Sin luna[Libre]

Recuerdo del primer mensaje :

Otro día más llegaba a su fin sin que hubiese encontrado rastro alguno de mi alfa. Pistas que solo me llevaban hasta callejones sin salida, o hasta otras pistas imposibles de seguir. Me consideraba de los mejores rastreadores que tenía la manada, pero en esta ocasión parecía como si mi alfa hubiese desaparecido, o no quisiese ser encontrado.

Encaminé lentamente mis pasos hacia la playa; necesitaba alejarme de aquella bulliciosa ciudad que anulaba mis instintos y dejarme llevar aunque fuese solo por unas horas por la naturaleza. Tras el ocaso, la playa estaba totalmente vacía, la humedad que envolvía todo París podía observarse en una fina bruma a la orilla del mar y nadie en su sano juicio pasearía por esos lares arriesgándose a coger una pulmonía. Esa noche la luna brillaba por su ausencia, y solo las luces del puerto lejano lanzaban sombras fantasmagóricas sobre la playa.

Me agaché para quitarme las botas, disfrutando como hacía tiempo que no hacía de esa sensación de libertad cuando las olas mojaban mis pies descalzos. Poco a poco y sin prisas fui recorriendo la playa en su total longitud, encontrándome al fondo de la misma con un conjunto de rocas elevadas que parecían introducirse varios metros en la orilla.

La niebla se estaba volviendo más espesa conforme pasaba el tiempo, y no fue hasta que estuve lo suficientemente cerca de este lugar cuando me percaté de la presencia de otro ser, del que a pesar de esta dotado de una enigmática aura, no podía distinguir de que especie de trataba.
Avancé con curiosidad, preguntándome que haría sentado en esas frías rocas, con la mirada perdida en el horizonte, y sobre todo, aguantado la humedad de la noche sobre su cuerpo.
Mi sorpresa aumentó cuando al estar a unos pocos metros de ese ser descubrí que era una mujer; una preciosa mujer de cabellos castaños y una aura fuerte. Parecía ensimismada en sus pensamientos, aunque imaginé que había notado mi presencia sin problemas.

-¿Se encuentra bien, mademoiselle?- pregunté cuando alcancé su posición, y coloqué mi capa de pieles por encima de sus hombros, arrodillándome a su lado con una sonrisa de medio lado dibujada en mis labios.- Hace mucho frío para permanecer a la intemperie esta noche, ¿no cree?-Busqué en su mirada algo que me indicase que podía haberla llevado hasta allí; tal vez solo buscase lo mismo que yo, desconectar de la civilización durante unas horas.

Una sonrisa de medio lado se dibujó en mis labios cuando aquella bella damisela aceptó mi invitación y con tranquilidad paseamos con nuestros brazos entrelazados hasta el lugar donde le había propuesto descansar mientras le preparaba el colgante; ese que esperaba que cuando nuestros caminos se separasen de nuevo, le llevase recordar esta preciosa velada que el destino nos había regalado y que deseaba que no terminase jamás.

– Es un alfa, está acostumbrado a salirse con la suya casi siempre.- apunté continuando con su broma mientras mi mirada se depositaba en ese bello rostro que sonreía para mí, incapaz de contener aquel pensamiento que por mi mente aparecía una y otra vez.- Sin intención de parecer pretencioso, creo que al conocerla esta noche he gastado toda mi suerte de una sola vez.- confesé con cierta timidez, depositando un suave beso en el dorso de su mano antes de liberarla y tomar asiento en aquellas rocas que me servirían para extender lo necesario para el obsequio que estaba dispuesto a realizarle. Comenzaba a darme cuenta de que negar lo evidente era absurdo, y la calidez de aquella mujer en cada palabra que pronunciaba, en cada gesto, provocaba en mi un sinfín de emociones imposibles de describir.

De una pequeña pulsera de cuero que portaba en la muñeca derecha y que a simple vista parecía trenzada de cualquier forma, deslié una resistente cuerda que podía ser de utilidad ante las emergencias más impensables.- Soy un superviviente, mon cherie. – afirmé divertido con una amplia sonrisa al tiempo que soltaba la pulsera y dejaba un solo cordón de cuero de donde había parecido que habían varios trenzados; aprovechando el momento para buscar su cómplice mirada, guiñándole el ojo con cierta picardía.- Un par de cuchillos, esta resistente cuerda trenzada y algún que otro útil más pueden resultar suficientes para sobrevivir en el bosque si surgiese un contratiempo.- comencé a explicar mientras con cuidado empezaba a limar la concha que se convertiría en colgante, quitándole los residuos marinos y las puntas que sobresalían de ésta.

Podía sentir la cercanía de Sylvana, que permanecía sumida en un sepulcral silencio probablemente absorbida por sus propios pensamientos, sopesando si sería justo retrasar conscientemente la elaboración del colgante para mantenerla más tiempo a mi lado. Era egoísta pensar así, pero era tan placentera su compañía, que me negaba a despedirme por el miedo a que nuestros caminos nos volviesen a cruzarse. Su dulce voz, acompañada esta vez de cierto tono melancólico me devolvió a la realidad, dejando a un lado lo que estaba haciendo para mirarla directamente a los ojos, totalmente desconcertado por su pregunta.

- Me convierto en un enorme lobo cada luna llena por una extraña maldición, persigo a muertos que continúan con vida paseándose tras el ocaso, y he visto humanos transformarse en insignificantes ratones, con el cambio de volumen que ello implica.- acaricié suavemente su mentón con mi pulgar, sin desviar mi mirada de la suya. ¿Por qué aquella pregunta? ¿Qué era lo que le preocupaba?.- He aprendido a creer que hay un mundo paralelo al que el resto de humanos es capaz de percibir; un mundo mágico, distinto, donde las más hermosas criaturas permanecen ocultas a los ojos del resto de la humanidad. Cualquier cosa es posible; lo real o lo irreal son solo conceptos que no están acotados de forma correcta.- afirmé tomándola de la mano con cuidado. Algo me decía que aquella pregunta tenía algo que ver con la duda que llevaba rondando mi mente toda la noche, y era su verdadera naturaleza.- Dime pequeña, ¿Qué es lo que os preocupa?

Sylvana lo miro con cierta tristeza, sonriendo con resignación ante lo que ella sabia era inevitable, tomando con delicadeza la mano que tenia en su mentón, solo dejándola reposar sobre la suya, bajando la mirada.

—De pequeña, yo era demasiado miedosa —empezó la joven, casi como si divagara—. Sabía que había vampiros, cambiantes, licántropos como usted y sin fin de otras razas, pero entender esto no era lo que me daba miedo.

Cerrando los ojos, apoyo su mejilla en la palma del hombre en un gesto casi derrotado, sin saber cómo terminaría aquello.

—Le temía a aquello que no podía ver, a lo que no podía entender —continuo la fantasma, casi en un murmullo, entreabriendo sus ojos para observar el collar a medio terminar antes de reír con levedad—. Me asustaba aquello en lo que termine convirtiéndome.

Alzando la mirada, observo su rostro con atención antes de seguir un impulso, acercando ambas manos hacia sus mejillas, acariciándolas con suavidad entre sus pulgares.

—En vida, era una cambiante felina que pensaba que tendría un final feliz y una vida tan larga como mi especia podría permitirme —siguió—. En muerte…bueno, no soy mas de lo que usted tiene enfrente.

Dejando su forma corpórea, su cabello empezó a ondear en el viento creando leves espirales que rodeaban su rostro, el olor a lirios haciéndose presente mientras la temperatura bajaba un poco más mientras ella se separaba, llevando ambas manos a su pecho para sujetar su colgante con fuerza, pensando que a él no le gustaría que siguiera tocándolo en esa forma.

—Usted ha sido… —las palabras se trabaron en su garganta, apretando con mas fuerza la pequeña lagrima que tenia entre sus manos—. Ha sido maravilloso conmigo. Nunca me habían tratado con tanto cuidado y por eso, le estaré agradecida siempre.

Se quedo un momento sin saber que decir, abriendo la boca para volver a cerrarla un momento después, dejando de flotar para sentarse frente suyo.

—No quería seguir mintiéndole sobre lo que soy —murmuro Sylvana, mirándolo con cierta tristeza—, pero no sabía cómo explicarlo, quería sentir…sentirme viva a través de sus ojos, aunque solo fuera un momento —explico con voz queda, señalando el collar sin terminar con un tembloroso dedo índice—. Entenderé si no desea seguir, pero me gustaría conservarlo. Quisiera tener un recuerdo de esta noche…de usted.

Comencé a sentir la tristeza en aquellos preciosos ojos claros que llevaban iluminando mi noche desde hacía horas, con mucha más intensidad que cualquier otra estrella del firmamento. Ese sexto sentido que alguno poseíamos me avisaba de que lo que Sylvana estaba a punto de confesarme era aquello que la había tenido sometida a un dolor indescriptible durante toda la velada; incluso cuando esbozaba esa preciosa sonreía que poseía, se podían percibir ciertos retazos de desasosiego provocados por algo del pasado que la tenía atormentada. Frustrado por no poder impedir que se sintiese de nuevo abatida al contarme aquello que tanto la abrumada, y por otro lado incapaz de continuar más tiempo sin saber que era lo que no decía ocultaba, permití que la joven fuese confesando su verdad sin interrumpir ni una sola vez en su explicación. Ella necesitaba su tiempo para confiar en mí, y yo otro tanto para ir asimilando cada una de sus palabras.

Sin embargo eran más esos sencillos gestos de permitir que acariciase la suave piel de su rostro con mi mano, o el roce de las yemas de sus dedos sobre mi incipiente barba, lo que me demostraba la bondad de su alma y la necesidad de recibir más cariño que cualquier otro ser, fuese de la naturaleza que fuese.

Al principio me costó seguir el hilo de sus pensamientos, no comprendía bien a qué tipo de sobrenatural se refería cuando mencionaba que tenía miedo a aquello que no podía ver. Lo primero que se me pasó por la mente es que era la brujería lo que tanto le preocupaba, más no tardé en ser consciente de la cruda realidad. Aquella bella criatura que, como bien decía, había sido una cambiante, cambió su verdadera naturaleza por la de algo mucho más etéreo y desconcertante. Por eso me costaba tanto identificar su aura, porque a pesar de haberse convertido en fantasma, mantenía su esencia como cambiante; lo que me había hecho estar confundido toda la noche.

La observé con tristeza cuando se separó de mi lado, cuando sus manos dejaron de acariciar mis mejillas y sentí que la iba a perder para siempre. ¿Acaso era tan importante nuestra naturaleza? Para mí no la era, puesto que a pesar de ver como se convertía frente a mí en un cuerpo traslúcido, no dejaba de ser esa preciosa joven con la que deseaba continuar la velada.

-Pequeña, no debe darme las gracias por algo que proviene del alma. Y era así como ésta me pedía que me comportase con usted. Y no merecía menos.- apunté tomando esta vez el turno de palabra tras haber asimilado todo lo que me había confesado.- Para mí seguís siendo la misma preciosa mujer con la que he tenido la suerte de tropezar esta noche. ¿Qué importa una visión corpórea de vuestro ser, o la versión traslúcida del mismo?- tendí la mano como invitación a que regresase de nuevo a mi lado.

- Sería un honor para mí que porte este colgante que voy a regalarle igualmente, y que si no le importa, poder disfrutar un poco más de su compañía.- seguía siendo ella, con esa dulce voz, esa inolvidable mirada y esa arrebatadora forma de ser que sabía que me dejaría una huella para siempre.- Eso si...- continué con una cálida sonrisa.-..deberá tener paciencia y explicarme como es exactamente eso de ser fantasma. Es la primera vez que hablo con uno.- concluí de forma risueña. Era consciente de que la forma en que habría llegado a convertirse en tal habría sido como poco escabrosa, pero no deseaba hacerle más daño. Esa historia era algo que debería salir de ella si quería contármela.

Sylvana miro con fijeza al hombre frente suyo, de alguna manera incrédula por lo bien que lo había tomado. Sonriendo con mas calma, no pudo evitar reír con ganas mientras aceptaba la mano del licántropo, dejando que el sonido de las campanillas resonara con libertad al no tener que suprimirlas.

—Es bastante divertido cuando empiezas a acostumbrarte —comento Sylvana cuando dejo de reír—. Aunque debo admitir que es desconcertante al principio. Cuando los inquisidores me asesinaron pensé en todo lo que estaba dejando atrás…supongo que eso fue lo que me hizo aferrarme a esta existencia.

La mujer observo el collar a medio terminar, soltando la mano de su acompañante con suavidad para dejarlo continuar. Se sentía con mas libertad, sin el temor de hacer algo que asustara al hombre a su lado y terminara tomando esa experiencia como algo negativo.

Entrelazando sus propias manos las dejo caer sobre su regazo, observo las nubes que ocultaban la luna casi toda su totalidad, apenas dejando pasar pequeños destellos nacarados que brillaban contra el oscuro mar.

—Ser un fantasma…bueno, no estoy segura de poder describirlo del todo —comenzó la mujer, casi como si hablara para si misma—. En el viñedo donde nací a veces podía notar algunas sombras que se movían por la casa o las plantaciones. Recuerdo muy bien como mis hermanos me molestaban con eso.

El recuerdo de sus hermanos mayores la hizo sonreír con anhelo, extrañando incluso esos momentos donde la asustaban solo para verla convertirse en su forma de gato negro cuando aun no la dominaba, maullando con enojo antes tratar de rasguñar sus caras.

—Recordándolo ahora, no me hace tener dudas que esas sombras debían ser personas…si es que aun se pueden llamar así, parecidas a mí, aferradas a algo que desean pero que no podrán volver a tener. —Agachando la cabeza, la ladeo ligeramente sin darse cuenta en un gesto bastante felino, buscando las palabras para continuar—. Usted vera, en mi actual condición podría pasar por una persona normal, pero nunca volveré a sentir mi alrededor como lo hacia como cambiante. Mis sentidos deben estar incluso por debajo de un humano y, aunque tengo ciertas habilidades, ya no queda casi nada de mi lado cambiante. Si no me quedara mi forma felina, probablemente hubiera resentido mi cambio por bastante tiempo.

Para darle un ejemplo de lo que se refería se concentró en cambiar poco a poco hasta que en el lugar de la joven solo quedo un gato negro que parecía sonreír con ligereza, moviendo la cola de un lado a otro con elegancia.

Las olas chocaban con fuerza contra las rocas del acantilado que se encontraban a nuestros pies, como si por alguna extraña razón la naturaleza fuese capaz de ver a través de mis ojos, y representar en su oleaje esa poderosa rabia que sentía. Tardé unos minutos en ser consciente que uno no nace siendo fantasma, que esa naturaleza sucede por una sola razón. Apretando los puños con rabia, sentía como por el forcejeo hasta mis colmillos chirriaban dentro de mi boca. ¿Qué clase de monstruo había sido capaz de arrancarla la vida a un ser tan hermoso como aquella preciosa cambiante, que no se encontraba más que en la flor de su existencia?

Acerqué con timidez su mano traslucida hasta mis labios, donde deposité un cálido beso.- Apuesto a que habéis hecho uso de vuestra nueva condición, asustando a más de uno que se lo tenía merecido.- afirmé, intentando calmar la impotencia que sentía por no haber podido hecho nada para que esa preciosa mujer se mantuviese con vida. Cogí a continuación la caracola que se había quedado olvidado en la roca, y uno de los punzones con útil para proseguir con mi labor de convertirlo en un hermoso colgante.

Verla sonreír al rememorar esos recuerdos de antaño hizo que se me encogiese el corazón. Ahora comprendía la tristeza en su mirada cuando hablaba de su familia, y del hecho que no sabía si podría volver a casa. Regresar supondría llevar la noticia de su muerte, de su desaparición. Sentí como la pena me invadía el pecho, incapaz de respirar con normalidad. Tenía la necesidad de abrazarla, de decirle que todo saldría bien y que yo estaría siempre a su lado…pero, no podía. Me daba miedo que ella rechazase mi gesto pensando que lo hacía por lástima. ¿Cómo consuelas de algo así a otro y te mantienes entero para no terminar llorando junto a él?

-A pesar de estar encerradas en un mundo extraño, que no es ni el real ni la vida que les espera después de la muerte, cherie, esas sombras no dejan de ser personas, que como usted también sienten y sufren.- la volví a coger de la mano, necesitaba tener ese tipo de contacto con ella.- ¿Cuál fue su motivo para quedarse aquí? ¿Qué es lo que la ata a no dar el paso y tener una vida feliz en el más allá?- finalmente la solté, quedándome perplejo cuando con cierta concentración consiguió transformarse en un gato negro.

-Hasta convertida en gata estáis hermosa.- murmuré con una amplia sonrisa, pasando la fina cuerda de cuero por el interior del agujero que había hecho en la caracola.- Wala, mi pequeña cambiante ya tiene un recuerdo mío que podrá llevar toda la eternidad. Suspiré con tristeza, suplicando porque su situación pudiese cambiar de alguna forma, tal vez magia, negué con la cabeza. Estaba abatido por todo aquello, y no sabía como reaccionar.

Observo el colgante en su cuello con enorme aprecio, moviendo su cola de un lado a otro sin poder evitarlo por puro goce antes de maullar en gratitud, frotando su cara contra la mano del hombre antes de cambiar de nuevo a su forma humana, regalándole una sonrisa por sus palabras.

—Usted realmente sabe que decirle a una dama —comento la mujer con diversión, tomando el colgante entre sus manos con mucho cuidado antes de observar las olas que parecían ganar fuerza mientras más tiempo pasara.

—He asustado a hombres que creen que pueden hacer lo que deseen solo por tener algo de fuerza —admitió la fantasma, sonriendo de lado al recordar esos momentos—. Es bastante satisfactorio si le soy sincera. Me hace ver que no todo se ha perdido después de este cambio.

Ladeando la cabeza, cayo en cuenta de la palabra que siempre usaba para referirse a su muerte, volteando hacia su acompañante con una expresión de duda.

—¿Cree que cambio sea la palabra correcta? —pregunto sin poder evitarlo, negando con la cabeza—. A veces no se como referirme a ese momento, lo que me volvió lo que soy ahora.

Tomando un momento para organizar sus ideas, sonrió con algo de añoranza y resignación, viendo hacia el horizonte, imaginando el viñedo que la vio crecer.

—Me quede por miedo a dejar en peligro a la gente que me importa solo por mis acciones temerarias —contesto Sylvana, su mente perdida en los recuerdos—. En mi familia, la cual ya no podría ver y, tal vez como otra razón, el miedo de no saber lo que vendría después de que me fuera.

Debía admitir que aun estando viva siempre había tenido algo de repelús a la idea de morir en algún momento, imaginando los eventos que podría perderse, el futuro de su raza y de todos aquellos que eran similares.

—No tengo idea de como es el más allá —prosiguió la fantasma—. Pero dudo que me diera la paz que tengo ahora al saber que puedo proteger a aquellos que son importantes para mí.

Volteando hacia el hombre a su lado, noto con preocupación la expresión en su rostro, siéndole dolorosamente familiar. Podía sentir de alguna forma su tristeza y la pose de absoluta derrota que tenia solo parecía delatar su congoja aun cuando trataba de ocultarla.

Le recordaba tanto a Odette cuando volvió a verla. Los mismos ojos llenos de furia que solo fueron dando paso a la tristeza y la culpa de no haber logrado hacer nada por ella.
No quería verlo de esa forma.

—Signore Cafiero —lo llamo con suavidad, colocando una mano en su hombro—. Estoy satisfecha con esta forma. No puedo negar que añoro varias cosas, pero momentos como este me hacen pensar que vale la pena si con ello puedo conocer y ayudar a personas tan maravillosas como usted —afirmo mientras le sonreía de la manera mas cálida que pudo, esperando que sus palabras le quitaran aunque fuera un poco el peso que parecía haber caído en su espalda.

Mis dedos acariciaron con suavidad los suyos cuando cogió de éstas el colgante que le había confeccionado con facilidad, comprendiendo esta vez porque la temperatura de su piel era ligeramente inferior a la normal y su aura tan distinta a todas las que había conocido hasta entonces.  Mantenía una parte de su alma cambiante, esa que se negaba a marcharse de ese plano sobrenatural donde éramos pocos los privilegiados que podíamos percibirlo; era por ello que su aura continuaba teniendo tonalidades cálidas. Sin embargo, en el plano real, ese que solo percibían los humanos y que pensaban que era el único existente, ella había dejado de existir.

La marea estaba subiendo con demasiada rapidez. El sonido de las olas rompiendo contra las rocas me sacó de tales tristes pensamientos, devolviéndome a la dulzura de su mirada. Sonreí con melancolía, imaginando a qué tipo de hombres se habría dedicado asustar; consciente de lo que me hubiese gustado conocerla cuando todavía era ella, cuando la vitalidad corría por sus venas y ese temperamento fuerte que parecía tener se encontraba en todo su esplendor.

-Cambio me parece una palabra que define con bastante exactitud su estado. Especialmente si se siente cómoda al utilizarla para expresar lo sucedido.- afirmé con tranquilidad, colocándome en pie despacio a su lado. Podía percibir con mi olfato el ambiente húmedo que nos iba engullendo poco a poco, señal inequívoca de  que una tormenta se aproximaba a nosotros.

La melancolía  y la añoranza en el tono de su voz eran más que notorias, haciéndome sentir culpable por hacerle revivir su dolor con ese tipo de preguntas. Pero necesitaba entenderla, comprender que era lo que la ataba a esta no vida, donde muchas vivencias se quedarían fuera de su alcance por su nueva naturaleza. Experiencias que movían el mundo, que eran la razón de ser de todo ser humano, cambiante o sobrenatural. La felicidad, el amor…la vida. Asentí con la cabeza con lentitud, comprendiendo el sacrificio que Sylvana hacía al permanecer en este plano, con la intención de no abandonar a su familia, de mantenerlos protegidos. – Desconozco como será el más allá, y como vos, me acojo al dicho de “más vale malo conocido que bueno por conocer”.- había arriesgado mi vida mil veces, pero jamás se me había ocurrido pensar que sucedería si en una batalla salía derrotado.- Si me lo permitís me gustaría colocaros el colgante.

Sonreí de medio lado, colocando mi mano sobre la suya que descansaba en mi hombro tras esas dulces palabras, tomándola ésta para depositar un suave beso en el dorso de la misma.- A quien le ha merecido la pena un momento así ha sido a mí, pequeña.- susurré frente a sus nudillos, manteniendo su profunda mirada con la mía. Era realmente preciosa, y no solo por el físico, sino por esa envolvente forma de ser.- Se aproxima una tormenta, tal vez deberíamos refugiarnos en alguna cueva. Si no recuerdo mal, al lado de donde aposté mi montura había una cómoda gruta.- afirmé observando con preocupación el firmamento, que fue atravesado por un enorme relámpago que iluminó nuestros rostros durante unos segundos. Era consciente de que ella no necesitaría cobijo, podría desaparecer cuando creyese conveniente, más me negaba a terminar la velada ahora que empezaba a conocerla.

Sylvana se obligo a sostenerle la mirada, sonriéndole lo mejor que podía a pesar de la ligera vergüenza que sentía por la forma en que la miro.

—Exagera, signore Cafiero —murmuro, desviando al final la mirada a su alrededor—. Aunque sí que puede ser algo para contar después, ¿no cree? No todos los días encuentra a un fantasma que no trate de echarlo de su casa o el poseer su cuerpo —bromeo con ligereza—. ¿Puede creer que alguna vez pensaron que era un espíritu maligno? Ya ni siquiera puedo contar las veces que han tratado de rociarme con agua bendita. Los humanos llegar a ser muy sensoriales.

Dejando de desvariar y notando el relámpago que surco el cielo, Sylvana asintió con ligera inquietud.

—Creo que seria lo más conveniente para usted. Uno nunca sabe que accidentes pueden pasar —murmuro la mujer, aceptando su invitación mientras extendía el collar para depositarlo en su mano—. También seria un lindo detalle de su parte el ayudarme a colocarlo, pero eso puede esperar.

Dejo que el licántropo la guiara con presteza, notando con mayor frecuencia los resplandores en el cielo y el crepitar del trueno que vino después de estos, haciéndola sonreír sin poder evitarlo. Ese tipo de climas eran de su agrado aun cuando seguía viva, corriendo entre la tierra junto a sus hermanos para ver quien llegaba antes al final de sus terrenos. A sus hermanas menores nunca les gusto el salir a ensuciarse, en cambio ella misma terminaba sacando sus zapatos en la entrada a la mínima señal de lluvia, riendo al escuchar la queja de los gemelos por tratar de tomar ventaja.

Apretó con ligereza la mano de su acompañante al sentir el acostumbrado pesar que le envolvía junto a la antigua felicidad, haciéndole desviar la mirada y empezar a caminar delante del caballero para que no viera su expresión.

—¿Su caballo estaba por aquí decía? —pregunto señalando algún punto frente suyo, volteando cuando estuvo segura que su expresión no reflejaba nada más que tranquilidad.