AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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No te fíes de los caminos [Privado]
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No te fíes de los caminos [Privado]
La corona era para el soberano como una de esas mujeres guapas y alegres a las que ningún hombre se resiste al principio, pero que después desea que se la hubiera llevado otro, porque causan mucho sufrimiento. No se daba la molestia de ser seductora, porque bastaba el llamativo poder que desprendía para excitar a los hombres.
Para Ischirione, la humanidad era masoquista y eso nadie podía negarlo. El hecho estaba en sobrevivir a uno mismo. Había aceptado el cargo que por su sangre le correspondía, aquél para el que su educación lo había preparado, ¿y para qué? Para que sus detractores lo llamaran bastardo, como estaba escrito en algunas paredes de las principales ciudades de Italia, por sus detractores.
El colmo era que debía añadir a la ecuación a su sobrina Alessandra, por petición de su hermana Orsolina.
— Escondiendo a mi propia sobrina por mi hermana, como mi padre me escondió por ser gobernante. Sólo falta que el día de mañana oculte a mi hijo para dar inicio a la dinastía bastarda. — murmuraba en su carruaje, junto a su madre. Y aunque ella trataba de convencerlo de no poner en su boca las palabras de sus enemigos, no era capaz de suplir las carencias de su hijo.
Detuvieron el paseo de improviso, sin dar señales de una pronta reanudación. Ischirione, pasando por alto el protocolo de seguridad, asomó la cabeza por su ventana y descubrió la causa: un carruaje volcado bloqueando el camino. Al parecer, el hecho había sido reciente.
La guardia del rey le pidió que no saliera de su transporte, pero Ischirione, debido a su humilde crianza, no sabía ignorar los males ajenos. Bajó de inmediato, se acercó a dos metros de distancia de la zona de catástrofe y preguntó esperando cualquier tipo de respuesta.
— ¿Hay alguien ahí? Denos una señal. Mis hombres le ayudarán.
Si nadie contestaba, la cosa se enturbiaba: o los ocupantes estaban muertos o se trataba de una emboscada.
Para Ischirione, la humanidad era masoquista y eso nadie podía negarlo. El hecho estaba en sobrevivir a uno mismo. Había aceptado el cargo que por su sangre le correspondía, aquél para el que su educación lo había preparado, ¿y para qué? Para que sus detractores lo llamaran bastardo, como estaba escrito en algunas paredes de las principales ciudades de Italia, por sus detractores.
El colmo era que debía añadir a la ecuación a su sobrina Alessandra, por petición de su hermana Orsolina.
— Escondiendo a mi propia sobrina por mi hermana, como mi padre me escondió por ser gobernante. Sólo falta que el día de mañana oculte a mi hijo para dar inicio a la dinastía bastarda. — murmuraba en su carruaje, junto a su madre. Y aunque ella trataba de convencerlo de no poner en su boca las palabras de sus enemigos, no era capaz de suplir las carencias de su hijo.
Detuvieron el paseo de improviso, sin dar señales de una pronta reanudación. Ischirione, pasando por alto el protocolo de seguridad, asomó la cabeza por su ventana y descubrió la causa: un carruaje volcado bloqueando el camino. Al parecer, el hecho había sido reciente.
La guardia del rey le pidió que no saliera de su transporte, pero Ischirione, debido a su humilde crianza, no sabía ignorar los males ajenos. Bajó de inmediato, se acercó a dos metros de distancia de la zona de catástrofe y preguntó esperando cualquier tipo de respuesta.
— ¿Hay alguien ahí? Denos una señal. Mis hombres le ayudarán.
Si nadie contestaba, la cosa se enturbiaba: o los ocupantes estaban muertos o se trataba de una emboscada.
Ischirione Della Bordella- Realeza Italiana
- Mensajes : 127
Fecha de inscripción : 02/05/2017
Re: No te fíes de los caminos [Privado]
Después del atentado hacia el ducado ruso las medidas de precaución sobre el pequeño eran mucho mayores. La niñera encargada del ahora pesado itinerario del niño le veía con ojos de condescendencia o de compasión, no sabía el peso que cargaba a cuestas ahora que se veía como blanco fácil de cualquiera que quisiera finiquitar la labor que su tío había iniciado un año atrás. Resultaba imperativo entonces hallar respuestas, tocar puertas en otros reinos donde posiblemente pudieran hallar un escondite seguro para el pequeño mientras las aguas turbias tomaban su rumbo nuevamente. Se habían trasladado hacia Italia hacia dos días, los escoltas entregarían la petición real del otrora Duque Fyodor Alekseyevich donde encarecidamente solicitaba la ayuda de otros reinos para salvaguardar la integridad de su hijo. No habían tenido resultados favorables en el norte, por lo tanto las esperanzas de tener una respuesta positiva mermaban en cada visita donde la solicitud era rechazada.
Cuando fueron informados que el Rey se hallaba ausente por un viaje, decidieron no perder el tiempo y retornar a Paris, donde se sabía sería el sitio más seguro para la integridad del pequeño. El relinchar de los caballos anunciaba el regreso y cuando las ruedas del pesado carromato iniciaron su curso, Yuri decidió echar un vistazo a través de la ventanilla. La niñera rápidamente le reprendió, pues no era para tener ese tipo de comportamientos inmaduros, no cuando el peso del ducado descansaba ahora sobre sus pequeños hombros. El niño reacomodó su pequeña corona, dejando que solo un par de mechones rubios se escaparan por el flequillo.
–En verdad, estoy cansado ¿Puedo quitármela por favor?–
Decía referente a la misma.
La respuesta fue un rotundo no. Repentinamente el carruaje se abría paso entre una ligera multitud que se agrupaba a causa de una discusión entre bandidos que solían asaltar a las personas que por ahí cruzaban. Aquellos hombres sin pensarlo dos veces se arrojaron hacia el carruaje para volcarlo y de este modo hacerse de las pertenencias de sus tripulantes. El movimiento brusco dejó inconsciente a la niñera y al pequeño en cuestión, no obstante uno de los guardias se dio a la tarea de contrarrestar el ataque mientras que el segundo hombre trataba de poner a salvo al niño, lo tomó en brazos y con la corona sobre su cuerpo le ocultó detrás de un par de arbustos. El brusco sonido de las armas se detonó al aire y aunque ambos escoltas hicieron lo pertinente cayeron abatidos en el encuentro así mismo el cochero que poco pudo hacer para escapar. Solo la mujer aun en estado ausente se hallaba con vida, así como el pequeño que apenas recuperaba la consciencia de lo sucedido, cuando abrió los ojos la imagen dantesca del asalto le tomó por sorpresa, miró a través de la maleza a la guardia real de algún otro noble. Se quedó inmóvil sujetando la pequeña corona y tratando de controlar los latidos acelerados en su pecho.
–¿Qué sucedió? ¿Qui…quien es usted?– dijo con un sobresalto y una mirada asustadiza el ver a un hombre aproximarse.
Cuando fueron informados que el Rey se hallaba ausente por un viaje, decidieron no perder el tiempo y retornar a Paris, donde se sabía sería el sitio más seguro para la integridad del pequeño. El relinchar de los caballos anunciaba el regreso y cuando las ruedas del pesado carromato iniciaron su curso, Yuri decidió echar un vistazo a través de la ventanilla. La niñera rápidamente le reprendió, pues no era para tener ese tipo de comportamientos inmaduros, no cuando el peso del ducado descansaba ahora sobre sus pequeños hombros. El niño reacomodó su pequeña corona, dejando que solo un par de mechones rubios se escaparan por el flequillo.
–En verdad, estoy cansado ¿Puedo quitármela por favor?–
Decía referente a la misma.
La respuesta fue un rotundo no. Repentinamente el carruaje se abría paso entre una ligera multitud que se agrupaba a causa de una discusión entre bandidos que solían asaltar a las personas que por ahí cruzaban. Aquellos hombres sin pensarlo dos veces se arrojaron hacia el carruaje para volcarlo y de este modo hacerse de las pertenencias de sus tripulantes. El movimiento brusco dejó inconsciente a la niñera y al pequeño en cuestión, no obstante uno de los guardias se dio a la tarea de contrarrestar el ataque mientras que el segundo hombre trataba de poner a salvo al niño, lo tomó en brazos y con la corona sobre su cuerpo le ocultó detrás de un par de arbustos. El brusco sonido de las armas se detonó al aire y aunque ambos escoltas hicieron lo pertinente cayeron abatidos en el encuentro así mismo el cochero que poco pudo hacer para escapar. Solo la mujer aun en estado ausente se hallaba con vida, así como el pequeño que apenas recuperaba la consciencia de lo sucedido, cuando abrió los ojos la imagen dantesca del asalto le tomó por sorpresa, miró a través de la maleza a la guardia real de algún otro noble. Se quedó inmóvil sujetando la pequeña corona y tratando de controlar los latidos acelerados en su pecho.
–¿Qué sucedió? ¿Qui…quien es usted?– dijo con un sobresalto y una mirada asustadiza el ver a un hombre aproximarse.
Yuri Alekséyevich- Condenado/Hechicero/Clase Alta
- Mensajes : 295
Fecha de inscripción : 01/06/2014
Edad : 36
Re: No te fíes de los caminos [Privado]
El rey se quedó absorto, comenzando a entender por qué Dios lo había conminado a desobedecer a sus guardias para indagar por sí mismo en la fuente de los males. No descubrió una pandilla de escorias humanas, ni una bien tramada conspiración, sino un niño desprotegido. ¿En dónde había visto ese cuadro? En ninguna parte. Ischirione no recordaba a personaje principal de obra alguna, con la cara asustadiza y las manos en posición defensiva. No le sonaba haberse topado con esos ojos antes, salvo en su reflejo infantil; él había sido el protagonista, nunca parte de la audiencia. Cuando era el bastardo Vercellana.
Pero ese muchacho que avistaba, de pelo rubicundo y un tanto alborotado por el viaje, llevaba sus cortos años con una dignidad que aplastaba la que el monarca guardaba en su infancia. Por fortuna, nadie se acordaba de ello; a nadie le interesaba lo que aconteciera con un bastardo recluido en un orfanato de cuarta, a nadie excepto a él.
Levantó el mentón, procuró edificar una muralla entre él y su historia, y se concentró en quien lo necesitaba. Asumió que se trataba de uno de los suyos. Sin embargo, no se presentó. De eso se encargó uno de sus acompañantes.
— Se está dirigiendo al soberano de toda Italia. Amo y señor del suelo que pisa y del aire que---
Ischirione interrumpió con un gesto de su mano. Estaba aburrido de la misma cantaleta. Ahora le aplaudían y adulaban, cuando antes hasta el más despreciable de los vagabundos podía machucarlo con una vara y quedar impune. Él mismo habló a Yuri.
— Explique qué es lo que ha pasado, joven. ¿Se encuentran sus tutores con usted? — preguntó sin dar un paso. Estaba ensimismado, defecto de su personalidad intlectual, demasiado reflexiva para situaciones que requerían acción inmediata como aquella. No dejaba de preguntarse si el niño de los ojos azulinos tendría padre o madre al menos. Estaba comparando al bastardo Vercellana con aquel mancebo con apariencia de príncipe.
Pero fueron interrumpidos. Los guardias de Ischirione ordenaron a los presentes que agacharan la cabeza y que guardaran silencio. Habían escuchado pisadas extrañas. ¿Seguían bajo ataque?
Pero ese muchacho que avistaba, de pelo rubicundo y un tanto alborotado por el viaje, llevaba sus cortos años con una dignidad que aplastaba la que el monarca guardaba en su infancia. Por fortuna, nadie se acordaba de ello; a nadie le interesaba lo que aconteciera con un bastardo recluido en un orfanato de cuarta, a nadie excepto a él.
Levantó el mentón, procuró edificar una muralla entre él y su historia, y se concentró en quien lo necesitaba. Asumió que se trataba de uno de los suyos. Sin embargo, no se presentó. De eso se encargó uno de sus acompañantes.
— Se está dirigiendo al soberano de toda Italia. Amo y señor del suelo que pisa y del aire que---
Ischirione interrumpió con un gesto de su mano. Estaba aburrido de la misma cantaleta. Ahora le aplaudían y adulaban, cuando antes hasta el más despreciable de los vagabundos podía machucarlo con una vara y quedar impune. Él mismo habló a Yuri.
— Explique qué es lo que ha pasado, joven. ¿Se encuentran sus tutores con usted? — preguntó sin dar un paso. Estaba ensimismado, defecto de su personalidad intlectual, demasiado reflexiva para situaciones que requerían acción inmediata como aquella. No dejaba de preguntarse si el niño de los ojos azulinos tendría padre o madre al menos. Estaba comparando al bastardo Vercellana con aquel mancebo con apariencia de príncipe.
Pero fueron interrumpidos. Los guardias de Ischirione ordenaron a los presentes que agacharan la cabeza y que guardaran silencio. Habían escuchado pisadas extrañas. ¿Seguían bajo ataque?
Ischirione Della Bordella- Realeza Italiana
- Mensajes : 127
Fecha de inscripción : 02/05/2017
Re: No te fíes de los caminos [Privado]
Resultaba extraño como su vida había dado un vuelco en tan poco tiempo. Como aquellas noches de canciones y cuna y cuentos a la luz de la hoguera ahora se resumían a solitarias estancias dentro de una mansión que no era la suya. Porque aunque tuviese a toda la servidumbre que habían jurado continuar sirviendo a la familia Alekséyevich a sus órdenes nada era lo mismo sin papá y mamá a su lado. ¿Cuánto tiempo más estaría así? A merced de extraños ordenando y pidiendo se levantara, sentara o se comportara de cierto modo. Siguiendo rígidos protocolos que nunca imaginó memorizar, estrechar manos duras o sonreír a extraños que le recorrían de pies a cabeza cuando le veían llegar con su capa aterciopelada y la corona cubriendo su espesa cabellera rubia. Demasiadas cosas asaltaban su mente hoy en día y en ese preciso instante recordaba cada una de las noches a lado de mamá y papá.
Apenas consciente de lo que sucedía, miró fijamente los ojos del hombre que se aproximó hasta donde estaba él, oculto detrás de la maleza.
–¿Mis, mis tutores?– balbuceó nervioso –Viajamos a Italia buscando una respuesta por parte del Rey o de una figura de alto rango, que, los tutores dicen nos podrían ayudar ahora que estamos lejos de casa, en el carruaje sólo veníamos un par de guardias, el cochero, “Relámpago” el corcel, así se llama, mi niñera y yo–
Entonces se sobresaltó ligeramente buscando despavorido a la mujer que le acompañaba.
–Mi, mi niñera, Monsieur ¿Usted sabe dónde está ella, se encuentra bien? El carromato se volcó repentinamente pero, no sé quién o que haya provocado el incidente, yo…–
Dejó la frase al aire mientras sus pequeñas manos sostenían con ímpetu la corona.
–Yo, no debo perderla Monsieur, papá se desilusionaría de mí si la pierdo–
Un par de lágrimas se asomaban por los ojos cerúleos del niño, estaba asustado realmente. Ese temor solo lo había experimentado un par de veces en Rusia, donde las pesadillas nocturnas le obligaban a despertar sobresaltado. Ensimismado en ese trance, tuvo que guardar silencio por completo cuando otro par de huestes les ordenaron mantener la calma para pasar desapercibidos. Un par de ráfagas y disparos más se hicieron escuchar de manera estruendosa y de forma casi mecánica el pequeño se abrazó del hasta entonces desconocido que estaba frente a él soltando inevitablemente su pequeña corona.
–¡Cuidado!– lanzó con desesperación al viento.
Había intentado jalar el cuerpo del hombre para protegerle quizás, o para protegerse a sí mismo y pensar que era papá a quien abrazaba en una situación de peligro como lo era aquella escena. Una aparente calma se instaló después de los disparos. Fue la voz grave de un soldado perteneciente a la guardia del hombre quien advirtió podían salir del escondite, el peligro había pasado aparentemente pero las bajas resultaban quizás gravosas. Yuri mantuvo los ojos cerrados, susurrando que no hubiese más disparos.
Apenas consciente de lo que sucedía, miró fijamente los ojos del hombre que se aproximó hasta donde estaba él, oculto detrás de la maleza.
–¿Mis, mis tutores?– balbuceó nervioso –Viajamos a Italia buscando una respuesta por parte del Rey o de una figura de alto rango, que, los tutores dicen nos podrían ayudar ahora que estamos lejos de casa, en el carruaje sólo veníamos un par de guardias, el cochero, “Relámpago” el corcel, así se llama, mi niñera y yo–
Entonces se sobresaltó ligeramente buscando despavorido a la mujer que le acompañaba.
–Mi, mi niñera, Monsieur ¿Usted sabe dónde está ella, se encuentra bien? El carromato se volcó repentinamente pero, no sé quién o que haya provocado el incidente, yo…–
Dejó la frase al aire mientras sus pequeñas manos sostenían con ímpetu la corona.
–Yo, no debo perderla Monsieur, papá se desilusionaría de mí si la pierdo–
Un par de lágrimas se asomaban por los ojos cerúleos del niño, estaba asustado realmente. Ese temor solo lo había experimentado un par de veces en Rusia, donde las pesadillas nocturnas le obligaban a despertar sobresaltado. Ensimismado en ese trance, tuvo que guardar silencio por completo cuando otro par de huestes les ordenaron mantener la calma para pasar desapercibidos. Un par de ráfagas y disparos más se hicieron escuchar de manera estruendosa y de forma casi mecánica el pequeño se abrazó del hasta entonces desconocido que estaba frente a él soltando inevitablemente su pequeña corona.
–¡Cuidado!– lanzó con desesperación al viento.
Había intentado jalar el cuerpo del hombre para protegerle quizás, o para protegerse a sí mismo y pensar que era papá a quien abrazaba en una situación de peligro como lo era aquella escena. Una aparente calma se instaló después de los disparos. Fue la voz grave de un soldado perteneciente a la guardia del hombre quien advirtió podían salir del escondite, el peligro había pasado aparentemente pero las bajas resultaban quizás gravosas. Yuri mantuvo los ojos cerrados, susurrando que no hubiese más disparos.
Yuri Alekséyevich- Condenado/Hechicero/Clase Alta
- Mensajes : 295
Fecha de inscripción : 01/06/2014
Edad : 36
Re: No te fíes de los caminos [Privado]
Era como si un amor patrio condicionara su vida. Primero su deber, luego respirar. El rey confió y no dudó un solo punto de los nobles sentimientos con que aquel niño honraba su carga. Todo tuvo sentido una vez que reveló, no sin balbuceos, el motivo de su venida. Así que él era de quien había oído en la Corte. Muy astuto de su parte viajar a Italia sin previo aviso de una fecha exacta; sus enemigos hubieran interceptado la correspondencia y acabado con su vida en un letal parpadeo.
Instintivamente, bajo una situación similar, Ischirione se hubiera guarecido por su cuenta, tal y como practicaba con su guardia regularmente, pero un freno de cordura y el abrazo de Yuri desviaron su costumbre, conminándolo a proteger al niño cubriéndolo con su cuerpo. A lo mejor se protegía a él mismo, a su yo de las más tiernas memorias.
— Olvide la corona. Su padre no tendrá de quién decepcionarse si se pierde su vida, joven Alekséyevich. — murmuró a Yuri, sin soltarlo. Si la guardia protegía al Rey, protegían también al ruso.
El ataque vaticinaba volverse más furioso y cobarde a medida que los disparos aumentaban. Se estaban sintiendo seguros; demasiado seguros. ¿Quiénes eran los asaltantes? Algo le decía a Ischirione que no podían ser enemigos de la familia Alekséyevich, ni tampoco detractores de la Corona; ellos sabían que las figuras del centro valían más vivas que muertas. Dedujo que eran bandidos comunes. Nada más peligroso para sus vidas.
Se detuvieron los disparos, pero Ischirione no movió un músculo sino hasta que la guardia dio la señal para hacerlo. Había acabado la balacera, pero para el rey, la trifulca recién comenzaba.
— A por ellos, Del Prete. — ordenó al primero al mando — Si esos cobardes acaban de darse cuenta de a quiénes atacaron, osadamente venderán información al mejor postor. Hagan un rastreo de todo el perímetro. La imperiosidad de apresarlos es comparable a mi coraje.
Una parte de la Guardia Real se quedó a acatar y la otra escoltó a las figuras reales a un mismo carruaje. Llevaron también, por orden del Rey, la corona que Yuri había dejado caer. Ischirione tuvo un tacto especial con él, dejándolo al niño caminar a su lado para compartir el transporte y la escolta. Del resto de los que compartían la travesía, sus hombres se encargarían.
— Acompáñeme. Salgamos de aquí. Vendrán más. Siempre vienen más.
Instintivamente, bajo una situación similar, Ischirione se hubiera guarecido por su cuenta, tal y como practicaba con su guardia regularmente, pero un freno de cordura y el abrazo de Yuri desviaron su costumbre, conminándolo a proteger al niño cubriéndolo con su cuerpo. A lo mejor se protegía a él mismo, a su yo de las más tiernas memorias.
— Olvide la corona. Su padre no tendrá de quién decepcionarse si se pierde su vida, joven Alekséyevich. — murmuró a Yuri, sin soltarlo. Si la guardia protegía al Rey, protegían también al ruso.
El ataque vaticinaba volverse más furioso y cobarde a medida que los disparos aumentaban. Se estaban sintiendo seguros; demasiado seguros. ¿Quiénes eran los asaltantes? Algo le decía a Ischirione que no podían ser enemigos de la familia Alekséyevich, ni tampoco detractores de la Corona; ellos sabían que las figuras del centro valían más vivas que muertas. Dedujo que eran bandidos comunes. Nada más peligroso para sus vidas.
Se detuvieron los disparos, pero Ischirione no movió un músculo sino hasta que la guardia dio la señal para hacerlo. Había acabado la balacera, pero para el rey, la trifulca recién comenzaba.
— A por ellos, Del Prete. — ordenó al primero al mando — Si esos cobardes acaban de darse cuenta de a quiénes atacaron, osadamente venderán información al mejor postor. Hagan un rastreo de todo el perímetro. La imperiosidad de apresarlos es comparable a mi coraje.
Una parte de la Guardia Real se quedó a acatar y la otra escoltó a las figuras reales a un mismo carruaje. Llevaron también, por orden del Rey, la corona que Yuri había dejado caer. Ischirione tuvo un tacto especial con él, dejándolo al niño caminar a su lado para compartir el transporte y la escolta. Del resto de los que compartían la travesía, sus hombres se encargarían.
— Acompáñeme. Salgamos de aquí. Vendrán más. Siempre vienen más.
Ischirione Della Bordella- Realeza Italiana
- Mensajes : 127
Fecha de inscripción : 02/05/2017
Re: No te fíes de los caminos [Privado]
Cualquier otro pequeño dormía plácidamente en la mullida cama contigua a la de sus padres, soñando con ser mayor, con ser el orgullo de la familia, o simplemente anhelando ver un juguete nuevo o caminar de la mano de ambas figuras. En tan poco tiempo Yuri se vio obligado a crecer a pasos agigantados, con cada una de las premisas sobre su paradero y el derrocamiento del ducado corría peligro estando dentro y fuera de su país natal. El protocolo claramente dictaminaba nada de charlas con extraños, no sin el consentimiento de su nana en turno o antes de que algún otro empleado de la corte diera el visto bueno de que era lo correcto para salvaguardar la delicadeza de la situación. La fachada de un niño noble era únicamente eso, un velo que resguardaba muchos secretos de política y de sangre. Pues el linaje de los Alekséyevich había estado siempre mancillado con tragedia y horror. Pero esos paréntesis en la historia se convertían en meras banalidades tomando en cuenta la situación actual.
Si el pequeño moría se desataría una guerra seguramente. Yuri olvidó por completo todo lo aprendido y no tuvo otra opción más que confiar en que aquel hombre de aspecto noble y sereno no le lastimara. Era un sexto sentido ¿O quizás poseía algún don sobrenatural al igual que sus padres? Que le pedía confiar ciegamente en lo que sucedería con él de ahora en adelante. El nerviosismo y el pánico le tomaron como rehén y no podía terminar de articular una frase, las cuales para ese entonces terminaban con un ligero gimoteo, pero resistía las ganas de llorar porque papá decía que un noble, un Alekséyevich jamás se doblega ante nada. Estaba siendo un buen soldado y lo mostraba con cada una de sus acciones.
–Por favor, no se moleste conmigo, debo ser cuidadoso con esto es todo–
Susurró, mientras confiaba en que aquellos guardias le regresarían la pequeña corona.
Cuando la voz grave de aquel hombre demandó la captura de los bandidos no pudo evitar imaginar a Fyodor, el duque, a papá ¿Acaso así se comportaba él en batalla? Secó las lágrimas apenas nacientes de sus ojos con la manga del atuendo y respiró profundo para estar a la altura de la situación.
Camino junto al hombre sin mirar atrás, sabía que más de un soldado, incluso la nana podría estar gravemente heridos o muertos quizás, fue la segunda vez que la muerte estaba tan cerca del pequeño. Sus latidos aun galopaban salvajes golpeando su pequeño cuerpo, parecía que aquel desconocido conociera aquellos senderos como la palma de su mano, cuando finalmente llegaron a un lugar más tranquilo pudo serenarse.
–Mi nombre es Yuri, Yuri Alekséyevich primogénito de los Duques Fyodor y Anneliese, ellos siguen en Rusia, yo solo venía acompañado por mi escolta y la niñera, nos dijeron que quizás el Rey de estas tierras nos pudieran ayudar ¿Cómo se llama usted? ¿Cree que pueda llevarme con el Rey? –
La mirada del niño se perdió por completo en la ajena aguardando una respuesta, él estaba apostando todo, sus orígenes, su actual posición fue develada en menos de un minuto, si la intuición del niño fuese errónea, sería el primer y último error que cometiera.
Si el pequeño moría se desataría una guerra seguramente. Yuri olvidó por completo todo lo aprendido y no tuvo otra opción más que confiar en que aquel hombre de aspecto noble y sereno no le lastimara. Era un sexto sentido ¿O quizás poseía algún don sobrenatural al igual que sus padres? Que le pedía confiar ciegamente en lo que sucedería con él de ahora en adelante. El nerviosismo y el pánico le tomaron como rehén y no podía terminar de articular una frase, las cuales para ese entonces terminaban con un ligero gimoteo, pero resistía las ganas de llorar porque papá decía que un noble, un Alekséyevich jamás se doblega ante nada. Estaba siendo un buen soldado y lo mostraba con cada una de sus acciones.
–Por favor, no se moleste conmigo, debo ser cuidadoso con esto es todo–
Susurró, mientras confiaba en que aquellos guardias le regresarían la pequeña corona.
Cuando la voz grave de aquel hombre demandó la captura de los bandidos no pudo evitar imaginar a Fyodor, el duque, a papá ¿Acaso así se comportaba él en batalla? Secó las lágrimas apenas nacientes de sus ojos con la manga del atuendo y respiró profundo para estar a la altura de la situación.
Camino junto al hombre sin mirar atrás, sabía que más de un soldado, incluso la nana podría estar gravemente heridos o muertos quizás, fue la segunda vez que la muerte estaba tan cerca del pequeño. Sus latidos aun galopaban salvajes golpeando su pequeño cuerpo, parecía que aquel desconocido conociera aquellos senderos como la palma de su mano, cuando finalmente llegaron a un lugar más tranquilo pudo serenarse.
–Mi nombre es Yuri, Yuri Alekséyevich primogénito de los Duques Fyodor y Anneliese, ellos siguen en Rusia, yo solo venía acompañado por mi escolta y la niñera, nos dijeron que quizás el Rey de estas tierras nos pudieran ayudar ¿Cómo se llama usted? ¿Cree que pueda llevarme con el Rey? –
La mirada del niño se perdió por completo en la ajena aguardando una respuesta, él estaba apostando todo, sus orígenes, su actual posición fue develada en menos de un minuto, si la intuición del niño fuese errónea, sería el primer y último error que cometiera.
Yuri Alekséyevich- Condenado/Hechicero/Clase Alta
- Mensajes : 295
Fecha de inscripción : 01/06/2014
Edad : 36
Re: No te fíes de los caminos [Privado]
El monarca bastardo no desvió la vista de sus hombres sino hasta que dejó de oír sus pasos. Por su experiencia, el noventa por ciento de las veces acababan con el o los rufianes dentro de los primeros cinco minutos, ya que no lograban ir muy lejos. El otro diez por ciento agrupaba las situaciones en que los sujetos disponían de caballos cerca para huir, y también aquellas en que los susodichos simplemente desaparecían.
Reinó el silencio y por fin se permitió echar un vistazo al chico a su lado. De lo alerta que se encontraba, oyó a duras penas la presentación del niño, pero captó lo más importante: su apellido y a quién deseaba ver. Calzaron las piezas y las pupilas de Ischirione se dilataron. Había sido muy astuto de parte venir sin avisar. De haberlo hecho, podrían haber interceptado la carta. Curioso, en una manera positiva.
— Admirable: no hacen tres minutos desde que el atentado y ya quiere ponerse en marcha para cumplir con su deber. Hacéis bien. Vendréis conmigo, joven Alekséyevich. El Rey espera. — dijo Ischirione astutamente, decidido a sacar información honesta y sin filtro.
El hombre dirigió una mirada a su madre al interior del vehículo y ella supo qué orden dar. Las puertas del carruaje fueron abiertas e ingresaron ambos varones. Bianca hizo como si ninguno de los presentes existiera, tal y como se esperaba de una mujer en presencia de dos hombres que tienen mucho que conversar. La ventana se convirtió en el foco de su atención. Entretanto, sólo allí sentados, imperando una extraña sensación de calma a punto de ser perturbada, Ischirione se sintió lo suficientemente cómodo para hablar.
— Intente relajarse ahora, joven. Ahora está en manos de ellos. Los responsables serán encarcelados y enjuiciados, no sin antes hacerlos confesar. Hasta ese momento, limite su conciencia a este carruaje y abstráigase de lo demás. Además, esas materias pueden asustar a las mujeres. — dijo susurrando lo último — Entonces, ¿qué clase de asuntos tiene que tratar con el Rey? Es imperioso que me entrometa. Le aseguro que nadie cruza media palabra con él sin antes pasar por mí.
Reinó el silencio y por fin se permitió echar un vistazo al chico a su lado. De lo alerta que se encontraba, oyó a duras penas la presentación del niño, pero captó lo más importante: su apellido y a quién deseaba ver. Calzaron las piezas y las pupilas de Ischirione se dilataron. Había sido muy astuto de parte venir sin avisar. De haberlo hecho, podrían haber interceptado la carta. Curioso, en una manera positiva.
— Admirable: no hacen tres minutos desde que el atentado y ya quiere ponerse en marcha para cumplir con su deber. Hacéis bien. Vendréis conmigo, joven Alekséyevich. El Rey espera. — dijo Ischirione astutamente, decidido a sacar información honesta y sin filtro.
El hombre dirigió una mirada a su madre al interior del vehículo y ella supo qué orden dar. Las puertas del carruaje fueron abiertas e ingresaron ambos varones. Bianca hizo como si ninguno de los presentes existiera, tal y como se esperaba de una mujer en presencia de dos hombres que tienen mucho que conversar. La ventana se convirtió en el foco de su atención. Entretanto, sólo allí sentados, imperando una extraña sensación de calma a punto de ser perturbada, Ischirione se sintió lo suficientemente cómodo para hablar.
— Intente relajarse ahora, joven. Ahora está en manos de ellos. Los responsables serán encarcelados y enjuiciados, no sin antes hacerlos confesar. Hasta ese momento, limite su conciencia a este carruaje y abstráigase de lo demás. Además, esas materias pueden asustar a las mujeres. — dijo susurrando lo último — Entonces, ¿qué clase de asuntos tiene que tratar con el Rey? Es imperioso que me entrometa. Le aseguro que nadie cruza media palabra con él sin antes pasar por mí.
Ischirione Della Bordella- Realeza Italiana
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Fecha de inscripción : 02/05/2017
Re: No te fíes de los caminos [Privado]
Había pasado por tantas cosas en tan poco tiempo. Enfrentaba las vicisitudes de la mejor manera posible y no cabía duda que en ese lapso de tiempo su vida era un completo caos. Los momentos felices se reducían a los recuerdos que aún poseía en su memoria, cuando aún a lado de su padre el Duque leía un cuento o recostado sobre su lecho era arrullado suavemente por la cadencia de la música proveniente del diminuto carrusel de porcelana. Parpadeaba con avidez intentando comprender que ocurría en ese preciso instante, no estaba del todo consciente si la mejor decisión era confiar a plenitud en el hombre que escuchaba con avidez su relato, sin embargo ese sexto sentido o mejor dicho, su aparente naturaleza de hechicero le empujaba a confiar plenamente en su interlocutor. Por su sangre corría la magia, un don que aún se mantenía dormido pero que tarde o temprano saldría a flote, así mismo, sus ancestros que forjaron el poder del ducado ruso en sangre y batallas le daban ese carácter que a tan corta edad mostraba de vez en cuando en sus conversaciones más elocuentes
Los orbes cerúleos del pequeño se abrieron un poco más cuando escuchó la respuesta del hombre, pensó que sería más fácil todo aquello cuando estuviera frente al Rey.
Asintió con una sonrisa apenas apostillada en sus labios. Aunque aún le preocupaba el hecho de que pasaría con los soldados que le escoltaban, la niñera en incluso el viejo caballo que tantas veces le conducía de los prados reales hacia las calles nevadas de su país natal. Esperó con el corazón en la mano que nadie estuviera herido de gravedad y oró en silencio, como su madre le había enseñado.
–Gracias Monsieur–
Dentro del carruaje, miró de reojo a la mujer que les acompañaba, hizo intento de presentarse pero pensó que quizás sería algo imprudente hacerlo en ese instante, Anna siempre le había dicho que fuese cortés y amable, pero en esa situación no estaba realmente seguro como actuar o bajo que protocolo guiarse, por lo que se limitó a mirarle unos segundos y agachar ligeramente la cabeza. Su atención regresó a su anfitrión cuando este le volvió a dirigir la palabra.
–Usted debe conocer muy bien la Rey ¿No es así? Si conoce la ruta de regreso a su castillo debe ser alguien cercano a él o a su familia–
Susurró, buscando las palabras adecuadas para no entorpecer la conversación.
Respiró un poco más tranquilo sabiendo que con aquella seguridad en la voz del hombre todo estaba bajo control ahora. Asintió a lo último dicho pues era cierto que ciertos temas solo podían ser tratados por los varones, sintió que estaba ocupando un espacio que le correspondía a su padre quien normalmente era quien viajaba hacia otros países cuando debían hablarse asuntos relacionados con la seguridad del ducado.
Tomó una postura recta y dejó de balancear sus piernas, el semblante aunque aún inocente se tornó serio.
–El castillo en Rusia fue atacado, mi madre me solía contar que existían personas malvadas que nos querían separar y aunque mi padre hizo lo posible por detener la agresión fue imposible. Escuché susurrar a los mayores que existe la posibilidad de que el ataque fue planeado por alguien cercano a nosotros y que incluso– hizo ademán para que el hombre se aproximara a él y así susurrarle aquello que cambiaría el curso del diálogo. –Se pudiera tratar de un vampiro –
Yuri miró fijamente la reacción ajena esperando que eso no le tomara por sorpresa.
–Mi padre, desapareció y yo fui enviado con personal de su confianza a Paris donde actualmente resido, si hay algo que el Rey de Italia pueda hacer para ayudarme a encontrarlo nuevamente le será pagado con creces después de todo ahora soy yo quien muchos llaman el pequeño Duque de Rusia aunque no entiendo de que sirve ahora que nada puedo hacer–
Suspiró con desgano.
Los orbes cerúleos del pequeño se abrieron un poco más cuando escuchó la respuesta del hombre, pensó que sería más fácil todo aquello cuando estuviera frente al Rey.
Asintió con una sonrisa apenas apostillada en sus labios. Aunque aún le preocupaba el hecho de que pasaría con los soldados que le escoltaban, la niñera en incluso el viejo caballo que tantas veces le conducía de los prados reales hacia las calles nevadas de su país natal. Esperó con el corazón en la mano que nadie estuviera herido de gravedad y oró en silencio, como su madre le había enseñado.
–Gracias Monsieur–
Dentro del carruaje, miró de reojo a la mujer que les acompañaba, hizo intento de presentarse pero pensó que quizás sería algo imprudente hacerlo en ese instante, Anna siempre le había dicho que fuese cortés y amable, pero en esa situación no estaba realmente seguro como actuar o bajo que protocolo guiarse, por lo que se limitó a mirarle unos segundos y agachar ligeramente la cabeza. Su atención regresó a su anfitrión cuando este le volvió a dirigir la palabra.
–Usted debe conocer muy bien la Rey ¿No es así? Si conoce la ruta de regreso a su castillo debe ser alguien cercano a él o a su familia–
Susurró, buscando las palabras adecuadas para no entorpecer la conversación.
Respiró un poco más tranquilo sabiendo que con aquella seguridad en la voz del hombre todo estaba bajo control ahora. Asintió a lo último dicho pues era cierto que ciertos temas solo podían ser tratados por los varones, sintió que estaba ocupando un espacio que le correspondía a su padre quien normalmente era quien viajaba hacia otros países cuando debían hablarse asuntos relacionados con la seguridad del ducado.
Tomó una postura recta y dejó de balancear sus piernas, el semblante aunque aún inocente se tornó serio.
–El castillo en Rusia fue atacado, mi madre me solía contar que existían personas malvadas que nos querían separar y aunque mi padre hizo lo posible por detener la agresión fue imposible. Escuché susurrar a los mayores que existe la posibilidad de que el ataque fue planeado por alguien cercano a nosotros y que incluso– hizo ademán para que el hombre se aproximara a él y así susurrarle aquello que cambiaría el curso del diálogo. –Se pudiera tratar de un vampiro –
Yuri miró fijamente la reacción ajena esperando que eso no le tomara por sorpresa.
–Mi padre, desapareció y yo fui enviado con personal de su confianza a Paris donde actualmente resido, si hay algo que el Rey de Italia pueda hacer para ayudarme a encontrarlo nuevamente le será pagado con creces después de todo ahora soy yo quien muchos llaman el pequeño Duque de Rusia aunque no entiendo de que sirve ahora que nada puedo hacer–
Suspiró con desgano.
Yuri Alekséyevich- Condenado/Hechicero/Clase Alta
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Fecha de inscripción : 01/06/2014
Edad : 36
Re: No te fíes de los caminos [Privado]
El cuadro a la vista era el perfecto retrato de la realeza: dos hombres en calma, pero ninguno relajado. Yuri todavía era un niño, a pesar de que su mundo le había exigido esculpirse ya como un hombre hecho y derecho. Por eso, los mensajes que había memorizado textualmente bajo estricta disciplina, se mezclaban con las emociones que no podía contener. No era una cosa de disposición o de negligencia; la juventud era así. Cuando un niño mentía, no necesitaba decir palabra alguna; su rostro las decía por él. En el caso del ruso, Ischirione se percataba de que no estaba mintiendo, que tenía miedo, pero que así y todo sentía una estresante presión por cumplir con el deber. Pobre chico. La parte buena era que, si lograba salir de esta airoso, ningún monarca o figura pública sería rival para él en cuanto a sobreponerse a las dificultades.
— Puede considerar, sin temor a equivocarse, que trabajo muy cercanamente al Rey. — dijo Ischirione como si le estuviera compartiendo algo privado. — Mi función es una sola, pero no tiene nada de sencilla: filtrar a quienes soliciten una audiencia con Su Majestad. Usted entenderá lo complejo que es detentar un poder similar. El amor de un pueblo puede matizar las desavenencias y bajar el riesgo de una rebelión local, pero no llega a la corte. Allí, sólo hay caretas. Mi trabajo es ver qué hay detrás. Un solo gesto en falso y se sabe que esa persona trama algo que, por alguna razón, está ocultando. Conocer el detalle no es importante; si se esconde y se arriesga a ser descubierto, es nocivo. El resto del trabajo es del maestro de espías. Hasta allí llega mi injerencia.
Entonces el joven de Rusia compartió parte de lo que había sido su vida hasta entonces. Sí, casi siempre alguien del círculo cercano era el responsable de tan Lo que Yuri le decía, convencía a Ischirione de que había hecho bien nombrando a una vampiresa como su mariscal. Independiente de la polémica de nombrar a una mujer en un cargo esencialmente masculino, luego de un tiempo los resultados habían sido tan buenos que no se arrepentía de haber soportado la renuencia de sus vasallos.
El rey pensó en las maneras en que Yuri podía pagarle. Dinero no necesitaba. Italia no era el país más próspero del mundo, pero se mantenía. A todas luces, lo más conveniente era que le quedase debiendo un favor. Ahora bien, era evidente que la vida de Yuri estaba en riesgo y que, posiblemente, no llegaría a cumplir la edad suficiente para devolverle la mano, pero para evitar ese fatal desenlace, Ischirione debía apoyarlo, invertir en él. Solo no llegaría a ninguna parte. Ningún hombre lo hacía, menos un niño.
Entonces se acercó para aconsejarlo, susurrándole al oído.
— Estimado, si pretende volver con vida a su patria, no vuelva a repetir que no hay nada que pueda hacer. Si los oídos equivocados lo oyesen, en unos días pasearía en un carro fúnebre en vez de este carruaje. Hace unos minutos que nos conocemos y ya ventila esto. No se equivoque, que alguien perfectamente puede salvarlo con la intención de sacar provecho de ello, no de proteger su vida. De cuánto dispone sólo lo sabe usted. Quizás en Rusia sea algo de conocimiento general, pero aquí, de tanta información que llega, no se sabe cuál es la verídica. Sólo usted lo sabe, y ahí radica una de sus mayores defensas. Es mejor que sus enemigos no sepan cuántas fuerzas están a su favor. Así ganará tiempo para conseguir un vampiro también, que lo proteja. Que el fuego combata al fuego. Y que los demás crean que usted tiene un círculo amplísimo de amigos, aunque no vea a nadie. Temerán que el resto pueda venir a auxiliarlo y que todos sus cálculos para derribarlo sean en vano. — dijo como recitando. Se sabía de memoria el manual de la intriga. — Me avergüenza decir que no sé explicarlo, pero quiero que a usted le vaya bien. Sin embargo, sólo si comienza a dominar el arte de desconfiar, puedo conseguirle audiencia con el Rey.
— Puede considerar, sin temor a equivocarse, que trabajo muy cercanamente al Rey. — dijo Ischirione como si le estuviera compartiendo algo privado. — Mi función es una sola, pero no tiene nada de sencilla: filtrar a quienes soliciten una audiencia con Su Majestad. Usted entenderá lo complejo que es detentar un poder similar. El amor de un pueblo puede matizar las desavenencias y bajar el riesgo de una rebelión local, pero no llega a la corte. Allí, sólo hay caretas. Mi trabajo es ver qué hay detrás. Un solo gesto en falso y se sabe que esa persona trama algo que, por alguna razón, está ocultando. Conocer el detalle no es importante; si se esconde y se arriesga a ser descubierto, es nocivo. El resto del trabajo es del maestro de espías. Hasta allí llega mi injerencia.
Entonces el joven de Rusia compartió parte de lo que había sido su vida hasta entonces. Sí, casi siempre alguien del círculo cercano era el responsable de tan Lo que Yuri le decía, convencía a Ischirione de que había hecho bien nombrando a una vampiresa como su mariscal. Independiente de la polémica de nombrar a una mujer en un cargo esencialmente masculino, luego de un tiempo los resultados habían sido tan buenos que no se arrepentía de haber soportado la renuencia de sus vasallos.
El rey pensó en las maneras en que Yuri podía pagarle. Dinero no necesitaba. Italia no era el país más próspero del mundo, pero se mantenía. A todas luces, lo más conveniente era que le quedase debiendo un favor. Ahora bien, era evidente que la vida de Yuri estaba en riesgo y que, posiblemente, no llegaría a cumplir la edad suficiente para devolverle la mano, pero para evitar ese fatal desenlace, Ischirione debía apoyarlo, invertir en él. Solo no llegaría a ninguna parte. Ningún hombre lo hacía, menos un niño.
Entonces se acercó para aconsejarlo, susurrándole al oído.
— Estimado, si pretende volver con vida a su patria, no vuelva a repetir que no hay nada que pueda hacer. Si los oídos equivocados lo oyesen, en unos días pasearía en un carro fúnebre en vez de este carruaje. Hace unos minutos que nos conocemos y ya ventila esto. No se equivoque, que alguien perfectamente puede salvarlo con la intención de sacar provecho de ello, no de proteger su vida. De cuánto dispone sólo lo sabe usted. Quizás en Rusia sea algo de conocimiento general, pero aquí, de tanta información que llega, no se sabe cuál es la verídica. Sólo usted lo sabe, y ahí radica una de sus mayores defensas. Es mejor que sus enemigos no sepan cuántas fuerzas están a su favor. Así ganará tiempo para conseguir un vampiro también, que lo proteja. Que el fuego combata al fuego. Y que los demás crean que usted tiene un círculo amplísimo de amigos, aunque no vea a nadie. Temerán que el resto pueda venir a auxiliarlo y que todos sus cálculos para derribarlo sean en vano. — dijo como recitando. Se sabía de memoria el manual de la intriga. — Me avergüenza decir que no sé explicarlo, pero quiero que a usted le vaya bien. Sin embargo, sólo si comienza a dominar el arte de desconfiar, puedo conseguirle audiencia con el Rey.
Ischirione Della Bordella- Realeza Italiana
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