AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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The silver ligning {priv.}
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The silver ligning {priv.}
Tras dejarle el diario y la carta a Assur, se despidió de aquella mansión, la abandonó en silencio y se marchó sin equipaje alguno. La noche estaba clara, la luna reinaba en el cielo sin llegar a ser plena, sabía que Héctor la estaría contemplando de la misma forma que ela podía contemplarla ahora, vagando por las calles, sintiéndose un poco más sola y un poco más desgraciada.
Su decisión le había costado media alma, pero no podía seguir viendo como Assur se autodestruía, tenía que dejarle evolucionar, seguir adelante, soltar el lastre y buscar su camino. Ella debía encontrar su lugar en el mundo, aprender su historia, saberlo todo sobre sus orígenes y su raza, los titanes. Y quizás así, pudiera encontrar un rayito de esperanza, un haz de luz en su vida.
No quería ver a Héctor, era su antepasado, sí, pero uno que no prestó mucha atención a los suyos y permitió que los persiguieran y cazaran, porque a ella le habían dado caza. Ni siquiera sabía si tenía más familia, igual que ella había permanecido humana y oculta de los vampiros, podrían haber más miembros perdidos de su estirpe...porque si ella era la única, con ella se extinguía su raza. Los vampiros habían ganado, pues no podía engendrar más herederos de los titanes ni podía regresar con ellos. Aún así, encaminó sus pasos hacia la mansión de Lebeau, no iba a refugiarse en las alcantarillas, ni a poner en peligro a Uryan y a Esthia. La masacre del Consejo también la salpicaba de refilón y seguramente habría muchos ojos puestos en ella. ¿Qué opinaría Drakul al respecto? él cazaba vampiros, especialmente a los que se volvían crueles y sanguinarios, pero en este caso Assur había matado a seis de los peores de ellos. Era una situación complicada. Le haría una visita una noche de estas.
Se detuvo frente a la verja de la imponente mansión, llevaba puesto el abrigo morado, pero sentía un frío terrible que venía de adentro, no de la noche primaveral de París. Reflexionó un instante de nuevo, porque las fuerzas le empezaban a flaquear y apenas había salido de su nido. Pero no, no recularía, había tomado aquella decision y era por el bien de Assur, mantendría su palabra. Mentalmente pronució las palabras que Héctor le recordó y que eran el santo y seña. "Mi padre es el cielo, mi madre es la tierra, el viento me lleva a donde le ordeno y la muerte no me toca." Y esperó que el anciano titán apareciese en la verja para darle cobijo antes del amanecer.
Su decisión le había costado media alma, pero no podía seguir viendo como Assur se autodestruía, tenía que dejarle evolucionar, seguir adelante, soltar el lastre y buscar su camino. Ella debía encontrar su lugar en el mundo, aprender su historia, saberlo todo sobre sus orígenes y su raza, los titanes. Y quizás así, pudiera encontrar un rayito de esperanza, un haz de luz en su vida.
No quería ver a Héctor, era su antepasado, sí, pero uno que no prestó mucha atención a los suyos y permitió que los persiguieran y cazaran, porque a ella le habían dado caza. Ni siquiera sabía si tenía más familia, igual que ella había permanecido humana y oculta de los vampiros, podrían haber más miembros perdidos de su estirpe...porque si ella era la única, con ella se extinguía su raza. Los vampiros habían ganado, pues no podía engendrar más herederos de los titanes ni podía regresar con ellos. Aún así, encaminó sus pasos hacia la mansión de Lebeau, no iba a refugiarse en las alcantarillas, ni a poner en peligro a Uryan y a Esthia. La masacre del Consejo también la salpicaba de refilón y seguramente habría muchos ojos puestos en ella. ¿Qué opinaría Drakul al respecto? él cazaba vampiros, especialmente a los que se volvían crueles y sanguinarios, pero en este caso Assur había matado a seis de los peores de ellos. Era una situación complicada. Le haría una visita una noche de estas.
Se detuvo frente a la verja de la imponente mansión, llevaba puesto el abrigo morado, pero sentía un frío terrible que venía de adentro, no de la noche primaveral de París. Reflexionó un instante de nuevo, porque las fuerzas le empezaban a flaquear y apenas había salido de su nido. Pero no, no recularía, había tomado aquella decision y era por el bien de Assur, mantendría su palabra. Mentalmente pronució las palabras que Héctor le recordó y que eran el santo y seña. "Mi padre es el cielo, mi madre es la tierra, el viento me lleva a donde le ordeno y la muerte no me toca." Y esperó que el anciano titán apareciese en la verja para darle cobijo antes del amanecer.
Hania Doe- Vampiro Clase Baja
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Re: The silver ligning {priv.}
La muerte de Flamel y el resto del Consejo había levantado ampollas. Si muchos ya tenían a Black entre ceja y ceja, ahora todo era mucho más visceral. Pero a Héctor no podía importarle menos. Ni siquiera le importó la muerte de Nicolas. Lo había usado, le había dado un puesto de poder a cambio de tener un espía. Ésa era su relación. Era su señor, no su amigo. Y como su señor, lo consideraba como alguien prescindible. Era difícil de sustituir, pero no imposible.
Lo que sí había zarandeado los cimientos de su existencia había sido Hania. Esa pequeña muchacha rubia que le había descolocado por completo. Le había devuelto una pequeña esperanza. Si ella existía, podía haber más. Podrían resurgir y volver a ser la raza poderosa que fueron en los orígenes.
Si quedaba alguno que no hubiera sido convertido, que fuera humano... lo suficientemente valiente y arrojado para ganarse un sitio entre los dioses...
Pero hacía milenios que eso no ocurría. Desde el último héroe. Desde que su cultura se convirtió en un puñado de mitos y leyendas que la gente se tomaba como una mera interpretación de la realidad que veían con los ojos del presente. No conocían la verdadera grandeza de ese pasado. Y la idea de un futuro era demasiado incierta.
Sin embargo, Hania había plantado esa diminuta semilla. Lo más probable era que no germinara, envenenada por ríos de amargura y venganza. Pero los Destinos seguían siendo unos hijos de puta que disfrutaban dando giros inesperados a la existencia del mundo, cruzando caminos insospechados.
Estaba en su balcón, contemplando la luna, pidiéndole consejo, como tantas veces había hecho cuando estaba a su lado. Pero, como ocurría desde hacía casi seis mil añor, no obtuvo respuesta.
"Mi padre es el Cielo, mi madre es la Tierra" escuchó, como un suave y triste susurro. Y su mundo se detuvo.
-El viento me lleva a donde le ordeno y la muerte no me toca.
Las palabras le quemaron en los labios, demasiado tiempo sin ser prounciadas. Pero algo en su interior recobraba nuevas fuerzas. Las verjas de la mansión se abrieron de par en par para Hania. El tiempo que tardó en recorrer el camino hasta la entrada fue el que usó Héctor para llegar hasta las puertas dobles de madera, para esperarla.
-Bienvenida.
Con un gesto de la mano la invitó a pasar. Desconocía los motivos por los que estaba allí. Su primer pensamiento fue que se trataba de una visita para reprocharle todo lo ocurrido con Flamel. Pero no importaba, el caso era que estaba allí.
Lo que sí había zarandeado los cimientos de su existencia había sido Hania. Esa pequeña muchacha rubia que le había descolocado por completo. Le había devuelto una pequeña esperanza. Si ella existía, podía haber más. Podrían resurgir y volver a ser la raza poderosa que fueron en los orígenes.
Si quedaba alguno que no hubiera sido convertido, que fuera humano... lo suficientemente valiente y arrojado para ganarse un sitio entre los dioses...
Pero hacía milenios que eso no ocurría. Desde el último héroe. Desde que su cultura se convirtió en un puñado de mitos y leyendas que la gente se tomaba como una mera interpretación de la realidad que veían con los ojos del presente. No conocían la verdadera grandeza de ese pasado. Y la idea de un futuro era demasiado incierta.
Sin embargo, Hania había plantado esa diminuta semilla. Lo más probable era que no germinara, envenenada por ríos de amargura y venganza. Pero los Destinos seguían siendo unos hijos de puta que disfrutaban dando giros inesperados a la existencia del mundo, cruzando caminos insospechados.
Estaba en su balcón, contemplando la luna, pidiéndole consejo, como tantas veces había hecho cuando estaba a su lado. Pero, como ocurría desde hacía casi seis mil añor, no obtuvo respuesta.
"Mi padre es el Cielo, mi madre es la Tierra" escuchó, como un suave y triste susurro. Y su mundo se detuvo.
-El viento me lleva a donde le ordeno y la muerte no me toca.
Las palabras le quemaron en los labios, demasiado tiempo sin ser prounciadas. Pero algo en su interior recobraba nuevas fuerzas. Las verjas de la mansión se abrieron de par en par para Hania. El tiempo que tardó en recorrer el camino hasta la entrada fue el que usó Héctor para llegar hasta las puertas dobles de madera, para esperarla.
-Bienvenida.
Con un gesto de la mano la invitó a pasar. Desconocía los motivos por los que estaba allí. Su primer pensamiento fue que se trataba de una visita para reprocharle todo lo ocurrido con Flamel. Pero no importaba, el caso era que estaba allí.
Ceo Lebeau-Fortier- Vampiro Clase Alta
- Mensajes : 176
Fecha de inscripción : 12/04/2017
Re: The silver ligning {priv.}
La rubia pasó al interior de la casa y tras ella se cerraron las puertas. Esa casa era extrañamente cálida para ser una mansión cualquiera, no un hogar como tal. Quizás fuera debido a que el propio anfitrión decidía cómo la quería, los muebles, los tapices y los colores de la paredes. El hotel había sido siempre frío e impersonal, y lo mismo sucedía con la mansión de Assur, que había sido elegida y decorada por Sunshine, cuyos gustos nada tenían que ver con los suyos.
Pasó al interior del saloncete que tenía la puerta abierta, suponía que la biblioteca todavía debía estar en reformas, ya que Héctor hizo estallar los cristales, las ventanas y parte del mobiliario la última vez que ella estuvo allí.
Se sentó frente al fuego y colocó las manos sobre las rodillas, cerradas, fijando la vista en las llamas. Estaba seria, tenía los ojos algo enrojecidos para ser un vampiro y sus labios estaban apretados, lejos de la expresión risueña o ausente que solía tener. Habló como una autómata sin mirar a Héctor. Estaba notando como se le hacía trizas su corazón inerte.
— ¿puedo quedarme aquí? he dejado a Assur. Pero no por miedo ni por lo del Consejo, es mejor que me aleje de él porque mi presencia le hace daño. No quiero represalias contra él, es mi única condición.
No se fiaba de Héctor, no lo conocía ni estaba al tanto de sus motivaciones, de sus objetivos; pero desde luego no sentía ningún aprecio por él. Quizás Assur fuera una bestia sanguinaria fuera de control, pero la había ayudado cuando nadie más lo hizo. ¿Dónde estaba el titán entonces? tanto que decía preocuparse por su linaje, se había vuelto perezoso en su vigilancia, pues decía haber perdido el rastro mil años atrás.
Pasó al interior del saloncete que tenía la puerta abierta, suponía que la biblioteca todavía debía estar en reformas, ya que Héctor hizo estallar los cristales, las ventanas y parte del mobiliario la última vez que ella estuvo allí.
Se sentó frente al fuego y colocó las manos sobre las rodillas, cerradas, fijando la vista en las llamas. Estaba seria, tenía los ojos algo enrojecidos para ser un vampiro y sus labios estaban apretados, lejos de la expresión risueña o ausente que solía tener. Habló como una autómata sin mirar a Héctor. Estaba notando como se le hacía trizas su corazón inerte.
— ¿puedo quedarme aquí? he dejado a Assur. Pero no por miedo ni por lo del Consejo, es mejor que me aleje de él porque mi presencia le hace daño. No quiero represalias contra él, es mi única condición.
No se fiaba de Héctor, no lo conocía ni estaba al tanto de sus motivaciones, de sus objetivos; pero desde luego no sentía ningún aprecio por él. Quizás Assur fuera una bestia sanguinaria fuera de control, pero la había ayudado cuando nadie más lo hizo. ¿Dónde estaba el titán entonces? tanto que decía preocuparse por su linaje, se había vuelto perezoso en su vigilancia, pues decía haber perdido el rastro mil años atrás.
Hania Doe- Vampiro Clase Baja
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Fecha de inscripción : 11/02/2017
Localización : perdida entre las nieblas de su mente
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Re: The silver ligning {priv.}
¿Represalias? Ja. En esos momentos sería capaz hasta de mandarle un par de humanos, con un lacito rojo y una tarjetita que dijera "Con toda mi gratitud." Como quien manda un ramo de flores. ¿Cómo iba a tomar represalias contra alguien que había cuidado de los restos de su linaje cuando él ni siquiera sabía que existían y que ahora hubiese hecho lo que hubiese hecho, había empujado a Hania a buscarle? Sería capaz de pasar por alto hasta que hubiese lastimado a la chiquilla. El fin justificaba los medios. El fin era que ella estaba allí. Los medios no le importaban.
-Ésta es tu casa. Elige una habitación y mandaré que la preparen para ti.
Había varios vampiros en aquella casa, al servicio de su señor. Se encargaban de mantenerla limpia, de que nunca faltara licor, de que el alimento llegara con regularidad. Espiaban para él, cazaban para él, cumplían sus órdenes por descabelladas que fuesen.
A cambio él les daba un lugar seguro para las horas de sol, les garantizaba la protección de un antiguo, les daba un estatus mejor. Héctor los organizaba en fución de sus habilidades, su utilidad y la confianza que le merecían. Apenas dos o tres tenían acceso a sus estancias privadas. Él los conocía a todos, pero muchos de ellos sólo le veían como una figura imponente que se paseaba por la mansión y ante la que bajaban la cabeza.
A la mayoría sólo les hablaba para darles órdenes o recibir de primera mano la información que les había enviado a obtener. Con otros se permitía alguna licencia. Pero siempre había una máxima clara: él era el que mandaba. Y no necesitaba domestrarlo constantemente. Era algo que simplemente flotaba en el ambiente y todos asumían. Era así. Punto.
La llegada de Hania suponía un cambio que no sabía muy bien cómo iba a caer entre sus subordinados, pero tampoco le importó demasiado. Ella era su linaje, su sangre. No confiaban el uno en el otro, pero esa unión era inquebrantable. Podían llegar a odiarse, pero siempre estarían unidos. Iba a convertirla en la princesa de aquella casa. Iba a estudiar sus reacciones y su caracter, sus habilidades.
Si ella mostraba lo que realmente podía llegar a ser, le confiaría sus más oscuros secretos, la convertiría en su digna heredera, buscaría con ella la venganza de quienes les habían relegado a aquella vida arrastrada entre las sombras.
Eso sería lo ideal. Pero lo ideal no siempre llega. Y Hector no había sobrevivido tantos años por ser impulsivo y confiar a ciegas. Él le tendía la mano, le ofrecía todo. Pero dependería de cómo ella lo recibiera y actuara.
Era sólo cuestión de tiempo.
-Ésta es tu casa. Elige una habitación y mandaré que la preparen para ti.
Había varios vampiros en aquella casa, al servicio de su señor. Se encargaban de mantenerla limpia, de que nunca faltara licor, de que el alimento llegara con regularidad. Espiaban para él, cazaban para él, cumplían sus órdenes por descabelladas que fuesen.
A cambio él les daba un lugar seguro para las horas de sol, les garantizaba la protección de un antiguo, les daba un estatus mejor. Héctor los organizaba en fución de sus habilidades, su utilidad y la confianza que le merecían. Apenas dos o tres tenían acceso a sus estancias privadas. Él los conocía a todos, pero muchos de ellos sólo le veían como una figura imponente que se paseaba por la mansión y ante la que bajaban la cabeza.
A la mayoría sólo les hablaba para darles órdenes o recibir de primera mano la información que les había enviado a obtener. Con otros se permitía alguna licencia. Pero siempre había una máxima clara: él era el que mandaba. Y no necesitaba domestrarlo constantemente. Era algo que simplemente flotaba en el ambiente y todos asumían. Era así. Punto.
La llegada de Hania suponía un cambio que no sabía muy bien cómo iba a caer entre sus subordinados, pero tampoco le importó demasiado. Ella era su linaje, su sangre. No confiaban el uno en el otro, pero esa unión era inquebrantable. Podían llegar a odiarse, pero siempre estarían unidos. Iba a convertirla en la princesa de aquella casa. Iba a estudiar sus reacciones y su caracter, sus habilidades.
Si ella mostraba lo que realmente podía llegar a ser, le confiaría sus más oscuros secretos, la convertiría en su digna heredera, buscaría con ella la venganza de quienes les habían relegado a aquella vida arrastrada entre las sombras.
Eso sería lo ideal. Pero lo ideal no siempre llega. Y Hector no había sobrevivido tantos años por ser impulsivo y confiar a ciegas. Él le tendía la mano, le ofrecía todo. Pero dependería de cómo ella lo recibiera y actuara.
Era sólo cuestión de tiempo.
Ceo Lebeau-Fortier- Vampiro Clase Alta
- Mensajes : 176
Fecha de inscripción : 12/04/2017
Re: The silver ligning {priv.}
Le daba igual qué habitación le diera, no estaba apegada a los bienes materiales, y para ella era más hogar el orfanato ruinoso que una mansión. Se levantó y subió las escaleras girando a la izquierda en el pasillo. Abrió la primera puerta, era una habitación enrome y algo ostentosa,decorada con sedas adamascadas, muebles de caoba y cuadros con marcos dorados; cerró la puerta y siguió andando. Se saltó dos o tres, sin saber por qué, quizás alguna de ellas pudiera ser la más adecuada, pero por alguna extraña razón no lo percibía y a la quinta volvió a girar el picaporte. La estancia era bastante más sencilla, decorada con muebles claros y cortinas blancas, tenía un pequeño escritorio y el papel pintado tenía pajarillos. Esa estaba bien. Entró en su nueva habitación, se quitó el abrigo y lo dejó sobre la silla dejándose caer en la cama, pronto amanecería y sentía que el sol se tragaría una parte importante de su vida. La habitación de Héctor estaba en frente y un par de puertas más allá.
Los días pasaron como en un sueño lento y brumoso, uno de esos que quieres que acabe y despertar en un día nuevo. Pero era consciente de que no era una sueño, era la resaca de las decisiones drásticas. Había estado semanas reflexionando, con los nervios en el estómago, tratando de reunir el valor suficiente para hacerlo, y ahora que ya estaba hecho, era como si se hubiera quedado sin rumbo, sin propósito en la vida. Y para qué mentir...le preocupaba Assur y lo echaba de menos, pero sabía que eso sucedería. El primer paso estaba dado, ahora tendría que mantener la marcha.
Héctor era muy correcto con ella, le proporcionaba todo cuanto necesitaba, ropa, libros, conversación... y hasta el alimento que Hania aceptaba: botellas. No podía alimentarse de humanos, no quería hacerlo, y al menos Héctor no se había enfadado por ello. No es que la conversación fuera muy fluida, pero ella le preguntaba cosas sobre los Titanes, y desde luego la realidad difería mucho de lo que se contaba en los libros. Quería saber sobre su raza, sobre su origen. Al menos ocupar su mente en esas historias la hacía pensar menos.
Se sentía algo machacada y triste, helada por dentro, y odiaba sentirse así. Ella necesitaba muy poco para sentirse en la cima del mundo, para recordar lo que era estar bajo el sol y en definitiva...viva. Le bastaba cuando se cambiaba de cama y dormía abrazada a Assur, o cuando la cogía de la mano y le decía que era la vergüenza de su raza, hasta cuando estaba ceñudo. El problema es que se había acostumbrado a no sentirse sola y ahora de nuevo sentía el vacío rodeándola.
Estaban sentados frente al fuego leyendo, porque una cosa es que no confiara en Héctor y que no le cayese bien, y la tra es que fuera una maleducada.
— Héctor...mañana no dormiré aquí, iré a ver a Drakul y si me deja, me quedaré con él. — lo dio por hecho y lo miró interrogativamente. Todavía no sabía si el titán sería un celoso compulsivo como Assur, un paranoico de su seguridad.
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Los días pasaron como en un sueño lento y brumoso, uno de esos que quieres que acabe y despertar en un día nuevo. Pero era consciente de que no era una sueño, era la resaca de las decisiones drásticas. Había estado semanas reflexionando, con los nervios en el estómago, tratando de reunir el valor suficiente para hacerlo, y ahora que ya estaba hecho, era como si se hubiera quedado sin rumbo, sin propósito en la vida. Y para qué mentir...le preocupaba Assur y lo echaba de menos, pero sabía que eso sucedería. El primer paso estaba dado, ahora tendría que mantener la marcha.
Héctor era muy correcto con ella, le proporcionaba todo cuanto necesitaba, ropa, libros, conversación... y hasta el alimento que Hania aceptaba: botellas. No podía alimentarse de humanos, no quería hacerlo, y al menos Héctor no se había enfadado por ello. No es que la conversación fuera muy fluida, pero ella le preguntaba cosas sobre los Titanes, y desde luego la realidad difería mucho de lo que se contaba en los libros. Quería saber sobre su raza, sobre su origen. Al menos ocupar su mente en esas historias la hacía pensar menos.
Se sentía algo machacada y triste, helada por dentro, y odiaba sentirse así. Ella necesitaba muy poco para sentirse en la cima del mundo, para recordar lo que era estar bajo el sol y en definitiva...viva. Le bastaba cuando se cambiaba de cama y dormía abrazada a Assur, o cuando la cogía de la mano y le decía que era la vergüenza de su raza, hasta cuando estaba ceñudo. El problema es que se había acostumbrado a no sentirse sola y ahora de nuevo sentía el vacío rodeándola.
Estaban sentados frente al fuego leyendo, porque una cosa es que no confiara en Héctor y que no le cayese bien, y la tra es que fuera una maleducada.
— Héctor...mañana no dormiré aquí, iré a ver a Drakul y si me deja, me quedaré con él. — lo dio por hecho y lo miró interrogativamente. Todavía no sabía si el titán sería un celoso compulsivo como Assur, un paranoico de su seguridad.
Hania Doe- Vampiro Clase Baja
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Re: The silver ligning {priv.}
Las noches pasaban una tras otra, sin nada especialmente destacable. Toda la mansión se había adaptado a la perfección a la presencia de Hania. Cada uno de los vampiros que allí moraban había sido informado de quién era ella, qué hacía allí y cuál era su lugar en esa invisible cadena de mando. Hania sólo respondía ante Héctor. Todos, salvo Héctor, respondían ante Hania.
Le había dado permiso para llamarle por su verdadero nombre si quería, pero únicamente en privado, pues ese detalle debía seguir estando oculto. Habían compartido algunas veladas, charlando sobre historias demasiado antiguas y demasiado tergiversadas con el correr de los tiempos.
Su relación era más formal que otra cosa. No confiaban el uno en el otro y ambos parecían querer tomarse su tiempo y sus precauciones para cambiar eso. El Antiguo no quería agobiarla y tampoco se fiaba de hasta qué punto pudiera estar influida por Black. Ni siquiera sabía si realmente estaba allí porque había abandonado a Assur o como espía.
Y no había querido entrar en su mente para averiguarlo. Con cualquier otro lo hubiera hecho sin dudar, pero ella no era cualquier otro, era el final de su línea de sangre, el otro extremo del hilo rojo que recorría su familia generación tras generación.
Levantó los ojos del libro que leía cuando Hania le habló. La miró unos segundos, como si esperase que añadiera algo más.
-Bien. Avísame si cambias de idea para enviar a alguien a buscarte, sobre todo si es tarde.
Le había dado permiso para llamarle por su verdadero nombre si quería, pero únicamente en privado, pues ese detalle debía seguir estando oculto. Habían compartido algunas veladas, charlando sobre historias demasiado antiguas y demasiado tergiversadas con el correr de los tiempos.
Su relación era más formal que otra cosa. No confiaban el uno en el otro y ambos parecían querer tomarse su tiempo y sus precauciones para cambiar eso. El Antiguo no quería agobiarla y tampoco se fiaba de hasta qué punto pudiera estar influida por Black. Ni siquiera sabía si realmente estaba allí porque había abandonado a Assur o como espía.
Y no había querido entrar en su mente para averiguarlo. Con cualquier otro lo hubiera hecho sin dudar, pero ella no era cualquier otro, era el final de su línea de sangre, el otro extremo del hilo rojo que recorría su familia generación tras generación.
Levantó los ojos del libro que leía cuando Hania le habló. La miró unos segundos, como si esperase que añadiera algo más.
-Bien. Avísame si cambias de idea para enviar a alguien a buscarte, sobre todo si es tarde.
Ceo Lebeau-Fortier- Vampiro Clase Alta
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Fecha de inscripción : 12/04/2017
Re: The silver ligning {priv.}
Se relajó al escuchar la respuesta del antiguo. Quizás se había acostumbrado al férreo control de Black, que aunque no le gustaba, entendía como parte de su naturaleza, y esperaba que todos los antiguos fueran así. Pero para Héctor no lo era. Bueno, tampoco la apreciaba de la misma forma que Assur, así que tampoco perdía nada si a ella le pasaba algo, ya que no le tenía cariño.
Ese pensamiento le entristeció un poco. Eran familia, de alguna extraña y singular forma, lo eran. Y sin embargo si al otro le ocurría algo no lo sentirían. Suspiró mirando al fuego, mientras trataba de ordenar sus pensamientos y decir las cosas de forma que tuvieran sentido.
— Héctor... sé que no nos conocemos y que la sangre solo te hace pariente, es la lealtad la que te hace familia. Pero me entristece pensar que si mañana mismo saludase al sol, sólo me echarían de menos las ratas de la alcantarilla y ese al que todos llaman monstruo. No se puede querer porque sí, ni forzar el aprecio, pero...creo que tenemos que intentarlo ¿no? es decir...somos familia...esperé durante toda mi vida que alguien me adoptase en aquel orfanato, quería tener una, ser normal... y ahora que la tengo me resultas lejano, extraño, distante. Hay gente en la que confío, no tengo ni idea de por qué, simplemente...un día se cruzaron en mi vida, o yo en la de ellos. Y quiero confiar en ti, pero no sé cómo. Quiero pensar que es cierto que si hubieras sabido de mi, habrías venido a buscarme. Pero luego pienso que no estuviste atento, que si tu familia era tan importante ¿cómo pudiste perderles el rastro? supongo que... fallaste. Y es humano fallar.— elevó los ojos para mirarlo.— ¿qué hubiera sido de mi vida si no hubieras fallado? sería humana? quizás no habría nacido? o quizás sí y ahora tendría una bonita familia? quien sabe... no tiene sentido darle vueltas, es un callejón sin salida.
Ese pensamiento le entristeció un poco. Eran familia, de alguna extraña y singular forma, lo eran. Y sin embargo si al otro le ocurría algo no lo sentirían. Suspiró mirando al fuego, mientras trataba de ordenar sus pensamientos y decir las cosas de forma que tuvieran sentido.
— Héctor... sé que no nos conocemos y que la sangre solo te hace pariente, es la lealtad la que te hace familia. Pero me entristece pensar que si mañana mismo saludase al sol, sólo me echarían de menos las ratas de la alcantarilla y ese al que todos llaman monstruo. No se puede querer porque sí, ni forzar el aprecio, pero...creo que tenemos que intentarlo ¿no? es decir...somos familia...esperé durante toda mi vida que alguien me adoptase en aquel orfanato, quería tener una, ser normal... y ahora que la tengo me resultas lejano, extraño, distante. Hay gente en la que confío, no tengo ni idea de por qué, simplemente...un día se cruzaron en mi vida, o yo en la de ellos. Y quiero confiar en ti, pero no sé cómo. Quiero pensar que es cierto que si hubieras sabido de mi, habrías venido a buscarme. Pero luego pienso que no estuviste atento, que si tu familia era tan importante ¿cómo pudiste perderles el rastro? supongo que... fallaste. Y es humano fallar.— elevó los ojos para mirarlo.— ¿qué hubiera sido de mi vida si no hubieras fallado? sería humana? quizás no habría nacido? o quizás sí y ahora tendría una bonita familia? quien sabe... no tiene sentido darle vueltas, es un callejón sin salida.
Hania Doe- Vampiro Clase Baja
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Re: The silver ligning {priv.}
-Todos comenzamos a fallar el día que nació el Tiempo -que podía sonar hasta enigmático, pero para él tenía todo el sentido del mundo. Cronos, el tiempo, había destronado a Urano, su padre. Zeus, había destronado a Cronos, repitiendo la historia. Lo que los libros recogían como Titanomaquia o la caída de los titanes, no era más que un breve resumen de un proceso largo en que sólo se seguía el curso natural de las cosas. Pero cuando se disponían a resurgir, como tantas otras veces había pasado, sin que los cronistas lo reflejaran, como habían previsto los oráculos, como era el orden del mundo, el equilibrio... Cuando se acercaba el momento de recuperar su poder, comenzaron a ser cazados por los hijos de Caín y todo se volvió demasiado confuso. El polvo tras la batalla se posó y la imagen que tuvo ante sus ojos el titán fue desoladora. Algunos de sus hermanos habían sido convertidos, otros no. Ahora estaban condenados a vivir en realidades separadas; cadena perpetua lejos de Febe, de sus hijas, buscando desesperadamente volver. Años más tarde, tantos que ni siquiera podía contarlos, cambió su búsqueda de un camino de vuelta a casa por la venganza. No podía regresar, tenía que asumirlo. Así que se limitó a vagar por el mundo, a llevar aquella vida o no-vida o lo que fuera. Protegió su linaje mientras pudo, pero estaba solo y despojado de la mayor parte de su poder. Sí, había fallado. Pero mucho antes de que Hania naciera-. Hacía más de mil años que no tenía respuesta. Sé que para ti no sirve esa explicación, pero no tengo otra. Busqué y busqué sin éxito... hasta que un día dejé de buscar y me centré en encontrar a aquel que me lo había arrebatado todo. Lo único que sé de él es que es un Antiguo. Podría haberlos matado a todos y así asegurarme la venganza. Pero no soy tan estúpido como para pensar que sobreviviría como individuo sin la Mascarada. He ido investigando uno por uno los que he ido encontrando. He podido acabar con alguno de ellos, pero no he alcanzado aún la fuente. -Miró a la rubia, serio-. No sé lo que habrías sido o lo que habría sido yo de haberte encontrado antes. Lo que sí tengo seguro es que el encontrarte ahora no ha sido casual. Los Destinos decidieron que fuera de este modo y yo ya no tengo poder para influir sobre ellos como antaño. No te pediré perdón por no buscarte. Para mí no había nada que buscar hasta hace unos días, cuando ambos supimos la verdad. Pero yo también quiero confiar en ti. Quiero que ambos recorramos ese camino. No será cuestión de unos pocos días, los dos tenemos recelos bien fundados. Pero esto es un primer paso. Eres mi familia, la única en esta casa que tendrá total acceso y libertad a cada rincón, como si fuera yo mismo. Tus órdenes serán como dichas por mi boca, cuando no contradigan las mías. Puedes entrar y salir a tu antojo, pero quiero saber que estarás a salvo durante las horas de luz, sea aquí o en cualquier otro lugar. Te he encontrado ahora y no voy a perderte de nuevo.
Ceo Lebeau-Fortier- Vampiro Clase Alta
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Re: The silver ligning {priv.}
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Tras la fiesta en el cabaret de L'enfer y la aparición de Kane Black, las noches siguientes fueron un poco extrañas y convulsas. Héctor no pasaba mucho tiempo en casa y Hania decidió que tampoco lo haría, estaba cansada de estar sola. Acudía cada noche puntualmente al hospital de Saint Antoine al pabellón de niños con dolencias pulmonares crónicas a leerles cuentos o dibujar con ellos. Era el único momento en el que se sentía realmente una persona.
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La noche arreciaba tormenta, pero eso no le impidió salir para ir al hospital. Se había llevado algunos libros de la biblioteca de Héctor para leerles a los niños, él no los echaría de menos. Esa noche Drakul tenía que ir a cazar algo importante, al parecer los cazadores de la Orden contaban con él para las misiones más arriesgadas pues era un vampiro resistente y ducho en armas. Se quedó más tiempo del que acostumbraba, a veces se despertaba alguno de los niños por el sonido de los truenos y se acercaba a su cama a arroparlo y consolarlo. Recordaba vívidamente esas noches en el orfanato cuando ella era pequeña y nadie se acercaba a susurrarle que mañana luciría el sol y que no había nada de lo que preocuparse.
Eran las cuatro pasadas cuando salió del hospital con un paraguas rojo y encaminó sus pasos hacia la mansión. La lluvia calaba hasta el tuétano colándose en los rincones solitarios de su alma. Conforme se alejaba de la presencia de aquellos niños necesitados su ánimo se helaba por momentos dejando paso al frío que se había instalado desde que dejó la mansión Black. Los bajos de su vestido estaba llenos de barros, sus botines empapados y su abrigo lleno de rodales de agua allá donde la alcanzaban las gotas. Como acto reflejo se subió el cuello de su abrigo gris de paño como si así pudiera escapar de aquella sensación desapacible, pero nada más lejos.
Giró en la Plaza de la Bastilla, en aquellos días las calles no eran seguras, de nuevo se escuchaban ecos de protestas, los Borbones que habían sucedido a Napoleón trataban de abolir muchas de las mejoras conseguidas en la Revolución, y se cometían actos de terrorismo antimonárquico, de la misma forma que el régimen gobernante se deshacía de los agitadores. De pronto una turba de hombres de baja clase portando antorchas arrastraron a la muchacha calle abajo, iban a incendiar el polvorín de la Bastilla. Cuando se dio cuenta estaba en mitad de la horda enfurecida y trató de salir de allí metiéndose en un callejón pestilente cerca de la temible cárcel, seguramente el callejón al que drenaban los excermentos de los pabellones.
Se llevó la mano al pecho, respirando agitadamente, en ese gesto tan humano que no había perdido todavía, era extraño respirar cuando el corazón no latía. Suspiró aliviada, trataría de salir a una de las grandes avenidas y tomar un carruaje. Pero entonces vio aquellos dos ojos mirándola fijamente. Ojos rojos reflectantes, colmillos agudos y sanguinolentos, pelaje hirsuto y negro. Era un licántropo en frenesí rojo, la luna estaba llena y sus gruñidos guturales la avisaban del destino que iba a correr. La bestia se fijó en ella y Hania reculó, era más rápida que un humano, pero no había practicado sus dones lo suficiente como para correr más que un licántropo enfurecido. Su mente se activó frente al peligro, ya no podía llamar a Assur... {Mi padre es el cielo, mi madre es la tierra, el viento me lleva donde le ordeno y la muerte no me toca} El mantra de los titanes voló mentalmente hasta su destinatario, Héctor.
Hania Doe- Vampiro Clase Baja
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Re: The silver ligning {priv.}
Desde la reunión con los Black, Héctor había estado ocupado, trazando con Kane algunas líneas de actuación para solucionar el problemilla que les había dejado la pataleta de Assur, descuartizando a todo el Consejo. Era difícil mantener la Mascarada, había mucho que negociar, muchas concesiones que hacer. Había que reunirse con cazadores e inquisidores, con cambiantes y brujos. Todo de forma muy clandestina, para que cuando se reunieran la cúpula de la Orden, la Logia y el Consejo, el acuerdo fluyera como si ellos fueran sus artífices.
Se había reunido con uno de los ancianos de la Logia. Un hechicero con contactos en la Inquisición. Ambos habían puesto una lista de condiciones sobre la mesa, de cara a acercar posturas. Pero el acuerdo no había llegado en esa primera ocasión. Tendrían que tocar otros hilos en aquel telicado tapiz, donde todos veían la trama, pero muy pocos movían la urdimbre.
Estaba saturado y quería relajarse un poco, así se encaminó sus pasos hacia las calles aledañas al cabaret. Un trago, un bocado, quizás algo más de diversión. Estaba abierto a todas las posibilidades que la noche parisina podía ofrecerle.
Mas todas sus opciones desaparecieron de un plumazo cuando una voz llegó limpia y clara a su cabeza.
"Mi padre es el Cielo, mi madre es la Tierra."
-Hania.
La conexión mental entre ellos, reforzada por el vínculo de sangre y la convivencia de las últimas semanas, le guió por instinto puro y duro hacia el origen de aquel reclamo.
La urgencia que sentía en las palabras de la rubia parecía tirar de él. Era algo que no había sentido desde que el mundo era joven. Algo que creyó perdido. Pero el instinto estaba ahí, bajo la piel. Y antes que un vampiro antiguo, era un titán. Antes que Héctor, era Ceo.
Se detuvo a la entrada del callejón, ya en las sombras que recortaba la luz que llegaba desde la avenida. Lo veía medio de espaldas, cubriéndole parcialmente la visión de Hania. Frunció el ceño. Esa asquerosa criatura no iba a tocar lo que era suyo. No mientras él pudiera impedirlo. Iba a arrancarle el pellejo a tiras y tejerle una alfombra a la muchacha.
-Aquí tienes una presa mejor, engendro. Vamos, alégrame la noche.
Se había reunido con uno de los ancianos de la Logia. Un hechicero con contactos en la Inquisición. Ambos habían puesto una lista de condiciones sobre la mesa, de cara a acercar posturas. Pero el acuerdo no había llegado en esa primera ocasión. Tendrían que tocar otros hilos en aquel telicado tapiz, donde todos veían la trama, pero muy pocos movían la urdimbre.
Estaba saturado y quería relajarse un poco, así se encaminó sus pasos hacia las calles aledañas al cabaret. Un trago, un bocado, quizás algo más de diversión. Estaba abierto a todas las posibilidades que la noche parisina podía ofrecerle.
Mas todas sus opciones desaparecieron de un plumazo cuando una voz llegó limpia y clara a su cabeza.
"Mi padre es el Cielo, mi madre es la Tierra."
-Hania.
La conexión mental entre ellos, reforzada por el vínculo de sangre y la convivencia de las últimas semanas, le guió por instinto puro y duro hacia el origen de aquel reclamo.
La urgencia que sentía en las palabras de la rubia parecía tirar de él. Era algo que no había sentido desde que el mundo era joven. Algo que creyó perdido. Pero el instinto estaba ahí, bajo la piel. Y antes que un vampiro antiguo, era un titán. Antes que Héctor, era Ceo.
Se detuvo a la entrada del callejón, ya en las sombras que recortaba la luz que llegaba desde la avenida. Lo veía medio de espaldas, cubriéndole parcialmente la visión de Hania. Frunció el ceño. Esa asquerosa criatura no iba a tocar lo que era suyo. No mientras él pudiera impedirlo. Iba a arrancarle el pellejo a tiras y tejerle una alfombra a la muchacha.
-Aquí tienes una presa mejor, engendro. Vamos, alégrame la noche.
Ceo Lebeau-Fortier- Vampiro Clase Alta
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Re: The silver ligning {priv.}
La bestia inició una carrera frenética hacia la rubia y cuando llegó a su altura descargó un zarpazo tremendo que la hirió en el brazo y las costillas de forma extensa. Sus garras eran como cristales afilados, los cortes fueron profundo se irregulares y con la ponzoña de los licántropos las heridas de la cainita no sanarían automáticamente, eran la kriptonita de los vampiros.
Gritó de dolor cayendo al suelo como un fardo, sintiendo la quemazón sulfúrica de ese veneno en los tajos y mareándose. Por mucho poder mental que tuviera, era vampira neonata, no controlaba sus dones y su resistencia física era la mínima que otorgaba la inmortalidad. Podría sobrevivir a una cuchillada de un ladrón, pero las garras de un licántropo eran harina de otro costal. El mundo le pareció rojo y negro a sus ojos, las oleadas de dolor pulsaban mientras la sangre, que no era suya, era la que ingería de las botellas, goteaba y escapaba de sus venas.
Así que eso era la muerte de verdad y no lo que le sucedió en la sala de la chimenea cuando el monstruo la mordió y le regaló la maldición oscura. Morirse era eso, dejar que la vida escapara gota a gota sin más, sin drama. Pero dolía un infierno, había sentido mucho dolor físico en su vida: cuando le crecieron los colmillos, cuando se mataba de hambre en la alcantarilla por negarse a matar, cuando ingeria la sangre de ratas y gatos y la vomitaba haciendo que doliese aún más el estómago... Pero ese dolor era terrible, quemaba, latía, mareaba, cuando parecía que se iba a retirar regresaba con más fuerza.
La bestia giró la cabeza cuando Héctor habló y se dirigió hacia él con los ojos rojos brillando de frenesí y furia, con los músculos tensos y el pelo erizado. Era un licántropo de gran envergadura, negro como la noche y con una voracidad fuera de control. Era extraño que una bestia así acechase suelta por las calles del centro de París, y que los cazadores no tuvieran constancia. La realidad es que estaba fichado, se trataba de Crevan McNamara el alfa de una manada de licántropos irlandeses afincados en París. Todos ellos malvivían en los suburbios dedicándose a negocios clandestinos como el contrabando de alcohol y tabaco, y otros delitos que implicaban sangre. Eran una manda belicosa pero no solían atacar a la gente fuera de los ajustes de cuentas "normales" en los bajos fondos. En la Sede tenían constancia de que Crevan estaba preso en la Bastilla, a la espera de juicio, y los infiltrados licántropos probablemente lo habrían soltado porque de transformarse en la celda, no quedaría títere con cabeza. Así es como funcionaba la Mascarada, cada facción tenía sus recursos en las instituciones para evitar que los humanos supieran de la existencia de los suyos. Pero aquello debía haber sido algun fallo, porque un licántropo así no debía andar suelto en París en una noche de luna llena, algo debía haber sucedido.
La bestia se lanzó a por Héctor sin pensarselo, corrió a grandes zancadas y extendió las zarpas para "abrazar" al cainita y despedazarlo, morderlo y triturarlo hasta no dejar ni los huesos.
Gritó de dolor cayendo al suelo como un fardo, sintiendo la quemazón sulfúrica de ese veneno en los tajos y mareándose. Por mucho poder mental que tuviera, era vampira neonata, no controlaba sus dones y su resistencia física era la mínima que otorgaba la inmortalidad. Podría sobrevivir a una cuchillada de un ladrón, pero las garras de un licántropo eran harina de otro costal. El mundo le pareció rojo y negro a sus ojos, las oleadas de dolor pulsaban mientras la sangre, que no era suya, era la que ingería de las botellas, goteaba y escapaba de sus venas.
Así que eso era la muerte de verdad y no lo que le sucedió en la sala de la chimenea cuando el monstruo la mordió y le regaló la maldición oscura. Morirse era eso, dejar que la vida escapara gota a gota sin más, sin drama. Pero dolía un infierno, había sentido mucho dolor físico en su vida: cuando le crecieron los colmillos, cuando se mataba de hambre en la alcantarilla por negarse a matar, cuando ingeria la sangre de ratas y gatos y la vomitaba haciendo que doliese aún más el estómago... Pero ese dolor era terrible, quemaba, latía, mareaba, cuando parecía que se iba a retirar regresaba con más fuerza.
La bestia giró la cabeza cuando Héctor habló y se dirigió hacia él con los ojos rojos brillando de frenesí y furia, con los músculos tensos y el pelo erizado. Era un licántropo de gran envergadura, negro como la noche y con una voracidad fuera de control. Era extraño que una bestia así acechase suelta por las calles del centro de París, y que los cazadores no tuvieran constancia. La realidad es que estaba fichado, se trataba de Crevan McNamara el alfa de una manada de licántropos irlandeses afincados en París. Todos ellos malvivían en los suburbios dedicándose a negocios clandestinos como el contrabando de alcohol y tabaco, y otros delitos que implicaban sangre. Eran una manda belicosa pero no solían atacar a la gente fuera de los ajustes de cuentas "normales" en los bajos fondos. En la Sede tenían constancia de que Crevan estaba preso en la Bastilla, a la espera de juicio, y los infiltrados licántropos probablemente lo habrían soltado porque de transformarse en la celda, no quedaría títere con cabeza. Así es como funcionaba la Mascarada, cada facción tenía sus recursos en las instituciones para evitar que los humanos supieran de la existencia de los suyos. Pero aquello debía haber sido algun fallo, porque un licántropo así no debía andar suelto en París en una noche de luna llena, algo debía haber sucedido.
La bestia se lanzó a por Héctor sin pensarselo, corrió a grandes zancadas y extendió las zarpas para "abrazar" al cainita y despedazarlo, morderlo y triturarlo hasta no dejar ni los huesos.
Hania Doe- Vampiro Clase Baja
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Re: The silver ligning {priv.}
El titán esperó a que el lobo corriera hacia él. Si ya de por sí les tenía asco a aquellas criaturas -jamás reconocería que gran parte de ese odio se debía a su amor por la Luna, a la forma en que la adoraban y que ella les protegía y les dotaba de poder-, el hecho de que hubiera herido a Hania, que ahora era su protegida, su chiquilla, su ser más preciado, aunque sólo fuera por ser el último resquicio de su linaje conocido, avivaba aún más ese sentimiento, esas ganas de verlo retorcerse entre estertores de dolor.
Esperó, sin moverse, sin perder esa pose despreocupada y altanera, hasta que el licántropo saltó sobre él, buscando hacer presa. Fue entonces cuando en un fluido movimiento, se apartó de la trayectoria. Casi podría decirse que se había desvanecido. Pero su condición de vampiro limitaba ese poder que sí poseía como titán. Quizás algún día pudiera recuperarlo, pero no se habiá dado el caso. Simplemente había sido rápido y oportuno. Y había hecho uso de sus habilidades mentales para confundir a la criatura.
Alargó la mano hacia él, más por la vistosidad del movimiento que por su necesidad, porque su poder mental no requería contacto físico. Invadió a placer la mente de la bestia. Un ser tan dominado por la ira y el instinto nada podía hacer frente a su mente, poderosa y privilegiada. El control y la dominación fueron inmediatos. Pero no se contentó con hacerlo estallar por dentro. Quería hacerlo sufrir. Todo lo que pudiera.
Provocó que se desgarrase a sí mismo. Hizo que sus dedos marcaran su pecho y sus muslos, mientras echaba espuma por la boca. Sonrió con superioridad cuando le obligó lentamente a subir las garras ensangrentadas hacia sus ojos. No apartó la mirada cuando retorció su mente hasta llevarle al abismo de la locura y empujarle a él. Iba a morir en ese callejón y no iba a ser nada agradable.
Cuando apenas quedaron los despojos, se detuvo, dejándole agonizar y desangrarse hasta morir, con el lacerante dolor de las heridas autoprovocadas. Olvidado, como el perro pulgoso que era.
Se acercó hasta la pequeña rubia y la tomó del mentón, mirándola intensamente.
-Volvamos a casa. Allí podré atender mejor esas heridas. ¿Puedes caminar?
Podria haberla llevado en brazos o haber hecho que alguno de sus acólitos fuera a buscarlos en un carruaje. Pero no quería tratarla como si fuera a romperse. Era fuerte, tenía sangre de titanes, de dioses, de héroes. Era hora de que se viera por sí misma que no tenía que depender de nadie si no quería, que podía hacer las cosas con su propio poder, pero que él estaría ahí siempre que ella lo llamara. Ahora que sabía que existía, Ceo siempre respondería a la llamada de la sangre.
Esperó, sin moverse, sin perder esa pose despreocupada y altanera, hasta que el licántropo saltó sobre él, buscando hacer presa. Fue entonces cuando en un fluido movimiento, se apartó de la trayectoria. Casi podría decirse que se había desvanecido. Pero su condición de vampiro limitaba ese poder que sí poseía como titán. Quizás algún día pudiera recuperarlo, pero no se habiá dado el caso. Simplemente había sido rápido y oportuno. Y había hecho uso de sus habilidades mentales para confundir a la criatura.
Alargó la mano hacia él, más por la vistosidad del movimiento que por su necesidad, porque su poder mental no requería contacto físico. Invadió a placer la mente de la bestia. Un ser tan dominado por la ira y el instinto nada podía hacer frente a su mente, poderosa y privilegiada. El control y la dominación fueron inmediatos. Pero no se contentó con hacerlo estallar por dentro. Quería hacerlo sufrir. Todo lo que pudiera.
Provocó que se desgarrase a sí mismo. Hizo que sus dedos marcaran su pecho y sus muslos, mientras echaba espuma por la boca. Sonrió con superioridad cuando le obligó lentamente a subir las garras ensangrentadas hacia sus ojos. No apartó la mirada cuando retorció su mente hasta llevarle al abismo de la locura y empujarle a él. Iba a morir en ese callejón y no iba a ser nada agradable.
Cuando apenas quedaron los despojos, se detuvo, dejándole agonizar y desangrarse hasta morir, con el lacerante dolor de las heridas autoprovocadas. Olvidado, como el perro pulgoso que era.
Se acercó hasta la pequeña rubia y la tomó del mentón, mirándola intensamente.
-Volvamos a casa. Allí podré atender mejor esas heridas. ¿Puedes caminar?
Podria haberla llevado en brazos o haber hecho que alguno de sus acólitos fuera a buscarlos en un carruaje. Pero no quería tratarla como si fuera a romperse. Era fuerte, tenía sangre de titanes, de dioses, de héroes. Era hora de que se viera por sí misma que no tenía que depender de nadie si no quería, que podía hacer las cosas con su propio poder, pero que él estaría ahí siempre que ella lo llamara. Ahora que sabía que existía, Ceo siempre respondería a la llamada de la sangre.
Ceo Lebeau-Fortier- Vampiro Clase Alta
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Re: The silver ligning {priv.}
La voz de Héctor le sonaba lejana, apenas lo podía enfocar, sus pupilas estaban dilatadas del miedo y del dolor. No le había dado tiempo de activar el caldero de sangre para salvarse de la bestia, ni siquiera lo había intentado porque no vivía en ese constante estado de alerta en el que debía estar un vástago. Sin embargo el titán ni se había despeinado, había obligado a la criatura a arrancarse la piel a jirones y a automutilarse hasta la muerte. Su poder era terrible, bestial y cruel.
Notaba el escozor intenso de la ponzoña licántropa en las heridas de las garras, su piel abierta palpitaba en cada punto donde el lobo la había tocado, y veinte mil agujas pinchaban como cristales bajo la piel. Trataba de pensar si alguna vez había sentido tanto dolor...y la respuesta era no. Ni el hambre crónica, ni el mordisco del monstruo que la transformó, ni el de Ramsés ni el de Assur ni el de Héctor...vaya. Ahora que lo pensaba, debía tener complejo de postre pues todos querían hincarle el diente. esto le arrancó una sonrisa extraña, lunática.
¿Que si podía andar? se sentía como despiezada y hecha trizas, pero al parecer su cerebro fue capaz de mandar la orden a sus pies y éstos sorprendentemente respondieron. Se dejó arrastrar por Héctor sosteniendo una mano sobre el costado donde tenía el zarpazo más grave, le daba la sensación de que había arañado la costilla y se salía un trozo de pulmón. ¡Un trozo de pulmón! ahora podría ingresar en la misma ala que los niños a los que les leía cuentos, los enfermos respiratorios crónicos. Esto también le arrancó una carcajada y murmuró.
— tengo un trozo de pulmón al aire...y da igual porque no me sirve para nada... ¿Crees que me aceptarán con los niños del hospital? a fin de cuentas no respiro...— volvió a reir desquiciada. Su vida era una puta locura y le estaba subiendo la fiebre tóxica producida por la toxina licántropa.
Notaba el escozor intenso de la ponzoña licántropa en las heridas de las garras, su piel abierta palpitaba en cada punto donde el lobo la había tocado, y veinte mil agujas pinchaban como cristales bajo la piel. Trataba de pensar si alguna vez había sentido tanto dolor...y la respuesta era no. Ni el hambre crónica, ni el mordisco del monstruo que la transformó, ni el de Ramsés ni el de Assur ni el de Héctor...vaya. Ahora que lo pensaba, debía tener complejo de postre pues todos querían hincarle el diente. esto le arrancó una sonrisa extraña, lunática.
¿Que si podía andar? se sentía como despiezada y hecha trizas, pero al parecer su cerebro fue capaz de mandar la orden a sus pies y éstos sorprendentemente respondieron. Se dejó arrastrar por Héctor sosteniendo una mano sobre el costado donde tenía el zarpazo más grave, le daba la sensación de que había arañado la costilla y se salía un trozo de pulmón. ¡Un trozo de pulmón! ahora podría ingresar en la misma ala que los niños a los que les leía cuentos, los enfermos respiratorios crónicos. Esto también le arrancó una carcajada y murmuró.
— tengo un trozo de pulmón al aire...y da igual porque no me sirve para nada... ¿Crees que me aceptarán con los niños del hospital? a fin de cuentas no respiro...— volvió a reir desquiciada. Su vida era una puta locura y le estaba subiendo la fiebre tóxica producida por la toxina licántropa.
Hania Doe- Vampiro Clase Baja
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Re: The silver ligning {priv.}
El vampiro la miró arqueando ambas cejas, con expresión de incredulidad. Sonrió de medio lado y meneó la cabeza, pero decidió que se debía al efecto de la herida agravada. Se agachó lo justo para mirarla a los ojos.
-No eres una humana, Hania. Nunca lo fuiste del todo. Esto que somos ahora es... un estado más a lo largo de la eternidad. Esos niños se irán y vendrán otros. Algunos te adorarán y otros te tendrán miedo, pero no debes sentirte mal por ellos. Piensa que tú tienes el poder de aliviar su sufrimiento o agravarlo.
La mansión Lebeau-Fortier estaba todavía a un par de calles de distancia, pero lo bastante cerca para que el tiempo no fuera un factor en contra. Cuando atravesaron el portón, Héctor dio las órdenes pertinentes a sus acólitos.
Tres de ellos se apresuraron a bajar a la cocina a buscar agua y paños para limpiar la ponzoña del pulgoso ser que había osado herir a Hania. Otros dos corrieron escaleras arriba para disponer la habitación de la rubia. Otro más irrumpió tras los primeros hasta la despensa, para buscar un arcón muy bien guardado de medio metro de lado y un palmo y medio de altura, de madera, que contenía multitud de viales con líquidos de colores, perfectamente ordenados y protegidos. Eligió seis de ellos volvió sobre sus pasos hasta la habitación de la rubia.
Habían puesto una colcha bastante gastada sobre la que lucía normalmente, para que se manchara y se mojara ésa y luego pudieran retirarla. Héctor no se movió de allí, pero dejó que Camile hiciera uso de sus habilidades. Ella era la que se encargaba de que nunca faltaran viales en el arcón y de atender las heridas de sus compañeros. El titán incluso le confiaba las propias, aunque había que reconocer que eran casos demasiado excepcionales.
Cuando hubieron hecho todo lo que pudieron, se retiraron, dejándoles a solas. Héctor permaneció sentado en el borde de la cama de la rubia y le cogió la mano.
-Van a traerte una botella. Necesitas sangre para que tu cuerpo pueda sanarse. Preferiría que la bebieras directamente, pero sé que no quieres y no es el momento de tener una discusión. Beberás y dormirás.
-No eres una humana, Hania. Nunca lo fuiste del todo. Esto que somos ahora es... un estado más a lo largo de la eternidad. Esos niños se irán y vendrán otros. Algunos te adorarán y otros te tendrán miedo, pero no debes sentirte mal por ellos. Piensa que tú tienes el poder de aliviar su sufrimiento o agravarlo.
La mansión Lebeau-Fortier estaba todavía a un par de calles de distancia, pero lo bastante cerca para que el tiempo no fuera un factor en contra. Cuando atravesaron el portón, Héctor dio las órdenes pertinentes a sus acólitos.
Tres de ellos se apresuraron a bajar a la cocina a buscar agua y paños para limpiar la ponzoña del pulgoso ser que había osado herir a Hania. Otros dos corrieron escaleras arriba para disponer la habitación de la rubia. Otro más irrumpió tras los primeros hasta la despensa, para buscar un arcón muy bien guardado de medio metro de lado y un palmo y medio de altura, de madera, que contenía multitud de viales con líquidos de colores, perfectamente ordenados y protegidos. Eligió seis de ellos volvió sobre sus pasos hasta la habitación de la rubia.
Habían puesto una colcha bastante gastada sobre la que lucía normalmente, para que se manchara y se mojara ésa y luego pudieran retirarla. Héctor no se movió de allí, pero dejó que Camile hiciera uso de sus habilidades. Ella era la que se encargaba de que nunca faltaran viales en el arcón y de atender las heridas de sus compañeros. El titán incluso le confiaba las propias, aunque había que reconocer que eran casos demasiado excepcionales.
Cuando hubieron hecho todo lo que pudieron, se retiraron, dejándoles a solas. Héctor permaneció sentado en el borde de la cama de la rubia y le cogió la mano.
-Van a traerte una botella. Necesitas sangre para que tu cuerpo pueda sanarse. Preferiría que la bebieras directamente, pero sé que no quieres y no es el momento de tener una discusión. Beberás y dormirás.
Ceo Lebeau-Fortier- Vampiro Clase Alta
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Re: The silver ligning {priv.}
La mansión era un hervidero de gente arriba y abajo haciendo cosas, hablando, entrando y saliendo, o eso le pareció, porque estaba empezando a alucinar por la fiebre. Veía siluetas fantasmagóricas atravesando por delante de sus ojos, susurrando cosas incomprensibles a su oído y sentía el calor y el frío en su interior. Comenzó a temblar descontroladamente y se aferró a la mano de Héctor, era lo único real. No podía morirse...¿o si? daba igual, pero la sensacion de estar sola y cerca de su final no era en absoluto agradable.
Le dieron a beber varios viales, otros los aplicaron en las hheridas abiertas, quizás hasta le pincharon con una jeringuilla metálica el contenido de otro de ellos mientras murmuraban, pero ella no podía entenderlos, sólo sentía a la muerte rondar cerca o a saber qué era.
Cuando Héctor le acercó la botella de sangre estaba demasiado débil para pensar, para negarse, tan sólo tragó el líquido vital, aunque a veces se desparramaba manchando las comisuras de sus labios, el cuello y la ropa de cama que había debajo, estaba débil, febril, convulsa y no controlaba sus acciones. Los viales rebajaron la infección y la ponzoña, que en su delicado cuerpo habrían causado estragos demasiado grandes para que pudiera recuperarse por si sola. La sangre comenzó a obrar su milagro regenerador, pero no sanaría automáticamente como les sucedía a los vampiros de más edad, sus marcas tardarían semanas o meses en desaparecer, se trataba de las garras de un licántropo y eso agravaba por mil la lesión. Cayó en una especie de sopor extraño donde las alucionaciones se sucedían sin pausa pero tenía los ojos cerrados, de vez en cuando entre los temblores dejaba escapar un quejido o un murmullo.
No tenía ni idea de cuanto tiempo había sido presa de las garras de aquella extraña oscuridad psicodélica donde había visto demonios, fantasmas y ojos rojos que la observaban con hambre. Despertó sintiéndose aún febril y rota por mil sitios. La habitación estaba en silencio y Johari la observaba en silencio desde un sillón. Lo observó sin decir nada ¿qué iba a decirle después de todo aquello? el hombre salió de la habitación en silencio a avisar a Héctor. Llevaba cuatro días sumida en aquel estado semiinconsciente luchando por expulsar el veneno.
Le dieron a beber varios viales, otros los aplicaron en las hheridas abiertas, quizás hasta le pincharon con una jeringuilla metálica el contenido de otro de ellos mientras murmuraban, pero ella no podía entenderlos, sólo sentía a la muerte rondar cerca o a saber qué era.
Cuando Héctor le acercó la botella de sangre estaba demasiado débil para pensar, para negarse, tan sólo tragó el líquido vital, aunque a veces se desparramaba manchando las comisuras de sus labios, el cuello y la ropa de cama que había debajo, estaba débil, febril, convulsa y no controlaba sus acciones. Los viales rebajaron la infección y la ponzoña, que en su delicado cuerpo habrían causado estragos demasiado grandes para que pudiera recuperarse por si sola. La sangre comenzó a obrar su milagro regenerador, pero no sanaría automáticamente como les sucedía a los vampiros de más edad, sus marcas tardarían semanas o meses en desaparecer, se trataba de las garras de un licántropo y eso agravaba por mil la lesión. Cayó en una especie de sopor extraño donde las alucionaciones se sucedían sin pausa pero tenía los ojos cerrados, de vez en cuando entre los temblores dejaba escapar un quejido o un murmullo.
No tenía ni idea de cuanto tiempo había sido presa de las garras de aquella extraña oscuridad psicodélica donde había visto demonios, fantasmas y ojos rojos que la observaban con hambre. Despertó sintiéndose aún febril y rota por mil sitios. La habitación estaba en silencio y Johari la observaba en silencio desde un sillón. Lo observó sin decir nada ¿qué iba a decirle después de todo aquello? el hombre salió de la habitación en silencio a avisar a Héctor. Llevaba cuatro días sumida en aquel estado semiinconsciente luchando por expulsar el veneno.
Última edición por Hania Doe el Lun Jul 24, 2017 12:01 pm, editado 2 veces
Hania Doe- Vampiro Clase Baja
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Re: The silver ligning {priv.}
Los rumores sobre las heridas graves que sufrió Hania en un combate singular contra un licantropo llegaron a la mansión y fueron recibidas con un gruñido gutural que desde el interior de mis entrañas emergió.
No lo pensé, no solía hacerlo cuando el demonio que habitaba en mi y del que seguro mi padre no se sentiría orgulloso, afloraba voraz.
Tomé mi negro espectro y sobre su lomo acorté la distancia hasta la mansión del titan, sin duda mi visita no iba a ser bien recibida, no esperaba fuegos artificiales, ni alfombra roja, pero ...si sus criados eran listos se harían a un lado porque hoy no estaba precisamente de broma.
Desmonté en el portón de su caserón, el mayordomo fue el encargado de mi recepción, alegando que antes de permitirme el paso tenia que anunciar mi presencia pues su señor estaba ocupado.
Sin dejarle acabar su explicación lo agarré del cuello y lo lancé varios metros allá ¿Permitirme? ¿a mi?
-Tranquilo, prometo presentarme solo -rugí adentrándome con paso firme por ese delicado jardín por el que posiblemente Hania paseaba, leía y se entretenía como un día hizo en el mio.
A mi paso la comitiva de su servicio, nervioso por mi presencia, pero acobardados por acercarse demasiado seguían mis pasos.
No había lugar a error, podía sentir el aura de Hania en el piso superior y no dude en subir las marmoleas escaleras hasta dar de frente con una cámara grande, la puerta entreabierta y en su interior la voz de Hector cuidando de mi Chiquilla.
Esté se alzó nada mas crucé el umbral, mi ladeada sonrisa no presagiaba una dialéctica agradable, claro que no había venido para mantener con él charla ninguna.
Me acerqué al lecho tomando la mano de la rubia que me miraba incrédula, supongo que no estaba convocado ni se me esperaba.
-Bebe -ordene sin decir hola, tampoco iba a decirle adiós, creo que eso quedo claro en nuestro ultimo encuentro.
Saje con mis dientes mi muñeca llevándola contra sus labios.
Que Hania no bebía de humanos era algo que sabia, al parecer una concesión que Hector le concedía..demasiadas concesiones era lo que la había postrado en esa cama y la sangre en mi interior hervia dándome cuenta que se ganaba su cariño cediendo a sus peticiones a riesgo de que esto sucediera.
Conmigo Hania nunca estuvo herida.
Mis ojos rosjo como el fuego se clavaron en los del titan, esperaba que no se le ocurriera cuestionar mis métodos.
-Mira Hector, te voy a explicar como veo yo esto. Digamos que somos como un matrimonio mal avenido. Hania se ha enfadado con su padre porque no es condescendiente con ella, a corrido a las faldas de su madre en busca de otra realidad.
No tengo problema alguno con este echo, si así ella lo quiere, ahora, te aviso y solo lo hará una vez, si Hania a tu lado vuelve a sufrir daño alguno, álzate las enaguas porque vendré y no sera para darle de mi sangre y ayudar a la cicatrización de esas heridas si no que me la llevaré y ni tu, ni mil titanes podrán impedirlo ¿lo entiendes querida?
Sabia que ahora vendría su replica, si es que la tenia pero me importaba una mierda, mejor que fuera a contarle su desacuerdo al viejo de mi padre en algún burdel cercano.
-Hania, mi sangre como sabes a sufrido mordidas de licantropo, de echo de la primera licantropo en poblar este mundo, no soy inmune al veneno pero he desarrollado cierta resistencia con el paso de los siglos y mas en este ultimo año...así que, bebe, te retiraras mejor, te lo aseguro.
No lo pensé, no solía hacerlo cuando el demonio que habitaba en mi y del que seguro mi padre no se sentiría orgulloso, afloraba voraz.
Tomé mi negro espectro y sobre su lomo acorté la distancia hasta la mansión del titan, sin duda mi visita no iba a ser bien recibida, no esperaba fuegos artificiales, ni alfombra roja, pero ...si sus criados eran listos se harían a un lado porque hoy no estaba precisamente de broma.
Desmonté en el portón de su caserón, el mayordomo fue el encargado de mi recepción, alegando que antes de permitirme el paso tenia que anunciar mi presencia pues su señor estaba ocupado.
Sin dejarle acabar su explicación lo agarré del cuello y lo lancé varios metros allá ¿Permitirme? ¿a mi?
-Tranquilo, prometo presentarme solo -rugí adentrándome con paso firme por ese delicado jardín por el que posiblemente Hania paseaba, leía y se entretenía como un día hizo en el mio.
A mi paso la comitiva de su servicio, nervioso por mi presencia, pero acobardados por acercarse demasiado seguían mis pasos.
No había lugar a error, podía sentir el aura de Hania en el piso superior y no dude en subir las marmoleas escaleras hasta dar de frente con una cámara grande, la puerta entreabierta y en su interior la voz de Hector cuidando de mi Chiquilla.
Esté se alzó nada mas crucé el umbral, mi ladeada sonrisa no presagiaba una dialéctica agradable, claro que no había venido para mantener con él charla ninguna.
Me acerqué al lecho tomando la mano de la rubia que me miraba incrédula, supongo que no estaba convocado ni se me esperaba.
-Bebe -ordene sin decir hola, tampoco iba a decirle adiós, creo que eso quedo claro en nuestro ultimo encuentro.
Saje con mis dientes mi muñeca llevándola contra sus labios.
Que Hania no bebía de humanos era algo que sabia, al parecer una concesión que Hector le concedía..demasiadas concesiones era lo que la había postrado en esa cama y la sangre en mi interior hervia dándome cuenta que se ganaba su cariño cediendo a sus peticiones a riesgo de que esto sucediera.
Conmigo Hania nunca estuvo herida.
Mis ojos rosjo como el fuego se clavaron en los del titan, esperaba que no se le ocurriera cuestionar mis métodos.
-Mira Hector, te voy a explicar como veo yo esto. Digamos que somos como un matrimonio mal avenido. Hania se ha enfadado con su padre porque no es condescendiente con ella, a corrido a las faldas de su madre en busca de otra realidad.
No tengo problema alguno con este echo, si así ella lo quiere, ahora, te aviso y solo lo hará una vez, si Hania a tu lado vuelve a sufrir daño alguno, álzate las enaguas porque vendré y no sera para darle de mi sangre y ayudar a la cicatrización de esas heridas si no que me la llevaré y ni tu, ni mil titanes podrán impedirlo ¿lo entiendes querida?
Sabia que ahora vendría su replica, si es que la tenia pero me importaba una mierda, mejor que fuera a contarle su desacuerdo al viejo de mi padre en algún burdel cercano.
-Hania, mi sangre como sabes a sufrido mordidas de licantropo, de echo de la primera licantropo en poblar este mundo, no soy inmune al veneno pero he desarrollado cierta resistencia con el paso de los siglos y mas en este ultimo año...así que, bebe, te retiraras mejor, te lo aseguro.
Assur Black**- Vampiro Clase Alta
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Re: The silver ligning {priv.}
La mansión Lebeau-Fortier era una fortaleza. Nada ni nadie podía entrar en ella si su dueño no lo permitía. Eso fue lo que permitió a Assur llegar hasta la habitación de la pequeña Hania. Porque ni una sola de las personas en aquella casa temían a Black. Allí no podía hacerles nada.
Héctor entendía su frustración y su miedo y por eso, apenas notó su llegada, transmitió la orden de que el paso le fuera abierto. No porque Assur lo mereciera, sino por Hania. Porque ella había sufrido mucho desde que él la apartó de su lado para quedarse con Sunshine y vivir su final feliz de cuento de hadas. Sí, quizás junto al titán la rubia tenía una herida en la piel. Pero con Assur la había tenido en el alma.
Le dejó irrumpir en su casa y llegar hasta el dormitorio donde reposaba la muchacha. Le dejó creerse con derecho a socorrerla y le dejó hablar de lo que pensaba o no pensaba permitir. Le dejó hacerlo sin perder la calma en ningún momento, sin despeinarse, sin enfadarse por su presencia, porque realmente no era él quien tenía algo que temer de Assur. Hasta dejó aflorar una sonrisa cuando le dijo aquello de querida. ¿En serio eso pretendía ser una ofensa? Ja. Lo único que dejaba de manifiesto era, una vez más, lo pequeño que se sentía Assur a su lado. ¿Por qué, si no, había sentido la necesidad de correr junto a Hania, después de haberla echado? ¿Por qué, si no, sentía esa necesidad de enfrentarse a él, cuando Héctor ni siquiera prestaba atención a su presencia?
En la mente del titán, los actos de Assur revelaban una tremenda inseguridad en sí mismo que escondía tras una desorbitada prepotencia. ¿Iba a llevársela por la fuerza? ¿Por qué? Hania no era una prisionera en esa casa, si quería volver a su lado, no tenía más que decirlo.
-¿Has acabado de hacer el idiota, "querido"?
Con movimientos pausados, sin alterarse lo más mínimo por las amenazas del otro hombre, se acercó a la rubia y le apartó el cabello del rostro.
-No te preocupes, te prometí que no iba a hacerle daño y cumpliré mi palabra. Os dejaré a solas, por si quereis hablar un rato. Cuando acabes, envía a Johari a avisarme -aunque sabría de sobras cuando Black abandonase su morada, como sabía todo lo que acontecía bajo su techo-. Ya conoces el camino de salida, "querido". Dale recuerdos de mi parte a Sunshine. Dile que estaré encantando de volver a hacerla temblar en mis brazos.
Sonrió, le guiñó el ojo al vampiro, y abandonó la estancia de la rubia, cerrando la puerta tras él y yendo hacia la biblioteca.
Héctor entendía su frustración y su miedo y por eso, apenas notó su llegada, transmitió la orden de que el paso le fuera abierto. No porque Assur lo mereciera, sino por Hania. Porque ella había sufrido mucho desde que él la apartó de su lado para quedarse con Sunshine y vivir su final feliz de cuento de hadas. Sí, quizás junto al titán la rubia tenía una herida en la piel. Pero con Assur la había tenido en el alma.
Le dejó irrumpir en su casa y llegar hasta el dormitorio donde reposaba la muchacha. Le dejó creerse con derecho a socorrerla y le dejó hablar de lo que pensaba o no pensaba permitir. Le dejó hacerlo sin perder la calma en ningún momento, sin despeinarse, sin enfadarse por su presencia, porque realmente no era él quien tenía algo que temer de Assur. Hasta dejó aflorar una sonrisa cuando le dijo aquello de querida. ¿En serio eso pretendía ser una ofensa? Ja. Lo único que dejaba de manifiesto era, una vez más, lo pequeño que se sentía Assur a su lado. ¿Por qué, si no, había sentido la necesidad de correr junto a Hania, después de haberla echado? ¿Por qué, si no, sentía esa necesidad de enfrentarse a él, cuando Héctor ni siquiera prestaba atención a su presencia?
En la mente del titán, los actos de Assur revelaban una tremenda inseguridad en sí mismo que escondía tras una desorbitada prepotencia. ¿Iba a llevársela por la fuerza? ¿Por qué? Hania no era una prisionera en esa casa, si quería volver a su lado, no tenía más que decirlo.
-¿Has acabado de hacer el idiota, "querido"?
Con movimientos pausados, sin alterarse lo más mínimo por las amenazas del otro hombre, se acercó a la rubia y le apartó el cabello del rostro.
-No te preocupes, te prometí que no iba a hacerle daño y cumpliré mi palabra. Os dejaré a solas, por si quereis hablar un rato. Cuando acabes, envía a Johari a avisarme -aunque sabría de sobras cuando Black abandonase su morada, como sabía todo lo que acontecía bajo su techo-. Ya conoces el camino de salida, "querido". Dale recuerdos de mi parte a Sunshine. Dile que estaré encantando de volver a hacerla temblar en mis brazos.
Sonrió, le guiñó el ojo al vampiro, y abandonó la estancia de la rubia, cerrando la puerta tras él y yendo hacia la biblioteca.
Ceo Lebeau-Fortier- Vampiro Clase Alta
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Fecha de inscripción : 12/04/2017
Re: The silver ligning {priv.}
Hania apenas tenía fuerzas para mantenerse consciente y tratar de asimilar algo del liquido rojo de las botellas. Héctor se pasaba a su lado gran parte del tiempo, pero a veces la dejaba al cargo de Johari, cuando tenía asuntos que resolver.
Cuando Assur irrumpió en la mansión cual vendaval, no se lo esperaba, pero al verlo entrar en la habitación, primero pensó que estaba empezando a delirar de nuevo, a alucinar por la fiebre, y que él no estaba ahí. Nada más lejos. Las voces de uno y de otro las escuchaba como amortiguadas, pero ambos estaban allí y sus palabras resonaba casi con eco en su cabeza. Héctor se levantó y se marchó dejándolos solos.
Cuando se rasgó las venas y llevó la muñeca a sus labios, la sangre era jodidamente real, la reconocería en cualquier parte, aunque estuviera ciega, sorda o muda. Dio un par de tragos, porque la sangre de Assur era muy potente y no quería que le sentase mal, y acabar haciendo el espectáculo al vomitarla, y su cabeza pareció clarificarse un poco.
— has venido...— susurró apoyada contra la almohada. Estiró la mano y acarició los dedos de Assur. Eso era lo que realmente tenía valor, para ella significaba mucho y no podía negar que egoistamente, se alegraba de seguir siendo importante para él. Pero esa visita había sido intempestiva. No tenía por qué llegar tan furibundo, amenazando a todos… ¿acaso no estaban en esa situación más o menos pactada?.— Assur… no me fui porque no me consintieras ciertas cosas… me fui porque quería protegerte…yo te hago débil… ¿no has leído la carta?… léela por favor. — en esa maldita carta había volcado sus sentimientos más profundos y él ni siquiera lo había leído.— no me retienen aquí en contra de mi voluntad, si quisiera irme, Héctor no me lo impediría. Pero no puedo volver contigo porque…Mírate. Estás así por mi culpa. Y mereces ser feliz, tienes a Sunshine a tu lado.
Se hizo un silencio denso entre ambos.— ojalá las cosas fueran de otro modo…pero son las que son. Me caeré muchas más veces y aprenderé a levantarme, y quizás algún día encuentre mi lugar en el mundo..— levantó sus azules ojos hacia Assur con esa expresión risueña que a veces ponía cuando pensaba en esos mundos que leía en los libros.— Tengo miedo, pero no de morir en un callejón, sino de ser una sombra el resto de mis días. Venía del hospital, de leerles cuentos a los niños...estoy en paz con el destino. No ansío grandes cosas, sólo un poco de luz al final del día.
Cuando Assur irrumpió en la mansión cual vendaval, no se lo esperaba, pero al verlo entrar en la habitación, primero pensó que estaba empezando a delirar de nuevo, a alucinar por la fiebre, y que él no estaba ahí. Nada más lejos. Las voces de uno y de otro las escuchaba como amortiguadas, pero ambos estaban allí y sus palabras resonaba casi con eco en su cabeza. Héctor se levantó y se marchó dejándolos solos.
Cuando se rasgó las venas y llevó la muñeca a sus labios, la sangre era jodidamente real, la reconocería en cualquier parte, aunque estuviera ciega, sorda o muda. Dio un par de tragos, porque la sangre de Assur era muy potente y no quería que le sentase mal, y acabar haciendo el espectáculo al vomitarla, y su cabeza pareció clarificarse un poco.
— has venido...— susurró apoyada contra la almohada. Estiró la mano y acarició los dedos de Assur. Eso era lo que realmente tenía valor, para ella significaba mucho y no podía negar que egoistamente, se alegraba de seguir siendo importante para él. Pero esa visita había sido intempestiva. No tenía por qué llegar tan furibundo, amenazando a todos… ¿acaso no estaban en esa situación más o menos pactada?.— Assur… no me fui porque no me consintieras ciertas cosas… me fui porque quería protegerte…yo te hago débil… ¿no has leído la carta?… léela por favor. — en esa maldita carta había volcado sus sentimientos más profundos y él ni siquiera lo había leído.— no me retienen aquí en contra de mi voluntad, si quisiera irme, Héctor no me lo impediría. Pero no puedo volver contigo porque…Mírate. Estás así por mi culpa. Y mereces ser feliz, tienes a Sunshine a tu lado.
Se hizo un silencio denso entre ambos.— ojalá las cosas fueran de otro modo…pero son las que son. Me caeré muchas más veces y aprenderé a levantarme, y quizás algún día encuentre mi lugar en el mundo..— levantó sus azules ojos hacia Assur con esa expresión risueña que a veces ponía cuando pensaba en esos mundos que leía en los libros.— Tengo miedo, pero no de morir en un callejón, sino de ser una sombra el resto de mis días. Venía del hospital, de leerles cuentos a los niños...estoy en paz con el destino. No ansío grandes cosas, sólo un poco de luz al final del día.
Hania Doe- Vampiro Clase Baja
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Re: The silver ligning {priv.}
Ladeé la sonrisa ante las palabras del titan, siempre tan correcto, tan estúpido como para decirle a Hania con esa arrogancia que lo caracterizaba que no iba a hacerme daño porque así se lo había prometido.
Tras ellas solo encontraba la cobardía del que ladra mucho y no muerde nada.
Siempre en las sombras, siempre manejando los hilos de los títeres para no quedar expuesto en la batalla.
Las guerras por experiencia se ganan en el campo de batalla, desde el trono, no paladeas la sangre, ni la disfrutas de igual manera.
Puede que fuera un titan, pero ¿donde estaba ahora? ¿en un cuerpo de vampiro de cuantos años?
Podía creerse invencible, pero si algo sabia y era mucho, es que todos mueren cuando se les atraviesa el corazón con una estaca.
Muy galante decidió dejarnos solos, de nuevo huía con el rabo entre las piernas como si le hubiera pinchado en el culo con un tridente.
Claro que no obvio lo que hace todo perdedor en la retirada, tratar de morir matando, asegurando que Sun había temblado entre sus brazos.
-Claro Hector, le mandaré recuerdos -atajé con indiferencia -quizás puedas invitarla algún día a tomar te con pastas “querida”
Lo que tenia que hablar con Sun ya lo había hecho y la verdad es que puede que entre sus brazos temblara, pero entre los míos ardía...
Con una ladeada sonrisa clave mis azules en los de Hania, no había venido a medir con Hector quien de los dos la tenia mas larga, si no a ver a mi “chiquilla”.
-Claro que he venido, que tomes tu propio camino no quiere decir que hayas dejado de existir en el mio.
Escuché mientras acariciaba mis dedos lo que me decía, según ella me había dejado porque me hacia débil su presencia, se equivocaba, me equivoque.
-¿Mírame? -me eche a reír a carcajadas -¿que tengo exactamente que ver? -pregunté cabreado -¿tan triste es la imagen que reflejo ante tus ojos? Yo no me siento débil, mas bien todo lo contrario.
No iba a tocar con Hania el tema de Sun, tampoco a leer la carta de una despedida anunciada.
Ella fue libre para irse, tampoco la detuve y era libre de volver aunque parecía no querer.
Para mi Hania siempre seria importante, la quería y no por ello era débil, creo que mas bien todo lo contrario.
Ladeé la sonrisa cuando me contó sus miedos...ser una sombra. Negué con la cabeza.
-No Hania, tu puedes ser muchas cosas, pero no eres una sombra, desprendes demasiada luz y eso a veces nos convierte en sombras al resto.
Tienes una don, aprende a controlarlo, Hector te ayudara..
Besé su frente antes de ponerme en pie, llevaba demasiado tiempo en territorio enemigo y ya había echo lo que venia a hacer, con mi sangre fluyendo por sus venas, pronto curaría, así que..nada me quedaba en esa habitación en penumbra.
-Hasta pronto Hania, cuídate.
Tal como llegué me largué, no me gustaban las despedidas y con Hania esa sensación de no volverla a ver siempre existía.
Tras ellas solo encontraba la cobardía del que ladra mucho y no muerde nada.
Siempre en las sombras, siempre manejando los hilos de los títeres para no quedar expuesto en la batalla.
Las guerras por experiencia se ganan en el campo de batalla, desde el trono, no paladeas la sangre, ni la disfrutas de igual manera.
Puede que fuera un titan, pero ¿donde estaba ahora? ¿en un cuerpo de vampiro de cuantos años?
Podía creerse invencible, pero si algo sabia y era mucho, es que todos mueren cuando se les atraviesa el corazón con una estaca.
Muy galante decidió dejarnos solos, de nuevo huía con el rabo entre las piernas como si le hubiera pinchado en el culo con un tridente.
Claro que no obvio lo que hace todo perdedor en la retirada, tratar de morir matando, asegurando que Sun había temblado entre sus brazos.
-Claro Hector, le mandaré recuerdos -atajé con indiferencia -quizás puedas invitarla algún día a tomar te con pastas “querida”
Lo que tenia que hablar con Sun ya lo había hecho y la verdad es que puede que entre sus brazos temblara, pero entre los míos ardía...
Con una ladeada sonrisa clave mis azules en los de Hania, no había venido a medir con Hector quien de los dos la tenia mas larga, si no a ver a mi “chiquilla”.
-Claro que he venido, que tomes tu propio camino no quiere decir que hayas dejado de existir en el mio.
Escuché mientras acariciaba mis dedos lo que me decía, según ella me había dejado porque me hacia débil su presencia, se equivocaba, me equivoque.
-¿Mírame? -me eche a reír a carcajadas -¿que tengo exactamente que ver? -pregunté cabreado -¿tan triste es la imagen que reflejo ante tus ojos? Yo no me siento débil, mas bien todo lo contrario.
No iba a tocar con Hania el tema de Sun, tampoco a leer la carta de una despedida anunciada.
Ella fue libre para irse, tampoco la detuve y era libre de volver aunque parecía no querer.
Para mi Hania siempre seria importante, la quería y no por ello era débil, creo que mas bien todo lo contrario.
Ladeé la sonrisa cuando me contó sus miedos...ser una sombra. Negué con la cabeza.
-No Hania, tu puedes ser muchas cosas, pero no eres una sombra, desprendes demasiada luz y eso a veces nos convierte en sombras al resto.
Tienes una don, aprende a controlarlo, Hector te ayudara..
Besé su frente antes de ponerme en pie, llevaba demasiado tiempo en territorio enemigo y ya había echo lo que venia a hacer, con mi sangre fluyendo por sus venas, pronto curaría, así que..nada me quedaba en esa habitación en penumbra.
-Hasta pronto Hania, cuídate.
Tal como llegué me largué, no me gustaban las despedidas y con Hania esa sensación de no volverla a ver siempre existía.
Assur Black**- Vampiro Clase Alta
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Re: The silver ligning {priv.}
Muchos confundían la sensatez con cobardía. Y Héctor era un hombre sensato. No iba a seguir el juego de medirse los egos. Porque todo el mundo sabía que el superlativo de grande era gigante, y de gigante, titánico. Pero allí no había batalla posible por un simple motivo: dos no pelean si uno no quiere. Y el titán no quería pelear con Assur.
¿Para qué? Si lo pensaba fríamente... se había acercado a Sunshine en el baile única y excusivamente por diversión. No había sido más atrevido con ella que con cualquier otra mujer. Lo que se hubiera malinterpretado de sus acciones estaba únicamente en la cabeza de quién así lo veía. Así que ahí no había punto de discusión. Aunque el titán no iba a negarse de vez en cuando el tocar la llaga. ¿Quién no lo haría, sabiendo, como sabía, que los celos de Assur eran tan prestos a salir a la luz? Si no confiaba en la fidelidad de Sushine, sus motivos tendría, pero no tenían nada que ver con Héctor.
Tampoco había pretendido en ningún momento disputarle a Hania. En absoluto. Sus únicas intenciones habían sido saber si el Antiguo era el vampiro que él estaba buscando. Había descubierto que no. Fin del asunto. Para Héctor ahí había acabado absolutamente todo lo que tenía que ver con Assur. Nunca le pidió a la rubia que se mudara con él al saber que era de su linaje, nunca la reclamó, nunca exigió verla. Porque la unión que tenía con ella estaba muy por encima de lo que otros pudieran o no intentar cuestionar.
Había sido el propio Assur quién había echado a la chiquilla de su lado. ¿Qué venía a reclamarle a él ahora? Si quería recuperarla, no era contra él contra quién tendría que batirse el cobre, sino consigo mismo. Si quería a la rubia de vuelta, era en su propia casa donde tenía que demostrar esas agallas que intentaba poner de manifiesto en la mansión Fortier.
Pero era mucho más sencillo culparle a él de sus errores, lo entendía. Si la gracia era que lo entendía.
Tenía claro que Assur se autoconvencería de que él era el malo de la historia, el cobarde, el ruín y zafio, pero no le importaba, los hechos estaban ahí. Y por mucho que intentaran desvirtuarlos, hablaban por sí solos. Cualquiera con dos dedos de frente lo vería.
Cuando abandonó la mansión él lo supo, como sabía absolutamente todo lo que acontecía bajo su techo. Pero no volvió a la habitación de Hania. Él no necesitaba acudir a la carrera para hacer un movimiento impulsivo y estúpido en una inexistente competición.
¿Para qué? Si lo pensaba fríamente... se había acercado a Sunshine en el baile única y excusivamente por diversión. No había sido más atrevido con ella que con cualquier otra mujer. Lo que se hubiera malinterpretado de sus acciones estaba únicamente en la cabeza de quién así lo veía. Así que ahí no había punto de discusión. Aunque el titán no iba a negarse de vez en cuando el tocar la llaga. ¿Quién no lo haría, sabiendo, como sabía, que los celos de Assur eran tan prestos a salir a la luz? Si no confiaba en la fidelidad de Sushine, sus motivos tendría, pero no tenían nada que ver con Héctor.
Tampoco había pretendido en ningún momento disputarle a Hania. En absoluto. Sus únicas intenciones habían sido saber si el Antiguo era el vampiro que él estaba buscando. Había descubierto que no. Fin del asunto. Para Héctor ahí había acabado absolutamente todo lo que tenía que ver con Assur. Nunca le pidió a la rubia que se mudara con él al saber que era de su linaje, nunca la reclamó, nunca exigió verla. Porque la unión que tenía con ella estaba muy por encima de lo que otros pudieran o no intentar cuestionar.
Había sido el propio Assur quién había echado a la chiquilla de su lado. ¿Qué venía a reclamarle a él ahora? Si quería recuperarla, no era contra él contra quién tendría que batirse el cobre, sino consigo mismo. Si quería a la rubia de vuelta, era en su propia casa donde tenía que demostrar esas agallas que intentaba poner de manifiesto en la mansión Fortier.
Pero era mucho más sencillo culparle a él de sus errores, lo entendía. Si la gracia era que lo entendía.
Tenía claro que Assur se autoconvencería de que él era el malo de la historia, el cobarde, el ruín y zafio, pero no le importaba, los hechos estaban ahí. Y por mucho que intentaran desvirtuarlos, hablaban por sí solos. Cualquiera con dos dedos de frente lo vería.
Cuando abandonó la mansión él lo supo, como sabía absolutamente todo lo que acontecía bajo su techo. Pero no volvió a la habitación de Hania. Él no necesitaba acudir a la carrera para hacer un movimiento impulsivo y estúpido en una inexistente competición.
Ceo Lebeau-Fortier- Vampiro Clase Alta
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