Poison || Privado

por **Gwendolyn D'Aramitz** Jue Jun 15, 2017 9:43 pm

a noche traía consigo una enorme invitación a la cual no se puede escapar, las suaves notas que le viento marca y que son danzadas por las hojas que se mecen delicadamente al compás de aquel vals tranquilo; tanta armonía y sosiego no podría ser interrumpido para nada ni nadie, pues no se atreverían a hacerlo, o eso se puede pensar.

Pero la realidad es diferente, tras aquellas silenciosas melodías venían dándose otras, uno poco más estridentes, unas que lo único que hacían era cortar de tajo la quietud del lugar. Los retumbes, golpes y el filo de algo que corta el aire contenido de pulmones se puede oír, los gritos y maldiciones que se plagan en el ambiente también hacen el eco de una noche que parecía ser perfecta.

Los minutos avanzan sin detenerse tal como la mujer que corre con presteza por aquel bosque, el vestido que había decidido usar para aquel evento de la noche quedaba ahora arruinado por las romas y arbustos que se interponían a su paso, el cual era más lento y corto del que habitualmente era haciendo que su ira comience a despertarse; sus manos rasgan parte de la falda de su traje, así como las mangas que conformaban su vestido, todo con el afán de tener más libertad de movimientos, y lo logró, porque con ello pudo correr y más y asestar más golpes a los enemigos que le venían siguiendo ¿Quiénes eran? Lobos, una pequeña manada de lobos que rondaba la zona a la que ella y un grupo de inquisidores estaba patrullando.

—No, no puedo terminar así— el tono de su voz era débil como un susurró.

Su diestra se aferró con fuerza a su pecho estrujando parte de su vestido, en la zurda llevaba su espada. Su aliento se podía ver en cada exhalo de aire que dejaba por correr, su mente se estaba rompiendo, no podría durar mucho antes de entrar en sus episodios y no estaba su gemela en ese momento para ayudarle. El pecho le ardía, su consciencia racional se perdía y era peligroso para ella perder ante quienes le seguían, sus estados se han vuelto más violentos y volátiles que han perturbado su cabeza; siente el pinchazo en su ser está a punto de terminar de enloquecer y solo puede mostrar esa sonrisa de auto satisfacción al mostrar su espada contra ellos

—Antes tendrán que llevarme malditos asquerosos— escupió al suelo invitando a uno de ellos a lanzarse en su contra.

Su espada cortó la mano de aquella bestia, de su pierna atada a un liguero una pequeña arma que sale apuntando a la cabeza del lobo dejándolo desplomado para clavar la espada y destruirle el cráneo.