AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Sin luna[Libre]
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Sin luna[Libre]
Otro día más llegaba a su fin sin que hubiese encontrado rastro alguno de mi alfa. Pistas que solo me llevaban hasta callejones sin salida, o hasta otras pistas imposibles de seguir. Me consideraba de los mejores rastreadores que tenía la manada, pero en esta ocasión parecía como si mi alfa hubiese desaparecido, o no quisiese ser encontrado.
Encaminé lentamente mis pasos hacia la playa; necesitaba alejarme de aquella bulliciosa ciudad que anulaba mis instintos y dejarme llevar aunque fuese solo por unas horas por la naturaleza. Tras el ocaso, la playa estaba totalmente vacía, la humedad que envolvía todo París podía observarse en una fina bruma a la orilla del mar y nadie en su sano juicio pasearía por esos lares arriesgándose a coger una pulmonía. Esa noche la luna brillaba por su ausencia, y solo las luces del puerto lejano lanzaban sombras fantasmagóricas sobre la playa.
Me agaché para quitarme las botas, disfrutando como hacía tiempo que no hacía de esa sensación de libertad cuando las olas mojaban mis pies descalzos. Poco a poco y sin prisas fui recorriendo la playa en su total longitud, encontrándome al fondo de la misma con un conjunto de rocas elevadas que parecían introducirse varios metros en la orilla.
La niebla se estaba volviendo más espesa conforme pasaba el tiempo, y no fue hasta que estuve lo suficientemente cerca de este lugar cuando me percaté de la presencia de otro ser, del que a pesar de esta dotado de una enigmática aura, no podía distinguir de que especie de trataba.
Avancé con curiosidad, preguntándome que haría sentado en esas frías rocas, con la mirada perdida en el horizonte, y sobre todo, aguantado la humedad de la noche sobre su cuerpo.
Mi sorpresa aumentó cuando al estar a unos pocos metros de ese ser descubrí que era una mujer; una preciosa mujer de cabellos castaños y una aura fuerte. Parecía ensimismada en sus pensamientos, aunque imaginé que había notado mi presencia sin problemas.
-¿Se encuentra bien, mademoiselle?- pregunté cuando alcancé su posición, y coloqué mi capa de pieles por encima de sus hombros, arrodillándome a su lado con una sonrisa de medio lado dibujada en mis labios.- Hace mucho frío para permanecer a la intemperie esta noche, ¿no cree?-Busqué en su mirada algo que me indicase que podía haberla llevado hasta allí; tal vez solo buscase lo mismo que yo, desconectar de la civilización durante unas horas.
Encaminé lentamente mis pasos hacia la playa; necesitaba alejarme de aquella bulliciosa ciudad que anulaba mis instintos y dejarme llevar aunque fuese solo por unas horas por la naturaleza. Tras el ocaso, la playa estaba totalmente vacía, la humedad que envolvía todo París podía observarse en una fina bruma a la orilla del mar y nadie en su sano juicio pasearía por esos lares arriesgándose a coger una pulmonía. Esa noche la luna brillaba por su ausencia, y solo las luces del puerto lejano lanzaban sombras fantasmagóricas sobre la playa.
Me agaché para quitarme las botas, disfrutando como hacía tiempo que no hacía de esa sensación de libertad cuando las olas mojaban mis pies descalzos. Poco a poco y sin prisas fui recorriendo la playa en su total longitud, encontrándome al fondo de la misma con un conjunto de rocas elevadas que parecían introducirse varios metros en la orilla.
La niebla se estaba volviendo más espesa conforme pasaba el tiempo, y no fue hasta que estuve lo suficientemente cerca de este lugar cuando me percaté de la presencia de otro ser, del que a pesar de esta dotado de una enigmática aura, no podía distinguir de que especie de trataba.
Avancé con curiosidad, preguntándome que haría sentado en esas frías rocas, con la mirada perdida en el horizonte, y sobre todo, aguantado la humedad de la noche sobre su cuerpo.
Mi sorpresa aumentó cuando al estar a unos pocos metros de ese ser descubrí que era una mujer; una preciosa mujer de cabellos castaños y una aura fuerte. Parecía ensimismada en sus pensamientos, aunque imaginé que había notado mi presencia sin problemas.
-¿Se encuentra bien, mademoiselle?- pregunté cuando alcancé su posición, y coloqué mi capa de pieles por encima de sus hombros, arrodillándome a su lado con una sonrisa de medio lado dibujada en mis labios.- Hace mucho frío para permanecer a la intemperie esta noche, ¿no cree?-Busqué en su mirada algo que me indicase que podía haberla llevado hasta allí; tal vez solo buscase lo mismo que yo, desconectar de la civilización durante unas horas.
Branco Cafiero- Licántropo Clase Alta
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Fecha de inscripción : 18/10/2016
Localización : París
Re: Sin luna[Libre]
El como llego hasta la playa aun le parecía borroso en su memoria. Solo se dejo ir como una verdadera alma en pena. Necesitaba un momento para si misma.
Mirando la arena que estaba a centímetros de sus pies, no pudo evitar dejar escapar el aire de sus inservibles pulmones en un lamentable suspiro, tomando por fin su forma corpórea para sentir aunque fuera un poco la arena contra sus zapatos, los cuales retiro para meterse en el mar, las olas acariciando sus pantorrillas, empapando su vestido.
De todas maneras no importaba si se mojaba o no, ya que al hacerse de nuevo etérea la prenda levitaría alrededor de ella, por lo que se permitió ese gusto antes de empezar a caminar por la orilla, la niebla haciéndole compañía poco a poco.
Rió encantada, pensando que cualquiera que la viera en ese momento con su caminar lento y la niebla rodeándola en una noche donde la luna no iluminaba casi nada, acertarían al confundirla con un fantasma.
—Al menos tendría una excusa para asustar a alguien—pensó divertida antes de divisar unas rocas en la lejanía. Parecían perfectas para sentarse un rato y Sylvana no pudo contenerse, corriendo con rapidez hasta ellas y escalando con agilidad, dejando que su falda se extendiera con delicadeza a su al rededor cuando tomo asiento.
Al ver el mar delante de ella le hizo recordar a su hogar, perdiéndose en los recuerdos de los hermosos festivales en Italia a los que había asistido y lo maravilloso que era usar esas preciosas mascaras de interminables colores.
Saber que estaban tan lejos, ignorantes de su situación, le hacia sentir una ligera culpa; pero era mejor de esa manera, la noticia solo les lastimaría.
—Cuidare de todos ustedes—juro para ella misma, la determinación brillando en sus ojos—y después cuidare de sus hijos, sus nietos, bis nietos, de todo aquel que sea un Di Angelo, velare por ellos.
Dejandose envolver en un futuro incierto, apenas fue consciente de la presencia que se acercaba. Sin embargo no le presto atención. Tal vez no la había visto y si solo venia a molestarla ella simplemente podía sonreír con maldad y desaparecer en frente de sus ojos. A veces gustaba de hacer esas pequeñas jugarretas si la persona era insoportable.
Sin embargo, no se espero que mientras ella divagaba algo se depositara en sus hombros y una calmada voz le preguntara si estaba bien.
Sorprendida, miro al hombre frente suyo con cierta vergüenza y cautela por su cercanía, alejándose un poco de él por inercia. La sonrisa que le dedico después logro que le tuviera un poco de confianza, por lo que Sylvana hizo una pequeña inclinación de cabeza en modo de saludo.
—Me encuentro perfectamente, monsieur. Ha sido muy atento de su parte el prestarme su abrigo—contesto con suavidad, tomando el borde del mismo. —Ciertamente, en esta noche no se tiene el mejor de los climas. —Sonrió de lado, amable. —Pero he de decir que el frió no me incomoda y si lo necesita, puede tener su abrigo de vuelta. No seria cortes de mi parte dejar que se congele cuando usted ha tenido el detalle de pensar en mi bienestar.
Mirando la arena que estaba a centímetros de sus pies, no pudo evitar dejar escapar el aire de sus inservibles pulmones en un lamentable suspiro, tomando por fin su forma corpórea para sentir aunque fuera un poco la arena contra sus zapatos, los cuales retiro para meterse en el mar, las olas acariciando sus pantorrillas, empapando su vestido.
De todas maneras no importaba si se mojaba o no, ya que al hacerse de nuevo etérea la prenda levitaría alrededor de ella, por lo que se permitió ese gusto antes de empezar a caminar por la orilla, la niebla haciéndole compañía poco a poco.
Rió encantada, pensando que cualquiera que la viera en ese momento con su caminar lento y la niebla rodeándola en una noche donde la luna no iluminaba casi nada, acertarían al confundirla con un fantasma.
—Al menos tendría una excusa para asustar a alguien—pensó divertida antes de divisar unas rocas en la lejanía. Parecían perfectas para sentarse un rato y Sylvana no pudo contenerse, corriendo con rapidez hasta ellas y escalando con agilidad, dejando que su falda se extendiera con delicadeza a su al rededor cuando tomo asiento.
Al ver el mar delante de ella le hizo recordar a su hogar, perdiéndose en los recuerdos de los hermosos festivales en Italia a los que había asistido y lo maravilloso que era usar esas preciosas mascaras de interminables colores.
Saber que estaban tan lejos, ignorantes de su situación, le hacia sentir una ligera culpa; pero era mejor de esa manera, la noticia solo les lastimaría.
—Cuidare de todos ustedes—juro para ella misma, la determinación brillando en sus ojos—y después cuidare de sus hijos, sus nietos, bis nietos, de todo aquel que sea un Di Angelo, velare por ellos.
Dejandose envolver en un futuro incierto, apenas fue consciente de la presencia que se acercaba. Sin embargo no le presto atención. Tal vez no la había visto y si solo venia a molestarla ella simplemente podía sonreír con maldad y desaparecer en frente de sus ojos. A veces gustaba de hacer esas pequeñas jugarretas si la persona era insoportable.
Sin embargo, no se espero que mientras ella divagaba algo se depositara en sus hombros y una calmada voz le preguntara si estaba bien.
Sorprendida, miro al hombre frente suyo con cierta vergüenza y cautela por su cercanía, alejándose un poco de él por inercia. La sonrisa que le dedico después logro que le tuviera un poco de confianza, por lo que Sylvana hizo una pequeña inclinación de cabeza en modo de saludo.
—Me encuentro perfectamente, monsieur. Ha sido muy atento de su parte el prestarme su abrigo—contesto con suavidad, tomando el borde del mismo. —Ciertamente, en esta noche no se tiene el mejor de los climas. —Sonrió de lado, amable. —Pero he de decir que el frió no me incomoda y si lo necesita, puede tener su abrigo de vuelta. No seria cortes de mi parte dejar que se congele cuando usted ha tenido el detalle de pensar en mi bienestar.
Sylvana Di Angelo- Fantasma
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Re: Sin luna[Libre]
Me sorprendió la rapidez con la que la joven dama parecía relajarse ante mi súbita aparición. No habría sido la primera vez que mi habilidad (defecto para otros) de aparecer sigilosamente por la espalda de alguien hubiese terminado con un manotazo en la cara. Sin embargo en esta ocasión, solo se retiró escasos centímetros para volver a recuperar esa distancia personal que imaginé que necesitaba. Negué con la cabeza divertido por la inesperada situación, así como por mi atrevimiento de presentarme sin otra excusa y de aquella forma tan poco convencional. A pesar de que continuaba acuclillado a su lado, enderecé la espalda para ayudarla a mantener esa distancia de seguridad que la mayoría de mujeres buscaban ante la presencia de un hombre.
-Siento la interrupción en su pequeño remanso de paz. No estoy acostumbrado a encontrarme a ningún ser viviente por estos parajes, y mucho menos cuando es la luna quien nos ilumina..- añadí con una media sonrisa, mientras apoyaba la rodilla en el suelo intentando esta vez no acercarme demasiado para evitar cohibir a esa preciosa joven de aura indescifrable.- Aunque debo admitir que esta vez me alegro de no pasear solo por la fría arena.
Dejé las botas a un lado, mientras mi mirada recorría con disimulo los principales rasgos de esa enigmática dama. Unos penetrantes ojos claros que serían la envidia de cualquier Diosa me observaban con curiosidad, probablemente preguntándose lo mismo que yo de ella, ¿por qué deseábamos tanta soledad?- Mademosille, esto es París, ciudad indiscutible del clima variable e inesperado. Pero no se preocupe, yo tampoco pasaré frío.- ladeé ligeramente la cabeza tras guiñarle el ojo derecho. Aunque todavía era incapaz de deslucir que tipo de ser era, de lo que estaba seguro era de que no era humana; razón por la cual imaginé que ella también habría notado mi condición.- Imagino que podrá adivinar el porqué, si consigue descubrir mi especie.
-¿Le importa que me siente a su lado y le haga compañía unos minutos?- añadí en tono juguetón, dispuesto a calzarme de nuevo. Adoraba la tranquilidad de pasear en la más absoluta soledad, pero cuando me encontraba con un ser tan especial como ese, prefería aprovechar el momento de compartir una velada de la que estaba seguro que sería más que interesante.- Mi nombre en Branco. Branco Cafiero para servirle.- alargué mi mano mientras mi mirada buscaba la complicidad de la suya; donde mis ojos buscaban cruzarse de nuevo con esos orbes comparables con las piedras preciosas engastadas en piezas de joyería de la más alta gama. ¿Cómo podía albergar aquella mujer tanta belleza y encontrarse sola en aquel lugar? Me resultaba extraño que no estuviese rodeada de caballeros dispuestos a cortejarla.
-Siento la interrupción en su pequeño remanso de paz. No estoy acostumbrado a encontrarme a ningún ser viviente por estos parajes, y mucho menos cuando es la luna quien nos ilumina..- añadí con una media sonrisa, mientras apoyaba la rodilla en el suelo intentando esta vez no acercarme demasiado para evitar cohibir a esa preciosa joven de aura indescifrable.- Aunque debo admitir que esta vez me alegro de no pasear solo por la fría arena.
Dejé las botas a un lado, mientras mi mirada recorría con disimulo los principales rasgos de esa enigmática dama. Unos penetrantes ojos claros que serían la envidia de cualquier Diosa me observaban con curiosidad, probablemente preguntándose lo mismo que yo de ella, ¿por qué deseábamos tanta soledad?- Mademosille, esto es París, ciudad indiscutible del clima variable e inesperado. Pero no se preocupe, yo tampoco pasaré frío.- ladeé ligeramente la cabeza tras guiñarle el ojo derecho. Aunque todavía era incapaz de deslucir que tipo de ser era, de lo que estaba seguro era de que no era humana; razón por la cual imaginé que ella también habría notado mi condición.- Imagino que podrá adivinar el porqué, si consigue descubrir mi especie.
-¿Le importa que me siente a su lado y le haga compañía unos minutos?- añadí en tono juguetón, dispuesto a calzarme de nuevo. Adoraba la tranquilidad de pasear en la más absoluta soledad, pero cuando me encontraba con un ser tan especial como ese, prefería aprovechar el momento de compartir una velada de la que estaba seguro que sería más que interesante.- Mi nombre en Branco. Branco Cafiero para servirle.- alargué mi mano mientras mi mirada buscaba la complicidad de la suya; donde mis ojos buscaban cruzarse de nuevo con esos orbes comparables con las piedras preciosas engastadas en piezas de joyería de la más alta gama. ¿Cómo podía albergar aquella mujer tanta belleza y encontrarse sola en aquel lugar? Me resultaba extraño que no estuviese rodeada de caballeros dispuestos a cortejarla.
Branco Cafiero- Licántropo Clase Alta
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Fecha de inscripción : 18/10/2016
Localización : París
Re: Sin luna[Libre]
Sylvana no sabia como actuar en esa situación, miraba al hombre frente suyo con creciente pánico aunque sus rasgos no lo demostraran, insegura como pocas veces había estado.
Odiaba esa debilidad suya en donde no sabia como expresarse ante los hombres que tenían esa confianza en su porte y mirada. El caballero frente suyo era bastante amable, pero notaba en sus formas de hablar y movimientos lo acostumbrado que debía de estar en tratar con mujeres. Ese tipo de actitud varias veces la dejaban abochornada, sin saber que decir.
Sin embargo, decidió que tenia que superar aunque fuera un poco esa timidez suya, por lo que apretando un poco más el abrigo entre sus dedos, le dedico una temblorosa sonrisa, tratando de demostrarse mas segura de lo que se sentía.
—No interrumpe nada importante, monsieur. si le soy sincera, yo tampoco esperaba encontrar a nadie por estos lugares.—Ladeo la cabeza sonriendo con más confianza al saber que debía ser otro sobrenatural, por lo que tomándose un momento analizo sus facciones con mas detenimiento, riendo levemente ante su descubrimiento y lo ironico que resultaba. —Debe perdonarme por no notar que era un licántropo, estaba algo perdida en mis pensamientos.
Para Sylvana fue relativamente fácil el notar su especie ya que había convivido bastante con ellos, ya fuera por peleas entre los cambiantes o escasos momentos de tregua donde podían convivir en paz. Si aún tuviera sus sentidos intactos hubiera logrado descubrirlo un poco antes por su olor, pero esas eran unas de las desventajas de ya no seguir viva.
Negando de forma leve la cabeza, observo la mano que le ofrecía con nerviosismo, empezando a sentir como la timidez la invadía de nuevo. Hacia mucho tiempo que no la trataban de esa manera, así que se sentía bastante torpe. Sin embargo al final decidió arriesgarse un poco, extendiendo la suya y tomando la del hombre, temblando muy levemente.
—Si mi compañía le es suficiente, estaría encantada—contesto la joven, devolviendole la mirada de cierta complicidad, respirando profundo antes de sonreir de lado. —Mi nombre es Sylvana Di Angelo, un placer.
Odiaba esa debilidad suya en donde no sabia como expresarse ante los hombres que tenían esa confianza en su porte y mirada. El caballero frente suyo era bastante amable, pero notaba en sus formas de hablar y movimientos lo acostumbrado que debía de estar en tratar con mujeres. Ese tipo de actitud varias veces la dejaban abochornada, sin saber que decir.
Sin embargo, decidió que tenia que superar aunque fuera un poco esa timidez suya, por lo que apretando un poco más el abrigo entre sus dedos, le dedico una temblorosa sonrisa, tratando de demostrarse mas segura de lo que se sentía.
—No interrumpe nada importante, monsieur. si le soy sincera, yo tampoco esperaba encontrar a nadie por estos lugares.—Ladeo la cabeza sonriendo con más confianza al saber que debía ser otro sobrenatural, por lo que tomándose un momento analizo sus facciones con mas detenimiento, riendo levemente ante su descubrimiento y lo ironico que resultaba. —Debe perdonarme por no notar que era un licántropo, estaba algo perdida en mis pensamientos.
Para Sylvana fue relativamente fácil el notar su especie ya que había convivido bastante con ellos, ya fuera por peleas entre los cambiantes o escasos momentos de tregua donde podían convivir en paz. Si aún tuviera sus sentidos intactos hubiera logrado descubrirlo un poco antes por su olor, pero esas eran unas de las desventajas de ya no seguir viva.
Negando de forma leve la cabeza, observo la mano que le ofrecía con nerviosismo, empezando a sentir como la timidez la invadía de nuevo. Hacia mucho tiempo que no la trataban de esa manera, así que se sentía bastante torpe. Sin embargo al final decidió arriesgarse un poco, extendiendo la suya y tomando la del hombre, temblando muy levemente.
—Si mi compañía le es suficiente, estaría encantada—contesto la joven, devolviendole la mirada de cierta complicidad, respirando profundo antes de sonreir de lado. —Mi nombre es Sylvana Di Angelo, un placer.
Sylvana Di Angelo- Fantasma
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Re: Sin luna[Libre]
Su cálida sonrisa y sus tímidos gestos me demostraron de nuevo lo inusual de esa dama que de forma fortuita me había encontrado en mi paseo nocturno. Acostumbrado a que la mayoría de jóvenes con las que me cruzaba tenían un carácter tosco y altivo, escuchar su dulce y desconcertada voz no hizo más que arrancarme una débil sonrisa.
-No hay nada que disculpar, mademoiselle. Y aunque le resulte extraño, tampoco yo fui capaz de inferir su verdadera naturaleza desde la lejanía.- respondí mientras tomaba asiento a su lado y la observaba con la más absoluta curiosidad. De hecho, todavía no era capaz de saber a qué especie pertenecia, hecho insólito donde los hubiese.- A lo que he de añadir que sois todo un enigma para mí, puesto que todavía no he conseguido descubrir la verdad que escondeis.
Sonreí con picardía, tomando su mano entre la mía y acariciando con suavidad el dorso de esta con mi pulgar; un pequeño y maniatico gesto que acostumbraba hacer casi siempre, y que me permitía averiguar mucho de la personalidad de la dama con la que conversaba.- No podía elegir una compañía mejor, signorina Di Angelo.- pronuncié con un marcado acento italiano, sorprendido por encontrar a alguien con quien comparía patria.- ¿Quale parte dell'Italia sei?- pregunté en nuestro idioma natal, ilusionado de poder hablarlo de nuevo después de tanto tiempo de travesía. Nuestras miradas se cruzaron de nuevo, conscientes ambos de las casualidades de la vida. Y de nuevo sonreí, pero no con la picardía de la que solía hacer gala, sino esta vez hechizado por esa mirada felina que me tenía del todo embelesado.
Me acomodé a su lado terminando de calzarme las botas mientras la observaba tranquilamente. Había previsto que la noche podía resultar interesante, pero una vez más el destino me demostraba con creces que las sorpresas siempre podían ir a más y convertirse en verdaderas alegrias.
-No hay nada que disculpar, mademoiselle. Y aunque le resulte extraño, tampoco yo fui capaz de inferir su verdadera naturaleza desde la lejanía.- respondí mientras tomaba asiento a su lado y la observaba con la más absoluta curiosidad. De hecho, todavía no era capaz de saber a qué especie pertenecia, hecho insólito donde los hubiese.- A lo que he de añadir que sois todo un enigma para mí, puesto que todavía no he conseguido descubrir la verdad que escondeis.
Sonreí con picardía, tomando su mano entre la mía y acariciando con suavidad el dorso de esta con mi pulgar; un pequeño y maniatico gesto que acostumbraba hacer casi siempre, y que me permitía averiguar mucho de la personalidad de la dama con la que conversaba.- No podía elegir una compañía mejor, signorina Di Angelo.- pronuncié con un marcado acento italiano, sorprendido por encontrar a alguien con quien comparía patria.- ¿Quale parte dell'Italia sei?- pregunté en nuestro idioma natal, ilusionado de poder hablarlo de nuevo después de tanto tiempo de travesía. Nuestras miradas se cruzaron de nuevo, conscientes ambos de las casualidades de la vida. Y de nuevo sonreí, pero no con la picardía de la que solía hacer gala, sino esta vez hechizado por esa mirada felina que me tenía del todo embelesado.
Me acomodé a su lado terminando de calzarme las botas mientras la observaba tranquilamente. Había previsto que la noche podía resultar interesante, pero una vez más el destino me demostraba con creces que las sorpresas siempre podían ir a más y convertirse en verdaderas alegrias.
Branco Cafiero- Licántropo Clase Alta
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Fecha de inscripción : 18/10/2016
Localización : París
Re: Sin luna[Libre]
—Tal vez sea mejor que no sepa que soy aun—murmuro la joven casi para si misma, su sonrisa disminuyendo un poco al imaginar como el hombre podría irse tan rápido como llego, pensando que tomo de más o que solo había sido una alucinación el haberla conocido.
Iba a retirar su mano de la suya cuando este empezó a acariciar su dorso con el pulgar, haciendo que tensara sus hombros, parpadeando varias veces antes de desviar la mirada en un gesto inquieto. No podía estar realmente segura de que ahora no estuviera un poco sonrojada, pero de seguir estando viva apostaba que tendría un furioso tono rojo en sus mejillas.
Casi chasqueo la lengua molesta por esa ridícula muestra de vergüenza hasta que lo escucho hablar de nuevo, esta vez con ese marcado acento italiano que le hizo mirarlo a la cara, emocionada de escuchar su idioma natal de nuevo tan claro como en ese momento y no solo pequeñas palabras con un tono mas modesto.
Sin querer apretó su mano mientras sonreía con ilusión,el sentimiento de nostalgia depositándose en su quieto corazón que aun así parecía poder latir de nuevo. —Sono dal nord Italia, di Piamonte—contesto Sylvana, dejando que su acento volviera a salir con fluidez. —¿E voi, signore Cafiero?—La fantasma sabia que su voz sonaba más feliz de lo que ella quería, pero no podía contener la emoción de volver a hablar en su lengua, por lo que soltó una pequeña risa que tapo con el dorso de su mano libre. No quería que el sonido de los cascabeles que resonaban cuando ella reía asustaran a su acompañante.—Mi perdoni, ma non hanno idea della gioia che ho in questo momento, ho avuto anni senza parlare la mia lingua nativa.
Sin dejar de tapar su boca, permitió que se acercara a ella mientras esperaba su respuesta, notando como parecía más relajado. Sin embargo, retiro con delicadeza su mano para que no lo tomara como un rechazo, dejándola a un lado suyo, cerca de donde estaba sentado el caballero.
Se sentía bastante halagada por sus atenciones y con mucha suerte de haberlo encontrado esa noche, pero al mismo tiempo la pequeña duda de si no estaría jugando con ella, notándose la experiencia que tenia, la hacia estar en guardia aunque no lo quisiera, el error del pasado siempre presente en su memoria.
Aun así como cierta compensación hacia ese amable hombre se acerco un poco más, quitándose el abrigo de piel que le había prestado y dejando que este cayera en los hombros de ambos como una improvisada manta, cubriéndolo más a él que a ella, quien dejo la mitad de su espalda descubierta esperando que el licántropo no lo notara.
Podría ser que él asegurara que no tenia frió, pero estaba consciente que esa noche era especialmente helada y ese caballero aun seguía vivo, por lo que debía resentirlo más que ella.
Volteo a verlo de nuevo con expresión alegre, esperando que el gesto no le molestara y notando para su alivio que aun quedaba un buen espacio entre ellos para que no fuera incomodo.
Iba a retirar su mano de la suya cuando este empezó a acariciar su dorso con el pulgar, haciendo que tensara sus hombros, parpadeando varias veces antes de desviar la mirada en un gesto inquieto. No podía estar realmente segura de que ahora no estuviera un poco sonrojada, pero de seguir estando viva apostaba que tendría un furioso tono rojo en sus mejillas.
Casi chasqueo la lengua molesta por esa ridícula muestra de vergüenza hasta que lo escucho hablar de nuevo, esta vez con ese marcado acento italiano que le hizo mirarlo a la cara, emocionada de escuchar su idioma natal de nuevo tan claro como en ese momento y no solo pequeñas palabras con un tono mas modesto.
Sin querer apretó su mano mientras sonreía con ilusión,el sentimiento de nostalgia depositándose en su quieto corazón que aun así parecía poder latir de nuevo. —Sono dal nord Italia, di Piamonte—contesto Sylvana, dejando que su acento volviera a salir con fluidez. —¿E voi, signore Cafiero?—La fantasma sabia que su voz sonaba más feliz de lo que ella quería, pero no podía contener la emoción de volver a hablar en su lengua, por lo que soltó una pequeña risa que tapo con el dorso de su mano libre. No quería que el sonido de los cascabeles que resonaban cuando ella reía asustaran a su acompañante.—Mi perdoni, ma non hanno idea della gioia che ho in questo momento, ho avuto anni senza parlare la mia lingua nativa.
Sin dejar de tapar su boca, permitió que se acercara a ella mientras esperaba su respuesta, notando como parecía más relajado. Sin embargo, retiro con delicadeza su mano para que no lo tomara como un rechazo, dejándola a un lado suyo, cerca de donde estaba sentado el caballero.
Se sentía bastante halagada por sus atenciones y con mucha suerte de haberlo encontrado esa noche, pero al mismo tiempo la pequeña duda de si no estaría jugando con ella, notándose la experiencia que tenia, la hacia estar en guardia aunque no lo quisiera, el error del pasado siempre presente en su memoria.
Aun así como cierta compensación hacia ese amable hombre se acerco un poco más, quitándose el abrigo de piel que le había prestado y dejando que este cayera en los hombros de ambos como una improvisada manta, cubriéndolo más a él que a ella, quien dejo la mitad de su espalda descubierta esperando que el licántropo no lo notara.
Podría ser que él asegurara que no tenia frió, pero estaba consciente que esa noche era especialmente helada y ese caballero aun seguía vivo, por lo que debía resentirlo más que ella.
Volteo a verlo de nuevo con expresión alegre, esperando que el gesto no le molestara y notando para su alivio que aun quedaba un buen espacio entre ellos para que no fuera incomodo.
Sylvana Di Angelo- Fantasma
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Re: Sin luna[Libre]
Sentía verdadera curiosidad por descubrir la naturaleza de la hermosa joven que había aceptado mi compañía esa fría noche de invierno, pero el casi inapreciable tono apagado de su voz así como su respuesta, me hicieron entender que tal vez fuese un tema demasiado delicado como para tratarlo sin apenas conocernos, de modo que decidí darle una tregua al respecto y disfrutar del tiempo que esa noche el destino se había propuesto regalarnos.
Media sonrisa escapó de mis labios cuando pude sentir como todo su cuerpo se estremecía por mis caricias, señal inequívoca de que no estaba muy acostumbrada a que otros hombres la tocasen. Así que me sentí dichoso cuando no sólo permitió que el contacto de nuestras manos se alargase durante unos minutos más, sino cuando me obsequió con ese particular brillo en su mirada al escucharme hablar nuestra lengua materna, y que sin duda ella añoraba tanto como yo.-La città che mi ha dato origine è Napoli.- respondí con una amplia sonrisa, manteniendo mi mirada fija en la suya. Era incapaz de desprenderme de esa preciosa mirada digna de la de una Diosa del Olimpo.
Negué con la cabeza divertido cuando sus gestos mostraban la alegría innata de encontrar a un compatriota tan lejos de casa, mezclada al mismo tiempo con ese rasgo de timidez del que había hecho gala desde el principio. ¿Se podía ser más encantadora? Dudaba que eso fuese posible. Había conocido a muchas mujeres a lo largo de mi corta existencia, pero ni una sola habían despertado en mí ese instinto de protección que ahora mismo sentía por ella.
Observé contrariado como mi mano se quedaba vacía ahora que la suya se deslizaba de entre mis dedos con suavidad, para después apoyarla en el suelo junto a la de ella.- No se preocupe, es un placer volver a escuchar ese inigualable acento, y más si proviene de una voz tan melodiosa como la suya.- apunté tratando de que no se sintiese incómoda por su repentino ataque de efusividad.
Mi mirada se desvió durante unos segundos para seguir cada uno de sus movimientos cuando finalmente decidió compartir el abrigo conmigo, algo que en realidad no me hacía falta pero no quise que mi negativa se lo tomase como un rechazo.-Gracias.- susurré apenas elevando la voz. Me moví ligeramente unos centímetros hacia ella, acortando un poco más las distancias mientras esperaba que no se lo tomase como una invasión de su espacio personal. Solo deseaba que ella tampoco pasase frío, aunque por lo poco que había descubierto hasta ahora no era verdaderamente algo de lo que debía preocuparme, lo que me hizo plantearme de nuevo que tipo de ser sería para poder mantener su calor corporal.
Le sonreí con dulzura, escudriñando por última vez sus azulados orbes, para luego dirigir mi mirada hacia el horizonte, observando el estrellado cielo en busca de esas tantas constelaciones que cada noche habían guiado mis pasos.- ¿Qué hace tan lejos de su hogar, signorina Di Angelo?- pregunté sin pensar si realmente estaba resultando inapropiado ser tan directo con la joven. Era cierto que apenas nos conocíamos, pero había algo en ella que me hacía sentirme como si durante los últimos años hubiésemos tenido más conversaciones como aquella.- Disculpe, no responda si no quiere. Era simple curiosidad.
Media sonrisa escapó de mis labios cuando pude sentir como todo su cuerpo se estremecía por mis caricias, señal inequívoca de que no estaba muy acostumbrada a que otros hombres la tocasen. Así que me sentí dichoso cuando no sólo permitió que el contacto de nuestras manos se alargase durante unos minutos más, sino cuando me obsequió con ese particular brillo en su mirada al escucharme hablar nuestra lengua materna, y que sin duda ella añoraba tanto como yo.-La città che mi ha dato origine è Napoli.- respondí con una amplia sonrisa, manteniendo mi mirada fija en la suya. Era incapaz de desprenderme de esa preciosa mirada digna de la de una Diosa del Olimpo.
Negué con la cabeza divertido cuando sus gestos mostraban la alegría innata de encontrar a un compatriota tan lejos de casa, mezclada al mismo tiempo con ese rasgo de timidez del que había hecho gala desde el principio. ¿Se podía ser más encantadora? Dudaba que eso fuese posible. Había conocido a muchas mujeres a lo largo de mi corta existencia, pero ni una sola habían despertado en mí ese instinto de protección que ahora mismo sentía por ella.
Observé contrariado como mi mano se quedaba vacía ahora que la suya se deslizaba de entre mis dedos con suavidad, para después apoyarla en el suelo junto a la de ella.- No se preocupe, es un placer volver a escuchar ese inigualable acento, y más si proviene de una voz tan melodiosa como la suya.- apunté tratando de que no se sintiese incómoda por su repentino ataque de efusividad.
Mi mirada se desvió durante unos segundos para seguir cada uno de sus movimientos cuando finalmente decidió compartir el abrigo conmigo, algo que en realidad no me hacía falta pero no quise que mi negativa se lo tomase como un rechazo.-Gracias.- susurré apenas elevando la voz. Me moví ligeramente unos centímetros hacia ella, acortando un poco más las distancias mientras esperaba que no se lo tomase como una invasión de su espacio personal. Solo deseaba que ella tampoco pasase frío, aunque por lo poco que había descubierto hasta ahora no era verdaderamente algo de lo que debía preocuparme, lo que me hizo plantearme de nuevo que tipo de ser sería para poder mantener su calor corporal.
Le sonreí con dulzura, escudriñando por última vez sus azulados orbes, para luego dirigir mi mirada hacia el horizonte, observando el estrellado cielo en busca de esas tantas constelaciones que cada noche habían guiado mis pasos.- ¿Qué hace tan lejos de su hogar, signorina Di Angelo?- pregunté sin pensar si realmente estaba resultando inapropiado ser tan directo con la joven. Era cierto que apenas nos conocíamos, pero había algo en ella que me hacía sentirme como si durante los últimos años hubiésemos tenido más conversaciones como aquella.- Disculpe, no responda si no quiere. Era simple curiosidad.
Branco Cafiero- Licántropo Clase Alta
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Re: Sin luna[Libre]
—No tiene que agradecer, es su abrigo de todos modos—contesto Sylvana con ligera diversión antes de bajar la vista y empezar a jugar con sus propias manos, nerviosa por el pequeño halago que le había hecho. —Napoli è un bel posto come mi è stato detto—comento sonriendo un poco.
Recordó como sus hermanos les gustaba viajar de un lado a otro. Allegria era la que tenia más facilidad para eso al ser de la familia de las aves, mientras que ellos tenían que colarse en las carretas o corriendo por zonas donde no pudieran verlos.
Los extrañaba bastante, tanto que a veces dolía, pero no tenia el valor para ir a verlos, no aun. Temía sus reacciones, los sentimientos que podría desembocar en ellos, la culpa que de seguro sentirían sus hermanos mayores por haberla dejado ir, por no protegerla.
Cerro los ojos un momento al pensar en sus caras deformadas por la angustia y la pena. No deseaba verlos nunca de esa manera aun cuando sabia que en algún momento seria necesario. Su tiempo estaba detenido, ya no iba a crecer ni envejecer mientras ellos iban poco a poco madurando, en algún momento les parecerá extraño que ella se siga viendo igual.
—¿Que hago aquí?—murmuro sin emoción, sonriendo un poco. —A veces yo misma me lo pregunto. —Sacudió la cabeza para borrar ese tono tan lastimoso, tratando de que su voz sonara mas amena. —Estuve viviendo un tiempo en Nueva Orleans con mis hermanos mayores hasta que, torpe de mi, decidí venir aquí ya que iba a casarme con mi prometido. —Suspiro hastiada al recordarlo. —No resulto de la manera que esperaba, si le soy honesta. Nunca se realizo la dichosa boda.
Recordarlo era como dejar salir un torbellino de emociones encontradas. La mayoría del tiempo ganaba el rencor, la furia y el odio. Pero en otros, cuando estaba especialmente triste, la nostalgia le golpeaba con fuerza, haciéndole recordar momentos que prefería fingir que no existieron.
Estuvo tentada a decirle la razón por la que no funciono, al menos una de ellas, pero pensó que aquel hombre no estaría interesado en oír algo de ese tipo, por lo que carraspeando un poco siguió su mirada al mar, hacia donde pensaba estaba su hogar.
—¿Y usted Signore Cafiero? ¿Que le trajo a Paris?—pregunto esperando no ser muy impertinente, bajando su mirada hacia sus manos entrelazadas en su regazo, sus dedos pulgares jugando entre si.
Recordó como sus hermanos les gustaba viajar de un lado a otro. Allegria era la que tenia más facilidad para eso al ser de la familia de las aves, mientras que ellos tenían que colarse en las carretas o corriendo por zonas donde no pudieran verlos.
Los extrañaba bastante, tanto que a veces dolía, pero no tenia el valor para ir a verlos, no aun. Temía sus reacciones, los sentimientos que podría desembocar en ellos, la culpa que de seguro sentirían sus hermanos mayores por haberla dejado ir, por no protegerla.
Cerro los ojos un momento al pensar en sus caras deformadas por la angustia y la pena. No deseaba verlos nunca de esa manera aun cuando sabia que en algún momento seria necesario. Su tiempo estaba detenido, ya no iba a crecer ni envejecer mientras ellos iban poco a poco madurando, en algún momento les parecerá extraño que ella se siga viendo igual.
—¿Que hago aquí?—murmuro sin emoción, sonriendo un poco. —A veces yo misma me lo pregunto. —Sacudió la cabeza para borrar ese tono tan lastimoso, tratando de que su voz sonara mas amena. —Estuve viviendo un tiempo en Nueva Orleans con mis hermanos mayores hasta que, torpe de mi, decidí venir aquí ya que iba a casarme con mi prometido. —Suspiro hastiada al recordarlo. —No resulto de la manera que esperaba, si le soy honesta. Nunca se realizo la dichosa boda.
Recordarlo era como dejar salir un torbellino de emociones encontradas. La mayoría del tiempo ganaba el rencor, la furia y el odio. Pero en otros, cuando estaba especialmente triste, la nostalgia le golpeaba con fuerza, haciéndole recordar momentos que prefería fingir que no existieron.
Estuvo tentada a decirle la razón por la que no funciono, al menos una de ellas, pero pensó que aquel hombre no estaría interesado en oír algo de ese tipo, por lo que carraspeando un poco siguió su mirada al mar, hacia donde pensaba estaba su hogar.
—¿Y usted Signore Cafiero? ¿Que le trajo a Paris?—pregunto esperando no ser muy impertinente, bajando su mirada hacia sus manos entrelazadas en su regazo, sus dedos pulgares jugando entre si.
Sylvana Di Angelo- Fantasma
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Re: Sin luna[Libre]
No podía evitar dejar de mirar esa preciosa sonrisa que ahora parecía ocultar una tristeza demasiado profunda y dolorosa, tanto que no me atreví ni a preguntarle que era lo que le había cambiado el semblante en tan pocos segundos. Imaginé que el hablar nuestro idioma natal le había traído viejos recuerdos y es que, incluso rememorar los pasajes más bellos, se clavaba en el alma cuando nuestros seres queridos se encontraban tan lejos.
-No se preocupe, signorina Sylvana, volverá a verlos algún día. He estado mucho tiempo fuera de mi hogar, y sé lo que es echar de menos a los míos..- apunté suavizando la voz, cogiendo sus congeladas manos entre las mías, que estaban más cálidas de lo normal. La miré confundido, puesto que incluso con el tacto seguía sin atisbar de que tipo de ser se trataba. Carraspeé ligeramente la garganta al percatarme de que me había quedado en silencio, mirándola fijamente pero sin soltar sus manos mientras me hablabla, tras lo cual, la solté despacio para no incomodarla por mi atrevimiento.
Un extraño sentimiento de impotencia al escucharla suspirar de esa forma se alojó en mi pecho. No me hacía falta ser adivino para saber que algo no había salido bien en con aquel hombre, y conocedor de como eran la mayoría de los humanos, no quería ni pensar que podía haberle hecho a esa pobre criatura que sentada a mi lado solo parecía necesitar un poco de cariño. Me moví unos centímetros hacia ella, pegando un poco más nuestros cuerpos con la excusa de recolocar el abrigo para quedar los dos cubiertos, hecho insólito puesto que al parecer ninguno de los dos lo necesitábamos.- No conozco a su prometido, y casi que prefiero que no se crucen nuestros caminos mientras permanezco en París; pero seguro que era un necio si dejó escapar a una mujer como vos.- mascullé incómodo por esa sensación que permanecía todavía en el pecho y que me provocaba no solo el sentimiento de querer protegerla de quien fuese, sino de hacer lo posible porque nuestros caminos no se separasen esa noche.
Suspiré tratando de relajarme, puesto que ya poco podía hacer con lo que le había pasado a ese ángel caído del cielo esa noche y que se encontraba sentada a mi lado, así que sonriendo de lado y tras colocarle un mechón de pelo rebelde que azuzado por el viento se arremolinaba frente a su rostro, procedí a responder a su curiosidad.- Emprendí el viaje hace unas semanas tras una extraña misiva del alfa de mi manada, que teóricamente se encuentra en París y por alguna extraña razón nos comunicó que su estancia aquí se alargaría.- me encogí de hombros, y dirigí mi mirada hacia el horizonte, recordando esa carta que me había arrastrado hasta allí. Aunque en esos momentos, casi que agradecí que su mensaje nos hubiese puesto sobre aviso y haber tenido la suerte de encontrarme con ella en esa playa.- Es extraño en un alfa ausentarse tanto tiempo sin tener una buena razón; y cuando esa razón no se explica al resto de la manada, no esconde nada bueno..- sonreí esta vez con un poco de nostalgia, volviendo de nuevo la cabeza para que nuestras miradas se cruzasen. Estaba preocupado por mi alfa, pero aquella noche parecía que todo el desconcierto que encerraba aquella misión a ciegas se había disipado al encontrarla a ella.
-No se preocupe, signorina Sylvana, volverá a verlos algún día. He estado mucho tiempo fuera de mi hogar, y sé lo que es echar de menos a los míos..- apunté suavizando la voz, cogiendo sus congeladas manos entre las mías, que estaban más cálidas de lo normal. La miré confundido, puesto que incluso con el tacto seguía sin atisbar de que tipo de ser se trataba. Carraspeé ligeramente la garganta al percatarme de que me había quedado en silencio, mirándola fijamente pero sin soltar sus manos mientras me hablabla, tras lo cual, la solté despacio para no incomodarla por mi atrevimiento.
Un extraño sentimiento de impotencia al escucharla suspirar de esa forma se alojó en mi pecho. No me hacía falta ser adivino para saber que algo no había salido bien en con aquel hombre, y conocedor de como eran la mayoría de los humanos, no quería ni pensar que podía haberle hecho a esa pobre criatura que sentada a mi lado solo parecía necesitar un poco de cariño. Me moví unos centímetros hacia ella, pegando un poco más nuestros cuerpos con la excusa de recolocar el abrigo para quedar los dos cubiertos, hecho insólito puesto que al parecer ninguno de los dos lo necesitábamos.- No conozco a su prometido, y casi que prefiero que no se crucen nuestros caminos mientras permanezco en París; pero seguro que era un necio si dejó escapar a una mujer como vos.- mascullé incómodo por esa sensación que permanecía todavía en el pecho y que me provocaba no solo el sentimiento de querer protegerla de quien fuese, sino de hacer lo posible porque nuestros caminos no se separasen esa noche.
Suspiré tratando de relajarme, puesto que ya poco podía hacer con lo que le había pasado a ese ángel caído del cielo esa noche y que se encontraba sentada a mi lado, así que sonriendo de lado y tras colocarle un mechón de pelo rebelde que azuzado por el viento se arremolinaba frente a su rostro, procedí a responder a su curiosidad.- Emprendí el viaje hace unas semanas tras una extraña misiva del alfa de mi manada, que teóricamente se encuentra en París y por alguna extraña razón nos comunicó que su estancia aquí se alargaría.- me encogí de hombros, y dirigí mi mirada hacia el horizonte, recordando esa carta que me había arrastrado hasta allí. Aunque en esos momentos, casi que agradecí que su mensaje nos hubiese puesto sobre aviso y haber tenido la suerte de encontrarme con ella en esa playa.- Es extraño en un alfa ausentarse tanto tiempo sin tener una buena razón; y cuando esa razón no se explica al resto de la manada, no esconde nada bueno..- sonreí esta vez con un poco de nostalgia, volviendo de nuevo la cabeza para que nuestras miradas se cruzasen. Estaba preocupado por mi alfa, pero aquella noche parecía que todo el desconcierto que encerraba aquella misión a ciegas se había disipado al encontrarla a ella.
Branco Cafiero- Licántropo Clase Alta
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Re: Sin luna[Libre]
La fantasma lo miro con cierta sorpresa cuando el hombre pudo adivinar parte de sus preocupaciones, cierto era que añoraba a sus hermanos y padres. Echaba demasiado de menos el viñedo de su familia y poder correr descalza por la tierra o en su forma gatuna. Dolía el haber perdido eso.
—Espero que sus palabras se cumplan, signore Cafiero, así como el que usted pueda volver a ver a los suyos pronto—murmuro Sylvana, agradecida por sus buenos deseos pero algo apenada por su gesto. Le ponía nerviosa notar lo confundido que debía estar acerca de su especie, esperando que su tacto no fuera demasiado frió como para incomodarle.
Le sostuvo la mirada lo mejor que pudo, aguantando el impulso de querer agachar la cabeza hasta que el le soltó las manos primero. Sin embargo, noto como se acercaba un poco mas a ella, acomodando el abrigo que tenían ambos en sus hombros con delicadeza.
Su naturaleza le gano en esa ocasión, haciendo que su cabello cubriera parte de su cara, desviando un momento la mirada antes de aclarar su garganta, tratando de sonreír.
—Creame signore Cafiero, usted no tendría tiempo de hacer nada antes de que yo volviera a golpearlo en la cara si aparece frente a mi—rió un poco al llegar a imaginar una situación que nunca pasaría—. Solo que no sabría decir si él me dejo escapar o solo no le importaba lo suficiente como para siquiera intentarlo.—Trato de encogerse de hombros para restarle importancia, pero incluso ella sabia que su expresión en ese momento debía ser bastante penosa, tratando de mostrar una fortaleza que muchas veces flaqueaba.
El sentir como aquel caballero le acomodaba un mechón de su cabello le hizo volver de esos terribles sentimientos, viéndolo apenada mientras le escuchaba hablar, esperando no ofenderlo de alguna forma. Sylvana no entendía mucho del genero masculino, pero habia llegado a observar el como a algunos les llegaba a molestar que una mujer hablara de otro hombre frente a ellos.
Ladeo la cabeza con interés y cierta curiosidad por la razón de su estadía en París. No entendía mucho sobre los licantropos, pero si había notado la importancia del alfa en la manada, por lo que no pudo evitar sonreír con comprensión.
—Ciertamente debe ser preocupante para toda su manada—comento Sylvana mientras sus miradas volvían a cruzarse, solo que esta vez no le afecto demasiado por andar pensando en una forma de ayudarle.
Al final despues de un poco de duda ya que su propuesta podría sonar algo impertinente, tosió levemente para llamar la atención de su acompañante antes de hablar.
—Si usted lo desea puedo brindarle mi ayuda para encontrar a su alfa. No quiero sonar presuntuosa, pero llego a ser bastante buena en buscar información—dijo sonriendo de lado con una confianza que pocas veces lograba demostrar.
—Espero que sus palabras se cumplan, signore Cafiero, así como el que usted pueda volver a ver a los suyos pronto—murmuro Sylvana, agradecida por sus buenos deseos pero algo apenada por su gesto. Le ponía nerviosa notar lo confundido que debía estar acerca de su especie, esperando que su tacto no fuera demasiado frió como para incomodarle.
Le sostuvo la mirada lo mejor que pudo, aguantando el impulso de querer agachar la cabeza hasta que el le soltó las manos primero. Sin embargo, noto como se acercaba un poco mas a ella, acomodando el abrigo que tenían ambos en sus hombros con delicadeza.
Su naturaleza le gano en esa ocasión, haciendo que su cabello cubriera parte de su cara, desviando un momento la mirada antes de aclarar su garganta, tratando de sonreír.
—Creame signore Cafiero, usted no tendría tiempo de hacer nada antes de que yo volviera a golpearlo en la cara si aparece frente a mi—rió un poco al llegar a imaginar una situación que nunca pasaría—. Solo que no sabría decir si él me dejo escapar o solo no le importaba lo suficiente como para siquiera intentarlo.—Trato de encogerse de hombros para restarle importancia, pero incluso ella sabia que su expresión en ese momento debía ser bastante penosa, tratando de mostrar una fortaleza que muchas veces flaqueaba.
El sentir como aquel caballero le acomodaba un mechón de su cabello le hizo volver de esos terribles sentimientos, viéndolo apenada mientras le escuchaba hablar, esperando no ofenderlo de alguna forma. Sylvana no entendía mucho del genero masculino, pero habia llegado a observar el como a algunos les llegaba a molestar que una mujer hablara de otro hombre frente a ellos.
Ladeo la cabeza con interés y cierta curiosidad por la razón de su estadía en París. No entendía mucho sobre los licantropos, pero si había notado la importancia del alfa en la manada, por lo que no pudo evitar sonreír con comprensión.
—Ciertamente debe ser preocupante para toda su manada—comento Sylvana mientras sus miradas volvían a cruzarse, solo que esta vez no le afecto demasiado por andar pensando en una forma de ayudarle.
Al final despues de un poco de duda ya que su propuesta podría sonar algo impertinente, tosió levemente para llamar la atención de su acompañante antes de hablar.
—Si usted lo desea puedo brindarle mi ayuda para encontrar a su alfa. No quiero sonar presuntuosa, pero llego a ser bastante buena en buscar información—dijo sonriendo de lado con una confianza que pocas veces lograba demostrar.
Sylvana Di Angelo- Fantasma
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Re: Sin luna[Libre]
Una cálida sonrisa se dibujó en mi rostro cuando tras mencionarle al que había sido su prometido, ésta aseguró ser más que capaz de darle su merecido. La veía más que capaz de hacerle frente a ese cretino, pero también por experiencia sabía que los hombres no acostumbraban a permitir que una mujer les enfrentase, y aquellas disputas siempre terminaban mal para la dama. – No se torture más con eso, sin duda estáis mejor sin él. Si no sabía apreciar lo que tenía, o podía tener, es que no os merecía.- concluí sintiendo como una especie de celos irracionales afloraban por mi garganta, modulando ligeramente mi voz a un tono más grave.
Me aclaré la garganta, buscando en el horizonte la respuesta sobre mi alfa. Seguía sin entender que podía haber sucedido en París, temiendo que los deseos de Sylvana de que pronto me encontrase con los míos cada vez eran más difíciles de cumplir. ¿Volvería a Italia si no conseguía llevar a mi alfa de vuelta? No lo tenía my claro, y en ese momento en el que estaba viviendo una situación tan prometedora, no pondría la mano en el fuego. Nada me quedaba en Italia más que la manada; mi familia había desaparecido a manos de cazadores hace tiempo, y la lealtad a mi alfa era la única razón por la que todavía me encontraba allí. – Espero que la incógnita sea revelada pronto, para bien o para mal. Siempre es mejor saber la verdad de lo que sucede, por malo que sea, que vivir con la duda de lo que está ocurriendo.
Volví a girar la cabeza para mirarla a los ojos, puesto que me daba la sensación de que tenía algo en mente aunque en principio parecía dudar a la hora de exponerlo. Cuando comenzó a hablar, y sin tener muy claro el por qué lo hacía, tomé su mano con suavidad, acariciándole con el pulgar el dorso de ésta mientras escuchaba atentamente su melodiosa voz.
-No hay nada que pueda desear más ahora mismo que vos os convirtáis en quien guie mi camino.- apunté esbozando una amplia sonrisa, sintiendo de golpe como una extraña felicidad golpeaba mi corazón. Si ella no se hubiese atrevido a proponérmelo, yo mismo hubiese pensado la forma en quedarme a su lado. Me sorprendí a mi mismo por las palabras que terminaba de pronunciar, puesto que parecían encerrar mucho más que lo que mi razón de ser quería; como si hubiese sido mi subconsciente quien hablase.- ¿Y por donde sugiere que empecemos? Estoy a su merced, pequeña.- pregunté con un nuevo brillo en la mirada, feliz de poder compartir más tiempo con aquella diosa de ojos claros.
Me aclaré la garganta, buscando en el horizonte la respuesta sobre mi alfa. Seguía sin entender que podía haber sucedido en París, temiendo que los deseos de Sylvana de que pronto me encontrase con los míos cada vez eran más difíciles de cumplir. ¿Volvería a Italia si no conseguía llevar a mi alfa de vuelta? No lo tenía my claro, y en ese momento en el que estaba viviendo una situación tan prometedora, no pondría la mano en el fuego. Nada me quedaba en Italia más que la manada; mi familia había desaparecido a manos de cazadores hace tiempo, y la lealtad a mi alfa era la única razón por la que todavía me encontraba allí. – Espero que la incógnita sea revelada pronto, para bien o para mal. Siempre es mejor saber la verdad de lo que sucede, por malo que sea, que vivir con la duda de lo que está ocurriendo.
Volví a girar la cabeza para mirarla a los ojos, puesto que me daba la sensación de que tenía algo en mente aunque en principio parecía dudar a la hora de exponerlo. Cuando comenzó a hablar, y sin tener muy claro el por qué lo hacía, tomé su mano con suavidad, acariciándole con el pulgar el dorso de ésta mientras escuchaba atentamente su melodiosa voz.
-No hay nada que pueda desear más ahora mismo que vos os convirtáis en quien guie mi camino.- apunté esbozando una amplia sonrisa, sintiendo de golpe como una extraña felicidad golpeaba mi corazón. Si ella no se hubiese atrevido a proponérmelo, yo mismo hubiese pensado la forma en quedarme a su lado. Me sorprendí a mi mismo por las palabras que terminaba de pronunciar, puesto que parecían encerrar mucho más que lo que mi razón de ser quería; como si hubiese sido mi subconsciente quien hablase.- ¿Y por donde sugiere que empecemos? Estoy a su merced, pequeña.- pregunté con un nuevo brillo en la mirada, feliz de poder compartir más tiempo con aquella diosa de ojos claros.
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Re: Sin luna[Libre]
Sylvana juro que casi podía oír el grito interno lleno de vergüenza que dio cuando aquel caballero tomo su mano y además dijo aquellas palabras tan dulcemente. Su cara debía estar ligeramente rosa aunque ya no tuviera sangre circulando por su cuerpo.
—Nunca me habían dicho así—pensó consternada, desviando su mirada, descolocada completamente. —Cálmate por el amor a todo, eres una mujer madura, técnicamente tienes cuarenta ocho años.
Y aun así nunca le habían dicho pequeña.
Era algo curioso, de sus tres hermanas, ella era la más alta. Media por lo menos uno setenta, las pequeñas eran ellas, siempre viéndose tan lindas y adorables mientras que Sylvana era la que estaba siempre con alguna mancha de lodo en el borde de su vestido, sus manos a veces con varios rastros del jugo de las uvas que había estado recolectando o comiendo mientras jugaba con sus hermanos.
—Eh…yo…—tuvo que carraspear para encontrar su voz, su mirada aun revoloteando por todos lados sin poder ver la cara de su acompañante, apenas notando como aún mantenía su mano entre las suyas—. Pensaba que tal vez si me daba alguna característica sobre su alfa podría buscar a alguien parecido. Cualquier cosa que crea que puede ser distintivo podría servir, así como las cosas que podrían llamarle la atención—murmuro la mujer, esperando que se entendiera lo mejor posible.
Su mano libre empezó a enrollar el pequeño listón negro que tenía su vestido como adorno a la altura de su cintura, incapaz de poder mirarlo aun pero tampoco el retirar su otra mano para poder jugar con ella como siempre hacia.
—Parezco una niña. Peor aún, parezco una niña tonta—pensó Sylvana auto regañándose. No podía creer lo fuera de lugar que la había tomado. Ella estaba acostumbrada a que fueran sarcásticos con ella, incluso Dean había sido algo torpe al acercarse, haciéndola molestar a cada momento, peleando por cada cosa, teniendo ideas diferentes; siempre en un tira y afloja constante.
Eso mismo le había parecido interesante. Después, cuando su forma de expresarse se volvió más cariñosa fue como si todo cayera en su lugar, pensó que desde ese momento solo se podía mejorar.
Y luego todo se desmorono en una sola noche.
Cerrando los ojos, apretó la mandíbula para evitar que su cara mostrara algo, sus ojos perdidos un momento en el listón negro que mantenía en su dedo. Cafiero tenía razón, no tenía caso torturarse por eso.
Pero aun dolía.
Ahora mismo, se le hacía tan extraño el como aquel hombre la trataba que no pudo evitar alzar su mirada, sonriéndole con cierta tristeza.
—Perdone si cambio el tema de repente pero es una pregunta que ha rondado mi cabeza desde hace un tiempo. —Observo sus manos casi sin ver, notando aun el suave tacto de su pulgar en su dorso. —Usted está bastante acostumbrado en tratar con una mujer, ¿No es así?
—Nunca me habían dicho así—pensó consternada, desviando su mirada, descolocada completamente. —Cálmate por el amor a todo, eres una mujer madura, técnicamente tienes cuarenta ocho años.
Y aun así nunca le habían dicho pequeña.
Era algo curioso, de sus tres hermanas, ella era la más alta. Media por lo menos uno setenta, las pequeñas eran ellas, siempre viéndose tan lindas y adorables mientras que Sylvana era la que estaba siempre con alguna mancha de lodo en el borde de su vestido, sus manos a veces con varios rastros del jugo de las uvas que había estado recolectando o comiendo mientras jugaba con sus hermanos.
—Eh…yo…—tuvo que carraspear para encontrar su voz, su mirada aun revoloteando por todos lados sin poder ver la cara de su acompañante, apenas notando como aún mantenía su mano entre las suyas—. Pensaba que tal vez si me daba alguna característica sobre su alfa podría buscar a alguien parecido. Cualquier cosa que crea que puede ser distintivo podría servir, así como las cosas que podrían llamarle la atención—murmuro la mujer, esperando que se entendiera lo mejor posible.
Su mano libre empezó a enrollar el pequeño listón negro que tenía su vestido como adorno a la altura de su cintura, incapaz de poder mirarlo aun pero tampoco el retirar su otra mano para poder jugar con ella como siempre hacia.
—Parezco una niña. Peor aún, parezco una niña tonta—pensó Sylvana auto regañándose. No podía creer lo fuera de lugar que la había tomado. Ella estaba acostumbrada a que fueran sarcásticos con ella, incluso Dean había sido algo torpe al acercarse, haciéndola molestar a cada momento, peleando por cada cosa, teniendo ideas diferentes; siempre en un tira y afloja constante.
Eso mismo le había parecido interesante. Después, cuando su forma de expresarse se volvió más cariñosa fue como si todo cayera en su lugar, pensó que desde ese momento solo se podía mejorar.
Y luego todo se desmorono en una sola noche.
Cerrando los ojos, apretó la mandíbula para evitar que su cara mostrara algo, sus ojos perdidos un momento en el listón negro que mantenía en su dedo. Cafiero tenía razón, no tenía caso torturarse por eso.
Pero aun dolía.
Ahora mismo, se le hacía tan extraño el como aquel hombre la trataba que no pudo evitar alzar su mirada, sonriéndole con cierta tristeza.
—Perdone si cambio el tema de repente pero es una pregunta que ha rondado mi cabeza desde hace un tiempo. —Observo sus manos casi sin ver, notando aun el suave tacto de su pulgar en su dorso. —Usted está bastante acostumbrado en tratar con una mujer, ¿No es así?
Sylvana Di Angelo- Fantasma
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Re: Sin luna[Libre]
Me mantuve pensativo durante unos minutos tras la afirmación de Sylvana, que era lógico si tenía que encontrar a alguien a quien desconocía que necesitaba datos sobre ese ser. Para ayudarme a buscar a mi Alfa necesitaba información sobre el mismo, pero para mi desgracia no tenía nada especialmente característico como para que llamase la atención por encima del resto de humanos. Su aura y su olor único eran lo que a mí me habían llevado hasta allí; pero eran datos que no podía transmitirle a la joven dama a no ser que alguno de los dos tuviese algún tipo de habilidad para compartir ese tipo de recuerdos.
-Es complicado diferenciarlo de cualquier otro humano, al menos físicamente, pero lo intentaré.- apunté finalmente con una cálida sonrisa al percatarme de que jugaba con un listón de su vestido como si la situación le hubiese puesto nerviosa. Entonces me fijé que todavía mi mano sujetaba la suya, y que mi pulgar acariciaba su sedosa piel. Podía jurar que hasta yo mismo me había sonrojado durante unos instantes por mi atrevimiento, pero el tacto de su mano me relajaba, me hacía sentir que ya no estaba solo. Y ese gesto suyo tan infantil me derritió por completo el corazón. ¿Se podía ser más dulce y encantadora? Jamás había conocido a una mujer que me resultase tan atrayente como ella, que podía mostrar en una misma persona la fortaleza de una guerrera y al mismo tiempo la ternura de un cachorrillo.
-A ver...- carraspeé para sacar de mi cabeza esos extraños pensamientos y centrarme de nuevo en el tema que nos había llevado a convertirnos en compañeros de aventuras. Fijé la mirada en el horizonte, buscando allí la concentración que necesitaba, puesto que si la miraba de nuevo a los ojos, volvería a perderme en ellos.- Aparenta ser un hombre de unos 35 años, robusto, piel morena y ojos pardos. Como alfa que es, se le nota muy seguro de si mismo, y…. así es como buscar una aguja en un pajar.- suspiré consternado sabiendo que París era una ciudad muy grande como para buscar tan solo con aquello.
A pesar de que no quería dejar de sentir el tacto de su piel, necesitaba ponerme en pie para pensar. Mi temperamento inquieto me impedía concentrarme si estaba mucho rato sentado, así que mientras escuchaba su voluntad de querer cambiar de tema, me arrodillé frente a ella dejando su mano liberada en su regazo, para después ponerme en pie de un salto al tiempo que terminaba de escuchar su pregunta, que no pudo pillarme más de sorpresa.- Es su aura y su olor lo que lo hace inconfudib….¿perdona?-interrumpí la explicación que tenía intención de continuar sobre mi alfa, cuando al asimilar su pregunta se me fue por completo el hilo de mis pensamientos.
- ¿Yo? ¿Tratar con mujeres?- podía jurar que hasta me ruboricé y hasta mis ojos destellaron color ámbar durante unos segundos. Negué con la cabeza suspirando nervioso al tiempo que me acercaba de nuevo a ella, colocándome enfrente de rodillas.- Los lobos no somos como otros hombres, al menos no la mayoría de ellos. – suspiré un poco avergonzado por no saber cómo explicarle aquello que era más una antigua costumbre entre lobos que algo común entre los hombres.- En algunas manadas mantenemos la costumbre de respetar a las hembras…amm… es complicado esto de explicar.- pasé ambas manos por mi pelo alborotado intentando encontrar la forma correcta de hacérselo entender.- Digamos que los lobos solo nos enamoramos una vez, y que cuando lo hacemos es para siempre. De modo que no acostumbramos a cortejar a damas porque sí.
De nuevo me coloqué en pie, suspirando levemente y tratando de recuperar la compostura.- Espero no haberla incomodado en algo, no estoy acostumbrado a tratar con mujeres que no sean de mi manada; y con vos simplemente me dejé llevar.- alargué mi mano con una tímida sonrisa, ofreciéndole ayuda para levantarse.- ¿Le apetece que continuemos la conversación mientras damos un paseo?
-Es complicado diferenciarlo de cualquier otro humano, al menos físicamente, pero lo intentaré.- apunté finalmente con una cálida sonrisa al percatarme de que jugaba con un listón de su vestido como si la situación le hubiese puesto nerviosa. Entonces me fijé que todavía mi mano sujetaba la suya, y que mi pulgar acariciaba su sedosa piel. Podía jurar que hasta yo mismo me había sonrojado durante unos instantes por mi atrevimiento, pero el tacto de su mano me relajaba, me hacía sentir que ya no estaba solo. Y ese gesto suyo tan infantil me derritió por completo el corazón. ¿Se podía ser más dulce y encantadora? Jamás había conocido a una mujer que me resultase tan atrayente como ella, que podía mostrar en una misma persona la fortaleza de una guerrera y al mismo tiempo la ternura de un cachorrillo.
-A ver...- carraspeé para sacar de mi cabeza esos extraños pensamientos y centrarme de nuevo en el tema que nos había llevado a convertirnos en compañeros de aventuras. Fijé la mirada en el horizonte, buscando allí la concentración que necesitaba, puesto que si la miraba de nuevo a los ojos, volvería a perderme en ellos.- Aparenta ser un hombre de unos 35 años, robusto, piel morena y ojos pardos. Como alfa que es, se le nota muy seguro de si mismo, y…. así es como buscar una aguja en un pajar.- suspiré consternado sabiendo que París era una ciudad muy grande como para buscar tan solo con aquello.
A pesar de que no quería dejar de sentir el tacto de su piel, necesitaba ponerme en pie para pensar. Mi temperamento inquieto me impedía concentrarme si estaba mucho rato sentado, así que mientras escuchaba su voluntad de querer cambiar de tema, me arrodillé frente a ella dejando su mano liberada en su regazo, para después ponerme en pie de un salto al tiempo que terminaba de escuchar su pregunta, que no pudo pillarme más de sorpresa.- Es su aura y su olor lo que lo hace inconfudib….¿perdona?-interrumpí la explicación que tenía intención de continuar sobre mi alfa, cuando al asimilar su pregunta se me fue por completo el hilo de mis pensamientos.
- ¿Yo? ¿Tratar con mujeres?- podía jurar que hasta me ruboricé y hasta mis ojos destellaron color ámbar durante unos segundos. Negué con la cabeza suspirando nervioso al tiempo que me acercaba de nuevo a ella, colocándome enfrente de rodillas.- Los lobos no somos como otros hombres, al menos no la mayoría de ellos. – suspiré un poco avergonzado por no saber cómo explicarle aquello que era más una antigua costumbre entre lobos que algo común entre los hombres.- En algunas manadas mantenemos la costumbre de respetar a las hembras…amm… es complicado esto de explicar.- pasé ambas manos por mi pelo alborotado intentando encontrar la forma correcta de hacérselo entender.- Digamos que los lobos solo nos enamoramos una vez, y que cuando lo hacemos es para siempre. De modo que no acostumbramos a cortejar a damas porque sí.
De nuevo me coloqué en pie, suspirando levemente y tratando de recuperar la compostura.- Espero no haberla incomodado en algo, no estoy acostumbrado a tratar con mujeres que no sean de mi manada; y con vos simplemente me dejé llevar.- alargué mi mano con una tímida sonrisa, ofreciéndole ayuda para levantarse.- ¿Le apetece que continuemos la conversación mientras damos un paseo?
Branco Cafiero- Licántropo Clase Alta
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Re: Sin luna[Libre]
—Lo lamento tanto, parece que lo tome completamente por sorpresa—se disculpó Sylvana, sonriendo un poco por el estado de su acompañante, comprendiendo que no se trataba de que fuera algún tipo de casanova, si no alguien acostumbrado a tratar con respeto a las mujeres que le rodeaban.
Lo escucho con atención mientras terminaba de explicarse, notando el destello ámbar en su mirada y los gestos que hacía para volver a conservar la calma, divertida de cierto modo por lo poco que sabía de los licántropos.
—No parecen tan malos—pensó la antigua cambiante al recordar el mal trato que llegaban a tener los cambiantes y licántropos.
Enternecida por la sonrisa tímida del hombre frente suyo junto su invitación, no puedo evitar aceptar su mano, levantándose con rapidez y cierta elegancia felina que aun parecía conservar de su antigua vida.
—Una caminata suena bien—opino Sylvana antes de sacudir un poco su vestido, agachándose un momento para recoger el olvidado abrigo que usaron para protegerse de la noche.
Lo tomo entre sus brazos con cuidado, quitando cualquier rastro de arena que se le pudiera haber quedado antes de extendérselo al caballero con cierta pena.
—Si le digo la verdad, tienen un sentido del amor bastante romántico—comento la fantasma—. Amar una vez y que sea para siempre…eso no se ve a menudo. —Espero de todo corazón que su voz no sonara tan derrotada como se sentía respecto a ese aspecto. Para ella ya era imposible volver a intentarlo. No sería justo para aquel que estuviera a su lado.
Quitando esas ideas de su cabeza, miro a los ojos al caballero, sonriéndole a modo de disculpa. —Me estaba comentando algo antes de que lo interrumpiera con esa pregunta tan boba. ¿Qué decía usted sobre el aura y olor de su Alfa?
Lo escucho con atención mientras terminaba de explicarse, notando el destello ámbar en su mirada y los gestos que hacía para volver a conservar la calma, divertida de cierto modo por lo poco que sabía de los licántropos.
—No parecen tan malos—pensó la antigua cambiante al recordar el mal trato que llegaban a tener los cambiantes y licántropos.
Enternecida por la sonrisa tímida del hombre frente suyo junto su invitación, no puedo evitar aceptar su mano, levantándose con rapidez y cierta elegancia felina que aun parecía conservar de su antigua vida.
—Una caminata suena bien—opino Sylvana antes de sacudir un poco su vestido, agachándose un momento para recoger el olvidado abrigo que usaron para protegerse de la noche.
Lo tomo entre sus brazos con cuidado, quitando cualquier rastro de arena que se le pudiera haber quedado antes de extendérselo al caballero con cierta pena.
—Si le digo la verdad, tienen un sentido del amor bastante romántico—comento la fantasma—. Amar una vez y que sea para siempre…eso no se ve a menudo. —Espero de todo corazón que su voz no sonara tan derrotada como se sentía respecto a ese aspecto. Para ella ya era imposible volver a intentarlo. No sería justo para aquel que estuviera a su lado.
Quitando esas ideas de su cabeza, miro a los ojos al caballero, sonriéndole a modo de disculpa. —Me estaba comentando algo antes de que lo interrumpiera con esa pregunta tan boba. ¿Qué decía usted sobre el aura y olor de su Alfa?
Sylvana Di Angelo- Fantasma
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Re: Sin luna[Libre]
Sin poder evitar que una jovial y cálida sonrisa se dibujase en mi rostro, tomé con suavidad la aterciopelada mano de aquella enigmática dama con la que llevaba un largo y agradable rato conversando, y de quién todavía no había sido capaz de identificar su aura. Pude sentir en el delicado tacto de sus dedos, cuando ligeramente apoyó su mano sobre la mía para levantarse con agilidad del frío suelo, que su temperatura corporal era inferior a la mía; hecho bastante común si no se trataba de un licántropo como yo. De modo que sin obtener todavía respuesta al proceder de su naturaleza, comenzamos a caminar con tranquilidad por la orilla de la playa, donde rítmicas olas rompían a pocos metros de donde nos encontrábamos.
-Es posible que tenga razón y que la mayoría de los lobos tengamos una concepción romántica de lo que debe ser el amor, aunque todavía no puedo confirmárselo, pues no he encontrado a la mujer que será mi compañera hasta el fin de mis días…o al menos creo que no la he encontrado.- apunté esbozando una cálida y tímida sonrisa por estar abriéndole mi corazón a aquella mujer que me había hechizado con tan solo mirarme.- Pero, ¿sabe? Creo que no se trata de un amor romántico, sino del respeto por la mujer a la que en algún momento te enamoraste de ella. Significa luchar por una relación que de seguro tendrá altibajos y no rendirse ante las adversidades…siempre es más fácil rendirse y buscar otro nuevo amor que te resucite el alma, que luchar por aquel que tuviste y que parecía haberse olvidado, pero que en cierto modo sigue estando ahí.
Expliqué mirando hacia el oscuro horizonte iluminado tan solo por las lejanas y titilantes estrellas que esa noche estaban siendo testigos de nuestras confesiones. Pude notar en sus palabras un cierto sentimiento de tristeza, lo que me hizo pensar de nuevo que le habría sucedido con su prometido para que aquella preciosa mujer tuviese el alma hecha pedazos. Y de nuevo, sin saber por qué, noté como mis ojos destellaban un ámbar oscuro, fruto de la impotencia por no haberla conocido antes y haber sido capaz de protegerla. Un extraño sentimiento que se arremolinaba en mi pecho, gritando por salir y del que todavía no era consciente de la causa. Podría ser…no, aquello era imposible. Apenas la conocía de unas horas y era irracional que lo que albergase en lo más profundo de mi alma fuesen celos infundados.
-Amm….cierto, mademoiselle.- afirmé cuando Sylvana me preguntó de nuevo, sacándome de ese loco pensamiento en el que me encontraba.- Le comentaba que sin reconocer su olor o su aura, es complicado poder describirle como es mi alfa, puesto que de apariencia es un hombre normal que puede pasar desapercibido…excepto en luna llena. De modo que es posible que su búsqueda nos lleve más de lo que imaginamos- sonreí de nuevo, mirándola de reojo con atención, con el fin de desenmascarar la razón por la que me sentía tan vulnerable a su lado.
-Es posible que tenga razón y que la mayoría de los lobos tengamos una concepción romántica de lo que debe ser el amor, aunque todavía no puedo confirmárselo, pues no he encontrado a la mujer que será mi compañera hasta el fin de mis días…o al menos creo que no la he encontrado.- apunté esbozando una cálida y tímida sonrisa por estar abriéndole mi corazón a aquella mujer que me había hechizado con tan solo mirarme.- Pero, ¿sabe? Creo que no se trata de un amor romántico, sino del respeto por la mujer a la que en algún momento te enamoraste de ella. Significa luchar por una relación que de seguro tendrá altibajos y no rendirse ante las adversidades…siempre es más fácil rendirse y buscar otro nuevo amor que te resucite el alma, que luchar por aquel que tuviste y que parecía haberse olvidado, pero que en cierto modo sigue estando ahí.
Expliqué mirando hacia el oscuro horizonte iluminado tan solo por las lejanas y titilantes estrellas que esa noche estaban siendo testigos de nuestras confesiones. Pude notar en sus palabras un cierto sentimiento de tristeza, lo que me hizo pensar de nuevo que le habría sucedido con su prometido para que aquella preciosa mujer tuviese el alma hecha pedazos. Y de nuevo, sin saber por qué, noté como mis ojos destellaban un ámbar oscuro, fruto de la impotencia por no haberla conocido antes y haber sido capaz de protegerla. Un extraño sentimiento que se arremolinaba en mi pecho, gritando por salir y del que todavía no era consciente de la causa. Podría ser…no, aquello era imposible. Apenas la conocía de unas horas y era irracional que lo que albergase en lo más profundo de mi alma fuesen celos infundados.
-Amm….cierto, mademoiselle.- afirmé cuando Sylvana me preguntó de nuevo, sacándome de ese loco pensamiento en el que me encontraba.- Le comentaba que sin reconocer su olor o su aura, es complicado poder describirle como es mi alfa, puesto que de apariencia es un hombre normal que puede pasar desapercibido…excepto en luna llena. De modo que es posible que su búsqueda nos lleve más de lo que imaginamos- sonreí de nuevo, mirándola de reojo con atención, con el fin de desenmascarar la razón por la que me sentía tan vulnerable a su lado.
Branco Cafiero- Licántropo Clase Alta
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Re: Sin luna[Libre]
—Que descripción mas bonita—murmuro Sylvana—. Ojalá todos tuvieran ese modo de ver las cosas, signore Cafiero. —Observando aquella marea tan negra, un sentimiento de ahogamiento la embargo de repente.
Se aferro al hombre al lado suyo con más fuerza de la que hubiera querido, tratando de serenar sus emociones. Ver aquel abismo oscuro que parecía apenas moverse le hacia cuestionarse su futuro, y aquello era algo que odiaba pensar.
En vez de mirar al mar, decidió levantar la cabeza y contar las estrellas sobre sus cabezas, recuperando la paz perdida antes de volver a hablar, enfocándose en lo importante de la situación.
—Así que solo puede distinguirse por su aura o aroma—repitió en voz alta la fantasma, casi chasqueando la lengua por la molestia. Si siguiera siendo una cambiante el aura no seria un problema. Le quedaban pocas opciones. —Se que puedo resultar molesta pero, ¿Podría tratar de describirme ambas cosas si es posible? Me niego a darme por vencida tan fácil.
Sonriéndole en modo de disculpa, dejo que el caballero tratara de encontrar las palabras adecuadas mientras ella miraba a su alrededor. Su vestido dejaba marcas por la arena mientras el sonido de sus pasos era amortiguado por la arena mojada.
Sin evitarlo, daba pequeñas miradas hacia la cara del hombre sin saber que decir realmente. El porte que presentaba le agradaba bastante y sus atenciones habían sido encantadoras, tanto que se sentía tratada como si fuera una persona importante de alguna familia de alta sociedad.
Riendo levemente por el pensamiento, sus ojos captaron un leve destello entre la arena, por lo que curiosa como siempre fue su naturaleza, ladeo la cabeza antes de soltarse con suavidad, agachándose sin contemplaciones y apoyando una mano en la arena mientras que con la otra escarbaba para desenterrar aquello que había captado su atención.
No pudo evitar emocionarse cuando entre sus dedos tomo una hermosa y pequeña caracola, tan blanca que el agua del mar solo la hacia resplandecer como las estrellas.
—Nunca había encontrado una igual—susurro casi para si misma, dejando que el agua se llevara los restos de arena de sus manos.
Levantándose con emoción para enseñársela a su acompañante, su boca se abrió para cerrarse poco después, abochornada por su acto. Dudaba mucho que aquel caballero le importara un descubrimiento tan pequeño como ese cuando su alfa era la prioridad.
Se aferro al hombre al lado suyo con más fuerza de la que hubiera querido, tratando de serenar sus emociones. Ver aquel abismo oscuro que parecía apenas moverse le hacia cuestionarse su futuro, y aquello era algo que odiaba pensar.
En vez de mirar al mar, decidió levantar la cabeza y contar las estrellas sobre sus cabezas, recuperando la paz perdida antes de volver a hablar, enfocándose en lo importante de la situación.
—Así que solo puede distinguirse por su aura o aroma—repitió en voz alta la fantasma, casi chasqueando la lengua por la molestia. Si siguiera siendo una cambiante el aura no seria un problema. Le quedaban pocas opciones. —Se que puedo resultar molesta pero, ¿Podría tratar de describirme ambas cosas si es posible? Me niego a darme por vencida tan fácil.
Sonriéndole en modo de disculpa, dejo que el caballero tratara de encontrar las palabras adecuadas mientras ella miraba a su alrededor. Su vestido dejaba marcas por la arena mientras el sonido de sus pasos era amortiguado por la arena mojada.
Sin evitarlo, daba pequeñas miradas hacia la cara del hombre sin saber que decir realmente. El porte que presentaba le agradaba bastante y sus atenciones habían sido encantadoras, tanto que se sentía tratada como si fuera una persona importante de alguna familia de alta sociedad.
Riendo levemente por el pensamiento, sus ojos captaron un leve destello entre la arena, por lo que curiosa como siempre fue su naturaleza, ladeo la cabeza antes de soltarse con suavidad, agachándose sin contemplaciones y apoyando una mano en la arena mientras que con la otra escarbaba para desenterrar aquello que había captado su atención.
No pudo evitar emocionarse cuando entre sus dedos tomo una hermosa y pequeña caracola, tan blanca que el agua del mar solo la hacia resplandecer como las estrellas.
—Nunca había encontrado una igual—susurro casi para si misma, dejando que el agua se llevara los restos de arena de sus manos.
Levantándose con emoción para enseñársela a su acompañante, su boca se abrió para cerrarse poco después, abochornada por su acto. Dudaba mucho que aquel caballero le importara un descubrimiento tan pequeño como ese cuando su alfa era la prioridad.
Sylvana Di Angelo- Fantasma
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Re: Sin luna[Libre]
Nuestros pasos fueron aminorando su marcha sobre la mullida arena donde nuestras huellas serían testigos de ese inesperado encuentro en la playa que había derivado en una velada inolvidable. Sonreí ladino fijando la mirada en la expresión de su rostro cuando, con una mezclar de timidez y nerviosismo, volvió a hacer hincapié en la descripción de mi alfa. No era necesario que me asegurase que no se rendiría fácilmente, estaba siendo consciente de ello y era algo que valoraba positivamente en una persona.
Respiré en profundidad, hinchando mis pulmones para finalizar en un leve suspiro mientras buscaba las palabras adecuadas para ofrecerle esa descripción que tanto necesitaba sobre el prófugo en cuestión.
- Madeimoselle, me está poniendo en un complicado aprieto.- bromeé riendo con suavidad al tiempo que me detenía para observarla directamente a los ojos tras girar levemente sobre mis talones.- ¿Cómo describir algo así? Es como si me pidiese que después de este encuentro le describiese a mi mejor amigo la profundidad de su mirada, la belleza de su rostro o la dulzura que proyecta sobre mí.- confesé un tanto desconcertado por no saber de dónde salía todo aquello, especialmente, sin saber cómo había sido capaz de decirle de sopetón lo abrumado que me sentía a su lado.
- Cherie, simplemente en ocasiones nos encontramos con situaciones que son imposibles de explicar o describir para otra persona, porque no solo es lo que ven nuestros ojos, sino lo que nos hacen sentir cuando las vemos.
Enarqué una ceja cuando Sylvana se soltó repentinamente de mi brazo, del cual se había mantenido sujeta durante el paseo, para acuclillarse sobre la arena y rebuscar en ésta. Aquella mujer era del todo increíble, y cada acto o gesto suyo cada vez me sorprendían más aún. Estaba prácticamente seguro que jamás había conocido a una mujer como ella cuando sus palabras siguientes y una infantil sonrisa me alejaron toda duda de que pudiese haber otra igual.
-Es preciosa de verdad.- apunté sin dejar de mirarla fijamente a los ojos al tiempo que daba un par de pasos para acercarme hasta ella y tomar sus manos entre las mías para observar aquello que me mostraba.- Quedaría bien en un colgante, que si queréis y tenéis tiempo yo mismo os podría tallar.- propuse acariciando levemente el dorso de su mano con mi pulgar.
Respiré en profundidad, hinchando mis pulmones para finalizar en un leve suspiro mientras buscaba las palabras adecuadas para ofrecerle esa descripción que tanto necesitaba sobre el prófugo en cuestión.
- Madeimoselle, me está poniendo en un complicado aprieto.- bromeé riendo con suavidad al tiempo que me detenía para observarla directamente a los ojos tras girar levemente sobre mis talones.- ¿Cómo describir algo así? Es como si me pidiese que después de este encuentro le describiese a mi mejor amigo la profundidad de su mirada, la belleza de su rostro o la dulzura que proyecta sobre mí.- confesé un tanto desconcertado por no saber de dónde salía todo aquello, especialmente, sin saber cómo había sido capaz de decirle de sopetón lo abrumado que me sentía a su lado.
- Cherie, simplemente en ocasiones nos encontramos con situaciones que son imposibles de explicar o describir para otra persona, porque no solo es lo que ven nuestros ojos, sino lo que nos hacen sentir cuando las vemos.
Enarqué una ceja cuando Sylvana se soltó repentinamente de mi brazo, del cual se había mantenido sujeta durante el paseo, para acuclillarse sobre la arena y rebuscar en ésta. Aquella mujer era del todo increíble, y cada acto o gesto suyo cada vez me sorprendían más aún. Estaba prácticamente seguro que jamás había conocido a una mujer como ella cuando sus palabras siguientes y una infantil sonrisa me alejaron toda duda de que pudiese haber otra igual.
-Es preciosa de verdad.- apunté sin dejar de mirarla fijamente a los ojos al tiempo que daba un par de pasos para acercarme hasta ella y tomar sus manos entre las mías para observar aquello que me mostraba.- Quedaría bien en un colgante, que si queréis y tenéis tiempo yo mismo os podría tallar.- propuse acariciando levemente el dorso de su mano con mi pulgar.
Branco Cafiero- Licántropo Clase Alta
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Re: Sin luna[Libre]
Sylvana lo miro sin creérselo del todo, abriendo un poco la boca antes de volver a callar, agachando la cabeza mientras negaba, casi sintiéndose divertida.
—Es usted el que me pone en un serio aprieto con palabras tan amables, signore Cafiero—murmuro la mujer, mordiendo su labio en un gesto nervioso que no había tenido desde su adolescencia al tener las manos ocupadas con la delicada caracola de mar, hablando sin prestar mucha atención a sus palabras—. Todo en usted me hace tener una sensación de peligro, pero a la vez es tan dulce que sigo aquí, casi como si estuviera embriagada de toda esta situación…
Notando lo que decía, chasqueo la lengua con molestia hacia si misma, alzando la mirada mientras trataba de sonreír de manera calmada.
—De todas formas, no me haga mucho caso, he empezado a divagar sin darme cuenta—se justificó, encogiéndose ligeramente de hombros, casi en una señal de resignación—. Sin embargo, tiene razón, a veces es imposible de explicar una situación u persona. Estoy segura que yo no podría describirlo del todo a mi única confidente y hacerle justicia a la multitud de virtudes que me ha mostrado—contesto mientras sonreía de lado—. Aun así, tratare de buscar información sobre su alfa—afirmo con convicción, incapaz de rendirse en un asunto en el que podría ser útil—. Tal vez con su nombre sea suficiente para empezar.
Aun cuando bajo la mirada para observar su nuevo descubrimiento, pudo sentir la mirada de aquel hombre encima suyo, haciendo que se aferrara a la caracola con cierta pena, sin saber como reaccionar cuando sus manos cubrieron de nuevo las suyas, notando la pequeña calidez que podía sentir de él en su limitado sentido.
Era extremadamente leve, pero aquello la hizo sonreír, esperando que no estuviera muy helada como para incomodarlo. Sentir ese ligero calor era tranquilizante, casi acogedor, algo que ya no podía brindar por sí misma.
Su ofrecimiento la saco de ese pequeño momento, mirándolo con sorpresa y expectación, ladeando su cabeza sin poder evitarlo, desbordando esa curiosidad felina que tenía en su interior.
—¿Un colgante para mí? —pregunto Sylvana, apretando sus manos un poco—. Usted…¿realmente querría hacerlo? Debe ser mucho trabajo, no quisiera abusar de su amabilidad—murmuro cohibida, observando como su pulgar acariciaba de nuevo su dorso con extrema suavidad. No sabia si seria correcto o no el aceptar que se tomara aquella molestia por alguien a quien apenas había conocido hace tan poco.
—Es usted el que me pone en un serio aprieto con palabras tan amables, signore Cafiero—murmuro la mujer, mordiendo su labio en un gesto nervioso que no había tenido desde su adolescencia al tener las manos ocupadas con la delicada caracola de mar, hablando sin prestar mucha atención a sus palabras—. Todo en usted me hace tener una sensación de peligro, pero a la vez es tan dulce que sigo aquí, casi como si estuviera embriagada de toda esta situación…
Notando lo que decía, chasqueo la lengua con molestia hacia si misma, alzando la mirada mientras trataba de sonreír de manera calmada.
—De todas formas, no me haga mucho caso, he empezado a divagar sin darme cuenta—se justificó, encogiéndose ligeramente de hombros, casi en una señal de resignación—. Sin embargo, tiene razón, a veces es imposible de explicar una situación u persona. Estoy segura que yo no podría describirlo del todo a mi única confidente y hacerle justicia a la multitud de virtudes que me ha mostrado—contesto mientras sonreía de lado—. Aun así, tratare de buscar información sobre su alfa—afirmo con convicción, incapaz de rendirse en un asunto en el que podría ser útil—. Tal vez con su nombre sea suficiente para empezar.
Aun cuando bajo la mirada para observar su nuevo descubrimiento, pudo sentir la mirada de aquel hombre encima suyo, haciendo que se aferrara a la caracola con cierta pena, sin saber como reaccionar cuando sus manos cubrieron de nuevo las suyas, notando la pequeña calidez que podía sentir de él en su limitado sentido.
Era extremadamente leve, pero aquello la hizo sonreír, esperando que no estuviera muy helada como para incomodarlo. Sentir ese ligero calor era tranquilizante, casi acogedor, algo que ya no podía brindar por sí misma.
Su ofrecimiento la saco de ese pequeño momento, mirándolo con sorpresa y expectación, ladeando su cabeza sin poder evitarlo, desbordando esa curiosidad felina que tenía en su interior.
—¿Un colgante para mí? —pregunto Sylvana, apretando sus manos un poco—. Usted…¿realmente querría hacerlo? Debe ser mucho trabajo, no quisiera abusar de su amabilidad—murmuro cohibida, observando como su pulgar acariciaba de nuevo su dorso con extrema suavidad. No sabia si seria correcto o no el aceptar que se tomara aquella molestia por alguien a quien apenas había conocido hace tan poco.
Sylvana Di Angelo- Fantasma
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Re: Sin luna[Libre]
Cierto nerviosismo apareció en la mirada de la joven tras su desconcertante confesión. Era como si la presencia del otro nos abrumase tanto a ambos que fuésemos incapaces de explicar la razón de por qué nos sentíamos tan desconcertados.
-Son vuestros instintos los que os confunden.- apunté con calidez en la mirada, tratando de transmitirle seguridad y confianza en un tono de voz calmado. Suspiré lentamente antes de continuar, incapaz de no esbozar una cálida sonrisa que confesaba en un sencillo gesto lo que aquella mujer era capaz de hacerme sentir sin apenas conocerla.- El instinto más primario, el que motiva vuestra supervivencia, le avisa que mi aura es peligrosa; que puedo perder el control en cualquier momento y convertirme en una bestia sin control que le aúlla a la dama blanca cada luna llena.- avancé un paso hacia ella, sin perder el contacto visual, tomando con delicadeza una de sus manos.- [color:4e5a=ffcc00]Sin embargo, ese solo le habla al subconsciente. Por eso, cada minuto que pasa de esta encantadora velada, su parte racional, la que vos controláis, le dice que no hay malo en mí. Déjese guiar por la segunda, al menos mientras no haya luna llena.- bromeé dejando un suave beso en el dorso de su mano antes de liberarla.
Asentí con la cabeza, aceptando de buena gana su predisposición de ayudarme. Nunca venía mal un poco de información, y si ella llevaba más tiempo que yo en París de seguro que le sería más fácil obtenerla.- Luego le apuntaré todo lo que pueda servirle para seguir la pista de mi alfa, la última dirección que dejó y cuando le perdimos el rastro. Aunque por experiencia le digo que si éste no quiere ser encontrado, jamás lo conseguiremos. – apunté caminando lentamente un par de pasos más, cabizbajo y con cierto aire melancólico al pensar que tal vez mi viaje tan lejos de casa habría resultado en balde.- Si lo miramos por el lado bueno, la búsqueda de mi alfa nos obsequiará con más tiempo juntos.
Seguía enfrascado en mis pensamientos, desconcertado por seguir sin descubrir la naturaleza de mi acompañante cuando de nuevo el dulce y aterciopelado tono de su voz me hicieron volver a la realidad.- Pequeña, sería un placer poder hacer algo con lo que pasado un tiempo recuerde este momento. Creáme que no es molestia alguna y que me haría feliz si aceptase.- sonreí de lado, buscando un lugar donde realizar aquello a lo que me había ofrecido. Portaba encima un par de cuchillos que serían suficientes para ello, y una fina aunque resistente cuerda que podría servir por el momento de collar.
- ¿Le parece que avancemos hasta aquellas rocas y tomemos asiento allí mientras le elaboro el colgante?- propuse ofreciéndole el brazo a modo de invitación para continuar nuestro paseo hasta dicho lugar. Sentía el impulso de preguntarle porque no conseguía adivinar su naturaleza, porque el color de su aura así como su temperatura corporal me llevaban a extremos opuestos, pero no quería estropear ese mágico momento en el que parecía que nuestras alma conectaban a la perfección.
-Son vuestros instintos los que os confunden.- apunté con calidez en la mirada, tratando de transmitirle seguridad y confianza en un tono de voz calmado. Suspiré lentamente antes de continuar, incapaz de no esbozar una cálida sonrisa que confesaba en un sencillo gesto lo que aquella mujer era capaz de hacerme sentir sin apenas conocerla.- El instinto más primario, el que motiva vuestra supervivencia, le avisa que mi aura es peligrosa; que puedo perder el control en cualquier momento y convertirme en una bestia sin control que le aúlla a la dama blanca cada luna llena.- avancé un paso hacia ella, sin perder el contacto visual, tomando con delicadeza una de sus manos.- [color:4e5a=ffcc00]Sin embargo, ese solo le habla al subconsciente. Por eso, cada minuto que pasa de esta encantadora velada, su parte racional, la que vos controláis, le dice que no hay malo en mí. Déjese guiar por la segunda, al menos mientras no haya luna llena.- bromeé dejando un suave beso en el dorso de su mano antes de liberarla.
Asentí con la cabeza, aceptando de buena gana su predisposición de ayudarme. Nunca venía mal un poco de información, y si ella llevaba más tiempo que yo en París de seguro que le sería más fácil obtenerla.- Luego le apuntaré todo lo que pueda servirle para seguir la pista de mi alfa, la última dirección que dejó y cuando le perdimos el rastro. Aunque por experiencia le digo que si éste no quiere ser encontrado, jamás lo conseguiremos. – apunté caminando lentamente un par de pasos más, cabizbajo y con cierto aire melancólico al pensar que tal vez mi viaje tan lejos de casa habría resultado en balde.- Si lo miramos por el lado bueno, la búsqueda de mi alfa nos obsequiará con más tiempo juntos.
Seguía enfrascado en mis pensamientos, desconcertado por seguir sin descubrir la naturaleza de mi acompañante cuando de nuevo el dulce y aterciopelado tono de su voz me hicieron volver a la realidad.- Pequeña, sería un placer poder hacer algo con lo que pasado un tiempo recuerde este momento. Creáme que no es molestia alguna y que me haría feliz si aceptase.- sonreí de lado, buscando un lugar donde realizar aquello a lo que me había ofrecido. Portaba encima un par de cuchillos que serían suficientes para ello, y una fina aunque resistente cuerda que podría servir por el momento de collar.
- ¿Le parece que avancemos hasta aquellas rocas y tomemos asiento allí mientras le elaboro el colgante?- propuse ofreciéndole el brazo a modo de invitación para continuar nuestro paseo hasta dicho lugar. Sentía el impulso de preguntarle porque no conseguía adivinar su naturaleza, porque el color de su aura así como su temperatura corporal me llevaban a extremos opuestos, pero no quería estropear ese mágico momento en el que parecía que nuestras alma conectaban a la perfección.
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Re: Sin luna[Libre]
Sylvana acepto su invitación, tomando el brazo que le ofrecía de nuevo, empezando a acostumbrarse un poco al muy ligero calor que podía percibir a través de sus dedos, sentándose con cuidado entre las rocas cuando llegaron hasta el lugar donde el caballero había sugerido.
La brisa salada era reconfortante de alguna forma, aun cuando era apenas inexistente para ella, el estar ahí le hacía inmensamente feliz.
—Si me permite decirlo, suena a que su alfa esta acostumbrado a salirse con la suya —comento Sylvana en un tono divertido—. Aun así, si puede darme esa información será suficiente para empezar. Uno nunca sabe cuándo tendrá un golpe de suerte, ¿No lo cree?
Jugando con el listón de su vestido de nuevo observo como su acompañante empezaba a sacar lo necesario para hacer el collar, notando lo preparado que estaba para cualquier contratiempo. La cuerda en cambio fue una agradable sorpresa.
—Parece un hombre precavido, signore Cafiero —murmuro Sylvana, a la expectativa de como haría que la pequeña caracola que había encontrado se convirtiera en un collar.
Sonriendo con cierta tristeza desvió la mirada hacia el mar, notando a lo lejos el faro que brillaba con fuerza. No sabía cuánto tiempo había pasado desde que se habían encontrado, casi sentía que llevaban toda la noche solo caminando, hablando de todo y nada de alguna forma.
Y empezaba a sentirse culpable. El querer fingir que seguía estando viva era una ilusión que a veces parecía crearse a si misma, pero nunca involucrando a alguien más de la manera en la que había pasado con aquel caballero.
¿Qué haría si sabía lo que ella era?
Mirándolo de reojo, abrió los labios solo para volver a cerrar su boca, sin saber que decir, que hacer a partir de ahora.
¿Debería despedirse cuando terminara de hacerle ese lindo presente junto con la información de su alfa? ¿Revelarle que era? Sinceramente estaba sorprendida que aun no le hubiera dicho nada, muchos notaban su estado después de pasar un poco de tiempo con ella. ¿No le estaba acaso mintiendo descaradamente?
Apretando sus puños, decidió que lo mejor era dejar esa farsa. Si aquel caballero terminaba rechazándola o decepcionado, al menos no seguiría engañado por una mentira que ella misma a veces deseaba creer.
—Disculpe…si mi pregunta suena rara —empezó Sylvana, sonriéndole aun con esa tristeza combinada con una profunda resignación —. Pero, ¿Usted cree en lo sobrenatural? —agacho un poco su cabeza, riendo muy quedamente—. Y no me refiero a los cambiantes, licántropos y demás, si no aquello que esta más allá de eso.
Sylvana Di Angelo- Fantasma
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