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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Vyka Douglas Dom Jul 09, 2017 9:44 am




La piel del cordero, ¿es tuya o mía?


"Podríamos quitarnos la piel de oveja, a veces la lana pica.
Pero ambos sabemos que dejaría de ser todo más divertido."


Con las manos entrelazadas a su espalda y el cuerpo inclinado hacia delante se mantenía quieta, al igual que sus grandes ojos avellanas que no perdían movimiento del león que caminaba de un lado a otro en esa pequeña caja a la que muchos le llamaban hogar, pero que Vyka y el felino sabían que nada tenía de eso, era solo un mediocre intento por mantener encerrada a una fiera que les hacía ganar dinero para que no les cortara la garganta a los clientes.

La noble llevaba hoy una blusa de organza blanca con cintas color hueso que en sus extremos terminaban con dos broches de salamandra en plata blanca y una falda a la cintura azul oscuro como sus guantes de cuero, ambas prendas bajo una capa gris clara y botines de cuero muy negros sobre sus largas medias de translucida seda. Sus cortos y azabaches cabellos ondeaban sin ningún adorno más que su fino rostro de musa italiana.

Solo la separaban del animal unos centímetros y unos gruesos barrotes de acero que contaría como cuarenta y cinco.
La Douglas estaba extasiada con el león, observaba la melena color ocre y negro que ondeaba a medias por el viento tímido de París, las gruesas patas e inmensas garras con las que estaba segura podría dormir a cualquiera en el circo en un charco de sangre, los ojos ausentes en lo que había sido o podría ser. En Escocia no habían animales así, ni cerca, sin embargo, si que habían conocido a un rey que se había hecho colocar un corazón de león en el pecho y en los libros.

Su mano se extendió sin temor alguno hasta el metal de uno de los cilindros que servía de barrote. ¿La haría añicos también a ella como a cualquier humano? El frío metal no fue una sorpresa para su piel, parecían ser superficies hermanas en temperatura y suavidad. ¿Quién ganaría?¿La bestia o el vampiro?
No supo deducirlo, ni siquiera supo si le haría daño al animal que solo moriría sin volver a ver los paisajes de su hogar, si era que alguna vez los había visto. Tampoco podría volver a correr libre, si era que alguna vez lo había hecho.

Las contagiosas y estruendosas risas infantiles en la distancia la hicieron volver a levantar su torso para quedar derecha, era alta y la distancia del suelo a sus ojos varió considerablemente.
Vyka miraría a su alrededor, constatando que ya comenzaban a escasear los asistentes y que la luna brillaba en su cenit sobre ella y su particular acompañante, los dedos se siguieron resbalando por el barrote, caricias heladas entre ambos y pronto encontró el cerrojo y el candado.

Un crack tintineante se produjo al romperse el seguro entre sus manos. La puerta se meció para abrirse con un pequeño empujón que le dio de ayuda.

Con una sonrisa afilada, divertida y curiosa, la escocesa retrocedió unos pasos para aguardar el movimiento del león al ver que la puerta se había abierto, dejando caer las partes del candado al piso, los sonidos asemejaron a las campanadas de cualquier iglesia, sus manos volvieron a  entrelazarse a su espalda.




Última edición por Vyka Douglas el Lun Jul 17, 2017 9:26 am, editado 1 vez


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Mensaje por Martin Nazgul Lun Jul 10, 2017 1:35 pm

Mis diversas transformaciones me llevaban a distintos lugares, de un momento a otro a veces me podían aturdir, pero en general disfrutaba de estar entre lo salvaje. Aquella noche de luna llena, en mi forma de lobo blanco recorrí gran parte de las zonas alejadas de la ciudad llegando así hasta los parajes del solar que ocupaba el popular Circo Gitano. Yo había terminado de cazar recién un venado, por lo que mi pelaje y mi hocico estaban llenos de sangre.

Estos últimos días, dentro de mi vida como un humano me sentía inmiscuido en un caos. La llegada de mi hermano mayor y que me ocasionaba un rotundo rechazo me tenía prácticamente, transformándome todos los fines de semana, cuando no estaba trabajando en la biblioteca. Quería libertad, quería dejar que la vida pasara, quería vivir tranquilo y la única forma en que aquello se me daba sin limitaciones, era el hecho de cambiar de forma. Lo salvaje que se encontraba abrazado a mi interior, era lo único que me entregaba el regocijo que necesitaba.

Corrí, corrí, y corrí… hasta llegar a un punto en que la naturaleza se mostraba ante mí tal y como era… aquel pedazo de tierras gitanas, estaba desolado… los espectáculos habían terminado, la gente se había ido y entre esas personas era muy normal porque eran muy nómadas, sus hogares permanecían lejos del trabajo para que el misticismo de su cultura tuviera más privacidad. Los parisienses eran muy clasistas de nacimiento, y no era extraño oír a cualquier francés hablando mal de otras civilizaciones. Escuchaba a lo lejos voces que se iban perdiendo en entre la brisa, animales que jadeaban y se retorcían en sus jaulas, perdidos en la trinchera de un profundo candado que los mantenía atrapados… mi parte animal lo percibía, y mi parte humana lo reflexionaba.

De pronto, sin esperarlo divisé una figura esbelta y de gran altura, su aroma era inconfundible, olfatee en el aire lo poco que exhalaba su cuerpo. Un vampiro. Estaba cercano, parado frente a la jaula de aquel león que me percibió desde kilómetros, me estaba observando y me puse a la guardia, yo estaba ensangrentado y  parecía buscar un poco de esa sangre que manchaba mi blanco y sedoso pelaje, de pronto el león que me observaba salió de la jaula, bajo la mano del vampiro… una mano blanca y de forma menuda, que parecía la de una mujer… hasta que lo supe un rato después. Últimamente me he topado con muchas de esas criaturas, están por toda la ciudad y lo peor, es que la mayoría de las personas no tienen la menor idea.

Di unos pasos hacia atrás, y el león que había salido se enfrentó a mí y hubo un momento en que nos declarábamos dueños del territorios, gruñí y el también a mí, y al parecer la vampiresa seguía allí… avancé un poco, mi peluda pata blanca marcaba la tierra, mis colmillos y dientes sobresalían desafiando al león, no le tenía miedo pues había ganado guerras de alimento muchas veces con los leones. El león retrocedió, porque los años lo habían amansado en esa jaula y de pronto se esfumó, aquello me lo esperaba…  yo había ganado.

Alcé la vista, y allí se encontraba la vampiresa a manos tomadas en el mismo lugar inmutable. Su rostro era terso y blanco, su cabello era corto y su aspecto de joven-niña me produjo curiosidad. Tenía una mirada peligrosa y misteriosa, que me llamaba a seguir en guardia porque si tendría que pelearme con ella también lo haría. No sabía sus intenciones, ni el por qué razón seguía parada allí en solitario. Lucía ropas elegantes que iban acorde a su menudo cuerpo, todo en perfecto estado. Mil ideas se pasaban por mi cabeza, pero ideas concretas: Tendrá hambre, o querrá matarme y nada más, aunque también podría equivocarme…

Agaché mi cabeza enseñando los dientes y gruñendo por lo bajo, pero no iba a atacarla porque esa no era mi intención en primer lugar. ¿Qué querría?... lo sabría si estuviera de humano, porque ahora solo mis instintos son los que me están hablando, y mis instintos de lobo salvaje son sólo eso: instintos. Mis emociones han sido silenciadas y todos los presentimientos humanos. Avancé lentamente olfateando más de cerca…
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Mensaje por Vyka Douglas Lun Jul 10, 2017 7:24 pm




La piel del cordero, ¿es tuya o mía?



Tímida fue la salida del prisionero, tímida y temerosa, demasiado para Vyka que esperó paciente sin cambiar de postura. Si libertad había sido su deseo sin tener que pensar demasiado, libertad era su tesoro más preciado y quizás era que su parte altruista lo deseaba para todos. Pero aunque se le hiciera cruel la realidad y el dolor de una naturaleza tan antiquísima y respetable, entendía que a eso se veía reducido el mundo.

Quisiera ella poder correr con completa permisividad por la tierra, cerrando sus colmillos en los cuellos que deseara, cuando lo creyera conveniente su más pura esencia de vampiro.
Si ya quisiera ella exterminar en sus éxtasis extinguir no el mundo entero, solo su sangre contenida.

Lo que le parecería exquisito y en extremo primario a la escocesa, es que la decisión de abandonar su jaula solo se daría con un incentivo, uno muy peculiar con un olor que invadió los alrededores que Vyka suponía ya solitarios. Giró su atención a los kilómetros que los separaban de la otra criatura y de inmediato comenzó a oler más las minúsculas partículas de intruso en el aire, percibió que no era un animal cualquiera, menos un hombre de simpleza.

Un león y un lobo, la escocesa se hizo a un lado sin tener necesidad de moverse de más, ella no cabía en tal ecuación y estaba cómoda con la lentitud de su vida en ese momento. El blanco animal no hizo esperar su entrada y pronto mostró los dientes y su ferocidad al felino. No era su primera pelea, ni encuentro.
¿Pensaba ella entrometerse? No, habría un vencedor y un vencido, lo único que podía esperar era cuál portaba qué título. Era una pelea ajena.

La ley de la naturaleza, de hecho Vyka creía que de la vida. el más fuerte...¿cuándo se habían cagado al mundo con aquella premisa? Tal vez al crear al primero de seres como ella y como el del interior del lobo.

Y la naturaleza dejaría ser a la regla en pocos instantes.
La baronesa vio partir al perdedor entre malezas y los sonidos nocturnos de la ciudad, levantando esporas de polen con brusquedad en su escape, poco faltaría para que alguien le viera y se escuchara un grito en la distancia, desatando el pánico como el efecto domino de los torpes y gallinas.
Y ahora eran dos y solo ella seguía siendo antigua en la nueva pareja que se formó.

Guardó silencio, uno ceremonioso, uno que medía al opuesto sin poder evitarlo y sin bajar la mirada. Pero sus ojos no carecían de deseo, de respeto y curiosidad por el lobo.
Vyka aceptó el gruñido e hizo el propio, uno inventado y espontáneo.
Mostró sus colmillos abriendo su boca como la libertad, los suyos también eran poderosos. Lo bueno es que sus movimientos y su voz nunca carecerían con él de picardía.

Así que el lobo tenía la intención de morderle...o tal vez no, creyó que si quisiera hacerlo ya hubiera sentido sus dientes o habría tenido que moverse para resolver la situación a su favor, pero parecía que esperaría y ella hizo lo mismo. Levantó la mano para facilitarle la tarea de sentir su aroma. ¿Qué olería él en ella? ¿En su cuerpo? ¿En su espíritu?
Recordó que siempre se esmeraba por tener una fragancia muy suave a vainilla, aunque en ella también había encontrado un leve olor a la hierba húmeda de las madrugadas.

No sabía si que le oliera de cerca era demasiado peligroso, en realidad ya había tenido en cuenta que le podría reconocer en cualquier lugar donde ambos estuvieran y no le interesó. Tonta sería querer escapar, ella podía escuchar como le olfateaba en ese preciso instante, lenta lo pensó y calma como si la mente y su velocidad siguiera siendo la misma entre ambos a pesar de ser diferentes sobrenaturales. De hecho sabía que antes de decidir hacer presencia ante león y espectro así era, él debía saber incluso qué era ella.

- No voy a pelear contigo. - le dijo en tono firme pero despreocupado, para que fuera clara su bandera de paz y el objetivo de estar allí como mero acto de dispersión y entretenimiento, muy seguido sonrió. - Por lo menos no esta noche.- miró los árboles del bosquecillo a un lado del circo gitano. - Por lo menos no ahora.- susurró abstraída por unos minutos buscando al ex prisionero en la París que lograba ver con sus nuevos ojos de ochenta y siete años.

- Dime, Cambiante. - retomaría la charla mirándolo. - ¿Quieres seguirlo?- le preguntó levantando una ceja sonriendo. Se movió con su velocidad de humano y tomaría lugar a su lado con el aplomo de una colegiala obediente.
A la vampiresa todo esto se le tornaba divertido.

- Quedaremos en la misma ventaja. Debiste asustarlo y será rápido, así que le daremos a él un poco más de metros en esta humilde charla.- aunque no deseaba que él se transformara, no aún.

Deseaba que se esmerara por correr a su misma velocidad o más, si podía ser posible. Además verlo era tener una cara, algo que le podría complicar en un futuro alguna misión, era comprometerse.

Vyka olfateó el ambiente con suavidad cerrando los ojos. - Eres un lobo macho, un hombre. ¿Verdad?- esperaba no equivocarse, aunque estaba segura. En su hogar habían muchos aulladores nocturnos e incluso habían existido los Wulver, hace muchos años antes de ella nacer que no se ven.

Miraba de arriba a abajo el pelaje del sobrenatural, interés y detallamiento, su trompa, sus patas, sus ojos y la respiración pesada que tenía por el sobresalto reciente y presente. Brillaba con la luna y era un espectáculo maravilloso a los ojos de la Douglas.

En Escocia no habían cambiantes lobo o si los había se estaban escondiendo muy bien, igual no les molestaría, si no era su misión no le convenía actuar, podía obtener otras cosas más gratificantes que no olvidaría, tenía una buena memoria...ya vería si le parecería tan agradable acordarse de todo en algunos otros siglos.

- Bien.- miró a la distancia, entre las ramas, entre el nido de alondras, a través de la telaraña y del gorgojo que convivían con las hormigas en ese instante de árbol que cruzaron sus ojos en su camino. No vio al león. Su ausencia en la contemplación y el calculo fue de algunos segundos. - Podemos comenzar si estás de acuerdo. - le miró sonriendo y sus ojos brillaron como lo que era, depredadora.

- Te daré un regalo si me alcanzas y no te dispersas.- entrecerró, entornando los ojos y se acercó, como la misma paz y lentitud humana inclinándose un poco a él. Mirándolo fijo Vyka hundió una de sus manos sin ninguna reserva sobre el pelaje de una de las mejillas lobeznas. - Puede ser beso o plata.- le susurró intensificando la caricia. Entre chiste y convenio... ¿aceptaría?  

Pero no debía el lobo tomarla en serio, no deseaba beber a un lobo esa noche, ni a un león.
- Si deseas da la señal.- sonrió y miró a la luna esperando escuchar el sonido lastimero que eriza los vellos del cuello en noches de luna llena y que da ganas de cazar en manada.





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Mensaje por Martin Nazgul Dom Jul 16, 2017 1:25 pm

Observé la escena, determinando las ventajas y desventajas que había dejado aquel león ante la huida. Ella tenía razón, el león estaba asustado y muy manso debido a sus largos años de encierro. La vampiresa hizo contacto con mi pelaje, hizo contacto cercano con la bestia en mi interior. Se acercó para que pudiera olerla más de cerca, y así poder determinar su estado de ánimo, sus intenciones y lo que necesitaba. Ella tenía ganas de correr, y yo también… me estaba haciendo la competencia de poder llevarnos mutuamente un alcance. Su mano rozaba mi pelaje blanco, y sucio de sangre, claro que a ella no le importaba si porque si de algo gozaban los vampiros era de la sangre.

Mis grandes ojos la observaron directamente y después desviaban la mirada hacia los rastros del león, mi melena se movía con la brisa y hacía desaparecer los finos dedos de la vampiresa en su laberinto. Parpadeé una, o dos veces debido a la relajación que producen las caricias en mi pelaje, luego acarició mi hocico. Cada vez la podía sentir más cerca, aunque yo no me movía ni por si acaso, ella reclamaba un lugar a mi lado pero no me estaba desafiando a una pelea entre ella y yo, sino que percibí que deseaba un poco de compañía… tal vez, yo también y por eso dejé que se me acercara y era algo difícil que se me acercaran cuando estaba en mi forma de lobo. He arrancado partes importantes en algunas criaturas cuando se sienten con el derecho de acercarme, en cambio esta joven vampiresa había empleado bien su estrategia. Seguramente, no era la primera experiencia que tenía con animales salvajes. ¡Y pues claro que no! Si ella misma, es catalogada como una de las depredadoras más letales del inframundo.

Continué olfateando el lugar, mi posición ya no era tan rígida debido a las caricias que había sentido pero mi cuerpo estaba lleno de adrenalina. El haber visto los colmillos de la vampiresa, también me produjeron curiosidad y alzando mi hocico la olía de cerca en su boca rozándola rápidamente, su boca tenía aroma a muerte pero su mentón y suaves mejillas un leve toque a vainilla. Su fina mano seguía puesto sobre mí, mientras me decía tantas palabras que me costaba comprender porque en mi forma animal no puedo hablar con humanos, solo intentar comprender lo que expresan los movimientos de sus labios. Su voz era firma a cada instante, nunca se sintió tambaleante frente a mí, a simple vista tenía un aspecto muy joven pero en sus ojos se reflejaban años y años de vivencias inmortales.

Ambos podíamos sentir mutuamente nuestro alrededor, era la forma en que podía conectarme con ella, una caricia, la brisa del viento, el frio, el brillo de la luna, el tronar de las ramas de los árboles, las respiraciones y las agitaciones… Todo era una suave armonía para mis oídos, sentí que me acompañaba una hermana, sus lentos y sigilosos movimientos, cada uno de ellos demostraba a la depredadora que residía en su interior. De pronto, alcé mi cabeza rápidamente mirando hacia el oscuro bosque adyacente a nosotros por dónde se había ido el león y comencé a gruñir pues a simple vista el león era invisible, pero ante mis ojos sobrenaturales podía ver con claridad suposición. Me moví ligeramente dando pasos hacia adelante, observé a la vampiresa con complicidad en mis ojos lobunos, y aullé hacia la luna… dándole la señal esperada y salí corriendo rápidamente hacia el premio, ella me lo daría… yo lo sabía….


Corrí y corrí con cuánto me daban las piernas, mi aliento resonaba entre la brisa y mi pelaje blanco iba al viento, aquella imagen que daba mi robusto cuerpo en el bosque se deformaba como una ilusión óptica y prontamente los sonidos de la naturaleza invadieron mi interior porque ya me comenzaba a adentrar en el bosque, y perdí de vista a la vampiresa en tanto que la adrenalina rebosaba en mi interior y el aroma del león poco a poco llegaba a mi olfato, las praderas se acercaban, atrás habían quedado el circo gitano y París… Ahora las estrellas y la Luna se divisaban perfectamente, un espectáculo digno de ver… Oh, cómo me hubiese gustado llegar allí en forma humana pero pudo haber sido imposible, el terreno estaba lleno de trampas naturales, animales, pantanos, lodo… cualquier loco de remate tenía el derecho de perderse y no volver a la vida de la humanidad jamás…

…Y de pronto me hallé solo… -¿Acaso habría ganado la partida? O al fin y al cabo, me dejaron jugando solo de nuevo, como ya lo habían hecho antes… ¿y la manada?, ¿y la dulce vampiresa de manos finas que me había acompañado?-.
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Mensaje por Vyka Douglas Lun Jul 17, 2017 9:25 am




La piel del cordero, ¿es tuya o mía?



Estaba bien. Vyka sabía que en cualquier momento comenzaría. ¿Hacía dónde tomaría? Podía escoger la ventaja del cobarde y dejar que el lobo lo encontrara antes por ella, para luego acelerar y alcanzar primero a su presa.
O podía hacer su camino en la marcha, un rápido recorrido al lugar donde había visto la última vez al león.

Con el primer, largo y único a ya estaba lista a casi volar al terminar el aullido. Las notas y los sonidos eran diferentes y llegaban de manera diferente desde su transformación, mirando la luna podía darse cuenta que los años habían pasado igual, los seguía contando y le gustaba poder hacerlo sin aún aturdirse con el término eternidad y de abrumarse con él, quizás luego lograría equilibrarse y aún siguieran existiendo humanos en el mundo.

Antes era una chiquilla enferma, una escocesa débil que enojaría a los guerreros y sonrojaría a los caballeros, y ahora, ahora no era solo la velocidad, era la forma en que se le erizaba la piel con sonidos tales como el aullar de un lobo, como sentía vibraban en su tímpano los ecos que rebotaban en su oído interno.

La mujer de cabellos cortos y ojos de niña, sonrió amplio a la luna con la travesura de siempre, algunas estrellas brillaban curiosas, tomando asiento en la curiosa escena que debía verse desde el cielo.

Tres depredadores en pleno oasis en medio de la París nocturna.

El viento, eso pensaba que era lo más gratificante de correr como podía hacerlo, sentir sus cabellos sobre el rostro, cómo extrañaba su larga melena negra y lisa. A veces se levantaba con algunas ondas, quizás eso era lo que más extrañaba de su vida siendo una humana. Náufragos que el tiempo sacaba a flote, resquicios de recuerdos que no deseaban querer hundirse.

Sus piernas eran fuertes, veloces y no se cansaba, no tan fácil, sabía que el día era su sueño. Los pantanos fueron los más estimulantes, pero al poder girar y saltar grandes distancias, eligió que los árboles serían su camino y así lo hizo sin perder al cambiante y al león y ambos estaban a punto de tropezarse en seco.

Vyka se ubicaría cómoda sobre la rama que antecedía al felino gigante. Había logrado infiltrarse en una escena cliché, una bandada de pájaros que creyó eran azulejos, tras su abordaje a la rama del árbol más cercano voló sin timidez para que el león sintiera interés por esa rama solo en aquel momento. Paciencia, se dijo esperando que el lobo llegara.

Y por fin lo hizo.

- Pude oler y ver las manchas de sangre en tu pelaje. - le dijo al entrar en la mente del que estuviese allí dentro. - Eso quiere decir que te gusta.- era mejor que le gustara, porque habría guerra de todos modos, él se acercaba. La escocesa no perdía de vista a las dos criaturas, una pendiente de atacar por miedo, la otra cada vez más sensitiva y precavida acercándose al arbusto ganador.

- Buena noche. ¿Dónde está el hombre?- inquirió interesada, si sus poderes y conocimientos no le fallaban podría encontrarlo o ya lo había hecho.

- ¿Sabes dónde está nuestro africano amigo? Parece que no.- sonrió y lo miró desde el árbol al que se había subido. - Yo sí lo sé.- lo tenía allí abajo con el viento a su favor, permitiéndole el preciso escondite. - Podría darte una pista.-   ofreció amable y educada. 




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