AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Cuando nuestras miradas se encuentran - Emerik
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Re: Cuando nuestras miradas se encuentran - Emerik
Su vida, desde hacía varios meses, era un verdadero desastre. Pero, como no sería así, si tan solo unas pocas semanas atrás, estaba planeando un casamiento secreto, junto con la mujer que había amado, mas ahora no podía hacer otra cosa que llevarle un ramo de rosas a su tumba. Un largo y lastimero suspiro salió de sus labios, aun con los ojos cerrados, se movió levemente en la tina, el agua le mecía, le acunaba, como si intentara calmarle. No quería salir de aquel refugio en que se había convertido su residencia, - bastante hago con ir al teatro y proseguir con las actuaciones - se lamentó. llevó sus dedos mojados al puente de su nariz y lo frotó, intentando liberar todo aquel estrés, que no lograba dejarle ni siquiera cuando dormía, - bueno, ya debes salir de tu cueva y enfrentar una noche mas, ese infierno en que se ha convertido tu vida - caviló, mientras, se incorporaba, dejando que las gotas de agua recorrieran su cuerpo. Secó su cuerpo y se dispuso a vestirse, - ¿Sabes que? odio cuando las mujeres te miran, muero de celos, pensando en que ahora un montón de babosas irán a por ti -, un escalofríos recorrió su cuerpo, podía reconocer esa voz, en cualquier lugar, - ¿Ana? - susurró, mientras giraba su cabeza de un lado a otro, buscando a esa mujer que había sido todo en su vida, pero que le dejara solo, - ¿donde estas? ¿que quieres de mi? - preguntó, al fantasma que se negaba a materializarse, - vamos, dímelo de una maldita vez - gritó enfadado, pues desde que ella se suicidara no existía una sola noche en que la italiana no le hablara, le suplicara entre sollozos que no la olvidara. Como de costumbre, todo se mantuvo igual, en silencio, solo su valet se apresuró a preguntar, tras de la puerta, si todo estaba bien. - Rayos, maldita sea - maldijo, mientras se dirigía al vestidor, abriendo la puerta del cuarto de baños y casi empujando al pobre hombre que intentaba ayudarlo, - nada, no pasa nada - contestó mientras le indicaba con un gesto de su mano que deseaba estar solo.
Cuando por fin terminó de vestirse, pudo comprobar que estaba mas clamado, lo había pensado una y otra vez, y llegado a la conclusión que el estrés pos - traumático en el que se encontraba, era el responsable de aquellas alucinaciones sonoras. Se contempló en el espejo e intentó sonreír, la primer vez le costó, haciendo un gesto que parecía mas un desprecio, que un atisbo de sonrisa. Inspiró profundamente, se recordó que era un actor y que ésto no era más que un papel, como el de cualquier obra de teatro que hubiera tenido que estudiar. Cerró sus ojos, volvió a inspirar, destensó sus hombros y su cuello, para luego mirarse al espejo de pie y logar mostrar una encantadora y seductora sonrisa, -¿ves?, no era tan difícil - se dijo, acomodándose mejor el cuello de la camisa.
Su carruaje lo llevó por la ciudad, hasta el Palacio Royal, allí aquella noche habría una noche de gala, a beneficio de una causa noble, pero como era de esperar, Emerick, no tenía ni la mas mínima idea, solo cumplía con su deber de representar a la compañía teatral. - estarás un rato, charlarás afablemente con alguna dama, bailaras y cuando menos se lo esperen, te irás de allí, sin que nadie logre darse cuenta -, hablaba solo, como si estuviera explicando un plan meticuloso, a un compañero de juerga. Asintió con pequeños movimientos de su cabeza, sonriendo de lado, al darse cuenta que su idea no era traída de los pelos y que podría ser bastante fácil lograr salir de aquel lugar.
Se puso los guantes de cabritilla, tomó su bastón de pomo de plata y llevó su mano, de forma inconsciente, al cuello de su camisa, intentando soltar el apretado nodo de su corbata, - Maldición, quisiera poder estar en mitad de un lago, antes que rodeado de tanta gente - caviló, al momento de agradecer al botones que le abría la puerta principal, para que pudiera dirigirse al salón de fiesta, en donde se suponía toda la velada se llevaría a cabo.
Como había esperado, apenas entrar, la mirada de varias féminas se posaron, en su esbelta figura. Algunas murmuraron entre si, otras, mientras le miraban con compasión. por supuesto, el escándalo, había recorrido todos los salones de París, ¿quien no conocía la terrible historia del actor que había presenciado como su amante se volaba la tapa de la cabeza, en frente de él y en pleno espectáculo. Mas de una estaba dispuesta a consolarlo, a intentar que volviera a encontrar el amor, pero Emerick, solo deseaba que lo dejaran en paz, odiaba esas miradas, esos suspiros, y las melosas que le preguntaban sobre su salud o sobre lo que les interesaba. Pero a pesar de aquella molestia, se comportó como un caballero, atendiendo, a lo que cada una de las mujeres que lo rodearon decía. Inspiró, mientras, rogaba a los cielos, encontrar el momento de huir de aquel lugar, - Dios, si tan solo se callaran - un silencioso suspiro, brotó de sus labios. Su mirada, dejó de contemplar a las féminas que lo rodeaban, para dirigirse a encontrar otra mirada, totalmente extraña, misteriosa, que se había clavado en él. Aquellos ojos, melancólicos, cargados de tristeza, parecían entender su dilema, no pudo dejar de contemplarlos, y una leve sonrisa, se formó en sus labios, una sonrisa efímera, triste y tan melancólica como su mirada.
Cuando por fin terminó de vestirse, pudo comprobar que estaba mas clamado, lo había pensado una y otra vez, y llegado a la conclusión que el estrés pos - traumático en el que se encontraba, era el responsable de aquellas alucinaciones sonoras. Se contempló en el espejo e intentó sonreír, la primer vez le costó, haciendo un gesto que parecía mas un desprecio, que un atisbo de sonrisa. Inspiró profundamente, se recordó que era un actor y que ésto no era más que un papel, como el de cualquier obra de teatro que hubiera tenido que estudiar. Cerró sus ojos, volvió a inspirar, destensó sus hombros y su cuello, para luego mirarse al espejo de pie y logar mostrar una encantadora y seductora sonrisa, -¿ves?, no era tan difícil - se dijo, acomodándose mejor el cuello de la camisa.
Su carruaje lo llevó por la ciudad, hasta el Palacio Royal, allí aquella noche habría una noche de gala, a beneficio de una causa noble, pero como era de esperar, Emerick, no tenía ni la mas mínima idea, solo cumplía con su deber de representar a la compañía teatral. - estarás un rato, charlarás afablemente con alguna dama, bailaras y cuando menos se lo esperen, te irás de allí, sin que nadie logre darse cuenta -, hablaba solo, como si estuviera explicando un plan meticuloso, a un compañero de juerga. Asintió con pequeños movimientos de su cabeza, sonriendo de lado, al darse cuenta que su idea no era traída de los pelos y que podría ser bastante fácil lograr salir de aquel lugar.
Se puso los guantes de cabritilla, tomó su bastón de pomo de plata y llevó su mano, de forma inconsciente, al cuello de su camisa, intentando soltar el apretado nodo de su corbata, - Maldición, quisiera poder estar en mitad de un lago, antes que rodeado de tanta gente - caviló, al momento de agradecer al botones que le abría la puerta principal, para que pudiera dirigirse al salón de fiesta, en donde se suponía toda la velada se llevaría a cabo.
Como había esperado, apenas entrar, la mirada de varias féminas se posaron, en su esbelta figura. Algunas murmuraron entre si, otras, mientras le miraban con compasión. por supuesto, el escándalo, había recorrido todos los salones de París, ¿quien no conocía la terrible historia del actor que había presenciado como su amante se volaba la tapa de la cabeza, en frente de él y en pleno espectáculo. Mas de una estaba dispuesta a consolarlo, a intentar que volviera a encontrar el amor, pero Emerick, solo deseaba que lo dejaran en paz, odiaba esas miradas, esos suspiros, y las melosas que le preguntaban sobre su salud o sobre lo que les interesaba. Pero a pesar de aquella molestia, se comportó como un caballero, atendiendo, a lo que cada una de las mujeres que lo rodearon decía. Inspiró, mientras, rogaba a los cielos, encontrar el momento de huir de aquel lugar, - Dios, si tan solo se callaran - un silencioso suspiro, brotó de sus labios. Su mirada, dejó de contemplar a las féminas que lo rodeaban, para dirigirse a encontrar otra mirada, totalmente extraña, misteriosa, que se había clavado en él. Aquellos ojos, melancólicos, cargados de tristeza, parecían entender su dilema, no pudo dejar de contemplarlos, y una leve sonrisa, se formó en sus labios, una sonrisa efímera, triste y tan melancólica como su mirada.
Girolamo Di Moncalieri- Vampiro Clase Alta
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Fecha de inscripción : 17/06/2017
Re: Cuando nuestras miradas se encuentran - Emerik
En aquel salón abarrotado de mortales y sobrenaturales, la mujer buscaba un poco de paz y tranquilidad. Ella, que siempre gustaba de la atención, los halagos y los bailes donde pudiera resaltar buscaba un lugar en el cual mantenerse distante, oculta de todo y de todos. Por algún motivo, que ella llamaba cansancio de tanta cordialidad falsa, Perséfone huía entonces a una de las orillas del salón, lugar donde se disponía a beber en paz durante un par de minutos, sin embargo, para alguien como ella, la paz era algo que nunca podría alcanzarse y como prueba de ello sus ojos ya se encontraban fijos en la figura de un hombre, figura que le resultaba llamativa debido al numero de mujeres que le rodeaban, o al menos eso fue en un principio.
Los ojos de la vampiro se mantuvieron fijos en la figura masculina rodeada de mujeres. La mano que sujetaba la copa se mantenía también inmóvil, de hecho, toda Perséfone se encontraba de aquella manera, como si moverse fuera a terminar con alguna clase de hechizo momentáneo del que se encontraba presa. Claro que esa creencia se encontraba errada, pues fue cuando el hombre le devolvió la mirada que ella cayó realmente presa de alguna clase de hechizo inexplicable. Su cuerpo entero acabó por tensarse y desde la distancia, la inmortal debía parecer una hermosa estatua por la que los años no pasaban, algo que de hecho, no estaba tan lejos de la realidad. Inmóvil en su sitio, Perséfone se mantuvo observando al hombre, tratando de adivinar que era lo que lo hacía lucir tan apuesto pero a la vez tan frágil y ella hubiera podido permanecer quieta, cuestionándose respecto a él durante lo que restaba de la velada, de no ser porque a diferencia de los inmortales, los humanos tendían a moverse mucho más.
Fue la sonrisa del hombre la que provoco que de manera inconsciente, Perséfone apretara de más la frágil copa que sujetaba, misma que se volvió añicos entre su mano. Aquel hecho causo a su vez que más de una mirada se posara sobre ella y la frase, “Se prudente y no te metas en problemas”, fue lo primero que vino a su mente, junto con la cara de su vástago.
Las miradas de sorpresa sobre ella la hicieron sujetarse fuertemente la mano, lanzar una ultima mirada al caballero causante de todo aquello y comenzar a caminar en dirección al enorme jardín del palacio, único sitio donde creía que podría estar a solas para pensar una excusa para irse de aquel baile sin que le interrogaran sobre su mano o sobre cómo es que no mostraba corte alguno después de sujetar los fragmentos de una copa rota.
Y una vez más, mientras estaba en el patio escucho claramente la voz de su vástago.
“Se prudente y no te metas en problemas”.
Los ojos de la vampiro se mantuvieron fijos en la figura masculina rodeada de mujeres. La mano que sujetaba la copa se mantenía también inmóvil, de hecho, toda Perséfone se encontraba de aquella manera, como si moverse fuera a terminar con alguna clase de hechizo momentáneo del que se encontraba presa. Claro que esa creencia se encontraba errada, pues fue cuando el hombre le devolvió la mirada que ella cayó realmente presa de alguna clase de hechizo inexplicable. Su cuerpo entero acabó por tensarse y desde la distancia, la inmortal debía parecer una hermosa estatua por la que los años no pasaban, algo que de hecho, no estaba tan lejos de la realidad. Inmóvil en su sitio, Perséfone se mantuvo observando al hombre, tratando de adivinar que era lo que lo hacía lucir tan apuesto pero a la vez tan frágil y ella hubiera podido permanecer quieta, cuestionándose respecto a él durante lo que restaba de la velada, de no ser porque a diferencia de los inmortales, los humanos tendían a moverse mucho más.
Fue la sonrisa del hombre la que provoco que de manera inconsciente, Perséfone apretara de más la frágil copa que sujetaba, misma que se volvió añicos entre su mano. Aquel hecho causo a su vez que más de una mirada se posara sobre ella y la frase, “Se prudente y no te metas en problemas”, fue lo primero que vino a su mente, junto con la cara de su vástago.
Las miradas de sorpresa sobre ella la hicieron sujetarse fuertemente la mano, lanzar una ultima mirada al caballero causante de todo aquello y comenzar a caminar en dirección al enorme jardín del palacio, único sitio donde creía que podría estar a solas para pensar una excusa para irse de aquel baile sin que le interrogaran sobre su mano o sobre cómo es que no mostraba corte alguno después de sujetar los fragmentos de una copa rota.
Y una vez más, mientras estaba en el patio escucho claramente la voz de su vástago.
“Se prudente y no te metas en problemas”.
Zenevieva Nikoláievich- Vampiro Clase Alta
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Fecha de inscripción : 19/11/2014
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Re: Cuando nuestras miradas se encuentran - Emerik
¿Que pasaba en la mente de aquella dama misteriosa? ¿Porque un simple gesto de Emerik, habìa provocado que estallara aquella copa? el actor, estaba realmente asombrado por lo ocurrido, tal vez porque, por lo general, las mujeres solían reaccionar de forma totalmente diferente, tal vez, soltar un pañuelo, hacer el melodrama del desvanecimiento, trucos que el Allard, ya estaba acostumbrado, en sobremanera. Pero algo tan poco frecuente, o hasta con visos de agresividad, en verdad, lograron hacer que el distante y hastiado caballero, se decidiera seguir a la joven, cuando ésta, dejó el lugar en donde se encontraba y recorriera la distancia que la separaba a la puerta más cercana. Era obvio que deseaba estar sola, o de forma sutil, hacer que el sorprendido hombre, lograra encontrarla. Fuera cual fuera la realidad, que ocultaba dicha acción, había logrado que Emerick, abandonó el grupo de jóvenes y sus pasos lo encaminaron hasta el jardín, en donde se encontraba, seguramente la dama.
Luego de dejar su copa en una mesa de arrimo, se apresuró a llegar al exterior del edificio, claro que le llevó su tiempo, pues, no faltó quien se interpusiera en su camino, con la intención de acaparar por unos minutos al actor más cotizado de París y el más esquivo, si se podía decir. Tras sonreír a varias damas, de saludar a comerciantes, empresarios y varios colegas de su profesión, decidió hacer oídos sordos, aunque pareciera por más arrogante, y sus pies recorrieron el último trecho que lo separaba de las cristaleras, como si estuviera siguiendo a un fantasma. En la cabeza de Allard, las preguntas se amontonaban, cada vez con mayor insistencia, -¿acaso será amiga de mi amada? ¿tal vez, conocía algún secreto de ella, que yo no sabía? ¿o por el contrario, será alguna de las tantas mujeres que en mi pasado, creía amar y que hoy simplemente, se desvanecen al recuerdo de éste fantasma que me persigue día y noche? - caviló, mientras lograba salir al jardín y observaba a la joven, dándole la espalda. Un vuelco en su pecho, le hizo detener sus pasos, no supo si era la luz de la luna, que la volvían etérea y misteriosa, o su mente afiebrada, casi perdida, que le hacían ver ilusiones y pesadillas aún estando despierto, pero por un segundo, pensó, que por fin la muerte había venido a buscarlo.
Luego de dejar su copa en una mesa de arrimo, se apresuró a llegar al exterior del edificio, claro que le llevó su tiempo, pues, no faltó quien se interpusiera en su camino, con la intención de acaparar por unos minutos al actor más cotizado de París y el más esquivo, si se podía decir. Tras sonreír a varias damas, de saludar a comerciantes, empresarios y varios colegas de su profesión, decidió hacer oídos sordos, aunque pareciera por más arrogante, y sus pies recorrieron el último trecho que lo separaba de las cristaleras, como si estuviera siguiendo a un fantasma. En la cabeza de Allard, las preguntas se amontonaban, cada vez con mayor insistencia, -¿acaso será amiga de mi amada? ¿tal vez, conocía algún secreto de ella, que yo no sabía? ¿o por el contrario, será alguna de las tantas mujeres que en mi pasado, creía amar y que hoy simplemente, se desvanecen al recuerdo de éste fantasma que me persigue día y noche? - caviló, mientras lograba salir al jardín y observaba a la joven, dándole la espalda. Un vuelco en su pecho, le hizo detener sus pasos, no supo si era la luz de la luna, que la volvían etérea y misteriosa, o su mente afiebrada, casi perdida, que le hacían ver ilusiones y pesadillas aún estando despierto, pero por un segundo, pensó, que por fin la muerte había venido a buscarlo.
Girolamo Di Moncalieri- Vampiro Clase Alta
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Fecha de inscripción : 17/06/2017
Re: Cuando nuestras miradas se encuentran - Emerik
Decir que dejó el salón de baile sin que las miradas curiosas le siguieran, sería una absoluta mentira, pues para cuando Perséfone entro en el jardín, hasta sus oídos aún llegaban comentarios respecto a su extraño comportamiento, pero sobre todo, al abrupto “accidente” ocurrido con la copa, ese que necesitaba solucionar ella pronto, antes de que atenciones indeseadas cayeran sobre su persona y necesitara de la ayuda de su vástago para salir una vez más, bien librada de sus problemas. Pensar una vez más en Desmond la llevó a recordar por tercera y última vez sus palabras, esas que se esforzó por alejar de su mente, al tiempo que se detenía lo suficientemente lejos del salón de baile como para no ser observada desde las ventanas, todo para poseer un poco de privacidad que la ayudara a pensar que hacer.
Estática en su sitio, con la luna bañando su aparentemente frágil figura, tuvo una idea. Con decisión, la vampiro se inclinó para arrancar un fragmento de tela de la falda de su vestido. Aquella tela fue usada sabiamente por la inmortal para hacer una venda improvisada para la mano que debía estar herida, pero que en realidad, no mostraba más que piel en perfectas condiciones.
– Si alguien quiere ver mi herida, será tan sencillo como decir que quiero que sea revisada por la mañana por mi doctor predilecto – se dijo a si misma antes de sonreír a la nada – Ahora es hora de regresar a la fiesta – Perséfone giro en su sitio, únicamente para encontrarse frente a frente con el causante de todo aquel problema. El hombre al que hubiera estado mirando antes y al que ahora, tampoco podía dejar de mirar.
Sin reflexionar, Perséfone llevó su mano vendada a la espalda, ocultándola del hombre que la miraba de forma insistente.
– Buena noche – saludo de manera educada – ¿La fiesta no esta siendo de su agrado o al igual que yo necesitaba tomar un respiro? – preguntó antes de mostrar una sonrisa. En aquellas reuniones no resultaba extraño que los invitados abandonaran las fiestas para aclarar sus pensamientos o tener simplemente un momento a solas, todo con la finalidad de regresar después con nuevas energías para continuar con las charlas banales y los bailes.
Estática en su sitio, con la luna bañando su aparentemente frágil figura, tuvo una idea. Con decisión, la vampiro se inclinó para arrancar un fragmento de tela de la falda de su vestido. Aquella tela fue usada sabiamente por la inmortal para hacer una venda improvisada para la mano que debía estar herida, pero que en realidad, no mostraba más que piel en perfectas condiciones.
– Si alguien quiere ver mi herida, será tan sencillo como decir que quiero que sea revisada por la mañana por mi doctor predilecto – se dijo a si misma antes de sonreír a la nada – Ahora es hora de regresar a la fiesta – Perséfone giro en su sitio, únicamente para encontrarse frente a frente con el causante de todo aquel problema. El hombre al que hubiera estado mirando antes y al que ahora, tampoco podía dejar de mirar.
Sin reflexionar, Perséfone llevó su mano vendada a la espalda, ocultándola del hombre que la miraba de forma insistente.
– Buena noche – saludo de manera educada – ¿La fiesta no esta siendo de su agrado o al igual que yo necesitaba tomar un respiro? – preguntó antes de mostrar una sonrisa. En aquellas reuniones no resultaba extraño que los invitados abandonaran las fiestas para aclarar sus pensamientos o tener simplemente un momento a solas, todo con la finalidad de regresar después con nuevas energías para continuar con las charlas banales y los bailes.
Zenevieva Nikoláievich- Vampiro Clase Alta
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Fecha de inscripción : 19/11/2014
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Re: Cuando nuestras miradas se encuentran - Emerik
No podía dejar de contemplarla, ¿pero porque? había algo en ella que lo había cautivado. Tal vez, fuera, aquella palidez enfermiza, o sus enormes orbes de un color semejante al onix, o esos labios rojos como la misma sangre. Emerick, no lo supo, pero sus sentidos se encontraban puestos en cada movimiento que aquella dama realizaba. Abrió su boca para responder a la pregunta que la joven le hiciera, mas no supo que responder. ¿porque había abandonado el salón, y el grupo de mujeres que parecía dispuestas a no dejarle solo? suspiró, sonriendo con tristeza, - No soportaba un segundo más en aquel lugar - dijo con la contundencia y sinceridad cruda, - ¿nunca ha tenido que hacer algo que detesta, pero los demás insisten en que ello le hará muy bien? - preguntó, - pues bueno, eso me pasa, desearía estar en cualquier lugar, en donde nadie pudiera encontrarme - susurró, bajando la mirada, mientras en sus labios se formaba una dolorosa mueca, que intentaba ser una sonrisa.
Su mano, fue a su cabello, acariciando y acomodando un mechón de pelo que caían desdeñosamente sobre su rostro, sus rasgos, de por sí finos y angulosos, ahora marcaban aún más la delgadez de su cuerpo. Si se estaba dejando morir, y no le importaba, - pensé que era una buena amiga... una, que hace tiempo que busco - dijo refiriéndose a la muerte, sin que pudiera ser descubierto, el verdadero significado de sus palabras. Volvió a acomodar varias veces aquel mechón rebelde, - espero no haberla molestado - dijo haciendo unos pasos hacia ella, pero deteniéndose luego al pensar que la joven podía estar esperando a alguien, tal vez a algún amante. De pronto se sintió incómodo, impulsivamente había salido de aquel lugar, con la intención de ayudarla, o de asegurarse que la joven estuviera bien, pero ahora, no sabía cómo salir de aquel entuerto. - además, me pareció que se encontraba herida, y... si quiere puedo ayudarle, he aprendido a realizar algunos vendajes especiales para heridas profundas - quiso explicarle, más al ver como ella escondía la mano tras de la espalda, dudó en que deseara ser atendida, - no se preocupe, le aseguro que no le dolerá... o por lo menos intentaré que no le duela - sonrió con un dejo de tristeza, pero siempre intentando decir la verdad.
Su mano, fue a su cabello, acariciando y acomodando un mechón de pelo que caían desdeñosamente sobre su rostro, sus rasgos, de por sí finos y angulosos, ahora marcaban aún más la delgadez de su cuerpo. Si se estaba dejando morir, y no le importaba, - pensé que era una buena amiga... una, que hace tiempo que busco - dijo refiriéndose a la muerte, sin que pudiera ser descubierto, el verdadero significado de sus palabras. Volvió a acomodar varias veces aquel mechón rebelde, - espero no haberla molestado - dijo haciendo unos pasos hacia ella, pero deteniéndose luego al pensar que la joven podía estar esperando a alguien, tal vez a algún amante. De pronto se sintió incómodo, impulsivamente había salido de aquel lugar, con la intención de ayudarla, o de asegurarse que la joven estuviera bien, pero ahora, no sabía cómo salir de aquel entuerto. - además, me pareció que se encontraba herida, y... si quiere puedo ayudarle, he aprendido a realizar algunos vendajes especiales para heridas profundas - quiso explicarle, más al ver como ella escondía la mano tras de la espalda, dudó en que deseara ser atendida, - no se preocupe, le aseguro que no le dolerá... o por lo menos intentaré que no le duela - sonrió con un dejo de tristeza, pero siempre intentando decir la verdad.
Girolamo Di Moncalieri- Vampiro Clase Alta
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Fecha de inscripción : 17/06/2017
Re: Cuando nuestras miradas se encuentran - Emerik
Los ojos del caballero se encontraban fijos en ella, detalle disfrutaba en otras circunstancias pero que en ese momento la hacía sentir incomoda. Aquel hombre, a quien se dirigía de manera educada, era el motivo por el que ahora estaba en los jardines, ocultando su mano y su presencia en general de la gente en el salón del Palacio, gente que estaba segura hablaba de ella y de lo acontecido momentos antes, pues así era la sociedad francesa, no olvidaban ni perdonaban nada. Espero escuchar una respuesta decente cuando el caballero entre abrió los labios, más aquellos labios se abrieron únicamente para cerrarse una vez más, provocando así molestia en la vampiro quien se preguntaba, ¿Por qué estaba él ahí frente a ella?, ¿No le había bastado verla hacer el ridículo en el interior del Palacio y ahora quería humillarla más?; quizás esa manera de pensar de Perséfone fuera algo exagerada, sin embargo, sabía que ella era la que solía humillar a la gente para después olvidarla, así que cabía la posibilidad de que aquel apuesto hombre fuera una de sus conquistas anteriores, alguien a quien trató mal y ahora buscaba venganza, pero al fin de cuentas esas eran solo suposiciones y la realidad únicamente la conocía el hombre frente a la inmortal.
El suspiro y la sonrisa triste, seguidas de aquellas palabras incomprensibles para Perséfone la llevaron a relajarse.
– Para serle sincera, nunca he tenido que hacer algo como eso – respondió sin pensar mucho – Yo suelo hacer lo que creo mejor para mi ya que los demás no están en mi situación y sus palabras, son solo suposiciones. Lo mismo aplica para usted, que sabe lo que es bueno para si mismo – Perséfone era un espíritu libre, alguien que hacía lo que le placía y no pensaba mucho en las consecuencias, forma de actuar que siempre le acarreaba peleas con su vástago que a diferencia de ella planeaba todo y esperaba que nada sucediera fuera de lo que esperaba, mientras que la vampiro, ella improvisaba las cosas sobre la marcha. Ladeando el rostro ligeramente, sonrió al caballero – Y si quiere estar en un lugar donde nadie lo encuentre, ¿Por qué no lo hace? – hizo una pausa – sería menos doloroso para usted – puntualizo después de ver la sonrisa forzada del hombre.
Los ojos de Perséfone recorrieron con detenimiento las facciones del hombre en busca de algún rasgo que le resultara conocido, que le diera una señal de quién era y qué quería de ella, pero no encontró nada. Probablemente aquel individuo fuera alguien desconocido hasta ese momento, alguien que caía, como muchos otros, en el encanto de la belleza mortal de la vampiro.
– No me ha molestado para nada, solo me sorprendió un poco porque no esperaba tener compañía aquí afuera – sonrió – y lamento mucho no ser la persona que esperaba – al menos ahora, sabía que no era ningún conocido de su pasado.
Su mente y todo su cuerpo se puso en alerta cuando el caballero ofreció su ayuda para tratar su herida, esa que no existía y que podría revelar su verdadera naturaleza, algo que no pensaba permitir.
– Es muy amable, pero ya he improvisado un vendaje yo misma – dejo de ocultar su mano tras su espalda y mostro al caballero el vendaje – no soy experta en esto pero creo que será suficiente por ahora, además, fue mayor el escandalo que se formo al romperse la copa porque la herida es bastante superficial – mintió – aun así, agradezco su ofrecimiento señor… – sus ojos, grandes y expresivos se posaron en los ajenos, esperando una respuesta que revelara finalmente la identidad del hombre.
El suspiro y la sonrisa triste, seguidas de aquellas palabras incomprensibles para Perséfone la llevaron a relajarse.
– Para serle sincera, nunca he tenido que hacer algo como eso – respondió sin pensar mucho – Yo suelo hacer lo que creo mejor para mi ya que los demás no están en mi situación y sus palabras, son solo suposiciones. Lo mismo aplica para usted, que sabe lo que es bueno para si mismo – Perséfone era un espíritu libre, alguien que hacía lo que le placía y no pensaba mucho en las consecuencias, forma de actuar que siempre le acarreaba peleas con su vástago que a diferencia de ella planeaba todo y esperaba que nada sucediera fuera de lo que esperaba, mientras que la vampiro, ella improvisaba las cosas sobre la marcha. Ladeando el rostro ligeramente, sonrió al caballero – Y si quiere estar en un lugar donde nadie lo encuentre, ¿Por qué no lo hace? – hizo una pausa – sería menos doloroso para usted – puntualizo después de ver la sonrisa forzada del hombre.
Los ojos de Perséfone recorrieron con detenimiento las facciones del hombre en busca de algún rasgo que le resultara conocido, que le diera una señal de quién era y qué quería de ella, pero no encontró nada. Probablemente aquel individuo fuera alguien desconocido hasta ese momento, alguien que caía, como muchos otros, en el encanto de la belleza mortal de la vampiro.
– No me ha molestado para nada, solo me sorprendió un poco porque no esperaba tener compañía aquí afuera – sonrió – y lamento mucho no ser la persona que esperaba – al menos ahora, sabía que no era ningún conocido de su pasado.
Su mente y todo su cuerpo se puso en alerta cuando el caballero ofreció su ayuda para tratar su herida, esa que no existía y que podría revelar su verdadera naturaleza, algo que no pensaba permitir.
– Es muy amable, pero ya he improvisado un vendaje yo misma – dejo de ocultar su mano tras su espalda y mostro al caballero el vendaje – no soy experta en esto pero creo que será suficiente por ahora, además, fue mayor el escandalo que se formo al romperse la copa porque la herida es bastante superficial – mintió – aun así, agradezco su ofrecimiento señor… – sus ojos, grandes y expresivos se posaron en los ajenos, esperando una respuesta que revelara finalmente la identidad del hombre.
Zenevieva Nikoláievich- Vampiro Clase Alta
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Re: Cuando nuestras miradas se encuentran - Emerik
Entendía que la joven fuera reacia a ser ayudada por un extraño, pero él, no intentaba hacerle daño, ni perjudicar su reputación. Comprendía que la reputación de una dama, era en extremo importante, más en una sociedad tan complicada y llevada mas por la apariencia de las cosas, que en lo real de las situaciones. Por eso no quiso seguir importunando con su desea de ayudarla. Si deseaba estar sola, él la complacería, bien podía saber lo que sentía un alma que solo siente paz en el silencio, la contemplación y el ansia de permanecer solo, para intentar encontrar la respuesta a lo que le tocara vivir.
Estaba por hacer una corta reverencia, para luego darse vuelta y alejarse de la joven, cuando ella intentó agradecer el ofrecimiento del actor, pero su frase quedó truncada al no poder saber el nombre del caballero. Fue allí, donde Emerik, comprendió que en todo el tiempo en que siguiera a la joven, e intentara ayudarla, no había ni siquiera intentado presentarse.
Al caer en la cuenta, el joven artista, se acercó un poco mas a la joven, - Perdón, he sido un descuidado, permítame que me presente, son Emerik Allard, en verdad pensé que lo sabía - dijo visiblemente contrariado, ya que aún recordaba como la joven le había mirado a los ojos y apretado la copa, que se rompió en la delicada mano. No era un secreto, que el joven era uno de los mas codiciados artistas de París, y de gran parte de Europa, que las jóvenes de diferentes edades y posiciones sociales, le seguían como abeja a la flor. Ni que era un solteron irresoluto, luego de que el amor de su vida, muriera trágicamente en sus manos, ¿como entonces, podía ser que una mujer, como la misteriosa dama que tenía al frente de sus ojos, no conociera su historia, cuando los periódicos de la ciudad, habían pasado meses hablando de las posibles causas del insólito final de la estrella en ascenso, que había sido su bella mujer? los ojos del caballero, se clavaron en los ajenos, y la incomprensión pareció estar marcada en su rostro. - Por la manera en que fijó su vista en mi, dí por sentado que ya nos habíamos conocido... - dijo, en voz alta, sin medir sus palabras, ni pensar que con ellas podía dar a entender que la joven en realidad había planeado aquella situación. Mas la verdad, era que el joven, solo quería comprender, que era aquello que tanto le fascinaba de la hermosa desconocida.
Estaba por hacer una corta reverencia, para luego darse vuelta y alejarse de la joven, cuando ella intentó agradecer el ofrecimiento del actor, pero su frase quedó truncada al no poder saber el nombre del caballero. Fue allí, donde Emerik, comprendió que en todo el tiempo en que siguiera a la joven, e intentara ayudarla, no había ni siquiera intentado presentarse.
Al caer en la cuenta, el joven artista, se acercó un poco mas a la joven, - Perdón, he sido un descuidado, permítame que me presente, son Emerik Allard, en verdad pensé que lo sabía - dijo visiblemente contrariado, ya que aún recordaba como la joven le había mirado a los ojos y apretado la copa, que se rompió en la delicada mano. No era un secreto, que el joven era uno de los mas codiciados artistas de París, y de gran parte de Europa, que las jóvenes de diferentes edades y posiciones sociales, le seguían como abeja a la flor. Ni que era un solteron irresoluto, luego de que el amor de su vida, muriera trágicamente en sus manos, ¿como entonces, podía ser que una mujer, como la misteriosa dama que tenía al frente de sus ojos, no conociera su historia, cuando los periódicos de la ciudad, habían pasado meses hablando de las posibles causas del insólito final de la estrella en ascenso, que había sido su bella mujer? los ojos del caballero, se clavaron en los ajenos, y la incomprensión pareció estar marcada en su rostro. - Por la manera en que fijó su vista en mi, dí por sentado que ya nos habíamos conocido... - dijo, en voz alta, sin medir sus palabras, ni pensar que con ellas podía dar a entender que la joven en realidad había planeado aquella situación. Mas la verdad, era que el joven, solo quería comprender, que era aquello que tanto le fascinaba de la hermosa desconocida.
Girolamo Di Moncalieri- Vampiro Clase Alta
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Re: Cuando nuestras miradas se encuentran - Emerik
No existió necesidad real de que la inmortal mostrara su mano para que el hombre la dejase en paz, aún así, Perséfone lo hizo, quizás en un intento de alargar un poco más la conversación con aquel caballero que la hacía actuar de maneras tan peculiares. ¿Qué era lo que poseía aquel hombre que a sus ojos parecía tan especial? Aún no lo sabía, pero debía averiguarlo aunque ello implicara ponerse un tanto más en evidencia con respecto a su naturaleza inmortal, más como siempre, para Perséfone aquello valía el riesgo.
Olvidándose de las advertencias de su vástago, dio un paso en dirección al caballero que realizaba una elegante reverencia y que se mostraba dispuesto a dejarla en aquel lugar, a solas. Cuando el hombre volteo a mirarla, la vampiro detecto la confusión en su mirada, misma que fue respondida con el rostro confuso de Perséfone. La respuesta ajena, de hecho no hizo más que hacerla fruncir el ceño ligeramente.
–¿Disculpe? – movió la cabeza de un lado al otro – No comprendo el motivo por el que me dice que creyó que sabía su nombre, señor Emerik – existía la posibilidad de que él la confundiese con alguien más o que lo hubiera visto en alguna otra ocasión. ¡NO!, eso era imposible, ella jamás habría olvidado un porte, una voz y un rostro como aquel – ¿Es usted alguien a quien debería conocer? – repentinamente sonrió, recordando como cuando fijo por primera vez su mirada en él estaba rodeado de muchas mujeres – o es que la compañía de tantas damas dentro del salón le ha hecho creer que todas deben conocerle – ladeo ligeramente el rostro, esperando una respuesta de parte del apuesto Allard.
Pronto, él dio a entender que ella había sido la que le dio a impresión de que ya se conocían. Perséfone no podía negar que fue ella la causante del escandalo así como fue ella quien no dejó de mirarlo, intrigada.
– Lamento haberle dado esa impresión, pero no, no teníamos el placer de conocernos – la sonrisa en sus labios se torno seductora – Yo soy Perséfone Baines – usó el apellido de su vástago y su hijo, después de todo, prácticamente eran familia – y si lo miraba era porque me pareció peculiar el que estuviera rodeado de mujeres pero no estuviese disfrutando realmente de la compañía de ellas – suspiro fingiendo humanidad – ¿No le agrada la compañía femenina? – dicho eso, lo miro fijamente. Perséfone se sabía atractiva, capaz de atrapar a cualquier hombre y esa noche, algo despertó en ella, pues deseaba atrapar al Allard, tenerlo para ella, para siempre.
Olvidándose de las advertencias de su vástago, dio un paso en dirección al caballero que realizaba una elegante reverencia y que se mostraba dispuesto a dejarla en aquel lugar, a solas. Cuando el hombre volteo a mirarla, la vampiro detecto la confusión en su mirada, misma que fue respondida con el rostro confuso de Perséfone. La respuesta ajena, de hecho no hizo más que hacerla fruncir el ceño ligeramente.
–¿Disculpe? – movió la cabeza de un lado al otro – No comprendo el motivo por el que me dice que creyó que sabía su nombre, señor Emerik – existía la posibilidad de que él la confundiese con alguien más o que lo hubiera visto en alguna otra ocasión. ¡NO!, eso era imposible, ella jamás habría olvidado un porte, una voz y un rostro como aquel – ¿Es usted alguien a quien debería conocer? – repentinamente sonrió, recordando como cuando fijo por primera vez su mirada en él estaba rodeado de muchas mujeres – o es que la compañía de tantas damas dentro del salón le ha hecho creer que todas deben conocerle – ladeo ligeramente el rostro, esperando una respuesta de parte del apuesto Allard.
Pronto, él dio a entender que ella había sido la que le dio a impresión de que ya se conocían. Perséfone no podía negar que fue ella la causante del escandalo así como fue ella quien no dejó de mirarlo, intrigada.
– Lamento haberle dado esa impresión, pero no, no teníamos el placer de conocernos – la sonrisa en sus labios se torno seductora – Yo soy Perséfone Baines – usó el apellido de su vástago y su hijo, después de todo, prácticamente eran familia – y si lo miraba era porque me pareció peculiar el que estuviera rodeado de mujeres pero no estuviese disfrutando realmente de la compañía de ellas – suspiro fingiendo humanidad – ¿No le agrada la compañía femenina? – dicho eso, lo miro fijamente. Perséfone se sabía atractiva, capaz de atrapar a cualquier hombre y esa noche, algo despertó en ella, pues deseaba atrapar al Allard, tenerlo para ella, para siempre.
Zenevieva Nikoláievich- Vampiro Clase Alta
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Re: Cuando nuestras miradas se encuentran - Emerik
Aunque al principio, pareció que la joven dama se había enojado, como él mismo había pensado que pasaría, pronto la situación varió. haciendo que ésta vez fuera Emerik quien se sintiera culpable, puesto que ella tenía razón, ¿porque debían gustar de él, todas las mujeres que estuvieran en una reunión? ¿acaso no podía ser que en el instante en que la señorita rompiera la copa, pasara por detrás del actor, algún caballero que antes la hubiera hecho sufrir? ¿tan pagado en si mismo, estaba el Allard, que había menospreciado esa oportunidad? se sintió tan torpe, fuera de lugar, que sus manos comenzaron a sudar, su corazón se aceleró y no pudo elevar la mirada buscando la ajena.
Carraspeó, antes de intentar secar su mano en la ropa, y así poder tomar la ajena, para besar el dorso de la mano, como se suponía debía hacer un caballero, cuando una dama se presentaba ante él. - Disculpe, permitame que me presente, soy Emerik Allard, un simple actor de la compañía teatral de París - sonrió de lado, aún acongojado por las palabras que antes hubiera dicho a la joven. Soltó suavemente la mano femenina y colocó sus manos tras su espalda, tomando una postura algo tiesa, pero es que no sabía como salir de esa situación, -¿las mujeres? ¿si me gustan? - pronunció aquellas preguntas que anterior mente la señorita Baine, le hubiera dicho, - ehmmm... si... me gustan... ehmmm... quiero decir que me gusta la mujer... no los hombres... si es lo que intentó preguntar - dijo sin poder ocultar la vergüenza que semejante pregunta indiscreta, le provocaba.
Llevó su mirada al cielo nocturnal, - aunque el cielo se encuentra encapotado y apunto de llover... siento un calor insoportable - dijo con suma sinceridad, algo que no había experimentado, desde la muerte de su antiguo y turbulento romance.
Carraspeó, antes de intentar secar su mano en la ropa, y así poder tomar la ajena, para besar el dorso de la mano, como se suponía debía hacer un caballero, cuando una dama se presentaba ante él. - Disculpe, permitame que me presente, soy Emerik Allard, un simple actor de la compañía teatral de París - sonrió de lado, aún acongojado por las palabras que antes hubiera dicho a la joven. Soltó suavemente la mano femenina y colocó sus manos tras su espalda, tomando una postura algo tiesa, pero es que no sabía como salir de esa situación, -¿las mujeres? ¿si me gustan? - pronunció aquellas preguntas que anterior mente la señorita Baine, le hubiera dicho, - ehmmm... si... me gustan... ehmmm... quiero decir que me gusta la mujer... no los hombres... si es lo que intentó preguntar - dijo sin poder ocultar la vergüenza que semejante pregunta indiscreta, le provocaba.
Llevó su mirada al cielo nocturnal, - aunque el cielo se encuentra encapotado y apunto de llover... siento un calor insoportable - dijo con suma sinceridad, algo que no había experimentado, desde la muerte de su antiguo y turbulento romance.
Girolamo Di Moncalieri- Vampiro Clase Alta
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Re: Cuando nuestras miradas se encuentran - Emerik
A la inmortal le gusto y demasiado, ver la expresión de confusión en el rostro del apuesto hombre frente al que se encontraba. Tanto le agrado verlo así, que pensó que aquel sería la primera de muchas noches que pasaría confundiendo al caballero de aquella manera, hasta que no pudiera pensar en nada y nadie más que en ella. El latido poderoso y veloz dentro del pecho masculino la llamaba, la invitaba a tomarlo y hacerlo suyo por el resto de su existencia, pero Perséfone no era una inmortal que disfrutara de hacer las cosas rápidas, no, a ella le gustaba tomarse su tiempo, cerciorarse de que sus decisiones eran correctas y sobre todo, de que le darían algún beneficio, tal y como convertir a Desmond le había dado.
Sus ojos se encontraban fijos en el rostro ajeno, su sonrisa se mantenía perfecta en sus labios, esos que no tardaron en abrirse para hacer las presentaciones formales e interrogar más al caballero sobre lo acontecido dentro del Palacio.
– Así que actor, Señor Allard – le ofreció la mano – ahora comprendo porque creía que lo observaba, esta acostumbrado a que las miradas estén sobre usted siempre – el que fuera siempre el centro debía ser una bendición cuando se trataba del teatro, pero cuando se refería a sobre naturales, aquello no podía ser considerado para nada bueno. Una risita se le escapo a la inmortal, quien para no mostrar sus colmillos debió llevar su diestra hasta sus labios – Mi pregunta no iba en ese sentido, pero igual gracias por aclarar ese punto antes de que lo mencionara yo. A lo que realmente me refería con la pregunta es, ¿Le agrada más la compañía de pocas personas? Porque eran muchas las damas hermosas que lo rodeaban y su infelicidad resultaba evidente.
Calor. ¿Cuánto tiempo hacía desde que había olvidado como era esa sensación?. Con curiosidad, Perséfone elevo la mirada al cielo nocturno y suspiro, la ultima vez que sintió calor fue cuando decidió entregarse a su creador y permitir que la convirtiera en lo que ahora era, un ser frío.
– ¿Qué es lo que le hace sentir calor, Señor Allard? – preguntó, sabiendo que lo que provocaba aquella oleada dentro del caballero era su presencia, esa que durante años había afectado a tantos otros mortales.
Sus ojos se encontraban fijos en el rostro ajeno, su sonrisa se mantenía perfecta en sus labios, esos que no tardaron en abrirse para hacer las presentaciones formales e interrogar más al caballero sobre lo acontecido dentro del Palacio.
– Así que actor, Señor Allard – le ofreció la mano – ahora comprendo porque creía que lo observaba, esta acostumbrado a que las miradas estén sobre usted siempre – el que fuera siempre el centro debía ser una bendición cuando se trataba del teatro, pero cuando se refería a sobre naturales, aquello no podía ser considerado para nada bueno. Una risita se le escapo a la inmortal, quien para no mostrar sus colmillos debió llevar su diestra hasta sus labios – Mi pregunta no iba en ese sentido, pero igual gracias por aclarar ese punto antes de que lo mencionara yo. A lo que realmente me refería con la pregunta es, ¿Le agrada más la compañía de pocas personas? Porque eran muchas las damas hermosas que lo rodeaban y su infelicidad resultaba evidente.
Calor. ¿Cuánto tiempo hacía desde que había olvidado como era esa sensación?. Con curiosidad, Perséfone elevo la mirada al cielo nocturno y suspiro, la ultima vez que sintió calor fue cuando decidió entregarse a su creador y permitir que la convirtiera en lo que ahora era, un ser frío.
– ¿Qué es lo que le hace sentir calor, Señor Allard? – preguntó, sabiendo que lo que provocaba aquella oleada dentro del caballero era su presencia, esa que durante años había afectado a tantos otros mortales.
Zenevieva Nikoláievich- Vampiro Clase Alta
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