¿Es o no es real? || Privado

por **Aztergo N. Arlovskaya** Vie Feb 19, 2016 4:24 pm

Levantó su cabeza abriendo los parpados y enfocando sus ojos azules en la figura cristiana que la iglesia tenían, con sus manos entrelazadas, rogándole a dios que todo saliera bien, que ningún familiar o amigo cercano le pasara algo, que estuvieran protegidos, cada día y cada vez que la noche reinaba en tierras francesas, ingresaba a la iglesia, desde hace meses se volvió su refugio, su segunda casa, al estar aquí, a veces dudaba de su vocación como inquisidor y se inclinaba un poco por ser sacerdote, pero una cosa lo alejaba de su, según, sueño o de su cometido: Era su padre, ese padre que desde muy pequeño lo creo para ser el mejor soldado de la Inquisición, hombre de bien y que siempre tendría que obedecer a otra persona y, cumplir los reglamentos hechos y no hechos. Aparte, cuyo padre deseaba que su hijo, Aztergo le diera herederos, varones, por supuestos, pensando que su hijo, el más joven era todo un semental y cumpliría con su petición a los treinta años, se casara con una buena, atractiva y educada mujer, le diera, por lo mínimo dos nietos, pero eso no estaba en los planes del inquisidor por el momento, ni siquiera sabía cómo amar alguien.

-Señor, por favor has que mi padre comprenda de que no siempre estaré cumpliendo lo que él dice, tengo una vida, pero… -Callo en el momento que un nudo en su garganta se produjo, sin capaz de seguir, sin saber si alguien estaba aquí, vigilando, tenía miedo que su padre siempre tuviera alguien observándolo, sí, estaba un poco paranoico, pero quiere ser libre como un ave que extiende sus alas, pero al parecer cada vez que quiere prender el vuelo viene alguien y se las corto, es como un león enjaulado, vaya vida que tiene. Joder, ahora que piensa, parece una mujercita llorando porque la quieren casar con un hombre que no ama, mierda, en vez de convertirlo en todo un hombre de verdad, lo han hecho parecer una mujer que necesita que alguien lo proteja, vaya con su miserable vida. -Como todas los días, gracias por escucharme. –Se persina correctamente para después levantarse del reclinatorio, hace una leve reverencia dándose la vuelta y saliendo del lugar, de su segunda casa.

Aztergo se encontraba caminando entre las calles de París, las pocas personas iban y venían con despensas de la semana o solamente deseaban caminar una tarde que pronto sería noche fresca. Cada vez avanzaba más, para alejarse de los individuos, en estos momentos no deseaba estar rodeada de gente y no pensaba llegar a su casa hasta muy altas de la noche, no quería ver como su padre se enojaba o como su madre estaba como perro faldero atrás de ella o como sus hermanas se enojaban por igual con todos, vaya familia que tenía, el único que lo apoyaba en esa casa era Adrián, su fiel amigo canino que en estos momentos lo más seguro es que este en su habitación, porque su padre detestaba al perro, por hacer nada. Aparte, extrañaba a su mejor amiga, mujer, la única mujer que permitía que lo abrazara o le besara su mejilla o un afecto sentimental, por ella sentía un gran cariño, por ello era algo más que una conocida, inclusive la quería como una hermana. Sí. Crystal. Su mejor y eterna amiga. Sin pensarlo, sus pensamientos lo llevaron a las afuera de París, no sabía que rumbo tomó, estaba tan metido en sus propios pensamientos que cuando salió, ya venía árboles y sonidos de animalillos que corrían para esconderse en algún hueco de los troncos o pedr.as y finalmente más adelante estaba la laguna, donde sonrío, y se sentó en la orilla de está al llegar, cerrando sus ojos y abrazando sus piernas.

por **Crystal von Angelucci** Sáb Feb 20, 2016 10:32 am

Estaba agotada, simple y llanamente exhausta. Los viajes siempre me hacían sentir cansada y éste último no había sido la excepción. Después de pasar casi toda la noche en vela observando desde las sombras aquello que tenía que vigilar, el largo viaje de regreso a París me había terminado de cansar. Apenas había dormido unas horas, pero a pesar del cansancio, lo último que me apetecía era llegar a casa y meterme en la cama. No, tenía que entregar primero el informe y luego buscarle a él. Él quién siempre estaba presente en mis pensamientos y en quién siempre encontraba un hueco para poder recordarle. Soltando un leve suspiro, retoqué mi imagen frente al espejo que tenía en mi habitación y, sintiéndome completamente lista, me dirigí hacia las calles parisinas con la intención de dirigirme hacia el primer punto de las cosas que planeaba hacer, pero el ver una silueta que, reconocería en cualquier sitio, el segundo punto de la agenda pasó a tener la prioridad absoluta ante el primero; ya entregaría el informe al día siguiente, a fin de cuentas se esperaba que al regresar descansara un poco del viaje.

Estaba completamente segura de que era él, era completamente capaz de reconocer esa figura en cualquier lugar y a cualquier distancia. Observando con detenimiento la caída de sus hombros, sus pasos y sus movimientos podía ser capaz de determinar que había algo que le preocupaba, pero debido a que tampoco éstos eran muy pronunciados, podía aquejarlo al hecho de que, simplemente era el mismo problema que tenía siempre... su padre. Con sigilo, seguí sus pasos a cierta distancia viendo cómo éstos le conducían hacia la laguna y se sentaba en la orilla abrazando sus piernas. Con la ternura invadiendo mi corazón, me dirigí con sumo sigilo hacia dónde se encontraba, y sin mediar palabra alguna, me arrodillé tras él y envolví mis brazos alrededor de él, apoyando mi cabeza sobre su espalda. —Te he echado de menos —musité, sabiendo que, de otra manera y a no ser que hubiese reconocido de inmediato mi perfume, se iba a tensar y alejarse, algo que no quería que sucediera. Me gustaba demasiado el hecho de que fuera la única a la que permitía que se le acercara tanto, ser la única a la que permitía que lo abrazara o lo besara.

Eso hacía, sin duda, que mi corazón se llenase de calidez y con el tiempo había hecho que él fuera la persona que mas me importaba, la persona mas importante en mi vida, pero eso, era un secreto que nadie mas que yo conocía, no era capaz, ni tenía la mas mínima intención de dejar que nadie supiera al respecto. Y hasta el momento, lo había conseguido y pretendía que, mientras estuviera en mis manos mantener ese secreto, lo haría. Lo haría a pesar de que una parte de mi deseara confesarlo, dejar que saliera a la luz, pero sabía, o mas bien temía su rechazo, el poder perder lo que tenía con él y eso no era algo que pudiera permitirme. Algo por lo que estuviera dispuesta a pasar. Por ello, era que estaba dispuesta a mantenerlo en secreto, a callar al respecto y a no dejar que nadie, nadie lo supiera aunque eso, en mayor o menor medida pudiera llegar a causar la tristeza en mi corazón, una tristeza que estaba dispuesta a sobrellevar... a fin de cuentas, sabía que sería mas doloroso si llegaba a perderle por ello.

por **Aztergo N. Arlovskaya** Lun Feb 29, 2016 11:43 pm

Abrió sus parpados, viendo la laguna, donde nacían pequeñas hondas por culpa de los animalillos que habitan ahí, en esos momentos quería quitarse toda su ropa, arrojarse al agua y sentirse que eso le purificaba su vida, sus pecados y sus rencores hacia personas que, bueno, la verdad no tenía del todo culpa. Pero hasta el mismo se reía ante las ocurrencias que su mente pensaba, si él, por una razón hiciera eso, llegar mojado a su casa, sería como matar a su padre, no sabía que le esperaría ahí dentro, según para él, su cárcel; ahora que recordaba nunca tuvo un momento de diversión, nunca se comportó como un niño travieso o mimado por sus padres, en su vida hizo una travesura hacia sus hermanas o madre, de hecho en ninguno de sus recuerdes, tiene que haya pasado una tarde completa con su adorable madre, no, Aztergo se la pasaba encerrado en su habitación aprendiendo unas estúpidas normas de la vida o siendo entrenando por los mejores maestro de combate, convirtiéndose en una maldita máquina para la humanidad, no, mejor dicho, una maquina perfecta para su padre, el hijo perfecto que cualquier padre desearía: Millonario, bueno peleador, inteligente y no decir, atractivo, vaya que su padre supo cómo moldearlo a su gusto, sí señor.

--Mira lo que has hecho de mi padre. –Susurró, tomó una pequeña piedra que estaba no muy lejos de él. Al tenerla en su mano, la aventó, escuche solamente donde cayó, a un costado derecho, bien, al ser de noche, solamente se vea el cielo lleno de pequeños soles que eran llamados estrellas. El cielo era hermoso tanto de noche como de día. Ahora sentía muchos sentimientos encontrados que anteriormente nunca pensó que iba a sentir, gracias a una persona, una persona demasiado querida para el inquisidor, de solo recordarla se sentía en paz, se sentía completamente vivo, con alma y racionamiento. Gracias a su ángel abrigaba un calor interno, que se acercaba a su corazón, impulsándolo a que palpitara rápidamente de verdad pensaba que se iba a salir de su lugar, pero mientras se sintiera de esa forma tan bonita, no le interesaba morir de esa forma, tan maravillosa, Aztergo lo llamaba: Cariño. ¿Era otra cosa? Él nunca ha conocido que es el amor, y no sabe cómo realmente se siente, lo más apreciado que ha tenido son los sentimientos que da hacia su madre y hermanas, para él, al sentir eso por su amiga, es un cariño de hermanos, aunque es algo diferente, según sus palabras, pero él se engaña solo al decir que es un cariño especial, se sorprende que ella aún siga a su lado después de pasar mucho tiempo juntos, soportándolo, soportando sus ideas estúpidas, estando juntos como buenos mejores amigos que son.

El inquisidor se encontraba tan concentrado en sus pensamientos que en ningún momento notó que tenía un invitado inesperado en su lugar no tan secreto, y que aún más, se acercaba a su persona, hasta que sintió un peso extra y unos brazos rodeándole, aunque tampoco se alarmó ya que percibió un aroma que a Arlovskaya le gustaba tanto, es un aroma que solo una persona lo tenía, que su ser lo desprendía para él, de ese modo reconoció el intruso o mejor dicho, la intrusa. -Daphne… -Su nombre salió en un susurro, volteo un poco, viéndole de reojo, ahí, detrás suyo estaba la persona que poco a poco ha hecho que cambiar su forma de ser y de actuar, su mejor amiga. -Que coincidencia, a mí me pasa lo mismo, de eso de extrañarte, nadie se sienta a comer conmigo en la hora del almuerzo. –Ríe un poco, era broma, claro, tenía unos cuantos amigos, bueno, mejor dicho, conocidos que, la verdad le caía bien pero no para sentarse y platicar del clima, la verdad él no servía para eso. -Era broma, no pongas esa cara larga, sabes perfectamente que anhelo verte, aunque no lo supieras, ya lo sabes, pequeña. –comentó y a la vez confesó, estiró una de sus manos para acariciar la sonrosada y tersa piel de la mejilla de la dama. –A decir verdad, fuero la semana más larga de mi vida, su usted señorita, los minutos se pasan tan lentos. –Hizo que se sentara a un lado de él, para después él recostar su cabeza en el regazo ajeno, se sentía en casa y sobre todo como, finalmente lograría conciliar el sueño. -En pocas palabras, me hacía falta mi mejor amiga, mi casi hermana. –Finalizo para cerrar sus parpados por segunda vez en la noche y lograr descansar un poco.

Sin saber que con esas últimas palabras destrozaba el corazón de la otra persona.

por **Crystal von Angelucci** Lun Mar 07, 2016 7:15 pm

Un ligero estremecimiento me recorrió entera en cuando le oí pronunciar mi segundo nombre de esa manera en que solo él lo hacía. Era consciente de que él realmente no se daba cuenta de los verdaderos estragos que éste hacía, de cómo me hacía sentir cuando me llamaba de esa manera. Pero tampoco era algo que estuviera en mis planes futuros dejarle saber. Dejando escapar una ligera mueca y negué ligeramente con la cabeza ante sus palabras y su justificación sobre el hecho de que me hubiera echado de menos. Mueca que se borró y dio paso a una leve sonrisa que iluminó mi rostro prácticamente por completo. ¿Cómo podía hacer que me sintiera de esa manera y ni siquiera darse cuenta de lo que él provocaba realmente en mi? Era algo que no alcanzaba a comprender. Acomodándome a su lado, sin aún decir nada, dejé que acomodara su cabeza en mi regazo y empecé a acariciar lentamente su pelo. Movimiento que me costó mantener en cuando oí sus últimas palabras, si, estaba acostumbrada a que me llamara y me considerara su mejor amiga.

Dolía, pero podía asimilarlo de una manera u otra, pero el hecho que dijera que era su casi hermana resultó ser trigo de otro costal. Sin que yo apenas pudiera hacer nada para evitarlo, un dolor punzante atravesó mi corazón e hizo que mis ojos se humedecieran involuntariamente, volviéndose casi vidriosos. Haciendo que agradeciera mentalmente el hecho de que él hubiera cerrado los ojos y no se diera cuenta de que, en realidad los míos estaban húmedos. Tomando una respiración profunda, intenté apartar todo sentimiento de mi. Sabía que eso era complicado, pero tenía que hacerlo, por lo menos durante el tiempo que estuviera con él. No quería que se diera cuenta de cuánto me afectaban realmente sus palabras y sabía que si mi voz sonaba inestable se daría cuenta de que algo me pasaba. Tras unos silenciosos minutos, dejé escapar otro suspiro antes de disponerme a decir nada.

—Quizás deberías intentar entablar amistad con el resto de miembros de la inquisición —musité—. No siempre podré estar cerca de ti y no siempre esa distancia será algo temporal —me aparté un mechón de cabello—. No me gusta la idea que estés solo, sin relacionarte con nadie mas, comprendo que tu padre hizo de ti alguien que solo vive para seguir las normas y obedecer. Pero creo que no necesito decirte lo que pienso al respecto —me mordí el labio ligeramente, pensativa, ¿porqué siempre sentía que un hasta siempre podría estar a la vuelta de la esquina? Sabía bien que me resultaría prácticamente imposible, por no decir imposible vivir sin él, pero... ¿qué futuro me deparaba realmente si él no era capaz de, algún día, corresponder a mis sentimientos? Tal vez podía tener una idea aproximada al respecto, pero el único futuro que podía vislumbrar sin él se asemejaba a una desolada estepa, a un páramo invernal en dónde nada era capaz de florecer. Una visión demasiado triste y desalentadora, que bien sabía que, algún día, en un futuro que esperaba lejano, tendría que afrontar me gustara o no.

por **Aztergo N. Arlovskaya** Dom Mar 20, 2016 2:53 pm

Aztergo siempre se caracterizó por ser una persona sin sentimientos, una persona que la verdad no sentía nada, era como una maquina pero en el cuerpo de un humano, de una persona viva. Nunca pensó que al conocer a Crystal esos sentimientos ocultos, guardados en un baúl cuya llave estaba perdida, en cuestión de minutos ella encontraría el objeto para abrir la puerta mágica y hacer que el inquisidor fuera más humano que una máquina. Dio gracias a dios por haberla puesto en su camino, el día que se conocieron fue de lo más épico para él, precisamente, claro que sí. Ese día en particular, se encontraba a solas en la zona de entrenamiento, según él, y al poco tiempo llegaron un grupo de compañeros y una de ellos era ella, se veían felices una envidia surgió de él pero la enterró en lo más profundo de su corazón, el hombre no estaba para sentirse un humano, su padre lo mataría, así que siguió entrenando, golpeado aquel duro costal que cuyo contenido nunca investigo y no le interesaba. En uno de sus golpes, fue tan fuerte que mando a volar aquel objeto hacia el rumbo a donde estaba ella, golpeándole en la parte trasera de los pies y haciendo que cayera al suelo, Aztergo fue rápidamente por su costal y no para pedir perdón pero al ir, lo único que encontró fue una risa agradable por su parte, diciendo que estaba todo bien, esa fue la primera vez que la vio, la primera vez que ella alzo su mano para presentarse y decir las cuatro palabras que nunca pensó escuchar: Un gusto de conocerte.

Y ahora, ahora no sabía cómo trasmitirle esos sentimientos a su dama. A veces se sentía completo con Crystal, un hombre que podría hacer cualquier cosa por ella, por su madre y hermana hasta por él mismo si quisiera. Ella era como el pilar que nunca obtuvo cuando era pequeño y su padre exigía que fuera una cosa que nunca pido, sin ella, sin ella no era nadie y eso es lo que él no comprendía, ahora sencillamente se dejaba llevar por lo que dictaba su cuerpo, su mente y sus pensamientos, en pocas palabras, Crystal Daphne von Angelucci, era su motor, su aire, su todo, pero no sabía cómo explicarle aquello, de hecho, sentía un amor tan grande que Aztergo sencillamente lo ignoraba, porque no sabe que es sentirse enamorado de una persona. Al verle aquí, a su lado era feliz, completo es como se sentía. Suspiro un poco, estaba en un trance, su aroma lo adormecía, su voz, como el canto de unos pájaros en plena mañana en primavera, no necesitaba nada en estos momentos, ¿Qué era estos sentimientos? Se preguntaba, Crystal convirtió a un robot humano a una humano completamente, donde podía reír, hablar, llorar, sufrir como cualquier ser vivo, gracias, dijo su mente, pero sin pronunciarlo, algún día le dirá todo, solo espera.

Negó rápidamente, para abrir sus ojos, y clavarlo en lo que podría ver su rostro. -Sabes que no puedo, se me hace aún difícil hablarle a los demás, aparte, no me apetece tener otras amistades, con la tuya me basta y sobra, Daphne, no vuelvas con el mismo tema, por favor. –Soltó el aire, después de decirle aquello, y tomando su mano y jugando con sus dedos. –Y lo sé, sé que tanto tú como yo estaremos separados, pero como te dije, no me apetece tener amistades que a lo mucho me hablara al día suficiente, prefiero una pero sincera. –Musitó, besando el dedo índice de la dama. Frunció un poco sus labios, para levantarse y quedar enfrente de ella, en estilo de indio, tomo las manos de ella, apretándolas fuertemente, tan solo de pensar estar lejos de ella, parecía que su corazón se fragmentara en mil pedazos, no, nunca estaría lejos de ella, otro sentimiento que, la verdad no comprendía, pero se sentía horrible de solo pensarlo -Nunca no vamos a separar, entiendes. –De un jalón, la atrajo hacia él, sentándola en su regazo y meciéndola como si fuera una pequeña niña. –Mejor, cuéntame algo, tú misión, como llegaste, como estas, no sé, otra cosa, cosas que tengas sentido… -Comenzó a decir con una voz temerosa, y clavando sus ojos en los ajenos. -Y por cierto ¿Porque tus ojos están húmedos y rojos? –Una pregunta que soltó y quiera una respuesta.

por **Crystal von Angelucci** Lun Mayo 02, 2016 10:14 am

¿Porqué siempre tenía que resultar tan sencillo pero a la vez tan complicado cuando se trataba de él? Sabía bien que era alguien quién raramente cambiaría de idea sobre algo, y se encontraba demasiado empecinado en no relacionarse con nadie mas allá de lo justo y necesario y eso me dificultaba las cosas en gran medida. Negué ligeramente con la cabeza mientras tener mi mano en las suyas enviaba un ligero cosquilleo por todo mi cuerpo ¿cómo podía tratarme así y llamarlo amistad? No era capaz de comprenderlo, lo único que sabía era que cada vez, a medida que tenía mas y mas claros mis sentimientos, la situación se me hacía mas y mas difícil de llevar, haciéndome difícil el actuar como si realmente no pasara nada, cómo si todo estuviera cómo el primer día. Sus siguientes palabras y que tirara de mi hacia su regazo, acunándome en él hizo que mi corazón se estremeciera y que necesitara respirar hondo y apelar a toda mi cordura y fuerza de voluntad para que fuera capaz de mantener la compostura.

Dejando escapar un suspiro, levanté la mirada hacia él, intentando hacer que mi corazón se tranquilizara un poco —no siempre podremos permanecer en el mismo lugar Az —musité tras un momento, eligiendo con cuidado cada una de las palabras—. Siempre habrá fuerzas y poderes mayores que nosotros por encima y una orden siempre será una orden. —Por un momento, la idea fugaz de que, tal vez, sería mejor separarnos, pasó por mi cabeza, juntamente con el pensamiento de que quizás con el tiempo y la distancia conseguiría sacarle de mi corazón; pero el simple pensamiento de esa distancia me dolía incluso mas que el dolor que me causaba que solo fuera capaz de verme como una amiga. Mordiéndome el labio levemente, luché por apartar mis pensamientos de eso e intenté concentrarme en el momento en el que estaba siendo el hecho de que se hubiera dado cuenta de mis ojos se encontraban húmedos.

Negué con la cabeza y le volví a mirar de nuevo, tras obligarme a mi misma a esbozar una leve sonrisa— sabes que no puedo contarte mucho sobre mis misiones, éstas son completamente secretas y un error en alguna de ellas podría llegar a tener un precio que no estoy dispuesta a pagar —musité, era cierto que confiaba en él, pero si me permitía traspasar esa fina línea entre el trabajo y lo personal podría llegar a encontrarme en graves apuros, poniendo en peligro no solo mi vida si no la suya, y eso era algo a lo que no estaba dispuesta de ninguna de las maneras. Me mordí el labio y dudé por un momento sobre que responder a su pregunta sobre mis ojos— quizás se me haya metido algo en el ojo o tal vez sea el hecho de que tengo la certeza de que llegará el día en que, de forma inevitable, nuestros caminos tendrán que separarse —musité mientras desviaba la mirada, sintiéndome completamente incapaz de decirle totalmente la verdad del motivo que aguaba mi mirada y que si que conocía... Quizás simplemente mi función en su vida era y sería simplemente el haberle hecho darse cuenta de que no era una criatura sin emociones, el ayudarle a encontrarlas y conectar con ellas y que, una vez logrado eso, tal vez tuviera que... dejarle ir.

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