Kiss me or shoot; she is mine or nobody's

por Invitado Sáb Ago 19, 2017 1:47 am

Desde esa vez, en que el dragón se mostró cuán indiferente, sin aliento de fuego, porque Malebranche; el señor de la brasa de aro, la misma lluvia de llamas, quería ser quemado por ella, luchar una vez más, sentirse atraído por su fuerza, el coraje emanado, hasta ser mordido, pero, ¿que obtuvo? Dice que olvido, pasado y más pasado. Ya que ni el beso, ni su mirada lograron avivarla, prenderla de furia, provocarla para que atacará. Pero, dócil, perdida era lo único que muestra. ¡Que debía hallarla! volver a atraer aquella guerrera, preguntándose por qué ha cambiado, si en verdad el maldito Caín logro arrebatársela. ¡No, imposible! Si era así, él haría lo mismo, con más vileza, con más potencia, ella era suya, le pertenece, a nadie más se la cederá, ya no más segundos, ni terceros, eran ellos dos solamente. Exclusivamente el punto de erupción era Arkana, por algo la hizo suya, y se lo dirá a todo aquel que intervenga, no le importa enfurecer aún más a sus enemigos, eso espera, que lo sientan, que griten de rabia, que se liberen y venga a él, porque para esto nació, para domar a cualquier bestia, para castigarlos y bañarse de poderío. ¡Esto es un infierno, esto es el mundo de Malebranche! Porque todos no lo conocen, nadie quiere ver la tortura perpetua, todos huyen de sus miedos, nadie puede afrontarlos, y él se encarga de ello, y cuando le conocen, suplican porque no sea así, temen de él, enloquecen en su reino, y nadie se escapa. Y ella, su adorada Arkana ya no tenía salida alguna.

Por ello, era necesario crear un momento que le haga recordar, que se penetre la presencia de Malebranche una vez por todas en ella, atraerla a él a la fuerza, ya no hay alternativa, que junto con sus pinches, les ordenó capturarla, que si muestra batalla, la combatieran, pero nadie debía matarla, herirla si, porque no es un blanco fácil, y no les es permitido ocasionar una herida grave, tan grave que le haga fenecer. Debían llevarla a una vieja bodega, (el lugar en el que emplea para sacar la verdad conforme dolor, la cueva en la que el minotauro hace de las suyas), cubierta de los ojos, y atada, ya que querrá escapar, casi arrastras es que debían traerla, encadenada como animal si es posible, porque desaparecería con ella un largo tiempo. El suficiente para marcar otra era, y hacer las movidas externas sin que ella se encuentre en ese combate, porque no es un juego la guerra, e irían por sus compañeros para ya establecer quien tiene el mando, y por ende quienes son los dueños de todo secreto. Estas fueron sus instrucciones, bien establecidas y enfocando su exacta ejecución, de lo contrario, no tendría piedad sobre sus lacayos. Y con su fundamento en quienes mantiene encerrados por inservibles.

Así es como espero en aquel lugar, ya todo estaba listo para su pronta llegada, y que se prepare porque ahí encontrara la peor batalla, eso es lo que ella ocasiono, que ahora, si debía herir profundamente, lo hará, no por ser ella será blando. Y mira que su aspecto lo refuta, está que mata con la mirada, porque todo de él, es reservado, y se conserva con su porte escrupuloso, posado como el señor bellaco, en su silla en el centro, con sus cuernos bien afilados (estos son sus armas: su poder, y nada más que este para atacarla, aunque ahí está la daga, bañada de una combinación de hierbas para el delirio) , con el pie posado en su rodilla, y calando de esa preciosura pipa, hasta en el peor santiamén se digna en disfrutarlo.

Y en cuanto entrara por esa abertura, lo primero que vería seria a Caín, ¿por qué? Simple, jugara con sus ojos, con su mente misma, quiere desnudar la realidad de lo que sucedió entre ellos, para después confesar el crimen que cometió y seguido de ello, embellecer el encuentro con sangre, golpes y evocaciones que ya ansia saborear.

por **Arkana** Mar Ago 22, 2017 8:06 pm

Había permanecido mucho rato en silencio, antes de tomar una decisión, la misma que firmaría su sentencia; un sacrificio por los suyos. Ya llevaba demasiado tiempo postergando aquello, y después de ese encuentro nefasto con él, ya era hora de tomar al toro por las astas y encarar la verdad, la misma que le había sido escondida por las arenas del tiempo. Agartha no estaba sola, al contrario, la hermandad del Dragón de Tres Cabezas había endurecido sus escamas como cristales, y ya no había fuerza los que hiciera flaquear. Se sentía orgullosa de todos y cada uno de sus miembros, y por eso, ya era hora de que ellos siguieran adelante... sin ella. Quizá estaba siendo pesimista, pero no, estaba al tanto de lo que ocurriría si se atrevía a enfrentar a ese demonio.

Tal vez Badr le había mentido, ocultado muchas cosas, en el peor de los casos, pero no guardaba rencor hacia él, porque siempre fue alguien de convicciones fuertes, tanto como lo fue su padre. Arkana siempre lo recordaría con estima y estaría eternamente agradecida por haberle brindado la posibilidad de pertenecer a la hermandad. Ese siempre seguiría siendo su hogar, el único refugio que debía proteger, así fuera sacrificándose a sí misma.

Sabía, por lo tanto, que al lanzarse a las fauces de la bestia, sin ninguna armadura que la protegiera, iba a traerle consecuencias. ¡Bien! Estaba dispuesta a aceptar el reto, después de todo, ya había permanecido suficiente tiempo en el campo de batalla, y aunque supiera de su peligro inminente, no pensaba darse por vencida. Además, venía de una época en la que los guerreros preferían morir en la guerra defendiendo sus justas causas, que esconderse como unos cobardes a esperar nada. ¿Por qué iba a esconderse ahora? Por mucho que los maestres intentaron convencerla, Arkana no hizo caso. Les dejó claras instrucciones, y por supuesto, a la eterna reina Morrigan a cargo de todo, sabiendo que el espectro era mejor líder que ella misma. ¿Se estaba despidiendo de su querida compañera? Sí, tal vez.

Y fue por esa misma razón que terminó cediendo, y no, no fue por debilidad, sólo por cansancio, porque ya estaba cansada de nadar contra la corriente. ¿Qué tanto le había afectado su peculiar encuentro con Malebranche? Lo suficiente como para que tomara aquella deicisión que, de alguna manera, la perjudicaba. ¿Y acaso el mundo no estaba lleno de sacrificios? Así es, y ella no iba a ser la excepción. ¡Él se creía poderoso! Ingenudo de su parte, porque nunca tuvo la osadía de conocerla tan bien como Badr. Nunca tuvo la osadía de saber cómo era ella en realidad. ¿Le dolía? Sí, en lo más profundo de su alma. Y aún atada, con los ojos cubiertos, podía intuir su presencia...

—No intentes engañarme esta vez. Sé que eres tú, Abel. No me tomarás por ingenua, ¿o acaso piensas que lo soy? —soltó. No sabía en dónde se encontraba, pero tampoco hizo el menor esfuerzo de averiguarlo. Después de todo, esa había sido su decisión—. No pensé que ibas a caer tan bajo... Pudiste haber ido por mí, no enviar a tus lacayos.

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