AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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~ Las despedidas son promesas de futuros encuentros ~ {Isaura} ACTIVO
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~ Las despedidas son promesas de futuros encuentros ~ {Isaura} ACTIVO
Un día soleado, con nubes aisladas pero sin amenaza de precipitaciones. Ese era el pronóstico para definir este día.
Fraiah se encontraba sentada en una banca de la plaza, con un libro en manos -como era de esperarse- al cual recorría con su vista como si de una montaña rusa se tratase. Su mirada iba y venías por cada línea, cada palabra, cada letra.
- Vi a la Otra sentada en un rincón del cuarto: frágil, cansada, desilusionada. Controlando y esclavizando todo aquello que debía estar siempre en libertad: los sentimientos...- iba leyendo en voz alta cada fragmento de la obra que tenía entre sus manos.
- A orillas de río Piedra me senté y lloré. El frío del invierno me hacía sentir las lágrimas en el rostro..- prosiguió, entonando cada sílaba como si millones de sensaciones encerraran, y lo cierto es, que para ella eso sucedía.
Cada libro era un mundo, su mundo. Era el método de aislarse, de encontrar sus mas ansiadas fantasías. Era la tierra de nadie, y a la vez toda suya. Al fin y al cabo, de la nada venimos y a la nada vamos, se decía a sí misma entre pensamientos.
Es entonces cuando la niebla de su territorio imaginario se disipa tras ver una sombra que le cubre el sol, provocando que llame su atención.
Alza la vista y a lo lejos ve una silueta. No estaba a muchos metros, pero bastaba para que le impidiera que los rayos del sol lleguen a las hojas que ella tenía entre sus manos.
Se quedó observando por unos segundos, algo le transmitía aquella persona..
Fraiah se encontraba sentada en una banca de la plaza, con un libro en manos -como era de esperarse- al cual recorría con su vista como si de una montaña rusa se tratase. Su mirada iba y venías por cada línea, cada palabra, cada letra.
- Vi a la Otra sentada en un rincón del cuarto: frágil, cansada, desilusionada. Controlando y esclavizando todo aquello que debía estar siempre en libertad: los sentimientos...- iba leyendo en voz alta cada fragmento de la obra que tenía entre sus manos.
- A orillas de río Piedra me senté y lloré. El frío del invierno me hacía sentir las lágrimas en el rostro..- prosiguió, entonando cada sílaba como si millones de sensaciones encerraran, y lo cierto es, que para ella eso sucedía.
Cada libro era un mundo, su mundo. Era el método de aislarse, de encontrar sus mas ansiadas fantasías. Era la tierra de nadie, y a la vez toda suya. Al fin y al cabo, de la nada venimos y a la nada vamos, se decía a sí misma entre pensamientos.
Es entonces cuando la niebla de su territorio imaginario se disipa tras ver una sombra que le cubre el sol, provocando que llame su atención.
Alza la vista y a lo lejos ve una silueta. No estaba a muchos metros, pero bastaba para que le impidiera que los rayos del sol lleguen a las hojas que ella tenía entre sus manos.
Se quedó observando por unos segundos, algo le transmitía aquella persona..
Última edición por Fraiah Eslin el Lun Dic 20, 2010 10:31 am, editado 1 vez
Fraiah Eslin- Humano Clase Media
- Mensajes : 155
Fecha de inscripción : 13/11/2010
Edad : 31
Re: ~ Las despedidas son promesas de futuros encuentros ~ {Isaura} ACTIVO
Todavía escuchaba las quejas de la Señora Lemacks por haber salido con un pronóstico climático bastante desalentador. Ella decidió quedarse, su tocado se vería arruinado si una gota de lluvia lo llegaba a tocar, y me reclamaría mi falta de prudencia por al menos una semana. A mi me maravillaban los días nublados, grises, con la amenaza de un chaparrón, cuando era niña adoraba corretear bajo la lluvia y escuchar el ruido del chaspoteo de los zapatos chocando con un charco. Aquellos años habían pasado tan fugazmente...pero de igual manera sentía a flor de piel las emociones emergentes de los recuerdos. La memoria era fantástica, nos llevaba de un lugar a otro en cuestión de segundos, y era capaz de causarnos la alegría más grande y la angustia más terrible.
No llegué a la segunda etapa. El carruaje se detuvo justo antes de que una lágrima se atreviera a nacer. La voz del chofer me sacó del trance y me dio tiempo a alizar el vestido con mis manos enguantadas. Coloqué la mantilla sobre mis hombros y la puerta se abrió, mostrándome la Plaza Tertre en todo su esplendor. Las personas caminaban risueñas, algún que otro perro revoloteaba metiéndose entre las amplias polleras femeninas, provocando los típicos escandaletes que finalizaban en carcajadas. Hacía mucho tiempo que no disfrutaba de un afable paseo tomada del brazo de una amiga, mi vida en París era solitaria...más de lo que deseaba.
Cuando la última puntilla de la terminación de mi ropaje azul petroleo toco el suelo, el empleado me entregó el pequeño bolso que llevaba. Le di unas monedas y le pedí que esperara en ese mismo lugar, que no necesitaría custodia, y que en caso de lluvia, me aprontaría a arribar el vehículo. El señor era de aquellos pocos que comprendía mis anhelos de libertad, y a pesar de los constantes ruegos de mi institutriz para que me sirviera de custodia, él me dejaba ser, lo que me dejaba tranquila. Sin embargo, no había podido evitar que mis empleados usaran armas de fuego. "Son tiempos difíciles, señorita" me había explicado cuando llegué a la ciudad y pedí que no quería episodios violentos en el palacete de mi difunto abuelo.
Acomodé uno de los bucles de mi cabello que había quedado sobre mi rostro. Hubiese soltado mi peinado, pero el esmero de una de las trabajadoras me llenó el corazón de congoja. Estaba muy tirante, en realidad, no normal, pero intentaba evitar el uso de esos tocados tan incómodos, de todas formas, ya no había manera de evitarlo. Mis pies por inercia comenzaron a trasladarme, y los pequeños grupos, de conocidos, me saludaban en un gesto gentil, el cual les devolvía, esperando no ser invitada a compartir con ellos, y eso fue inevitable, sin embargo, salí aireosa de las peticiones. Al pasar frente a una de las bancas, llamó mi atención escuchar una voz de mujer que pronunciaba inglés sin esas entonaciones francesas que me ponían los pelos de punta. Me volví sobre mis pasos y descubrí a una muchacha leyendo una fantástica obra y me paré a contemplarla y escuchar su melódico timbre. Era de Inglaterra, no cabía dudas, distinguiría mi idioma natal entre una multitud. Su rostro tan armónico me resultaba familiar, pero no lograba deducir de donde.
No llegué a la segunda etapa. El carruaje se detuvo justo antes de que una lágrima se atreviera a nacer. La voz del chofer me sacó del trance y me dio tiempo a alizar el vestido con mis manos enguantadas. Coloqué la mantilla sobre mis hombros y la puerta se abrió, mostrándome la Plaza Tertre en todo su esplendor. Las personas caminaban risueñas, algún que otro perro revoloteaba metiéndose entre las amplias polleras femeninas, provocando los típicos escandaletes que finalizaban en carcajadas. Hacía mucho tiempo que no disfrutaba de un afable paseo tomada del brazo de una amiga, mi vida en París era solitaria...más de lo que deseaba.
Cuando la última puntilla de la terminación de mi ropaje azul petroleo toco el suelo, el empleado me entregó el pequeño bolso que llevaba. Le di unas monedas y le pedí que esperara en ese mismo lugar, que no necesitaría custodia, y que en caso de lluvia, me aprontaría a arribar el vehículo. El señor era de aquellos pocos que comprendía mis anhelos de libertad, y a pesar de los constantes ruegos de mi institutriz para que me sirviera de custodia, él me dejaba ser, lo que me dejaba tranquila. Sin embargo, no había podido evitar que mis empleados usaran armas de fuego. "Son tiempos difíciles, señorita" me había explicado cuando llegué a la ciudad y pedí que no quería episodios violentos en el palacete de mi difunto abuelo.
Acomodé uno de los bucles de mi cabello que había quedado sobre mi rostro. Hubiese soltado mi peinado, pero el esmero de una de las trabajadoras me llenó el corazón de congoja. Estaba muy tirante, en realidad, no normal, pero intentaba evitar el uso de esos tocados tan incómodos, de todas formas, ya no había manera de evitarlo. Mis pies por inercia comenzaron a trasladarme, y los pequeños grupos, de conocidos, me saludaban en un gesto gentil, el cual les devolvía, esperando no ser invitada a compartir con ellos, y eso fue inevitable, sin embargo, salí aireosa de las peticiones. Al pasar frente a una de las bancas, llamó mi atención escuchar una voz de mujer que pronunciaba inglés sin esas entonaciones francesas que me ponían los pelos de punta. Me volví sobre mis pasos y descubrí a una muchacha leyendo una fantástica obra y me paré a contemplarla y escuchar su melódico timbre. Era de Inglaterra, no cabía dudas, distinguiría mi idioma natal entre una multitud. Su rostro tan armónico me resultaba familiar, pero no lograba deducir de donde.
Isaura Blackraven- Realeza Inglesa
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Fecha de inscripción : 22/10/2010
Localización : Where the oaks and stars could die for sorrow
Re: ~ Las despedidas son promesas de futuros encuentros ~ {Isaura} ACTIVO
Optó por quitarle importancia al asunto y continuar su lectura diaria. Al fin y al cabo, quien fuera aquella persona que le obstruía la luz, y por más que le resultase fatalmente familiar, se haría a un lado tarde o temprano, y también acabaría por convencerla de que sólo la ha visto vagar por la ciudad. Hay demasiadas caras aquí como para ponerse a pensar en dónde se vio a cada ser.
Lamentablemente, Fraiah era de esas personas detallistas, que no se le escapaba nada, y por más que su mente le pidiese a gritos silenciosos que vuelva su vista al libro, no conseguía hacerlo. Hubiera sido muy fácil no darle importancia al asunto y seguir a lo suyo. A ella le gusta lo difícil, le encantan los retos, por más que sean muy sencillos.
Eso mismo le sucedía ahora. Había sentido algo extraño al ver a esa mujer tan elegante frente a sus ojos, y que ahora la observaba también. Será este es instante mágico del día.. pensó mientras su mirada clara escaneaba con cuidado cada rasgo de aquella refinada señorita.
Todo transcurría en simples miradas que quizás transmitieran mucho. Y nada mejor que admirar el contexto, pues detrás de la joven se encontraba un carruaje, a la lejanía, a unos cuantos metros. No podía entrar en duda con esto. La manera de vestir, la elegancia, ese peinado perfectamente estructurado.. debería ser una persona de la nobleza.
Este pensamiento le causó cierta pizca de incomodidad curiosa. Mirar así a alguien de la Alta Sociedad, una falta de respeto. Si bien Fraiah no era de aquellas personas que hacen diferencias por los bienes materiales, no podía evitar sentirse algo grosera al clavar su mirada de tal forma. Lo menos que podía hacer era ser amable, como de costumbre, pero ahora esforzándose por no ser torpe.
- Disculpe Señorita, ¿necesita usted algo? - se atrevió a pronunciar aquellas palabras en un tono suave y melodioso. Acostumbraba hablar con suavidad, pues cree que así las palabras obtienen la delicadeza que necesitan en ciertas ocaciones. Una sonrisa surcó su rostro, como para dar el detalle final a su humilde gesto.
Y esa simple frase escapó de los labios de Fraiah. Simple y consisa. Esperaba, realmente, no haber hecho el ridículo. Aún así, fue una pregunta educada, amable. Hasta las personas de la Realeza necesitan algo alguna vez en su vida, ¿no?
La brisa era suave y presagiaba una tarde reconfortante, aunque poco a poco el sol se iba cubriendo de aquella nubosidad gris que acarreaba cierta melancolía. Los días grises siempre le hacían poner algo triste, pues le recordaba al día de la muerte de su honorable madre, que Dios debe tener en la Gloria.
Lamentablemente, Fraiah era de esas personas detallistas, que no se le escapaba nada, y por más que su mente le pidiese a gritos silenciosos que vuelva su vista al libro, no conseguía hacerlo. Hubiera sido muy fácil no darle importancia al asunto y seguir a lo suyo. A ella le gusta lo difícil, le encantan los retos, por más que sean muy sencillos.
Eso mismo le sucedía ahora. Había sentido algo extraño al ver a esa mujer tan elegante frente a sus ojos, y que ahora la observaba también. Será este es instante mágico del día.. pensó mientras su mirada clara escaneaba con cuidado cada rasgo de aquella refinada señorita.
Todo transcurría en simples miradas que quizás transmitieran mucho. Y nada mejor que admirar el contexto, pues detrás de la joven se encontraba un carruaje, a la lejanía, a unos cuantos metros. No podía entrar en duda con esto. La manera de vestir, la elegancia, ese peinado perfectamente estructurado.. debería ser una persona de la nobleza.
Este pensamiento le causó cierta pizca de incomodidad curiosa. Mirar así a alguien de la Alta Sociedad, una falta de respeto. Si bien Fraiah no era de aquellas personas que hacen diferencias por los bienes materiales, no podía evitar sentirse algo grosera al clavar su mirada de tal forma. Lo menos que podía hacer era ser amable, como de costumbre, pero ahora esforzándose por no ser torpe.
- Disculpe Señorita, ¿necesita usted algo? - se atrevió a pronunciar aquellas palabras en un tono suave y melodioso. Acostumbraba hablar con suavidad, pues cree que así las palabras obtienen la delicadeza que necesitan en ciertas ocaciones. Una sonrisa surcó su rostro, como para dar el detalle final a su humilde gesto.
Y esa simple frase escapó de los labios de Fraiah. Simple y consisa. Esperaba, realmente, no haber hecho el ridículo. Aún así, fue una pregunta educada, amable. Hasta las personas de la Realeza necesitan algo alguna vez en su vida, ¿no?
La brisa era suave y presagiaba una tarde reconfortante, aunque poco a poco el sol se iba cubriendo de aquella nubosidad gris que acarreaba cierta melancolía. Los días grises siempre le hacían poner algo triste, pues le recordaba al día de la muerte de su honorable madre, que Dios debe tener en la Gloria.
Fraiah Eslin- Humano Clase Media
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Fecha de inscripción : 13/11/2010
Edad : 31
Re: ~ Las despedidas son promesas de futuros encuentros ~ {Isaura} ACTIVO
La mirada penetrante de la joven me enrojeció las mejillas, estaba obstruyendo la luz e interrumpiendo su lectura con mi molesta presencia. Pero la curiosidad pudo más que las benditas reglas sociales y de educación, y la observé fijo, analizando rápidamente cada rasgo. Su angelical rostro me llevó a los recónditos rincones de mis recuerdos, que se atropellaban en mi mente en un intento de devolverme un vestigio del capítulo incompleto que era mi existencia. Nada como la nada misma. ¿Quién era, sin embargo, la dueña de una expresión tan familiar?
No sabía qué y cómo responder a su oportuna pregunta. Era una obviedad que se sentiría interesada en saber qué era lo que realmente necesitaba, nadie irrumpiría la tranquilidad de un lector sin motivos netamente importantes. Y yo no tenía contestación coherente que justificara mi accionar. Me preguntaba cuándo sería el día en que aprendería a no dejarme llevar por mis impulsos infantiles y me convertiría en alguien más prudente cuando se tratara de saciar mi curiosidad. ¡Pero es que realmente ella estaba entre mis conocidos!
- Sepa disculparme – reaccioné con tranquilidad, hablándole en un claro inglés - pero me interesa saber si usted es inglesa – extendí mi mano rápidamente y le sonreí, intentando alivianar lo directo de mi consulta. En París, solían ser bastante cautelosos, las cuestiones políticas mantenían los ánimos caldeados, y el barril de pólvora sobre el que estaba asentado Europa estallaría en cualquier momento - Isaura Blackraven – me presenté esperando el saludo pertinente. La joven tenía modales, de eso me cabía duda alguna, pero la susceptibilidad solía ser mala consejera, y más en estos casos.
Un trueno dio anuncio de que la lluvia no se haría esperar mucho. Sólo rogaba que no hubiera tormenta, les temía, me hacían sentir sumamente desprotegida y despojada de coraje. Desde que tenía uso de razón, esos fenómenos naturales me habían transmitido tan desagradable sensación. Era uno de los tantos miedos que jamás lograría superar. Miré rápidamente hacia arriba, con preocupación, pero volví la vista en unos segundos a mi receptora. Era notable mi cambio de actitud, pero compuse esa pequeña pausa, y regresé a la compostura que había mantenido desde que decidí montar esa especie de farsa para averiguar dónde había visto a la joven por primera vez.
No sabía qué y cómo responder a su oportuna pregunta. Era una obviedad que se sentiría interesada en saber qué era lo que realmente necesitaba, nadie irrumpiría la tranquilidad de un lector sin motivos netamente importantes. Y yo no tenía contestación coherente que justificara mi accionar. Me preguntaba cuándo sería el día en que aprendería a no dejarme llevar por mis impulsos infantiles y me convertiría en alguien más prudente cuando se tratara de saciar mi curiosidad. ¡Pero es que realmente ella estaba entre mis conocidos!
- Sepa disculparme – reaccioné con tranquilidad, hablándole en un claro inglés - pero me interesa saber si usted es inglesa – extendí mi mano rápidamente y le sonreí, intentando alivianar lo directo de mi consulta. En París, solían ser bastante cautelosos, las cuestiones políticas mantenían los ánimos caldeados, y el barril de pólvora sobre el que estaba asentado Europa estallaría en cualquier momento - Isaura Blackraven – me presenté esperando el saludo pertinente. La joven tenía modales, de eso me cabía duda alguna, pero la susceptibilidad solía ser mala consejera, y más en estos casos.
Un trueno dio anuncio de que la lluvia no se haría esperar mucho. Sólo rogaba que no hubiera tormenta, les temía, me hacían sentir sumamente desprotegida y despojada de coraje. Desde que tenía uso de razón, esos fenómenos naturales me habían transmitido tan desagradable sensación. Era uno de los tantos miedos que jamás lograría superar. Miré rápidamente hacia arriba, con preocupación, pero volví la vista en unos segundos a mi receptora. Era notable mi cambio de actitud, pero compuse esa pequeña pausa, y regresé a la compostura que había mantenido desde que decidí montar esa especie de farsa para averiguar dónde había visto a la joven por primera vez.
Isaura Blackraven- Realeza Inglesa
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Fecha de inscripción : 22/10/2010
Localización : Where the oaks and stars could die for sorrow
Re: ~ Las despedidas son promesas de futuros encuentros ~ {Isaura} ACTIVO
La calma era la verdadera dueña del ambiente. Pese a que las personas iban y venían, paseando o simplemente perdiendo su tiempo, la concentración adquirida por Fraiah minutos antes y mas ahora, hacían que todo a su alrededor se tornara en un absoluto silencio, donde sólo podía oír la voz suave y educada, perfectamente inglesa, de aquella dama que se postraba ante ella.
Parecía vacilar un poco. ¿Qué pasaría por su mente? Había días en donde desearía, ciertamente, poder leer mentes o alguna cosilla alocada de aquellas. Fraiah leía demasiado como para que su imaginación no sea inmensa y se disperse. Había tantas cosas que deseaba que fueran realidad.
Finalmente, la muchacha extendió su mano en dirección a ella mientras enunciaba una pregunta. Fraiah asintió en una primera instancia con la cabeza, para luego dar paso a las palabras.
- Así es, soy inglesa señorita. Veo que usted también - y se decidió en ese instante a estrechar su mano, educada y delicadamente, con una sonrisa que adornaba esta inesperaba y sutil conversación.
Isaura Blackraven. Ese nombre fue la etiqueta que ella tenía como persona y cómo la reconocían. Fraiah se quedó algo estupefacta. Su amiga de la infancia poseía el mismo nombre. ¿Qué sería de ella? Si bien creía que era posible que existiesen dos personas con los mismos sustantivos propios en este mundo, no podía creer que justo se presentara alguien así ante sus ojos. De todos modos, esos rasgos tan femeninos y esa manera de mirar.. aunque pareciera increíble, debería ceder ante la dicha del destino, que siempre es juguetón y enredado.
Aquel trueno terminó de confirmarlo todo. Definitivamente, no había dudas.
Una sonrisa cálida surcó el rostro de Fraiah, mientras aún seguía estrechando su mano.
- Veo que aún no has superado ese temor a las tormentas - soltó con una pequeña risita, atreviendose a tutearla - Fraiah Eslin, es un placer - mencionó luego con cierto aire burlesco, pues era bastante en vano presentarse, pero hacerlo le daría un toque algo divertido. Mas quisiera ver la expresión de su vieja amiga ahora. Trató de contener la calma y no saltarle encima con motivo de estrujarla a abrazos, pues así aquella pequeña picardía hecha broma duraría un poco más.
Parecía vacilar un poco. ¿Qué pasaría por su mente? Había días en donde desearía, ciertamente, poder leer mentes o alguna cosilla alocada de aquellas. Fraiah leía demasiado como para que su imaginación no sea inmensa y se disperse. Había tantas cosas que deseaba que fueran realidad.
Finalmente, la muchacha extendió su mano en dirección a ella mientras enunciaba una pregunta. Fraiah asintió en una primera instancia con la cabeza, para luego dar paso a las palabras.
- Así es, soy inglesa señorita. Veo que usted también - y se decidió en ese instante a estrechar su mano, educada y delicadamente, con una sonrisa que adornaba esta inesperaba y sutil conversación.
Isaura Blackraven. Ese nombre fue la etiqueta que ella tenía como persona y cómo la reconocían. Fraiah se quedó algo estupefacta. Su amiga de la infancia poseía el mismo nombre. ¿Qué sería de ella? Si bien creía que era posible que existiesen dos personas con los mismos sustantivos propios en este mundo, no podía creer que justo se presentara alguien así ante sus ojos. De todos modos, esos rasgos tan femeninos y esa manera de mirar.. aunque pareciera increíble, debería ceder ante la dicha del destino, que siempre es juguetón y enredado.
Aquel trueno terminó de confirmarlo todo. Definitivamente, no había dudas.
Una sonrisa cálida surcó el rostro de Fraiah, mientras aún seguía estrechando su mano.
- Veo que aún no has superado ese temor a las tormentas - soltó con una pequeña risita, atreviendose a tutearla - Fraiah Eslin, es un placer - mencionó luego con cierto aire burlesco, pues era bastante en vano presentarse, pero hacerlo le daría un toque algo divertido. Mas quisiera ver la expresión de su vieja amiga ahora. Trató de contener la calma y no saltarle encima con motivo de estrujarla a abrazos, pues así aquella pequeña picardía hecha broma duraría un poco más.
Fraiah Eslin- Humano Clase Media
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Fecha de inscripción : 13/11/2010
Edad : 31
Re: ~ Las despedidas son promesas de futuros encuentros ~ {Isaura} ACTIVO
El misterio se develó por fin. El destino se abrió paso ante mis ojos que se llenaron de lágrimas de emoción al reconocer el nombre...la identidad de esa joven que había llamado mi atención desde que su voz melodiosamente inglesa había llegado a mis oídos y captado mi atención. Alegría, alegría y más alegría, no había otra palabra para describir el impacto visual y sentimental causado por mi querida amiga de la infancia, aquella que dejé de ver de un momento a otro, pero a la cual atesoré en mi corazón. El evocar las aventuras de la niñez en mis vacaciones londinenses, las incansables corridas y travesuras, los dulces robados de la cocina de la mansión que mi familia tenía en la ciudad británica, a la cual no volví luego de la muerte de mis padres, me trajo la bocanada de aire que había necesitado desde hacía mucho tiempo. Con los años había logrado enterarme de la suerte de la madre de Fraiah, sin embargo, el trauma no superado y los constantes compromisos de mi abuelo, congelaron aquel deseo de ir en busca de mi compañera de aventuras.
El volver a las raíces, a la esencia pura de una misma, atraer un pasado feliz, siempre era motivo de jolgorio. Encantadora sorpresa, ya había arrancado el primer lagrimeo que recorría mis mejillas, arrugadas por la sonrisa y enrojecidas por el llanto. ¡Que protocolo, ni protocolo! Solté su mano y extendí mis brazos, para estrecharla entre ellos, escondiendo mi rostro en la curvatura de su cuello. - Y yo veo que sigues conservando la buena memoria – bromeé segundos antes de separarme para mirarla a los ojos. Seguía igual. Su expresión inocente e intelectual, su cabellera rubia larga y espesa, la cual disfrutaba trenzando y colocando pequeñas flores silvestres y su sonrisa tan cálida y aniñada, sin dudas, era Fraiah. ¿Qué hacía en París? ¿A caso se había casado tan joven y acompañaba a su amor en alguna aventura? ¿Ya tendría hijos? ¿Cómo estaría su padre?
Tomé sus manos entre las mías, y en un suave movimiento vertical, la incito a ponerse de pie. Una larga caminata para actualizarnos. Muchos eventos habían sucedido en todos estos años, tampoco sabía si estaba enterada del fallecimiento de mis padres, aunque era seguro, la noticia había recorrido Inglaterra, y había quedado en la sociedad, a pesar de haber pasado tanto tiempo. Pero no quería hablar de mi, vivía sumergida en un caos alimentado de imaginación y realidades difusas. Últimamente ya no distinguía entre lo que había soñado y lo que había acontecido en el día. Estaba más despistada que de costumbre, sin contar que la Señora Lemacks pasaba sus horas entregándome papeles y organizando las reuniones por los negocios pendientes que la familia tenía en éste país. Por lo menos, transcurría los minutos ocupada en algo, pocas eran las veces que tenía tiempo para tocar el piano, disfrutar de un buen libro o simplemente dar un afable paseo. Las señoritas acartonadas de la alta sociedad no tenían tantos compromisos como yo, motivo por el cual, veían en mi, una inglesa transgresora y por momentos, anti social, conceptos que me tenían sin cuidado.
El volver a las raíces, a la esencia pura de una misma, atraer un pasado feliz, siempre era motivo de jolgorio. Encantadora sorpresa, ya había arrancado el primer lagrimeo que recorría mis mejillas, arrugadas por la sonrisa y enrojecidas por el llanto. ¡Que protocolo, ni protocolo! Solté su mano y extendí mis brazos, para estrecharla entre ellos, escondiendo mi rostro en la curvatura de su cuello. - Y yo veo que sigues conservando la buena memoria – bromeé segundos antes de separarme para mirarla a los ojos. Seguía igual. Su expresión inocente e intelectual, su cabellera rubia larga y espesa, la cual disfrutaba trenzando y colocando pequeñas flores silvestres y su sonrisa tan cálida y aniñada, sin dudas, era Fraiah. ¿Qué hacía en París? ¿A caso se había casado tan joven y acompañaba a su amor en alguna aventura? ¿Ya tendría hijos? ¿Cómo estaría su padre?
Tomé sus manos entre las mías, y en un suave movimiento vertical, la incito a ponerse de pie. Una larga caminata para actualizarnos. Muchos eventos habían sucedido en todos estos años, tampoco sabía si estaba enterada del fallecimiento de mis padres, aunque era seguro, la noticia había recorrido Inglaterra, y había quedado en la sociedad, a pesar de haber pasado tanto tiempo. Pero no quería hablar de mi, vivía sumergida en un caos alimentado de imaginación y realidades difusas. Últimamente ya no distinguía entre lo que había soñado y lo que había acontecido en el día. Estaba más despistada que de costumbre, sin contar que la Señora Lemacks pasaba sus horas entregándome papeles y organizando las reuniones por los negocios pendientes que la familia tenía en éste país. Por lo menos, transcurría los minutos ocupada en algo, pocas eran las veces que tenía tiempo para tocar el piano, disfrutar de un buen libro o simplemente dar un afable paseo. Las señoritas acartonadas de la alta sociedad no tenían tantos compromisos como yo, motivo por el cual, veían en mi, una inglesa transgresora y por momentos, anti social, conceptos que me tenían sin cuidado.
Isaura Blackraven- Realeza Inglesa
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Re: ~ Las despedidas son promesas de futuros encuentros ~ {Isaura} ACTIVO
La expresión de Isaura causó una sonrisa aún mas amplia en Fraiah. Aquellas mejillas rosadas por el llanto y la presión de las lágrimas siempre le traían los recuerdos de la niñez junto a ella. Ya recordaba con claridad las veces que la había asustado cuando jugaban en el jardín al atardecer y ella se llevaba los regaños por 'asustar a la señorita de la Realeza'. Siempre terminaba riendo de esos hechos, pues los sirvientes tan estructurados son a veces peor que la Alta Sociedad misma.
Lo cierto es que Isaura no había cambiado nada. Al menos eso le decían ahora sus ojos con un pequeño brillo ocacionado por la emoción. Seguían en aquella formalidad, estrechando sus manos, hasta que el libro de Fraiah voló por los aires cuando su vieja y adorada amiga la abrazó de esa manera tan tierna y añorada, que creía perdida por el paso del tiempo.
- ¿Siempre vas a estar así de llorona? - bromea la rubia mientras la rodea fuertemente con sus brazos, pero sin hacerle daño.
Cuando se separan y se miran a los ojos, una risita algo pícara se escapa de sus labios, acompañando a este sentimiento de reencuentro increíble que Fraiah jamás hubiera creído que sucedería. Sin duda, este es el instante mágico de este día, pensó. Si bien Fraiah era una chica que trataba de mantener los pies sobre la tierra, el ser una soñadora e idealista la llevaba demasiado lejos. Cada día procuraba acatar aquel momento, aquel lapso de segundos de magia que proporciona el destino a cada ser sobre la tierra. Este reencuentro lo era sin duda.
Demasiado tiempo había pasado, pero eso no significaba que ella no recordara sus andanzas con Isaura por la tan anhelada tierra inglesa. Tenía demasiadas preguntas ahora que se amotinaban contra las paredes de su pequeña cabeza. De todos modos, la opción mas adecuada era 'todo a su momento'. Creía que tendrían una larga tarde para hablar, comentar los sucesos que rodearon sus vidas en estos años.
Agradecía, ahora, que Isaura la hiciese poner de pie, pues significaba que ella también quería platicar un poco, caminar sin rumbo, y quizás dejar pasar el tiempo, perderlo simplemente para dar un vistazo al pasado disfrutando del presente y el futuro que se aproxima.
- Sigues igual de elegante que siempre - susurra viéndola, algo maravillada, pues siempre le había dicho que los bucles le quedaban preciosos.
Fraiah recordaba la familia de Isaura y aquella noticia que el periódico que proporcionó para su pesar. Sabía que sus padres habían fallecido, y no quería mencionar el tema. Al menos tenían un punto en común: el dolor de perder a alguien.
De todos modos, ella no gusta de recordar cosas tristes pero si es necesario para hacer una reseña de los hechos hasta el momento, los mencionaría.
- Aún no puedo creerlo - masculló luego, llevándose una mano al cabello y alborotandolo un poco mientras sonreía ligeramente.
Lo cierto es que Isaura no había cambiado nada. Al menos eso le decían ahora sus ojos con un pequeño brillo ocacionado por la emoción. Seguían en aquella formalidad, estrechando sus manos, hasta que el libro de Fraiah voló por los aires cuando su vieja y adorada amiga la abrazó de esa manera tan tierna y añorada, que creía perdida por el paso del tiempo.
- ¿Siempre vas a estar así de llorona? - bromea la rubia mientras la rodea fuertemente con sus brazos, pero sin hacerle daño.
Cuando se separan y se miran a los ojos, una risita algo pícara se escapa de sus labios, acompañando a este sentimiento de reencuentro increíble que Fraiah jamás hubiera creído que sucedería. Sin duda, este es el instante mágico de este día, pensó. Si bien Fraiah era una chica que trataba de mantener los pies sobre la tierra, el ser una soñadora e idealista la llevaba demasiado lejos. Cada día procuraba acatar aquel momento, aquel lapso de segundos de magia que proporciona el destino a cada ser sobre la tierra. Este reencuentro lo era sin duda.
Demasiado tiempo había pasado, pero eso no significaba que ella no recordara sus andanzas con Isaura por la tan anhelada tierra inglesa. Tenía demasiadas preguntas ahora que se amotinaban contra las paredes de su pequeña cabeza. De todos modos, la opción mas adecuada era 'todo a su momento'. Creía que tendrían una larga tarde para hablar, comentar los sucesos que rodearon sus vidas en estos años.
Agradecía, ahora, que Isaura la hiciese poner de pie, pues significaba que ella también quería platicar un poco, caminar sin rumbo, y quizás dejar pasar el tiempo, perderlo simplemente para dar un vistazo al pasado disfrutando del presente y el futuro que se aproxima.
- Sigues igual de elegante que siempre - susurra viéndola, algo maravillada, pues siempre le había dicho que los bucles le quedaban preciosos.
Fraiah recordaba la familia de Isaura y aquella noticia que el periódico que proporcionó para su pesar. Sabía que sus padres habían fallecido, y no quería mencionar el tema. Al menos tenían un punto en común: el dolor de perder a alguien.
De todos modos, ella no gusta de recordar cosas tristes pero si es necesario para hacer una reseña de los hechos hasta el momento, los mencionaría.
- Aún no puedo creerlo - masculló luego, llevándose una mano al cabello y alborotandolo un poco mientras sonreía ligeramente.
Fraiah Eslin- Humano Clase Media
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Fecha de inscripción : 13/11/2010
Edad : 31
Re: ~ Las despedidas son promesas de futuros encuentros ~ {Isaura} ACTIVO
En la magia de los reencuentros se descubre ese brillo especial en la mirada ajena, algo que no se puede describir, las pupilas tambalean y las lágrimas dan paso a emociones nuevas y encantadores. Ver en el otro aquel pedacito de historia que quedó atado a la historia propia, hallar en quien formó parte del pasado, un nuevo presente. Fraiah representaba todo aquello que dejé atrás en un afán de encontrar una nueva vida feliz…y tenerle frente a mi, nuevamente, me mostró que la felicidad que creía perdida, seguía estando en el rincón donde los recuerdos alegres quedaban arraigados… Si, sin dudas, la infancia traía consigo el aire del rejuvenecer del espíritu. Mi espíritu, su espíritu, tan iguales en un punto. Naturaleza fantasiosa, romántica, ingenua, una maravilla del Creador. No quedaban mentes así, y las pocas que había, eran destruidas por la realidad, eso no le pasaría a mi amiga, a mi…tampoco.
—Pedirme que no llore por encontrarte, es lo mismo que pedirle al mundo que calle a Sheakspear —respondí antes de tomarla del brazo para que nos dispusiéramos a caminar, un largo camino recorrido separadas, un camino que se volvía a juntar, creía en las señales, y ésta, era una de ellas —Y tú sigues igual de adorable —agregué, imitando su susurró y dejando entrever una sonrisa colmada de picardía, como dos niñas que están a punto de cometer una travesura. Todavía no me atrevía a preguntar sobre su suerte, y para mi fortuna, ella sacó otro tema. —Yo tampoco —me sinceré y acaricié uno de mis bucles, típico gesto que tenía cuando no se me ocurría algo interesante que decir —Pero es una maravillosa obra del destino —concluí con verdadero entusiasmo.
Comenzamos el recorrido, y a pesar de que había muchas cosas que contar, muchos recuerdos que traer a colación, realmente, no sabía por dónde empezar. Y la respuesta era obvia, por el principio. Un grupo de palomas que volaron correteadas por unos niños atrajo mi atención sólo un instante, en el que inspiré profundo para afrontar un tema difícil —¿Cómo está tu familia? —así me sacaría la duda de si se había casado, si tenía hijos, de su padre. Esperaba no entristecerla y no quebrar esa ilusión que se había formado a nuestro alrededor. La miré de soslayo para advertir su expresión, si algo había aprendido, era a analizar los gestos, cualidad heredada de la parte paterna, por supuesto.
—Pedirme que no llore por encontrarte, es lo mismo que pedirle al mundo que calle a Sheakspear —respondí antes de tomarla del brazo para que nos dispusiéramos a caminar, un largo camino recorrido separadas, un camino que se volvía a juntar, creía en las señales, y ésta, era una de ellas —Y tú sigues igual de adorable —agregué, imitando su susurró y dejando entrever una sonrisa colmada de picardía, como dos niñas que están a punto de cometer una travesura. Todavía no me atrevía a preguntar sobre su suerte, y para mi fortuna, ella sacó otro tema. —Yo tampoco —me sinceré y acaricié uno de mis bucles, típico gesto que tenía cuando no se me ocurría algo interesante que decir —Pero es una maravillosa obra del destino —concluí con verdadero entusiasmo.
Comenzamos el recorrido, y a pesar de que había muchas cosas que contar, muchos recuerdos que traer a colación, realmente, no sabía por dónde empezar. Y la respuesta era obvia, por el principio. Un grupo de palomas que volaron correteadas por unos niños atrajo mi atención sólo un instante, en el que inspiré profundo para afrontar un tema difícil —¿Cómo está tu familia? —así me sacaría la duda de si se había casado, si tenía hijos, de su padre. Esperaba no entristecerla y no quebrar esa ilusión que se había formado a nuestro alrededor. La miré de soslayo para advertir su expresión, si algo había aprendido, era a analizar los gestos, cualidad heredada de la parte paterna, por supuesto.
Isaura Blackraven- Realeza Inglesa
- Mensajes : 362
Fecha de inscripción : 22/10/2010
Localización : Where the oaks and stars could die for sorrow
Re: ~ Las despedidas son promesas de futuros encuentros ~ {Isaura} ACTIVO
El día era traquilo y realmente se aspiraba paz. A veces se preguntaba Fraiah cuánto podría durar. Estaba acostumbrada a que la realidad la baje de un hondazo dando su mejor golpe para quitarla de la fantasía en la que vivía día a día, desmesurando sus libros con un abrir y cerrar de ojos. Ansiaba que este momento no se terminara, y que lo real que las rodeaba no sea tan cruel.
El cielo estaba algo encapotado, amenazaba con llover, pero parecía que aún duraría un poco más en ese modo estable, en donde las nubes servían de colchón húmedo para ese mar de lágrimas de ángeles.
Iban tomadas del brazo, caminando como cuales doncellas en su plena juventud. Eran jóvenes, claro, pero la única Doncella aquí era Isaura. Fraiah jamás se consideró una, y un ejemplo claro del por qué era su fanatismo por juegos masculinos desde pequeña. Ella no podía vivir sin ensuciarse, escalar rocas elevadas, trepar árboles, rodar por los suelos del bosque.. Isaura, en cambio, siempre fue mas femenina y al pasar el tiempo terminó por contagiarla a Fraiah de aquella peculiar delicadeza suya.
Iban dando pasos por aquel sendero, mientras las palomas eran espantadas por unos inocentes niños. Una sonrisa emocional, cargada de recuerdos, se situó en los labios de la rubia sin pretender abandonar aquel sitio en su rostro. Las palabras de su vieja amiga, con aquellas frases tan suyas, le traían los aromas mas bellos de su niñez.
- Creo que Shakespeare estaría encantando de oír tus halagos hacia su persona - bromea mientras continúa mirando el frente. Desvía un instante la mirada para verla, pues le había dado ternura oír aquel calificativo de los labios de Isaura. ¿Adorable? Ahora parece que debería tener en cuenta que lo era.
- Una maravillosa obra del destino.. que espero que perdure y no se eche a perder.. me alegra mucho que estés aquí, a veces me sentía..- suspira para cobrar fuerzas de lo que está a punto de decir - .. demasiado sola - concluye viéndola con una tierna sonrisa.
La soledad. Ella la sentía correr por sus venas a menudo. ¿La buscaba? Claro que no, y tal vez ese sea un motivo por el cual la había encontrado. Hoy en día era tan difícil encontrar a alguien que comparta tus ideales de la misma manera que lo es hallar una aguja en un pajar. Isaura era una de las pocas personas con las que podía confiar sus mas alocados deseos y sus mas retorcidos disparates.
Una bandada de palomas es nuevamente alejada por los mismos niños de hace unos segundos, y tras dar un pequeño saltito por el susto de que una de esas aves se le venga encima, escucha la pregunta de Isaura.
- Palomas.. siempre creí que traman algo - se queja de manera bastante divertida, y luego mira a su amiga a los ojos.
- Mi familia.. reducida, pero bien - sonríe con cierto toque amargo, pero que no alcanza a apagar su alegría - Mi madre falleció hace unos años, desde que nos mudamos a París, y vivo sola con mi padre - hace una pequeña pausa - él trabaja en una fábrica, y yo debo ocupar el sitio de mi madre como ama de casa. No vivimos como los dioses, pero somos felices, dentro de lo que se puede - comenta luego para concluír aún con una sonrisa en el rostro.
- ¿Y qué es de tu atariada vida en la realeza? ¿Continúan volviendote loca con las responsabilidades? - pregunta con confianza, como si de una hermana se tratase. Y es que a decir verdad, no estaba muy lejos de eso.
El cielo estaba algo encapotado, amenazaba con llover, pero parecía que aún duraría un poco más en ese modo estable, en donde las nubes servían de colchón húmedo para ese mar de lágrimas de ángeles.
Iban tomadas del brazo, caminando como cuales doncellas en su plena juventud. Eran jóvenes, claro, pero la única Doncella aquí era Isaura. Fraiah jamás se consideró una, y un ejemplo claro del por qué era su fanatismo por juegos masculinos desde pequeña. Ella no podía vivir sin ensuciarse, escalar rocas elevadas, trepar árboles, rodar por los suelos del bosque.. Isaura, en cambio, siempre fue mas femenina y al pasar el tiempo terminó por contagiarla a Fraiah de aquella peculiar delicadeza suya.
Iban dando pasos por aquel sendero, mientras las palomas eran espantadas por unos inocentes niños. Una sonrisa emocional, cargada de recuerdos, se situó en los labios de la rubia sin pretender abandonar aquel sitio en su rostro. Las palabras de su vieja amiga, con aquellas frases tan suyas, le traían los aromas mas bellos de su niñez.
- Creo que Shakespeare estaría encantando de oír tus halagos hacia su persona - bromea mientras continúa mirando el frente. Desvía un instante la mirada para verla, pues le había dado ternura oír aquel calificativo de los labios de Isaura. ¿Adorable? Ahora parece que debería tener en cuenta que lo era.
- Una maravillosa obra del destino.. que espero que perdure y no se eche a perder.. me alegra mucho que estés aquí, a veces me sentía..- suspira para cobrar fuerzas de lo que está a punto de decir - .. demasiado sola - concluye viéndola con una tierna sonrisa.
La soledad. Ella la sentía correr por sus venas a menudo. ¿La buscaba? Claro que no, y tal vez ese sea un motivo por el cual la había encontrado. Hoy en día era tan difícil encontrar a alguien que comparta tus ideales de la misma manera que lo es hallar una aguja en un pajar. Isaura era una de las pocas personas con las que podía confiar sus mas alocados deseos y sus mas retorcidos disparates.
Una bandada de palomas es nuevamente alejada por los mismos niños de hace unos segundos, y tras dar un pequeño saltito por el susto de que una de esas aves se le venga encima, escucha la pregunta de Isaura.
- Palomas.. siempre creí que traman algo - se queja de manera bastante divertida, y luego mira a su amiga a los ojos.
- Mi familia.. reducida, pero bien - sonríe con cierto toque amargo, pero que no alcanza a apagar su alegría - Mi madre falleció hace unos años, desde que nos mudamos a París, y vivo sola con mi padre - hace una pequeña pausa - él trabaja en una fábrica, y yo debo ocupar el sitio de mi madre como ama de casa. No vivimos como los dioses, pero somos felices, dentro de lo que se puede - comenta luego para concluír aún con una sonrisa en el rostro.
- ¿Y qué es de tu atariada vida en la realeza? ¿Continúan volviendote loca con las responsabilidades? - pregunta con confianza, como si de una hermana se tratase. Y es que a decir verdad, no estaba muy lejos de eso.
Fraiah Eslin- Humano Clase Media
- Mensajes : 155
Fecha de inscripción : 13/11/2010
Edad : 31
Re: ~ Las despedidas son promesas de futuros encuentros ~ {Isaura} ACTIVO
La plenitud que los pequeños momentos felices provocan en las personas, siempre se me dificultaron para describir. Una alegría distinta, pura, un segundo en el que se cree que la suerte va a cambiar, pero luego la realidad nos enfrenta con la esencia misma de la vida: el dolor. ¿Qué sería de las personas sin él? Simplemente, viviríamos vacíos, atascados en una burbuja y no nos atreveríamos a luchar por aquello que ansiábamos, sólo porque el motor no existe. El dolor nos invita a seguir o nos frena para toda la eternidad. Y luego, la soledad. Fraiah y yo éramos dos solitarias, acostumbradas al dolor, una mezcla rara de emociones, ambas sufrimos pérdidas importantes, cambiamos de sitio y, sin embargo, continuamos sintiendo esa ausencia irremplazable, porque el paso del tiempo, para aquellos afligidos, era una mera construcción de palabras, un arrebatado de párrafos ilegibles, cientos de voces mudas. Aprendí que por más que se huya, se cruce el mundo, la tristeza es una cruz que nos acompaña durante todo el trayecto, pero cada uno decide si acostumbrarse a sufrir o buscar la felicidad. Yo…todavía no había elegido.
La naturaleza, madre de cada ser que pisaba el firmamento, nos regalaba el sencillo espectáculo de la niñez. ¡Como hubiese querido ser una de ellos! Una sonrisa se había traslucido entre mis labios mientas escuchaba a mi joven amiga y observaba detenidamente esas caritas sucias y esos harapos, correr detrás de las palomas, que huían despavoridas y hambrientas, un fiel reflejo de lo vida misma. El comentario de la blonda me causó gracia, y no lo oculté, pero la leve risa se ahogó con su siguiente frase. Ella todavía tenía a su padre y con todas las dificultades, eran felices, era una verdadera afortunada y me alegraba por eso. —Lamento lo de tu madre, era una gran mujer. Es muy grato escuchar que tu padre y tú, son tan unidos —respondí con sinceridad. Devolví el gesto y apreté levemente su brazo con una de mis manos. ¿Mi atareada vida en la realeza? Si realmente hubiera vivido entre algodones, todo sería diferente. —Con la muerte de mi abuelo, con quien estuve viviendo todo este tiempo, tuve que hacerme cargo de parte de los negocios de la familia, ahora, querida Fraiah, soy una comerciante, tarea nada fácil, y más para una mujer, sabes que no es bien visto que las damas trabajen. Pero alguien debía hacerse cargo de todo, y a mí me enseñaron a subsistir y a defenderme con mis propios medios —suspiré profundo y perdí mi vista unos segundos en las nubes, que variaban entre los grises y los blancos —Cuéntame, ¿estás enamorada? —la miré de soslayo con una sonrisa pícara, dando por terminado el asunto de las responsabilidades de ambas. No tuve mucha imaginación, era una pregunta más que trillada, aunque no podía dejar de formularla.
La naturaleza, madre de cada ser que pisaba el firmamento, nos regalaba el sencillo espectáculo de la niñez. ¡Como hubiese querido ser una de ellos! Una sonrisa se había traslucido entre mis labios mientas escuchaba a mi joven amiga y observaba detenidamente esas caritas sucias y esos harapos, correr detrás de las palomas, que huían despavoridas y hambrientas, un fiel reflejo de lo vida misma. El comentario de la blonda me causó gracia, y no lo oculté, pero la leve risa se ahogó con su siguiente frase. Ella todavía tenía a su padre y con todas las dificultades, eran felices, era una verdadera afortunada y me alegraba por eso. —Lamento lo de tu madre, era una gran mujer. Es muy grato escuchar que tu padre y tú, son tan unidos —respondí con sinceridad. Devolví el gesto y apreté levemente su brazo con una de mis manos. ¿Mi atareada vida en la realeza? Si realmente hubiera vivido entre algodones, todo sería diferente. —Con la muerte de mi abuelo, con quien estuve viviendo todo este tiempo, tuve que hacerme cargo de parte de los negocios de la familia, ahora, querida Fraiah, soy una comerciante, tarea nada fácil, y más para una mujer, sabes que no es bien visto que las damas trabajen. Pero alguien debía hacerse cargo de todo, y a mí me enseñaron a subsistir y a defenderme con mis propios medios —suspiré profundo y perdí mi vista unos segundos en las nubes, que variaban entre los grises y los blancos —Cuéntame, ¿estás enamorada? —la miré de soslayo con una sonrisa pícara, dando por terminado el asunto de las responsabilidades de ambas. No tuve mucha imaginación, era una pregunta más que trillada, aunque no podía dejar de formularla.
Isaura Blackraven- Realeza Inglesa
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