Noche de halloween (maggie) (+18)

Algo más animada desde que podía contar de nuevo con la inestimable compañía de ese cazador desconocido que se había convertido en mi más fiel aliado aquella noche, arremetí daga en mano contra uno de los muchos inmortales que parecían estar huyendo del lugar tras darse cuenta de que no estaba sola. Su entrada en escena había sido tan desconcertante que no solo yo había reaccionado con incredulidad, sino que la mayoría de vampiros habían salido despavoridos con su aparición.

Sonreí ladina ante su respuesta mientras asestaba el primer golpe de gracia sobre el corazón del vampiro, que percatándose de que lo perseguía había decidido convertirme en el último tentempié de la noche. Palabras del cazador que resonaban en mi cabeza y que bien podían haber sido en cualquier otra ocasión  pronunciadas por mis labios. Sin apenas conocerlo estaba practicamente convencida de que nos parecíamos más de lo que se apreciaba a simple vista, que ninguno de los dos le tenía miedo a nada ni a nadie y lo que más nos unía, que ambos disfrutábamos de cada segundo de esa peligrosa misión por la que nuestros caminos se habían cruzado, la caza de los demonios de la noche.

Un par de rápidos movimientos me fueron suficientes para terminar con la vida de ese inmortal que no opuso mucha resistencia cuando tras esquivar su primer ataque hundí la afilada hoja de mi daga de plata hasta lo más profundo de su pecho, sintiendo como la punta del arma sobresalía ensangrentada por la espalda. El cuerpo del no muerto fue desintegrándose en cenizas bajo mi mano, que apoyada en su pecho dejó de tener el apoyo que hasta entonces la sustentaba, colocándose por inercia de nuevo a un lado de mi cadera. Entre pequeños jadeos por el esfuerzo de la lucha, giré levemente la vista para comprobar la situación de mi compañero.

Entre luces y sombras, producto del humo y las llamas producidas por esas bombas caseras con las que el cazador se había unido a la fiesta, observé con admiración cada uno de sus gráciles movimientos al ir liquidando a esos monstruos incluso de dos en dos. Jamás había presenciado tal destreza en la caza como podía apreciar en la técnica utilizada por ese hombre, y eso que había luchado codo con codo con legendarios cazadores europeos. Dejé de prestar atención al resto de vampiros que huían del fuego y las armas de mi compañero, deleitándome de la escena que se abría ante mis ojos. Empecé a pensar que todo era producto de mi imaginación, que me estaba intoxicando por el humo y que la rapidez en la que él se movía no era más que una ilusión producida por ésta, cuando el cuerpo de un vampiro golpeó el suelo frente a mis pies, sacándome del trance en el que me encontraba.

Sacudí ligeramente mi cabeza para volver a la realidad, y terminando el trabajo que el cazador había comenzado, coloqué con fuerza la rodilla sobre la boca del estómago de mi presa para inmovilizarla, y con ambas manos atravesé su esternón con la daga. Fue tal el impacto de mi puñalada que la sangre de éste bañó mis manos, mientras su cuerpo se convertía en cenizas, dejándome de rodillas en el suelo. Suspiré lentamente, haciéndome a la idea mentalmente tras escuchar la propuesta del cazador que todavía nos quedaba una larga noche por delante y que todo lo acaecido hasta el momento había sido relativamente fácil en comparación con el desenlace que nos esperaba a unos kilómetros más al sur.

-Apenas nos quedan unas horas, pero deberíamos armarnos bien antes de meternos en un nido de vampiros.- confirmé ante su propuesta, mientras me ponía en pie y caminaba a su encuentro.- Te recuerdo que cierto cazador dejó todo lo que teníamos en el cementerio y solo tenemos una daga y dos estacas.-apunté con un mohín divertido, tentada a sacarle la lengua- Podemos ir a la habitación del hotel que tengo reservada. Allí tengo más armas, al menos para tener alguna posibilidad de salir con vida de ésta.-propuse esperando que reconsiderase la idea de tomarnos unos minutos antes de meternos de cabeza en la boca del lobo.- Además, podré curarme los mordiscos. Mi sangre les sirve de preaviso de mi presencia, hecho que no nos ayuda demasiado si queremos contar con el factor sorpresa.

Encaminé mis pasos hacia la escalera que daba al exterior del sótano, deseando volver a respirar aire fresco. Pero entonces me di cuenta de algo bastante importante y de lo que hasta ahora no me había percatado. Así que dándome la vuelta y buscando la mirada del cazador, estiré mi mano hacia él, hablándole en tono desenfadado.- Maggie Craig, propietaria de las armas que tienes que recuperar cuando todo esto termine.-pronuncié con una pícara sonrisa en los labios y cierto rubor en las mejillas.

Nuestros pasos se encaminaron sin mucha demora al modesto hotel (y único debería apuntar) de aquella aldea dejada de la mano de Dios donde había alquilado una alcoba para acomodarme durante mi investigación. No es que fuese muy lujoso, ni que mi habitación estuviese particularmente ordenada, pero necesitaba rearmarme y quitarme toda esa sangre de encima si quería acompañar al cazador a ese nido de inmortales antes de que los primeros rayos de sol despuntasen al alba. Apenas nos quedaban unas horas para librar una batalla que dudaba que estuviese equilibrada, pero era nuestra oportunidad de exterminar a esas ratas nocturnas y liberar de tal gran amenaza a una aldea que parecía haberse convertido en esos momentos en un pueblo fantasma.

-Escoge todas las que puedas portar o que pienses que puedan sernos de utilidad.- apunté mirando de reojo a Vladimir mientras sobre la cama dejaba una pesada maleta de piel, donde podía encontrarse una gran cantidad de estacas y armas punzantes, así como espadas cortas y un sustituto de mi arco. Con preocupación miré el arsenal que había frente a nuestros ojos, suspirando lentamente al reconocer que por muchas armas que tuviésemos, solo teníamos cuatro manos entre los dos. Y ellos parecía ser demasiados.- Es posible que no lo consigamos, ¿lo sabes, verdad?- susurré buscando su mirada. Por primera vez desde hacía mucho tiempo me sentía asustada. Nunca había enfrentado a algo tan grande yo sola y por desgracia mi padre ya no estaba a mi lado para infundirme el ánimo y el valor que tanto me hacían falta en esos momentos.

Coloqué mi mano sobre su hombro en señal de apoyo incondicional en esa misión que podía terminar con nuestras vidas en cuestión de horas.- Voy a coserme las heridas para que dejen de sangrar y a cambiarme de ropa. El olor a mi sangre nos delata incluso a kilómetros. No tardaré.- tras lo cual me acerqué al armario que contenía mi ropa, para desaparecer tras unos pasos por la puerta del cuarto de baño que dejé entreabierta.

Podía escuchar el sonido de las armas siendo movidas mientras me adecentaba con el agua del lavabo y me ponía unos pantalones limpios, quedándome solo con el sostén en la parte de arriba. La mayoría de las heridas provocadas por los colmillos de esos mal nacidos estaban casi cerradas, y apenas tuve que coser un par de ellas y taparlas todas con vendajes. Pero había una en especial que había sido hecho por un zarpazo de uno de los inmortales, que atravesaba todas las costillas por el flanco derecho y que no podía coser. Así que, colocandome a medias la camisola, salí de nuevo hacia la habitación con la aguja e hilo en la mano.- Tengo que pedirte un favor.- susurré con timidez, mostrándole al cazador la profunda herida que quedaba a la altura de mi cintura y elevando la aguja para que entendiese mi petición.

Se me hacía extraño dejar que alguien me curase, era algo que solo le había permitido a mi padre. Pero el tiempo apremiaba y no era momento de hacerse la valiente. O me curaba, o mi olor sería como una trompeta de presentación para los vampiros que nos esperaban hambrientos en su nido de serpientes.

La pregunta que el cazador me planteó minutos antes de que necesitase su ayuda para suturarme una de las heridas, no me había pillado del todo desprevenida. No eran precisamente pocos los que se preguntaban porque alguien como yo terminaba dedicándose a una empresa tan peligrosa como cazar sobrenaturales, aunque nunca me aventuré a preguntarles si su excepticismo era solamente por mi corta edad o por el hecho de ser mujer.

-No es necesario que te disculpes, a mucha gente le resulta extraño verme con armas y portando pantalones de cuero en lugar de corsé y falda.- respondí con una ligera sonrisa, aprovechando la pausa de sus manos para tomar aire de nuevo antes de que continuase cosiéndome.- Mi padre era cazador, y yo decidí desde que era pequeña continuar con su legado. La razón por la que tengo tantas armas ahora mismo es porque junté las mías y las suyas, ya que donde se marchó hace unos meses no las va a necesitar.

Apreté los dientes cuando las últimas punzadas terminaban con una de las suturas mejor hechas que había visto en mi vida; claro que coser a otro de frente era más fácil que hacérselo a uno mismo.-Mi padre murió en mis brazos después de ser practicamente desangrado por un vampiro.- susurré sin ser capaz de mirarle a los ojos en ese momento. Coloqué mi camisola en su lugar de nuevo tras vendarme con firmeza la herida, esperando así que aguantase sin soltarse ningún punto hasta terminar con esa misión kamikaze que nos llevaría a los dos por delante.- Fue por mi culpa. La situación no era muy distinta de la que tenemos ahora frente a nosotros.- comencé a explicar mientras comenzaba a cargar mi cinturón de estacas y dagas de plata.- Y mi padre cometió la imprudencia de estar más pendiente de que no me ocurriese nada a mí en lugar de vigilar bien sus espaldas. Tenía miedo de que saliese herida al llevarrme de caza sin haber terminado con mi aprendizaje. Si supiese que estoy buscando al vampiro que lo mató para vengarme y que salgo a cazar sola cada noche sería yo quien lo matase del susto.- reí de forma condescendiente, tratando de ocultar todo el inmenso dolor que sentía. Sin saber por qué me había sincerado con él, como si necesitase confesarle a alguien mi sensación de culpa antes de embarcarme en una misión que probablemente terminaría con mi existencia.

Di un largo trago a una botella de whisky que tenía sobre la mesilla de noche; elixir mágico que hacia desaparecer el dolor de las heridas con las que cada noche regresaba a casa. Lástima que ese líquido dorado no fuese capaz de curar todo el dolor que mantenía a mi corazón en vilo. Me acerqué hasta Vladimir segura de mis pasos, deseando empezar esa parte de la noche con final incierto.- ¿Preparado para hacerles bailar?-sonreí de lado, esperando que terminásemos la velada riéndonos en una taberna de una buena enfrenta, en lugar de tener que lamentar la pérdida del otro. Le había cogido aprecio en el poco tiempo que lo conocía, y no me gustaría perderle del mismo modo que perdí a mi padre.

Asentí levemente con la cabeza ante unas palabras que no era necesario ser analizadas profundamente para interpretar el significado de las mismas. Aquel cazador había sentido por experiencia propia la importante pérdida de un ser querido y por esa misma razón, no eran necesarias más explicaciones entre nosotros. Una sencilla sonrisa de condolencia sería suficiente para darnos ese apoyo moral que siempre necesitábamos los cazadores; y es que, a pesar de estar en continuo contacto con la muerte, uno no se acostumbraba a que las bajas pudiesen estar en su bando.

Durante unos segundos me mantuve en silencio, preparando concienzudamente mi carcaj con flechas esta vez con las puntas de plata. Si los vampiros a los que nos íbamos a enfrentar estaban en mayoría (que lo estaban), dicho metal nos valdría al menos para tener entretenidos a unos mientras abatíamos al resto. Nos estábamos metiendo en la boca del lobo, o en un nido de vampiros, mejor dicho. Negué con la cabeza dándome cuenta de que ambos nos habíamos embarcado en una misión suicida aún sabiendo las consecuencias que tendría cualquier descuido.

Miré de reojo a Vladimir, preguntándome que cruel suceso lo habría encauzado en el sendero de convertirse en lo que ambos éramos. Muchos de nosotros escogíamos ese camino como legado de nuestros antepasados, otros por pura venganza después de un hecho traumático, pero siempre, y recalco el siempre, tenía que haber una buena razón para quedarse. No era una vida fácil; la tensión, el miedo, las heridas, el futuro incierto (si es que teníamos un futuro)…eran puntos de esta forma de vida que terminaban pasando factura. Claro que algunos como yo, ya no sabíamos vivir de otra manera.

Sonreí ladina al pasar frente a él mientras salíamos de mi habitación, colocándome el arco sujeto a la espalda y el carcaj enganchado al cinturón junto con el resto de estacas. En silencio abandonamos la habitación con la extraña sensación en mi pecho de que no sabía si algún día volvería allí. Fuera, la humedad del aire llenó nuestros pulmones en un silencio sepulcral que nos informaba que no estábamos solos. Los pequeños animalillos nocturnos estaban cobijados en sus madrigueras o nidos, expectantes ante la batalla que se libraría aquella noche entre humanos y vampiros.

Tenía mis sentidos alerta con la finalidad de percibir cualquier sonido que nos pusiese sobre aviso de que el peligro era inminente, más fue su mano sujetando la mía y su particular gesto, los que me hicieron percatarme de que la noche iba a ser más difícil de lo que pensaba. Esos seres sabían ocultarse bien, y por alguna extraña razón parecían estar organizados. Los neófitos por lo general actuaban por su instinto de sed de sangre, sin embargo éstos permanecían a la espera. La luna en su cuarto creciente apenas iluminaba el callejón donde se encontraban agazapados, pero su luz fue más que suficiente para que pudiese percibir el reflejo de sus rojizos ojos.

-Si esperamos a que ellos ataquen primero tendremos menos posibilidades de destruir toda organización que tengan.- susurré acercándome ligeramente hacia el cazador, mientras descolgaba el arco de mi hombro y tensaba dos flechas en éste. Sonreí con malicia desviando la vista hacia el callejón, apuntando a dos de los que tenía más clara su silueta.- Cuando me digas saco a bailar a los dos primeros.

Apenas podía adivinar el punto exacto donde se encontraban esos desgraciados neófitos, cuando las palabras de Vladimir me sacaron por completo de la concentración en la que me hallaba siempre antes de cada tiro. ¿Qué hiciese qué?, me pregunté a mí misma a gritos. Pero, ¿es que este tipo se había vuelto loco?

-Agradezco Vladi tu confianza en mi puntería, pero….- no esperó a que terminase de explicarle que su plan era descabellado; que por muy bien que se me diese tirar con arco no podía desviar la flecha en el último momento y que, aunque él tuviese un ojo en la nuca, sería incapaz de esquivarla debido a la velocidad a la que iba.

Gruñí por la terquedad de mi compañero, que una vez más intentaba mantenerme lejos de la acción, probablemente para protegerme. ¿Es que acaso no había escuchado la historia de cómo había muerto mi padre? Cuando todo esto terminase le iba a dar una buena reprimenda por dejar a mi corazón en vilo de nuevo.

Descargué una de las flechas puesto que no era lo mismo tener que controlar dos de ellas que solo una en un solo tiro. Si el cazador no hubiese estado de por medio, disparar dos al mismo tiempo nos hubiese dado ventaja, pero así lo único que podía ocurrir es que terminase por atravesarle alguna parte de su anatomía que de seguro necesitaba para continuar viviendo.

A pesar de que su plan me pareció descabellado en un principio, con mi puntería desde la lejanía y su determinación en el cuerpo a cuerpo, uno a uno los neófitos fueron cayendo bajo nuestras manos. Tenía que reconocer que lo había subestimado, y que tras verlo moverse entre los vampiros clavando las estacas a un ritmo frenético, me había dado cuenta de que jamás había visto a nadie luchar de esa forma tan eficaz. Era increíble la rapidez con la que se movía, sus golpes certeros y al mismo tiempo la tranquilidad con la que parecía hacer todo, como si supiese de antemano el movimiento de cada uno. Y es que si había algo de lo que no tenía duda, es que Vladimir era de los mejores cazadores que había conocido jamás.

Continuamos nuestro camino hasta el lugar que probablemente sería el nido de vampiros, hablando tranquilamente mientras nos recolocábamos las armas cuando de pronto una sombra oscura nos esperaba al fondo de la calle. Pude sentir como mi compañero se tensaba por momentos, e imaginé que nuestros planes habían cambiado de golpe. El causante de los estragos acaecidos en esa pequeña aldea había sido tan amable de venir a recibirnos.

-Hombre, es muy feo el pobre, pero tanto como para salir corriendo…- respondí  asomando la cabeza por unos de los lados del cazador, que de nuevo sacaba su instinto protector y se colocó entre la bestia y yo. Di un paso a un lado para quedarme frente a frente con nuestro objetivo, sacando de nuevo el arco y dispuesta a luchar.- Somos dos, él solo es uno. Terminemos con esto de una vez  y vayámonos a comer algo, si es que encontramos algún lugar abierto a estas horas.

No comprendía la tensión que emanaba mi compañero. Cierto que aquel vampiro no era un neófito, pero ni yo era manca para luchar ni Vladimir un cazador inexperto.

La rapidez con la que ese vampiro comenzó a moverse a nuestro alrededor era altamente mareante. A lo que teníamos que añadirle la espeluznante voz de ultratumba con la que nos hablaba  que ponía los pelos de punta hasta al más valiente, ¿vendría en el lote lo de la fealdad y esa voz tan siniestra?. Ladeé la cabeza mirando a Vladimir, sin saber muy bien porque el inmortal le realizaba esas preguntas tan extrañas. Parecía que la intención de ese ser de las tinieblas no fuese otra que crear la duda entre nosotros pero, ¿cómo?

Estaba a punto de preguntarle al cazador sobre las extrañas palabras del inmortal, cuando de nuevo y sin previo aviso me tomó de la mano para retroceder unos pasos y tratar de ocultarnos en un lugar más seguro, imaginé que para elaborar un plan de ataque. Solo había un pequeño contratiempo, que al vampiro no le harían falta más que un par de minutos para localizar los latidos de nuestros corazones y sorprendernos mientras todavía estábamos distraídos.

-¿Nosferatu?- pregunté en un susurro, mirando ligeramente hacia un lado como si allí fuese a encontrar la información que no tenía.- He escuchado hablar de leyendas que cuentan que hay vampiros mil veces peor a los vampiros comunes; que son mucho más fuertes y sanguinarios, ¿te refieres a eso?
Escuché con atención como Vladimir me explicaba nuestra situación, que según me parecía era extremadamente complicada.

Jamás había luchado contra un ser de esas características y por mucho que hubiese cazado más de un vampiro a la vez, me sentía totalmente perdida ante tal engendro de la naturaleza.
Mis ojos se clavaron en los del cazador, confusa por las últimas palabras del vampiro. Me había demostrado con creces que era un excepcional cazador y que tal vez la peligrosidad a la que se refería el nosferatu era relacionado con eso. Pero, ¿por qué tanto énfasis en querer revelar una verdad que al parecer a mí se me escapaba?

-No sé que es lo que quiere, a parte de distraernos y que nuestras fuerzas mengüen. Pero me has salvado la vida en varias ocasiones, además de que eres un cazador excepcional. Cuando todo esto termine, si lo deseas, me gustaría que me contases eso que parece ser la razón por la que el nosferatu cree tener el as bajo la manga. Pero ahora estamos juntos en esto.- apunté consciente de que quizás después de la confrontación con el inmortal tendríamos una conversación pendiente. Estaba confiando de nuevo mi vida en él, y sabía que no me fallaría. En esos momentos era todo lo que necesitaba saber. Posé una mano sobre su hombro, señal inequívoca de que estábamos juntos es esto hasta el final.- Bueno, ya sé que es feo y tiene muy mal carácter. Me falta saber lo más importante, ¿cómo lo matamos?

Sonreí ladina llevando mi mano al arco que llevaba sujeto a la espalda. Necesitábamos un plan de ataque y el tiempo corría en nuestra contra.

Observé con atención como Vladimir ataba a mi cintura una de esas bombas caseras, sin estar muy convencida esta vez de que su plan fuese el correcto. O yo sabía muy poco de vampiros, o lo único que conseguiríamos quemándolo con aquello sería cabrear todavía más a un monstruo colmilludo que comparado con el demonio este último parecía un angelito.

-Vladi, no veo muy claro esto. ¿No sería más fácil clavarle una est...?- comencé a susurrar, esperando tener un segundo plan de ataque mejor que convertir a nuestro enemigo en una barbacoa. Pero la voz del nosferatu sobrepasó la mía, y enmudecí para poder escuchar su siguiente amenaza.

-¿Qué sucede cazadora? ¿Es que ahora te vas a unir a tu peor enemigo con tal de darme caza? Me gustaría saber que piensa tu gremio de que luches hombro con hombro junto a uno de esos seres.- podía escuchar la voz socarrona de la bestia desde todos los ángulos posibles, como si se estuviese ayudando de algún truco para que el eco retumbase por todas partes. Llevé mi mirada de nuevo hasta Vladimir, con el ceño fruncido y negando ligeramente con la cabeza. ¿Enemigo? Suspiré lentamente haciendo acopio de valor cuando sentí que las fuerzas comenzaban a fallarme. ¿Qué podía estar ocultándome ese hombre que en todo momento me había mantenido a salvo, incluso poniéndose él mismo en peligro para conseguirlo?

-Sé perfectamente junto con quién estoy luchando, así que te recomiendo que no malgastes tus últimos minutos de vida en intentar convencerme de lo contrario puesto que no lo conseguirás.- murmuré alejándome varios pasos de Vladi intentado averiguar de donde salía su voz.

Descolgué despacio el arco de mi espalda, mientras mi mirada seguía atenta a cualquier movimiento que pudiese significar que estaba cerca. Pero nada, ni el más simple sonido se escuchaba en aquel lugar que ahora parecía sin lugar a dudas un pueblo fantasma. Estaba tensando una de las flechas que había cogido del carcaj, cuando pude sentir como una corriente de aire me rodeaba por completo, y entonces cuando me giré para buscar al nosferatu comprendí que me había tendido una trampa para dejarme a su merced.

Un grito ahogado salió de mis labios cuando sus colmillos se clavaron en mi cuello, al tiempo que me mantenía sujeta desde atrás tironeando de mi barbilla hacia arriba. Tuve que soltar la flecha y el arco para tirar de sus manos y evitar que me ahogase, pero su fuerza era tal que fue inútil tratar de mover sus manos de esa posición. Fue entonces cuando recordé el plan de Vladimir, y antes de que perdiese el conocimiento por la pérdida de sangre, solté la cuerda que ataba a mi cintura la botella que contenía al líquido, y con fuerza la estampé contra la cabeza del nosferatu que continuaba alimentándose de mí.

El aceitoso líquido se derramó por doquier, junto con una considerable cantidad de cristales rotos que cayeron también sobre mí. El ser de la noche me soltó de su agarre, vociferando insultos en algún otro idioma que desconocía, mientras yo busqué la mirada de Vladimir encogiéndome de hombros cuando ambas se cruzaron.- Mojé al vampi, ¿no? Más o menos el plan salió bien.- susurré recogiendo mis armas del suelo y corriendo hacia él. El único inconveniente es que yo también estaba empapada, además de que estaba cubierta de punzantes cristales y la herida del cuello parecía no cerrar con rapidez.- Y ahora, ¿preparamos las brasas para la barbacoa de nosferatu?- pregunté posicionándome a su lado.

Desconcertada y no del todo de acuerdo de las nuevas órdenes de Vladimir, lo miré de reojo durante unos segundos, esperando inultimente que se percatara de que no compartía su plan de mantenerme al margen de aquella pelea en la que dejarlo solo sería como entregárselo al nosferatu en bandeja. Si de por sí la superioridad numérica en este caso no era señal de tener la balanza a nuestro favor, si además yo me marchaba sería como ponerle al cazador un lazo rojo de regalo antes de ofrecérselo vampiro. Sonreí ladina ante tal extraña ocurrencia, retirándome finalmente hacia una callejón con el fin de cumplir en parte lo ordenado por Vladimir.

-No tardaré, intenta mantenerte vivo hasta mi vuelta..- le susurré antes de marcharme de su lado, sintiéndome culpable por ponerlo en peligro de esa forma.

Si en algo tenía razón es que tenía que atender en primer lugar la herida que tenía en el cuello, fruto del mordisco del nosferatu; así que tras sacarme la camisola por la cabeza, rasgué con rapidez parte de la tela que permanecía seca, improvisando un pequeño pañuelo con el que tapar las dos marcas del mordisco por donde todavía brotaba sangre.
Mis pantalones continuaban imprengados en el alcohol que había derramado sobre el vampiro, así que decidí también quitármelos para evitar posibles accidentes como prenderme fuego por accidente; y así, vestida solo con un conjunto de ropa interior en una noche que no tenía nada que envidiar a las del polo norte, cargué en una mano mi carcaj y en la otra el arco para salir corriendo de nuevo hacia donde los había dejado minutos antes.

Mientras llegaba podía escuchar signos de lucha; gruñidos, golpes y el movimiento de ambos era facilmente identificable a pesar de que todavía me encontraba alejada de su posición. Traté de agilizar mis pasos para ganar velocidad, temiéndome lo peor cuando cesó todo sonido del lugar de la pelea. Tensé una de las flechas en el arco al tiempo que continuaba caminando, esperando llegar a tiempo para ayudar a mi amigo; más lo que me encontré fue una escena que no me esperaba en absoluto.

Podía ver a Vladi solo en el centro, buscando concentrado alguna pista que le proporcionase indicios de donde se encontraba el nosferatu; ajeno a mi presencia. Fue entonces cuando la poca sangre que mantenía en el cuerpo se congeló, cuando al mirarle a los ojos cuando se dio la vuelta puede  ver el reflejo ambimarino en éstos, señal inequívoca de que el cazador era mucho más de lo que decía ser y que como bien había dicho el nosferatu, era mi enemigo.

Sin dejar de apuntar hacia su posición, nuestras miradas se cruzaron de nuevo, solo que esta vez ya no eran esos ojos castaños de antes los que me observaban, sino la mirada de un licántropo en plena caza los que se dirigían hacia mí. Tomé aire despacio, sin dejar de tensar la cuerda del arco que mantenía en mis manos, hasta que sin poder esperar más, solté la flecha hacia su posición.
Con gran velocidad, la fecha pasó rozando practicamente su hombro, atravesando el cuello del nosferatu que aprovechando el desconcierto de ambos había tratado de atacarle por la espalda. Los alaridos del inmortal resonaban por todo el bosque, cuando nuestras miradas se cruzaron de nuevo.- Cuando termine todo esto, tenemos mucho de qué hablar.- apunté apoyando una rodilla en el suelo, exhausta por los últimos acontecimientos, sin dejar de observar la escena que tenía lugar frente a mis ojos.- Ahora haznos un favor a los dos y termina con él.

Mantuve la respiración los pocos segundos que duró aquella complicada lucha entre dos de los mayores enemigos conocidos, un licántropo y un nosferatu, observando con dedicación la fuerza y la tenacidad del que hasta hacía unos minutos había considerado un cazador diestro. Era estremecedor ver como la furia asesina del lobo era capaz de arrancar con sus garras el cuello de un ser de las tinieblas temido en todos los confines de la tierra. Un suspiro cargado de alivio salió de mis labios cuando por fin la cabeza del nosferatu terminó rodando entre nuestros pies a la llegada del alba.

-Que curioso. Si hubiesemos esperado unos segundos más el sol habría hecho nuestro trabajo y ahora no estaríamos tan exahustos.- apunté colocándome en pie de nuevo, sin poder evitar sonreir tras escuchar las pudorosas palabras de Vladimir sobre mi escueto atuendo.- No creo que sea la primera mujer que vea en ropa interior, y era mejor esto que terminar con la ropa prendida en llamas, ¿no cree?-pregunté en tono afirmativo, elevando la ceja y colocando las manos boca arriba para darle más énfasis a mi explicación.

Mi mano derecha fue instintivamente a una de las dagas de plata que colgaban en el cinto cuando el cazador, licántropo o lo que demonios fuera se acercó a mí quitándose la chaqueta ¿hace un momento quería que me vistiese y ahora era él quien se quitaba la ropa? Algo no marchaba bien en la cabeza de ese tipo. Estaba tirando ya de la empuñadura del arma para clavársela sin dudar en caso de que se acercase en demasía, cuando sus palabras me pillaron del todo descolocada.- Amm, muchas gracias. Como bien dice puedo perder ventaja frente a mis rivales si enfermo, y no me gustaría que eso me sucediese con vos.- respondí medio en broma, medio en serio, al tiempo que tomaba la prenda que me ofrecía colocándola como era debido. Agradecí que estuviese además tan calentita, señal sin duda de la capacidad del lobo para mantener su temperatura corporal.

A duras penas comencé a andar hacia la habitación del motel que tenía alquilada. Dudaba que pudieses mantenerme en pie mucho más tiempo después de la pérdida de sangre entre tanto mordisco; entre unos y otros se habían dado un buen festival conmigo. Como detestaba a los vampiros; no era nada en comparación a los licántropos...me giré levemente para comprobar que Vladi me seguía, dispuesto a resolver mis dudas, incluso expuesto a que tratase de cazarlo tras descubrir su verdadera naturaleza.- Necesito un baño caliente y comer algo, así que si no te incomoda prefiero que vayamos a donde me alojo.- apunté volviendo la vista al frente, retomando mi sinuoso caminar hacia allí.-¿Si no lo hubiese descubierto, me lo hubieses dicho?- pregunté deteniéndome durante unos segundos, cerrando los ojos al sentir que me mareaba y el suelo se movía.

Me giré para poder enfrentar diractemene su parda mirada. Las palabras podían ser manipuladas de tal forma que la verdad no terminase de ver la luz, pero los ojos eran el espejo del alma. Realicé un pequeño mohín al comprobar que no mentía, que hubiese sido capaz de ocultarme su verdadera naturaleza a pesar de la confianza que parecía haber ido creciendo entre nosotros durante aquella larga y tortuosa noche. Claro que tenía que admitir que no era tampoco muy lógico que al presentarse me hubisese dicho "Hola, mi nombre es Vladimir y soy un licántropo cazador de vampiros". Sacudí ligeramente la cabeza, haciendo responsable de mis estúpidos pensamientos al cansancio y la falta de sangre.

-¿Así que un cazador ruso?.- pregunté retomando de nuevo el camino hacia el hostal, dándole la espalda y esperando que no se marchase. No me sentía con fuerzas para luchar contra ningún ser de la noche más, y por extraño que pareciese, me sentía segura a su lado.- Me había parecido que hablábais de forma extraña, pero no atinaba a adivinar el por qué.- apunté mirándolo con una sonrisa ladina cuando se apartó frente a la puerta para dejarme pasar primero, haciéndome yo cargo de abrir ésta. Lobo listo, que no quería dar la espalda a una experimentada cazadora como yo. Vale, pensé siendo más sincera conmigo misma, dejémoslo solo en cazadora con dagas de plata.
-No acostumbro a atacar por la espalda a nadie, y menos cuando ese ser me ha salvado la vida varias veces. Todos tenemos derecho a una oportunidad, incluso a dos o tres, si somos propensos a meter la pata a menudo.- bromeé entrando en la habitación, dirigiéndome hasta el armario donde cogí ropa de repuesto y una toalla.

-Tienes permiso para entrar. No ha cambiado nada entre nosotros...bueno sí, después de verte luchar como humano, trataré de estar lejos de ti en la próxima luna llena, lobito.- apunté con un guiño antes de meterme en el cuarto de baño para darme una relajante ducha de agua caliente, mientras él tomaba asiento en uno de los desgastados sillones de la habitación.

No me demoré demasiado en adecentarme y vendarme todas las heridas, que para variar no eran pocas. Imaginaba que él también necesitaría ducharse y que si era como yo, tendría un hambre atroz a esas horas. Me vestí con unos pantalones cómodos de algodón y un jersey que perteneció a mi padre y que me gustaba ponerme cuando había tenido una noche complicada, ya que no presionaba los golpes ni heridas que me hubiese llevado esa noche. Salí finalmente del aseo, acercándome hasta Vladimir con una toalla limpia en las manos que dejé sobre su regazo.- Date un ducha, seguro que te viene bien. No tardaré en volver con ropa limpia para ti y algo de comer.

Apoyé mi mano en su hombro, presionándole suavemente. Era un cazador como yo, independientemente de lo que hiciese durante luna llena. Y entre nosotros nos ayudábamos. Así que con la promesa hecha y regalándole un poco de intimidad mientras se aseaba, me marché de la habitación para volver poco después con lo que había predicho. Lo bueno de que los aldeanos estuviesen tan asustados es que no salían de sus escondites al escuchar ruidos en sus casas, y "tomar prestada" ropa para Vladimir no me resultó complicado.- Espero que sea de tu agrado.- apunté con una sonrisa cuando el lican salió y le mostré la ropa y algo de comida que había podido conseguir en la cocina del hostal.