AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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¿De que puedes culparme? mas bien dame las gracias (Eghon Grant)
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¿De que puedes culparme? mas bien dame las gracias (Eghon Grant)
Había cosas que Emelia, simplemente no soportaba, entre ellas, era la de ver que los demás fueran felices, tal vez en su retorcida cabeza, ella pensara que la vida había sido demasiado injusta, haciendo que algunos de sus compañeros de lucha vivieran alegremente, mientras ella debía luchar con su conciencia, y con la vida que según la iglesia pedía, todo inquisidor debería llevar. Emelia, lo había cumplido al pie de la letra, hasta de forma extrema, pues no poseía otra familia más que la santa iglesia, y jamás se había forjado en su mente, la posibilidad de llegar a tener un tipo de relación que no fuera la estrictamente necesaria, como la que creía tener con los inquisidores que eran asignados juntos con ella a una misión.
En una oportunidad, un inquisidor, un escoces, al que ella no sentía ningún aprecio, y en especial por considerarlo un cristiano mentiroso, ya que según su visión, todo escoces, no era otra cosa que un idolatra que mantenía sus ancestrales culturas y creencias. Tal vez por eso, y porque hacía ya mucho tiempo que no tenía noticias de su media hermana, a quien odiaba más que a cualquier ser sobre la tierra, fue que decidió llevar su odio, su antipatía, a otro ser, en éste caso, al inquisidor llamado Grant.
Investigando, había descubierto que el escoces, estaba casado con una italiana, una mujer que era miembro de la nobleza italiana y que además de eso, tenía contactos con el mismísimo Papa, quien a su vez, sentía por la joven un gran cariño. Emelia, pensó una y otra vez, ¿Cuál podía ser la razón que un hombre de la iglesia como era el mismo Papa, sintiera aquel cariño por esa mujer? Sus contactos, las averiguaciones, le llevaron a sacar la conclusión que la madre de la señora Grant, había sido una gran amiga del prelado, - gran amiga – se dijo con sorna, pues para ella, la amistad entre el hombre y la mujer, solo podía traer el pecado de la concupiscencia. Ocultando tras de una supuesta pura amistad, el pecado del amor entre un siervo de Dios y una mujer.
Las teorías que se fueron creando en la mente retorcida de la inquisidora, llevaron a crear un intrincado plan para alejar a la posible bastarda del Papa, de su esposo, un hombre de la Inquisición, quien debía lealtad a la madre iglesia y no a una Betsabé. Sin importarle que el matrimonio ya tuvieran un hijo de siete años. Ella, libraría a su colega de las garras de los demonios. Solo necesitó de unos ayudantes para secuestrar a la italiana, volverla casi loca y dejarla en las calles de Paris, convertida en un despojo de lo que alguna vez había sido, solo esperaba que el inquisidor comprendiera que lo mejor - para todos – era que dejara atrás su vida terrena y se aviniera a convertirse en un religioso, o muriera entre sus espadas.
En una oportunidad, un inquisidor, un escoces, al que ella no sentía ningún aprecio, y en especial por considerarlo un cristiano mentiroso, ya que según su visión, todo escoces, no era otra cosa que un idolatra que mantenía sus ancestrales culturas y creencias. Tal vez por eso, y porque hacía ya mucho tiempo que no tenía noticias de su media hermana, a quien odiaba más que a cualquier ser sobre la tierra, fue que decidió llevar su odio, su antipatía, a otro ser, en éste caso, al inquisidor llamado Grant.
Investigando, había descubierto que el escoces, estaba casado con una italiana, una mujer que era miembro de la nobleza italiana y que además de eso, tenía contactos con el mismísimo Papa, quien a su vez, sentía por la joven un gran cariño. Emelia, pensó una y otra vez, ¿Cuál podía ser la razón que un hombre de la iglesia como era el mismo Papa, sintiera aquel cariño por esa mujer? Sus contactos, las averiguaciones, le llevaron a sacar la conclusión que la madre de la señora Grant, había sido una gran amiga del prelado, - gran amiga – se dijo con sorna, pues para ella, la amistad entre el hombre y la mujer, solo podía traer el pecado de la concupiscencia. Ocultando tras de una supuesta pura amistad, el pecado del amor entre un siervo de Dios y una mujer.
Las teorías que se fueron creando en la mente retorcida de la inquisidora, llevaron a crear un intrincado plan para alejar a la posible bastarda del Papa, de su esposo, un hombre de la Inquisición, quien debía lealtad a la madre iglesia y no a una Betsabé. Sin importarle que el matrimonio ya tuvieran un hijo de siete años. Ella, libraría a su colega de las garras de los demonios. Solo necesitó de unos ayudantes para secuestrar a la italiana, volverla casi loca y dejarla en las calles de Paris, convertida en un despojo de lo que alguna vez había sido, solo esperaba que el inquisidor comprendiera que lo mejor - para todos – era que dejara atrás su vida terrena y se aviniera a convertirse en un religioso, o muriera entre sus espadas.
Isabelle Campionibusa- Inquisidor Clase Alta
- Mensajes : 104
Fecha de inscripción : 13/03/2015
Re: ¿De que puedes culparme? mas bien dame las gracias (Eghon Grant)
Eghon había comenzado a perder las esperanzas respecto a encontrar con vida a Chiara y no precisamente porque su corazón le indicara que su esposa estaba muerta, sino porque todos a su alrededor, insistían en que lo mejor era que dejara de buscarla, que aceptara la realidad y que criara a Cedric como un buen padre, no como hasta lo que ese momento era. Cedric su único hijo, había sufrido igual o más que él debido a la ausencia de su madre, pero a diferencia del inquisidor, el primogénito del matrimonio no tenía nadie a quien aferrarse, solo a su padre; así que mientras Cedric trataba de acercarse a él, de decirle que juntos buscaran a su madre, Eghon no hizo más que alejarlo y pasar su tiempo fuera de casa siguiendo pistas que hasta ese momento no le llevaban a nada contundente, solo a callejones sin salida.
A los ojos del mundo, Eghon estaba volviéndose duro con todos pero en especial con su hijo; claro que lo que el mundo desconocía era que el Grant se estaba desmoronando a pedazos sin la presencia de su esposa. Chiara era la luz de sus ojos, era su fuerza en la flaqueza, su alma gemela y la mujer por la que él estaba dispuesto a cualquier cosa pero al no ser capaz de encontrarla, la frustración, el cansancio y la impotencia hacían mella en su temperamento y su salud. Fueron de hecho, los efectos en su salud que con el paso de los días decaía más y más, que el inquisidor decidió renunciar a ser él quien buscara a su amada, así que contrató a varios investigadores privados, quienes seguirían los últimos pasos de su esposa, algo que él ya había hecho, pero que quizás, en ojos de personas con el corazón no comprometido con la desaparecida, apareciera alguna pista que él pasará por alto.
Tres semanas habían pasado desde que los investigadores contratados iniciaran con su búsqueda de Chiara cuando uno de ellos apareció en la casa de Eghon con lo que decían eran, “las mejores noticias que pudiera recibir hasta el momento”. El escoces dudo de las palabras de aquel jovencillo que se hacía llamar Dylan y que resultaba ser, el más joven pero más experimentado de todos los investigadores. Ante la mirada inquisitiva del Grant, el joven investigador solo menciono un nombre… Emelia, y al llegar ese nombre a oídos del escoses, supo que el detective sabía hacer realmente su trabajo.
Furioso, Eghon dejó su mansión al lado de Dylan, quien le guió hasta la ultima ubicación en la que él sabía que se encontraba Emelia y una vez hecho eso, el joven Laurent dejó al escoces pues su trabajo había terminado.
En la zona norte de la ciudad, el inquisidor escrudiñaba los rostros de todos, en busca del único que conocía y que ahora estaba seguro, era responsable por la ausencia de su esposa.
A los ojos del mundo, Eghon estaba volviéndose duro con todos pero en especial con su hijo; claro que lo que el mundo desconocía era que el Grant se estaba desmoronando a pedazos sin la presencia de su esposa. Chiara era la luz de sus ojos, era su fuerza en la flaqueza, su alma gemela y la mujer por la que él estaba dispuesto a cualquier cosa pero al no ser capaz de encontrarla, la frustración, el cansancio y la impotencia hacían mella en su temperamento y su salud. Fueron de hecho, los efectos en su salud que con el paso de los días decaía más y más, que el inquisidor decidió renunciar a ser él quien buscara a su amada, así que contrató a varios investigadores privados, quienes seguirían los últimos pasos de su esposa, algo que él ya había hecho, pero que quizás, en ojos de personas con el corazón no comprometido con la desaparecida, apareciera alguna pista que él pasará por alto.
Tres semanas habían pasado desde que los investigadores contratados iniciaran con su búsqueda de Chiara cuando uno de ellos apareció en la casa de Eghon con lo que decían eran, “las mejores noticias que pudiera recibir hasta el momento”. El escoces dudo de las palabras de aquel jovencillo que se hacía llamar Dylan y que resultaba ser, el más joven pero más experimentado de todos los investigadores. Ante la mirada inquisitiva del Grant, el joven investigador solo menciono un nombre… Emelia, y al llegar ese nombre a oídos del escoses, supo que el detective sabía hacer realmente su trabajo.
Furioso, Eghon dejó su mansión al lado de Dylan, quien le guió hasta la ultima ubicación en la que él sabía que se encontraba Emelia y una vez hecho eso, el joven Laurent dejó al escoces pues su trabajo había terminado.
En la zona norte de la ciudad, el inquisidor escrudiñaba los rostros de todos, en busca del único que conocía y que ahora estaba seguro, era responsable por la ausencia de su esposa.
Eghon Grant- Inquisidor Clase Alta
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Fecha de inscripción : 19/07/2016
Re: ¿De que puedes culparme? mas bien dame las gracias (Eghon Grant)
Había sido un cambio muy grande para la inquisidora, el dejar el convento, que desde su llegada a París, había dio su hogar, su refugio y su escondite. Ahora, por voluntad de la inquisición, le ordenaban vivir en otro lugar, puesto que su condición de licántropo, la convertía en una amenaza permanente, en especial teniendo en cuenta su carácter volátil y asesino. Claro, una cosa era poder desatar esa locura, ese infierno, en el campo de batalla, en una redada, y sobre enemigos, que en mitad de un convento, en donde podía provocar una verdadera matanza y que la sociedad descubriera que la inquisición, estaba acogiendo a verdaderos asesinos.
Por esa razón, Emelia ahora vivía en una hermosa residencia en la zona Norte de París, tan cercano a la catedral y al convento que había sido su hogar hasta hacía unos días. Claro que de la misma forma como aquellos lugares, tan importantes para la loba, se encontraban a un paso, existían otros que la ponían de muy mal humor, como era el caso del Hotel Des Arenes, un antro de perdición, donde los humanos iban a dejar aflorar sus sentimientos, algunos tan inútiles como el amor. Aunque también estaba el museo, un sitio que la inquisidora no había podido descifrar, si le disgustaba del todo, o si podía llegar a ser un buen coto de caza, noches tras había visto entrar a un inmortal, y la curiosidad estaba haciendo volviéndose insoportable, debía encontrar el porque de esa visita, y quien era ese vampiro. Por supuesto, que estaría en su lista de presas a cazar, eso no lo dudó ni un segundo. Pensando en eso, había dejado su residencia y dirigido sus pasos hacia donde se encontraba el museo, pero, fue detenida por la voz potente de un hombre, ella se detuvo, sonrió divertida, había reconocido esa voz, era su compañero de inquisición, el tonto Eghon Grant, que seguramente venía a preguntar por la insufrible de su mujercita, si tan solo pudiera mentirle que hacía meses la había asesinado, pero es pecado mentir, - aunque una mentira blanca... al fin de cuentas, mas le vale estar solo, así volvería a ser un oponente de cuidado - caviló, mientras se giraba para enfrentarlo, - Eghon... Eghon Grant... ¿que se te ha perdido ahora? -.
Por esa razón, Emelia ahora vivía en una hermosa residencia en la zona Norte de París, tan cercano a la catedral y al convento que había sido su hogar hasta hacía unos días. Claro que de la misma forma como aquellos lugares, tan importantes para la loba, se encontraban a un paso, existían otros que la ponían de muy mal humor, como era el caso del Hotel Des Arenes, un antro de perdición, donde los humanos iban a dejar aflorar sus sentimientos, algunos tan inútiles como el amor. Aunque también estaba el museo, un sitio que la inquisidora no había podido descifrar, si le disgustaba del todo, o si podía llegar a ser un buen coto de caza, noches tras había visto entrar a un inmortal, y la curiosidad estaba haciendo volviéndose insoportable, debía encontrar el porque de esa visita, y quien era ese vampiro. Por supuesto, que estaría en su lista de presas a cazar, eso no lo dudó ni un segundo. Pensando en eso, había dejado su residencia y dirigido sus pasos hacia donde se encontraba el museo, pero, fue detenida por la voz potente de un hombre, ella se detuvo, sonrió divertida, había reconocido esa voz, era su compañero de inquisición, el tonto Eghon Grant, que seguramente venía a preguntar por la insufrible de su mujercita, si tan solo pudiera mentirle que hacía meses la había asesinado, pero es pecado mentir, - aunque una mentira blanca... al fin de cuentas, mas le vale estar solo, así volvería a ser un oponente de cuidado - caviló, mientras se giraba para enfrentarlo, - Eghon... Eghon Grant... ¿que se te ha perdido ahora? -.
Isabelle Campionibusa- Inquisidor Clase Alta
- Mensajes : 104
Fecha de inscripción : 13/03/2015
Re: ¿De que puedes culparme? mas bien dame las gracias (Eghon Grant)
Su mundo se vino abajo en el momento en que fue incapaz de encontrar a su esposa y aunque muchos de sus conocidos insistían en que Chiara le abandonó, Eghon estaba seguro de que ese no era el caso. Su esposa, la mujer a la que rescatará de un ataque de vampiro, la única persona en el mundo que jamás dejaba sus pensamientos, que correspondió su amor y que le dio un maravilloso hijo, esa mujer, nunca lo dejaría pero sobre todo, no dejaría a su amado hijo Cedric, Esa certeza del Grant fue de hecho lo que le orillo a buscar ayuda profesional para encontrar a su amada, después de todo, él ya no podía más con esa pesada carga que poco a poco lo alejaba de su hijo. Gracias a la experta ayuda de Dylan Laurent, uno de los investigadores que contratará y que resultaba ser el único que le daba un atisbo de esperanza, era que Eghon se dirigía con desespero al hogar de quien según el investigador, era la culpable de la desaparición de Chiara.
Emelia era una compañera inquisidora de Eghon, una mujer que formaba parte de las filas de los condenados debido a poseer la maldición de la luna. La española era pues una de las mujeres más temidas de la inquisición, no solo porque fuera una excelente al momento de realizar su trabajo sino además porque poseía una frialdad que la llevaba a cometer los actos más crueles, aún cuando no fueran parte de alguna misión. Emelia cometía atrocidades pues, solo por el mero hecho de que la divertían y tal parecía ser, que el Grant y su esposa habían sido elegidos para su siguiente acto de desprecio.
Antes siquiera de que el inquisidor llegará a la residencia de la licántropo, su mirada dio con la elegante pero letal figura de la dama, a quien no dudo en llamar con voz autoritaria, provocando con ello no solo que la fémina se detuviera, sino que algunas personas dirigieran su mirada a él. La calle no debía ser el mejor lugar para lo que estaba por ocurrir, sin embargo, tampoco era como que Eghon pudiera esperar más. El Grant necesitaba saber de su mujer y cuanto más rápido supiera de ella, mejor.
– Creo que sabes muy bien lo que se me ha perdido Emelia – respondió a la pregunta de la inquisidora, deteniéndose muy cerca de ella y manteniendo su mirada fija en los ojos ajenos – ¿Dónde esta mi esposa? ¿Qué le has hecho? Y no trates de negarlo, que sé muy bien que eres la culpable de su desaparición – aunque debiera pelear ahí mismo contra la loba, Eghon descubriría el paradero de su esposa y eso lo garantizaba.
Emelia era una compañera inquisidora de Eghon, una mujer que formaba parte de las filas de los condenados debido a poseer la maldición de la luna. La española era pues una de las mujeres más temidas de la inquisición, no solo porque fuera una excelente al momento de realizar su trabajo sino además porque poseía una frialdad que la llevaba a cometer los actos más crueles, aún cuando no fueran parte de alguna misión. Emelia cometía atrocidades pues, solo por el mero hecho de que la divertían y tal parecía ser, que el Grant y su esposa habían sido elegidos para su siguiente acto de desprecio.
Antes siquiera de que el inquisidor llegará a la residencia de la licántropo, su mirada dio con la elegante pero letal figura de la dama, a quien no dudo en llamar con voz autoritaria, provocando con ello no solo que la fémina se detuviera, sino que algunas personas dirigieran su mirada a él. La calle no debía ser el mejor lugar para lo que estaba por ocurrir, sin embargo, tampoco era como que Eghon pudiera esperar más. El Grant necesitaba saber de su mujer y cuanto más rápido supiera de ella, mejor.
– Creo que sabes muy bien lo que se me ha perdido Emelia – respondió a la pregunta de la inquisidora, deteniéndose muy cerca de ella y manteniendo su mirada fija en los ojos ajenos – ¿Dónde esta mi esposa? ¿Qué le has hecho? Y no trates de negarlo, que sé muy bien que eres la culpable de su desaparición – aunque debiera pelear ahí mismo contra la loba, Eghon descubriría el paradero de su esposa y eso lo garantizaba.
Eghon Grant- Inquisidor Clase Alta
- Mensajes : 31
Fecha de inscripción : 19/07/2016
Re: ¿De que puedes culparme? mas bien dame las gracias (Eghon Grant)
Siempre había creído que aquel inquisidor era un hombre especial, y sabia que no se equivocaba, pero, verle tan perdido por una simple e inútil mujer, llegaba a exasperar a la española. No se trataba que él fuera importante para ella, o que secretamente sintiera alguna atracción por aquel compañero de lucha. No, en verdad ella odiaba a los hombres, tal vez tanto como a los brujos, porque todo lo vivido por Emelia, era culpa de hombres como el que ahora estaba en frente de ella ¿O acaso su padre no la había sepultado en vida en un convento, por cumplir los caprichos de su nueva mujer, alejándola de familia? ¿No la había separado de su hija, aquella inocente criatura que debiera abandonar en las puertas de una iglesia?
Emelia frunció el entrecejo, clavando sus ojos en los ajenos y provocando tensión en su mandíbula, logrando de ésta manera, mostrar su disgusto, no estaba dispuesta a soportar bravuconadas de parte del inquisidor. Aunque él se había acercado a ella, casi al punto de rozarla, la loba, no pudo detener sus ganas de enfrentarlo, - ¿Quieres saber donde esta? - mordió cada una de las palabras, - ¿Porque no la buscas en el fondo del mar? - sonrió con malicia - Sabes, me han dicho, que ese es un buen lugar para desprenderse de las cosas que no sirven - dijo todo aquello acercando aun mas su rostro al inquisidor, hasta casi rozarlo.
Sus miradas, a la misma altura, parecían dispuestas a no dejar de luchar por conseguir que el oponente bajara la mirada. Puesto que ella era una mujer muy alta, mucho mas alta que los hombre en general, llegaba a intimidar a cualquiera, eran muy pocos los soldados que poseían la misma estatura, siendo Eghon uno de ellos. La mirada de la loba, mostraba la maldad misma, el placer que sentía al lastimar, o torturar, - No tienes idea de como suplicó terminar en el fondo del mar - con una de sus manos, había tomado una daga y la sostenía disimulada en su manga, pero lista para clavarla en el costado del Grand, si éste se decidía a comenzar una pelea en mitad de la calle - Shhhh... calma cachorro... sabes que nuestros superiores nos prohíben pelear en publico, y mas si no existe amenaza alguna - volvió a sonreír con malicia - Ademas, si me matas, ¿como piensas llegar a donde ella descansa? - en ningún momento la española desmintió sus palabras, sobre la suerte corrida por la señora Grant, muy por el contrario, intentaba sacar de sus cabales al escoces y así lograr mantener una pelea que podría poner en peligro su propia vida.
¿Pero porque?, porque aquella mujer, que había sido el azote de la inquisición, que disfrutara con el sufrimiento de los sobrenaturales, se encontraba perdida, entre la que había sido y la bestia que hoy era, ¿que debía hacer? ¿matar a la bestia que crecía y se fortalecía dentro de ella? ¿o dejar que aquella bestia, lograra sumirla lentamente? y de se así, ¿como podría cumplir sus venganzas? Emelia sabía que nada de lo hecho antes del ataque de aquellos lobos, en los Países Bajos, tenía sentido ahora. Hablar de aquella mujer, de esa italiana, era como hablar de un hecho sucedido en otra vida. Para Emelia, no tenía sentido alguno, volver a pensar en lo que fue. Si, la había secuestrado, hasta torturado, pero la muy perra se había escapado, antes siquiera de llegar a París. En ese mismo tiempo, Emelia fue designada para una misión a los Países Bajos y su mundo se puso de cabeza. Que la italiana se quemara en el infierno, a ella le daba lo mismo.
Emelia frunció el entrecejo, clavando sus ojos en los ajenos y provocando tensión en su mandíbula, logrando de ésta manera, mostrar su disgusto, no estaba dispuesta a soportar bravuconadas de parte del inquisidor. Aunque él se había acercado a ella, casi al punto de rozarla, la loba, no pudo detener sus ganas de enfrentarlo, - ¿Quieres saber donde esta? - mordió cada una de las palabras, - ¿Porque no la buscas en el fondo del mar? - sonrió con malicia - Sabes, me han dicho, que ese es un buen lugar para desprenderse de las cosas que no sirven - dijo todo aquello acercando aun mas su rostro al inquisidor, hasta casi rozarlo.
Sus miradas, a la misma altura, parecían dispuestas a no dejar de luchar por conseguir que el oponente bajara la mirada. Puesto que ella era una mujer muy alta, mucho mas alta que los hombre en general, llegaba a intimidar a cualquiera, eran muy pocos los soldados que poseían la misma estatura, siendo Eghon uno de ellos. La mirada de la loba, mostraba la maldad misma, el placer que sentía al lastimar, o torturar, - No tienes idea de como suplicó terminar en el fondo del mar - con una de sus manos, había tomado una daga y la sostenía disimulada en su manga, pero lista para clavarla en el costado del Grand, si éste se decidía a comenzar una pelea en mitad de la calle - Shhhh... calma cachorro... sabes que nuestros superiores nos prohíben pelear en publico, y mas si no existe amenaza alguna - volvió a sonreír con malicia - Ademas, si me matas, ¿como piensas llegar a donde ella descansa? - en ningún momento la española desmintió sus palabras, sobre la suerte corrida por la señora Grant, muy por el contrario, intentaba sacar de sus cabales al escoces y así lograr mantener una pelea que podría poner en peligro su propia vida.
¿Pero porque?, porque aquella mujer, que había sido el azote de la inquisición, que disfrutara con el sufrimiento de los sobrenaturales, se encontraba perdida, entre la que había sido y la bestia que hoy era, ¿que debía hacer? ¿matar a la bestia que crecía y se fortalecía dentro de ella? ¿o dejar que aquella bestia, lograra sumirla lentamente? y de se así, ¿como podría cumplir sus venganzas? Emelia sabía que nada de lo hecho antes del ataque de aquellos lobos, en los Países Bajos, tenía sentido ahora. Hablar de aquella mujer, de esa italiana, era como hablar de un hecho sucedido en otra vida. Para Emelia, no tenía sentido alguno, volver a pensar en lo que fue. Si, la había secuestrado, hasta torturado, pero la muy perra se había escapado, antes siquiera de llegar a París. En ese mismo tiempo, Emelia fue designada para una misión a los Países Bajos y su mundo se puso de cabeza. Que la italiana se quemara en el infierno, a ella le daba lo mismo.
Isabelle Campionibusa- Inquisidor Clase Alta
- Mensajes : 104
Fecha de inscripción : 13/03/2015
Re: ¿De que puedes culparme? mas bien dame las gracias (Eghon Grant)
De pie frente a Emelia, completamente dispuesto a enfrentarla con tal de encontrar a su amada Chiara; Eghon no podía evitar cuestionarse a sí mismo sobre los motivos que llevaban a aquella mujer a ensañarse de una manera tal vil con su familia. ¿Qué le hizo a Emelia para que pusiera su mirada en él y los suyos?, ¿Qué tan lejos llegaría la licántropo con tal de conseguir venganza? ¿O era todo aquello simple diversión?. Pensar en que existía la posibilidad de que todo lo sucedido fuera meramente debido a un capricho de la española, provocó que la sangre del Grant hirviera prácticamente en sus venas, por eso fue que al hablarle lo hizo de manera brusca y exigente, una forma no típica de hablar de parte del escoces, quien regularmente se dirigía a las damas con respeto y educación.
Con los ojos clavados en los ajenos, notando el disgusto en el rostro de la española, que de por si era una mujer de temperamento fuerte, Eghon se mantuvo inmóvil e inalterable pues sabía que de eso dependía el que recibiera respuestas apropiadas o solamente juegos mentales de parte de la loba. Una sonrisa que no cargaba nada de felicidad apareció en los labios del escoces, pues resultaba evidente que Emelia no pensaba hacerle las cosas sencillas, quería torturarlo y no escatimaba en sus intentos de llevarle al infierno al decirle que Chiara se encontraba en el fondo del mar. Si bien el inquisidor tuvo el impulso de tomar por los hombros a la loba y exigirle que dejase de jugar o lo lamentaría gravemente, Eghon se contuvo, respirando profundamente antes de responderle a la española.
– Seguramente debe ser un buen lugar para deshacerse de aquello que no se desea tener cerca, pero deshacerse de lo que aún sirve es de estúpidos y tu no eres una mujer tonta – el rostro de ambos estaba demasiado cerca del otro y las miradas de las personas curiosas se posaban sobre ellos, que parecían hacerse olvidado de todo a su alrededor.
El entrecejo del escoces se frunció. Realmente no le gustaba ser victima de una mujer como Emelia, que lo que poseía en belleza lo arruinaba con su maldad, esa que le destilaba en cada una de las palabras que fluían de sus labios, mismos que Eghon hubiera deseado callar en aquel preciso lugar, sin embargo, la licántropo tenía razón en que sus superiores no estarían felices de saber que los suyos peleaban en la calle como animales, por eso se contuvo, aunque claro, llevaba algunas armas entre sus ropas, de la misma manera en que creía que Emelia llevaba.
– Tu insistencia respecto a que mi esposa se encuentra bajo el agua me confirma lo que creí desde que comenzaste a hablar – tomo algo de aire y relajo un tanto su cuerpo – Chiara no esta muerta, no la has matado porque sabes que puedes torturarme con ella y no, no eres tan tonta como para desperdiciar la oportunidad de hacer sufrir a alguien durante más tiempo – la licántropo parecía alimentarse del dolor y que mejor que el sufrimiento de un hombre que amaba tan profundamente como el escoces – y no voy a matarte, al menos no hoy porque así como Chiara te sirve a ti, tú me sirves a mi – acerco su rostro más al de la española – así que dime, ¿Dónde es que tienes a Chiara?; y piensa en que si cooperas conmigo podrás continuar aun con vida después de que me encuentre con mi esposa.
Con los ojos clavados en los ajenos, notando el disgusto en el rostro de la española, que de por si era una mujer de temperamento fuerte, Eghon se mantuvo inmóvil e inalterable pues sabía que de eso dependía el que recibiera respuestas apropiadas o solamente juegos mentales de parte de la loba. Una sonrisa que no cargaba nada de felicidad apareció en los labios del escoces, pues resultaba evidente que Emelia no pensaba hacerle las cosas sencillas, quería torturarlo y no escatimaba en sus intentos de llevarle al infierno al decirle que Chiara se encontraba en el fondo del mar. Si bien el inquisidor tuvo el impulso de tomar por los hombros a la loba y exigirle que dejase de jugar o lo lamentaría gravemente, Eghon se contuvo, respirando profundamente antes de responderle a la española.
– Seguramente debe ser un buen lugar para deshacerse de aquello que no se desea tener cerca, pero deshacerse de lo que aún sirve es de estúpidos y tu no eres una mujer tonta – el rostro de ambos estaba demasiado cerca del otro y las miradas de las personas curiosas se posaban sobre ellos, que parecían hacerse olvidado de todo a su alrededor.
El entrecejo del escoces se frunció. Realmente no le gustaba ser victima de una mujer como Emelia, que lo que poseía en belleza lo arruinaba con su maldad, esa que le destilaba en cada una de las palabras que fluían de sus labios, mismos que Eghon hubiera deseado callar en aquel preciso lugar, sin embargo, la licántropo tenía razón en que sus superiores no estarían felices de saber que los suyos peleaban en la calle como animales, por eso se contuvo, aunque claro, llevaba algunas armas entre sus ropas, de la misma manera en que creía que Emelia llevaba.
– Tu insistencia respecto a que mi esposa se encuentra bajo el agua me confirma lo que creí desde que comenzaste a hablar – tomo algo de aire y relajo un tanto su cuerpo – Chiara no esta muerta, no la has matado porque sabes que puedes torturarme con ella y no, no eres tan tonta como para desperdiciar la oportunidad de hacer sufrir a alguien durante más tiempo – la licántropo parecía alimentarse del dolor y que mejor que el sufrimiento de un hombre que amaba tan profundamente como el escoces – y no voy a matarte, al menos no hoy porque así como Chiara te sirve a ti, tú me sirves a mi – acerco su rostro más al de la española – así que dime, ¿Dónde es que tienes a Chiara?; y piensa en que si cooperas conmigo podrás continuar aun con vida después de que me encuentre con mi esposa.
Eghon Grant- Inquisidor Clase Alta
- Mensajes : 31
Fecha de inscripción : 19/07/2016
Re: ¿De que puedes culparme? mas bien dame las gracias (Eghon Grant)
Tal vez, para otro inquisidor, las palabras de Eghon, podían llegar a causar un efecto de arrepentimiento, duda, o por lo menos resquemor. Pero Emelia era inmune a todo ello, tal vez, porque en el fondo anhelaba la muerte, pues su vida se había convertido en un sin sentido. Por un lado, Emilia, había desaparecido, nadie podía dar con su paradero y la inquisidora estaba segura o mejor dicho, casi segura, de que todo era culpa de ese vampiro, que alguna vez también había sido inquisidor, pero que dejó todo, cuando su amor por los humanos, le impidió volverse una maquina de matar. Por otro lado, ahora era una loba, con todo lo que eso conllevaba, pues si como solo una humana, la organización la tenía en la mira, ahora como licántropo, no dejaban de vigilarla. Si había sugerido al inquisidor, dejar la lucha para otro lugar, no había sido por cobardía, ni que por el fragor de la batalla, más de un humano quedara inerte sobre la acera, no, la verdad era que había detectado mas de tres inquisidores espías, y el informe disciplinario, aun no se había cerrado, por lo que debía hacer buena letra, pero Eghon, se lo ponía realmente difícil.
Le contempló en silencio un instante, para luego bufar, como cuando algo la aburría, cerró sus ojos y comenzó a mover lentamente su cuello, de un lado a otro en un movimiento rotatorio, sintiendo como sus hueso crujían, y resoplando, de vez en cuando. Lo hacía para mantener la calma y no permitir a la bestia, que pugnaba por salir, - No sabes el esfuerzo que hago para no destriparte en éste mismo instante - dijo mentalmente al inquisidor, clavando su mirada en la ajena y gruñendo como un animal a punto de lanzarse a la lucha. - Pues deberás hacer mucho para que te diga que ha sido de tu mujercita… - soltó, para volver al silencio absoluto. Intentaba sacarlo de las casillas, y con ello, hacer que él fuera el primero en atacar, así, aquellos testigos encubiertos, deberían salir a su favor, sea que solo lo lastimara, le pasara la maldición o terminara desmembrando en un ataque de furia, de su animal interno. Cruzó sus brazos sobre el pecho, dejó todo el peso de su cuerpo sobre una de sus piernas, e inclinó su tronco levemente hacia atrás, elevando la barbilla y mostrándose altanera, tal cual era ella, - se muy bien dónde está, qué hace en éste preciso instante y que de ti… no recuerda nada… porque no existe mejor muerte que el olvido… tú para ella, estás muerto -.
Le contempló en silencio un instante, para luego bufar, como cuando algo la aburría, cerró sus ojos y comenzó a mover lentamente su cuello, de un lado a otro en un movimiento rotatorio, sintiendo como sus hueso crujían, y resoplando, de vez en cuando. Lo hacía para mantener la calma y no permitir a la bestia, que pugnaba por salir, - No sabes el esfuerzo que hago para no destriparte en éste mismo instante - dijo mentalmente al inquisidor, clavando su mirada en la ajena y gruñendo como un animal a punto de lanzarse a la lucha. - Pues deberás hacer mucho para que te diga que ha sido de tu mujercita… - soltó, para volver al silencio absoluto. Intentaba sacarlo de las casillas, y con ello, hacer que él fuera el primero en atacar, así, aquellos testigos encubiertos, deberían salir a su favor, sea que solo lo lastimara, le pasara la maldición o terminara desmembrando en un ataque de furia, de su animal interno. Cruzó sus brazos sobre el pecho, dejó todo el peso de su cuerpo sobre una de sus piernas, e inclinó su tronco levemente hacia atrás, elevando la barbilla y mostrándose altanera, tal cual era ella, - se muy bien dónde está, qué hace en éste preciso instante y que de ti… no recuerda nada… porque no existe mejor muerte que el olvido… tú para ella, estás muerto -.
Isabelle Campionibusa- Inquisidor Clase Alta
- Mensajes : 104
Fecha de inscripción : 13/03/2015
Re: ¿De que puedes culparme? mas bien dame las gracias (Eghon Grant)
El juego avanzaba de manera lenta y dolorosa. Para Eghon, estar tan cerca de obtener las respuestas que tanto deseaba lo torturaba y no porque no pudiera obtenerlas, sino porque debía ser inteligente y actuar con prudencia. Emelia no era solo una inquisidora temible, además, era parte de la facción de los condenados, esa donde los sobrenturales deseosos de salvar su cuello ya fuera porque eran novatos o porque eran amenazados servían. Si bien Eghon se sabía con la capacidad de enfrentar a la mujer frente a la que se encontraba y salir airoso de la batalla, no deseaba pelear, no porque hacerlo despertaría alarma en los transeúntes inocentes y los llevaría, tanto a Emelia como a él a sufrir un castigo ejemplar por parte de la organización a la que servían. El Grant, debía entonces ser más listo que la mujer.
Cada una de las preguntas formuladas por el Grant, así como su paciencia, dieron sus frutos. Emelia hablaba mucho, aseguraba haber acabado con Chiara pero él escoces no era ingenuo y sabía que ella no perdería la oportunidad de hacerlo sufrir más, por eso fue que sonriendo le hizo saber que no le creía y que más valía que le diera la información que pedía si es que quería seguir manteniendo su cabeza sobre sus hombros. La cara de pocos amigos, así como los movimientos lentos pero amenazantes de la inquisidora fueron una respuesta más que clara para Eghon. No pensaba ceder un ápice.
– Emelia, eres una mujer fuerte sin duda alguna pero no invencible – movió una de sus manos hasta su pantalón, haciéndole saber así a la dama que se encontraba verdaderamente listo para hacerla hablar, aunque eso significara aceptar un castigo; además, quien se llevaría la peor parte no sería él, pues a lo que escuchó desde el claustro donde se mantuvo desde la desaparición de Chiara, fue que a la licántropo la vigilaban pues no confiaban de todo en ella – No seas tonta, sabes tan bien como yo que aunque te ataque primero y la gente lo confirme, a quien van a creerle es a mi – sonrió entonces de manera encantadora – Yo nunca he hecho nada para poner en tela de juicio mi fidelidad a la Iglesia, cosa que desafortunadamente tú has hecho en más de una ocasión.
Quizás sus palabras tuvieron un efecto ínfimo en la loba, que recargando su cuerpo en uno de sus pies y levantando el mentón, aseguro a Eghon saber donde es que estaba Chiara.
– Dime, ¿Dónde es que la tienes? – preguntó antes de recibir un golpe que termino con la serenidad que hasta ese momento mantuviera. Chiara no lo recordaba. De manera brusca, tomo por los hombros a Emelia – ¡DIME DONDE LA TIENES! – la furia le encegueció, pues saber que Chiara no le recordaba le indicaba que aquella inquisidora algo había hecho, algo tan horrible que la mente de su amada no tuvo más opción que olvidarse del hecho y de él.
Cada una de las preguntas formuladas por el Grant, así como su paciencia, dieron sus frutos. Emelia hablaba mucho, aseguraba haber acabado con Chiara pero él escoces no era ingenuo y sabía que ella no perdería la oportunidad de hacerlo sufrir más, por eso fue que sonriendo le hizo saber que no le creía y que más valía que le diera la información que pedía si es que quería seguir manteniendo su cabeza sobre sus hombros. La cara de pocos amigos, así como los movimientos lentos pero amenazantes de la inquisidora fueron una respuesta más que clara para Eghon. No pensaba ceder un ápice.
– Emelia, eres una mujer fuerte sin duda alguna pero no invencible – movió una de sus manos hasta su pantalón, haciéndole saber así a la dama que se encontraba verdaderamente listo para hacerla hablar, aunque eso significara aceptar un castigo; además, quien se llevaría la peor parte no sería él, pues a lo que escuchó desde el claustro donde se mantuvo desde la desaparición de Chiara, fue que a la licántropo la vigilaban pues no confiaban de todo en ella – No seas tonta, sabes tan bien como yo que aunque te ataque primero y la gente lo confirme, a quien van a creerle es a mi – sonrió entonces de manera encantadora – Yo nunca he hecho nada para poner en tela de juicio mi fidelidad a la Iglesia, cosa que desafortunadamente tú has hecho en más de una ocasión.
Quizás sus palabras tuvieron un efecto ínfimo en la loba, que recargando su cuerpo en uno de sus pies y levantando el mentón, aseguro a Eghon saber donde es que estaba Chiara.
– Dime, ¿Dónde es que la tienes? – preguntó antes de recibir un golpe que termino con la serenidad que hasta ese momento mantuviera. Chiara no lo recordaba. De manera brusca, tomo por los hombros a Emelia – ¡DIME DONDE LA TIENES! – la furia le encegueció, pues saber que Chiara no le recordaba le indicaba que aquella inquisidora algo había hecho, algo tan horrible que la mente de su amada no tuvo más opción que olvidarse del hecho y de él.
Eghon Grant- Inquisidor Clase Alta
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Fecha de inscripción : 19/07/2016
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