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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Aletheia Brutus Dom Mayo 28, 2017 6:28 am

Le dolía el hombro. Se había dado un buen golpe contra el muro y estaba casi segura de que el roce con la piedra sin pulir le había arañado la piel hasta hacerle brotar pequeños puntos de sangre. Aunque con el estampado de diminutas flores de su vestido no se apreciaba.

La bruja había ido a la Logia a buscar un par de tomos. No solía frecuentar la sede de la orden de hechicería porque hacía años que el uso que hacía de sus poderes era residual. Unas pociones, algún hechizo menor, generalmente para curar. La inquisición dejaba muy tranquilos a los hechiceros blancos; tenía otras criaturas que le urgía más cazar. Alguna bruja había sido atrapada y torturada. Y muchas desdichadas humanas acusadas de brujería. Ésa era la mayor caza de brujas. Porque aquellos que poseían la magia de verdad, solían ser capaces de escapar de las llamas purificadoras.

Sin embargo, hacía unos meses que la tensión era palpable. La inquisición no estaba tranquila y nadie sabía exactamente por qué. Tal vez era una nueva generación de inquisidores, obsesionados por la limpieza del mundo de cualquier mal. Quizás era que otras criaturas habían aprendido a esconderse mejor. O simplemente una tendencia cambiante al azar. Pero habían atrapado a tres hechiceros en los últimos cuatro meses y la Logia sólo había podido salvar a dos. El primero de ellos, un chiquillo apenas que se descontroló al ser acorralado, murió en la celda de los bajos de Santa Sede, donde había sido llevado a la fuerza para liberarle del demonio que le poseía a ojos de la Iglesia.

La Logia había tratado por todos los medios de mantener a salvo a sus miembros, pero los inquisidores parecían estar tomandose el trabajo de acosarlos de un modo muy personal. Se rumoreaba entre los hechiceros que esa reacción se debía a la negativa de la orden de magia de servir a los intereses de la Santa Madre Iglesia. Los dones de los hechiceros les facultaban para reconocer a cualquier sobrenatural a través de su aura y conocían multitud de conjuros que podían someter, inmovilizar o controlar a esos seres. Pero la Logia sólo ansiaba el conocimiento y el control de la magia. Para lo que la usara cada miembro en particular no era su asunto. Procuraban que nadie saliera demasiado de los límites, para mantener el secreto frente a la mayoria de humanos y protegerse de la Inquisición, los cazadores u otros seres. Pero si un nigromante atraía el alma de un muerto... O si un hechicero decidía probar un conjuro para cambiar de plano... O si buscaban hechizos nuevos cuyos efectos eran impredecibles... Bueno, ¿cómo iban a saberse las consecuencias de hacerlo, si nadie lo hacía?
Al final todo se reducía a eso, a la búsqueda de conocimiento y al control de la magia. Era su privilegio.

Después de todo lo ocurrido en el barco y tras el enlace de Elora y Xaryne, Aletheia había decidido que necesitaba recuperar los viejos hábitos. Había intentado ser la humana perfecta, la dama perfecta, la perfecta mujer de vida aburrida y mediocre esperando un marido conveniente. Pero esa vida no era para ella. Era sólo una sucesión de días vacíos que le dejaban la sensación de estar tirando sus mejores años por la borda.
Y entonces había llegado él. El huracán Paine. Había sacudido los cimientos de su mundo, la había hecho caer en todos aquellos actos que la sociedad criticaba, le había devuelto la magia.

Magia a la que ya no iba a renunciar, del mismo modo que no iba a renunciar al pirata. Así que había hablado con Stein acerca de algunos libros interesantes, con conjuros que podían serle útiles si iba a cambiar su tranquila vida en la ciudad por correr con los lobos en el bosque. Buscaba magia de protección, conjuros de ataque y defensa... Cualquier cosa que la preparara para la vida que iba a comenzar. Porque junto a Leif, la vida podía ser muchas cosas, pero jamás aburrida.

Con ese pensamiento en la cabeza, había pasado la mañana en la biblioteca de la Logia y había conseguido una lista de libros que poco a poco se iría llevando para consultar. Al salir, al inicio de la tarde, apenas en una de las calles que llevaban hasta la Sede, un hombre la abordó. Fue brusco, pero no especialmente maleducado. Le ofreció dinero y protección a cambio de servir a un fin más alto. Y quizás, en otro momento, la idea de que sus dones dieran muerte a cambiaformas y licántropos le hubiera parecido atractiva. Cuando todavía lloraba la muerte de Leon, cuando tenía pesadillas en las que se veía a sí misma una y otra vez, bañada en sangre, observando cómo aquella descomunal criatura acababa con la vida del hombre que amaba.
Pero ese tiempo había quedado atrás. Así que, con palabras educadas, aunque firmes, rechazó la oferta. Por desgracia, el inquisidor no se tomó bien el rechazo y comenzó a increparla y amenazarla y, en un arrebato, la empujó contra la pared, aprisionándola y diciéndole entre dientes todo lo que sería capaz de hacerle si la tuviera encadenada en los bajos de la Iglesia. Demasiado cerca de la Logia para que sus amenazas llegaran a buen puerto, varios hechiceros acudieron al rescate de su compañera y el inquisidor no tuvo más remedio que huir de allí, con el rabo entre las piernas y un hechizo que le provocaría un picor tan intenso que desearía arrancarse la piel a tiras.

No obstante, el día no iba a ser tan malo al final, porque cuando por fin alcanzaba su calle, vio un coche de caballos parado ante su puerta. En la ventana, una figura que reconocía a la perfección, se asomaba por la ventana esperando su regreso. Sonrió ampliamente y aceleró el paso. La puerta de la casa se abrió y un hombre cruzó el umbral todo lo rápido que le daban las piernas. Se acercaba al final de la treintena, tenía el cabello largo, recogido en la nuca, y vestía con ropas de viaje, cómodas, de buena calidad.
Si hubiera llevado el uniforme militar habría sido fácil reconocer que se trataba de un capitán, pero sin los galones, sólo podía identificarse a un hombre alto, bien parecido, cansado de un largo viaje y muy sonriente, que acudía al encuentro de la hechicera.
Ella se lanzó a sus brazos, exclamando su nombre. Él la tomó de la cintura y la levantó hasta que tuvo que mirarla hacia arriba, para dejarla nuevamente en el suelo y estrecharla en un fuerte abrazo, sin que le importase lo más mínimo que no fuera el saludo más adecuado entre un hombre y una mujer, en mitad de la calle. Hacía mucho tiempo que no la veía y le daba igual lo que el resto del mundo pensara. Era su hermana pequeña y tenía todo el derecho a comérsela a besos.
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Mensaje por Leif Paine Vie Jun 09, 2017 6:29 am

La boda de Elora con Xaryne había supuesto un antes y un después. Tal como pronunció en el discurso de enlace, había llegado el momento de dejar atrás el pensamiento único para hacerlo colectivo. Años atrás sus problemas eran con el mar, con posibles traiciones o resuelta de reyertas cuando de dinero se trataba, pero tras anclar los pies a tierra sus principales preocupaciones eran para con su familia. Tenía unos hijos a los que quería mantener unidos, junto a él, y pronto nacería el que para él sería más especial. Podría verlo crecer, algo que no se le permitió con los demás. Fue y sería siempre un pirata, era imposible perder esa esencia, pero aquella vida quedaba relegada para dar paso a un hombre de familia, un líder que daría todo, incluso su propia sangre, por el bien común de los suyos.

El Warrior había zarpado poco después de la boda con la promesa de visitarle entre misión y misión. Verlo partir desde tierra no supuso ningún estrago para su alma. Era la elección que había tomado y estaba seguro que era la más correcta. Y la señorita Aletheia Brutus tenía mucho que ver en ello. Amaba a esa mujer como jamás pensó que podría hacerlo. Ir de falda en falda había parecido siempre la mejor opción de vida, pues así fue como le educó el temible y primer Capitán Paine, pero por mucho que había exprimido ese estilo nunca se sintió satisfecho. Ella le complementaba, le hacía darse cuenta que amarse a uno mismo no era suficiente. Aletheia había saciado un hambre que ni las putas, el ron o el mar fueron capaces de llenar.

Ahí empezaba su vida de verdad.

Tras la boda, puso más énfasis en la construcción del clan dentro de los bosques. Aseguró el territorio junto a sus dos hijos, Kethyr y Reydek, y estableció unas bases de convivencia: respeto, orden y lealtad. No solo con él, por ser el líder, también con los demás. Su deseo era llevarse consigo a la bruja, convertirla en su compañera, y aunque el día de la boda finalmente se firmó su relación, aún quedaban barreras por derribar y bases que asentar. El terreno emocional seguirían siendo arenas movedizas para él, pero había llegado el momento de dar el paso definitivo que diera inicio a su relación como tal.

Y ahí estaba, parado ante la casa de la hechicera. Con sus ropas de pirata, su aspecto de perdona vidas y tierra bajo las uñas. Con los dientes tan apretados que cualquiera que pasara a su lado podía oírlos crujir por la presión. Y es que la escena que estaba sucediendo ante él hizo hervir la bilis en su interior: su hembra en brazos de otro hombre. En su mente se iban formando pensamientos sobre traición, pero antes de hacer algo por lo que más tarde se arrepintiera, avanzó hacia la pareja con hielo en la mirada. Iba a darle la oportunidad de explicarse, aunque lo único que quería en ese instante era arrancarle la cabeza al otro hombre por osar poner sus manos en el cuerpo de la bruja.

-Vaya, pero qué ven mis ojos... - susurró justo ante ellos, con un tono de voz más oscuro que el averno. Su autocontrol se medía por la hinchazón de la vena en su cuello.
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Mensaje por Aletheia Brutus Sáb Jun 10, 2017 3:13 pm

-Cada vez que te veo estás más guapa.
-¿Desde cuando tú eres objetivo en eso, Blaise?
-¿Tengo que serlo?
-¡Por supuesto que no! Pero, ¿qué haces aquí?
-Venir a secuestrarte. ¿Tienes idea de lo mucho que te echamos de menos y tú ni te acuerdas de nosotros?
-No seas mentiroso, que os escribo todo lo a menudo que puedo.
-Sí, para decirme entre líneas que tienes algo que contar, pero no decirme qué.
-Pues...
-Aletheia Brutus... ¡Conozco esa mirada!
-se echó a reír, antes de abrazarla de nuevo, estrujándola contra su pecho, hasta que la hizo quejarse y forcejear, como cuando eran niños-. Por tu bien, espero que haya una presentación formal a la familia. Eugène y yo tenemos que darle el visto bueno.
Su propia risa y el calor del cuerpo de su hermano envolviéndola y no dejándola ver impidieron que se percatara de la presencia de Leif hasta que estuvo justo ante ellos. El corazón le dio un vuelco y se tensó como la cuerda de un arco a punto de lanzar una flecha. Sabía que Leif habría oído su corazón acelerarse por su inesperada llegada. Y sabía también que era muy probable que su fino olfato de lobo percibiera el pequeño rasponazo en su hombro, porque había sangrado, aunque fuera de una forma muy superficial.
Se giró hacia él, con una gran sonrisa, con la que pretendía distraerle de todo lo demás. El brazo de Blaise seguía en torno a su cintura, mientras el soldado observaba de arriba a abajo a ese hombre, con gesto serio, estudiandole y decidiendo si era o no una amenaza.
-Leif, ¿qué haces aquí? Creía que ibas a comprar cosas con tus hijos.
-Aletheia, ¿y tus modales? ¿No me presentas a este caballero?
Blaise estrechó la mirada. Si había sabido leer entre líneas, su hermana tenía un hombre en su vida. Y si era ése que tenía delante... iban a tener una charla muy seria en cuanto se marchara.
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Mensaje por Aletheia Brutus Jue Jun 29, 2017 4:30 pm

La bruja desvió la mirada de un hombre a otro. Les conocía a ambos y sabía que se estudiaban mutuamente. El brazo de Blaise todavía le rodeaba la cintura; una licencia que podía permitirse, dada la relación entre ellos.
-Hubiera preferido hacer las presentaciones en un lugar más apropiado, pero... Blaise... el Capitán Paine.
El militar se mantuvo estoico ante ese nombre, pero lo reconoció y el lobo pudo verlo en sus ojos. No se fiaba de él, a pesar de que le ofreció la mano.

Que la bruja no solucionara de inmediato el malentendido en el que se encontraba el pirata no ayudaba a la situación. Desconocía que era su hermano, no podía verlo más que una amenaza, una mucho peor que aquel puto al que enseñaba a leer. Sus mandíbulas, apretadas hasta el punto de prácticamente quebrarse los dientes, y su mirada gélida eran los únicos signos de su cabreo creciente.
-¿Caballero? Puedes ahorrártelo -sonrió con malicia, sarcástico-. ¿Vas a decirme quién demonios es, bruja?

¿Bruja? Frunció el ceño. Justo acababa de tener un encontronazo con la Inquisición por ser hechicera y no estaban los ánimos para usar ese apelativo como insulto. Sin embargo, fue el militar el que tomó la palabra.
-Soy el capitán Blaise Brutus. Seguramente mi nombre no sea tan conocido como el suyo, pero no le permitiré que le falte el respeto a la señorita.
Aletheia puso los ojos y suspiró.
-Es mi hermano mayor, Leif. Ha venido a visitarme desde Perpignan.

Leif afiló aún más la mirada al escuchar el apellido del desconocido y se acercó un par de decididos pero medidos pasos, ladeando la cabeza mientras se fijaba en sus rasgos. Tal ves estuvieran diciéndole la verdad.
-La "señorita" puede hablar por sí misma si se ha sentido ofendida -ladeó una sonrisa e ignoró al hermano-. Muero de ganas de conocerlo... -comentó sarcástico-. ¿Cuándo se va?

La mujer le miró con reproche. Ya había intuido que el presentarle a Leif a cualquier miembro de su familia sería complicado. ¿Pero justamente tenía que ser ese día?
-Se irá cuando tenga que irse. -en sus ojos brilló una muda advertencia que ambos hombres podían ver e interpretar; no quería una pelea allí. -¿Por qué no pasamos y tenemos una conversación civilizada?

-Por supuesto... - paladeó cada palabra, mirando al cazador de reojo antes de avanzar hacia la entrada de la casa. Era consciente que, si quería seguir adelante con aquella relación, debía controlarse ante el hermano, y quién sabe si algún otro miembro de la familia aparecería. No le gustaba la idea, le aborrecía en demasía, pero tragó y esperó.

Los hermanos tardaron un momento en seguirle hacia puerta. Blaise retuvo a la bruja para hablarle en susurros, sin saber que Leif podía oírle perfectamente con su fino oído de lobo.
-No me gusta ese hombre, Aletheia.
-No es a ti a quien tiene que gustarle.
-Oh, Dios, así que es él.
-No saques conclusiones precipitadas.
-Que no... ¡Maldita sea, Ale! Es un pirata, un ladrón y un asesino.
-Y no dejaría que nada malo me ocurriese.
-No puedo consentirlo.
-Soy una mujer adulta, Blaise. No te estoy pidiendo permiso.
-En ausencia de nuestro padre, yo soy el hombre de la casa.
-Él es el hombre de esta casa, Blaise.

Por supuesto que escuchaba todo, su fino oído fue partícipe de toda la conversación. Saberse defendido por la bruja le hinchó el orgullo y se volteó con una sonrisa más amplia, satisfecha.
-¿Vais a tardar mucho en venir?
-Prefirió no hacerle saber aún al hermano que podía escucharles, quería saber qué más tenía que decir sin estar él cerca. Se cruzó de brazos y esperó, apoyado al lado de la puerta.

Blaise frunció el ceño, pero lo dejó estar, ya hablaría con su hermana cuando el pirata se marchase. Porque ssabía que había una historia tras todo aquello y quería saberla. Su hermana nunca había sido una mujer inconsciente. Pero ese tipo no le gustaba. La siguió hasta la entrada y, de ahí, a la biblioteca.
-Bien, una vez hechas las presentaciones, vamos a todos a sentarnos tranquilitos y a tomarnos el té que nos traerá Adele. -Desvió la mirada al pirata-. No te esperaba tan pronto, ¿ha ocurrido algo en el bosque?

-Nada especial... -iba a medir muy bien sus palabras. Estaba claro que no era bienvenido por el hermano de la bruja, de modo que no iba a revelar más información de la necesaria sobre sus planes de asentar la manada en el bosque. -Pensé en hacerte una visita sin excusa alguna para hacerlo... Hay mucho que debemos hablar después de la última vez... -resume, refiriéndose al día de la boda, cuando su relación finalmente pareció asentarse.

Aletheia sonrió. Que quisiera ir a visitarla porque sí, sin ninguna excusa más allá de buscar su compañía, le provocaba una sensación cálida en el pecho. La suya era una relación incipiente, pero parecía que estaba sentando las bases adecuadas. A Blaise no le pasó desapercibido aquel intercambio de frases en clave y ese cruce de miradas. No le gustaba. Nada. Pero conocía a su hermana y, si era lo que realmente quería, nada ni nadie la haría cambiar de opinión. Además, algo bueno tendría que tener ese hombre para que ella le tratara, ¿no?
-¿Frecuenta el bosque, sr Paine? ¿Ha cambiado perseguir barcos por cazar cervatillos asustados? -cuestionó, quizás de un modo inapropiado, pero sabía quién era él. ¿Quién no había oído hablar de Leif Paine, el loco, el pirata, el señor de los siete mares?

Su mirada había estado fija en Aletheia con una muy sutil sonrisa traviesa hasta que el hermano habló e, inmediatamente, sus ojos se clavaron en él, sin mover lo más mínimo el resto de su cuerpo.
-¿Qué ocurre, señor Brutus? ¿Siente tal vez cierta frustración por no poder darme ya caza en alta mar? -se mordió la lengua para no seguir, pues notó la mirada de la bruja.

-En absoluto -respondió él-. Simplemente me sorprende que esté aquí, escondiéndose en París, cuando tantos le daban ya por muerto. Y, como comprenderá, me sorprende aún más que frecuente la casa de mi hermana. Cuénteme, ¿cómo se conocieron? Porque mi hermana ha mantenido muy oculta su existencia en todas sus cartas -una leve referencia a que ella podía avergonzarse de él.

-¿Esconderme? -sonrió con cierto sadismo-. Creo que no acaba de darse cuenta con quién está hablando... -se incorporó hacia adelante, apoyando los codos en las rodillas-. ¿En tan baja estima tiene a su hermana que solo le desea una aburrida existencia sin poder usar aquello que más fuerte la hace? -Se la devolvió, mirándole fijamente-. El como nos conocimos podrá contárselo su hermana cuando estén disfrutando de su tiempo fraternal.
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Mensaje por Aletheia Brutus Sáb Jul 01, 2017 2:17 pm

-Ya basta -interrumpió la bruja, mirándoles alternativamente, con el ceño fruncido y la mirada de decisión-. Voy a dar órdenes a Adele para que traiga la... Oh, Adele -se cortó a sí misma cuando la mujer entró en la sala tras llamar a la puerta-. Menos mal que has venido, porque si tengo que dejar a estos dos solos, me echan la casa abajo.
La vieja criada sonrió.
-Su hermano sólo se preocupa por usted.

-Ya. Bueno. ¿Nos traes por favor el té y los bizcochos? -Adele asintió-. Gracias.

Cuando Adele se hubo marchado, Aletheia miró a su hermano con una media sonrisa.
-Nos conocimos por casualidad en el bosque. Antares huyó despavorido y Leif se quedó conmigo toda la noche. Me trajo de vuelta a París sana y salva. Hasta me defendió de unos ladrones al pasar por los callejones.
Era una versión bastante desnatada de su historia, por no decir que sólo daba una visión azucarada de los momentos que habían compartido en la buhardilla de Elora, donde temió por su vida, donde sólo tenían en común un conjuro que realizar, donde los sentimientos explotaron sin tener idea muy bien de cómo, porque el encuentro entre ellos había sido demasiado fácil, demasiado... como si todo hubiera sido orquestado por un ser superior. Llámalo Destino.

-¿Por esto has rechazado todas las propuestas que nuestro padre te ha dejado sobre la mesa?
-¿En serio me estás preguntando si antepongo una vida con el hombre al que quiero frente a un matrimonio de conveniencia, Blaise? -El capitán apretó los labios. Conocía de sobra la respuesta-. He rechazado esas ofertas desde mucho antes de conocer a Leif. Ninguno de esos hombres hubiera llenado jamás el hueco de Leon.
-¿Y éste sí?

El regreso de Adele con la bandeja cortó la respuesta.
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Mensaje por Leif Paine Mar Jul 18, 2017 8:46 pm

Estaba claro que los hermanos tenían mucho de qué hablar, tanto tiempo distanciados les daría para horas y días sin descanso. No obstante, le desquiciaba que decidieran ponerse al día con él en frente y, aparentemente, ignorado. Por otro lado, escucharles en el silencio propio del que es observador, le permitió conocer un poco más a la bruja, sobretodo en cuanto a terreno familiar. Se dio cuenta que en todo el tiempo transcurrido desde que se conocieron, en ningún momento hablaron de familia, pasado o historias enterradas. Sabían lo justo uno del otro, mas no los detalles de cada evento importante en la vida de ambos. Por ejemplo, sabía quién era Leon, cuya muerte provocó el miedo atroz que la bruja sentía hacia los licántropos, pero no que tras su pérdida se había negado a buscar un sustituto.

Saberse único y distinto a ese Leon contrarrestó el efecto que le hizo sentir el verse ignorado.

-Entrañable escena, señores, pero no tengo tiempo que perder simplemente observando. No soy hombre de andarme con rodeos de modo que, aprovechando este casual encuentro, le informo que en la brevedad posible su hermana vendrá al bosque a vivir conmigo. Le invitaría a comer para que conociera el entorno, pero no creo que a mis hijos les guste la presencia de un hombre de su cargo en nuestras tierras... así como no creo que usted disfrutara de una escena que probablemente tildaría de asalvajada - por mucho que le tratara de usted y fingiera ser correcto, los tres en esa estancia sabían que rezumaba sarcasmo en cada palabra. - Responderé las dudas que tenga por respeto a Aletheia, pero desde ya le advierto que mi paciencia tiene límites. Ah, y una cosa más... ella no es posesión de nadie, elegirá lo que desee, así que puede ahorrarse el arcaico protocolo propio de la alta sociedad que le hace creerse en derecho a usted o a su padre de decidir por el futuro de esta mujer. Es bruja. Es libre. Y será la madre de mi futuro hijo.

Futuro. Un tiempo bastante indeterminado. No quería exponer tan pronto su embarazo, pero sí dejar constancia de que pensaba formar una familia junto a ella.
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Mensaje por Aletheia Brutus Jue Jul 20, 2017 3:31 am

Aletheia palideció. ¿Es que acaso ese hombre no conocía el significado de la palabra tacto? Un embarazo no era algo que pudiera esconderse eternamente y en su caso, que se acercaba ya a la culminación del tercer mes, pronto sería más que evidente. Pero soltárselo así, a bocajarro, a su hermano mayor...
-¿En qué demonios estás pensando? -le salió sin pensar, moviéndose en la silla que ocupaba para encarar al pirata, con el ceño fruncido y esa expresión que amenazaba tormenta.

La expresión de Blaise no fue diferente, aunque sus motivos no eran exactamente los mismos. El mismo ceño, la misma mirada fulminante, los labios apretados. Aunque físicamente se parecían lo justo para ser hermanos, esa expresión era idéntica. Furia contenida a punto de explotar, un volcán justo en el instante anterior a la erupción.
-¿Hijo? -Los ojos del soldado escrutaron a su hermana-. Aletheia, ¿es eso cierto?

La bruja suspiró con resignación. Ella hubiera preferido que el encuentro fuera diferente, pero el huracán Paine no se detenia ante nada ni ante nadie. Asintió con la cabeza.
-Antes de que montes en cólera, te lo advierto. Ni se te ocurra insinuar nada desagradable de este niño, porque...
-Al menos tendreis la decencia de casaros.

-¿Qué importa eso? Viviremos juntos, como una familia.
-¿Como si fueras una vulgar concubina? ¿Sin un matrimonio decente, como corresponde a una mujer de tu clase?
-Oh, vamos, Blaise. Soy una hechicera, Dios tiene motivos para enviarme al infierno más importantes que el que vaya a ser madre sin casarme.
-Y supongo que usted alienta todo este comportamiento, ¿no es así? -el capitán se dirigió ahora al pirata-. Para usted todo es mucho mejor sin ataduras, sin el menor respeto a la ley o las buenas costumbres, sin un ápice de decoro.
Una leve insinuación acerca de los motivos de un hombre como él para no atarse a una sola mujer. Aunque dudaba que un matrimonio le impidiera frecuentar otras faldas. Conocía a muchos, de muy diversa clase, que lo hacían sin el menor remordimiento. No deseaba eso para su hermana. Aletheia se merecía un hombre que la tratara como una reina, que pusiera el mundo a sus pies, que fuera capaz de cualquier cosa por ella. Como lo había sido Leon. Había sido su mejor amigo, su compañero, su confidente. Le había pedido permiso para cortejar a su hermana. Habían ido juntos a elegir el anillo de compromiso. Y había muerto por ella, por mantenerla a salvo, por amor y con honor.
En la mente del soldado, ese pensamiento estaba grabado a fuego. Su hermana no se merecía menos que eso. Y por lo que conocía del Capitán Paine -que eran las historias que todo el mundo conocía, sus crímenes, sus fechorías, su leyenda-, era el tipo de hombre que quería lejos de su familia. A ser posible colgando de la horca.
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Mensaje por Leif Paine Jue Jul 20, 2017 5:48 am

Mientras ambos hermanos estallaban, él seguía tan plácidamente sentado como hasta entonces, con la mirada seria pero sin un ápice de remordimiento o ganas de entrar en discusión. Era un hombre impulsivo, pero a la vez sereno, pues prefería visualizar las cosas fríamente como el estratega que siempre fue. El té ni lo tocó, no era una bebida de su agrado, y aunque tenía deseos de sacar la pipa se contuvo, por el bien de Aletheia y su embarazo.

-Basta. - Habló. Una simple palabra, pero con el tono y la dureza necesarias para poner fin a las acusaciones del hermano. No iba a aguantar callado, no era su estilo. - Jamás he tenido intención de cambiar el comportamiento de su hermana. Ha sido ella misma desde el momento que nos conocimos, motivo por el cual estamos hoy aquí. Tal vez sean sus costumbres y leyes de decoro las que han impedido que resurja como la mujer fuerte que es. Si busca un hombre que la tenga en casa cual florero, no lo va a encontrar en mí. Ella es libre de elegir. Siempre lo ha sido - la miró de reojo, pues así fue desde el primer momento. Que él la persiguiera y buscara no significaba que un 'no' firme fuera a ser ignorado. - El matrimonio que vosotros los "decorosos" elegís no es de mi agrado. No creo en vuestras leyes. No creo en la necesidad de la bendición de un Dios que la condena por sus dones.

La boda de su hija tenía mucho que ver en ello, además. Ahora sabía que podía satisfacer a la bruja con una unión sin necesidad de pasar por una iglesia, edificio que Leif más detestaba. Pero no era el momento para hablar de ello, pues aunque llevaba días pensando en ello, no lo propondría con el señor Brutus delante.

-No tengo por qué hablarle a usted de mi entrega o fidelidad a esta mujer, eso es algo que nos atañe a ella y a mí, y no permitiré que le falte al respeto llamándola concubina. Su hermana es una bruja. Es una mujer. Y a mi lado será una igual, no una esclava encerrada en casa como, según vosotros, deben ser las esposas.
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Mensaje por Aletheia Brutus Jue Jul 20, 2017 6:02 pm

La pobre Aletheia no pudo quererle más en ese instante. Porque sus palabras escondían promesas entre líneas. Ser su igual, su compañera, apreciada y valorada como algo más que un complemento bonito para una reunión social. Tal vez junto al pirata no tendría una larga colección de vestidos bonitos y joyas que lucir en veladas sociales, junto a otras damas de la alta sociedad. Quizás no tuviera el honor de comer con el rey o de trabar amistad con las esposas de nobles y caballeros bien situados. Quizás sus hijos jamás tuvieran la infancia cómoda y despreocupada que ella y sus hermanos habían tenido, con todo el mundo a su alcance por mero capricho. No tendría nada de eso. No sería la esposa de un ilustre, de un grande, de un apellido de esos que se marcan en los libros de historia.

Pero sería feliz.

-Oh, sí, ya lo creo que me atañe. Porque antes de bruja o mujer es mi hermana. Y si en algún momento se le ocurre, de cualquier remoto modo, hacerle daño, no importará dónde se esconda, cuánto huya o en qué rincón de los mares se pierda. Daré con usted y le aseguro que suplicará por la horca.
-Blaise -agarró la mano de su hermano-. Las amenazas no son necesarias.
-Por si acaso.
La mirada clara del militar sostenía la del pirata, para que viera que hablaba completamente en serio. Aletheia era la princesita de su casa, la consentida. Y no iba a permitir que un delincuente portuario le arruinase la vida. Pensaba que se merecía algo mejor, pero como buen estratega, sabía que aquel no era el momento de mover ficha. Quizás más adelante, cuando Aletheia fuera a visitarles a Perpignán, cuando todo el revuelo que iba a causar la noticia se hubiera calmado.
-Si dejaras de mirarle como si quisieras arrancarle las entrañas, te darías cuenta de que lo único que hace es intentar protegerme, igual que tú.
-¡No tiene que protegerte de mí! ¡Soy tu hermano!

-Tú tampoco tienes que protegerme de él. -giró la cabeza para mirar al lobo y le sonrió.

Sabía que, si ambos dejaban de lado su prejuicios, descubrirían que tenían puntos en común. Pero no era tan estúpida como para pensar que eso iba a ser un proceso inmediato. Y menos con el tacto de Leif al soltar lo de su embarazo. Ahora ya le había predispuesto en su contra. Pero no pasaba nada. Todavía podía arreglarlo. Aprovecharía que Blaise volvería a casa en unos días y se uniría al viaje. Así podría darles la noticia en persona a sus padres y a su otro hermanos. Y podría tener el terreno algo más allanado, si era ella la que les contaba la historia a su manera.
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Mensaje por Leif Paine Dom Jul 30, 2017 10:07 am

-¿Dará conmigo del mismo modo que lo ha estado intentando los últimos años? - devolvió con sorna, ladeando una sutil y maliciosa sonrisa hacia el otro capitán. Nadie amenazaba a un Paine y salía de rositas. Tal vez no podía matarlo o darle una lección por ser el hermano de la mujer a la que intentaba mantener a su lado, pero la lengua podía ser igual de dura que un golpe certero en su mandíbula. - Resuélvame una duda... Si tanto quiere a su hermana, y estoy seguro que en eso no miente... ¿dónde ha estado todo este tiempo? Su hermana habría podido morir, su cadáver desaparecer, y usted jamás habría sabido qué le había ocurrido... Así que permítame que dude, no solo de su palabra, si no de sus habilidades a la hora de proteger a esta mujer que, sin duda, está mucho más segura a mi lado de lo que jamás lo ha estado junto a su familia.

Devolvió la fija mirada al hermano tras haber destruido sus argumentos y amenaza, con la sonrisa aún plasmada en sus labios y la misma serenidad en su relajado cuerpo.

-Difiero en lo de que puedes protegerte sola... - miró entonces a la bruja. - Tienes cierta habilidad para atraer problemas, como alguien que ambos conocemos... - y sí, se refería a su hija Elora, otro imán para el riesgo. Quién sabe, tal vez era el castigo por mezclarse con la sangre Paine.
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Mensaje por Aletheia Brutus Dom Jul 30, 2017 11:07 am

El soldado encajó el golpe con estoicismo. Sí, era cierto que no había podido dar con él en muchos años. Porque tenía otras cosas entre manos, porque no era su única preocupación y porque él había desaparecido hacía varios años. ¿Quién iba a pensar que estaba allí, en París, junto a su propia hermana? ¡¡Era de locos!!
-Mi hermana ha estado viviendo una vida tranquila en París.
-Te aseguro que los últimos tres meses compensan con creces todos estos años de aburrida monotonía. Me hubiera gustado ponerte al día con más tiempo, pero... En el fondo es mejor, porque si no te cuento así, de sopetón, lo que ocurre... no tengo ni idea de cómo te lo hubiera contado.

El hermano mayor de la hechicera tenía demasiada información que asimilar y procesar. Su hermanita, la que había huído de Perpignan para refugiarse en París, de repente se había convertido en una rebelde, en la mujer de un pirata, en la madre de un hijo bastardo. ¡¡Si no hacía ni seis meses de su última visita!! Intercambiaban cartas con regularidad y no había mencionado nada de ellas hasta la última, donde le había dejado entrever que había alguien nuevo en su vida. Ese hombre llevaba nada y menos en la vida de Aletheia, ¿con qué derecho se creía?

Entonces notó algo. Algo sutil, pero percibible por alguien entrenado para fijarse en los detalles. Cuando se dirigía a él era altanero y bravucón, como se esperaba de un pirata. Más aún de uno con la fama que le precedía. Pero cuando sus palabras se dirigían a su hermana, todo ese enfado, toda esa rabia y todo ese desprecio que parecía destilar por su presencia se diluía. No podía decirse que fuera amable y cálido, que se deshiciera en cumplidos y lisonjas; era algo mucho más profundo.

Tan profundo como el brillo de los ojos de la bruja, a pesar de aquella expresión irónica que mostraba mientras sonreía de aquella forma que reconocía tan bien, cuando paladeaba una respuesta que cortaría como un puñal.
-¿Por eso te atraigo a ti, Paine?
Nunca usaba su nombre cuando le hablaba con sarcasmo. Siempre le llamaba Paine o Capitán. Porque Leif era un vocablo mucho más preciado, mucho más íntimo, que escapaba de sus labios de otra manera.

No obstante, supuso que se refería a su encontronazo con el inquisidor. Ninguno de los dos hombres lo sabía, pero dio por sentado que finalmente el pirata le tiraba la pulla del arañazo que se había hecho. Esto de convivir con un lobo tenía desventajas.
A veces una necesitaba tener sus secretitos.
-Ha sido una tonteria.
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Mensaje por Leif Paine Dom Jul 30, 2017 11:47 am

-Problemas es mi segundo nombre - ladeó una sonrisa hacia la bruja. Tal como el hermano bien sospechaba, su mirada, incluso su tono, cambiaban cuando se dirigía a la mujer. El sentimiento estaba ahí, aunque nunca surgiera en palabras, y era más que evidente que la respetaba. Pero por mucho que pudiera hacer cambios en su vida, el cariño y la dulzura eran términos que jamás saldrían a la luz, ni siquiera formaban  parte en su vocabulario, de modo que esperar algo así de él era estar perdiendo el tiempo. Si había elegido a la bruja como su compañera eterna era por cosas como aquellas: no buscaba cambiar el hombre que era.

Sobre el tema del "rasguño", no lo supo inmediatamente. No fue hasta entrar a la sobriedad de su hogar, donde los olores se veían altamente reducidos a comparación del exterior, que captó la esencia de su sangre, y no precisamente por estar en "esos días". Que de mujeres tal vez no sabía mucho, pero sí que estando en estado se eliminaba aquel sangrado de la ecuación. - Seré yo quien decida si ha sido o no una tontería. Aunque, sabiendo que mi opinión será puesta ante juicio por, como sueles llamarlo, exageración... podemos aprovechar que está aquí tu hermano para ver qué opina. Dinos, Aletheia, ¿qué ha ocurrido? - y en su tono, por muy suave que pareciera, había una oculta amenaza de querer saber toda la verdad. No iba a creer ninguna mentira que lograra concebir.
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Mensaje por Aletheia Brutus Dom Jul 30, 2017 2:08 pm

-Eso es jugar sucio -respondió, mirándole con los ojos entrecerrados. Pero en el fondo le gustaba que se preocupara por ella. Miró alternativamente al lobo y a su hermano y suspiró, meneando la cabeza. El uno era demasiado obstinado y no se conformaría con una respuesta vaga, por nimio que fuera el incidente. El otro, apenas supo que había estado en peligro, se tensó en su asiento. Aletheia supuso que estaría poniéndose en lo peor, como era habitual-. No ha pasado nada. Sólo fui a la Logia a consultar unos tomos. Al salir, me topé con un inquisidor que me pidió ayuda de forma poco amable. Cuando me negué, no se lo tomó demasiado bien y me empujó contra la pared, de ahí el rozón del hombro. -Sus ojos vagaron de uno a otro, estudiando sus reacciones mientras relataba muy por encima lo que había ocurrido, porque tampoco era un hecho especialmente reseñable-. Magnus y Phillip estaban cerca y lo ahuyentaron. Además, le dejé un regalito al irse.
-¿Qué regalito?
-Uno que le hará acordarse de que no debe meterse con tu hermana.
-¿Qué burrada has hecho, Aletheia? Lo último que necesitas ahora mismo son inquisidores tras de ti.

-Sólo un hechizo urticante. Ni siquiera tiene por qué sospechar que he sido yo, podría haber cogido... no sé, ladillas.
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Mensaje por Leif Paine Dom Jul 30, 2017 3:58 pm

-Estoy de acuerdo - aunque darle la razón a su hermano lo hiciera un poco a regañadientes. Ni su rostro ni su tono de voz dieron muestra de reacción adversa ante el breve relato, pero sus dedos se aferraron con tanta fuerza al sillón que prácticamente dejó el reposa brazos con las astillas al aire. Quería ver morir a ese inquisidor, de eso no cabía duda, pero además estaban sus celos, un monstruo verde que parecía haber llegado de la mano del lobo, pues nunca antes fue tan posesivo. Escuchar el nombre de dos hombres en los labios de Aletheia le hizo hervir por dentro, pero mantuvo el control debido a la presencia del hermano. De haber estado a solas, no se habría mordido la lengua.

-Suficiente tengo con una hija bruja que pierde el control en cada enfrentamiento que tiene con ellos, no necesito que mi hembra también se convierta en un foco de atención para la Inquisición. Usa tus poderes, sé una bruja, pero mantén un perfil bajo. Recuerda que llevas ahora otra vida contigo...

Necesitaba cambiar de tema, el lobo en su interior estaba inquitándose, sediento por salir a buscar la sangre de aquel que dañó a la bruja. Si seguían hablando de ello dejaría una peor impresión a su hermano.

-Háblame del viaje que quieres hacer a Perpignan...
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Mensaje por Aletheia Brutus Dom Jul 30, 2017 4:34 pm

-¿Y ya está? -cuestionó extrañada, porque no pasó por alto la forma en que apretaba los reposabrazos del asiento. Le resultó extraño que no soltara unos cuantos improperios, pero supuso que la presencia de su hermano influía. Y eso la hacía extrañamente feliz, porque implicaba que Leif quería estar en buenos términos con su familia. Le hubiera dado un beso, pero su hermano también la condicionaba a ella. Un cambio de tema sería interesante, sí-. Pues tenía pensado aprovechar el regreso de Blaise dentro de unos días, así viajo acompañada y no es tan aburrido. Son unas cuantas horas. Quiero ver a mi familia y contarles todo lo que ha pasado en estos meses. Han sido muchos cambios, muy repentinos, y quiero ver sus caras al darles la noticia.

Porque para ella era la noticia más feliz del mundo. Iba a ser madre. Y queria que todos compartieran su felicidad. Sabía que serían algo reticentes porque realmente Leif acababa de llegar a su vida hacía tres meses escasos, demasiado intensos, pero seguía siendo poco tiempo. No obstante, para ella era más que suficiente.
Además, tenía que hacer una visita obligada, como cada vez que viajaba al sur de Francia. Quería ver la tumba de Leon, hablar con él, contarle lo que había acontecido, como si de verdad pudiera oírla.

-Yo partiré el miércoles de la semana que viene, Ale. No cargues mucho la maleta, que ya sabes que tu madre se volverá loca comprándote cosas allí. Se pondrá muy feliz cuando te vea. -No sabía si tanto cuando supiera las nuevas. Sus padres siempre habían esperado que su hermana accediera a un buen matrimonio, con un hombre respetable que la hiciera dichosa. Y aquel que tenía delante... sí, podía quererla, o eso parecía, pero... necesitaría un poco más para confiar en él, para confiarle ciegamente a la princesita de su casa.
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Mensaje por Leif Paine Dom Jul 30, 2017 5:13 pm

Que la idea no le gustaba era más que evidente, en su rostro se reflejaba qué tan desacuerdo estaba con dejarla marchar. Haber conocido a Blaise y saber su opinión al respecto de aquella relación confirmaba la sospecha de que intentarían cualquier cosa para hacer que la bruja cambiara de opinión. La conocía lo suficiente para saber que no se bajaría del burro -pues a cada cual más testarudo-, pero con su familia de por medio no estaba tan seguro... ¿Y si la chantajeaban emocionalmente? ¿Y si le encontraban un hombre que le diera todo lo que ella quería y él no podía darle? Y sí... Era ese "y si..." el que heló de nuevo su mirada. No lo diría en voz alta, pero Aletheia era la mujer de su vida. La única a la que dejaría entrar como había hecho. La idea de perderla era incluso peor que verla hablar con otros hombres.

-Voy a ir con vosotros - concluyó al fin, sin mirar en concreto a ninguno de los dos. Cierto era que, como líder, tenía responsabilidades que atender en el bosque, pero no podía permitirse el lujo de perderla por no estar presente defendiendo lo que era ya definitivo. - Es bueno que te alejes unos días, que la Inquisición se relaje, pero no dejaré que vayas sola - y sí, había oído perfectamente que su hermano la acompañaría, pero ya dejó claro que no se fiaba de su habilidad para protegerla. - Dejaré los asuntos "familiares" en manos de mis hijos y os acompañaré. Lo mejor es que conozcan de una vez al padre de tu hijo, ¿no crees? - su tono fue unánime, gélido aunque suave.
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Mensaje por Aletheia Brutus Dom Jul 30, 2017 5:40 pm

-¿Estás seguro?
Presentarse allí, del brazo de un hombre al que había conocido hacía unos meses -pocos meses-, con la noticia de que se casaba e iba a tener un hijo... Iba a caer regular tirando a mal en su familia. Sobre todo porque el primer pensamiento sería que buscaba de ella lo que otros habían buscado, una posición y una buena dote. Ambos sabían que no era así, pero... era un pensamiento inevitable cuando se ponía sobre la mesa su situación. ¿En cabeza de quién cabía que se hubiera enamorado tan rápido? Todavía ella, sola, dolida, con la autoestima tocada porque ningún hombre había mostrado verdadero interés, pudiera estar obnubilada, podría entenderse que se enamorara con facilidad de un hombre que representaba un riesgo, una transgresión, la sal en su sosa vida aburrida... ¿Pero él? Un hombre que tenía el mundo a sus pies, que hacía y deshacía a su antojo, que tenía una mujer en cada puerto. O varias. ¿Qué podía querer de ella, salvo subir en el escalafón social y asegurarse la protección de una familia de bien?

Aunque ninguno de ellos sabía que, gracias a los tejemanejes de Elora, Leif podría tener una fortuna a su disposición, al nivel de la que ella disfrutaba en París. Sin embargo, ella le querría así, perdido en el bosque, pobre, criando a su hijo en una cabaña perdida en la espesura. Que si podían evitarse la miseria, pues mejor que mejor, para eso tenía su dote y él el dinero que le rentaban los negocios de su hija; pero si tuviera que elegir entre un apellido ilustre, un matrimonio adecuado, todos los lujos, las fiestas, la flor y nata francesa y vivir en un agujero en el suelo con Leif y su hijo... aprendería a cavar en el barro.

-Sí, desde luego mis padres se tomarán mucho mejor la noticia si nos acompaña, señor Paine. Le dará credibilidad a sus intenciones para con mi hermana.
-Todo irá bien. Sé que es repentino e inesperado, Blaise. Pero no es un mero capricho.
-El tiempo será el que diga eso, Aletheia. Mientras tanto, tendremos que remitirnos a los hechos. Serán tres billetes a Perpignán, pues. Mañana mismo me acercaré a comprarlos.
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Mensaje por Leif Paine Dom Jul 30, 2017 6:02 pm

Era bien consciente de la imagen que podía dar, otro motivo por el cual acompañarles. Aletheia podría decir todo cuanto quisiera de él que podrían no creerla, pero su palabra, por muy retorcido que fuera su apellido, era lo mejor que podía ofrecerle a su familia. Pues la palabra de un pirata era mucho más firme que cualquier ley del mundo civilizado. No le pasó por alto el tono con que Blaise respondió, pero no hizo más hincapié. Perpignan no estaba muy lejos, pero sí lo suficiente para tener comentarios mordaces guardados para las horas de viaje, no hacía falta usarlos todos de golpe.

-Despreocúpese, capitán - nótese la ironía en su tono -, que puedo costear mi propio billete y el de Aletheia, si así quiere. - Como no era hombre de mentiras, se ahorró decir que era dinero legal. Pues no lo era. El dinero que recibía de su parte en los negocios de Elora no era más que una herencia arrebatada con muchas artimañas por parte de su hija, motivo por el cual no usaba aquel dinero a no ser que fuera totalmente necesario. Además de esos beneficios que apenas tocaba, estaba el dinero que ganaba vendiendo las pieles que curtía. La gran mayoría quedaban en su cabaña, pero las sobrantes eran vendidas por sus hijos en el mercado de la ciudad para costear los pocos gastos que tres hombres pudieran tener. Cazaban su comida, construían sus propias casas y apenas usaban ropa, pero el alcohol y ciertas comodidades eran caprichos que solo la ciudad podía ofrecerles.

Se puso en pie dando por zanjada la conversación, mirando solamente a la bruja que era con quien había ido a hablar primeramente. - Me marcho, así podréis pasar tiempo juntos en familia. Pero mañana vendré a por ti, debemos tener en privado la conversación por la que hoy he venido a verte... y que no ha podido ser - leve gruñido. Estaba bien haber conocido al hermano, pero hubiera preferido que fuera otro día.

Sin vergüenza alguna -otra palabra ausente en su diccionario- cogió a la bruja de la mano para ponerla en pie pegada a su cuerpo, llegando así a sus labios que besó con la misma intensidad desde el primer día. Apoyó la frente contra la suya y la miró a los ojos, un gesto afectuoso que aprendió como lobo, cuyo significado se centraba en mantenerse en el pensamiento uno del otro. Luego rozó su abdomen apenas hinchado y se separó, lanzando una rápida mirada al hermano de quien se despidió con un simple movimiento de cabeza.

-Buenas noches... - y desapareció por donde entró, encaminándose al primer bar abierto donde descargar su frustración.
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Mensaje por Aletheia Brutus Lun Jul 31, 2017 12:14 pm

-Celebro saberlo, pero despreocúpese. Éstos corren de mi cuenta. Gásteselo en un buen Borgoña.
A pesar de que pudiera parecer una pulla -y de algún modo lo era-, era más un consejo que otra cosa. Porque era costumbre agasajar al anfitrion en una visita y su padre era un gran aficionado a los vinos. En su casa había una exquisita bodega, con cosechas bien seleccionadas para ocasiones especiales, amén de mostos más mundanos para momentos menos relevantes.

Aletheia sonrió. Ella misma se encargaría de adquirir el vino y algún detalle para su madre. No iba a dejar al azar algo tan importante como la primera impresión que causara Leif en su familia. Sobre todo, teniendo en cuenta que la gran mayoría de lo que se hablaba junto al apellido Paine no era bueno.
Tomó la mano del pirata y dejó que la levantase y la pegase a su cuerpo. Su hermano había visto a Leon hacer aquello mil veces sin chistar, sino jaleando a su amigo, a sabiendas de que no se propasaría con ella, menos aún en su presencia. Por el mismo motivo, ahora tendría que soportarlo de Leif, aunque le hiciera mucha menos gracia.
Sonrió, frente contra frente, al lobo, sosteniéndole la mirada, que no podía reflejar más dicha. Agarró su mano cuando se separaron para retenerlo un poco más.
-Ven a comer mañana. Estoy segura de que a mi hermano no le importará que nos tomemos un rato a solas para esa conversación.
-Por mí no os preocupéis. En realidad tengo una reunión con unos compañeros y seguramente no regrese hasta la hora de la cena. Discúlpame, Ale, no había tenido ocasión de decírtelo aún.
-Oh, vaya. Entonces, ¿me invitas a comer fuera?


A sabiendas de que vería su capricho concedido, aunque algo preocupada por qué sería lo que Leif había ido a decirle, le dejó marchar, quedándose a solas con su hermano. La tormenta iba a desatarse.

-Un hombre difícil, este Paine...
-Blaise, sé que te cuesta entenderlo, pero, por favor, no nos juzgues. No tú.

-Mucha gente va a juzgarte. ¿Qué te importa uno más?
-Tú eres mi hermano, mi familia, tu opinión sí que me importa.

-Lo sé, disculpa. Es sólo que... se me hace muy difícil verte con un hombre así, con todo lo que acarrea detrás.
-Es un buen hombre que ha tomado malas decisiones en el pasado, pero ¿no tiene derecho a encauzar su futuro?
-Es una forma muy eufemística de verlo.
-La bruja se sentó a su lado y le cogió las manos; él se las besó-. Leon era mi amigo, mi hermano. Fue a mí a quién confesó que te pretendía. Fui yo quien eligió con él vuestro anillo de compromiso. Os vi tan felices juntos... Erais una de esas parejas que te hace creer en el amor de verdad.
-¿Preferirías que siguiera toda la vida llorándole por los rincones? Han pasado diez años, Blaise. Creo que es luto suficiente.

-No es eso. Es sólo que esperaba que fuera alguien... no sé, parecido. De una buena familia, con un buen empleo, que pudiera darte la vida que te mereces.
-Y que me convirtiera en la perfecta esposa, con la perfecta familia, en la perfecta casa del perfecto barrio de la perfecta ciudad. Pero no sería feliz. Si era feliz con Leon era porque entre nosotros había magia, tanto en sentido figurado como en el real. Y con Leif es, si cabe, más intenso. Es... ni siquiera puedo describirlo. Sé que todo ha sido demasiado rápido, pero sé que no me estoy equivocando. Quien no se arriesga, no gana.
-Estás enamorada.
-Como una estúpida.
-¿Y el bebé?
-Fue inesperado, sí, pero ambos lo queremos. Y nacerá como un hijo deseado y legítimo.
-¿Estás segura?
-Las brujas no nos casamos con príncipes azules, hermanito. Eugène estaría de acuerdo conmigo.
-No me gusta, no voy a mentirte. Y tampoco voy a regalarle mi confianza. A nuestros padres no les parecerá adecuado y es bastante probable que nuestra madre acabe con medio soponcio. Aunque reconozco que el hecho de que quiera acompañarnos y dar la cara me ha sorprendido para bien. Debería llamar a media guarnición para llevarle a la Bastilla, pero voy a concederle el beneficio de la duda. Por ti, no porque crea que él se lo merece.
-Me conformaré con eso, por ahora. Mas verás que, cuando le conozcas más, descubrirás que haría cualquier cosa por mantener a su familia a salvo.

-Preferiría no tener que verlo.
-Por desgracia, el mundo en que yo me muevo está más plagado de peligros que el que tú defiendes. Hay cosas de las que tú no puedes protegerme.

-¿Y él sí?
-Sí.
-Esta bien, tú ganas. Pero no esperes que seamos amigos.
-No lo espero, vais a ser cuñados. Vuestras misión será despellejaros mutuamente.
-La sola idea me da escalofríos.
-¿Sí? Pues tengo una infusión de hierbas que es mano de santo para eso. Va, cuéntame cómo va todo por Perpignán.
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Mensaje por Leif Paine Miér Ago 16, 2017 3:13 pm

Volvió al bosque con cierta inquietud. No dudaba de los sentimientos de la bruja hacia él, pero desconocía qué tanta fuerza de convicción tendría su hermano. Por primera vez sentía cierto temor a perderla, a que alguien la llenara de dudas y realmente hiciera tambalear su relación, aún tan verde y sin haber consolidado puntos. Por mucho que detestara modificar su comportamiento, debería hacerlo ante los padres de la bruja cuando la acompañara a verlos a Perpignan. Venían tiempos duros en los que tendría que morderse la lengua, pero sería un sacrificio indoloro si con ello la convertía en su compañera eterna.

Apareció al día siguiente cerca de la hora de comer, colándose por la ventana de su alcoba con la confianza de que el hermano se habría marchado a dicha reunión. En esa ocasión no se contuvo, ni por la momia ni por Louis, cogió a la bruja por la cintura y la alzó del suelo en un fuerte abrazo para robarle un beso apasionado, muy deseado desde el día anterior. Le guiñó el ojo al ama de llaves y se llevó a la morena hacia el dormitorio para poder estar a solas, tumbándola en la cama con él a su lado, mirándola fijamente a los ojos. Antes de hablar, le acarició el vientre cerciorándose de que su hijo estaba bien, a salvo y creciendo como debía. Su pequeño corazón latía enérgico, sano, y aquello le otorgó tranquilidad.

-Al fin te tengo para mí solo. Dime, ¿ya te ha llenado tu hermano de excusas para que me abandones? - su tono estaba cargado de sarcasmo, pero en el fondo se sentía intranquilo. - No he venido solo para comer contigo, ayer tenía algo que comentarte y por eso estoy aquí.
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