Quentin ID

Quentin posee un carácter cortés, aunque olvidadizo y un tanto distraído. Siempre se mantiene sereno ante situaciones que lleguen a sobrepasar sus expectativas. Amable y educado, los valores que su abuelo le inculcó desde pequeño siempre los tendrá vigentes sin importar lo que pase. Le cuesta trabajo ocultar o disimular su sentimientos, se puede enfadar con facilidad si algo no es de su total agrado. Enemigo de la discriminación y la violencia de todo tipo. La injusticia es una palabra que simplemente no tiene cabida en su vocabulario.

De carácter solidario por naturaleza, prefiere mantenerse callado en temas que no conoce, pero defenderá a capa y espada sus ideales. Cree en las segundas oportunidades pues cualquier daño puede ser reparado cuando se muestra arrepentimiento y disposición a cambiar para bien. Siempre tiene tiempo para escuchar si deseas un consejo, estará ahí para tenderte la mano y dispuesto a apoyarte, sin embargo puede caer en terribles depresiones cuando siente que ha fallado.

Mantiene vigente el sentimiento de desapego y prefiere no entablar relación de ningún tipo con nadie para no sentir el peso que significa la ausencia de un ser querido. Taciturno, introvertido y soñador. Tímido hasta cierto punto. Caprichoso cuando no puede entender algunas cosas. Aunque la palabra que mejor lo describa sea inocencia. Ese ángel que hace casi irresistible querer conversar con él y descubrir que hay detrás de esa fachada adulta lo ha acompañado siempre. Después de todo es un niño atrapado en el cuerpo de un hombre.

Se ha sentido atraído por otras personas un par de ocasiones pero nada serio. Aún no mantiene clara su preferencia sexual debido a esa misma inseguridad que sigue siendo una constante en su vida. Todo llega a su tiempo y él sabrá bien esperar a que ese momento llegue, en caso contrario tampoco es algo que le quite el sueño. Hace lo mejor posible por sobrellevar el asunto de no ser un estorbo para quienes le rodean. No sabe leer entre líneas, así que todo debe ser lo más claro posible al tratarlo. Odia la hipocresía y las mentiras.

Hijo único de una prostituta francesa de bajo nivel social y un reconocido comerciante marino neerlandés. De negocios por la capital francesa conoció a la madre del pequeño en una de sus recurrentes visitas al burdel, iniciaron al poco tiempo una relación un tanto clandestina por la reputación que el comerciante tenía. Estaba harto de viajar por el mundo solo, había decidido vivir con ella con la condición de que esta dejara el oficio y emprendiera un nuevo camino a su lado. Ella aceptó sin pensarlo dos veces. Todo marchó de forma normal durante un año aproximadamente cuando ella le dio la noticia de que un nuevo integrante se sumaría a la pequeña familia. El comerciante no cabía de alegría, por fin un futuro heredero de su inmensa fortuna. El nacimiento y desarrollo del pequeño Quentin marcharon sin detalle alguno, su infancia fue de lo más normal y para ese entonces su madre se ganó el respeto de una dama de posición muy a pesar de los chismes y rumores que la sociedad soltaba en las calles.

Instalados en una enorme casa victoriana con una amplia galería que daba a las pocas calles elegantes de la ciudad. El pequeño recibió educación privada con el afán de protegerlo de las especulaciones de la sociedad. Siempre fue un alumno excepcional y con afán de aprender toda clase de cosas. Durante los días de verano jugaba en el enorme jardín en la parte de atrás y en invierno se mostraba como un ser solitario que gustaba de leer hasta tarde en su cuarto. Sin embargo tenía unos cuantos amigos entre los vástagos de la pequeña pero vigorosa aristocracia local y según parecía, caía bien a todo el mundo. La educación que recibía por parte de sus profesores llegó a ser hasta cierto punto insuficiente cuando cumplió 8 años. Y con el afán de aprender del mundo fue enviado a un internado privado en Inglaterra. Los negocios marchaban de maravilla en casa aunque su madre difícilmente se hacía a la idea de estar lejos de su hijo.

A los 10 años de edad volvió a casa con una fiebre muy alta y difícil de diagnosticar. Sus padres llegaron a la conclusión de que era algo de origen infeccioso, que pudo haber contraído en su estancia fuera de casa, sin embargo los doctores nunca hallaron una explicación clara. Sufrió una crisis y pasó cerca de tres días delirando. Cuando logró recuperarse ya no era el mismo, sino otra persona, respondía al nombre de Christophe LeMond y poseía un acento a la hora de hablar muy diferente al del pequeño, tocaba el piano de forma magistral y parecía confundido con la edad que tenía. A pesar del alto nivel educacional al que estaba acostumbrado, nunca mostró interés por la música. Las primeras veces sorprendió a todos, cuando se sentó en el piano a tocar piezas clásicas. Al mirarse al espejo rompió en llanto al verse atrapado en el cuerpo de un infante. El resto de los días pasaron de este modo, comportándose un poco histérico y melancólico, tocando el piano por las noches para evitar ser cuestionado u observado por todo mundo.

Valiéndose de todos los medios posibles, sus padres iniciaron una ardua investigación para descubrir lo que ocurría con su hijo. Les llevó 5 años descubrir que su pequeño podría sufrir de una posesión. Al saber esto, la sociedad y los clientes que acostumbraban hacer negocios con el ahora reconocido comerciante, dejaron de visitarle. La gente hablaba y  la economía de la familia descendió de manera notable, sin contar con los excesivos gastos de los tratamientos a los que el chico fue sometido para regresar en sí. La noche en que su madre les abandonó, dejó una carta, solo explicó que aquel hecho de vivir con un desconocido de la noche a la mañana había sobrepasado sus expectativas de vida. Su padre por el contrario se mantuvo firme ante la idea de que algún día recuperaría a su único heredero. Un chico único, guapo y con talento para desarrollarse en cualquier ámbito se había marchado y en su lugar había un hombre inválido, encorvado siempre al momento de ejecutar el piano.

Con el paso de los años el comerciante se acostumbró a escuchar los conciertos nocturnos y de vez en cuando intentaba conversar con dicho personaje, día a día se notaban los signos de un deterioro mental. Finalmente la promesa de mantenerse a su lado hasta que volviera se quedó en solo eso, una promesa. El comerciante decidió tomar quizás la decisión más dolorosa hasta ese entonces. Recluirlo en un sanatorio mental. Una tarde bajo los cuidados de los doctores, el joven cayo por las escaleras sufriendo una fuerte contusión. Pasó dos semanas en coma. Cuando volvió en sí. Era otra vez Quentin. Creyó tener diez años aún y cuando escuchó su voz grave y vio los cambios en su cuerpo se sintió horrorizado. Escuchó el relato de lo que había sucedido con él durante estos diez años. Su infancia y adolescencia había pasado sin dejar rastro alguno. Era un hombre de veinte años con las emociones y la educación de un chiquillo de diez.

Tuvo que pasar mucho tiempo en terapias y diversos tratamientos para que pudiese readaptarse al mundo nuevamente. Dos años atrás el doctor a cargo de la salud y caso de Quentin recibió la visita de un hombre mayor quien se presentaba como Karl, tío del muchacho. Realizando los procedimientos correspondientes se le reconoció como único heredero e hijo de la extinta familia Zwaan. Karl le tomó con un hijo y educó lo mejor que pudo para regresarlo al seno de las altas esferas de la capital parisina. Pero Karl ya estaba físicamente cansado y murió al poco tiempo de reencontrarse con Quentin, ante su partida el joven se ha refugiado en la lectura y trata de llevar lo mejor que puede los negocios de la familia.

• Ama el mar.

• Le gusta realizar bocetos de cosas que considera importantes, pues teme volver a olvidar las cosas.

• No sonríe muy a menudo.

• Puede pasar largos ratos leyendo.

• Le gusta nadar.