz.

-Oh no... - De repente pareció caer en cuenta de lo que pasaba, el mareo, la dificultad para enfocar sus pensamientos y la inquietante sensación de estar en un sueño y no en la realidad – Esa mujer... - Murmuró - ¡Mierda! ¿Cómo puedo tener tan mala suerte? - Exclamó llevándose una mano a la frente, como si así pudiese aclarar su mente - ¡Estaba drogada ¿verdad? -

Había saltado sobre ella sin pensar, sin detenerse unos momentos a analizar la situación. Tenía demasiada sed y esta había tomado control sobre su cuerpo. De haber sido más cuidadoso se habría dado cuenta del olor diferente en su cuerpo ¡Por supuesto que la mujer había estado fumando algo más que un simple cigarrillo!, lo que estaba sintiendo en el cuerpo no era menos que, los efectos el opio.

Su ceño profundo se volvió aún más pronunciado, sus cejas estaban tan juntas que casi se besaban. ¿Es que acaso hoy era el día en el que se toparía con los seres más desubicados que jamás trato en su vida?, una sensación de fatiga estrecho su mente al tiempo que se mantenía recto y a la caza de cualquier movimiento del contrario. Intentando seguirle el juego para librarse de él lo más rápido posible, su experiencia le decía que entre mayor cantidad de tiempo pasaba peor se pondría.

Desgranando los acontecimientos levanto el mentón clavando la vista en los cristales y no en los ojos inhumanos.
—¡¿De qué rayos está hablando?!, ¿Qué importancia tiene lo mismo que con usted?—Agregó refiriéndose a su estado poco lucido, sin hacer la conexión con la sangre que el vampiro había ingerido, era normal que los callejeros estuvieran drogados la mayor parte de su vida, y el joven se veía demasiado común para descartar el hecho aunque no sus maneras.—Puede deducirlo usted mismo.

Soltó mientras siseaba al reclinar el peso en la herida, notando que el temblor seguía aferrado a sus miembros de forma leve, apretando las manos en puños cerrados hasta que sus nudillos se volvieron blancos, considero lanzar el primer golpe. Era bueno en el boxeo aunque ya no lo hacía de forma profesional, pero no le gustaba que le golpearan el rostro, era demasiado atractivo para permitirlo. Pegando la nuca a la loza fría en un intento de mantener mayor distancias lo escudriño de pies a cabeza, sorprendido de lo normal que se veía.

—Da igual, será mejor que termines con lo que sea que te propones, estoy cansándome de esperar, hombre sin—Dijo con una sonrisa de gato tirándole las comisuras, la sonrisa que usaba para aplacar conquistas demasiado intensas.—No puedo responder tus preguntas como tu las mías, lo que quieras de mi te lo daré, menos la sangre, como sabes la necesito incluso más que tu.

Sólo una vez se había topado con un vampiro, una vez que fue suficiente para querer repetirlo y ahora ahí estaba.

Incluso pese a las advertencias de su informante, incapaz de alejarse de aquel mundo bizarro donde era la presa. —¿Qué es lo que quieres de mi?...si piensas que suplicaré por mi vida…

Lo pensó un momento suplicar no era su estilo, seducir si…pero seducir a un vampiro, ni siquiera sabia si su virilidad estaba intacta, ¡Por todos los dioses!

Aquel hombre tenía razón, sólo él podría saber realmente que era lo que sucedía, pero aquella era la primera vez que Soren bebía sangre de alguien intoxicado de esa manera. En el pasado había bebido sangre de borrachos, sin embargo la sensación que daba el alcohol no se comparaba con la de una droga alucinógena. Sacudió la cabeza intentando aclarar sus pensamientos, pero no era fácil, era como si su cabeza estuviera en otro lugar no fuera consciente de sus acciones.

-No voy a beber tu sangre... - Respondió a la acusación del hombre – Estoy satisfecho – Le aclaró, Soren podía ser un monstruo cuando estaba hambriento, pero una vez había saciado esa necesidad, podía comportarse como racionalmente (al menos cuando no estaba drogado) – Por cierto... ella no está muerta... sólo inconsciente – Sintió que debía explicarle y justificarle a ese desconocido el porqué de su ataque, era extraño sentir pero sentía que era necesario si no quería que ese hombre lo denunciara a la policía.

-Lamento haberte asustado de esta forma – Continuó llevándosee una mano a la cabeza, como si así pudiera evitar el mareo – Pero... Te salvé de un posible robo ¿no? - Intentó bromear, sus ojos aún tenían las pupilas dilatadas y su mirada de depredador contrastaba con el tono amable de su voz.

- ¿Que quiero de ti? - Preguntó y su tono cambió de amable a nervioso mientras su mirada se desviaba hacía el suelo – Que... no reportes este incidente a la policía... de todas formas, cuando ella despierte mañana... creerá que lo que pasó fue producto de alguna alucinación causada por las drogas... así que si tu no dices nada... nadie tiene porqué enterarse -

Se hizo silencio mientras que lentamente cavilaba la información adquirida y la situación, estremeciéndose al comenzar a ser consciente del clima frío más allá del ambiente hostil. Su lengua barrió sobre su labio inferior rápida. Estrechando los ojos miraba más allá del muchacho, no le gustaban los ajenos así que simplemente había optado por no buscarlos en su cara, en su lugar se concentraba en la boca o en los movimientos de sus manos.

Por más zalamero que se comportará no le creía, no confiaba siquiera en s propia sombra menos en el extraño con el que fuera de su sexo no compartía nada más en su naturaleza. —Pardon si lo dudo—Agregó con sorna y un deje de sarcasmo mientras que hacia volar su aliento un mechón que golpeaba su frente.—Pero no tienes que tratar de convencerme—Se apresuró a decir. No iba a discutir, no era un hombre de esa clase, era más sencillo dejarles tener lo que buscaban y verlos marchar.

—Un posible robo parece mejor…comparado con esto—Soltó sin freno.

No se sentía cómodo agradeciéndole, incluso si aquel incidente fue más un potencial intento de castración, ¡Y un cuerno que le agradecería!, en otras circunstancias podría ser pero a la defensiva antes muerto que mostrarse complaciente, en su lugar optó por seguir con el tema que le interesaba al extraño. Conforme con el conocimiento de saber que había algo de poder al que podía llegar. Sin moverse sus pestañas hicieron sombra sobre sus parpados mientras pensaba antes de levantarse, al verlo mirar hacia otro lado.

—Hecho.

Dijo en un tono plano, no era imbécil, ¿Quién le iba a creer de todos modos?, o peor aún, ¿Quién se preocuparía por una mujerzuela?, Su voz sería nada y en su lugar, su nombre sería ridiculizado. Le gustaba su reputación lo suficiente para ello y la necesitaba intacta si deseaba casarse con un titulo. A los pares del reino no le gustaban los chismes sobre chiflados.

—Tiene mi palabra, este incidente jamás sucedió, y usted y yo nunca cruzamos caminos…¿contento?

Estaba claro que ese hombre no se fiaba de sus intenciones y no lo culpaba ¿Quien en su sano juicio confiaría en un Vampiro? Sobre todo después de ver como se alimentaba de otro ser humano, el instinto de conservación era más fuerte que la empatía asi que no le sorprendió las respuestas escuetas que le dio y que pusiera en duda lo qu decía.

Era extraño que como Vampiro le estuviese pidiendo un favor a un humano. En teoría el era mucho más poderoso y habría podido aprovecharse de esa fuerza para callar a la fuerza a ese hombre, inclusive había podido usar sus poderes mentales para confundirlo e intentar hacerle creer que todo lo que había presenciado era un sueño. Pero como siempre, algo en su interior (lo que quedaba de humano en él) lo obligaba a intentar hacer las cosas 'correctamente' aunque eso implicara meterse en problemas  o pasar momentos vergonzosos como ese.

- Trato... hecho – Murmuró con la misma sonrisa tonta. Seguro que ese hombre estaba pensando que estaba chiflado, pero no podía controlar sus gestos y parar el mareo en su cabeza, aquella no era una primera buena impresión y esperaba con todo fervor nunca volverse a cruzar a ese hombre en la vida, de lo contrario se sentiría increíblemente avergonzado – Entonces... Que tenga una buena noche – Agregó sintiéndose infinitamente rídiculo, pero no sabía que más decir, hizo una venia torpe y luego se dio medía vuelta para alejarse trastabillando con cada paso como si hubiese tomado una botella de Vodka en una sola sentada.