The silver ligning {priv.}

Recuerdo del primer mensaje :

Tras dejarle el diario y la carta a Assur, se despidió de aquella mansión, la abandonó en silencio y se marchó sin equipaje alguno. La noche estaba clara, la luna reinaba en el cielo sin llegar a ser plena, sabía que Héctor la estaría contemplando de la misma forma que ela podía contemplarla ahora, vagando por las calles, sintiéndose un poco más sola y un poco más desgraciada.

Su decisión le había costado media alma, pero no podía seguir viendo como Assur se autodestruía, tenía que dejarle evolucionar, seguir adelante, soltar el lastre y buscar su camino. Ella debía encontrar su lugar en el mundo, aprender su historia, saberlo todo sobre sus orígenes y su raza, los titanes. Y quizás así, pudiera encontrar un rayito de esperanza, un haz de luz en su vida.

No quería ver a Héctor, era su antepasado, sí, pero uno que no prestó mucha atención a los suyos y permitió que los persiguieran y cazaran, porque a ella le habían dado caza. Ni siquiera sabía si tenía más familia, igual que ella había permanecido humana y oculta de los vampiros, podrían haber más miembros perdidos de su estirpe...porque si ella era la única, con ella se extinguía su raza. Los vampiros habían ganado, pues no podía engendrar más herederos de los titanes ni podía regresar con ellos. Aún así, encaminó sus pasos hacia la mansión de Lebeau, no iba a refugiarse en las alcantarillas, ni a poner en peligro a Uryan y a Esthia. La masacre del Consejo también la salpicaba de refilón y seguramente habría muchos ojos puestos en ella. ¿Qué opinaría Drakul al respecto? él cazaba vampiros, especialmente a los que se volvían crueles y sanguinarios, pero en este caso Assur había matado a seis de los peores de ellos. Era una situación complicada. Le haría una visita una noche de estas.

Se detuvo frente a la verja de la imponente mansión, llevaba puesto el abrigo morado, pero sentía un frío terrible que venía de adentro, no de la noche primaveral de París. Reflexionó un instante de nuevo, porque las fuerzas le empezaban a flaquear y apenas había salido de su nido. Pero no, no recularía, había tomado aquella decision y era por el bien de Assur, mantendría su palabra. Mentalmente pronució las palabras que Héctor le recordó y que eran el santo y seña. "Mi padre es el cielo, mi madre es la tierra, el viento me lleva a donde le ordeno y la muerte no me toca." Y esperó que el anciano titán apareciese en la verja para darle cobijo antes del amanecer.

La presencia de Assur siempre iluminaba sus noches. Estaba allí y estaba más o menos bien. Lo conocía demasiado para saber que bajo esa fachada sufría un tormento que jamás reconocería. Las voces le hablaban de la marca que su hermano compartía con Sun, hablaban de Kane y sus crueles intenciones, susurraban acertijos en la noche, una posible guerra entre cainitas tras la caída del Consejo.

Sabía que Héctor y Kane trabajaban para controlar de nuevo la Mascarada, podían hacerlo por la fuerza, pero siempre sería menos sangriento hacerlo por la vía política y eso dejaba a Assur en mala posición... pero había ido hasta allí porque se preocupaba por ella, no podía evitar que se le encogiese su muerto corazón al verlo marcharse. Con todas aquellas cosas en la cabeza se durmió y su sanación acelerada hizo el resto.

Despertó dos noches después, hambrienta. La sangre de Assur era potente, y no sólo había terminado de expulsar el veneno del licántropo que ya drenaron con los viales que le suministró Héctor, sino que además corría por sus venas con ferocidad, dándole un hambre atroz. Sus ojos enrojecidos brillaban con destellos escarlata cuando salió de la cama vestida únicamente con un camisón, descalza, deambulando por los pasillos en busca del titán.

No quería beber de humanos, le parecía absolutamente terrible hacerlo, aunque ellos quisieran, eso daba igual. No era una bestia, no era un demonio que drenaba la vida a los demás. El trauma que le dejó el vampiro que la convirtió estaba demasiado arraigado en su persona como para querer hacerlo.

Había mordido una vez a Uryan, voluntariamente, pero fue más la curiosidad por saber a qué sabía un licántropo. Descubrió que sabía al jardín del edén durante cinco segundos y que después el veneno tóxico que era su sangre la enfermaba como una plaga. Y eso que Hania estaba acostumbrada a sobrevivir con sangre de alimañas de las cloacas, con sangre de muertos de la Morgue, la cual estaba ya fría, coagulada, y le provocaba vómitos y malestar. Digamos que no tenía un paladar exigente y que la comida tampoco era algo que la motivase mucho. Pero la sangre de Assur la estaba alterando, le provocaba un ansia y una sed atroz, necesitaba aplacarla como fuera o sentía que iba a saltar como un depredador sobre cualquiera que se cruzase en su camino, y sería peor. Podría matar a cualquiera que estuviera por allí y cuyo delito no fuera más que encontrársela en un pasillo.

Miró al tal Tyler, parecía hermoso y bien alimentado, su corazón latía fuerte y rítmico y sus pensamientos estaban agitados, deseaba que ella lo mordiese, la contemplaba como si fuera lo más hermoso que había visto nunca y deseaba ser una ofrenda para ella. ¿Estaban locos? jamás en su sano juicio hubiera deseado que alguien la desangrase... Ah. Era por el éxtasis de la mordida del vampiro, ese que sintió la primera vez que mordió a un humano, la vez que la mordió Assur, la ocasión en la que ella lo mordió a él...y básicamente a esas mordidas se reducía su escasa experiencia. Como vampiro Hania Doe era un completo desastre, un fraude y una decepción, la vergüenza de su raza superior.

Se acercó despacio a Tyler, tenía los ojos marrones y bonitos, un poco juntos, y ese detalle no estaba en armonía con sus proporciones y medidas. kilos y kilos de músculos bajo los cuales había vida, calor, un cuerpo y un alma todo entrelazado en el mismo ser. Alargó la mano tocando su barba de dos días dilatando las aletas nasales para embriagarse del aroma de su piel. Olía a asado y a camisa recién planchada. Tendría una vida, unos recuerdos, sería "alguien" para otras personas... y ella no era nada, sólo un cuerpo muerto, frío, un recipiente que guardaba un alma rota, que no podía ascender a donde quiera que fueran los muertos.

— no puedo...— susurró cerrando un instante los ojos y apartando la mano. Pero las manos de Tyler, grandes y cálidas cazaron las suyas y su voz, tranquila y con una nota de súplica la interpeló.

— señorita Hania...por favor no se vaya. Hágalo, no se preocupe, no me duele. Inténtelo, por favor.— la voz de Tyler la dejó estupefacta. No había gritos ni agonía, no se escuchaban los jadeos animalescos de las noches de sangre y lujuria que tantas veces había presenciado. Aquel hombre le estaba pidiendo que le diera un mordisco, realmente lo anhelaba, no estaba allí por dinero ni obligación, estaba allí porque quería. Eso no es que mejorase el punto de que seguía sintiéndose monstruosa, pero al menos alivió su conciencia.

Suspiró y dudó de nuevo, se giró para enfrentar los ojos de Héctor, que la miraban con cierta expectación y soltó el aire de nuevo. Tyler evitaría que el monstruo Doe matase a alguien por estar descontrolada. Iba a hacer la buena acción del día con la humanidad. Se acercó y posó los labios sobre su cuello, estaba cálido y lleno de vida, como el de Uryan, sus colmillos crecieron y su lengua pudo probar el sabor salado de su piel antes de hundir los dientes en su vena. Los ojos escarlata de la bestia se fueron aplacando cuando la sangre entró en su interior. No era el manjar de dioses que había probado del lobo o del vampiro, pero desde luego era un millón de veces mejor que la de las botellas, sintió el éxtasis recorrerla con cada sorbo que inundaba su ser, era la sensación más gloriosa jamás contada, pero tras cinco o seis tragos se retiró, mareada.

Tyler abrió los ojos algo sorprendido ¿ya? normalmente solían drenarle un litro o dos de su sangre y dejarlo atontado, con el subidón de la mordida. Pero aquella chica apenas había bebido y ya se estaba retirando. Se tambaleó y se sentó en una silla enterrando la cabeza entre las manos. Su cuerpo seguía rechazando el ritual de la mordida, la sangre de los humanos directamente de la vena. Llevaba meses lejos de las alcantarillas y todavía le duraban los efectos de tantos años sobreviviendo a base de alimañas y mala sangre.

— la bestia se ha calmado... ya está...— murmuró, mientras la cabeza le daba vueltas.

Miró a los ojos del titán, que por primera vez le dedicaba palabras realmente sinceras, con algo de sentimiento por su parte. Estaba orgulloso de ella. ¿Por qué todos se empeñaban en que drenar la sangre de un humano era algo portentoso y genial? era una verdadera atrocidad, era un acto asqueroso y deleznable que ningún momento podía ser considerado algo digno de orgullo. Pero así estaban...Assur, Héctor, Drakul... hasta Uryan. Todos veían digno de celebración el hecho de que se convirtiera en una asesina sin remordimientos.

— no siento que deba estar orgullosa por nada. Esto no me hace mejor, sólo calma la bestia asesina que llevo dentro. Gracias por... curarme.

Se retiró del alcance de la mano de Héctor para marcharse a su cuarto. Algo le decía que no iba a salir de él enunos cuantos días, no quería ir al hospital de niños por si la bestia clamaba por más sangre, los pequeños no estarían a salvo y vivía con la opresión en el pecho de saber que la peor pesadilla de esos infantes pudiera ser ella.

Johari llegó en el momento en que Hania iba a cruzar la puerta, y miró a Héctor con esa mirada de alarma que entre ellos se entendía bien.

— señorita Hania, han traido esta carta para usted.— extendió la mano y le dio el sobre conel remitente hacia arriba: Kane Black.

La rubia frunció el ceño y miró a Héctor. ¿A santo de qué recibía ella una carta del vampiro original? Deslizó los dedos bajo la solapa del sobre y extrajo el pliego de papel pasando los ojos por las letras.

Mi muy estimada señorita Doe,

Le envío estas letras para decirle que me dejó usted muy impresionado, ha calado de tal forma en mi hijo que ahora está irreconocible. Como bien sabrá, Assur no se caracteriza por su carácter templado y siempre anda metido en líos. Estoy al tanto de lo que le sucede y los prblemas en los que se ha metido.

En breve habrá otro Consejo sentado en el Grand Châtelet, y lo primero que harán es tratar el tema de la extinción del anterior Consejo. Necesitaré que hable usted en la vista, será un mero trámite, pero me gustaría ultimar con usted los detalles de dicha comparecencia, se trata de mantener la Mascarada dentro de la Mascarada. Hable con su mentor de elo, Héctor sabe de lo que estoy hablando. Juntos conseguiremos que Assur deje de estar en el punto de mira, no quiero verme obligado a declarar una caza de sangre contra mi propio hijo.

Espero que se ha repuesto correctamente de su incidente con el chucho, y espero noticias suyas.

Atentamente,
Kane Black.

Las palabras del titán eran agridulces. Por un lado su extremado raciocinio le hacían ser un poco frío y analítico, como falto de pasión, de sentimiento. Nada parecía perturbarle. Assur se volvía loco de remate frente algunas cosas, y aunque fuera una salvajada, eso lo hacía como más humano. Héctor por contra parecía saber mantener la compostura siempre, escogiendo las palabras adecuadas, siempre calmado, siempre razonable.

La animaba a hablar en favor de Black, por el bien común, por la paz de la mascarada, a pesar de que acababa de decirle que si sacaban a Assur a saludar al sol le daría exactamente igual. Había sido capaz de manejar aquel arrebato de Black sin despeinarse, y seguía dejando que ella decidiera qué quería hacer. Era un hombre al que no le afectaba nada, excepto cuando la mordió porque pensaba que le habían arrebatado su venganza. ¿Cómo de grueso sería ese caparazón, frío y metódico? ¿cuántos siglos llevaba alimentando su privilegiada sesera para llegar a ser así? Era Ceo, el titán de la inteligencia, no podía esperar otra cosa de él. ¿Hubiera preferido tener por antepasado al titán de los sentimientos? ni siquiera sabía si existía uno. Pero de ser así, sería tan caótico como Assur, como ella misma. No, definitivamente era mejor saber a qué atenerse, y Ceo era un líder nato que sabía cómo actuar en cada momento. Agachó la mirada, dando por perdida cualquier inexistente batalla que todavía estuviera librando en su interior.

— Haré lo que tú creas mejor. Estoy cansada de que las cosas siempre salgan... así.

Así de manera trágica en la que alguien acababa sufriendo. Así de esa forma en la que ella siempre acababa comiéndose la cabeza y pensando que era mejor no haber salido de las alcantarillas. Así como cuando se sentía un estorbo, algo que sobra, alguien que no debería estar. Así como cuando era la vergüenza de su raza superior y siempre acababa decepcionando a alguien. Así.

No dijo nada, y escuchó las palabras de Héctor, que aunque no las hubiera pronunciado las habría entendido igualmente, porque se había establecido una comunicación mental, y de la misma forma el titán pudo sentir sus pensamientos, lanzados al aire en abierto.

Estaba cansada, estaba decaíada y perdida. Nada de lo que él le dijo tuvo sentido en ese momento, le daba igual ser poderosa, le daba igual hacer sus propias elecciones...no quería saber de razones ni derechos, de utilizar o no a quien fuera a su conveniencia, de aprender o no aprender...le daba igual ser eterna e inmutable, sólo quería un abrazo, dos segundos de sentir que no estaba sola en el mundo, y quizás no se lo mereciera, ni ella ni el titán, pero era todo cuanto les quedaba. Ya sólo se tenían el uno al otro para bien o para mal, les gustase o no. Así que se abrazó a Héctor apoyando la cabeza contra su pecho y cerrando los ojos.

El mundo seguiría girando, el tiempo seguiría discurriendo en los relojes y todo daba igual, porque no podía volverlo atrás. Pero podía detenerlo unos instantes, como ese en ese momento, y tan sólo disfrutar de esos segundos suspendidos en ningún lugar, robados a Cronos y empeñados a cambio de no sentir.

Pasadas unas noches, cuando sintió que recuperaba el equilibrio en su interior y que dejaba de ser una bestia hambrienta y descontrolada, regresó a su voluntariado del hospital, pero tras el ataque del licántropo, preferñia ir acompañada.

Esa noche se lo pidió a Héctor, se sentía más segura si él la dejaba en la puerta y regresaba a por ella antes de clarear el alba. Iban ambos andando, paseando, de camino al Saint Louis.

— La verdad es que me gusta venir, me siento más útil...y... bueno. — ahí venía la pregunta que quería hacerle a Héctor desde hacía días.— Sé que es una actitud muy humana y que así no aprendo a ser vampiro, y no aprendo a controlar mis poderes y... me extraña que todavía no me hayas pedido que haga algo al respecto.— Porque era lo lógico, porque no era humana y no podría serlo jamás, y así estaba perdiendo el tiempo, cuanto antes controlase su naturaleza, menos desastres causaría. Héctor le había dicho que ella tomaría sus decisiones, que respetaría sus opciones siempre que no supusieran un peligro para ella misma...y quizás eso era en lo que se traducía: que la "consentiría" de esa forma hasta que ella misma quisiera aprender a ser un vampiro. Le sobraba el tiempo y la paciencia, al parecer. Si era una estrategia, realmente era buena, porque presionar a Hania no se traducía en ventaja alguna, tendía a encerrarse en sí misma y no actuar de la forma esperada.

El titán había reaccionado de una forma más cálida de lo que esperaba, y se estaba empezando a forjar entre ellos la confianza necesaria para sentar las bases de una relación duradera. Inconscientemente, para la rubia no había obstáculo que no pudiera superar el amor. No había dolor que no pudiera ser compensado con amor, ni soledad que no pudiera ser llenada con el mismo. El titán de la inteligencia, el frío, el racional, el analítico...iba a tener que lidiar con una jovencita que era puro sentimiento, y pelear con sus mismas armas si quería sacar algo de ella.

Héctor sonrió de medio lado, con cierta soberbia que reflejaba la seguridad en su respuesta. Hania ya había visto ese gesto muchas veces y podía discernir sus matices. Cuando era reflejo de su altanería y su orgullo y cuando, como en ese caso, era en cierto modo indulgente, como quien escucha una pregunta cuya respuesta considera más que evidente.

-Has pasado más tiempo como humana que como vampiro. Es normal. Tampoco tiene nada de malo que conserves algunas costumbres. Tienes una eternidad por delante, si obviamos sol, estacas, cazadores y demás parafernalia. ¿Qué vas a hacer? ¿Encerrarte en un ataúd y hacer cosas que se supone que son de vampiros? Todos paseamos, comemos, bebemos, trabajamos y vamos a fiestas. Yo mismo adoro leer y es una actitud igual de humana. Créeme, los dioses no son tan distintos en su comportamiento en cuando a cosas mundanas se refiere. Sé de lo que hablo. Y esta... pseudovida a la que nos condenaron tras la caída... Si no pudieras disfrutar de los pequeños placeres, sean cuales sean, acabarías realmente convertida en ese monstruo que tanto temes ser.

Ese hombre había sido un titán, así que para él el mundo era una sucesión de sus caprichos y los de sus iguales. Había perdido eso, era consciente, pero había otras muchas cosas con las que entretenerse a lo largo de los siglos. Miles de libros que leer, cientos de lugares que ver a la luz de la luna, juegos de poder que jugar, cuerpos y mentes que seducir, experiencias que probar. La eternidad era para él una fuente inagotable de conocimiento. Y, a diferencia de Hania, él ya había nacido como inmortal, así que no tenía esos dilemas morales que tenía la rubia.

-La mente no es algo que deba forzarse si se quiere llegar a controlar. Cuando estés preparada, tú misma sentirás la necesidad de conocimiento, de control. Cuando veas las maravillas que puedes lograr, no querrás parar. Imagina lo que podrías llegar a hacer. Sé que piensas que controlar una mente es algo malo, que puedes obligar a otros a hacer cosas terribles. Pero eso es sólo una elección. También puedes obligarles a no hacerlas.

Un pequeño caramelo. Sabía que Hania era bondadosa por naturaleza y que, si le ofrecía la posibilidad de usar sus dones para algo bueno, quizás se sintiera más inclinada a estudiarlos y desarrollarlos. No tenía prisa. Después de todo, lo que les sobraba ahora era tiempo.

Las palabras de Héctor fueron lo más reconfortante que había escuchado en mucho tiempo. Que un vampiro milenario consciente de su poder entendiese su empecinamiento en seguir siendo humana en detrimento de sus habilidades vampíricas, la consolaba de una forma inimaginable, eliminaba toda la presión que sentía encima de ella, eliminaba su temor a defraudar y no ser lo que se esperaba de ella. El titán era muy listo, sabía manipular a la gente sin hacerlo directamente. Le había sembrado la semilla de la duda. Si había gente que cometía maldades ¿por qué no obligarlos a que fueran buenos? eso podía hacerlo y fuera el motivo que fuera, era una forma de usar sus poderes y mejorarlos. Héctor se apuntó un tanto muy claro con la rubia, había conseguido que de pronto le interesase su propia naturaleza, y cómo sacarle partido para hacer el bien.

— no lo había pensado...hasta ahora pensaba que todos los vampiros eran seres crueles, que cuanto más se alejaban de su naturaleza humana, más gustaban de acercarse al monstruo que nos condenó a ser Caín. Pero tienes razón en que estas habilidades pueden ser usadas también para hacer del mundo un un lugar poco mejor, devolver los dones recibidos. No sólo para sembrar muerte y oscuridad. Pensaba que era mejor intentar ser sólo humana porque así no haría daño a nadie...pero usar mis poderes para hacer el bien es mucho mejor.

Se le iluminaron los ojos al levantarlos hacia Héctor. Era una idea brillante. ¿Cómo no lo había visto antes? Acababa de ganarse la admiración de Hania con ese gesto, ya que en ningún momento ella captó que hubieran más razones ocultas en esa sugerencia, para la rubia todo el mundo era digno de su confianza hasta que no le demostrase lo contrario.

— ¿podrías enseñarme?¿podemos practicar en casa con pequeñas órdenes?

Asintió. Tenían un trato. Sentía que estaba en el buen camino, que había encontrado por fin algo de luz, una esperanza, una ilusión por la cual mantenerse activa y querer levantarse cada noche. Si para ello tenía que ingerir más sangre de las botellas o darle un bocadito a Tyler, lo haría, eran daños colaterales que podía asumir.

Las noches siguientes continuó yendo al hopsital y de dia estudiaba todos los papeles que le traían, desde planos, hasta ordenanzas municipales y las leyes que debían cumplir para tener ese orfanato. Escribía al abogado de Héctor con todas sus dudas y se encargaba de buscar posibles inversores altruistas, conocer a las damas más influyentes de la sociedad parisina para poderlas pescar en sus actos benéficos...esas cosas. Porque el Orfanato sería un hogar para esos niños mientras les buscaban otro que fuera el definitivo, ese donde crecer como personas y ser felices.

Realmente era mucho trabajo, pero sentía bien haciéndolo, quería progresar, quería por fin dejar el aislamiento en el que ella misma se había metido y empezar a ser útil, en definitiva... a vivir.

— Me gusta esta propiedad. Está en la zona industrial, no es muy vieja, tiene tres plantas y antes fue un hotel, así que no costará mucho rehabilitar algunas cosas. En el informe y los planos dice que tiene cocinas para trabajar con mucha gente, salas comunes, baños y duchas colectivos...creo que estará bien. Y lo bueno es que también tiene un patio grande.

orfanato:

Hania asintió, había sido el mono de feria durante muchos años cuando el orfanato de St Clemence organizaba actos, meriendas, conciertos de navidad y todo tipo de excusas para que algunos adinerados se animasen a llevarse un niño o dos.

"Ponte recta", "sonrie", "Sé educada"... aún recordaba las instrucciones de las monjas que esos días los peinaban a conciencia y nadie llevaba manchurrones en el vestido o en la cara. Pero a ella no se la podían llevar. Era un bonito reclamo, pero no estaba en adopción porque era una niña "peculiar". Sus ojos paseaban por las familias que acudían a esos eventos, deseando que se le acercasen y la llevaran con ellos...pero nunca sucedía. Sí, sabía cómo organizar eventos para adopciones y recaudación. No tenía interpuestos bloqueos mentales, así que Héctor podía presentir sus recuerdos claramente y la impresión que habían marcado en su vida.

— Empezaré por una fiesta de presentación del proyecto, buscando madrinas que quieran colaborar con una buena causa. Algunas sólo serán por aparentar, pero eso no me importa mientras el orfanato salga beneficiado. He pensado hacerlo en la iglesia de San Nicolás, que cuenta con una sala de reuniones grande y mucha gente que es devota. Otra en la sede Militar, recuerdo que muchos de los que venían al orfanato a adoptar llevaban uniformes, supongo que se pueden permitir tener hijos. Y después... ya veremos. Sé que cuando hay muchas bajas en el ejército quedan muchos huérfanos, así que no será difícil obtener su colaboración y que esos niños también un lugar donde ir.

Estaba decidida a sacar eso adelante y a mejorar la vida de al menos 50 niños. En St Clemence rara vez bajaban de la treintena y a veces llegaron a ser un centenar. La Dama de Plata sería un lugar abierto a la comunidad en un barrio obrero, donde los niños que lo deseasen pudieran participar de las clases o de las actividades que tuvieran, y aunque no pudiera verlo en marcha cuando más actividad tenía, lo supervisaría de noche y buscaría a lguien de confianza para poner al cargo de día.

El otro asunto. El otro asunto era la práctica de sus poderes mentales. Le daba algo de miedo usarlos, ya que si eran tan potentes como el caldero de sangre la cabeza acabaría estucando la pared de masa cerebral.

— Bueno...tengo que practicar, es necesario que entienda cómo funciona mi mente y mis poderes. He pensado empezar por algo sencillo, simplemente bucear en los recuerdos y a ver qué pasa. ¿Será mejor que lo haga contigo primero? tú puedes aguantar, los humanos... no lo sé.

Era la mejor opción por el momento, practicar con alguien cuyo cerebro no podría freir si se pasaba. Tomó aire que no respiraría para calmar sus nervios y se sentó frente a él mirándolo a los ojos.

— No hagas nada especial por dejarme entrar ni por repelerme...quedate como de normal estés tú. Si por lo que sea me paso, haz lo que tengas que hacer, soy consciente de que no sabemos a dónde va mi potencial.

Sujetó la mano de Héctor y cerró los ojos rastreando el hilo de sus pensamientos, eran como un murmullo que debía aislar del resto de mentes pensantes que pululaban por la casa. Lo siguió hasta desvanecer las brumas de una barrera mental y entrar en su cabeza. La mente de Héctor era muy potente, era como estar en medio de un huracán dorado lleno de imágenes y formas que chocaban entre ellas para hacerse y deshacerse. Captó una imagen que la atrajo, un ágora de piedra coronado por un sol radiante y arena a los lados y al fijarse en ella, se sumergió en la visión. Héctor vestía de blanco con toga, sus brazles y sandalias eran de oro como aquella corona que rodeaba su cabeza. ¿Eso era El Olimpo? quien sabe, tan sólo se dedicó a observar. Habían otros como él, peleando y riendo, como si estuvieran entrenando en algun lugar. Otros hablaban y reían.