Mascarada de Halloween

Localización ; En la avenida de los Champs-Élysées
Mansión Duque de Cassel
Hora; Las nueve y media de la noche
Dia; 31 de Octubre del año del señor 1800
Vestido
Floating
Mascara de cisne

Era una noche que iba a ser memorable para Eolion,la favorita de cada año para ella. La noche de difuntos, el año en la que los muertos volvían a la vida. Las brujas practicaban sus ritos y todo el mundo sobrenatural volvía a la vida. En cambio, el mundo de los mortales la celebraban de manera diferente, suntuosos bailes de mascaras en las que acudían toda l'a crème de la crème de Francia. Aunque Eolion no pertenecía a ese mundo, ella no iba a perderse ni un solo minuto. Iba a disfrutar como nunca lo había hecho, bailaría hasta el amanecer, coquetearía con todo aquel caballero que fuera guapo, atractivo y 'delicioso'. Aunque iba a ser algo difícil ya que la acompañaba un socio de su tutor, británico y casi un anciano. Su nombre era  Sir James Seward. Su tutor iría mucho mas tarde ya que prefería cenar un jovencito o dos para quedar su apetito satisfecho. Seward también era un vampiro milenario como su creador y tenía la suficiente confianza para ir con ella acompañada de su brazo.

A Eolion lo único que le importaba era disfrutar aquella noche. Su rostro de porcelana iba cubierto por una elegante mascara de cisne, que hacían resaltar sus grandes ojos azules y unos labios teñidos de rojo. Su cuerpo cubierto por suave muselina que hacía embellecer más aquel cuerpo exuberante de doncella, parecía una ninfa y cuando bajó del carruaje captó la mirada de todos los caballeros y la envidia de todas las damas que daban codazos a sus acompañantes cuando estos se quedaban embelesado. Era algo innato, su poder de seducción aumentaba más por su naturaleza y cuando lo usaba para conseguir lo que quería, todos caían bajo su embrujo hasta caer a sus pies.

Había  dejado  de  llover  y  James  la  ayudó  a  bajar  del  carruaje, su acompañante iba disfrazado con una ridícula mascara de león. Oyó  el  tintineo  de  monedas y  un  agradecimiento  del  cochero  antes  de  fustigar  con  suavidad  a  los  caballos  y  salir  trotando  para dejar paso a otro carruaje que llegaba con más invitados. Eolion se  agarró  del  brazo  de su protector  y  con  su diestra  sujetó  la  falda  de  su  hermoso  vestido.  Oía todo a su alrededor y mas allá el barullo  de  gente;  Sus risas, sus voces incluso el latir de todos sus corazones agitados que gritaban 'alimento y vida'.

'¡James,  no  te  esperaba y menos aún tan...bien acompañado por un bello cisne!'.  Era  monsieur Renard,catedrático de  la universidad de París.  El  anciano  rector  se  subió  las  gafas  con  uno  de  sus  regordetes  dedos  para devorar con la mirada a la bella dama que le acompañaba.  'Eugene, amigo,  ¿que  tal  estas?. Déjame presentarte a la dama Eolion Northman,pupila de mi colega el señor Russell Northman.

Monsieur Renard sin separar los ojos de aquellos blancos pechos, se acercó a la joven cogiendo su mano con delicadeza para besarla, por no decir sobarla. Eolion no pudo evitar evocar un gesto de desagrado, apartándola con rapidez. James, se dio cuenta de todo y solo pudo sonreír haciéndose el disimulado, mirando a su alrededor, observando aquel ambiente en el que todos los invitados iban disfrazados ocultando sus rostros junto con sus identidades hasta la media noche.

"Es un placer conocerle, monsieur Rennard. Espero que pase una buena noche de brujas. Esta noche, puede pasar de todo" Hizo un gesto con los dedos como limpiándose de los restos de saliva que el humano había dejado en su mano tras besar la. Ella fue tan atrevida que no se puso guantes para cubrir su piel. "James, voy a entrar, está haciendo un poco de frío. Puedes quedarte aquí hablando con tu amigo" Una sonrisa seductora dedicada al catedrático antes de soltar el  brazo de su acompañante y desaparecer entre el gentío, cogiendo la larga muselina de su vestido que parecía que flotaba a cada paso que daba. Y cuando entró en aquel palacio, sus ojos se abrieron y una sonrisa expresaba su sorpresa. Giró sobre si misma admirando los querubines del techo, aquel mármol italiano del quintecento que se extendía por toda la escalera que reinaba en el centro del extenso hall decorado con guirnaldas de flores y aquellos valses de la arrastraban al salón de baile donde allí todas las parejas se movían al son de la música.  Eolion, aún con el espíritu de una niña, reía feliz metiéndose entre las parejas danzantes, causando sensación con los caballeros. En  cambio las damas de la alta aristocracia, hablaban por lo bajo los malos modales de la joven. Aunque era sabido que lo que realmente sentían eran celos de su juventud y su inmensa belleza.

Eolion estaba embriagada por la belleza de la sala y por el sonido de la música que la orquesta de cámara brindaba aquella noche a los invitados. Se comportaba con libertad, girando sobre si misma, sintiéndose eufórica ya que con tan solo mover uno de sus largos y blancos brazos, sus movimientos estaban dotados por una elegancia que nadie tenía salvo ella y que podría atribuirse a su verdadera naturaleza la cual nadie podía imaginar que podría ser una autentica amenaza si aquel cisne no se hubiera alimentado aquella noche. Pero la joven vampira no esperaba que aquella noche de Halloween conociera al hombre. No, al humano el cual iba a despertar en ella algo parecido al amor.


Y cuando ella oyó esa voz profunda y masculina, Eolion se giró de golpe al no esperar el acercamiento de aquel caballero. Cuando lo miró, sus azules ojos que parecían zafiros brillar en la noche la hizo sonreír, una sonrisa que podría poner hasta celoso al sol. Reconoció aquella cita por supuesto. Pertenecía a la obra de Cyrano de Bergerac la cual había leído tantas veces que se la sabia de memoria. Así que atrevida, respondió de la misma manera, dando un paso hacia adelante sin tener miedo a la alta y imponente figura de Cyrano, impulsada por la pasión y entusiasmo otorgada por su eterna juventud.



"El alma que ama y revelarlo no osa, con la razón se encubre pudorosa. Me atrae un astro que en el cielo brilla; mido su altura, en mi ruindad reparo y, por miedo al ridículo, me paro a coger una humilde florecilla" Esas palabras salieron de su boca una detrás de otra dotadas por una pasión desenfrenada, sin apartar los ojos de los del caballero y sin desaparecer esa sonrisa radiante que escondía más de lo que mostraba. "Adoro a Cyrano, me ha sido imposible reprimirme caballero, espero que me disculpe por el atrevimiento de mis palabras ya que yo le disculpo las suyas ya que han sido un placer oirlas"Confiesa bajando los ojos y dedicándole una tímida sonrisa. "Pero perdone, no me he presentado, soy Eolion Northman" Eolion hizo una elegante reverencia ante el caballero, ante su Cyrano de aquella noche para volver a mirarle sin importarle la gente que les rodeaba o las impresiones que podían despertar.