De hiervas e infusiones - Privado

por **Chiara Augustini** Lun Abr 17, 2017 6:22 pm

Desde su llegada a París, su salud no había sido la mejor, pasando un día mal y el siguiente peor. Lo atribuyó al hecho cierto de estar acostumbrándose a un nuevo lugar, en donde no tenía amigas, ni parientes, ademas, los sirvientes era en extremo reservados,lo que le era imposible poder llevar algún tipo de relación amistosa con su doncella personal. Ese temor, no era infundado ya que cualquier persona podría sentirse intimidada, por el solo echo de que Kira estuviera siempre custodiada por cinco soldados armados hasta los dientes y que la seguían de día y de noche. Comer sola, pasear sola, no tener con quien charlar, ni desahogarse, la estaba enfermando.

Tras una semana de sentir que la cabeza se le partía de dolor, y de consultar al doctor que solía llevar la salud de la mayoría de los rusos de clase alta y nobles que vivían e la ciudad, sin el mas mínimo alivio tras el uso de sus medicinas. kira, le pidió a Selenka, la única doncella rusa, que acudiera a una botica y encargara una mezcla de hiervas, que eran buena para el malestar en general y que pertenecían a la mas antigua tradición rusa, - Ve, y asegúrate de que sea la correcta - le recalcó, - el mal uso de una de esas hiervas puede llevar a que esa infusión sea venenosa, por tu bien te conviene no equivocarte - no era una advertencia disimulada, muy por el contrario, era una amenaza abierta y directa. Si ella empeoraba, la doncella pagaría con su vida tal equivocación.

Kira, decidió, quedarse en su habitación a obscura, pues era la única forma de que el dolor remitiera unas horas. Rogaba por encontrar un remedio a ese malestar que la estaba matando lentamente. Por su mente pasó la posibilidad de que alguno de los guardias, de sus custodios, hubiera sido amigo de su ex amante y por tanto, hubiera conocido el secreto que ella guardaba, secreto que podía costar su propia vida, - ¿y si alguien me está envenenando? - era una posibilidad que no podía desestimar, tal vez, si conseguía a una hechicera o hechicero, le podrían poner sobre a viso si existía algún peligro.

por **Arianrhod Dankworth** Miér Mayo 03, 2017 7:00 pm

La joven Arianrhod se encontraba como de costumbre trabajando en su botica, pero aquel día cerraría temprano, pues era día de entregas. De vez en cuando recibía pedidos especiales de infusiones y ungüentos de personas de la clase alta que no se desgastarían en ir a su botica, mucho menos a la zona comercial y que aunque tenían criadas, estas se mantenían ocupadas como para poder ir cotidianamente a hacer el pedido y revisar si estaba listo, es por eso que en esos casos ella recibía el pedido y les entregaba una fecha límite en la que ella misma iría a entregar el pedido en persona a sus hogares, obviamente este pedido tenía un costo más alto, por lo que realmente valía la pena.

Cuando la hechicera se hubo asegurado de tener todos los pedidos listos salió de su botica y emprendió en camino, consiguió una carreta que la acercara a la zona residencial de la clase alta por unos pocos francos, un precio bastante económico en comparación a lo que ganaría extra por hacer la entrega a domicilio, en realidad eran pocos pedidos, pero era suficiente para generarle una ganancia extra.

La última dirección era nueva clientela, la criada no había dicho nada más que confiaba en ella para aquella peligrosa infusión, dejó los datos y se fue; y vaya que si era peligrosa, si la raíz de una de las plantas no era previamente hervida antes de agregarla con el resto de los ingredientes emitiría una toxina peligrosa, pero por suerte sabía del uso correcto de las hiervas y también se había asegurado de limpiar con magia la infusión solo por si acaso.

Cuando se encontró frente a la puerta llamó y esperó a que alguien saliera a abrirle la puerta para poder entregar lo último que le faltaba. En cuanto la puerta se abrió indicó el
por qué se encontraba allí antes de que se le preguntara o
darle la oportunidad a la persona del otro día para escoltarla fuera del recinto—Buenas,
vengo de la botica a dejar un pedido.

por **Chiara Augustini** Sáb Mayo 27, 2017 6:44 pm

Recostada en una chezzlong, en la penumbra de su habitación, Kira, esperaba que los minutos transcurrieran, lo mas rápido posible, para que aquella mujercita a la que había mandado a buscar un remedio para su malestar legara. Su carácter explosivo, su temperamento cambiante, la mantenían en un sin vivir, solo respirando lo mas suave posible, pues cualquier movimiento brusco, o ruido proveniente de la habitación o el exterior, le provocaban una crisis, punzadas en su nuca, mareos, nauseas y una sensación de vértigo, como si se encontrara en el filo de un precipicio y no existiera lugar a donde aferrarse para no caer.

Se lamentó de haber dejado su país, sin poder ser acompañada por su fiel doncella, una mujer que sabía de hierbas, medicinas y hechizos. Si, claro que sabía que se trataba de una bruja, pero jamás le había dado motivo alguno para creer que le pudiera hacer algún mal, por eso, Kira, esperaba poder encontrar algún hechicero tan leal como lo fuera Anna, alguien a quien poder entregar toda su confianza, casi con los ojos cerrados. Pero la verdad era, que desde su llegada a París, no había encontrado ni uno solo, ¿cual podría ser ese motivo? algunos conocidos, le dijeron entre murmullos, que el problema era la Inquisición, muy desarrollada y presente en la ciudad, lo que hacía, que tanto hechiceros, como sobrenaturales, fueran menos accesibles, por miedo de ser traicionados, - Pero es que en verdad necesito a una mujer de confianza, no confío en los médicos, en esos tratamientos que no son otra cosa que vomitivos, depurantes y cordiales - se quejó.

Llevó su brazo a la cabeza, ocultando su rostro con la manga del vestido, - Por favor, que venga rápido - dijo casi entre llantos. En ese momento,, pudo oír el sonido de la puerta, alguien llegaba, su corazón se aceleró, lo que solo conseguí hacer que los dolores fueran mas intensos. Enloquecida por el dolor, se intentó incorporar, con los ojos cerrados y moviendo los brazos, como si no supiera donde se encontraba, comenzó a gritar, - Por Dios, cuanto mas he de esperar -.

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