AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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My Salvation, My Curse [Privado]
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My Salvation, My Curse [Privado]
Hacía unas semanas que había podido escapar de un encuentro con los perseguidores de la inquisición que me pisaban los talones, había decidido ir por el bosque que era una zona que me era familiar y en donde en mí forma de pantera les podría dar esquive con la agilidad y la rapidez que en ese estado me confería. Pero no solamente había un humano y un cazador que me habían perseguido, sino que también un hechicero que me podría haber puesto las cosas muy difíciles cuando sobre todo el cazador logró darme con su arma en mí hombro, una bala que había penetrado en la piel y había hecho que una herida profusa sangrara y me hiciera perder fuerzas poco a poco.
De no haber sido por la intervención de una joven hechicera, la cual había encontrado de casualidad en el bosque en mí huida de aquellos hombres de la Inquisición, y que sin conocerme de nada y sin saber de qué iba todo el asunto se había puesto de mí lado, me había dado tiempo para que intentara recuperarme aunque eso no había sido posible, y con su magia había acabado con uno de los tres hombres, con el más poderoso de todos, para luego encargarme con las pocas fuerzas que me quedaban de los dos últimos arrebatándoles la vida.
Y ya no recordaba nada más salvo despertarme lleno de vendas, en forma humana, y diciéndome que tenía una maldición. Una maldición, de verdad, de esas que son como profecías que se cumplían al pie de la letra si no hacías lo que se te había encomendado. Miré mis manos de nuevo subiendo la vista a los brazos, las manchas que habían aparecido significaban que la maldición se había puesto en marcha, aunque no recordaba exactamente que me hubieran maldecido y mucho menos cuando me habían puesto tal maldición. La hechicera no había podido discernir muy bien qué tipo de maleficio era ni cómo pararlo… solo sabía que cuando pasaban un par de semanas las marcas se hacían más grandes, e incluso habían empezado a aparecer pequeñas marquitas por mí pecho.
Según Evolet, la joven hechicera que había salvado mí vida y a la que le estaba eternamente agradecido, las marcas significaban el comienzo de la maldición y según ella estas poco a poco irían consumiendo mí vida conforme se fueran extendiendo por mí cuerpo, ¿cómo pararlas? Conseguir que lo que fuera que tuviera que hacer… lo que al maldecirme predestinaron para mí. ¿El problema? Que no sabía siquiera qué era lo que debía de hacer, o si alguien debía de ayudarme. Pero… últimamente, llevaba unas noches teniendo un sueño que era muy parecido, lo había achacado con pesadillas pero al decírselo a Evolet esta me dijo que quizás podrían ser como pistas de lo que debía de hacer porque justamente habían empezado en la época en la que habían salido las marcas.
Por más que había intentado hacer memoria de lo que pasaba en el sueño e incluso con técnicas que ella había intentado no habíamos podido dar con nada y no había forma ni manera de que me acordara de algo. Además que poco podía ver en aquellos sueños, todo estaba muy borroso, había la figura de lo que creía era una mujer por la vestimenta, pero no podía ver su rostro o mucho menos oír su voz… era una pequeña pista, sabía que estaba relacionado con una mujer pero para mí mayor desgracia, no sabía si estaría en París, si seguiría viva o no… si estaba muerta, estaba condenado a muerte.
Por eso ahora me encontraba paseando por el bosque, porque era el único sitio donde me sentía más en paz, donde al conectar con la naturaleza me sentía tranquilo… y era lo que necesitaba en ese momento: tranquilidad. Pero uno nunca obtiene lo que quiere y pude escuchar los pasos de alguien que se aproximaba hacia donde yo estaba.
De no haber sido por la intervención de una joven hechicera, la cual había encontrado de casualidad en el bosque en mí huida de aquellos hombres de la Inquisición, y que sin conocerme de nada y sin saber de qué iba todo el asunto se había puesto de mí lado, me había dado tiempo para que intentara recuperarme aunque eso no había sido posible, y con su magia había acabado con uno de los tres hombres, con el más poderoso de todos, para luego encargarme con las pocas fuerzas que me quedaban de los dos últimos arrebatándoles la vida.
Y ya no recordaba nada más salvo despertarme lleno de vendas, en forma humana, y diciéndome que tenía una maldición. Una maldición, de verdad, de esas que son como profecías que se cumplían al pie de la letra si no hacías lo que se te había encomendado. Miré mis manos de nuevo subiendo la vista a los brazos, las manchas que habían aparecido significaban que la maldición se había puesto en marcha, aunque no recordaba exactamente que me hubieran maldecido y mucho menos cuando me habían puesto tal maldición. La hechicera no había podido discernir muy bien qué tipo de maleficio era ni cómo pararlo… solo sabía que cuando pasaban un par de semanas las marcas se hacían más grandes, e incluso habían empezado a aparecer pequeñas marquitas por mí pecho.
Según Evolet, la joven hechicera que había salvado mí vida y a la que le estaba eternamente agradecido, las marcas significaban el comienzo de la maldición y según ella estas poco a poco irían consumiendo mí vida conforme se fueran extendiendo por mí cuerpo, ¿cómo pararlas? Conseguir que lo que fuera que tuviera que hacer… lo que al maldecirme predestinaron para mí. ¿El problema? Que no sabía siquiera qué era lo que debía de hacer, o si alguien debía de ayudarme. Pero… últimamente, llevaba unas noches teniendo un sueño que era muy parecido, lo había achacado con pesadillas pero al decírselo a Evolet esta me dijo que quizás podrían ser como pistas de lo que debía de hacer porque justamente habían empezado en la época en la que habían salido las marcas.
Por más que había intentado hacer memoria de lo que pasaba en el sueño e incluso con técnicas que ella había intentado no habíamos podido dar con nada y no había forma ni manera de que me acordara de algo. Además que poco podía ver en aquellos sueños, todo estaba muy borroso, había la figura de lo que creía era una mujer por la vestimenta, pero no podía ver su rostro o mucho menos oír su voz… era una pequeña pista, sabía que estaba relacionado con una mujer pero para mí mayor desgracia, no sabía si estaría en París, si seguiría viva o no… si estaba muerta, estaba condenado a muerte.
Por eso ahora me encontraba paseando por el bosque, porque era el único sitio donde me sentía más en paz, donde al conectar con la naturaleza me sentía tranquilo… y era lo que necesitaba en ese momento: tranquilidad. Pero uno nunca obtiene lo que quiere y pude escuchar los pasos de alguien que se aproximaba hacia donde yo estaba.
Zephyr Drakos- Vampiro Clase Alta
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Fecha de inscripción : 19/10/2016
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Re: My Salvation, My Curse [Privado]
Muchos eran los acontecimientos en mi vida que se habían sucedido desde mi llegada a Paris. Habían transcurrido ya un par de meses y lo que comenzó como un suceso sombrío debido a la razón de mi llegada, llenar el papeleo para el acta de defunción de mi gemela, llorar la ausencia de Devina y hacerme a la idea de que nunca volvería a ver mi propia imagen reflejada en otro rostro, poco a poco fue apaciguándose. Dicen que el tiempo es el mejor remedio, en mi caso aún la extrañaba, siempre la evocaría, pero el dolor y le sensación de soledad iban amainando. Sabía el por qué ahora no me sentía sola, una luz brillante había entrado en mi vida en la figura de un joven con el que me topé por casualidad y a quien ahora esperaba ver ansiosamente cada día, aunque he de admitir que aún mis propios sentimientos hacia él me confundían, pero no por ello dejaban de ser menos verdaderos o menos ciertos.
Sin embargo, y aunque ahora su presencia en los breves encuentros que se propiciaban a menudo, me devolvían la calma y sosegaban mi espíritu, no podía olvidar que seguía siendo una cazadora, y como tal, debía continuar con lo que había empezado ya hace cuatro años. Por esa razón me entrenaba tan arduamente como siempre, procurando mantenerme en forma, el asunto era fácil porque ahora tenía a mi cargo la enseñanza de alguien más, pero en días como hoy en los que no nos encontrábamos, acudía al bosque con mis armas encima, con la intención de practicar con ellas. Mi puntería era perfecta, pero me gustaba practicar con mis armas de fuego al igual que con las blancas, con el par de dagas que movía entre mis dedos con pericia y de paso mantenerme en forma física ejercitándome durante un par de horas.
El tener una figura delgada y menuda me era muy útil, lo que me faltaba en tamaño lo compensaba con agilidad y mi tenacidad no era menor a mis fuerzas. Mi energía se volvía desbordante por lo que corría hacia el bosque muy temprano por las mañanas, cuando me era sencillo escabullirme de mi castillo y hacer a un lado mi papel de baronesa. Mi personal estaba acostumbrado a ese hábito mio y no me cuestionaba, sabían también perfectamente que la escolta que conformaban mis guardias únicamente me acompañaba en los actos oficiales. Ya me había habituado a esta dualidad en mi vida, a que la gente no tuviera la menor idea de que lady Greystoke, la baronesa de Inglaterra, era una cazadora que erradicaba bestias voraces y demonios insaciables de su ciudad, gracias a un legado que empezó hace siglos por parte de los ancestros de mi madre, y que me fue heredado tras su fallecimiento.
Ahora me encontraba en el bosque, gastando mis energías al realizar mi rutina física cuando me incorporé de un salto y corrí con la intención de alcanzar un arroyo para rellenar mi cantimplora y calmar mi sed. Mis piernas me llevaban como una saeta en esa dirección cuando alcancé a ver una sombra negra con el rabillo del ojo. La presencia logró tensarme y con rapidez me agaché detrás de varios arbustos que me sirvieron de tapadera para contemplar en ese camuflaje que era lo que me acompañaba en el bosque.
Mis ojos azules detectaron entonces a una pantera. La miré con sorpresa, no solo por el hecho de que dicho animal estaba completamente fuera de lugar en un bosque parisiense si no porque ahora recordaba que en las pasadas noches me había despertado tras soñar con una. No era extraño que tuviera sueños repetitivos pero este había sido particularmente inquietante, aunque no lograba recordar el por qué, tan solo que me había despertado con mis latidos acelerados y una sensación de extrema angustia atenazándome el pecho.
Lentamente me fui movilizando tras los arbustos, de forma silenciosa, algo que conseguía gracias a mis años de práctica, hasta detenerme a un par de metros del animal. Tenía que admitir que era majestuoso, tenia un pelaje brillante, y sus ojos refulgían frente al sol. Sin embargo no encajaba en este ambiente y teniendo en cuenta los restos de personas destrozadas que encontré hace unas semanas en esta misma zona no podía descartar que la pantera fuera la causante.
Me puse de pie con las manos sobre mi cinto, las armas al alcance, para delatar así mi presencia y observarle directamente a los ojos. No pronuncié palabra alguna, la ponderé en silencio, preguntándome como es que de repente podían materializarse los sueños y si este en particular podría al menos no ser uno que se tornara en pesadilla al descubrirse como un depredador al que tuviera que dar caza.
Sin embargo, y aunque ahora su presencia en los breves encuentros que se propiciaban a menudo, me devolvían la calma y sosegaban mi espíritu, no podía olvidar que seguía siendo una cazadora, y como tal, debía continuar con lo que había empezado ya hace cuatro años. Por esa razón me entrenaba tan arduamente como siempre, procurando mantenerme en forma, el asunto era fácil porque ahora tenía a mi cargo la enseñanza de alguien más, pero en días como hoy en los que no nos encontrábamos, acudía al bosque con mis armas encima, con la intención de practicar con ellas. Mi puntería era perfecta, pero me gustaba practicar con mis armas de fuego al igual que con las blancas, con el par de dagas que movía entre mis dedos con pericia y de paso mantenerme en forma física ejercitándome durante un par de horas.
El tener una figura delgada y menuda me era muy útil, lo que me faltaba en tamaño lo compensaba con agilidad y mi tenacidad no era menor a mis fuerzas. Mi energía se volvía desbordante por lo que corría hacia el bosque muy temprano por las mañanas, cuando me era sencillo escabullirme de mi castillo y hacer a un lado mi papel de baronesa. Mi personal estaba acostumbrado a ese hábito mio y no me cuestionaba, sabían también perfectamente que la escolta que conformaban mis guardias únicamente me acompañaba en los actos oficiales. Ya me había habituado a esta dualidad en mi vida, a que la gente no tuviera la menor idea de que lady Greystoke, la baronesa de Inglaterra, era una cazadora que erradicaba bestias voraces y demonios insaciables de su ciudad, gracias a un legado que empezó hace siglos por parte de los ancestros de mi madre, y que me fue heredado tras su fallecimiento.
Ahora me encontraba en el bosque, gastando mis energías al realizar mi rutina física cuando me incorporé de un salto y corrí con la intención de alcanzar un arroyo para rellenar mi cantimplora y calmar mi sed. Mis piernas me llevaban como una saeta en esa dirección cuando alcancé a ver una sombra negra con el rabillo del ojo. La presencia logró tensarme y con rapidez me agaché detrás de varios arbustos que me sirvieron de tapadera para contemplar en ese camuflaje que era lo que me acompañaba en el bosque.
Mis ojos azules detectaron entonces a una pantera. La miré con sorpresa, no solo por el hecho de que dicho animal estaba completamente fuera de lugar en un bosque parisiense si no porque ahora recordaba que en las pasadas noches me había despertado tras soñar con una. No era extraño que tuviera sueños repetitivos pero este había sido particularmente inquietante, aunque no lograba recordar el por qué, tan solo que me había despertado con mis latidos acelerados y una sensación de extrema angustia atenazándome el pecho.
Lentamente me fui movilizando tras los arbustos, de forma silenciosa, algo que conseguía gracias a mis años de práctica, hasta detenerme a un par de metros del animal. Tenía que admitir que era majestuoso, tenia un pelaje brillante, y sus ojos refulgían frente al sol. Sin embargo no encajaba en este ambiente y teniendo en cuenta los restos de personas destrozadas que encontré hace unas semanas en esta misma zona no podía descartar que la pantera fuera la causante.
Me puse de pie con las manos sobre mi cinto, las armas al alcance, para delatar así mi presencia y observarle directamente a los ojos. No pronuncié palabra alguna, la ponderé en silencio, preguntándome como es que de repente podían materializarse los sueños y si este en particular podría al menos no ser uno que se tornara en pesadilla al descubrirse como un depredador al que tuviera que dar caza.
Selina Greystoke- Cazador/Realeza
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Fecha de inscripción : 19/09/2015
Re: My Salvation, My Curse [Privado]
Me gustaba dar largos paseos por el bosque en la forma de animal que más me gustaba: la pantera. Sabía que era bastante improbable que se encontraran panteras en los bosques de París porque no era una animal autóctono de la zona, sin embargo la sensación de libertad que me confería cuando podía ver, sentir y ser dicho animal era demasiado liberador como para poder dejarlo pasar. No solo era la visión y los sentidos aumentados de dicho animal, sino que también podía tener su agilidad, su rapidez y su fuerza así como la velocidad que tenía la pantera. Cuando corría por el bosque en esa forma sentía que era libre, que nada me impedía ni me ataba, como si no fuera realmente del mundo que me rodeaba. Era la mejor sensación que había sentido en muchos años.
Porque controlar las transformaciones no era nada fácil y mucho menos la bestia que realmente era dicho animal, las ansias de cazar y de comer, de perseguir a las presas como el depredador que era… era algo bastante complicado. Por suerte pude encontrar en la huida de la Inquisición que tuve que hacer a un hechicero, uno muy sabio del que aprendí muchas cosas, a controlar todas y cada una de las formas que podía adquirir. La más fácil era la del gato, con ella podía pasearme por la ciudad pasando desapercibido y enterándome de nuevas noticias que podrían ayudarme. Las más complicadas la de pantera y la de leopardo, aunque mayormente la que más me gustaba era la de la pantera, el pelaje negro me confería un camuflaje perfecto en la noche y así había podido escabullirme varias veces de haber sido apresado.
No supe cuánto tiempo estuve corriendo, saltando, trepando por los árboles con la agilidad que el ser pantera me confería, adentrándome en ese bosque que ya conocía y que sentía casi como mi segunda casa. El tiempo lo dividía en estar con la joven hechicera que había descubierto aquella maldición, me había salvado la vida y le debía esta hasta que pudiera pagarla de algún modo y por eso mismo me había convertido como su protector. Los cambiantes nos sentíamos bastante bien y teníamos afinidad con los hechiceros, quizás porque estos también estaban ligados con la magia como lo estábamos nosotros y no nos sentíamos amenazados frente a ellos.
En mi recorrido paré al bajar tras uno de los árboles notando que había un arroyo cerca, podía oír con claridad el ruido del agua que corría atravesando el bosque y no dudé en acercarme para poder beber tras todo el tiempo que había estado corriendo por el bosque, liberando adrenalina que enchufaba de alguna forma mí cuerpo. Con paso lento aun en forma de pantera me acerqué hacia el arroyo que había oído y me acerqué al borde para agachado poder beber tranquilamente, combatiendo la sed que tenía y calmando un poco el cuerpo y las energías.
Ni siquiera me había percatado de que no estaba solo en el lugar cuando un movimiento casi imperceptible de haber sido humano, captó mi atención haciendo que alzara la vista hacia unos arbustos que había al otro lado del arroyo. Pronto comencé a olfatear notando el olor a humano centrándome justo de dónde provenía. Por el perfume que llevaba podía saber que se trataba de una mujer… mujer que se alzó quedando de pie dejándose ver clavando sus ojos azules en los míos más oscuros, portaba sendas dagas en sus manos y supe que estaba en presencia de una cazadora. Por norma general los cazadores no iban tras los cambiantes, porque no les suponíamos ninguna amenaza, pero quizás la mujer que tenía delante de mí pensaba que de verdad era una fiera y que iba a atacarla.
Mis ojos se fijaron en ella de forma fija, observando sus ojos azules, el atuendo que llevaba, y el pelo rubio que le caía en hondas y… algo en mí interior me hizo quedarme quieto donde estaba, como si algo me estuviera avisando sobre aquella mujer… como una intuición. Lejos de levantarme y mostrarme en forma amenazadora, me tumbé observándola y adelanté una de mis patas para dejarla estirada, la cola se movía como si fuera un gato pero en tamaño más grande que observaba despreocupado a un humano. No había señal de amenaza en mis gestos, estaba tranquilo porque algo en mi interior me estaba advirtiendo… y tras lo que me había dicho Evolet, no sabía bien qué pensar. Bostecé haciendo que mis colmillos quedaran a la vista pero mis ojos, oscuros pero algo diferentes de todos los animales, pues estos reflejaban que había algo más que el animal que se veía a simple vista se fijaron en ella… y no pude apartar la mirada, rezando para que no se abalanzara sobre mí, porque no quería hacerle daño.
Porque controlar las transformaciones no era nada fácil y mucho menos la bestia que realmente era dicho animal, las ansias de cazar y de comer, de perseguir a las presas como el depredador que era… era algo bastante complicado. Por suerte pude encontrar en la huida de la Inquisición que tuve que hacer a un hechicero, uno muy sabio del que aprendí muchas cosas, a controlar todas y cada una de las formas que podía adquirir. La más fácil era la del gato, con ella podía pasearme por la ciudad pasando desapercibido y enterándome de nuevas noticias que podrían ayudarme. Las más complicadas la de pantera y la de leopardo, aunque mayormente la que más me gustaba era la de la pantera, el pelaje negro me confería un camuflaje perfecto en la noche y así había podido escabullirme varias veces de haber sido apresado.
No supe cuánto tiempo estuve corriendo, saltando, trepando por los árboles con la agilidad que el ser pantera me confería, adentrándome en ese bosque que ya conocía y que sentía casi como mi segunda casa. El tiempo lo dividía en estar con la joven hechicera que había descubierto aquella maldición, me había salvado la vida y le debía esta hasta que pudiera pagarla de algún modo y por eso mismo me había convertido como su protector. Los cambiantes nos sentíamos bastante bien y teníamos afinidad con los hechiceros, quizás porque estos también estaban ligados con la magia como lo estábamos nosotros y no nos sentíamos amenazados frente a ellos.
En mi recorrido paré al bajar tras uno de los árboles notando que había un arroyo cerca, podía oír con claridad el ruido del agua que corría atravesando el bosque y no dudé en acercarme para poder beber tras todo el tiempo que había estado corriendo por el bosque, liberando adrenalina que enchufaba de alguna forma mí cuerpo. Con paso lento aun en forma de pantera me acerqué hacia el arroyo que había oído y me acerqué al borde para agachado poder beber tranquilamente, combatiendo la sed que tenía y calmando un poco el cuerpo y las energías.
Ni siquiera me había percatado de que no estaba solo en el lugar cuando un movimiento casi imperceptible de haber sido humano, captó mi atención haciendo que alzara la vista hacia unos arbustos que había al otro lado del arroyo. Pronto comencé a olfatear notando el olor a humano centrándome justo de dónde provenía. Por el perfume que llevaba podía saber que se trataba de una mujer… mujer que se alzó quedando de pie dejándose ver clavando sus ojos azules en los míos más oscuros, portaba sendas dagas en sus manos y supe que estaba en presencia de una cazadora. Por norma general los cazadores no iban tras los cambiantes, porque no les suponíamos ninguna amenaza, pero quizás la mujer que tenía delante de mí pensaba que de verdad era una fiera y que iba a atacarla.
Mis ojos se fijaron en ella de forma fija, observando sus ojos azules, el atuendo que llevaba, y el pelo rubio que le caía en hondas y… algo en mí interior me hizo quedarme quieto donde estaba, como si algo me estuviera avisando sobre aquella mujer… como una intuición. Lejos de levantarme y mostrarme en forma amenazadora, me tumbé observándola y adelanté una de mis patas para dejarla estirada, la cola se movía como si fuera un gato pero en tamaño más grande que observaba despreocupado a un humano. No había señal de amenaza en mis gestos, estaba tranquilo porque algo en mi interior me estaba advirtiendo… y tras lo que me había dicho Evolet, no sabía bien qué pensar. Bostecé haciendo que mis colmillos quedaran a la vista pero mis ojos, oscuros pero algo diferentes de todos los animales, pues estos reflejaban que había algo más que el animal que se veía a simple vista se fijaron en ella… y no pude apartar la mirada, rezando para que no se abalanzara sobre mí, porque no quería hacerle daño.
Zephyr Drakos- Vampiro Clase Alta
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Re: My Salvation, My Curse [Privado]
Aún con ambas dagas en las manos me mantuve de pie a algunos pasos de distancia de la pantera. La recorrí despacio con la mirada, dispuesta a utilizar las dagas en caso de que notase la menor señal de amenaza de parte del animal. Era una cazadora con todas las de la ley, llevaba años entrenándome y enfrentarme a una pantera no me amilanaba, aunque por supuesto, eso no significaba que no pudiera ser cautelosa, o que el tamaño del animal no me causara el menor índice de nervios. Era realista, era un animal grande que bien podía intentar hacerme daño si quería, pero confiaba en mi destreza llegado el caso de necesitarla.
Tras unos minutos en los que la tensión invadió el espacio entre ambos y el aire se volvió algo denso, me fui relajando. El animal se mantenía echado sobre el pasto verde, me había observado con sus ojazos que parecían abarcarlo todo pero se había mantenido tranquilo, e incluso comenzó a menear despacio la cola. Me recordaba la actitud de mi gato, Percibal, orgulloso y desentendido del mundo a su alrededor, lo cual provocó que ladeara la cabeza observándole con curiosidad.
Me acerqué con lentitud y le di la vuelta a las dagas en mis manos, sin intención de usarlas, pero manteniéndolas conmigo como respaldo y me dirigí al arroyo, frente al cual me puse de rodillas para abastecer con las claras aguas mi cantimplora. -Una pantera en pleno bosque francés, no es algo común ni tampoco de esperarse.- Sonreí de medio lado, mirándolo de reojo brevemente y a continuación bebí agua para calmar mi sed. Sumergí ambas manos y las alcé para lavar mi rostro mientras pasaba ambas palmas por el y vertí unas gotas en mi cabello rubio. El sol se encontraba en su máximo esplendor y tras la actividad en el bosque caía bien refrescarse un poco.
Giré entonces y me mantuve en cuclillas observando al animal. -¿Te has escapado de algún lado o eres más de lo que pareces?- Suspiré, sentándome finalmente sobre el manto verde y tomé el bolso que llevaba a mi espalda. Había traído algo de comida para merendar, pan, queso, y fruta, así que con parsimonia partí el pan mientras observaba al curioso felino lamer una de sus patas.
-Mi gato es especial ¿sabes? Me deja acariciarlo y de vez en cuando me hace compañía, pero a la vez es temperamental y sumamente independiente. No le gusta que cualquiera lo toque aunque conmigo hace concesiones. – Puse algo de queso en medio del pan y tomé una de las dagas para rebanar un pequeño tomate y añadirlo en el interior. -Lo extraño. Hace meses no lo veo.- recordé con ligera nostalgia. Percibal se encontraba en Lincolnshire, en las tierras del baronío en Inglaterra, y no tenía idea de si en algún futuro próximo volvería a verlo.
-Mi gato es especial ¿sabes? Me deja acariciarlo y de vez en cuando me hace compañía, pero a la vez es temperamental y sumamente independiente. No le gusta que cualquiera lo toque aunque conmigo hace concesiones. – Puse algo de queso en medio del pan y tomé una de las dagas para rebanar un pequeño tomate y añadirlo en el interior. -Lo extraño. Hace meses no lo veo.- recordé con ligera nostalgia. Percibal se encontraba en Lincolnshire, en las tierras del baronío en Inglaterra, y no tenía idea de si en algún futuro próximo volvería a verlo.
-¿Tienes hambre?- pregunté, devolviendo mi atención al animal y manteniendo sobre él mi mirada con intensidad mientras lo sopesaba. Podía ser solo una pantera escapada de algún circo, en cuyo caso había sido muy afortunada al venir a dar a un lugar como este y encontrarse en una sola pieza. Por este bosque deambulaban algunos cazadores en búsqueda de pieles y de monedas fáciles a costa de los animes de la zona, lo cual me hacía tensar la mandíbula. Tales actos eran ilegales y nunca había estado a favor de la cacería gratuita, por lo que si llegaba a toparme con alguno de ellos... les dejaría con el sabor de una justa lección. O la pantera frente a mi podría… ser un ser más mágico.
Me levanté despacio y me fui acercando, sin apartar mis ojos clavados en ella por si en algún momento cambiaba su actitud y se le ocurría abalanzarse sobre mi, o de repente considerarme una amenaza. Me detuve cerca y coloqué amigablemente un trozo de mi merienda sobre el pasto frente a su figura de brillante pelaje. –Claro que bien podrías preferir… alimentarte de carne o algo así.- Alcé una ceja antes de retroceder unos cuantos pasos.
Selina Greystoke- Cazador/Realeza
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Fecha de inscripción : 19/09/2015
Re: My Salvation, My Curse [Privado]
Era claro que lo que tenía ante mí era a una cazadora, distaba mucho de las ropas que llevaban las damas en la ciudad francesa, además ese par de dagas que llevaba en sus manos era la explicación a su atuendo, la verdad es que no había visto a muchas mujeres cazadoras en lo que estaba en la ciudad, pero cierto era que también evitaba las aglomeraciones y la gente, que por la ciudad paseaba más en forma de gato negro para evitar que me persiguieran o que se fijaran en mi aspecto físico. Sabía que muchas veces mi aspecto en forma humana podría dar algo de miedo, por los ropajes oscuros que solía llevar, pero nada más lejos de la realidad. Era una persona bastante pacifista que prefería más la naturaleza, aprender, largas conversaciones… que pelear o buscar problema. La naturaleza era donde más cómodo me sentía, quizás por la parte animal que había en mi interior, el caso es que era donde más podía pasar desapercibido.
Por eso me encontraba en el bosque en esos momentos, porque allí en forma de pantera podía correr en libertad lejos del bullicio de la ciudad, de sus gentes, de sus olores y de sus ruidos… allí solo había aire limpio, trinar de los pájaros, animales que eran mucho más puros que la mayoría de la gente que había visto, se notaba en sus auras, se notaba en las formas que tenían. Y ahora, en mitad de esa paz que había ido buscando, me encontraba con una cazadora. De normalidad estando en forma de pantera solía alejarme de la gente, no era muy común ver a una pantera en mitad de un bosque y mucho menos en Francia, pero por si eso fuera poco sabía de algunos que cazaban animales para los circos y sin duda alguna una pantera sería bastante llamativa.
Siempre solía alejarme porque las veces que había topado con alguien, que no fuera mágico ya que era de los únicos que me fiaba, los hechiceros, siempre había traído consecuencias y no siempre positivas. Pero algo en aquella humana, algo que captó y llamó mi atención fue lo que hizo que me quedara donde estaba, tumbado relajado para que viera que no tenía nada contra ella ni le iba a hacer nada, incluso lamí una de mis patas en señal de despreocupación total para que estuviera tranquila y no viera gestos bruscos de mi parte. Había algo que me decía que me quedara, que la observara detenidamente y que me quedara con ella, ¿por qué? La verdad es que no lo sabía, porque me alejaba de los humanos y sin embargo aunque quería irme no podía… me quedé allí, anclado, tumbado sobre la hierba mientras la sombra de un árbol me tapaba de aquel abrasador sol que hacía aquel caluroso día. Me pude fijar en las gotas que le caían por su rostro al habérselo mojado, su pelo brillante al mojarlo también cuando fue al río y ahora sentada a unos pasos de mí divagaba sobre un gato que había tenido de mascota, y sobre lo curioso que era encontrarse con una pantera.
Tranquila, como si entendiera que no iba a hacerle daño alguno, comenzó a sacar de una bolsa algo de comida y se preparó como un bocadillo con queso, tomate y algo más mientras yo seguía tumbado, mirándola, con mi rostro apoyado en mis patas y el rabo moviéndose despreocupado en señal de que no iba a pasarle nada. Si había tenido un gato sabría perfectamente que estaba tranquilo y que no iba a hacerle daño, tenía la sospecha de que podía ser algo más mágico y si pudiera me hubiera reído por ello. Fue entonces que sus ojos se clavaron en los míos, más oscuros y brillantes mientras preguntaba si tenía hambre, la verdad es que hacía unas horas que no comía nada pero podía aguantar bastante bien. Fue cuando se levantó y se acercó para dejar parte de su comida a una distancia prudente de donde yo me encontraba, mis ojos no perdieron ningún movimiento que hizo hasta que dejó la comida, incluso así no aparté mi vista de ella viendo que daba un par de pasos hacia atrás consciente de que podría ser tan solo una pantera y que podría decidir que es mi cena.
Me estiré antes de levantarme y dar el par de pasos hasta lo que había dejado, lo olí notando lo que llevaba y fue entonces que volví a tumbarme mientras lo comía sin prisa alguna con ella centrada en mí, lo entendía, se podría esperar cualquier cosa de un animal salvaje y más si no sabías si era mágico o no. Me lamí cuando lo terminé y alcé mi vista a ella en modo de agradecimiento, fui hacia el río para beber algo de agua con la vista de ella fija y al terminar volví de nuevo donde estaba, ¿cómo hacerle ver que no era peligroso? Me tumbé quedando boca arriba y con mis patas delanteras las estiré hasta tocar su muslo, sin las uñas por supuesto, igual que haría un gato si se estiraba. Le di un par de golpecitos con mi pata y la retiré para revolcarme un poco por la hierba, quedé tumbado de lado de nuevo y volví a estirar la pata dejándola sobre su muslo y mi mirada puesta en ella… algo que una pantera, de verdad, jamás haría.
Acabé medio reptando por el suelo hasta quedar justo delante de ella tumbado de forma que mi cabeza quedó sobre su muslo y mi mirada seguía fija en ella como si de alguna forma le dijera “soy un humano, no voy a hacerte daño”, también podría aparentar la forma humana pero si lo hacía aparecería desnudo frente a ella y ya no tenía nada con lo que cubrirme, aunque no me importaba, pero igualmente por el momento no iba a hacerlo. Habría pasado de ella, me habría alejado de no ser por aquello que me decía que permaneciera a su lado, como una intuición, e iba a ver a donde me llevaba todo aquello. Solo esperaba no equivocarme.
Por eso me encontraba en el bosque en esos momentos, porque allí en forma de pantera podía correr en libertad lejos del bullicio de la ciudad, de sus gentes, de sus olores y de sus ruidos… allí solo había aire limpio, trinar de los pájaros, animales que eran mucho más puros que la mayoría de la gente que había visto, se notaba en sus auras, se notaba en las formas que tenían. Y ahora, en mitad de esa paz que había ido buscando, me encontraba con una cazadora. De normalidad estando en forma de pantera solía alejarme de la gente, no era muy común ver a una pantera en mitad de un bosque y mucho menos en Francia, pero por si eso fuera poco sabía de algunos que cazaban animales para los circos y sin duda alguna una pantera sería bastante llamativa.
Siempre solía alejarme porque las veces que había topado con alguien, que no fuera mágico ya que era de los únicos que me fiaba, los hechiceros, siempre había traído consecuencias y no siempre positivas. Pero algo en aquella humana, algo que captó y llamó mi atención fue lo que hizo que me quedara donde estaba, tumbado relajado para que viera que no tenía nada contra ella ni le iba a hacer nada, incluso lamí una de mis patas en señal de despreocupación total para que estuviera tranquila y no viera gestos bruscos de mi parte. Había algo que me decía que me quedara, que la observara detenidamente y que me quedara con ella, ¿por qué? La verdad es que no lo sabía, porque me alejaba de los humanos y sin embargo aunque quería irme no podía… me quedé allí, anclado, tumbado sobre la hierba mientras la sombra de un árbol me tapaba de aquel abrasador sol que hacía aquel caluroso día. Me pude fijar en las gotas que le caían por su rostro al habérselo mojado, su pelo brillante al mojarlo también cuando fue al río y ahora sentada a unos pasos de mí divagaba sobre un gato que había tenido de mascota, y sobre lo curioso que era encontrarse con una pantera.
Tranquila, como si entendiera que no iba a hacerle daño alguno, comenzó a sacar de una bolsa algo de comida y se preparó como un bocadillo con queso, tomate y algo más mientras yo seguía tumbado, mirándola, con mi rostro apoyado en mis patas y el rabo moviéndose despreocupado en señal de que no iba a pasarle nada. Si había tenido un gato sabría perfectamente que estaba tranquilo y que no iba a hacerle daño, tenía la sospecha de que podía ser algo más mágico y si pudiera me hubiera reído por ello. Fue entonces que sus ojos se clavaron en los míos, más oscuros y brillantes mientras preguntaba si tenía hambre, la verdad es que hacía unas horas que no comía nada pero podía aguantar bastante bien. Fue cuando se levantó y se acercó para dejar parte de su comida a una distancia prudente de donde yo me encontraba, mis ojos no perdieron ningún movimiento que hizo hasta que dejó la comida, incluso así no aparté mi vista de ella viendo que daba un par de pasos hacia atrás consciente de que podría ser tan solo una pantera y que podría decidir que es mi cena.
Me estiré antes de levantarme y dar el par de pasos hasta lo que había dejado, lo olí notando lo que llevaba y fue entonces que volví a tumbarme mientras lo comía sin prisa alguna con ella centrada en mí, lo entendía, se podría esperar cualquier cosa de un animal salvaje y más si no sabías si era mágico o no. Me lamí cuando lo terminé y alcé mi vista a ella en modo de agradecimiento, fui hacia el río para beber algo de agua con la vista de ella fija y al terminar volví de nuevo donde estaba, ¿cómo hacerle ver que no era peligroso? Me tumbé quedando boca arriba y con mis patas delanteras las estiré hasta tocar su muslo, sin las uñas por supuesto, igual que haría un gato si se estiraba. Le di un par de golpecitos con mi pata y la retiré para revolcarme un poco por la hierba, quedé tumbado de lado de nuevo y volví a estirar la pata dejándola sobre su muslo y mi mirada puesta en ella… algo que una pantera, de verdad, jamás haría.
Acabé medio reptando por el suelo hasta quedar justo delante de ella tumbado de forma que mi cabeza quedó sobre su muslo y mi mirada seguía fija en ella como si de alguna forma le dijera “soy un humano, no voy a hacerte daño”, también podría aparentar la forma humana pero si lo hacía aparecería desnudo frente a ella y ya no tenía nada con lo que cubrirme, aunque no me importaba, pero igualmente por el momento no iba a hacerlo. Habría pasado de ella, me habría alejado de no ser por aquello que me decía que permaneciera a su lado, como una intuición, e iba a ver a donde me llevaba todo aquello. Solo esperaba no equivocarme.
Zephyr Drakos- Vampiro Clase Alta
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