AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Afectos secundarios {Priv.}
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Afectos secundarios {Priv.}
Recuerdo del primer mensaje :
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Los días se sucedían vertiginosamente, se acercaba la fecha del enlace y todo se precipitada como una vóragine: flores, regalos, cartas y más cartas, imprevistos, mil cosas que tener en cuenta, citas, visitas, familia, amigos... Sentía que la cabeza la iba a estallar. Menos mal que su madre era una perfecta organizadora y sabía cómo hacerlo todo como debía ser. Quinientos invitados. ¿En serio? si no conocía a tanta gente... pero es lo que sucedía con las bodas de los nobles, que menos de 300 era un insulto.
Habían decidido celebrarlo en una castillo fuera de París en el Château de Vaux le Vicomte, en Maincy, que había sido propiedad de la Corona francesa. La prepiedad era espectacular. De haberlo celebrado en Inglaterra habría sido en la mansión familiar, pero Aveline se quería casar en París donde residía y donde seguramente se quedase a vivir definitivamente si nada lo impedía.
Su padre y sus hermanos habían llegado a la capital francesa unos días atrás y en la casa que habitaban Axel y ella el trajín era considerable. Toda la familia se daba cita en el desayuno, la comida y la cena si no les secuestraban los compromisos, ya que aprovechaban para reunirse con la Orden, con sus socios en los negocios y otros compromisos sociales, no siempre se podía invitar a Melinda Blackmore a un té, o a Lord Stuart a visitar la fábrica que necesitaba socios capitalistas.
Apenas veía a Stein, y Corbin estaba desaparecido. No podía culpar a ninguno, aquello era una locura, entrar a formar parte de aquel clan comportaba esos efectos secundarios, que ella había rebautizado como "afectos secundarios" entre risas.
Y finalmente... llegó el día. Había visto a Stein el día anterior por la mañana y ya no había sabido nada más de él, pero tampoco es que ella tuviera un dia tranquilo, así que se fue a dormir tarde tras tomarse una copa con Axel junto al fuego y charlar un rato. Los hermanos no habían tenido tiempo de charlar tranquilamente desde hacía dias.
— ¿Estás nerviosa?
— Estoy... atacada. No pensaba que esto podría conmigo...prefiero mil veces ir a liquidar un nido de vampiros.
— Venga ya! no es para tanto, tú eres la reina de los eventos sociales, todo saldrá estupendamente bien.— Aveline se quedó pensativa mirando la copa y después clavó sus ojos verdeazulados en su hermano mayor.
— ¿Estoy haciendo lo correcto? a veces creo que todo esto es una locura y que algún día me arrepentiré...
— ¿qué te dice el corazón?
— ahora mismo...que me acabe esa botella...pfffff...está bien.— miró a Axel y rodó los ojos.— Que no lo deje escapar.— su hermano sonrió de medio lado mientras se levantaba del sillón para abandonar la estancia.
— Pues ya tienes tu respuesta, Faith. Ponte ese vestido magnífico y la mejor de tus sonrisas, y disfruta de ese día, porque va a ser muy especial.
Melinda la despertó antes del amanecer, tenían mucho que hacer, se dio un baño y comenzaron a peinarla, entre dos manos fueron trenzando y recogiendo sus mechones rubios para retirarle el pelo de la cara y sujetarlo recogido en la nuca. Su vestido era muy moderno, se salía de los cánones de la época, pero nadie esperaba otra cosa de Aveline Faith, la estrella de la ópera, la mujer que había esperado hasta los 30 para comprometerse y buscar marido. Desayunaron todos juntos antes de empezar a vestirse, y los nervios empezaron a carcomerla. Trajeron el vestido del atelier y se lo puso comprobando que le estaba como un guante. ¿Y si Stein no aparecía? ¿Y si se lo había pensado mejor y decidía no acudir? Le ha había prometido que estaría allí con ella aunque fuese lo último que hiciera. Se sacudió los pensamientos negativos y subió al coche de caballos que la llevó al Chateau.
Los 500 invitados esperaban en los jardines del castillo, donde se había dispuesto largas mesas con comida y bebida para matar el rato hasta que llegasen los novios, La Orquesta Filarmónica al completo interpretaba piezas que había escogido Aveline personalemente, entreteniendo a la concurrencia y haciendo las delicias de la alta sociedad. Aquella boda iba a ser recordada por mucho tiempo por la exquisitez de la decoración, el lugar escogido, la abundancia de comida y bebida y todos los detalles cuidados al mínimo.
El coche de la novia llegó al Chateau, y los invitados acudieron a sus sitios para que comenzara la ceremonia. El cura y el juez estaban esperando en lo que sería el altar que habían montado al final de un pasillo de flores. La novia descendió del coche y de inmediato comenzaron los murmullos. ¿No era muy escotado el vestido? ¿seguro que no era una provocación más de lady Blackmore? Ciertamente estaba muy guapa y le sentaba muy bien, pero como siempre, un diseño adelantado a su tiempo.
William se le acercó y le susurró al oído que Stein no había llegado. ¡Maldición! el puñetero brujo no había llegado. Sintió el pánico atenazarse en la boca de su estómago. ¿La habría engañado todo ese tiempo para asestarle la puñalada final de esa forma? si era así, tendría que felicitarlo, porque la iba a hundir en la miseria. Se sintió idiota con ese vestido blanco, con las flores en las manos y sonando Las cuatro Estaciones de Vivaldi de fondo. Seguramente su familia podría atajar la crisis, mantener a los invitados contentos y que con el tiempo se olvidase el asunto, pero ella... ella jamás se recuperaría de una herida así. Había confiado en Stein, le había confesado sus sentimientos, había aceptado su anillo, que ahora brillaba en su dedo...y él no había aparecido.
- Mi frío:
Cuando el extremo de tu cama se acorte y llegue la noche
tus pies notarán mi frío y entraré por tu ventana.
Con forma de sueño roto agrietaré tus sábanas,
y como no habrá luz tú no sabrás lo que pasa.
Porque seré del aire, entraré en tus pulmones
y serán las canciones las que hagan de tu sangre.
Correrán por tu cuerpo, te llamarán cobarde
y no tendrás ni tiempo para poder salvarte,
para poder salvarte...
¿No notas el olor a muerte que hay en todo el mundo?.
Está en los ojos de la gente, por nosotros están de luto.
Como la primera vez en que te quise atar,
inevitable y brutal, a tu vida me até.
Porque seré del aire, entraré en tus pulmones
y serán las canciones las que hagan de tu sangre.
Correrán por tu cuerpo, te llamarán cobarde
y no tendrás ni tiempo para poder salvarte,
para poder salvarte...
Cierra bien la puerta de tu balcón,
puede que no tengas mañana corazón.
Porque seré del aire, entraré en tus pulmones
y serán las canciones las que hagan de tu sangre.
Correrán por tu cuerpo, te llamarán cobarde
y no tendrás ni tiempo para poder salvarte,
para poder salvarte...
Porque seré del aire...
tus pies notarán mi frío y entraré por tu ventana.
Con forma de sueño roto agrietaré tus sábanas,
y como no habrá luz tú no sabrás lo que pasa.
Porque seré del aire, entraré en tus pulmones
y serán las canciones las que hagan de tu sangre.
Correrán por tu cuerpo, te llamarán cobarde
y no tendrás ni tiempo para poder salvarte,
para poder salvarte...
¿No notas el olor a muerte que hay en todo el mundo?.
Está en los ojos de la gente, por nosotros están de luto.
Como la primera vez en que te quise atar,
inevitable y brutal, a tu vida me até.
Porque seré del aire, entraré en tus pulmones
y serán las canciones las que hagan de tu sangre.
Correrán por tu cuerpo, te llamarán cobarde
y no tendrás ni tiempo para poder salvarte,
para poder salvarte...
Cierra bien la puerta de tu balcón,
puede que no tengas mañana corazón.
Porque seré del aire, entraré en tus pulmones
y serán las canciones las que hagan de tu sangre.
Correrán por tu cuerpo, te llamarán cobarde
y no tendrás ni tiempo para poder salvarte,
para poder salvarte...
Porque seré del aire...
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Los días se sucedían vertiginosamente, se acercaba la fecha del enlace y todo se precipitada como una vóragine: flores, regalos, cartas y más cartas, imprevistos, mil cosas que tener en cuenta, citas, visitas, familia, amigos... Sentía que la cabeza la iba a estallar. Menos mal que su madre era una perfecta organizadora y sabía cómo hacerlo todo como debía ser. Quinientos invitados. ¿En serio? si no conocía a tanta gente... pero es lo que sucedía con las bodas de los nobles, que menos de 300 era un insulto.
Habían decidido celebrarlo en una castillo fuera de París en el Château de Vaux le Vicomte, en Maincy, que había sido propiedad de la Corona francesa. La prepiedad era espectacular. De haberlo celebrado en Inglaterra habría sido en la mansión familiar, pero Aveline se quería casar en París donde residía y donde seguramente se quedase a vivir definitivamente si nada lo impedía.
- Chateau:
Su padre y sus hermanos habían llegado a la capital francesa unos días atrás y en la casa que habitaban Axel y ella el trajín era considerable. Toda la familia se daba cita en el desayuno, la comida y la cena si no les secuestraban los compromisos, ya que aprovechaban para reunirse con la Orden, con sus socios en los negocios y otros compromisos sociales, no siempre se podía invitar a Melinda Blackmore a un té, o a Lord Stuart a visitar la fábrica que necesitaba socios capitalistas.
Apenas veía a Stein, y Corbin estaba desaparecido. No podía culpar a ninguno, aquello era una locura, entrar a formar parte de aquel clan comportaba esos efectos secundarios, que ella había rebautizado como "afectos secundarios" entre risas.
Y finalmente... llegó el día. Había visto a Stein el día anterior por la mañana y ya no había sabido nada más de él, pero tampoco es que ella tuviera un dia tranquilo, así que se fue a dormir tarde tras tomarse una copa con Axel junto al fuego y charlar un rato. Los hermanos no habían tenido tiempo de charlar tranquilamente desde hacía dias.
— ¿Estás nerviosa?
— Estoy... atacada. No pensaba que esto podría conmigo...prefiero mil veces ir a liquidar un nido de vampiros.
— Venga ya! no es para tanto, tú eres la reina de los eventos sociales, todo saldrá estupendamente bien.— Aveline se quedó pensativa mirando la copa y después clavó sus ojos verdeazulados en su hermano mayor.
— ¿Estoy haciendo lo correcto? a veces creo que todo esto es una locura y que algún día me arrepentiré...
— ¿qué te dice el corazón?
— ahora mismo...que me acabe esa botella...pfffff...está bien.— miró a Axel y rodó los ojos.— Que no lo deje escapar.— su hermano sonrió de medio lado mientras se levantaba del sillón para abandonar la estancia.
— Pues ya tienes tu respuesta, Faith. Ponte ese vestido magnífico y la mejor de tus sonrisas, y disfruta de ese día, porque va a ser muy especial.
Melinda la despertó antes del amanecer, tenían mucho que hacer, se dio un baño y comenzaron a peinarla, entre dos manos fueron trenzando y recogiendo sus mechones rubios para retirarle el pelo de la cara y sujetarlo recogido en la nuca. Su vestido era muy moderno, se salía de los cánones de la época, pero nadie esperaba otra cosa de Aveline Faith, la estrella de la ópera, la mujer que había esperado hasta los 30 para comprometerse y buscar marido. Desayunaron todos juntos antes de empezar a vestirse, y los nervios empezaron a carcomerla. Trajeron el vestido del atelier y se lo puso comprobando que le estaba como un guante. ¿Y si Stein no aparecía? ¿Y si se lo había pensado mejor y decidía no acudir? Le ha había prometido que estaría allí con ella aunque fuese lo último que hiciera. Se sacudió los pensamientos negativos y subió al coche de caballos que la llevó al Chateau.
Los 500 invitados esperaban en los jardines del castillo, donde se había dispuesto largas mesas con comida y bebida para matar el rato hasta que llegasen los novios, La Orquesta Filarmónica al completo interpretaba piezas que había escogido Aveline personalemente, entreteniendo a la concurrencia y haciendo las delicias de la alta sociedad. Aquella boda iba a ser recordada por mucho tiempo por la exquisitez de la decoración, el lugar escogido, la abundancia de comida y bebida y todos los detalles cuidados al mínimo.
- detalles:
El coche de la novia llegó al Chateau, y los invitados acudieron a sus sitios para que comenzara la ceremonia. El cura y el juez estaban esperando en lo que sería el altar que habían montado al final de un pasillo de flores. La novia descendió del coche y de inmediato comenzaron los murmullos. ¿No era muy escotado el vestido? ¿seguro que no era una provocación más de lady Blackmore? Ciertamente estaba muy guapa y le sentaba muy bien, pero como siempre, un diseño adelantado a su tiempo.
- el secreto mejor guardado:
William se le acercó y le susurró al oído que Stein no había llegado. ¡Maldición! el puñetero brujo no había llegado. Sintió el pánico atenazarse en la boca de su estómago. ¿La habría engañado todo ese tiempo para asestarle la puñalada final de esa forma? si era así, tendría que felicitarlo, porque la iba a hundir en la miseria. Se sintió idiota con ese vestido blanco, con las flores en las manos y sonando Las cuatro Estaciones de Vivaldi de fondo. Seguramente su familia podría atajar la crisis, mantener a los invitados contentos y que con el tiempo se olvidase el asunto, pero ella... ella jamás se recuperaría de una herida así. Había confiado en Stein, le había confesado sus sentimientos, había aceptado su anillo, que ahora brillaba en su dedo...y él no había aparecido.
Aveline Blackmore- Cazador Clase Alta
- Mensajes : 155
Fecha de inscripción : 07/01/2017
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Re: Afectos secundarios {Priv.}
Stein seguía en su mundo, pensativo, cuando escuchó las amargas palabras de Corbin. No fue tanto lo que dijo, sino lo que presintió. Un adiós, una despedida. El brujo se obligó a no girarse, no iba a complicar más la situación y más cuando sabía lo duro que iba a ser par ambos, Corbin y Faith, el separarse. Pero Corbin y su profunda personalidad no podían aceptar aquella situación por más tiempo. Su matrimonio con Aveline, un hijo en camino... era demasiado para alguien que hasta hacía poco tiempo vivía por y para el burdel. Bastante estaba teniendo con adaptarse a su nueva vida, aunque... no pudo evitar crispar los puños con rabia e impotencia. El segundo un sentimiento tan inusual en él que hasta le sorprendió.
Quizás rabia por no haberlo sabido hacer mejor. Por no haber contactado con aquel grandullón rubio, sus pensamientos se le escapaban y confundían al mentalista. No supo qué más hacer. Sólo callar y esperar. Hasta que notó la puerta y un par de minutos después, los brazos de Aveline rodeando su torso desnudo y apoyando la mejilla en su espalda. Suspiró él también. ¿Y ahora qué? Se mordió el labio, sin dejar de pensar a toda velocidad pero indeciso. Giró levemente la cabeza hacia un lado para mirar de reojo a Aveline, sin mover nada más de su cuerpo.
- Es justo para él... pero injusto para Faith. - sabía que la cazadora le entendería. Ambos conocían de refilón aquella parte del otro que nunca se mostraban, a causa del potencial destructivo que significaban el uno para el otro. Eran duros y fuertes, pero la parte cálida y más inocente de cada uno de ellos yacía enterrada bajo capas y capas de ironía, sarcasmos y pullas hacia el otro. Corbin y Dominic, los únicos que habían podido sacar aquella parte de ellos sin desmoronar todo lo demás.
Y ahora, Faith y ese Stein "no tan oscuro" habían vuelto a la oscuridad. Aveline quizás pudiera hacer resurgir a Faith con el tiempo, pero la oscuridad de Stein se estaba tragando a ese ser "no tan malvado" a una velocidad vertiginosa. Miró de rreojo a Ave y dijo:
- ¿Y ahora qué? Te has quedado con el que más probablemente se convierta en un monstruo asesino y despiadado. Vaya ejemplo.. Me van a dar el premio a... padre del año. - su voz se tiñó de amargura un momento y dudó ligeramente al autodenominarse padre, pero la decisión estaba tomada. Iba a criar a ese hijo lo mejor que pudiera, para que se pareciera a él lo menos posible.
Quizás rabia por no haberlo sabido hacer mejor. Por no haber contactado con aquel grandullón rubio, sus pensamientos se le escapaban y confundían al mentalista. No supo qué más hacer. Sólo callar y esperar. Hasta que notó la puerta y un par de minutos después, los brazos de Aveline rodeando su torso desnudo y apoyando la mejilla en su espalda. Suspiró él también. ¿Y ahora qué? Se mordió el labio, sin dejar de pensar a toda velocidad pero indeciso. Giró levemente la cabeza hacia un lado para mirar de reojo a Aveline, sin mover nada más de su cuerpo.
- Es justo para él... pero injusto para Faith. - sabía que la cazadora le entendería. Ambos conocían de refilón aquella parte del otro que nunca se mostraban, a causa del potencial destructivo que significaban el uno para el otro. Eran duros y fuertes, pero la parte cálida y más inocente de cada uno de ellos yacía enterrada bajo capas y capas de ironía, sarcasmos y pullas hacia el otro. Corbin y Dominic, los únicos que habían podido sacar aquella parte de ellos sin desmoronar todo lo demás.
Y ahora, Faith y ese Stein "no tan oscuro" habían vuelto a la oscuridad. Aveline quizás pudiera hacer resurgir a Faith con el tiempo, pero la oscuridad de Stein se estaba tragando a ese ser "no tan malvado" a una velocidad vertiginosa. Miró de rreojo a Ave y dijo:
- ¿Y ahora qué? Te has quedado con el que más probablemente se convierta en un monstruo asesino y despiadado. Vaya ejemplo.. Me van a dar el premio a... padre del año. - su voz se tiñó de amargura un momento y dudó ligeramente al autodenominarse padre, pero la decisión estaba tomada. Iba a criar a ese hijo lo mejor que pudiera, para que se pareciera a él lo menos posible.
Stein Ackerman- Hechicero Clase Media
- Mensajes : 114
Fecha de inscripción : 01/11/2016
Re: Afectos secundarios {Priv.}
— Eso ya lo sabía cuando me casé contigo ¿recuerdas? lo que te prometí y lo que me prometiste sigue en pie, así que cúmplelo. No te hundirás en la oscuridad porque este hijo te necesita, yo te necesito y no me da la gana que todo por lo que hemos pasado se evapore en un segundo. Corbin ha elegido su camino y no podemos culparlo, somos muy complejos y difíciles, tú y yo nos merecemos el uno al otro.
Mantuvo el abrazo por un rato. Demasiadas cosas en la cabeza, demasiada tensión en todos los ámbitos. Justo cuando Axel la iba a necesitar más, ella no podría cazar porque su estado no se lo permitiría. Necesitaba sentir que había algo seguro en su vida, algo en lo que podía confiar y ahora mismo todo eran arenas movedizas.
— Coge tu chaqueta.— Su voz de mando no admitía réplica. Ella mismo se puso el abrigo y tiró de Stein hacia la calle. Estaba anocheciendo pero no llovía, así que cruzaron varias calles andando de la mano hasta llegar a Notre Dame. Se acercaron a una de las puertas traseras por donde entraban y salían los clérigos y el deán de la catedral. Les abrió la puerta el diácono y reconoció de inmediato a Lady Blackmore. Estaban en continua colaboración con la Orden porque no todos los religiosos eran fanáticos fundamentalistas como los Inquisidores y en este caso, el clero de la Ile de la Cité estaban a favor de la caza organizada y moderada.
— Buenas noches señora Blackmore ¿en qué le puedo ayudar?
— Buenas noches padre Pierre, neceito un favor. Cásenos, ahora.— El cura enarcó una ceja.
— ¿Pero no se habían casado ya?
— Si, pero mi marido estaba medio moribundo y desangrado, esta vez lo quiero escuchar fuerte de sus labios, renovar esos votos como debe ser.— El hombre asintió y los hizo pasar. La Catedral estaba iluminada por algunas velas y la tenue luz que entraba por las vidrieras de colores. Sólo estaban ellos, así que se colocaron frente al altar. Estaban juntos en la vida, la habían decidido entrelazar y seguirían juntos hasta el final. No necesitaba mil invitados, sólo lo necesitaba a él para revalidar esa promesa que se hicieron aquella noche en la intimidad; que estarían uno al lado del otro para siempre pasase lo que pasase.
Mantuvo el abrazo por un rato. Demasiadas cosas en la cabeza, demasiada tensión en todos los ámbitos. Justo cuando Axel la iba a necesitar más, ella no podría cazar porque su estado no se lo permitiría. Necesitaba sentir que había algo seguro en su vida, algo en lo que podía confiar y ahora mismo todo eran arenas movedizas.
— Coge tu chaqueta.— Su voz de mando no admitía réplica. Ella mismo se puso el abrigo y tiró de Stein hacia la calle. Estaba anocheciendo pero no llovía, así que cruzaron varias calles andando de la mano hasta llegar a Notre Dame. Se acercaron a una de las puertas traseras por donde entraban y salían los clérigos y el deán de la catedral. Les abrió la puerta el diácono y reconoció de inmediato a Lady Blackmore. Estaban en continua colaboración con la Orden porque no todos los religiosos eran fanáticos fundamentalistas como los Inquisidores y en este caso, el clero de la Ile de la Cité estaban a favor de la caza organizada y moderada.
— Buenas noches señora Blackmore ¿en qué le puedo ayudar?
— Buenas noches padre Pierre, neceito un favor. Cásenos, ahora.— El cura enarcó una ceja.
— ¿Pero no se habían casado ya?
— Si, pero mi marido estaba medio moribundo y desangrado, esta vez lo quiero escuchar fuerte de sus labios, renovar esos votos como debe ser.— El hombre asintió y los hizo pasar. La Catedral estaba iluminada por algunas velas y la tenue luz que entraba por las vidrieras de colores. Sólo estaban ellos, así que se colocaron frente al altar. Estaban juntos en la vida, la habían decidido entrelazar y seguirían juntos hasta el final. No necesitaba mil invitados, sólo lo necesitaba a él para revalidar esa promesa que se hicieron aquella noche en la intimidad; que estarían uno al lado del otro para siempre pasase lo que pasase.
Aveline Blackmore- Cazador Clase Alta
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Fecha de inscripción : 07/01/2017
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Re: Afectos secundarios {Priv.}
Las palabras de Faith le conmovieron. ¿El bebé... su hijo... le necesitaba? No le cabía en la cabeza que alguien pudiera necesitarle, porque para eso él tendría que ser... bueno. Y nunca había sido bueno. ¿O sí? Las dudas asaltaban su cabeza mientras se dejaba arrastrar por las calles casi desiertas de París. Pero cuando Notre Dame apareció ante ellos, frunció el ceño. ¿Qué estaba tramando aquella cazadora loca y sanguinaria?
Entonces fueron hacia la parte de atrás y lo entendió todo. El padre Pierre, como le había llamado Aveline, parecía algo confuso por la petición de la inglesa, ya que apenas hacía unos meses que se habían casado. La renovación de votos solían pedirla parejas de edad avanzada, o al menos que se hubieran casado hace más tiempo y quisieran renovar ese amor que prometía el sacramento religioso. Cuando Ave mencionó que en la boda anterior había estado moribundo sonrió de lado. Mientras entraban cogidos de la mano le susurró a su mujer:
- ¿Entonces después de este sí quiero no tengo atenuantes? - le guiñó un ojo, más animado de lo que había estado desde que se había despertado aquella tarde. Era verdad que le había prometido una boda más... bueno, más tradicional si se entendía por ello un novio menos desangrado. ¿Pero sin invitados? No era muy propio de los Blackmore.
Pero algo en sus ojos, que brillaban de una manera especial en aquellos momentos, no sabía si desde el embarazo o desde que sonreía de aquella manera, le hizo guardar silencio. El padre Pierre se encogió de hombros pero hizo caso, guiándoles al altar. Se pusieron frente a frente y el brujo cuadró los hombros sin dejar de mirar a Aveline. No sabía por qué, pero estaba algo nervioso. Nadie les miraba y el párroco se estaba preparando para la ceremonia, pero Stein se sentía como si fuera aquella primera boda, bajo la mirada de toda esa gente y con la presión de no querer decepcionar a la que volvería a ser su esposa. El padre Pierre volvió, les miró enarcando las cejas y al comprobar que seguían aceptando aquella extraña petición comenzó a hablar.
Stein no le hizo mucho caso cuando hablaba de la Biblia y de lo sagrado del sacramento. Miraba fijamente a Aveline, sujetando suavemente sus manos mientras se las acariciaba con los pulgares y enviándole mentalmente aquellos primeros momentos de su vida en común. Cuando se conocieron, las pullas que volaban continuamente, cuando fingió ser su prometido en aquel baile, cuando ella le besó para que no se transformara en un demonio oscuro y sediento de sangre.
Todos esos momentos se habían quedado grabados en su retina y los estaba compartiendo con ella con todo el cuidado, mostrándoselo desde su perspectiva.
Era el regalo que quería hacerle por sacarle del pozo oscuro que había sido su vida desde muy niño.
Ella, La Parca, que le había agarrado las manos llenas de sangre de inocentes y se las había limpiado. Casi era justicia poética que le hubiera salvado de la propia muerte que él provocaba. Porque así era ella. Tan fuerte y letal como delicada. Con tantas facetas como capas de piedra, las que recubrían el frágil corazón que era idéntico al suyo y que poco a poco iba aprendiendo a mostrar. Pero solo a ella. Siempre a ella. Entonces lo entendió. Esos ojos azulverdosos que brillaban le acompañarían siempre. Y él tenía que merecerse la sonrisa que ahora mismo mostraba Faith. Porque le era fácil tratar con Aveline siendo tan parecidos, pero se perdía cuando salía Faith. Y por nada del mundo le haría daño.
La voz del padre Pierre resonó entonces por la catedral:
- Stein Ackerman, si has venido por voluntad propia, pronuncia de nuevo tus votos.
El brujo respiró hondo, juntando las manos que sostenían las de Faith. Miró sus manos juntas y cerró los ojos, para abrirlos segundos después con un brillo suave en la mirada limpia y color zafiro que le provocaba.
- Yo, Stein Ackerman, juro de nuevo que estaré contigo, en la salud y en la enfermedad, en la riqueza y en la pobreza Para amarte y respetarte, todos los días de mi vida. - entonces, añadió algo. - Prometo sostenerte cuando dudes y apoyarte, Aveline, amarte y cuidarte, Faith, hasta que expire mi último aliento. Porque de la oscuridad salí y tú me diste la luz para agarrarme. Y cuando el último suspiro me arroje de nuevo a ella, siempre tendré algo con lo que alumbrarme.
Tu recuerdo siempre vivirá conmigo.
Para un mentalista, prometer el recuerdo eterno de alguien era poderoso y a la vez un acto de confianza y amor ante las fuerzas de la naturaleza. Así lo dictaban los dioses que regían la magia que Stein controlaba. Se acercó a ella rodeando su cintura con los brazos y antes de sellar su promesa con un beso susurró:
- Te quiero, Aveline Faith Blackmore.
Entonces fueron hacia la parte de atrás y lo entendió todo. El padre Pierre, como le había llamado Aveline, parecía algo confuso por la petición de la inglesa, ya que apenas hacía unos meses que se habían casado. La renovación de votos solían pedirla parejas de edad avanzada, o al menos que se hubieran casado hace más tiempo y quisieran renovar ese amor que prometía el sacramento religioso. Cuando Ave mencionó que en la boda anterior había estado moribundo sonrió de lado. Mientras entraban cogidos de la mano le susurró a su mujer:
- ¿Entonces después de este sí quiero no tengo atenuantes? - le guiñó un ojo, más animado de lo que había estado desde que se había despertado aquella tarde. Era verdad que le había prometido una boda más... bueno, más tradicional si se entendía por ello un novio menos desangrado. ¿Pero sin invitados? No era muy propio de los Blackmore.
Pero algo en sus ojos, que brillaban de una manera especial en aquellos momentos, no sabía si desde el embarazo o desde que sonreía de aquella manera, le hizo guardar silencio. El padre Pierre se encogió de hombros pero hizo caso, guiándoles al altar. Se pusieron frente a frente y el brujo cuadró los hombros sin dejar de mirar a Aveline. No sabía por qué, pero estaba algo nervioso. Nadie les miraba y el párroco se estaba preparando para la ceremonia, pero Stein se sentía como si fuera aquella primera boda, bajo la mirada de toda esa gente y con la presión de no querer decepcionar a la que volvería a ser su esposa. El padre Pierre volvió, les miró enarcando las cejas y al comprobar que seguían aceptando aquella extraña petición comenzó a hablar.
Stein no le hizo mucho caso cuando hablaba de la Biblia y de lo sagrado del sacramento. Miraba fijamente a Aveline, sujetando suavemente sus manos mientras se las acariciaba con los pulgares y enviándole mentalmente aquellos primeros momentos de su vida en común. Cuando se conocieron, las pullas que volaban continuamente, cuando fingió ser su prometido en aquel baile, cuando ella le besó para que no se transformara en un demonio oscuro y sediento de sangre.
Todos esos momentos se habían quedado grabados en su retina y los estaba compartiendo con ella con todo el cuidado, mostrándoselo desde su perspectiva.
Era el regalo que quería hacerle por sacarle del pozo oscuro que había sido su vida desde muy niño.
Ella, La Parca, que le había agarrado las manos llenas de sangre de inocentes y se las había limpiado. Casi era justicia poética que le hubiera salvado de la propia muerte que él provocaba. Porque así era ella. Tan fuerte y letal como delicada. Con tantas facetas como capas de piedra, las que recubrían el frágil corazón que era idéntico al suyo y que poco a poco iba aprendiendo a mostrar. Pero solo a ella. Siempre a ella. Entonces lo entendió. Esos ojos azulverdosos que brillaban le acompañarían siempre. Y él tenía que merecerse la sonrisa que ahora mismo mostraba Faith. Porque le era fácil tratar con Aveline siendo tan parecidos, pero se perdía cuando salía Faith. Y por nada del mundo le haría daño.
La voz del padre Pierre resonó entonces por la catedral:
- Stein Ackerman, si has venido por voluntad propia, pronuncia de nuevo tus votos.
El brujo respiró hondo, juntando las manos que sostenían las de Faith. Miró sus manos juntas y cerró los ojos, para abrirlos segundos después con un brillo suave en la mirada limpia y color zafiro que le provocaba.
- Yo, Stein Ackerman, juro de nuevo que estaré contigo, en la salud y en la enfermedad, en la riqueza y en la pobreza Para amarte y respetarte, todos los días de mi vida. - entonces, añadió algo. - Prometo sostenerte cuando dudes y apoyarte, Aveline, amarte y cuidarte, Faith, hasta que expire mi último aliento. Porque de la oscuridad salí y tú me diste la luz para agarrarme. Y cuando el último suspiro me arroje de nuevo a ella, siempre tendré algo con lo que alumbrarme.
Tu recuerdo siempre vivirá conmigo.
Para un mentalista, prometer el recuerdo eterno de alguien era poderoso y a la vez un acto de confianza y amor ante las fuerzas de la naturaleza. Así lo dictaban los dioses que regían la magia que Stein controlaba. Se acercó a ella rodeando su cintura con los brazos y antes de sellar su promesa con un beso susurró:
- Te quiero, Aveline Faith Blackmore.
Stein Ackerman- Hechicero Clase Media
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Re: Afectos secundarios {Priv.}
—¡Oh, no! ni hablar. Después de esta boda ya no tienes derecho a reclamaciones.— Sonrió por la ocurrencia de Stein, que siempre estaba dispuesto a sacarle la nota divertida a cuaqluier situación para rebalar el drama y la gravedad.
Mientras el diácono hablaba, el brujo le imprimió mentalmente algunos recuerdos bajo el punto de vista de Stein y le gustó sentirlos como si estuviera presenciando una película de sus mejores momentos, sintiendo lo que él había sentido. Era una especie de regalo, porque nadie sin ese don podia realmente setir lo que sentía el otro, de una forma tan literal. Fue cmo abrir las puertas de la casa y dejarlas abiertas para que Faith tocase y moviese cuanto quisiera, era una acto de confianza plena y eso la llenó d euna calidez inesperada. Iban a traer a un niño al miundo, juntos, a criarlo y amarlo a partes iguales, y como le había dicho, no estaba dispuesta a soltarle la mano y dejar que lo engullese la oscuridad.
Stein pronunció sus votos, estilo libre para variar, pero a ella le valían tanto como si fueran los "oficiales" y al cura también le bastaron, a fin de cuentas decían lo mismo perocon otras palabras.
— Yo Aveline Faith Blackmore juro de nuevo que estaré contigo en la riqueza y la pobreza, en la salud y la enfermedad hasta el fin de nuestros días. Prometo velar por tu seguridad, tu integridad y todo el universo que eres, Stein Ackerman. Juro que no habrá día que no amanezca con tu luz y que jamás dejaré de sostener tu mano, seré tu apoyo cuando lo necesites incluso a pesar de ti mismo. Prometo mantener unida a esta familia...— llevó la mano de Stein a su vientre.— hasta mi último aliento y el día que la Parca, esa segundona que me ha robado el nombre, venga abuscarme, me marcharé con ella gustosamente pues habré cumplido mi sagrado deber de haber sido feliz y haberos hecho felices.
El cura les dio de nuevo los anillos que se habían intercambiado el día del espectáculo del bodorrio y esta vez se los colocaron como debía ser, fundiéndose en un beso largo y sentido al finalizar. Le dieron las gracias al hombre antes de marcharse enlazados por los brazos en sendas cinturas y salieron al aire frío de la noche.
— Bien pues...creo que nos merecemos una noche de bodas ¿no? vayamos a celebrarlo como debe ser.
Mientras el diácono hablaba, el brujo le imprimió mentalmente algunos recuerdos bajo el punto de vista de Stein y le gustó sentirlos como si estuviera presenciando una película de sus mejores momentos, sintiendo lo que él había sentido. Era una especie de regalo, porque nadie sin ese don podia realmente setir lo que sentía el otro, de una forma tan literal. Fue cmo abrir las puertas de la casa y dejarlas abiertas para que Faith tocase y moviese cuanto quisiera, era una acto de confianza plena y eso la llenó d euna calidez inesperada. Iban a traer a un niño al miundo, juntos, a criarlo y amarlo a partes iguales, y como le había dicho, no estaba dispuesta a soltarle la mano y dejar que lo engullese la oscuridad.
Stein pronunció sus votos, estilo libre para variar, pero a ella le valían tanto como si fueran los "oficiales" y al cura también le bastaron, a fin de cuentas decían lo mismo perocon otras palabras.
— Yo Aveline Faith Blackmore juro de nuevo que estaré contigo en la riqueza y la pobreza, en la salud y la enfermedad hasta el fin de nuestros días. Prometo velar por tu seguridad, tu integridad y todo el universo que eres, Stein Ackerman. Juro que no habrá día que no amanezca con tu luz y que jamás dejaré de sostener tu mano, seré tu apoyo cuando lo necesites incluso a pesar de ti mismo. Prometo mantener unida a esta familia...— llevó la mano de Stein a su vientre.— hasta mi último aliento y el día que la Parca, esa segundona que me ha robado el nombre, venga abuscarme, me marcharé con ella gustosamente pues habré cumplido mi sagrado deber de haber sido feliz y haberos hecho felices.
El cura les dio de nuevo los anillos que se habían intercambiado el día del espectáculo del bodorrio y esta vez se los colocaron como debía ser, fundiéndose en un beso largo y sentido al finalizar. Le dieron las gracias al hombre antes de marcharse enlazados por los brazos en sendas cinturas y salieron al aire frío de la noche.
— Bien pues...creo que nos merecemos una noche de bodas ¿no? vayamos a celebrarlo como debe ser.
Aveline Blackmore- Cazador Clase Alta
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La ceremonia fue todo lo que a ojos del brujo siempre debía haber sido. Íntima, sencilla, profunda. No podía apartar la mirada de los ojos de aquella cazadora rubia que había puesto su mundo patas arriba. Él, que siempre se había jactado de su frialdad infinita, rechazando todo tipo de sentimiento cálido o bueno que pudiera generarse en su interior. Él, el mentalista más cruel de todo París, que había segado las vidas de inocentes por pura diversión o indiferencia. Había interpretado el papel de la Muerte, y ahora la Parca misma estaba diciéndole que le amaba, y que lo amaría siempre. Qué cruel broma del destino.
Observaba los ojos verdeazulados de Aveline como el ciego que ve por vez primera, intentando interiorizar el significado de lo que le estaba volviendo a prometer. No le abandonaría a la oscuridad. No dejaría que le engullera el odio, como tantas veces lo había hecho en los últimos años. Tragó saliva antes de fundirse en aquel beso profundo tras sus palabras, convertidas de nuevo en los votos que auguraban el futuro que estaba por venir.
Salieron de la catedral agarrados de la cintura. Stein vibraba por dentro ante el momento tan mágico que Aveline le había regalado. No por la iglesia. No por los votos. Su mente comenzaba a asimilar que ya no tendría que pasar solo toda su vida. Que la oscuridad, por tenebrosa que fuese, podía acaparar un rayo de luz. Aunque solo fuera uno y fuera rubio y letal. Aunque... pensándolo bien, ahora serían dos. Llegaron a su habitación de nuevo y cerró la puerta con una enigmática sonrisa en los labios y un brillo especial en los ojos, de un azul profundo y relajado, como el mar en calma absoluta. Se quitó el abrigo, los zapatos, la camisa.
Se acercó a ella y volvió a besarla profundamente, sin saber cómo expresar con palabras lo que estaba sintiendo. Algo nuevo incluso para él. Le sonrió de medio lado, con voz sobrecogida al susurrar:
- Después de toda ceremonia debe haber una noche de bodas. Como Dios manda. - le sonrió burlón por aquel chiste y la abrazó con firmeza por la cintura, cerrando los ojos mientras respiraba hondo y juntaba la frente con la suya. Iba a ser prácticamente la primera vez que la pasión más visceral no iba a regir cada uno de sus actos durante la noche. Iba a intentar a hacerle el amor como ella se merecía.
Esa noche no iba a acostarse con Aveline. Esa noche, dormiría con Faith.
Observaba los ojos verdeazulados de Aveline como el ciego que ve por vez primera, intentando interiorizar el significado de lo que le estaba volviendo a prometer. No le abandonaría a la oscuridad. No dejaría que le engullera el odio, como tantas veces lo había hecho en los últimos años. Tragó saliva antes de fundirse en aquel beso profundo tras sus palabras, convertidas de nuevo en los votos que auguraban el futuro que estaba por venir.
Salieron de la catedral agarrados de la cintura. Stein vibraba por dentro ante el momento tan mágico que Aveline le había regalado. No por la iglesia. No por los votos. Su mente comenzaba a asimilar que ya no tendría que pasar solo toda su vida. Que la oscuridad, por tenebrosa que fuese, podía acaparar un rayo de luz. Aunque solo fuera uno y fuera rubio y letal. Aunque... pensándolo bien, ahora serían dos. Llegaron a su habitación de nuevo y cerró la puerta con una enigmática sonrisa en los labios y un brillo especial en los ojos, de un azul profundo y relajado, como el mar en calma absoluta. Se quitó el abrigo, los zapatos, la camisa.
Se acercó a ella y volvió a besarla profundamente, sin saber cómo expresar con palabras lo que estaba sintiendo. Algo nuevo incluso para él. Le sonrió de medio lado, con voz sobrecogida al susurrar:
- Después de toda ceremonia debe haber una noche de bodas. Como Dios manda. - le sonrió burlón por aquel chiste y la abrazó con firmeza por la cintura, cerrando los ojos mientras respiraba hondo y juntaba la frente con la suya. Iba a ser prácticamente la primera vez que la pasión más visceral no iba a regir cada uno de sus actos durante la noche. Iba a intentar a hacerle el amor como ella se merecía.
Esa noche no iba a acostarse con Aveline. Esa noche, dormiría con Faith.
Stein Ackerman- Hechicero Clase Media
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Re: Afectos secundarios {Priv.}
Las siguientes semanas fueron bastante difíciles, los Blackmore estaban arruinados y tuvieron que abandonar su casa en París, Stein se hizo cargo de la situación porque ella estaba sobrepasada, al menos podía seguir tocando en la Ópera y eso le seguía procurando algunos ingresos que dejaba casi íntegramente en la Orden.
Axel convocó un Consejo extraordinario con todos los cazadores que formaban parte de la Orden de Hellsing para informarles de la situación, sus fondos estaban seriamente afectados porque aunque no lo pareciese, los Blackmore costeaban muchas cosas que tenían que ver con el funcionamiento y la logística, desde el mantenimiento, los impuestos o los sobornos a los informadores. Si el dinero no salía de sus arcas, lo hacía de las rentas de sus empresas. La situación iba a ser bastante larga y desesperada. Muchos arrimaron el hombro porque podían hacerlo, ofreciendo sus servicios sin cobrar e incluso contribuyendo con sus propios fondos como Xaryne, ya que la fortuna heredada de Elora las dejaba vivir con comodidad. Eso es lo que había conseguido el capitán Blackmore, unirlos a todos y ser una comunidad en tiempos de flaqueza.
La Parca ya no podía cazar, su familia se lo había prohibido tajantemente. Dada su dificultad para engendrar vida, no podía arriesgarse a perderlo, así que le dieron vacaciones y tuvo que centrarse en la música y en su casa. Stein había elegido una bonita villa, luminosa y menos regia que la que ocupaban antes, pero para ellos más que suficiente. Nunca hubiera pensado que tendría que acomodarla para la llegada de un bebé, para que vivieran en ella una pequeña familia, la suya. Por primera vez le daba igual que los muebles fueran de aquí o de allá, si las cortinas las había diseñado fulano o el de al lado ya que no iba a recibir las visitas de la aristocracia, se habían quedado fuera de la jet set.
Era una sensación extraña. Todo era extraño. Las cosas se habían precipitado de una forma abismal: el embarazo, la marcha de Corbin, la ruina de los Blackmore, dejar de cazar...A ratos se sentaba frente a la ventana a practicar con el arpa y sus dedos intentaban arrancarle la melodía que le compuso al grandullón, pero se detenía inmediatamente porque era doloroso recordarlo. Entonces pensaba en Stein, en sus ojos color zafiro cuando llegaba a casa soltándole alguna provocación con su afilada lengua y le arrancaba una sonrisa. Posaba su mano sobre el abultado vientre y se veía a ella misma en unos meses sujetando una criaturita pequeña y rosada contra su pecho, algo que jamás había pensado que pudiera ser remotamente posible. Si alguna vez lo pensó, se vio a si misma dueña y señora de una mansión, casada con algun empresario de éxito, repeinado y con ese aspecto de noble encorsetado que cabría esperar. Pero ahora que todo eran diferente estaba sorprendentemente feliz a pesar de la coyuntura; formaban una pareja atípica pero perfectamente complementarios y la espera de aquellos meses Stein se la estaba haciendo muy fácil. Salía a dar largos paseos, que era el único ejercidio autorizado para la rubia; compartían ratos frente al fuego charlando, riéndose de alguna majadería de Stein, despertaban enredados bajo las mantas y así los días se iban desgranando poco a poco.
Axel convocó un Consejo extraordinario con todos los cazadores que formaban parte de la Orden de Hellsing para informarles de la situación, sus fondos estaban seriamente afectados porque aunque no lo pareciese, los Blackmore costeaban muchas cosas que tenían que ver con el funcionamiento y la logística, desde el mantenimiento, los impuestos o los sobornos a los informadores. Si el dinero no salía de sus arcas, lo hacía de las rentas de sus empresas. La situación iba a ser bastante larga y desesperada. Muchos arrimaron el hombro porque podían hacerlo, ofreciendo sus servicios sin cobrar e incluso contribuyendo con sus propios fondos como Xaryne, ya que la fortuna heredada de Elora las dejaba vivir con comodidad. Eso es lo que había conseguido el capitán Blackmore, unirlos a todos y ser una comunidad en tiempos de flaqueza.
La Parca ya no podía cazar, su familia se lo había prohibido tajantemente. Dada su dificultad para engendrar vida, no podía arriesgarse a perderlo, así que le dieron vacaciones y tuvo que centrarse en la música y en su casa. Stein había elegido una bonita villa, luminosa y menos regia que la que ocupaban antes, pero para ellos más que suficiente. Nunca hubiera pensado que tendría que acomodarla para la llegada de un bebé, para que vivieran en ella una pequeña familia, la suya. Por primera vez le daba igual que los muebles fueran de aquí o de allá, si las cortinas las había diseñado fulano o el de al lado ya que no iba a recibir las visitas de la aristocracia, se habían quedado fuera de la jet set.
Era una sensación extraña. Todo era extraño. Las cosas se habían precipitado de una forma abismal: el embarazo, la marcha de Corbin, la ruina de los Blackmore, dejar de cazar...A ratos se sentaba frente a la ventana a practicar con el arpa y sus dedos intentaban arrancarle la melodía que le compuso al grandullón, pero se detenía inmediatamente porque era doloroso recordarlo. Entonces pensaba en Stein, en sus ojos color zafiro cuando llegaba a casa soltándole alguna provocación con su afilada lengua y le arrancaba una sonrisa. Posaba su mano sobre el abultado vientre y se veía a ella misma en unos meses sujetando una criaturita pequeña y rosada contra su pecho, algo que jamás había pensado que pudiera ser remotamente posible. Si alguna vez lo pensó, se vio a si misma dueña y señora de una mansión, casada con algun empresario de éxito, repeinado y con ese aspecto de noble encorsetado que cabría esperar. Pero ahora que todo eran diferente estaba sorprendentemente feliz a pesar de la coyuntura; formaban una pareja atípica pero perfectamente complementarios y la espera de aquellos meses Stein se la estaba haciendo muy fácil. Salía a dar largos paseos, que era el único ejercidio autorizado para la rubia; compartían ratos frente al fuego charlando, riéndose de alguna majadería de Stein, despertaban enredados bajo las mantas y así los días se iban desgranando poco a poco.
Aveline Blackmore- Cazador Clase Alta
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Re: Afectos secundarios {Priv.}
Aquellos meses no estaban siendo fáciles para Aveline, y no había que ser mentalista para adivinarlo. Con la ruina de su familia y el embarazo, el mundo de la cazadora había dado un giro de 180 grados en muy poco tiempo, tiempo que Stein sí que había aprovechado. En la Logia pagaban bien, pero no lo suficiente como para mantener a una familia y una casa, y no estaba dispuesto a elegir entre ambas. El alemán tenía que ganar dinero fácil y rápido, y las opciones de conseguirlo se limitaban a un puñado que se podrían contar con los dedos de una mano si se redujeran a lo estrictamente legal. Así que Stein tomó una decisión, fácil por lo habitual en tiempos pasados: Volver a su antiguo ser.
Pero no era tan sencillo ahora que su propio interior estaba cambiando. Ahora tenía un motivo para seguir adelante distinto del odio de la venganza que antes le consumaba. Pensar en Aveline y en el bebé le daba fuerzas para seguir en cada engaño, manipulación o reguero de sangre que manchaba sus manos. Aunque de esto último no aceptara tanto como meses atrás. Sobre todo embrujaba talismanes, robaba secretos de la mente de los adinerados para chantajearles después o empujaba a hombres a brazos de otras mujeres haciéndoles creer que eran las suyas propias. Encargos sencillos para él, que si bien no eran moralmente aceptables, le proporcionaban dinero fácil que engrosaba la supuesta paga de la Logia. Incentivos, como él los llamaba.
Por supuesto, su esposa nada sabía de sus trabajos extra ni sus nuevas, o más bien viejas, ocupaciones ya que él cuidaba bien de ocultarlo lo mejor posible. Aunque lo que el hechicero no sabía era que cada vez que sus manos volvían a teñirse de rojo, su oscuridad interior enredaba un zarzillo nocturno en su alma, sosteniendo poco a poco y sacando de su rincón a la vieja oscuridad. Y después de una de esas noches regresó a casa, tarde como para que nadie estuviera despierto. Se arremangó la camisa negra, abrió el grifo de la cocina y empezó a lavarse las manos, frotando con fuerza los restos de vida carmesí que se pegaban a sus dedos mientras su mirada, de hielo e insondable, parecía rememorar su última muerte como en una película, una y otra vez.
Pero no era tan sencillo ahora que su propio interior estaba cambiando. Ahora tenía un motivo para seguir adelante distinto del odio de la venganza que antes le consumaba. Pensar en Aveline y en el bebé le daba fuerzas para seguir en cada engaño, manipulación o reguero de sangre que manchaba sus manos. Aunque de esto último no aceptara tanto como meses atrás. Sobre todo embrujaba talismanes, robaba secretos de la mente de los adinerados para chantajearles después o empujaba a hombres a brazos de otras mujeres haciéndoles creer que eran las suyas propias. Encargos sencillos para él, que si bien no eran moralmente aceptables, le proporcionaban dinero fácil que engrosaba la supuesta paga de la Logia. Incentivos, como él los llamaba.
Por supuesto, su esposa nada sabía de sus trabajos extra ni sus nuevas, o más bien viejas, ocupaciones ya que él cuidaba bien de ocultarlo lo mejor posible. Aunque lo que el hechicero no sabía era que cada vez que sus manos volvían a teñirse de rojo, su oscuridad interior enredaba un zarzillo nocturno en su alma, sosteniendo poco a poco y sacando de su rincón a la vieja oscuridad. Y después de una de esas noches regresó a casa, tarde como para que nadie estuviera despierto. Se arremangó la camisa negra, abrió el grifo de la cocina y empezó a lavarse las manos, frotando con fuerza los restos de vida carmesí que se pegaban a sus dedos mientras su mirada, de hielo e insondable, parecía rememorar su última muerte como en una película, una y otra vez.
Stein Ackerman- Hechicero Clase Media
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Re: Afectos secundarios {Priv.}
Podría ser tarde y podría estar cansada porque el embarazo le daba un sueño terrible que parecía como si le hubiera picado la mosca tse-tsé, pero no tanto como para no escucharlo llegar. La Parca se había despojado de ese apodo, estaba de vacaciones en la Orden, tenía prohibido cazar por orden del capitán y apenas se pasaba por allí para ayudar con el papeleo y las cosas que no supusieran esfuerzos físicos. Se sentía inútil, el tiempo pasaba despacio cuando no podía liberar su enorme energía mediante la lucha, o apagarla mediante el alcohol.
El asunto de la ruina de los Blackmore había sido un mazazo importante, pero sabía que se repondrían, que saldrían de esa como siempre lo hacían. Sus hermanos y sus padres trataban de enderezarlo desde Londres y las cosas se movían despacio. bajó las escaleras descalza sin hacer ruido, aunque Stein tampoco era un brujo de pacotilla y podía presentirla antes de entrar en la cocina. Se acercó despacio al alemán y se percató del color rojizo del agua. Pasó los brazos por su cintura pegándose a su espalda, dejando la mejilla descansar sobre su omóplato.
— ¿una noche dura?.— no iba a preguntarle los pormenores, a ella tampoco le gustaba que le preguntasen por los detalles cuando salía de caza y menos cuando las cosas se torcían. Esa vida no era para contarla entre risas en una taberna, era algo que se llevaba por dentro y que al cruzar el umbral de la puerta debía quedar atrás o te volvías loco. Se despegó de su cuerpo y le alcanzó una toalla, después fue desabrochando metódicamente cada botón de la camisa, estaba sucia y seguramente impregnada de sangre de alguien. Prefería no saber de quién ni cómo había sucedido, si Stein lo quería contar, lo haría, y si no, ella no removería la mierda.
— Ian da unas patadas terribles. ¿A quién crees que se parecerá?.— ya daba por sentado que sería un niño, porque Elora se lo había dicho. Las malditas brujas tenían un sexto sentido para eso. Sujetó la mano de Stein sobre su ombligo para que notase como se movía el bebé, parecía una anguila suelta.
Tenía pinta de cansado, así que le preparó un café con baileys mientras sonreía por lo que estaba a punton de decir.
— ¿quién me iba a decir a mi que aprendería a usar estos cacharros infernales?.— Por "cacharros infernales se entendían los de menaje de cocina como la cafetera, el molinillo de café o el rodillo. Ella sólo los sabía usar como arma cortante, contundente o arrojadiza.
El asunto de la ruina de los Blackmore había sido un mazazo importante, pero sabía que se repondrían, que saldrían de esa como siempre lo hacían. Sus hermanos y sus padres trataban de enderezarlo desde Londres y las cosas se movían despacio. bajó las escaleras descalza sin hacer ruido, aunque Stein tampoco era un brujo de pacotilla y podía presentirla antes de entrar en la cocina. Se acercó despacio al alemán y se percató del color rojizo del agua. Pasó los brazos por su cintura pegándose a su espalda, dejando la mejilla descansar sobre su omóplato.
— ¿una noche dura?.— no iba a preguntarle los pormenores, a ella tampoco le gustaba que le preguntasen por los detalles cuando salía de caza y menos cuando las cosas se torcían. Esa vida no era para contarla entre risas en una taberna, era algo que se llevaba por dentro y que al cruzar el umbral de la puerta debía quedar atrás o te volvías loco. Se despegó de su cuerpo y le alcanzó una toalla, después fue desabrochando metódicamente cada botón de la camisa, estaba sucia y seguramente impregnada de sangre de alguien. Prefería no saber de quién ni cómo había sucedido, si Stein lo quería contar, lo haría, y si no, ella no removería la mierda.
— Ian da unas patadas terribles. ¿A quién crees que se parecerá?.— ya daba por sentado que sería un niño, porque Elora se lo había dicho. Las malditas brujas tenían un sexto sentido para eso. Sujetó la mano de Stein sobre su ombligo para que notase como se movía el bebé, parecía una anguila suelta.
Tenía pinta de cansado, así que le preparó un café con baileys mientras sonreía por lo que estaba a punton de decir.
— ¿quién me iba a decir a mi que aprendería a usar estos cacharros infernales?.— Por "cacharros infernales se entendían los de menaje de cocina como la cafetera, el molinillo de café o el rodillo. Ella sólo los sabía usar como arma cortante, contundente o arrojadiza.
Aveline Blackmore- Cazador Clase Alta
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Re: Afectos secundarios {Priv.}
La escuchó bajar por las escaleras y sonrió de lado mientras sus pisadas, que intentaban ser sigilosas, se detenían a su espalda. Notó el firme peso de su mejilla mientras su olor, dulce y tan propio de la cazadora, le inundaba los sentidos y despejaba por un momento los zarcillos de oscuridad que luchaban por incrustarse en su ser. Su pregunta resonó en la oscuridad de la casa y el brujo no pudo más que tensarse un momento. Sí, no había sido su mejor noche, eso sin duda, y aunque ya no le hacía gracia tener que arrebatar vidas, lo que en el fondo todavía le aterrorizaba era el hecho de saber que podía seguir haciéndolo, lo que imposibilitaba el ocultar lo demoníaco de su interior.
Se giró con las manos ya limpias y cerró los ojos para poner en orden sus caóticos pensamientos, concentrándose sólo en el roce de las manos de Faith, que bajaban por su torso despojándole de la última prueba de su pecado nocturno. La tela cayó al suelo revelando sus músculos, firmes y todavía hinchados por el esfuerzo. Entonces algo golpeó suavemente la palma de su mano, lo que hizo que Stein abriera los ojos. Tenía la mano apoyada sobre el vientre abultado de Aveline y aquel pequeño ser que crecía en su interior acababa de patearle. Eso le arrancó media sonrisa. Sí, ese genio le recordaba a su terquedad para todo en la vida... y a la de la cazadora.
- No me eches la culpa de que sea movido, en todo caso se parecerá a ti. No eres precisamente la dulce doncella que espera a su príncipe azul. - se burló de ella cayendo de rodillas para acercar su oreja a donde había sentido la patada. - Estoy impaciente por conocerte, pequeño. - besó suavemente el vientre de su esposa y se levantó de nuevo, intentando suavizar el tono de sus ojos, que ahora intuía como témpanos de hielo por lo obvio. - ¿Te he despertado? Tienes que descansar, el renacuajo no tardará en llegar y entonces sí que no vas a poder hacerlo. - arrugó un poco la nariz - Ni yo tampoco, claro. - fingió un gesto pensativo - Podré hechizarlo para que duerma toda la noche, supongo.
Se echó a reír y cogió a la cazadora en brazos sin apenas esfuerzo, que para algo entrenaba duro cada día. Subió las escaleras y entró en la habitación, pero se detuvo sin bajarla, quedándose en sus pensamientos mientras musitaba. - No quiero que sea así... como yo. Tiene que ser como tú. Stein tragó saliva mientras miraba al infinito rememorando de nuevo la matanza de aquella y de tantas noches. No quería eso para su hijo y sin embargo... le aterrorizaba la posibilidad de crear un monstruo.
Se giró con las manos ya limpias y cerró los ojos para poner en orden sus caóticos pensamientos, concentrándose sólo en el roce de las manos de Faith, que bajaban por su torso despojándole de la última prueba de su pecado nocturno. La tela cayó al suelo revelando sus músculos, firmes y todavía hinchados por el esfuerzo. Entonces algo golpeó suavemente la palma de su mano, lo que hizo que Stein abriera los ojos. Tenía la mano apoyada sobre el vientre abultado de Aveline y aquel pequeño ser que crecía en su interior acababa de patearle. Eso le arrancó media sonrisa. Sí, ese genio le recordaba a su terquedad para todo en la vida... y a la de la cazadora.
- No me eches la culpa de que sea movido, en todo caso se parecerá a ti. No eres precisamente la dulce doncella que espera a su príncipe azul. - se burló de ella cayendo de rodillas para acercar su oreja a donde había sentido la patada. - Estoy impaciente por conocerte, pequeño. - besó suavemente el vientre de su esposa y se levantó de nuevo, intentando suavizar el tono de sus ojos, que ahora intuía como témpanos de hielo por lo obvio. - ¿Te he despertado? Tienes que descansar, el renacuajo no tardará en llegar y entonces sí que no vas a poder hacerlo. - arrugó un poco la nariz - Ni yo tampoco, claro. - fingió un gesto pensativo - Podré hechizarlo para que duerma toda la noche, supongo.
Se echó a reír y cogió a la cazadora en brazos sin apenas esfuerzo, que para algo entrenaba duro cada día. Subió las escaleras y entró en la habitación, pero se detuvo sin bajarla, quedándose en sus pensamientos mientras musitaba. - No quiero que sea así... como yo. Tiene que ser como tú. Stein tragó saliva mientras miraba al infinito rememorando de nuevo la matanza de aquella y de tantas noches. No quería eso para su hijo y sin embargo... le aterrorizaba la posibilidad de crear un monstruo.
Stein Ackerman- Hechicero Clase Media
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Re: Afectos secundarios {Priv.}
—Será como tenga que ser, pero me da que tendrá más de ti de lo que quieres reconocer. ¿No notaste como una corriente de magia? seguramente tenga tus dones, así que ponte las pilas, marido, que como padre tendrás que trabajar más que en toda tu vida.— sonrió, porque ambos eran las personas menos indicadas para criar niños en toda la ciudad de París, y sin embargo iban a tener que hacerlo.
Ascendieron hasta la habitación, y aunque Stein era muy bueno actuando y finfgiendo, ella era un sabueso rastreador y notaba cuándo alguien estaba mintiendo. A Stein le sucedía algo, esperaba que fuera tan sólo la propia inseguridad, el miedo ante la nueva situación. Cuando la dejó sobre el lecho lo siguió con la mirada mientras se desvestía y se ponía cómodo, la estaba evitando, rehuía fijar sus ojos en los de ella y eso era síntoma de que había hecho algo malo que no quería contarle.
— Stein... sea lo que sea en lo que andes metido, puedes contármelo. Te pasa algo, eso lo sé. A veces se te olvida que también soy La Parca. Habla conmigo, juntos le pondremos solución, ahora somos una familia y no quiero perderte. ¿Qué es lo que te preocupa? Si se trata del tema económico...mi madre ha recuperado parte de sus propiedades, la que aportó como dote en metrimonio y puede echarnos un cable.
Las cosas no estaban siendo fáciles para los Blackmore, pero sabía que saldrían adelante, poco a poco William y James conseguirían recuperar sus negocios y sus pertenencias y todo seguiría como antes. Axel iba a casarse con una dama de alta alcurnia y al menos tendría lo suficiente para poder vivir y tener su propia familia. Lo cierto es que a ella tampoco le habían ido las cosas rodadas, primero el ataque que la dejó malherida y al borde de la muerte, luego lo de Corbin, la boda en la que casi muere Stein...pero al final, de un modo u otro siempre conseguía salir a flote y no iba a dejar que su hijo creciera con un padre ausente o gilipollas.
— Stein...— cogió su mao con fuerza por la muñeca obligandolo a girarse, podía estar embarazada pero no era manca y tantos años de entrenamiento la fuerza no la abandonaría tan pronto.— No me mientas...en las alegrías y en la penas...hasta que la muerte nos separe.
Ascendieron hasta la habitación, y aunque Stein era muy bueno actuando y finfgiendo, ella era un sabueso rastreador y notaba cuándo alguien estaba mintiendo. A Stein le sucedía algo, esperaba que fuera tan sólo la propia inseguridad, el miedo ante la nueva situación. Cuando la dejó sobre el lecho lo siguió con la mirada mientras se desvestía y se ponía cómodo, la estaba evitando, rehuía fijar sus ojos en los de ella y eso era síntoma de que había hecho algo malo que no quería contarle.
— Stein... sea lo que sea en lo que andes metido, puedes contármelo. Te pasa algo, eso lo sé. A veces se te olvida que también soy La Parca. Habla conmigo, juntos le pondremos solución, ahora somos una familia y no quiero perderte. ¿Qué es lo que te preocupa? Si se trata del tema económico...mi madre ha recuperado parte de sus propiedades, la que aportó como dote en metrimonio y puede echarnos un cable.
Las cosas no estaban siendo fáciles para los Blackmore, pero sabía que saldrían adelante, poco a poco William y James conseguirían recuperar sus negocios y sus pertenencias y todo seguiría como antes. Axel iba a casarse con una dama de alta alcurnia y al menos tendría lo suficiente para poder vivir y tener su propia familia. Lo cierto es que a ella tampoco le habían ido las cosas rodadas, primero el ataque que la dejó malherida y al borde de la muerte, luego lo de Corbin, la boda en la que casi muere Stein...pero al final, de un modo u otro siempre conseguía salir a flote y no iba a dejar que su hijo creciera con un padre ausente o gilipollas.
— Stein...— cogió su mao con fuerza por la muñeca obligandolo a girarse, podía estar embarazada pero no era manca y tantos años de entrenamiento la fuerza no la abandonaría tan pronto.— No me mientas...en las alegrías y en la penas...hasta que la muerte nos separe.
Aveline Blackmore- Cazador Clase Alta
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