AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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· Mascarada ·
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· Mascarada ·
Si el tedio se correspondiera con un color, éste sin duda sería el blanco. La ausencia de color, como la ausencia de sucesos, a medida que pasa el tiempo se hace más y más insoportable. Los seres como ella, eternos, con un principio u origen lejano, y un fin que ni siquiera existe, pasan sus días ocultos y tratan de ocupar sus noches con toda clase de actividades. Con cosas que en vida querían pero no podían hacer. Sumergiéndose en placeres vanos, cumpliendo deseos que en el pasado creyeron imposibles... O al menos, así es al principio. Las primeras décadas o, si tienes suerte, los primeros siglos, estás lo bastante entretenido. Viajando, explorando, descendiendo hasta lo más profundo de la depravación. Pero poco a poco, lo que antes era un ardiente deseo por hacer cosas, por obtener todo aquello que se te ponga por delante, por beber más sangre de la que podías imaginar, por crear caos y cambiar tu estatus... todo eso se acaba transformando en el más absoluto y profundo aburrimiento. ¿Qué hacer cuando ya has hecho todo lo que querías? Lo único que tiene de bueno ser un ser vivo, es que gracias al continuo cambio al que estás sometido, en cada momento deseas algo diferente. Pero cuando el cuerpo, el alma, el tiempo, se congela en el mismo momento, en la misma etapa... ¿Entonces qué?
Una llama no puede permanecer prendida durante tanto tiempo, no sin extenderse o disiparse por completo. Igual que la sed, y el control que se tiene sobre la misma va apaciguándose con el tiempo, los deseos, los impulsos, las emociones, todo se va embotando cada vez más y más, hasta que o bien te conviertes en un ser pasivo y eterno, que espera el día del juicio final para marcharse de un mundo que ya no le dice nada... O en una criatura tan cruel, despiadada y retorcida, que poco o nada se parece al ser humano que una vez fue. Como en todo, había matices intermedios. Pero sin duda Ophelia, con sus casi dos milenios de existencia, encajaba con bastante más holgura en esta segunda categoría. A aquellas alturas lo más emocionante que ocurría a su alrededor era la aparición de alguna nueva presa con la que pasar un efímero tiempo de diversión. Pero ni siquiera eso la motivaba. El interés que tenía en la sangre de éstas superaba por mucho el que le producía relacionarse con ellas, así que no duraba lo suficiente para calmar sus ansias, su necesidad por algo nuevo, por un cambio que sabía que ya nunca llegaría. Porque si hay algo que nunca se apaga es la rabia que produce no poder salir de ese estado de tedio absoluto.
Al final, cuando la sed y el aburrimiento coincidían en términos de intensidad, salía de su letargo y decidía ir en busca de un tentempié. Normalmente los lugares de caza más sencillos eran los callejones o los mercados. Pero como todas las cosas, el tiempo también hace el paladar más delicado, y por tanto, de vez en cuando, el cuerpo le pedía devorar a personas que eran más de su preferencia. Hipócritas. Mentirosos. Corruptos. Ricos. Personas que estando vivas eran tan crueles como ella. La élite de la élite. Su odio por los ricos siempre había estado presente, y quizá por ello los saboreaba con más cuidado. Una muerte rápida siempre era satisfactoria, pero mucho más aburrida, que ver retorcerse de dolor a alguien que antes se reía de la miseria ajena. Tal y como ella hacía. Eso la hacía sentirse superior, ¿y a quién no le gusta esa sensación? La temática de aquella fiesta era la "Pureza", nada más irónico teniendo en cuenta que todos los que acudían tenían almas negras y corrompidas por la avaricia, la lujuria y el despilfarro. Un campo lleno de frutos prohibidos. Su plato preferido.
Se mantuvo en un lateral de la pista de baile, con la mirada perdida entre el gentío. Su vestido blanco y plateado brillaba bajo la luz de las velas, así como su máscara, con diamantes esparcidos en forma de gotas de agua. Una señorita distinguida, esperando por una pareja de baile... Una bestia esperando al compañero de juegos ideal. Estaba impaciente porque comenzara la partida.
Una llama no puede permanecer prendida durante tanto tiempo, no sin extenderse o disiparse por completo. Igual que la sed, y el control que se tiene sobre la misma va apaciguándose con el tiempo, los deseos, los impulsos, las emociones, todo se va embotando cada vez más y más, hasta que o bien te conviertes en un ser pasivo y eterno, que espera el día del juicio final para marcharse de un mundo que ya no le dice nada... O en una criatura tan cruel, despiadada y retorcida, que poco o nada se parece al ser humano que una vez fue. Como en todo, había matices intermedios. Pero sin duda Ophelia, con sus casi dos milenios de existencia, encajaba con bastante más holgura en esta segunda categoría. A aquellas alturas lo más emocionante que ocurría a su alrededor era la aparición de alguna nueva presa con la que pasar un efímero tiempo de diversión. Pero ni siquiera eso la motivaba. El interés que tenía en la sangre de éstas superaba por mucho el que le producía relacionarse con ellas, así que no duraba lo suficiente para calmar sus ansias, su necesidad por algo nuevo, por un cambio que sabía que ya nunca llegaría. Porque si hay algo que nunca se apaga es la rabia que produce no poder salir de ese estado de tedio absoluto.
Al final, cuando la sed y el aburrimiento coincidían en términos de intensidad, salía de su letargo y decidía ir en busca de un tentempié. Normalmente los lugares de caza más sencillos eran los callejones o los mercados. Pero como todas las cosas, el tiempo también hace el paladar más delicado, y por tanto, de vez en cuando, el cuerpo le pedía devorar a personas que eran más de su preferencia. Hipócritas. Mentirosos. Corruptos. Ricos. Personas que estando vivas eran tan crueles como ella. La élite de la élite. Su odio por los ricos siempre había estado presente, y quizá por ello los saboreaba con más cuidado. Una muerte rápida siempre era satisfactoria, pero mucho más aburrida, que ver retorcerse de dolor a alguien que antes se reía de la miseria ajena. Tal y como ella hacía. Eso la hacía sentirse superior, ¿y a quién no le gusta esa sensación? La temática de aquella fiesta era la "Pureza", nada más irónico teniendo en cuenta que todos los que acudían tenían almas negras y corrompidas por la avaricia, la lujuria y el despilfarro. Un campo lleno de frutos prohibidos. Su plato preferido.
Se mantuvo en un lateral de la pista de baile, con la mirada perdida entre el gentío. Su vestido blanco y plateado brillaba bajo la luz de las velas, así como su máscara, con diamantes esparcidos en forma de gotas de agua. Una señorita distinguida, esperando por una pareja de baile... Una bestia esperando al compañero de juegos ideal. Estaba impaciente porque comenzara la partida.
Última edición por Ophelia M. Haborym el Dom Jul 09, 2017 12:17 pm, editado 1 vez
Ophelia M. Haborym- Vampiro Clase Alta
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Re: · Mascarada ·
Anouk se observaba a través del reflejo del espejo. Le gustaba lo que veía, aquel vestido color carmín parecía de algún sueño importante. Después de su secuestro jamás creyó utilizar algo tan bonito y elegante, mucho menos el poder ir a una gran fiesta de alcurnia para codearse con personas de un gran estatus social. La vida daba muchas vueltas, primero se está arriba, luego abajo, y sin si quiera imaginarlo, saltaba y flotaba entre las nubes, gozando de todo aquello que le fue arrebatado y que merecía de nacimiento. Sintió emoción, pesar, nostalgia y miedo. ¿Qué ocurriría si aquel mal hombre se encontraba en la fiesta? Tembló, por unos instantes cerró los ojos, y se abrazó a la tela fina del vestido. Nada ni nadie podría arruinar su noche.
Movió su mirada para poder distraerse y no sólo quitarse su imagen de la mente, sino también los aquellos malos recuerdos que comenzaban a angustiar su estado de ánimo. Sabía que en apariencia ya se encontraba perfectamente arreglada para la ocasión. Sólo necesitaba un poco de empuje y de esa manera poder salir al mundo real para enfrentarlo.
Mientras bajaba las escaleras pudo notar la mirada asombrada y expectante del dueño de la casa y del señor Ichabod. Ninguno de los dos tardó en comentarle un par de piropos logrando que sus mejillas se tornaran del tono de su cabello. Se veía hermosa, y su inocencia resaltaba aquella perfecta imagen que ambos caballeros no dejaban pasar. Se sentía angustiada pero segura por ir con dos personas que no dejarían que nada les pasara, ni mucho menos le hicieran.
Fue breve el camino a aquella hermosa mansión. A lo lejos se escuchaba la música animosa y llena de ritmo que ambientaba la fiesta. La entrada fue un poco más lenta, y cuando menos se lo esperó, ya se encontraba sentada en una mesa principal degustando un poco de vino. Una bebida que no había probado, pero que sus acompañantes deseaban que consumiera para que supiera de qué se trataba, y nadie pudiese engañarle. En resumen, todo iba muy bien. La anfitriona de aquella fiesta era una viuda que desde el principio no dejaba de mirar a su acompañante, según la sociedad, Ichabod y Anouk ya eran marido y mujer, aunque eso sólo fuera una farsa.
No pasó demasiado tiempo cuando aquella viuda se acercó a Ichabod para pedirle “respetuosamente” que le concediera una pieza. Sin poder evitarlo la chica hizo una mueca, misma que compuso con rapidez volteando a otra parte. Sonrió al verlos marchar y sintió pena por la cara de disculpas que el brujo le dirigió. Sin embargo no tardó en que alguien le pidiera el permiso a su “marido” para que ella pudiera bailar con alguien más. Sin poder evitarlo terminó danzando con un desconocido, uno que se le acercaba demasiado a olisquearla. El sentido de alerta se le disparo. ¿Un vampiro?
Fueron varios minutos de danza y vueltas, hasta que la corriente los sacó de la pista y el hombre la jaló a un pasillo oscuro. Se veía sediento, sus ojos lo decían. Un grito de ayuda se perdió en el estruendo de la fiesta, nadie la notó ¿O sí?
Movió su mirada para poder distraerse y no sólo quitarse su imagen de la mente, sino también los aquellos malos recuerdos que comenzaban a angustiar su estado de ánimo. Sabía que en apariencia ya se encontraba perfectamente arreglada para la ocasión. Sólo necesitaba un poco de empuje y de esa manera poder salir al mundo real para enfrentarlo.
Mientras bajaba las escaleras pudo notar la mirada asombrada y expectante del dueño de la casa y del señor Ichabod. Ninguno de los dos tardó en comentarle un par de piropos logrando que sus mejillas se tornaran del tono de su cabello. Se veía hermosa, y su inocencia resaltaba aquella perfecta imagen que ambos caballeros no dejaban pasar. Se sentía angustiada pero segura por ir con dos personas que no dejarían que nada les pasara, ni mucho menos le hicieran.
Fue breve el camino a aquella hermosa mansión. A lo lejos se escuchaba la música animosa y llena de ritmo que ambientaba la fiesta. La entrada fue un poco más lenta, y cuando menos se lo esperó, ya se encontraba sentada en una mesa principal degustando un poco de vino. Una bebida que no había probado, pero que sus acompañantes deseaban que consumiera para que supiera de qué se trataba, y nadie pudiese engañarle. En resumen, todo iba muy bien. La anfitriona de aquella fiesta era una viuda que desde el principio no dejaba de mirar a su acompañante, según la sociedad, Ichabod y Anouk ya eran marido y mujer, aunque eso sólo fuera una farsa.
No pasó demasiado tiempo cuando aquella viuda se acercó a Ichabod para pedirle “respetuosamente” que le concediera una pieza. Sin poder evitarlo la chica hizo una mueca, misma que compuso con rapidez volteando a otra parte. Sonrió al verlos marchar y sintió pena por la cara de disculpas que el brujo le dirigió. Sin embargo no tardó en que alguien le pidiera el permiso a su “marido” para que ella pudiera bailar con alguien más. Sin poder evitarlo terminó danzando con un desconocido, uno que se le acercaba demasiado a olisquearla. El sentido de alerta se le disparo. ¿Un vampiro?
Fueron varios minutos de danza y vueltas, hasta que la corriente los sacó de la pista y el hombre la jaló a un pasillo oscuro. Se veía sediento, sus ojos lo decían. Un grito de ayuda se perdió en el estruendo de la fiesta, nadie la notó ¿O sí?
Anouk Oldekamp- Humano Clase Baja
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Re: · Mascarada ·
La vida está llena de sorpresas, pero eso es precisamente lo que la hace divertida, ¿no es así? ¿Quién iba a decirle a ella que en el mismo momento en que se había dispuesto a jugar de aquella forma improvisada, otro de los "suyos" estaba pensando precisamente en lo mismo? No tardó mucho en encontrarlo entre el gentío. Apestaba a muerte, a sangre y a sed. Se veía desesperado incluso a aquella distancia. Patético. Estaba tan perdido en el deseo de hundir sus colmillos en la piel de algún invitado que ni siquiera se había percatado de su presencia. ¿Un neófito? Posiblemente. Y eso era precisamente lo que captó su atención. Quien estaba jugando no era ese inmortal en concreto, sino algún otro, presumiblemente mucho más anciano, que sabía bien como ocultar su presencia. Por un momento, Ophelia decidió que dejaría a un lado sus deseos por un aperitivo para sumirse en la búsqueda de aquel que estaba, probablemente, orquestando alguna tragedia en las sombras. Como buena investigadora y escritora, la curiosidad era algo más que patente en su persona, casi tanto como lo era la necesidad de fastidiar los planes ajenos. Ella era quien tenía la última palabra, ese siempre había sido su motto.
Tras declinar la invitación de baile de uno de aquellos magnates con más carne por la parte delantera que en el resto del cuerpo, se escabulló de la vista hacia uno de los pasillos, lugar donde el olor a sangre era más intenso. ¿Cuántos vampiros había en realidad? ¿Qué era lo que estaban tramando entre las sombras? Cuando un anciano traía neófitos a una fiesta de aquel estilo, las intenciones estaban bastante claras, al menos para ella. Había visto demasiados "golpes" como para pasar esos detalles por alto. Fuera quien fuese el responsable, apostaría lo que fuese a que lo que intentaba hacer tendría repercusiones inmensas en la sociedad parisina. Posiblemente, en la de Francia entera.
Además, había sido lo bastante astuto para ocultarse tras el rastro de caos y muertes que irían dejando aquellos impulsivos vampiros que nadie echaría de menos. Se alejaba de la acción, poniendo peones en el medio que harían el trabajo sucio... Aquello quedó aún más claro cuando al final del pasillo por el que ahora caminaba encontró el cadáver desangrado de uno de los miembros más distinguidos del Banco Central. Puso una mueca de asco antes de bordearlo y seguir con su camino. Apestaba a alcohol, y quien había bebido de él claramente no tenía ni idea de lo que estaba haciendo. Una macabra sonrisa se depositó en su semblante, estaba extrañamente emocionada. Si estaba en lo cierto sería testigo (e incluso puede que partícipe) en algo maravillosamente tétrico. Podía sentirlo, aquel cosquilleo insistente en su estómago, el mismo que sentía cuando estaba ante un buen caso, o inmersa en el desarrollo de una de sus historias. Aquello era justo lo que necesitaba para emocionarse, para deshacerse del tedio. Para despertar definitivamente de su letargo y volver a ser lo que siempre había sido: un depredador.
Tras voltearse para ir por otro pasillo, sin embargo, un aroma atrajo su atención y la distrajo de su objetivo, haciendo que se detuviese en el acto y clavase su vista justo en el frente. Allí estaba. Otro de aquellos impulsivos neófitos, junto a la fuente de aquel maravilloso aroma. Una chica que, aunque estuviese vestida como el resto de damas de la fiesta, no tenía nada en común con ellas. No encajaba en ese lugar. En cuando escuchó el grito, apareció rápidamente tras el vampiro, y con un simple movimiento, lo tomó por ambos lados de la cabeza y la giró, haciendo que el crujido de los huesos resonara por la estancia levemente. - Ah... Él no sabría apreciar este manjar como es debido... ¿No crees, Mon Chéri? -Susurró con aquella voz melodiosa y dulce, aquella que siempre usaba para atraer a sus víctimas. - Te sugiero que vengas conmigo, no creo que tarde mucho en despertar, además, no es el único como él. Si yo te he olido, ellos sin duda lo harán~ -Pocas veces ocurría, que la vampiresa se interpusiera para "proteger" a un mortal. Y aunque en apariencia eso fuera lo que había ocurrido... ¿Se daría cuenta la joven de que se trataba de algo más?
La fachada de buena samaritana siempre tenía intenciones ocultas. Quizá la pregunta era, ¿qué es lo que quería?
Tras declinar la invitación de baile de uno de aquellos magnates con más carne por la parte delantera que en el resto del cuerpo, se escabulló de la vista hacia uno de los pasillos, lugar donde el olor a sangre era más intenso. ¿Cuántos vampiros había en realidad? ¿Qué era lo que estaban tramando entre las sombras? Cuando un anciano traía neófitos a una fiesta de aquel estilo, las intenciones estaban bastante claras, al menos para ella. Había visto demasiados "golpes" como para pasar esos detalles por alto. Fuera quien fuese el responsable, apostaría lo que fuese a que lo que intentaba hacer tendría repercusiones inmensas en la sociedad parisina. Posiblemente, en la de Francia entera.
Además, había sido lo bastante astuto para ocultarse tras el rastro de caos y muertes que irían dejando aquellos impulsivos vampiros que nadie echaría de menos. Se alejaba de la acción, poniendo peones en el medio que harían el trabajo sucio... Aquello quedó aún más claro cuando al final del pasillo por el que ahora caminaba encontró el cadáver desangrado de uno de los miembros más distinguidos del Banco Central. Puso una mueca de asco antes de bordearlo y seguir con su camino. Apestaba a alcohol, y quien había bebido de él claramente no tenía ni idea de lo que estaba haciendo. Una macabra sonrisa se depositó en su semblante, estaba extrañamente emocionada. Si estaba en lo cierto sería testigo (e incluso puede que partícipe) en algo maravillosamente tétrico. Podía sentirlo, aquel cosquilleo insistente en su estómago, el mismo que sentía cuando estaba ante un buen caso, o inmersa en el desarrollo de una de sus historias. Aquello era justo lo que necesitaba para emocionarse, para deshacerse del tedio. Para despertar definitivamente de su letargo y volver a ser lo que siempre había sido: un depredador.
Tras voltearse para ir por otro pasillo, sin embargo, un aroma atrajo su atención y la distrajo de su objetivo, haciendo que se detuviese en el acto y clavase su vista justo en el frente. Allí estaba. Otro de aquellos impulsivos neófitos, junto a la fuente de aquel maravilloso aroma. Una chica que, aunque estuviese vestida como el resto de damas de la fiesta, no tenía nada en común con ellas. No encajaba en ese lugar. En cuando escuchó el grito, apareció rápidamente tras el vampiro, y con un simple movimiento, lo tomó por ambos lados de la cabeza y la giró, haciendo que el crujido de los huesos resonara por la estancia levemente. - Ah... Él no sabría apreciar este manjar como es debido... ¿No crees, Mon Chéri? -Susurró con aquella voz melodiosa y dulce, aquella que siempre usaba para atraer a sus víctimas. - Te sugiero que vengas conmigo, no creo que tarde mucho en despertar, además, no es el único como él. Si yo te he olido, ellos sin duda lo harán~ -Pocas veces ocurría, que la vampiresa se interpusiera para "proteger" a un mortal. Y aunque en apariencia eso fuera lo que había ocurrido... ¿Se daría cuenta la joven de que se trataba de algo más?
La fachada de buena samaritana siempre tenía intenciones ocultas. Quizá la pregunta era, ¿qué es lo que quería?
Última edición por Ophelia M. Haborym el Vie Ene 19, 2018 9:16 am, editado 1 vez
Ophelia M. Haborym- Vampiro Clase Alta
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Re: · Mascarada ·
Anouk tuvo un recuerdo, uno que había sido muy agradable para ella ya que le había llevado grandes aprendizajes y comprendió gracias a ese momento pasado, que los humanos no eran los únicos en la tierra, que debía ser un poco más cuidadosa. Recordó cuando tuvo que dar un poco de sangre a un desconocido, a un vampiro que le enseñó que su naturaleza no tener que ser precisamente mala o maligna. Niord había sido un excelente maestro de la vida; pensó en él y dio un largo suspiro para intentar no echarlo de menos y sentirse nostalgica, aquella criatura seguramente estaría en un lugar mejor, disfrutando de su naturaleza.
Asintió a las palabras de la mujer, caminando a su lado no sin antes volver a ver de reojo al señor Ichabod. Se sintió aliviada al notarlo entretenido, se notaba que aquella pieza tardaría, y si terminaba pronto, la mujer le pediría otro par de bailes. Ausentarse unos momentos no le causaría problema a nadie.
- Creo que tengo una especie de olor atractivo a los de su especie, señorita – Sonrió con torpeza – Siempre me los encuentro y quieren un poco de mi sangre. Debe oler bien – Bromeó un poco, porque no tenía idea alguna a que huelen la sangre. La miró por un momento – Sé que hay varios, mi esposo siempre se altera cuando siente su presencia, aunque no me lo diga – Miró hacía el otro lado, no le gustaba tener que mentir sobre Ichabod y ella. Si, lo amaba, y ya fungían como una pareja formal, pero aún no lo eran formalmente, y por eso le molestaba mentir de esa manera.
- Espero que no se ofenda pero, ¿qué hacen ustedes en estás fiestas? A mi me parecen de lo más aburrida, debe ser más divertido viajar y conocer el mundo como es verdaderamente, sin ataduras – Se río. Anouk no se imaginaba viajando de esa manera, era muy miedosa, ¿y si la volvían a secuestrar? Quizá si fuera vampiresa, nadie nunca podría secuestrarle. Pero, ¿Sacrificar su humanidad? ¿Eso quería? Lo dudó un pequeño momento – Me llamo Anouk, por cierto – Sonrió apenada, con sus mejillas rosáceas.
Asintió a las palabras de la mujer, caminando a su lado no sin antes volver a ver de reojo al señor Ichabod. Se sintió aliviada al notarlo entretenido, se notaba que aquella pieza tardaría, y si terminaba pronto, la mujer le pediría otro par de bailes. Ausentarse unos momentos no le causaría problema a nadie.
- Creo que tengo una especie de olor atractivo a los de su especie, señorita – Sonrió con torpeza – Siempre me los encuentro y quieren un poco de mi sangre. Debe oler bien – Bromeó un poco, porque no tenía idea alguna a que huelen la sangre. La miró por un momento – Sé que hay varios, mi esposo siempre se altera cuando siente su presencia, aunque no me lo diga – Miró hacía el otro lado, no le gustaba tener que mentir sobre Ichabod y ella. Si, lo amaba, y ya fungían como una pareja formal, pero aún no lo eran formalmente, y por eso le molestaba mentir de esa manera.
- Espero que no se ofenda pero, ¿qué hacen ustedes en estás fiestas? A mi me parecen de lo más aburrida, debe ser más divertido viajar y conocer el mundo como es verdaderamente, sin ataduras – Se río. Anouk no se imaginaba viajando de esa manera, era muy miedosa, ¿y si la volvían a secuestrar? Quizá si fuera vampiresa, nadie nunca podría secuestrarle. Pero, ¿Sacrificar su humanidad? ¿Eso quería? Lo dudó un pequeño momento – Me llamo Anouk, por cierto – Sonrió apenada, con sus mejillas rosáceas.
Anouk Oldekamp- Humano Clase Baja
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Re: · Mascarada ·
Por un momento, la vampiresa encontró la inocencia de aquella muchachita sumamente deliciosa, casi tanto como la sangre que circulaba por sus venas y emitía aquel embriagador aroma... Pero después de meditar las palabras ajenas unos instantes, sintió una punzada de ¿remordimiento? ¿preocupación? ¿Cómo alguien tan ingenuo podía sobrevivir en un mundo tan cruel como este? Así, lo que al inicio no eran más que malas intenciones y el imparable deseo de querer beber su sangre, dio paso a una genuina curiosidad. No era frecuente toparse con personas como ella, tan poco contaminadas con las desgracias y podredumbre de la realidad. Probablemente el delicioso olor de su sangre tenía algo que ver con la pureza de su espíritu. O al menos, esa era la teoría que mejor se adaptaba a aquella situación. El hecho de que se hubiese topado con más criaturas como ella era indicador de la fuerza con que las personas así atraían a los de su especie. No podían evitarlo. Los humanos eran su fuente de alimento, sí, pero incluso entre ellos había muchos matices, y manjares tales como aquel eran excepcionalmente escasos. ¿Quién no querría probar bocado de semejante exquisitez?
- No te equivocas. Pude identificar tu aroma a pesar del estropicio que ese neófito o alguno de sus compañeros había provocado. Digamos que refleja con gran precisión no sólo la belleza de tu exterior, sino también lo poco mancillado que debe estar tu interior. -Afirmó la vampiresa asintiendo con la cabeza. Quizá lo más curioso era que a pesar de haberse topado con situaciones tan peliagudas como la de hacía un momento, no pareciera estar asustada en su presencia. Si bien Ophelia era una estupenda mentirosa, normalmente la gente tenía mayores reparos a la hora de confiar en extraños. - ¿Tu esposo? Pareces muy joven para conocer la vida de casada. Es un hombre afortunado, desde luego. -¿Había venido acompañada por alguien que podía identificar a los de su especie? Eso era incluso más increíble. No había sentido más que a vampiros, ¿qué era lo que realmente se estaba cocinando en las sombras de aquella celebración? Dejó esas preguntas a un lado de su mente, para volver a centrarse en el camino. A su espalda pudo escuchar pasos acercándose, así que se obligó a aumentar la velocidad de sus pasos, tomando a la muchacha por el codo para que le siguiera el ritmo.
- Te sorprendería saber lo mucho que los que son como yo podemos aprender al mezclarnos entre los humanos. Detrás de cada fiesta hay motivos ocultos. Algunos más enrevesados de lo que parece. -Aquella misma era un buen ejemplo. Mentiras, conspiraciones. Los humanos eran a veces más retorcidos que los inmortales. - Además, el entretenimiento no es el motivo principal por el que nos vemos inclinados a acudir a reuniones sociales. Como somos tan distintos, debemos esforzarnos más por encajar. Y aún así, nunca podemos permanecer demasiado tiempo en el mismo sitio. ¿No crees que es triste recorrer el mundo por obligación, al no tener un sitio al que poder llamar hogar? El deseo de permanecer es algo inherente a los humanos, y nosotros también lo fuimos. Y claro, cuando vives para siempre cada vez hay menos cosas que te resultan novedosas. -¿A cuántos países había ido? ¿Cuántas sociedades había visto nacer y morir? El sentido de las cosas se volvía efímero cuando te veías obligado a ver el transcurso del tiempo desde fuera, sin ser partícipe en los cambios que éste trae.
- Hoy la suerte no nos acompaña... -El vampiro de antes los había alcanzado, justo en el momento en el que, al torcer en una esquina, otro apareció justo enfrente. - ¿Qué prefieres, que pasemos por delante o por detrás? ¿Puedes correr con esos zapatos? -Preguntó. El camino más lógico era el que seguía por el frente, así que tras recibir confirmación, se abalanzó sobre el neófito que las encaraba y, tras desgarrarle el cuello, ambas salieron corriendo. - Vaya estropicio. -Se quejó la vampiresa, sin detenerse, al ver las pequeñas manchas en una de sus mangas.
- No te equivocas. Pude identificar tu aroma a pesar del estropicio que ese neófito o alguno de sus compañeros había provocado. Digamos que refleja con gran precisión no sólo la belleza de tu exterior, sino también lo poco mancillado que debe estar tu interior. -Afirmó la vampiresa asintiendo con la cabeza. Quizá lo más curioso era que a pesar de haberse topado con situaciones tan peliagudas como la de hacía un momento, no pareciera estar asustada en su presencia. Si bien Ophelia era una estupenda mentirosa, normalmente la gente tenía mayores reparos a la hora de confiar en extraños. - ¿Tu esposo? Pareces muy joven para conocer la vida de casada. Es un hombre afortunado, desde luego. -¿Había venido acompañada por alguien que podía identificar a los de su especie? Eso era incluso más increíble. No había sentido más que a vampiros, ¿qué era lo que realmente se estaba cocinando en las sombras de aquella celebración? Dejó esas preguntas a un lado de su mente, para volver a centrarse en el camino. A su espalda pudo escuchar pasos acercándose, así que se obligó a aumentar la velocidad de sus pasos, tomando a la muchacha por el codo para que le siguiera el ritmo.
- Te sorprendería saber lo mucho que los que son como yo podemos aprender al mezclarnos entre los humanos. Detrás de cada fiesta hay motivos ocultos. Algunos más enrevesados de lo que parece. -Aquella misma era un buen ejemplo. Mentiras, conspiraciones. Los humanos eran a veces más retorcidos que los inmortales. - Además, el entretenimiento no es el motivo principal por el que nos vemos inclinados a acudir a reuniones sociales. Como somos tan distintos, debemos esforzarnos más por encajar. Y aún así, nunca podemos permanecer demasiado tiempo en el mismo sitio. ¿No crees que es triste recorrer el mundo por obligación, al no tener un sitio al que poder llamar hogar? El deseo de permanecer es algo inherente a los humanos, y nosotros también lo fuimos. Y claro, cuando vives para siempre cada vez hay menos cosas que te resultan novedosas. -¿A cuántos países había ido? ¿Cuántas sociedades había visto nacer y morir? El sentido de las cosas se volvía efímero cuando te veías obligado a ver el transcurso del tiempo desde fuera, sin ser partícipe en los cambios que éste trae.
- Hoy la suerte no nos acompaña... -El vampiro de antes los había alcanzado, justo en el momento en el que, al torcer en una esquina, otro apareció justo enfrente. - ¿Qué prefieres, que pasemos por delante o por detrás? ¿Puedes correr con esos zapatos? -Preguntó. El camino más lógico era el que seguía por el frente, así que tras recibir confirmación, se abalanzó sobre el neófito que las encaraba y, tras desgarrarle el cuello, ambas salieron corriendo. - Vaya estropicio. -Se quejó la vampiresa, sin detenerse, al ver las pequeñas manchas en una de sus mangas.
Ophelia M. Haborym- Vampiro Clase Alta
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Re: · Mascarada ·
Las chicas como Anouk, nunca fueron educadas para enfrentar situaciones con riesgos. Los peligros no eran lo suyo, se le educó para lavar, acompañar a un marido a una fiesta importante, para parir y ser simplemente una esposa. Nadie escribió un manual de cómo se debía sobrevivir a las criaturas sobrenaturales, por eso, por todas las cosas que había vivido a lo largo de su corta vida, en aquel momento se sentía fascinada.
Los zapatos nunca fueron un problema, aunque no es que supiera correr con ellos, más bien tenía maestría en quitárselos, incluso parecía un tiempo record, antes de que Ophelia pudiera atacar al neonato, ella ya deslizaba sus pies sobre el suave pasto recién cortado de aquel jardín. Nunca había corrido tampoco, pero la adrenalina logró que pudiera ir más rápido de lo que pudo imaginar.
Cuando sintió se encontraba fuera de peligro, aligeró el paso, así hasta visualizar una banca en medio de fuentes y bellas flores. Anouk se llevó la mano a la cintura y curveó el cuerpo hacía adelante para poder intentar controlar su respiración, tenía incluso el rostro sudoroso. Bastaron minutos para estar como si nada y después se sentó a esperar a que la vampiresa la alcanzara. Como era de imaginarse, no pasó demasiado tiempo de eso.
- Creo que los humanos podemos resultar más complicados que las criaturas como ustedes – Se quedó pensativa – No es que subestime lo que son, pero de los pocos o muchos vampiros que he conocido, la mayoría se deja llevar por su sed. Su raza es superior en fuerza, pero parece que no saben controlarse demasiado, cuando se alimentarse se trata – La miró directamente a los ojos - ¿Qué hace que unos sean más fuertes que otros? ¿Por qué desear mezclarse con los humanos comunes? A final de cuentas son más fuertes que cualquiera. Incluso que todos aquellos que se encuentran adentro, ¿Por qué mezclarse cuando se podría romper el orden de vida? – Para ella era extraño, aquellos seres, en su mayoría, se sentía por encima de cualquier criatura. ¿Qué chiste tenía hacerse pasar por un humano más? Frunció el ceño.
- El primer vampiro que conocí se llamaba Ulrich, era una criatura muy sombría, no es que fuera malo, más bien parecía que sufría por tener esa condición y porque su compañero vampiro lo había abandonado en la eternidad, ya no le encontraba sentido a su existencia y lo notó muy determinado a perder ese estado. ¿Cuáles son las formas de evitar u ocasionar un desenlace de los de tu especie? - Estaba muy preguntona y parlanchina, pero muy probablemente se trataba de la adrenalina que seguía viajando por todo su cuerpo.
Se deslizó en la banca de madera que se encontraba en aquel hermoso jardín, a lo lejos se podía percibir la música de la fiesta, se preguntó si Ichabod estaría preguntando por ella, esperaba que no, aunque contaba con que la anfitriona de la fiesta, siguiera pidiendo su atención. Sacudió su cabeza para dejar de lado sus pensamientos, estaba emocionada, sí, no debía distraerse con darle atenciones a los demás, sólo debía centrarse en ella, y se encontraba muy cómoda en esa situación.
- Si no es mucha indiscreción, ¿cómo llegó usted a ser y hace cuánto tiempo? – Su anfitriona de parecía una criatura muy experimentada. Saber un poco más de ellos no le hacía daño a nadie.
Los zapatos nunca fueron un problema, aunque no es que supiera correr con ellos, más bien tenía maestría en quitárselos, incluso parecía un tiempo record, antes de que Ophelia pudiera atacar al neonato, ella ya deslizaba sus pies sobre el suave pasto recién cortado de aquel jardín. Nunca había corrido tampoco, pero la adrenalina logró que pudiera ir más rápido de lo que pudo imaginar.
Cuando sintió se encontraba fuera de peligro, aligeró el paso, así hasta visualizar una banca en medio de fuentes y bellas flores. Anouk se llevó la mano a la cintura y curveó el cuerpo hacía adelante para poder intentar controlar su respiración, tenía incluso el rostro sudoroso. Bastaron minutos para estar como si nada y después se sentó a esperar a que la vampiresa la alcanzara. Como era de imaginarse, no pasó demasiado tiempo de eso.
- Creo que los humanos podemos resultar más complicados que las criaturas como ustedes – Se quedó pensativa – No es que subestime lo que son, pero de los pocos o muchos vampiros que he conocido, la mayoría se deja llevar por su sed. Su raza es superior en fuerza, pero parece que no saben controlarse demasiado, cuando se alimentarse se trata – La miró directamente a los ojos - ¿Qué hace que unos sean más fuertes que otros? ¿Por qué desear mezclarse con los humanos comunes? A final de cuentas son más fuertes que cualquiera. Incluso que todos aquellos que se encuentran adentro, ¿Por qué mezclarse cuando se podría romper el orden de vida? – Para ella era extraño, aquellos seres, en su mayoría, se sentía por encima de cualquier criatura. ¿Qué chiste tenía hacerse pasar por un humano más? Frunció el ceño.
- El primer vampiro que conocí se llamaba Ulrich, era una criatura muy sombría, no es que fuera malo, más bien parecía que sufría por tener esa condición y porque su compañero vampiro lo había abandonado en la eternidad, ya no le encontraba sentido a su existencia y lo notó muy determinado a perder ese estado. ¿Cuáles son las formas de evitar u ocasionar un desenlace de los de tu especie? - Estaba muy preguntona y parlanchina, pero muy probablemente se trataba de la adrenalina que seguía viajando por todo su cuerpo.
Se deslizó en la banca de madera que se encontraba en aquel hermoso jardín, a lo lejos se podía percibir la música de la fiesta, se preguntó si Ichabod estaría preguntando por ella, esperaba que no, aunque contaba con que la anfitriona de la fiesta, siguiera pidiendo su atención. Sacudió su cabeza para dejar de lado sus pensamientos, estaba emocionada, sí, no debía distraerse con darle atenciones a los demás, sólo debía centrarse en ella, y se encontraba muy cómoda en esa situación.
- Si no es mucha indiscreción, ¿cómo llegó usted a ser y hace cuánto tiempo? – Su anfitriona de parecía una criatura muy experimentada. Saber un poco más de ellos no le hacía daño a nadie.
Anouk Oldekamp- Humano Clase Baja
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Re: · Mascarada ·
La capacidad de la joven para adaptarse a las situaciones adversas no pudo más que hacerla sonreír. Poco le faltó para deshacerse de los molestos zapatos y salir corriendo en dirección al jardín que estaba justo delante. Curioso, muy curioso. Cada nueva cosa que descubría acerca de Anouk le hacía ver que, en efecto, los humanos podían ser mucho más complejos e interesantes de lo que ella estaba dispuesta a reconocer. Al menos, mucho más que otros vampiros con los que se había topado, que no hacían sino navegar por el tiempo sin evolucionar ni un ápice. Mientras acababa con el otro vampiro, que ya la había alcanzado, se preguntó si la jovencita habría pensado que lo mejor era volver a la fiesta, o marcharse, en lugar de esperarla. Probablemente eso habría sido lo más sensato, pero algo le decía que ella también había despertado cierta curiosidad en la joven. En efecto, allí estaba, doblada sobre sí misma a causa del esfuerzo, pero esperándola. Otra nueva sonrisa se apoderó de su semblante. Quizá no fuera tan mala idea dejar de lado las ganas de beber su sangre por el momento. Al menos, hasta descubrir alguna otra faceta de la chiquilla.
Tras sentarse en el banco, junto a ella, meditó las palabras ajenas largamente, para luego suspirar y asentir con vehemencia. En cierto modo, tenía razón. La sed era algo que los dominaba, algo que los hacía perder el raciocinio, incluso a ella le pasaba, pero por desgracia no era algo que pudiera explicarse comparándolo con los humanos. No creía que ninguna emoción humana se pareciera a la de la necesidad de beber. - Razón no te falta, pero es algo que no puede evitarse. Aunque los humanos no puedan sobrevivir sin comida, tardan mucho en debilitarse por la ausencia de ésta. Para los vampiros es diferente. Si no bebes, te conviertes en un ser inerte muy rápido, y en ese estado eres más débil que cualquier humano incluso. -No era algo que hubiera experimentado, por suerte. Ella no sólo bebía por sed o necesidad, sino también por diversión, así que jamás se había momificado. Sin embargo, imaginaba que no sería demasiado divertido.
- En cuanto a lo de mezclarse, yo tampoco es que esté de acuerdo. Y a mi modo, lucho porque no sea así. No es por ofender, pero creo ser superior a otros humanos en muchos aspectos. He vivido más, soy más resistente y mucho más lista, pero como nosotros somos menos destacar no es lo que más nos interesa. Al menos, a otros como yo. A mi no me importaría enfrentarme a quien fuese si a cambio obtuviera la libertad de mostrarme tal y como soy. Honestamente, fingir ser común y corriente es simplemente tedioso. Ser mujer es una desventaja enorme en este estúpido mundo. ¿No te parece estúpido? Podría arrancar la cabeza de todos esos estúpidos que se me acercan con intención de desposarme para así ganarse mi fortuna. -Su semblante se había oscurecido. Odiaba tener que forzarse a integrarse. Odiaba tener que mostrar modales, ir a fiestas, o pretender ser una muchacha inocente e inculta para así no llamar demasiado la atención. Su presencia era demasiado grande para esconderla, y a veces ni siquiera era capaz de disimularla. ¿Por qué forzarse por parecer humana, cuando ellos no eran más que ganado esperando ser entregado a sus fauces? Estaba decidida a acabar con aquel tipo de incidentes. Pero aún necesitaba algo más de tiempo.
- Nos llaman inmortales porque es bastante difícil deshacerse de nosotros. No enfermamos. Es difícil dañarnos. Pero el fuego, o que nos corten la cabeza suele ser bastante definitivo. Claro que, ¿quién va a ser capaz de acercarse a nosotros lo bastante como para conseguir hacer lo uno o lo otro? Sin embargo, si uno mismo quisiera acabar con este destino eterno, sería bastante más sencillo. Con encerrarse en un sitio y no beber por un tiempo todo habría terminado. -Muchas veces se había visto amenazada, pero nunca había sufrido un ataque real que pusiera en peligro su no-vida. Al menos, no por parte de humanos. Eran demasiado débiles, y fácilmente manipulables, como para ser capaces de algo como eso. Cuando la chica formuló su pregunta, la vampiresa se llevó un dedo, aún ensangrentado a causa del enfrentamiento con los neófitos, a los labios, y sonrió de forma un tanto siniestra. - ¿Hace cuánto tiempo? ¿Me creerías si dijera que antes incluso de que el Dios al que rezan los cristianos llegase a la tierra? -Casi dos milenios desde que el tiempo se detuviese para ella. Desde que ese... ser... se cruzase en su camino para maldecirla con aquel don, y con su presencia.
Tras sentarse en el banco, junto a ella, meditó las palabras ajenas largamente, para luego suspirar y asentir con vehemencia. En cierto modo, tenía razón. La sed era algo que los dominaba, algo que los hacía perder el raciocinio, incluso a ella le pasaba, pero por desgracia no era algo que pudiera explicarse comparándolo con los humanos. No creía que ninguna emoción humana se pareciera a la de la necesidad de beber. - Razón no te falta, pero es algo que no puede evitarse. Aunque los humanos no puedan sobrevivir sin comida, tardan mucho en debilitarse por la ausencia de ésta. Para los vampiros es diferente. Si no bebes, te conviertes en un ser inerte muy rápido, y en ese estado eres más débil que cualquier humano incluso. -No era algo que hubiera experimentado, por suerte. Ella no sólo bebía por sed o necesidad, sino también por diversión, así que jamás se había momificado. Sin embargo, imaginaba que no sería demasiado divertido.
- En cuanto a lo de mezclarse, yo tampoco es que esté de acuerdo. Y a mi modo, lucho porque no sea así. No es por ofender, pero creo ser superior a otros humanos en muchos aspectos. He vivido más, soy más resistente y mucho más lista, pero como nosotros somos menos destacar no es lo que más nos interesa. Al menos, a otros como yo. A mi no me importaría enfrentarme a quien fuese si a cambio obtuviera la libertad de mostrarme tal y como soy. Honestamente, fingir ser común y corriente es simplemente tedioso. Ser mujer es una desventaja enorme en este estúpido mundo. ¿No te parece estúpido? Podría arrancar la cabeza de todos esos estúpidos que se me acercan con intención de desposarme para así ganarse mi fortuna. -Su semblante se había oscurecido. Odiaba tener que forzarse a integrarse. Odiaba tener que mostrar modales, ir a fiestas, o pretender ser una muchacha inocente e inculta para así no llamar demasiado la atención. Su presencia era demasiado grande para esconderla, y a veces ni siquiera era capaz de disimularla. ¿Por qué forzarse por parecer humana, cuando ellos no eran más que ganado esperando ser entregado a sus fauces? Estaba decidida a acabar con aquel tipo de incidentes. Pero aún necesitaba algo más de tiempo.
- Nos llaman inmortales porque es bastante difícil deshacerse de nosotros. No enfermamos. Es difícil dañarnos. Pero el fuego, o que nos corten la cabeza suele ser bastante definitivo. Claro que, ¿quién va a ser capaz de acercarse a nosotros lo bastante como para conseguir hacer lo uno o lo otro? Sin embargo, si uno mismo quisiera acabar con este destino eterno, sería bastante más sencillo. Con encerrarse en un sitio y no beber por un tiempo todo habría terminado. -Muchas veces se había visto amenazada, pero nunca había sufrido un ataque real que pusiera en peligro su no-vida. Al menos, no por parte de humanos. Eran demasiado débiles, y fácilmente manipulables, como para ser capaces de algo como eso. Cuando la chica formuló su pregunta, la vampiresa se llevó un dedo, aún ensangrentado a causa del enfrentamiento con los neófitos, a los labios, y sonrió de forma un tanto siniestra. - ¿Hace cuánto tiempo? ¿Me creerías si dijera que antes incluso de que el Dios al que rezan los cristianos llegase a la tierra? -Casi dos milenios desde que el tiempo se detuviese para ella. Desde que ese... ser... se cruzase en su camino para maldecirla con aquel don, y con su presencia.
Ophelia M. Haborym- Vampiro Clase Alta
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Re: · Mascarada ·
¿Temerle a los vampiros? En realidad nunca se preguntó eso, un día simplemente conoció a uno y pudo sacar la venda de sus ojos, comprendió que los humanos no eran los únicos habitando el planeta tierra y que los peligros estaban al acecho tanto dentro de la casa, como afuera. La vida era demasiado incierta, el destino trazado en realidad no existía, más bien era uno improvisado, de eso no había duda alguna. ¿Por qué temer si de todas maneras todos iban a ir directo a la muerte? Con o sin tumba, con o sin familiares cerca. Anouk ya no temía, porque todo lo que imaginó, se fue por la borda el día de su secuestro.
Ophelia le había caído muy bien, aunque los vellos de su piel se erizaban al tenerla cerca (cosa que relacionaba con el instinto de supervivencia), le caía muy bien porque aquella criatura milenaria proyectaba paz y mucha sabiduría; la pelirroja amaba aprender, así fuera en un pequeño intercambio de palabras e ideas, sus escasos 16 años dejaba en claro que poco sabía de la vida, pero que tenía años (al menos eso esperaba), por delante para poder experimentar y absorber aquello que le quisieran compartir. Nada descartaba.
Suspiró mientras acomodaba detrás de la oreja un mechón de cabello travieso que se había escapado de su perfecto y estirado peinado.
— Eres demasiado vieja — Bromeó con el tono de voz risueño y simpático que la caracterizaba, no deseaba molestar y lastimar a la mujer, mucho menos herir susceptibilidades, estaba claro que no cualquier oración le pondría los pelos de punta, sin embargo, eran féminas y como tal, la vanidad iba por delante. — Su especie es digna de una gran investigación — Pausó y suspiró antes de seguir hablando — No comprendo como pueden seguir de pie si ya no necesitan lo que comúnmente se necesita — Se encogió de hombros.
— Un ejemplo claro es que sus órganos ya no funcionan, tampoco corre sangre por sus venas o el cerebro se oxigena, no, y sin embargo caminas, siente y piensa. ¿No le parece fascinante intentar comprender a qué se debe? — Se mordió el labio y se puso de pie para caminar de un lado a otro, observó la sangre que ya poco a poco dejaba de escurrir por ciertas zonas de su piel — ¿Del fuego se pueden recuperar por completo o sólo un porcentaje? — Arqueó una de sus cejas intentando controlar su curiosidad por saber aquella respuesta. — Supongo que hay pocos que quieren acercarse a ustedes, pero también me platicaron de los cazadores e inquisidores, inalcanzables no creo que sean — Anouk se sentía demasiado cómoda, se le notaba porque su cuerpo avanzaba de un lado a otro con total naturalidad y el río de palabras iba de un lado a otro sin querer parar su cause. Por un momento recordó a su madre antes de ser secuestrada, probablemente la estaría regañando por imprudente y metiche.
Anouk estiró la mano en dirección a su acompañante para invitarla a seguir caminando. Si verdaderamente hubiera querido matarla, eso ya hubiera pasado, así que más valía seguir disfrutando de la libertad que poseía en esos instantes y el abrazo de valentía que no la soltaba. Distraerse de vez en cuando no estaba de más, menos cuando se trataba de una mujer que conocía prácticamente todas las culturas, todas las evoluciones y las épocas. Si se trataba de escuchar historias de vida, probablemente Anouk moriría y no terminarían.
— ¿Qué es lo más difícil de ser una criatura de la noche? Me imagino que no todo es positivo, el sol es uno de los puntos en contra, pero algo sentimental… — La observó mientras se adentraban a un pequeño laberinto que llamaba la atención a la multitud, parecía un gran pasatiempo de los invitados.
Ophelia le había caído muy bien, aunque los vellos de su piel se erizaban al tenerla cerca (cosa que relacionaba con el instinto de supervivencia), le caía muy bien porque aquella criatura milenaria proyectaba paz y mucha sabiduría; la pelirroja amaba aprender, así fuera en un pequeño intercambio de palabras e ideas, sus escasos 16 años dejaba en claro que poco sabía de la vida, pero que tenía años (al menos eso esperaba), por delante para poder experimentar y absorber aquello que le quisieran compartir. Nada descartaba.
Suspiró mientras acomodaba detrás de la oreja un mechón de cabello travieso que se había escapado de su perfecto y estirado peinado.
— Eres demasiado vieja — Bromeó con el tono de voz risueño y simpático que la caracterizaba, no deseaba molestar y lastimar a la mujer, mucho menos herir susceptibilidades, estaba claro que no cualquier oración le pondría los pelos de punta, sin embargo, eran féminas y como tal, la vanidad iba por delante. — Su especie es digna de una gran investigación — Pausó y suspiró antes de seguir hablando — No comprendo como pueden seguir de pie si ya no necesitan lo que comúnmente se necesita — Se encogió de hombros.
— Un ejemplo claro es que sus órganos ya no funcionan, tampoco corre sangre por sus venas o el cerebro se oxigena, no, y sin embargo caminas, siente y piensa. ¿No le parece fascinante intentar comprender a qué se debe? — Se mordió el labio y se puso de pie para caminar de un lado a otro, observó la sangre que ya poco a poco dejaba de escurrir por ciertas zonas de su piel — ¿Del fuego se pueden recuperar por completo o sólo un porcentaje? — Arqueó una de sus cejas intentando controlar su curiosidad por saber aquella respuesta. — Supongo que hay pocos que quieren acercarse a ustedes, pero también me platicaron de los cazadores e inquisidores, inalcanzables no creo que sean — Anouk se sentía demasiado cómoda, se le notaba porque su cuerpo avanzaba de un lado a otro con total naturalidad y el río de palabras iba de un lado a otro sin querer parar su cause. Por un momento recordó a su madre antes de ser secuestrada, probablemente la estaría regañando por imprudente y metiche.
Anouk estiró la mano en dirección a su acompañante para invitarla a seguir caminando. Si verdaderamente hubiera querido matarla, eso ya hubiera pasado, así que más valía seguir disfrutando de la libertad que poseía en esos instantes y el abrazo de valentía que no la soltaba. Distraerse de vez en cuando no estaba de más, menos cuando se trataba de una mujer que conocía prácticamente todas las culturas, todas las evoluciones y las épocas. Si se trataba de escuchar historias de vida, probablemente Anouk moriría y no terminarían.
— ¿Qué es lo más difícil de ser una criatura de la noche? Me imagino que no todo es positivo, el sol es uno de los puntos en contra, pero algo sentimental… — La observó mientras se adentraban a un pequeño laberinto que llamaba la atención a la multitud, parecía un gran pasatiempo de los invitados.
Anouk Oldekamp- Humano Clase Baja
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Re: · Mascarada ·
No pudo evitar carcajearse ante la broma pronunciada por la chiquilla. Algo que en otra ocasión, y dicho por otros labios, le habría parecido un insulto, al salir de aquella joven de ojos claros le pareció más un halago que ninguna otra cosa. Sí, en efecto, era demasiado vieja. Había vivido demasiado, experimentado demasiado. Tanto que, probablemente, necesitaría el resto de su eternidad para escribir al respecto en caso de querer que otros descubrieran todo cuanto ella sabía. Había visto surgir, crecer y morir a un sinfín de generaciones, de ciudades, de culturas diferentes. Todas únicas en algún aspecto, pero que al final acababan pereciendo por las mismas razones, o por circunstancias parecidas. La guerra era casi siempre lo que acababa con dinastías, pueblos y reinados; guerras iniciadas por los propios humanos. Guerras sin fin, que asolaban el mundo cada cierto tiempo, irremediablemente. Guerras que los hacían sufrir y llorar, pero que pasado un tiempo regresaban, volvían a surgir. Porque en la naturaleza humana estaba el hecho de no ser capaz de aprender de sus errores. ¿Qué pensaría Anouk al saber lo mucho que su presente estaba condicionado por el pasado que otros habían provocado? Quizá le parecería interesante -después de todo, era una chica un tanto extraña-, pero tal vez también la hiciera reflexionar. Como espectadora de todos aquellos desastres, Ophelia conocía muchos de los puntos débiles de la humanidad. Y eso la hacía más peligrosa que sus colmillos probablemente.
- Realmente tienes muchas preguntas... Y supongo que te agradará saber que yo misma he intentado responder a esas cuestiones de forma más o menos científica. No he encontrado ningún motivo, sin embargo. Desconozco por qué los vampiros nos movemos sin necesitar aire o nutrientes, más allá de la fuerza vital que nos aporta la sangre. Hay miles de mitos e historias al respecto, pero no existe un sustrato biológico, al menos que yo haya podido encontrar, que explique por qué seguimos vivos, a pesar de estar, técnicamente, muertos. -La vampiresa supuso que era mejor no decirle que el modo de estudiar todo aquello había sido mediante la tortura y disección de otros congéneres. No era algo de lo que sentirse orgullosa, pero tampoco le preocupaba especialmente. Ophelia siempre había sido cruel, especialmente con aquellos a los que consideraba inferiores. Por eso mismo muchos neófitos habían acabado convirtiéndose en sus presas, y en los sujetos de estudio de sus investigaciones clandestinas.
- En cuanto al fuego... depende del tiempo que estemos expuestos a él. Igual que con todas las heridas, en realidad. En principio, si es algo superficial, somos capaces de curarnos por completo, pero si estamos demasiado tiempo bajo su influencia, probablemente no podamos recuperarnos. Algunos vampiros incluso han muerto por no poderse librar de las llamas. Hace tiempo, cuando nuestra existencia era más reconocida, a muchos se los asaltaba en sus escondites, donde los encerraban y prendían fuego hasta que sólo quedaban las cenizas. No todos morían, claro, y luego la venganza... ya te puedes imaginar. -Muchos vampiros, de hecho, habían dejado de dormir en sitios muy estrechos o de usar ataúdes ante la posibilidad de que los asaltaran cuando estaban en dichos lugares. Dormir, realmente, no era una necesidad, así que ¿para qué arriesgarse? No eran muchas las debilidades de los inmortales, así que lo más inteligente, al final, era no exponerse a las pocas que aún les afectaban.
A su última pregunta, sin embargo, no supo cómo responder. ¿Algo sentimental? ¿Acaso la nostalgia que a veces se apoderaba de su esencia se podría considerar como algo negativo? El hecho de no avanzar, de no cambiar, de no pasar al siguiente proceso de la vida, suponía un auténtico quebradero de cabeza para muchos. Incluso para ella, siglos atrás, cuando aún se preguntaba el propósito de su existencia. Pero ya poco o nada quedaba de aquellos sentimientos. - Lo más difícil, aparte de no poder ver la luz del Sol, es tener que pasar desapercibido. Nuestra existencia está cargada con el peso de muchos siglos, o incluso milenios. Conocemos todos los secretos que incluso la humanidad desconoce, y sin embargo, nos vemos obligados a fingir aceptar el mundo tal y como es. ¿No te parece terrible? Si supieras cómo va a terminar una historia, ¿no te molestaría que otros intentaran hacerte creer que el final va a ser diferente? -Sabía que la era actual finalizaría con otra guerra: era inevitable. Vidas se perderían, todo se resquebrajaría, y luego otro mundo nacería. Pero ella seguiría allí, como espectadora inamovible. Era una existencia un tanto tediosa, a decir verdad. Por suerte, tenía muchas formas para entretenerse... Aunque solían acabar con alguien desangrado.
- Realmente tienes muchas preguntas... Y supongo que te agradará saber que yo misma he intentado responder a esas cuestiones de forma más o menos científica. No he encontrado ningún motivo, sin embargo. Desconozco por qué los vampiros nos movemos sin necesitar aire o nutrientes, más allá de la fuerza vital que nos aporta la sangre. Hay miles de mitos e historias al respecto, pero no existe un sustrato biológico, al menos que yo haya podido encontrar, que explique por qué seguimos vivos, a pesar de estar, técnicamente, muertos. -La vampiresa supuso que era mejor no decirle que el modo de estudiar todo aquello había sido mediante la tortura y disección de otros congéneres. No era algo de lo que sentirse orgullosa, pero tampoco le preocupaba especialmente. Ophelia siempre había sido cruel, especialmente con aquellos a los que consideraba inferiores. Por eso mismo muchos neófitos habían acabado convirtiéndose en sus presas, y en los sujetos de estudio de sus investigaciones clandestinas.
- En cuanto al fuego... depende del tiempo que estemos expuestos a él. Igual que con todas las heridas, en realidad. En principio, si es algo superficial, somos capaces de curarnos por completo, pero si estamos demasiado tiempo bajo su influencia, probablemente no podamos recuperarnos. Algunos vampiros incluso han muerto por no poderse librar de las llamas. Hace tiempo, cuando nuestra existencia era más reconocida, a muchos se los asaltaba en sus escondites, donde los encerraban y prendían fuego hasta que sólo quedaban las cenizas. No todos morían, claro, y luego la venganza... ya te puedes imaginar. -Muchos vampiros, de hecho, habían dejado de dormir en sitios muy estrechos o de usar ataúdes ante la posibilidad de que los asaltaran cuando estaban en dichos lugares. Dormir, realmente, no era una necesidad, así que ¿para qué arriesgarse? No eran muchas las debilidades de los inmortales, así que lo más inteligente, al final, era no exponerse a las pocas que aún les afectaban.
A su última pregunta, sin embargo, no supo cómo responder. ¿Algo sentimental? ¿Acaso la nostalgia que a veces se apoderaba de su esencia se podría considerar como algo negativo? El hecho de no avanzar, de no cambiar, de no pasar al siguiente proceso de la vida, suponía un auténtico quebradero de cabeza para muchos. Incluso para ella, siglos atrás, cuando aún se preguntaba el propósito de su existencia. Pero ya poco o nada quedaba de aquellos sentimientos. - Lo más difícil, aparte de no poder ver la luz del Sol, es tener que pasar desapercibido. Nuestra existencia está cargada con el peso de muchos siglos, o incluso milenios. Conocemos todos los secretos que incluso la humanidad desconoce, y sin embargo, nos vemos obligados a fingir aceptar el mundo tal y como es. ¿No te parece terrible? Si supieras cómo va a terminar una historia, ¿no te molestaría que otros intentaran hacerte creer que el final va a ser diferente? -Sabía que la era actual finalizaría con otra guerra: era inevitable. Vidas se perderían, todo se resquebrajaría, y luego otro mundo nacería. Pero ella seguiría allí, como espectadora inamovible. Era una existencia un tanto tediosa, a decir verdad. Por suerte, tenía muchas formas para entretenerse... Aunque solían acabar con alguien desangrado.
Ophelia M. Haborym- Vampiro Clase Alta
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Re: · Mascarada ·
Anouk siempre quiso ser una mujer sabía, desde pequeña. En casa habían reglas esenciales que se debían cumplir, una de ellas era tomar clases protocolares de bordado, moda, diferenciación de telas, joyas y otros detalles excéntricos de los ricos, sólo de esa forma podía llegar a aprender historia, matemáticas y otra clase de materias. En aquel entonces sólo aprendió a contar dos más dos y un par de sucesos del pasado que marcaron el rumbo actual de su natal Holanda; de París recientemente estaba aprendiendo.
Esa era una de las principales razones de su agrado hacía Ophelia. El poder del conocimiento en base a la experiencia y no sólo a la lectura le resultaba incluso más importante que cualquier preparación. En los libros pueden existir mentiras, verdades maquilladas y un sinfín de datos erróneos. ¿Quién garantizaba que todo lo leído en algún momento era real? Guardar era una especialidad en Anouk, pero esa tarde disfrutaba más de las palabras ajenas que de las propias. Parecía una pequeña esponja naranja absorbiendo cada sílaba que se pronunciaba en aquellos labios gruesos carmesí.
— Hay personas que no nos interesa el rumbo al que la humanidad se dirige; lo que me importa en realidad, es la vivencia, las experiencias que adquirimos y las emociones que nos dicen si vale la pena conservarlas en la memoria o irlas desechando a causa del desinterés. — Sonrío. No estaba segura si llegaría a vivir el próximo acontecimiento importante en el mundo, quizá moriría en el proceso, así que más valía no preocuparse por eso. — En ocasiones hay quienes ni siquiera se enteran de lo que está pasando, porque si única misión es poder encontrar alimento para seguir sobreviviendo. ¿Acaso valdrá la pena tener solo ese propósito? — Cuestionó, aunque se dio cuenta que la interrogante era más para su persona que para la vampiresa.
Su vida con Ichabod no era mala, al menos no lo había sido antes de llegar a esa rimbombante mansión y tener que fingir estar casados; el brujo se dedicaba a conseguir alimento y ella a mantener una pequeña cabaña. No tardó en darle el toque de hogar y realizar distintas actividades entre ambos. Encontrar a quien amar y ser amado era el verdadero propósito y significado, poder marcar el interior de alguien más y quizá ser recordado incluso después de la muerte. ¡Quizá era eso! O quizá no. Le faltaba demasiado por vivir para llegar a esas vulgares y mundanas conclusiones. ¿Los vampiros también buscaban que su eternidad valiera la pena con un ser amado? Refunfuñó al percatarse que le faltaban demasiadas preguntas por elaborar en voz alta, tampoco deseaba incomodar a la criatura No-Humana.
Anouk se puso de pie, cortó una hermosa flor blanca de aquel inmenso jardín y se la regaló a la vampiresa.
— Supongo que la crueldad viene de la mano de las vivencias y la justicia. Al menos la justicia creada de la propia percepción de la vida — Se encogió de hombros, tampoco iba a juzgarla, comprendía la naturaleza de los inmortales como ella, entendía como debían alimentarse para poder seguir aquel proceso de “vida” al que estaban sometidos por su nueva condición, además, ellos comían de animales, seres vivos que sentían y si le sumaba que había escuchado que en ciertas comunidades se comían humanos mutuamente. — Ser vampiro debe ser mejor que ser humano — Una llama de sentimientos negativos revolotearon en su interior, se estaba dando cuenta que por más bondad que albergara en su pecho y en sus razonamientos, también la llama de venganza seguía encendida. Quería devolverle todo el daño que le había hecho su secuestrador.
— Si algún día me vuelvo vampiresa como tú, mi principal propósito será hacer justicia del dolor que a muchos niños como yo, les han dado. — Suspiró. — ¡Sería una justiciera del mal! — Terminó por bromear.
Esa era una de las principales razones de su agrado hacía Ophelia. El poder del conocimiento en base a la experiencia y no sólo a la lectura le resultaba incluso más importante que cualquier preparación. En los libros pueden existir mentiras, verdades maquilladas y un sinfín de datos erróneos. ¿Quién garantizaba que todo lo leído en algún momento era real? Guardar era una especialidad en Anouk, pero esa tarde disfrutaba más de las palabras ajenas que de las propias. Parecía una pequeña esponja naranja absorbiendo cada sílaba que se pronunciaba en aquellos labios gruesos carmesí.
— Hay personas que no nos interesa el rumbo al que la humanidad se dirige; lo que me importa en realidad, es la vivencia, las experiencias que adquirimos y las emociones que nos dicen si vale la pena conservarlas en la memoria o irlas desechando a causa del desinterés. — Sonrío. No estaba segura si llegaría a vivir el próximo acontecimiento importante en el mundo, quizá moriría en el proceso, así que más valía no preocuparse por eso. — En ocasiones hay quienes ni siquiera se enteran de lo que está pasando, porque si única misión es poder encontrar alimento para seguir sobreviviendo. ¿Acaso valdrá la pena tener solo ese propósito? — Cuestionó, aunque se dio cuenta que la interrogante era más para su persona que para la vampiresa.
Su vida con Ichabod no era mala, al menos no lo había sido antes de llegar a esa rimbombante mansión y tener que fingir estar casados; el brujo se dedicaba a conseguir alimento y ella a mantener una pequeña cabaña. No tardó en darle el toque de hogar y realizar distintas actividades entre ambos. Encontrar a quien amar y ser amado era el verdadero propósito y significado, poder marcar el interior de alguien más y quizá ser recordado incluso después de la muerte. ¡Quizá era eso! O quizá no. Le faltaba demasiado por vivir para llegar a esas vulgares y mundanas conclusiones. ¿Los vampiros también buscaban que su eternidad valiera la pena con un ser amado? Refunfuñó al percatarse que le faltaban demasiadas preguntas por elaborar en voz alta, tampoco deseaba incomodar a la criatura No-Humana.
Anouk se puso de pie, cortó una hermosa flor blanca de aquel inmenso jardín y se la regaló a la vampiresa.
— Supongo que la crueldad viene de la mano de las vivencias y la justicia. Al menos la justicia creada de la propia percepción de la vida — Se encogió de hombros, tampoco iba a juzgarla, comprendía la naturaleza de los inmortales como ella, entendía como debían alimentarse para poder seguir aquel proceso de “vida” al que estaban sometidos por su nueva condición, además, ellos comían de animales, seres vivos que sentían y si le sumaba que había escuchado que en ciertas comunidades se comían humanos mutuamente. — Ser vampiro debe ser mejor que ser humano — Una llama de sentimientos negativos revolotearon en su interior, se estaba dando cuenta que por más bondad que albergara en su pecho y en sus razonamientos, también la llama de venganza seguía encendida. Quería devolverle todo el daño que le había hecho su secuestrador.
— Si algún día me vuelvo vampiresa como tú, mi principal propósito será hacer justicia del dolor que a muchos niños como yo, les han dado. — Suspiró. — ¡Sería una justiciera del mal! — Terminó por bromear.
Anouk Oldekamp- Humano Clase Baja
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Era interesante ver cada uno de los cambios que sus propias palabras iban provocando en el semblante de una persona tan joven y tan dulce como aquella. Anouk era extremadamente expresiva, y también pecaba de ser muy inocente, algo que quedaba claro debido al modo en que la escuchaba y asentía ante su discurso, como si no tuviese ninguna duda de que lo que la vampiresa estaba diciendo era verdad. Claro que Ophelia realmente no tenía ningún motivo para mentir. Al fin y al cabo, ellas dos no tenían absolutamente nada en común, más allá del hecho de haber coincidido por casualidad en una fiesta como aquella. Eso, y que la inmortal aún no había terminado de decidir qué era lo que iba a acabar haciendo con la humana. ¿La devoraría? ¿O ahora que la encontraba interesante le daría un uso más... creativo? Era pronto para decidirse. La fiesta ahora le parecía lejana, ajena a ambas, tal era la tranquilidad y armonía que se había instalado en el ambiente a su alrededor. Ni ella se estaba mostrando amenazadora, como tenía por costumbre, ni la chica estaba asustada por la presencia de una criatura tan terrible.
- No estés tan segura... Depende del tipo de persona que fueras en tu anterior vida. No todo el mundo está hecho para ser vampiro. -La vampiresa se encogió de hombros. Ella misma tampoco sabía cómo debería tomarse su condición algunas veces: siendo tan cruenta, ciertamente lo consideraba un don la mayor parte del tiempo, pero en otras ocasiones casi le pesaba tanto como el peor de los castigos. - Para algunos es lo mejor que nos ha podido pasar. Escapar de una vida de miserias es sencillo cuando tienes todo el tiempo, y el poder, del mundo para hacer lo que deseas realidad. Claro que si no eres lo bastante frío y desconsiderado como para pisotear a otros en el intento, de nada te serviría tener la capacidad de hacer todas esas cosas. Hay muchos que incluso lo perciben como una maldición a la que fueron condenados. No cambiar nunca, no evolucionar nunca, si no eres capaz de centrarte en las cosas más positivas, puedes acabar volviéndote loco... -Conocía a muchos así, a decir verdad. Cegados por su humanidad, por unos sentimientos que ya no comprendían realmente pero a los que se aferraban sin remedio, caían en el abismo, en la locura. Y ellos sí que no tenían salvación. No había nada más peligroso que un vampiro enloquecido, por lo que acababan pereciendo a manos de cazadores o inquisidores.
- Aunque bueno, si piensas así, probablemente te convertirías en una excelente inmortal... -Mencionó la mujer, en parte siguiéndole la broma, pero por otra parte, realmente lo pensaba. Los sentimientos de justicia, especialmente para alguien que había sufrido en vida, se convierten en el combustible de criaturas de lo más sanguinarias y vengativas. Le habría resultado interesante ver convertirse a una jovencita tan pura como aquella en una neófita con sed de venganza. Como una vez, milenios atrás, pasó también con ella misma. - A decir verdad, eso fue lo primero que hice yo. En cuanto me convirtieron y tuve la fuerza necesaria para vengarme de la gente cruel que me había hecho daño, lo primero que hice fue darles caza y asesinarlos uno por uno. A pesar de que las épocas sean distintas, la maldad siempre ha existido. Las cosas que me obligaron a hacer, el daño que hicieron a mi familia, y la cruenta muerte a la que nos llevaron a todos nosotros... A mi modo, también les impartí justicia. -Aún recordaba el rostro de la última de sus víctimas, un mes después de haberse convertido. Aquel malnacido que la había concebido únicamente para luego hacerla la persona más miserable sobre la faz de la tierra.
Pero no tenía sentido hablar de eso, ni siquiera pensarlo. Irónicamente, aquello se parecía demasiado a la melancolía y no estaba dispuesta a dejarse arrastrar por una emoción tan estrictamente humana. Aquella vida, aquellos años, ya no significaban nada para ella. Ni tampoco la familia con la que compartió sus años humanos. Había trascendido. Pero... ¡Pero! ¿Por qué no podía deshacerse del todo de aquella maldita espina? ¡Era tan desagradable!
- No estés tan segura... Depende del tipo de persona que fueras en tu anterior vida. No todo el mundo está hecho para ser vampiro. -La vampiresa se encogió de hombros. Ella misma tampoco sabía cómo debería tomarse su condición algunas veces: siendo tan cruenta, ciertamente lo consideraba un don la mayor parte del tiempo, pero en otras ocasiones casi le pesaba tanto como el peor de los castigos. - Para algunos es lo mejor que nos ha podido pasar. Escapar de una vida de miserias es sencillo cuando tienes todo el tiempo, y el poder, del mundo para hacer lo que deseas realidad. Claro que si no eres lo bastante frío y desconsiderado como para pisotear a otros en el intento, de nada te serviría tener la capacidad de hacer todas esas cosas. Hay muchos que incluso lo perciben como una maldición a la que fueron condenados. No cambiar nunca, no evolucionar nunca, si no eres capaz de centrarte en las cosas más positivas, puedes acabar volviéndote loco... -Conocía a muchos así, a decir verdad. Cegados por su humanidad, por unos sentimientos que ya no comprendían realmente pero a los que se aferraban sin remedio, caían en el abismo, en la locura. Y ellos sí que no tenían salvación. No había nada más peligroso que un vampiro enloquecido, por lo que acababan pereciendo a manos de cazadores o inquisidores.
- Aunque bueno, si piensas así, probablemente te convertirías en una excelente inmortal... -Mencionó la mujer, en parte siguiéndole la broma, pero por otra parte, realmente lo pensaba. Los sentimientos de justicia, especialmente para alguien que había sufrido en vida, se convierten en el combustible de criaturas de lo más sanguinarias y vengativas. Le habría resultado interesante ver convertirse a una jovencita tan pura como aquella en una neófita con sed de venganza. Como una vez, milenios atrás, pasó también con ella misma. - A decir verdad, eso fue lo primero que hice yo. En cuanto me convirtieron y tuve la fuerza necesaria para vengarme de la gente cruel que me había hecho daño, lo primero que hice fue darles caza y asesinarlos uno por uno. A pesar de que las épocas sean distintas, la maldad siempre ha existido. Las cosas que me obligaron a hacer, el daño que hicieron a mi familia, y la cruenta muerte a la que nos llevaron a todos nosotros... A mi modo, también les impartí justicia. -Aún recordaba el rostro de la última de sus víctimas, un mes después de haberse convertido. Aquel malnacido que la había concebido únicamente para luego hacerla la persona más miserable sobre la faz de la tierra.
Pero no tenía sentido hablar de eso, ni siquiera pensarlo. Irónicamente, aquello se parecía demasiado a la melancolía y no estaba dispuesta a dejarse arrastrar por una emoción tan estrictamente humana. Aquella vida, aquellos años, ya no significaban nada para ella. Ni tampoco la familia con la que compartió sus años humanos. Había trascendido. Pero... ¡Pero! ¿Por qué no podía deshacerse del todo de aquella maldita espina? ¡Era tan desagradable!
Ophelia M. Haborym- Vampiro Clase Alta
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Erróneamente Anouk creía que la bondad se encontraba por encima de todo lo malo en el mundo. Existían más personas buenas, sí, pero de nada servía tanta bondad sí no se hacía la diferencia cuando veían a alguien padecer. Por eso la maldad triunfaba, esas criaturas tomaban acción sin cuestionar nada. Avanzan a paso firme sin importar que pueda atravesarse en su camino. ¡Debían llegar a la meta! Quizá a todos les hace falta esa gran determinación. Quizá la eternidad te la enseñaba.
Anouk se sentía contenta con Ophelia, nunca había conocido a una mujer como ella. Le inspiraba tanto y al mismo tiempo le recordaba que ella podría llegar a hacer lo que se propusiera, pero dependía mucho de sus ganas de hacerlo y de la acción que le pusiera. La vida no era tan complicada como se pensaba, los humanos siempre se la complicaban por el miedo al qué dirán. Así eran sus vecinos, aunque el señor Ichabod nunca le pareció que fuera un hombre que le importara lo que pensaran de él.
— Tienes razón, no todos están hechos para eso — Suspiró. — Si mi antiguo dueño tuviera esos poderes, estoy segura que ya habría terminado con todo París, o quizá con el continente, era un hombre despiadado que terminaba retozando con quien se le pusiera enfrente, sin importar la edad — Al decir aquello sintió un gran escalofrío por el cuerpo al recordar algunos incidentes que gracias a Dios ella pudo evitar. El ser vampiro quizá sólo estaba permitido para aquellos que la razón y sabiduría los dirigía. Anouk se llegaba a sentir muy confundida en ese momento.
Sin pensarlo demasiado se acomodó en el pasto para poder ver el cielo estrellado. Le encantaba la naturaleza y más cuando podía apreciarla con completa seguridad. La volteó a ver un par de veces y después cerró los ojos recordando a Ichabod. Su rostro comenzó a sentir calor y sintió que sus palpitaciones se aceleraban. Anouk ya no era una niña, al menos no en esa sociedad. Ya era una mujer lista para amar, casarse y pronto procrear. Aunque aún le faltaban muchas vivencias, la jovencita estaba empezando a sentir muchas cosas por aquel hombre que lo había salvado. Ella estaba enamorada, muy enamorada pero le costaba expresarlo.
Suspiró con pesar porque le costaba aceptar el embrollo en el que estaba metida.
— ¿Cuantas veces amaste? — Guardó silencio unos momentos — Tomando en cuenta la edad que posees y todo lo vivido, dudo que el amor sea sólo una vez para ustedes, así que si pudieras decir cuantas veces amaste, sería muy interesante para mi — La miró — La iglesia y las mujeres dicen que sólo debes y puedes amar a un hombre, pero yo no creo eso, al menos que sea algo más allá de lo que comprendemos — Era una jovencita con sed de conocimiento y sentía que estaba frente a todas las respuestas, por eso deseaba preguntarle de todo a Ophelia y así poder conocer la existencia de primera fuente aunque su vida no llegará a ser tan larga como la de ella.
Anouk se sentía contenta con Ophelia, nunca había conocido a una mujer como ella. Le inspiraba tanto y al mismo tiempo le recordaba que ella podría llegar a hacer lo que se propusiera, pero dependía mucho de sus ganas de hacerlo y de la acción que le pusiera. La vida no era tan complicada como se pensaba, los humanos siempre se la complicaban por el miedo al qué dirán. Así eran sus vecinos, aunque el señor Ichabod nunca le pareció que fuera un hombre que le importara lo que pensaran de él.
— Tienes razón, no todos están hechos para eso — Suspiró. — Si mi antiguo dueño tuviera esos poderes, estoy segura que ya habría terminado con todo París, o quizá con el continente, era un hombre despiadado que terminaba retozando con quien se le pusiera enfrente, sin importar la edad — Al decir aquello sintió un gran escalofrío por el cuerpo al recordar algunos incidentes que gracias a Dios ella pudo evitar. El ser vampiro quizá sólo estaba permitido para aquellos que la razón y sabiduría los dirigía. Anouk se llegaba a sentir muy confundida en ese momento.
Sin pensarlo demasiado se acomodó en el pasto para poder ver el cielo estrellado. Le encantaba la naturaleza y más cuando podía apreciarla con completa seguridad. La volteó a ver un par de veces y después cerró los ojos recordando a Ichabod. Su rostro comenzó a sentir calor y sintió que sus palpitaciones se aceleraban. Anouk ya no era una niña, al menos no en esa sociedad. Ya era una mujer lista para amar, casarse y pronto procrear. Aunque aún le faltaban muchas vivencias, la jovencita estaba empezando a sentir muchas cosas por aquel hombre que lo había salvado. Ella estaba enamorada, muy enamorada pero le costaba expresarlo.
Suspiró con pesar porque le costaba aceptar el embrollo en el que estaba metida.
— ¿Cuantas veces amaste? — Guardó silencio unos momentos — Tomando en cuenta la edad que posees y todo lo vivido, dudo que el amor sea sólo una vez para ustedes, así que si pudieras decir cuantas veces amaste, sería muy interesante para mi — La miró — La iglesia y las mujeres dicen que sólo debes y puedes amar a un hombre, pero yo no creo eso, al menos que sea algo más allá de lo que comprendemos — Era una jovencita con sed de conocimiento y sentía que estaba frente a todas las respuestas, por eso deseaba preguntarle de todo a Ophelia y así poder conocer la existencia de primera fuente aunque su vida no llegará a ser tan larga como la de ella.
Anouk Oldekamp- Humano Clase Baja
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Nuevamente, en una ocasión más desde que su conversación se iniciara, estuvo a punto de echarse a reír a carcajadas ante las palabras de la joven Anouk. No tenía muy claro si debía aclararle las ideas a la jovencita, las que se estaba creando respecto a ella. De algún modo, los actos llevados a cabo por Ophelia, así como la aparente paciencia que estaba demostrando al tratar de responder a todas sus preguntas, la estaban confundiendo, haciéndola creer que la vampiresa era, de algún modo, una criatura respetable, incluso amable. No podía estar más equivocada. Pero aquel intercambio la estaba entreteniendo por el momento, así que no estaba demasiado dispuesta a demostrar su verdadera cara. Al menos, no por el momento. Nunca había sentido un futuro tentempié estar tan dispuesto a ponerse en bandeja por sí mismo. Era un buen cambio, para variar, ya que se diferenciaba de los frecuentes y continuos gritos que siempre acompañaban a sus comidas. Quebrar la confianza de la criatura que tenía en frente seria en sí mismo otro entretenimiento. Uno que dejaría para más tarde.
No le aclaró, por tanto, que ella misma estaba plateándose el mejor modo para acabar con la ciudad, con el mundo entero, tal y como era conocido. Que no se alejaba demasiado de los actos crueles que el antiguo dueño de la chica había cometido. Que probablemente, ella era mucho peor. Se limitó a asentir de forma ausente, como si estuviera pensando intensamente en sus palabras, y por culpa de ese gesto casi se atraganta cuando la siguiente pregunta le fue planteada. No se esperaba que alguien tan joven le fuera a cuestionar acerca del amor. El amor... ¿Qué demonios podía saber Ophelia sobre algo como el amor? Desde luego nada acerca de un cariño cercano y cálido. El amor que ella conocía era obsesivo y cruel hasta extremos insospechados. Dudaba que Anouk fuera a ser capaz de comprenderlo, o si no lo consideraría más bien como un tipo distinto de odio. Pero quería responder, los engranajes en su cabeza habían comenzado a girar rápidamente, al son de sus pensamientos. Pensamientos que en otra ocasión evitaría a toda costa, pero que ahora se estaban aferrando a su consciencia con uñas y dientes.
- En realidad, te equivocas. El amor romántico, siendo éste al que imagino que te refieres, es algo mucho más intenso para nosotros de lo que se imagina. -Dijo la vampiresa en tono distraído, alzando la vista al cielo, a las estrellas. - Hay muchos tipos de amor. No siento apego por la familia biológica que en su momento tuve, ya que al perderlos, y al cambiar de naturaleza, mis emociones se enfriaron. Pero se creó una nueva especie de vínculo, que sólo los inmortales conocemos. El de un vampiro recién creado, y aquel quien lo crea. Románticamente, únicamente lo he amado a él. Y mi corazón siempre le pertenecerá. Pero cuando el cuerpo y la mente están estancados, ningún sentimiento es tan puro ni tan hermoso como lo es cuando somos humanos. Todo se tuerce. -Observó a la humana por el rabillo del ojo, intentando comprobar si la estaba entendiendo. - Puede decirse que la persona que me creó, y que por tanto se convirtió en mi Padre, en mi Hermano, en mi Maestro, en mi Sangre, y en mi Amante, era mucho más terrible que ese dueño del que me hablaste. Pero como mi nueva vida nació a partir de la suya, no puedo romper el vínculo, ni dejar de amarlo... -"Casi tanto como lo odio." Estuvo a punto de añadir. Si se paraba a pensarlo, lo siguiente más parecido que había sentido a esa clase de "amor" era lo que experimentó con su propia progenie, la primera vez que utilizó el don para convertir a otros. Pero le arrebataron a su creación, y por tanto la capacidad de volver a sentir nada por nadie. Y casi que era mejor así.
- Sospecho por tu pregunta que estás enamorada. No cometas el error de creer lo que otros dicen. Las ventajas de estar vivo es que el mundo evoluciona a tu alrededor, y que tienes permitido cambiar para adaptarte a él. Atarse a una persona y proclamar que será eterno, es un error. Especialmente si te esfuerzas por hacer realidad ese voto. Eres muy joven para eso. Nosotros no tenemos elección: tú sí. -Aunque eso también era, en cierto modo, una mentira, ya que si dependía de ella, Anouk no saldría viva de aquella fiesta, de un modo o de otro. Aunque ahora se planteaba si no sería más interesante dotarla del mismo don que parecía maravillarla tanto, que simplemente desangrarla.
No le aclaró, por tanto, que ella misma estaba plateándose el mejor modo para acabar con la ciudad, con el mundo entero, tal y como era conocido. Que no se alejaba demasiado de los actos crueles que el antiguo dueño de la chica había cometido. Que probablemente, ella era mucho peor. Se limitó a asentir de forma ausente, como si estuviera pensando intensamente en sus palabras, y por culpa de ese gesto casi se atraganta cuando la siguiente pregunta le fue planteada. No se esperaba que alguien tan joven le fuera a cuestionar acerca del amor. El amor... ¿Qué demonios podía saber Ophelia sobre algo como el amor? Desde luego nada acerca de un cariño cercano y cálido. El amor que ella conocía era obsesivo y cruel hasta extremos insospechados. Dudaba que Anouk fuera a ser capaz de comprenderlo, o si no lo consideraría más bien como un tipo distinto de odio. Pero quería responder, los engranajes en su cabeza habían comenzado a girar rápidamente, al son de sus pensamientos. Pensamientos que en otra ocasión evitaría a toda costa, pero que ahora se estaban aferrando a su consciencia con uñas y dientes.
- En realidad, te equivocas. El amor romántico, siendo éste al que imagino que te refieres, es algo mucho más intenso para nosotros de lo que se imagina. -Dijo la vampiresa en tono distraído, alzando la vista al cielo, a las estrellas. - Hay muchos tipos de amor. No siento apego por la familia biológica que en su momento tuve, ya que al perderlos, y al cambiar de naturaleza, mis emociones se enfriaron. Pero se creó una nueva especie de vínculo, que sólo los inmortales conocemos. El de un vampiro recién creado, y aquel quien lo crea. Románticamente, únicamente lo he amado a él. Y mi corazón siempre le pertenecerá. Pero cuando el cuerpo y la mente están estancados, ningún sentimiento es tan puro ni tan hermoso como lo es cuando somos humanos. Todo se tuerce. -Observó a la humana por el rabillo del ojo, intentando comprobar si la estaba entendiendo. - Puede decirse que la persona que me creó, y que por tanto se convirtió en mi Padre, en mi Hermano, en mi Maestro, en mi Sangre, y en mi Amante, era mucho más terrible que ese dueño del que me hablaste. Pero como mi nueva vida nació a partir de la suya, no puedo romper el vínculo, ni dejar de amarlo... -"Casi tanto como lo odio." Estuvo a punto de añadir. Si se paraba a pensarlo, lo siguiente más parecido que había sentido a esa clase de "amor" era lo que experimentó con su propia progenie, la primera vez que utilizó el don para convertir a otros. Pero le arrebataron a su creación, y por tanto la capacidad de volver a sentir nada por nadie. Y casi que era mejor así.
- Sospecho por tu pregunta que estás enamorada. No cometas el error de creer lo que otros dicen. Las ventajas de estar vivo es que el mundo evoluciona a tu alrededor, y que tienes permitido cambiar para adaptarte a él. Atarse a una persona y proclamar que será eterno, es un error. Especialmente si te esfuerzas por hacer realidad ese voto. Eres muy joven para eso. Nosotros no tenemos elección: tú sí. -Aunque eso también era, en cierto modo, una mentira, ya que si dependía de ella, Anouk no saldría viva de aquella fiesta, de un modo o de otro. Aunque ahora se planteaba si no sería más interesante dotarla del mismo don que parecía maravillarla tanto, que simplemente desangrarla.
Ophelia M. Haborym- Vampiro Clase Alta
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