Sacar belleza de este caos es virtud - Flashback (Privado)

por **Daria A. Viazomskaia** Miér Abr 19, 2017 9:21 pm

Sentada en medio de su precioso jardín de invierno –el que ocupaba buena parte de la planta baja de la casa-, cobijada por la calidez que la manta de piel le brindaba, Daria lloraba en silencio, con la mirada clavada en las flores blancas que comenzaban a abrirse cercanas a la pared principal.
Así se sentía ella, a penas estaba comenzando a abrirse vida dentro de su vida. ¿Cuánto duraría esa flor abierta? ¿En cuanto tiempo acabaría muriendo? ¿Por qué las flores siempre morían sin importar dónde nacieran? El aire tal vez las contaminase… Así le sucedería al hijo que crecía en su interior, ella –como si fuera el aire de Rusia- acabaría por dañarlo. ¿Cuánto tiempo viviría su hijo?

Siempre había querido ser madre. Desde que era pequeña lo deseaba y soñaba. Se veía a sí misma cuidando de un bebé, jugaba cada noche con sus muñecos y los arrullaba como si de sus hijos se tratase. Mas ahora todo había cambiado porque ella ya no era como había sido, nada de esa niña quedaba en su interior… La vida ya le había mostrado su verdadera cara y escupido todas sus verdades.

“No seré una buena madre, no seré una buena madre para este niño y todos lo saben”, pensaba mientras no se ocupaba de secar sus lágrimas.

Se reacomodó en la pequeña y mullida butaca negra. El sol entraba por los ventanales, después de todo era primavera, e inundaba el lugar, pese a eso, Daria tenía sueño. Los malestares matutinos habían acabado ya, lo mismo los mareos, pero siempre tenía sueño… se sentía débil, como si su hijo consumiera todas sus energías y su cuerpo de mujer –que comenzaba a reacomodarse en sus nuevas formas- no tuviese la suficiente vitalidad como para cuidar de ambos.
Cerró los ojos. El sonido suave del agua que brotaba de la fuente, el aroma fragante de los jazmines, el abrigo de la manta sobre su cuerpo… Daria se dejó llevar por aquellas sensaciones, cedió ante lo que su cuerpo le pedía y se durmió.

Madre. Madre. Madre. Mírame, madre… La voz cantarina de un niño pequeño -en un tono que le recordaba a la de Vlad-, la llamaba desde algún sitio. Daria viajaba sola en el interior de su carruaje y oía la voz tan cercana… ¿De dónde provenía? Madre. Madre, mira lo que puedo hacer… ¿A quién llamaba? Ella no era madre aún, no era posible que se refiriese a ella. ¡Madre! Desesperada corrió las cortinas y observó la calle por la que se conducían; estaba desierta. La voz no venía desde allí, pero sonaba cercana e incesante.
“Estoy volviéndome todavía más loca”, se dijo mientras sus manos se dirigían instintivamente hacia su vientre.
Tarde comprendió que la voz venía de su interior y que solo la oía en su cabeza… ¡Era su hijo! ¡Su hijo no nacido la llamaba! Madre, ¿por qué no me amas? Quería decirle que sí, que tenía miedo pero que sí lo amaba… mas no podía hablar.
De pronto sintió fuego en su interior, no era como si una llama se hubiese encendido sino como si un bosque entero se quemara en su vientre. ¡Ámame, madre, ámame!

Se despertó y dio un brinco, quedando de pie en medio de su jardín interior.

-¡No! ¡Noooo! –gritó alterada mientras se llevaba la mano al abdomen. Sabía que solo había sido un sueño, su mente lo entendía pero su cuerpo no.

Ante sus gritos, no tardaron en llegar algunas empleadas –entre ellas una muy nueva que a penas llevaba dos días trabajando allí y a la que ella a penas había visto- le avergonzó que aquellas mujeres la vieran así, pero ¿qué podía hacer? Asustada como estaba cayó al suelo con el rostro bañado en lágrimas.

por **Naisha Kaapo** Vie Abr 21, 2017 9:20 am

Naisha acompañó a las demás sirvientas en sus quehaceres, intentando quedarse con cada una de las cosas que debía hacer en su día a día allí. La razón de estar trabajando para una noble no era otra que sacar un poco de dinero y así poder pagarse un lugar dónde vivir. Seguro que conseguiría hacer un pequeño colchón con el que sobrevivir, pues había decidido que no volvería a malvivir en la calle, no de esa manera, no. Aparte de eso había notado algo curioso en el interior de su señora, aquel bebé que estaba por llegar al mundo no era cómo los demás, y temía que Daría no lo supiese, ni siquiera se lo imaginase. Pero ella no sería la que se lo dijese, ella la acompañaría en todo ese proceso de la manera que sus ancestros le habían mostrado.

Pasó la mano sobre las sábanas y se llevó las manos hacia la cadera soltando un suave suspiro, apenas llevaba unas horas de trabajo y estaba agotada. Miró hacia la ventana y sonrió, al menos ahora no estaba a la intemperie, y su señora la trataba cómo a las demás, ni más ni menos. Se dirigió con paso tranquilo hacia la ventana y la abrió para que el lugar ventilara, tras eso salió de la habitación con paso tranquilo, encontrándose con otra de las muchachas que allí trabajaban. Ambas hicieron un gesto y se dirigieron hacia la siguiente habitación, mientras caminaba su mente se fue hacia su familia, echaba de menos a su madre... Y a sus hermanos.Prometí que volvería... Y de eso hacen tantos años... Lo siento madre

Apenas había entrado en la habitación cuando un grito le erizó toda la piel y sus ojos se afilaron cómo los de un felino. Llevó la mirada hacia la puerta y junto a la otra joven salió corriendo. Su corazón estaba acelerado, temía que le hubiera pasado algo a Daría, pero al llegar se quedó desconcertada durante unos segundos ¿Qué había pasado? Miró a sus compañeras, pero ninguna hizo nada, en cambio Naisha al ver cómo la mujer caía al suelo sumida en llanto se acercó a ella.

Con ambas manos remangó un poco las faldas y tras eso se arrodilló junto a ella, tomándola por los hombros.-Mi señora, no debéis estar en el suelo, cogeréis frío.-Con delicadeza la levantó de dónde estaba, sosteniéndola. Tenía más fuerza de la que podría aparentar, pero podría colar por el simple echo de que cargaba cajas durante horas y movía cosas.-Vayamos dentro, le haré un té, su cuerpo lo agradecerá... Aparte empieza hacer frío aquí fuera, y ni esa manta lo frenará.-Su ruso era muy bruto, pero se la entendía perfectamente. Aparte la joven felina tenía una voz cálida y calmada.

por **Daria A. Viazomskaia** Lun Mayo 01, 2017 2:04 pm

¡Estaba tan confundida! ¿Qué estaba sucediéndole? ¿Había sido solo un mal sueño o un presagio tal vez? ¿Qué significaba aquello? ¡Tal vez era una señal de Dios, mostrándole que su hijo era un demonio! Asustada, quiso hacer sobre su pecho la señal de la cruz, pero solo fue un pensamiento… estaba demasiado ocupada tratando de volver a respirar con normalidad.
Daria aceptó la ayuda que su empleada le ofrecía. Se tomó de su mano y le permitió que la ayudase a incorporarse. Pese al ambiente húmedo del jardín cubierto, ella se sentía algo sofocada.

-Sí, creo que necesito un té. No me siento bien –le confió mientras se prendía de su brazo fuerte, como si fuese la única fuente de seguridad. Con la otra mano se apuró a secar las lágrimas que habían caído por su rostro-. Yo… no sé, estoy confundida.

Estaba algo mareada, por lo que tuvo que apoyarse en ella –su acompañante- mientras se dirigían al interior de la casa.
No podía borrar de su mente las imágenes tan vívidas del sueño, aquella voz… la de su pequeño, tal vez. Tampoco podía dejar de sentir en su cuerpo las sensaciones: el vientre de Daria se había tensado a causa del susto que aún llevaba, el ritmo de su corazón seguía desbocado.

Tras caminar muy juntas durante algunos minutos ambas llegaron a la cocina, allí el ambiente era mucho más cálido. El aroma de la borsch –la tradicional sopa rusa de remolachas, la favorita de Daria- invadía el lugar, aunque aún fuese temprano para la cena, y por un momento Daria se sintió reconfortada.
Se sentó en una de las sillas de madera y estiró las piernas porque era lo que su cuerpo le pedía que hiciera. Su vientre seguía duro… ¿qué podría ser? ¿cómo podía aflojarlo? Jamás le había pasado antes y de pronto temía por la salud de su hijo.

-Naisha –le habló, tal vez la mujer supiera más acerca de embarazos que ella-. ¿Eres Naisha, cierto? –Hacía muy poco que había llegado a la casa y no habían pasado tiempo juntas, esa era, prácticamente, la primera vez que estaban a solas-. Gracias por haberme ayudado, las demás se quedaron paradas como estatuas sin saber qué hacer… Gracias –volvió a decirle porque si algo había aprendido de su padre era a ser agradecida con todos y en todo tiempo-. No me siento bien –le dijo-, creo que mi bebé está mal… El vientre se me ha endurecido –se llevó una mano al abdomen.

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