Caminata en santa sede [Libre]

Hace años hubo una guerra santa. Nereza la recuerda constantemente, en esa guerra pudo terminar con algunos dolores de cabeza para el papa en su tiempo, un hombre mucho más frio que el actual, calculador y que siempre la trato como un pedazo de trapo, al recordarle, comúnmente tiene una media sonrisa.

Ese papa murió y ella se mantuvo sirviendo al cielo, obviamente los humanos no son tan longevos como ella, siempre se le ha hecho una gracia que vaya a ser eterna y muchos de los soldados aquí no duraran unos cuantos meses más.

Se mantiene de pie en la explanada de San pedro, mirando el blanco obelisco iluminado por la luna que salido hace apenas unos minutos. Mira sus manos aun con pequeñas manchas de sangre que lame suavemente, asegurándose que nadie la vea a su alrededor. Se encontraba en las salas de tortura, encargándose de un hechicero que, según los espías, tenía tanta negrura en su corazón que le hizo un favor en dejarlo sin una gota de sangre. Uso sus manos y bastantes extremidades de su cuerpo para darle fin a la vida del sujeto, recordarlo la satisface enormemente, sin hacerlo por completo

-No sabía bien-se dice así misma recordando el sabor de aquel hechicero-la magia negra pudre la carne y no sazona.

Sus manos se mantenían tranquilas en su regreso mientras caminaba por la explanada, su vestido lila se movía suavemente con la brisa nocturna. La última vez que llevaba este mismo vestido fue una noche después del cambio de papa, ni siquiera le agradeció haberlo salvado de tantas cosas, menos el haber subido en las escalas de tantos rangos gracias a sus habilidades, tal vez ese papa sabía que Violeta no era más que una vampira loca.

-Violeta…-piensa en su nombre del pasado, hace tantos años sin ser usado, no desde Clinton.

Recordar su nombre, si es que es posible, le hace hervir la sangre, sus ojos se ponen rojos de la ira y sus puños, casi siempre en una simple suavidad, se endurecen en recordar al único amor de su vida y el único ser que debería de culpar por lo que es hoy, una criatura de la noche dedicada a alimentarse de los que son como él.

Parte de ella aun le duele acabar con hechiceros y gitanos, pues sabe que ellos, por naturaleza, no son malvados, solo están perdidos, se ha encargado de consumir a aquellos que su facción le asigna sin gran dificultad, aquellos que ya han asesinado, aquellos que merecen ser torturados y morir en el nombre del señor.

Su paseo nocturno por la santa sede está por terminar, debería de volver al edificio de la inquisición y revisar sus próximas misiones, según dicen, Paris es una ciudad donde la mayoría de los inquisidores han sido llamados, los vampiros comienzan a adorar esa ciudad, por su belleza y pecados nocturnos.

No conoce Paris, pero sabe que será un encuentro formidable, si es cierto lo que se dice, tendrá mucho que enfrentarse.