Pasión en los establos (Libre)

por **Georgette J. Dallarth** Mar Jun 06, 2017 6:25 pm

Era demasiado tarde como para poder volver hacia atrás.

Georgette huía de alguien que en verdad la perseguía, ella corría y corría y seguía corriendo, cruzando el Sena como si no hubiera mañana, dejando a la gente sorprendida por la emergencia que tenía encima pero sus fuerzas estaban disminuyendo poco a poco y llegaría un momento en el que su agresor se le lanzaría encima con demasiada repercusión. Tendría que parar en algún momento, sus pies flaquearían pero no, aún no estaba pasando nada y estaban llegando hasta unos danzarines que bailaban en una esquina, Georgette se escondió detrás de los bailarines, detrás de sus cortinas y se quedó un buen rato ahí hasta que pudo escuchar pasos detrás de si que seguramente la estarían siguiendo.

Su respiración era jadeante, su mirada era difusa y sus fuerzas de golpe cayeron dejándola inconsciente. Para cuando se despertó en su propia cama, esta se vio atada de brazos y piernas de manera que no pudiera escapar ni hacer ninguna treta. Una doncella que trabajaba en su mansión le dijo que había sido puesta así por una orden de una mujer de tez pálida, pero solamente bufó y se aseguró que en el futuro alguien pagara por esto.

A través de las ventanas estaba un día completamente soleado. No había ninguna nube a la vista que le dijera de lo contrario. Ella misma pidió ayuda a una inocente doncella que con su repentino desparpajo engaño a la doncella y la desato de manos y pies para poder escaparse de su habitación. Era algo inútil estar prisionera en tu propia casa. Tonterías inauditas. Se dirigió hacia la biblioteca que fue en el último lugar en el que estuvo antes de salir corriendo de su mansión. Encontró una nota diciéndole que se encontraría con alguien pero posiblemente no iría. Estaba harta de esa mujer, pero sus padres querían que cambiara su personalidad hacia la mujer de rostro pálido.

Bufó de nuevo moviendo manos y pies de manera frustrada y no tuvo más remedio que ir a su habitación de nuevo para ponerse un vestido de color verde botella que llevaba a juego una falda colores tierra y marrones, un poco de encaje en el escote y ya su cabellera dorada lo decía todo en un recogido a media altura. Bajó a la mesa para poder desayunar tranquilamente, así lo hizo y se fue a los establos a mirar como estaban sus caballos y para cuando llegó, sonrió. Los caballos son unas criaturas tan majestuosas que le daba pena que estuviera encerrados a todas horas aunque las horas cuando los montaba parecía recompensar a la mitad de sus caballos.

-¿uhm? – Se extrañó pues le pareció haber escuchado un sonido - ¿Hola?