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La gema preciada entre máscaras +18. [Dante Pontis]  2WJvCGs


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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Invitado Sáb Nov 20, 2010 8:03 am

Es más fácil cuando nadie te ve, cuando no pueden sentirte y solo eres siseo entre sueños basados en ilusiones…¿temerías?.

Había burlado a la guardia que el palco rumano le impuso para ¨mantener su seguridad¨ sin saber que se apresaba entre las paredes de su propio peligro. El ansia la carcomía y la habitación principal del hotel no le parecía lo suficientemente atractiva como para pasar la noche entre pensamientos y quien sabe cuales suposiciones acerca de su futuro, del matrimonio que tanto le hastiaba pensar; un mortal en su lecho, a su lado en los retratos, ¡poca fortuna la que no le permitió reinar en su soledad!, sin embargo sabia que todo transcurriría en una apariencia nada semejante a la realidad, era buena para fingir, más de lo que creían e incluso podría llegar a redactar un dialogo de amor eterno asegurándose interiormente de que era una más de sus farsas y que la fidelidad no figuraba siquiera momentáneamente en sus opciones eternas.

Rebusco en los baúles por escasos minutos. En uno de color vino tallado encontró lo que buscaba y lo que en su mente divagaba entre planes futuros al rompimiento de la monotonía que se avecinaba, las monedas rumanas de plata resonaron al tomar con sus manos la frágil tela de seda negra, un brillo común se diviso en su iris bronce cuando vio la parte superior llena de encajes de su traje de bailarina. Si aquella demostración lejos de toda etiqueta era lo único que calmaría sus ansias no se negaría ese placer. Se despojo en pocos minutos del pesado vestido color crema, una de las criadas entro temerosa ante la petición de su ama, tranquilizándose al saber que solo la ayudaría a deslizar el corsé por su perfilado torso. Cristina agradeció amablemente, la suavidad de su tono de voz era más que evidente. El sujetador cubrió su busto, montañas carnosas que cubría con escotes misteriosos ajenas a la vista de la curiosidad, la falda de trozos delineados de tela mostraba sus piernas de apariencia cremosa y apetecible, se calzo con sencillez y muy poco maquillaje la cubrió, soltó sus cabellos de las pinzas ajustadas y nuevamente volvió a ser la dama de la máscara al posar en su rostro el objeto que la aislaba del conocimiento humano.

No hace falta narrar con detalle la ignorancia de los guardias que vigilaban la habitación ahora vacía. La capa era ondeada por el viento mientras se dirigía hacia el circo gitano. Llegaría pronto, siempre lo hacía, no le gustaba esperar y la paciencia esa noche no estaba en su confín más alto.

El bullicio resonante le anuncio que estaba cerca, las personas se aproximaban a las instalaciones de la gran carpa gitana como si murieran de hambre y solo ese lugar brindaría pan, vaga comparación. Una sonrisa irónica se forjo en sus labios sonrosados. Se introdujo cual sombra abismal en las instalaciones y se despojo de la capa, deslizándola por su cuerpo de marfil hasta que el roce tropezó contra el frio suelo, húmedo por las noches del otoño inconstante, que solo ella pudo percibir con afinación. Un suspiro innecesario a su naturaleza elevo su torso al seguir de sus movimientos, no eran nervios lo que sentía, estaba acostumbrada, más de lo que hasta ella quisiera, pero su olfato desarrollado se confundía entre tantos efluvios emanando su naturaleza a viva voz. Sabía controlarse totalmente y sus sonrisas seductoras y movimientos expertos formaban parte de ello. Dio un paso, su sed se había calmado a inicios de la noche, pobre guardia, beneficiosamente había evitado su castigo. Alegría se desbordo y sin traspiés la poca luz la ilumino, tan pobre que no pudo sentír el baño cálido rozar su piel. Se aproximó al escenario poblado de jóvenes mortales con coloridos trajes típicos del acto, lástima...esa noche ella sería el espectaculo.

El movimiento de sus caderas, los pasos coordinados de sus piernas y la cascada desbordante de sus caderas no se hizo esperar…


Última edición por Cristina M. Balanescu el Jue Dic 30, 2010 6:45 pm, editado 5 veces
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Mensaje por Invitado Sáb Nov 20, 2010 7:14 pm

Pasar el tiempo en aquella habitación,entre cuatro paredes a modo de encierro no era su estilo. Salir de su casa tampoco, a pesar de haber vuelto un tiempo atrás y París no era una ciudad que le apetecía visitar nuevamente. Todo era una molestia para él y si todavía hubiese venido en viaje de placer, pero ni eso, era la escolta de su futura esposa, una mujer que no conocía pero con la cual debía casarse, para mantener las alianzas y buenas relaciones de su reino. Que asco de vida y pensar que él era el menor de mucho hermanos y que nunca soñó con un trono. Era una jaula de oro, un castigo, una esclavitud que aceptó por ingenuidad, decisión de la que ahora se arrepentía infinitamente pero que no le quedaba otra opción que asumir y con ella, las responsabilidades que le tocaban.

Después de dar varias vueltas en la cama, se decidió finalmente a levantarse. No era noche para estar allí, él tenía que salir y que lugar mejor para entretenerse que el circo gitano. El único problema era como salir sin su...ah, si era fácil, podía salir convertido en tigre pero entonces se quedaría sin ropa. Lo otro era escaparse, un rey escapándose de su propia habitación, escondido de sus escoltas. No podía ser. De un salto se puso de pie y entró a la tina de baño, donde después de una larga hora de baño caliente, salió refrescado y relajado. Un pantalón ligero y una camisa blanca sin chaqueta, así tenía libertad de movimiento y podía pasearse tranquilamente por las calles, sin ropas caras que delataran su status social y esa noche, llevaría una máscara. Los gitanos tenían uno de sus tantos bailes de disfraces, de los que había disfrutado por años cuando era libre. Ahora no, ya lo sería menos en unas semanas cuando su boda se consumara al fin, por eso iría a disfrutar de su poca libertad.

Con un último vistazo, abandonó la habitación desde la ventana por los jardines y salió a las calles de París. La noche fresca y cada rincón lleno de vida como lo recordaba, a él particularmente no le gustaba el bullicio de las personas. Las peleas, los escándalos, las muchas mujeres que aparecían en su camino ofreciendo sus cuerpos sin saber, que aquel de quien esperaban algo de dinero para comer, podía ser también quien las privara de la vida. En todo caso, quizás hasta era mejor así y se libraban de aquella miserable existencia, aunque él particularmente, había conocido antes a una mujer que disfrutaba someter a los hombres, aunque para eso tuviese que vender su cuerpo. Cosas curiosas de la vida, cada uno tenía su manera de pensar y de vivir, como él, que siendo un animal, terminaba en un trono gobernando un país y casado con una mujer a la que ni conocía. El destino a veces era demasiado juguetón y cruel para su gusto.

El circo gitano estaba en las fueras de la ciudad, donde a los finos parisienses no les molestara la presencia de los gitanos. Brujos, parias de la sociedad desterrados, generalmente gente alegre y sin mayor problema que inventar cada día como ganarse la comida y sobrevivir en aquel mundo. Dante no tenía problemas con ellos, muchas veces lo acogieron aún sabiendo lo que era, él por su parte los ayudaba cazando animales para alimento, un intercambio justo. Ahora no, su libertad se reducía a viajes contados y mucho protocolo, ropas que le picaban en la piel y exceso de personas a quienes saludar y conocer. Nada grato para él y muy difícil teniendo en cuenta que sus instintos animales podían traicionarlo y matar a alguien o peor, convertirse en un tigre frente a toda su corte. Eso solo traería una consecuencia, lo matarían como hicieron antes con toda su familia.

Sacudiendo finalmente la cabeza, despejó todos y cada uno de esos pensamientos, concentrándose en la música que ya llegaba hasta él, a pesar de que apenas se acercaba a la carpa del circo. Cubrió su rostro con la máscara y traspasó la cortina que franqueba la entrada del lugar y daba paso a los palcos y la pista del circo, donde una hermosa gitana hacia gala de sus talentos de baile. Instintivamente le sonrió, ella también ocultaba su rostro mientras movía las manos, pies y caderas al mismo ritmo de los aplausos que salían de la multitud. Pero él, se había quedado cautivado por su esbelta figura y la manera en que lo amoldaba en aquella danza a su antojo, disfrutando de la música, el baile y la sensación de sentirse aclamada y admirada por cada uno de los presentes incluyéndolo a él. Si, definitivamente, aquella era la clase de mujer que le gustaría conocer. Caminó unos pasos, para recostarse a una de las vigas que sostenían la enorme carpa y tener una mejor visión de la pista y su ocupante, a la que seguía con la mirada, sin perderse el movimiento sensual que su cuerpo ejecutaba en ese instante, ante otra nota gitana.
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Mensaje por Invitado Sáb Nov 20, 2010 8:13 pm

La melodía la llenaba, la complementaba adhiriéndose a su piel ante su entrada a las tablas. Se adjuntaba a ella como el perlado sudor que desprendían las jóvenes damas gitanas que, tras bruscos movimientos, intentaban demostrar sus conocimientos desde la cuna que no se comparaban ni a la mínima expresión de la inmortal de rizos bronces y abdomen plano cuyas monedas resonaban dependientes de la tonada gitana. Era armónica y alegre y los aplausos de los ansiosos de más no se hacían esperar, ella se movía, perfecta y jovial como solo su vida eterna podía hacerla forjar. Sus caderas se semejaban a las corales de los bosques, tan frágiles y llamativas a la vez pero con la fuerza que mantiene de pie al sauce llorón, que, preso de sus recuerdos, gime en silencio por las pérdidas que dieron pie a su nacimiento. Giraba deslizando la tela negra de seda por sus piernas perfiladas, reflejando la luz en las mismas que se tornaban provocativas y expertas. Se perdía entre las mortales una y otra vez, los efluvios concentrados en la gran carpa de colores la acunaba cual Morfeo en las noches de Olimpo a los altos dioses y por ello no evitaba que una sonrisa seductora y perdida en el baile se formara en sus labios carnosos que cubría con la tela negra que sus brazos ajustaban, era ella, solo ella era el espectáculo.

¿Que llegaría a pensar la corte si la encontraban en ese estado? ¿Su futuro esposo?. Si existía un Dios testigo solo el sabría que en ese momento de júbilo no pensaba en las ataduras nupciales y mucho menos en unos ancianos adaptados a un asiento alrededor de una mesa redonda, con planos geográficos y documentos en su alrededor, siempre con el mismo y metódico tema de conversación. La luz la aparto con brusquedad de sus pensamientos, no se sintió aludida, estaba acostumbrada a aquellos dejes del presente para visitar el pasado como un viejo amigo hasta que la banda sonora la devolvía a la realidad. Giraba moviendo sus caderas con más empeño, recalcando los movimientos de un lado a otro, sus cabellos caían cual cascada de oro por su prominente busto, alojando las hebras en diferentes lugares que la hacían ver como una apetecible joven, fue allí...fue cuando sus ojos lo vieron...vieron dos pupilas claras entre un antifaz.

Un hombre, mortal de seguro, su respiración y parpadeo lo delataba ante su acostumbrada hipótesis. De porte varonil, clase alta de seguro, seguía bailando manteniendo el contacto con sus orbes, dejaría que esta vez las chicas inexpertas hicieran su trabajo de encantar sin gracia al público. El la veía, a ella entre la multitud, era imposible no hacerlo ya que miles de humanos la desvestían con un solo mirar, la desnudaban como si el control pobre de sus mentes pudiera lograr tal deseo carnal, pero ese hombre era diferente, si, buscaba en ella pero analizándola como ella hizo en un solo parpadeo. Dejo caer la tela negra, solo el atuendo la cubría y sin embargo la extensiones de su cremosa piel eran más que visibles, unos gritos de victoria resonaron en su afinado audio, maldijo al que percibió tal acción pues la mujer decidida solo lo hacía para él, para el caballero enmascarado y de dulce sangre que hasta podía sentir como una vibración incipiente en su garganta. Entreabrió sus labios humedeciéndolos mientras su espalda se arqueaba hacia atrás al compas del movimientos de sus brazos, posición que permitió que su vientre terso quedara ante sus ojos...un golpe más y la música acabo esperando la cordialidad de los aplausos.

Las inocentes damas se despojaron la máscara, agradeciendo quien sabe exactamente que, bien, no habían actuado tan mal, las felicitaría de no ser porque su rutina habría de ser cumplida. No busco el trozo caído de la prenda y se dirigió entre pasos simples a la oscura habitación que usaba para cambiarse, lejos de las inoportunas jovencitas que infinidades de veces la buscaban, eso la hastiaba y su paciencia no estaba del todo en su magnificencia. Busco al hombre con la mirada, ahí estaba, con aquel porte tan salvaje y seductor, lo percibía, sentía su aura y como la seguiría y allí se encamino, saciaría su deseo, su aroma poco común la embriagaba y ya podía imaginarse el elixir en sus labios o sus brazos en torno a su cintura. ¡Qué atrevida podía llegar a ser! Diría su mismísima mucama entrometida, pero era cierto, en los alrededores del circo el pecado no era un pasaje directo al infierno, eso lo tenía por seguro, además,ella ya lo había visitado...
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Mensaje por Invitado Sáb Nov 20, 2010 9:06 pm

Si...ella disfrutaba de aquel baile, de la melodía y la manera en que lograba envolver a los presentes en su hechizo sensual. No había criatura en aquel circo, que no estuviese pendiente de sus movimientos, una estrategia segura y mortal, puesto que aquella hermosa mujer llevaba una maldición consigo y que él detestaba la mayor parte del tiempo. La mayor parte porque aquella noche haría una excepción por ella, pocas vampiresas lo hicieron alguna vez en su larga existencia, ceder a sus caprichos, pocas por no decir ninguna y aquella, aquella quizás podría ser una de ellas si lograba convencerlo, o atraerlo lo suficiente para permitirle beber de su sangre. Un exilir que ya la sentía saboreando, porque desde el primer momento en que sus miradas se encontraron, ninguno había dejado de observarse, sobre todo ella, de provocarlo y llamar su atención. Y probablemente solo quería eso, beber y quizás...El sonrió trás la máscara como ella lo hizo segundos antes, al efectuar otro movimiento de caderas que dejó gran parte de su vientre al descubierto y atrajo miradas y vítores de parte de la multitud. Si tan solo él pudiera recorrer esa piel, de las mil maneras que se le ocurrían en ese momento.

Para que negarlo, la mujer le atraía fuese vampireza o no. La ausencia de un latido que anunciaba vida, probaba su teoría y que sus sospechas eran ciertas, ¿pero que importaba eso? Nada cuando el objetivo de ambos era común, ella también se sentía atraída por él y por su sangre, siempre fue así, la sangre caliente los atraía demasiado era un manjar exquisito a sus paladares cuando de cambiaformas se trataba, aunque dudaba que ella lo hubiese identificado ya. Eran sus últimos días de libertad y todavía se rebelaba ante aquella absurda idea de un matrimonio arreglado. Pasaba de su absoluta libertad, hasta el más absoluto encierro y que a cada paso alguien decidiera su vida por él. Sin embargo aquella noche podía gozar de ser nadie, uno más entre aquel pueblo de gitanos, un simple mortal hechizado por una bruja. Quizás se dejaría conducir como el más dócil de los corderos por aquella mujer, brindarle su sangre, no ser él.

Los últimos acordes lo sacaron de su ensimismamiento en el que aún, conectaba su mirada con la de ella que sonreía satisfecha o aparentando estarlo. No le preocupó mucho, puesto que era evidente que solo él tenía su atención y solo él lo invitaba a seguirla con la mirada. Muy a pesar de ser el deseo de cada uno de los presentes, ¿ella ya había elegido su cena? Y él ya había elegido su presa y con suerte, aquel deseo súbito que nació con cada uno de los movimientos de su cuerpo, no lo sentía solo él y la noche iba a ser más que interesante. Con paso tranquilo esquivó a las personas que comenzaban a salir, otras que gritaban aún y las últimas que se acomodaban para segur disfrutando del próximo espectáculo. Por su parte, buscó el camino que lo llevaba directamente hacia donde estaba ella, una pequeña habitación, que probablemente usaba para cambiarse antes y después de cada función y que en ese momento les servía para el primer encuentro y único entre dos desconocidos, atraídos por la curiosidad.

Ingresó al pequeño espacio en penumbras, solo para encontrarla frente a un tocador, de pie y aún agitada por la función. Era casi una obligación admirarla, claro, gran parte de esa culpa la tenía como mujer y otra parte como vampira, era típico de su raza atraer sin pensarlo si quiera. Sensuales y mortales, así eran los vampiros, letales y peligrosos, así eran los tigres. Dos depredadores que sin querer se llamaban, se atraían y solo uno saldría en pie de allí. Aunque como sabiamente le dijo un amigo una vez, que no todo se trataba de competir y ganar en la vida, a veces para ganar, primero había que perder. Generalmente, era una teoría que funcionaba a la perfección y quizás esa noche, con ella, ambos saldrían más que ganando porque lo que si era cierto, es que él quería esa mujer.- Buenas noches – saludó en voz baja y grave – La felicito por su actuación y por la belleza con que ha hechizado a cada presente.
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Mensaje por Invitado Dom Nov 21, 2010 7:51 am

Sin prisas ni pausas Cristina recorría el sendero pastoso y húmedo bajo la gran carpa en busca del pequeño cuarto en donde normalizaba su imagen para volver al castillo con la noche como único testigo, la amiga que la cobijaba en sus brazos y prohibía que los ojos mortales se dieran cuenta de su paradero, borrando la imagen de magnificencia y elegancia que se habían creado desde que conocieron a la misteriosa dama de sociedad que bajo su rostro perfecto escondía el antiguo linaje rumano y las peores atrocidades que ni la mente infante y aventurera se atreverían a imaginar.

…sentía los huesos crujir bajo la palma de su mano, la sangre perderse entre sus muñecas y el albornoz blanco ahora del más fino color vino. Los gritos eran música para sus oídos, masoquista, vengativa…finalmente vio ambos trozos de anatomía en sus manos y fue cuando se dio cuenta de los aterrorizados ojos de…su maestro.

Los pensamientos se ciñeron a ella nuevamente mientras los pasos se apresuraban notando el dulce aroma mortal que seguían su juego. Su esfuerzo mental dio frutos al dejar el pasado atas al igual que su andar, era exquisita la situación se mantenerse cobijada por el cauce del viendo entremezclado con la esencia masculina de aquel hombre que desprendía a flor de piel, si, había algo mas, pero la reina no se detuvo a pensar en ello pues ya sus ojos como el chocolate más puro divisaron una puerta de madera desgastada que guardaba tras de sí el cofre de su aposento. Dirigió una mirada hacia atrás, el venia más que dispuesto y seguro de sí, una sonrisa lujuriosa se forjo en sus labios antes de adentrarse en el pequeño cuarto y dejar la puerta entreabierta, la invitación estaba más que clara, pero la dama Balanescu dejó en manos del destino el desarrollo de aquella noche, como si verdaderamente creyera en dicha farsa de profecía.

Cuatro paredes con tapices claros, un tocador de madera tallada, un mueble amplio y acolchado y un guardarropas con los más vistosos trajes, lástima que ella solo usaría el suyo, diseñado en su ciudad natal y mas valioso que esas prendas baratas de las gitanas mortales. Sus dedos se deslizaron con precaución por las telas cromáticas, el aroma era variado, juveniles, maduros, incluso percibía el sudor y almizcle, ¡vaya mujeres!, no ponía en duda una situación pasional y aquellas pendas desgarradas en las manos se cualquier caballero.

Se ubico frente al tocador, sus dedos perfilados se deslizaron por sus cabellos dando una forma definida a las ondas que caían por su espalda, de lejos percibía los gritos y aplausos ante un próximo acto, el número de personas había reducido en su amplitud y de seguro acuno al ello la población masculina que asistía solo para ver a las odaliscas y deleitar sus ojos con la pobreza de hermosura. Delineo la máscara a sus ojos, posiblemente un mago farsante se hallara en el escenario intentando deslumbrar a los ilusos con supuestos trucos de magia donde cartas y flores aparecían y desaparecían a su antojo. Oía cada vez los pasos más cerca y el ansia pálpito en su fuero interno al percibir con más claridad la esencia de su delirio de esa noche. Coloco en guardapelo de su mortalidad en su largo cuello, dejando que este se deslizara con parsimonia en su prominente clavícula hasta perderse en la línea sucesoria de su busto, acoplándose a la elaborada parte superior, fue allí cuando el hablo, su voz grave resonó en la habitación como la única interrupción al silencio que habitaba en cada rincón, ella solo pudo sonreír internamente, satisfecha, siempre lograba lo que deseaba.

No le importaba hechizar a los vagos curiosos ni a los asistentes en general, esa noche iluminada por los astros solo el había captado su atención, no por su similitud de mascaras, sino porque era un mortal que a simple vista no poseía nada de humildad; grandeza, si, y magnificencia consigo. Cristina aun permanecía de espaldas a él, la curvatura de su cintura y su silueta forjada por el mismo Adonis no eran un secreto para el hombre que la miraba sin cohibirse. Una de sus manos se deslizo por la joya que desprendía la concavidad de su cuello para entreabrir luego las curvaturas peligrosas -Y usted también formo parte de esa supuesta magia. No fue una interrogación, no dudo, nunca lo hacía, más bien solo reafirmo con sosiego lo que ni la mente del mortal a sus espaldas llegó a pensar. Ladeo el rostro de misterio angelical deslizando sus cabellos cual sedosa cascada de campo por sus hombros, liberando la cubierta que los mantenía presos en su propio ser -Por ello está aquí.

Cada parte de ella era una invitación, un depredador hambriento o el más cálido sueño y esta vez él parecía saberlo.


Última edición por Cristina M. Balanescu el Lun Nov 22, 2010 1:03 pm, editado 1 vez
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Mensaje por Invitado Dom Nov 21, 2010 9:26 pm

Como las diosas, se le antojaba a él la inmortal que tenía ante sus ojos y ella que se aprovechaba de eso. Era tan fácil saber sus intenciones, tanto como ella conocer las suyas, el encuentro era evidente y el momento también. Buscaban lo mismo, querían lo mismo uno del otro o casi lo mismo, ella su sangre, él su cuerpo...En ese instante, ambos disfrutaban de la presencia del otro, Dante mirándola, ella provocándolo a su gusto, exaltando su necesidad de caer en el hechizo que había desplegado para atraparlo. Dudó en si debía acercarse o no, podía atacarlo sin previo aviso y aunque no era un humano indefenso, tampoco quería empezar la noche así cuando la idea era otra y los dos podían obtener lo que querían.

Observó la habitación donde estaban, era una habitación de cambio en común, puesto que los diferentes aromas se mezclaban allí. Las vestimentas de otras mujeres, sus perfumes dulces y penetrantes, incluso el aroma lleno de testosterona de los hombres, cosa que a él en cierto modo lo molestaba por su condición de macho alfa. Ya otra vez iba pensando como animal, a veces no podía evitarlo, eran sus instintos mas arraigados, la costumbre de lo que había sido toda su vida. Y esos instintos predominaban ahora en él, en ver a la mujer que tenía delante de una manera...de muchas maneras en realidad y con muchos pensamientos sobre como recorrer ese cuerpo.

Finalmente posó sus ojos en ella y la piel que se mostraba al dejar caer su cabello sobre la espalda. Era una tentación, un pecado por el que cualquier alma querría perderse y si bien él no se incluía en los desalmados, quizás pudiese entregarle algunas cosas si recibía otras a cambio o si tenía un buen motivo para hacerlo. De la manera que fuese, dilatar lo evidente no era opción, más aún cuando ella prácticamente lo estaba invitando a eso y mucho más.

En pocos pasos acortó la distancia entre los dos, hasta que se vió reflejado en el espejo junto a ella o trás ella e inclinando levemente el rostro, aspiró el suave aroma que despedía su piel, llenando sus sentidos con la fragancia y reafirmando los pensamientos que ya tenía de antes.- Magia, los encantos de una mujer que sabe como utilizarlos. Creo que ese sería el término mas...apropiado para definirlo.- hizo una pausa mientras apartaba alguna hebras retrasadas sobre el hombro - La atracción fue mutua, cada movimiento y mirada fue una invitación y aquí estoy.

Alzó la mirada hacia el espejo donde ella reflejaba la suya y sus ojos se encontraron. No era la única depredadora allí y ahora probablemente lo sabría.


OFF: perdon por lo corto pero no podia mas e.e
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Mensaje por Invitado Lun Nov 22, 2010 1:50 pm

Y a traves del espejo ocurrio...

...fue allí cuando Bestia vio los ojos de Bella, y desde ese momento supo que estaba perdido.

La yema de sus dedos fue como una pluma sosegada por su propio tacto que recorrio parte del perfilado cuello de la dama con tan solo evitar que las hebras rebeldes irrumpieran la blancura armónica de la piel femenina. Cristina permanecio inerte, su rostro concentrado en cada una de las acciones del hombre, sus labios entreabiertos dejando salir el halito calido del cause que los rodeaba y la naturaleza inconstante, el silencio reinaba por completo sin anomos de interrumpir cada accion desarrollada, todas y cada una de las que aseguraban las sospechas de la diosa inmortal, aquel hombre la deseaba, no por ello habia intentado, en vano, desvestirla con el iris de sus ojos mientras bailaba. Claro está que para la monarca aquel sujeto de aroma peculiar formaba parte de uno de sus tantos juegos, no, no era un mortal cualquiera y eso adjuntaba a sí misma con seguridad, pero el libertinaje de su persona no le permitía el ver mas alla de las clasicas emociones que carecen de explicacion aondadas en su propia pureza.

La cercanía no necesitaba explicación. El hombre autoritario rompió toda cercanía catedrática con la mujer de iris bronce, ella no se cohibió ni se alejo apenada. Dejó que probara la textura de su piel aunque sea por ese mínimo contacto de sus manos, incluso su espalda sin excesiva ropa, podía palpar la prenda amplia que vestía al fuerte torso masculino. Una risa entremezclada entre ironía y una diversión autóctona afloro de su voz al oírlo, la descripción de la magia forjada por su acompañante la sedujo sin duda alguna, puesto que sin importar la deidad de su vida inmortal seguía siendo una mujer. Se dio media vuelta encontrándose por primera vez con la poca distancia que los única, el áspid frente a los ojos del humano; sensual y atrayente y sin muestras de querer dejar de serlo. Dio un paso más, sus pechos misteriosos y redondeados hicieron roce con el adulto de mirada jovial, pudo sentir el tensar de los musculas de este pero eso no la hizo detenerse, después de todo, aun las prendas la vestían. Uno de sus dedos se alzo hacia su cuello, palpando, sintiendo la calidez emanada por su yugular, su boca se hizo agua al imaginar la sangre tibia recorrer su garganta pero no, la sed, la maldita sed no la acunaba en sus ansias en aquel instante -Una atracción mutua de la que no se jactó de seguir y una invitación de la que no ha dudado, una invitación, que...¿ha sido de su agrado...Monsieur?. Sentencio cerca de los labios finos para romper la cómoda cercanía y caminar por la habitación.

Un paso, dos, tres...la amplitud era insuficiente y solo logro llegar a la puerta, recorriendo con sus ojos cada objeto que los rodeaba; un collar de perlas con un lirio tallado de plata logró observar, sus orbes lo vieron cerca de una pequeña mesa decorada, de seguro alguna de las jóvenes la había hurtado pues ese objeto no era de valor para las bailarinas gitanas, o quién sabe, una paga por una buena noche. Su mente no se aventuro a mas, le bastaba con la gargantilla que colgaba de su cuello, absurdo el mantener inmóvil al caballero de la mascara detrás suyo, sin embargo lo disfrutaba, era como un masoquismo hacerlo esperar, hacerla desear mas, mas y mas si eso era posible.

Se posiciono en la puerta de madera desgastada, su espalda tocaba la estructura sin reaccionar ante el frio de los temerosos humanos. Una de sus piernas se flexiono mínimamente logrando que los retazos de seda negra se perdieran entre ambas formas anatómicas perfiladas en su mayor perfección. Su mano se posó en el pomo, sin intención aparente, sin abrirlo ni cerrarlo. Era la diosa del gran Olimpo en un pobre cuarto frente a los ojos fieros del animal que la rodeaba, el demonio en cuerpo de ángel bañado de una ilusa paz esperando un hilo de oración mientras sus ojos admiraban la anatomía del hombre...del hombre de la máscara.

Da Vinci y la Gioconda, Miguel Ángel y el Juicio Final...pero ella no se cohibía de que sus orbes fríos y profundos detallaran a su compañero, al igual que hizo el al momento que sus caderas cobraron vida para seguir el ritmo de la música, al momento que ella protagonizaría el espectáculo.
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Mensaje por Invitado Miér Nov 24, 2010 10:42 am

El toque de seda, la suavidad de la piel era exquisita, fría, aunque para alguien de sangre caliente como él, no sería un problema. Se deleitó unos segundos con el aroma, con el roce de la yema de los dedos sobre el terciopelo, perdido en la magia que los rodeaba y en los ojos de una vampiresa que intentaba hipnotizarlo, tentarlo y convertirlo en su cena. Aunque si eran honestos, él no tenía pensamientos muy diferentes, quizás en el concepto de lo que quería cenar diferían en, ¿el menú?. No mucho, cuando pasaba porque él la deseaba a ella y ella lo deseaba a él. Lo comprobó cuando la vampiresa se volteó y sus cuerpos rozaron de cerca por primera vez, era un hombre, animal de sangre caliente y emociones, frente a una mujer atractiva que no dudaba en provocarlo.

El gato y el ratón o dos gatos, esa sería la analogía correcta al momento que comenzaba a parecerle divertido. El tacto de su mano gélida, recorriendo el camino de su cuello, donde precisamente estaba el objetivo de la vampiresa, lo estremeció. Si, para eso había desplegado todos sus encantos, para atraer su presa de la noche aunque era evidente que en esa al menos, atrapaba algo más que no esperaba. Sonrió al escuchar su pregunta y por la cercanía de sus labios que no concretó en un beso porque ella se alejó.- Eso aún no lo decido, pero hasta ahora, va con mis expectativas. ¿Y para usted?- la siguió con la mirada, mientras se alejaba a pocos pasos, los suficientes para que el pudiera observar el andar sensual de sus caderas y seguirla deseando.

Bien...se apartó de la mesa y caminó por la habitación, percibiendo los distintos aromas en la habitación, impregnados en las ropas, incluyendo las de ella. Al pasar junto a una pequeña mesita, recogió el collar que ella había mirado entre sus manos y lo extendió frente a tus ojos.- Hermosa prenda – comentó como si nada, interesado en las perlas brillantes hasta desviar su atención nuevamente a la mujer – Perlas para una perla – se acercó tranquilamente y posicionó la joya alrededor de su cuello, aprovechando para deslizar sus dedos sobre la piel en un toque suave pero intenso. Cerró el collar y se apartó ligeramente para mirar su obra.- Perfecto, las luce muy bien y me atrevo a decir que sobre su piel lucirán mucho mejor.- el comentario iba intencional, ciertamente las perlas se verían mejor en su cuello si estuviese desnuda, justo como él la imaginaba en ese instante.

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Mensaje por Invitado Miér Nov 24, 2010 5:18 pm

Perdido en el deseo se encontraba el humano de fiero orbe sin saber el pasadizo curvilíneo podría conducirlo al frívolo pozo sin vida mortal....o a la gloria aclamada por los arcángeles.

El pensaba, analizaba incluso mas de lo que ella podría desear, pero a fin de cuentas pertenecía aquello a favor del hombre puesto que cualquier mortal con falta de temperamento e inteligencia ya hubiera tomado lo deseado a la fuerza y con brusquedad para contemplar un iris oscuro y diabólico antes de partir en un busque sin retorno a los confines del purgatorio; cielo, infierno, no era la jueza para cortejarlos a su vida eterna, lejos de los magníficos inmortales que se apoderaban en la oscuridad de los vacios recónditos que ellos llamaban mundo. La líneas de la espalda masculina y formada no eran un misterios y aclamaban su tacto a gritos, espera, espera, eso era lo único que la controlaba de sus más bajos instintos lejos de cualquier formalismo clásico y tan típico de su infancia. Su mente perversa llego a pensar que diría su padre si la viera en esa situación, lejos de toda la imagen que alguna vez tuvo de su hija y que desapareció la noche en que la misma diosa oscura acabo con su vida, con sus propias manos figurativamente...

Antes de que el reflejo del terror de los ojos del rey de antaño se posara en su mente, el misterioso mortal se acerco a ella con pasos firmes, tomando en sus manos el collar de perlas que se había perdido hacia algunos instantes en su campo visual. Las manos toscas y expertas del hombre lo tomaron con el cuidado cual pieza única de cristal, Cristina no dijo nada, solo lo observaba con aquella mirada tan vacía para algunos y tan torrencial de emociones solo para los que la conocían realmente, los que lo hacían y los que la habían visto como el ultimo monumento exquisito antes de partir por el camino que su absurda fe los llevara. Sus manos se dirigieron al perfilado cuello femenino que cedió con sosiego ante el tacto, deseoso pero paciente ante sentir más que un simple contacto. El hombre rozo sus dedos, incluso más de lo que necesitaba, el también la provocaba y no sabía el efecto que hacía en la dominante vampiresa, sin embargo esta solo volvió a su posición cuando las perlas se encontraron con la tela del sugerente traje de bailarina, como si le estorbara y quisieran ser valerosas para sentir la tez mamonea.

El no se cohibía y eso la incito hasta más de lo que la mente humana se atrevería a inducir. La quería, desnuda, ante sus ojos. Se carcomía por tenerla y ya ningún rasgo de timidez afloraba de su voz puesto que al precio que tuviera que pagar deseaba a la futura reina en sus manos. ¡Fortuna divina y maldita! aclamada por la inmortal ante tener que atarse a un compromiso desconocido impropio a su libertinaje. La cercanía sugerente cubrió cualquier indicio de pensamiento que no fuera atrapado entre esas cuatro paredes y la legendaria mujer solo alzo sus ojos bronce para toparse con el hombre de cálida sangre y corazón latiente -Nunca sabrá mis expectativas mas confórmese con saber que no hay queja alguna en esta habitación, ni de mi parte, ni de la suya. El silencio reino por escasos segundos, una de sus rodillas se flexionaba cual coral amenazante, la piel pudo sentir la ingle del caballero, cerca de la masculinidad tersa y deseosa, presa de las ajustadas ropas que llevaba; lo controlaba, y hasta que el no demostrara lo contrario ella se adueñaría de la situación sin paradero conocido. Una de sus manos delicadas busco bajo la prenda superior el torso cálido del varón; lo palpo, hundía sus yemas entre cada formación juvenil en busca de alguna señal que saciara la base de su instinto carnal y esa, de seguro, no se hacía esperar. El banquete de oro estaba frente a los ojos del hambriento . La dama de la máscara se acerco al cuello de sus delirios, como codiciaba esa cercanía y su sed había sido saciada incluso al salir de su hogar; ¡pobre pequeña!, su madre, una de sus criadas, la lloraría amargamente sin imaginarse el final de la infante por un simple juego en la oscuridad. Ante tal recuerdo no evito sonreír con la maldad renaciente en la flor marchita interna en su ser, la punta de su fina nariz se perdía en la concavidad de su cuello, transmitiéndole su cálido aliento y percibiendo como recompensa su flamante elixir -No, no se permita errar, perlas...para un diamante.

En vano semejaba al pirata que hallo el tesoro, la dama que hallo a su amor...el animal que cayo en la trampa .

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Mensaje por Invitado Vie Nov 26, 2010 12:26 am

Una vampiresa fría que calculaba sus acciones y controlaba sus emociones. Si, ocultas para el resto del mundo, pero no para quien tenía un oído tan agudo, que podía escuchar la sangre corriendo agitada por sus venas. Lo deseaba a él como hombre y como cena, de eso no cabían dudas. Sus dedos rozaron toda la piel que pudieron, tranquilamente cerró el collar en la parte trasera y dejó que las perlas buscaran su sitio en el escote sugerente de la mujer. No estaba mal, pero él seguía prefiriendo otra cosa y ella lo sabía de sobra.

-Mi error - se corrigió él cuando la escuchó hablar. Un diamante entre perlas, si, podría ser cierto en muchos sentidos. Aquella mujer era única en su raza, como mujer y en todo sentido. Muy consciente en su poder de seducción, experta en atraer hombres que le interesaban, no solo para presa sino para cualquier necesidad o caprichoso que se le antojaba. Una mujer acostumbrada a que su voluntad se cumpliera si o si. Los retos, a veces Dante prefería ese tipo de retos y ella lo era en todos los sentidos. Desde el momento en que lo provocaba así, cuando su rodilla acariciaba intencionalmente su entrepierna, donde la prueba de las reacciones que ella provocaba en su cuerpo, era apresada bajo la prenda que lo cubría aún.

Sus manos frías pero suaves, exploraban bajo su camisa y su aliento golpeaba en el cuello, cerca de la fuente rica en todo lo que ella deseaba en ese momento...su sangre. El por qué se controlaba, por la misma razón que él lo hacía, jugaban, tanteaban terreno y cada uno dejaba entrever sus intenciones en medio de cada palabra o movimiento. Cada uno sabía lo que quería y ambos estaban de acuerdo en compartilo o de lo contrario no estarían allí. El tomó sus manos de la muñeca, las mismas que buscaban bajo sus ropas su piel con caricias y las retiró suavemente, apartándose unos pasos hasta lo más parecido a una cama que hacía allí.- ¿Por qué le gusta tanto venir aquí? - preguntó distrayéndose de su presencia y lanzándose de espaldas a la cama. No pretendía ser una presa fácil y llevar el deseo a los límites, era un buen incentivo.

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Mensaje por Invitado Sáb Nov 27, 2010 8:11 pm

Admírala, un segundo, dos, tres...acabó el instante en que sus ojos fieros brillaron intensamente y bajo la tumba se removían inquietos los cadáveres de sus delitos recordando en sus sueños vacios a la diosa del brillo de estrella que los sumió en el mundo de los sueños...eternamente

La paciencia no era, desde luego, una de las mejores cualidades que Cristina mantenía. Los ojos humanos la veían como la reina que pretendía ser; justa monarca y brindando sonrisas como el agua cristalina del riachuelo, solo para carcomerse internamente del iluso mortal que creía todas y cada una de las jugadas que emprendía para lograr su objetivo, en la que nunca erraba y en las que siempre salía victoriosa, pocos serian los ojos que estarían presente para admirar ese triunfo. El impulso de tomar al hombre por el cuello y acabar con su respiración cruzo por su mente como un haz de la noche a toda velocidad que la sorprendió mas hizo que en su rostro ninguna expresión fuera visible. Sus ojos repasaron la jugosa yugular a una distancia considerable, la sangre emanaba sin detenerse, cálida y apetecible ante los orbes deseosos que la admiraban sin poder contenerse, él sabía lo que era y se hallaba en la jaula del leo basándose en su orgullo, interesante, y solo por esa vaga muestra de valentía la dama inmortal no emitió palabra alguna y cohibió todas sus acciones monstruosas al verlo alejarse y tumbarse en el lecho de sabanas lúgubres, con aroma a perfume barato y un indiscutible tacto humano, damas y caballeros.

Hizo caso omiso a su pregunta y se encamino al tocador donde antes había estado. Su rostro en alto y las monedas de plata resonar temerosas ante cada paso que daba, cada paso que su acompañante no perdía de vista, distrayéndose con el vaivén de sus caderas. Se poso frente al espejo admirando su reflejo cual inocente doncella, sorprendiéndose por sus rasgos con una mueca fingida de inocencia en bruto. Con sus manos removía sus cabellos, dejándolos caer por sus hombros y perderse entre las montañas carnosas. Ajustando la máscara que solo permitía observar sus ojos bronces...-Pasiones ocultas. Inexpresiva mantenía los mismos gestos, como si perfeccionara la imagen reflejada esperando el momento para retirarse, sus labios se curvaron en una sonrisa seductora al encontrarse con el mirar del humano del postura de Dios, lo admitía y no se cohibía de hacerlo, clase alta o no irradiaba grandeza.

-Todos mantenemos nuestros secretos. Algunos hombres aman el arte de la pintura aunque no sea bien visto en las altas sociedades. Algunas mujeres el sembrar en los campos sin percatarse del daño al borde del vestido. Los jóvenes que se escapan al burdel para apreciar la desnudez y la falta de pudor de las cortesanas. Así mismo como una meretriz que prefiere un libro de historia a dar placer. Un armónico girar. Apoyo su cadera del borde del tocador de madera tallada, su abdomen se apreciaba en su amplitud, plano y acompañado de las curvas de su silueta tan ocultas bajo los trajes de diseñador que las normas conservadoras le obligaban a portar. Hablaba despreocupada olvidando en el vacio de su mente valiosa el infernal abismo que la cubrió al momento que el caballero retiro sus manos del tacto de su cuerpo, instinto... -Así mismo mi pasión es esto. No la danza, no la vía de huida, es la libertad...el libertinaje Sus dedos perfilados recorrieron el collar de perlas que el mismo le había colocado al insinuar la gloriosa visión de su cuerpo sin prenda alguna, ladeo el cuello de mármol sin perder el contacto de sus ojos...Absurdo orgullo, no le serviría, tarde o temprano el león caería bajo los encantos de la misteriosa gacela.
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Mensaje por Invitado Miér Dic 01, 2010 9:49 pm

Se alejó, dejando que su cuerpo se relajara y desintoxicara del aroma de la mujer que lo atontaba. No es que resultara realmente, pero al menos hacía el intento de enfocarse y que la noche no se le hiciera tan corta. Lo cierto es que estaba pendiente de cada movimiento de la mujer, de andar suave y elegante, de su olor que lo invadía todo y de las extensiones de piel que la ropa gitana dejaba al descubierto. Nada de eso ayudaba a controlar sus instintos mas naturales, de hombre quizás, de animal...comenzaba a dudarlo, razón por la cual tomaba distancia y un respiro de su presencia. Se incorporó a medias, apoyándose en un brazo y alzando la cabeza, lo suficiente para poder mirarla al rostro, mientras le respondía su pregunta.

Pasiones ocultas, si, todos tenían eso y secretos ocultos también. Dante la estudió un poco, no era una mujer ordinaria ni mucho menos una gitana. Era de clase alta, lo podía decir con toda tranquilidad por sus modales, por la piel perfectamente cuidada, aunque eso fuese una característica de los vampiros. Su seguridad, la arrogancia y elegancia con que se comportaba, probablemente una mujer acostumbrada a hacer su voluntad y también estaba seguro de que con eso no se equivocaba. La escuchó en silencio buscando el sentido a cada palabra que decía y en cierto modo tenía razón, cada uno escondía sus fantasmas y deseos más ocultos. Para él, alguien nacido en una línea por naturaleza heredera al trono, solo soñaba con librarse de una corona que nunca quizo tener. Contradictorio cuando el mundo daría la vida, empeñarían el alma por poseerla y por eso precisamente, él debía estar allí.

Libertinaje, una palabra de significado escandaloso para una mujer en aquella época y que ella utilizaba con toda tranquila. ¿Por qué?, por el simple hecho de que ella podía pasar por las épocas, por los años y la vida mientras aquellos que la juzgaron alguna vez, perecían en las arenas del tiempo. Inmortal, así era su vida hasta que alguien probase lo contrario y para alguien así, hombre o mujer, comportarse de una manera u otra no tenía sentido. Disfrutar la vida, las pasiones y lo que quisiera, porque si lo veía de ese modo el hecho de que bebiera sangre para mantenerse con vida, era motivo suficiente, para que cualquier otro problema o prejuicio fuese reducido a nada.- Es una visión del mundo que no todos pueden darse el lujo de tener, menos si se es mujer. Pero la respeto, pensar por si misma ya es una cualidad que se apreciar y que ya no se encuentra en estos días.

Inmediatamente su comentario le recordó algo, el matrimonio que debía consumar con una mujer a la que aún no conocía. Y allí estaba él, con otra a la que apenas conocía, intentando liberarse de aquel recuerdo sin lograrlo. Pensando como un niño ilusionado que cuando despertase al día siguiente, ya no tendría cadenas ni obligaciones que cumplir. La realidad era otra, las tenía y más fuertes de lo que cualquiera podía imaginarse, pero por esa noche era solamente un hombre común y corriente, en compañía de una mujer que no tenía ninguna de esas dos cualidades. Pensó un poco antes de responder, para su definición él prefería otra cosa- Yo en cambio prefiero la libertad, aunque de vez en cuando me permito disfrutar del libertinaje.- a pesar de todo mantenía la distancia entre ellos, porque solo así podía mantener las ideas claras. Además, encontrar a una mujer con la que se podía compartir ideas, no era algo que sucediese mucho en aquellos días, por no decir en aquella época.
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Mensaje por Invitado Vie Dic 03, 2010 9:05 pm

El gruñido del león enjaulado, preso en su fiera, en el aura salvaje que se adhería a las rejas dentro de él, lo oía, claro…cercano.
Su sonrisa interna prohíbo cualquier muestra de expresión, mas aun pues sabía que dentro de si no hacía falta el jubilo expresado que ya se hallaba vacilante en su ser, sin necesidad de alzarse ante los ojos vecinos que deseaban ver con locura un cambio en sus expresiones o algo que demostrara la perdida de calma en el reflejo bronce de la dama de la noche. Al contrario permaneció pacifica, seductora, la gacela continuaba dentro de ella, no había que dudarlo, pero era algo que Cristina había aprendido a domar con los años, bien sabidos su largo paso con la eternidad, más que suficiente para no vacilar en que la reina se controlaba en cada paso que daba sin levantar sospechas de lo catedrática y elegante que podía llegar a ser.

Error tras error...

Un caballero. No podía rodear el tema visualizando con sus propios orbes lo educado que se comportaba el hombre frente a ella, de seguro de buena familia. Un visionario que luchaba con el felino indomable que se ahondaba en su interior intentando demostrar sus instintos carnales que despertó la vampiresa con un solo roce. Cristina lo sabía, no se jactaba de hacerlo, le satisfacía de la misma forma y llenaba su masoquismo pasional, pero con cada palabra emblemática y tan poco coherente a los alrededores de los que se encontraban la hastiaban, volviendo la carga más pesada y haciendo que rodara los ojos notablemente curiosa por saber en que acabaría aquel encuentro. El hecho de que el hombre fuera un equilibrio entre lo que deseaba y odiaba hacia que permaneciera vivo, posado cual Adonis de sangre caliente y ferviente sobre el lecho de seda que aclamaba la atención de la imponente joven. Solo ella, solo la reina Balanescu sabría como describir el libertinaje en todas sus letras, gozar de la falta de ataduras y saciar todos sus deseos, solo ella y nadie más, por ello negó con el sosiego de su educación haciéndolo un gesto agradable a los ojos del mortal de clase alta.

Se acerco con pasos breves, causando que las monedas se movieran a su andar, distintivas y calladas a cuando movía sus caderas en el escenario. Sus pies desnudos tocaron las sabanas caídas y ella solo cubrió la pobre luz que bañaba el rostro del caballero enmascarado, opacando el brillo de sus ojos con su propia belleza. Lo soportaba, no lo repetía, pero se mantenía acunada en los brazos del dulce efluvio humano, impregnada del deseo que brindaba su vista y presa entre las manos que ansiaban tocarla. Internamente se burlaba de la terquedad y el orgullo varonil que muy pronto caerían como un sortilegio en sus manos. Su cuerpo se inclino al dosel, se acercaba peligrosamente, ahora ambos reposaban aquel mueble lo que le permitió al áspid eterna deslizarse hasta la figura masculina -¿Y ahora cual guía sus acciones?. Se hallaba frente a él, un gato indefenso que maúlla en busca de admiración a su logro. Sus dedos perfilados aplacaron el palpito caluroso reflejado en sus mejillas, repasándolas junto a los bordes de los labios carnosos del hombre -¿Libertad… Acercándose mas, busco su cuello, el hombre sentía su aliento cálido y ella no hizo nada por cohibirse, nunca lo hacía. Se beneficiaba saboreando sin probar su preciado elixir intocable esa noche, dote que probablemente el desconocía …o el libertinaje?. Los dedos de su mano libre se hundieron sobre la tela que protegía el torso varonil anhelante del contacto. Un suspiro placentero de seguro fue aplacado en los labios del visitante pero estaba lo suficientemente concentrada en su dialogo para no prestar la total atención. La posición de sus piernas desnudas y perfiladas flexionadas en una posición sugerente, permitieron que se alejara con facilidad a una distancia considerable aun posada en el lecho -Y si no es ninguna de las opciones dudo que tenga usted un motivo para estar aquí. Arrogante, así era ella. Era la diosa del abismo frente a los ojos sinceros e incrédulos que aumentaban con cada paso y acción que daba la protagonista, perdiendo cada una de las gotas de paciencia que habitaban en el Lord de la máscara.
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Mensaje por Invitado Lun Dic 06, 2010 7:20 pm

Al parecer el único felino que actuaba allí no era él. La mujer se tomaba su tiempo, es más, él aseguraba que lo hacía a propósito solo para ver quien de los dos cedía primero. Mujeres, tan caprichosas y orgullosas, sobre todo mujeres como ella, inmortales, que pensaban tener el control del mundo en sus manos y la experiencia de siglos. Era ridículo pensar así cuando ella estaba tan dispuesta a entregarse como él, más o menos tiempo, quien daba el primer paso o el segundo, los dos sabían como terminaría la noche. Pero necesitar dar muestras de su orgullo quizás le era necesario,sí, seguramente era la manera en que hacía sufrir a cada pobre inútil que caía en sus redes como alimento. El se divertía dentro de todo, era un caballero primero que nada y no iba a decepcionar a la dama así que seguía su juego convincente. Cierto era que despertaba las reacciones más intensas en él y que el animal en su interior rugía por tenerla y eso era simplemente por ser hombre.

La siguió con la mirada mientras se recostaba a su lado, seductora y provocativa, intensa. Era una mujer que para controlar sus emociones, estaba mucho más viva de lo que quería mostrar. Su deseo era tan palpable como el suyo, solo que ella necesitaba demostrar que era capaz de jugar y resistir el caer bajo los encantos de seducción de alguien, no más de lo que ese alguien podía caer bajo los suyos. Cada movimiento suyo era premeditado, la manera en que utilizaba la vista de sus piernas para atraerlo, ahora como acariciaba su pecho cubierto de una camisa de seda fina, pero que ella deseaba tocar bajo su piel. Era inútil dado que ella caería en su propio juego, porque salir caminando por la puerta como si nada a esas alturas, no era una opción. Además, el aroma de su sangre y la tentativa de beberla en su cuello, cálida y fresca, era una atracción incluso más fuerte que el deseo carnal. Una condena a su parecer, que las criaturas como ella sufrían como pago de la inmortalidad.

-Puedo tener muchos motivos para estar aquí y puede que no sea ninguno de esos madame.- respondió con una sonrisa - Pero para complacerla, digamos que en este caso, me permito disfrutar de un poco de libertad que me es negada constantemente. Además, siempre es bueno disfrutar de la compañía de mujeres hermosas.- agregó incorporándose en la cama para sentarse en la orilla de esta y darle la espalda. Seguía pensando que dilatar aquel momento y seguir perdiendo tiempo era algo tonto, pero si ella así lo quería. El sonrió tranquilo, la frialdad de ella solo lograría enfriar el momento o quizás, era necesario que él le mostrara algo de calor y decisión. Se volteó con seriedad y tomándola de ambas piernas, la atrajo hacia el borde de la cama donde estaba él y la atrapó entre su cuerpo y las sábanas.- Nunca le han enseñado que no se juega con la comida. Además, por mucho que disimule en su arrogancia, quiere más que lo que corre por mis venas.- una de sus manos se perdió entre sus cabellos y otra rodeó la cintura de la vampira - ¿Acaso buscaba esto?, lo dudo, ¿o si?
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Mensaje por Invitado Lun Dic 06, 2010 9:47 pm

Silencio. Nada, siquiera el pasar de los astros…

Caprichosa como solo ella podía demostrar. A Cristina le hastiaban los desplantes e internamente el fuero de su especie salvaje y voraz aumentaba con cada negativa recibida. Claro está que la reina y dama de alta sociedad estaba acostumbrada a recibir y no dar señas de dar pues su belleza e inteligencia bastaban para sonsacar a cualquier iluso que cayera en las redes de sus engaños y se revolcara en el iris de la lujuria que emanaba cada poro de su piel. Uno, dos, tres...el no era común, de serlo ya la brusquedad habría nublado su vista y la estupidez lo hubiera invadido cual amiga de confianza, queriendo hurtar todo lo posible del alma muerta de la vampiresa, reacción a la que ella con un parpadeo podía detener y borrar para siempre de la faz de la tierra, uno mas...

Solo podía ver su espalda, parecía meditarlo todo, quería ponerla a prueba y que sus instintos de mujer la ahondaran de manera poderosa para que perdiera cualquier rastro de cordura e hiciera valer su instinto de una maldita vez. Sonreía fanfarrona e irónica a sus espaldas, el no se resistiría y se acoplaba a su querer de que ella tampoco podía hacerlo, no porque no pudiera sino que, quisiera o no, el humano le brindaba cierto deje de curiosidad por ser un lúgubre rayo de luz entre el vacio ignorante mortal. Desde luego la noche no culminaría de esa forma, tan metódica y vana. Él, y vaya que la había atrapado sumida en sus pensamientos, la asió de las piernas sin delicadeza, encendiendo la llamarada de su ser que hizo brillar sus ojos oscuros, la atrapo y se acuno a su cuerpo de diosa presionándola entre sus manos, gesto que a la reina no le molesto. Al contrario vio sus ojos con fiereza; retándolo, incitándolo. Sus palabras parecían lejanos susurros que poco quería entender, como los chiquillos que se escapan de los tutores aborreciendo las lecciones, solo que ella había oído a la perfección; el aprovechar de su libertad, la apreciación a la belleza y el resonar en su mente de su interrogante. Pero allí estaba Cristina, a su supuesta merced, tan cerca aguardando la calidez de su cuerpo, sentenciada a sus deseos y la condena que solo tenía de testigo al manto nocturno y a la pequeña habitación.

Y laa llama se encendió, intensa, fiera y vivaz dentro del cuerpo que hacía años no recibía el retumbar del latido.

-Busco lo mismo que usted, pero eso ya lo sabe. Contrajo sus piernas perfiladas con sosiego y decisión, topando la masculinidad despierta y firme contra su vientre plano y cubierto por la molesta tela de diseño -Que fortuna al sentir su sangre en mis labios, al sumergirme en su aroma hasta cubrir mi rostro de semejante manjar. Empezaba a detestar los rodeos y susurros mientras sus labios entreabiertos y los incisivos punzantes repasaban la dulce yugular del caballero marcándola con la humedad del halito de la cara interna de las curvaturas divinas -Pero no es lo que deseo esta noche... Aclaro con firmeza alzando su torso, apretando su busto carnoso al pecho terso del varón, que rugía dentro de sí como el felino que podía llegar a ser -...y sé que usted tampoco busca una amena conversación. Las sombras no permitían que las miradas se cruzaran con claridad que ella aun percibía, no era necesario, el contacto de sus cuerpos era más que suficiente. Su sello finalizo el juego de poca paciencia cuando sus labios tibios buscaron los del hombre, empalmándolos y acoplándose a ellos, entreabriéndolos y brindándole la cura de sus delirios con su cálido aliento y la avidez de sus movimientos. No, no buscaba inocencia y dulzura, ella era su dominante lujuria y solo se sumo a la nube de fuego placentero cuando su cuerpo despertó de la fría espera para reaccionar ante el llameante encierro.
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Mensaje por Invitado Mar Dic 07, 2010 2:14 pm

Una sonrisa leve curvó los labios del monarca, que tranquilo observó a la mujer desafiante. Incluso una criatura sin corazón como ella, era capaz de sentir y expresar, como el mas simple de los mortales. ¿Y que había de malo en ello cuando todo tenía una interés común?, nada, simplemente que era una mujer. No había que negarlo, una mujer que despertaba en él sensaciones contradictorias, un ser tan frío, alguien que por ley natural debería ser su enemiga y allí estaba, con él compartiendo una cama y un deseo, como cualquier pareja que recién se encuentra y disfruta del placer en un encuentro. Las palabras sobraban allí cuando las intenciones y el sentido que tomaba la conversación y el momento, eran más que claros. Finalmente se develaban las intenciones evidentes y nunca dichas entre los dos, ella aguardando las reacciones del varón que la sostenía en brazos y la atrapaba con su cuerpo. Marcando su cuello con un solo propósito, saciar la sed que probablemente la atormentaría después.- Las conversaciones son amenas, no dudo que disfrutaría de alguna con usted. Pero como dijo, no es lo que ninguno quiere en este momento.- respondió antes de aceptar sus labios en un beso profundo, enlazando sus lenguas en un roce exigente y delirante, que los sumió en el inicio de lo que sería una noche única para ambos.

La reacción de su cuerpo no se hizo esperar y sus manos curiosas se deslizaron por la figura de la vampiresa que descansaba entre sus brazos. Desde la incomodidad en el corpiño que protegía y realzaba su busto y que Dante luchaba por quitar de su camino, teniendo éxito unos segundos después, en que la prenda acompañó las sábanas que vestían el intento de cama donde se hallaban. Las ropas gitanas representaban un menor problema que los vestidos complicados de las damas en la alta sociedad, mas ligeras y fáciles de desprender o en su defecto, romper, aunque hasta esos extremos no pretendía llegar. Pero si, a esas alturas sumido en el ardor de su cuerpo, deseoso de sentir la cercanía de su acompañante, sabiendo su piel fría como la muerte pero que apostaba a todas podía calentar con su sola presencia. Eso deseaba él, lograr ver el disfrute de aquel momento en el rostro de la dama, ella sentía, eso lo evidenciaba cada parte de su cuerpo que vibraba con él, entre sus manos, pero algo más que eso sería la constancia de la viveza en aquella noche.

Abandonó sus labios intranquilos, recorriendo la curva de su cuello con ligeros besos depositados con cuidado en la piel marmórea. La blusa de tela fina que cubría los atributos femeninos fue retirada poco a poco, a medida que con los labios comenzaba a marcar la piel que se descubría bajo ella. Prologando el contacto húmedo de sus labios, hasta develar las cúspides de sus pechos excitados bajo el toque de su mano y envolverlos para continuar su camino de caricias hasta el vientre. Un breve camino de besos descendentes hasta llegar a su último destino, la falda de colores vivos, típica prenda gitana que él agradeció en aquel momento, fuese más ligera. El doblez que la ataba, cubriendo las esbeltas piernas aún escondidas a sus ojos, se deshizo con facilidad y fue retirado mostrando, lo que Dante ya sabía, era el cuerpo de una diosa. Si, aquella noche sería inolvidable, para recordarla durante los próximos meses cuando su existencia fuese atada a una desconocida. Se retiró ligeramente para observar la creación de los dioses entre sus brazos y sonrió.- Una belleza peligrosa, debo decir...- ironizó antes de robarle un nuevo beso que continuaba la interrupción de sus palabras, donde Dante terminó por desnudar a la vampiresa y dar inicio a lo que sería el comienzo del final, en una noche singular.
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Mensaje por Invitado Miér Dic 08, 2010 11:35 am

Sus ojos dilatados. Las perlas se ensombrecieron cual noche de verano carcomiendo con llamaradas de fuego el pozo de su muerto corazón.


Cada roce, cada tacto, era un castigo tortuoso y maldito para la tez de Cristina que ansiaba sentir mas y mas. Que los años se empecinaban en considerar pero nunca saciar y no poner límites a lo que su búsqueda se refería, a aquella misión de encontrar la manera de llenarse, de mantenerse plena pero que, sin embargo, carecía de posibilidad.

Sus bocas se enzarzaron en una lucha que buscaba vencer por orgullo, explorando con anhelo como si fuera el último beso. Su cuerpo permanecía dependiente de él, su figura era un milagro para los ojos mortales de los que pocos se reciben por la absurda profecía de fe. Las piernas torneadas de la dama hacían el contacto más cercano e intenso, posando en su vientre el miembro masculino despierto y preparado para ella, anhelante de salir de las vestimentas ajustadas. La paciencia no era una de sus aclamadas virtudes pero el caballero lograba tornarla pasiva cual buen amante y que cuidara sus reacciones intentado que la noche no pasara como un cometa, veloz y sin rumbo.

Su cuerpo reclamo cuando la batalla violenta y pasional de sus labios húmedos acabó mas sin embargo se retracto al sentir los tímidos besos masculinos en su cuello, una parte que lograba cesar el insistente deseo de actuar y algunos suspiros de placer le hizo brotar de su armónica voz. Era un recorrido tejido por el depredador que la quería tentar hasta el punto que un gemido no se pudiera contener delatando todo el placer que le proporcionaba. La espalda femenina se arqueaba pidiendo más, petición que él no le negó, recorriendo la silueta de la mujer a su antojo saciando la curiosidad de ir mas allá. Prenda por prenda fue despojada del cuerpo de la misteriosa bailarina, deteniéndose en el admirar de los senos de la fémina que denotaban la excitación que la cegaba por dentro, resaltando la cima de estos endurecida ante el tacto masculino que ella incito con tu tacto a perdurar desviándose el hombre a su vientre plano y terso. La falda resonó al tocar las monedas de plata el suelo de madera, estaba tan involucrada en sus sentidos que muy poca atención fue recibida de su parte. El vislumbro su cuerpo en su desnudez, sin prenda que estorbara, solo el collar de perlas y la máscara oscura, divino masoquismo. Su dulcinea lo llamaba, la dama que carecía de aura angelical. El atendió al llamado y volvió a sus labios, sumiéndose en un beso voraz que celebrara su regreso.

-Peligrosa en todos sus sentidos. Solo un murmullo irrumpió el contacto mientras rozaba los labios de su acompañante incitándolo, torturándolo. Lo desvestía, apartando la ligera camisa impecable hasta contemplar el bien formado torso perlado del calor de la habitación. Besaba su cuello mientras acababa con la última prenda teniendo para sí al humano sin vestimenta alguna, un paraíso varonil digno de ser visto, manteniendo su cuerpo a su totalidad y merced. Se dio la vuelta sin esfuerzo alguno, conteniéndolo entre su cuerpo y el dosel, los rizos cubrían su torso, su espalda, Afrodita en carne viva -Y es por ello que está aquí. Finalizo descendiendo a su pecho, rozando sus labios y la punta de su lengua ávida, reptando sus uñas por los costados. Rozaba la pelvis del hombre que disfrutaba de la feminidad prohibida. Volvió a sus labios que aclamaban a gritos su retorno y a quienes brindo pasión y locura entreabriéndolos y a acoplándolos a las curvaturas de su boca, sus manos continuaban con su labor, descendiendo y aumentando la intensidad de su palma en el transcurso del camino; en su vientre, su torso, su pecho…conocía, disfrutaba.

Acunada en el aroma de su sangre, en sus manos que la recorrían palpando su realidad, en el silencio de las cuatro paredes a las afueras del bullicio parisino…era su paraíso, su abismo mortal.
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Mensaje por Invitado Jue Dic 09, 2010 10:06 pm

Era su turno, de sentir la frialdad de sus manos sobre su piel, de su propio cuerpo, pero que a pesar de eso deseaba cada vez más. Si, peligrosa para rendir a cualquier mortal e inmortal, ella era un reto y un desafío para cualquier cordura. Fue despojado de sus ropas con la paciencia de quien devela un secreto, poco a poco y con el roce de sus manos torturándolo en cada movimiento, anhelante de más. Estaba allí por muchas razones, por rebeldía, libertad y la principal, porque la vampireza lo había hechizado desde el primer momento. Curioso o no, era un llamado que nunca se le ocurrió rechazar, ¿por qué hacerlo? Cuando la recompensa tenía un precio que estaba dispuesto a pagar. Pronto se encontraron en el punto de sus pensamientos, donde cada uno tenía el inicio de lo que esperaba. Ella desnuda para él, que la admiraba cual marino a una sirena y él a su disposición como la naturaleza lo creó en el mundo.

La fémina tomó posesión y dominio de la situación, como hasta el momento mayormente había sido. La dejaba hacer hasta que sus instintos le exigieran lo contrario, disfrutaría de lo que aquella mujer pudiese provocarle y estaba seguro que valdría la pena. Pero no estaba en su naturaleza ser pasivo, solo un depredador agazapado y oculto, esperando el momento apropiado para saltar sobre su presa. Eso era, cuando sus ojos se entornaron para mirarla desde la cama a su altura. Una diosa, con los rizos invadiendo su espalda y hombros, ocultando la maravillosa piel que deseaba tocar y que anhelaba recorrer paso a paso y lo haría, hasta el cansancio. Sus pelvis rozaron más de lo que pudo prever en aquel movimiento suyo sobre él. Su excitación era más que evidente y ella estaba lejos de ignorar lo que sus caderas producían en ese momento. El roce solo despertaba lo peor de él, el descontrol y los instintos más básico y primitivos de un animal...igual decir que de un hombre.

Aceptó el beso ávido de sentirla, hambriento por probar más de un elixir que le sabía a gloria, de ella y de su cuerpo. Sus manos inquietas comenzaron un recorrido absurdo por cada curva, cual escultor que repasa su obra maestra y preferida, comprobando que cada medida es más de lo que pensó y que soñó, que la perfección de su trabajo se refleja en sus manos, como la de ella en las suyas en ese mismo instante. Se incorporó hasta quedar a su altura, hasta que su pecho sintió el contacto frío de sus senos y el choque de su piel contra la suya, incentivaron la llama que despertaba en su interior o más bien, la que ya ardía sin intenciones de ceder. Recorrió su espalda hasta llegar a la curvatura de sus caderas y saborearlas, al igual que sus labios y su cuello, por donde descendía dejando un camino de besos interminables hasta sus senos. Acopló sus caderas y la cercanía de sus cuerpos fue ninguna, como el roce de su excitación en la evidencia de la suya.- Estamos...es lo que importa.- aseguró silenciando cualquier respuesta con un beso cargado de deseo y un nuevo impulso de sus caderas, que provocó un roce más intenso entre ellos.
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Mensaje por Invitado Dom Dic 12, 2010 7:34 pm

Fuego. Era ella la que ardía en las brazas de la llamarada del infierno que la tomaban para sí y condenaban al mortal.

Los empleaba, los manejaba a su antojo y decisión en los callejones oscuros de París donde los gritos se ahogaban por las paredes húmedas y el ultimo rayo de luz humano era captado por el iris fijo y brillante del demonio. Un resonante y vacio caer era el cierre a su oído que le recordaba sin cesar el cadáver abandonado. De sus labios imaginaba un paraíso con tal pensamiento acunado a la perversión de su ser, pero el placer que estaba recibiendo borraba el instinto asesino que buscaba saciar mas y mas…por ahora

Torturaba sus labios, los reclamaba como suyos en la fracción de tiempo bajo la acalorada habitación. Un excelente amante había elegido y como era de esperarse no se había equivocado en su elección, la lengua de la mujer se enzarzaba con la suya, explorando los rincones de la boca masculina, penetrando el calor de aquel hombre de gran porte. Él la recibía gustoso aguardando al animal que rugía por levantarse entre la pasividad de sus acciones, recorría las curvas de la fémina como si ese palpar le permitiese comprobar la realidad de la diosa, como si la ilusión fuera tan real que llegara a dudarlo. Lo comprobó hundiendo sus palmas en la piel mamonea que emitía suspiros callados con cada roce misterioso. Ahora a su altura el pecho masculino rozaba las montañas suaves y carnosas de la mujer, acoplando los pezones endurecidos por la lujuria que despertaba la figura masculina desde los inicios de su baile.

No contento con la batalla sin saciar un beso interminable y llameante, descendió desde el cuello perfilado y que lo aclamaba sin cesar, logrando el equilibrio al mantener sus dedos en las caderas pronunciadas, hasta los senos de Cristina, que, hechizada por el contacto, inclino su cabeza hacia atrás, descubriendo la anatomía femenina sin el manto de las hebras oscuras. Un movimiento intencional la incito y vislumbro a carne viva los más bajos instintos cubiertos por un corsé y un vestido a la medida de la monarca. Los pliegues femeninos rozaban el miembro del humano, erguido y listo para ella, causando un elixir sensual que broto de sus labios como gemido armónico. Lejos se hallaba de atender a sus palabras que finalizaron con un beso salvaje y decidido que entreabrió los labios de la joven permitiendo que él la dominara, tomando su cuerpo y, con un movimiento, incentivando a un nuevo roce intento que sumió en el calor de la pasión el cuerpo de Cristina, sin ningún indicio de querer liberarla.

- Offrez-moi le plaisir que l'être humain sait donner. Ofrézcame el placer que el ser humano sabe dar. Un susurro atrayente al oído mortal en el más perfecto y catedrático francés. La vampiresa cerró sus parpados, ocultando el brillo del iris bronce, dedicándose a la satisfacción que ese hombre le podía dar. Un roce y una mordida inocente recibió el labio inferior y sonrosado de su acompañante antes de la mujer se alejara para ver sus ojos sumidos en la oscuridad de su propia pasión y moverse lenta y tortuosamente cual coral sobre él; precisa, inevitable, causante de que la excitación masculina aumentara con cada movimiento que daba sobre el mortal, logrando victoriosa el deleite del cuerpo varonil. Sus manos se perdían en la fornida espalda trazando líneas imaginarias con sus uñas que no se cohibía en marcar detenidamente erizando la tez bronceada. Las curvaturas de su boca y la punta de su ávida lengua recorrían con paciencia la concavidad derecha y la clavícula del humano, palpitante de sangre y tan cálida y anhelada a la vez, cuya concentración no fue capaz de irrumpir por el querer suyo de ese simple cuerpo, si, suyo irónicamente una vez que la marcara, que la tuviera como sus ojos punzantes habían declarado desde el primer cruzar de la bailarina.

Un lienzo, una obra, una tonada, ella era la creación magnifica y el su artista innato. Es real, mas no se saciaba, su masoquismo era mayor y las curvas su adicción.
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Mensaje por Invitado Lun Ene 10, 2011 12:12 am

Si alguien lo hubiera mirado en ese momento, no habría encontrado ni un solo rastro de humanidad en su mirada. Sus ojos centelleaban de deseo y el macho alfa se disponía a tomar el completo control de su cuerpo y de sus emociones. Entonces, la vampiresa gimió, en perfecto francés, la última súplica de esa noche.

Dante sonrió con verdadera malevolencia, mientras le tomaba ambas muñecas y se las aplastaba a cada lado de la cara de ella.

- Os aseguro que ningún humano jamás podría otorgaros el placer que estáis a punto de experimentar. – musitó al oído de ella.

Sonrió, satisfecho del control que tenía en ese momento, mientras clavaba su fogosa mirada en la belleza sobrehumana que tenía ante sí. Le divertía retrasar el momento que ella tanto anhelaba y le divertía aún más el que ella pensara que dominaba el juego o que podía domesticarlo a él. Mientras juntaba ambas manos de ella sobre su cabeza y las controlaba con su izquierda, se permitió el lujo de apretar suavemente el pecho izquierdo de Cristina, sin dejar de mirarla por un solo segundo, mientras él mismo se acomodaba para dar el asalto final y poseerla completamente, para darle aquel lujurioso y desbordante placer que tanto le había suplicado antes.

La sintió batirse bajo sus manos, peleando con verdadero encono por liberarse del control que él ejercía sobre ella. Le pareció vislumbrar una expresión de sorpresa en su amante; no tuvo que preguntar el motivo; la inmortal estaba acostumbrada a dominarlo todo y seguramente, ningún humano corriente habría podido forzar la insuperable fuerza propia de una vampiresa como ella. Y de seguro creyó que él era otro humano más al que podría someter a su antojo, razón por la cual se estaba llevando la sorpresa de su vida al no poder manejar la situación a su arbitrio.

- ¿Sorprendida, Madeimoselle? – suspiró con calidez en el marmóreo cuello de ella – ¿Acaso pensáis todavía que soy un humano... corriente? – murmuró con su voz profunda, enronquecida por el deseo que atenazaba sus entrañas – Si quisiera, podría forzaros ahora mismo, satisfacerme sin mayores miramientos... Pero... no... Esta noche, hermosísima bruja de mármol, deseo que me desees... deseo que quieras que te posea y que te marque como únicamente mía... Aunque ambos sepamos que es una mentira flagrante... – susurró y la besó con intensidad, con apremio, pero también con gentileza, pues de algún modo, esa noche en particular, deseaba compartir el placer con ella.

Volvió a mirarla y se permitió el lujo de ser honesto, de mostrarle cuánto, cuánto la deseaba realmente. La besó una segunda vez, pero con mayor gentileza, sin perder la fuerza ni el dominio, pero permitiendo que ella fuera parte de la danza que estaban a punto de iniciar. Poco a poco fue liberando las manos de la diosa y deslizando la suya por el borde de la mujer, hasta llegar a su cintura y alzarla levemente, de tal modo que la curva creada por el cuerpo de ambos les permitía sentirse de todas las maneras posibles. Sonrió plenamente satisfecho, ella estaba lista para recibirlo.

Sin dejar de tocarla y de estimularla, llevando el deseo hasta la locura misma, Dante no se contuvo más y soltó un feroz gruñido de deseo, más propio de un tigre que de un hombre. Se aferró a ella, con violencia, enterrando una de sus manos en los cabellos de la mujer y halándolos lo justo para que fueran un estímulo más al ardiente cuerpo femenino que se retorcía de placer entre sus manos. Aunque pareciera increíble, ella se arqueó todavía más y cuando ninguno pudo seguir sosteniendo la lucha, Dante se dejó caer dentro de ella, muy lentamente al principio, permitiendo que su poderoso miembro se amoldara a las curvas y formas del cuerpo de Cristine. Una infinidad de gemidos y jadeos se mezclaron, al tiempo que aumentaba rítmicamente el balanceo de su posesión.

Sabía que había enloquecido en el mismo momento en que bajó la guardia y se entregó completamente a ella. Con toda certeza, había perdido esa batalla con Cristine, pero, como más de una vez escuchara, a veces bien valía la pena perder para obtener con creces el verdadero premio final. Y él sabía que iba a obtener todo de ella esa noche. Absolutamente todo.
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