Noche de halloween (maggie) (+18)

Un largo camino a lomos de mi caballo me quedaba todavía por delante cuando esa misma tarde tomé la decisión de dirigirme hasta una aldea cercana a París desde donde provenían ciertos rumores un tanto inquietantes y que habían conseguido llamar mi atención. Fantasmas, ladrones de tumbas, muertos que resucitaban; todas estas absurdas explicaciones y otras todavía más inverosímiles eran las citadas por sus habitantes para dar un sentido lógico a aquello que se escapaba de su entendimiento. Hechos sencillos de explicar por la simple presencia de un vampiro que estaba alimentándose de sus vecinos incluso de sus familiares. Lo extraño era que estuviesen formándose tantos neófitos, por lo general los chupasangre mataban para alimentarse, pero no para convertir a sus víctimas en sus semejantes. Esta última parte ya no era tan común y tal vez fuese por esto por lo que me sentí interesada por la historia en cuanto la escuché.
Poco después de la hora de la comida, conseguí deshacerme de Altair, mi maestro, con la excusa de que necesitaba tratar asuntos de mujeres. Era la única forma de poder disponer de un tiempo ilimitado sin necesidad de dar explicaciones. Pasé varias horas sobre mi montura, hasta que poco antes del anochecer alcancé mi destino. Tras registrarme en un pequeño hostal donde dejé a buen recaudo mi caballo y recabé toda la información que puede sobre lo que había ocurrido las últimas noches, decidí comenzar por donde habían sucedido los relatos más siniestros, es decir , por el cementerio. No tardé en romper el candado de la puerta con la empuñadura de la bastarda, abriéndome paso por la oxidada reja que chirriaba al ser abierta. Estaba colocando de nuevo la cadena desde dentro para ocultar mi presencia, cuando unos pasos resonaron cerca de allí. Con rapidez apoyé la espalda en el frío muro de piedra, y esperé con la respiración contenida a que hiciese aparición ese ser que estaba esperando. Saqué la espada de su vaina y me preparé para atacarle desde su lateral. -¿No le han enseñado que es de muy mala educación molestar a los muertos en su descanso eterno?- una sonrisa ladina se dibujó en mis labios cuando tras un susurro coloqué la hoja de mi espada rozando su cuello. O la poca luz que había me engañaba, o ese hombre estaba demasiado moreno para ser un vampiro.

Continuaba rozando su garganta con mi bastarda a sabiendas de que no se trataba de un vampiro. Su nítida mirada y el calor que emanaba su cuerpo, que podía apreciarse por el vaho que salía de sus labios en contraste con la temperatura exterior , eran signos inequívocos de que estaba vivo. Me resultaba excitante ese momento de tensión que se había creado entre los dos. Antes de que me indicase con la mirada que me estaba apuntando con un arma de fuego, ya lo sabía. Aunque el movimiento de su mano había sido tan rápido que había sido incapaz de seguirlo con la vista, el sonido de su pistola cuando la martilleaba me fue del todo perceptible. -No acostumbro a compartir información con desconocidos, pero ya que ha sido usted quien ha sacado el tema, puedo decirle que cabe la posibilidad de que coincidamos en nuestro propósito en este santo lugar.- sonreí divertida por ese sarcasmo tan propio de personas que cada noche se enfrentan a la muerte y amanecían sabiendo que habían sobrevivido un día más de milagro. Permití que alejase el filo de la espada de su cuello con la mano, dando por concluido nuestro fugaz desencuentro cuando a continuación enfundó su arma de nuevo y yo hice lo mismo con la mía.- Ambos sabemos que no son leyendas y que hay algo muy extraño detrás de tanto movimiento en el camposanto.- me quité el abrigo que cubría el resto de mis armas, entre ellas algunas dagas y estacas. Seguí al cazador que había decidido avanzar hacia el interior del tenebroso lugar, sacando esta vez el arco que llevaba colgando de la espalda y dejando a mano el carcaj con las flechas.- ¿Qué sois? ¿Un caza recompensas o algo así? Nadie en su sano juicio acudiría a un nido de neófitos, porque si está aquí debe saber que alguien o algo está formando un ejército, ¿verdad? Si los matamos entre los dos, espero que comparta lo que le hayan prometido.- sin aviso ninguno, disparó su arma contra una de las tumbas, alertado sin duda por el movimiento de uno de esos chupasangre. Tras eso se giró hacia mí, increpándome estar perdiendo el tiempo al intentar aclarar todo antes de empezar. Arrugué la nariz molesta y tomé una flecha.- ¿Quiere que terminemos con esto pronto? Espero que sea rápido, porque esos vampiros van a venir a buscarnos.- sentencié decidida antes de cortarme el antebrazo con la punta de la flecha, dejando que la sangre resbalase por éste.

Mi poco pensado pero eficiente plan de ataque estaba dando sus frutos, y es que ¿qué mejor forma de cazar vampiros que presentándoles una jugosa presa a la que acudir? No es que las tuviese todas conmigo, pero éramos dos cazadores armados hasta el cuello, y ellos solo eran como mucho media docena de inmortales que despertarían de su letargo diario con una sed voraz.- Si lo ve por el lado bueno, ya no tenemos que pasar la noche jugando al escondite tras esas tumbas. La humedad no me sienta nada bien y prefiero terminar esto cuanto antes.- cargué la flecha con la que me había cortado en el arco, apuntando hacia el corazón de uno de esos malnacidos. Segundos más tarde, ésta cortó el viento e hizo blanco justo en el centro de su muerto corazón, haciéndolo trastabillar y caer de espaldas. Pero ante mi estupefacta mirada, el desgraciado volvió a levantarse continuando su camino hacia mí; eso sí, ahora un poco más molesto por ese agujero que decoraba su pecho. Miré de reojo la lucha particular que llevaba el cazador, que parecía haber cambiado el arma y le iba bastante mejor que a mí.- ¿Por qué los tuyos si se mueren y los míos no?- pregunté cargando de nuevo el arco por dos veces y disparando a dos chupasangre que se encontraban demasiado cerca. Me colgué de nuevo el arco a la espalda, sacando una estaca tradicional y aprovechando el aturdimiento ocasionado por la flecha para abalanzarme contra el primero de ellos. Tras varios movimientos del inmortal que parecía estar cazando moscas en lugar de a una humana, clavé la estaca de lleno en su corazón, convirtiéndolo en cenizas. Una sonrisa de satisfacción se dibujó en mis labios justo antes de que el otro saltase sobre mí, derribándome sobre el barro. Podía sentir casi sus colmillos rozando mi antebrazo, por donde todavía fluía la sangre. Con rapidez saqué otra estaca y mientras me mordía con saña en el corte de éste, le devolví el ataque clavándole la estaca con rabia. Estaba colocándome en pie cuando sentí un pequeño tirón del carcaj y mi giré sobresaltada para comprobar como el cazador usaba mis flechas rotas para vencer al enemigo. Tenía que reconocer que tenía una buena técnica y que era muy muy rápido. Recuperé las estacas de los cuerpos antes de enfrentar su mirada.- ¿Y por qué íbamos a marcharnos ahora que esto se anima? Tengo tres estacas, otras tantas dagas y unas quince flechas. ¿A ti que te queda?- ladeé la cabeza sopesando si tendríamos suficiente, manteniéndome en mi posición para enfrentarlos.

No sabía si reír o llorar cuando me confesó las pocas armas que portaba. Empezaba a plantearme si alguno había ido a cazar letales inmortales en lugar de gallinas cluecas. Parecía que las cosas iban a ponerse muy feas de un momento a otro y estábamos prácticamente desarmados. No podía apreciar con claridad la posición de esos seres que nos acechaban, pero sí podía escuchar como arrastraban los pies cuando se aproximadamente a nosotros desde la oscuridad. El cazador tenía razón, debíamos salir de allí cuanto antes, pero entonces saldrían del cementerio y atacarían a la gente de la aldea. Sin aviso ninguno se abalanzó sobre mí, tumbándome en el suelo de un golpe seco.- ¿Así tan rápido? ¿Y el vino y las velas?- protesté con una sonrisa ladina, sintiendo todavía su peso sobre mí. No tardó en ladearse y comenzar a disparar inútilmente contra los inmortales que solo se veían detenidos por poco tiempo ante sus balas. Pero como si el espíritu de un loco lo poseyese, el cazador saltó de pronto derribando a dos vampiros por el golpe. Me quedé anonadada por todo el despliegue de rapidez y fuerza, además de destreza, que demostró al ir anulando uno a uno a varios de esos vampiros que no dejaban de aparecer por todos los flancos y que él eliminaba como si de un baile ensayado se tratase. De mayor quería ser como él. Tirando del carcaj me alejó unos metros de esas bestias que parecían dispuestas a servirme de cena. Tras levantarme sopesé atentamente su afirmación, comprobando que era cierto que estábamos ligeramente en desventaja por la falta de iluminación. Me rasqué la cabeza pensativa mientras él se encargaba de eliminar con su ballesta a algún vampiro más que impaciente se acercaba a nosotros. Una descabellada idea acudió a mi mente antes de que, el cazador me amenazase en vano con sacarme de allí de cualquier forma. Yo no huía de los problemas, los enfrentaba y quitándome el cinturón donde llevaba todas las armas, se lo entregué golpeando ligeramente su pecho.- Intenta que no te maten, tengo una idea.- sin esperar respuesta corrí hasta la entrada donde había dejado el abrigo, y rebusqué en los bolsillos hasta que di con lo que necesitaba. Volví a la carrera hasta donde había dejado al desconocido, enrollando mientras tanto mi abrigo en la pala que el enterrador había dejado por el camino, rociándolo después éste con el whisky que guardaba en una pequeña petaca.- ¿No decías que le tenías miedo a la oscuridad?- sonreí ladina colocándome a su lado antes de prender un fósforo blanco contra la tela de mi pantalón y encender con un fogonazo el abrigo impregnado. Cuando vi todos los ojos rojos que refulgían ante las llamas, deseé fervientemente seguir a ciegas

Sin más armas que la antorcha improvisada que mantenía sujeta entre mis manos, observé como los vampiros se acercaban por todos los flancos posibles. El cazador parecía haberse defendido bastante bien en mi ausencia, al menos continuaba vivo, pero algo me decía que no saldríamos de allí muy bien parados. En la oscuridad no me había dado cuenta de que el número de inmortales era tan numeroso, y entonces comprendí ese famoso dicho de ojos que no ven, corazón que no sale corriendo, o algo parecido. Moví con rapidez de un lado a otro la llama prendida que tan solo nos daría unos minutos de luz, esperando que mi gesto sirviese para marcar una distancia de seguridad y permitir que el cazador obtuviese más espacio de maniobra. Solo el arco quedaba sujeto a mi cuerpo tras haberlo pasado por mi cabeza y depositado sobre los hombros. Alcé una ceja cuando con un rápido movimiento éste sacó varias flechas del carcaj y "tomó prestado" mi arco. Preparó inútilmente unas flechas que no serían letales, o al menos eso pensé yo. Cuando las prendió y llenó el cementerio de pequeñas luciérnagas rojas no pude evitar sonreír.- Para que luego digan que los cementerios son lugares tétricos y oscuros. Mira que animado está éste.- distraída por el espectáculo no me di cuenta de que un vampiro se había acercado demasiado por mi espalda hasta que fue demasiado tarde. Sentí como sus colmillos desgarraban mi hombro salvajemente. Ahogué un grito de dolor con un gruñido rabioso que salió de lo más profundo de mi ser y girándome sobre mis talones, golpeé a antorchazo limpio contra ese desgraciado que me había subestimado. Teniendo en cuenta que debajo del abrigo en llamas estaba la pala de metal, los golpes fueron bastante contundentes. El vampiro reculó unos metros pero no dudó en volver al ataque segundos después. Cogí el palo de la antorcha y elevando mi rodilla derecha lo golpeé con fuerza, partiendo este por la mitad, consiguiendo así una estaca. No me hicieron falta más que dos pasos hacia él y la distracción al lanzar la antorcha hacía un lado del camino, para de un salto caer sobre su pecho hincando la estaca en éste convirtiéndolo en cenizas. Suspiré por la tensión todavía apoyada en el suelo, observando de soslayo como mi compañero no daba a basto mientras más ojos rojos se acercaban a nosotros. De nuevo con la estaca en mi mano me puse en pie, intentando controlar el ataque de otro neófito que me había cogido del tobillo y trataba de tirarme al suelo. Entonces, lejos de todo pronóstico, una cálida mano tomó la mía sacándome de allí en una rápida carrera por salvar nuestras vidas.- ¿Por qué me has hecho abandonar? Podía haber terminado con la amenaza.- sentencié entre jadeos, mirando que en sus manos y cintura algo faltaba. Me detuve en seco antes de entrar a la aldea, mirándolo fijamente confundida.- ¿Has dejado mis armas allí?¿Y ahora como los mato?¿A sustos?

Tras llegar a las primeras casas de la aldea que se encontraban más próximas al cementerio,   sumidos en la más absoluta oscuridad tras deshacerme de la antorcha, nos refugiamos en uno de los  estrechos callejones de separación entre ellas. Apoyé mi espalda en el muro frente al que había escogido el cazador para recuperar el aliento, fijando mi mirada en la suya mientras hablaba. Hice un divertido mohín y le saqué la lengua como reproche, cuando insinuó que los inmortales se morirían por verme.  Compartíamos un extraño sentido del humor que nos hacía congeniar incluso sin conocernos de nada.- Ahora mismo me pongo a hacer estacas con mi daga. Ah no, espera, que ya no tengo dagas.- resoplé molesta por haber perdido la espada de mi padre. - Me temo que un inmortal bastante más poderoso de lo que imaginamos ha escogido esta aldea como lugar estratégico para formar su propio ejército. Piénsalo. Está alejado de la ciudad, sus habitantes se pueden contar con los dedos y no podrían hacerle frente. Si no encontramos a quién está detrás de todo esto, esta aldea desaparecerá.- mis palabras eran firmes, no había un pizca de duda en ellas aunque en realidad sabía que era probable que esa noche ninguno de los dos saliese bien parado de allí. Seguí al cazador hacia la parte trasera de una de las casas, donde todas las luces estaban apagadas y deducí que sus dueños estarían durmiendo. Así que sin permiso y cometiendo el delito de intrusión en una propiedad ajena, nos adentramos en el hogar que por la capa de polvo que tenía y el frío que encerraban esas cuatro paredes parecía llevar abandonado unos meses. –No creo que cubrir las heridas con tela les impida seguir mi rastro, aunque gracias de todas formas. - desconcertada observé como el cazador me las vendaba con jirones de su ropa. Apenas había terminado de hablar, cuando tapándome la boca con su mano y un ligero tirón, me obligó a agacharme. Lo miré fijamente a los ojos, demostrando una mezcla de incredulidad y enfado por hacerme callar de esa forma. Le mordí la mano para que me soltase y me incorporé de nuevo sacudiéndome la ropa, pero entonces comprendí la razón por la que me había hecho ocultarme tras la mesa y volví a agazaparme junto a él. Busqué alrededor de donde permanecíamos escondidos algún útil con el que poder defendernos del dueño de esa tenebrosa sombra que había visto por la ventana, y al dar con ello, gateé hasta cogerlo volviendo después con rapidez junto al cazador. Del interior de la bota saqué una afilada navaja que le tendí con una sonrisa ladina junto con el palo de la escoba  que había cogido antes.- ¿Limpiamos entre los dos este infestado lugar?

Las sombras de más seres de las tinieblas se vieron reflejadas en la pared de la cocina, siendo proyectadas a través de la ventana e iluminadas por la tenue luz de la luna que nos guardaba esa noche. Ambas manos del cazador se posaron sobre mis labios, gesto inequívoco de su deseo de que permaneciese callada si no quería convertirme en cena de vampiro esa noche. Esta vez, y sin que sirviese de precedente, cedería a su orden, por la cuenta que nos traía a ambos. Agazapados cruzamos la cocina y el salón, hasta llegar a una escalera de madera que nos alejaría del neófito al acceder al segundo piso de la propiedad. Asentí con la cabeza cuando con gestos me suplicó que no hablase y tras devolverme el palo, ambos subimos con sigilo una escalera que nos complicaba bastante la existencia. Pequeños crujidos resonaban bajo nuestros pies, resultando extraño que el inmortal que se encontraba en el interior no estuviese ya tras nuestros pasos. Tomamos posición al final de un largo pasillo, con puertas adyacente a ambos lados,  que nos dotaba del espacio suficiente para poder planificar nuestro ataque en el caso de que el inmortal nos encontrase. Podía sentir mi respiración ajetreada por la adrenalina de la inminente lucha que podía ya tocar con los dedos, cuando el cazador afiló con rapidez el palo que había encontrado en la cocina, dotándonos de dos estacas improvisadas. Negué con la cabeza cuando me explicó su descabellado plan.- Es un neófito. Si tratas de derribarlo, el menor de tus problemas será que te muerda.- susurré acercándome a su oído esta vez; no quería ser la culpable que esa noche los dos terminásemos desangrados como gorrinos.- Espera que al menos nos presentemos y nos tomemos una copa antes de que te maten, ¿de acuerdo? -Teníamos que llegar como fuese a la habitación que tenía alquilada en el hostal para armarnos y tener alguna posibilidad.. El chirriante sonido de una puerta al abrirse a mis espaldas consiguió que un escalofrío recorriese todo mi cuerpo. Los movimientos de mi compañero fueron rápidos, pero no todo lo certeros que esperaba de él.- ¿Así es como esperabas distraer al neófito para que yo le atacase?- La imagen de una niña apareció ante nosotros, y antes de preguntar qué hacía allí, me abalancé sobre ella, cogiéndola del cuello y pegándola a la pared. Un pueblo lleno de vampiros y una niña despierta a esas horas, me hacía dudar bastante de cualquier ser que caminase entre las sombras. Mi mirada de desconcierto lo dijo todo cuando sentí la calidez de su piel y su expresión de pánico me dijo que iba a pasar nada bueno. Tapé su boca con mi mano, susurrándole.- Te soltaré si no gritas, ¿lo has entendido?

Sin dejar de mirar a los ojos de la niña, fui deslizando la mano hacia abajo, liberando poco a poco su boca y comprobando que había entendido la orden de que no debía gritar. Si no era tonta, debía saber que era lo que estaba pasando en su aldea, y que nuestra presencia allí no era otra que terminar con la vida de las abominaciones que la estaban destruyendo cada noche. Claro, que si se fijaba en nuestras armas, bien podía pensar que estábamos preparándonos para jugar al béisbol. Miré al cazador que se había convertido en mi aliado esa noche, asintiendo levemente con la cabeza, en un gesto con el que trataba de transmitirle que tenía la situación bajo control. Ambos centramos de nuevo nuestra atención en esas escaleras, por las que esperábamos que de un momento a otro subiese uno de esos seres que nos habían seguido desde el cementerio. Sentí como el color de mis mejillas desaparecía cuando tras de mí escuché un portazo, girando con rapidez la cabeza para comprobar que la niña había desparecido. Todos nuestros intentos por no hacer ruido y pasar desapercibido se fueron al traste cuando esa desgraciada decidió huir y vender nuestra alma a los neófitos que nos habían localizado sin problema tras el estruendo.
No me dio tiempo a protestar cuando el cazador tiró de mi mano arrastrándome hasta la puerta opuesta a la que había escapado la niña. Una vez dentro no se contentó con meternos debajo de la cama como hacía todo el mundo, sino que continuó guiándome hasta el interior de un armario en el que nuestros cuerpos quedaron completamente pegados al cerrar la puerta tras de sí. Entrecerré los ojos molesta por la cercanía de nuevo de ese cazador que era la segunda vez que se tomaba demasiadas confianzas, asintiendo sin estar muy convencida cuando me pidió gestualmente que guardase silencio. Moví despacio la punta de mi pseudo-estaca hasta su entrepierna, asegurándome que entre ésta y yo continuaría habiendo un espacio prudencial. El ruido de cristales rotos me puso sobreaviso de que un neófito había entrado por la ventana y sin poder evitarlo cerré los ojos y apoyé la cabeza en el pecho del cazador. Estábamos muertos y lo sabía. Pero contra todo pronóstico, tras varios eternos minutos, el vampiro se marchó por donde había venido y pudimos abandonar ese diminuto habitáculo.- Vayamos; no me gustaría que los neófitos se adelantasen y me quitasen el gusto de colgarla con mis propias manos.- me acerqué hasta la ventana con cautela, comprobando que no habían no-muertos a la vista.- ¿Serás capaz de saltar desde aquí?- sonreí con picardía, pasando una pierna por el alfeizar de la ventana dispuesta a saltar hasta la calle de nuevo.

Crucé la mirada por última vez con el cazador que se había convertido en mi inseparable compañero aquella noche de brujas. Lo que había planeado como una caza solitaria, se había convertido en una velada de lo más entretenida. Y es que no había nada mejor que una cacería de vampiros para unir a dos espirítus libres aunque fuese una sola noche. Con una jocosa sonrisa y tras guiñarle un ojo, salté del alféizar de la ventana hacia el exterior, tratando de amortiguar el golpe de la mejor forma posible. Acabé rodando por el suelo para no lastimarme las rodillas, y finalmente me quedé acuclillada observando como Vladimir hacia lo propio.

Me quedé con la boca abierta y los ojos abiertos como platos cuando vi la agilidad que tenía ese corpulento hombre para caer. Parecía que lo de saltar de ventanas de alcobas era su especialidad, imagen que provocó una ladina sonrisa en mi rostro al imaginar la razón por la que saldría de esa forma en lugar de por la puerta.
Levantándome tras recuperarme de la impresión, me acerqué a él mostrando gesto de sorpresa. - Vaya, buen salto.- apunté divertida llegando a su altura antes de ver como sus músculos se tensaban y se movía con rapidez hacia mí. Durante unos segundos me asusté, pensando que por alguna extraña razón iba a atarcarme, pero entonces contra todo pronóstico el cazador cogió a un inmortal que trataba de atacarnos y lo estampó, literalmente, contra la pared haciéndola añicos.

Hinflé los carrillos en pleno estado de shock y asentí con la cabeza la orden dada por el cazador. Después de lo que había visto, cualquiera le llevaba la contraria a ese Hércules de la época contemporánea. Cogí del suelo la pseudo estaca que tenía como única arma y me dirigí hacia la calle central de ese pueblo, con la intención de encontrar a esa maldita niña y despellejarla por habernos descubierto, antes de que lo hiciesen los vampiros.

Pasaron varios minutos en los que el silencio más sepulcral me envolvió, temiendo que esa niña había pasado a mejor vida y que el cazador me empotraría contra la pared por no haberla salvado, cuando la vi a un lado de la calzada observándome fijamente.- Eh, tú..no te muevas de ahí.- grité sin darme cuenta de que con eso acababa de delatar mi posición para los posibles neófitos que estuviesen cerca. Pero como era de esperar, la niña salió corriendo tras un lateral de la casa, obligándome a seguirla. Maldita niña, que pidiese a los diosese que los vampiros la encontrasen primero, porque seguro que iban a tener más compasión que yo.

Llegué al patio trasero de la casa, quedándome totalmente desconcertada al comprobar que estaba vacío. ¿Dónde se había metido la niña? Anduve despacio por el patio, buscando con atención algún rastro que me llevase hasta ella, y entonces vi una pequeña portezuela de madera que debía de dar a una especie de sótano bajo la casa. Así que, tratando de no pensar demasiado en que me estaba metiendo en la boca del lobo, abrí una de las portezuelas y me introduje en el interior.- Vamos pequeña, no te haré daño. Solo vengo a protegerte de esos bichos feos de ojos roj...- susurré, cortando mi frase a mitad cuando al menos una decena de ojos escarlata iluminaron la oscuridad del sótano como si fuera un árbol de navidad. Apreté con fuerza la estaca que llevaba en la mano, cerrando los ojos con fuerza para pedirle a Dios que me llevase junto a mi padre. El fin de mi existencia la tenía frente a mí, y era absurdo pensar lo contrario. Si de por sí sería dificil defenderme sin armas, en la más absoluta oscuridad era imposible.

Mantenía todavía los ojos cerrados, suplicando para que mi muerte fuese lo más rápida y menos dolorosa posible. Había visto a mi padre desangrarse entre mis brazos poco a poco, y desde entonces un miedo atroz de experimentar lo mismo se situaba en lo más profundo de mi corazón cuando salía de caza y las cosas se complicaban de esa forma.

No era mi intención rendirme en esos momentos, al menos uno me llevaría por delante, pero siendo realistas, poco podía hacer en un sótano rodeada de vampiros. Sujeté la estaca con fuerza y abriendo los ojos, sopesé cual era el chupasangre que más cerca tenía, así como cual parecía más fácil de matar. La oscuridad de la noche sumada a que estábamos bajo tierra no era que me ayudase mucho a localizarlos, solo esos ojos rojos que brillaban cual luciérnagas delataban su posición.

Más de pronto, y contra todo pronóstico, una intensa llamarada prendió frente a mí. Un suspiro de alivio salió de mis labios cuando escuché la voz del cazador, ordenándome que me echase al suelo. De nuevo, obedecí sin rechistar.- Pensaba que te había dado mal la dirección de la fiesta.- sonreí divertida al verlo a mi lado. Tal vez ahora, con el cazador luchando junto a mí, tendría la opción de salir con vida de esa emboscada.

El caos más absoluto estaba sembrado y muchos de los vampiros que segundos antes parecían dispuestos a servirme de cena, desaparecieron en cuanto el fuego empezó a destrozar el sótano. Afiancé la daga que había quedado bajo mi cuerpo al tirarme al suelo, y cuando estaba dispuesta a ponerme en pie para enfrentar a aquellos inmortales que quedasen allí, uno de ellos se avalanzó sobre mí. Sentí como sus colmillos atravesaban la carne de mi hombro antes herido y un gruñido de satisfacción salía de su garganta.

Pero esta vez no dudé, y con toda la rabia que tenía acumulada, clavé sin compasión ninguna la estaca en su corazón, consiguiendo que me soltase y dejase de suponer peligro alguno para el resto de habitantes de la aldea.- ¿Por qué todos me muerden a mí y a ti no se acercan?- pregunté taponando la herida del hombro con la mano, y mirando con curiosidad al cazador.

No era porque su olor no fuese agradable, eso lo podía confirmar. Después de tenerlo tan cerca de mi cuerpo en varias ocasiones, podía jurar que era de los pocos hombres de París que se lavaban, ¿entonces? Me encogí de hombros, era absurdo pensar que los vampiros tendrían un motivo lógico. Me agaché y recuperé la daga de un cuerpo convertido en cenizas, colocándome a su lado para dejar cubiertos más francos.- ¿Los grandes y enfurecidos para ti, y los pequeños y cobardes que están tratando de huir, para mí?- planteé mirándolo de reojo antes de lanzarnos de nuevo a la acción.