AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Lucha de egos <privado><+18>
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Lucha de egos <privado><+18>
Recuerdo del primer mensaje :
No me costó demasiado que esos patanes de la taberna emprendieran a mamporros contra mi, era tan fácil provocar a alguien cuando todos estábamos borrachos que ni siquiera tuve que recurrir a mi mejor repertorio.
Cagarme en su puta madre fue mas que suficiente para que el calvo de la barba que me sacaba dos cuerpos estallara de furia y que el resto de secuaces, a los que les garantice con una de mis infalibles sonrisas para hacer amigos, que sus novias me la chupaban todas las noches.
No necesité mas para que los primeros puñetazos asomaran, en aquella taberna de mala muerte donde servían un whisky que parecía meado de burra.
Esquivé unos cuantos, soltando algún derechazo que otro para encender mas a las masas, aquella noche no deseaba ganar, por eso ni siquiera se me ocurrió la maravillosa idea de llevar mi mano a los cuchillos que en interior de mi chaleco guardaba, con ellos bien hubiera podido terminar con esa bronca que yo había buscado.
Aquella noche necesitaba sentir, sentir un dolor físico tal que el emocional quedara relegado a la nada.
Aquellos ojos pardos me acompañaban con cada puñetazo que recibía mientras me reía a carcajada limpia.
-Pegáis como nenas -rugí, siguiendo con mi provocación mientras escupía sangre al suelo.
Había sido sincero con esa cazadora, Argent, maldije su apellido, ese que todo me lo arrebato hace ya tanto tiempo. Juego peligroso el que emprendí con ella y que como ya augure la primera vez que sus ojos se hundieron en los míos, perdí.
Hacia tan solo un par de días que me había encontrado con ella en el palacio Royal, desde entonces no me la había sacado de la cabeza, odiaba esa sensación que me orillaba a ella.
Sabia que la situación era difícil, ella me consideraba su peor enemigo, y en parte así era, pues la venganza aun corría rugiendo por mis venas, su padre era un asesino y tenia que pagar por ello.
Aquel día había acudido a la taberna dispuesto a olvidar, olvidar sus ojos ,su olor, su boca contra la mía, incluso olvidar mi nombre, si así olvidaba el suyo.
Me tragué sus palabras acompañadas de whisky, mas por desgracia no del suficiente.
Eso y sus palabras alegando que eramos enemigos y que si permanecía vivo era para verme perder ante ella era lo que hoy me había traído a esa taberna en busca, no de bronca, si no, de una paliza.
Necesitaba olvidar, el alcohol no era suficiente, pero el dolor, el dolor siempre funcionaba.
El dolor de los golpes, de las heridas era mucho mas fácil de soportar que el que ahora sentía.
Así continuo la pelea.
Siete hombres tratando de derribar a uno, que se defendía como podía mientras reía de forma enfermiza.
Puede que ellos no lo entendieran, pero necesitaba sangrar, necesitaba no tenerme en pie y la verdad, no lo estaban haciendo demasiado bien.
Un navajazo en mi costado fue el colofon, sentí con una sonrisa como quemaba mi piel cuando el acero se hundió, sonreí divertido, tomándole por el pecho aun con el puñal clavado para asestarle tantos puñetazos que le deforme el rostro.
Sangre en mis nudillos, sangre en el suelo ,sangre en todos lados y la fiesta solo había empezado.
Para mi decepción, un gruñido a mis espaldas los acabo por hacer salir corriendo.
Una mujer, fruncí el ceño tratando de zafarme de su agarre cuando esta buscaba ayudarme.
¿Acaso no se había dado cuenta de que no quería ayuda, solo mas pelea?
Me tambaleé hasta alcanzar el bordillo de la acera dejándome caer allí para poco después tumbar al completo mi cuerpo en el pavimento.
Mis ojos se hundieron en las estrellas admirando la constelación del guerrero antes de empezar a morirme de risa.
No me costó demasiado que esos patanes de la taberna emprendieran a mamporros contra mi, era tan fácil provocar a alguien cuando todos estábamos borrachos que ni siquiera tuve que recurrir a mi mejor repertorio.
Cagarme en su puta madre fue mas que suficiente para que el calvo de la barba que me sacaba dos cuerpos estallara de furia y que el resto de secuaces, a los que les garantice con una de mis infalibles sonrisas para hacer amigos, que sus novias me la chupaban todas las noches.
No necesité mas para que los primeros puñetazos asomaran, en aquella taberna de mala muerte donde servían un whisky que parecía meado de burra.
Esquivé unos cuantos, soltando algún derechazo que otro para encender mas a las masas, aquella noche no deseaba ganar, por eso ni siquiera se me ocurrió la maravillosa idea de llevar mi mano a los cuchillos que en interior de mi chaleco guardaba, con ellos bien hubiera podido terminar con esa bronca que yo había buscado.
Aquella noche necesitaba sentir, sentir un dolor físico tal que el emocional quedara relegado a la nada.
Aquellos ojos pardos me acompañaban con cada puñetazo que recibía mientras me reía a carcajada limpia.
-Pegáis como nenas -rugí, siguiendo con mi provocación mientras escupía sangre al suelo.
Había sido sincero con esa cazadora, Argent, maldije su apellido, ese que todo me lo arrebato hace ya tanto tiempo. Juego peligroso el que emprendí con ella y que como ya augure la primera vez que sus ojos se hundieron en los míos, perdí.
Hacia tan solo un par de días que me había encontrado con ella en el palacio Royal, desde entonces no me la había sacado de la cabeza, odiaba esa sensación que me orillaba a ella.
Sabia que la situación era difícil, ella me consideraba su peor enemigo, y en parte así era, pues la venganza aun corría rugiendo por mis venas, su padre era un asesino y tenia que pagar por ello.
Aquel día había acudido a la taberna dispuesto a olvidar, olvidar sus ojos ,su olor, su boca contra la mía, incluso olvidar mi nombre, si así olvidaba el suyo.
Me tragué sus palabras acompañadas de whisky, mas por desgracia no del suficiente.
Eso y sus palabras alegando que eramos enemigos y que si permanecía vivo era para verme perder ante ella era lo que hoy me había traído a esa taberna en busca, no de bronca, si no, de una paliza.
Necesitaba olvidar, el alcohol no era suficiente, pero el dolor, el dolor siempre funcionaba.
El dolor de los golpes, de las heridas era mucho mas fácil de soportar que el que ahora sentía.
Así continuo la pelea.
Siete hombres tratando de derribar a uno, que se defendía como podía mientras reía de forma enfermiza.
Puede que ellos no lo entendieran, pero necesitaba sangrar, necesitaba no tenerme en pie y la verdad, no lo estaban haciendo demasiado bien.
Un navajazo en mi costado fue el colofon, sentí con una sonrisa como quemaba mi piel cuando el acero se hundió, sonreí divertido, tomándole por el pecho aun con el puñal clavado para asestarle tantos puñetazos que le deforme el rostro.
Sangre en mis nudillos, sangre en el suelo ,sangre en todos lados y la fiesta solo había empezado.
Para mi decepción, un gruñido a mis espaldas los acabo por hacer salir corriendo.
Una mujer, fruncí el ceño tratando de zafarme de su agarre cuando esta buscaba ayudarme.
¿Acaso no se había dado cuenta de que no quería ayuda, solo mas pelea?
Me tambaleé hasta alcanzar el bordillo de la acera dejándome caer allí para poco después tumbar al completo mi cuerpo en el pavimento.
Mis ojos se hundieron en las estrellas admirando la constelación del guerrero antes de empezar a morirme de risa.
Última edición por Vashni Indih el Jue Jul 27, 2017 1:40 pm, editado 1 vez
Vashni Indih- Licántropo Clase Alta
- Mensajes : 100
Fecha de inscripción : 03/06/2017
Re: Lucha de egos <privado><+18>
No se puede decir que me sorprendieron sus palabras, menos aun su reacción, apoyada aun contra mi pecho, con su mentón clavado en el, sus ojos se centraron en los míos para recordarme que el efímero momento había pasado y que de nuevo eramos enemigos aferramos.
No moví un musculo, detenerla era absurdo cuando ninguno de los dos cesaría en su empeño.
Ella odiaba en lo que yo la había convertido, ella protegería a su padre hasta las ultimas consecuencias.
Yo no cedería a olvidar mi vendetta ni siquiera por eso que sentía cuando nuestros cuerpos se encontraban.
Tenia que reconocer que nos consumíamos como velas cuando nuestro fuego prendía y si lo negaba es porque estaba mas ciega de lo que creía.
La vi alzarse del lecho impasible, buscando las prendas de ropa que mezcladas entre las mías quedaban esparcidas por le suelo de esa cámara que había sido testigo de algo único.
Se colocó la camisola, el pantalón y ajustó el corseé como despedida, como final de lo vivido dejándome desnudo sobre aquel colchón mullido.
El olor a sangre fresca invadió mis sentidos, enarqué una ceja incorporando el torso sin entender muy bien el motivo.
Fue cuando mi nombre escapó de sus labios y cayó derruida sobre el marmoleo suelo cuando me alcé de un salto para sustentar su cuerpo contra el mio.
-Amara -su nombre sonaba agónico de mis entrañas, la veía sangrar, retorcerse de dolor y no entendía el porque de esta maldita situación.
Fue entonces cuando ella señaló con la respiración entrecortada el collar que su padre le regalo.
Lo entendí en ese mismo instante en el que me abalancé como si mi vida fuera en ello hasta la mesita de noche tirando de la cadena para arrastrar la joya hacia la cazadora.
Mi mano acortó la distancia colocando sobre la suya tan bello como peligroso objeto.
Nos miramos, ahora me devolvía una mirada parda, una de humana, de nuevo su bestia quedaba relegada a la nada.
Su padre en ese afán de que no mutara la había condenado a llevar esa argolla en su cuello de por vida.
Su progenitor no solo me había arrebatado a mi familia, si no que del mismo modo me la quitaba a ella, pues sin ese colgante todo apuntaba a que perecería incapaz de completar su trasformación.
Demasiadas lunas habían pasado burlando a la maldición y ahora la bestia rugía voraz en su interior consumiéndola hasta sus ultimas consecuencias.
Tensé el gesto atrayendola por la nuca contra mi pecho, mis dedos se deslizaron silenciosos por ella, enredando ligeramente en ellos los cabellos pardos que poseía.
-Estoy aquí- susurré para que se calmara.
Mucho era lo que esa mujer hoy tenia que asumir y lo peor es que su enemigo era lo único que ahora mismo tenia en esa habitación que se empezaba a trasformar en su prisión.
No moví un musculo, detenerla era absurdo cuando ninguno de los dos cesaría en su empeño.
Ella odiaba en lo que yo la había convertido, ella protegería a su padre hasta las ultimas consecuencias.
Yo no cedería a olvidar mi vendetta ni siquiera por eso que sentía cuando nuestros cuerpos se encontraban.
Tenia que reconocer que nos consumíamos como velas cuando nuestro fuego prendía y si lo negaba es porque estaba mas ciega de lo que creía.
La vi alzarse del lecho impasible, buscando las prendas de ropa que mezcladas entre las mías quedaban esparcidas por le suelo de esa cámara que había sido testigo de algo único.
Se colocó la camisola, el pantalón y ajustó el corseé como despedida, como final de lo vivido dejándome desnudo sobre aquel colchón mullido.
El olor a sangre fresca invadió mis sentidos, enarqué una ceja incorporando el torso sin entender muy bien el motivo.
Fue cuando mi nombre escapó de sus labios y cayó derruida sobre el marmoleo suelo cuando me alcé de un salto para sustentar su cuerpo contra el mio.
-Amara -su nombre sonaba agónico de mis entrañas, la veía sangrar, retorcerse de dolor y no entendía el porque de esta maldita situación.
Fue entonces cuando ella señaló con la respiración entrecortada el collar que su padre le regalo.
Lo entendí en ese mismo instante en el que me abalancé como si mi vida fuera en ello hasta la mesita de noche tirando de la cadena para arrastrar la joya hacia la cazadora.
Mi mano acortó la distancia colocando sobre la suya tan bello como peligroso objeto.
Nos miramos, ahora me devolvía una mirada parda, una de humana, de nuevo su bestia quedaba relegada a la nada.
Su padre en ese afán de que no mutara la había condenado a llevar esa argolla en su cuello de por vida.
Su progenitor no solo me había arrebatado a mi familia, si no que del mismo modo me la quitaba a ella, pues sin ese colgante todo apuntaba a que perecería incapaz de completar su trasformación.
Demasiadas lunas habían pasado burlando a la maldición y ahora la bestia rugía voraz en su interior consumiéndola hasta sus ultimas consecuencias.
Tensé el gesto atrayendola por la nuca contra mi pecho, mis dedos se deslizaron silenciosos por ella, enredando ligeramente en ellos los cabellos pardos que poseía.
-Estoy aquí- susurré para que se calmara.
Mucho era lo que esa mujer hoy tenia que asumir y lo peor es que su enemigo era lo único que ahora mismo tenia en esa habitación que se empezaba a trasformar en su prisión.
Vashni Indih- Licántropo Clase Alta
- Mensajes : 100
Fecha de inscripción : 03/06/2017
Re: Lucha de egos <privado><+18>
Sus pestañas se entrelazaron bajo el cálido aliento del susurro reconfortante que le dedicó Vashni, quien, para su sorpresa, no solo se tomó la molestia de alcanzar el collar hasta su piel, sino también la resguardaba entre sus brazos con delicadeza, repasando sus cabellos en una caricia mientras el dolor menguaba.
Sus parpados se abrieron de par en par y poco a poco su conciencia se aclaró hasta alcanzar lucidez completa. Su cuerpo reposaba sobre el lecho, y su rostro sobre el pecho de Vashni, que enredaba los dedos entre sus rizos aguardando a que despertara. Un leve dolor residual se situaba sobre su nuca y se extendía por parches en su cabeza; de no ser por ello hubiera jurado que todo había sido producto de su imaginación. Tocó la piel de sus propias rostro, el hombre había limpiado la sangre que le cubría, pero manchas carmesíes aún tinturaban sus vestiduras. Se restregó los parpados, pestañeó un par de veces tratando de enfocar la vista y alzó la mirada hacia él, quien le observaba consternado.
— Gracias — Susurró una vez se encontró la altura del rostro de Vashni
Media sonrisa melancólica le surcó los labios, a penas y podía sentir la cercanía del aura fantasmal de sus narices. Su mirada cayó a la boca de Vashni, un impulso la llevaba a encontrar conforte en ella, mas ante la tentación de un desliz prefirió apartarse unos centímetros.
No podía decir que no le desconcertaba el proceder de su opuesto, de él esperaba muchas cosas, pero no exactamente el atento cuidado que le brindaba; al sucumbir a la pasión a la que les tentaban sus cuerpos, Amara no esperó que nada cambiara, eran enemigos y sus intereses contrastaban vastamente, no obstante, la situación se sentía diferente, no porque el sexo en sí tuviese algo que ver, sino porque había probado un trozo de ese vínculo que les unía, ese resguardado en sus bestias.
Ambos se observaban en silencio, había mucho por decir, pero una vaga idea de dónde empezar. No pertenecía a ningún lado, no con los cazadores, pues tan pronto como notaran su condición le darían cruzada como la abominación que era, no sin antes darle la opción de quitarse su propia vida. Incluso en caso de que nunca lo descubrieran, no estaba segura de poder interpretar aquella farsa; los lobos tampoco eran una opción, no sólo la reputación de su familia la precedía, sino que su cuerpo nunca sería capaz de completar la transformación y de hacerlo, no podría vivir consigo misma siendo aquello que más despreciaba.
Ancló la mirada en el techo y soltó un suspiro.
— Todos me han quitado algo, Vashni— musitó más como si hablara para sí misma que dirigiéndose al lobo — Tu hermano me quitó a mi familia, tú me arrebataste mi humanidad, mi legado y ahora mi padre me quitó a la bestia — Volvió la mirada hacia él— Estoy cansada de ser la víctima, un daño colateral en esta estúpida guerra que llevas con mi padre.
Necesitaba desahogarse y esas cuatro paredes eran muy estrechas para contener tanto las sensaciones como la historia que compartían. Ella sonrió entretenida cuando el hombre endureció la expresión al escucharla, como había dicho, estaba cansada de la guerra y discutir no era la intención que buscaba con sus palabras.
— Te has pasado todo el tiempo diciéndome lo que quieres ¿Quieres venganza? Ve y tómala — se encogió de hombros — ¿Sabes que quiero yo?
Se calló y le dio un espacio para adivinar. Se puso en pie, no se sentía bien, pero era demasiado orgullosa para mostrárselo. Se colocó el tahalí en el que llevaba la espada y enarcó una ceja volviendo su atención a Vashni.
— Un trago, quiero olvidarme de todo —Escupió sin más rodeos — Bueno… de casi todo —Vaciló y se mordió el labio mientras una sonrisa traviesa se asomaba alzando sus comisuras — Sé que te traje aquí para lo contrario, pero cambié de opinión así que… ¿Vienes o te quedas?
Sus parpados se abrieron de par en par y poco a poco su conciencia se aclaró hasta alcanzar lucidez completa. Su cuerpo reposaba sobre el lecho, y su rostro sobre el pecho de Vashni, que enredaba los dedos entre sus rizos aguardando a que despertara. Un leve dolor residual se situaba sobre su nuca y se extendía por parches en su cabeza; de no ser por ello hubiera jurado que todo había sido producto de su imaginación. Tocó la piel de sus propias rostro, el hombre había limpiado la sangre que le cubría, pero manchas carmesíes aún tinturaban sus vestiduras. Se restregó los parpados, pestañeó un par de veces tratando de enfocar la vista y alzó la mirada hacia él, quien le observaba consternado.
— Gracias — Susurró una vez se encontró la altura del rostro de Vashni
Media sonrisa melancólica le surcó los labios, a penas y podía sentir la cercanía del aura fantasmal de sus narices. Su mirada cayó a la boca de Vashni, un impulso la llevaba a encontrar conforte en ella, mas ante la tentación de un desliz prefirió apartarse unos centímetros.
No podía decir que no le desconcertaba el proceder de su opuesto, de él esperaba muchas cosas, pero no exactamente el atento cuidado que le brindaba; al sucumbir a la pasión a la que les tentaban sus cuerpos, Amara no esperó que nada cambiara, eran enemigos y sus intereses contrastaban vastamente, no obstante, la situación se sentía diferente, no porque el sexo en sí tuviese algo que ver, sino porque había probado un trozo de ese vínculo que les unía, ese resguardado en sus bestias.
Ambos se observaban en silencio, había mucho por decir, pero una vaga idea de dónde empezar. No pertenecía a ningún lado, no con los cazadores, pues tan pronto como notaran su condición le darían cruzada como la abominación que era, no sin antes darle la opción de quitarse su propia vida. Incluso en caso de que nunca lo descubrieran, no estaba segura de poder interpretar aquella farsa; los lobos tampoco eran una opción, no sólo la reputación de su familia la precedía, sino que su cuerpo nunca sería capaz de completar la transformación y de hacerlo, no podría vivir consigo misma siendo aquello que más despreciaba.
Ancló la mirada en el techo y soltó un suspiro.
— Todos me han quitado algo, Vashni— musitó más como si hablara para sí misma que dirigiéndose al lobo — Tu hermano me quitó a mi familia, tú me arrebataste mi humanidad, mi legado y ahora mi padre me quitó a la bestia — Volvió la mirada hacia él— Estoy cansada de ser la víctima, un daño colateral en esta estúpida guerra que llevas con mi padre.
Necesitaba desahogarse y esas cuatro paredes eran muy estrechas para contener tanto las sensaciones como la historia que compartían. Ella sonrió entretenida cuando el hombre endureció la expresión al escucharla, como había dicho, estaba cansada de la guerra y discutir no era la intención que buscaba con sus palabras.
— Te has pasado todo el tiempo diciéndome lo que quieres ¿Quieres venganza? Ve y tómala — se encogió de hombros — ¿Sabes que quiero yo?
Se calló y le dio un espacio para adivinar. Se puso en pie, no se sentía bien, pero era demasiado orgullosa para mostrárselo. Se colocó el tahalí en el que llevaba la espada y enarcó una ceja volviendo su atención a Vashni.
— Un trago, quiero olvidarme de todo —Escupió sin más rodeos — Bueno… de casi todo —Vaciló y se mordió el labio mientras una sonrisa traviesa se asomaba alzando sus comisuras — Sé que te traje aquí para lo contrario, pero cambié de opinión así que… ¿Vienes o te quedas?
Amara J. Argent- Cazador Clase Alta
- Mensajes : 162
Fecha de inscripción : 19/04/2016
Localización : El diablo sabe dónde
Re: Lucha de egos <privado><+18>
Silencio, si algo quedo claro en esa habitación es que un silencio puede consumirte y que una palabra puede devorarte.
Solo nuestras agitadas respiraciones danzando al unisono nos convertían en mártires de unas realidades bien distintas.
Ella condenada a dos mundos sin pertenecer a ninguno.
Yo condenado a perderla por una venganza que no podía olvidar, ni quería hacerlo.
Los dos eramos juguetes en las manos del destino, como la mejor de las obras de Shakespeare.
Ladeé la sonrisa contra su pelo, por lo que yo recordaba el final era trágico, el veneno se llevo a uno y un disparo al otro.
Alzó su rostro solo para acariciar mis labios con una sonrisa melancólica, un gracias que me supo a despedida y una mirada que auguraba el caos en su esencia mas pura.
Sus siguientes palabras tensaron mi cuerpo si aun siendo ciertas, me colocaban a la misma altura que su padre. Yo le robé la humanidad, el a la bestia y ahora ella quedaba en tierra de nadie, era la victima de dos depredadores que solo tenían sed de sangre mas...¿acaso la sangre no llama a la sangre? ¿No fue el le primero en derramarla?
-Sin embargo a mi tu padre me lo ha quitado todo, mi familia, mi hermano... -guardé silencio, demasiado prematuro hubiera resultado escupir un “a ti” aunque así lo sentía de cierto modo.
Sonrió al ver mi gesto, tenso como las cuerdas de un arpa, como si por esa noche ya hubiéramos tenido la ración de discusión necesaria.
-¿que te apetece a ti? -pregunté recorriendo con la yema de mi brazo su hombro ligeramente descubierto -dime que es volver a quitarte la ropa y volver al lecho, aun queda noche para unos cuantos asaltos y si hemos de odiarnos mas vale esperar al alba.
Negó con la cabeza mientras se ponía en pie, los dos estábamos para volver al lecho, pero ninguno reconocería algo tan obvio.
“Un trago, quiero olvidarme de todo Bueno… de casi todo Sé que te traje aquí para lo contrario, pero cambié de opinión así que… ¿Vienes o te quedas?”
Ladeé la sonrisa alzándome del suelo tras ella, mi pecho impacto contra su espalda y mis labios recorrieron lentos su cuello repasando con mi lengua las marcas que había dejado durante el acto sexual.
Tomé la joya para colocarla en su cuello, ella apartó la cascada de cuervo sobre uno de sus hombros dándome acceso para cerrar el broche con mas facilidad.
-¿eso nos convierte en amigos hasta el alba? -bromeé enlazando su mano para tirar de ella hasta la puerta – al principio de la noche me parecía una gran idea beber en la taberna hasta no tenerme en pie y ahora mismo, sigue pareciéndome la segunda mejor idea de la noche -me relamí los labios alzando sendas veces la ceja en un gesto picaro, la mejor idea la habíamos culminado sobre el lecho.
Cruzamos el umbral de la puerta entre risas, la taberna quedaba algo lejos, peor en un rato estaríamos llenando le gaznate y abrasándonos las entrañas, nada mejor se podía pedir para dos locos condenados a muerte.
Solo nuestras agitadas respiraciones danzando al unisono nos convertían en mártires de unas realidades bien distintas.
Ella condenada a dos mundos sin pertenecer a ninguno.
Yo condenado a perderla por una venganza que no podía olvidar, ni quería hacerlo.
Los dos eramos juguetes en las manos del destino, como la mejor de las obras de Shakespeare.
Ladeé la sonrisa contra su pelo, por lo que yo recordaba el final era trágico, el veneno se llevo a uno y un disparo al otro.
Alzó su rostro solo para acariciar mis labios con una sonrisa melancólica, un gracias que me supo a despedida y una mirada que auguraba el caos en su esencia mas pura.
Sus siguientes palabras tensaron mi cuerpo si aun siendo ciertas, me colocaban a la misma altura que su padre. Yo le robé la humanidad, el a la bestia y ahora ella quedaba en tierra de nadie, era la victima de dos depredadores que solo tenían sed de sangre mas...¿acaso la sangre no llama a la sangre? ¿No fue el le primero en derramarla?
-Sin embargo a mi tu padre me lo ha quitado todo, mi familia, mi hermano... -guardé silencio, demasiado prematuro hubiera resultado escupir un “a ti” aunque así lo sentía de cierto modo.
Sonrió al ver mi gesto, tenso como las cuerdas de un arpa, como si por esa noche ya hubiéramos tenido la ración de discusión necesaria.
-¿que te apetece a ti? -pregunté recorriendo con la yema de mi brazo su hombro ligeramente descubierto -dime que es volver a quitarte la ropa y volver al lecho, aun queda noche para unos cuantos asaltos y si hemos de odiarnos mas vale esperar al alba.
Negó con la cabeza mientras se ponía en pie, los dos estábamos para volver al lecho, pero ninguno reconocería algo tan obvio.
“Un trago, quiero olvidarme de todo Bueno… de casi todo Sé que te traje aquí para lo contrario, pero cambié de opinión así que… ¿Vienes o te quedas?”
Ladeé la sonrisa alzándome del suelo tras ella, mi pecho impacto contra su espalda y mis labios recorrieron lentos su cuello repasando con mi lengua las marcas que había dejado durante el acto sexual.
Tomé la joya para colocarla en su cuello, ella apartó la cascada de cuervo sobre uno de sus hombros dándome acceso para cerrar el broche con mas facilidad.
-¿eso nos convierte en amigos hasta el alba? -bromeé enlazando su mano para tirar de ella hasta la puerta – al principio de la noche me parecía una gran idea beber en la taberna hasta no tenerme en pie y ahora mismo, sigue pareciéndome la segunda mejor idea de la noche -me relamí los labios alzando sendas veces la ceja en un gesto picaro, la mejor idea la habíamos culminado sobre el lecho.
Cruzamos el umbral de la puerta entre risas, la taberna quedaba algo lejos, peor en un rato estaríamos llenando le gaznate y abrasándonos las entrañas, nada mejor se podía pedir para dos locos condenados a muerte.
Vashni Indih- Licántropo Clase Alta
- Mensajes : 100
Fecha de inscripción : 03/06/2017
Re: Lucha de egos <privado><+18>
Vashni recorrió con su boca el cuello de Amara, repasando con su lengua de forma sugestiva la templada piel, aun sensible de los besos que marcó en su cuello cuando la hizo suya. Apretó los párpados permitiéndose disfrutar el placentero estremecimiento que dejaba atrás el cálido contacto. Sus labios eran tentadores y no le fue difícil caer presa de esa magnética sensación, esa fuerza invisible que les condenaba a atraerse como como polos opuestos; sin embargo, estaba demasiado sobria para caer de nuevo en el abismo de la pasión sin sentirse afligida por lo que implicaba el lobo dentro de su vida, era suficiente tener que hacerse a la idea de quererle junto a ella aquella noche, incluso aunque los minutos corrieran raudos, amenazando con llevarse la tregua que habían concretado con sus cuerpos en el lecho.
Abrió los ojos y ladeó la mirada, con expresión divertida cincelada sobre sus facciones. Él soltó una pequeña risa y tomó la cadena que se enredaba en sus dedos, haciéndole una ceña para que apartara a un lado los rizos que caían libres sobre su espalda y así poder amarrarle el colgante al cuello. La reposó delicada sobre su pecho y Amara la tomó entre sus dedos sintiéndola ajena a sí misma. En ese momento no supo qué odió más, si el poder de la luna adormecido en sus entrañas o la impresión de falsa humanidad que le brindaba el mágico artificio.
No tuvo tiempo para debatirlo más, Vashni deslizó su mano entre la suya y la arrastró hacia la puerta, indagando por el estado de su singular relación, apuntando sutilmente que la mejor parte de la velada residía en la habitación que ahora abandonaban. Ella soltó una risotada al ver el gesto que acompañaba a las palabras de su interlocutor, cuando no estaba en modo venganza, ciertamente, el hombre era bastante entretenido.
— Mmmm — juntó los labios, entrecerrando los ojos, tanteando el término correcto que los definía aquella noche — Ser amigos nos compromete mucho, mejor enemigos con beneficios — bromeó
Amara dejó la llave de la habitación sobre el mostrador antes de partir del edificio. La noche era fresca, una suave brisa primaveral le revolvía los cabellos mientras andaban por la calle. Él la tomó de la cintura, pero ella se soltó de su agarre y le aprisionó el brazo entre los suyos, conduciéndole a un paso más rápido.
— Vamos, andas muy lento y la noche es corta.
El gruñó y de mala gana le siguió el presuroso ritmo que acortó el tiempo de llagada a su destino. A pesar de los muchos hechos y rencores que les sentenciaban a ser rivales, la castaña se sentía a gusto con el lobo, demasiado para su beneficio y aquello comenzaba a asustarle; no obstante, aquel momento era acerca de olvidar miedos y evadir preocupaciones, ya tendría bastante tiempo para lo contrario con el alza del sol.
Ingresaron en la taberna y Vashni estaba dispuesto a pedir la primera ronda, pero Amara le detuvo, colocándole la mano sobre el pecho, previniendo que avanzara más.
— Yo me encargo — Articuló entre divertida y jactanciosa
A paso cadencioso se acercó a la barra y procedió a inclinarse sobre ella, apoyando sus brazos sobre el mueble y observando al cantinero coqueta.
— Dos cervezas, por favor — Pidió con sonrisa amplia, enroscando su dedo índice en uno de sus rizos
El tabernero se apresuró a servir la bebida en dos grandes jarras que dejó sobre la barra, dándole un guiño antes de poner su atención en un borracho que demandaba más trago. Amara agarró los recipientes satisfecha y volvió su atención a Vashni, soltando una carcajada al ver cómo le observaba.
— ¿Qué? — Indagó pretendiendo inocencia — Así es como consigues cerveza gratis.
Acortó el espacio que la separaba del lobo, empujando la jarra contra él y acercando sus labios a los ajenos, acariciándoles con su aliento mientras le anclaba la mirada directa en las pupilas. Sus ojos eran pardos, pero a otra luz, Amara pudo notar visos de verde adornando sus irises.
— Por si no te quedó claro en el lecho, esta noche estoy contigo — Aclaró con diversión impresa en su dicción, esperando a que le recibiera el recipiente.
Sin previo aviso tomó distancia y apresó la mano de Vashni con la suya, llevándolo hasta una mesa al fondo de la taberna, tomando asiento y señalando la silla a su lado para que él hiciera lo mismo.
— Dime algo de ti, Vashni — Le dio un sorbo a la bebida que pasó fría por su garganta; su mirada se mantuvo fija en su acompañante— Algo que no tenga que ver con tu venganza — Advirtió, aquello sólo los llevaría a discutir y esa no era la idea — Por ejemplo, tu apellido. Salté a la cama de un hombre que no me ha dicho su nombre completo, eso no debe hablar muy bien de mí.
Abrió los ojos y ladeó la mirada, con expresión divertida cincelada sobre sus facciones. Él soltó una pequeña risa y tomó la cadena que se enredaba en sus dedos, haciéndole una ceña para que apartara a un lado los rizos que caían libres sobre su espalda y así poder amarrarle el colgante al cuello. La reposó delicada sobre su pecho y Amara la tomó entre sus dedos sintiéndola ajena a sí misma. En ese momento no supo qué odió más, si el poder de la luna adormecido en sus entrañas o la impresión de falsa humanidad que le brindaba el mágico artificio.
No tuvo tiempo para debatirlo más, Vashni deslizó su mano entre la suya y la arrastró hacia la puerta, indagando por el estado de su singular relación, apuntando sutilmente que la mejor parte de la velada residía en la habitación que ahora abandonaban. Ella soltó una risotada al ver el gesto que acompañaba a las palabras de su interlocutor, cuando no estaba en modo venganza, ciertamente, el hombre era bastante entretenido.
— Mmmm — juntó los labios, entrecerrando los ojos, tanteando el término correcto que los definía aquella noche — Ser amigos nos compromete mucho, mejor enemigos con beneficios — bromeó
Amara dejó la llave de la habitación sobre el mostrador antes de partir del edificio. La noche era fresca, una suave brisa primaveral le revolvía los cabellos mientras andaban por la calle. Él la tomó de la cintura, pero ella se soltó de su agarre y le aprisionó el brazo entre los suyos, conduciéndole a un paso más rápido.
— Vamos, andas muy lento y la noche es corta.
El gruñó y de mala gana le siguió el presuroso ritmo que acortó el tiempo de llagada a su destino. A pesar de los muchos hechos y rencores que les sentenciaban a ser rivales, la castaña se sentía a gusto con el lobo, demasiado para su beneficio y aquello comenzaba a asustarle; no obstante, aquel momento era acerca de olvidar miedos y evadir preocupaciones, ya tendría bastante tiempo para lo contrario con el alza del sol.
Ingresaron en la taberna y Vashni estaba dispuesto a pedir la primera ronda, pero Amara le detuvo, colocándole la mano sobre el pecho, previniendo que avanzara más.
— Yo me encargo — Articuló entre divertida y jactanciosa
A paso cadencioso se acercó a la barra y procedió a inclinarse sobre ella, apoyando sus brazos sobre el mueble y observando al cantinero coqueta.
— Dos cervezas, por favor — Pidió con sonrisa amplia, enroscando su dedo índice en uno de sus rizos
El tabernero se apresuró a servir la bebida en dos grandes jarras que dejó sobre la barra, dándole un guiño antes de poner su atención en un borracho que demandaba más trago. Amara agarró los recipientes satisfecha y volvió su atención a Vashni, soltando una carcajada al ver cómo le observaba.
— ¿Qué? — Indagó pretendiendo inocencia — Así es como consigues cerveza gratis.
Acortó el espacio que la separaba del lobo, empujando la jarra contra él y acercando sus labios a los ajenos, acariciándoles con su aliento mientras le anclaba la mirada directa en las pupilas. Sus ojos eran pardos, pero a otra luz, Amara pudo notar visos de verde adornando sus irises.
— Por si no te quedó claro en el lecho, esta noche estoy contigo — Aclaró con diversión impresa en su dicción, esperando a que le recibiera el recipiente.
Sin previo aviso tomó distancia y apresó la mano de Vashni con la suya, llevándolo hasta una mesa al fondo de la taberna, tomando asiento y señalando la silla a su lado para que él hiciera lo mismo.
— Dime algo de ti, Vashni — Le dio un sorbo a la bebida que pasó fría por su garganta; su mirada se mantuvo fija en su acompañante— Algo que no tenga que ver con tu venganza — Advirtió, aquello sólo los llevaría a discutir y esa no era la idea — Por ejemplo, tu apellido. Salté a la cama de un hombre que no me ha dicho su nombre completo, eso no debe hablar muy bien de mí.
Amara J. Argent- Cazador Clase Alta
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Fecha de inscripción : 19/04/2016
Localización : El diablo sabe dónde
Re: Lucha de egos <privado><+18>
Amará dejó las llaves de la habitación en el mostrador, enarqué una ceja ladeando la sonrisa.
-¿Y si luego las necesitamos? -bromeé dándole un manotazo en su trasero.
Esta negó entre risas cazando mi brazo entre sus manos quejándose de que iba muy lento a lo que respondí con un gruñido, como ir mas rápido si lo único que me apetecía era meterle mano.
Desistí ante su risa, podíamos ser enemigos pero que negara la evidencia la convertía en una necia.
Juntos nos divertíamos, la complicidad pese a ser dos extraños existía, como si la magia de un modo u otro nos uniera convirtiéndonos en almas gemelas.
No era muy dado a creer en esas historias de viejas, esas que hablan de la única pareja posible para un lobo.
Dicen que si la encuentras lo sientes, quedas atrapado por ese influjo y jamas nada puede romper esa unión ancestral que se remonta al inicio de los tiempo, como almas que se buscan de forma implacables a lo largo de la eternidad.
Llegamos a la taberna mas cercana, la peste a alcohol, sudor y el ruido de algunos pasados de copas evidenciaba que estábamos en nuestro ambiente.
Iba a pedir dos jarras cuando mi preciosa cazadora se adelantó, enarqué una ceja contemplando la escena.
Ella contoneaba sus caderas atrapando no solo la atención del tabernero si no de todos los hombres del recinto lo que me hizo gruñir celoso, desafiante hasta que muchas miradas se apartaron de ese cuerpo que me pertenecía, al menos esa noche lo hacia.
Regresó coqueta con las dos jarras, mi cara de mala ostia lo decía todo, lo que le provocó una risa divertida alegando que no me preocupara, que por si en le lecho no me había quedado claro hoy era mía.
-A mi me queda claro, pero parece que no la resto de la taberna -rugí molesto rodeando su cintura de forma posesiva mientras apretaba su culo con mi mano y paseaba mis ámbar por todos los presentes para marcar mi posesión.
Tomamos asiento en un pequeño sofá frente a la lumbre, tiré de su cintura subiéndola sobre mi regazo, iba a protestar, pero la calle con mis labios en los suyos y un shhhhhhhhhhh que la hizo enojar y a mi reír contra su boca.
-¿No eres mía durante esta noche? pues complace a este lobo -apunté antes de dar un trago a la fría jarra sin dejar de tocarle el culo con la otra mano.
Mis labios se pasearon por su cuello mientras escuchaba su pregunta.
-Indih, me apellido es Indih ¿ya podemos volver a la cama? -bromeé llevándome un manotazo en el pecho – mi vida ha sido complicada, perdí mi manada y he tenido que empezar de cero, pero tampoco es que quiera hablarte de eso ahora, prefiero centrarme en otras cosas -susurré contra su piel.
-Vivo bien, tengo negocios, una mansión..no me puedo quejar ¿y tu Amara? Ademas de la extraña relación que te une a tu padre...¿que anhelas? ¿que deseas? Aparte de a mi claro -apunte de forma engreída ladeando la sonrisa.
La jarra pronto se vació, alcé la mano pidiendo otra, una camarera se acercó a nosotros dejando una botella de bourbon y sendos vasos.
Me guiñó el ojo mientras yo sonreía divertido por la expresión de Amara.
-Tranquila princesa, soy tuyo por esta noche -le susurré en el oído.
-¿Y si luego las necesitamos? -bromeé dándole un manotazo en su trasero.
Esta negó entre risas cazando mi brazo entre sus manos quejándose de que iba muy lento a lo que respondí con un gruñido, como ir mas rápido si lo único que me apetecía era meterle mano.
Desistí ante su risa, podíamos ser enemigos pero que negara la evidencia la convertía en una necia.
Juntos nos divertíamos, la complicidad pese a ser dos extraños existía, como si la magia de un modo u otro nos uniera convirtiéndonos en almas gemelas.
No era muy dado a creer en esas historias de viejas, esas que hablan de la única pareja posible para un lobo.
Dicen que si la encuentras lo sientes, quedas atrapado por ese influjo y jamas nada puede romper esa unión ancestral que se remonta al inicio de los tiempo, como almas que se buscan de forma implacables a lo largo de la eternidad.
Llegamos a la taberna mas cercana, la peste a alcohol, sudor y el ruido de algunos pasados de copas evidenciaba que estábamos en nuestro ambiente.
Iba a pedir dos jarras cuando mi preciosa cazadora se adelantó, enarqué una ceja contemplando la escena.
Ella contoneaba sus caderas atrapando no solo la atención del tabernero si no de todos los hombres del recinto lo que me hizo gruñir celoso, desafiante hasta que muchas miradas se apartaron de ese cuerpo que me pertenecía, al menos esa noche lo hacia.
Regresó coqueta con las dos jarras, mi cara de mala ostia lo decía todo, lo que le provocó una risa divertida alegando que no me preocupara, que por si en le lecho no me había quedado claro hoy era mía.
-A mi me queda claro, pero parece que no la resto de la taberna -rugí molesto rodeando su cintura de forma posesiva mientras apretaba su culo con mi mano y paseaba mis ámbar por todos los presentes para marcar mi posesión.
Tomamos asiento en un pequeño sofá frente a la lumbre, tiré de su cintura subiéndola sobre mi regazo, iba a protestar, pero la calle con mis labios en los suyos y un shhhhhhhhhhh que la hizo enojar y a mi reír contra su boca.
-¿No eres mía durante esta noche? pues complace a este lobo -apunté antes de dar un trago a la fría jarra sin dejar de tocarle el culo con la otra mano.
Mis labios se pasearon por su cuello mientras escuchaba su pregunta.
-Indih, me apellido es Indih ¿ya podemos volver a la cama? -bromeé llevándome un manotazo en el pecho – mi vida ha sido complicada, perdí mi manada y he tenido que empezar de cero, pero tampoco es que quiera hablarte de eso ahora, prefiero centrarme en otras cosas -susurré contra su piel.
-Vivo bien, tengo negocios, una mansión..no me puedo quejar ¿y tu Amara? Ademas de la extraña relación que te une a tu padre...¿que anhelas? ¿que deseas? Aparte de a mi claro -apunte de forma engreída ladeando la sonrisa.
La jarra pronto se vació, alcé la mano pidiendo otra, una camarera se acercó a nosotros dejando una botella de bourbon y sendos vasos.
Me guiñó el ojo mientras yo sonreía divertido por la expresión de Amara.
-Tranquila princesa, soy tuyo por esta noche -le susurré en el oído.
Vashni Indih- Licántropo Clase Alta
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Fecha de inscripción : 03/06/2017
Re: Lucha de egos <privado><+18>
Estaba perfectamente acomodada sobre el sofá cuando el lobo le alzó como si fuera una muñeca de trapo, llevándola hasta su regazo sin darle tiempo a oponer resistencia. Gruñó dispuesta a protestar, a patalear de ser necesario, pero Vashni le acalló con un beso que duró lo suficiente como para despojarle de aliento y, por ende, de palabras, siseando contra su boca antes de separarse por completo. Amara frunció el ceño mas la severidad de su gesto se desvaneció tan pronto como su acompañante echó a reír, logrando quebrarle el temple al robarle una sonrisa.
Los labios de Vashni se volvieron a encontrar con su cuello, frotándolos provocadores mientras le deslizaba las manos por las nalgas. Él contestaba a sus preguntas y susurraba sobre su piel, erizándola al más etéreo tacto. Amara ahogó un quejido, era incuestionable que a él le gustaba tentarla, llevarla al borde del abismo, al punto donde era difícil resistir el frenesí que de no controlar a tiempo se convertiría en la perdición de ambos.
Se mordió la lengua como castigo, sí, era cierto, quería beber hasta que sus desgracias se perdieran en el blanco de su mente, pero otra de las razones por las que sugirió la idea de la taberna fue porque, de permanecer en la habitación, el lecho los llevaría de nuevo a un círculo vicioso, que para entonces se mostraba imposible de evadir.
Le mandó un manotazo al pecho, pero no obtuvo respuesta, ilusamente creyó que pudo ser suficiente para detenerlo, pero entretenido y obstinado el lobo poco caso le hizo y continuó la labor, calentando y humedeciendo su piel con besos incitadores. Cerró los ojos, disfrutando del contacto, las manos del lobo jugueteando por sus muslos y los labios reclamando su cuello. Entonces él le devolvió la pregunta.
Sus párpados se abrieron de par en par. Parecía una pregunta inocente, pero a ella le removió las inquietudes.
— Nada — Respondió con simpleza, su voz carente de emoción se perdía entre el bullicio de la taberna — Los cazadores no anhelamos nada, por lo menos no en mi familia.
Su respuesta había sido suficiente para captar la atención del hombre que detuvo las caricias sobre su piel para mirarle a los ojos.
— Eso sucede cuando no tienes una expectativa de vida alta — Explicó — Me he hecho a la idea de que puedo morir en cualquier momento así que no hago planes a largo plazo.
Sus propias palabras le escocían en la boca. Aceptarlo era un reto difícil, mucho más declararlo. Había sido educada para batallar y acatar ordenes, no para andar por la vida pretendiendo que podía tener anhelos más allá de los ajenos o que podía dedicar su vida a una pretensión diferente a la de salvar la de los demás. Nunca se había tomado el trabajo de trazar planes o deseos, tampoco alcanzaba a imaginar cuales serían. Tales aspiraciones sólo servían para nublarle el juicio y en un oficio como el que se consagraba aquello era lo más similar a una sentencia de muerte.
Su mirada se había perdido en el infinito mientras las cavilaciones le sobrevolaron la mente. Despertando de la ensoñación, Amara aclaró la garganta y sacudió la cabeza intentando sacudir con ella las ideas que le acogían. Observó a Vashni y le sonrió como si nada, atrapando su jarra entre las manos y procediendo a beber el contenido de fondo blanco. Sus comisuras se elevaron aún más al vaciar en vaso y relamió sus labios, saboreando el amargo gusto que le quedó en los labios.
— Por eso estamos aquí, Indih — se encogió de hombros restándole importancia al asunto, inclinando su cabeza hacia él para acariciarle la punta de la nariz con sus aliento— Para vivir el momento, antes de que sea demasiado tarde.
La expresión de Vashni se tornó divertida, entonces pidió con un gesto a la camarera una nueva ronda. Esta vez, de bourbon. La mujer dejó la botella sobre la mesa sin mucho cuidado y más bien posó su atención sobre el lobo, dedicándole un insolente guiño.
Mientras él le sonrió a la moza como idiota, la cazadora puso los ojos en blanco ante la provocación.
— Vas a tener que intentarlo mejor —Resopló — No veo que el bourbon lo invite la casa
El lobo había copiado su movida. Soltó un gruñido cuando las palabras que susurró en su oído se lo confirmaron. La mujer continuaba observándolo de lejos, lanzándole miradas lascivas que finalmente terminaron por agotar la paciencia de Amara. Sabía que él correspondía a las insinuaciones sólo para sacarle de quicio y no tenía sentido mostrarse afectada por ello, sin embargo, no pudo evitar sentirse de tal modo.
Enarcó una ceja mirando a la camarera y le sonrió presuntuosa justo antes de tomar el mentón del lobo y llevar su boca hasta la ajena. Sus labios atraparon los Vashni con impaciencia, con necesidad, como si fueran un trago de vida, pero los dejó ir pronto, no sin antes darle un mordisco de represalia. Entonces le sonrió complacida.
— Puedes irte con ella —Señaló con la mirada a la mujer, quien, tras reconocer su derrota posaba su atención en una nueva presa— Si eso es lo que quieres.
Le acarició la curvatura del cuello con el dedo índice y acto seguido apartó la mirada, centrándose en la botella, cuyo contenido vertió en las respectivas copas. Una vez se vio por bien servida, hizo entrega a Vashni de la suya.
— Quizá ya te he complacido bastante por una noche.
Los labios de Vashni se volvieron a encontrar con su cuello, frotándolos provocadores mientras le deslizaba las manos por las nalgas. Él contestaba a sus preguntas y susurraba sobre su piel, erizándola al más etéreo tacto. Amara ahogó un quejido, era incuestionable que a él le gustaba tentarla, llevarla al borde del abismo, al punto donde era difícil resistir el frenesí que de no controlar a tiempo se convertiría en la perdición de ambos.
Se mordió la lengua como castigo, sí, era cierto, quería beber hasta que sus desgracias se perdieran en el blanco de su mente, pero otra de las razones por las que sugirió la idea de la taberna fue porque, de permanecer en la habitación, el lecho los llevaría de nuevo a un círculo vicioso, que para entonces se mostraba imposible de evadir.
Le mandó un manotazo al pecho, pero no obtuvo respuesta, ilusamente creyó que pudo ser suficiente para detenerlo, pero entretenido y obstinado el lobo poco caso le hizo y continuó la labor, calentando y humedeciendo su piel con besos incitadores. Cerró los ojos, disfrutando del contacto, las manos del lobo jugueteando por sus muslos y los labios reclamando su cuello. Entonces él le devolvió la pregunta.
Sus párpados se abrieron de par en par. Parecía una pregunta inocente, pero a ella le removió las inquietudes.
— Nada — Respondió con simpleza, su voz carente de emoción se perdía entre el bullicio de la taberna — Los cazadores no anhelamos nada, por lo menos no en mi familia.
Su respuesta había sido suficiente para captar la atención del hombre que detuvo las caricias sobre su piel para mirarle a los ojos.
— Eso sucede cuando no tienes una expectativa de vida alta — Explicó — Me he hecho a la idea de que puedo morir en cualquier momento así que no hago planes a largo plazo.
Sus propias palabras le escocían en la boca. Aceptarlo era un reto difícil, mucho más declararlo. Había sido educada para batallar y acatar ordenes, no para andar por la vida pretendiendo que podía tener anhelos más allá de los ajenos o que podía dedicar su vida a una pretensión diferente a la de salvar la de los demás. Nunca se había tomado el trabajo de trazar planes o deseos, tampoco alcanzaba a imaginar cuales serían. Tales aspiraciones sólo servían para nublarle el juicio y en un oficio como el que se consagraba aquello era lo más similar a una sentencia de muerte.
Su mirada se había perdido en el infinito mientras las cavilaciones le sobrevolaron la mente. Despertando de la ensoñación, Amara aclaró la garganta y sacudió la cabeza intentando sacudir con ella las ideas que le acogían. Observó a Vashni y le sonrió como si nada, atrapando su jarra entre las manos y procediendo a beber el contenido de fondo blanco. Sus comisuras se elevaron aún más al vaciar en vaso y relamió sus labios, saboreando el amargo gusto que le quedó en los labios.
— Por eso estamos aquí, Indih — se encogió de hombros restándole importancia al asunto, inclinando su cabeza hacia él para acariciarle la punta de la nariz con sus aliento— Para vivir el momento, antes de que sea demasiado tarde.
La expresión de Vashni se tornó divertida, entonces pidió con un gesto a la camarera una nueva ronda. Esta vez, de bourbon. La mujer dejó la botella sobre la mesa sin mucho cuidado y más bien posó su atención sobre el lobo, dedicándole un insolente guiño.
Mientras él le sonrió a la moza como idiota, la cazadora puso los ojos en blanco ante la provocación.
— Vas a tener que intentarlo mejor —Resopló — No veo que el bourbon lo invite la casa
El lobo había copiado su movida. Soltó un gruñido cuando las palabras que susurró en su oído se lo confirmaron. La mujer continuaba observándolo de lejos, lanzándole miradas lascivas que finalmente terminaron por agotar la paciencia de Amara. Sabía que él correspondía a las insinuaciones sólo para sacarle de quicio y no tenía sentido mostrarse afectada por ello, sin embargo, no pudo evitar sentirse de tal modo.
Enarcó una ceja mirando a la camarera y le sonrió presuntuosa justo antes de tomar el mentón del lobo y llevar su boca hasta la ajena. Sus labios atraparon los Vashni con impaciencia, con necesidad, como si fueran un trago de vida, pero los dejó ir pronto, no sin antes darle un mordisco de represalia. Entonces le sonrió complacida.
— Puedes irte con ella —Señaló con la mirada a la mujer, quien, tras reconocer su derrota posaba su atención en una nueva presa— Si eso es lo que quieres.
Le acarició la curvatura del cuello con el dedo índice y acto seguido apartó la mirada, centrándose en la botella, cuyo contenido vertió en las respectivas copas. Una vez se vio por bien servida, hizo entrega a Vashni de la suya.
— Quizá ya te he complacido bastante por una noche.
Amara J. Argent- Cazador Clase Alta
- Mensajes : 162
Fecha de inscripción : 19/04/2016
Localización : El diablo sabe dónde
Re: Lucha de egos <privado><+18>
Ladeé la sonrisa al ver como la cazadora miraba con el ceño fruncido a la camarera, solo le seguía el juego para molestarla, realmente mis dedos surcando su pierna eran la mera prueba de a quien realmente deseaba.
Claro que, ella me había hecho lo mismo y yo era un lobo vengativo.
Ensanché la sonrisa cuando tomó mi mentón, mis ojos ámbar centellearon desafiantes cuando su boca colisionó con la mía como el mar embravecido lo hace contra las rocas.
Nada se dejo en ese húmedo y pasional beso que todo lo arrastro saqueando mi boca con desasosiego hasta ligeramente exhausta se separó de mi para tomar el aire que nos faltaba.
“ya puedes irte con ella” fueron su palabras, unas que no terminó pues ahora fui yo el que voraz rugí encontrándome con la tempestad de sus labios, aullé en su interior devorando su lengua con hambruna, con necesidad mordiéndole los labios entre jadeos mientras mis manos tiraban de su cintura para sentarla a horcajadas.
Fue ella la que puso cordura, la bestia de mi interior rugía necesitada, ladeé la sonrisa contemplándola aun con los ojos ámbar y vacié de un trago la copa que me ofreció.
-No teníamos que haber devuelto la llave de la habitación -enarque una ceja – aunque justo por eso la has devuelto ¿cierto? No planeas volver a enredarte en mi cuerpo y beber era la excusa perfecta para salir de la habitación ¿verdad?
Era un lobo bastante rudo, peor no por ello un idiota, mis ámbar se perdieron en sus pardos mientras ladeaba la sonrisa.
-He de admitirlo, touche señorita -dije volviendo a rellenar mi vaso.
Con elegancia había salido de la comprometida situación ¿Pero que esperaba “un vivieron felices y comieron perdices”?
Para mi los cuentos nunca terminaban así, era le lobo feroz de la historia, ella caperucita y su padre el cazador, así que mi final parecía estar escrito desde el inicio de los tiempos.
Fue entonces cuando escuché la puerta abrirse, mi gesto se tensó era Anibal, llegaba corriendo, apenas le quedaba resuello en el cuerpo y con la mirada me dijo que algo pasaba en las fronteras de mi territorio.
-Parece princesa que vamos a tener que dejar esto para mas adelante,
Salvada por los cazadores nuevamente.
Me alcé, iba borracho, pero eso no me eximia de tener que luchar como alfa al lado de los míos y como no, de nuevo los cazadores parecían dispuestos a asediar a una parte de mi manada.
Deposité un beso en su mejilla, mis ámbar resplandecieron ante la inminencia de la pelea que esa noche se libraría en mis tierras.
-Cuídate princesa.
Claro que, ella me había hecho lo mismo y yo era un lobo vengativo.
Ensanché la sonrisa cuando tomó mi mentón, mis ojos ámbar centellearon desafiantes cuando su boca colisionó con la mía como el mar embravecido lo hace contra las rocas.
Nada se dejo en ese húmedo y pasional beso que todo lo arrastro saqueando mi boca con desasosiego hasta ligeramente exhausta se separó de mi para tomar el aire que nos faltaba.
“ya puedes irte con ella” fueron su palabras, unas que no terminó pues ahora fui yo el que voraz rugí encontrándome con la tempestad de sus labios, aullé en su interior devorando su lengua con hambruna, con necesidad mordiéndole los labios entre jadeos mientras mis manos tiraban de su cintura para sentarla a horcajadas.
Fue ella la que puso cordura, la bestia de mi interior rugía necesitada, ladeé la sonrisa contemplándola aun con los ojos ámbar y vacié de un trago la copa que me ofreció.
-No teníamos que haber devuelto la llave de la habitación -enarque una ceja – aunque justo por eso la has devuelto ¿cierto? No planeas volver a enredarte en mi cuerpo y beber era la excusa perfecta para salir de la habitación ¿verdad?
Era un lobo bastante rudo, peor no por ello un idiota, mis ámbar se perdieron en sus pardos mientras ladeaba la sonrisa.
-He de admitirlo, touche señorita -dije volviendo a rellenar mi vaso.
Con elegancia había salido de la comprometida situación ¿Pero que esperaba “un vivieron felices y comieron perdices”?
Para mi los cuentos nunca terminaban así, era le lobo feroz de la historia, ella caperucita y su padre el cazador, así que mi final parecía estar escrito desde el inicio de los tiempos.
Fue entonces cuando escuché la puerta abrirse, mi gesto se tensó era Anibal, llegaba corriendo, apenas le quedaba resuello en el cuerpo y con la mirada me dijo que algo pasaba en las fronteras de mi territorio.
-Parece princesa que vamos a tener que dejar esto para mas adelante,
Salvada por los cazadores nuevamente.
Me alcé, iba borracho, pero eso no me eximia de tener que luchar como alfa al lado de los míos y como no, de nuevo los cazadores parecían dispuestos a asediar a una parte de mi manada.
Deposité un beso en su mejilla, mis ámbar resplandecieron ante la inminencia de la pelea que esa noche se libraría en mis tierras.
-Cuídate princesa.
Vashni Indih- Licántropo Clase Alta
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Fecha de inscripción : 03/06/2017
Re: Lucha de egos <privado><+18>
No fue difícil para el lobo adivinar el subtexto tras la sugerencia de unos tragos, tampoco Amara colocó demasiado esfuerzo en ocultárselo. Prefería la sinceridad, sin embargo, no necesitaba andar por la vida gritando verdades a los cuatro vientos. Su acompañante era lo suficientemente astuto para comprender la situación y probablemente, también sus razones, incluso aunque tendiera a malinterpretarlos. No era que no hubiese disfrutado de la intimidad, tampoco que no sintiese deseo de permitirle tomar su cuerpo de nuevo, sino que, los hitos dramáticos que entrelazaban sus historias no auguraban un futuro prometedor y era menester para ambos apartarse de esas sensaciones que los atraían antes de que fuera demasiado tarde para escapar de la tragedia anunciada.
El deseo era vasto, difícil de evadir y aguardaba silencioso bajo su piel, pero, así como a la joya que pendía de su cuello enterraba a la bestia bajo su versión más humana, ella debía hallar la manera de reprimir sus emociones. Su padre se lo instruyó hasta el cansancio, admitir a los sentidos como guías de sus actos terminaría por acabar con ella.
Permaneció en silencio mientras el lobo sacaba sus propias conclusiones, limitándose a vaciar de un trago su copa. No tenía sentido replicar a algo que era verdad, aquello convertiría sus alegaciones en falacias y si bien era necia nunca se vio inclinada a esa mundana necesidad de mentir.
De repente la puerta se abrió estrepitosa y tras un umbral de oscuridad apareció la figura de un hombre joven. Todos en la taberna quedaron en silencio, su rostro desbordaba afán y su presencia sugería problemas, cualquiera que fuera la situación que lo llevaba hasta el lugar no debía tratarse de una buena, empero, la intriga acrecentó cuando de todas las personas que ocupaban el garito, Vashni fue el único de los presentes que recibió la dirección de su mirada.
No hubo intercambio de palabras, pero sus ojos hablaban en un idioma universal, de tal forma que incluso la cazadora pudo comprender el mensaje.
Vashni se levantó y, sin darle tiempo de pronunciar palabra. posó un beso en su mejilla sin extenderse en una amarga despedida. Amara asintió con media sonrisa afligida y observó al lobo perderse en la oscuridad de la noche en compañía del otro hombre.
Hizo el amago de continuar bebiendo sin compañía y, de ser otro el motivo que se llevó a Vashni, probablemente no hubiese tenido problema con ello, sin embargo, la curiosidad le picaba. Conocía que él era el alfa de su manada mas fue aquella la primera vez que le observó proceder como tal. Ni siquiera Bastien albergaba tanta lealtad como el lobo por sus betas. Él vínculo de una manada era más fuerte que la sangre, y con una extinta a sus espaldas, era lógico donde recaían las prioridades del licano.
No dio más espera. Se levantó de un salto, agarró la capa que de un borracho que yacía inconsciente sobre la mesa contigua y colocó la prenda sobre sus hombros, anudando el lazo con el botón a la altura de su cuello, procediendo a deslizar la capucha sobre su cabeza con el fin de disfrazar tanto su cuerpo como su esencia.
La castaña estaba al tanto que lo más conveniente era regresar a su casa, pero por más que lo intentó, no pudo retener el impulso que la llevó a seguir de lejos los apresurados pasos del lobo. Supuso que de no ser por la gravedad del asunto en cuestión no hubiese tardado en notar su presencia, pues su andar era descuidado y el ritmo presuroso, al punto de acelerar considerablemente los latidos de su corazón; sin embargo, de nuevo, ella siguiéndole parecía la última de sus preocupaciones.
Después de lo que fueron unos buenos minutos de agitación, los hombres se apresuraron a través de una verja al interior de una majestuosa mansión. Amara aguardó a una distancia prudencial el tiempo suficiente como para verlos desaparecer y entonces, hizo su camino dentro, escalando en un punto ciego el vallado que rodeaba la propiedad.
Sigilosa la joven cazadora ando entre las sombras a la espera de captar algún indicio de la situación que allí tomaba lugar. Escuchó un rugido a lo lejos y se giró rápidamente en busca de la dirección de procedencia, pero sólo se encontró con el filo de una espada acercándose peligroso a su corazón. Por instinto la cazadora se hizo a un lado evadiendo el ataque que le alcanzó a rasguñar un brazo. Soltó un quejido y retrocedió unos pasos, dándose el espacio necesario para desenfundar su espada; el hombre que le atacaba llevaba al diablo en su mirada, venía por sangre y sangre conseguiría.
Amara hizo el sable girar entre sus dedos y detuvo el acero del hombre cuando asestó el primer movimiento. La oscilación de su espada era rauda y violenta, haciendo de su ataque eficaz y pobre su ofensiva. Contendía con fuerza y no con astucia, dejando totalmente desprotegida la parte baja de su cuerpo. Cuando los metales chocaron y el extraño inclinó su peso sobre ella, Amara lanzó un puntapié a su canilla y luego una patada a la parte trasera de la rodilla que lo dejó sobre el suelo, terminando de inmovilizarlo al doblarle el brazo hacia la espalda, hasta que la presión le hizo soltar la espada.
La adrenalina menguaba los efectos del alcohol consumido, sin embargo, incluso en el furor de la batalla sus movimientos se veían ralentizados, por tanto, no fue sorpresa que antes de lanzar el golpe con el que noquearía al hombre, este le hiciera caer sobre su espalda, tras jalar la capa con fuerza. Amara se golpeó la cabeza y por un instante su vista se tornó doble; De una patada en su diestra, mandó el arma a volar, dejando a la cazadora sin otra defensa que sus manos desnudas.
Quiso levantarse, pero su contrincante le colocó un pie sobre el cuello, aplastándolo lentamente con su peso. Amara intentó toser, pero la asfixia era tal que ni siquiera aquello logró. Sus ojos se encendieron en cerúleo y el hombre masculló “bestia” entre dientes. Con dificultad la cazadora llevó una de sus manos hacia el tahalí y de allí sacó una pequeña daga que, con un último esfuerzo, incrustó en la parte interior del muslo de su contrincante, quedando libre cuando este se tambaleó hacia atrás.
La castaña tosió abruptamente en un desesperado intento por despejar sus vías respiratorias, intentando recibir la mayor cantidad de aire en el menor tiempo posible. No obstante, la dicha no duro mucho, pues cojeando el hombre volvió a arremeter contra ella. Instintivamente la joven se abalanzó sobre una de las espadas que reposaba en el suelo y al darse la vuelta atravesó con ella certera el corazón del hombre.
El plateado filo se tiñó de sangre y el cuerpo de su oponente se desplomó sin vida. Jadeante y con el corazón palpitando aceleradamente, en la hoja de la espada, Amara detalló una leyenda “Exurge domine et judica causam tuam” el lema que los inquisidores utilizaban desde el inicio de la orden en la Francia medieval.
Hubiese suspirado aliviada al encontrar el emblema de la inquisición en vez de la flor de liz de los Argent grabada en la plata, pero lo único que salió de su garganta fue un nuevo ataque de tos. Había arrebatado vidas antes, pero nunca una humana y la culpa comenzaba a pesar. Con las manos temblorosas se sobó el cuello tratando de aliviar el ardor de la presión mientras hacía un esfuerzo por controlar su respiración.
Escuchó un par de pasos acercarse y prevenida, la joven levantó la mirada sólo para encontrarse con la imponente figura de Vashni a unos pocos metros de distancia. No tuvo que decir nada, sus gestos hablaban por él. Estaba cabreado, de hecho, ni siquiera en su encuentro menos agradable había visto en su rostro furia tal como la que lo invadía en ese momento. Entonces lo recordó. Ella era una Argent, hija del hombre que le había arrebatado a su manada y acababa de irrumpir en su hogar, donde resguardaba lo que tanto esfuerzo le costó reconstruir.
El deseo era vasto, difícil de evadir y aguardaba silencioso bajo su piel, pero, así como a la joya que pendía de su cuello enterraba a la bestia bajo su versión más humana, ella debía hallar la manera de reprimir sus emociones. Su padre se lo instruyó hasta el cansancio, admitir a los sentidos como guías de sus actos terminaría por acabar con ella.
Permaneció en silencio mientras el lobo sacaba sus propias conclusiones, limitándose a vaciar de un trago su copa. No tenía sentido replicar a algo que era verdad, aquello convertiría sus alegaciones en falacias y si bien era necia nunca se vio inclinada a esa mundana necesidad de mentir.
De repente la puerta se abrió estrepitosa y tras un umbral de oscuridad apareció la figura de un hombre joven. Todos en la taberna quedaron en silencio, su rostro desbordaba afán y su presencia sugería problemas, cualquiera que fuera la situación que lo llevaba hasta el lugar no debía tratarse de una buena, empero, la intriga acrecentó cuando de todas las personas que ocupaban el garito, Vashni fue el único de los presentes que recibió la dirección de su mirada.
No hubo intercambio de palabras, pero sus ojos hablaban en un idioma universal, de tal forma que incluso la cazadora pudo comprender el mensaje.
Vashni se levantó y, sin darle tiempo de pronunciar palabra. posó un beso en su mejilla sin extenderse en una amarga despedida. Amara asintió con media sonrisa afligida y observó al lobo perderse en la oscuridad de la noche en compañía del otro hombre.
Hizo el amago de continuar bebiendo sin compañía y, de ser otro el motivo que se llevó a Vashni, probablemente no hubiese tenido problema con ello, sin embargo, la curiosidad le picaba. Conocía que él era el alfa de su manada mas fue aquella la primera vez que le observó proceder como tal. Ni siquiera Bastien albergaba tanta lealtad como el lobo por sus betas. Él vínculo de una manada era más fuerte que la sangre, y con una extinta a sus espaldas, era lógico donde recaían las prioridades del licano.
No dio más espera. Se levantó de un salto, agarró la capa que de un borracho que yacía inconsciente sobre la mesa contigua y colocó la prenda sobre sus hombros, anudando el lazo con el botón a la altura de su cuello, procediendo a deslizar la capucha sobre su cabeza con el fin de disfrazar tanto su cuerpo como su esencia.
La castaña estaba al tanto que lo más conveniente era regresar a su casa, pero por más que lo intentó, no pudo retener el impulso que la llevó a seguir de lejos los apresurados pasos del lobo. Supuso que de no ser por la gravedad del asunto en cuestión no hubiese tardado en notar su presencia, pues su andar era descuidado y el ritmo presuroso, al punto de acelerar considerablemente los latidos de su corazón; sin embargo, de nuevo, ella siguiéndole parecía la última de sus preocupaciones.
Después de lo que fueron unos buenos minutos de agitación, los hombres se apresuraron a través de una verja al interior de una majestuosa mansión. Amara aguardó a una distancia prudencial el tiempo suficiente como para verlos desaparecer y entonces, hizo su camino dentro, escalando en un punto ciego el vallado que rodeaba la propiedad.
Sigilosa la joven cazadora ando entre las sombras a la espera de captar algún indicio de la situación que allí tomaba lugar. Escuchó un rugido a lo lejos y se giró rápidamente en busca de la dirección de procedencia, pero sólo se encontró con el filo de una espada acercándose peligroso a su corazón. Por instinto la cazadora se hizo a un lado evadiendo el ataque que le alcanzó a rasguñar un brazo. Soltó un quejido y retrocedió unos pasos, dándose el espacio necesario para desenfundar su espada; el hombre que le atacaba llevaba al diablo en su mirada, venía por sangre y sangre conseguiría.
Amara hizo el sable girar entre sus dedos y detuvo el acero del hombre cuando asestó el primer movimiento. La oscilación de su espada era rauda y violenta, haciendo de su ataque eficaz y pobre su ofensiva. Contendía con fuerza y no con astucia, dejando totalmente desprotegida la parte baja de su cuerpo. Cuando los metales chocaron y el extraño inclinó su peso sobre ella, Amara lanzó un puntapié a su canilla y luego una patada a la parte trasera de la rodilla que lo dejó sobre el suelo, terminando de inmovilizarlo al doblarle el brazo hacia la espalda, hasta que la presión le hizo soltar la espada.
La adrenalina menguaba los efectos del alcohol consumido, sin embargo, incluso en el furor de la batalla sus movimientos se veían ralentizados, por tanto, no fue sorpresa que antes de lanzar el golpe con el que noquearía al hombre, este le hiciera caer sobre su espalda, tras jalar la capa con fuerza. Amara se golpeó la cabeza y por un instante su vista se tornó doble; De una patada en su diestra, mandó el arma a volar, dejando a la cazadora sin otra defensa que sus manos desnudas.
Quiso levantarse, pero su contrincante le colocó un pie sobre el cuello, aplastándolo lentamente con su peso. Amara intentó toser, pero la asfixia era tal que ni siquiera aquello logró. Sus ojos se encendieron en cerúleo y el hombre masculló “bestia” entre dientes. Con dificultad la cazadora llevó una de sus manos hacia el tahalí y de allí sacó una pequeña daga que, con un último esfuerzo, incrustó en la parte interior del muslo de su contrincante, quedando libre cuando este se tambaleó hacia atrás.
La castaña tosió abruptamente en un desesperado intento por despejar sus vías respiratorias, intentando recibir la mayor cantidad de aire en el menor tiempo posible. No obstante, la dicha no duro mucho, pues cojeando el hombre volvió a arremeter contra ella. Instintivamente la joven se abalanzó sobre una de las espadas que reposaba en el suelo y al darse la vuelta atravesó con ella certera el corazón del hombre.
El plateado filo se tiñó de sangre y el cuerpo de su oponente se desplomó sin vida. Jadeante y con el corazón palpitando aceleradamente, en la hoja de la espada, Amara detalló una leyenda “Exurge domine et judica causam tuam” el lema que los inquisidores utilizaban desde el inicio de la orden en la Francia medieval.
Hubiese suspirado aliviada al encontrar el emblema de la inquisición en vez de la flor de liz de los Argent grabada en la plata, pero lo único que salió de su garganta fue un nuevo ataque de tos. Había arrebatado vidas antes, pero nunca una humana y la culpa comenzaba a pesar. Con las manos temblorosas se sobó el cuello tratando de aliviar el ardor de la presión mientras hacía un esfuerzo por controlar su respiración.
Escuchó un par de pasos acercarse y prevenida, la joven levantó la mirada sólo para encontrarse con la imponente figura de Vashni a unos pocos metros de distancia. No tuvo que decir nada, sus gestos hablaban por él. Estaba cabreado, de hecho, ni siquiera en su encuentro menos agradable había visto en su rostro furia tal como la que lo invadía en ese momento. Entonces lo recordó. Ella era una Argent, hija del hombre que le había arrebatado a su manada y acababa de irrumpir en su hogar, donde resguardaba lo que tanto esfuerzo le costó reconstruir.
Amara J. Argent- Cazador Clase Alta
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Fecha de inscripción : 19/04/2016
Localización : El diablo sabe dónde
Re: Lucha de egos <privado><+18>
Estaba defendiendo la zona este de la frontera de mi mansión, los inquisidores abanderando la cruz cristiana y con el nombre de dios en sus labios decidieron adentrarse en mi mansión en busca de lo que ellos creían el engendro del mal en estado puro.
Una joven que había llegado hacia apenas unos meses a mi manada, no era licantropo, si no una bruja que nos había ayudado con ciertas defensas, curas, era una chica que ostentaba magia blanca. No veía en su aura trazas de oscuridad, por eso le había dado refugio cuando había huido de su aquelarre aniquilado por la inquisición.
Hundía los cuchillos con rudeza en el pecho del inquisidor que con la alzada espada trataba de asestarme una estocada que no llegaba. En la hoja la inscripción en latín propio de su condición, me agachaba dejando que la hoja silbara buscando morder mi carne, mas mis sentidos sobrenaturales me otorgaban una velocidad que el hombre no tenia.
Viré girándome, colocándome a su espalda, me agaché y con sendos cuchillo rajé la parte trasera de sus rodillas rompiendo sus ligamentos y haciéndole caer al suelo para saltar con mis ámbar brillando sobre su espalda y hundí en su cabeza los cuchillos destrozándolo.
Uno de los vigías me informo de otro ataque en la puerta principal, así que un par de hombres y yo nos desplazamos hacia allí para emprender la ofensiva, nadie iba a volver a cruzar mis fronteras, no perdería jamas de nuevo una manada, me dejaría la vida de ser necesario defendiendo aquello que me importaba.
Cuando alcancé el portón principal la amenaza había sido abatida, lo que no esperé es ver a Amara en el suelo tosiendo, un cuerpo inerte a un lado, uno con el que posiblemente había luchado al este haberla confundido con uno de nosotros.
La alcé de malos modos por el antebrazo, me había seguido hasta allí, sabia que no quería que conociera el paradero de los míos, era una Argent y por mucho que sintiera esa química que nos unía no podía olvidar que la plata no solo existía en su apellido.
Sangraba por una herida infligida, su cuello ligeramente amoratado presentaba mal aspecto, iba ligeramente ebria como yo.
-¿que cojones haces aquí? -gruñí sacudiéndola del brazo con mi mandíbula cuadriculada por la tensión del momento.
Tiré de su brazo llevándola hacia el interior del portón.
Cruce llevándola casi arrastras los hermosos jardines boscosos de mi casa mientras esta trataba de zafarse de mi implacable agarre.
Había quebrantado las reglas del juego, una cosa era acostarnos en un hotel, follar y beber, pero sabiendo que cuando el sol saliera volveríamos a ser enemigos. Algo que ella me había dejado claro, claro con cada uno de sus actos.
La metí en el gran salón a empujones, liberándola cuando los dos hombres que cerraban filas nos dejaron solos cerrando el portón tras nosotros.
-¿y ahora que hago contigo? -mascullé entre dientes dándole vueltas con los ojos ámbar como la miel.
Nunca fui mas depredador que en este instante ante sus ojos.
No quería hacerle daño, una parte de mi me orillaba contra su piel de un modo sobrehumano.
Solo quería acercarme, curar su herida y recorrer su cuello marcado por mis labios esa misma noche y que ahora presentaba también una marca de guerra.
Otra parte de mi, entendía que la manada estaba por encima de mi mismo y dejarla ir era ponerla en peligro.
Me serví una copa de whisky bebiendomela de un trago, aun con la botella en la mano la mire furiosos.
-Joder -rugí lanzando la botella contra la chimenea. Un fogonazo se produjo al entrar en contacto el alcohol y las llamas iluminando nuestros cuerpos en tonos anaranjados.
-¿sabes en que situación me has puesto?
Una joven que había llegado hacia apenas unos meses a mi manada, no era licantropo, si no una bruja que nos había ayudado con ciertas defensas, curas, era una chica que ostentaba magia blanca. No veía en su aura trazas de oscuridad, por eso le había dado refugio cuando había huido de su aquelarre aniquilado por la inquisición.
Hundía los cuchillos con rudeza en el pecho del inquisidor que con la alzada espada trataba de asestarme una estocada que no llegaba. En la hoja la inscripción en latín propio de su condición, me agachaba dejando que la hoja silbara buscando morder mi carne, mas mis sentidos sobrenaturales me otorgaban una velocidad que el hombre no tenia.
Viré girándome, colocándome a su espalda, me agaché y con sendos cuchillo rajé la parte trasera de sus rodillas rompiendo sus ligamentos y haciéndole caer al suelo para saltar con mis ámbar brillando sobre su espalda y hundí en su cabeza los cuchillos destrozándolo.
Uno de los vigías me informo de otro ataque en la puerta principal, así que un par de hombres y yo nos desplazamos hacia allí para emprender la ofensiva, nadie iba a volver a cruzar mis fronteras, no perdería jamas de nuevo una manada, me dejaría la vida de ser necesario defendiendo aquello que me importaba.
Cuando alcancé el portón principal la amenaza había sido abatida, lo que no esperé es ver a Amara en el suelo tosiendo, un cuerpo inerte a un lado, uno con el que posiblemente había luchado al este haberla confundido con uno de nosotros.
La alcé de malos modos por el antebrazo, me había seguido hasta allí, sabia que no quería que conociera el paradero de los míos, era una Argent y por mucho que sintiera esa química que nos unía no podía olvidar que la plata no solo existía en su apellido.
Sangraba por una herida infligida, su cuello ligeramente amoratado presentaba mal aspecto, iba ligeramente ebria como yo.
-¿que cojones haces aquí? -gruñí sacudiéndola del brazo con mi mandíbula cuadriculada por la tensión del momento.
Tiré de su brazo llevándola hacia el interior del portón.
Cruce llevándola casi arrastras los hermosos jardines boscosos de mi casa mientras esta trataba de zafarse de mi implacable agarre.
Había quebrantado las reglas del juego, una cosa era acostarnos en un hotel, follar y beber, pero sabiendo que cuando el sol saliera volveríamos a ser enemigos. Algo que ella me había dejado claro, claro con cada uno de sus actos.
La metí en el gran salón a empujones, liberándola cuando los dos hombres que cerraban filas nos dejaron solos cerrando el portón tras nosotros.
-¿y ahora que hago contigo? -mascullé entre dientes dándole vueltas con los ojos ámbar como la miel.
Nunca fui mas depredador que en este instante ante sus ojos.
No quería hacerle daño, una parte de mi me orillaba contra su piel de un modo sobrehumano.
Solo quería acercarme, curar su herida y recorrer su cuello marcado por mis labios esa misma noche y que ahora presentaba también una marca de guerra.
Otra parte de mi, entendía que la manada estaba por encima de mi mismo y dejarla ir era ponerla en peligro.
Me serví una copa de whisky bebiendomela de un trago, aun con la botella en la mano la mire furiosos.
-Joder -rugí lanzando la botella contra la chimenea. Un fogonazo se produjo al entrar en contacto el alcohol y las llamas iluminando nuestros cuerpos en tonos anaranjados.
-¿sabes en que situación me has puesto?
Vashni Indih- Licántropo Clase Alta
- Mensajes : 100
Fecha de inscripción : 03/06/2017
Re: Lucha de egos <privado><+18>
El hijo de la luna la puso en pie de un solo jalón, zarandeándola de un lado a otro mientras exigía el motivo que la había llevado a trasgredir los límites de la tregua que supuestamente duraría hasta el amanecer.
— ¡Suéltame! — Demandó torciendo su propio brazo, en un vano intento por zafar el agarre.
Era un hecho que la fuerza del lobo era superior a la suya, lo había comprobado antes y volvía a tener prueba de ello ahora; no obstante, aquello no la detuvo al oponer resistencia cuando este la llevó a rastras al interior de la propiedad. Refunfuñó, pataleó y se sacudió, pero ninguno de sus esfuerzos fue suficiente para aflojar un centímetro la fuerza con la que le sujetaba.
Vashni la empujó a través de las puertas del salón de la mansión y esperó a que estas se cerraran a sus espaldas para avanzar. Amara pensó en girar las perillas y salir corriendo, pero era evidente que no llegaría demasiado lejos de intentar la maniobra. Sus armas quedaron tendidas en el campo de batalla y muy seguramente al otro lado de la habitación aguardaban los hombres del lobo, dispuestos a acatar su orden.
Resopló llena de resignación mientras apoyó la frente contra la madera del portón que obstaculizaba su huida, escuchando la indagación de Vashni formulaba. No entendía bien si se lo preguntaba a ella o hablaba consigo mismo; conocía la respuesta y estaba segura de que, aunque él parecía debatirse en su moral, la discernía claramente también.
— Luchar conmigo — apuntó como si se tratara de la cuestión más sencilla, dándose media vuelta hasta que fue su espalda la que recargó el peso sobre la puerta — y si tienes la oportunidad, también sugiero que me mates. Eso haría yo, o cualquiera con más dos dedos de frente.
Los ojos del lobo se encendieron en ámbar mientras hacía girar el whisky dentro de la copa que sostenía. Su postura entera denotaba tensión. De un trago sorbió el líquido y acto seguido lanzó la botella, que sostenía en la otra mano, directo hacia la chimenea donde las pequeñas llamas se acrecentaron, iluminando con más potencia y ardor.
Amara se sobresaltó y se limitó a observarlo consternada. Para ella la solución que le brindaba era simple y práctica y, sinceramente, no alcanzaba a entender por qué para él era todo un dilema. El lobo había dejado muy claras sus prioridades y ella simpatizaba con la mayoría, incluso aunque sus principios y su sangre la orillaran a negarlo.
— Sí lo sé— Declaró sin emoción— No puedes retenerme para siempre, pero tampoco puedes dejarme ir, no después de lo que sucedió la última vez que un Argent puso un pie en tu hogar —Lo miró directo a los ojos, leyendo la furia en el refulgir de sus irises tras el recuerdo de la tragedia —Tan pronto como tus hombres se enteren de mi apellido van a querer mi cabeza en una pica. Tú eres su líder, así que actúa como uno de una buena vez y enfrenta a tus enemigos o de otra forma lucirás débil y no te voy a permitir que me culpes de eso también.
Su discurso destilaba veneno, sabía exactamente qué nervio tocar. Quería que la odiara, ya que ella no lo lograba a la inversa.
— No pretendas que es difícil Vashni— continuó cruzada de brazos sin mover otro músculo más que los de sus mejillas al articular sonidos— Corta el problema de raíz que yo puedo asumir las consecuencias de mis actos.
Si pensaba que saltaría a sus brazos y le rogaría por su vida se equivocaba de mujer. Había sido un error seguirlo hasta su hogar y podía dar fe de ello, pero nada más. Suspiró cansina y se dio un toque etéreo en el cuello con los dedos, casi como si el contacto le quemara. Él aún le daba vueltas al asunto y ella comenzaba a perder la paciencia, si bien era consciente de su proceder, la calidad de sus ideas no era plena pues su juicio se encontraba ligeramente nublado por el alcohol.
— Si tu no decides, deja que el tiempo decida por ti
El toque de sus dedos se deslizó hasta el zafiro de la cadena que abrazaba su cuello y de ella tiró hasta que volvió a ceder procediendo a lanzarla hacia el fuego de la chimenea. Tan pronto como el mineral tocó las llamas estas refulgieron en el mismo cerúleo en que sus ojos se encendían. De estar totalmente cuerda seguro nunca hubiera lanzado a las llamas lo único que la separaba de un destino fatal, incluso aunque conociera que si bien la plata de la cadena se fundía, la magia protegía la piedra.
— ¡Suéltame! — Demandó torciendo su propio brazo, en un vano intento por zafar el agarre.
Era un hecho que la fuerza del lobo era superior a la suya, lo había comprobado antes y volvía a tener prueba de ello ahora; no obstante, aquello no la detuvo al oponer resistencia cuando este la llevó a rastras al interior de la propiedad. Refunfuñó, pataleó y se sacudió, pero ninguno de sus esfuerzos fue suficiente para aflojar un centímetro la fuerza con la que le sujetaba.
Vashni la empujó a través de las puertas del salón de la mansión y esperó a que estas se cerraran a sus espaldas para avanzar. Amara pensó en girar las perillas y salir corriendo, pero era evidente que no llegaría demasiado lejos de intentar la maniobra. Sus armas quedaron tendidas en el campo de batalla y muy seguramente al otro lado de la habitación aguardaban los hombres del lobo, dispuestos a acatar su orden.
Resopló llena de resignación mientras apoyó la frente contra la madera del portón que obstaculizaba su huida, escuchando la indagación de Vashni formulaba. No entendía bien si se lo preguntaba a ella o hablaba consigo mismo; conocía la respuesta y estaba segura de que, aunque él parecía debatirse en su moral, la discernía claramente también.
— Luchar conmigo — apuntó como si se tratara de la cuestión más sencilla, dándose media vuelta hasta que fue su espalda la que recargó el peso sobre la puerta — y si tienes la oportunidad, también sugiero que me mates. Eso haría yo, o cualquiera con más dos dedos de frente.
Los ojos del lobo se encendieron en ámbar mientras hacía girar el whisky dentro de la copa que sostenía. Su postura entera denotaba tensión. De un trago sorbió el líquido y acto seguido lanzó la botella, que sostenía en la otra mano, directo hacia la chimenea donde las pequeñas llamas se acrecentaron, iluminando con más potencia y ardor.
Amara se sobresaltó y se limitó a observarlo consternada. Para ella la solución que le brindaba era simple y práctica y, sinceramente, no alcanzaba a entender por qué para él era todo un dilema. El lobo había dejado muy claras sus prioridades y ella simpatizaba con la mayoría, incluso aunque sus principios y su sangre la orillaran a negarlo.
— Sí lo sé— Declaró sin emoción— No puedes retenerme para siempre, pero tampoco puedes dejarme ir, no después de lo que sucedió la última vez que un Argent puso un pie en tu hogar —Lo miró directo a los ojos, leyendo la furia en el refulgir de sus irises tras el recuerdo de la tragedia —Tan pronto como tus hombres se enteren de mi apellido van a querer mi cabeza en una pica. Tú eres su líder, así que actúa como uno de una buena vez y enfrenta a tus enemigos o de otra forma lucirás débil y no te voy a permitir que me culpes de eso también.
Su discurso destilaba veneno, sabía exactamente qué nervio tocar. Quería que la odiara, ya que ella no lo lograba a la inversa.
— No pretendas que es difícil Vashni— continuó cruzada de brazos sin mover otro músculo más que los de sus mejillas al articular sonidos— Corta el problema de raíz que yo puedo asumir las consecuencias de mis actos.
Si pensaba que saltaría a sus brazos y le rogaría por su vida se equivocaba de mujer. Había sido un error seguirlo hasta su hogar y podía dar fe de ello, pero nada más. Suspiró cansina y se dio un toque etéreo en el cuello con los dedos, casi como si el contacto le quemara. Él aún le daba vueltas al asunto y ella comenzaba a perder la paciencia, si bien era consciente de su proceder, la calidad de sus ideas no era plena pues su juicio se encontraba ligeramente nublado por el alcohol.
— Si tu no decides, deja que el tiempo decida por ti
El toque de sus dedos se deslizó hasta el zafiro de la cadena que abrazaba su cuello y de ella tiró hasta que volvió a ceder procediendo a lanzarla hacia el fuego de la chimenea. Tan pronto como el mineral tocó las llamas estas refulgieron en el mismo cerúleo en que sus ojos se encendían. De estar totalmente cuerda seguro nunca hubiera lanzado a las llamas lo único que la separaba de un destino fatal, incluso aunque conociera que si bien la plata de la cadena se fundía, la magia protegía la piedra.
Amara J. Argent- Cazador Clase Alta
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Fecha de inscripción : 19/04/2016
Localización : El diablo sabe dónde
Re: Lucha de egos <privado><+18>
Gruñí ante la falta de emoción que presentaba Amara, como si le hubieran robado la sangre al pisar mis tierras.
Asumía que entre nosotros se tendría que producir una batalla a muerte.
A fin de cuentas la situación era peliaguda, la plata de su apellido dejaba claro que no podía dejarla ir con la información de la ubicación de mi manada.
Ya su padre la destruyó una vez y no era tan necio como para permitir que eso de nuevo pasara, ellos eran mi familia, mi obligación como alfa.
¿Matarla? ¿Acaso podía? Debía..pero..¿podía? La respuesta la encontré mas en mi acto que en la meditación de mis propias palabras.
La descabellada cazadora sacó de su cuello el collar con un brusco tirón y como si su vida no le perteneciera lanzó la joya a la chimenea.
Gruñí desesperado corriendo hacia la lumbre, me quemé la mano en el intento de salvar aquella piedra que la mantenía con vida.
Cogí el atizador con la otra mano mientras siseaba por el quemazón y como pude arrastre la gema hasta el exterior del fuego.
Mis iris ámbar como la miel se hundieron en sus azules, dos bestias que se desafiaban, que se buscaban y que se encontraban en un camino peligroso que no tenia retorno.
-Ya te he quitado demasiado, no caerá también en mi conciencia tu muerte -rugí esperando que la piedra se enfriara lo suficiente como para cogerla.
-Considérate mi invitada, mi prisionera o lo que quiera que seas...sera por un tiempo.
En mi cabeza un plan iba tomando forma, quizás no era justo, tampoco lo era para mi en el fondo pero ¿tenia mas opciones? Posiblemente no.
La hechicera que residía con nosotros de seguro podría borrarle los recuerdos, apenas dos noches que había pasado conmigo, dos que la habían llevado a descubrir demasiadas cosas sobre si misma, sobre su padre y sobre mi.
Borrar todo rastro de mi existencia, de lo que su padre, yo y el destino le habíamos arrebatado y que siguiera creyendo que los lobos eramos los malos del cuento de caperucita, seria lo mejor para ella.
Dejé escapar el aire de forma pesada tomando la piedra con la mano no herida, me acerqué a ella depositandola con suavidad en la palma de su mano, sus ojos de nuevo se tornaron pardos y con eso terminé con la amenaza que se cernía sobre su vida si la joya no rozaba su piel.
-El día ha sido demasiado largo para los dos, pediré que te preparen una habitación -dije apartándole un mechón de su rostro -lo solucionaré, solo confía en mi -le pedí.
No iba a decirle como, no porque quizás se negaría, a nadie le gusta que le priven de la verdad, pero me había dado cuenta de que había verdades que era mejor pasar por alto, obviar.
Esta sin duda era una de ellas...
Mis ámbar recorrieron sus labios, la deseaba, esa era otra realidad, todo parecía difícil, si bien era cierto que a ella le habíamos arrebatado ya demasiado, no había perdido yo menos cosas...
-Vamos -le dije tendiéndole la mano para que me acompañara la piso de arriba donde estaban los dormitorios.
Los dos habíamos bebido, no es que nuestra mente estuviera lucida en demasía.
Asumía que entre nosotros se tendría que producir una batalla a muerte.
A fin de cuentas la situación era peliaguda, la plata de su apellido dejaba claro que no podía dejarla ir con la información de la ubicación de mi manada.
Ya su padre la destruyó una vez y no era tan necio como para permitir que eso de nuevo pasara, ellos eran mi familia, mi obligación como alfa.
¿Matarla? ¿Acaso podía? Debía..pero..¿podía? La respuesta la encontré mas en mi acto que en la meditación de mis propias palabras.
La descabellada cazadora sacó de su cuello el collar con un brusco tirón y como si su vida no le perteneciera lanzó la joya a la chimenea.
Gruñí desesperado corriendo hacia la lumbre, me quemé la mano en el intento de salvar aquella piedra que la mantenía con vida.
Cogí el atizador con la otra mano mientras siseaba por el quemazón y como pude arrastre la gema hasta el exterior del fuego.
Mis iris ámbar como la miel se hundieron en sus azules, dos bestias que se desafiaban, que se buscaban y que se encontraban en un camino peligroso que no tenia retorno.
-Ya te he quitado demasiado, no caerá también en mi conciencia tu muerte -rugí esperando que la piedra se enfriara lo suficiente como para cogerla.
-Considérate mi invitada, mi prisionera o lo que quiera que seas...sera por un tiempo.
En mi cabeza un plan iba tomando forma, quizás no era justo, tampoco lo era para mi en el fondo pero ¿tenia mas opciones? Posiblemente no.
La hechicera que residía con nosotros de seguro podría borrarle los recuerdos, apenas dos noches que había pasado conmigo, dos que la habían llevado a descubrir demasiadas cosas sobre si misma, sobre su padre y sobre mi.
Borrar todo rastro de mi existencia, de lo que su padre, yo y el destino le habíamos arrebatado y que siguiera creyendo que los lobos eramos los malos del cuento de caperucita, seria lo mejor para ella.
Dejé escapar el aire de forma pesada tomando la piedra con la mano no herida, me acerqué a ella depositandola con suavidad en la palma de su mano, sus ojos de nuevo se tornaron pardos y con eso terminé con la amenaza que se cernía sobre su vida si la joya no rozaba su piel.
-El día ha sido demasiado largo para los dos, pediré que te preparen una habitación -dije apartándole un mechón de su rostro -lo solucionaré, solo confía en mi -le pedí.
No iba a decirle como, no porque quizás se negaría, a nadie le gusta que le priven de la verdad, pero me había dado cuenta de que había verdades que era mejor pasar por alto, obviar.
Esta sin duda era una de ellas...
Mis ámbar recorrieron sus labios, la deseaba, esa era otra realidad, todo parecía difícil, si bien era cierto que a ella le habíamos arrebatado ya demasiado, no había perdido yo menos cosas...
-Vamos -le dije tendiéndole la mano para que me acompañara la piso de arriba donde estaban los dormitorios.
Los dos habíamos bebido, no es que nuestra mente estuviera lucida en demasía.
Vashni Indih- Licántropo Clase Alta
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Re: Lucha de egos <privado><+18>
Tan pronto como la piedra tocó las llamas Vashni se abalanzó hacia la chimenea para recuperarla. Amara lo haló del brazo en un intento por detenerlo, pero poco efecto surgió la oposición cuando él apartó su brazo con brusquedad. Estaba empecinado en salvarle la vida y eso le quedó claro a la castaña cuando le observó meter la mano al fuego sin ningún cuidado hasta quemarse. La piel del lobo se enrojeció por el daño de inmediato, era indiscutible que le había dolido pues se quejó entre gruñidos, pero aquello no lo detuvo pues aun soplándose la mano y sacudiéndola al aire para aliviar el ardor, se las arregló para sacar el dije con ayuda del atizador.
Amara se restregó la cara con frustración. No lo entendía en absoluto. Bufó cuando él mencionó que no tenía intención en cargarse la conciencia con su muerte, de no ser porque estaba molesta quizá se hubiera carcajeado; sin embargo, aquel era un asunto serio y más allá del demarcado enojo en su ceño la cazadora no reaccionó.
— Por qué insistes en salvarme? — Indagó en el tono más calmo que encontró en medio de su disgusto — ¿No puedes ver que eso siempre termina mal?
Pero él no la escuchó y removió el zafiro con el hierro hasta que se encontró a una temperatura que permitiera el contacto con la piel. El lobo alzó la piedra con cuidado y se la entregó abrazándole la mano entre la de él. Indeliberadamente, la muchacha no pudo contenerse a mandar la vista hacia la herida en la extremidad opuesta del hombre. Por tratarse de una quemadura con fuego, tardaría más en sanar, sin embargo, en un par de minutos la dermis estaría como nueva.
Suspiró. Era un círculo vicioso, un bucle sin fin, una glorieta sin salida, la muerte continuaba evadiéndola incluso cuando se ofrecía de brazos abiertos a ella. Vashni le pidió que aguardara, que confiara en él lo suficiente como para darle tiempo de encontrar una solución. Laexpresión que le dedicaba apelaba a una tregua y aunque la cazadora quiso resistirse, no pudo evitar ceder.
— Vashni — detuvo con su diestra la del lobo, cuando esta le retiró tras la oreja un mechón que le caía rebelde sobre la mejilla. Entonces lo observó afligida — No lo pospongas más.
Él negó ligeramente con la cabeza y cuando ella dejó ir el agarre, le extendió la mano, esperando que la tomara de nuevo, esta vez con intención diferente. Sus miradas estaban conectadas y en el vacío que los separaba se avivó esa magnética sensación que los incitaba a anular la distancia.
La mirada de Amara huyó hacia un lado mientras su mano accedió a la petición de la del hijo de la luna, permitiéndole guiarla a través de la residencia. Era una mansión grande, sería fácil perderse entre los pasillos sin la guía apropiada, no obstante, la cazadora memorizó el camino por el que su opuesto la condujo, hasta una habitación en la última planta. Supuso que la elección de hospedarla allí fue sencilla pues no sería posible para ella saltar por la ventana sin quebrarse algún hueso.
La recamara era bastante sobria, constaba de una cama mediana, un ropero hecho en madera, un espejo y una farola portátil ubicada sobre la mesa de noche. Tan pronto como pusieron un pie dentro de la estancia el silencio que los acogía se tornó las denso. Él permaneció un paso adentro del umbral con la puerta abierta tras de sí y ella supuso que los invadió la misma idea. No podía mantenerle la mirada fija ahora que la intimidad de una habitación los resguardaba de nuevo, así que le dio la espalda con la excusa de curiosear el espacio pobremente decorado. Realmente no había mucho que apreciar.
— Gracias — Musitó a media voz
La situación era una contradicción. Así como ambos retenían sus discursos, pues existían palabras no dichas, se sentía más como si se hubiesen sentenciado el uno al otro. Él no escucharía sus razones y ella no tenía más remedio que torcer su voluntad a la de él.
La castaña sólo se dio la vuelta cuando su opuesto cerró la puerta tras de sí al abandonar el recinto, relegándola a la soledad. Involuntariamente sus pies se apresuraron a la entrada, la reacción era fue casi un acto reflejo.
— Vashni — Le llamó tras asomarse al pasillo presurosa
Sus miradas se conectaron de nuevo, pero a ella las palabras se le atravesaron en la garganta. Quería pedirle que se quedara a su lado, pero, aunque sus ojos se lo suplicaban, de su boca no surgió petición similar ¿acaso era lo mejor? Quizá imponer distancia desde ese momento era más apropiado.
— Buena noche — Fue lo último que formularon sus labios antes de apresurarse de nuevo a la habitación.
Amara se restregó la cara con frustración. No lo entendía en absoluto. Bufó cuando él mencionó que no tenía intención en cargarse la conciencia con su muerte, de no ser porque estaba molesta quizá se hubiera carcajeado; sin embargo, aquel era un asunto serio y más allá del demarcado enojo en su ceño la cazadora no reaccionó.
— Por qué insistes en salvarme? — Indagó en el tono más calmo que encontró en medio de su disgusto — ¿No puedes ver que eso siempre termina mal?
Pero él no la escuchó y removió el zafiro con el hierro hasta que se encontró a una temperatura que permitiera el contacto con la piel. El lobo alzó la piedra con cuidado y se la entregó abrazándole la mano entre la de él. Indeliberadamente, la muchacha no pudo contenerse a mandar la vista hacia la herida en la extremidad opuesta del hombre. Por tratarse de una quemadura con fuego, tardaría más en sanar, sin embargo, en un par de minutos la dermis estaría como nueva.
Suspiró. Era un círculo vicioso, un bucle sin fin, una glorieta sin salida, la muerte continuaba evadiéndola incluso cuando se ofrecía de brazos abiertos a ella. Vashni le pidió que aguardara, que confiara en él lo suficiente como para darle tiempo de encontrar una solución. Laexpresión que le dedicaba apelaba a una tregua y aunque la cazadora quiso resistirse, no pudo evitar ceder.
— Vashni — detuvo con su diestra la del lobo, cuando esta le retiró tras la oreja un mechón que le caía rebelde sobre la mejilla. Entonces lo observó afligida — No lo pospongas más.
Él negó ligeramente con la cabeza y cuando ella dejó ir el agarre, le extendió la mano, esperando que la tomara de nuevo, esta vez con intención diferente. Sus miradas estaban conectadas y en el vacío que los separaba se avivó esa magnética sensación que los incitaba a anular la distancia.
La mirada de Amara huyó hacia un lado mientras su mano accedió a la petición de la del hijo de la luna, permitiéndole guiarla a través de la residencia. Era una mansión grande, sería fácil perderse entre los pasillos sin la guía apropiada, no obstante, la cazadora memorizó el camino por el que su opuesto la condujo, hasta una habitación en la última planta. Supuso que la elección de hospedarla allí fue sencilla pues no sería posible para ella saltar por la ventana sin quebrarse algún hueso.
La recamara era bastante sobria, constaba de una cama mediana, un ropero hecho en madera, un espejo y una farola portátil ubicada sobre la mesa de noche. Tan pronto como pusieron un pie dentro de la estancia el silencio que los acogía se tornó las denso. Él permaneció un paso adentro del umbral con la puerta abierta tras de sí y ella supuso que los invadió la misma idea. No podía mantenerle la mirada fija ahora que la intimidad de una habitación los resguardaba de nuevo, así que le dio la espalda con la excusa de curiosear el espacio pobremente decorado. Realmente no había mucho que apreciar.
— Gracias — Musitó a media voz
La situación era una contradicción. Así como ambos retenían sus discursos, pues existían palabras no dichas, se sentía más como si se hubiesen sentenciado el uno al otro. Él no escucharía sus razones y ella no tenía más remedio que torcer su voluntad a la de él.
La castaña sólo se dio la vuelta cuando su opuesto cerró la puerta tras de sí al abandonar el recinto, relegándola a la soledad. Involuntariamente sus pies se apresuraron a la entrada, la reacción era fue casi un acto reflejo.
— Vashni — Le llamó tras asomarse al pasillo presurosa
Sus miradas se conectaron de nuevo, pero a ella las palabras se le atravesaron en la garganta. Quería pedirle que se quedara a su lado, pero, aunque sus ojos se lo suplicaban, de su boca no surgió petición similar ¿acaso era lo mejor? Quizá imponer distancia desde ese momento era más apropiado.
— Buena noche — Fue lo último que formularon sus labios antes de apresurarse de nuevo a la habitación.
Amara J. Argent- Cazador Clase Alta
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Fecha de inscripción : 19/04/2016
Localización : El diablo sabe dónde
Re: Lucha de egos <privado><+18>
En cuanto entramos en la habitación un silencio extraño nos invadió, la deseaba, ahora solos, esa necesidad de volver a impactar con su cuerpo, dejarnos sucumbir por la pasión sobre ese lecho y repasar el mapa de su cuerpo con mi lengua, se acentuaba.
Sus pardos golpeaban como el martillo contra el yunque mis ámbar, mi respiración errática reflejaba el instante que me embargaba y sin embargo su reacción fue girarse, darme la espalda posiblemente en busca de la soledad.
No articulé palabra, su rechazo bastó para que cerrara la puerta abandonando la estancia rumbo a la cámara de la hechicera.
Necesitaba respuestas, un modo de solucionar este enredo que nos convertía en presos de nosotros mismos.
Era consciente de que iba a perderla y ni siquiera sabia porque eso me encogía el estomago, cuando apenas la conocía.
La puerta se abrió, me giré para volver a enfrentarla, nuestras miradas se anclaron, palabras que uno y otro callamos. Me relamí los labios centrando mis ojos en su boca, si no era capaz de leer en ellos, es que era idiota.
“Buenas noches” fue lo que escapó de sus labios rehaciendo sus pasos hasta la cámara y cerrando la puerta nuevamente a lo nuestro.
-Buenas noches -susurré a nadie.
….....................................................................................................................................................
Una hora después regresé a la cámara de mi improvisada invitada, mi conversación con la hechicera había sido productiva, era la hora de que la cazadora volviera a ser una Argent y olvidara al hijo de la luna.
Golpeé la puerta con los nudillos, tenia preparadas mis palabras, el discurso aprendido, sus pasos descalzos hacia la puerta me dibujaron una picara sonrisa. Nada mas la abrió, el discurso se fue a la mierda, con el pelo revuelto, sus labios entreabiertos, la camisa por encima del muslo y sus mejillas sonrosadas por la inesperada visita fue suficiente para que me dejara arrastrar por ese deseo brutal que me orillaba contra su cuerpo.
Mi boca colisionó con la ajena de forma voraz, gruñí mientras mis manos sobrevolaban su cuerpo alzándole la tela de la camisa cuando la cogí por las nalgas levantándola del suelo. Sus piernas se enredaron a mi cintura, su pelvis contra mi alzada hombría.
Gruñí contra sus labios, jadeos que inundaron la sobria habitación. Su espalda impactó contra la pared, mi cuerpo se convirtió en su cárcel mientras mis manos repasaban cada centímetro de su tersa piel.
Mordí su mandíbula gruñendo preso de la magia que nos recorría cada vez que nos encontrábamos, cada vez que nuestros cuerpos colisionaban hambrientos.
Su espalda arqueada me ofrecía un cuerpo esculpido con horas de entrenamiento, eramos la noche y el día, lobo y cazador y así debía de seguir siendo.
Vine en busca de la loba que convertí, pero esa mujer era esclava de un colgante que su padre le impuso, uno que ahora si se quitaba la arrastraría a la muerte sin dudarlo.
Su padre no solo me había arrebatado a mi familia, mi manada, también me la había quitado a ella y este era un giro del destino que marcaba y acentuaba mas mi desgracia, era como si se empeñara en reírse en mi cara.
Como decirle que venia a ofrecerle la única alternativa posible para que pudiera seguir con su vida... aunque con esa opción jodería la mía.
Sus pardos golpeaban como el martillo contra el yunque mis ámbar, mi respiración errática reflejaba el instante que me embargaba y sin embargo su reacción fue girarse, darme la espalda posiblemente en busca de la soledad.
No articulé palabra, su rechazo bastó para que cerrara la puerta abandonando la estancia rumbo a la cámara de la hechicera.
Necesitaba respuestas, un modo de solucionar este enredo que nos convertía en presos de nosotros mismos.
Era consciente de que iba a perderla y ni siquiera sabia porque eso me encogía el estomago, cuando apenas la conocía.
La puerta se abrió, me giré para volver a enfrentarla, nuestras miradas se anclaron, palabras que uno y otro callamos. Me relamí los labios centrando mis ojos en su boca, si no era capaz de leer en ellos, es que era idiota.
“Buenas noches” fue lo que escapó de sus labios rehaciendo sus pasos hasta la cámara y cerrando la puerta nuevamente a lo nuestro.
-Buenas noches -susurré a nadie.
….....................................................................................................................................................
Una hora después regresé a la cámara de mi improvisada invitada, mi conversación con la hechicera había sido productiva, era la hora de que la cazadora volviera a ser una Argent y olvidara al hijo de la luna.
Golpeé la puerta con los nudillos, tenia preparadas mis palabras, el discurso aprendido, sus pasos descalzos hacia la puerta me dibujaron una picara sonrisa. Nada mas la abrió, el discurso se fue a la mierda, con el pelo revuelto, sus labios entreabiertos, la camisa por encima del muslo y sus mejillas sonrosadas por la inesperada visita fue suficiente para que me dejara arrastrar por ese deseo brutal que me orillaba contra su cuerpo.
Mi boca colisionó con la ajena de forma voraz, gruñí mientras mis manos sobrevolaban su cuerpo alzándole la tela de la camisa cuando la cogí por las nalgas levantándola del suelo. Sus piernas se enredaron a mi cintura, su pelvis contra mi alzada hombría.
Gruñí contra sus labios, jadeos que inundaron la sobria habitación. Su espalda impactó contra la pared, mi cuerpo se convirtió en su cárcel mientras mis manos repasaban cada centímetro de su tersa piel.
Mordí su mandíbula gruñendo preso de la magia que nos recorría cada vez que nos encontrábamos, cada vez que nuestros cuerpos colisionaban hambrientos.
Su espalda arqueada me ofrecía un cuerpo esculpido con horas de entrenamiento, eramos la noche y el día, lobo y cazador y así debía de seguir siendo.
Vine en busca de la loba que convertí, pero esa mujer era esclava de un colgante que su padre le impuso, uno que ahora si se quitaba la arrastraría a la muerte sin dudarlo.
Su padre no solo me había arrebatado a mi familia, mi manada, también me la había quitado a ella y este era un giro del destino que marcaba y acentuaba mas mi desgracia, era como si se empeñara en reírse en mi cara.
Como decirle que venia a ofrecerle la única alternativa posible para que pudiera seguir con su vida... aunque con esa opción jodería la mía.
Vashni Indih- Licántropo Clase Alta
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Fecha de inscripción : 03/06/2017
Re: Lucha de egos <privado><+18>
Despertó al sonido de un leve golpeteo sobre la madera, una sutil petición desde el otro lado de la puerta para ingresar en la habitación. Sus pestañas se separaron lentamente, tenía el sueño ligero y usualmente era toda una odisea conciliarlo. Tan pronto como había quedado en la habitación sin nada más que su propia compañía, la cazadora se había despojado de sus vestiduras, conservando nada más la camisola que llevaba bajo el corsé y procediendo a deslizarse entre las cobijas con la esperanza de perderse en los brazos de Morfeo, vana ilusión pues todo lo que consiguió fue revolver los tendidos y dar vueltas sobre la cama.
Se levantó restregándose los ojos, justo antes del llamado estaba logrando sumirse en el codiciado estado que le ayudaría a apartarse de los sucesos acontecidos en la noche; quizá aún no era el momento.
Giró la perilla y no fue sorpresa cuando la figura de Vashni apareció tras la entrada, no obstante, le observó con genuina confusión, pensaba que por aquella velada no se encontrarían de nuevo y verlo allí en pie con la mirada ligeramente apesadumbrada le hizo preguntarse qué sería lo suficientemente malo como para causarle tal semblante; no obstante, la expresión se transformó en una lasciva mueca luego de que este le diera un vistazo a su cuerpo con emoción semejante.
— ¿Qué suce-...?
No alcanzó a terminar la frase, los labios de Vashni acallaron su pregunta con un beso pasional. La colisión de sus bocas tomo a Amara por sorpresa, haciéndole perder levemente el equilibrio trastabillando hacia atrás. Él le sostuvo por la cintura y la apegó a su cuerpo, deslizando las manos por sus nalgas, de donde le alzó hasta que sus piernas le abrazaron la cadera.
De nuevo era presa del arrebato, ese frenesí de deseo implacable que desplomaba su voluntad por más que lo intentaba batallar. Él le acorraló contra la pared mientras sus lenguas proseguían danzando voraces en el medio. Ella le despeinaba el cabello, dándole delicados jalones cada vez que él le apretaba la piel.
Jadeó mientras la hombría del lobo rozó su feminidad con avidez. Los labios ajenos se deslizaron por su cuello, dejando señal de sus besos sobre la marca de batalla que se extendía en un tenue moretón sobre su piel. Cerró los parpados y abrazó la cabeza de Vashni con el brazo mientras él se ocupaba de humedecerle la piel con su boca. Echó la cabeza hacia atrás, disfrutando del enardecedor contacto, con sus labios víctimas de un sutil estremecimiento y sus respiraciones aceleradas juntando su pecho contra el ajeno.
No era sólo deseo, era apetito, hambruna. Había dejado de se ser un capricho y se convertía en una necesidad. Ansiaba más de él, que sus cuerpos se consumieran de nuevo en el mayor de los placeres. Amara alzó el rostro del hombre y lo apartó unos pocos centímetros, lo suficiente para darse el espacio de sacarle la camisa de un tirón. Él le sonrió entretenido, era la segunda camisa que le estropeaba.
Inclinó su frente sobre la de él, sus respiraciones se mezclaban entibiando el reducido espacio que los separaba. Los labios del hombre buscaban los suyos, pero ella los detuvo con el volátil toque de sus dedos, palpándolos tentada a tomarlos de nuevo.
— No deberíamos — Susurró con la voz temblorosa por el deseo, mordiéndose el labio, debatiendo entre lo que era correcto y lo que no.
Lo cierto era que estaba agotada de nadar a contracorriente. Rechazarlo era como negarse a beber agua cuando la garganta escoce de sed. Si él no se detenía, seguramente ella tampoco lo haría, la fuerza que se empeñaba en juntarlos los superaba, sobre todo en ese momento, cuando ya habían experimentado el éxtasis del cuerpo ajeno.
Había mucho en juego, sus intereses se contradecían y mientras ella llevara el colgante anclado al cuello sus naturalezas también, a pesar de ello, su voluntad no resistió más. Gruñó reprendiéndose a sí misma mentalmente cuando fueron sus labios los que atraparon los de él, lo que más le atemorizaba era que, aunque sabía que debía, no se iba a arrepentir.
De nuevo las manos ajenas revoloteaban por sus muslos y su subían vivaces por su espalda. La temperatura de sus cuerpos iba en alza, así como el ritmo de sus respiraciones y el movimiento de sus caderas buscándose entre sí comenzaba a estimularla de sobremanera al punto en que dejó escapar un par de gemidos.
Él la llevó hasta el borde de la cama y la tumbó sobre el colchón pero Amara alzó la espalda del lecho hasta que sus labios impactaron con el esculpido abdomen del hombre; sus manos, ligeras, le desabrochaban el botón del pantalón procediendo a tirar de la prenda hacia abajo una vez el agarre estuvo suelto. Ella lo observó desde abajo y le sonrió, echándose hacia atrás sobre el lecho invitándolo con la mirada a recaer sobre su cuerpo.
Físicamente se sentía bien, pero estaba segura había palabras amargas retenidas entre los afanosos besos. Era la tormenta que precedía a la calma, pero ¿desde cuándo la tormenta era la parte agradable de la ecuación?
Se levantó restregándose los ojos, justo antes del llamado estaba logrando sumirse en el codiciado estado que le ayudaría a apartarse de los sucesos acontecidos en la noche; quizá aún no era el momento.
Giró la perilla y no fue sorpresa cuando la figura de Vashni apareció tras la entrada, no obstante, le observó con genuina confusión, pensaba que por aquella velada no se encontrarían de nuevo y verlo allí en pie con la mirada ligeramente apesadumbrada le hizo preguntarse qué sería lo suficientemente malo como para causarle tal semblante; no obstante, la expresión se transformó en una lasciva mueca luego de que este le diera un vistazo a su cuerpo con emoción semejante.
— ¿Qué suce-...?
No alcanzó a terminar la frase, los labios de Vashni acallaron su pregunta con un beso pasional. La colisión de sus bocas tomo a Amara por sorpresa, haciéndole perder levemente el equilibrio trastabillando hacia atrás. Él le sostuvo por la cintura y la apegó a su cuerpo, deslizando las manos por sus nalgas, de donde le alzó hasta que sus piernas le abrazaron la cadera.
De nuevo era presa del arrebato, ese frenesí de deseo implacable que desplomaba su voluntad por más que lo intentaba batallar. Él le acorraló contra la pared mientras sus lenguas proseguían danzando voraces en el medio. Ella le despeinaba el cabello, dándole delicados jalones cada vez que él le apretaba la piel.
Jadeó mientras la hombría del lobo rozó su feminidad con avidez. Los labios ajenos se deslizaron por su cuello, dejando señal de sus besos sobre la marca de batalla que se extendía en un tenue moretón sobre su piel. Cerró los parpados y abrazó la cabeza de Vashni con el brazo mientras él se ocupaba de humedecerle la piel con su boca. Echó la cabeza hacia atrás, disfrutando del enardecedor contacto, con sus labios víctimas de un sutil estremecimiento y sus respiraciones aceleradas juntando su pecho contra el ajeno.
No era sólo deseo, era apetito, hambruna. Había dejado de se ser un capricho y se convertía en una necesidad. Ansiaba más de él, que sus cuerpos se consumieran de nuevo en el mayor de los placeres. Amara alzó el rostro del hombre y lo apartó unos pocos centímetros, lo suficiente para darse el espacio de sacarle la camisa de un tirón. Él le sonrió entretenido, era la segunda camisa que le estropeaba.
Inclinó su frente sobre la de él, sus respiraciones se mezclaban entibiando el reducido espacio que los separaba. Los labios del hombre buscaban los suyos, pero ella los detuvo con el volátil toque de sus dedos, palpándolos tentada a tomarlos de nuevo.
— No deberíamos — Susurró con la voz temblorosa por el deseo, mordiéndose el labio, debatiendo entre lo que era correcto y lo que no.
Lo cierto era que estaba agotada de nadar a contracorriente. Rechazarlo era como negarse a beber agua cuando la garganta escoce de sed. Si él no se detenía, seguramente ella tampoco lo haría, la fuerza que se empeñaba en juntarlos los superaba, sobre todo en ese momento, cuando ya habían experimentado el éxtasis del cuerpo ajeno.
Había mucho en juego, sus intereses se contradecían y mientras ella llevara el colgante anclado al cuello sus naturalezas también, a pesar de ello, su voluntad no resistió más. Gruñó reprendiéndose a sí misma mentalmente cuando fueron sus labios los que atraparon los de él, lo que más le atemorizaba era que, aunque sabía que debía, no se iba a arrepentir.
De nuevo las manos ajenas revoloteaban por sus muslos y su subían vivaces por su espalda. La temperatura de sus cuerpos iba en alza, así como el ritmo de sus respiraciones y el movimiento de sus caderas buscándose entre sí comenzaba a estimularla de sobremanera al punto en que dejó escapar un par de gemidos.
Él la llevó hasta el borde de la cama y la tumbó sobre el colchón pero Amara alzó la espalda del lecho hasta que sus labios impactaron con el esculpido abdomen del hombre; sus manos, ligeras, le desabrochaban el botón del pantalón procediendo a tirar de la prenda hacia abajo una vez el agarre estuvo suelto. Ella lo observó desde abajo y le sonrió, echándose hacia atrás sobre el lecho invitándolo con la mirada a recaer sobre su cuerpo.
Físicamente se sentía bien, pero estaba segura había palabras amargas retenidas entre los afanosos besos. Era la tormenta que precedía a la calma, pero ¿desde cuándo la tormenta era la parte agradable de la ecuación?
Amara J. Argent- Cazador Clase Alta
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Localización : El diablo sabe dónde
Re: Lucha de egos <privado><+18>
Su frente contra la mía y un “no debemos” que no significaba un “no podemos”. Mi respiración errática calcinaba sus labios, un gruñido escapó de estos cuando ella misma mando a la mierda su “no debemos” apoderándose voraz de mi boca y olvidando así todo aquello que teníamos en contra. Eramos enemigos, eso era algo que los dos sabíamos, pero ahora mismo, yo solo veía a esa mujer que deseaba mas que a madre luna, de bucles infinitos y ojos pardos que me miraba como si fuera de esta cámara nada mas existiera.
Mis pasos acortaron la distancia hasta el lecho, nuestros labios seguían jugando al escondite, provocándose, lenguas que se enredaban dentro y fuera de nuestras bocas, acercándose, separándose mientras los dos sonreíamos presos de la lujuria.
La dejé caer despacio sobre el lecho, pero con esa picardia pintada en el lienzo de su boca y en el iros de sus estrellas se alzó ligeramente para desabrochar mi pantalón liberando así a mi bestia que aulló ante ella.
Su pelo cayó como una abanico de plumas negras sobre las blancas sabanas, me miraba desde abajo suplicando con su arqueado cuerpo que me convirtiera en su escudo, que mi espada la atravesara y que juntos emprendiéramos la marcha hacia nuestra propia autodestrucción pues a veces el amor es solo eso, el modo de destruirnos por dentro del modo mas atronador. Era consciente que de los dos yo seria el perdedor de una gesta que ya había empezado y que tenia las horas contadas para los dos.
Nuestros cuerpos friccionaron, mi boca hambrienta, sedienta de la conquista de nuevas tierras descendió por el manantial de su cuello, reguero de besos que me incitaban a rugir, a succionar su piel marcando nuevamente mi posesión sobre esta, alzando mi bandera para coronarme como su único dueño aunque solo eso fuera un espejismo.
Gruñí cuando sus caderas me buscaron, mi glande acariciaba la entrada de su laberinto, deslizándose por esta lentamente hasta quedar engullido por completo haciéndome gemir de puro placer cada vez que sus caderas entraban en duelo provocando un incendio.
Seguí el sendero de su cuello hasta alcanzar el valle donde reposaba aquella piedra ahora engarzada en curo negro como momentánea solución a la perdida que el fuego había producido en el salón.
Mis ojos la miraron ambarinos, dándome cuenta que esta me lo arrebataba y daba todo casi a partes iguales y por allí deslicé mi lengua mordiendo con mis dientes sus dos erguidas montañas.
Coroné la cúspide metiéndomela entera en la boca, succionando sus pezones con hambruna. Golpe de martillo contra yunque, cada vez mas rápido el modo en el que mi afilada arma sentenciaba su centro con golpes rudos contra su pelvis.
Mis manso en sus caderas, hundidos mis dedos en ellas, atrayendola sin tregua para adentrarme en sus profundidades, saquear cada resquicio de cordura y desatar una tempestad que nuestros perlados cuerpos no lograban hacer amainar.
Solo cuando llegué al clímax, cuando mi hombría se sacudió en su interior acogida por las paredes que palpitaban al unisono sintiendo como me esparcía me dejé caer sobre ella.
Sonreí contra su boca cuando sus dedos peinaron mi pelo sintiendo como mis ojos se cerraban por el gusto de estar enredado en su cuerpo. Mi mundo por este instante.
La noche había sido larga para los dos, mas por desgracia ahora venia lo peor.
Abrí mis pardos hundiéndolos como el mejor acero en los ajenos.
-Amara, he hablado con la hechicera que vive entre los míos, hay un modo de que puedas seguir tu camino, uno que dejara de sentenciarte … Puede borrarme de tu mente..para ti estos dos días jamas habrán existido y yo solo seré un fantasma que sin puerto naufragará en tu recuerdo.
No me carroceras en la fiesta, no iremos al lago, no me veras en la puerta de la taberna -deslicé mi dedo por sus caderas -ni el hotel, ni esto....
Mis pasos acortaron la distancia hasta el lecho, nuestros labios seguían jugando al escondite, provocándose, lenguas que se enredaban dentro y fuera de nuestras bocas, acercándose, separándose mientras los dos sonreíamos presos de la lujuria.
La dejé caer despacio sobre el lecho, pero con esa picardia pintada en el lienzo de su boca y en el iros de sus estrellas se alzó ligeramente para desabrochar mi pantalón liberando así a mi bestia que aulló ante ella.
Su pelo cayó como una abanico de plumas negras sobre las blancas sabanas, me miraba desde abajo suplicando con su arqueado cuerpo que me convirtiera en su escudo, que mi espada la atravesara y que juntos emprendiéramos la marcha hacia nuestra propia autodestrucción pues a veces el amor es solo eso, el modo de destruirnos por dentro del modo mas atronador. Era consciente que de los dos yo seria el perdedor de una gesta que ya había empezado y que tenia las horas contadas para los dos.
Nuestros cuerpos friccionaron, mi boca hambrienta, sedienta de la conquista de nuevas tierras descendió por el manantial de su cuello, reguero de besos que me incitaban a rugir, a succionar su piel marcando nuevamente mi posesión sobre esta, alzando mi bandera para coronarme como su único dueño aunque solo eso fuera un espejismo.
Gruñí cuando sus caderas me buscaron, mi glande acariciaba la entrada de su laberinto, deslizándose por esta lentamente hasta quedar engullido por completo haciéndome gemir de puro placer cada vez que sus caderas entraban en duelo provocando un incendio.
Seguí el sendero de su cuello hasta alcanzar el valle donde reposaba aquella piedra ahora engarzada en curo negro como momentánea solución a la perdida que el fuego había producido en el salón.
Mis ojos la miraron ambarinos, dándome cuenta que esta me lo arrebataba y daba todo casi a partes iguales y por allí deslicé mi lengua mordiendo con mis dientes sus dos erguidas montañas.
Coroné la cúspide metiéndomela entera en la boca, succionando sus pezones con hambruna. Golpe de martillo contra yunque, cada vez mas rápido el modo en el que mi afilada arma sentenciaba su centro con golpes rudos contra su pelvis.
Mis manso en sus caderas, hundidos mis dedos en ellas, atrayendola sin tregua para adentrarme en sus profundidades, saquear cada resquicio de cordura y desatar una tempestad que nuestros perlados cuerpos no lograban hacer amainar.
Solo cuando llegué al clímax, cuando mi hombría se sacudió en su interior acogida por las paredes que palpitaban al unisono sintiendo como me esparcía me dejé caer sobre ella.
Sonreí contra su boca cuando sus dedos peinaron mi pelo sintiendo como mis ojos se cerraban por el gusto de estar enredado en su cuerpo. Mi mundo por este instante.
La noche había sido larga para los dos, mas por desgracia ahora venia lo peor.
Abrí mis pardos hundiéndolos como el mejor acero en los ajenos.
-Amara, he hablado con la hechicera que vive entre los míos, hay un modo de que puedas seguir tu camino, uno que dejara de sentenciarte … Puede borrarme de tu mente..para ti estos dos días jamas habrán existido y yo solo seré un fantasma que sin puerto naufragará en tu recuerdo.
No me carroceras en la fiesta, no iremos al lago, no me veras en la puerta de la taberna -deslicé mi dedo por sus caderas -ni el hotel, ni esto....
Vashni Indih- Licántropo Clase Alta
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Re: Lucha de egos <privado><+18>
Los besos se posaban tibios y húmedos sobre su piel ardiente. Sólo excitación como de la que le acogía podía abrasar su cuerpo de semejante forma. Toda ella se estremecía ante el contacto de labios ajenos apropiándose de su piel mientras la hombría erecta del hombre se adentraba en su abismo. De su boca se escaparon un par de gemidos rebosantes de placer, abstractas palabras que se distorsionaban en sus cuerdas vocales clamando por más. Cuando la estimulación la llevó a las puertas del orgasmo, la cazadora ancló las uñas y deslizó las manos por la fornida espalda del lobo; esta se enrojeció ante el arañazo que segundos después se desvaneció.
El feroz choque de sus cuerpos se aceleró en ritmo y al alcanzar la cumbre de allí decreció. Sus dientes se anclaron suavemente en el cuello del hombre buscando un obstáculo para los estrepitosos quejidos que se escapaban de su boca sin control. Su espalda se arqueó y su cuerpo sucumbió al místico hormigueo del éxtasis, seguida por Vashni, quien se dejó caer sobre ella cansino, víctima de la momentánea pérdida de energías que procede al acto sexual.
Él le sonrió con los parpados apretados y la frente pegada a la suya. Sin poder evitarlo, se encontró a sí misma devolviéndole la sonrisa y enredando su mano entre los cabellos del hombre en una caricia. Tan pronto como se recuperó, él se apartó, anclando su parda mirada de verdosos visos sobre la de ella, dándole a entender que la parte entretenida de la visita había llegado a su fin.
Finalmente, le confesaba la razón por la que acudió a ella en un principio y entonces lo que momentos atrás fue placer en su más pura expresión a Amara le supo como un trago amargo. Arribaba el sosiego, o mejor dicho, a la promesa del mismo y sólo entonces le dio la razón a su sospecha de que la tormenta albergaba una mejor emoción.
Entendía que era aquella la mejor jugada para ambas partes, sin embargo, no dejaba de sentirse como la decisión incorrecta, incluso dándole forma como estrategia. Nadie tenía que morir, no literalmente. Lo único que perecería en aquella simbólica batalla serían sus recuerdos, las memorias en las que el lobo hizo parte de su vida y las verdades que a su presencia acompañaron.
— ¿Estuvo tan mal que ahora quieres borrarme la memoria para que no vuelva por más? — Indagó sarcástica, si bien el comentario no era agresivo y tampoco su pretensión, no pudo evitar que un toque de molestia tiznara sus palabras.
La idea de extraviar sus memorias le causó una aflicción que no se pudo sacudir. Le había asegurado a Vashni que lidiaría con las consecuencias de sus actos, pero en aquel momento no estuvo segura de poder cumplir con su palabra, al menos no de buena gana. Frunció el ceño y apartó la mirada. A diferencia de su padre, por lo menos él tuvo la decencia de advertirle, sin embargo, no estaba pidiendo su permiso y eso lo tenía bastante claro.
— Me dices esto, dándome una falsa idea de que tengo voto en esta decisión cuando no es así — Gruñó y se alejó de él, cubriéndose el cuerpo con la sábana y aun esquivándole la mirada — Podrías confiar en que guardaré silencio, pero eso no sucederá; podrías matarme, pero eso tampoco lo harás, así que tu solución es copiarle la jugada a mi padre y quitarme la verdad.
El embrollo era su culpa y estaba consciente de ello, no obstante, fue ardua tarea reprimir el disgusto cuando la sola noción de ignorancia le hervía la sangre. Respiró hondo, conteniendo el aire por unos pocos segundos antes de exhalar, en un triste intento por evocar la serenidad extraviada, procediendo a acomodarse al borde de un costado de la cama.
— Sé que tus intenciones son buenas Vashni, comprendo la posición en la que te he puesto y los motivos de tu resolución… no te odio por eso, pero si estás aquí buscando mi aprobación has venido en vano —Giró la cabeza sutilmente y le regaló una taciturna mirada de soslayo por encima del hombro — Eres un buen líder, haz lo que tengas que hacer.
El feroz choque de sus cuerpos se aceleró en ritmo y al alcanzar la cumbre de allí decreció. Sus dientes se anclaron suavemente en el cuello del hombre buscando un obstáculo para los estrepitosos quejidos que se escapaban de su boca sin control. Su espalda se arqueó y su cuerpo sucumbió al místico hormigueo del éxtasis, seguida por Vashni, quien se dejó caer sobre ella cansino, víctima de la momentánea pérdida de energías que procede al acto sexual.
Él le sonrió con los parpados apretados y la frente pegada a la suya. Sin poder evitarlo, se encontró a sí misma devolviéndole la sonrisa y enredando su mano entre los cabellos del hombre en una caricia. Tan pronto como se recuperó, él se apartó, anclando su parda mirada de verdosos visos sobre la de ella, dándole a entender que la parte entretenida de la visita había llegado a su fin.
Finalmente, le confesaba la razón por la que acudió a ella en un principio y entonces lo que momentos atrás fue placer en su más pura expresión a Amara le supo como un trago amargo. Arribaba el sosiego, o mejor dicho, a la promesa del mismo y sólo entonces le dio la razón a su sospecha de que la tormenta albergaba una mejor emoción.
Entendía que era aquella la mejor jugada para ambas partes, sin embargo, no dejaba de sentirse como la decisión incorrecta, incluso dándole forma como estrategia. Nadie tenía que morir, no literalmente. Lo único que perecería en aquella simbólica batalla serían sus recuerdos, las memorias en las que el lobo hizo parte de su vida y las verdades que a su presencia acompañaron.
— ¿Estuvo tan mal que ahora quieres borrarme la memoria para que no vuelva por más? — Indagó sarcástica, si bien el comentario no era agresivo y tampoco su pretensión, no pudo evitar que un toque de molestia tiznara sus palabras.
La idea de extraviar sus memorias le causó una aflicción que no se pudo sacudir. Le había asegurado a Vashni que lidiaría con las consecuencias de sus actos, pero en aquel momento no estuvo segura de poder cumplir con su palabra, al menos no de buena gana. Frunció el ceño y apartó la mirada. A diferencia de su padre, por lo menos él tuvo la decencia de advertirle, sin embargo, no estaba pidiendo su permiso y eso lo tenía bastante claro.
— Me dices esto, dándome una falsa idea de que tengo voto en esta decisión cuando no es así — Gruñó y se alejó de él, cubriéndose el cuerpo con la sábana y aun esquivándole la mirada — Podrías confiar en que guardaré silencio, pero eso no sucederá; podrías matarme, pero eso tampoco lo harás, así que tu solución es copiarle la jugada a mi padre y quitarme la verdad.
El embrollo era su culpa y estaba consciente de ello, no obstante, fue ardua tarea reprimir el disgusto cuando la sola noción de ignorancia le hervía la sangre. Respiró hondo, conteniendo el aire por unos pocos segundos antes de exhalar, en un triste intento por evocar la serenidad extraviada, procediendo a acomodarse al borde de un costado de la cama.
— Sé que tus intenciones son buenas Vashni, comprendo la posición en la que te he puesto y los motivos de tu resolución… no te odio por eso, pero si estás aquí buscando mi aprobación has venido en vano —Giró la cabeza sutilmente y le regaló una taciturna mirada de soslayo por encima del hombro — Eres un buen líder, haz lo que tengas que hacer.
Amara J. Argent- Cazador Clase Alta
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Fecha de inscripción : 19/04/2016
Localización : El diablo sabe dónde
Re: Lucha de egos <privado><+18>
Enarqué una ceja aun desnudo sobre el mismo lecho que ella, sus ojos bailaban por mi rostro y sus palabras denotaban un gran disgusto.
Se lo que pensaba que era igual que su padre, él le robó la bestia y el recuerdo del fatídico día imponiendo las imágenes que creyó convenientes y yo pensaba hacer lo mismo.
-No es imposición, aunque lo parezca – aseguré - ¿Hay otra opción? -pregunté alzándome del lecho desesperado con mis tormentas buscando de nuevo si mirada.
Tomé el pantalón del suelo para colocármelo, estaba claro que me culpaba de todo esto y no diría que era inocente en el entuerto, pero no el único responsable.
-No me vengas con que no confió en ti, sabes de sobra que no es eso. Pondría mi vida en tus manos y si no me cree... -hice una pausa.
Saque del cinto una daga y se la deje caer con suavidad sobre el regazo.
-Matamé, estoy desarmado.
Esta negó mirando la hoja que reposaba sobre su inmaculada y tersa tez.
-Se que no le dirás a tu padre donde esta mi manada, pero... tu padre tiene medios suficientes como para sacarte esa información a la fuerza. Lo sabes y lo se...- aseguré deslizando mis dedos por sus bucles de cuervo -¿que otra opción tenemos? Dímela, soy todo oídos.
El silencio volvió a crearse en esa habitación, era un punto de no retorno, pues no podía mantenerla como mi prisionera de forma eterna, tampoco dejarla ir con la información que tenia en su cabeza.
¿No se daba cuenta de que era yo el que mas perdía en este juego de rendición.
Ella me borraría de un plumazo, pero yo sufriría la perdida.
“...pero si estás aquí buscando mi aprobación has venido en vano “
Negué con la rabia pintada a fuego en mi mirada. ¿Eso creía? Que para mi era fácil?
Le di la espalda para que no leyera en mis ojos el dolor intenso que su perdida me producía en estos momentos.
-Te equivocas Amara, si crees que esta decisión es fácil para mi, te equivocas. Tu seguirás con tu vida, nunca habré existido y tu ilusión sera ese otro que aun ocupa tu mente.
Para mi seguirás presente, quizás vuelva a cruzarme contigo y tenga que fingir no haber probado tus labios, ni ardido contra tu piel, esconder el deseo que me consume y admitir que te he perdido como mujer sin tan siquiera poder intentar tenerte.
¿De verdad crees que esto es fácil para mi?
No me di la vuelta, no quería parecer vulnerable ante ella, odiaba esa sensación de debilidad que me embargaba, era cierto que solo la conocía de dos días, pero yo la mordí de niña, esa unión era fuerte y lo que me orillaba contra ella devastador.
Se lo que pensaba que era igual que su padre, él le robó la bestia y el recuerdo del fatídico día imponiendo las imágenes que creyó convenientes y yo pensaba hacer lo mismo.
-No es imposición, aunque lo parezca – aseguré - ¿Hay otra opción? -pregunté alzándome del lecho desesperado con mis tormentas buscando de nuevo si mirada.
Tomé el pantalón del suelo para colocármelo, estaba claro que me culpaba de todo esto y no diría que era inocente en el entuerto, pero no el único responsable.
-No me vengas con que no confió en ti, sabes de sobra que no es eso. Pondría mi vida en tus manos y si no me cree... -hice una pausa.
Saque del cinto una daga y se la deje caer con suavidad sobre el regazo.
-Matamé, estoy desarmado.
Esta negó mirando la hoja que reposaba sobre su inmaculada y tersa tez.
-Se que no le dirás a tu padre donde esta mi manada, pero... tu padre tiene medios suficientes como para sacarte esa información a la fuerza. Lo sabes y lo se...- aseguré deslizando mis dedos por sus bucles de cuervo -¿que otra opción tenemos? Dímela, soy todo oídos.
El silencio volvió a crearse en esa habitación, era un punto de no retorno, pues no podía mantenerla como mi prisionera de forma eterna, tampoco dejarla ir con la información que tenia en su cabeza.
¿No se daba cuenta de que era yo el que mas perdía en este juego de rendición.
Ella me borraría de un plumazo, pero yo sufriría la perdida.
“...pero si estás aquí buscando mi aprobación has venido en vano “
Negué con la rabia pintada a fuego en mi mirada. ¿Eso creía? Que para mi era fácil?
Le di la espalda para que no leyera en mis ojos el dolor intenso que su perdida me producía en estos momentos.
-Te equivocas Amara, si crees que esta decisión es fácil para mi, te equivocas. Tu seguirás con tu vida, nunca habré existido y tu ilusión sera ese otro que aun ocupa tu mente.
Para mi seguirás presente, quizás vuelva a cruzarme contigo y tenga que fingir no haber probado tus labios, ni ardido contra tu piel, esconder el deseo que me consume y admitir que te he perdido como mujer sin tan siquiera poder intentar tenerte.
¿De verdad crees que esto es fácil para mi?
No me di la vuelta, no quería parecer vulnerable ante ella, odiaba esa sensación de debilidad que me embargaba, era cierto que solo la conocía de dos días, pero yo la mordí de niña, esa unión era fuerte y lo que me orillaba contra ella devastador.
Vashni Indih- Licántropo Clase Alta
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Fecha de inscripción : 03/06/2017
Re: Lucha de egos <privado><+18>
Amara atendió el discurso de Vashni en completo silencio mientras una fuerza incorpórea le oprimía el pecho, tornándose más pesada con el fluir de las palabras. De ninguna manera la cazadora se hubiera imaginado que la idea de evaporarse de sus recuerdos pudiera abrumar al hombre de forma semejante. Era innegable la existencia de la inminente conexión que se apropiaba de sus corporeidades y acrecentaba considerablemente en relación inversa a la distancia opuesta entre ambos, sin embargo, la confesión le tomó por sorpresa, pues nunca imaginó que él resguardara algún deseo por ella más allá del físico.
Lo observó perpleja, en busca de cualquier atisbo, cualquier indicio que le brindara información diferente a sus palabras. Él le daba la espalda, rehuyéndole la mirada y más allá de una postura rígida, la posición en la que se encontraba no se prestaba para hacer ninguna suposición.
Ahora que conocía la verdad, no se sentía correcto o adecuado dejarlo fuera de su vida, incluso si tenía razón y para ella sería más sencillo pues, en cuestión de horas, no cargaría en su mente evocación de su rostro o rastro de su nombre, sólo quedaría impreso en su cuerpo el rastro intangible del ajeno y aquello también se desvanecería con el paso de los días.
Negó con la cabeza. No podía aceptarlo, no podía permitirle sentirse de ese modo y tampoco podía permitírselo a sí misma, pues, evidentemente, mientras fuera consciente de la realidad entera, también soportaría la pesadumbre del olvido. Se puso en pie, dejando que se resbalara por su piel la sábana que le cubría, sosteniendo nada más que la daga que Vashni le había dejado a la mano cuando sugirió que lo asesinara como una solución.
Se colocó la camisola y la ropa interior antes se ubicarse tras el hombre, a cortos centímetros de su espalda, apoyándole la mano sobre el hombro, como una silente solicitud de su atención. Únicamente soltó palabra cuando el lobo la enfrentó.
— Tiene que ser sencillo, Vashni — Buscó con la diestra el cinto del hombre y enfundó en él la daga sin desanclarle la mirada del rostro — Lo que sea haya entre nosotros, no es real... es la mera ilusión de la mordida, no significa nada más.
Su fachada era severa, inquebrantable, pero su realidad distaba mucho de su apariencia. Se mordía la lengua intentando contener el escozor que amenazaba con cristalizarle los ojos. La vida la había obligado a ser flexible y Bastien le había instruido la forma, bien podría escupir la verdad como veneno y sin remordimientos o, por el contrario, podría ocultarla como si la existencia del mundo dependiera de ello. En aquel momento optó por la segunda opción pues, a ciencia cierta, no lo decía en serio.
No quería lastimarlo, pero ya que ella no encontraba la voluntad de odiarlo quizá podría empujar la ajena y redirigir ese sentimiento hacia ella, lo suficiente como para hacer de la decisión una cuestión más simple.
— Mete alguna otra mujer en tu cama que al final de la noche únicamente pensarás de mi como lo que soy, una Argent, el enemigo.
De encararle otro minuto más se quebraría. Se dio media vuelta, buscó el resto de sus ropajes que se encontraban cuidadosamente doblados sobre la mesa de noche y se vistió con afán, sin prestarle demasiada importancia a su despeinada cabellera. Lo único que necesitaba era salir de allí.
— Estoy lista.
Tampoco era verdad, pero no tenía más remedio que olvidar.
Lo observó perpleja, en busca de cualquier atisbo, cualquier indicio que le brindara información diferente a sus palabras. Él le daba la espalda, rehuyéndole la mirada y más allá de una postura rígida, la posición en la que se encontraba no se prestaba para hacer ninguna suposición.
Ahora que conocía la verdad, no se sentía correcto o adecuado dejarlo fuera de su vida, incluso si tenía razón y para ella sería más sencillo pues, en cuestión de horas, no cargaría en su mente evocación de su rostro o rastro de su nombre, sólo quedaría impreso en su cuerpo el rastro intangible del ajeno y aquello también se desvanecería con el paso de los días.
Negó con la cabeza. No podía aceptarlo, no podía permitirle sentirse de ese modo y tampoco podía permitírselo a sí misma, pues, evidentemente, mientras fuera consciente de la realidad entera, también soportaría la pesadumbre del olvido. Se puso en pie, dejando que se resbalara por su piel la sábana que le cubría, sosteniendo nada más que la daga que Vashni le había dejado a la mano cuando sugirió que lo asesinara como una solución.
Se colocó la camisola y la ropa interior antes se ubicarse tras el hombre, a cortos centímetros de su espalda, apoyándole la mano sobre el hombro, como una silente solicitud de su atención. Únicamente soltó palabra cuando el lobo la enfrentó.
— Tiene que ser sencillo, Vashni — Buscó con la diestra el cinto del hombre y enfundó en él la daga sin desanclarle la mirada del rostro — Lo que sea haya entre nosotros, no es real... es la mera ilusión de la mordida, no significa nada más.
Su fachada era severa, inquebrantable, pero su realidad distaba mucho de su apariencia. Se mordía la lengua intentando contener el escozor que amenazaba con cristalizarle los ojos. La vida la había obligado a ser flexible y Bastien le había instruido la forma, bien podría escupir la verdad como veneno y sin remordimientos o, por el contrario, podría ocultarla como si la existencia del mundo dependiera de ello. En aquel momento optó por la segunda opción pues, a ciencia cierta, no lo decía en serio.
No quería lastimarlo, pero ya que ella no encontraba la voluntad de odiarlo quizá podría empujar la ajena y redirigir ese sentimiento hacia ella, lo suficiente como para hacer de la decisión una cuestión más simple.
— Mete alguna otra mujer en tu cama que al final de la noche únicamente pensarás de mi como lo que soy, una Argent, el enemigo.
De encararle otro minuto más se quebraría. Se dio media vuelta, buscó el resto de sus ropajes que se encontraban cuidadosamente doblados sobre la mesa de noche y se vistió con afán, sin prestarle demasiada importancia a su despeinada cabellera. Lo único que necesitaba era salir de allí.
— Estoy lista.
Tampoco era verdad, pero no tenía más remedio que olvidar.
Amara J. Argent- Cazador Clase Alta
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Localización : El diablo sabe dónde
Re: Lucha de egos <privado><+18>
Inmerso en mi propia rabia sentí su mano en mi omóplato, cerré un instante los ojos bajo su tacto, ese que por desgracia jamas volvería a sentir, tentado me sentí de pedir que fuera mía, que olvidara su apellido, la plata que guardaba tras su nombre y empezara una vida conmigo, una donde ni yo fuera solo un licantropo, ni ella una cazadora. Ascendería como alfa a mi beta, cogeríamos unos útiles y nos largaríamos de Paris a empezar de nuevo, juntos, no tenia porque olvidarme, cuando yo solo quería recordarla cada mañana al despertarme, cada noche perderme entre sus piernas, calcinarme con sus besos y dormirme en su lecho.
Abrí los ojos para enfrentar sus pardos, incluso mis labios se entreabrieron para hacerle esa petición, mi esperanza que fue engullida por sus siguientes palabras.
“Tiene que ser sencillo, Vashni. Lo que sea haya entre nosotros, no es real... es la mera ilusión de la mordida, no significa nada más. “
Esas palabras retumbaban en mi cabeza como un eco, su semblante incorruptible me dejaba claro la veracidad de estas y su mirada anclada en la mía daba claridad a su falta de sentimientos.
Envaino en mi cinto la daga, si me la hubiera clavado no dolería tanto como la indiferencia de sus actos.
Guardé silencio, que decir cuando ella ya lo había dicho todo, un silencio que nos sentencio a ambos a la perdición mas absoluta, claro que en ese momento ninguno de los dos lo sabia todavía.
Su “Estoy lista” fue el pistoletazo de salida hacia el olvido, mi “bien” las angustiosas palabras de pronto un desconocido.
Emprendí camino sin mirar hacia atrás por el gran pasillo de mi mansión rumbo al dormitorio de la bruja, los pasos de la joven Argent me seguían raudos en busca de su liberación.
“Mete alguna otra mujer en tu cama que al final de la noche únicamente pensarás de mi como lo que soy, una Argent, el enemigo. “
Rabia, mis puños se apretaron con rabia, no miré atrás, no pensaba quedar como el patético hombre enamorado que era, así que implacable abrí la puerta de la cámara, en su interior, una joven doncella de cabellos fuego y verdes ojos nos esperaba a los dos.
Me conocía suficiente para comprender con una mirada mi dolor, pero ella tampoco pronunció palabra alguna sobre el asunto.
Fue a Amara a quien se acercó para explicarle los pasos que se iban a seguir, quería que comprendiera las consecuencias de lo que esa noche iba a pasar allí.
La bruja le echaría un conjuro que abriría los recuerdos de su mente, su alma quedaría por unos momentos expuesta y así inhalaría por su boca todo recuerdo que tuviera de mi metiendolo en una botella de vidrio por si algún día era necesario acudir ese recuerdo por algún motivo.
Le recordó que ella podía meterse en su mente pero no en su corazón, que si yo anidaba allí, podía pasar que poco a poco lo robado regresara a ella sin entender bien el porque, torturándola.
Quedaba claro que eso no pasaría, sus palabras habían sido claras en la cámara, así que con su consentimiento procedería la bruja a sacarme de su mente, cuando despertara yo no seria nada y ella podría continuar con su intensa vida de cazadora.
La bruja me miró, yo solo sentí con la cabeza guardando un profundo silencio, me costaba hablar en esos momentos.
Abrí los ojos para enfrentar sus pardos, incluso mis labios se entreabrieron para hacerle esa petición, mi esperanza que fue engullida por sus siguientes palabras.
“Tiene que ser sencillo, Vashni. Lo que sea haya entre nosotros, no es real... es la mera ilusión de la mordida, no significa nada más. “
Esas palabras retumbaban en mi cabeza como un eco, su semblante incorruptible me dejaba claro la veracidad de estas y su mirada anclada en la mía daba claridad a su falta de sentimientos.
Envaino en mi cinto la daga, si me la hubiera clavado no dolería tanto como la indiferencia de sus actos.
Guardé silencio, que decir cuando ella ya lo había dicho todo, un silencio que nos sentencio a ambos a la perdición mas absoluta, claro que en ese momento ninguno de los dos lo sabia todavía.
Su “Estoy lista” fue el pistoletazo de salida hacia el olvido, mi “bien” las angustiosas palabras de pronto un desconocido.
Emprendí camino sin mirar hacia atrás por el gran pasillo de mi mansión rumbo al dormitorio de la bruja, los pasos de la joven Argent me seguían raudos en busca de su liberación.
“Mete alguna otra mujer en tu cama que al final de la noche únicamente pensarás de mi como lo que soy, una Argent, el enemigo. “
Rabia, mis puños se apretaron con rabia, no miré atrás, no pensaba quedar como el patético hombre enamorado que era, así que implacable abrí la puerta de la cámara, en su interior, una joven doncella de cabellos fuego y verdes ojos nos esperaba a los dos.
Me conocía suficiente para comprender con una mirada mi dolor, pero ella tampoco pronunció palabra alguna sobre el asunto.
Fue a Amara a quien se acercó para explicarle los pasos que se iban a seguir, quería que comprendiera las consecuencias de lo que esa noche iba a pasar allí.
La bruja le echaría un conjuro que abriría los recuerdos de su mente, su alma quedaría por unos momentos expuesta y así inhalaría por su boca todo recuerdo que tuviera de mi metiendolo en una botella de vidrio por si algún día era necesario acudir ese recuerdo por algún motivo.
Le recordó que ella podía meterse en su mente pero no en su corazón, que si yo anidaba allí, podía pasar que poco a poco lo robado regresara a ella sin entender bien el porque, torturándola.
Quedaba claro que eso no pasaría, sus palabras habían sido claras en la cámara, así que con su consentimiento procedería la bruja a sacarme de su mente, cuando despertara yo no seria nada y ella podría continuar con su intensa vida de cazadora.
La bruja me miró, yo solo sentí con la cabeza guardando un profundo silencio, me costaba hablar en esos momentos.
Vashni Indih- Licántropo Clase Alta
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Fecha de inscripción : 03/06/2017
Re: Lucha de egos <privado><+18>
Siguió a Vashni a través de la mansión sin pronunciar palabra. Sus pasos eran presurosos, delataban su necesidad de huir, tanto que tuvo que cuidar de mantenerse a las espaldas del lobo, después de todo era él quien guiaba el camino a los aposentos de la bruja. La tensión acrecentaba con cada paso, Amara sentía que la ansiedad le carcomía el alma, realmente no se sentía lista para dejar ir lo que había experimentado junto a él, pero incluso aunque se arrepintiera en ese preciso momento, las palabras ya dichas no iban a desaparecer.
El hijo de la luna también se mantuvo en silencio, aunque, a decir verdad, tampoco tuvo que decir nada pues su semblante hablaba por él. Andaba con postura rígida y a paso firme, con la frente en alto y la mirada anclada hacia delante, evidentemente estaba cabreado, pero, la verdad, no esperaba menos, ella le había pisoteado el orgullo.
Fue él el primero en ingresar a la habitación de la hechicera. Sus miradas se cruzaron por un breve instante, pero él apartó la suya tan veloz como le fue posible. La tensión alcanzaba la cumbre, de tal forma que incluso la mujer, quien poca idea tenía de lo la situación a parte del trabajo que le había sido encomendado, optó por omitir preguntas, procediendo inmediatamente a recitarle el proceso a seguir.
Soplar en un recipiente de vidrio sería suficiente para evaporar a Vashni de su memoria, sin embargo, no sería tan sencillo sacarlo de su corazón. Podía engañarlo a él, pero no podía engañarse a sí misma. El hombre la llevó a lugares que no había explorado antes y, aun cayendo en la indiferencia, continuaba haciéndolo pues nunca se encontró a sí misma temiendo a la perdida, no después de la luna roja, menos por un extraño y ni siquiera al inminente peligro de muerte que enfrentaba en cada cruzada.
— No será problema — Mintió respondiendo a las advertencias de la hechicera.
La mujer asintió con media sonrisa y le pidió que se acomodara sobre la cama. Amara obedeció la indicación y aguardó a que su interlocutora alcanzara un recipiente que contenía una especie de líquido caliente con aromas herbales. Era una fragancia agradable al olfato, pero a la cazadora le olió a amargura y olvido. Soltó un suspiro cansino cuando la mujer se lo dio a beber y le ayudó a recostarse sobre la cama, pues, tan pronto como la bebida tocó su boca, una sensación de adormecimiento se extendió desde la punta de su lengua hasta las piernas, quedando su cuerpo totalmente distendido sobre el lecho.
Su vista se nubló y las palabras que enunció la hechicera le retumbaron en los oídos. La voz de la mujer fue apacible y reconfortante mientras declamó el hechizo en una especie de cántico. Amara llevó la mirada hasta la figura del lobo, que comenzaba a distorsionarse ante su mirada. Sus parpados se sentían pesados, le fue difícil mantenerlos abiertos, escocían cada vez que sus pestañas se separaban en un intento por enfocar la silueta, que ahora se asemejaba más a un borrón. La hechicera le alzó la cabeza ligeramente por la nuca y le acercó el recipiente de vidrio a los labios ordenándole que exhalara.
Amara acató el mandato y justo cuando la última porción de aire abandonó sus pulmones, todo se tornó negro.
Sus pestañas se desenredaron y sus pupilas se encontraron con un rayo de sol. Parpadeó un par de veces, su cuerpo se sentía pesado y un incómodo hormigueo se extendía por su cabeza. Se refregó el rostro y procedió a recorrer la habitación con la mirada con calma, pero tan pronto como sus ideas se aclararon se levantó de golpe. No sabía dónde estaba o cómo había llegado a ese lugar. Su corazón palpitó fuerte contra su pecho y se llevó las manos al cuerpo, tanteando que todo estuviese completo. Suspiró aliviada cuando se encontró en una pieza. El cuello le dolía bastante y llevaba una cortada en el brazo, pero más allá de aquello se encontraba bien. Incluso conservaba las armas en el tahalí.
Si todo estaba en orden, tanto como podría estarlo quien despierta en un lugar extraño y no recuerda lo sucedido ¿Por qué cargaba con la sensación de que algo le faltaba? Algo más allá de los motivos de su situación, por supuesto.
Se apresuró fuera de la habitación y pronto cayó en cuenta que se encontraba en un hostal; caminó a paso ligero hasta la recepción e intentó persuadir a la mujer que administraba el lugar de informarle cómo había llegado hasta allí, sin embargo, esta, fastidiada y de mala gana, persistió en afirmar que no lo recordaba. O bien habían comprado su silencio o realmente decía la verdad, lo cierto era que de insistir más la mujer la hubiese echado a escobazos.
Quizá se estaba armando ideas erróneas, probablemente había bebido de más en alguna taberna y de alguna u otra forma se las arregló para encontrar un lugar donde pasar la noche.
Negó con la cabeza, intentando apartar las ideas negativas de su mente y optó por volver a su casa. Bastien estaría furibundo, no obstante, aquello parecía insignificante pues una sensación de vacío de apoderaba de ella y comenzaba a transformarse en su mayor preocupación, sin conocer realmente porqué.
El hijo de la luna también se mantuvo en silencio, aunque, a decir verdad, tampoco tuvo que decir nada pues su semblante hablaba por él. Andaba con postura rígida y a paso firme, con la frente en alto y la mirada anclada hacia delante, evidentemente estaba cabreado, pero, la verdad, no esperaba menos, ella le había pisoteado el orgullo.
Fue él el primero en ingresar a la habitación de la hechicera. Sus miradas se cruzaron por un breve instante, pero él apartó la suya tan veloz como le fue posible. La tensión alcanzaba la cumbre, de tal forma que incluso la mujer, quien poca idea tenía de lo la situación a parte del trabajo que le había sido encomendado, optó por omitir preguntas, procediendo inmediatamente a recitarle el proceso a seguir.
Soplar en un recipiente de vidrio sería suficiente para evaporar a Vashni de su memoria, sin embargo, no sería tan sencillo sacarlo de su corazón. Podía engañarlo a él, pero no podía engañarse a sí misma. El hombre la llevó a lugares que no había explorado antes y, aun cayendo en la indiferencia, continuaba haciéndolo pues nunca se encontró a sí misma temiendo a la perdida, no después de la luna roja, menos por un extraño y ni siquiera al inminente peligro de muerte que enfrentaba en cada cruzada.
— No será problema — Mintió respondiendo a las advertencias de la hechicera.
La mujer asintió con media sonrisa y le pidió que se acomodara sobre la cama. Amara obedeció la indicación y aguardó a que su interlocutora alcanzara un recipiente que contenía una especie de líquido caliente con aromas herbales. Era una fragancia agradable al olfato, pero a la cazadora le olió a amargura y olvido. Soltó un suspiro cansino cuando la mujer se lo dio a beber y le ayudó a recostarse sobre la cama, pues, tan pronto como la bebida tocó su boca, una sensación de adormecimiento se extendió desde la punta de su lengua hasta las piernas, quedando su cuerpo totalmente distendido sobre el lecho.
Su vista se nubló y las palabras que enunció la hechicera le retumbaron en los oídos. La voz de la mujer fue apacible y reconfortante mientras declamó el hechizo en una especie de cántico. Amara llevó la mirada hasta la figura del lobo, que comenzaba a distorsionarse ante su mirada. Sus parpados se sentían pesados, le fue difícil mantenerlos abiertos, escocían cada vez que sus pestañas se separaban en un intento por enfocar la silueta, que ahora se asemejaba más a un borrón. La hechicera le alzó la cabeza ligeramente por la nuca y le acercó el recipiente de vidrio a los labios ordenándole que exhalara.
Amara acató el mandato y justo cuando la última porción de aire abandonó sus pulmones, todo se tornó negro.
***
Sus pestañas se desenredaron y sus pupilas se encontraron con un rayo de sol. Parpadeó un par de veces, su cuerpo se sentía pesado y un incómodo hormigueo se extendía por su cabeza. Se refregó el rostro y procedió a recorrer la habitación con la mirada con calma, pero tan pronto como sus ideas se aclararon se levantó de golpe. No sabía dónde estaba o cómo había llegado a ese lugar. Su corazón palpitó fuerte contra su pecho y se llevó las manos al cuerpo, tanteando que todo estuviese completo. Suspiró aliviada cuando se encontró en una pieza. El cuello le dolía bastante y llevaba una cortada en el brazo, pero más allá de aquello se encontraba bien. Incluso conservaba las armas en el tahalí.
Si todo estaba en orden, tanto como podría estarlo quien despierta en un lugar extraño y no recuerda lo sucedido ¿Por qué cargaba con la sensación de que algo le faltaba? Algo más allá de los motivos de su situación, por supuesto.
Se apresuró fuera de la habitación y pronto cayó en cuenta que se encontraba en un hostal; caminó a paso ligero hasta la recepción e intentó persuadir a la mujer que administraba el lugar de informarle cómo había llegado hasta allí, sin embargo, esta, fastidiada y de mala gana, persistió en afirmar que no lo recordaba. O bien habían comprado su silencio o realmente decía la verdad, lo cierto era que de insistir más la mujer la hubiese echado a escobazos.
Quizá se estaba armando ideas erróneas, probablemente había bebido de más en alguna taberna y de alguna u otra forma se las arregló para encontrar un lugar donde pasar la noche.
Negó con la cabeza, intentando apartar las ideas negativas de su mente y optó por volver a su casa. Bastien estaría furibundo, no obstante, aquello parecía insignificante pues una sensación de vacío de apoderaba de ella y comenzaba a transformarse en su mayor preocupación, sin conocer realmente porqué.
Amara J. Argent- Cazador Clase Alta
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