AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Laburando, laburando. –Privado-
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Laburando, laburando. –Privado-
Bueno, me había quedado sin mi secretaria; no es que yo lo buscara ni mucho menos pero igual había pasado y ya eso era para pensarlo. Era por demás, extraño. Puede que yo no fuera el buen jefe que pensaba que era. Aquella dama se había marchado sin ningún tipo de aviso y aunque al principio la esperé y poco después comencé a preocuparme por su ausencia, finalmente, al no recibir ningún tipo de visita de parte de nadie que se relacionara con ella, dejé de pensar en ello. No volví a verla, pero tampoco vi noticias sobre la muerte de una joven con su descripción y tampoco de un cuerpo encontrado por allí, en un callejón. Así que el asunto pasó. Y como hiciera antes de que me encontrara con ella, decidí encargarme yo mismo de lo que mi secretaria debería de haber hecho.
Pero poco a poco, con mi ritmo de vida actual y el trabajo que si bien no dejaba que se me acumulara era constante, finalmente requerí de una mano que nuevamente me ayudara con mis horas laborales. Quería ser algo más meticuloso esta vez, aunque la oportunidad de darle un trabajo a alguien que lo requiriera seguía siendo una de mis principales motivaciones, y cosas como la experiencia y el manejo de vocabulario adecuado era algo que no era necesario que tuvieran. Podía enseñarlo yo y realmente, prefería hacerlo.
Decidí escribir un anuncio sencillo para publicarlo en el periódico y pagué por anticipado para que apareciera en el tiraje de una semana. Sería tiempo suficiente para, esperaba, recibir las visitas de unos cuantos y poder hacerles una entrevista para encontrar el que más se acomodara a mí; deseaba uno que me durase más de lo que la última me duró, una que se quedara el tiempo suficiente para que nos acopláramos en el horario laboral, uno, o una, que no fuera demasiado entrometido con esos días que yo debía de pasar lejos del trabajo y, por consecuencia, cerrar la oficina. No me importaba su género, al igual que antes, sólo buscaba eficiencia y ganas de trabajar y aprender lo que yo requería que supiera sobre su trabajo.
Así pues, apenas dejé el aviso en el periódico me dediqué a esperar, de una forma más bien abstracta, a que se presentará alguien. Trabajé, aunque deseaba cerrar, y estuve inspeccionando archivos pasados y revisando trabajos que estaba comenzando, pero no hice nada a profundidad. No me sentía capaz de concentrarme y pronto caí en cuanta que sencillamente no debería de haberme puesto a trabajar.
Pero poco a poco, con mi ritmo de vida actual y el trabajo que si bien no dejaba que se me acumulara era constante, finalmente requerí de una mano que nuevamente me ayudara con mis horas laborales. Quería ser algo más meticuloso esta vez, aunque la oportunidad de darle un trabajo a alguien que lo requiriera seguía siendo una de mis principales motivaciones, y cosas como la experiencia y el manejo de vocabulario adecuado era algo que no era necesario que tuvieran. Podía enseñarlo yo y realmente, prefería hacerlo.
Decidí escribir un anuncio sencillo para publicarlo en el periódico y pagué por anticipado para que apareciera en el tiraje de una semana. Sería tiempo suficiente para, esperaba, recibir las visitas de unos cuantos y poder hacerles una entrevista para encontrar el que más se acomodara a mí; deseaba uno que me durase más de lo que la última me duró, una que se quedara el tiempo suficiente para que nos acopláramos en el horario laboral, uno, o una, que no fuera demasiado entrometido con esos días que yo debía de pasar lejos del trabajo y, por consecuencia, cerrar la oficina. No me importaba su género, al igual que antes, sólo buscaba eficiencia y ganas de trabajar y aprender lo que yo requería que supiera sobre su trabajo.
Así pues, apenas dejé el aviso en el periódico me dediqué a esperar, de una forma más bien abstracta, a que se presentará alguien. Trabajé, aunque deseaba cerrar, y estuve inspeccionando archivos pasados y revisando trabajos que estaba comenzando, pero no hice nada a profundidad. No me sentía capaz de concentrarme y pronto caí en cuanta que sencillamente no debería de haberme puesto a trabajar.
Drazel Sarbu- Licántropo Clase Alta
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Fecha de inscripción : 21/04/2015
Localización : Por aquí, por allá
Re: Laburando, laburando. –Privado-
Estaba desesperado, necesitaba encontrar un trabajo como fuera. Con su madre depresiva y siendo el único capaz de aportar algo de dinero en casa, no podía permitirse una semana más sin empleo, no si querían alimentarse, tener un techo sobre sus cabezas... en definitiva: sobrevivir. Y, por si fuera poco, a ese dolor de cabeza se le sumaba el hecho de no recordar nada de lo ocurrido tres noches antes. Había salido a buscar algo para comer, robándolo, a pesar de que no le gustara la idea, y se había acercado a las afueras de la ciudad, donde había menos tránsito de gente y mayor posibilidad de éxito para un hurto perpetrado por un completo inexperto en la materia. Sin embargo, se había despertado tirado en el suelo del bosque, con el pantalón hecho jirones y sin nada que llevar de regreso a casa. Le seguía dando vueltas, pero no encontraba explicación alguna y, al parecer, se había dando un golpe que le imposibilitaba recordar nada desde que cruzara la puerta de su domicilio para salir. Aunque los espacios en blando de su memoria no eran algo nuevo, ya hacía mucho tiempo que los sufría, pero aquel se le antojaba distinto por algún motivo que desconocía...
En mitad de su desesperación, se acercó a la zona más céntrica a ver si encontraba algo útil para hacer y que le reportara algo de dinero a cambio. Se detuvo tras un hombre que ojeaba un periódico, intentando no ahogarse con el fuerte olor del tabaco de pipa que le inundaba las fosas nasales. Aprovechó la descarada cercanía para leer la sección de clasificados, donde había un par anuncios sobre gente que buscaba trabajadores. Memorizó las direcciones, ya que para eso no tenía problemas, y se encaminó al primero de los lugares que no quedaba muy lejos de allí. De camino, se detuvo frente a una cristalera de una panadería, no para babear con la comida aunque ganas no le faltaran, sino para arreglarse un poco el pelo y la ropa. No podía presentarse con mal aspecto en una entrevista de trabajo. Prosiguió su camino y se detuvo frente a un edificio bajo de dos plantas, limpió la suela de los zapatos en la alfombra de la entrada, tiró del cordel que hizo sonar la campana que anunciaba la presencia de alguien que deseaba entrar a la casa.
Carraspeó, algo impaciente, arrugando los bajos de la camisa con ambas manos. Se pasó la lengua por los dientes, notando un exceso de saliva en la boca que achacó al nerviosismo que le invadía ante la idea de fracasar una vez más. Era un buen chico, era listo, dedicado y para ser de clase baja, no estaba falto de educación escolar. Aún así, flaqueaba a la hora de tratar con otra gente y aquello era un talón de Aquiles a la hora de encontrar empleo. Volvió a carraspear y acercó la oreja a la gruesa puerta de madera, preguntando:
-¿Hola?
En mitad de su desesperación, se acercó a la zona más céntrica a ver si encontraba algo útil para hacer y que le reportara algo de dinero a cambio. Se detuvo tras un hombre que ojeaba un periódico, intentando no ahogarse con el fuerte olor del tabaco de pipa que le inundaba las fosas nasales. Aprovechó la descarada cercanía para leer la sección de clasificados, donde había un par anuncios sobre gente que buscaba trabajadores. Memorizó las direcciones, ya que para eso no tenía problemas, y se encaminó al primero de los lugares que no quedaba muy lejos de allí. De camino, se detuvo frente a una cristalera de una panadería, no para babear con la comida aunque ganas no le faltaran, sino para arreglarse un poco el pelo y la ropa. No podía presentarse con mal aspecto en una entrevista de trabajo. Prosiguió su camino y se detuvo frente a un edificio bajo de dos plantas, limpió la suela de los zapatos en la alfombra de la entrada, tiró del cordel que hizo sonar la campana que anunciaba la presencia de alguien que deseaba entrar a la casa.
Carraspeó, algo impaciente, arrugando los bajos de la camisa con ambas manos. Se pasó la lengua por los dientes, notando un exceso de saliva en la boca que achacó al nerviosismo que le invadía ante la idea de fracasar una vez más. Era un buen chico, era listo, dedicado y para ser de clase baja, no estaba falto de educación escolar. Aún así, flaqueaba a la hora de tratar con otra gente y aquello era un talón de Aquiles a la hora de encontrar empleo. Volvió a carraspear y acercó la oreja a la gruesa puerta de madera, preguntando:
-¿Hola?
Jasson Dresner- Licántropo Clase Baja
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Fecha de inscripción : 19/08/2017
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Re: Laburando, laburando. –Privado-
Bueno, para el final de la tarde, había encontrado entretenido quedarme a trabajar. La señorita Greenhouse y su hermana, mantenían una fuerte disputa por la propiedad de su padre, que, casualmente, había fallecido de pronto, una noche, al caerse de las escaleras mientras se encontraba al cuidado de ambas hijas. El señor Wilder, testamentario del fallecido, parecía seriamente consternado por la situación y se negaba a que se leyera el testamento si no se resolvía antes el asunto sobre la muerte del señor al que había servido durante tantos años. Tenía detenido este caso debido a la averiguación que el señor Wilder había ordenado, pero eso no impedía que las hermanas me visitaran de vez en cuando e intentaran cosas que, considerándolas yo de poca ética, no las llevaban a ningún sitio. De igual manera, no negaré que recibirlas animaba mucho el resto del día, y la tormenta de amenazas que dejaban al marcharse era más que suficiente para llevar una sonrisa lo que restaba del día.
Pensándolo por un momento, el apellido Greenhouse no era nada francés; fue un detalle en el que me detuve por un momento, mientras recogía los papeles y los acomodaba para dejarlos listos para mañana. Fue un pensamiento que no pasó de allí, una curiosidad de una mente demasiado cansada para concentrarse en el trabajo y demasiado despierta como para sentir sueño. La tarde se estaba tornando más fresca, comenzando a dejar paso a la penumbra de la noche, con algo de suerte, podría llover más tarde. Me hallaba en ese instante en el que beber un café resulta idóneo, ¿y qué era lo que yo tenía? Vodka, tenía vodka, seco, vodka del bueno. Guardé los papeles en el archivero, dejándolos lo más próximos a la exterior para simplemente tomarlos mañana y con esa nimia acción, recordé el pequeño anunció que había pagado para que pusieran en los clasificados del periódico. Sí, esto sería algo que mi próximo ayudante haría.
Me recosté en mi silla de respaldo alto y estaba por estirar la mano hacía mi vaso con vodka cuando un curioso olor llegó a mí. Un olor que yo conocía muy bien: era tierra, humedad y sangre mezcladas. El olor puro que no llevaba oxido ni metal que era lo que yo solía oler a menudo en mi caso. Me puse de pie, olvidando mi trago y, enseguida, la campana de la entrada, sonó. ¿Esto era en serio? Sentí un choque de emoción y rodeé el escritorio sobre el que trabajaba; muy a pesar de mi tamaño y peso, les sorprendería descubrir lo silencioso que puedo ser al moverme. Fuera, en mi puerta, había un licántropo como yo, y no me importó si era un cliente. De hecho, pensé en ello, en un cliente. No era inusual que yo atendiera a criaturas sobrenaturales, les daba confianza.
Su voz me sacó de mis pensamientos y salí de mi despacho, entrando en lo que sería la primera habitación que se veía desde la calle: la sala de espera y el lugar de trabajo de mi ayudante. Ahora que no había quien cuidara esa área, la puerta que daba al exterior estaba cerrada. Crucé la habitación, alcancé la puerta, giré el pomo y la abrí. Era joven, demasiado joven en el aspecto de ser un licántropo, es decir, que olía más a humano que a un lobo, aunque su olor salvaje fue el primero que capté en la distancia pues era algo propio de nuestra especie, si llegaba más lejos era más sencillo proteger el territorio. Ahora que estaba cerca todo se mezclaba, era un caos; justo como debía de ser.
—Buenas tardes. —Repliqué y me hice a un lado, dándole paso al interior de la habitación. —Pasa por favor. —Pedí, indicándole que se sentara donde quisiera. Cuando el trabajo estaba llegando a su fin, me volvía bastante informal. Para este punto del día solo deseaba quitarme los zapatos e irme a correr por allí. —¿Qué puedo hacer por ti? —Pregunté con calma, sentándome enfrente de él, a una distancia prudente. Dentro de mí, se arremolinaba una intensa curiosidad.
Pensándolo por un momento, el apellido Greenhouse no era nada francés; fue un detalle en el que me detuve por un momento, mientras recogía los papeles y los acomodaba para dejarlos listos para mañana. Fue un pensamiento que no pasó de allí, una curiosidad de una mente demasiado cansada para concentrarse en el trabajo y demasiado despierta como para sentir sueño. La tarde se estaba tornando más fresca, comenzando a dejar paso a la penumbra de la noche, con algo de suerte, podría llover más tarde. Me hallaba en ese instante en el que beber un café resulta idóneo, ¿y qué era lo que yo tenía? Vodka, tenía vodka, seco, vodka del bueno. Guardé los papeles en el archivero, dejándolos lo más próximos a la exterior para simplemente tomarlos mañana y con esa nimia acción, recordé el pequeño anunció que había pagado para que pusieran en los clasificados del periódico. Sí, esto sería algo que mi próximo ayudante haría.
Me recosté en mi silla de respaldo alto y estaba por estirar la mano hacía mi vaso con vodka cuando un curioso olor llegó a mí. Un olor que yo conocía muy bien: era tierra, humedad y sangre mezcladas. El olor puro que no llevaba oxido ni metal que era lo que yo solía oler a menudo en mi caso. Me puse de pie, olvidando mi trago y, enseguida, la campana de la entrada, sonó. ¿Esto era en serio? Sentí un choque de emoción y rodeé el escritorio sobre el que trabajaba; muy a pesar de mi tamaño y peso, les sorprendería descubrir lo silencioso que puedo ser al moverme. Fuera, en mi puerta, había un licántropo como yo, y no me importó si era un cliente. De hecho, pensé en ello, en un cliente. No era inusual que yo atendiera a criaturas sobrenaturales, les daba confianza.
Su voz me sacó de mis pensamientos y salí de mi despacho, entrando en lo que sería la primera habitación que se veía desde la calle: la sala de espera y el lugar de trabajo de mi ayudante. Ahora que no había quien cuidara esa área, la puerta que daba al exterior estaba cerrada. Crucé la habitación, alcancé la puerta, giré el pomo y la abrí. Era joven, demasiado joven en el aspecto de ser un licántropo, es decir, que olía más a humano que a un lobo, aunque su olor salvaje fue el primero que capté en la distancia pues era algo propio de nuestra especie, si llegaba más lejos era más sencillo proteger el territorio. Ahora que estaba cerca todo se mezclaba, era un caos; justo como debía de ser.
—Buenas tardes. —Repliqué y me hice a un lado, dándole paso al interior de la habitación. —Pasa por favor. —Pedí, indicándole que se sentara donde quisiera. Cuando el trabajo estaba llegando a su fin, me volvía bastante informal. Para este punto del día solo deseaba quitarme los zapatos e irme a correr por allí. —¿Qué puedo hacer por ti? —Pregunté con calma, sentándome enfrente de él, a una distancia prudente. Dentro de mí, se arremolinaba una intensa curiosidad.
Drazel Sarbu- Licántropo Clase Alta
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Fecha de inscripción : 21/04/2015
Localización : Por aquí, por allá
Re: Laburando, laburando. –Privado-
Jasson era un joven impaciente, así que la espera frente a la puerta se le hizo eternamente larga. Le empezaron a entrar tics, que si rascarse la oreja, mover el pie como si bailara al son de una musiquilla que ni siquiera él era capaz de oír... Se percató de ello e inicio a caminar de un lado a otro del rellano que había frente a la entrada, y desde donde aguardaba por si alguien le abría. ¿Estaría cerrado? Tal vez era demasiado tarde para acercarse a buscar trabajo. Podía ser que el puesto ya estuviera ocupado o que el contratador se hubiera retirado ya a su casa a dormir. Miró al cielo, esperando que el paisaje que allí se vislumbraba le indicara la hora, absurdamente. Estaba algo oscuro, pero de ahí a saber el momento exacto, era ridículo.
Sin saber de dónde, le llegó el sonido de unos pasos y eso le hizo mirar a su alrededor. Parecían muy cerca, pero no tenía a nadie próximo. ¿Se estaría volviendo loco? Más ruidos le alcanzaron, algunos identificables como una respiración o el sonido de un bastón al picar el suelo, pero otros no sabía ni lo que podían ser. El portón de madera al ceder le sacó de sus pensamientos y desconcentró el sentido de la escucha, así que dejó de pensar en nada que no fuera el tipo que ahora estaba plantado frente a él.
-Hola, gracias.
Contestó a ambas cosas a la vez y se adentró, aprovechando que el hombre le cedía el paso al interior de la vivienda u oficina. No tenía muy claro lo que era, la decoración bien podría formar parte de cualquiera de los dos lugares, aunque con mucho más poder adquisitivo que el suyo, eso estaba claro como el agua. Una vez en la estancia que debía ser como el vestíbulo, giró a buscar el rostro foráneo. No le gustaba hablarle a la gente sin mirarlos a los ojos, le parecía de mala educación y, además, le impedía saber lo que podían estar tramando. El joven de clase baja era del pensar que los ojos eran el espejo del alma e intentaba sacarles el máximo partido a su manera.
-He venido por lo del anuncio en los clasificados. No sé si aún esté disponible el puesto de trabajo... Pero haré lo que sea. Incluso puedo cobrar menos.
Los Dresner estaba realmente desesperada por algo de dinero. La madre de Jasson gastaba mucho en medicinas y cada vez estaba más esquelética. Ambos habían perdido mucho peso en las últimas semanas debido a la escasez de comida en su pequeña casa, o más bien choza, en la zona más pobre de la ciudad, las afueras. Haría cualquier cosa por alimentar mejor a la única familia que le quedaba y se le podía ver en la mirada, desesperada y chispeante por necesidad.
Sin saber de dónde, le llegó el sonido de unos pasos y eso le hizo mirar a su alrededor. Parecían muy cerca, pero no tenía a nadie próximo. ¿Se estaría volviendo loco? Más ruidos le alcanzaron, algunos identificables como una respiración o el sonido de un bastón al picar el suelo, pero otros no sabía ni lo que podían ser. El portón de madera al ceder le sacó de sus pensamientos y desconcentró el sentido de la escucha, así que dejó de pensar en nada que no fuera el tipo que ahora estaba plantado frente a él.
-Hola, gracias.
Contestó a ambas cosas a la vez y se adentró, aprovechando que el hombre le cedía el paso al interior de la vivienda u oficina. No tenía muy claro lo que era, la decoración bien podría formar parte de cualquiera de los dos lugares, aunque con mucho más poder adquisitivo que el suyo, eso estaba claro como el agua. Una vez en la estancia que debía ser como el vestíbulo, giró a buscar el rostro foráneo. No le gustaba hablarle a la gente sin mirarlos a los ojos, le parecía de mala educación y, además, le impedía saber lo que podían estar tramando. El joven de clase baja era del pensar que los ojos eran el espejo del alma e intentaba sacarles el máximo partido a su manera.
-He venido por lo del anuncio en los clasificados. No sé si aún esté disponible el puesto de trabajo... Pero haré lo que sea. Incluso puedo cobrar menos.
Los Dresner estaba realmente desesperada por algo de dinero. La madre de Jasson gastaba mucho en medicinas y cada vez estaba más esquelética. Ambos habían perdido mucho peso en las últimas semanas debido a la escasez de comida en su pequeña casa, o más bien choza, en la zona más pobre de la ciudad, las afueras. Haría cualquier cosa por alimentar mejor a la única familia que le quedaba y se le podía ver en la mirada, desesperada y chispeante por necesidad.
Jasson Dresner- Licántropo Clase Baja
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Re: Laburando, laburando. –Privado-
Un lobo. Un lobo como lo eran todos, obviamente, pero extrañamente diferente. El olor y la sensación que su presencia me producía conllevaban una pequeña familiaridad que se asentó en la boca del estómago, reconociéndolo. Lo seguí con la mirada, mostrando poca prudencia al momento de recorrerlo. Observé como caminaba, que tan derecho se mantenía y que movimientos realizaba al sentarse. Había una carencia en él que no lograba identificar; no tenía nada que ver con algo físico o monetario. Era la fuerza del lobo, una que rodeaba y alimentaba los músculos y ligamentos con los que nos movíamos, nos daba fortaleza y evitaba daos cuando nos poníamos imprudentes. El joven era un lobo, pero me hacía dudar que lo fuera.
Me di cuenta que esperaba a que me sentara para responderme. No se me pasó por alto el hecho de que lo hizo, ni lo tomé como una casualidad: era protocolo. Entrelacé mis dedos y los descansé en mis piernas, con los pulgares presionados uno contra otro. Me sentía tranquilo cuando respondió. No era de aquellos que se escondían, aunque había algo en el que lo hacía lucir ligeramente desorientado.
Cuando me respondió, afloró la sonrisa en mí sin poderlo evitar. Era el tipo de persona que estaba esperando, ese alguien a quien no tenía que decirle porque demonios iba a cerrar tres veces al mes, alguien a quien no tenía que darle explicaciones.
—El puesto está disponible. —Afirmé con un tono neutro de voz, pero cuando dijo lo último, levanté la mano con lentitud y lo detuve. —No, no digas eso. Si tanto deseas trabajar el puesto es tuyo. Nadie se ha postulado aún, y lo cierto es que esperaba y deseaba que alguien como tú lo hiciera. Bienvenido. —Estiré mi brazo y me presenté mi mano. —Soy Drazel Sarbu. Es un placer… —Me presenté, esperando lo mismo de su parte. —Si tienes tiempo quisiera hablar contigo sobre lo que conlleva el empleo, empezando, claro, por el día en el que pudieras empezar. También aclararé las dudas que tengas. —Comencé así, trayendo a mi memoria un recuerdo similar a este.
Me di cuenta que esperaba a que me sentara para responderme. No se me pasó por alto el hecho de que lo hizo, ni lo tomé como una casualidad: era protocolo. Entrelacé mis dedos y los descansé en mis piernas, con los pulgares presionados uno contra otro. Me sentía tranquilo cuando respondió. No era de aquellos que se escondían, aunque había algo en el que lo hacía lucir ligeramente desorientado.
Cuando me respondió, afloró la sonrisa en mí sin poderlo evitar. Era el tipo de persona que estaba esperando, ese alguien a quien no tenía que decirle porque demonios iba a cerrar tres veces al mes, alguien a quien no tenía que darle explicaciones.
—El puesto está disponible. —Afirmé con un tono neutro de voz, pero cuando dijo lo último, levanté la mano con lentitud y lo detuve. —No, no digas eso. Si tanto deseas trabajar el puesto es tuyo. Nadie se ha postulado aún, y lo cierto es que esperaba y deseaba que alguien como tú lo hiciera. Bienvenido. —Estiré mi brazo y me presenté mi mano. —Soy Drazel Sarbu. Es un placer… —Me presenté, esperando lo mismo de su parte. —Si tienes tiempo quisiera hablar contigo sobre lo que conlleva el empleo, empezando, claro, por el día en el que pudieras empezar. También aclararé las dudas que tengas. —Comencé así, trayendo a mi memoria un recuerdo similar a este.
Drazel Sarbu- Licántropo Clase Alta
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Re: Laburando, laburando. –Privado-
Se sentó, imitando el gesto ajeno al otro lado de aquella gran mesa de madera muy bien cuidada y cara, seguro. Dejó reposar ambas manos sobre las rodillas, apretando con los dedos por encima de la tela que las cubría. Se sentía nervioso e intentaba evitar que sus falanges tamborilearan y, al mismo tiempo, ejercía presión hacia abajo para que los pies no se pusieran a danzar por voluntad propia debida al ansia que le nacía en el centro del pecho.
Calló cuando vio que la mano del hombre se alzaba para detenerle y fue entonces Jasson el que escuchó con atención. Sus cejas formaron un par de arcos ante la respuesta ofrecida, confuso a la vez que entusiasmado, aunque no pudo evitar formular la pregunta que se le agolpó de inmediato en la garganta.
-¿El puesto es mío, sin más? ¿Sin que me haga alguna prueba o me pregunte sobre mis habilidades y defectos?
Había ensayado para entrevistas, aunque la nunca había llegado a dar ese paso, siempre le rechazaban por su aspecto pobre y algo desaliñado. Se aseaba en el río y cuidaba todo lo que podía su apariencia, claro que con el poder adquisitivo que tenían los Dresner, casi nulo, no se podía permitir ropas nuevas y, mucho menos, perfumes para camuflar el olor de su vivienda que se le adhería casi como una segunda piel. Además, últimamente sentía más fuertes los olores, todos, los agradables y los desagradables, lo que le estaba generando dolores de cabeza constantes, aunque los intentaba ocultar de su enferma madre y los demás. Odiaba preocupar a la gente.
-Disculpe si le he parecido muy irrespetuoso con la pregunta, es sólo que… Es mi primera entrevista de trabajo y esperaba que fuera difícil.
Carraspeó, antes de seguir hablando y expresar las cosas que pasaban por su mente, las dudas, las expectativas, incluso el venderse a sí mismo como trabajador flotaba en el aire como un fuerte peso sobre los hombros.
-Podría empezar a trabajar ahora mismo si fuera necesario. Mientras tenga las noches libres para… Atender asuntos familiares, mi horario es muy flexible para lo demás.
No quiso ahondar más en el tema, dar lástima no era lo que pretendía. Bastante desesperado debía verse ya como para echar más leña al fuego. Lo dejaría así y si, en todo caso, el hombre le preguntaba al respecto, ya le daría algún detalle más, pero sin pasarse.
Calló cuando vio que la mano del hombre se alzaba para detenerle y fue entonces Jasson el que escuchó con atención. Sus cejas formaron un par de arcos ante la respuesta ofrecida, confuso a la vez que entusiasmado, aunque no pudo evitar formular la pregunta que se le agolpó de inmediato en la garganta.
-¿El puesto es mío, sin más? ¿Sin que me haga alguna prueba o me pregunte sobre mis habilidades y defectos?
Había ensayado para entrevistas, aunque la nunca había llegado a dar ese paso, siempre le rechazaban por su aspecto pobre y algo desaliñado. Se aseaba en el río y cuidaba todo lo que podía su apariencia, claro que con el poder adquisitivo que tenían los Dresner, casi nulo, no se podía permitir ropas nuevas y, mucho menos, perfumes para camuflar el olor de su vivienda que se le adhería casi como una segunda piel. Además, últimamente sentía más fuertes los olores, todos, los agradables y los desagradables, lo que le estaba generando dolores de cabeza constantes, aunque los intentaba ocultar de su enferma madre y los demás. Odiaba preocupar a la gente.
-Disculpe si le he parecido muy irrespetuoso con la pregunta, es sólo que… Es mi primera entrevista de trabajo y esperaba que fuera difícil.
Carraspeó, antes de seguir hablando y expresar las cosas que pasaban por su mente, las dudas, las expectativas, incluso el venderse a sí mismo como trabajador flotaba en el aire como un fuerte peso sobre los hombros.
-Podría empezar a trabajar ahora mismo si fuera necesario. Mientras tenga las noches libres para… Atender asuntos familiares, mi horario es muy flexible para lo demás.
No quiso ahondar más en el tema, dar lástima no era lo que pretendía. Bastante desesperado debía verse ya como para echar más leña al fuego. Lo dejaría así y si, en todo caso, el hombre le preguntaba al respecto, ya le daría algún detalle más, pero sin pasarse.
Jasson Dresner- Licántropo Clase Baja
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Re: Laburando, laburando. –Privado-
El momento era diferente, pero me traía a la mente la entrevista que le hice a aquella peculiar dama, interesada en trabajar conmigo para distraerse, o con propósitos de los que yo no me enteré; en aquel momento no me importuno su compañía, era eficiente y agradable a la vista si me entienden, pero no duró mucho y finalmente, decidí arreglármelas por mi cuenta. Y luego, bueno, pues luego estaba el muchacho que no podía creer que lo aceptara así como así, sin que me importara un bledo quién demonios era, ni sus problemas, ni su situación. Él estaba aquí y eso era lo que yo quería.
—Si quieres una prueba, podremos hacerla mañana cuando empieces a trabajar. —Ofrecí con mucha calma, examinándolo con discreción. Me encogí de hombros, restándole importancia a la situación. —El trabajo es sencillo en realidad, e imagino que una vez que te enseñe tus responsabilidades no tendrás problemas en realizarlas… —¿Defectos? Esa palabra me hizo detenerme a punto de responderle. Fue muy inesperado, como recibir un bofetón. —Sí, supongo que todos tenemos defectos… Mientras no sea algo que afecte a mi negocio o a tu desempeño, en realidad no creo que sea importante. Podemos dejar eso para después.
Por supuesto que mis respuestas eran inusuales. En las fiestas de té a las que solía acudir de vez en cuando —esas pomposas ceremonias aburridas comunes entre la aristocracia—, tenía que tragarme quejas constantes de mis cofrades que no encontraban nunca a nadie adecuado para que trabajara en su casa. El problema estaba en que alguien adecuado era más parecido a un muñeco de madera que decía sí a todo sin importar lo humillante o agotador que fuera. Yo solía asentir y aparentaba estar de acuerdo con todo lo que decían, pero el pensamiento que era “normal” para ellos no me gustaba en absoluto. Yo deseaba ayudar y este empleo era una pequeña manera de hacerlo, por comenzar con algo.
—En absoluto, lo comprendo. —Expresé sin entrar en detalles. Me agradó que retomara el curso de la entrevista por sí mismo. —En realidad suelo cerrar más temprano. Puedes llegar mañana a las once de la mañana que es la hora en la que abro; tendrás tu horario de almuerzo y comida y, si puedes avisarme con algo de tiempo, no habrá problemas si tienes algún asunto y cierto día, de vez en cuando, debes marcharte un poco antes. —Sentía que estaba olvidando algo pero ese pensamiento me hizo recordar lo que era al instante. —Suelo cerrar ciertos días al mes, además del descanso del sábado y domingo normal, pero cuando vaya a hacerlo te avisaré con anticipación. —Lo dejé así, de manera superficial. Era más sencillo de esta forma. —Nada de esto interferirá con tu paga, por supuesto.
Aclaré con tranquilidad, dejando el tema así. Fue en ese momento cuando caía en cuenta de un detalle que no me había preocupado y, finalmente me hizo sonreír. Lo observé, con la sonrisa aun bailando en mis labios, neutra pero amistosa.
—Disculpa, ¿Cuál era tu nombre?
—Si quieres una prueba, podremos hacerla mañana cuando empieces a trabajar. —Ofrecí con mucha calma, examinándolo con discreción. Me encogí de hombros, restándole importancia a la situación. —El trabajo es sencillo en realidad, e imagino que una vez que te enseñe tus responsabilidades no tendrás problemas en realizarlas… —¿Defectos? Esa palabra me hizo detenerme a punto de responderle. Fue muy inesperado, como recibir un bofetón. —Sí, supongo que todos tenemos defectos… Mientras no sea algo que afecte a mi negocio o a tu desempeño, en realidad no creo que sea importante. Podemos dejar eso para después.
Por supuesto que mis respuestas eran inusuales. En las fiestas de té a las que solía acudir de vez en cuando —esas pomposas ceremonias aburridas comunes entre la aristocracia—, tenía que tragarme quejas constantes de mis cofrades que no encontraban nunca a nadie adecuado para que trabajara en su casa. El problema estaba en que alguien adecuado era más parecido a un muñeco de madera que decía sí a todo sin importar lo humillante o agotador que fuera. Yo solía asentir y aparentaba estar de acuerdo con todo lo que decían, pero el pensamiento que era “normal” para ellos no me gustaba en absoluto. Yo deseaba ayudar y este empleo era una pequeña manera de hacerlo, por comenzar con algo.
—En absoluto, lo comprendo. —Expresé sin entrar en detalles. Me agradó que retomara el curso de la entrevista por sí mismo. —En realidad suelo cerrar más temprano. Puedes llegar mañana a las once de la mañana que es la hora en la que abro; tendrás tu horario de almuerzo y comida y, si puedes avisarme con algo de tiempo, no habrá problemas si tienes algún asunto y cierto día, de vez en cuando, debes marcharte un poco antes. —Sentía que estaba olvidando algo pero ese pensamiento me hizo recordar lo que era al instante. —Suelo cerrar ciertos días al mes, además del descanso del sábado y domingo normal, pero cuando vaya a hacerlo te avisaré con anticipación. —Lo dejé así, de manera superficial. Era más sencillo de esta forma. —Nada de esto interferirá con tu paga, por supuesto.
Aclaré con tranquilidad, dejando el tema así. Fue en ese momento cuando caía en cuenta de un detalle que no me había preocupado y, finalmente me hizo sonreír. Lo observé, con la sonrisa aun bailando en mis labios, neutra pero amistosa.
—Disculpa, ¿Cuál era tu nombre?
Drazel Sarbu- Licántropo Clase Alta
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Re: Laburando, laburando. –Privado-
El hombre pareció extrañarse por su pregunta, pero aquello no hizo que el muchacho dejara de darle vueltas. Era muy raro que le contratara sin más, jamás en toda su vida había visto nada igual. Solían rechazarle de buenas a primeras por su aspecto y clase social o si le habían llegado a contratar había sido por la fuerza física, pero aún así sabía el protocolo a seguir, su madre se lo había enseñado un centenar de veces ya a su edad.
Alzó ambas cejas al escuchar que iniciaría su labor al día siguiente y que entonces le haría la prueba. Se sintió más tranquilo al saber que no le cogería y nada más, por muy fácil que fuera el trabajo como el contrario se empeñaba en recalcar. Obviamente necesitaría ser instruido, pero tampoco quería ser una carga y que le pagaran igual. Quería ser merecedor del salario, demasiado honrado para la vida de pobre en París.
-Entonces mañana a las once estaré aquí, señor.
Le dedicó la mejor y más agradecida de sus sonrisas. Al fin buenas noticias para la familia Dresner. Sólo de pensar en lo contenta que se pondría su madre y en que podría pagarle sus tratamientos sin tener que regatear o escatimar en comida, fue como si se quitara un peso que hubiera estado oprimiendo sus pulmones durante meses. Inspiró profundamente, tal vez de manera exagerada, pero no se contuvo, disfrutó del aire que llenó su cavidad torácica y lo expulsó lentamente, casi como si resoplara.
Sintió curiosidad al escuchar lo del cierre de los días, pero a él eso le daba igual. Mientras le dejara libertad para cuidar de su madre, se amoldaría a los horarios sin problema, abriría cuando fuera necesario y cerraría cuando se lo dictaminara. Asintió, tendiéndole la mano para cerrar aquella especie de trato verbal, cayendo entonces en la cuenta de que, ciertamente, se había saltado la parte más importante del protocolo: presentarse.
-Disculpe, con los nervios... Me llamo Jasson Dresner y tengo 22 años. El placer es mío, señor Sarbu.
Se levantó de la silla y, tras secarse la mano en el pantalón por si con el nerviosismo le había estado sudando, volviendo a tendérsela y sonrió afablemente, con educación, algo más tranquilo.
Alzó ambas cejas al escuchar que iniciaría su labor al día siguiente y que entonces le haría la prueba. Se sintió más tranquilo al saber que no le cogería y nada más, por muy fácil que fuera el trabajo como el contrario se empeñaba en recalcar. Obviamente necesitaría ser instruido, pero tampoco quería ser una carga y que le pagaran igual. Quería ser merecedor del salario, demasiado honrado para la vida de pobre en París.
-Entonces mañana a las once estaré aquí, señor.
Le dedicó la mejor y más agradecida de sus sonrisas. Al fin buenas noticias para la familia Dresner. Sólo de pensar en lo contenta que se pondría su madre y en que podría pagarle sus tratamientos sin tener que regatear o escatimar en comida, fue como si se quitara un peso que hubiera estado oprimiendo sus pulmones durante meses. Inspiró profundamente, tal vez de manera exagerada, pero no se contuvo, disfrutó del aire que llenó su cavidad torácica y lo expulsó lentamente, casi como si resoplara.
Sintió curiosidad al escuchar lo del cierre de los días, pero a él eso le daba igual. Mientras le dejara libertad para cuidar de su madre, se amoldaría a los horarios sin problema, abriría cuando fuera necesario y cerraría cuando se lo dictaminara. Asintió, tendiéndole la mano para cerrar aquella especie de trato verbal, cayendo entonces en la cuenta de que, ciertamente, se había saltado la parte más importante del protocolo: presentarse.
-Disculpe, con los nervios... Me llamo Jasson Dresner y tengo 22 años. El placer es mío, señor Sarbu.
Se levantó de la silla y, tras secarse la mano en el pantalón por si con el nerviosismo le había estado sudando, volviendo a tendérsela y sonrió afablemente, con educación, algo más tranquilo.
Jasson Dresner- Licántropo Clase Baja
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Re: Laburando, laburando. –Privado-
La pereza que sentía, combinada con el sopor y fastidio de la tarde, se habían esfumado como la luz había desaparecido del cielo poco a poco y se había convertido en noche; un fenómeno al que, si no le pones atención, ocurre sin que te percates. Puede que se tratara del deseo de mi lobo interno de tener un grupo de los míos para pasar las noches, después de todo, ser un lobo era también estar dentro de una manada.
Pero en parte era culpa de aquel joven que hacía unos momentos prácticamente me pidió que no fuera indulgente con él, que no le diera facilidades sólo porque era el primero que había venido a pedir el puesto. No hubo problema con ello entonces, muchos menos al ver como reaccionaba al respecto de mis palabras. Por supuesto no es que fuera a ponerle sencillo el trabajo, esa nunca fue mi intención, era, básicamente, que el trabajo era en sí, sencillo. Pero él deseaba recibir una prueba, y era una prueba lo que yo le daría.
Me pareció captar algo en él, pero, sin haberlo conocido, deje que su acción, ese leve desvió de la mirada, ese nimio gesto que no parecía significar nada a ojos de otros, se escapara sin siquiera una advertencia de mi parte. Levanté mi mano y la llevé hasta la suya, reaccionando a su gesto de manera mecánica, pero entonces lo vi detenerse y me quedé igual, esperándole. Ante su presentación, acabe sonriendo también, sin pesar en ello. Negué con la mano y me puse de pie con agilidad, con un brío casi refrescante. Está noche iría de paseo, decidí en ese instante, como me gustaba cuando sentía que los edificios amenazaban con aplastarme.
—No pasa nada. No saber tu nombre no cambia el hecho de ser quien seas. El placer es todo mío. —Sentí un impulso por preguntar sobre su condición de licántropo, el tiempo que llevaba siéndolo y eso, preguntas de rigor, pero me detuve cuando, pensando un poco mejor sobre ello, comprendí que no sería algo que yo quisiera responder recién conociendo a alguien. —Por el día de hoy sería todo, sin embargo, si tienes alguna pregunta que desees hacerme puedes hacerlo ahora o sencillamente esperar hasta mañana. —Invité con cordialidad.
Pero en parte era culpa de aquel joven que hacía unos momentos prácticamente me pidió que no fuera indulgente con él, que no le diera facilidades sólo porque era el primero que había venido a pedir el puesto. No hubo problema con ello entonces, muchos menos al ver como reaccionaba al respecto de mis palabras. Por supuesto no es que fuera a ponerle sencillo el trabajo, esa nunca fue mi intención, era, básicamente, que el trabajo era en sí, sencillo. Pero él deseaba recibir una prueba, y era una prueba lo que yo le daría.
Me pareció captar algo en él, pero, sin haberlo conocido, deje que su acción, ese leve desvió de la mirada, ese nimio gesto que no parecía significar nada a ojos de otros, se escapara sin siquiera una advertencia de mi parte. Levanté mi mano y la llevé hasta la suya, reaccionando a su gesto de manera mecánica, pero entonces lo vi detenerse y me quedé igual, esperándole. Ante su presentación, acabe sonriendo también, sin pesar en ello. Negué con la mano y me puse de pie con agilidad, con un brío casi refrescante. Está noche iría de paseo, decidí en ese instante, como me gustaba cuando sentía que los edificios amenazaban con aplastarme.
—No pasa nada. No saber tu nombre no cambia el hecho de ser quien seas. El placer es todo mío. —Sentí un impulso por preguntar sobre su condición de licántropo, el tiempo que llevaba siéndolo y eso, preguntas de rigor, pero me detuve cuando, pensando un poco mejor sobre ello, comprendí que no sería algo que yo quisiera responder recién conociendo a alguien. —Por el día de hoy sería todo, sin embargo, si tienes alguna pregunta que desees hacerme puedes hacerlo ahora o sencillamente esperar hasta mañana. —Invité con cordialidad.
Drazel Sarbu- Licántropo Clase Alta
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Re: Laburando, laburando. –Privado-
Escuchó con atención la respuesta del que sería su nuevo jefe, pero no comprendió bien lo que quiso decir con aquella primera frase. Estaba claro que el nombre no cambiaba a nadie, que no por llamarse Luna una mujer brillaba ni nada semejante. Se rascó la nuca, mostrando así su confusión, aunque intentó que su semblante permaneciera afable y atento, pero al mismo tiempo espabilado. Quería dar buena impresión, ya que no pasaba a menudo que le dieran la oportunidad de tener un buen empleo. Y, por sobre todas las cosas, lo necesitaba.
Pero poco sabía él que en su caso el nombre si afectaba, que no siempre era Jasson, que en su cabeza se peleaban tres personas y que cuando emergían Dressner o Ethan, al regresar el primero no recordaba nada. Creía sufrir algo parecido a la narcolepsia, que se dormía y no ocurría nada. Pobre muchacho iluso, pobre licántropo peligroso. Aún no había pasado su primera luna llena, ¿qué ocurriría entonces? ¿Quién estaría tomando el control de la bestia?
Se levantó e hizo una cordial reverencia, nada exagerado, lo justo para mostrar respeto, cortesía y aprecio, un aprecio por la oportunidad que le brindaba.
-Muchas gracias, señor Sarbu. Ahora mismo no tengo preguntas, pero si me surgiera alguna, no dudaré en formulársela mañana. A las once y media.
Repitió la hora, no para dejar claro que la recordaba, sino para forzarse a sí mismo a no olvidarla. Últimamente tenía algunos lapsus de memoria y no quería que aquello afectara a su nuevo trabajo. Sería terrible perder un salario fijo, algo que le permitiera pagar los medicamentos de su madre y que, además, le otorgara la flexibilidad necesaria para cuidar de ella por las noches, cuando más inestable solía sentirse la mujer. Necesitaba asegurarse que, además de tomarse las pastillas e infusiones de hierbas, cenaba y dormía. Había pasado por fases de insomnio realmente preocupantes y todo ello mermaba su ánimo, empeorando la depresión que sufría.
-Pase buena tarde.
Se despidió, tendiéndole de nuevo la mano para estrechársela como era debido aquella vez. Y en cuanto se saludaron una vez más, giró sobre los talones y dejó que le acompañara hasta la puerta para seguidamente irse a su casa, al cuchitril que habitaba en la zona pobre de la ciudad. Pequeña, llena de humedades y de techos bajos, pero aquella a la que él llamaba hogar.
Pero poco sabía él que en su caso el nombre si afectaba, que no siempre era Jasson, que en su cabeza se peleaban tres personas y que cuando emergían Dressner o Ethan, al regresar el primero no recordaba nada. Creía sufrir algo parecido a la narcolepsia, que se dormía y no ocurría nada. Pobre muchacho iluso, pobre licántropo peligroso. Aún no había pasado su primera luna llena, ¿qué ocurriría entonces? ¿Quién estaría tomando el control de la bestia?
Se levantó e hizo una cordial reverencia, nada exagerado, lo justo para mostrar respeto, cortesía y aprecio, un aprecio por la oportunidad que le brindaba.
-Muchas gracias, señor Sarbu. Ahora mismo no tengo preguntas, pero si me surgiera alguna, no dudaré en formulársela mañana. A las once y media.
Repitió la hora, no para dejar claro que la recordaba, sino para forzarse a sí mismo a no olvidarla. Últimamente tenía algunos lapsus de memoria y no quería que aquello afectara a su nuevo trabajo. Sería terrible perder un salario fijo, algo que le permitiera pagar los medicamentos de su madre y que, además, le otorgara la flexibilidad necesaria para cuidar de ella por las noches, cuando más inestable solía sentirse la mujer. Necesitaba asegurarse que, además de tomarse las pastillas e infusiones de hierbas, cenaba y dormía. Había pasado por fases de insomnio realmente preocupantes y todo ello mermaba su ánimo, empeorando la depresión que sufría.
-Pase buena tarde.
Se despidió, tendiéndole de nuevo la mano para estrechársela como era debido aquella vez. Y en cuanto se saludaron una vez más, giró sobre los talones y dejó que le acompañara hasta la puerta para seguidamente irse a su casa, al cuchitril que habitaba en la zona pobre de la ciudad. Pequeña, llena de humedades y de techos bajos, pero aquella a la que él llamaba hogar.
Jasson Dresner- Licántropo Clase Baja
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Re: Laburando, laburando. –Privado-
Me sentía tranquilo. Satisfecho con no haber respondido al impulso de hacerle preguntas que de pronto me parecían más indiscretas que aquellas de connotación sexual. De todas maneras, había hecho algún que otro intento por mencionarlo por debajo del agua sin que aquello saliera a relucir lo necesario para crear inconformidad. La frase pasó y se quedó en blanco, y yo no tenía ningún tipo de prisa por alcanzar ese punto en este momento. Me sentía tranquilo porque estaba aquí, y lo estaría por un tiempo y yo tenía el tiempo necesario para estudiarlo a mi placer.
Esa necesidad que estaba despertando en mí era nueva. Nunca antes me había detenido a pensar en otros lobos o en comunicarme con uno y mucho menos en intentar tener una amistad o entablar una conversación con uno. Dentro de mí, me sentía completamente emocionado bajo las expectativas que aquello pudiera conllevar, y por un segundo, al ver la parte superior de su cabeza, me desconcentré por un momento, pero un segundo después, respondí apropiadamente a su inclinación con una semejante.
—Gracias a ti. —Respondí con cortesía, asintiendo a lo que dijo después, y en seguida a la hora. Media hora más o menos, no me importaba realmente. Siempre llegaría antes que mi empleado y me gustaba que las cosas fueran de esa manera. —Tú también… —Repliqué, aunque en realidad no era ya tan tarde, sino más bien de noche, detalles sin importancia.
Estreché su mano una vez más y lo acompañé a la salida como indicaba el protocolo hacia una visita. Discretamente, al momento de volver al interior del local, lo vi marcharse calle abajo. Volví a entrar y cerré la reja superficialmente. No podía marcharme pues no había finalizado de recoger los documentos que había intentado revisar: no me tomó mucho tiempo el hacerlo. Finalmente apagué todas las luces y salí al exterior, con más deseos de pasear que cuando la idea se me ocurrió. La briza era fresca, y poco a poco las noches enfriaban más.
Tomé la calle por mi ruta habitual, tomando nota mental de pasar mañana al periódico y cancelar el anuncio que aún seria publicado unos cuatro días más. La noche era joven, y me decidí a aprovecharla.
Esa necesidad que estaba despertando en mí era nueva. Nunca antes me había detenido a pensar en otros lobos o en comunicarme con uno y mucho menos en intentar tener una amistad o entablar una conversación con uno. Dentro de mí, me sentía completamente emocionado bajo las expectativas que aquello pudiera conllevar, y por un segundo, al ver la parte superior de su cabeza, me desconcentré por un momento, pero un segundo después, respondí apropiadamente a su inclinación con una semejante.
—Gracias a ti. —Respondí con cortesía, asintiendo a lo que dijo después, y en seguida a la hora. Media hora más o menos, no me importaba realmente. Siempre llegaría antes que mi empleado y me gustaba que las cosas fueran de esa manera. —Tú también… —Repliqué, aunque en realidad no era ya tan tarde, sino más bien de noche, detalles sin importancia.
Estreché su mano una vez más y lo acompañé a la salida como indicaba el protocolo hacia una visita. Discretamente, al momento de volver al interior del local, lo vi marcharse calle abajo. Volví a entrar y cerré la reja superficialmente. No podía marcharme pues no había finalizado de recoger los documentos que había intentado revisar: no me tomó mucho tiempo el hacerlo. Finalmente apagué todas las luces y salí al exterior, con más deseos de pasear que cuando la idea se me ocurrió. La briza era fresca, y poco a poco las noches enfriaban más.
Tomé la calle por mi ruta habitual, tomando nota mental de pasar mañana al periódico y cancelar el anuncio que aún seria publicado unos cuatro días más. La noche era joven, y me decidí a aprovecharla.
Drazel Sarbu- Licántropo Clase Alta
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