AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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De la rosa nació el lienzo [Dorian Windsor]
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De la rosa nació el lienzo [Dorian Windsor]
No se habían dado cuenta, las miradas se posaron en el puesto restante de la mesa redonda de fina madera en búsqueda de la mujer de piel de mármol y ojos bronce que admiraba todo a su paso con sumo interés, expresando sus ideales con una inteligencia digna de la monarquía, ocultamente heredada. Los documentos de estado y la situación social en la que se desenvolvía el reino Rumano aumentaban cada día que pasaba de su visita a los entornos parisinos. Tal fue el tormento de las voces tocas y masculinas que exigían su atención que en un parpadeo poco predecible se retiro, los caballeros acudirían a necesidades de dama o un vago desaire a tanto tema de gran hastió, como sea, necesitaba alejarse del palacio.
El vestuario simple que llevaba la hacía pasar desapercibida a los ojos de los curiosos, la tela blanca que descubría sus hombros el corsé color tierra podían llevarla incluso a una inocente campesina, presa en el rebaño y la ilusión de los sembradíos. Los rizos cuales resortes ondeaban con el cauce frio del viento que erizaba la piel de los que dormían plácidamente en sus lechos, encontrando la salida en el mundo y cobijo de los sueños. Lejos de las murallas del castillo su mente divagaba en cuál sería el nuevo lugar al que recurriría, alejado de los susurros y el bullicio local, de la vida urbana y el galope de los caballos y carruajes que trasladaban a las damas y caballeros a sus destinos. Xavier, su cochero, había cumplido con llevarla hasta cierto punto, la salida de la ciudad monumental, ella misma se encargaría de su paradero, el hombre acepto las condiciones y, con la promesa de una buena paga, se alejo cobijado por las penumbras del manto nocturno.
Los aromas, el silencio y la penumbra...una mezcla que la bañaba por completo. Un complemento en específico llamo su atención, uno peculiar y que conocía desde su vida mortal, desde que, de muy pequeña, su madre colocaba las suaves margaritas en su cabello, aquellas tardes donde tomaban leche tibia en los amplios jardines de la casa de campo...el jardín botánico estaba cerca. Nada prohibió el andar de Cristina, y la soledad era evidente hasta para sus ojos, nada...ni un simple jardinero que vigilara el lugar de los intrusos, solo, probablemente se hallaran lejos, no, sus instintos salvajes se vieron opacados por la belleza natural que no se demoraba en admirar.
La rosa, el clavel, el lirio...se inclinaron en conjunto ante el aire oscuro y místico que cubrió los senderos, reconociendo a lo que creían ver como un ángel del abismo
Peculiar...cada una mantenía su escancia propia y el cromatismo armónico. Sus dedos se deslizaron con libertad por los suaves pétalos que parecían sucumbir ante su tacto y ceder ante su suavidad. No muy lejos, sin embargo, logro divisar, un elemento que no concordaba con esa ilusión, parecía ser, ¿erraría?, no, era un lienzo, unos complementos mas...implementos de pintura. Se acerco acaparada por su propia atención, de seguro una joven o un joven que volvería al día siguiente con la promesa de que su inspiración mejorara para culminar el arte que no había iniciado, la causante de que el lienzo se mantuviera impecable.
No analizo mas las muestras delicadas al tomar asiento en el banco de madera; pinturas, pinceles, una taza de agua cristalina, el gran trípode que mantenía frente a ella. Tomo el pincel y lo lleno de pintura roja, como su elixir, como su fiero deseo...el fruto de su inspiración se encontraba frente a ella, la virginal rosa roja que desprendía sus pétalos mostrando su juventud. Detallo las gotas húmedas, el tallo firme, y el tiempo no dio paso cuando la dama comenzó con el primer trazo, preciso y exacto, buscando la perfección en aquel cuadro abandonado.
Trazo ajeno a la realidad, el que busca embellecer la noche vestida de soledad.
El vestuario simple que llevaba la hacía pasar desapercibida a los ojos de los curiosos, la tela blanca que descubría sus hombros el corsé color tierra podían llevarla incluso a una inocente campesina, presa en el rebaño y la ilusión de los sembradíos. Los rizos cuales resortes ondeaban con el cauce frio del viento que erizaba la piel de los que dormían plácidamente en sus lechos, encontrando la salida en el mundo y cobijo de los sueños. Lejos de las murallas del castillo su mente divagaba en cuál sería el nuevo lugar al que recurriría, alejado de los susurros y el bullicio local, de la vida urbana y el galope de los caballos y carruajes que trasladaban a las damas y caballeros a sus destinos. Xavier, su cochero, había cumplido con llevarla hasta cierto punto, la salida de la ciudad monumental, ella misma se encargaría de su paradero, el hombre acepto las condiciones y, con la promesa de una buena paga, se alejo cobijado por las penumbras del manto nocturno.
Los aromas, el silencio y la penumbra...una mezcla que la bañaba por completo. Un complemento en específico llamo su atención, uno peculiar y que conocía desde su vida mortal, desde que, de muy pequeña, su madre colocaba las suaves margaritas en su cabello, aquellas tardes donde tomaban leche tibia en los amplios jardines de la casa de campo...el jardín botánico estaba cerca. Nada prohibió el andar de Cristina, y la soledad era evidente hasta para sus ojos, nada...ni un simple jardinero que vigilara el lugar de los intrusos, solo, probablemente se hallaran lejos, no, sus instintos salvajes se vieron opacados por la belleza natural que no se demoraba en admirar.
La rosa, el clavel, el lirio...se inclinaron en conjunto ante el aire oscuro y místico que cubrió los senderos, reconociendo a lo que creían ver como un ángel del abismo
Peculiar...cada una mantenía su escancia propia y el cromatismo armónico. Sus dedos se deslizaron con libertad por los suaves pétalos que parecían sucumbir ante su tacto y ceder ante su suavidad. No muy lejos, sin embargo, logro divisar, un elemento que no concordaba con esa ilusión, parecía ser, ¿erraría?, no, era un lienzo, unos complementos mas...implementos de pintura. Se acerco acaparada por su propia atención, de seguro una joven o un joven que volvería al día siguiente con la promesa de que su inspiración mejorara para culminar el arte que no había iniciado, la causante de que el lienzo se mantuviera impecable.
No analizo mas las muestras delicadas al tomar asiento en el banco de madera; pinturas, pinceles, una taza de agua cristalina, el gran trípode que mantenía frente a ella. Tomo el pincel y lo lleno de pintura roja, como su elixir, como su fiero deseo...el fruto de su inspiración se encontraba frente a ella, la virginal rosa roja que desprendía sus pétalos mostrando su juventud. Detallo las gotas húmedas, el tallo firme, y el tiempo no dio paso cuando la dama comenzó con el primer trazo, preciso y exacto, buscando la perfección en aquel cuadro abandonado.
Trazo ajeno a la realidad, el que busca embellecer la noche vestida de soledad.
Última edición por Cristina M. Balanescu el Lun Dic 20, 2010 7:41 am, editado 2 veces
Invitado- Invitado
Re: De la rosa nació el lienzo [Dorian Windsor]
Una invitación sobre el escritorio, otra fiesta de la alta sociedad, realeza, clase alta...entre reinas, condesas y cortesanas que mas da, todas desean lo mismo y tienen el grito en la frente de quien mas les da mas en secreto lo tendran. Estaba cansado de ello, por esta noche aburrido hasta de las mismas fiestas que cuando humano anhelaba disfrutar por la eternidad, deje en casa la invitación, deje en casa el titulo de la corte real inglesa y saliendo del esquema me decidi a ser solo alguien por esta noche, alguien que hace muchas decadas habia olvidado en algun lugar dentro del demonio que vivia en mi interior. Ordene me llevaran a la ciudad, atravesamos el campo en el carruaje y me dejaron en la plaza principal, camine por las calles parisinas observando gente, lugares, años pasar. Nada era como hace tanto tiempo, no sabria decir si era mejor o peor pero algo era seguro, mi rostro reflejado en una vitrina seguia siendo el mismo aunque quien moraba dentro fuera un ser diferente a quien por primera vez hubiera visitado Paris en un tiempo diferente.
Mis recuerdos de ese entonces eran vagos pero una imagen no se borro, el recuerdo del jardin botánico, uno de los primeros lugares que visite al llegar la primera vez. Camine hacia alla, tenia en la mente un mapa fantasmal por donde ir, que esquina doblar, cual calle cruzar y despues de una caminata amena me encontre en la entrada del lugar. El jardin tampoco estaba como lo recordarba mas que se podia esperar, entre en medio de arbustos, mas alla arcos de rosas enredaderas que dibijaban sombras sobre otras a los lados, parecia un laberinto verde que cruzar y aunque no conocia el camino de regreso ni otra salida que mas podia perder estando alli que disfrutar de un paseo y tratar de recordar quien habia sido el joven cientos de años antes que tal vez piso por donde yo pisaba ahora. Una macabra sonrisa se dibujo en mi rostro, no podia evitarlo, por mas que buscara no encontraria a ese ser. Una existencia consumida por mi condición vampirica, la sangre lo nublababa todo, la sed, no la tenia ahora pero recordaba mi despertar, no recordaba mi vida, recordaba mi muerte.
-Seduce, sus labios cual carmin, la mirada de una fiera, toca el pecho de su amante, lo lleva a la cama, le da placer y en ello se muestra tal cual es- pensaba mientras continuaba con mi andar. La mas placentera de todas las amantes, la muerte, compañera fiel de todo inmortal que dormia y despertaba y a la vez que acompañaba tambien habitaba dentro de su cuerpo en cada mordida fatal a una victima, la mayoria de ellas inocentes, jovenes doncellas que soñaban con un caballero que terminaba siendo un verdugo al beber de ellas con o sin permiso no importaba pues la sed no perdonaba al igual que la lujuria. Esta dama tan hermosa como la muerte vestia de rojo y cargaba una copa de vino, te embriagaba...pero con su cuerpo y al terminar te dejaba sediento, cubriendote de esa necesidad con el dulce vino. El rojo de los rosales que acababa de pasar de largo, me recordaban a esas dos damas, un mismo color para dos significados diferentes aunque los dos tenian la misma finalidad, placer.
Levante la mirada de las rosas, su fragancia tan arrogante como ellas impregnaba todo el lugar y no me habia permitido darme cuenta que delante de mi alguien mas habria de encontrar. Una joven, como muchas hermosa, como pocas talentosa. Pintaba en un lienzo blanco un rojo parecido al de las rosas mas no igual, por mas brillante que sea la técnica nada, ni siquiera una copia podia ser igual al original que se encontraba frente a ella como un modelo de lo inquebrantable. Asi era, una rosa se marchitaba con el tiempo pero era eterna un momento, el momento de su plena belleza como la que ella trataba de retratar. Me acerque lentamente, sin afan de molestar posandome a una distancia detras de ella y escuchar su pincel rasgar ese lienzo no muy peculiar -Nunca vi una rosa pintada de noche- dije sin preambulo ni presentación. Mi mirada clavada en la rosa, el lienzo podria esperar.
Mis recuerdos de ese entonces eran vagos pero una imagen no se borro, el recuerdo del jardin botánico, uno de los primeros lugares que visite al llegar la primera vez. Camine hacia alla, tenia en la mente un mapa fantasmal por donde ir, que esquina doblar, cual calle cruzar y despues de una caminata amena me encontre en la entrada del lugar. El jardin tampoco estaba como lo recordarba mas que se podia esperar, entre en medio de arbustos, mas alla arcos de rosas enredaderas que dibijaban sombras sobre otras a los lados, parecia un laberinto verde que cruzar y aunque no conocia el camino de regreso ni otra salida que mas podia perder estando alli que disfrutar de un paseo y tratar de recordar quien habia sido el joven cientos de años antes que tal vez piso por donde yo pisaba ahora. Una macabra sonrisa se dibujo en mi rostro, no podia evitarlo, por mas que buscara no encontraria a ese ser. Una existencia consumida por mi condición vampirica, la sangre lo nublababa todo, la sed, no la tenia ahora pero recordaba mi despertar, no recordaba mi vida, recordaba mi muerte.
-Seduce, sus labios cual carmin, la mirada de una fiera, toca el pecho de su amante, lo lleva a la cama, le da placer y en ello se muestra tal cual es- pensaba mientras continuaba con mi andar. La mas placentera de todas las amantes, la muerte, compañera fiel de todo inmortal que dormia y despertaba y a la vez que acompañaba tambien habitaba dentro de su cuerpo en cada mordida fatal a una victima, la mayoria de ellas inocentes, jovenes doncellas que soñaban con un caballero que terminaba siendo un verdugo al beber de ellas con o sin permiso no importaba pues la sed no perdonaba al igual que la lujuria. Esta dama tan hermosa como la muerte vestia de rojo y cargaba una copa de vino, te embriagaba...pero con su cuerpo y al terminar te dejaba sediento, cubriendote de esa necesidad con el dulce vino. El rojo de los rosales que acababa de pasar de largo, me recordaban a esas dos damas, un mismo color para dos significados diferentes aunque los dos tenian la misma finalidad, placer.
Levante la mirada de las rosas, su fragancia tan arrogante como ellas impregnaba todo el lugar y no me habia permitido darme cuenta que delante de mi alguien mas habria de encontrar. Una joven, como muchas hermosa, como pocas talentosa. Pintaba en un lienzo blanco un rojo parecido al de las rosas mas no igual, por mas brillante que sea la técnica nada, ni siquiera una copia podia ser igual al original que se encontraba frente a ella como un modelo de lo inquebrantable. Asi era, una rosa se marchitaba con el tiempo pero era eterna un momento, el momento de su plena belleza como la que ella trataba de retratar. Me acerque lentamente, sin afan de molestar posandome a una distancia detras de ella y escuchar su pincel rasgar ese lienzo no muy peculiar -Nunca vi una rosa pintada de noche- dije sin preambulo ni presentación. Mi mirada clavada en la rosa, el lienzo podria esperar.
Invitado- Invitado
Re: De la rosa nació el lienzo [Dorian Windsor]
Sus ojos fijos en el objetivo del lienzo no se desviaban con facilidad y mantenían la atención de la dama en la obra artística que se esmeraba en hacer, lejos de cualquier parodia de su propia realidad y un mirar secreto al vivir diario que emprendía desde que se ocultaba el sol, momento que tomaba como el amanecer de los mortales, el toque del sol a sus pieles que les daba a entender como pequeños de cunas que se acercaba un nuevo inicio, uno que ella podría repetir hasta llegar a agobiarse de ello. La ironía lleno su ser ante tal pensamiento pero no fue suficiente el correr del tiempo para crear una muralla que la mantuviera presa de su propia soledad, enjaulando a la bestia dentro de su ser sin dar pie a una escapatoria.
Uno, dos...cuatro trazos del pétalo de una rosa que obligo a los ojos de oro volver al pasado.
Imposible era borrar de su mente la noche estrellada en las murallas del castillo, el reflejo de los ojos juveniles atemorizados en el cristal del espejo, el último aliento cuando dos finas hojillas perforaron su cuello, las manos en búsqueda de cálida piel y más aun la sangre que sus propias manos emanaban al asesinar a su propio padre. La sangre tibia se adhería a sus labios incluso como si las memorias de antaño se ciñeran a ella en un presente. Los orbes se hallaban perdidos en su mente en una conexión que no osaba en romper, solo reacciono cuando su atención se vio ocupada con la obra incompleta y el aroma de la rosa que aclamaba su atención salvándola con su belleza de su propio abismo eterno. Una de sus manos aseguro el hilo de pensamientos al deslizarse por su cuello, por la yugular del torrente sin cauce donde podía sentir, sin necesidad de la vista, dos pequeñas perforaciones como media luna.
Olvido el asunto con seguridad, para entonces Cristina Balanescu solo le importaba finalizar lo que había empezado, intentar igualar en rasgos la belleza creada. Su mano se movía precisa y armónica detallando con sombras los bordes de los pétalos entreabiertos mientras la otra responsaba en su regazo. Se hallaba en un universo de paz lejos de las atrocidades y pasiones que se desencadenaban continuamente. Una paz que en sus profundos sarcasmos habría aborrecido de no ser porque no negaba su atención a quien la mereciera. Fue entonces cuando sintió un aroma, varonil y cercano a ella, nada común al sosiego dulce de los mortales, semejante incluso a ella se atrevería a decir. No se movió de su lugar, incluso termino algunos detalles cuando los pasos se hacían más cercanos, aun así galantes y delicados, en búsqueda de no interrumpirla y de seguro juraría que detallando la tarea que cumplía la joven inmortal.
La voz armónica confirmo sus vagas sospechas. Ella solo esbozo una curvatura sencilla en sus labios mientras finalizaba los últimos trazos de pintura carmín, buscando oscurecer la belleza de los pétalos con sombras del manto nocturno. El caballero yacía cerca de ella y solo pudo separar el pincel del lienzo en busca de no errar con cualquier mínima falta -Entonces no ha podido admirar su verdadera belleza aunque sea en una pintura. Su rostro se dirigió al desconocido vislumbrando a un hombre de estatura, rasgos finos y perlados de masculinidad; sensuales y joviales, un porte de clase y prendas de diseño. El brillo de sus ojos y su peculiar tonalidad no la hizo dudar al momento de deducir que desde luego no era un común mas -Es en las noches cuando se irradia en todo su ser, es un misterio...ha de ser que prefieren que el brillo de los astros sea su testigo natural a diferencia de los ojos curiosos que esperan un milagro. Inclino la cabeza con educación y sus ojos admiraron al desconocido acompañante -Cristina. Se presento antes de atribuir su mirada nuevamente a la causa de su inspiración a la flor testigo.
Uno, dos...cuatro trazos del pétalo de una rosa que obligo a los ojos de oro volver al pasado.
Imposible era borrar de su mente la noche estrellada en las murallas del castillo, el reflejo de los ojos juveniles atemorizados en el cristal del espejo, el último aliento cuando dos finas hojillas perforaron su cuello, las manos en búsqueda de cálida piel y más aun la sangre que sus propias manos emanaban al asesinar a su propio padre. La sangre tibia se adhería a sus labios incluso como si las memorias de antaño se ciñeran a ella en un presente. Los orbes se hallaban perdidos en su mente en una conexión que no osaba en romper, solo reacciono cuando su atención se vio ocupada con la obra incompleta y el aroma de la rosa que aclamaba su atención salvándola con su belleza de su propio abismo eterno. Una de sus manos aseguro el hilo de pensamientos al deslizarse por su cuello, por la yugular del torrente sin cauce donde podía sentir, sin necesidad de la vista, dos pequeñas perforaciones como media luna.
Te persigue, te atrapa en momentos de soledad, se oye como un eco, claro y profundo. Trae recuerdos y tus propios ojos como testigo de tus acciones ¿sería la temida conciencia?
Olvido el asunto con seguridad, para entonces Cristina Balanescu solo le importaba finalizar lo que había empezado, intentar igualar en rasgos la belleza creada. Su mano se movía precisa y armónica detallando con sombras los bordes de los pétalos entreabiertos mientras la otra responsaba en su regazo. Se hallaba en un universo de paz lejos de las atrocidades y pasiones que se desencadenaban continuamente. Una paz que en sus profundos sarcasmos habría aborrecido de no ser porque no negaba su atención a quien la mereciera. Fue entonces cuando sintió un aroma, varonil y cercano a ella, nada común al sosiego dulce de los mortales, semejante incluso a ella se atrevería a decir. No se movió de su lugar, incluso termino algunos detalles cuando los pasos se hacían más cercanos, aun así galantes y delicados, en búsqueda de no interrumpirla y de seguro juraría que detallando la tarea que cumplía la joven inmortal.
La voz armónica confirmo sus vagas sospechas. Ella solo esbozo una curvatura sencilla en sus labios mientras finalizaba los últimos trazos de pintura carmín, buscando oscurecer la belleza de los pétalos con sombras del manto nocturno. El caballero yacía cerca de ella y solo pudo separar el pincel del lienzo en busca de no errar con cualquier mínima falta -Entonces no ha podido admirar su verdadera belleza aunque sea en una pintura. Su rostro se dirigió al desconocido vislumbrando a un hombre de estatura, rasgos finos y perlados de masculinidad; sensuales y joviales, un porte de clase y prendas de diseño. El brillo de sus ojos y su peculiar tonalidad no la hizo dudar al momento de deducir que desde luego no era un común mas -Es en las noches cuando se irradia en todo su ser, es un misterio...ha de ser que prefieren que el brillo de los astros sea su testigo natural a diferencia de los ojos curiosos que esperan un milagro. Inclino la cabeza con educación y sus ojos admiraron al desconocido acompañante -Cristina. Se presento antes de atribuir su mirada nuevamente a la causa de su inspiración a la flor testigo.
Invitado- Invitado
Re: De la rosa nació el lienzo [Dorian Windsor]
Por un momento la observe, ese momento pensé que de verla durante el día hubiera sido una visión maravillosa, una dama pintando rosas…otro artista pudiera pintarla a ella en ese afán pero no, allá el único que la pintaría en su memoria seria yo. Al acercarme por un momento pensé que no se había dado cuenta de mi presencia pues su mirada estaba perdida, en un lugar muy lejano de donde nos encontrábamos, las arenas del tiempo jugaban con la conciencia, conocía esa sensación. El rojo de las rosas, como la sangre pero su hermosura a pesar de tener una técnica casi perfecta en el trazado a mi punto de vista no se asemejaba a lo original. El arte era digno de contemplarse, hasta de admirar pero nada era más hermoso como el primer momento en que se lo veía, eso ocurrió cuando ella giro a ver quien se encontraba acompañándola, al verla presencie una magnifica realidad, ella estaba muerta como yo, sin embargo su rostro presentaba los rasgos de una joven doncella que hasta hubiera pensado estaba aun viva si no fuera por la falta de rubor en las mejillas, era pálida sí, pero no tanto como solíamos ser los de nuestra raza o por lo menos eso creía yo, tal vez la natural iluminación de la noche causara ese efecto, tal vez era mi mente jugándome una broma pero la considere bella, de una belleza simple, como la de una rosa.
Sonreí ante su respuesta –La verdadera belleza se encuentra en el momento en que se traspasa la cortina entre lo que creemos ver y lo que en realidad es, veo esa pintura, una rosa, hermosa sin duda mas donde está su encanto?. La veo a usted ahora y si tuviera un retrato suyo a su lado sin duda no tendría esas pupilas que ahora reflejan mi rostro, ni tendría el aroma de su perfume como su magnífico trabajo no tiene el olor de una rosa- respondí señalando a la pintura con una mirada. Aun con la mirada dirigida a mi ella comento que durante la noche las rosas irradiaban un brillo especial, de dicho brillo no puedo decir que haya sido un espectador sabiondo, ahora que la escuchaba tal vez prestara más atención a esa simple flor o tal vez no tan simple… Capullo, un proceso de un pétalo seguido de otro que se abría sucesivamente descubriendo a su paso su belleza, liberando su fragancia, hipnotizando al espectador. Cristina era su nombre y la rosa volvió a recibir la atención de la joven.
La detuve antes de que hiciera un trazo mas, le quite el pincel suavemente dejándolo en el caballete y la tome de la mano como si la invitara a un baile –Dorian- respondí inclinando un poco la cabeza, volví a mirarla –Si me permite Cristina, permítame mostrarle algo- dije esperando su visto bueno. Con pasos lentos la aproxime hacia el rosal de donde ella tenía el modelo de su cuadro, la majestuosa rosa en su esplendor dormida acaso no sabía que estaba siendo observada por un par de admiradores. Acerque mi rostro a la rosa e hice una señal para que ella hiciera lo propio –¿Lo siente?, no solo es su aroma…- tome ligeramente la rosa sin arrancarla y la acerque a su rostro lo suficiente para que acariciara su mejilla –Su textura, el rojo de los pétalos, el verde de sus hojas, esto es vida…la vida no se puede pintar solo se la puede observar en el momento de su plenitud- comenté y aleje mi rostro de la rosa esperando que ella dijera algo.
Sonreí ante su respuesta –La verdadera belleza se encuentra en el momento en que se traspasa la cortina entre lo que creemos ver y lo que en realidad es, veo esa pintura, una rosa, hermosa sin duda mas donde está su encanto?. La veo a usted ahora y si tuviera un retrato suyo a su lado sin duda no tendría esas pupilas que ahora reflejan mi rostro, ni tendría el aroma de su perfume como su magnífico trabajo no tiene el olor de una rosa- respondí señalando a la pintura con una mirada. Aun con la mirada dirigida a mi ella comento que durante la noche las rosas irradiaban un brillo especial, de dicho brillo no puedo decir que haya sido un espectador sabiondo, ahora que la escuchaba tal vez prestara más atención a esa simple flor o tal vez no tan simple… Capullo, un proceso de un pétalo seguido de otro que se abría sucesivamente descubriendo a su paso su belleza, liberando su fragancia, hipnotizando al espectador. Cristina era su nombre y la rosa volvió a recibir la atención de la joven.
La detuve antes de que hiciera un trazo mas, le quite el pincel suavemente dejándolo en el caballete y la tome de la mano como si la invitara a un baile –Dorian- respondí inclinando un poco la cabeza, volví a mirarla –Si me permite Cristina, permítame mostrarle algo- dije esperando su visto bueno. Con pasos lentos la aproxime hacia el rosal de donde ella tenía el modelo de su cuadro, la majestuosa rosa en su esplendor dormida acaso no sabía que estaba siendo observada por un par de admiradores. Acerque mi rostro a la rosa e hice una señal para que ella hiciera lo propio –¿Lo siente?, no solo es su aroma…- tome ligeramente la rosa sin arrancarla y la acerque a su rostro lo suficiente para que acariciara su mejilla –Su textura, el rojo de los pétalos, el verde de sus hojas, esto es vida…la vida no se puede pintar solo se la puede observar en el momento de su plenitud- comenté y aleje mi rostro de la rosa esperando que ella dijera algo.
Invitado- Invitado
Re: De la rosa nació el lienzo [Dorian Windsor]
Atrevimiento impredecible el que la llevo a abrazar los lazos de la calidez que depositaba el manto nocturno.
Sus ojos se remontaban al fantasma distante que buscaba aislarla teniendo como motivo un lienzo limpio que la doncella intentaba crear igualando colores y tonalidades pero que al parecer no lograría en su perfección. Sin embargo el caballero la mantenía segura de su realidad mientras escuchaba la voz melodiosa y cortes que emitía palabras sabias y rítmicas dignas del oír de cualquier mujer. El paso del tiempo tan irremediable y estricto era una tradición en la que los inmortales no debían inmiscuirse y que servía como voz al recuerdo que los años, días, incluso décadas podían pasar y llevar consigo muertes y vida, pero ellos, ellos permanecerían intactos hasta el día en que se agobiaran de la eternidad. Se vio a si misma impulsada a agradecer con una oración precisa la explicación del joven de admirable belleza, pero su silencio fue más que suficiente, y la curvatura de sus labios sonrosados para expresar su gusto por tal gesto la convenció de que el mejor precio era permanecer sin palabra alguna aunque su rostro se hallase preso en las penumbras del horizonte y su acompañante no tuviera el placer de verlo. Imprevista y sumida en el baúl de sus pensamientos se vio Cristina cuando el pincel se deslizo de sus manos por obra del Lord que lo coloco sin remordimiento alguno en el taburete a su lado. Reclamo su atención como haz de luna y ella obedeció con amabilidad a su galante mirada; Dorian fue el nombre que pronuncio, el que poseía el inmortal. Tomó la mano perfilada y elida entre la suya y encamino a la reina cerca de su natural inspiración; el rosal que derramaba vida entre los murales de roca que lo rodeaban, admirados por los mortales e intocables por el miedo a perjudicar su belleza. La espesa cortina bronce de su cabellera se deslizo por los hombros descubiertos a medida que se inclinaba junto a él y sentía inundar su cuerpo del dulce aroma. Mantenía la postura inconsciente de la fría comparación entre su elixir y esa muestra paradójica de luz pero esta se hallaba mas allá del momento que estaba viviendo, amenazando con regresar.
El tacto del fino pétalo se sumió en la tez de la mejilla de la dama. Los segundos se parecieron extensos minutos cuando sus ojos oscuros se cerraron y los labios se entreabrieron como si buscara a duras tientas disfrutar hasta la última extensión de ese fino y tibio contacto semejante a la más fina seda rozando su rostro de marfil. Una palabra la hizo reaccionar y abandonar el calor de su anatomía cual fantasma del campanario. La sola mención de la palabra vida ato los recuerdos a sus tobillos como pesados grilletes. Inocencia pobre la que la poseía al creer que por un instante podría olvidar la monstruosidad de la que era capaz y la bestia que ella implicaba bajo el rostro delicado y los vestidos femeninos -O hurtar sin demora. Su voz descendió dos octavas mientras recuperaba su postura erguida y su iris vacio buscaba algún otro punto que no fuera el mirar profundo de Dorian. Un fortuito respiro irónico la hizo encaminarse a los paneles donde la variedad de flora era evidente, sus dedos repasaban cada pétalo sintiéndose incapaz de dañar tal visión -Girasoles, tulipanes, gladiolas… ¿solo puedo verlas, Dorian?. Su rostro lo busco hasta encontrarlo a una distancia breve y poco alejada del lienzo incompleto -Poca posibilidad de igualarlas y seria en vano el esfuerzo de la pintura ¿es así?. Una infante curiosa bajo el aura de mujer visualizo a distancia la pintura que había emprendido para luego dirigirse al caballero de las sombras, el que con su labia la había conducido a la travesía oculta de su propia eternidad.
Invitado- Invitado
Re: De la rosa nació el lienzo [Dorian Windsor]
Se movía como el viento, flotaba sobre su propio peso y su delicadeza aun conservada perfectamente hizo que la admirara durante un momento. Cristina se acercó al rosal, la textura de los pétalos de esa rosa lo compare con la textura de sus labios cuando la vi tan cerca, no sabría decir si la suavidad era la misma, no había tenido la oportunidad de tocarlos pero por un momento imagine hacerlo. La casualidad me llevaba otra vez hacia un lugar no planeado a encontrar a una persona no esperada pero bien recibida. No tenia que fingir ser un humano, podía ser un vampiro, ella comprendía lo que era vivir en esa eterna y larga vida, donde el fingir ser un humano normal llegaba a cansar. Apreciar entonces lo que estaba vivo era para los dos mucho más significativo que para cualquier otro mortal.
Sus ojos cerrados, sus labios sin una respuesta a esa sensación, acaso también su rostro angelical…ese era un momento apreciable que no se podría retratar, ¿en qué estarás pensando Cristina?, cuantos años atrás viajaste para recordar que alguna vez ese pétalo solo era un pétalo mas. A la mención de la última frase sus volví a apreciar sus pupilas al abrir sus ojos como a un repentino despertar. Su delicadeza se congelaba en una fría actitud después de abrir los ojos, la maldición con la que cargábamos los inmortales, el eterno recuerdo de lo impredecible en un tiempo tal vez incluso impredecible ahora. No volví a encontrar sus ojos con los míos, ella huía de ese encuentro como un ave huía del invierno.
Camino al lado de las flores, yo camine al lado de ella, no intentaba saber de ella, intentaba solo verla como lo que era, un encuentro singular sin mucho que pensar, solo vivirlo hasta que uno de los dos decidiera retirarse o el amanecer amenazara con interrumpir esa noche. Tocaba los pétalos, sus manos eran delicadas como las de una fina dama, se notaba que nunca había hecho el trabajo de las desafortunadas amas de casa de la media o baja clase, tampoco vestía sin recato como una cortesana, era evidentemente una dama como la mayoría de los inmortales, de una cuna adinerada. Entre una caricia y otra a un pétalo o tal vez mas –bienaventurados pétalos que se permitían esa fortuna – ella rompió el hasta entonces silencio que había sellado nuestros labios.
-No es vano el esfuerzo, es en bien merecido. Recuerda todo el arte que hemos heredado del pasado, hombres y mujeres que tuvieron una visión e intentaron plasmarla en lienzos, esculturas, dibujos, versos y música- respondí acercándome por completo a ella y acercando lentamente mi mano a si mejilla para darte una casi imperceptible caricia –Hoy en día podemos imaginar que sintieron o pensaron al crear ese arte y envidiarlos por haber vivido aquello que nosotros no pudimos como habrán en personas en el futuro que envidien lo que nosotros vivimos, habrá alguien que envidie en secreto el no poder verte, sentirte y tocarte como yo lo hago ahora y como tu tocaste unos pétalos que mañana no serán los mismos que esta noche- finalice al mismo tiempo encontrando finalmente sus ojos mientras las yemas de mis dedos descendían por el contorno de su cara y acariciaban su cuello.
Sus ojos cerrados, sus labios sin una respuesta a esa sensación, acaso también su rostro angelical…ese era un momento apreciable que no se podría retratar, ¿en qué estarás pensando Cristina?, cuantos años atrás viajaste para recordar que alguna vez ese pétalo solo era un pétalo mas. A la mención de la última frase sus volví a apreciar sus pupilas al abrir sus ojos como a un repentino despertar. Su delicadeza se congelaba en una fría actitud después de abrir los ojos, la maldición con la que cargábamos los inmortales, el eterno recuerdo de lo impredecible en un tiempo tal vez incluso impredecible ahora. No volví a encontrar sus ojos con los míos, ella huía de ese encuentro como un ave huía del invierno.
Camino al lado de las flores, yo camine al lado de ella, no intentaba saber de ella, intentaba solo verla como lo que era, un encuentro singular sin mucho que pensar, solo vivirlo hasta que uno de los dos decidiera retirarse o el amanecer amenazara con interrumpir esa noche. Tocaba los pétalos, sus manos eran delicadas como las de una fina dama, se notaba que nunca había hecho el trabajo de las desafortunadas amas de casa de la media o baja clase, tampoco vestía sin recato como una cortesana, era evidentemente una dama como la mayoría de los inmortales, de una cuna adinerada. Entre una caricia y otra a un pétalo o tal vez mas –bienaventurados pétalos que se permitían esa fortuna – ella rompió el hasta entonces silencio que había sellado nuestros labios.
-No es vano el esfuerzo, es en bien merecido. Recuerda todo el arte que hemos heredado del pasado, hombres y mujeres que tuvieron una visión e intentaron plasmarla en lienzos, esculturas, dibujos, versos y música- respondí acercándome por completo a ella y acercando lentamente mi mano a si mejilla para darte una casi imperceptible caricia –Hoy en día podemos imaginar que sintieron o pensaron al crear ese arte y envidiarlos por haber vivido aquello que nosotros no pudimos como habrán en personas en el futuro que envidien lo que nosotros vivimos, habrá alguien que envidie en secreto el no poder verte, sentirte y tocarte como yo lo hago ahora y como tu tocaste unos pétalos que mañana no serán los mismos que esta noche- finalice al mismo tiempo encontrando finalmente sus ojos mientras las yemas de mis dedos descendían por el contorno de su cara y acariciaban su cuello.
Invitado- Invitado
Re: De la rosa nació el lienzo [Dorian Windsor]
Maestro de sabio pensar que guiaba a la dama por los senderos ocultos bajo el manto eterno.
Cristina admiraba el pensar del caballero, sabia como apreciar la belleza oculta bajo un juego de palabras de amplio significado. Dorian semejaba a los filósofos de extenso vocabulario que palpaban sin sentir la hermosura perdida y el blanquecino matiz de la vida preso en la oscuridad de las denigrantes acciones, algunas que la reina no había evitado obrar sin arrepentirse más cada palabra se enredaba en las sienes de la doncella, enredándose en su mente y buscando mas explicaciones que las que buscaba dar. El aroma de la flora prevalecía en sus manos finas, su suave tacto como la seda deslizándose en sus dedos. El caballero había caminado a su lado y ella se reprendía por sumirse en el vacio de sus ideales y no prestarle la atención merecida. Frente a ella entono palabras que se sumieron en los oídos de la ninfa oscura, memorizo cada una de ellas que sin duda vislumbraban una paradoja de lo que ella creía ver como el sendero inmortal, un intento a que su la oscuridad no cegara sus ojos bronces y abriera paso a la luz y recuerdos que la marcarían hasta el fin de su existencia. Tan solo en ese paso de tiempo Cristina no se creyó capaz de interrumpir al joven pues sus palabras brindaban una hermosa melodía a la caja de Pandora dentro del corazón muerto.
La rosa le pareció tan simple cuando fue sustituida por el tacto inmortal que encendió la llamarada pasional dentro de la doncella, acallada por deseo propio de no destruir por una vez en su vida una obra de arte en segundos. El torso de la fémina se alzo en un respiro callado por el gusto al camino que Dorian trazaba en su tez, el silencio podía ser la mejor recompensa para no brindar un monologo absurdo de la voz de la razón. Los ojos de ella permanecieron fijos en los del Lord, sus labios entreabiertos esperando que las palabras afloraran por si solas sin intervención. El ansia fue mayor que la dominante mujer y su mano se alzo para que las yemas de sus dedos emprendieran un camino por la mejilla de su acompañante, la línea sucesiva de su mandíbula, el lateral de sus finos labios. Una pequeña que buscaba explicaciones cuando frente a ella las tenía todas, solo las piezas se le dificultaban al armar pero eran tan cuidadosas que se sentía torpe al tocarlas -Porque nada se asemeja a la segunda vez. Sin interrogantes siguió su trazado cual artista innato por el cuello de Dorian, de la misma manera que él hacía con ella, su cuidado era perceptible como un temor a romper esa imagen -Las gladiolas de hoy no tendrán el mismo brillo al amanecer. Fortuna maldita la que no le permitía ver ese espectáculo aguardándola bajo la sombra de su morada -Los trazos de un lienzo nunca se repetirían. Un alto a su contacto en el lado izquierdo del marcado pecho, donde alguna vez reposo un corazón ferviente. Volvía el reflejo del orbe de Cristina Balanescu con el Dios de las sombras -Pero ¿será posible que alguien envidie o agradezca nuestra existencia?.
¿Agradecer o envidiar?...¿despreciar?.
¿Cómo tomar de amiga a una bestia o dejar al vacio el texto de la inmortalidad? Qué curioso, muy curioso que un mortal pudiera hacerse esa pregunta mientras aquel que destruyo su existencia huye con el costal de la vida eterna a sus espaldas -Cuantas preguntas pueden invadirme con tu presencia, Dorian.
Invitado- Invitado
Re: De la rosa nació el lienzo [Dorian Windsor]
Oscuridad, alguna luz inoportuna en medio de los jardines que perfilaba nuestras sombras en los rosales, las sombras de los muertos y sombras de quienes una vez fuimos contrariamente a quienes éramos ahora. Su piel de frío mármol como la mía alguna vez mas delicada que uno de los pétalos que la acababan de acariciar ahora estaba sumida en la eternidad, sus ojos me mostraban su verdadera edad aunque su voz fuera tan melodiosa como la de una joven doncella que acabara de ser abrazada. Era el tacto, el solo tocarla que me permitía verla como algo real y no una pintura, no una estatua, no un verso flotando en la nada, como olvidar…por irónico que sonara aun creía ver en ella fragilidad, probablemente una máscara que engañaba a cualquier humano. Lastimosamente no era así, ella no era frágil, ella no era humana y aunque era una criatura sumamente hermosa como las rosas de ese jardín nuestra misma naturaleza maldita la había dotado de espinas, aun no sabía qué grado de humanidad le habría quedado después de la transformación pero no estaba allí para averiguarlo ni mucho menos me interesaba el demonio latente durmiendo detrás de esa cara de ángel, solo me interesaba contemplar un segundo siquiera de lo que bien dicho realmente podría llamarse ‘inmortal’.
Su mano se poso sobre mi rostro, sus dedos que mostraban ser delicados como cuando la había observado sujetar el pincel recorrieron un camino desde mi mejilla hasta los labios, curve una leve sonrisa al notar su gesto –A veces no hay una segunda vez- respondí mientras ella bajaba por mi cuello sin prisa como yo al mismo tiempo había hecho en su rostro, si hubiéramos estado mejor sincronizados tal vez hubiera parecido un espejo con dos partes de un todo –Nada será igual mañana, como nada es hoy igual a ayer sin embargo…esta noche, a esta hora y en este lugar es una escena mucho mejor de la que viví ayer a la misma hora y en otro lugar. No tenemos la certeza del mañana pero existe siempre la probabilidad de que incluso sea mejor que hoy- respondí ante sus palabras algo melancólicas por lo que se perdería después de esta noche. Sin duda el brillo de esas flores no los podría observar pero tenía una eternidad por delante pera encontrar un brillo que llenara ese deseo de querer algo ahora y no poder tenerlo hasta que llegara su momento, entonces solo quedaba apreciarlo.
Su mano bajo hasta mi pecho, yo deje de acariciar su cuello y la tomé de la mano apartándola de ese lugar, me aleje hacia la pintura que aun quedaba por terminar, desde allí la mire y escuche. Por un momento pensé en su pregunta, la mayoría de los mortales envidiarían tener la vida eterna sin embargo ¿que era el ‘agradecimiento’?, una especie de reconocimiento por algún favor, oh si, los inmortales siempre estaban dispuestos a hacer ‘favores’ si esta labor les traía algún beneficio, sin embargo fuera de ello…¿alguien agradecería por inercia la existencia de un inmortal?, no, el mundo se movía por conveniencia, que mas daba un inmortal mas o un inmortal menos al igual que en el caso de cualquier criatura sobre la tierra. Eso diría alguien que pensara con un enfoque frio y material, pero existía algo mas…eso que interrumpía las mentes en medio de lo racional, los lazos –No dudo que habrá personas que la envidien como que no, ¿agradecer?...esa palabra está sujeta a diferentes factores. Creo que el que te importa escuchar es el factor afectivo, si…alguien podría agradecer que existieras, si te ama. Es un concepto abstracto para nosotros ¿no es así?, bebemos de la sangre de los humanos, matamos por diversión, dormimos con la muerte y a veces no apreciamos lo que esta noche hemos encontrado en este jardín, vida. Es irónico que alguien pueda amar a seres malditos, es aun mas irónico que nosotros podamos amar- respondí riendo burlonamente después de ello.
Seguido volví a acercarme a ella, me acerque tanto que casi podía rozar la piel de su rostro, la tome por la cintura con delicadeza como si fuera una muñeca de cristal –Te preguntas aquello que temes responder y cuyas respuestas tampoco encontraras en mí- dije en un murmuro debido a que estábamos tan cerca. Moví el rostro a su costado sintiendo el roce de su cabello en mi rostro, su aroma dulce naturalmente como el de una vampiresa –Lo que nosotros estamos acostumbrados a sentir le llaman pasión, la lujuria nos conduce a ella con desenfreno y locura, besarte, poseerte en este mismo momento seria entregarnos a ese deseo constantemente irrefrenable que nos corroe por dentro- dije a su oído, baje hasta su cuello donde deposite un beso superficial y luego volví a alejar dejando con delicadeza esa pequeña cintura que acababa de sostener. Dos pasos hacia atrás y me quede observándola –No creo que la pasión sola la llene como quiere ¿me equivoco?-
Su mano se poso sobre mi rostro, sus dedos que mostraban ser delicados como cuando la había observado sujetar el pincel recorrieron un camino desde mi mejilla hasta los labios, curve una leve sonrisa al notar su gesto –A veces no hay una segunda vez- respondí mientras ella bajaba por mi cuello sin prisa como yo al mismo tiempo había hecho en su rostro, si hubiéramos estado mejor sincronizados tal vez hubiera parecido un espejo con dos partes de un todo –Nada será igual mañana, como nada es hoy igual a ayer sin embargo…esta noche, a esta hora y en este lugar es una escena mucho mejor de la que viví ayer a la misma hora y en otro lugar. No tenemos la certeza del mañana pero existe siempre la probabilidad de que incluso sea mejor que hoy- respondí ante sus palabras algo melancólicas por lo que se perdería después de esta noche. Sin duda el brillo de esas flores no los podría observar pero tenía una eternidad por delante pera encontrar un brillo que llenara ese deseo de querer algo ahora y no poder tenerlo hasta que llegara su momento, entonces solo quedaba apreciarlo.
Su mano bajo hasta mi pecho, yo deje de acariciar su cuello y la tomé de la mano apartándola de ese lugar, me aleje hacia la pintura que aun quedaba por terminar, desde allí la mire y escuche. Por un momento pensé en su pregunta, la mayoría de los mortales envidiarían tener la vida eterna sin embargo ¿que era el ‘agradecimiento’?, una especie de reconocimiento por algún favor, oh si, los inmortales siempre estaban dispuestos a hacer ‘favores’ si esta labor les traía algún beneficio, sin embargo fuera de ello…¿alguien agradecería por inercia la existencia de un inmortal?, no, el mundo se movía por conveniencia, que mas daba un inmortal mas o un inmortal menos al igual que en el caso de cualquier criatura sobre la tierra. Eso diría alguien que pensara con un enfoque frio y material, pero existía algo mas…eso que interrumpía las mentes en medio de lo racional, los lazos –No dudo que habrá personas que la envidien como que no, ¿agradecer?...esa palabra está sujeta a diferentes factores. Creo que el que te importa escuchar es el factor afectivo, si…alguien podría agradecer que existieras, si te ama. Es un concepto abstracto para nosotros ¿no es así?, bebemos de la sangre de los humanos, matamos por diversión, dormimos con la muerte y a veces no apreciamos lo que esta noche hemos encontrado en este jardín, vida. Es irónico que alguien pueda amar a seres malditos, es aun mas irónico que nosotros podamos amar- respondí riendo burlonamente después de ello.
Seguido volví a acercarme a ella, me acerque tanto que casi podía rozar la piel de su rostro, la tome por la cintura con delicadeza como si fuera una muñeca de cristal –Te preguntas aquello que temes responder y cuyas respuestas tampoco encontraras en mí- dije en un murmuro debido a que estábamos tan cerca. Moví el rostro a su costado sintiendo el roce de su cabello en mi rostro, su aroma dulce naturalmente como el de una vampiresa –Lo que nosotros estamos acostumbrados a sentir le llaman pasión, la lujuria nos conduce a ella con desenfreno y locura, besarte, poseerte en este mismo momento seria entregarnos a ese deseo constantemente irrefrenable que nos corroe por dentro- dije a su oído, baje hasta su cuello donde deposite un beso superficial y luego volví a alejar dejando con delicadeza esa pequeña cintura que acababa de sostener. Dos pasos hacia atrás y me quede observándola –No creo que la pasión sola la llene como quiere ¿me equivoco?-
Invitado- Invitado
Re: De la rosa nació el lienzo [Dorian Windsor]
Iban y venían hilos de pensamientos donde buscar uno en concreto sería tan difícil como la muerte, para ella.
La apariencia engaña incluso a los más sabios que buscan con una mirada desnudar el ser interno de quienes creen conocer, la verdadera sorpresa esta cuando se descubre que eran lo opuesto y que no prevalecen los ideales que pensamos reflejar. De esa manera se hallaba Cristina, quien no pensó que el hombre de belleza celestial fuera incluso más sabio que los profesores que fingían saber de filosofía, del arte o los porque de la vida, brindando respuestas absurdas y sin sentido aparente. Dorian había respondido a todas sus preguntas, de la manera exacta, callando cualquier huida que la fundiese en el confín de su mente en busca de mas discursos. Abstracta la realidad que había resultado de una huida a los ancianos parlamentarios y que la llevo a los lazos aromáticos de las flores a la presencia de un inmortal, uno valioso como los muy pocos que había conocido.
Nada sería lo mismo dos veces pero la eternidad era suficiente sin embargo para buscar una repetición, para emprender la misión de hallarla sin preocuparse por el tiempo, esa no sería la idea de Cristina mas ella era de las partidarias que aludían tal ilusión esperanzadora en su confuso interior. Él se aparto de la dama sin violencia alguna, de momento la reina se arrepintió de su tacto atrevido o dañar el instante pero su naturaleza acataba el evitar cohibirse. Siguió con la mirada al inmortal que parecía pensar, analizar sus palabras que se había teñido con parsimonia en el trascurso de sus pensamientos. La respuesta concordó con su ironía ¿Amor? Lejos de ella se encontraban los relatos que su nodriza le contaba antes de ir a la cama, con la esperanza del supuesto lazo romántico, la espera de un hombre que valiese y no por su dinero, sino por su limpia educación al halagar la belleza femenina, enamorar con un gesto a la elección de sus ojos. A la distancia sonrió con sarcasmo contenido, podía tener mil y un opiniones de aquella temática, una de las tantas que diagnosticaba la mente del no muerto pero de sus labios no saldrían profecías y sermones que hastiarían el ambiente pacífico bajo el manto de la oscuridad.
El caballero tomo su cintura, frágil bajo el vestido que llevaba, sencillo incluso para su posición social. Las palabras se enmarcaban en su mente como el más fuerte hierro, haciendo eco en su memoria y torturando su fuego interno acallado por la quietud de su mirada, una que pocas veces parecía allanarse en los trazos inmortales que tejía al compas de su andar. Sus ojos se entrecerraron levemente al contacto frio de los labios masculinos en su cuello, tocaron las hebras castañas con el rostro del hombre, rápido roce que hizo que volviera a la realidad cuando los fuertes brazos la libraron. La distancia despejo su pensar por lo que creo una curvatura sencilla en sus labios sonrosados, asintió levemente y camino entre la galería de tulipanes, cerca de la posición de las dos figuras de mármol -No busco mas respuestas, Dorian, es algo que nos perseguirá toda la vida, conseguirlas. El pensamiento ilógico muchas veces va atado a la más acertada razón que guía nuestras acciones. Jugamos con el presente pero desconocemos el futuro. Amar no figura en nuestro vocablo pero estamos exentos, al igual que los humanos, a la espera del desconocido destino. Tomo sin permiso la flora, deslizando los suaves pétalos en sus dedos, el aroma embriago su cuerpo de mujer, veía el colorido como si se uniese en el, dos bellezas en una sola. -La pasión atrayente es la manera de saciarnos, la lujuria desbordante y atrapante, tan preciada y nunca servirá para saciarnos, solo complacernos hasta conocer quien sabe que misterio como una razón a nuestra existencia, el secreto seria vivir con ello. Volvió a fijarse en el caballero mientras se encaminaba al mural de piedra, cerca de la posición de la rosa que motivaba su historia con el lienzo. Se sentó, a distancia divisaba la lirica poética de sus labios o cualquier interrogante que desencadenara un torrente sin pausa en ella -¿Qué te trajo a este lugar?. El orbe bronce no se apartaba del Lord, una pregunta casual, una a la que ella atribuía como respuesta más que una simple escapatoria al deber monárquico ¿Seria ese el motivo de su sosiego?.
Una paz casi inexistente.
Invitado- Invitado
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