AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Happiness is only real when shared | Privado
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Happiness is only real when shared | Privado
Tristan empujó la puerta suavemente y ésta se abrió muy despacio, mostrando una estancia pulcra y renovada. Se quedó perplejo, y a continuación alzó las cejas, parpadeando, como si pensara que aquella visión era parte de una ensoñación. Todo se veía tan diferente, como si hubiera abandonado la casa durante varios días y al regresar se encontrara con un mejorado reemplazo de la suya. Dio un rápido vistazo a los muebles y fue consciente de que hacía tiempo no reparaba mucho en ellos; lo normal era que casi no lograra reconocerlos. Resplandecían y habían sido movidos de su lugar original, supuso él que con el fin de brindar mucha más armonía a la habitación, una decisión muy acertada. La alfombra, cortinas y papel tapiz también eran otros, de tonos dorados y marrones, con estampados y bordados florales.
Con pena admitía que nunca se había preocupado demasiado por el aspecto de su casa, pero le agradaba verla así. Ya no era el lugar sombrío que por tanto tiempo había utilizado como refugio para lamentarse de su miseria, en el que en ocasiones, ahogado de borracho, deseó que su vida terminara. Tristan trabajaba en eso, en su autoestima. Cada día se esforzaba para alejar, cuanto antes mejor, los horribles pensamientos de su cabeza. Y si al fin había llegado –al fin- esa época de cambios, si su intención era mejorar su vida para siempre, lo ideal era que su entorno también lo reflejase, y en eso, Kelsey estaba desempeñando un trabajo maravilloso.
La joven estaba allí, de espaldas a él, sin imaginar que su amigo la observaba. Terminaba de acomodar un ramillete de flores en uno de los jarrones; el agradable y fresco aroma impregnaba el ambiente. Nunca la había escuchado cantar, pero allí estaba, entonando una alegre melodía que hablaba de amor. Tristan permaneció inmóvil unos instantes, escuchando con atención casi toda la canción sin hablar. La muchacha tenía una bella voz que hacía olvidarse de todo a los demás.
—¿Alguna vez te abandona ese entusiasmo? —se animó a preguntar, interrumpiéndola.
Ella se volvió hacia él, obsequiándole una sonrisa, lo cual no le extraño. Además de la filantropía, esa necesidad de ayudar al prójimo, su alegría era una de las cosas que más la caracterizaban.
—En ocasiones te envidio, Kelsey —admitió, moviéndose finalmente de su lugar. Sus zapatos tocaron por primera vez la nueva alfombra de origen oriental—. Pareces ser tan feliz con tan poco. ¿Cuál es tu secreto? —No era una pregunta somera, el interés por ese estado de ánimo, que parecía ser permanente en la inglesa, era genuino. Le intrigaba y a menudo se preguntaba cuál era la clave de tal felicidad.
Con pena admitía que nunca se había preocupado demasiado por el aspecto de su casa, pero le agradaba verla así. Ya no era el lugar sombrío que por tanto tiempo había utilizado como refugio para lamentarse de su miseria, en el que en ocasiones, ahogado de borracho, deseó que su vida terminara. Tristan trabajaba en eso, en su autoestima. Cada día se esforzaba para alejar, cuanto antes mejor, los horribles pensamientos de su cabeza. Y si al fin había llegado –al fin- esa época de cambios, si su intención era mejorar su vida para siempre, lo ideal era que su entorno también lo reflejase, y en eso, Kelsey estaba desempeñando un trabajo maravilloso.
La joven estaba allí, de espaldas a él, sin imaginar que su amigo la observaba. Terminaba de acomodar un ramillete de flores en uno de los jarrones; el agradable y fresco aroma impregnaba el ambiente. Nunca la había escuchado cantar, pero allí estaba, entonando una alegre melodía que hablaba de amor. Tristan permaneció inmóvil unos instantes, escuchando con atención casi toda la canción sin hablar. La muchacha tenía una bella voz que hacía olvidarse de todo a los demás.
—¿Alguna vez te abandona ese entusiasmo? —se animó a preguntar, interrumpiéndola.
Ella se volvió hacia él, obsequiándole una sonrisa, lo cual no le extraño. Además de la filantropía, esa necesidad de ayudar al prójimo, su alegría era una de las cosas que más la caracterizaban.
—En ocasiones te envidio, Kelsey —admitió, moviéndose finalmente de su lugar. Sus zapatos tocaron por primera vez la nueva alfombra de origen oriental—. Pareces ser tan feliz con tan poco. ¿Cuál es tu secreto? —No era una pregunta somera, el interés por ese estado de ánimo, que parecía ser permanente en la inglesa, era genuino. Le intrigaba y a menudo se preguntaba cuál era la clave de tal felicidad.
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Tristan Rêveur- Licántropo Clase Alta
- Mensajes : 133
Fecha de inscripción : 19/01/2011
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Re: Happiness is only real when shared | Privado
- Le quiero... no... no es verdad... le amo - caviló, mientras proseguía con su trabajo como ama de llaves en la residencia Réveur. - Por él, tan solo por él, soy capaz de hacer todos los sacrificios que deba pagar, por verle feliz - pensó, al momento que recordaba como había sido capaz de abandonar sus sueños, sus metas, con tal de permaneces a su lado. Por el amor que sentía hacia Tristan, se había convertido en una empleada fiel, - solo quiero lograr encontrar a ese muchacho del que me enamoré... al de mirada melancólica, hermosa sonrisa -, susurró, mientras terminaba de ordenar las flores que utilizaría para el arreglo de esa habitación. Mientras cortaba los tallos, de forma metódica y precisa, pensó que jamás dejaría que Tristan se enterara de todo lo que ella había dejado por cuidar de él. Guardaría el secreto, sepultaría sus sueños postergados, todo por el bienestar de su amado. Sonrió, sonrojándose al pensar en él.
Un momento después, se giró para repasar con la mirada el cambio que mostraba esa habitación. Como podía ser que esa, fuera la misma habitación en la que una noche él le invitara una taza de té, para luego, decidir quedarse al lado del mago, costara lo que costara. Aún recordaba la apariencia que poseía el primer día en que llegara a la residencia de su amigo. Lo descuidado, que se encontraba todo, como si la mansión y el hombre hubieran formado una simbiosis, siendo la deplorable situación en que se encontraba aquella construcción, el estado de desesperación y abandono que sentía Tristan en su alma. Pero al verla tan cambiada, luminosa, fresca, llena de vida, Kelsey, supo que también su amado amigo se estaría recuperando.
No podía negar que por un momento quiso pensar que aquella proeza era consecuencia del amor incondicional que ella tenía por él. Que tal vez, Tristan, terminaría amándola. Si, quiso creer en ello, soñar que con el tiempo, los dos podrían llegar a ser felices el uno con el otro, ¿porque no podía eso ser posible? ¿acaso ella era poco atractiva? ¿no merecía ser amada por un hombre como Réveur? Negó con un suave gesto de cabeza. No, claro que podía ser querida y valorada por un ser como él, mas temía ilusionarse, lo mejor sería esperar que él volviera de su viaje y que al verla le expresara que la quería, - si, me conformo con que me quiera... el amor... podrá llegar después - quiso pensar, mientras, volvía a poner atención en el florero que descansaba sobre uno de los muebles.
La brisa del día, entraba alegre por el ventanal abierto, como también lo hacían los rayos de sol que llenaban de luz la estancia. Esa brisa, hizo danzar unos cabellos que se habían soltado de su complicado peinado. Con su mano derecha, los recogió detrás de su oreja y sonrío, mientras cerraba los ojos y volvía a pensar en él. Al hacerlo no pudo dejar de cantar, recordando una antigua canción inglesa, que hablaba de un amor, que a pesar de la distancia, de los obstáculos que les surgían, esos amantes, lograrían estar juntos. Ella, pensaba que así era la historia que los unía, y que tarde o temprano, ellos estarían juntos, amándose, como tantas veces lo había soñado, aún cuando pasaron años sin verse. Le extrañaba, los días habían sido una tortura lejos de su presencia, pero prefería que estuviera ocupado, mientras ella, se dedicaba en dar nueva vida al hogar del mago. Inmersa en sus pensamientos, en sus infantiles ilusiones, no logró percibir el sonido de la puerta al abrirse, ni los pasos cadenciosos del mago entrando a la habitación. Fue aquella voz tan amada, la que logró sacarla de sus ensoñaciones, haciendo que contuviera la respiración y sonriera dulcemente, girando sobre si misma, para encontrarse con la mirada que tanto amaba.
- No - contestó, mientras sonreía e inclinaba grácil su cabeza, haciendo que nuevamente aquel mechón rebelde flotara en la brisa de la mañana. - No, si mi querido amigo es feliz, si ha vuelto a casa para quedarse - su mirada cargada de amor, se unió a la del licántropo; su sonrisa se expandió en su rostro. En sus manos, mantenía una flor, frágil y fragante, su mano derecha bajó hasta tomar la cadena que pendía de su cintura, sosteniendo unas delicadas tijeras de plata, cortó el tallo de la flor, para después acercarse a Tristan, - ¿me envidias? ¿ acaso no sabes que estoy feliz, cada vez que mi amigo llega de vuelta a casa? - susurró al pararse frente a él y con suaves movimientos colocar la flor en el ojal de la chaqueta. Su mirada fue de la flor, a la mirada ajena, - Tu presencia, ese es mi secreto -, dijo, aunque al instante se alejó de él, creando una distancia entre ellos.
Un momento después, se giró para repasar con la mirada el cambio que mostraba esa habitación. Como podía ser que esa, fuera la misma habitación en la que una noche él le invitara una taza de té, para luego, decidir quedarse al lado del mago, costara lo que costara. Aún recordaba la apariencia que poseía el primer día en que llegara a la residencia de su amigo. Lo descuidado, que se encontraba todo, como si la mansión y el hombre hubieran formado una simbiosis, siendo la deplorable situación en que se encontraba aquella construcción, el estado de desesperación y abandono que sentía Tristan en su alma. Pero al verla tan cambiada, luminosa, fresca, llena de vida, Kelsey, supo que también su amado amigo se estaría recuperando.
No podía negar que por un momento quiso pensar que aquella proeza era consecuencia del amor incondicional que ella tenía por él. Que tal vez, Tristan, terminaría amándola. Si, quiso creer en ello, soñar que con el tiempo, los dos podrían llegar a ser felices el uno con el otro, ¿porque no podía eso ser posible? ¿acaso ella era poco atractiva? ¿no merecía ser amada por un hombre como Réveur? Negó con un suave gesto de cabeza. No, claro que podía ser querida y valorada por un ser como él, mas temía ilusionarse, lo mejor sería esperar que él volviera de su viaje y que al verla le expresara que la quería, - si, me conformo con que me quiera... el amor... podrá llegar después - quiso pensar, mientras, volvía a poner atención en el florero que descansaba sobre uno de los muebles.
La brisa del día, entraba alegre por el ventanal abierto, como también lo hacían los rayos de sol que llenaban de luz la estancia. Esa brisa, hizo danzar unos cabellos que se habían soltado de su complicado peinado. Con su mano derecha, los recogió detrás de su oreja y sonrío, mientras cerraba los ojos y volvía a pensar en él. Al hacerlo no pudo dejar de cantar, recordando una antigua canción inglesa, que hablaba de un amor, que a pesar de la distancia, de los obstáculos que les surgían, esos amantes, lograrían estar juntos. Ella, pensaba que así era la historia que los unía, y que tarde o temprano, ellos estarían juntos, amándose, como tantas veces lo había soñado, aún cuando pasaron años sin verse. Le extrañaba, los días habían sido una tortura lejos de su presencia, pero prefería que estuviera ocupado, mientras ella, se dedicaba en dar nueva vida al hogar del mago. Inmersa en sus pensamientos, en sus infantiles ilusiones, no logró percibir el sonido de la puerta al abrirse, ni los pasos cadenciosos del mago entrando a la habitación. Fue aquella voz tan amada, la que logró sacarla de sus ensoñaciones, haciendo que contuviera la respiración y sonriera dulcemente, girando sobre si misma, para encontrarse con la mirada que tanto amaba.
- No - contestó, mientras sonreía e inclinaba grácil su cabeza, haciendo que nuevamente aquel mechón rebelde flotara en la brisa de la mañana. - No, si mi querido amigo es feliz, si ha vuelto a casa para quedarse - su mirada cargada de amor, se unió a la del licántropo; su sonrisa se expandió en su rostro. En sus manos, mantenía una flor, frágil y fragante, su mano derecha bajó hasta tomar la cadena que pendía de su cintura, sosteniendo unas delicadas tijeras de plata, cortó el tallo de la flor, para después acercarse a Tristan, - ¿me envidias? ¿ acaso no sabes que estoy feliz, cada vez que mi amigo llega de vuelta a casa? - susurró al pararse frente a él y con suaves movimientos colocar la flor en el ojal de la chaqueta. Su mirada fue de la flor, a la mirada ajena, - Tu presencia, ese es mi secreto -, dijo, aunque al instante se alejó de él, creando una distancia entre ellos.
Julia Rondizzoni- Hechicero Clase Alta
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Fecha de inscripción : 13/09/2014
Re: Happiness is only real when shared | Privado
A Tristan le sorprendió un poco aquella respuesta. ¿De verdad estaba diciendo que la causa de su felicidad, de ese maravilloso entusiasmo que mostraba todos los días, era él? Si se hubiera tratado de un cumplido, se habría permitido sentirse halagado. Pero no lo era. La conocía lo suficiente para saberlo. Sabía que cuando Kelsey decía algo, sus palabras provenían del corazón. Sin embargo, no podía dejar de preguntarse: ¿por qué? ¿Qué había hecho él para merecerlo? Nada. En absoluto. Kelsey lo llamaba «amigo», pero no era ni siquiera eso, pues nunca había sabido estar para ella. Tampoco correspondía a sus sentimientos, esos que aún después de tanto tiempo permanecían vigentes e inalterables. Oh, porque si, esa mujer lo amaba, ya no podía permitirse dudarlo. Y en lugar de expresarlo con palabras, ella había elegido demostrárselo, con acciones. Se había quedado a su lado, profesándole una lealtad absoluta; lo miraba con aquella devoción y sonreía, incluso cuando él casi nunca tenía nada bueno para decir.
—Yo también estoy feliz de que estés aquí, Kelsey —se acercó, le apartó el rebelde mechón de cabello del rostro, y la cogió de las manos. Eran suaves, cremosas; no estaban maltratadas como de las mujeres que toda su vida se habían dedicado al trabajo doméstico—. Tenías razón sobre todo. Tu presencia me ha hecho muy bien.
No mentía. Tampoco era un cumplido. Kelsey había sido luz en medio de una oscuridad total y absolutamente devastadora. Había regresado a su vida en el momento justo, cuando más necesitaba un apoyo. De no ser por ella, ¿dónde estaría él? Borracho, o en el peor los casos, probablemente muerto. Le debía la vida. Eso y mucho más. Y aún así… estaba a punto de romperle el corazón con la noticia que iba a darle. La lastimaría, estaba seguro, lo veía venir, pero ocultarlo no era una opción. Ella debía saberlo.
—Me quedaré. No más viajes por el momento —ella pareció alegrarse con la noticia. Su sueño se había cumplido: lo tendría en casa—. Decidí no extender más la gira por un motivo en particular. Es algo de lo que debo hablarte. Ven, siéntate conmigo.
Se acomodaron en el sillón más próximo, uno junto al otro, sus rodillas casi rozándose. Ella lo miró, como esperando que expusiera finalmente el misterioso motivo, pero al contemplar fijamente sus ojos, tan rebosantes de ternura, Tristan no supo cómo continuar. Era difícil. Dios, no quería herirla. ¿Cómo suavizar la noticia? Imposible, no había manera. Por un momento, sintió que la valentía lo abandonaba, pero se instó a hablar cuanto antes.
—Kelsey, voy a casarme —fue claro, conciso y… posiblemente desalmado.
—Yo también estoy feliz de que estés aquí, Kelsey —se acercó, le apartó el rebelde mechón de cabello del rostro, y la cogió de las manos. Eran suaves, cremosas; no estaban maltratadas como de las mujeres que toda su vida se habían dedicado al trabajo doméstico—. Tenías razón sobre todo. Tu presencia me ha hecho muy bien.
No mentía. Tampoco era un cumplido. Kelsey había sido luz en medio de una oscuridad total y absolutamente devastadora. Había regresado a su vida en el momento justo, cuando más necesitaba un apoyo. De no ser por ella, ¿dónde estaría él? Borracho, o en el peor los casos, probablemente muerto. Le debía la vida. Eso y mucho más. Y aún así… estaba a punto de romperle el corazón con la noticia que iba a darle. La lastimaría, estaba seguro, lo veía venir, pero ocultarlo no era una opción. Ella debía saberlo.
—Me quedaré. No más viajes por el momento —ella pareció alegrarse con la noticia. Su sueño se había cumplido: lo tendría en casa—. Decidí no extender más la gira por un motivo en particular. Es algo de lo que debo hablarte. Ven, siéntate conmigo.
Se acomodaron en el sillón más próximo, uno junto al otro, sus rodillas casi rozándose. Ella lo miró, como esperando que expusiera finalmente el misterioso motivo, pero al contemplar fijamente sus ojos, tan rebosantes de ternura, Tristan no supo cómo continuar. Era difícil. Dios, no quería herirla. ¿Cómo suavizar la noticia? Imposible, no había manera. Por un momento, sintió que la valentía lo abandonaba, pero se instó a hablar cuanto antes.
—Kelsey, voy a casarme —fue claro, conciso y… posiblemente desalmado.
Tristan Rêveur- Licántropo Clase Alta
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Fecha de inscripción : 19/01/2011
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Re: Happiness is only real when shared | Privado
Tenerle allí, era su sueño de cada día, poder ver sus ojos melancólicos, oir su voz profunda y varonil, sentir sus manos que por alguna razón la rozaban, pero que para ella, era una sensación entre alegría y fascinación. Si tan solo sus años de espera, sus meses de profunda devoción, dieran sus frutos y él hubiera por fín abandonado el triste recuerdo de esa mujer que una vez los separó, aunque Tristan jamás aceptara esa posibilidad, ella estaba segura, de que si él no la hubiera encontrado, si tan solo hubiera tenido el tiempo y el valor para conocerla mejor, él jamás la habría abandonado. ¿podía ser posible, que él se hubiera dado cuenta de su error? que había estado buscando en otros corazones, en otras bocas, en otras mujeres, lo que ella deseaba darle a manos llenas.
Su corazón parecía saltar en mitad del pecho, cuando él la tomó de la mano y le instó a sentarse a su lado en el sillón de la sala. Su garganta seca, no permitía que tragara saliva o que pudiera calmarse. Mordió su labio inferior, abrió levemente su boca, esperando escuchar aquella confesión, que le diera la felicidad completa. Debía ser eso, en todos esos meses, él habría reflexionado y dado cuenta que en ningún lugar, ni en ningún otro regazo, encontraría el verdadero amor, ese que era incondicional, que con suerte se podría encontrar una vez en la vida y que en el caso de Tristan, lo había tenido, desde hacía muchos años, aunque jamás le diera importancia. Su piel por demás pálida, parecía semejante al mármol de una estatua clásica. Inspiró profundamente, sonrió con nerviosismo, escuchando atenta cada una de las palabras, pero sin poder pronunciar ninguna, puesto que el corazón había subido a su garganta.
Sus delicadas manos, tomaron la ajena, intentando darle fortaleza, - vamos dilo - dijo mentalmente, expresando también con su mirada, ese deseo de escuchar por fin que él se quedaría allí por ella. Mas cuando él reveló la verdad, aquellas palabras que no se animara a decir, los orbes de la mujer, se clavaron en los del lobo, como sin intentara buscar en ellos, la respuesta apropiada - no es verdad, era una broma - quería escucharle decir, mientras la abrazaba riendo a carcajadas, mas los segundos pasaban, lentos como milenios y él no abría su boca. Como si después de mucho tiempo bajo el agua, hubiera surgido a la superficie, abrió sus labios y buscó desesperada el aire que le faltaba a sus pulmones, inspiró profundamente, al instante que sus manos forcejeaban por dejar el contacto con aquel extraño, - maldito, ¿quien eres? no puedes ser mi amado Tristan, él no me heriría con esas palabras - quiso decir, mas solo mordió sus labios, trató de inspirar nuevamente, pero sus pulmones se negaban a recibir oxigeno alguno.
Cuando logró encontrar un punto en su mente en el cual apoyarse, el aire volvió a sus pulmones, cerró sus ojos, apretó su mandíbula, y una sonrisa cargada de amargura cubrió su angelical rostro. Su corazón dolía, su alma dolía, no existía una partícula de su cuerpo, ni de su espíritu que no hubiera devastado aquel insensible hombre. Se levantó tambaleante, pero decidida en hacer una distancia entre ellos, - te... te... casas - logró articular, intentando mantener la compostura, mas ésta se había perdido en el instante en que aquellas palabras la apuñalaran. Le miró, frunciendo el entrecejo, dejando salir el aire que contenía en sus pulmones, -¿y que pretendes que diga? - le preguntó, con la voz cargada de reproche, - ¿pretendes que sirva a tu mujer? ¿que sea tu paño de lágrimas, si las cosas no salen como esperas? ¿que brinde feliz por tu inefable noticia? - contenía la respiración, al igual que su ira, aunque su mirada la delataba, era una fiera herida, una loba que ha sido lastimada y que no se sabe en qué momento puede atacar, aunque con ello muera.
Su corazón parecía saltar en mitad del pecho, cuando él la tomó de la mano y le instó a sentarse a su lado en el sillón de la sala. Su garganta seca, no permitía que tragara saliva o que pudiera calmarse. Mordió su labio inferior, abrió levemente su boca, esperando escuchar aquella confesión, que le diera la felicidad completa. Debía ser eso, en todos esos meses, él habría reflexionado y dado cuenta que en ningún lugar, ni en ningún otro regazo, encontraría el verdadero amor, ese que era incondicional, que con suerte se podría encontrar una vez en la vida y que en el caso de Tristan, lo había tenido, desde hacía muchos años, aunque jamás le diera importancia. Su piel por demás pálida, parecía semejante al mármol de una estatua clásica. Inspiró profundamente, sonrió con nerviosismo, escuchando atenta cada una de las palabras, pero sin poder pronunciar ninguna, puesto que el corazón había subido a su garganta.
Sus delicadas manos, tomaron la ajena, intentando darle fortaleza, - vamos dilo - dijo mentalmente, expresando también con su mirada, ese deseo de escuchar por fin que él se quedaría allí por ella. Mas cuando él reveló la verdad, aquellas palabras que no se animara a decir, los orbes de la mujer, se clavaron en los del lobo, como sin intentara buscar en ellos, la respuesta apropiada - no es verdad, era una broma - quería escucharle decir, mientras la abrazaba riendo a carcajadas, mas los segundos pasaban, lentos como milenios y él no abría su boca. Como si después de mucho tiempo bajo el agua, hubiera surgido a la superficie, abrió sus labios y buscó desesperada el aire que le faltaba a sus pulmones, inspiró profundamente, al instante que sus manos forcejeaban por dejar el contacto con aquel extraño, - maldito, ¿quien eres? no puedes ser mi amado Tristan, él no me heriría con esas palabras - quiso decir, mas solo mordió sus labios, trató de inspirar nuevamente, pero sus pulmones se negaban a recibir oxigeno alguno.
Cuando logró encontrar un punto en su mente en el cual apoyarse, el aire volvió a sus pulmones, cerró sus ojos, apretó su mandíbula, y una sonrisa cargada de amargura cubrió su angelical rostro. Su corazón dolía, su alma dolía, no existía una partícula de su cuerpo, ni de su espíritu que no hubiera devastado aquel insensible hombre. Se levantó tambaleante, pero decidida en hacer una distancia entre ellos, - te... te... casas - logró articular, intentando mantener la compostura, mas ésta se había perdido en el instante en que aquellas palabras la apuñalaran. Le miró, frunciendo el entrecejo, dejando salir el aire que contenía en sus pulmones, -¿y que pretendes que diga? - le preguntó, con la voz cargada de reproche, - ¿pretendes que sirva a tu mujer? ¿que sea tu paño de lágrimas, si las cosas no salen como esperas? ¿que brinde feliz por tu inefable noticia? - contenía la respiración, al igual que su ira, aunque su mirada la delataba, era una fiera herida, una loba que ha sido lastimada y que no se sabe en qué momento puede atacar, aunque con ello muera.
Julia Rondizzoni- Hechicero Clase Alta
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Fecha de inscripción : 13/09/2014
Re: Happiness is only real when shared | Privado
¿Qué? ¿Por qué? ¿Con quién? ¿Cómo es eso posible? ¿Por qué me estás haciendo esto? Le pareció leer en sus generosos ojos, que de un momento a otro abandonaron toda dulzura y se mostraron consternados. Jamás la había visto así, hablarle con ese tono; directa, sin inhibiciones, molesta, pero seguramente también destrozada. Aunque aquello le doliera en el alma, no podía decir que la reacción de Kelsey era inesperada. Y, aun así, le costó asimilarlo.
Quiso ponerse de pie y acercarse a ella para pedirle amablemente que se tranquilizara, que volviera a tomar asiento a su lado, que le permitiera hablar y explicarle cómo se habían dado las cosas, el porqué de todo, pero no se atrevió a tanto. Ella claramente necesitaba espacio; no lo quería cerca, se lo había dejado más que claro hacía apenas un par de minutos. Así que el hombre no se movió de su lugar y, resignado, lo único que atinó a hacer fue darle algunos minutos, llevándose la mano derecha al rostro, para luego colocarla sobre su boca, inspirando profundamente.
—No, no quiero eso —dijo luego de un rato, dejando escapar el aire—. No es necesario que te quedes y supongo que pretender que te alegres por mí es pedir demasiado. Lo lamento, fui egoísta.
Kelsey parecía ser una muchacha débil, de alma frágil, siempre la había visto así, desde la infancia, pero justo en ese instante, él se convenció de lo contrario. Había crecido, ya no era una niña, sino una mujer fuerte e independiente a la que podía hablarle con la verdad. No debía sentir pena por ella. No debía verla como a una muñeca de porcelana. Si no ocurría ese día, ya lograría entender con el tiempo que él no era el hombre para ella, y lo superaría.
—Su nombre es Elizabeth Pemberton, y no la conozco —explicó, decidido a hablarle abiertamente de las cosas, todavía con culpa, pero ya sin temor—. Es decir, nunca nos hemos visto. La forma en que coincidimos fue inusual y mantuvimos comunicación a través de misivas durante un tiempo. Fue por ese medio que le hice la propuesta y ella aceptó.
Hizo una pausa y aprovechó para levantarse. No miró a Kelsey, simplemente pasó a su lado, manteniendo y respetando la distancia que ella deseaba. Caminó directamente hasta el mueble donde guardaba las botellas de alcohol y la tentación de servirse un trago fue grande, pero resistió. Hacía meses que estaba limpio, no volvería a sucumbir al vicio. Giró y se dirigió entonces hasta la ventana, donde apartó un poco la cortina, visualizando a través del cristal a una pareja que paseaba más allá del jardín de su casa, sosteniendo un niño pequeño entre los brazos.
—Lo hice porque estoy cansado de estar solo y sentirme miserable por eso —admitió, sin dejar de estudiar a aquellos extraños que parecían tan felices compartiendo una vida—. Tuve una charla con William y me dijo que quizá era tiempo de dejar atrás el pasado, rehacer mi vida. No sé por qué, pero esta vez tomé sus palabras muy en serio. Supongo que luego de tanto tiempo… —la voz se le apagó de pronto. No, no entraría en detalles, aquello era muy privado y no era necesario. Carraspeó, apartó la vista de la ventana y la llevó de nuevo al interior de la sala, específicamente a los ojos de Kelsey—. No sé si esto va a funcionar, pero es un riesgo que ella ha decidido correr conmigo. Es obvio que no la amo y ella tampoco me ama. Eso hace todo mucho más sencillo. Si las cosas no resultan, nadie saldrá herido.
Y con esa última frase fue que le hizo saber por qué jamás consideró siquiera intentar algo así con ella. En otras palabras, aquello era un experimento, algo que había decidido probar con una extraña; ni siquiera tenía grandes expectativas, de ahí que no hubiera ni una pizca de felicidad en su voz.
Quiso ponerse de pie y acercarse a ella para pedirle amablemente que se tranquilizara, que volviera a tomar asiento a su lado, que le permitiera hablar y explicarle cómo se habían dado las cosas, el porqué de todo, pero no se atrevió a tanto. Ella claramente necesitaba espacio; no lo quería cerca, se lo había dejado más que claro hacía apenas un par de minutos. Así que el hombre no se movió de su lugar y, resignado, lo único que atinó a hacer fue darle algunos minutos, llevándose la mano derecha al rostro, para luego colocarla sobre su boca, inspirando profundamente.
—No, no quiero eso —dijo luego de un rato, dejando escapar el aire—. No es necesario que te quedes y supongo que pretender que te alegres por mí es pedir demasiado. Lo lamento, fui egoísta.
Kelsey parecía ser una muchacha débil, de alma frágil, siempre la había visto así, desde la infancia, pero justo en ese instante, él se convenció de lo contrario. Había crecido, ya no era una niña, sino una mujer fuerte e independiente a la que podía hablarle con la verdad. No debía sentir pena por ella. No debía verla como a una muñeca de porcelana. Si no ocurría ese día, ya lograría entender con el tiempo que él no era el hombre para ella, y lo superaría.
—Su nombre es Elizabeth Pemberton, y no la conozco —explicó, decidido a hablarle abiertamente de las cosas, todavía con culpa, pero ya sin temor—. Es decir, nunca nos hemos visto. La forma en que coincidimos fue inusual y mantuvimos comunicación a través de misivas durante un tiempo. Fue por ese medio que le hice la propuesta y ella aceptó.
Hizo una pausa y aprovechó para levantarse. No miró a Kelsey, simplemente pasó a su lado, manteniendo y respetando la distancia que ella deseaba. Caminó directamente hasta el mueble donde guardaba las botellas de alcohol y la tentación de servirse un trago fue grande, pero resistió. Hacía meses que estaba limpio, no volvería a sucumbir al vicio. Giró y se dirigió entonces hasta la ventana, donde apartó un poco la cortina, visualizando a través del cristal a una pareja que paseaba más allá del jardín de su casa, sosteniendo un niño pequeño entre los brazos.
—Lo hice porque estoy cansado de estar solo y sentirme miserable por eso —admitió, sin dejar de estudiar a aquellos extraños que parecían tan felices compartiendo una vida—. Tuve una charla con William y me dijo que quizá era tiempo de dejar atrás el pasado, rehacer mi vida. No sé por qué, pero esta vez tomé sus palabras muy en serio. Supongo que luego de tanto tiempo… —la voz se le apagó de pronto. No, no entraría en detalles, aquello era muy privado y no era necesario. Carraspeó, apartó la vista de la ventana y la llevó de nuevo al interior de la sala, específicamente a los ojos de Kelsey—. No sé si esto va a funcionar, pero es un riesgo que ella ha decidido correr conmigo. Es obvio que no la amo y ella tampoco me ama. Eso hace todo mucho más sencillo. Si las cosas no resultan, nadie saldrá herido.
Y con esa última frase fue que le hizo saber por qué jamás consideró siquiera intentar algo así con ella. En otras palabras, aquello era un experimento, algo que había decidido probar con una extraña; ni siquiera tenía grandes expectativas, de ahí que no hubiera ni una pizca de felicidad en su voz.
Tristan Rêveur- Licántropo Clase Alta
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Fecha de inscripción : 19/01/2011
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Re: Happiness is only real when shared | Privado
Había logrado llegar hasta un sillón mas alejado, y desde allí, lo contemplaba, ¿porqué, ahora le parecía un hombre tan diferente? ¿como era posible dejar de ver a una persona como siempre lo había hecho, con tan solo una dura revelación? Suspiró, y el aire que entraba a sus pulmones, dolía como si fuera un veneno, mas se impuso intentar comprender a ese extraño que se encontraba en la misma habitación. La mirada de éste, parecía reprocharle su exabrupto, pero a la misma vez comprenderla, y no supo si eso la ofendía mas que la misericordia con que intentaba expresarse hacia ella. Su rostro estaba rojo de ira, al igual que todo su cuerpo, el calor se volvía por momentos insoportable, que de poder hacerlo se hubiera arrancado el vestido a tirones. Sabía que era indispensable que se tranquilizara, por lo que bajó la mirada, a sus manos, que entrelazadas, permanecían en su regazo.
Así, sin hacer contacto con él, y solo escuchando su voz, comenzó a tranquilizarse, - Elizabeth - susurró, al escuchar el nombre de aquella mujer. Cerró sus ojos, mordió sus labios, e inspiró profundamente, ¿no la conocía personalmente pero le pedía matrimonio? ¿acaso Tristan se había vuelto loco? Por un segundo levantó su mirada y buscó la ajena, mostrando su reproche a lo que él se refería - ¿Casarte con una completa extraña? - no sabía si eso era una broma de mal gusto o el delirio de un demente, mas volvió a cerrar su boca y fruncir el entrecejo. Suspiró, era en vano, aquel hombre del que se había enamorado hacía ya tantos años, ya no existía dentro de ese caballero que apostado al lado del ventanal, dejaba escapar su mirada al exterior del recinto.
En el tiempo en que había estado viviendo con Tristan, había visto algunas veces al señor Willians, y estaba segura que sus intenciones habrían sido buenas, pero que el mago las había mal interpretado. hizo una mueca de preocupación, y su mirada cambió de rabia, a una genuina preocupación, -¿Porque, pretendes castigarte? ¿no has pagado suficiente? - dijo, mientras él se acercaba, nuevamente a donde ella se encontraba - Tristan, puedo comprender que no me amaras, que no me ames, y que tal vez jamás has de amarme... pero no puedo comprender ésta locura - se desahogo. las lagrimas surgieron de sus orbes, - no te lastimes así, te lo suplico -, le imploró antes de llevar su mano a sus ojos y secar rápidamente aquellas lagrimas que mostraban la debilidad que sentía ante ese hombre.
Se levantó, buscando alejarse de él, dirigiéndose al mueble bar, de donde extrajo una jarra de cristal tallado, en el que había preparado una limonada con menta, para un día de verano como el que parecía que deberían soportar. Sirvió dos copas, las colocó en una charola de plata y se acercó a Tristan, si preguntar, la dejó en la mesa de café, delante de él, para luego sentarse en un sillón mas cercano a donde él se encontraba. Su rostro aun mostraba las huellas de las lagrimas, pero Kelsey, ya era otra mujer. Suspiró suavemente, bebió de la copa, la depositó en la mesa y dejó que su espalda se amoldara al sillón, cruzó sus manos sobre el regazo y le contempló. La paz, o la resignación, volvían a su rostro, pero no a su alma. Permaneció un instante en silencio, contemplándole, para luego decir un secreto que debía confesar también. - No eres el único que tiene revelaciones que hacer - dijo, sonriendo tristemente, - me iré en unos días, cuando mi mansión esté lista, mi primo llegará pronto y quiero cuidar de él... - bajó la mirada - en todo éste tiempo que no has estado, tuve que viajar a Inglaterra, ya que mis padres murieron y tuve que ir al entierro y lectura de testamento - reveló, con la voz en un tono monótono. - Así que dejaré todo listo para que su esposa encuentre en orden la mansión -, la voz se le quebró, y bajó la mirada, no quería verse vulnerable, pero a veces la realidad podía ser demasiado dolorosa.
Así, sin hacer contacto con él, y solo escuchando su voz, comenzó a tranquilizarse, - Elizabeth - susurró, al escuchar el nombre de aquella mujer. Cerró sus ojos, mordió sus labios, e inspiró profundamente, ¿no la conocía personalmente pero le pedía matrimonio? ¿acaso Tristan se había vuelto loco? Por un segundo levantó su mirada y buscó la ajena, mostrando su reproche a lo que él se refería - ¿Casarte con una completa extraña? - no sabía si eso era una broma de mal gusto o el delirio de un demente, mas volvió a cerrar su boca y fruncir el entrecejo. Suspiró, era en vano, aquel hombre del que se había enamorado hacía ya tantos años, ya no existía dentro de ese caballero que apostado al lado del ventanal, dejaba escapar su mirada al exterior del recinto.
En el tiempo en que había estado viviendo con Tristan, había visto algunas veces al señor Willians, y estaba segura que sus intenciones habrían sido buenas, pero que el mago las había mal interpretado. hizo una mueca de preocupación, y su mirada cambió de rabia, a una genuina preocupación, -¿Porque, pretendes castigarte? ¿no has pagado suficiente? - dijo, mientras él se acercaba, nuevamente a donde ella se encontraba - Tristan, puedo comprender que no me amaras, que no me ames, y que tal vez jamás has de amarme... pero no puedo comprender ésta locura - se desahogo. las lagrimas surgieron de sus orbes, - no te lastimes así, te lo suplico -, le imploró antes de llevar su mano a sus ojos y secar rápidamente aquellas lagrimas que mostraban la debilidad que sentía ante ese hombre.
Se levantó, buscando alejarse de él, dirigiéndose al mueble bar, de donde extrajo una jarra de cristal tallado, en el que había preparado una limonada con menta, para un día de verano como el que parecía que deberían soportar. Sirvió dos copas, las colocó en una charola de plata y se acercó a Tristan, si preguntar, la dejó en la mesa de café, delante de él, para luego sentarse en un sillón mas cercano a donde él se encontraba. Su rostro aun mostraba las huellas de las lagrimas, pero Kelsey, ya era otra mujer. Suspiró suavemente, bebió de la copa, la depositó en la mesa y dejó que su espalda se amoldara al sillón, cruzó sus manos sobre el regazo y le contempló. La paz, o la resignación, volvían a su rostro, pero no a su alma. Permaneció un instante en silencio, contemplándole, para luego decir un secreto que debía confesar también. - No eres el único que tiene revelaciones que hacer - dijo, sonriendo tristemente, - me iré en unos días, cuando mi mansión esté lista, mi primo llegará pronto y quiero cuidar de él... - bajó la mirada - en todo éste tiempo que no has estado, tuve que viajar a Inglaterra, ya que mis padres murieron y tuve que ir al entierro y lectura de testamento - reveló, con la voz en un tono monótono. - Así que dejaré todo listo para que su esposa encuentre en orden la mansión -, la voz se le quebró, y bajó la mirada, no quería verse vulnerable, pero a veces la realidad podía ser demasiado dolorosa.
Julia Rondizzoni- Hechicero Clase Alta
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Fecha de inscripción : 13/09/2014
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