No te fies de una mujer~ {Privado}

por **Mar Santini** Miér Ene 16, 2013 9:52 am

*Las gotas de sangre se resbalaban pausadamente encomiándose a un futuro incierto a medida que goteaban de manera cada vez más débil, no era lo mismo que la respiracion de la mujer que a medida al principio inducía a error pues era tan agitada que podría haber significado otra cosa debido a la especial mirada de las ropas que llevaba, un sencillo vestido que dibujaba su cuerpo con maestría haciendo especial impetu en las caderas anchas de Mar* Te lo habia dicho bastardo *Era una guerrera inexperta a juzgar por los movimientos, tardó en incorporarse percatándose de que el silencio que habia alrededor era una buena señal para continuar se sujetó la marea pelirroja de rizos definidos entre una cascada pelirroja sujetándose los cabellos en un moño disimulando tambien el arma del crimen.

Una vulgar prostituta habia matado a alguien eso en cualquier lugar del mundo sería penado por la muerte todos lo sabian pero ella tenia una respuesta diferente para ello, la tentación, el corazon de juglar que rompía las barreras de la diferencia entre hombres y mujeres, pecadores y libres, todo era para ella cuestion de dar unos pasos y traspasar las barreras como siempre habia hecho desde su pasado hasta su presente reorganizando finalmente sus ideas. Sangre fría era necesaria eso sin duda lo poseía para seguir andando dejando al cadaver desangrado en plena calle para que los carroñeros deshacieran cualquier prueba que pudiera señalarla, como el perfume que rozaba su piel sentenciándola con parsimonia...sabía que no le cogerían era cuestion de tiempo que un asesino rondase por paris enmascarado de una sola noche tal puede que dos pero nunca tres pues ya pondría muchas pistas a su alrededor* Buenos días tenga señor * Saludó con inocencia fingida a un hombre de barriga prominente que le dedicó una sonrisa coqueta antes de volver a esperar a quien era su esposa.

Mar estaba acostumbrada a caminar como una vagabunda por el lugar menos indicado a la hora menos indicada, era sencillo que el vaivénd e su pecho se calmase a medida que sus pasos iban cesando dirigiendo una mirada hacia atrás, esa mirada para muchos debería contener arrepentimiento, esa palabra que quemaría a cualquiera desnudándole y haciendo de carnaza para los infiernos, ardería bajo la mano de Dios y sus siete pecados capitales que quebrantaba tantas veces como respiraciones se dibujaban en sus labios; Pero de su boca salió una sonrisa que más que cruel parecia pura, una risita fue suficiente para zanjar el asunto sirviéndose de la indiferencia de los parisinos comenzó su caminar a uno de los callejones moviendo sus caderas, incitando pues a futuros clientes*